EL TIGRE QUE QUISO VOLAR
ETNOLITERATURA NIVACLÉ
TEXTO: LENI PANE CHELLI
EL TIGRE QUE QUISO VOLAR
Un tigre habitaba en lo más espeso del monte.
Hermoso y fiero, temido y admirado era el señor. Se sentía feliz dentro de su piel lustrosa, con sus ojos rasgados y sus afiladas uñas. El Creador le había dotado, además, de sagacidad, fino instinto y ferocidad implacable. ¿Qué más podría desear?
Paseaba una mañana por sus vastos dominios cuando vio a lo lejos moverse la copa de un árbol. Era el único árbol que se movía, y ni siquiera soplaba la más leve brisa. Extrañado pensó para sí: ¿Quién será el individuo que mueve el árbol? E impelido por la curiosidad se dirigió hacia él. Se sorprendió en extremo al encontrarse con el Jump'uvaay, un pequeño pajarito que se divertía jugando. Este volaba hasta la copa del árbol, y desde allí descendía en veloz vuelo. Lo hacía, una y otra vez, con alegría contagiante.
- ¿Qué haces? -le preguntó el tigre, Yiyööj.
- ¿No ves? Juego con el árbol - replicó el Jump'uvaay batiendo las alas.
Intrigado volvió a preguntar el tigre. Y el pajarito, halagado por la atención que le dispensaba el amo, ensayó su mejor vuelo y su más peligrosa caída. Ya posado en una de las ramas del árbol, le dijo:
- ¿Viste? - Yiyööj, que nunca jugaba, deseó ensayar el juego, y ya se disponía a subirse al árbol cuando Jump'uvaay le advirtió:
- Cuidado, Yiyööj, tú no tienes alas para sostenerte en el aire.
El tigre quedó desconcertado, el, que se tenía por el más perfecto de los animales, se veía impedido de ensayar el juego del humilde pajarito. Tendióse, pensativo y desalentado, al pie del árbol. Poco después, se irguió y dijo al pajarito:
- Jump'uvaay, préstame tus alas.
Y el pajarito, temeroso de desobedecer al tigre, sacóse las alitas y se las pegó al pecho del amo con cera de abeja.
Ten cuidado, le advirtió. Esta cera no sostendrá las alas por mucho tiempo.
Alborozado, el tigre subió al árbol y desde la copa ensayó la caída al vacío, y luego el movimiento de las alas. ¡Qué sensación de plenitud! ¡Qué distinto se veía el mundo desde ahí arriba! ¡Ahora sí era el amo absoluto! Subió y bajó una y otra vez. Dos, tres, cinco, quince y, tal vez, cien veces.
El pajarito, desde la rama de un árbol cercano, reclamaba con adicción:
- ¡Tigre! ¡Tigre! ¡Devuélveme mis alas, por favor! Pero el felino no le escuchaba, absorto en su felicidad.
- No te servirán por mucho tiempo, insistió Jump'uvaay. El creador nos hizo diferentes. A cada uno nos asignó un oficio y un lugar en la lícita. Corres peligro si lo desobedeces.
Pero el tigre, que no deseaba devolver las alas al pájaro, seguía con mayor entusiasmo con el juego. Cuando de pronto, en uno de los más arriesgados vuelos, se desprendieron las alas, y el tigre se precipitó a tierra, golpeándose la cabeza.
Jump'uvaay, al verlo, acudió con presteza, y le llamó:
- ¡Yiyööj! ¡Yiyööj!
Pero el tigre que quiso ser pájaro dormía para siempre, soñando que volaba por encima de los ríos y montanas, sin poder detenerse, alejándose más y más.
Fuente: MITOS INDÍGENAS DEL PARAGUAY. Edición, compilación, traducción de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR. Director editorial: PABLO LEÓN BURIÁN. Diseño gráfico: RAFAEL VILLALBA, Asunción – Paraguay 2011 (151 páginas).
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