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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  LA TIERRA SIN MALES - Versión de GIRALA YAMPEY

LA TIERRA SIN MALES - Versión de GIRALA YAMPEY

LA TIERRA SIN MALES

Versión de GIRALA YAMPEY

 

         Los guaraníes estaban convencidos de la existencia del Yvy mará'ey (Tierra sin Males), donde no existen las iniquidades. Un Edén de frutales, donde se desconoce todo mal y la existencia discurre plácidamente, sin pesares. Es posible llegar hasta allá marchando hacia el Este hasta cruzar el mar. También, se puede acceder al Yvága (Paraíso), mediante el ayuno y la danza, luego de aligerar el cuerpo al punto de conseguir su levitación, para su ingreso a la Morada Celestial, como lo habían hecho Ñanderyke'y y Tyvyra'i. Con la Danza es posible lograr cosas increíbles. Ayudándose con cantos y ayunos, sólo es cuestión de saber girar, de meter el cuerpo en la danza y que ella se meta dentro del cuerpo, hasta identificar la materia con el espíritu.

         Muchos grupos guaraníes han migrado hasta llegar a orillas del mar pero ninguno pudo seguir adelante y realizar sus sueños. Desalentados, tuvieron que desandar el camino. A la llegada de los españoles, estaba vigente la resplandeciente visión de ésa Utopía. Hicieron memorables marchas, realizadas por grupos, numerosos o no, que caminaban llevando ese sueño fulgurante en las pupilas, deslumbrados al mismo tiempo por las exuberantes selvas y cordilleras de los territorios que cruzaban.

         Según sus creencias, el Yvy Tenonde (Tierra Primera) había sido destruida por un gran incendio que venía asolando desde el Oeste. El fuego fue sofocado por intensas lluvias que no cesaron hasta provocar el Diluvio. Luego, Nuestro Gran Padre, mandó que se formara la Tierra Segunda, que es la actual, en la que vivimos ahora y que, a su vez, está irremediablemente condenada a ser arruinada. En consecuencia, se reconstruiría la Tierra Tercera, sin imperfecciones, la llamada Yvy pyahu (Tierra Nueva), la sin Males o Yvy mará'ey. Por lo tanto, tenían la esperanza cierta de alcanzar, en alguna forma, ese Edén lleno de bondades y promesas. Era una visión profética, cercana al mesianismo.

         Los primitivos habitantes de la destruida Tierra Primera, accedieron a la Morada de Ñanderuguasu. Quienes pronunciaron los Himnos Sagrados con el debido fervor, poseyeron el necesario entendimiento para la vida en armonía y alcanzaron el Aguyje (Perfección), están en compañía de los Ñanderu. Los impuros, que carecieron de la sana comprensión y se inspiraron en el mal, ensuciando sus conciencias, transgrediendo la Sagrada Palabra-alma, convertidos en pájaros, ranas y otros animales, permanecen en las afueras del Yvága. Los animales que se conocen en ésta Segunda Tierra, son simples copias, ta'ánga (figuras, réplicas) de los que están allá. Siendo inevitable su destrucción, vendrá la Tercera, sin las enfermedades e imperfecciones de la actual Tierra con Males.

         Las creencias guaraníes, sirvieron para sostener la idea de la Tierra sin Males que, además, podría ser alcanzada por diversos caminos. Uno de ellos es la migración hacia el Este. Estaban convencidos de que, más allá del mar, cruzando sus inmensos oleajes, podría llegarse al Naciente, donde descansa Ñanderu Kuarahy, y vivir en la tan ansiada Morada.

         A medida que llegaban los distintos grupos a orillas del mar, quedaban defraudados por la imposibilidad de seguir adelante. No podían dominar las encrespadas aguas del mar. La inmensidad del océano, les produjo grandes desalientos, pero mantuvieron sus esperanzas. La enorme decepción hizo que buscaran nuevos cauces para sus sueños. Ante la inesperada contingencia de no poder seguir adelante para alcanzar al fabuloso lugar que vislumbraban en el horizonte, en el lejano connubio del mar con el cielo, los Paje buscaron, y encontraron, otra solución. Si dejarse vencer por el desaliento ni la desilusión, cambiaron el rumbo de su marcha y regresaron hacia el interior del Continente, siguiendo la búsqueda y conquista de la anhelada Morada. Las nuevas profecías aseguraban que, debido a muchas equivocaciones cometidas por los hombres, el camino por el Este se había cerrado. Para conquistar la Tierra sin Males, era necesario encontrar el Yvy puru'â (Ombligo de la tierra), es decir, en el Centro exacto donde asentó su Morada Ñanderuguasu. En el punto inicial, desde donde Él, creó todas las cosas y los seres. Allí, podrían rehacer el Teko marangatu, la elevada vida espiritual. En eso estaban cuando llegaron los españoles.

         Con el descubrimiento de ése flamante pensamiento, volvieron sobre sus pasos. Rehicieron su camino, para buscar la Nueva atracción. Regresaron hacia el interior del continente, practicando siempre sus rituales de cantos, danzas y ayunos.

         Aún con la nueva noticia, difundida por quienes habían llegado a las costas del mar, otros grupos siguieron marchando al Este, hasta en tiempos recientes. Los que llegaban hasta allá, ni siquiera eran capaces de aposentarse en las riberas del océano. La inmensidad del mar con sus grandes oleajes les producía agobio y temor. Sólo pequeños grupos, se animaron a formar sus táva en sitios protegidos por las frondas. Tal vez, uno de ellos fueran los karijo que ocuparon la Isla de Santa Catalina, famosa por su ayuda a los navegantes europeos.

         De hecho, los Paje, pueden comunicarse con los Ñanderu, a través del humo del tabaco, soplado desde las pipas, como dejara enseñado Ñanderu Jakaira. Mediante ese medio mágico, el canto y la danza, o viajando en sueños, podían llegar hasta la Morada de Ñandesy. En la antigüedad guaraní, casi la totalidad de los cantos y las danzas, eran rituales. Generalmente, se relacionaban con las creencias religiosas.

         Al guaraní, que según Nimuendaju, "no le amenaza ningún purgatorio ni infierno y está seguro del destino de su alma, sin la menor sombra de duda", le entusiasmaba la idea de migrar en busca de la Tierra sin Males. En ese intento visionario, oleadas de grupos viajaban hacia el Este, el horizonte desde donde llegan los primeros rayos de Ñanderu Kuarahy, con la esperanza puestas en sus corazones. Allí, debía estar el Yvy mará'ey (Tierra sin Males) Era un alucinado viaje rumbo al Yyága. Marchaban largos trechos, luego se aposentaban en un lugar elegido para cultivar sus sementeras, alimentarse, y adquirir nuevas fuerzas. Después, proseguían para intentar el fabuloso encuentro.

         Sus creencias les daban la fortaleza necesaria para la afanosa búsqueda. Además, estaban convencidos de poder lograr, en alguna forma, la conquista de ese sueño. Aquí mismo, en ésta Morada terrenal, se podría construir el Yvy pyahu (Tierra Nueva) mediante la armonía y la hermandad entre los ava, siguiendo la esencia de la Palabra-alma enunciada en los Himnos Sagrados. Los guaraníes pensaban que debido a la degradación de la naturaleza, por las necedades e imperfecciones del hombre y por los males que sufre la tierra por influencia del Mba'e-pochy y los Aña (enemigos tribales), podría sobrevenir la temida catástrofe, el Mba'e-megûa-guasu, o sea, el hundimiento progresivo de la tierra, concretamente: el Caos. Atentos a esas convicciones, seguían, alucinados, buscando cumplir con las normas que hacen posible lograr el Aguyje (Perfección), con cantos y danzas rituales, practicados durante muchas jornadas, ya sea durante las marchas o sin migrar, buscando construir la hermandad de una Tierra sin Males.

         Con éstas creencias, profundamente arraigadas y vividas por los guaraníes, amando la vida como ellos la amaban, cuando llegaba la hora de la muerte, la enfrentaban con total entereza, hasta con alegría. Tenían tal seguridad de que en el más allá no les esperaba ningún castigo sino la vida dichosa en un Edén pleno de frutales. Muchos, ante la sensación de su propia muerte, la aceptaban con jubilosa resignación, cantando la canción fúnebre que todo guaraní creaba para dicho trance. Si no la tenía, el Paje cantaba por él.

         En la nueva aventura, buscando el Centro terrenal, la parcialidad Pa'ÿ Tavyterá, reconoció al Cerro Jasuka Venda como el Yvy puru'â (Ombligo de la Tierra), que se constituyó como Lugar Sagrado, donde asentó su morada Ñanderuguasu. Allí habría germinado el Takua Kama, la tacuara original cuyos efluvios dispersó la vida sobre la tierra, gracias al Jasuka del Gran Padre Primero.

         Los guaraníes soñaron, siguen soñando, como nosotros, en la construcción de la Tierra Nueva, de hermandad y sin males. Donde no tendrían cabida las ambiciones sin límites ni las codicias insaciables ni las crueldades inhumanas. Donde reinaría la conmiseración, la humildad y el amor al prójimo. No es la tierra la que está agotada o imperfecta, son los hombres quienes la enfermaron con sus necedades. Habría que conquistar la Tierra de los Hombres sin Males para lograr la Tierra sin Males.

         Si trasladáramos a nuestros tormentosos días, la visión profética de la Tierra sin Males, abrumados por los Mba'e-megûa contemporáneos que nos acechan, veríamos que nuestro planeta está "desmoronándose" no sólo por el Oeste sino también por el Este, en Occidente y en Oriente, al Norte y al Sur, con todas las calamidades y los infortunios que sufrimos mientras nos persiguen los nefastos fanatismos, irracionales racismo, inmoderadas codicias y desmedidas ambiciones. Si pudiéramos comprender el verdadero estado en que están nuestras Sociedades, nos abrumaríamos hasta el desahucio y suplicaríamos por el Edén perdido o soñado, como hacen los guaraníes. Buscaríamos, como lo hacen ellos, una Tierra sin Males o Tierra sin Corrupciones, donde los corazones vivan en el marco del incumplido mensaje: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Ésa es la alucinada fantasía que tenían los guaraníes que migraban en busca de su Yvy mará'ey. Seguramente, nosotros también, andamos detrás de lo mismo, con empecinada esperanza. Si no fuera así, estaríamos convenciéndonos de que somos los condenados a soñar nomás, sin poder realizar jamás nuestros anhelos. En aquellos tiempos el cielo estaba más cerca de la tierra.

Fuente: MITOS Y LEYENDAS GUARANÍES por GIRALA YAMPEY. Editorial Manuel Ortiz Guerrero, Patronato de Leprosos del Paraguay. Tapa: Búho, fotografía de una cerámica indígena. Asunción - Paraguay, 2003. 177 páginas.

 

 

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