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RAÚL AMARAL

  VOCES QUE NO SE APAGAN - RAÚL AMARAL


VOCES QUE NO SE APAGAN - RAÚL AMARAL

RAÚL AMARAL - VOCES QUE NO SE APAGAN

CD 1

 
Entrevista realizada por VICTORIO SUÁREZ
 
Palabra viva de grandes escritores paraguayos
 
 
 
 
 
 

Nació en 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, en 1918. Hace varias décadas se radicó en el país, ejerciendo una importante labor cultural en el campo del ensayo, la crítica, la poesía, el periodismo y la investigación literaria. Como reconocimiento a cuatro décadas de labor ininterrumpida a favor de nuestra cultura, fue galardona-do con la ciudadanía paraguaya por una Resolución de la Corte Suprema de justicia por voto unánime el 16 de julio de 1993. La vasta producción de Raúl Amaral también se sostiene en innumerables artículos diseminados en publicaciones nacionales e internacionales. Ha sido jefe de Seminario en la Universidad Nacional y encargado de cátedra en la Universidad Católica. Entre 1953-1983 dictó numerosos cursos en

Escuelas Normales de Asunción, Encarnación, Coronel Oviedo y Eusebio Ayala. De 1955 a 1958 fue funcionario técnico y jefe de la Biblioteca Nacional y director general interino de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Nación. También se desempeñó como adscrito a la dirección de la revista "Para-guay en América" (1969). Está considerado corno el último de los discípulos intelectuales de _Juan Emilio 0-Leary, a quien le unía una entrañable amistad. Algunos de los títulos de su autoría son: "El modernismo poético en Paraguay" (1982), "La sien sobre Areguá" (1983), "Escritos Paraguayos" (1985, año en que le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura La República), "El León y la estrella" (1986), "Breviario Aregüeño de Gabriel Casaecía" (1993), "Los presidentes del Paraguay: Crónica política" (1844- 1954-1994), y "Antecedentes del nacionalismo paraguayo". "El grito de Piribebuy" (1995). "La literatura del romanticismo en el Paraguay" (1996). "El Novecentismo Paraguayo" (2006). Cuan-do en 1983 apareció su libro de poemas "La sien sobre Areguá'', Alcándara Editora expuso: "Con la mansa certidumbre de la gratitud, el peregrino descubre que los vientos de ese valle andaban buscándole la cara desde siempre: que su viejo desvelo podía atestiguar el cachorro de luna retozan-do en el lago; que el pasto elemental y la preciada sombra habrían de apagar las tolvaneras errantes, dulcificando el peso de la nostalgia hasta recostar los sueños en la tierra ofrecida. Así, estos poemas de RAÚL AMARAL regresan a un tiempo que todos anhelamos rescatar: el del caminante que alcanza a cerrar el círculo perfecto de sus pasos, y el del niño cuya voz asoma mágicamente, desde el cuerpo que alguna vez fue suyo: el tiempo, en fin, que sólo es permitido recontar con la memoria alerta a los aires verdaderos de la radical desnudez humana. En LA SIEN SOBRE AREGUÁ, el espacio entrañable de Amaral es justamente el de la antigua villa de Martínez de Irala, las calladas aceras que recibieron el tránsito atormentado y valiente de Rafael Barren. Ante los humildes dones de Isla Valle, a la cálida luz de su gente y sus días, supo el poeta tramar este libro con reposado amor, con altos recuerdos y limpios homenajes". Falleció en Asunción en el 2007.

 

 

 

 
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RAÚL AMARAL (25 DE MAYO, ARGENTINA, 1917-ASUNCIÓN, 2006)

(10/VII/1994 - NOTICIAS). Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

“LA POLÍTICA NO PIENSA EN LA CULTURA”

( GENERACIÓN DEL 40 - LITERATURA PARAGUAYA )

 

 

La presente entrevista es con Raúl Amaral, destacado poeta e historiador de la literatura paraguaya, quien ofreció una selección de datos que guardan relación con el proceso cultural y literario de nuestro país. Cabe destacar que Amaral ejerció la docencia. Es, además, bibliotecario profesional y colaboró como columnista cultural en diversos medios periodísticos. Amaral, originario de la Argentina, vive en el país desde hace aproximadamente 50 años; en homenaje a su proficua labor a favor de la cultura nacional recibió, en memorable acto, la ciudadanía paraguaya.

 

—Don Raúl Amaral, ¿qué es lo perceptible en el proceso literario de nuestro país? ¿Hay una correcta interpretación cronológica al respecto?

—Lo que se nota en el proceso literario paraguayo es una discontinuidad. A eso se suma una serie de elementos carenciales que pasan por la falta de investigación y conocimiento bibliográfico para interpretar nuestra evolución. Generalmente la gente no quiere investigar, no quiere trabajar, está con un “caiguetismo” muy grande y perjudicial. Rafael Barrett hablaba de “Las bellas mentiras”. Entonces, cuando se dice, por ejemplo, que el modernismo comienza en 1913, puedo decir que eso significa una espantosa mentira. El modernismo rubendariano se inicia en Paraguay en el año 1900. Tampoco se puede soslayar la prosa de López Decoud ni la influencia de Goycochea Menéndez; el modernismo no se inicia —como falsamente se cree— con el grupo de “Crónica”. Se puede tomar, inclusive como punto de arranque, el ensayo de Gondra titulado “En torno a Darío”, que data de 1898. Mayor actualización es imposible.

 

— ¿En qué momento se teoriza la literatura paraguaya?

—Ya en 1867 aparecen vestigios para teorizar el tema literario en Paraguay, de eso habla en “Centinela” el intelectual boliviano Tristán Roca, quien fue un adelantado del romanticismo cruceño, él tuvo que huir del malvado dictador Melgarejo. Cuando en 1867 se hizo cargo de “Centinela”, publicó poemas y artículos muy interesantes. Un memorable trabajo fue sobre la literatura en lengua española, y el otro sobre literatura guaraní. Pero no vamos a olvidar que en 1884 José Segundo Decoud dio cierto perfil teórico a la literatura paraguaya. En líneas generales, los aportes sobre la historia de la literatura son escasos, aún así hay que buscar y analizar los procesos históricos con objetividad.

 

— ¿Se puede decir que la literatura paraguaya está en una mala situación y que carece de conexión con el mundo?

—Al parecer terminó la época azarosa en que se produjeron enriquecedores contactos con los intelectuales latinoamericanos. Ahora estamos no solamente en el pozo, como dice Carlitos Villagra Marsal, sino más abajo. La literatura paraguaya, que es buena para nosotros, debe salir afuera, se debe airear, no precisamente para establecer ese proceso comparativo de paralelismo con otras naciones sino para brindar testimonios.

 

— ¿Se dicen mentiras sobre nuestra literatura?

Se dicen muchas mentiras. Entre ellas que no hay una literatura sobre la Guerra del Chaco. Si bien no estamos a la altura de la novelística boliviana en ese sentido, creo que muchos enfocaron el tema, entre ellos está el Dr. Jorge Ritter con “La tierra ardía”. También aparecieron relatos de tipo periodístico como: “Bajo el signo de Marte”, de Justo Pastor Benítez, y “Polvareda de bronce”, del padre Mora. En el exterior otros escritores hablaron del drama chaqueño, tal el caso del costarricense José María Cañes con su novela “El infierno verde”. En la Argentina Bernardo Verdisky logró reflejar en su literatura las vivencias de los paraguayos que fueron a vivir en las villamiserias tras la Guerra del Chaco. Entre otras mentiras están aquellas que se refieren a O’Leary, Domínguez, Moreno. Entonces me solazo al revisar mis apuntes y fichas para recrear autores y notas que he leído para determinar las falsedades.

 

—Noto que sentís una gran admiración por Juan Emiliano O’Leary. Entiendo que Barrett también forma parte de tu referente intelectual.

—Es cierto, sigo sintiendo admiración por O’Leary. Además, lo he conocido muy bien porque compartí con él años en presencia de los libros y las ideas. He dado un perfil de O’Leary en un seminario donde justamente se enfocaron temas referentes a Rafael Barrett, quien también me interesó mucho. Hay una polémica muy atractiva de Barrett con Rodolfo Ritter, padre del novelista. Puedo decir que en nuestro país no se lo conoce profundamente, aquí lo tenemos trunco. En Uruguay hay personas que tienen suficiente información respecto a Barrett. Se trata de Vladimiro Muñoz. En estos días me he enterado someramente acerca de una discusión entre Miguel A. Fernández y Francisco Corral respecto a Barrett, pero más allá de todo conflicto creo que Barrett no es propiedad de nadie, es decir, “no tiene ninguna viuda”. Desconozco el trabajo de Fernández, pero, por la sólida formación intelectual que posee Francisco Corral, quiero suponer que él puede ser un digno intérprete de Barrett. Al margen de todo esto manifiesto que siento gran estima por Corral, pues en difíciles momentos de nuestra historia hizo del Centro Cultural “Juan de Salazar” un verdadero bastión donde desfilaban, en estrecha solidaridad, los intelectuales paraguayos. Además, es un hombre trabajador, característica poco común en nuestro medio cultural.

 

—¿Ha avanzado la literatura paraguaya?

—Creo que la literatura paraguaya ha avanzado en el campo de la poesía y la narrativa, pero no así en el ensayo. Hay excepciones, como el magnífico prólogo de Livieres Argaña sobre la segunda edición del “Paraguay colonial”. También están los aportes valiosos de José María Rivarola Matto, pero, a más de estas aisladas circunstancias, el ensayo está en la orfandad. ¿Dónde está algún ensayo sobre el gran poeta José María Gómez Sanjurjo? ¿Dónde están los lugares de estudio interdisciplinario? Las universidades están a la altura de una academia de corte y confección, es decir, han fracasado en el sentido de poder orientar la cultura nacional.

 

—En ese contexto, ¿qué lugar ocupa el conocimiento de la literatura?

—La literatura, por ejemplo, como cátedra está en un lugar lamentable. Y lo peor es que no se quiere reconocer. Hay que persistir, trabajar sin soberbia para cambiar las cosas, también hay que asumir con honor el análisis para entender nuestro contexto. Es una pena que los pocos libros de literatura que tenemos a manos exhiban gruesos errores interpretativos. En una oportunidad, Hugo Rodríguez Alcalá se enojó conmigo porque le sugerí la corrección de su libro sobre literatura. El material estaba plagado de desaciertos. Si bien mi intención no fue tan diplomática, creo que los errores hay que encarar y señalar, más todavía cuando uno toma posición, hecho notoriamente incorrecto. Se debe hacer honor a la objetividad para no caer en animadversiones peligrosas. Muchas veces la gente no tiene el coraje de corregirse a sí mismo, si a mí me corrigen me siento muy complacido.

 

— ¿Una historia rigurosa de la literatura paraguaya casi no existe?

—Una historia de la literatura paraguaya para confesársela a los estudiantes no existe. Los jóvenes no disponen de materiales organizados que los motiven para leer y aprender. De marzo a diciembre de 1989, me empeñé en algunos cursos para destacados profesores de literatura que tenían intenciones de dar una orientación más sistemática a la enseñanza literaria. Posteriormente, con ese excelente equipo de docentes planificamos cursos itinerantes por el interior del país, eso quisimos encarar con el Ministerio de Educación y Cultura, pedimos hablar con el ministro, pero cuando llegamos a él nos hizo esperar y eludió recibirnos. Ha sido una actitud grosera hacia un grupo de personas que con la mejor voluntad quiso colaborar con el Ministerio de Educación.

 

—¿Cuándo se manifiesta de manera más visible la decadencia cultural del Paraguay?

—La decadencia en todos los órdenes se inicia con la intervención de la Universidad durante el gobierno de Estigarribia, el 16 de enero de 1940. La universidad se intervino con el pretexto de siempre, supuesta turbulencia. Aquella intervención del eje de la cultura paraguaya se llevó a la práctica con la anuencia del propio rector, el prócer de las letras paraguayas: Dr. Cecilio Báez. En setiembre, cuando fallece Estigarribia en un accidente, no se habían ajustado las piezas, y eso fue heredado por Higinio Morínigo. Por eso, cuando se mencionan 35 años, yo voy más al fondo, es decir, anoto nada menos que 54 años. La imagen, la proyección del Paraguay, se repliega, se detiene. Se acortó la línea de aproximación al Río de la Plata, conste que Paraguay es fundador de ciudades. Los hombres nacidos entre 1890-1900 se llamaron a silencio, regresaron a sus casas, o habían muerto como el caso de Adriano Irala, pero quedaban otros, aunque muchos salieron al exterior. Todos los valores sociales y culturales quedaron trastrocados, lo de 35 años significan el último embrión. Hay que decir, además, que medio siglo es muy difícil de remontar, se necesitaría una especie de avivamiento de la cultura con el concurso del periodismo hasta alcanzar una mentalidad universal.

 

— ¿El alto desarrollo cultural ha sido mérito de la Generación del 900? ¿Estamos tan lejos de aquello?

—La Generación del 900 fue universal. Hoy la cultura se manifiesta de manera individual, por propia iniciativa uno trata de ubicarse en el contexto universal. La impresión que me causa la gente del poder es muy poco alentadora, porque la cultura se está relegando. En ese caso, explicar los motivos es lo principal. Si el periodismo no ha ayudado a ese proceso debe rever su postura, al igual que la televisión y la radio. El uso de la tecnología comunicativa puede ser un eslabón importante para el desarrollo de nuestra cultura. ¿No se puede llevar acaso “La noche antes” de Goycochea al video? Materiales para una revisión cultural sobran, pero hay que abrir las compuertas y hacer que la gente entienda lo que está ocurriendo más allá de sus fronteras mentales.

 

—Las generaciones del 40 y 50, ¿qué papel han cumplido en nuestro proceso cultural?

—Fue un grupo donde hubo coincidencia de lectura, se trata de un aglutinamiento literario. Tiene la ventaja de haber rescatado la literatura, porque dicha actividad era anteriormente de señores con cierto predicamento social e intelectual no de dedicados al hecho literario en sí. Entre el 40/50 se tiene la guerra “incivil” del 47, que corta un interesante proceso. Mucha gente va al exilio y se forma afuera. Ya entre el 50/55 aparece un grupo interesante que fue formado por el P. César Alonso de las Heras, también se consolida el grupo de la Facultad de Filosofía. El beneficio para la cultura de ambos grupos fue de rescate de la literatura, es decir, haber convertido a la literatura en un hecho público. A partir de allí se toma conciencia de que la literatura tiene un mensaje, un diálogo que cumplir en su entorno. El lenguaje de los poetas es distinto, del 40 queda la lucidez de Casaccia y otros, pero la innovación no se da por medio de Josefina Plá, como algunos quieren dar a entender. “El precio de los sueños” no renovó la poesía paraguaya. En 1957 Josefina Plá tenía un par de folletos, y eso no era para provocar cambios significativos. Respecto a la innovación, creo que Molinas Rolón (1890/1945) fue el verdadero baluarte en ese sentido, porque renovó la métrica e incorporó la metáfora.

 

— ¿Qué hace falta actualmente?

—Hace falta recomponer. La gente joven debe tener chance para llegar a una buena formación. Si los medios no están dando respuestas, hay que forzar para que se ocupen más de la cultura. Los periódicos tienen un gran desafío por delante, forjar la mente del pueblo. Es necesario que el Gobierno incentive maestros, guías. La gente hoy día no se ocupa de eso, no hay afán pedagógico ni paciencia. Estamos en una época de transición que podrá dar buenos resultados si la voluntad acompaña el proceso cultural. Lastimosamente, hasta ahora la política no piensa en la cultura.

 

— ¿Qué significación tiene la literatura paraguaya?

—En el campo de la poesía y la narrativa tiene trascendencia, es más amplio y está más poblado. Ahí están el “Taller Ortiz Guerrero” y otras agrupaciones. Pero el campo de ensayo no tiene ambiente, no activa.

 
 
 
 
 
 
 
 

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