Nombrar los lugares amados de la querencia es muy propio del artista popular. Celebra en la palabra y en el canto los sitios donde la vida le sonrió y los retrata para que las hierbas malsanas del olvido no puedan devorarla. Su obra se convierte así en una memoria que sobrepasa la limitación del tiempo y queda como un testimonio.
El poeta, músico y compositor
NÉSTOR DAMIÁN GIRETT CHAPARRO -nacido en Pindoty, compañía de Isla Puku, Dpto. de La Cordillera, el 12 de abril de 1948 según su madre y el 12 de mayo de ese año según el juez que lo anotó-, a días nada más de haber venido al mundo, miró la tarde misionera sin tener todavía conciencia de lo decisivo que sería en su vida la geografía y las vivencias de esa parte del territorio paraguayo.
"Mi padre, ENRIQUE GIRETT, había conseguido un empleo de administrador en la Colonia San Juan, en el departamento de Misiones, y allá fuimos todos. Mi madre se llama -vive todavía-, IGNACIA CHAPARRO, oriunda de Caraguatay", recuerda el que le pusiera la música a SALUD CHE PARAJEKUE, con versos de
EMILIANO R. FERNANDEZ.
Hasta los cuatro años retozó por los campos misioneros. Luego, hasta los ocho, vivió en una estancia con un tío en la zona de Isla Puku. Volvió después a Misiones y a los 16 años entró al cuartel en el Regimiento de Infantería con asiento en San Juan Bautista.
Los fines de semana -o entre semana, cuando lograba burlar la vigilancia o conseguía la complicidad de un superior que admiraba su arte de cantor y guitarrero-, con otros músicos, recorría las distintas compañías.
Girett era un andariego. No se quedaba nunca en un lugar. Un almacén, un baile, la hospitalaria casa de un amigo, una serenata o un cumpleaños eran parte de su itinerario. Podría haber andado con los ojos cerrados porque dominaba a la perfección los secretos de los caminos de la noche.
Cuando ya estaba a punto de concluir su servicio militar, en 1966, quiso dejar en una polca sus recuerdos. De esa manera quería perpetuar los nombres que lo acompañaron durante casi dos años. "Era mi despedida. Por todos esos lugares, sin cansarnos ni tener sueño, yo y mis compañeros habíamos farreado. No nos quedábamos nunca. Tocábamos en un lugar y nos trasladábamos a otro. Nos hallamos mucho, la gente nos apreciaba y nosotros les dábamos a manos llenas nuestro arte porque eso era lo que sabíamos hacer y lo que nos parecía que teníamos que hacer", comenta Girett.
Partiendo de San Juan Bautista y regresando a él, van desfilando Villa Florida, San Miguel, Ita Juru, Paso Naranja, Colonia, San Roque y Potrero hasta llegar a la casa de su madre, en Cuatro Bocas, en el desvío a Santa María.
Alonso-kue, loma San Pedro, San Antonio, Itakuruvi y San Igna-cio van pasando, veloces, en el itinerario del cordillerano con alma de misionero.
Ya reservista, deseoso de ser un músico profesional y ganarse la vida con el fruto de su talento, ancló primero en San Lorenzo. Como no conocía la capital, pensó que ya era Asunción. Al percatarse de que todavía le faltaba un peldaño para llegar donde deseaba, continuó viaje. Y ya no se detuvo, fiel a tradición que había traído del sur de la patria.