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IGNACIO TELESCA

  CURAS, PUEBLO Y VATICANO (Obra de IGNACIO TELESCA)


CURAS, PUEBLO Y VATICANO (Obra de IGNACIO TELESCA)

CURAS, PUEBLO Y VATICANO

LA REORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA PARAGUAYA

DESPUÉS DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA, 1870-1880

IGNACIO TELESCA

FONDEC (FONDO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES)

Asunción, 2006

Diagramación: MARÍA ANGÉLICA LANERI

Diseño de Portada: RICARDO RUIZ DÍAZ

Corrección: REBECA GONZÁLEZ GARCETE

Impresión: AGR

I.S.B.N.: 99925-895-8-2

Hecho el depósito que prescribe la Ley

Derechos reservados conforme a la Ley

Impreso en el Paraguay

Printed in Paraguay

 

CONTENIDO

PRESENTACIÓN

LISTA DE ABREVIATURAS

INTRODUCCIÓN

I- LA REORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA PARAGUAYA, 1869-1877

II- LA MISIÓN DE DI PIETRO, 1878-1879

III - CURAS Y PUEBLO EN EL PARAGUAY

CONCLUSIÓN

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ANEXOS DOCUMENTALES

 

 

PRESENTACIÓN

Una primera versión de esta obra la presenté en la Universidad de Oxford para obtener mi título de grado. La compartí con un público más amplio en el I Simposio Internacional sobre Religiones, Religiosidad y Culturas, llevado a cabo en la ciudad de Dourados, Brasil, en septiembre de 2004.

Lo que ahora presento es una traducción de la versión original, con algunos añadidos, fundamentalmente en lo que se refiere a la misión de Gregorio Benítez, cuyos manuscritos fueron publicados posteriormente gracias a la tarea mancomunada del FONDEC con la Academia de Historia. Se agrega también un amplio anexo documental, proveniente éste del Archivo Secreto Vaticano, entre otros.

Sin lugar a dudas, los archivos eclesiásticos son muy ricos para poder profundizar en una historia no sólo política e institucional, sino también, y sobre todo, social. Un uso interesante hizo ya Barbara Potthast en su libro ¿'Paraíso de Mahoma' o 'País de las mujeres'? Igualmente, el historiador francés Luc Capdeville ha trabajado las partidas matrimoniales posteriores a la guerra, descubriendo que las mujeres paraguayas sí se casaban, y muchas de ellas con miembros de las tropas brasileñas.

Sin embargo, los archivos eclesiásticos están aún casi sin explorar. El debate sobre la población previa y posterior a la guerra podría ganar mucho si alguien se tomase el trabajo de rescatar todos los libros parroquiales de bautismos, confirmaciones y defunciones. Es una labor ardua, pero necesaria. Asimismo, hoy por hoy, son los únicos archivos que se encuentran disponibles al investigador que quiera trabajar el período posterior a 1870.

Además de los archivos, una fuente inagotable son los periódicos de la época. Tanto la Universidad Católica como la Biblioteca Nacional tienen importantes colecciones. Sin embargo, el estado de conservación de los periódicos no es el ideal. En la biblioteca de la Universidad Católica se encuentran en mejor estado y pueden ser consultados, ya sea en su formato original o a través de microfichas. La Biblioteca Nacional posee una buena colección pero casi inutilizable porque al dar vuelta las páginas, éstas se destruyen. Si bien existen copias en microfilme, la máquina no funcionaba. Una tarea urgente es rescatar estos periódicos realizando ediciones facsimilares como se hizo con Eco del Paraguay, también con apoyo del FONDEO.

Aparte de la investigación en los archivos, fueron claves otras lecturas. Los trabajos de Harris Gaylord Warren, de Milda Rivarola y de Juan Carlos Herken, entre otros, fueron muy importantes para mí comprensión del Paraguay posbélico.

La idea original de esta obra era explorar el universo de la religiosidad de la gente. Mi hipótesis era que, a pesar de la magnitud de la guerra, la población permaneció arraigada en su religiosidad, ya que ésta no se pierde en un corto plazo. Mi objetivo era entonces sumergirme en la vivencia religiosa de las personas. Sin embargo, me encontré con una doble dificultad. Por un lado, me veía en la necesidad de investigar primero la religiosidad previa a la guerra y, por otro, y más importante aún, los archivos consulta-dos, tanto el del Vaticano como el de la Arquidiócesis de Asunción y el de Villarrica, desgraciadamente no me brindaron los datos que yo necesitaba encontrar.

Una vez que pasé de una historia social, o de las mentalidades, a una más de corte institucional y/o política, sobre la reorganización de la Iglesia paraguaya, me encontré con que estaba en curso un debate sobre el resurgir del catolicismo a fines del siglo XIX en América Latina, siendo su punto culminante el Primer Concilio Plenario de la América Latina, llevado a cabo en Roma en 1899. El debate no es nuevo; siempre se discute si existe alguna manera de medir algo tan íntimo como la religiosidad, o si un país es más o menos cristiano. Siempre se suele mirar a la institución eclesial como centro de referencia. Si ésta está más activa es buena señal, sino, lo contrario. Pero una postura así nos remite al universo exclusivamente eclesiástico, entendiendo por esto la formalidad de la Iglesia como institución, y no a la vivencia de la gente. Además, el servicio eclesial no cambia a corto plazo porque haya habido una reorganización del estrato clerical. Sin lugar a dudas, como vamos a ver en este libro, la misión de monseñor Di Pietro fue excelente y se pudo encarrilar una situación anómala de la Iglesia paraguaya, además de reabrir el seminario y traer congregaciones religiosas. Sin embargo, la Iglesia paraguaya no experimentó ningún resurgir. Esto último, entonces, es el tema del presente libro. Esta obra, más que un capítulo cerrado, se presenta como una puerta de entrada a otras múltiples investigaciones.

Como estaba fuera del país, los contactos epistolares y electrónicos fueron muy importantes, y le agradezco a Milda Rivarola y a Thomas Whigham el apoyo que recibí de ellos cada vez que los consultaba. Este último y Ricardo Scavone Yegros leyeron la versión original, y ambos me animaron a publicar el trabajo.

Siempre fui bien acogido en los archivos y bibliotecas. Quiero agregar a las anteriormente citadas bibliotecas, a la del Museo Etnográfico Andrés Barbero. Este museo se ha convertido para muchos investigadores en un oasis, no sólo por la excelente biblioteca sino también por la calidez de la atención.

Por más de una década he formado parte de la Compañía de Jesús y esta investigación la realicé siendo jesuita. Así que mi vocación por la historia y por el Paraguay se la debo a ellos.

En la Universidad de Oxford, Alan Knight me orientó en este trabajo y Nicholas Davidson fue mi tutor de estudios. Campion Hall y su comunidad me brindaron todas las facilidades para que no sucumbiera en la tarea. A todos ellos, más que agradecido.

Quiero agradecer también al FONDEC por la posibilidad que me brinda de publicar esta investigación histórica.

 

LISTA DE ABREVIATURAS

AAA- Archivo Arquidiocesano de Asunción

ASV, AAEESS    - Archivio Segreto Vaticano, Affari Ecclesiastici Straordinari

ASV, ANB- Archivio Segreto Vaticano, Archivio Nunciatura in Brasile

ASV, SS - Archivio Segreto Vaticano, Segretaria di Stato

P.R.O., FO- Public Record Office, Foreign Office

R.O.  - Registro Oficial de la República del Paraguay

 

INTRODUCCIÓN

Débil como era, sin embargo, la Iglesia en Uruguay era mucho más fuerte que la de su vecino Paraguay, donde la Iglesia emergió de los horrores de la guerra en 1870 poco menos disminuida y desmoralizada que el resto de la población. Por las siguientes décadas, la Iglesia paraguaya que postrada y por lo general en silencio: olvidada por los conservadores, atacada ocasionalmente por los liberales y largamente ignorada por la historia (1).

La historia de la Iglesia en Paraguay necesita aún ser escrita. Salvo la obra de Margarita Durán (2), que como bien indica el título, es mínima, y la de Fidel Maíz y Hermenegildo Roa (3), que tiene ya más de cien años de ser narrada, nada aún se ha producido para cubrir este hueco. Este libro, aunque breve, quiere ser una primera aproximación a la Iglesia en el Paraguay en el período posterior a la Guerra contra la Triple Alianza (4).

Para 1870 Paraguay había sido totalmente destruido después de una inmisericorde guerra contra Brasil. Argentina y Uruguay. Todo necesitaba ser reconstruido (5). Más de la mitad de la población había muerto y aquellos que sobrevivieron eran fundamentalmente mujeres y niños (6). La guerra no dejó institución sin tocar, y desde esta poco prometedora base tenía que iniciarse una reconstrucción, aunque la vida política no haya cambiado mucho. El concepto de un Estado patrimonial permaneció casi intacto, mientras que las estructuras familiares y las relaciones de géneros tampoco experimentaron grandes cambios. Una situación similar puede observarse en la Iglesia: aunque sólo un tercio de los sacerdotes sobrevivieron a la guerra, la tragedia no cambió realmente la práctica de la religión.

Obviamente, esto último necesita una investigación meticulosa y este trabajo pretende ofrecer un punto de partida examinando la reorganización de la Iglesia paraguaya en la primera década después de la guerra, y en particular en el rol que jugó el delegado apostólico. monseñor Angelo Di Pietro.

La investigación se basa sobre fuentes que no fueron previamente utilizadas o apenas tenidas en cuenta.

Últimamente se viene hablando de un resurgimiento religioso al final del siglo diecinueve en América Latina, impulsado fundamentalmente desde el Vaticano (7). Sin embargo, el presente estudio pondría en duda dicha hipótesis al menos en el caso de Paraguay. Veremos que las problemáticas de la historia paraguaya se reflejaban también en la historia de la Iglesia. Aunque el pueblo en general seguía siendo eminentemente religioso, notaremos que esto no fue debido a una reorganización institucional, sino más bien a la manera en que la gente había aprendido a practicar su fe sin la asistencia de la institución.

En la primera sección, el estudio se centra específicamente en la reorganización institucional de la Iglesia hasta el momento en que el gobierno envía una delegación a Roma en 1877. En la siguiente sección trataré la misión de Di Pietro, resultado de la previa delegación paraguaya a Roma. Como esta historia no ha sido hasta ahora tratada minuciosamente, tendré que adoptar un estilo más narrativo. La tercera sección ya se aparta de la narrativa institucional para discutir el día a día de la vida religiosa de los habitantes del Paraguay, tanto de los sacerdotes como de la gente.

La política de la primera década de posguerra estuvo caracterizada por tres aspectos importantes: el establecimiento de un nuevo sistema político, la inestabilidad de dicho sistema y la interferencia extranjera en los asuntos inter nos del Paraguay. Asunción estuvo ocupada por las tropas brasileñas desde el 1 de enero de 1869 y, con la ayuda de exiliados paraguayos, instalaron un nuevo gobierno con una nueva Constitución siguiendo el modelo argentino. El grupo de paraguayos que formaron el nuevo gobierno se dividió en dos facciones de acuerdo a alianzas de familia. Otro grupo de paraguayos, formado por aquellos que habían luchado junto a López o habían sido enviados al exterior por el mismo López, también se las arreglaron para entrar en la arena política. La combinación de un sistema político impuesto desde arriba con conflictos internos entre la clase política paraguaya fue el caldo de cultivo ideal para una larga inestabilidad política. Ningún presidente pudo cumplir el término constitucional hasta 1886. Golpes, intentos de revoluciones y los asesinatos marcaron los diez años siguientes a la conclusión de la Guerra contra la Triple Alianza (8).

 

NOTAS:

1.- LYNCH: «The Catholic Church in Latin America, 1830-1930» en L. BETHELL: (ed.) The Cambridge History of  Latín America, IV, p. 569. Weak as it was, however, the Chureh in Uruguay was stronger than that in neighboring Paraguay, where the Chureh emerged from the horrors of war in 1870 hardly less diminished and demoralized than the rest of the population. For the next decades the Paraguayan Chureh lay prostrate and usually silent, neglected by conservatives, occasionally attacked by liberals and largely ignored by history.

2.- DURAN: La Iglesia en el Paraguay. Una historia mínima, Asunción, 1990.

3.- MAÍZ, Fidel y Roa, Hermenegildo: Breve reseña histórica de la Iglesia de la Santísima Asunción del Paraguay, Asunción, 1906.

4.- Los únicos trabajos en tratar este tema son los de: NÚÑEZ: «Evangelización en los 25 años de posguerra (1870-1895)», en La evangelización del Paraguay. Cuatro siglos de historia, Asunción, 1979, pp, 175-187; MELIÀ: «El fusilamiento del Obispo Palacios. Documentos vaticanos», Estudios Paraguayos, 21.1, 1983, pp. 25-50; HEYN: «Biografía y obras del padre Fidel Maíz», en MAÍZ: Etapas de mi vida, 3a ed. Asunción, 1996, pp. 217-290; y CHAKTRAIN: L'Èglise et les partis dans la vie politique du Paraguay depuis l'Indépendence, Universidad de París I, Ph.D. tesis, 1972.

5.- Cf. RIVAROLA: Obreros, utopías & revoluciones, Asunción, 1993; KLEINPENNING: Rural Paraguay, 1870-1932, Amsterdam, 1992; HERKEN: El Paraguay rural entre 7869 y 1913, Asunción, 1984; WARREN: Paraguay, and the Triple Alliance: the Postwar Decade. 1869-1878. Austin, 1978, entre otros.

6.-  De acuerdo al cónsul inglés en Buenos Aires, la población paraguaya en 1872 era 231.796: 176.000 nativos, y 55.796 extranjeros; P.R.O., Foreign Office Papers, FO 59/35, Mac Donnell al conde de Granville, Buenos Aires, 2 agosto 1872. Más detalles en POTTHAST y WHIGHAM: «The Paraguayan Rosetta Stone: New Insights into the Demographics of the Paraguayan War, 1864-1870», Latin American Research Review 34.1, 1999, pp. 182-184.

7.- IVEREIGH (ed.): The Politics of Religion in an Age of Revival, Londres, 2000.

8.- Esta situación política ya ha sido tratada por otros autores de manera exhaustiva, Cf. WARREN: Paraguay and the Triple Alliance, y Rebirth of the Paraguayan Republic: the First Colorado Era, 1878-1909, Pittsburgh, 1985; LEWIS: Political Parties and Generations in Paraguayns Liberal Era, Chapel Hill, 1993; HERKEN: El Paraguay rural entre 1869 y 1913, Asunción, 1984; CABALLERO AQUINO: La Segunda República Paraguaya, Asunción: Arte Nuevo, 1985; ABENTE: «The Liberal Republic and the Failure of Democracy in Paraguay».

 

 

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LA REORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA PARAGUAYA, 1869-1877

 

Después de la independencia, la Iglesia nunca tuvo en Paraguay la influencia social que tenía en otros países latinoamericanos. El Estado se arrogó para sí mismo el anterior patronato real. El doctor Francia cerró el seminario en 1820 y cuatro años más tarde suprimió las órdenes religiosas «por ser innecesarias y sin utilidad», confiscando sus pertenencias. Cuando Francia murió en 1840, sólo cuarenta y tres sacerdotes servían a las ochenta y tres parroquias que formaban la diócesis de Asunción, la única diócesis en Paraguay. El sucesor de Francia, Carlos Antonio López, reabrió el seminario y el Estado volvió a pagar los salarios de los sacerdotes, pero López controlaba la Iglesia, hasta el punto de escribir las cartas pastorales (9). Francisco Solano López continuó la política de su padre, y la Iglesia permanecía bajo el control del Estado. El último obispo de la sede de Asunción antes de 1870, Manuel Antonio Palacios, nombrado en enero de 1865, fue ejecutado por López durante la guerra en diciembre de 1868, por conspirar contra el presidente. Sin embargo, López contaba con elementos dentro de la Iglesia que estaban de su lado: dos sacerdotes, Fidel Maíz y Justo Román (10), estaban entre el jurado que sentenció a muerte al obispo Palacios (11).

El sacerdote capuchino italiano Salvador María de Nápoles (12), que era uno de los capellanes de las tropas brasileñas, caracterizaba a López -desde su parcial punto de vista- como el «Nerón americano» a quien el pueblo y el clero obedecían, y explicaba:

El capricho del Nerón Americano era la verdadera Constitución, y so pretexto de igualdad ante la ley, militarizaba el Sacerdocio, esclavizaba la Iglesia, [..] El sacerdote cargaba la espada o el fusil, vestía la camisa colorada; era en fin comisario de guerra, o fiscal de sangre en las sentencias de muerte. En el Clero, entre los Campeones no faltaron los pusilánimes y débiles, los espías y acusadores del finado Obispo, y de sus mismos hermanos!! [..] López tuvo el talento de destruir a la flor del Clero, que, sea dicho a su gloria, formaba la mayoría, y los mejores magistrados y hombres públicos, dejando en el suelo Nacional un puñado de hombres ignorantes (con pocas excepciones) y unos 25 clérigos de la misma ralea, con una sola excepción (13).

En la confusa situación de 1869, algunos sacerdotes permanecieron con López hasta el final de su lucha, mientras que otros ya intentaban reorganizar la Iglesia en Asunción. El internuncio apostólico en Brasil, monseñor Domenico Sanguigui (14), recibió una carta firmada por tres sacerdotes paraguayos-Policarpo Páez, Claudio Arrúa y Cecilio Román- en Asunción el 2 de abril de 1869, pidiéndole que nombre a alguien para tomar la responsabilidad (15). El internuncio ya sabía desde enero acerca del fusilamiento del obispo Palacios por López (16). La cabeza de facto de la Iglesia en Asunción era Fidelis de Avola, uno de los seis sacerdotes capuchinos italianos que sirvieron como capellanes en el ejército brasileño. Desgraciadamente para la Iglesia paraguaya, estos extranjeros eran los únicos corresponsales del internuncio o, al menos, los únicos a quienes él creía. Cuando los sacerdotes paraguayos comenzaron a volver a la ciudad, éstos eran enviados junto a Avola por el ministro brasileño en Paraguay para que obtuviesen las facultades necesarias para realizar su ministerio. El internuncio utilizaba a los frailes capuchinos no sólo para informarse acerca del Paraguay, sino también para juntar sugerencias sobre los posibles candidatos para la sede de Asunción. Tanto Avola como Nápoles tenían en baja estima al clero paraguayo afirmando que ninguno de sus miembros era digno de ser nombrado obispo. Nápoles le comentó a Sanguigni que «aunque ellos [los sacerdotes paraguayos] eran razonablemente decentes, carecían de sano juicio y de la inteligencia necesaria para gobernar la Iglesia en estos tiempos espinosos». Propuso además que uno de los capellanes del ejército brasileño fuera nombrado obispo de manera interina". Desde Roma querían que Sanguigni nombrara a un paraguayo como vicario apostólico, y sugirió algunos posibles candidatos: Fidel Maíz, Vicente Moreno, Cecilio Román, Manuel Antonio Corvalán. Pedro León Caballero y José Teodoro Escobar (aunque estos dos últimos ya estaban muertos). Sin embargo, hay que añadir que el internuncio estaba también bajo la presión del gobierno brasileño para que no nombrara a ningún paraguayo como vicario, ni delegara el asunto al arzobispo de Buenos Aires (desde 1865 la diócesis de Paraguay había pasado a ser sufragánea de la de Buenos Aires). Por su parte, el arzobispo de Buenos Aires sostenía que el nuevo obispo debería ser un delegado papal. Finalmente, el papa Pío IX decidió dejar la cuestión enteramente al internuncio en Río de Janeiro. Sanguigni designó a Avola como vicario apostólico foráneo (18), designación que fue aprobada por el gobierno provisional paraguayo en diciembre de 1869. Un mes más tarde, Avola tomó posesión de la sede.

En abril de 1870, Avola contaba sólo con diecisiete sacerdotes, todos ellos paraguayos, para poder enviar a las diferentes parroquias. Estos sacerdotes tenían que cubrir todo el país, por lo que casi todos ellos estaban a cargo de todo un departamento: «[...] Barrero Grande y su departamento, Vicente Moreno; Villa Rica y su departamento, Miguel de Dios Pinto; [...]» (19).

En sus inicios, el clero paraguayo aceptó silenciosamente la autoridad de Avola: el padre Duarte, quien luego se convertiría en su feroz opositor, le envió a este último una carta alabando de esta forma:

[...]  sus virtudes, su celo paternal, y su alta influencia servirá de mucho ala Iglesia del Paraguay para recobrar su antiguo esplendor y sus legítimos derechos de que fue despojada por los déspotas que han gobernado esta República (20).

Tanto el clero como el pueblo estaban exhaustos por la guerra. La totalidad de los sacerdotes se habían unido en la lucha contra la Triple Alianza, no así la mayoría de la clase política asunceña, que había estado en el lado vencedor. Es materia de especulación si la gente estaba consciente o no de esta distinción; pero en las elecciones de 1870 para formar la asamblea constituyente, encarga-da de redactar la nueva constitución, siete sacerdotes fueron elegidos: Claudio Arrúa (por Luque), Pedro Juan Aponte (por Ihacangua), J. del C. Arzamendia (por Altos), Miguel Pintos (por Villarrica), Policarpo Páez (por Pilar), Jerónimo Ortiz (por Carapeguá) y José Ignacio Acosta (por Lambaré). Los cinco primeros pertenecían al Gran Club del Pueblo y los dos últimos al Club del Pueblo (21).

En el ya citado reporte de Nápoles, se deja igualmente clara la dependencia de la Iglesia en el apoyo brasileño:

La ocupación brasileña fue al principio más bien una medida prudente y acertada, porque dio lugar a nosotros, encargados por la Nunciatura Apostólica para establecer la regular administración de los SS. Sacramentos, y la Disciplina Eclesiástica, para congregar todo lo desparramado, y ordenar aquel caos insondable. Y en verdad, no sin sacrificios y fátigas increíbles, en poco tiempo se restablecieron, según los Cánones, más de 50 Parroquias (de las 103 que tenía la Diócesis) se abrió un Seminario para Eclesiásticos, y un Colegio Nacional en grandes proporciones (22).

 

NOTAS:

9.- Cf. DURAN: 1990, p. 43. Sobre la época de Francia y los López Cf. COONEY: «Independence, Dictatorship, and Fray Pedro García de Panes, OFM: Last Bishop of Colonial Paraguay ( 1838)». Archivum Franciscanum Historicum, 68, Roma, 1975, pp. 421-449: «The Destruction of the Religious Orders in Paraguay, 1810-1824» The Americas 36:2, 1979, pp. 177-198; HEYN SCHUPP: Iglesia y Estado en el Paraguay durante el gobierno de Carlos Antonio López, 1841-1862. Estudio jurídico-canónico. Asunción: Biblioteca de Estudios Paraguayos, 1987; Iglesia y Estado en el proceso de emancipación política del Paraguay (1811-1853). Asunción: Editorial Don Bosco, 1991; NOGUÉS: «El general López en Roma». Historia Paraguaya, 1969-70; La Iglesia en la época del doctor Francia. Asunción, 1988; «El Provisor Roque Antonio Céspedes Xeria», Historia Paraguaya, 1958, pp. 45-64; GAONA, El Clero en la Guerra del 70, Asunción, n.d.

10.-  Ambos sacerdotes siguieron al Mariscal López hasta Cerro Corá, pero mientras que Maíz fue llevado prisionero al Brasil, Román fue degollado por las tropas brasileñas, después de caer López. Cf. GAONA, p. 24.

11.- Cf. El dictamen formulado por estos sacerdotes en DURÁN, Margarita, Catecismo de San Alberto, pp. 3-37 del anexo.

12.- Él utilizaba la versión castellana de su nombre.

13.- Archivio Segreto Vaticano (ASV), Affari Ecclesiastici Straordinari (AAEESS), Paraguay, fascículo 135, Nápoles a Marini, Nápoles, 19 de julio de 1875, f. 79.

14.-  Fue internuncio desde 1863 hasta el 30 de enero de 1874. Hasta el arribo de monseñor Di Pietro, el delegado pontificio en Brasil tenía jurisdicción sobre el Paraguay.

15.- ASV, Archivio Nunciatura in Brasile (ANB), fascículo 293, ff. 19-20, a Sanguigni, Asunción, 2 de abril de 1869.

16.-  El proceso de ejecución y su desarrollo en el Vaticano está excelentemente tratado en MELIÀ, «El fusilamiento del Obispo Palacios. Documentos Vaticanos», Estudios Paraguayos, 21.1, 1983, pp. 25-50.

17.- Citado por MELIÀ, 1983, p. 34, a quien seguimos para el desarrollo del período 1869-70.

18.- Normalmente, el vicario apostólico foráneo era designado por el obispo como su representante en un grupo de parroquias. En este caso, Avola era un representante del internuncio con algunos poderes episcopales, tales como conferir la confirmación.

19.- ASV ANB, fascículo 293, f. 40, Avola a Sanguigni, Asunción, 21 de abril de 1870. Sin embargo, es importante no perder de vista que los nombramientos eran hechos por el Estado, como queda constancia en el Registro Oficial; el mes de septiembre de 1869 fue un mes de reorganización parroquial para el Estado: el 4 se nombra capellán de la parroquia del departamento de Tobatí al presbítero don Miguel de Dios Pintos: el 17, capellán de la parroquia de Itapé, al presbítero don Pedro Aponte; el 18, capellán de las parroquias Recoleta y Trinidad, al presbítero don Tomás Castelvi, capellán de la parroquia de San Roque, al presbítero don Claudio Arrúa, capellán de la parroquia de la Catedral, al presbítero don Policarpo Páez; el 22, capellán de la parroquia de la Villa Concepción y su departamento, al presbítero Cecilio Román; capellán de la parroquia de Barrero Grande, Caraguatay y Piribebuy, al ciudadano Manuel Vicente Moreno, el 23, capellán de las parroquias de Luque, Areguá y Limpio, al presbítero don Claudio Arrúa; el 24, capellán para la parroquia de la Villa del Pilar, al presbítero don Isidro Insaurralde, el 25, capellán de la parroquia de la Recoleta, al presbítero don Pedro Pablo Benítez; el 27, capellán de las parroquias de Yaguarón, Itá y Paraguarí, al presbítero don José María Velásquez; el 28, capellán de la parroquia de La Encarnación al presbítero don Gerónimo Becchis. Cf. RO, tomo I.

20.- Archivo Arquidiocesano de Asunción (AAA), carpeta Avola, Duarte a Avola, Asunción, 22 de enero de 1870.

21.- Cf. DECOUD, 1934.

22.-  ASV AAEESS, fascículo 135, Nápoles a Marini, Nápoles, 19 de julio de 1875, f. 79-80.

 

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A pesar de estos esfuerzos, ni el seminario ni el colegio duraron más de un año; y los extranjeros comenzaron a ser resentidos por el clero paraguayo. El padre Fidel Maíz, quien había servido como uno de los fiscales en los «tribunales de sangre» en donde fue ejecutado el obispo Palacios, volvió al Paraguay desde el Brasil el 5 de diciembre de 1870, habiendo justificado sus acciones bajo el comando de López ante el internuncio. Él era reconocido, tanto por amigos y enemigos, como el mejor educado entre el clero paraguayo, «el único sacerdote competente», decía Nápoles en su informe (23).

Avola y Maíz chocaron desde un inicio. El vicario foráneo no podía permitirle a Maíz volver al Paraguay como si nada hubiese pasado; Maíz había estado envuelto en la misma ejecución del anterior obispo. Sin embargo, Avola, como vicario foráneo, carecía de la autoridad para resolver dicha cuestión, aunque, yendo más allá de sus poderes, él trató de suspender a Maíz a divinis. De hecho, el 26 de diciembre el padre Fortunato José de Sousa, capellán también de las fuerzas imperiales y secretario de Avola, le escribe una nota en donde le comunica a Maíz que «estando acusado de hechos que acarrean graves censuras eclesiásticas ha de abstenerse de celebrar todo y cualquier acto del ministerio sagrado hasta ulterior resolución». De más está decir que el padre Maíz no se quedó atrás y al día siguiente contestó con otra carta, en donde manifestaba que hasta que no se le realice un juicio él seguirá ejerciendo su ministerio (24).

Avola temía la influencia de Maíz sobre el resto del clero, y con buena razón: el padre Ignacio Duarte, cura párroco de la iglesia de San Roque en Asunción, invitó a Maíz a predicar en su parroquia el 12 de febrero de 1871. Esto era en clara oposición a Avola, quien en el mes anterior había enviado una circular a los curas párrocos informándoles que el padre Maíz estaba suspendido. Este asunto generó un debate considerable en los periódicos de Asunción, y Avola comenzó a sentir claramente la oposición del clero nativo, quien trataba de forzar al gobierno para que se retracte del nombramiento de Avola. Su argumento era que el artículo 3°.- de la nueva Constitución Nacional establecía que: «la religión del Estado es la Católica, Apostólica, Romana, debiendo ser para-guayo el jefe de la Iglesia; sin embargo, el Congreso no podrá prohibir el libre ejercicio de cualquiera otra en todo el territorio de la República» (25), mientras que el artículo 102°.-, refiriéndose a los poderes del presidente, establecía que éste «ejerce los derechos del Patronato Nacional de la República en la presentación de Obispos para la Diócesis de la Nación, a propuesta interna del Senado, de acuerdo con el Senado Eclesiástico, o en su defecto, del Clero Nacional reunido» (26).

El presidente Cirilo Rivarola trató de revocar el exequátur de Avola, pero este último desconocía la medida de Rivarola hasta que el Vaticano nombrase a su sucesor (27). De hecho, Rivarola le retiró el exequátur el 10 de febrero de 1871 y para elegir a un nuevo Jefe de la Iglesia entre los miembros del clero nacional, el 21 de dicho mes convocó «a todo el clero nacional para una reunión que tendrá lugar el día 30 del próximo mes entrante ... con el fin de proponer una terna para el objeto indicado » 28

Finalmente, el clero nacional se reunió en abril de 1871 y envió al gobierno una lista con tres candidatos para el obispado: Manuel Vicente Moreno (29). Feliciano Eliseche (30) y Blas Ignacio Duarte. El decreto presidencial lo deja claro:

El Presidente de la República.

Visto el Art. 3°.- de la Constitución y estando aprobada por el Senado la terna compuesta de los Presbíteros ciudadanos Manuel Vicente Moreno, Blas Ignacio Duarte y Feliciano Eliseche, presentada por el Clero Nacional reunido a convocación del ejecutivo para la presentación del Obispo de esta Diócesis, de conformidad con lo prescrito en el artículo 102, inciso 7°.- de la Constitución, en uso del derecho de Patronato que le acuerda dicho artículo: oído el parecer del Consejo de Ministros,

 

NOTAS:

23.- Ibíd., f. 82. Fidel Maíz en su Etapas de mi vida narra estos años a partir de la página 75.

24.- MAÍZ, idem.

25.- DECOUD, 1934, comenta que el artículo fue objeto de una larga discusión en donde los presbíteros presentes se opusieron, a la redacción del artículo, pero éste fue sancionado por una mayoría de 28 votos contra 17 (Cf. pp. 245-6). Avola había sido nombrado antes de la redacción de la Constitución.

26.- DECOUD, 1934, aclara que en vez de «interna» debería leerse en terna, como de hecho fue la propuesta de Cayo Miltos. Este inciso fue aprobado por unanimidad, es decir que todos los sacerdotes presentes se adhirieron a la propuesta; pp. 292-3 Cf. MAÍZ, 1996, pp. 81-88.

27.- Incluso el internuncio Sanguigni le escribía a Avola desde Río de Janeiro dándole autorización para confirmar y para dispensar de impedimentos en 10 casos de primer grado, además de afirmarle que su celo, dedicación, ernpeño por la causa de la religión es merecedor de todo elogio, y apruebo sin reservas sus actos. ASV, ANB, fascículo 297, Sanguigni a Avola, Río de Janeiro, 21 de octubre de 1871.

28.-  R.O., tomo 1, p. 171.

29.-  Manuel Vicente Moreno había sido ordenado sacerdote en 1849.

30.-  Al año siguiente, el padre Eliseche fue nombrado director del Colegio Nacional de la Asunción, 23 de septiembre de 1872, R.O., tomo 1, p. 360. El apellido Eliseche en otras ocasiones se lo encuentra con `z', Eliseche. Lo mismo ocurre con otros apellidos.

 

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DECRETA:

Art. 1º Nómbrase al Presbítero ciudadano Manuel Vicente Moreno para asumir la administración de este Obispado mientras sea definitivamente instituido y confirmado un nuevo Diocesano, que el Gobierno propondrá dentro del más breve término a la Santa Sede Apostólica.

Art. 2°.- En este intervalo el nombrado administrador ejercerá pleno jure toda la jurisdicción temporal de la Iglesia.

Art. 3°.- Comuníquese a quienes corresponda por el órgano respectivo, publíquese y dese al R. O.

Dado en la Asunción a los veinte y dos días del mes de septiembre de mil ochocientos setenta y uno.

RIVAROLA.

José S. Decoud (31)

 

Aunque el presidente Rivarola haya nombrado a Moreno como administrador de la diócesis, Avola continuaba ejerciendo los poderes. Las rivalidades crecieron durante los siguiente meses, y varios sacerdotes decidieron no aceptar la autoridad de Avola. En 1872, los sacerdotes paraguayos Blas Ignacio Duarte, Elíseo Díaz Canteros, Feliciano Elizeche y José María Núñez se negaron a aceptar los nombramientos hechos por Avola (32). Sin embargo, más que problemas doctrinales, lo que estaba en juego eran cuestiones políticas. La dominación brasileña era resentida por la población en general, e incluso más por el clero paraguayo, quienes se habían opuesto a los brasileños en la guerra. Tampoco era un problema de fácil resolución para la nueva elite política. Ellos se negaron a tomar una posición definitiva respecto al exequátur. A veces apoyaron al vicario en contra de los curas «lopistas», otras veces reaccionaron en contra de la dominación extranjera en asuntos eclesiales. Podemos ver en La Regeneración, el primer periódico que apareció en Asunción después de 1869, ejemplos tanto de artículos quejándose de los sacerdotes que apoyaron a López, como de artículos apoyando al clero paraguayo en contra de los capuchinos extranjeros.

El sacerdocio fue el primer elemento del despotismo; el primer sostenedor del déspota y el primer defensor de la maldad. El que ayer alzaba sus preces al cielo pidiendo gloria y larga vida para el tirano, no puede hoy entonar los himnos inmortales de la libertad 33.

Tenemos un clero paraguayo que puede muy bien llenar las Iglesias y parroquias, a qué pues admitir a capuchinos, a esos hombres arrojadlos por malditos de todo el mundo! (34)

Mientras tanto, los sacerdotes paraguayos participaban activamente en las discusiones políticas del momento. Maíz estaba en contacto con Rivarola, quien lo apoyaba en contra de Avola. Cuando Rivarola cayó a fines de 1871, Fidel Maíz fue puesto en prisión. Luego Maíz, Jerónimo Becchis (35) y Blas Ignacio Duarte se ubicaron con Cándido Bareiro. Otros sacerdotes tuvieron que exiliarse cuando el intento de revolución que ellos apoyaban fracasó, coleo es el caso de Jerónimo Ortiz, quien tuvo que escapar a Argentina después de las revueltas de 1872-336. Al mismo tiempo que el clero paraguayo estaba envuelto en las discusiones políticas del momento, nuevos curas extranjeros llegaron al país, la mayoría de ellos expulsados de las diócesis vecinas de Argentina. Avola los fue enviando a las parroquias del interior, en donde quedó pronto en claro por qué habían sido expulsados. Pedro Antonio Cione, un sacerdote italiano, fue enviado a Capiatá, en donde fue acusado por su feligresía en enero de 1872 de golpear a una mujer en la sacristía, y dos meses más tarde «por hechos escandalosos y criminales» (39).

Cuando Cirilo Rivarola fue reemplazado al final de ese año, tanto el nuevo gobierno como parte del clero continuaron reconociendo a Avola como la cabeza de la Iglesia. En esta situación, el gobierno de Salvador Jovellanos decidió enviar a Gregorio Benítez 38 a Roma para pedir el nombramiento de Moreno como nuevo obispo de Asunción. A pesar de las protestas de Avola y del gobierno brasileño, Roma finalmente instruyó, el 1 de septiembre de 1873, al inter-nuncio Domenico Sanguigni que nombre a Moreno 39.

La misión de Benítez, sin embargo, no estuvo exenta de complicaciones. Llegó a Roma el 1 de junio de 1873 y permaneció en dicha ciudad hasta el 7 de julio. Allí se dio cuenta de que el informante del Vaticano respecto al Paraguay era el mismo internuncio de Río de Janeiro, y de éste los padres capuchinos, en especial Fidelis de Avola (40). A esto se debe la reticencia de parte del papa Pío IX en nombrar a alguien del clero nacional para vicario administrador. La razón principal era que en el Paraguay no había sacerdotes capaces de ocupar el puesto de jefe del clero.

Sobre Moreno, de manera especial, tenían bastantes reparos, ya que se había inmiscuido en política y que al ser de carácter débil sería fácilmente manejado por Fidel Maíz. La difícil situación Benítez la comentaba en una carta a José del Rosario Miranda:

Cúmpleme advertir al gobierno que el señor capuchino Fidelis de Avola que se halla provisoriamente al frente de la Iglesia Paraguaya, ha dado a la Corte Pontifical los informes más tristes sobre el clero paraguayo, presentando a todos los sacerdotes como nulidades absolutas. Que ninguno de ellos es digno de ser colocado a la cabeza de la Iglesia del país. Por mi parte, comprendo perfectamente el verdadero móvil de los informes del señor capuchino. No obstante, espero convencer a Su Santidad y a sus Ilustres consejeros de la realidad de la situación. Al efecto, me ocupo de tomar las medidas necesarias. Entretanto, es de absoluta necesidad que el Gobierno de la República no acepte ninguna proposición de parte del Internuncio residente en el Brasil o del mismo fray Fidelis. Es preciso que el gobierno sepa hacer ejecutar y respetar la Carta Fundamental de la nación. Que responda netamente que no puede tratar de un asunto que ha sido objeto de una misión especial cerca del Santo Padre y que la nación se ha visto obligada a costear. Que hasta que reciba noticias del resultado final de las negociaciones de su plenipotenciario, no podría entablar discusiones ni aceptar proposiciones de ninguna especie (41).

Gregorio Benítez, en una exquisita labor diplomática, no dejó puerta sin tocar y no dudó en recurrir incluso al padre general de los jesuitas, el padre Bex, para solicitarle la ayuda necesaria para lograr su objetivo. Es importante notar que entre las razones más importantes esgrimidas por Benítez para la pronta designación de Moreno, estaba la de la anarquía reinante en la Iglesia paraguaya entre los sacerdotes y Fidelis de Avola.

Roma aceptaba nombrar a Daniel Sosa, cura de la Catedral, pero como vicario apostólico. Finalmente, y después de un largo trabajo de pasillos, Benitez consiguió que Pío IX autorice a monseñor Domenico Sanguigni, internuncio apostólico en el Brasil, para que proceda efectuar el nombramiento de dicho sacerdote Moreno al puesto referido, ad beneplacitum Santa Sedis, confiriéndole las facultades necesarias para poder ejercer el cargo que se, le confía, en bien espiritual de los fieles de aquella Diócesis.

El 1 de septiembre de 1873 se escribe el Breve en Río de Janeiro nombrando a Moreno como administrador de la diócesis del Paraguay y el 28 de octubre Jovellanos le da el pase (42).

El 27 de noviembre del mismo año, Moreno escribió su primera carta pastoral al clero y al pueblo dándoles a conocer su nombramiento como administrador apostólico de la diócesis de tal manera que ellos puedan «recurrir a mí con vuestras necesidades espirituales» (43). Primeramente, Moreno pidió al papa que excuse de todos los defectos canónicos que pudieron haber surgido por la anterior situación y le solicitó que escuche al clero paraguayo corno fiel intérprete de sus propios intereses. En clara referencia a Avola, él declaraba:

Ay! Se le ha negado aún el derecho de existir como corporación; y lo que es más, se ha sostenido como doctrina de la Iglesia Católica, que no merece ya tener un Pastor ó Prelado de su propia nacionalidad, si no es pasados 40 años! (44)

Al mismo tiempo, el obispo Moreno reorganizó las parroquias nombrando vicarios foráneos y dándoles nuevas instrucciones (45).

Avola, finalmente, dejó el país junto con los demás sacerdotes capuchinos, con la excepción de Salvador de Nápoles, quien permaneció en su parroquia de Villarrica. Tan pronto como se enteró del nombramiento de Moreno,  Nápoles le escribió inmediatamente al nuevo administrador reconociéndole «corno superior y padre», y dejándole claro que,

[..] si yo soy del hábito seráfico, no opinaba como aquel [Avola] que lo revestía y me mandaba ¡¡no poseía en muchos puntos las mismas ideas!! Mis amigos han sido, y que creo que aún lo sean, los RR. PP Duarte, Elizeche, Aponte, Gil, Sosa, Casco, Ortiz, Insaurralde, Maíz (aunque no lo conozca) y cuantos Sacerdotes sirven a esta Iglesia Paraguaya (46).

Además, Moreno recibió -como era de esperar- el reconocimiento de todos los sacerdotes paraguayos que habían tenido problemas con Avola y el gobierno. Desde su exilio en Villa Occidental (en ese tiempo bajo control argentino), el padre Acosta le envió una carta a Moreno presentándole su obediencia y declarando que,

[..] desde un principio he sido opuesto contra la administración perversa del mercenario Avola, y de los gobiernos pasados y actuales, y me he impuesto como una ley Sagrada, de llevar siempre una sistemática oposición, y una fuerte persecución contra ellos hasta morir ó hasta conseguir que un Sacerdote paraguayo venga a regir el destino de nuestra Iglesia'.

Desgraciadamente para la Iglesia paraguaya, Moreno murió siete meses más tarde, el 30 de mayo de 1874. Antes de morir nombró a su secretario, no otro que el padre Fidel Maíz, como administrador ad interim hasta que un nuevo obispo sea designado (48). El gobierno aceptó el nombramiento el 2 de junio y el 28 de julio de dicho año convocó al clero para el 10 de septiembre con el fin de elaborar una terna y presentar al papa a quien fuera electo 49. La terna electa y aprobada por el senado estuvo conformada por Fidel Maíz, Feliciano Eliseche y Gerónimo Ortiz.

Los siguientes tres años fueron los más difíciles de toda la historia de la Iglesia en el Paraguay de posguerra. En primer lugar, había dificultades canónicas: ¿podía Moreno, siendo sólo un administrador, delegar sus funciones en Maíz? Por otro lado, estaba la duda sobre la validez del nombramiento de Maíz por el gobierno. De acuerdo a las provisiones del patronato, dicho nombramiento era totalmente válido, pero Roma se negaba a reconocer la transferencia del patronato del reino español a las nuevas repúblicas independientes, aunque de hecho sí aceptaba pragmáticamente nombramientos gubernamentales, como fue el caso de Moreno. Pero el real problema era Maíz, su responsabilidad por la ejecución del obispo Palacios estaba todavía sin resolver. Quizá, si Moreno hubiese elegido otro sacerdote paraguayo, Roma habría aceptado al nuevo administrador. Aunque el clero había nominado a Maíz para ocupar la sede, ellos no formaban una unidad homogénea-como había quedado de manifiesto en la participación en la Asamblea Constituyente de 1870-. Antiguos amigos de Maíz, tales como Duarte, Insaurralde, Becchis y Jara, comenzaron a hacerle oposición y a enviar cartas al internuncio acusándole tanto de haber presionado a Moreno a firmar cuando éste estaba en su lecho de muerte, como de perseguir a todos aquellos curas que no estaban de acuerdo con él. Uno de ellos escribía:

Como tuve el honor de anunciar a V. E. Rma, jamás me he degradado hasta el punto de adherirme al cisma desgraciadamente iniciado en mi patria por el presbítero Fidel Maíz; y si hasta cerca de la última Pascua me mantuve cerca de mi curato de Villa del Pilar, fue con la más completa independencia de este Presbítero Maíz, prelado impuesto a la fuerza y anticanónicaniente por el gobierno de mi país.

Mas en la fecha arriba apuntada, habiendo caprichosamente pretendido Maíz separárseme de la parroquia conferida legítimamente por el Rmo. Vicario Apostólico Fray Fidelis de Avola, para colocárseme en otra, obligome darme de este modo adhesión al cisma; me negué resueltamente aceptarla, por cuyo motivo, siendo en gran manera perseguido por el gobierno que pretendía encerrarme en un calabozo, me determiné a emigrar clandestinamente de mi país, hallándome ahora en Corrientes.

Doy a  saber a V E. Rma. este suceso con el objeto de manifestar mi constancia en el propósito de confesar la debida obediencia a V. E. y sobre todo al Padre Universal y Vicario de Jesucristo, de quien jamás me he apartado. Aquí espero las órdenes de V E. Rma. dispuesto a hacer de mi parte cualquier sacrificio por salvar mis esencias católicas, y cumplir con los deberes que incumben a todo sacerdote que cifra toda su gloria en el consagrarse hasta la muerte fiel a las doctrinas de la Iglesia Católica Apostólica Romana 50.

 

NOTAS:

34.- Ibíd.. 20 de marzo de 1870.

35.- Jerónimo Becchis fue reconocido por el gobierno de Rivarola como agente consular del rey, de Italia en Asunción, el 10 de agosto de 1871 (Cfr. R.O., tomo 1, p. 230), lo cual originará un descontento de Roma hacia Avola por dar tal autorización. El padre Becchis, de origen italiano, había llegado al Paraguay en 1855.

36.- AAA, Notas Recibidas, 1870-4, Ortiz a Avola, Corrientes, 17 de abril de 1873. José Ignacio Acosta también fue suspendido por Avola por haber participado en el levantamiento de Caballero en 1873, Cf. la carta de Acosta a Avola desde Itá, el 7 de julio de 1873, en ídem.

37.- Ibíd., Jefe Político de Capiatá a Avola, Capiatá, 16 de enero de 1872; Ferreira a Avola, Capiatá, 7 de marzo de 1872.

38.- El nombramiento de Benítez como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario es del 1 de julio de 1872, R.O., tomo I, pp. 339-340. Benítez, EN otras ocasiones, figura como Benítes.

39.- La misión de Benítez a Roma se encuentra detallada en BENÍTEZ. Gregorio, Misión en Europa (1872-1871). Asunción: FONDEC - Academia Paraguaya de la Historia, 2002. Ver también el Anexo Documental.

40.- Más claro lo deja Benítez cuando afirma: «Sin duda la observación de Su Santidad se fundaba en los informes de los capuchinos que pretenden mantener indebidamente su autoridad temporal en el Paraguay, a fin de monopolizar los principales puestos [...]». ídem, p. 448-9.

41.- Ídem, 451.

42.- R.O.. tomo I, pp. 484-485.

43.- AAA, carpeta Moreno. Moreno a la Diócesis, Asunción, 27 de noviembre de 1873.

44.- Moreno a Antonelli, Asunción, mayo de 1874, citado en MAÍZ y ROA, 1906, p. 39.

45.- AAA, carpeta Moreno, Moreno a los sacerdotes, Asunción, 3 de marzo de 1874; y 23 de marzo de 1874.

46.- AAA, Notas Recibidas 1870-1874, Nápoles a Moreno. Villa Rica, 16 de noviembre de 1873.

47.- AAA, carpeta Moreno, Acosta a Moreno, Villa Occidental, 22 de noviembre de 1873.

48.- Moreno había rehabilitado oficialmente a Maíz a través de una publicación oficial cl 23 de noviembre de 1873. Igualmente lo nombró su secretario. Cfr. MAIZ, 1996, pp. 91-92. El padre Maíz también había sido nombrado director del Colegio Nacional el 5 de marzo de 1874 en reemplazo del padre Elizeche. R.O. tomo 1, p. 517.

49.- AAA, carpeta Moreno, In Nomine Domine. Amen. R.O. tomo 1, ver anexo.

50.- ASV, ANB, fascículo 296, Insaurralde a Bruschetti, Corrientes, 16 de mayo de 1876, f. 135. Ver, además, ibid., fascículo 297, Becchis a Bruschetti, Buenos Aires, 3 de febrero de 1876, ff. 73-73; ibid., Duarte a Bruschetti, Asunción, 16 de agosto de 1875.

 

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Los documentos consultados no ofrecen una clara explicación del porqué ellos cambiaron de posición. Maíz especula en su autobiografía que Duarte también ambicionaba convertirse en obispos (51). De hecho, cuando Aponte fue nombrado más tarde obispo, Duarte pasó a ser su secretario.

Por varios motivos, no sólo eclesiásticos, el presidente Jovellanos decidió enviar una misión especial a Europa. Higinio Uriarte, quien fue enviado a Roma, recién llega en septiembre de 18755, pero fracasó en hacer que Maíz fuera nombrado. Mientras tanto, cartas quejándose de Maíz habían llegado tanto a Río de Janeiro como a Roma. El internuncio Sanguigni había sido transferido a Portugal en enero de 1874 y se le encargó a su secretario Ferrini que hiciera las veces de nuncio hasta que el nuevo llegara. Sin embargo, Ferrini murió en febrero y otro secretario, Luis Bruschetti, lo sustituyó hasta septiembre de 1876, cuando finalmente llegó a Río de Janeiro el nuevo internuncio, César Roncetti. Todos estos cambios atrasaron y complicaron el proceso de normalización de la Iglesia paraguaya. Es más, el «consejero» en asuntos paraguayos en la Nunciatura de Río de Janeiro no era otro que Fidelis de Avola.

Cuando Uriarte retornó de Roma y su fracaso en dicha ciudad era ya conocido en Asunción, el gobierno propuso al padre Claudio Arrúa en lugar de Maíz como nuevo administrador (6 de diciembre de 1875) (55). El ministro de Relaciones Exteriores, Facundo Machaín, le reconocía a Bruschetti que en Paraguay se vivía una situación muy tensa por este tema, y que la población estaba dividida en bandos, algunos apoyando al padre Duarte y otros a Maíz, es por eso que le ruega:

encarecidamente a Monseñor, quiera acceder al pedido que le hago como Ministro, instituyendo siquiera una autoridad meramente interina, aunque más no sea que para alejar definitivamente a Maíz y sin perjuicio de seguir trabajando en nuestro común deseo para lo cual me encontraré siempre firme y decidido como Hijo fiel de nuestra santa madre la Iglesia Católica (54).

El nuncio en Río, instruido por Avola (55), una vez más ponía sobre el tapete la antigua creencia de que ningún sacerdote paraguayo era digno de ser nombrado obispo y que, por lo tanto, no aceptaba la nominación de Arrúa. La situación ya estaba convirtiéndose imposible para Maíz. Una parte del clero estaba en contra suya, e incluso una gran parte de la población se le oponía. Maíz aceptó la situación y presentó su renuncia el 27 de abril de 18765. Sosa, el secretario de Maíz, fue el responsable de mantener la administración funcionando, pero él no hizo ningún nombramientos', y en tanto que Roma no nombrase un nuevo administrador, Maíz estaba técnicamente a cargo (58).

Las cartas enviadas a Roma y a Río de Janeiro hablan de una situación de caos: sacerdotes dejando sus parroquias (y algunos dejando incluso el país, como en los casos de Insaurralde y Becchis); y la gente solicitando autorización para abrir oratorios privados con el fin de evitar a los curas fieles a Maíz. En una carta abierta al clero paraguayo, Maíz acusó a Duarte y a Becchis de estar creando «la más deplorable división en el seno de la madre Iglesia, lanzando a muchas mujeres, pobres almas, hacia el público debate de un cisma religioso, mujeres que se han dejado engañar por un falso celo religioso» (59).

Roma había instruido a Roncetti que presionase al gobierno para que aceptara a un sacerdote extranjero como administrador ad ínterin, dándole incluso un nombre concreto: Fidelis de Avola (60). Roncetti, sin embargo, decidió pedirle al arzobispo de Buenos Aires que vaya al Paraguay para resolver la cuestión.

De hecho, el obispo de Buenos Aires, monseñor Aneiros, ya estaba haciendo gestiones en Argentina para resolver la situación, como lo manifiesta la siguiente carta dirigida a Roncetti.

El Doctor Espinosa ha contestado a V E. la última en que se dignaba hablarnos del infeliz Paraguay.

No he omitido ocasión de hacer algo a favor de esta desgraciada diócesis. Me han hecho algunas promesas y aun espero resultados. Últimamente me dijeron que Maíz no estaba en la capital), aun pareciera retirado. No tengo certidumbre ni explicación de esto.

El Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de esta República Argentina a quien hablé varias veces, últimamente me dijo que le escribiera lo que me pareciese mejor hacer, aunque confidencialmente le he dicho que si el gobierno argentino protege y recomienda un comisionado que yo mande para tratar con aquel gobierno e inducirle que reconozcan al arzobispo nombrado por el Santo Padre en la erección del arzobispado de Buenos Aires, en la que se da por sufragáneo al Paraguay; podríamos tener alguna esperanza de hacer bien. Así trataríamos con aquel gobierno que se nombre legítimamente una autoridad eclesiástica y que se someta el P. Maíz. El Sr. Ministro me avisó que estaba tratando con el presidente el asunto después de mi escrito. Por tanto espero pronto alguna respuesta y tengo yo al Dr. Espinosa mi secretario con otro sacerdote para esta misión. Todo ello está ... y espero que V. E. se digne ordenarme lo que crea conveniente. Cuidaré de comunicar lo que ocurra (61).

El obispo porteño no fue, pero envió en su lugar a su secretario, el doctor Antonio Espinosa. Este último llegó a Asunción en el mes de diciembre de 1876 para discutir el asunto con el gobierno y el clero. Sin embargo, dado que la misión de Espinosa era persuadir al gobierno para que aceptara a un sacerdote extranjero como obispo, sus credenciales no fueron aceptadas por el gobierno. Espinosa se quedó hasta mayo sin ningún éxito, proveyendo un foco de continuo descontento. Al final de su estancia, él ya había sacado su conclusión: «o se nombra un vicario paraguayo, o la Iglesia paraguaya se pierde»''-, y le propuso al internuncio que se nombre a Castelvi o a Gill como administrador. También le propuso nombrar un vicario general que fuese un cura extranjero y supiese de derecho canónico. También le aclaraba que «no crea V. E. R. que al gobierno le importa el regularizar la diócesis en otra manera, más allá que por las complicaciones políticas que esto podría traerle al gobierno. El presidente es la cabeza, el hombre visible, de la francmasonería» 63. Desgraciadamente, Roncetti una vez más prefirió escuchar a sus «consejeros», Avola e Insaurralde. y declaró sin ambages; «le confieso honestamente a su excelencia que no me atrevería a señalar a ningún sacerdote paraguayo que fuera digno de tal posición» (64). De hecho, lo que Roncetti quería hacer era imponer una censura eclesiástica sobre la Iglesia paraguaya, pero la gente en Roma juzgó tal actitud como excesiva (65).

El impasse estaba siendo cada vez más largo y el gobierno ya estaba preocupándose. Espinosa le comentó a Roncetti que el interés del gobierno no estaba sólo en la cuestión religiosa per se, sino que también estaba preocupado por las complicaciones políticas a las que podría llevar al gobierno si esto no se resolvía (66). En el mes de abril de 1877, el presidente Gill fue asesinado y el vicepresidente Uriarte, quien había estado en Roma dos años antes, asumió la presidencia.

El 12 de julio de 1877, Uriarte convocó al clero nacional para que se reuniera el 12 de agosto para elegir una nueva terna. El 24 de agosto se elige a Claudio Arrúa como «jefe efectivo de la administración eclesiástica de esta Provincia». Finalmente, el 6 de septiembre, se envió una nueva misión diplomática a Roma con José del Rosario Miranda a la cabeza de la misma, la tercera en esta década.

Una vez más, Maíz presentó su renuncia, pero esta vez se la envió también a Roncetti (67).

 

NOTAS:

51.- Cf. MAIZ: 1996, p. 109.

52.- Jovellanos estuvo a cargo de la presidencia desde el 18 de diciembre de 1871 hasta el 25 de noviembre de 1874.

53.- ASV, ANB, fascículo 297, Machaín a Bruschetti, Asunción, 6 de diciembre de 1875.

54.- Id.. 7 de diciembre de 1875.

55.- También le solicitó informes a Insaurralde, quien le habló mal de Arrúa, de los padres Daniel Sosa, Maíz y de Gill. ASV, ANB, fascículo 297, Insaurralde a Bruschetti, Corrientes, 6 de junio de 1876.

56 «Memoria del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública», La Reforma, Asunción, 2 de julio de 1876, Maíz, 1996, p. 99.

57.- ASV, ANB, fascículo 293, Duarte a Roncetti, Asunción, 18 de septiembre (le 1876, y 28 de octubre de 1876, ff. 17-20.

58.- La casi totalidad de los documentos referidos al periodo de Maíz al frente de la Iglesia paraguaya con sus respectivos análisis se encuentran en MAIZ, 1996, y en especial en el trabajo documental que realiza HEYN, 1996. Cfr, también BALZA, 1969.

59.- MAÍZ, 1996, al Clero Nacional, Asunción, 30 de julio de 1877, p. 101. POTTHAST, 1996, nos llama la atención sobre el rol que les cupo a las mujeres en la reconstrucción de la sociedad.

60.- ASV, AAEESS, Brasile, fascículo 188, Instrucciones a Roncetti, Roma, 21 de julio de 1876, f 26.

61.- ASV, ANB, fascículo 296, Aneiros a Roncetti, Buenos Aires, 9 de agosto de 1876.

62.- ASV, AAEESS, Paraguay, fascículo 136, Asunción, Espinosa a Roncetti, 24 de febrero de 1877, f. 28 r.

63.- ASV, ANB, fascículo 297, Espinosa a Roncetti, Asunción, 6 de enero de 1877.

64.-ASV, AAEESS, Paraguay, fascículo 136, Roncetti a Simeoni. Río de Janeiro, 28 de marzo de 1877, f 25.

65.- Id., Roma, minuta a Roncetti, 8 de junio de 1877, ff 27-28; y 28 de diciembre de 1877, ff. 137-141.

66.- ASV, ANB, fascículo 299, Espinosa a Roncetti, 6 de enero de 1877, f. 57.

67.- MAÍZ, 1996, a Roncetti, Asunción, 25 de julio de 1877; al Ministro de Culto, 26 de julio de 1877, pp. 96-98.

 

 

 

 

 

 

 

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