PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
ANUARIO DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA

  EL SACRIFICIO DE UN PUEBLO - CONMEMORACIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE LA BATALLA DE CERRO CORÁ - Por ANDRES PARDO TOVAR

EL SACRIFICIO DE UN PUEBLO - CONMEMORACIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE LA BATALLA DE CERRO CORÁ - Por ANDRES PARDO TOVAR

EL SACRIFICIO DE UN PUEBLO

ANDRES PARDO TOVAR

(Transcripción del “BOLETÍN DE HISTORIA

Y ANTIGUEDADES”. Vol. LVII de la

Academia Colombiana de Historia)

Comando en Jefe de las FF.AA.

(Dirección de Publicaciones)

Asunción – Paraguay

Agosto, 1970 (23 páginas)

 

 

 

CONMEMORACIÓN DEL PRIMER CENTENARIO

DE LA BATALLA DE CERRO CORA

 

            El día 27 de febrero de 1970, la Academia Colombiana de Historia celebró una sesión solemne para conmemorar el primer centenario de la Batalla de Cerro Corá y de la muerte heroica del mandatario paraguayo Francisco Solano López. El discurso de estilo fue pronunciado por el académico numerario doctor Andrés Pardo Tovar, Secretario de la Corporación, a quien contestó en breve oración gratulatoria el señor Embajador del Paraguay, doctor Francisco Barreiro Maffiodo. Publicamos a continuación estos discursos, pronunciados ante el cuerpo académico y numeroso público invitado.

 

 

EL SACRIFICIO DE UN PUEBLO

 

Discurso del académico numerario doctor Andrés Pardo Tovar

 

            Señor presidente de la Academia Colombiana de Historia, señor Embajador del Paraguay; señores Académicos, señoras y señores:

            Cuando el Congreso de los Estados Unidos de Colombia aprobó por aclamación, pronto hará un siglo, el decreto de honores a la memoria del Mariscal Francisco Solano López, interpretó el sentimiento unánime de las gentes de bien del continente americano. Esa ley de honores, que por cierto lleva la firma de Jorge Isaacs, Secretario del Parlamento colombiano, estrechó para siempre los vínculos entrañables que ligan a dos pueblos suramericanos. Y es curioso e inclusive emocionante recordar que el entonces Secretario del Congreso colombiano era el autor de un idilio inmortal que sobrevive a la fugacidad de las modas literarias y cristaliza y acendra lo más puro y auténtico del romanticismo americano.

            Romántica fue también la vida tumultuosa y admirable del gran mandatario paraguayo, del hombre que asumió con sobrehumana energía la defensa del territorio patrio, y ello hasta el total sacrificio de un pueblo que supo respaldar la heroica actitud asumida por un caudillo de singulares perfiles criollos.

            Algo infinitamente valioso, en cuanto entrañaba nada menos que la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos y de la soberanía nacional, pereció en la apariencia cuando Solano López, cubierto de heridas y después de rehusar ahincadamente el rendir su espada a los vencedores, exhaló el último aliento pronunciando estas inolvidables palabras: Muero con la patria.

            La batalla de Cerro Corá, librada el primero de marzo de 1870, era el acto final de una epopeya: la guerra tripartita, la guerra en que todo un pueblo -sin distinción de sexo ni de edades- luchó contra los poderosos ejércitos de la Triple Alianza, integrada por el Imperio del Brasil, el Uruguay y la República Argentina. Cinco años de incesante combatir, de fabuloso heroísmo, de incontables sacrificios.

            No es esta la oportunidad para historiar este capítulo de la crónica secular de nuestra América. Recordemos, sin embargo, que en el origen del conflicto encuéntrase la declaración paraguaya del 30 de agosto de 1864, en que se establecía que cualquier ocupación territorio uruguayo -tal como la que proyectaba el Imperio brasileño- sería atentatoria del equilibrio de los Estados del Plata, comprometía la seguridad, la paz y prosperidad de la república del Paraguay.

            El primero de mayo de 1865 se firma en Buenos Aires el tratado secreto de la Triple Alianza, que plantea el futuro conflicto y que, guardadas proporciones, nos recuerda por su carácter claramente imperialista aquel otro tratado que las potencias europeas, en su lucha contra Napoleón Bonaparte, suscribieron en la ciudad capital del Imperio austríaco. Lahistoria, en grande o en pequeña escala, suele presentarnos estos sugestivos paralelismos, que nos llevan a pensar cómo es legítimo el esfuerzo de quienes, partiendo de Juan Bautista Vico y de Jorge Federico Hegel, han buscado -aunque no siempre con fortuna- las leyes de constancia que parecen regir él devenir histórico. A la altura del tiempo presente, es visible la carencia de una verdadera conceptuación filosófica en el vasto horizonte de la historiografía de América. Ya es hora de que tras de los meros historiadores, advengan con sus síntesis conceptuales y sus fecundas hipótesis generalizadoras, los filósofos de la historia.

 

            Ante una situación de hecho, y al frente de sus huestes, Francisco Solano López se defendió atacando. De aquí que en la lucha del Paraguay contra las fuerzas armadas y el poderío económico de dos Repúblicas y un Imperio, puedan distinguirse claramente dos etapas: una ofensiva, que comprende las campañas de Matto Grosso, Corrientes y Uruguayana, y otra defensiva, en la que se suceded las campañas de Humaitá, de Pikysyry y de las Cordilleras.    

            El plan estratégico original del Mariscal López era tan audaz como acertado: cubriendo la espalda con la ocupación de Matto Grosso, una fuerza expedicionaria paraguaya se abriría paso hasta Montevideo, a objeto de separar así al Brasil de la Argentina, potencias a las que en esta forma podría hacerse frente en orden sucesivo.

            Militaban en contra del Paraguay, sin embargo, factores económicos y humanos notoriamente inferiores en cantidad a los indefinidos recursos con que contaba el adversario.

            Cuando el Teniente Coronel Antonio de la Cruz Estigarribia es vencido en Uruguayana por el ejército brasileño -17.000 hombres apoyados por una flotilla de cañoneras- se cumple un hecho heroico, pero comienza a declinar la estrella paraguaya. En adelante las posiciones estratégicas cambian totalmente, y adviene la campaña de Humaitá, en la que el Paraguay pasa a la defensiva. Y esto a pesar de haber intentado el Mariscal López sorprender a los aliados en Tuyutí -mayo de 1866- lanzando 24.000 hombres contra 50.000 enemigos.

           

            Septiembre de 1866. Sobre la margen izquierda del río Paraguay, entre ligeras neblinas y el humo de la pólvora, se divisa la trinchera de Curupayty, construida y defendida por el general Díaz, uno de los mejores lugartenientes del mandatario paraguayo. 18:000 hombres, apoyados por la artillería de la escuadra del almirante Tamandaré, se lanzan al asalto de las trincheras fluviales.

            La defensa paraguaya es heroica: más de la mitad de los atacantes perecen en esta acción,  y obliga a los aliados a relevar sus altos mandos. Fue así como el Marqués de Caxias es nombrado Generalísimo de las fuerzas de la Alianza en reemplazo del General Bartolomé Mitre. Curupayty fue un hito afortunado en la guerra del Paraguay, en cuanto paralizó la acción de los aliados por espacio de un año, que Solano López aprovechó hábilmente para reorganizar en Humana el ejército nacional. Forzado empero el paso fluvial de Humaitá, plaza fuerte que resiste, bajo el mando del Coronel Hermosa, un sitio que se prolonga once meses, López comprendió que ya sólo le restaba defenderse hasta la muerte. Y vuelve a repetirse la gesta que siguió a la derrota de Tuyutí, contrapartida del triunfo de Estero Bellaco: se llama a los ancianos, a los niños, a los convalecientes e incluso a las mujeres, que en rapto heroico acuden a la voz del mandatario para asumir la defensa del suelo patrio. Aquí el clamor de las campanas, y el eco enronquecido de los clarines de guerra, que prolongan la arenga del caudillo y convocan a un pueblo a la defensa de la patria en peligro.

           Así, ochenta años antes, en la Francia revolucionaria que triunfa en Valmy -ante la vidente presencia de Goethe- del absolutismo monárquico.

 

            Los esteros de un afluente del río Paraguay, el amarillento verdor de las Lomas Valentinas, y las cristalinas corrientes del Itororó y del Avay, son escenarios de la camparía de Pikysyry, que antecede a la de las Cordilleras, capítulo final del terrible conflicto. Esta última etapa se inicia con la ocupación y el saqueo de la ciudad de Asunción por las tropas brasileñas (1º de enero de 1889).

        Al Marqués de Caxias sucede en el mando de los ejércitos aliados un yerno del Emperador don Pedro II. Los ejércitos enemigos, en tres columnas, avanzan al encuentro de las escasas huestes del Mariscal paraguayo. No se trata ya de vencer a una nación: se inicia la cacería de un hombre a quien los gestores del expansionismo territorial califican de inhumano tirano. En agosto de 1889, la Villa de San Isidro de Curuguaty es designada como cuarta capital del Paraguay. El 1º de marzo de 1870 un ejército aliado de 4.500 veteranos, al mando del general Antonio Correa da Cámara rodea al Mariscal López en el sitio de Cerro Corá. Los diez batallones y los seis regimientos que habían estado bajo el mando directo del primer mandatario paraguayo no llegan ahora a 500 hombres. ¿Hombres? Lo son por el esfuerzo épico estos ancianos y estos adolescentes famélicos y enfermos, entre los cuales figuran también decenas de heroínas sin nombre, muchas de las cuales sólo pueden expresar la totalidad de sus sentimientos femeninos y en el dulcísimo idioma guaraní.

            A orillas de un arroyo, afluente del río Aquidabán, agoniza el Mariscal López. Ha muerto ya el Vicepresidente Sánchez, lanceado por el enemigo. Muertos han sido también dos hijos del Mariscal Presidente: el Coronel Juan Francisco López y el niño José Félix López. Cae la tarde. El horizonte occidental se enciende en luces gualda y escarlata. Diríase que la sangre de un pueblo generoso tiñe el crepúsculo.

          El Mariscal y sus dos hijos reciben sepultura de manos de Elisa Alicia Lynch, la noble y calumniada compañera del héroe máximo. Ciérrase un periplo de la historia americana, cumplido en el hermoso territorio que antaño había sido escenario de la labor cristiana y socialista de las Misiones Jesuíticas. El epos trágico, que es catarsis y perdurable ejemplo y paradigma, llega a su trágico desenlace. Y las víctimas ascienden al sereno horizonte de la gloria.

 

            En los complejos orígenes de la guerra del Paraguay encontramos toda una larga serie de factores geográficos, humanos y sociopolíticos. Así la posición del territorio paraguayo, típicamente mediterránea; las bases étnicas de su población; la importancia vial y estratégica del río Paraguay; la política territorial expansionista del imperio del Brasil; el innegable complejo de superioridad etno-cultural de los argentinos, tan finamente puntualizado por Ortega y Gasset en "El Espectador", y el relativo desconocimiento de la realidad política y humana del Paraguay por parte de las potencias que lo combatieron.     

            Hay que recordar, además, que en el año de 1865, y según cómputo estimativo del doctor Schutterer, la población del Paraguay apenas si llegaba a 1.200.000 almas, la mayoría de las cuales pertenecía a la raza aborigen y concretamente a la gran nación guaraní, y que las sanciones impuestas al Paraguay con posterioridad a la revolución comunera de esa provincia colonial (1723-1735), implicaron su sometimiento económico y político a Buenos Aires. Pero aún hay más: la independencia Política del Paraguay, más que de España, se consigue respecto de la Junta de Gobierno de Buenos Aires, a raíz de la derrota de Belgrano en las batallas de Cerro Porteño y Tacuary.

            Respecto del Uruguay, es bien sabido cómo el Protector Artigas acarició largamente el proyecto de incorporar el Paraguay y el Estado brasileño de Río Grande del Sur a la Liga Federal integrada en 1813 con las antiguas provincias del Uruguay, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Corrientes. Fue entonces cuando comenzó a ascender en el horizonte político del Paraguay la estrella del doctor Francia, futuro "Dictador Perpetuo" de la República. Estrella inquietante, o mejor, "faro de negras luces", tal como de Edgar Allan Poe, el visionario autor de El Cuervo, pudo decir -en afortunado símil imaginativo- el poeta León de Greiff.

 

            Hasta aquí la epopeya. Haría falta, para comprenderla en todo su humanísimo relieve, perfilar la silueta del caudillo que la inscribió en su espada en el ámbito legendario de está América criolla, tan nuestra en el dolor y en la esperanza.

            Ocurre con Francisco Solano López lo que con muchos otros caudillos hispanoamericanos del siglo XIX, escultores de pueblos mejor que tiranos o que simples "caudillos bárbaros", para utilizar la expresión del boliviano Alcides Arguedas.

     Es cosa singular que una historiografía comprometida y convencional haya persistido en enfocar a estos hombres de excepción a través de una pretendida ideología democrática que, sin tener en cuenta las circunstancias de tiempo y de lugar, ha pronunciado y sigue pronunciando respecto de ellos juicios de valor tan desaprensivos como dogmaticos.

            No. El proceso de adaptación de las instituciones democráticas, a todo lo ancho y lo largo de Iberoamérica, está muy lejos de haber concluido y es posible que, dentro de los avatares del devenir histórico, no se perfeccione nunca o desemboque en estructuras socio-políticas y económicas de muy distinto carácter, como podrían serlo las que se inspiran en el ideario socialista.    

 

            Resulta singular que historiadores tan cultos como el peruano Luis Alberto Sánchez, en su Historia General de América, escriba a la letra: - "Francisco Solano López había estado en Europa durante largo tiempo, desempeñando misiones diplomáticas. Era hombre de cultura, inteligente y furiosamente patriota (...). Quiso desarrollar industrias en su patria, introdujo en ella el telégrafo y el ferrocarril, fundó escuelas y saneó la deuda externa pero, desaprensivo sobre cuestiones ideológicas, prescindió de los modelos norteamericanos y franceses, a pesar de que hizo venir al país un cierto número ingenieros británicos". Lo anterior quiere decir que Solano López es digno de censura por no haber copiado servilmente, e impuesto a su país, una organización constitucional y político-administrativa tomada ciegamente de modelos institucionales foráneos, dignos de encomio y de respeto, desde luego, en cuanto respondían a la realidad histórica y humana de dos grandes naciones: Francia y los Estadas Unidos de América.

            Modelos eran y siguen siendo aquéllos, dignos de respeto y de admiración, como ya queda dicho. Pero nadie podrá afirmar a priori que convenían a un pueblo todavía en formación, que carecía de experiencia política y en el que la mayor parte de la población estaba constituida por núcleos aborígenes cuasi-marginales. A la afirmación de Luis Alberto Sánchez preferimos la que se contiene en la noble exclamación de Carlos Pereyra, el alto y sereno historiógrafo mexicano: - "No se fundirá bronce bastante en América para glorificar a Francisco Solano López por haber sabido construir los cimientos de un estado en el fondo mismo de la manigua-".

            Plena razón asiste al profesor argentino Atilio García Mellid para escribir, en su exhaustivo Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay, y refiriéndose al héroe, estas luminosas palabras: - "El amor de su patria y de su pueblo privaban en todas sus decisiones. Es natural, por consiguiente, que recelara de las teorías de importación y que tendiera a elaborar la doctrina propia del hombre paraguayo.

           Más le interesaban las voces recónditas de la tierra materna que las vacuas teorías de los ideólogos foráneos. Lo que era del Paraguay, aquello a que en su patria tenía que darle expresión y vida, necesitaba su propio cuenco de materiales vernáculos, para que el alma de la tierra insurgiera de sus entrañas profundas".

 

            El autor de la cita que acaba de leerse pertenece a la novísima escuela historiográfica que en ansia de renovación y en un noble y obstinado anhelo de verdad y de justicia, ha iniciado la revisión de la historia de los estados del Plata. Cuando en el año de 1957 apareció en Buenos Aires su admirable Proceso al liberalismo argentino, libro que constituyó un suceso editorial sin precedentes en su género, en torno al autor se agruparon investigadores jóvenes de la talla del jesuita Guillermo Furlong, Santiago de Estrada, Jorge María Ramallo, Guillermo Galardo, Gabriel Antonio Puentes, Leonardo Castellani y Federico Ibarguren. De los esfuerzos de esta legión de jóvenes investigadores surgió una nueva visión de la historia de las naciones del Plata. Y, con ella, la revaluación justiciera de la vida y de la obra del héroe máximo del Paraguay.

            Este revisionismo histórico argentino ha ido en busca de elementos de juicio y de documentos de base a todos los archivos públicos y privados. Ha superado así los juicios y conceptos consignados por el general Bartolomé Mitre en sus obras históricas y muy especialmente, en los densos volúmenes de la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Respecto a las ideas federalistas, a los legítimos derechos de las provincias argentinas y -por ende- al Paraguay, "el ilustre estadista y escritor argentino no pudo ni podía ser historiador imparcial, como que fue parte en muchos de los acontecimientos que narra y califica.

            La nueva escuela revisionista argentina sigue la huella de un notable precursor, el profesor Sigfrido Radaello, quien en su ensayo     La irreverencia histórica, publicado en Buenos Aires a comienzos de 1947, sostuvo lo siguiente: "Parece que a cierta altura de la vida de un pueblo, su historia se paraliza: ya queda así, ya no se puede decir más ni decir otra cosa, esa historia, ya irrevocable, se convierte en dogma. Debemos por ello, revisarlo todo, comenzando por los fallos históricos, constituidos de leyendas inútiles, de despropósitos y de inmerecidas glorificaciones de pretendidos héroes".

            Un testigo de la mayor excepción, el ilustre pensador argentino Juan Bautista Alberdi, encontrándose en París en el año de 1866, pudo escribir con tanta autoridad como exactitud: "La América no conoce la historia del Paraguay sino contada por sus rivales. El silencio del aislamiento ha dejado victoriosa a la calumnia".

 

            En su libro Idola Fori, el ensayista y sociólogo colombiano Carlos Arturo Torres consagró dos densos y conceptuosos capítulos al estudio de las supersticiones aristocráticas y las supersticiones democráticas. Si en el terreno de la historia política de Iberoamérica la presencia de tales supersticiones resulta ostensible, no lo es menos en el campo de la historiografía, donde los prejuicios han deformado con frecuencia el criterio analítico. Y ello porque los historiadores, políticamente comprometidos con su propia ideología o con sus muy personales simpatías y antipatías -fenómeno muy humano por cierto-, no siempre han sabido ser juzgadores imparciales.

            Cabría desear aquí, para ellos, esa actitud mental que tan lúcida y emocionadamente elogió el autor de Idola Fori: la serenidad, estado de consciencia equilibrado por definición e imparcial por esencia.        Condiciones éstas que bastan a garantizar la altura de la exégesis y la validez del razonamiento crítico. Porque la historia ya no es ni puede ser, tan sólo, escueta narración de los hechos pasados, sino tribunal filosófico del acontecer colectivo de la humanidad.

            De Nariño, el grande e infortunado Precursor de la Independencia neogranadina, pudo decir el citado escritor colombiano que es "el gran vencido de nuestra historia". De Francisco Solano López, el héroe paraguayo, podemos también afirmar que fue el gran sacrificado de la historia latinoamericana. He dicho.

 

 

BIBLIOGRÁFIA SUMARIA

 

1. ALBERDI, Juan Bautista: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Grandes Escritores Argentinos, 68 W, M. Jackson, Inc. Buenos Aires, s/f. (Ed. original: Valparaíso, 1852).

2. ALBERDI, Juan Bautista: El Imperio del Brasil ante la democracia de América. Edición de El Diario. Asunción, 1919.

3. AZARA, Félix D.: Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata. 2 tomos. Biblioteca Paraguaya. Asunción, 1896

4. BAEZ, Cecilio: Historia diplomática del Paraguay. 2 tomos. Imprenta Nacional. Asunción, 1931-1932.

5. BARROSO, Gustavo: Historia Militar del Brasil. Colección Brasiliana, 9. Sao Paulo 1938.

6. BERTONI, Moisés Santiago: La civilización guaraní. Parte II: Religión, Moral y Psicología. Editorial Indoamericana. Buenos Aires, 1956

7. CALMON, Pedro: Brasil: De 1800 a nuestros días. En Historia de América y de los pueblos americanos, Colec. dirigida por A. Ballesteros y Beretta. Salvat Editores, S. A., Barcelona, 1956.

8. COVA, J. A.: Solano López y la epopeya del Paraguay. Editorial Venezuela. Buenos. Aires, 1948.

9. FERREIRA GUBETICH, Hugo: Geografía del Paraguay. Talleres Gráficos de La Colmena S.A. Asunción, 1969.

10. GARAY, Blas: El Comunismo de las Miisiones. La Compañía de Jesús en el Paraguay. Biblioteca Paraguaya de Derecho, 10. Paraguay.

11. GARCÍA Mellid, Atilio: Proceso a los falsificadores de la Historia del Paraguay. 2 tomos. Biblioteca de Estudios Históricos. Ediciones Theoria. Buenos Aires, 1964.

12. GARCÍA MELLID, Atilio: Proceso al liberalismo argentino, Segunda edición. Ediciones Theoria. Buenos Aires, 1966.

13. LEVENE, Ricardo: Las ideas históricas de Mitre. Casa editora Coni. Buenos Aires, 1948.

14. MITRE, Bartolomé: Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. 3 vols. Félix Lajouane, ed. Buenos Aires, 1887.

15. NABUCO, Joaquín: La guerra del Paraguay. Versión castellana de Gonzalo Reparaz. Garnier Hermanos, Editores. París. 1901.

16. O'LEARY, Juan E.: El héroe del Paraguay. Talleres Gráficos Prometeo Asunción, 1939.

17. PEREYRA, Carlos: Francisco Solano López y la guerra del Paraguay. Editorial América. Madrid, 1919.

18. POPESCU, Oreste: El sistema económico en las Misiones Jesuíticas. Ediciones Ariel. Barcelona, 1967.

19. SANCHEZ, Luis Alberto: Historia general de América. Editorial Ercilla S.A Santiago de Chile, 1964.

20. TORRES, Carlos Arturo: Idola Fori. Primera edición crítica, con prólogo y notas de Andrés Pardo Tovar. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Ediciones "La Rana y el Águila". Tunjá, 1969.

21. VASCONSELLOS, Víctor N.: Lecciones de Historia Paraguaya. Freitas Bastos S.A., editor. Asunción, 1968.

 

 

 

Discurso pronunciado por el Embajador del Paraguay, doctor Francisco Barreiro Maffiodo, en la Academia Colombiana de historia, el 27 de febrero de 1970, agradeciendo el homenaje de la ilustre Corporación al Paraguay y al Mariscal Francisco  Solano López, en el primer centenario de su muerte en el Cerro Corá.

 

            Inmensa emoción y rebosante sentimiento de gratitud el que embarga a un paraguayo en esta noche, en esta casa de los hombres que dedican sus horas de estudio al pasado de la patria y de la patria común, que es América, al escuchar el verbo encendido del Dr. Pardo Tovar, humanista y erudito, que discurre sus preocupaciones intelectuales en la historia, la musicología, la literatura y hasta en la dura tarea de prologar y traducir con sapiencia obras de economía, expresando el homenaje fraterno de tan docta e ilustre Corporación a mi pueblo, a mis mayores y a su Héroe Máximo en vísperas de cumplirse el primer centenario de las muerte gloriosa del Mariscal Francisco Solano López.

            Es el mismo corazón justo y generoso de Colombia que el 27 de junio de 1870, apenas consumada la inmolación, en plena erupción de odios y pasiones malsanas, dijo a la faz del mundo enteró que el Congreso de Colombia admiraba "la resistencia patriótica y heroica opuesta por el pueblo del Paraguay a los aliados que combinaron sus fuerzas y recursos poderosos para avasallar a una República, débil por el número de sus ciudadanos y por la extensión de sus elementos materiales, pero tan respetable por el vigor de su sentimiento y acción que todo lo que hay de noble en el mundo contempla su grandeza, lamenta su desgracia y le ofrenda vivas simpatías" y qué participaba "del dolor que en los paraguayo amigos de su patria ha producido la muerte del Mariscal Francisco Solano López".

            Estas palabras están escritas con la perennidad del oro en el corazón de las generaciones paraguayas. Ser Colombiano en mi patria es pertenecer a un pueblo que en momento espantoso de la historia del Paraguay le dio por encima de valles y montañas, de prejuicios diplomáticos, intereses de secta y conveniencias efímeras de gobiernos, el bálsamo aliviador de su voz de hermano solidario en la más negra y tormentosa de todas las noches de su legendaria y heroica historia. Desde entonces, sin pactos ni fórmulas escritas, paraguayos y colombianos, nos consideramos, con la rotundidad de las cosas que salen del alma de los pueblos, compatriotas en la más alta dignidad y proteica significación del vocablo.

            Con la emoción mácula de los pueblos viriles, de ese pueblo que le hizo exclamar al ilustre historiador argentino Ramón J. Cárcano "si existe gloria en el heroísmo, en el Paraguay está la gloria... " quiero deciros, historiadores de Colombia, que en mi patria, nación agradecida, los niños desde los primeros bancos escolares aprenden a amar la vuestra como la hermana amistosa en el dolor y en la angustia de nuestra inmortal Epopeya, por ese gesto altivo, cordial bolivariano, de suprema y honda inspiración cristiana, cuando el nombre del Héroe y de su pueblo eran escarnio, ludibrio, mistificación y dolor, sin paralelo en la historia.

            La Epopeya Nacional de 1864 a 1870, que se inicia en Corrientes y Matto Grosso y se acaba en el Aquidabán-nigüí, frente a la cordillera de Mbaracayu, es una diagonal de martirio, sangre, sudor y lágrimas, que presencia la inmolación colectiva de un pueblo frente a su amargo destino, en una cruenta lucha genocídica, cuando aún no se había creado este vocablo. Es una Nación que se agiganta portentosamente a las más altas cumbres; que se yergue mil veces herida para alcanzar las cimas del heroísmo en defensa del principio de no intervención en los asuntos internos de una patria hermana y vecina; y en la defensa hasta la muerte de la dignidad nacional. El calvario de nuestra Guerra Grande es la afirmación por los siglos, sin odios ni rencores para nadie, de la autenticidad de la Nación paraguaya del ser nacional, y de su decisión irrevocable de ser libre y autónomo para siempre.

            A cien años de la muerte del Mariscal Francisco Solano López se han cumplido todas las predicciones escritas en su profético testamento político. Veámoslo: "Si los restos de mis ejércitos me han seguido hasta este final momento, es que sabían que yo, su jefe, sucumbiría con el último de ellos en este último campo de batalla. El vencedor NO ES EL QUE SE QUEDA CON VIDA EN EL CAMPO DE BATALLA, SINO EL QUE MUERE POR UNA CAUSA BELLA. Seremos vilipendiados por una generación surgida del desastre, que llevará la derrota en el alma y en la sangre, como un veneno, el odio del vencedor. Pero vendrán otras generaciones, y nos harán justicia proclamando la grandeza de nuestra inmolación. Yo seré más escarnecido que vosotros, seré puesto fuera de la ley de Dios y de los hombres. Se me hundirá bajo el peso de montañas de ignominia. Pero llegara mi día y surgiré de los abismos de la calumnia para ir creciendo a los ojos de la posteridad, para ser lo que tendré que ser en las páginas de la historia...".

            La posteridad le ha hecho definitiva y completa justicia de reparación histórica. Las nuevas generaciones, que no tienen compromisos ni ataduras con los errores, malquerencias y apetitos del pasado, dicen de él con Manuel Verón de Astrada:

            "Mariscal formidable con poncho de tormentas.

            Semidiós encadenado pero libre,

            Capitán sin ejército con fuerza de Sansón.

            Igual que a nuestra patria, de pie, yo te saludo...

            Oh patria, Oh Mariscal, equivalentes cifras

            En la escala inequívoca del tiempo.

            Yo os saludo sin cantaros himnos,

            Porque no hay chispa en el conjuro cósmico

            Que tumbe las montañas y pueda de sus vísceras

            Elaborar el canto...";

            El único tal vez de lava y piedra...!!! "

 

            Y rezan en la catedral del patriotismo cada víspera de Cerro Corá aquellas frases arrancadas como chispas del lapacho,  la más dura de nuestras maderas tropicales, por las manos de un maestro argentino de la prosa, Manuel de Goycoechea Menéndez:

            ..."En medio de la calma de aquella noche de marzo, el Mariscal revistaba su ejércitos. Como una vaga pincelada blanca se perfilaban las líneas de los cuerpos, prolongándose en la penumbra triste y suave, llena de rumores, en los cuales parecía desleírse toda la melancolía de las almas y de las cosas. Soldados del 14, dijo el Mariscal cuatro pasos al frente... Y avanzaron quince hombres, semidesnudos, con el fusil terciado, la frente altiva... El guerrero los contempló un instante, y luego, ordenó: Soldados del 43, a revistarse! ... Cuatro hombres se destacaron de la línea. No quedaban más. Los cuatrocientos que faltaban al regimiento, dormían el buen sueño de la calma infinita en el fondo de los esteros, bajo las ruinas de los pueblos, entre los fosos de las trincheras...! Soldados del 46 ¡... Continuó el Mariscal. Y avanzo una sola sombra.

            Algo inmenso flotaba sobre ella. Ese hombre llevaba la bandera. Soldados del 40, a la orden de revista, mandó aquel amo de pueblos... Y sólo le respondió la noche con los vagos sollozos de la selva...! Y aquel señor de naciones; aquel amo de pueblos ante cuyo camino se prosternaban las multitudes, como ante el paso de un dios; aquel guerrero cuya espada se aprestaba a describir bajo los cielos la elíptica sangrienta, entre cuyos términos iba a rimarse el último canto de la epopeya, se sintió inmenso porque se sintió la Patria"!

            Ilustre Académico: Al daros hoy rendidas gracias con las manos puestas sobre el corazón por este homenaje quiero hacerlo en nombre de la sagrada memoria de los niños soldados de Rubio-Nú": campos floridos, al decir del poeta, do corre el manso curso del Yuquyry y en cuyo curupay cuelgan sus nidos el rojo alonso y el zorzal gentil..."; en vocería inmerecida por los gloriosos soldados y valientes jefes de cien combates y entreveros, cómo, aquel teniente de marina José María Fariña que en canoas atropellaba los poderosos acorazados del adversario; en representación de la mujer paraguaya, de la que dijo un maestro paraguayo de la pluma, Manuel Domínguez: "En el bosque altivo donde gime el viento y llora el urutaú solitario, lloró ella también. Lloró su inmensa desventura. Canta, poeta, canta a  esa pobre mujer que no ha escrito libros, pero ha fundado una Nación..."; y en la del maestro sargento Fermín López que después de heroísmo sin par muere con su última docena de alumnos soldados cerrando una brecha en las trincheras gloriosas de Piribebuy, tercera capital del Paraguay durante la Guerra.

            En este recinto dedicado a exaltar la memoria de nuestros mayores os invito a cantar con entusiasmo americanista y bolivariano, con el fervor que engendran las grandes causas, por encima de las fronteras que no separa a nuestras patrias sino que las unen y las obligan a ser solidarias, fraternas y complementarias en sus economías, un himno generoso al trabajo que engrandece, al destino glorioso de nuestra América, a la paz que conforta, estimula el bien y llena de júbilo a hombres, mujeres, y niños. Para que se cumplan los deseos del poeta:

            "Resuenen las sirenas de las fábricas,

            trabajen sin descanso los talleres,

            manche la pura claridad del día

            el humo de las negras chimeneas,

            partan y lleguen en trajín pacífico

            los vapores cargados de productos,

            lleve el progreso hasta el confín remoto,

            silbando, la febril locomotora

            y florezcan las artes, las industrias,

            las labores, los campos y las mieses..."

 

            El Paraguay comparte los ideales renovadores e integracionistas de nuestros hermanos de América. La fecha que conmemoramos con unción nos recuerda siempre la grandeza de nuestro destino, lo que esperan los pueblos de sus conductores, la necesidad vital de que las glorias de nuestra historia común nos unan sin grietas, sin reservas mentales, sin prejuicios ni ambiciones torpes, en la búsqueda afanosa de mejores derroteros, enlazados en la fe, en el amor, en la voluntad de ir adelante, en el deseo de la paz perdurable, supremo bien del hombre. Para que sea otra vez realidad aquella virgiliana visión de mi tierra -hermana e igual a la vuestra- en los versos de nuestro grande Eloy Fariña Núñez:

 

            Y dice de tus montes infinitos,

            de tus villas durmientes y calladas,

            de jangadas errantes y apacibles,

            de caimanes que al sol se extienden, muelles,

            de avestruces que vagan por los valles,

            de palmeras gallardas y rotundas,

            de yerbales extensos y frondosos,

            de cocoteros con flabeles verdes

            de naranjales y victorias regias,

            arcádicas visiones, orientales

            fantasías y fábulas hindúes...

 

            Historiadores de Colombia: el pueblo y el Gobierno del Paraguay jamás habrán de olvidar este homenaje espontáneo que rendís a mi patria y al Héroe en el primer centenario de nuestra gloriosa Epopeya, resumen, norte y timón de nuestra existencia como Nación libre, auténtica y soberana.       

 







Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA