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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  MBAE-VERÁ-GUASÚ - Relato de MARÍA CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES

MBAE-VERÁ-GUASÚ - Relato de MARÍA CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES

MBAE-VERÁ-GUASÚ

Relato de MARÍA CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES

 

En el norte del Paraguay y regiones vecinas del Brasil, tanto en las poblaciones civilizadas como entre las parcialidades indígenas, reina la creencia de que, perdida en las selvas septentrionales, se halla Mbaeveráguasú, opulenta ciudad sagrada de los guaraníes. Fantásticos relatos suelen enriquecer las noticias que al respecto circulan.

Se desconoce la ubicación precisa de la ciudad, pero se afirma que se halla en las regiones centrales del continente, comprendida en los dominios de los avambihá o, simplemente, Mbaeveraguá (oriundos de Mbaeveráguasú), cuyas parcialidades, aunque menguadas e inconexas en el espacio, ocupan todavía la vasta extensión que va desde el paralelo 27 hasta bastante más al norte del trópico. Ellos mantienen incógnita la ciudad y la defienden celosamente, no solo de los blancos, sino también de los guaraníes pertenecientes a otras naciones. Un gran tabú pesa sobre ella. Pero en determinadas épocas del año se dan cita en su recinto delegaciones de las más puras tribus guaraníes sobrevivientes, que se congregan allí para evocar tradiciones y mantener la unidad espiritual de la raza.

El nombre de Mbaeveráguasú o Mimbipáguasú, que literalmente significa cosa resplandeciente y grande, le viene del brillo de sus moradas, todas de una blancura deslumbrante, obtenida, según se cree, a base de cierto estuco de composición peculiar, o acaso simplemente con substancias micáceas.

Es fama que en el centro del perímetro sagrado, sobre una colina, se levanta el mbocabog, especie de templo sonoro e iluminado por dentro, de cuyo interior se escapan, en ciertas noches, suaves tañidos de mbaracá, cadencioso golpear de tambores. Primitivos expedicionarios guaraníes, destacados en épocas remotas exclusivamente para recoger maravillas, acumularon en el recinto preciosos objetos de distintas procedencias. Teas constantemente renovadas arden en vasos de cerámica, despojo de quién sabe qué incursiones inmemoriales al occidente de incas y chibchas. Blanca y brillante estera cubre el suelo, bloques de mica y cuarzo las paredes. Por todas partes se ven vasos pintados que encierran esqueletos de avarés, colgaduras tejidas de plumas de araracá y canendiyú, placas del rico metal hurtado al occidente, orfebrería tairona en que fulguran esmeraldas peruanas, ópalos del Guairá y diamantes del Brasil. En ánforas esculpidas chisporrotean el mágico ybyrapororó, resinas y kurupá, mixtura que facilita la identificación mística de los dioses.

Sentados sobre pieles de ocelotes y gamos, o en hamacas de policromado tejido hecho de fibras de mbocayá, centenares de sacerdotes y ancianos rememoran, en monótonas canciones, las gestas de la raza y ofician litúrgicos ritos en que las maraney, vírgenes o vestales, revestidas de plumas y pétalos, danzan estilizando vuelos, cimbrear de tallos, felinos deslizamientos.

El intruso, que desorientado en la zona de Mbaeveráguasú alcance a divisar el resplandor de las techumbres, o escuchar el eco de las canciones en una noche lunar, debe huir de ellos como de un mortal espejismo. ¡Ay del osado que huelle con sus plantas el perímetro sacro, que sorprenda los ritos interdictos al común de las gentes! Sobre él recaerá, despiadada, la sentencia de muerte. La ejecución se realiza en el término de dos días, con estrategia mística y guerrera, precedida de una libación en que corren hidromieles y jugo de ananás no fermentado, pues los mbihá practican la templanza en todos sus actos. Si el prisionero es joven, se le proporcionará una mujer, la más bella, para que unte de amor su noche postrera.

¿Existe realmente esa ciudad misteriosa? Las opiniones se hallan, naturalmente, divididas. Hipótesis audaces remontan la explicación al pasado precolombino. El folclorista Narciso R. Colmán sostiene en su poema "Ñande Ypycuerá " (Nuestros Antepasados), incluso al margen de la atmósfera fantástica en que éste se desenvuelve, la filiación atlántica de la Ciudad Resplandeciente. Esta aparece, en la acción del poema, como fundada por Paraguá y su hijo Arecayá, remotos antepasados la raza guaraní, quienes, en sendos ygaes, arribaron -refiere la leyenda- a las costas de América, cuando la Atlántida desapareció tragada por el mar. La referencia platónica al continente sumergido reaparece en la base de esta conjetura.

No obstante estas opiniones, parece más razonable pensar en un mito o en una leyenda. La historia de los pueblos primitivos está llena de fábulas semejantes -como la de la antigua Cólquide-, en las cuales la imaginación colectiva sublima, por un proceso inconsciente, un estado de espíritu que es, el mismo que se encuentra en la base de los grandes movimientos culturales, incluso los descubrimientos.

Así es ya una verdad críticamente establecida que, con anterioridad a la Conquista, los guaraníes, movidos, según se dice, por la codicia del metal, realizaron numerosas incursiones al Imperio incásico, la última de las cuales se produjo ya en el siglo XVI, bajo el reinado de Huáscar. El ilustre etnólogo Alfredo Metraux ha sostenido recientemente la opinión de que tales desplazamientosguaraníes, reiterados pertinazmente nada menos que a través de tres siglos, habrían obedecido, no precisamente a la apetencia del metal, sino al influjo de ciertos mitos como el del Yby maraney (la tierra sin mal), paraíso terrenal que los guaraníes habrían perseguido sin cesar.

Es posible, entonces, que si Mbaeveráguasú carece de realidad positiva, represente, sin embargo, uno de esos mitos cuya función cultural y aun cuya resonancia histórica parecen ser tan notables. Colocándose en este terreno, hasta creen algunos que la leyenda de Mbaeveráguasú no sería ajena a la fama del antiguo Imperio de los Incas, que, como se sabe, encendió la imaginación de los conquistadores en las famosas ilusiones de Dorado, Paitití, La Gran Noticia, etc.

En este caso, los indígenas habrían reunido en una sola construcción fantástica dos grupos distintos de elementos: el del misterio de las selvas del trópico y el de las áureas riquezas peruanas. Y

El Dorado mismo sería, en esta hipótesis, la traducción española de la expresión guaraní Mbaeveráguasú.

¿Mito, realidad, ilusión? Difícil saber qué hipótesis es la acertada. Pero el enigma continuará vivo, sobre todo en el alma popular, mientras la impenetrabilidad de las selvas amazónicas siga ofreciendo para ello un apoyo a la fantasía. Porque es el enigma mismo de América el que deambula todavía por estos otros enigmas menores.

Fuente: RÍO LUNADO. MITOS Y COSTUMBRES DEL PARAGUAY . Autora MARÍA CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES. Editorial Servilibro, Asunción-Paraguay,  2007 (228 Páginas).

 

 

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