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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  EL SECRETO DEL YPOÁ Y LA CAMPANA PERDIDA (LEYENDA) - Versión: CÁNDIDO NÚÑEZ

EL SECRETO DEL YPOÁ Y LA CAMPANA PERDIDA (LEYENDA) - Versión: CÁNDIDO NÚÑEZ

EL SECRETO DEL YPOÁ Y LA CAMPANA PERDIDA

(LEYENDA)

Versión: CÁNDIDO NÚÑEZ

 

FRAGMENTO

Hace muchísimos años fue fundida una campana, por los jesuitas (...). El superior de la congregación ordenó para que se hiciera fundir una campana que su resonancia de oyera de las más lejanas comarcas. Para ese fin se agregaría cobre, hierro, oro, hasta plata, para que la campana fuera más potente, profunda, sonora y suave.

Se eligió las inscripciones adecuadas, de los libros sagrados para que quede grabada alrededor del cuello, de la soñada campana. Luego, cuando estuviera concluida, se colocaría en el centro de la población, en el atrio de una de las más hermosas y artísticas iglesias jesuíticas, esto es para que se difundiera su sonido en la lejanía. Así mandó contratar en Italia algunos fundidores y técnicos, éstos eran de gran prestigio en su tierra natal.

Prepararon los metales necesarios y los instrumentos, el molde a la vez el crisol. Por fin empezaron a fundir velando día y noche, observando los más pequeños detalles, a ver si la obra saldría con éxito. Pero cuando prepararon el molde, la campana aún incandescente, observaron que los trabajos no resultaron, falta otro elemento en metal y además la aleación no se mezcló bien entre sí.

Tuvieron que volver a fundir, los metales necesitaban un fuego de más alta caloría, porque la plata no había querido unirse al hierro. Del fracaso supo el superior, se irritó y con su nerviosidad amenazó formalmente tomar providencia rigurosa de los técnicos. Dijo: Si en la segunda fundición no salía al deseo del superior castigaría como merece, porque los metales iban mermando considerablemente, tuvieron que agregarle en la mezcla más cantidad de oro y plata, para obtener un tamaño y la sonoridad deseada. La pérdida de los metales de más valor tuvieron que reponer, porque si esta última volvía a fracasar, el superior interpretaría como traición a él y a la Iglesia. Con los fundidores trabajaba un criado de los jesuítas, un robusto y fomido indio muy inteligente y obediente, tenía una hija muy hermosa princesita, la más bella de la población, su belleza la más relumbrante dentro de las tribus entre sus sexos, cuyo nombre era Ysapy (rocío).

Así se llamaba porque sus ojos parpadeantes expedían gotas de lágrimas, parecía que contenía aguas en las pupilas.

Su nombre resonaba en todos los lugares, tanto en los labios de los poetas y de poemas, el amor de ella a su padre fue firme. Ella supo por conducto de una de sus doncellas la amenaza del superior a los trabajadores, tan pronto reunió los tesoros que tenía, fue ante un sabio que conocía perfectamente los secretos de la mineralogía, y su modo de mezclar los metales. Era un mago muy renombrado. Astrólogo. Cuando llegó Ysapy, en la casa del sabio, éste la recibió, con un gesto amable y cordial. Luego Ysapy le ofreció los tesoros, en pago, si le revelara algún secreto sobre la manera de fundir los metales para el éxito seguro en la conclusión de la obra, suplicándole por el amor del Supremo hasta la humillación. El astrólogo se puso a meditar un rato y consultó con su libro, donde enseña los cinco principios del Universo, libro místico de los misterios de la ley y la causa de la casualidad natural del movimiento sin fin. Examinó los astros, especialmente las siete cabrillas y dijo: el oro y el cobre no se mezclan, la plata y el hierro no se unirán jamás, a menos sin la carne de una virgen y que se disuelva en el mismo crisol, más aún la sangre de la misma con las de los metales en fusión.

Ysapy contenta regresó a su casa, pero no encontró a nadie que se animara para tal suicidio y quedó pensativa y resolvió a última hora. Era el día decisivo en que se iba a intentar nuevamente la obra, la soñada gran campana simbólica, será la última vez a fundir. Ysapy y sus damas de honor, fueron llegando al taller, se aproximaron las mujeres, en el momento en que el padre de Ysapy y los demás trabajadores se empeñaban con inteligencia de fundir los metales, llegó el punto y el momento en que oíase un ruido infernal producido de la creciente ola y burbujas enrojeciéndose el líquido, cada vez más, ya anunciaba el punto, se iban formando distintos colores extraños. Los trabajadores dejaron de alimentar la hoguera, en el instante en que iba a dar la señal para la fusión, fue el momento en que Ysapy se arrojó en el líquido candente, seguido de un grito lastimero y suave, cual si fuera un canto de un pájaro herido pronunciado por última vez en voz guaraní: che ru nde reehápe amaro (padre mío por ti muero).

Así se precipitó la cabeza en al incandescente líquido, se oía un sonido suave y melodioso, parecía un remedo de pájaro campana, allá a lo lejos se percibía y parecía transmitida de la selva umbría del desierto. El padre de Ysapy, quedó enloquecido de dolor, intentó también largarse detrás de su querida hija pero sus compañeros lo retuvieron, y desmayó. Instantes después de un éxito completo quedó muerto. Este fue el fin entre el padre y la hija, cumpliendo un deber por el amor de la religión de Dios, Todopoderoso. Las doncellas de Ysapy quedaron entristecidas, inmóviles, mudas y enloquecidas de un éxito completo probaron la campana, notaron de una sonoridad nunca oída en ninguna parte, cuyos sones eran más potentes, el eco se percibía, expandiéndose a los cuatro vientos en las Misiones Jesuíticas.

Posteriormente los Jesuítas fueron perseguidos por los gobernantes del país y tuvieron que abandonar los pueblos y las reducciones que con tanto sacrificio fueron formando los pueblos, y con sus hermosas y artísticas iglesias, que hasta hoy existen orgullosas las ruinas, como reliquias del pasado.

Un poco antes de abandonar el país los Jesuítas, resolvieron trasponer la campana en un lugar oculto, y ordenó a un jefe-cacique que para que se llevara donde él le pareciera mejor ocultar la joya más preciada de todos los habitantes. Los indios resolvieron llevar al tapyi (toldo). Para este fin tenía que vadear el lago Ypoá. Embarcaron la gran campana con mucho cuidado, pero al llegar a un lugar cenagoso chocó el Kachivéo (especie de canoa), por un raigón y se volcó, tanto los marineros y la campana cayeron en el medio del histórico lago Ypoá. Hasta hoy día, dicen los lugareños, a veces se escucha el repiqueteo de una sonora campana de ultratumba. Cuando el lago está embravecido por las tormentas, dicen que se percibe mejor de noche cual si fuera una música celestial.

Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY. Compilación y selección de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR - www.ellector.com.py . Tapa: ROBERTO GOIRIZ. Asunción-Paraguay. 1998 (187 páginas)

 

 

 

 

 

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