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JUAN EDUARDO DE URRAZA

  LA SONDA - Cuento de JUAN DE URRAZA


LA SONDA - Cuento de JUAN DE URRAZA

LA SONDA

Cuento de JUAN DE URRAZA

 

Grande fue la sorpresa de Federico Estapiola, líder de la nueva expedición arqueológica en Tikal, cuando le reportaron el reciente descubrimiento. Debajo del Templo IV, mejor conocido como el Templo de la Serpiente de dos Cabezas, se encontraba una pequeña habitación cerrada y sin acceso. La nueva tecnología de ultrasonidos les había permitido descubrir el lugar hueco dentro de la edificación, casi debajo de ella, el cual estaba completamente sellado e inaccesible. La imagen procesada por computador mostraba claramente una pequeña habitación dentro del lugar, aproximadamente de dos metros por metro y medio, con una altura de un metro setenta. Debido a la espesura de la roca, no se pudo obtener mucha más información, pero la resonancia indicaba que posiblemente existirían varios objetos guardados dentro del reducido espacio.

Tikal es uno de los sitios arqueológicos y turísticos más importante dentro de la cultura Maya, ubicado en Guatemala, cerca del poblado de Flores. La enorme ciudadela tiene cinco templos de gran altura que sobresalen por encima de la espesa jungla, y se cree que fue un centro cultural floreciente alrededor del año 750 de la era cristiana, con una población que excedía los cien mil habitantes. Si bien la arqueología tradicional la había dejado de lado décadas atrás, un nuevo grupo de investigadores, patrocinados por la fundación “Restauración Temporal Telekton”, se hallaban allí buscando comprender varios enigmas de esa maravillosa cultura, la cual tenía el calendario más preciso del mundo y un patrimonio de conocimiento inigualable. Al desaparecer misteriosamente, dejando sus ciudades abandonadas, y sin explicación posible, muchos caminos a un conocimiento superior (no histórico), se habían cerrado, puesto que los dibujos de sus construcciones hablaban más de temas comunes y diarios que del conocimiento oculto que manejaban, o por lo menos eso parecía hasta el momento.

El pedido fundamental de la fundación, que ponía sin problemas los fondos para las nuevas pesquisas, era que se investigara en profundidad todo el conocimiento oculto que pudiera obtenerse de las imágenes en la roca y de los nuevos objetos o inscripciones que pudieran encontrarse. A diferencia de muchas organizaciones de este tipo, la fundación “Restauración Temporal Telekton” es un lugar abierto a todo interesado en el tema, y se basa en la cooperación de todos sus miembros, sin ocultar información o conocimiento del resto del mundo. La teoría que manejan es que la humanidad vive en un desorden general, en una falta de entendimiento y desánimo mundial, porque su ciclo de vida no refleja la verdad universal, y por lo tanto está yendo en contra de la corriente verdadera. El principio básico que profesan es que el calendario gregoriano, mundialmente aceptado, no corresponde con ciclos reales del planeta, trayendo todos estos problemas; mientras que el calendario de las trece lunas de los Mayas cuadra perfectamente con la realidad del universo, y por lo tanto, si se adoptara, poco a poco los humanos iríamos formando parte de la antigua y olvidada realidad, entendiendo al mundo, compenetrándonos con él, y recuperando conocimiento y capacidades que los antiguos poseían, como ser dominio del clima, telepatía, telekinesia y poder sobre los sueños. Al despertar todos a esta nueva vida, los conflictos terminarían, y las guerras, el odio y los problemas diarios desaparecerían. Hay varios juegos matemáticos o de relación que se puede hacer con el calendario maya, como que la suma de cualquier día con su complemento da siempre el mismo número, o que el cumpleaños de una persona cae siempre el mismo día de la semana (y del año), pero de todos modos esto no es relevante para el caso.

La fundación buscaba cambiar las costumbres mundiales para lograr la aceptación del nuevo calendario. Y lo estaba logrando lentamente. El problema era el siguiente: Al descubrirse la tumba de Pacal Votan en Chiapas (Méjico) en 1952, con sus inscripciones que revelaban las verdades recién descritas, se reconstruyó el calendario maya con su verdadero significado y conocimiento relacionado. Pero ese conocimiento tenía un pequeño problema. El calendario se basa en ciclos lunares (o femeninos), totalizando 13 meses de 28 días cada uno. Esto significa que se tiene un total de 364 días en un año, pero la realidad es que son 365 días los necesarios para dar una revolución completa alrededor del sol. Quienes reconstruyeron la primera versión del calendario crearon un día especial, llamado “Día fuera del Tiempo”, que es un día que no se corresponde con ningún mes o semana del calendario, que debería tener un gran significado especial, supusieron, para los mayas. Si bien la corrección pareció factible a la mayoría de los investigadores, la fundación pensaba que aún no se habían descubierto todas las verdades sobre dicho calendario, y por lo tanto reiniciaron los trabajos de excavación y búsqueda con el fin de obtener pruebas concluyentes. Para ello se seleccionó la localidad de Tikal, puesto que era el centro cultural maya más importante de la historia, y tenía grandes posibilidades de contener información aún no descubierta.

Federico Estapiola, un mejicano maduro, interesado en el tema, había entrado a formar parte de la fundación unos años atrás, y debido a su preparación y conocimientos, fue designado como la cabeza de la expedición que se había topado con el descubrimiento del cuarto secreto debajo del Templo IV, el cual, a esa hora del día (15:00 h) estaba lleno de turistas tanto a su alrededor como en su cúspide (es una pirámide de 70 metros de altura).

Una vez realizado el descubrimiento, la expedición tuvo que realizar gestiones durante varias semanas para conseguir el permiso oficial que les permitiera excavar en el lugar, y que mantuviera alejados a los turistas del Templo IV. Por su parte debieron comprometerse a no dañar la estructura edilicia, y por lo tanto tuvieron que idear un sistema de túneles subterráneos que les permitiera ingresar hasta la habitación por debajo de la tierra. Estos trabajos tardaron cerca de un mes más en llevarse a cabo, pero finalmente alcanzaron su objetivo, y sus expectativas fueron superadas con creces. Todo parecía mágico y místico, puesto que el ingreso a la sala se produjo el mismo día del cumpleaños número cincuenta y dos de Federico. Según el calendario maya, él era “Mano Resonante Azul”, y ese año significaba un gran ciclo cerrado, puesto que los ciclos totales del calendario (combinaciones de sellos y tonos - 13 lunas con 20 tonos se combinan en períodos de 260 días) se cumplen exactamente cada 52 años, y por lo tanto ese día, era el día de la Mano Resonante Azul también.

Federico fue el primero del grupo en ingresar al pequeño recinto. Como el espacio era muy pequeño, lo único que hizo fue observar extasiado el interior, iluminado con una potente linterna, a la vez que se rascaba el tupido bigote ya gris por las canas. Era claro que ese lugar no era una tumba, puesto que carecía de todas las características comunes a ellas, y era evidente que los objetos allí almacenados debían ser de tremenda importancia, ya que estaban cubiertos por toneladas de roca sólida pertenecientes a la pirámide. Con cuidado, utilizaron el túnel para mover todos los objetos al exterior, a las tiendas de campaña que se habían instalado alrededor de la estructura y que marcaban un perímetro inaccesible a los curiosos y turistas.

Varios cajones repletos de piedra labrada fueron el descubrimiento inicial. Estas tablas estaban escritas en un idioma aún más antiguo que el de los indígenas centroamericanos, y resultaba totalmente desconocido inclusive para los expertos que pertenecían a la excavación, por lo que se almacenaron cuidadosamente para realizar estudios posteriores. De forma subsiguiente vino el descubrimiento mayor: una gran olla metálica, sellada, que tenía grabada una simple inscripción: una raya horizontal con dos puntos debajo, junto a unas referencias circulares al calendario y a un día en especial.

Un sentimiento de euforia y desconcierto se apoderó del líder de la expedición, puesto que ese símbolo concordaba con su sello, el de la mano, que era el mismo símbolo de ese día en particular con su propio tono resonante. Creyendo que estaba presenciando un milagro, puesto que era imposible que eso fuera una simple casualidad, solicitó la ayuda de algunos compañeros para abrir la tapa del objeto. El material en que estaba construido era un metal blando, semejante al plomo, pero de una coloración más clara, como si se tratara de una aleación especial de varios metales.

Mientras aflojaban la tapa, Marcos Puglietto, el único periodista que permitieron los acompañara, preparó su cámara digital y la conectó a su PC portable, la cual tenía una conexión satelital para enviar las fotografías directamente a su agencia. Su ayudante, mientras tanto, estaba filmando cada detalle de la expedición para realizar posteriormente un documental destinado a una cadena de televisión que ya había pagado por los derechos de difusión (parte de los cuales correspondían a los propios investigadores, por supuesto). Marcos era el típico periodista de acción, rebelde, siempre vestido con pantalones tipo cargo, gorras y casacas llenas de bolsillos. En sus largos años había cubierto todo tipo de noticias, desde guerras hasta catástrofes naturales, por lo que este trabajo tranquilo le parecía más una vacación que otra cosa.

Finalmente la tapa cedió, dejando escapar un aire antiguo que escapó con fuerza, descomprimiéndose como si el interior estuviera a una presión diferente del exterior.

El espacio interno de la olla era una esfera perfecta, de la cual formaba parte inclusive la tapa, y en el interior de ella había una especie de globo metálico tan pulido que parecía un espejo. Con cuidado lo extrajeron de la olla, notando que tenía un peso impresionante a pesar de su tamaño (unos cincuenta centímetros de diámetro), lo apoyaron en una cama (para evitar que ruede) y lo observaron atónitos. La esfera era tan lisa y pulida como un vidrio, y reflejaba perfectamente las imágenes a su alrededor. Además, no se ensuciaba al ser tocada, como si estuviera protegida por algún tipo de campo invisible.

Alrededor del extraño objeto se acumularon quince personas, todas sorprendidas, intentando descubrir su significado o su función, pero no tenían para pronunciar más que palabras de asombro. Las imágenes captadas por los periodistas inmediatamente fueron desplegadas en varios sitios de Internet del planeta, y por varios minutos todos permanecieron embelesados ante el magnífico y perfecto cuerpo.

Pero repentinamente se percibió una ligera vibración en él, acompañada de un trueno que interrumpió el pleno silencio del momento y los dejó prácticamente sordos. Las luces, las cámaras Aliñadoras, los elementos arqueológicos electrónicos, los relojes, teléfonos celulares y demás aparatos dependientes de la electricidad automáticamente dejaron de funcionar; más tarde se darían cuenta que lo mismo ocurrió a todos los turistas del lugar y a varios pueblos aledaños. Una mujer mayor, que se dedicaba a brindar soporte al grupo y a ordenar sus datos, casi sufrió un infarto, y tuvo que ser atendida por sus compañeros. Otros miembros de la expedición debieron salir afuera a tranquilizar a los turistas y alejarlos del lugar.

Mientras tanto Federico, Marcos, y Elía, una joven experta en computación, se acercaron al extraño objeto, que ahora tenía por un lado un pequeño orificio en un costado, y que se había deformado por otro lado hasta formar un plato en su superficie, con una pequeña protuberancia en el centro, que apuntaba hacia arriba.

-Miren esto -observó Federico, acercando su mano al orificio del objeto, y posteriormente una pluma, que se movía levemente-, ¡Está absorbiendo aire! -exclamó.

-Eso no es tan interesante como su deformación -acotó Elía, acomodándose los anteojos para observar mejor-. No tengo forma de comprobarlo, pero apostaría por su estructura que se trata de algún tipo de antena, y por lo que acaba de suceder, es de una terrible potencia. Lanzó una descarga electromagnética tan poderosa que anuló a todos los objetos electrónicos en un radio enorme.

-Pero este objeto es demasiado pequeño para ser una antena y poder transmitir con tanto poder –supuso Marcos-, Además no posee ninguna fuente de energía externa.

-El tamaño no es un problema -le replicó Elía, nerviosa, haciendo un nudo con su propio largo cabello, que le estaba molestando-. Tu teléfono satelital tiene un plato del mismo tamaño. Es una cuestión de tecnología; y esto va más allá de lo humano, o por lo menos de lo humano en nuestra época, quién sabe si en el remoto pasado, en la Atlántida, o en un futuro no tan lejano, exista esta tecnología...

-Me parece un disparate -dudó Federico por un momento- ¿No puede ser otra cosa?

-Sí, claro que puede ser otra cosa, ¿pero qué? -le volvió a preguntar Elía.

-No tengo idea.

-Yo tampoco -asintió Marcos.

-Evidentemente es un objeto tecnológico, o mágico, o un ser vivo. Creo que a grandes rasgos son las posibilidades más claras. Desde mi punto de vista, y desde la cultura a la que pertenecemos, lo más fácil es aceptar que se trata de algún tipo de aparato o dispositivo mecánico. Por lo tanto descartemos la magia y que sea un ser vivo.

-O que sea una máquina dirigida por un ser vivo. Tal vez sea una ciudad de pequeños extraterrestres del tamaño de hormigas... -empezó a divagar Marcos.

-Dejemos de lado eso también -sugirió Federico.

Por algunos minutos más, el objeto se mantuvo sin cambios, hasta que en un abrir y cerrar de ojos, el pequeño orificio desapareció, así como la antena, volviendo a tener una forma esférica perfecta. De inmediato, sin que nada externo lo afectara, rodó sobre sí mismo, y, a pesar de que los tres quisieron detenerlo, cayó al suelo de tierra, donde avanzó un metro más hasta detenerse. Federico se acercó nuevamente a él a fin de levantarlo, pero, en silencio, Elía lo detuvo. La esfera nuevamente se transformó, de la manera anterior, pero con ahora varios orificios en su zona baja.

-Está tomando muestras -dijo Elía-, Aire, tierra.

-¿Muestras? ¿Para qué? -inquirió Marcos.

-¿Qué hacemos nosotros cuando enviamos sondas a la Luna, a Marte, o a los diferentes planetas? Tomamos muestras, y enviamos el resultado de su estudio a casa. Es claro que esta cosa está haciendo eso, y es claro que su casa queda muy lejos, por la potencia de la señal. Se trata de buscar rastros de vida, temperatura, atmósfera, humedad, minerales, para saber si el planeta es habitable, o serviría de colonia minera, o de refugio, o de fuente de alimento. Probablemente ya haya percibido que existen condiciones de vida, y que nosotros lo rodeamos.

-¿Y por qué esta cosa, como quieran llamarla, estaba escondida dentro de un templo maya de miles de años de antigüedad? -preguntó Marcos a los otros dos.

-Tal vez los mayas sabían lo que era, o tal vez le temían -supuso Federico.

-Pero hay algo más -pensó Elía en voz alta-. Por la forma en que estaba sellado, dentro de esta olla de una aleación por demás extraña, es claro que no querían que envíe su información, y que sabían comer funcionaba, o por lo menos cómo evitar que funcionara. Y estaba suficientemente escondido para que nadie lo encontrara jamás.

-Y yo me pregunto -les dijo Marcos-, siendo que esta cultura precolombina, que se sabe era tan desarrollada y sobre la que se especulan tantas cosas, le temía a este objeto... ¿No deberíamos estar un poco preocupados de haberlo liberado?

-Yo estoy bastante preocupado -aceptó Federico.

-Yo también -asintió Elía.

-Si fuera cierto que, de algún modo esto envía señales al espacio, es para que alguien las escuche. Y ese alguien, según nuestra imaginación humana siempre polarizada, puede ser bueno o malo, o sea, venir a ayudamos, a mostramos avances tecnológicos o espirituales sin igual, o en su contraparte, venir a subyugamos, a dominamos, a convertimos en esclavos o en comida...

- Si vamos a ser sinceros, eso no es maldad, o sí lo es... No sé cómo explicarme -dijo Marcos-. ¿Acaso si nosotros descubriéramos vida en otro planeta del sistema solar, o en la galaxia, no haríamos lo imposible por ir y dominar ese planeta de la misma forma en que lo hemos hecho aquí en la tierra, donde dominamos, subyugamos y nos alimentamos de las demás especies? ¿Es eso maldad? La humanidad se mueve con los mismos principios, y es más, somos presas del miedo de encontrar una civilización que se comporte igual a nosotros, pero que sea más poderosa o más numerosa. Esa es la verdad.

-Verdad o no, yo evitaría riesgos -dijo Federico-. Si esto estaba oculto por esta gente, tal vez debería continuar así. Si ellos entendían los motivos, es suficiente para mí. Devolvámoslo a su lugar. Y mantengámoslo en secreto, porque si vienen investigadores a querer desmenuzar el aparato, puede ser peor.

-De todos modos, la señal, por su potencia, está apuntada a algún lugar a miles de años luz de aquí. Cientos de generaciones humanas pueden pasar antes de tener una respuesta o reacción por parte de los dueños de esto -acotó Elía.

-O tal vez no estén tan lejos. Quién sabe si los artífices de esta tecnología lanzaron miles de sondas de este tipo a diferentes puntos de la galaxia, algunos cercanos, algunos lejanos, y tal vez nosotros estemos entre los puntos cercanos...

-Metamos esto en la olla -asintió Marcos.

-Pero la olla fue violentada -se quejó Elía-, ya no es hermética, y ya no funciona su mecanismo de cierre.

-Destruyámoslo entonces -dispuso Federico, sacando una escopeta de un baúl y apuntando a la esfera, que aparentemente continuaba enviando su misteriosa información al espacio exterior.

-Pero si ellos no lo destruyeron, también habrá una razón detrás -siguió pensando Elía-. Tal vez sea indestructible, o peligroso, o lo dejaron como herencia a civilizaciones posteriores, que supieran manejarlo.

-Entonces definitivamente no es para nosotros - sonrió Marcos.

- Voy a destruirlo y que Dios me ampare si estoy equivocado... -insistió Federico. Los demás se alejaron, sin decir nada, aceptando tácitamente la decisión. El escopetazo destruyó por completo la frágil estructura, dejando a la vista su interior, consistente en incomprensibles circuitos, lubricantes viscosos y dispositivos mecánicos unidos todos por una especie de espuma que parecía ser materia viva.

-Esperemos que el corto tiempo en que estuvo funcionando pase desapercibido a sus dueños -dijo Federico.

-Y esperemos que esto haya sido lo correcto - supuso Elía- Puesto que tal vez hayamos cortado el único posible contacto con alguien capaz de enseñamos verdades inimaginables.

-Prefiero buscar esas verdades en las tablas de piedra que rescatamos hoy -dijo Federico con una sonrisa.

-Estoy de acuerdo -lo apoyó Marcos, abandonando el lugar con un alivio difícil de explicar.

 

 

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25 AÑOS DE LA SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Edición al cuidado de los autores

Con el apoyo de UNIVERSIDAD IBEROAMERICANO

Asunción – Paraguay

Agosto, 2013 (180 páginas)

 

 

 


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