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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  LA LEYENDA DE SUINANA - Versión de JORGE MONTESINO

LA LEYENDA DE SUINANA - Versión de JORGE MONTESINO

LA LEYENDA DE SUINANA

Versión de JORGE MONTESINO

 

Muchas bajas había sufrido el valiente pueblo Pyturusu en los últimos enfrentamientos con sus enemigos. El peligro de que la impotencia cundiera en los integrantes de la tribu era inminente. Los jefes y sacerdotes se reunieron entonces en uno de los sitios sagrados a deliberar sobre los pasos a seguir. El pueblo aguardaba expectante las resoluciones de sus líderes.

Alguien debía penetrar el territorio enemigo de incógnita y traer noticias ciertas acerca de los movimientos que preparaban para poder sorprenderlos y darles un golpe definitivo. ¿Quién era el indicado para esa misión? ¿Sería mejor enviar a un grupo de guerreros o tan sólo a uno de sus hombres? ¿En cuánto tiempo necesitaban tener conocimiento de esos movimientos? Estas preguntas se hacían los integrantes del consejo de la tribu, que eran como de costumbre los más ancianos. Ellos volcaban toda su experiencia en ayuda de la fuerza de los jóvenes guerreros.

"Chopo debe ser nuestro enviado" dijo el cacique de la tribu. Los demás asintieron en silencio. Chopo era el hombre indicado. Las mujeres de la tribu lo detestaban, pero eso no era ningún problema. El sentimiento venía impulsado por el rechazo del guerrero que no encontraba en ellas ningún atractivo. Su fama de asceta era por todos conocida. Parecía hecho para la guerra. Nada lo ataba. No sentía afecto por nadie más que por el ente abstracto de su nación. Era valiente, fuerte y bien intencionado. Chopo debería infiltrarse en el campo enemigo.

Esa fue la determinación.

Después tenderían sus trampas para atrapar y vencer al enemigo. Fue llamado Chopo y comunicado de la tarea que los venerablesle encargaban. Fue instruido claramente de los objetivos de sumisión, sobre cómo llevarla adelante sin peligro para su vida y cómo recoger la información precisa que el pueblo Pyturusu necesitaba.

Chopo orgulloso ante la designación se preparó para su peligrosa tarea y sin pérdida de tiempo emprendió el camino. Atravesó arroyos y ríos. Sorteó cerros y planicies hasta llegar a las tierras de sus odiados enemigos. Chopo se apostó en las altas ramas de un árbol durante el día y al llegar la noche bajó a inspeccionar el lugar. Algunas chozas esparcidas en un claro del monte componían el poblado. Muy cerca de allí habían perdido la olvidable batalla que los llevara a tomar tan drásticas determinaciones. Por ello Chopo se encontraba allí. Cuando la noche absorbió por completo los colores Chopo bajó de su sitio de espía y se aproximó a una de las viviendas en total silencio. A través de una hendija abierta en el adobe de la choza pudo ver una sola hamaca y en ella a una mujer. Curioso, Chopo penetró en la choza y, primero con mucho sigilo y luego más descaradamente, se puso a observar a la mujer que dormía plácidamente. Era una mujer joven y dormía totalmente desnuda. Los efluvios de la feminidad que antes no habían llamado la atención de Chopo parecían atraerle irremediablemente. Absorto el espía contempló a la mujer toda la noche. Su blanco cuerpo atraía al guerrero.

Antes del amanecer Chopo volvió a su árbol. Trepó nuevamente a las ramas más altas y se quedó allí viendo aquella choza en la que se había solazado en la contemplación de aquella criatura hermosa. Chopo no atendía, muy a pesar suyo, los movimientos que había venido a vigilar.

Al llegar nuevamente la noche, Chopo esperó que los hombres se retiraran a descansar y cuando lo creyó prudente volvió a bajar. Llegó hasta la choza de adobe y se introdujo en ella para volver a deleitarse en el placer de la mirada. Lo que Chopo sentía era algo nuevo. Nunca antes había experimentado ese estremecimiento en la contemplación de una mujer.

Así, en forma invariable, el accionar de Chopo se repitió día tras día. Cuando llegó el momento del regreso, Chopo inició su viaje con pena. Pensaba en la mujer y pensaba también cuáles serían los informes que llevaría a su gente. Un sentimiento de culpa le invadió y fue por ello y por su ensimismamiento que varias veces extravió el camino.

Cuando llegó a su aldea, lo aguardaban con inquietud, pero Chopo sólo pudo dar informes imprecisos y vagos que en poco ayudaron a su tribu. El viejo mago de la tribu lo llamó aparte y le sugirió que él sabía lo que estaba pasando en su interior. Chopo entonces confesó la verdad de su aventura y por ello fue reprendido severamente. Pero el viejo mago que era un profundo conocedor del alma humana comprendió la situación del guerrero.

"Si esa mujer ocupa tu mente tan intensamente, debes ir a buscarla y retirarte a otras tierras para vivir con ella. De lo contrario nunca tendrás paz en tu espíritu", le dijo el mago. Chopo se alegró de aquellas palabras. Necesitaba ese aliento y la comprensión del viejo se lo había dado.

"No creas que te será fácil. Raptar a la mujer de tu enemigo es tan arriesgado como enfrentarlo en inferioridad de condiciones", dijo el mago. "Ese no es obstáculo para Chopo", respondió el guerrero confiado. "Te daré algo para que tu misión no fracase -continuó el viejo- llevarás esta bolsa siempre contigo. Si llegas a encontrarte en peligro puedes usar los talismanes que en ella encierro. Si te persiguen y quieres despistar a tus seguidores deberás usar este huevo de urraca rompiéndolo contra el suelo. Si vuelves a encontrarte en peligro podrás usar el segundo talismán que es el que se parece a la punta de un asta de ciervo. Pero debes guardarte de usar el último. Este que está envuelto en este trozo de caña tiene indicaciones severas, sólo en caso de peligro mortal podrás usarlo. Y para ello deberás plantar esta caña en el suelo. Entonces te hallaré y romperé el hechizo. Deberás llegar a las tierras del Ka'aguasu, sólo allí encontrarás paz. Pero recuerda los peligros del camino".

Chopo puso la bolsa colgando de su cuello y partió en busca de aquella mujer que le había quitado el sueño. Atravesó los mismos arroyos y ríos. Cruzó los mismos cerros y planicies hasta llegar a aquel árbol que le sirvió tantos días de seguro refugio.

En este punto no está demás decir que Chopo era un hombre apuesto y hubo una época en que fue muy codiciado en su propia tribu por las jóvenes más hermosas. Su apostura siempre le había dado una soltura y seguridad envidiables. Ahora Chopo está subido al árbol y espera que la noche venga en su auxilio. Aún no ha visto a la mujer que le desvela, pero él sabe que está allí. Percibe sus aromas con su fino olfato de cazador. Cuando la diosa de negro tendió sus mantas y oscureció el cielo, Chopo bajó cuidadosamente del árbol. Con paso firme se dirigió a la choza. Espió primero por la rendija y entró luego en la pequeña habitación. Allí estaba la mujer radiante y hermosa. Blanca y reluciente. Desnuda. Chopo contuvo el aliento y cubriéndole la boca suavemente para evitar cualquier grito inoportuno la despertó. Lo primero que vió Chopo en la mirada de aquella mujer fue el miedo ante la posibilidad de ser agredida, mas con palabras tranquilizadoras Chopo le explicó su plan y ella consintió en irse de aquella aldea. Chopo la tomó en brazos y huyó con ella.

En su camino tuvo necesariamente que encontrar peligros que le obligaron a usar sus talismanes. El primero, cuando una horda de salvajes se le echaba encima. Entonces Chopo rompió el huevo de urraca contra el piso y de inmediato sus perseguidores se vieron envueltos en una especie de ceniza azulada y muy oscura que les impidió la visión y los desorientó. El segundo cuando unos bandidos salteadores pretendían arrebatarle a su mujer. Entonces Chopo prendió fuego al talismán que parecía la punta de un asta de ciervo y de inmediato una densa niebla de humo rodeó a sus enemigos. Fue en ese momento cuando el tercer talismán, sin que Chopo se diera cuenta cayó al fuego y comenzó a quemarse. Chopo y la mujer se abrazaron aprovechando la humareda neblinosa y entonces Chopo obtuvo de aquella criatura que él consideraba de una belleza celestial su primer beso. Un beso apasionado que le producía oleajes intensos en la sangre. Chopo gozaba de aquel momento único en su vida mientras su tercer talismán ardía en el fuego.

Chopo no tuvo tiempo de darse cuenta de la extraña transformación que en aquellos dos cuerpos unidos se estaba produciendo. Una fuerza suprema proveniente de las profundidades de la tierra succionaba su cuerpo asentándolo en la tierra. Él mismo se estaba convirtiendo en un grueso y macizo tronco y la mujer en un ramaje ralo y escaso.

Así, unidos para toda la eternidad quedaron Chopo y su amada mujer blanca. El mago de su tribu sintió en las lejanas tierras de los Pyturusu lo que estaba ocurriendo pero nunca pudo ayudarlos pues Chopo no había enterrado el trocito de caña y en cambio se había consumido en aquel fuego del primer y único beso de su vida. Transformados en el árbol que hoy se conoce con el nombre de Chopo o Suinana cuya corteza participa en una mezcla que produce estados de espíritu irreales.

Fuente: 30 LEYENDAS POPULARES DEL PARAGUAY (TRASCREACIONES) . Por JORGE MONTESINO . Colección Ñandereko/ Editorial Servilibro, Asunción-Paraguay, 2006 (128 pp)

 

 

 

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