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IGNACIO TELESCA

  LAS LIGAS AGRARIAS CRISTIANAS, 2014 - Por IGNACIO TELESCA


LAS LIGAS AGRARIAS CRISTIANAS, 2014 - Por IGNACIO TELESCA

LAS LIGAS AGRARIAS CRISTIANAS

Por IGNACIO TELESCA

Colección 60 AÑOS DEL STRONISMO N° 8

Editorial EL LECTOR

Directores de la Colección:

HERIB CABALLERO CAMPOS/ IGNACIO TELESCA

Corrección: MILCIADES GAMARRA

Asunción – Paraguay

Junio, 2014 (124 páginas)



CONTENIDO

Prólogo

Introducción

Un reencuentro

Fuentes y escritos

Capítulo I – Contexto

Los movimientos sociales

La Iglesia en esos años

Capítulo II - Orígenes 

Pre - LAC: los primeros pasos

Hacia la conformación de las LAC

¿Qué pasaba en otros lugares?

Se crean las LAC

Las Ligas se crean en otros puntos del país

Se constituyen las organizaciones nacionales campesinas

JAC, Juventud Agraria Cristiana

Hacia la unión de las organizaciones nacionales: KOGA

Capítulo III - Mística 

Capítulo IV – Organización

¿Qué tipo de organización?

Otro modelo de sociedad

Capítulo V – Economía

Capítulo VI - Educación Campesina    

Capítulo VII - Una nueva manera de ser Iglesia

Capítulo VIII - Persecuciones y Represiones

Conclusión

El día después    

Fuentes Consultadas

El Autor



PRÓLOGO

La presente obra es un trabajo de investigación en base a los testimonios de quienes formaron parte de las Ligas Agrarias Cristianas del Paraguay, que se organizaron como comunidades eclesiales en varios departamentos del país, con el fin de llevar a la práctica las enseñanzas del evangelio buscando desarrollar los valores de solidaridad y cooperación entre los miembros que integraban las Ligas Agrarias.

El destacado historiador Ignacio Telesca presenta en este libro una aproximación a la historia de hombres y mujeres que inspirados por sacerdotes comprometidos con la angustiante pobreza que afectaba a sus feligreses, conformaron las Ligas con el fin de mejorar su situación socioeconómica.

El autor parte del contexto general en el cual surgen las LAC, el aggionarmiento de la Iglesia Católica iniciado en el Concilio Vaticano II y que fuera implementado por la Iglesia Latinoamericana a partir de la reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano reunido en Medellín.

Tras el contexto la obra va explicando el funcionamiento de las organizaciones, explicando la mística que practicaban así como los aspectos económicos que permitían la construcción de una economía solidaria que era ya mal vista por las autoridades locales y del régimen stronista.

Posteriormente el doctor Telesca nos permite comprender de qué manera el aparato represivo del stronismo fue cercando a los liguistas a tal punto de darle el zarpazo final en la Pascua Dolorosa de 1976, en que torturadores de Asunción se trasladaron hasta la Delegación de Gobierno de Misiones a los efectos de reprimir a los dirigentes de las Ligas Agrarias Cristianas.

Este libro contribuye a difundir la historia de un sector pocas veces asociado a la lucha contra el stronismo, esta investigación da luz sobre un proceso de autogestión inspirado en los valores cristianos que fue cruel y atrozmente reprimido por el régimen stronista.

Asunción, junio de 2014

Herib Caballero Campos



INTRODUCCIÓN

UN REENCUENTRO

Hace ya diez años el pa'i Oriol Gelpí, director del CEPAG y del proyecto Teko Pyahu, me pidió que escribiera una historia de las Ligas Agrarias Cristianas destinada a la juventud campesina que realizaba los cursos del Arandu Rape.

La razón era clara: había notado el pa'i Gelpi que conocían muy poco de las raíces del movimiento campesino y había necesidad de escribir una historia de las Ligas pensando en ese público. Así nació esta obra publicada por el CEPAG aquel año y distribuida entre las comunidades campesinas.

Para mí significó un gran desafío: era mi primer trabajo historiográfico en donde incursionaba. Al mismo tiempo, era una obra con una finalidad y un destinatario precisos. Si bien esto puede significar mayor claridad a la hora de escribir, está latente la tentación de convertir un texto de historia en un manual o en un panfleto. Máxime, como es mi caso, si uno está comprometido o es solidario con la lucha del movimiento campesino.

A pesar de estos peligros, me embarqué en la tarea.

La estructura de la obra se la debo al pa'i José Luis Caravias. En una de las entrevistas que tuve con él sobre su experiencia en las Ligas me comentó que en cierta oportunidad vinieron al Paraguay un grupo de colaboradores de Paulo Freire para participar en una actividad de formación. Cuando ellos comprendieron el alcance de las Ligas le dijeron al grupo de liguistas allí reunidos algo así como "ustedes están locos, están atacando a la dictadura en todos los frentes, el cultural, el político, el económico...".

Más allá de la anécdota, lo que despertó en mí fue una manera de encarar el tema de las Ligas Agrarias a partir de estos 'frentes' para no caer en una mera narración de acontecimientos ni concentrar todas mis fuerzas en un solo aspecto.

Las Ligas fueron reprimidas con una gran brutalidad y salvajismo por la dictadura stronista. La Semana Santa de 1976, "la Pascua Dolorosa", fue un hito en la escalada de violencia de la dictadura. Mujeres y varones, jóvenes y adultos, sufrieron en carne propia todo el ensañamiento de las fuerzas represivas del stronismo y los testimonios dejan constancia de la ferocidad del ataque del gobierno.

Para las Ligas Agrarias significó su acta de defunción, como Ligas, pero fue el germen de los innumerables movimientos campesinos que fueron surgiendo a partir de la década del 80.

Sin embargo, y esto creo importante no perder de vista, las Ligas no surgen como un movimiento antidictatorial sino como una organización que nace para defender sus intereses y luego, poco a poco, se va desarrollando y postulando un modelo de sociedad específico.

Por supuesto, el stronismo no aceptaba otro modelo que el representado por ellos, por eso tuvo que erradicar, sacar de raíz, dicha experiencia y lo hizo de la manera más traumática imaginable.

Pero es importante este punto, porque el modelo social propuesto por las Ligas Agrarias Cristianas no se agotaba con la dictadura. Aunque los tiempos hayan cambiado (aunque la explotación sigue tan vigente como antes), lo propuesto por las Ligas Agrarias sigue siendo una alternativa para pensar un futuro diferente.

Además, las Ligas Agrarias no fueron una experiencia única del Paraguay. En Brasil ya existían las Ligas Camponesas y en Argentina se iniciarán por esos mismos años. Desgraciadamente poco se ha investigado sobre las interrelaciones con esas otras Ligas, que seguramente existieron.

 

Fuentes y escritos

Los testimonios de los y las que participaron en las Ligas Agrarias son la fuente primaria para una investigación sobre este tema. Fuentes orales y fuentes escritas.

Entre estas últimas debemos comenzar con el material que se elaboraba al interior de las mismas Ligas Agrarias. Para las escuelitas campesinas un grupo de campesinos, educadores rurales y artistas populares confeccionaron la cartilla de lectura Ko'ẽtĩ, que fue publicada en 1973. También Margarita Durán escribió para las mismas escuelitas su HISTORIA DE LOS POBRES DEL PARAGUAY, publicada en 1972. Esta obra tiene el mérito de ser el primer intento, y uno de los pocos, de escribir una historia desde abajo, desde los pobres. De igual manera, contamos con esa obra del pa'i Caravias, VIVIR COMO HERMANOS, publicada en 1971, que reúne y sistematiza el material que se trabajaba en los cursillos, reflexiones y jornadas que se tenían al interior de las Ligas Agrarias. Sin la lectura de esta obra, muy difícilmente uno pueda darse idea del espíritu que movía verdaderamente a los miembros de las Ligas.

El mimeógrafo era la herramienta fundamental para la publicación de los materiales. De ese tan útil aparato salían traducciones al guaraní de los Escritos Sociales de la Iglesia Primitiva, resúmenes de lo trabajado en los diferentes Seminarios Nacionales de las Ligas Agrarias Cristianas, cancioneros e infinidad de materiales de trabajo tanto para las escuelitas campesinas como para los diferentes comités.

Quizá, la primera historia de las Ligas Agrarias Cristianas fue la escrita por el pa'i Caravias bajo el título LIBERACIÓN CAMPESINA. LIGAS AGRARIAS del PARAGUAY, que fue publicada en España en 1975. En esta obra, el pa'i Caravias narra en una primera parte la historia del movimiento campesino paraguayo de esos últimos años, y en una segunda parte intenta "resumir y coordinar la mística que sostenía a la organización", como él mismo dice en la introducción. El libro es muy importante porque es la primera sistematización de la experiencia y fue hecha por uno de los que más contactos tenía con las Ligas a nivel nacional. Sin embargo, es una historia escrita antes de la feroz represión del 76, por lo que le falta un pedazo de historia por contar. La más cruel, la más triste.

Sobre la base de esta obra, el equipo de jesuitas expulsados del Paraguay (Equipo Expa) escribió En busca de "la Tierra sin MAL". Fue un libro que tardó un buen tiempo en ser publicado ya que muchos en Paraguay no veían oportuno que un trabajo sobre esa temática saliese a la luz. Finalmente se publicó en Bogotá, Colombia, en 1982. De hecho, no lleva nombre de autores, sino que el responsable es el Equipo Expa (Expa = Exiliados Paraguayos) El libro fue por mucho tiempo lo único escrito sobre las Ligas Agrarias Cristianas y abarca desde sus inicios hasta el caso Caaguasú en 1980.

En ese mismo año de 1982, salió publicado en Asunción un pequeño libro editado por el Comité de Iglesias, OÑONDIVEPA. ANÁLISIS de ALGUNAS FORMAS de ORGANIZACIÓN CAMPESINA EN EL PARAGUAY. Son las conclusiones y los trabajos que se realizaron para una jornada de reflexión que se tuvo en 1980 organizada por la Cooperación de Obras. La Cooperación de Obras era la suma de distintas organizaciones que trabajaban en el ámbito campesino. Si bien el objetivo de esas jornadas era el de analizar tres tipos distintos de organización campesina, entre sus trabajos se incluye un artículo muy importante de Ramón Fogel "Organizaciones campesinas", que luego será el karaku de varias de sus obras, en donde hace una breve historia de las Ligas ubicándolas en el contexto socioeconómico de los años 60. Además, OÑONDIVEPA posee otros trabajos como los de Milda Rivarola y José Carlos Rodríguez que enfocan más en la historia previa a las Ligas Agrarias.

A fines de los 80, y antes que el gobierno dictatorial cayese, se conformó la Comisión Nacional de rescate y difusión de la Historia Campesina, formada por los mismos campesinos, para comenzar a recuperar su historia. Es una obra fundamental, en cuatro tomos, hecha a base de puras entrevistas a los protagonistas de las Ligas. La obra se titula Kokueguara Rembiasa. Experiencias Campesinas. Ligas Agrarias Cristianas 1960-1980, y fue publicada por el CEPAG entre los años 1991-1993 (Tomo I - Caaguazú; Tomo II -San Pedro; Tomo III - Misiones y Paraguarí; Tomo IV - Cordillera y "Caso Caaguazú")

A base también de testimonios, el CEPAG publicó en 1990 KO'ÃGA ROÑE'ẼTA (AHORA HABLAREMOS) TESTIMONIO CAMPESINO de LA REPRESIÓN EN MISIONES (1976-1978). Esta obra también surge del interés de los mismos campesinos de "denunciar los graves atropellos de que habían sido víctimas en tiempos de Stroessner". Aunque posee un breve capítulo introductorio sobre el marco de las Ligas Agrarias, los 52 testimonios están ubicados en la zona de Misiones y dan cuenta de la terrible represión sufrida durante la dictadura stronista.

Sin lugar a dudas, estas dos obras son fundamentales para todo aquel que quiera adentrarse en la historia de las Ligas Agrarias Cristianas. Es el testimonio vivo de los protagonistas; libros de cabecera para esta obra de las cuales sacaremos la mayoría de las citas.

En los inicios del siglo el Comité de Iglesias publicó un libro titulado LIGAS AGRARIAS en donde, luego de una breve reseña de los orígenes, persecución y extinción de las Ligas, se transcribe el proceso judicial que se le hiciera al torturador Camilo Almada Morel (conocido como Sapriza) por parte de los campesinos de la colonia de Ysypo, San Juan Bautista, Misiones. La compilación fue realizada por Rodolfo Manuel Aseretto. No es un trabajo fácil de leer pro su carácter, pero es muy importante su publicación. En él no solo se leen los testimonios de los campesinos que sufrieron la cárcel y la tortura, sino también cómo Sapriza justifica, aún hoy día, sus acciones. En estos años, Roberto Paredes también publicó una obra sobre Los SUCESOS de CAAGUAZÚ.

Tras la publicación en el 2004 aparecieron otros estudios interesantes como el de David Fernández, LA HEREJÍA DE SEGUIR A JESÚS: INTRAHISTORIA DE LAS LIGAS AGRARIAS CRISTIANAS DEL PARAGUAY, además de trabajos más específicos como los artículos de Julio Espínola y los testimonios del pa'i Cantero, entre otros.

El tema de las Ligas Agrarias está presente en todas las obras que se refieren al stronismo. Al caer Stroessner tanto desde el CEPAG como desde el Comité de Iglesias se quiso dejar testimonio de la represión sufrida por toda la ciudadanía paraguaya bajo el régimen dictatorial. El precio de la paz fue editado por el CEPAG en 1991 siendo el pa'i Blanch el coordinador de un amplio equipo que trabajó en recuperar del olvido tantos casos de violaciones a los derechos humanos en el Paraguay desde 1954. El Comité de Iglesias, con igual propósito, publicó entre 1990 y 1991 tres tomos dentro de una serie denominada justamente NUNCA MÁS. En los volúmenes, editados por José Luis Simón y Guido Rodríguez Alcalá, Testimonios de la represión política en Paraguay, 1954-1974, y Testimonios de la represión política en Paraguay, 1975-1989, como su nombre lo indica, recogen los casos y testimonios de las víctimas de la dictadura. En estos libros se incluyen también los casos de los miembros de las Ligas que fueron reprimidos por el régimen stronista.

La lista puede seguir hasta nuestros días, pero los 8 tomos del INFORME FINAL: ANIVE HAGUÃ OIKO, de la Comisión de Verdad y Justicia es la síntesis obligada para todos aquellos que quieran comprender esos años aciagos. En el tomo VII existe un apartado referido a las Ligas Agrarias Cristianas.

Hace diez años el objetivo era hacer memoria para que los jóvenes recuerden sus raíces. Hoy toca hacer memoria para rescatar la experiencia de una organización que dio su vida por una sociedad diferente.

El stronismo se mantiene aún vigente en muchas instituciones y en muchas personas y el movimiento campesino no deja de ser atacado con los mismos argumentos que antaño. Recuperar la historia de las Ligas Agrarias Cristianas es una manera de apostar también por la construcción de una sociedad más solidaria y justa, única manera para que el stronismo desparezca del Paraguay.

Hemos seguido en gran medida la edición del CEPAG de 2004, sin incluir el cancionero de las Ligas ni los tapices confeccionados por la Cooperativa de Mujeres de Santa María.


 

 

CAPÍTULO II

ORÍGENES

Hay muchas versiones y opiniones sobre el origen de las Ligas en Paraguay y seguramente todas tendrán su parte de verdad. Algunos dicen que nacieron de la mano de los curas; otros, que los gestores fueron los sindicalistas; y nunca falta quien ponga al Partido Comunista como la mano oculta detrás de la organización.

Son muy pocos, sin embargo, los que creen que los campesinos, por sí solos, fueran capaces de reunirse, de agruparse, de organizarse, de juntarse para ponerse a pensar juntos sobre sus vidas.

Sin embargo, Hannes Kalisch afirma que "así como la germinación se realiza dentro de la misma semilla, así cualquier camino hacia el futuro no puede brotar sino entre la misma gente". No siempre esta conclusión se tiene en cuenta, es más, muchas veces se la deja de lado.

No significa esto caer en el otro extremo de pensar que ni los curas ni los sindicalistas tuvieron nada que ver; que las Ligas fueron cosa exclusivamente de los campesinos, desde el principio hasta el fin. No; ni una cosa ni otra, pero sí es importante caer en la cuenta que para que crezca un árbol grande y frondoso tiene que estar enraizado en una tierra muy buena. Es en esa en la que tierra queremos meternos ahora.

 

Pre - LAC: los primeros pasos

Lo que vamos a narrar se refiere a un testimonio de la zona de Misiones, pero creemos que lo mismo se dio en otras partes del país. Constantino Coronel, miembro de las Ligas misioneras, insiste una y otra vez que la chispa originaria hay que buscarla allá atrás, en la década del 40.

Él señala específicamente a la Guerra Civil del 47 como el momento en que un grupo de jóvenes se preguntan "mba'éiko la oikóva ko múndore; mba’earãiko ñande ñaime péicha; mba'éiko oikóta ñandeheguihína, ñande pió péicha jahecháta oiko ñande rehe".

Un grupo de jóvenes que en medio de una compañía de Santa María, en San Juan Rugua (llamada yvyjauka porque era la divisoria del distrito de Santa María con Santa Rosa) quedaban asombrados que hermanos pelearan contra hermanos, paraguayos contra paraguayos. Como comenta don Constantino "para muchos de nosotros no tenía ningún sentido que a uno tenga que gustarle una flor roja y a otro una flor azul, en definitiva la anilina no tiene nada que ver".

Sin embargo, tampoco esos jóvenes (Constantino tenía 16 años en esa época) estaban solos. No, ellos contaban con la compañía y el apoyo de dos hombres que se convirtieron en los principales maestros de ese grupo que comenzaba a despertar. Personas con nombre y apellido, don José López y don Feliciano Saravia; personas que, sobre todo, poseían una historia por contar. Eran excombatientes de la Guerra contra la Triple Alianza que al terminar la contienda se mudaron a Misiones. Fueron ellos los que traían consigo la historia de injusticias que por casi 100 años venía sufriendo el país y en especial el hombre y la mujer del campo. Fueron ellos, junto con la misma realidad, los maestros de estos jóvenes. Don Feliciano y don José les narraban las historias de sufrimiento de la guerra. Las miles de angustias que tuvieron que pasar cuando en apenas 10 años de terminado el exterminio vieron cómo un gobierno paraguayo, el de Bernardino Caballero, vendía las tierras que habían sido las famosas estancias de la patria, dejando a una inmensa masa de campesinos sin su sustento vital.

Empresas extranjeras, siempre con su 'contraparte' nacional, se habían hecho dueñas del Paraguay. Tierra que, irónicamente, luego tuvieron que defender con sangre paraguaya en la Guerra del Chaco. Tierras que al fin de cuentas nunca pasaron a manos campesinas, ni siquiera indígenas (los auténticos dueños de ese gran Chaco) sino que permanecieron en posesión de empresas extranjeras, como la Carlos Casado o La Industrial Paraguaya.

Entonces, no solo era la situación de la Guerra Civil, sino que de la mano de estos excombatientes y animados por ellos, este grupo de jóvenes se fue adentrando en la historia de sufrimiento del Paraguay. Esta fue la tierra, que con el abono de los Saravia y López, comenzó a gestar la nueva semilla.

Es importante aclararlo de entrada, y lo haremos a lo largo de todo el libro: este grupo de jóvenes no solo estaba integrado por varones, sino que había también mujeres en él. Mujeres que habían sufrido en carne propia la violación o el maltrato a que eran sometidas por no pertenecer, ella o su familia, al color de turno. El salvajismo era feroz, y ante esta brutalidad estos jóvenes, mujeres y varones, se rebelaban.

Los años que siguieron representaron la semilla en la tierra. Algunos se fueron al cuartel, otros permanecieron en San Juan Rugua, pero en todos ellos algo iba germinando, incluso si aparentemente no se evidenciaba ningún cambio. Ya no fueron los encuentros con los excombatientes, sino las largas charlas de tereré después de los partidos de fútbol que se jugaban en el recién fundado club "3 de Agosto" las que daban el ambiente para seguir conversando sobre la situación del campesinado.

Sin embargo, una vez más la dictadura se instala en el poder en 1954 y con ella las persecuciones. Ni los bailes podían ir más allá de las 12, ¡cuánto menos las reuniones de amigos! por más que fueran después de un partido de fútbol.

Stroessner, necesitado de afirmarse en el poder, primero comenzó a perseguir a los que dentro de su propio partido podrían llegar a hacerle sombra. Luego, sí, se dedicó a reprimir a obreros y estudiantes. Es en este contexto que lo que estaba germinando finalmente brota.

 

Hacia la conformación de las LAC

La mayor cantidad de tierra en el Paraguay estaba en pocas manos, y la mayoría de los campesinos o no tenían el título de su tierra o tenían uno provisorio. Y la situación iba de mal en peor. De hecho, si comparamos los censos agrícolas realizados en 1944 y 1956 nos damos cuenta de que mientras que la población en ese período creció un 36% (de 1.191.000 pasó a 1.530.000) la superficie de tierra destinada a la agricultura aumentó solo en un 4,1%. Es decir, hay un déficit en la superficie destinada a la producción agrícola de un 31,9% y por lo tanto, había menos comida para repartir y cada vez menos tierra que utilizar.

Una de las maneras de ir haciendo frente a esta falta de tierra era la de utilizar los campos comunales. Cada vecino traía su vaca o su buey, y lo dejaban en ese campo para que pasten. Los campos comunales serían lo único que quedó de esas famosas estancias de la patria.

En San Juan Rugua existía uno de estos campos que era utilizado no solo por los vecinos de esta compañía sino también por los de las compañías cercanas, las de San Jerónimo, Curupayty, Arroyo Karé y la de San Cristóbal. Más de 400 familias utilizaban este campo comunal, y como no tenía ninguna línea de demarcación, más de una casa estaba también dentro de él.

La sorpresa de los vecinos fue inimaginable cuando se dieron cuenta de que su campo comunal estaba siendo cercado y alambrado. Y como si fuera poco, el trabajo se hacía no solo con el visto bueno de la subseccional sino con la protección de la policía.

El asombro pronto se convirtió en indignación y esta en rabia. ¡No era para menos! Tan vital era ese campo comunal que un grupo de personas no dudaba en la posibilidad de actuar violentamente, aunque eso implicara su propia muerte. Así estaba la situación hasta que una noche se reunieron en la casa de don Melitón Argüello todos los pobladores de la zona, aunque algunos dicen que fue en lo de Bartolomé Ramírez.

Estaban presentes alrededor de 800 personas entre varones, mujeres y niños; algo nunca visto por esos lugares. Entre los que lideraban la reunión estaban, además del dueño de casa, Tomás Flores, Jovino Segovia y Constantino Coronel. No todos estaban de acuerdo con el uso de la violencia física y se pusieron a buscar otra alternativa. En palabras de don Constantino, ikatúngo oĩ otro tape, jahekána otro tape mba'éichapa jasalva la ñande yvy hajasalva la ñande vida avei.

Finalmente resolvieron tantear otra alternativa. Decidieron ir a San Juan Bautista, sede de la Delegado de Gobierno, y buscar apoyo entre gente conocida de la ciudad. Se formaron tres comisiones: la primera se dirigiría directamente de la reunión a San Juan por Santa Rosa (en esa época no había otra manera de llegar a Santa Rosa si no era a pie); una segunda comisión se encargaría de buscar camiones para llevar a toda le gente; y finalmente un tercer grupo se encargaría de preparar la provista.

Una vez llegados a San Juan Bautista se pusieron en contacto con el comandante de la III Región Militar, Alcibíades Ibáñez Rojas, quien había sido un excombatiente de la Guerra del Chaco y comandante de varios de los campesinos que habían hecho en San Juan su servicio militar.

No era la idea ir junto a él para que resolviese el conflicto sino más bien para conseguir aliados en la lucha por la tierra. Sin embargo, resultó más que estratégico este primer contacto porque el comandante mismo mandó llamar a quien teóricamente estaba al mando de toda la mensura y alambrado, Gilberto Lichi.

Como este negó que estuviera detrás de todo este asunto, el comandante le mandó a desautorizar todo el trabajo realizado, ya que los empleados y policías decían estar actuando bajo sus órdenes. De hecho se hizo así. Lichi fue a San Juan Rugua y arregló el asunto, muy a pesar suyo. Es decir, dejó todo como estaba antes. Se llevaron los postes y el alambrado, y los campesinos pudieron volver a utilizar el campo comunal para sus vacas y bueyes.

Dos fueron los resultados más importantes de este accionar colectivo campesino: primero, que se recuperó la tierra, con todo lo que ello significaba para las familias; y segundo, quizá a la larga lo más importante, que la gente se dio cuenta de que era posible juntarse, reunirse para tratar en común problemas que les afectaban a todos.

No era entonces el pertenecer a un partido u otro lo que juntaba a la gente, sino el reconocerse hermanos con los mismos derechos a vivir. Ñandéngo oñopehẽngue, decían los campesinos en esa ocasión. Y fue eso lo que les dio ánimo, valor y sentido para seguir reuniéndose.

Se volvió a retomar con más ímpetu aquellas reuniones de fines del 40, y ya eran mucho más que un puñado de muchachos. Aunque ahora tenían también un enemigo claro. Desde las seccionales coloradas de la zona, y por sugerencia de Lichi, se los comenzaba a molestar o a desprestigiar. No era raro ya escuchar que Constantino o Melitón eran comunistas.

 

¿Qué pasaba en otros lugares?

Así como al inicio comentábamos sobre lo difícil que es querer encontrar un solo origen de las Ligas, también es importante aclarar que este tipo de reflexiones no solo se daban en Misiones. Muchas veces nos topamos que otros casos como los del campo comunal de San Juan Rugua no fueron documentados, entonces pareciera que no pasó nada en otros lugares; que nadie se planteaba qué hacer de su vida ante una situación tan injusta como la que se estaba viviendo. Pero no fue así.

Hace un par de años apareció una nueva edición del libro de Óscar Creydt, fundador del Partido Comunista Paraguayo, FORMACIÓN HISTÓRICA de la NACIÓN PARAGUAYA. PENSAMIENTO y vida del AUTOR. En esta nueva edición se agregan al texto original una serie de entrevistas al autor en donde narra los acontecimientos del país hasta 1985. A partir de estas entrevistas confirmamos que sí existían otros grupos campesinos organizados.

A fines de la década del 50 existía en la región cordillerana un grupo de campesinos que optaron por una salida totalmente diferente. De la mano de Arturo López, más conocido como Agapito Valiente, se formó un grupo guerrillero conocido como Mariscal López que estaba adherido al FULNA (Frente Unido de Liberación Nacional). Estaba conformado por unas 30 personas, la mayoría de ellas provenientes de la compañía 4 de Julio de Piribebuy. En 1960 este grupo se reunió en asamblea en Itá y dieron su apoyo a la lucha guerrillera que estaba a punto de iniciarse. El FULNA, que había sido formado en Argentina por miembros del Partido Comunista Paraguayo, finalmente entra al país a principios del 60, pero sus columnas fueron destruidas totalmente por el gobierno stronista. De esta manera el grupo Mariscal López no entró en operaciones, más que alguna u otra escaramuza, y se disolvió, cada uno se volvió a su chacra. Agapito intentó reorganizar el grupo pero nunca pudo conseguirlo. Fue asesinado por el tristemente célebre general Colmán en 1970, quien a su vez falleció a causa de ese atentado.

Otro grupo muy importante es el conformado por los 'sanfranciscanos', nombre con que se conoce a los miembros de la Orden Franciscana Seglar. A mediados de la década del 60 habían alrededor 15.000 sanfranciscanos y solamente en Villarrica había 40 hermandades. Sin lugar a dudas, las hermandades franciscanas fueron la tierra abonada en donde surgieron las Ligas en la zona del Guairá, Caazapá, Caaguazú y Cordillera. Tanto mujeres como varones forman parte de la orden (porque siguen hasta hoy), y se reúnen mensualmente para rezar y compartir sus vidas.

 

Se crean las LAC

Después de 160 años los jesuítas regresaron al Paraguay en 1927. En seguida retornaron a su antigua zona de las famosas misiones jesuíticas y ya en 1933 estaban instalados en San Ignacio desde donde atenderían Santa María, Santa Rosa, Santiago, Ayolas, Yabebyry y Laureles. Una gran zona para apenas tres curas. Así se siguió hasta que a partir de 1950 comenzaron a llegar más jesuítas, pero sobre todo jesuítas paraguayos. Estos, por el manejo del guaraní, tuvieron una entrada mayor con la gente del lugar. El primero en llegar en 1952 fue el pa'i Rojas que entre sus obras se encuentra la creación de los Caballeros de Cristo Rey. Esta cofradía, formada por campesinos, fue muy importante ya que se convertiría en un espacio propicio para que los campesinos de la zona pudieran encontrarse. Juan Rolón, de Misiones, comparte que "añecomprometeva'ekue a la consagración de Caballero de Cristo Rey, ha acompleta haguã la che religión añepyrũ la Liga Agraria Cristiana" (KO- KUEKUERA REMBIASA, III, 47)

El pa'i Rojas fue reemplazado en 1954 por el pa'i Ayala al que se le sumó luego el pa'i Caballero. Estos últimos generaron todo un movimiento a su alrededor. Cuentan los campesinos de esa época la alegría de escuchar los sermones predicados en guaraní. No es extraño entonces que los campesinos involucrados en los acontecimientos de San Juan Rugua hayan recurrido a estos pa'i para compartir su situación.

Cuentan los protagonistas que el pa'i Ayala los invitó a participar en un retiro espiritual ignaciano que se llevaría a cabo en San Juan Potrero. En esta localidad se realizaban con frecuencia retiros espirituales con amplia participación de la gente; por ejemplo, en 1957 participaron 110 hombres.

Este tipo de ejercicios era predicado por el pa'i mientras que la gente se sentaba a escuchar y reflexionar. De más está decir que este grupo de campesinos acostumbrados a compartir la vida, al terminar el primer día de los ejercicios le hablaron al pa'i Ayala y compartieron con el su inquietud de tocar los temas que les aquejaban a los mismos campesinos, y entre todos.

Don Constantino recuerda que uno de los campesinos le dijo oréngo pa'i, espíritu ha teteaveihina, he’i, somos cuerpo y espíritu, oréngo la ore porte hína ko ore camisa, del cuerpo al cerco y del cerco al cuerpo o sea lavamos secamos y al secarse ya puesto, significa una sola camisa. Cuentan que el pa'i se llevó la propuesta a la cama y al otro día se cambió la dinámica del retiro, atendiendo al pedido de los de San Juan Rugua; comenzaron a tratar los problemas que afectaban a la vida de la gente del lugar.

El pa'i Ayala quedó muy motivado por esta experiencia y en uno de sus viajes a Asunción contactó con la gente de la Juventud Obrera Católica (JOC) para que vinieran a acompañar a los campesinos en su deseo de organizarse.

La JOC había nacido en 1940 como una rama de la Acción Católica y su más importante propulsor había sido justamente el pa'i Bogarín Argaña, quien ahora era monseñor y primer obispo de la recién creada diócesis de San Juan Bautista de las Misiones. Debemos recordar que la diócesis se creó en 1957.

A nivel internacional en 1954 también se crea en Bélgica el Movimiento Internacional de la Juventud Agraria y Rural Católica (MIJARC) que rápidamente se expandirá en América Latina.

Con el asesoramiento de la JOC se crean en 1960, en la parroquia de Santa Rosa, las Ligas Agrarias Cristianas. Entre los venidos de Asunción se encontraba César Filippini, quien tendrá una participación muy destacada en la conformación de otros centros de la LAC en distintos departamentos del país.

Santa Rosa se convirtió en la madre de las Ligas, y de más está decir que la idea fue un regreso pólvora entre los campesinos y en seguida se fueron conformando otros centros. Tal fue así que a los dos años, en 1962, se creó en el mismo lugar la Federación Regional de las Ligas Agrarias (FERELAC). Esta Federación se componía en sus inicios de cuatro distritos: Santa María, Santa Rosa, San Ignacio y San Patricio.

¿De dónde viene el nombre?

Quizá resulte anecdótico compartir cómo surgió el nombre de Ligas Agrarias Cristianas. Hay quienes dicen que el nombre fue prestado de otros lugares, de Brasil, en donde también existieron ligas agrarias. Otros comentan que fueron los asuncenos quienes pusieron la denominación. Don Constantino tiene otra explicación del origen. Resulta que en esos años en que había que buscarle un nombre, una de las señoras que también participaba en la conformación de esta nueva organización campesina se pone a reflexionar: si lo que queremos es que la gente esté unida y ordenada atrás de un proyecto común, pues entonces esa es la misma función que cumple la liga en la media. La liga se usa para mantener a la media en su lugar. Pues entonces, si lo que nosotros queremos es que estemos todos juntos, lo que queremos es ligarnos. Queremos formar una Liga. Así reflexionó la señora, y todos estuvieron de acuerdo. Y bueno, luego lo de Agraria y Cristiana surge porque eran todos campesinos y también cristianos.

Por supuesto que el origen del nombre quedará siempre en un misterio, y no es improbable que haya tenido un origen compartido. Es decir, es muy posible que ya se estuviera barajando el nombre en otros lugares del continente y por eso los asuncenos o quizá el mismo pa'i Ayala lo hayan sugerido. Entonces, al preguntarse los campesinos qué significa concretamente el nombre 'Ligas' es posible que haya surgido una señora que con mucho sentido común brindara la explicación de las ligas y la media. Todo puede ser.

Sin embargo, y antes de seguir adelante, quisiéramos hacer un breve comentario sobre el nombre de las Ligas Agrarias Cristianas. Es importante resaltar que a no a todos les agradaba el nombre. De hecho, en los informes policiales encontrados en el Archivo del Terror casi nunca se refieren a las Ligas Agrarias Cristianas, sino a las Ligas Agrarias Campesinas, como una manera de edulcorar la represión. No se torturaba, entonces, a campesinos cristianos, sino a 'comunistas infiltrados'.

Pero también es interesante notar lo que comenta Oscar Creydt en un trabajo sobre el movimiento campesino: aun reconociendo el sustrato revolucionario de las Ligas Agrarias Cristianas, el Partido Comunista dio "la consigna de llamarlas simplemente ligas agrarias".

Es importante el dato, porque muchas veces pensamos que los nombres no dicen nada, y que da lo mismo llamarse Pedro que Juan. Sin embargo, vemos que sí, que en este caso el nombre importa y tiene fuerza. Si este movimiento tuvo importancia la tuvo no porque fueran solo ligas, o solo agrarias, o solo cristianas. No, su importancia, su fuerza, su energía radicaba en que eran Ligas, Agrarias y Cristianas.

 

Las Ligas se crean en otros puntos del país

Al mismo tiempo que las Ligas se iban conformando en Misiones, en el departamento de Cordillera ocurría algo parecido. En la Semana Santa de 1963 hubo un curso regional en el colegio parroquial de San José de los Arroyos. A este encuentro fueron llegando campesinos de ocho pueblos: San José, Itacurubí, Valenzuela, Santa Mena, Caacupé, Mbocayaty, Eusebio Ayala y Santa María. Este curso también estuvo asesorado por César Filippini, Tomás Brítez y el pa'i Vázquez. Los dos primeros pertenecían al Movimiento Sindicalista Paraguayo (MSP).

Es importante no olvidarse que en ese mismo año de 1963 se creaba en Asunción, a partir también del MSP, la Central Cristiana de Trabajadores (CCT). Esto es fundamental para comprender los pasos que fueron tomando las Ligas que se formaron en estas zonas, más ligadas al sindicalismo. Es decir, de un mismo movimiento, el MSP, va a surgir una rama obrera, la CCT, y una rama campesina, la que luego se llamará Federación Campesina Cristiana (FCC).

De hecho, en ese mismo año de 1963 Juan Félix Martínez, quien fue uno de los primeros dirigentes, viajó a Chile en representación del campesinado paraguayo a un curso organizado por la Confederación Latino Americana Sindical Cristiana (CLASC) La invitación le llegó a través del MSP.

La organización campesina en los departamentos de Cordillera y Caaguazú tuvo su origen un poco distinto al de Misiones. La gente del MSP ya tenía la experiencia de lo ocurrido en Santa Rosa y entonces fueron ellos los que propiciaron este tipo de organización. No es que se impuso algo extraño a los campesinos, o que crearon artificialmente algo nuevo. Ya vimos que los sanfranciscanos tenían una presencia muy importante en esta zona; ya existía un tipo de organización campesina. Justamente, los primeros dirigentes de las Ligas de Cordillera y Caaguazú fueron en su mayoría sanfranciscanos.

Veamos cómo Robustiano Centurión de Jaguaretecua de Itacurubí de la Cordillera nos comenta su relación con el MSP.

Siendo yo miembro de la Tercera Orden Franciscana, en 1961, fuimos convocados por el párroco Marciano Flecha Alonso para que fuéramos a prepararnos para ser dirigentes. Fue un curso que duró 11 días, dirigido por el MSP... De ese curso salimos con el compromiso de promocionar a nuestros compañeros campesinos. Empezamos a trabajar en ese sentido, y en 1962 tuvimos ya una gran Asamblea en San José de los Arroyos, en la que estuvieron presentes campesinos de toda la Cordillera, y nosotros como representantes de Caaguazú. Una vez más el MSP nos ayudó en esa oportunidad. Vino a esta reunión César Filippini... En 1963 se constituyó la Central Cristiana de Trabajadores (CCT) y en ella se cobijaron las Ligas. Si bien no todas se federaron al mismo tiempo. Recién en 1966 se reunieron todas las Ligas de Cordillera como las de otros departamentos. Ese tiempo la CCT creó un organismo llamado COPAGRO, destinado a distribuir las mercaderías de primera necesidad para las grupos de Ligas que estaban federadas en la CCT (KOKUEGUARA REMBIASA, IV, 17-18).

Si en Misiones vimos que la organización surgía desde cada comunidad que luego se unían en regional, acá primero se da el puntapié inicial a nivel regional, y luego se baja la estructura a las localidades. Por ejemplo, la LAC en Santa María (Oviedo) se crea recién en agosto de ese año. De más está decir que teniendo un terreno tan abonado, las LAC se constituyeron en casi todos los pueblos de estos departamentos. Como dice el mismo Juan Félix, oñeconstitui LAC ambue regiónpe ha opu'ã lo mita ijeheguireíntevoi oñeorganizapa pya'e porãvoi ko ñane retãme, porque ojejuhu, primera vez en la historia, ko Paraguáipe, oĩ la orientación oñeorganiza hagua campesino paraguayo.

 

Se constituyen las organizaciones nacionales campesinas

Ya tenemos formadas varias Federaciones Regionales y parecía llegado el tiempo de formar una organización nacional. Por esta razón, representantes de cada una de las regionales se reunieron en 1964 en la parroquia Domingo Savio, en Fernando de la Mora, y dieron origen a la Federación Nacional de Ligas Agrarias Cristianas (FENALAC)

En sí, en la creación de la FENALAC se jugaba sobre todo qué tipo de estructura se quería tener. Como ya dijimos, en 1963 se había formado la CCT y en 1960 se había conformado el Movimiento Social Demócrata Cristiano que en 1965 se va a denominar Partido Demócrata Cristiano. Dentro de sus principios el Movimiento tenía el de "eliminar el régimen de servidumbre de los trabajadores agrarios mediante urgente y decisiva reforma agraria, asegurando la posesión y dominio de la tierra al que trabaja". Es decir, no era ajeno al problema agrario.

Es, sin lugar a dudas, normal que los miembros del Movimiento Social Demócrata Cristiano quisieran agrupar a obreros y campesinos para luchar juntos contra la dictadura y por un país más justo. Eso implicaba que las Ligas pasaran a depender de una estructura ajena a las bases. Desde Asunción se decidirían las líneas y políticas a seguir.

Sin embargo, las Ligas recién habían comenzado su camino como para tan pronto dejar lo andado. Para el campesino, las Ligas significaban mucho más que la simple organización. Implicaba tomar conciencia de su capacidad de lucha, de valía, de darse cuenta de que el problema del campesino o lo resuelven ellos o no lo resuelve nadie. Con esto de trasfondo, los miembros de las LAC prefirieron seguir con su estructura y no adherirse al movimiento político que se estaba formando.

Héctor Alcaraz, quien fue el primer secretario general de la FENALAC, comenta en su testimonio:

...ko FENALAC ha'e va'ekue peteĩ asociación sin distinción de partido político, upéi peteĩ oportunidápe añeinvita ha ajuhu umi Demócrata Cristiana kuéra, naiporãitéi chéve upéva. Ore roforma la Federación ha ha'ekuéra ombyatypase la Liga ha ore rombyatyse avei Nacional háicha.

La primera junta directiva estaba compuesta por Héctor Alcaraz, como secretario general, Rafael Rodas, Galeano López, Andrés Acosta y Angel Merici Vera. Estaban representados casi todas las regiones: Caaguazú, Cordillera, Misiones y Concepción.

Se decidió que las autoridades nacionales se reúnan cada seis meses. A los dos años debían convocar a una reunión plenaria ordinaria en donde, entre otras cosas, se renovarían las autoridades, las que de esta manera solo durarían dos años en la comisión directiva, evitándose de esta manera el mal acostumbramiento al poder.

Estas reuniones generales eran no sólo para elegir autoridades sino para tomar decisiones entre todos. En una de estas reuniones nacionales de la FENALAC se resolvió dar respuesta a la cantidad de campesinos que había sin su tierra propia. De ahí surgió la idea de comprar unas tierras en el norte, la que luego sería la famosa colonia de San Isidro del Jejui. Pero es importante tener presente que ésta fue una decisión de la FENALAC como tal y no de un grupo aislado ni menos de alguna organización de Asunción, ni siquiera de la Iglesia.

Sin embargo, no todos quedaron contentos con el rumbo que tomó la FENALAC y otros campesinos sí creyeron conveniente trabajar unidos con los obreros de la CCT y en 1965 se forma la Federación Campesina Cristiana (FCC).

El secretario general fue Adolfo Ortiz Granee de Horqueta; el secretario, Juan Félix Martínez de Santa María (Oviedo) y como secretario de actas Angel González, también de Horqueta. Como miembros de la mesa nacional fueron también elegidos López de Santa Elena, Ladislao Solís de Itacurubí, y Rosendo Sosa de Valenzuela.

Al igual que la FENALAC se reunían cada seis meses y cada tres se realizaban reuniones en las distintas regiones. Juan Félix en su testimonio nos recuerda: Oñeconstituíma avei la Confederación Central de Trabajadores a nivel nacional, pépe FCC ointegráma avei, oíma imido oñondivepa, obreros y campesinos.

Es importante tener presente estas dos opciones de organización. Muchas veces se lee o se comenta que los problemas estuvieron entre los dirigentes y que era sobre todo problema de plata; que si unos recibían más ayuda que otros. Sin embargo, hay que tener cuidado con este tipo de explicaciones.

Primero porque cuesta mucho creer que unos campesinos que son capaces de organizarse para defender lo suyo y luchar por una sociedad distinta sean tan pasivos para dejar que desde Asunción decidan por ellos, como si los campesinos fueran tontos. Estamos hablando de gente que fue capaz de soportar cárcel, torturas e incluso la muerte. Me parece que es subestimarlos demasiado y buscar soluciones muy fáciles.

Por otro lado, no hay razón para negar que hubo dos intentos distintos de organizarse porque ambos pensaban que por ahí pasaba la solución. Ninguno de los dos era inválido en sí mismo. A lo mejor pareciera que es fácil ahora, pasados más de 40 años, ponernos con el dedo acusador. Pero ni es fácil ahora ni lo era en esa época. Lo mismo ocurrirá en los 70 cuando un grupo de campesinos decida llevar a la práctica junto con estudiantes asuncenos una experiencia de organización político militar. No todos compartían esa opción, como no todos compartirían la experiencia de San Isidro del Jejuí, o la de Jopói en Misiones.

 

JAC, Juventud Agraria Cristiana

La juventud participó también activamente en las Ligas Agrarias Cristianas, en algunos lugares integrados sin más, pero en otros se agruparon en la JAC, en la Juventud Agraria Cristiana. No se puede generalizar sobre su estructura, pero el testimonio de Santiago Rolón nos da una idea de su funcionamiento, al menos en Misiones.

De los 105 jóvenes que vivíamos en nuestra compañía, 90 estábamos en la JAC. En San Juan Potrero tuvimos tres grupos: el de San Blas, Barrio Central y el de Hugua. Hugua era nuestra base. Allí se hacía la coordinación de los tres grupos. Cada base tenía un coordinador y de entre ellos se elegía un delegado para representante de las bases en las asambleas zonales.

Cambiamos luego la forma original de la JAC. Se disolvió el equipo de dirigencia, todas las decisiones las sometíamos a consideración de todo el grupo. Así fue en Misiones con confederación de jóvenes. La JAC se gestó en San Ramón, Santa Rosa, San Ignacio, San Patricio y en San Juan. También en Santa María había un grupo.

La JAC era mixta, es decir para varones y mujeres. El cuerpo de delegados componían siempre un varón y una mujer (KOKUEGUARA REMBIASA, III, 85-86)

Las actividades de la JAC eran múltiples. No se restringían solo al agro. De hecho, eran los alfabetizadores por naturaleza, no solo de niños sino también de adultos. Tenían ropería donde se fabricaban para su propia vestimenta con la fibra del algodón y hasta proponían otro tipo de esparcimiento.

Es importante tener en cuenta que la Seccional Colorada funcionaba como lugar donde se hacían las fiestas, y por lo general cobrando. Proponer otro tipo de fiestas, gratuitas, no solo implicaba decir 'no' al consumismo sino que era también un claro mensaje político.

Las relaciones entre las LAC y las JAC no siempre fueron de armonía, sobre todo por la sensación que tenían los mayores de que los jóvenes se les iban de la mano. Lo que significó replantearse toda la cuestión generacional: adultos-jóvenes.

Sin embargo, ambas agrupaciones eran conscientes de que tenían intereses en común. De hecho, aunque eran independientes "en caso de presión por medio de manifestaciones, por ejemplo, estaban unidas. En Misiones se hicieron más de trescientas manifestaciones organizadas por la JAC y las LAC", afirma Santiago Rolón.

 

Hacia la unión de las organizaciones nacionales: KOGA

Tanto la FENALAC como la FCC fueron teniendo sus respectivas asambleas nacionales, hasta que a principios de los 70 deciden unirse, o mejor dicho, tener una coordinación común. Es importante no perder de vista, que si bien en la segunda mitad de los años 60 comenzaba el período de esplendor de las Ligas también ya se había experimentado el enfrentamiento con las autoridades.

Muchos ya habían sufrido cárceles. Se veía venir que la situación se iría a endurecer cada vez más. Los seccionaleros, los dueños de los almacenes, las directoras de las escuelas, e incluso algún cura, no veían con buenos ojos lo nuevo que se estaba gestando. No era solo una organización más, era un nuevo estilo de vida, una nueva manera de entender qué es el ser humano. Es decir, un nuevo modelo de país.

Ante este nuevo escenario que estaban experimentando es que resuelven las organizaciones nacionales comenzar a caminar juntas. Como conservamos el informe que la nueva organización dirigió a la Conferencia Episcopal Paraguaya, dejemos que sean ellos los que no cuenten sus motivos e intenciones. El informe comienza así:

Diversos grupos de campesinos organizados usan el nombre de Ligas Agrarias. Por eso cada vez es más difícil entender qué son las Ligas Agrarias, pues ese nombre se ha vuelto sinónimo de cualquier clase de organización campesina. Aunque a todos nos une el denominador común de ser organizaciones campesinas de inspiración cristiana.

El presente informe corresponde a un grupo de Ligas, que desde el 14 de agosto de este año (1971) se han agrupado en lo que hemos llamado "Coordinación Nacional de Bases Campesinas Cristianas (KOGA)".

En este sentido, estamos coordinadas las Ligas pertenecientes a la FENALAC que desde dicha fecha dejó de existir, algunas Ligas que pertenecían a la FCC y algunas otras de fundación nueva.

No se trata de una federación centralista, con un cuadro de dirigentes fijos y unas bases que reciben órdenes. Cada Liga organizativamente es autónoma de las otras Ligas. Pero todas ellas coordinan entre sí sus ideales y sus acciones a través de una mesa coordinadora de delegados.

Hasta aquí la introducción del informe. Importante es resaltar que la FENALAC dejó de existir como organización nacional, es decir, como instancia coordinadora de las Ligas, no las diferentes Ligas locales. La FENALAC se constituyó en 1964, tuvo tres encuentros más (1966,1968 y 1970) y luego se integró a la KOGA.

La KOGA cambia también el estilo organizativo, ya no se nombran más a dirigentes por dos años, como era antes, sino que en cada reunión se nombra un coordinador y un secretario que terminan su función una vez acabada la reunión. Pero esto no solo a nivel nacional sino también a nivel regional y local.

Algunas razones se dan en el Informe que dice: "la experiencia nos enseñó que para remediar el continuo peligro del caudillismo y el servilismo lo mejor era que nuestras Ligas no tuvieran dirigentes permanentes. Todos somos responsables de la marcha de nuestra organización".

Una razón para este cambio que no cita el informe (como es lógico, teniendo en cuenta la dictadura en que se vivía) es que de esta manera se evitaba darle objetivos claros al aparato represivo de la dictadura stronista. La dictadura, acostumbrada a buscar dirigentes para reprimir, se encontraba con que nadie era dirigente y que todos eran dirigentes. El régimen dictatorial no podía entender que hubiera una organización sin dirigentes fijos, en donde todos eran responsables por la misma marcha de la organización. No lo podía entender, ni tampoco le interesaba que la gente lo entendiera.

En esta primera reunión de KOGA, en donde el coordinador fue Constantino Coronel y el secretario Samuel Frutos, también se formularon claramente tanto los objetivos de las Ligas como su identidad. Como primer objetivo el Informe manifiesta:

...buscamos cómo colaborar junto con todas las personas y las organizaciones de buena voluntad en el proceso de liberación. Formar hombres nuevos y poder construir una nueva sociedad, según el espíritu de Cristo expresado en los documentos actuales de la Iglesia. Para ello necesitamos liberarnos de nuestro egoísmo y de toda clase de estructuras opresoras.

Al final se pregunta por la identidad de las Ligas, por lo qué son y como respuesta sintetizadora expresa:

...las Ligas Agrarias Cristianas son organizaciones de campesinos mediante las cuales buscamos asumir nuestro compromiso temporal autónomamente en el proceso de liberación conforme al Plan de Dios y a nuestra realidad.

No se debe perder de vista el uso del plural. Siempre se habla de 'las Ligas', respetando la autonomía de cada una de ellas. Esto es importante para no caer en la tentación de querer pensar en las Ligas como algo homogéneo, cuadriculado, en donde todos respondan a la autoridad de un único líder.

Esta forma de organización, con mucha autonomía de las Ligas locales, permitió que algunas bases o algunos integrantes de las mismas iniciaran procesos diferentes, y a veces divergentes. Los años 70 están marcados por el acrecentamiento de la represión stronista, y esta situación generará respuestas distintas de parte de las bases.

Durante estos años es cuando se ponen en práctica ciertas experiencias que le dieron al movimiento campesino otro rostro. Desde mediados del 69 un grupo de familias de la zona de Quiindy, Roque González, Caapucú, Acahay y Piribebuy se trasladó a la colonia de San Isidro de Jejuí, un lote de 3.000 hectáreas a 185 km al norte de Coronel Oviedo.

Por cinco años un nuevo estilo de comunidad se pondrá en marcha. Jejuí se convirtió en poco tiempo en centro de referencia para el resto de las comunidades campesinas del norte; llegó a coordinar más de 60 grupos campesinos.

El mismo obispo Aníbal Maricevich hizo de Jejuí el lugar de formación cristiana para los campesinos. Con la comunidad de Jejuí se inició un nuevo proceso en la región del norte y esto hizo que no hubiera mucha relación con la coordinadora nacional de las Ligas.

Jejuí fue brutalmente destruida por la policía y el ejército en febrero de 1975.

Algo parecido ocurrió en la zona de Alto Paraná. En 1972, un grupo de 35 familias de Santa María, Misiones, alentadas por Victoriano Centurión, más conocido como 'Centú', se trasladaron a orillas del río Acaray.

Esta experiencia no tuvo un desarrollo eficaz, como la de Jejuí, fundamentalmente porque no fue tan preparado como la anterior. Además, porque la dictadura comenzó a reprimir ni bien se instalaron, comenzando con la detención de Centú y de Estanislao Sotelo, un miembro de la comunidad, a fines mismo de 1972.

Con ayuda de la Regional de Caaguazú, la comunidad a duras penas siguió la marcha, pero una vez más, en marzo de 1975, un comando policial entró en la comunidad apresando a cinco campesinos y expulsando del país al hermano franciscanos Anastasio

Kohmann, quien había sido enviado por las comunidades campesinas de Caaguazú para que los acompañara.

En Misiones también se daban nuevas formas de llevar adelante la lucha por una sociedad más justa. El 5 de mayo de 1972, un grupo de 8 familias ocupó las tierras que los jesuitas tenían en la zona, de 214 hectáreas. La finca se llamaba San Joaquín, pero los campesinos las bautizaron con el nombre de Jopói.

El grupo de los ocupantes estaba formado por líderes campesinos que creyeron llegada la hora de tomar medidas más radicales. No todas las bases de Misiones estuvieron de acuerdo con esa toma de tierra, porque eran precisamente los jesuitas quienes más apoyaban la lucha campesina.

Sin embargo, el objetivo de la toma iba más allá de la recuperación de la tierra. La idea era obligar a la Iglesia a una definición más clara frente al régimen stronista. Poner a prueba hasta dónde la Iglesia acompañaría al campesinado.

Más radical aún fue la toma al año siguiente, en 1973, de la estancia que poseía Monseñor Bogarín, Don Nicodemo. Si los campesinos querían una definición más clara de parte de la Iglesia, lo que se consiguió fue un enfriamiento cada vez más mayor de las relaciones. Casos parecidos ocurrieron en otros departamentos del país.

No es sencillo juzgar a la distancia. A primera vista podría decirse que ambas partes no supieron cómo dar nuevos pasos en forma conjunta. A partir de esos años de 1973/4 se fue dando un distanciamiento entre la Iglesia institucional y el movimiento campesino. Este último buscará luego nuevas alternativas de lucha.

En el año 1974, por ejemplo, algunos dirigentes campesinos, en especial Constantino Coronel, inician conversaciones con dirigentes asuncenos para dar origen a un movimiento político militar (el que luego será conocido con la sigla OPM) con el objetivo, a mediano plazo, de derrocar al dictador Stroessner.

La Coordinación Nacional de Bases Campesinas Cristianas (KOGA) tuvo finalmente una corta duración: permaneció, hasta 1976 cuando la dictadura stronista reprimió salvajemente a la sociedad paraguaya.

Desmantelar y destruir las Ligas Agrarias Cristianas fue uno de sus principales objetivos. Ya lo había puesto de manifiesto el año anterior, en febrero de 1975, cuando reprimió y destruyó la comunidad de San Isidro de Jejuí.

La Ligas Agrarias Cristianas dejaron de existir organizadamente aunque algunas Ligas locales seguían su ritmo y su lucha como el caso de Akaray y otras. Sin embargo, la organización no se mantuvo sino que se fue transformando y dando origen a un sinfín de organizaciones campesinas que pudieron mantener algunos aspectos de la mística de las Ligas.

De hecho, según el pa'i jesuíta Luis Farré, alrededor de 1975 y ante la nueva coyuntura que les tocaba vivir, los miembros de las JAC y de las Ligas resolvieron cambiar de metodología de trabajo.

La Liga ya estaba muy quemada, estaban rechazados sus grupos y vimos que la única forma de seguir la concientización era trabajando a nivel de compañía, a nivel de pueblo; meterse en las organizaciones que había en la misma compañía, sea para trabajo pro templo, pro puente, o para cualquier otro quehacer. La Liga debía desaparecer formalmente, que era una cosa peligrosa para la gente (KOKUEGUARA REMBIASA, III, 128).

Este comentario nos demuestra que las Ligas quedaron grandemente afectadas; no solo por la represión de la dictadura sino también por las diversas líneas que al interior de las mismas se fueron adoptando.


 

 


CAPÍTULO VIII

PERSECUCIONES Y REPRESIONES

¡Eguapy, eñembo'y, eñemboi ha reñe'ẽta ko'ãga, nde campesino tuja! Aún resuenan en nuestros oídos las órdenes violentas lanzadas por Sapriza en presencia de sus compañeros -en una de esas salas frías y grises adornadas de cables trenzados, picanas, maderas, pistolas y esposas- cuando nos tenía a su merced.

Nuestra decisión de disipar de nuestras mentes tan desagradables momentos normalmente no tiene éxito, pero aún así, a más de una década de ese tiempo tratamos de sobreponernos y poder de esa forma, hablar, sí, hablar, así, sentados, parados, desnudos y de frente, a quienes nos quieran entender no ya para eludir o justificar la tortura, sino para sumarnos con nuestro testimonio a decir nunca más a la época obscura, negra y silenciosa de la dictadura pasada (KO'ÃGA ROÑE'ẼTA, p. 7)

Nunca antes el Paraguay había experimentado una represión tan bestial de parte del Estado como la que sufrieron las Ligas Agrarias en abril de 1976 en que miles de campesinos poblaron las cárceles del país. La violencia y el ensañamiento de la dictadura stronista en contra de todo aquel que osara oponérsele quedó plenamente de manifiesto.

Un gran porcentaje de los testimonios reunidos en los cuatro tomos de Kokueguara Rembiasa nos habla de este tiempo de sufrimiento, y todo un libro, KO'ÃGA ROÑE'ẼTA, fue dedicado a recoger los testimonios campesinos de la represión en Misiones.

"Rehendusépa ko imombe'upy eiretéicha he'ẽva iñepyrũrã ha ipahávo rasaitémava iro". Así comenzaba la introducción de la recopilación de los testimonios campesinos.

Es una de las páginas más negras de la historia paraguaya. Cada uno de los testimonios es un atentado contra la dignidad humana. No es nuestra intención meternos en ese mundo de la tortura, la cárcel, la represión, la vergüenza. Acá queremos hacer un recorrido breve sobre la respuesta del gobierno stronista a lo nuevo que iba surgiendo en las comunidades campesinas.

Sin embargo, hacemos nuestras también las palabras que aparecen en la introducción al tercer tomo KOKUEGUARA REMBIASA.

Perdonaremos sí, pero no avalaremos la impunidad y trataremos de no olvidar nuestro pasado. Al contrario, los nombres de Stroessner y Montanaro, José Félix Grau, Pastor Coronel, Camilo Morel, Lucilo Benítez, Irrazábal, Colmán, Calderini, Saldívar; los nombres de todos ellos y otros quienes atropellaron a los campesinos, a los sacerdotes comprometidos con los pobres, a las mujeres; a todos ellos que sembraron el miedo y muchas veces mancharon sus manos con sangre inocente, no sólo no queremos olvidar, sino que haremos lo posible para que perduren en la memoria campesina y nacional como responsables y ejecutores del terror institucionalizado. (KOKUEGUARA REMBIASA, III, p. 6).

Si bien el 76 puede considerarse el año del golpe final de la dictadura a las Ligas Agrarias Cristianas, sin embargo no debemos perder de vista que la represión ya había comenzado mucho antes. Por ejemplo, Francisco Llano de Ka'a Joha, San Ignacio, cuenta cómo en 1967 fue citado tres veces por el comisario del lugar, y una vez por la delegación de San Juan Bautista. Y así como él, un montón de campesinos sufrieron los atropellos policiales. Abelardo Heredia de Tañarandy, San Ignacio, comenta que "casi todos los días era llevados los catequistas, celebradores de la Palabra y los socios, a la Delegación. La idea de las autoridades era la de dispersarnos (KOKUEGUARA REMBIASA, II, p. 62).

El pa'i Barreto posee un documento titulado "Persecución de la Iglesia en la región de Misiones". Es una lista en donde se enumera 58 actos de persecución, tanto por la policía como por los seccionaleros, solo desde febrero de 1969 hasta abril de 1972. Amedrentamientos, cárceles, citaciones, prohibiciones, torturas y expulsiones, todo era válido para la dictadura stronista.

La misma experiencia se tuvo en la zona de Cordillera. Cristino Meaurio nos comenta que desde 1965 ya empezaron algunas persecuciones (KOKUEGUARA REMBIASA, I, p. 72). De hecho, en este departamento llegaron a tomar iglesias y la misma Catedral para exigir la liberación de los compañeros campesinos presos. En noviembre de 1972 se toma la Iglesia Catedral de Coronel Oviedo por 34 horas con ese objetivo. Y tienen éxito. Al año siguiente, los apresamientos no cesaban y nuevamente se toma la Catedral y otros templos.

La respuesta de la dictadura fue más salvaje y se estuvo a punto de producir una masacre si es que los campesinos no desalojaban las iglesias. Este nuevamente fue un momento importante en la historia de las Ligas de Cordillera, porque si bien la Iglesia jerárquica del lugar estaba con ellos, pasadas las ocupaciones, gran parte del clero del lugar se volvió desconfiado del campesinado argumentando que se encontraban infiltrados entre sus miembros. Como ocurre siempre, es muy difícil para muchos aceptar que el campesinado era ya mayor de edad.

Se puede ver incluso una línea ascendente en la escala represiva. Primero eran detenciones más bien locales, para luego pasar a ser departamentales, y finalmente a escala nacional, como la represión del 76. El hermano franciscano Anastasio Kohmann nos comenta cómo se dio esto.

En cuanto a la represión, veía que siempre empezaba con los trabajos comunitarios, sobre todo con el almacén de consumo: eran los almaceneros del lugar los que, movilizando al alcalde de compañía y a la seccional, hacían la represión. Pero al comienzo de 1973 yo noté una diferencia en la represión. A partir de ese momento la represión fue organizada desde Asunción. Antes, la represión era organizada por los comisarios locales, por los seccionaleros y tal vez por el delegado de gobierno del departamento (KOKUEGUARA REMBIASA, IV, p. 142).

Sin embargo, ya en 1972 se dieron golpes claros de parte de la dictadura cuando expulsaron a dos pa'i jesuitas: el pa'i Barreto que trabajaba en Misiones (22 de febrero) y el pa'i Caravias que lo hacía en Cordillera (5 de mayo).

Por supuesto que acá está hablando de persecución explícita, y dejamos de lado lo que también tendría que tomarse como persecución, como ser cuando el acopiador no quiere ir a recoger los productos de las chacras de los liguistas, o cuando la directora no quiere inscribir a los hijos e hijas de los miembros de las Ligas, y así infinidad de contratiempos que muchos liguistas tuvieron que pasar por el mero hecho de buscar un presente mejor para todos. Claro, un 'presente mejor para todos' implicaba que los que generaban injusticias dejaran de hacerlo, y eran justamente ellos, desde la escuela, la seccional, el mercado, o a veces, desde la iglesia los que le hacían la vida imposible a los campesinos.

Incluso esta ola represiva generaba no solo desconfianza entre los vecinos ("todos los amigos nos abandonaron, nos tenían miedo", comenta Pastora Ortiz de San Ignacio), sino también que muchos vecinos se convertían en espías, pyragues de la dictadura. Fortunato Fuentes de San Felipe, Santiago, Misiones se acuerda cómo cuando los arrestaron muchos de sus vecinos hicieron fiesta y decían "los comunistas son llevados presos y hay que festejar, por fin el pueblo queda limpio" (KOKUEGUARA REMBIASA, II, p. 43). Isabel Gutiérrez de Ríos, de San Patricio, comenta cómo el Juez de Paz del lugar, Rubén Sotelo, "venía a las reuniones a insultarnos, nos decía groserías. Él quiso confundir para desunirnos" (KOKUEGUARA REMBIASA, II, p. 76).

El año 1975 marca el inicio de la represión masiva stronista contra las comunidades campesinas. San Isidro de Jejuí fue el comienzo. Eran las 4 de la mañana de un sábado de febrero, el 8, cuando alrededor de 70 soldados bajo las órdenes del teniente coronel José Félix Grau invadieron y allanaron la comunidad. Jejuí era una comunidad alejada del lugar de nacimiento de las Ligas, pero era la que mejor pudo poner en práctica todos sus principios.

Fue una comunidad creada exactamente para eso, para comenzar de cero la experiencia de las Ligas. Con gente proveniente de diversos puntos de país, pero especialmente del departamento de Paraguarí se formó esta comunidad en donde se empeñaron en vivir como hermanos. Esto ocurría en 1969 cuando los dirigentes de la FENALAC decidieron comprar un terreno de 3.000 hectáreas en la zona de Reforma Agraria, a 185 km al norte de Coronel Oviedo. El pa'i Braulio Maciel los acompañaba. La dictadura stronista captó en seguida la potencialidad de Jejuí, de ser modelo de comunidad cristiana campesina. Comprendieron en toda su profundidad las consecuencias de la hermandad. Ahí se dio cuenta la capacidad de subvertir el orden injusto que tenían las Ligas Agrarias. La dictadura de Stroessner no podía permitir que siguieran adelante. Y no lo permitieron. Uno de los campesinos de Jejuí afirmaba: "Todos nos sentimos con derecho y muchos deseos de recibir explicaciones del porqué es malo, peligroso e ilegal, vivir fraternalmente en una comunidad" (citado en EN BUSCA DE LA TIERRA SIN MAL, p. 143)

No fue sólo un entrar, llevarse preso a algunos y luego irse. No; el ejército tomó la comunidad. Por más de tres meses la comunidad estuvo cercada y sitiada por los soldados quienes se habían atribuido el poder de permitir la entrada a quienes quisieran. El obispo Maricevich no pudo entrar, tampoco ningún sacerdote para poder celebrar la Semana Santa con los pocos que quedaban en Jejuí. Alrededor de 120 personas fueron apresadas, la mayoría salieron para mayo, los últimos después de Navidad. La producción se perdió por completo y si no fuera por la solidaridad de las otras comunidades campesinas, la población de Jejuí hubiese muerto de hambre.

Las razones del gobierno eran ya esperadas. El diario de la dictadura, Patria, en su edición del 17 de febrero comentaba:

Se tiene noticia de la instalación clandestina de verdaderos 'koljosts', donde el sistema de la ley ha sido simple y arbitrariamente sustituido por el 'colectivismo'. Es decir, que las 'comunidades' así formadas no tienen acceso a la propiedad de la tierra, y que el fruto de su trabajo, bajo una forma espuria de 'cooperativismo' es 'de todos', como los dispongan los terceros erigidos en autoridad 'motu propio'.

Las explicaciones eran las de siempre para justificar la represión (y son las que aún continúan dándose, en democracia). Todos eran comunistas, y los extranjeros que allí estaban, dos estadounidenses, uno de ellos monseñor, los Hermanitos de Jesús, que eran franceses y una religiosa española eran, para el diario Patria, "elementos foráneos de muy dudosa extracción y completamente anónimos y anodinos en su lugar de origen, que vienen a querer 'hacer la América' en un sentido nuevo más atroz que el de amasar fortuna a costa del sudor y la sangre de los 'aborígenes'".

La dictadura estaba empecinada en acabar con toda posibilidad de organización campesina. Un mes más tarde de la toma de Jejuí, un comando de la policía política de Asunción llegó a la comunidad de Acaray, en Alto Paraná, para desbaratar lo trabajado. Tomaron preso a cinco campesinos, de los cuales a tres los asesinaron luego, y expulsaron del país al hermano franciscano Anastasio Kohmann.

Acaray se había formado a principios de 1972 con familias provenientes de Misiones lideradas por Victoriano Centurión, más conocido como 'Centú'. Estaban menos organizados que los de Jejuí, menos conectados con otras regionales y con menos apoyo de parte de la Iglesia del lugar.

El hermano Anastasio reflexionando sobre la experiencia comenta que el IBR "les había indicado esta tierra para que sirvieran de peones en las colonias de los brasileños y japoneses. Pero ellos no cumplieron bien este papel. Y por eso fueron destruidos. Tenían que adaptarse al régimen económico-político de la zona o desaparecer".

En ese mismo mes de marzo, la dictadura de otro golpe, esta vez en la zona de Misiones. Los maestros de la escuelita campesina de Tuna fueron apresados y expulsados del país, eran españoles. Tuna era una compañía de Santa Rosa que estaba teniendo una de las mejores experiencias a nivel educativo.

La táctica del gobierno stronista era clara: acometer contra las Ligas de distintos departamentos y hacer creer al resto de la población que una gran confabulación marxista se estaba creando.

Es en este contexto de represión que hay que comprender por qué algunos dirigentes campesinos deciden finalmente adherirse al proyecto de la OPM (Organización Primero de Marzo).

En el libro EN BUSCA DE LA TIERRA SIN MAL se aclara que la OPM no fue un desarrollo del movimiento campesino en sí. Comenzó aparte, y se unieron a ella algunos líderes campesinos. Lo mismo se desprende de la lectura del libro de Alfredo Boccia, La DÉCADA INCONCLUSA. HISTORIA REAL DE LA OPM. Sin embargo, Constantino Coronel, el dirigente campesino más metido en la organización de la OPM, tiene otra visión de la situación.

No es nuestra intención dilucidar la cuestión, sino comprender cómo se fueron sucediendo los acontecimientos, en especial para entender la brutal represión del 76.

Los primeros contactos universitarios-campesinos se dan a través de los campamentos de trabajos del Servicio de Extensión Universitaria (SEU). Sin querer atribuir una responsabilidad mayor de la que tuvieron, es importante tener en cuenta que los jesuitas a fines de los 60 eran el mejor puente para que ese lazo se diese. Estaban a cargo de la Universidad Católica que funcionaba en el propio Cristo Rey. En 1966 habían creado el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y estaban muy unidos a las Ligas de Misiones. Es en ese momento que algunos estudiantes se van a vivir a Misiones, junto con los pa'i Caravias y Ferré.

En estos campamentos de trabajo, que duraban alrededor de un mes, se realizaban fundamentalmente tareas de campo. Boccia cita, por ejemplo, un campamento que se realizó en Tobatí en 1969, en donde participó no solo el pa'i Caravias sino también Juan Carlos Da Costa, quien luego sería la cabeza de la OPM.

Por supuesto que los campamentos no eran lugares de adoctrinamiento, sino que se convirtió en lugar ideal para que universitarios y campesinos compartieran sus luchas y anhelos; para que abrieran los ojos a nuevas realidades.

Incluso se hablaba y conversaba sobre salidas posibles a esa situación de injusticia que estaban viviendo, y la lucha armada era ciertamente vista como posibilidad, aunque normalmente la respuesta era 'por ahora no'. Y no era el momento, porque no se sentía que hubiese aún una alternativa válida que reemplace al régimen stronista. El país no se solucionaba, pensaban ellos, asesinando a Stroessner, sino creando una nueva sociedad.

Los contactos, entonces, comenzaron en esas ocasiones, y luego se fueron profundizando, a medida, sobre todo, que la jerarquía eclesial a partir del 73 se mostró más esquiva a las inquietudes campesinas.

A partir del 74 los encuentros fueron más frecuentes, pero no se daba aún el ambiente ideal para que surgiera. En ese año, Juan Carlos Da Costa regresa clandestinamente a Paraguay por dos meses, y se reúne con Constantino Coronel para planear juntos la Organización.

Al mismo tiempo, comenta Luis Ferreira de Piraretá, Piribebuy, 12 compañeros de las Ligas, nombrados por la directiva nacional, habían ido a Argentina para formarse políticamente. Allí también se adentraron en otro tipo de organización y alguno había vuelto "más convencido de la necesidad de la lucha armada" (KOKUEGUARA REMBIASA, IV, p. 43).

Constantino regresa a sus bases de Misiones y conversa con algunos dirigentes de la zona. La respuesta de algunos dirigentes fue clara:

...ñandeko jahecháma'akue voi ha ñañorãirómante, ñamano peve ñande upéva jaikuaa voi, ha pea ko trabajo, trabajo puku, seguramente ani jajapurátei pero ere la kuimba'e upévape de que campesino oĩha dispuesto oñemongetávo hendive upéva upe trabajóre.

En ese momento se hablaba de dos tipos de trabajos, uno de superficie, el que se realizaba en las comunidades, y otro 'de bajo tierra' que funcionaba en la clandestinidad. El golpe de gracia lo dio la toma de Jejuí por parte de la dictadura. Si el trabajo de superficie más importante y más esperanzador había sido destruido, entonces no quedaba otra alternativa que continuar con el de clandestinidad.

Se constituyó finalmente la conducción nacional de la OPM formada por Juan Carlos Da Costa, Nidia González Talavera de Da Costa y por Constantino Coronel. Había columnas organizadas en distintos departamentos del país. En Misiones, por ejemplo, había dos columnas.

En el Archivo del Terror se encuentra un Informe del Frente Campesino (52F 120-2) redactado después de la represión del 76 por algún miembro de la OPM. En él se cuenta resumidamente cómo se fueron dando los contactos con el sector campesino. Se narra cómo al principio hubo problemas generacionales para que los restantes miembros de las Ligas se unieran. Esto se subsanó cuando Constantino logró incorporar a Martín Rolón, que terminó siendo jefe de la columna 6 de la capital y miembro de la conducción central de la OPM. El informe sigue narrando el crecimiento del frente campesino.

1975 y principios del 76 fueron los tiempos del gran salto cuantitativo primero, cualitativo después. Se iniciaron los trabajos en mayo y junio con dos giras, una en cada mes. En ellas se exponía la línea política de la organización, ideológica, organizativa y mil[itar] a grupos de hasta diez campesinos, funcionando simultáneamente tres o cuatro equipos en el lugar. Este fue el punto de arranque de la organización, integrándose así a los sectores más lúcidos de la dirigencia de la clase campesina. Estructurados los GAC y sus respectivos jefes, el crecimiento fue en ascenso, al punto que en una sola compañía, fue posible completar los cuatro grupos de combate iniciales de una columna.

Lo que en un principio fuera 'ndoroentedeiete la oje'éva pero ha'e la roipotáva' fue transformándose en 'ñande organización'. Más de un centenar de integrados e igual cantidad en captación, comenzando a extenderse el trabajo hacia Itapúa y Alto Paraná, con dos grupos de combate formados y enormes posibilidades de enrolar más compañeros.

En la zona de Ñeembucú un grupo de combate en formación y grandes perspectivas de trabajo. Pilar, el Este, el Centro, Cordillera, Paraguarí, Quiindy, Caazapá y el Norte iban tejiendo minuciosamente el trabajo silencioso del pueblo hacia su organización.

Si bien se habla de grupos de combate, el nombre puede hacer pensar en atentados revolucionarios o tomas de cuarteles. Nada de eso ocurrió, más allá del robo de un mimeógrafo del Cristo Rey y otros hechos similares. El proyecto de la OPM estaba pensado a largo plazo. Según Constantino Coronel, la idea era poder crear una base grande como para en 1980 marchar hacia Asunción con 100.000 campesinos. Nos puede parecer ingenua tal pretensión, pero nos da una idea de lo que había por detrás de la Organización.

Sea como sea, la tarde del sábado 3 de abril de 1976 se iniciaría la peor pesadilla para miles y miles de familias paraguayas. Un miembro de la OPM, Carlos Brañas, es detenido en Encarnación cuando cruzaba desde Argentina y se le encuentra entre sus pertenencias un montón de documentos de la organización, incluso ejemplares del periódico de la OPM, TATAPIRI.

Lo que viene a continuación ya ha sido narrado detalladamente por Boccia en su obra. Entre el domingo 4 de abril y el lunes allanan el domicilio de Martín Rolón, a quien, según la policía lo matan en un tiroteo, pero la familia nunca recibió su cadáver y en el Archivo del Terror hay documentos que datan de 1979 en donde la Cruz Roja Internacional le solicita a Montanaro información sobre Rolón. Con Martín estaban su hermano menor Melchor, quien logra huir, y su esposa Estela Jacquet, quien es tomada prisionera y torturada, además de sus tres hijitos. Más tarde el papá de Martín también sería apresado. Sus desgarradores testimonios pueden ser leídos en KO'ÃGA ROÑE'ÉTA.

Constantino Coronel sufrió la misma suerte, fue sitiada su casa por la policía y tomados prisioneros todos sus familiares. Tan pronto como el martes 6, la policía llega hasta Santa Rosa, Misiones, para apresar a José Gill Ojeda y a Corsino Coronel y llevarlos hasta Asunción.

Sin embargo, la represión feroz en Misiones se inicia la semana siguiente, la Semana Santa (del 11 al 18 de abril). En la introducción de la obra KO'ÃGA ROÑE'ẼTA se nos narra cómo se inicia esta Pascua Dolorosa.

En los primeros días de abril nos enteramos del apresamiento y posterior desaparición de Martín Rolón, gran líder de las Ligas Agrarias, un profeta como muchos le llamaron... Por la 'Voz del Coloradismo' (infaltable) se podía escuchar amenazas a todas las organizaciones de carácter social...

El blanco siguiente íbamos a ser nosotros. El teatro ya estaba todo preparado, el escenario con todos los decorados se encontraban a punto, faltaba nada más que levantar el telón para dar inicio a la función... y así fue.

Un día cualquiera de abril -plena Semana Santa- llegan a nuestras compañías agentes de la policía de Asunción, entre ellos Camilo Almada (Sapriza), Santacruz, el comisario Paredes, quienes junto con los alcaldes de la compañía y algunos baqueanos empieza a recorrer casa por casa de cada uno de los integrantes de las Ligas Agrarias y se lo llevan. Éramos 'un peligro' para la seguridad del Estado. Si bien nuestras casa estaban en los confines de las campiñas, eso no importaba, constituíamos un grave peligro porque teníamos 'armas muy poderosas' que podían hacer tambalear la estabilidad de los 'karaikuéra', y esas armas eran la solidaridad y el amor.

El lugar de detención destinado a los miembros de las Ligas fue Abraham Cue, en la misma ciudad de San Juan Bautista. Sapriza mostró toda la saña que el gobierno ya venía acumulando contra las Ligas torturando bestialmente a cuanto campesino se le pusiera delante.

Los testimonios reunidos en KO'ÃGA ROÑE'ẼTA y en KOKUEGUARA REMBIASA son verdaderamente espeluznantes. Alfredo Boccia afirma en su obra nada de lo que se diga sobre lo ocurrido en Misiones es exagerado. Isaac Ramos de San Ramón en San Patricio, Misiones, lo expresa claramente:

Upéi pe ka'aruete orembohasa Abrahankue. Roho compadre Tomándive. Upépe katu oretortura catorce día... Mbohapy oĩ la torturador profesional: Santa Cruz, Sapriza ha otro réra ndaikuaái. Heta mba'e umírupi ñahendu ha ñañandu (KOKUEGUARA REMBIASA, II, p. 72)

Pero no solo la tortura funcionaba en Misiones, sino también el asesinato. Con la idea que sirviera de escarmiento, el 'asesinato pedagógico', campesinos fueron brutalmente liquidados delante de sus familiares o vecinos, para que todos aprendieran la lección.

Lo que comenzó en Semana Santa en Misiones se extendería al resto del país: Paraguarí, Cordillera, Oviedo, Caaguazú. Ningún departamento quedó sin ser tocado, y pronto las cárceles del país se llenaron de campesinos. Se habla de más de 3.000 presos. En un documento que el pa'i Barreto posee, "Listas de Presos de las Ligas Agrarias, 1977-1979", se mencionan a 392 personas con nombre y apellido, 307 varones y 85 mujeres.

La represión del 76 inflingió un golpe muy duro a las Ligas Agrarias Cristianas. Pero no fue el último. En marzo de 1980, una vez más la dictadura da su zarpazo. La comunidad de Acaray, en Alto Paraná, seguía aún luchando por sus derechos, a pesar del atentado sufrido en 1975.

Cansada ya la comunidad de sufrir las prepotencias de los militares del lugar y en especial de la esposa del general Ramos Jiménez, quien se decía dueña de aquellas tierras, un grupo de liguistas deciden ir personalmente a las oficinas departamentales del IBR. Salen a la ruta y abordan un micro de la empresa Caaguazú. Como no tenían dinero para sus pasajes deciden tomar el colectivo: tenían un rifle, una escopeta y dos revólveres. El grupo lo componían 20 personas, de las cuales 7 eran menores de 18 años, y de estas 7, tres eran mujeres. Al frente del grupo estaba el legendario 'Centú', Victoriano Centurión.

Al poco tiempo de iniciar el recorrido, el micro recibe la orden de detenerse por parte de un control policial caminero. Al no hacerlo, son perseguidos por un par de camionetas de la policía, quienes disparan contra el micro y rompen el parabrisas. Los campesinos responden y logran seguir camino. Ya en Campo 8, se bajan y se internan en el monte, decididos a caminar hasta alcanzar su meta. Pero enseguida se inicia una enorme persecución por parte no solo de la policía y el ejército, sino también de la 'Milicia Colorada' al mando de gente tan siniestra como Pablo González. También estaba el infaltable Sapriza, y todos estos al mando de Pastor Coronel.

De más está decir que más que persecución fue cacería. Diez campesinos fueron asesinados, uno de ellos degollado. Nueve fueron tomados presos después de unos días, cuando ya estaban desesperados y hambrientos. Fueron torturados y luego llevados a Asunción. Centú logró escapar y refugiarse en la embajada panameña.

Pero como en el caso de la OPM, el operativo no terminó acá, sino que la dictadura aprovechó la ocasión para hacer una nueva redada de campesinos por los demás departamentos del país, señalando que una nueva célula guerrillera campesina se estaba estableciendo en el Paraguay.


Pejumína gentekuéra cherehe pende'aty

Pehendúta che historia oñohẽva tesay,

un día del señor, viernes sántope iko'ẽ

ijaty cristianokuéra, tupaitüme oñondive.


Ñandejára pasionkue, meditando todo

el día el destino ojacercáma he'iháicha Isaías,

che aime con alegría ndaikuaáigui mba'eve,

ha la once de la noche ja chesámaera'e.


Oguahe la soldadeja, un oficial hendive,

"peẽ ha'e comunista cheacompañáta pya'e"

Che rupágui aku'évo oipe'áma che rokẽ,

Con pistola en la mano ha oapunta cherehe.


Tuichaitéko chemondyi aimo'ã ladrón ra'e,

che familia hasẽmba, socorro ojerure.

Che kotýpema oike hetaitéko opovyvy,

Che plantilla tujakue pe esquínape ojuhu.


Jaguaretéicha ipochy hetaite chesokea,

jeko Juan Félix Martínez, ko'ápe ojehecha,

ha "pya'e cheacompaña amo rútape ñasẽ

calle únope jaháta nde reikuaa ichupe".


A las doce de la noche, calle uno roñopẽ,

a las dos de madrugada, roĩmbáma oñondive,

roñemoĩ rorrompe oĩ ho'a ha opu'ãva,

bayoneta nde rakuáva oréve oikuave'ẽ.

Ni un sueñor roke'ỹre ruta hũmema rosé.

Ha las cuatro ko'ẽjúma, delegaciónpe roime.

Roha'arõ ko'ẽmba "delincuente torturado",

aníke ni un soldado oñe'ẽ orendive.


Tuichaite la injusticia oñecumplíva orerehe,

Rosufríva con paciencia, Ñandejára orendive,

Ko'apevénte ta'e pehendupáma enterove,

un poeta compañero, teta defendehare.


(KOKUEGUARA REMBIASA, I, pp.21-22 Ladislao Vázquez,

muerto en la Delegación de Gobierno de Coronel Oviedo a causa de las torturas)



 


CONCLUSIÓN

EL DÍA DESPUÉS

 

Una carta dolorida

Los obispos latinoamericanos, después de su encuentro de Medellín, se volvieron a reunir en Puebla, México, a finales de 1978 e inicios de 1979. Para tal ocasión, un grupo de exliguistas de la diócesis de Coronel Oviedo en septiembre del 78 les enviaron una carta a los obispos. Quizá, el sentimiento que mejor defina el tono de esta carta es la tristeza.

Los campesinos se sintieron como abandonados por la jerarquía eclesial en el momento que más necesitaban de su apoyo. Por supuesto que lo mismo puede decirse del resto de la sociedad, pero como es una carta dirigida a los obispos, el tema central es la iglesia.

De esta carta entresacamos algunos párrafos. El original fue escrito en guaraní, y una traducción al castellano se encuentra en el libro EN BUSCA DE LA TIERRA SIN MAL. Muchos que leen la carta quieren ver alguna mano no campesina en la misma. Les sorprende que un grupo de campesinos pueda tener esta clase de pensamiento y de discurso. Sin embargo, fueron los mismos campesinos los que redactaron el documento, y especialmente fueron sus sentimientos lo que reflejaron en la carta.

De nuestra mayor consideración:

Antiguamente en nuestra vida religiosa, todos nuestros sufrimientos personales y comunitarios, familiares y sociales, estábamos con la creencia de que eran pruebas divinas, que teníamos que soportarlo e incluso ofrecerlo para gloria de Dios y satisfacción nuestra; nosotros hasta lo soportábamos con fervor y alegría, aunque iba directamente en desmedro de nuestra vida y la de nuestra familia.

Cuántas veces hemos enterrado a nuestros hijos con resignación, porque creíamos que Dios los querría para ángeles en el cielo. Cuántas veces hemos caído desmayados en nuestras chacras de hambre y le ofrecíamos a Dios. Cuántas veces hemos relegado el fruto de nuestros trabajos con el pensamiento de que era voluntad divina. Estas ideas se habían hecho carne hacía tiempo en nuestro pueblo y transmitido por nuestros progenitores. Los sacerdotes no decían lo contrario.

Pero Dios es justo en su inmensa bondad y justicia hace alcanzar su Palabra a algunos hermanos nuestros, ‘pequeños profetas' populares, quienes, Biblia en mano, empezaron a descubrir en ella otro rostro divino. Un Dios justo y bueno, que incluso tiene un Plan de Salvación, preparado al comienzo de la historia para todos los hombres. Encuentran y empiezan a comunicar que Dios siempre acompañó a los hombres. Signo viviente de ellos es la venida de Cristo que viene a aclarar y fortalece el Plan de Salvación. Dios no quiere el sufrimiento humano. En su Plan encontramos la justicia, el amor entre los hombres y como meta la felicidad humana. Empezamos sobre esta base, acompañados ya de algunos sacerdotes, a practicar la vida de amor fraternal, ya con la claridad de que Dios no era el culpable de nuestras desdichas y sufrimientos.

En este proceso de práctica solidaria llegamos a conversar realizar juntos trabajos agrícolas, organizamos 'administración de consumo' como prueba efectiva de nuestro deseo de fraternidad y como medio para la solución de nuestros problemas. Pero este accionar nuestro es mal interpretado y comenzaron las acusaciones de que éramos protestantes, comunistas, estábamos contra el gobierno; comenzaron también las persecuciones, amenazas, apresamientos, torturas, destrucción de nuestra administración. Entre quienes nos acusaban, están los comerciantes.

A veces, cuando por rara casualidad caía en nuestras manos un periódico, nos enteramos de que campesinos como nosotros, tanto en nuestro país como en los otros países de América Latina, sufren la misma represión e injusticia, como apresamiento de las cabezas de familia de toda una colonia porque la tierra habría sitio vendida a un poderoso y generalmente termina la cuestión siendo expulsados los colonos de la tierra que hacía años que ocupaban, les llevaban presos para intimidarlos, (muchos de los que estamos escribiendo esto hemos estado en prisión y recuperamos la libertad sin juicio alguno)

El entusiasmo y empuje que inyectaron los obispos se enfrentó con una represión más continua, generalizada y sin importar absolutamente los medios. La decidida intervención de los obispos apoyando la justicia de nuestros reclamos en sus documentos, muy pronto se fue apagando en la práctica. Son muchos los hermanos que echaron su esperanza por el suelo, al no encontrar una rápida solución a los problemas actuales y temiendo perder más, que avanzar algo. Esto mismo observamos en la mayoría de nuestros obispos y sacerdotes que nos fueron abandonando poco a poco.

Estamos en una situación de abandono, en la que las autoridades por todos los medios nos persiguen: han invadido nuestras comunidades, destruido nuestras bases de trabajo; forzosamente hemos abandonado nuestros lugares, después de prisiones prolongadas, controlan todos nuestros movimientos y siguen controlándonos.

Estamos dispersos, abandonados y con miedo. Entendemos que las autoridades solamente con la fuerza de la represión bruta pueden acallar nuestras voces y destruir nuestras organizaciones. Ellos tienen que defender sus estructuras que los mantienen en situación privilegiada, impidiendo la realización del Plan de Salvación señalado por Dios y confirmado con la venida de Cristo.

En infinidad de hermanos, Medellín echó raíces inarrancables, pero la situación pobrísima y la represión incansable nos mantienen actualmente desorganizados. La represión y la persecución tenemos claramente de dónde provienen y a qué responden, lo que nos causa extrañeza es la postura de nuestra jerarquía eclesiástica. Nosotros esperábamos que fuera de posición firme, fuerte y perseverante en el cumplimiento de lo resuelto en Medellín, no por ser resuelto, sin porque allí estaba la posibilidad de realización del Plan de Dios en nuestro tiempo y situación actual. Pero tras el empuje inicial fueron tranquilizándose llegando incluso a cierta desmoralización. Desmoralización que se manifiesta en una desconfianza por nosotros y que se va convirtiendo en una enfermedad grave, incluso puede llegar a la desconfianza de Dios; si sigue así llevará a una destrucción de lo construido de la que notamos los primeros signos, en este andar, hasta Cristo mismo se verá excluido. En las últimas represiones lo hemos notado, silencio total a pesar de las bárbaras torturas, asesinatos alevosos, nada! Después de dos meses comienzan a manifestarse, porque se les insistió desde todos los ángulos; se pronunciaron por exigencia, no por convencimiento; no para ser la voz de los que no la tienen. Es que Dios da fuerza y valor a través de los humildes, los pobres y abandonados y no a través de los poderosos y ricos.

Queremos señalar, en justicia, a un hombre cristiano, a un padre y obispo que nos parece ejemplar, que es monseñor Aníbal Maricevich. En su continuo contacto con nosotros, campesinos agricultores, nos ha sabido entregar a Cristo que nos da fuerza y valor para seguir adelante. Monseñor Maricevich nunca nos abandonó, en los buenos y malos momentos y también en situaciones difíciles, por eso él tiene coraje y lo transmite a los demás sacerdotes que están con él en su diócesis. ...

De las Ligas a las organizaciones

De los testimonios campesinos se desprende que las organizaciones campesinas actuales surgieron de las mismas Ligas.

En 1975 vino la gran represión, y en ese momento se extinguieron las Ligas Agrarias. Sin embargo sobre todo en los dirigentes, quedó aquello que había sido aprendido, aunque actualmente estemos en diferentes movimientos. (Rafael Orzusa, Eusebio Ayala, Kokueguara Rembiasa, IV, p. 64)

Las organizaciones actuales tienen su origen en la Educación promovida por las Ligas Agrarias. Es mediante ellas que se organiza nuevamente la gente. (Fidencio Aquino, Caaguazú, KOKUEGUARA REMBIASA, IV, p. 50)

Yo estoy consciente de que los trabajos realizados eran propios de los campesinos, y que era la forma de buscarse la liberación de nuestro país. La cabeza, al parecer terminó, pero la semilla no está seca, no terminó. Existen semillas en todo el país, por eso digo que las Ligas Agrarias Cristianas es la organización que ninguna otra puede enfrentarle, o desautorizarle. (Fernando Rodríguez, Tacuru, Caaguazú, KOKUEGUARA REMBIASA, I, 52)

Las Ligas representaron la masa de donde surgieron las demás organizaciones, y que todos aquellos que participaron en las Ligas siguen sintiéndose liguistas. Martina de Rolón, la mamá de Martín, y Emigdia Leiva Ojeda, de Caaguazú, lo expresa claramente:

Yo no sé cómo podría corresponder a las Ligas Agrarias por tanto bien que hizo a la gente. Yo no veo ninguna desviación que ella haya motivado. Por eso siempre apoyé a la Organización, por eso seguiré cantando hasta el último estribillo de las canciones de las Ligas (Kokueguara Rembiasa, II, p. 54).

Hasta el fin de mi vida me consideraré feliz de haber encontrado este camino y quisiera que todos mis compatriotas, tanto las mujeres como los hombres, se revistan de ese mismo espíritu de lucha para que construyamos un Paraguay nuevo y realmente bello (KOKUEGUARA REMBIASA, IV, p. 123).

Sin embargo, nunca más vuelven a surgir las Ligas Agrarias Cristianas. Muchos dicen que es imposible porque el contexto sociopolítico es diferente y que ya no están dadas las condiciones. Puede ser cierto, aunque parece una respuesta bastante simple. En otros países, como en Brasil, este tipo de movimientos perduraron y se fueron adecuando a las nuevas circunstancias. Quizá habría que decir que la dictadura stronista triunfó en hacernos creer que el sistema de las Ligas ha fracasado.

De igual manera es importante resaltar que los objetivos de las Ligas no pasaron de moda y hoy son más actuales que nunca. Recordemos los que nos decían en su informe a la Conferencia Episcopal Paraguaya allá por 1971:

Buscamos cómo colaborar junto con todas las personas y las organizaciones de buena voluntad en el proceso de liberación. Formar hombres nuevos y poder construir una nueva sociedad, según el espíritu de Cristo... Para ello necesitamos liberarnos de nuestro egoísmo y de toda clase de estructuras opresoras.

Económicamente nuestro ideal es poder llegar a socializar la tierra y los medios de producción, en un sistema que no sea totalitario... Buscamos que los bienes estén al servicio de los hombres. Buscamos también el desarrollo integral de toda persona humana. Una educación que salga del pueblo, al servicio del pueblo, que forme verdaderas personas...

Queremos ir destruyendo las estructuras opresoras e ir creando nuevas estructuras de servicio integral a todos los hombres.


 

 


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Young, Elliot. Breaking the Silence: Campesino Opposition in Paraguay 1960-1976. Princeton: Princeton University, 1989



EL AUTOR

Ignacio Telesca estudió historia en la Universidad de Oxford, donde obtuvo el Bachelor in Arts y el Master of Arts in Modern History. Se doctoró en Historia en la Universidad Torcuato di Telia, en Buenos Aires. Entre los años 2010 y 2012 fue Fellow de la Fundación Alexander von Humboldt en la Universidad de Colonia (Alemania).

Actualmente es Investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET, Argentina), siendo su lugar de trabajo el Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI) en Resistencia, Chaco (Argentina). Es profesor de Historia de América Colonial en la Universidad Nacional de Formosa (Argentina)

Se ha desempeñado como docente universitario tanto en la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción", en la Facultad de Filosofía, como en la Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Asunción. Es miembro de la Academia Paraguaya de la Historia.

Tiene numerosos artículos publicados tanto en revistas nacionales como internacionales y entre sus libros podemos destacar: PUEBLO, CURAS y VATICANO. LA REORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA en PARAGUAY DESPUÉS de LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA (Asunción: FONDEC, 2006); LOS DOCUMENTOS JESUÍTICOS DEL SIGLO XVIII en el ARCHIVO NACIONAL DE ASUNCIÓN (Asunción: CEPAG, 2006); TRAS LOS EXPULSOS. CAMBIOS DEMOGRÁFICOS y TERRITORIALES en el Paraguay después de la expulsión de los jesuítas (Asunción: CEADUC, 2009); LA Provincia del Paraguay. Revolución y Transformación, 1680-1780 (Asunción: El Lector, 2010). Fue editor, conjuntamente con Silvia Mallo, de, Negros de la patria. Los afrodescendientes en las luchas por la independencia en el antiguo Virreinato del Río de la Plata (Buenos Aires: SB, 2010); coordinador de, Historia del Paraguay (Asunción, Taurus, 2010, 4a edición de 2012); y últimamente, editor junto con Gabriel Insaurralde, de MELIÁ. Escritos de Homenaje (Asunción: CEPAG, 2012).

Durante el 2013 ha publicado dentro de las colecciones de El Lector - ABC la biografía de Josef Salinas, y el tomo referente a El Clero en la colección sobre los 150 años de la Guerra contra la Triple Alianza.

 

 

 

 

 

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