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R. ANTONIO RAMOS (+)

  EL OCASO DE ROSAS - Por R. ANTONIO RAMOS


EL OCASO DE ROSAS - Por R. ANTONIO RAMOS

EL OCASO DE ROSAS

Por R. ANTONIO RAMOS



CAPITULO XXVII

ALIANZA CON EL BRASIL


Ante la politica de Rosas era indudable el interés del Brasil de mantener la independencia del Uruguay y del Paraguay. La desaparición de estos Estados bajo el dominio del dictador de Buenos Aires significaría un peligro grave para la estabilidad del Imperio. De ahí que la Corte de San Cristóbal no descuidó sus relaciones con Montevideo y Asunción. La orientación de la política imperial seguía una línea de vigilancia y de cautela con el objeto de dar en el momento oportuno el paso decisivo que destruyese el poder delHéroe del Desierto. No se dejó llevar por las intemperancias de éste. La actitud del gobierno imperial ante las insinuaciones de los interesados para que asuma una actitud beligerante en el conflicto con Rosas, provocó críticas y censuras en aquella época y hasta en nuestros días. Pero el Brasil no fue indiferente a la situación creada por las pretensiones de Rosas. Y no podía serlo por elemental instinto de conservación como no lo fueron los gobiernos de Asunción y Montevideo. La Corte de San Cristóbal soportó las arremetidas del gobernador de Buenos Aires sin ceder. Mientras tanto tomó sus medidas, se preparó en el orden internacional y nacional, sin apresuramientos ni alharacas, esperando el momento propicio para obrar con ventaja. Ese momento se presentó en 1851.

En 1846, el barón de Cayrú, entonces ministro de negocios extranjeros del Imperio, recomendaba al presidente de la provincia de Río Grande del Sur, la designación de agentes secretos en Corrientes y Entre Ríos, para que informen «lo que pasa en aquellos Países con conocimiento de causa», indagando con «cuidado y sagacidad» cuál era la opinión sobre la utilidad de que esas provincias «se declarasen independientes de la Confederación Argentina, haciendo una alianza con el Paraguay y con el Brasil. Mucho nos interesa penetrar – continuaba expresando el ministro – tales disposiciones, en vista de que las intenciones hostiles del Gobernador Rosas contra el Brasil son hoy patentes; y tan pronto como se vea desembarazado de la intervención europea, se ha de mostrar cada vez más exigente en reclamar la reparación de los agravios que dice haber recibido del Imperio. – La suerte del Gobierno que se halla en la plaza de Montevideo no puede ser indiferente al Brasil. (1)

Esto en lo que se refería al Uruguay, en cuanto al Paraguay decía el canciller imperial, que el Brasil no sólo había reconocido la independencia de esta república sino que había expedido una circular a sus representantes diplomáticos para que gestionasen ese mismo reconocimiento de los demás países americanos y europeos. «El Brasil, – agregaba – tanto por su propio decoro como por la consideración de sus bien entendidos intereses, debe continuar mostrando todo el interés por el Paraguay». El tratado de alianza que desea concertar el presidente López estaría ya firmado sino fuese que el Paraguay declaró la guerra a la Confederación Argentina, «con quien el Gobierno Imperial se halla en perfecta neutralidad. Ahora que tal guerra dejó de existir, cesaron los motivos que embarazaban al Gobierno Imperial a entrar en la negociación de esa alianza. Ultimamente acaba de llegar a esta Corte un Encargado de Negocios de aquel Estado y seguramente que tendrá poderes para tratar a este respecto. – La correspondencia, por tanto, con nuestro Encargado de Negocios en Asunción es de la mayor importancia en las circunstancias actuales y por eso cumple adoptar toda seguridad en su transmisión». (2)

Al Barón de Cayrú sucedió Saturnino de Souza e Oliveira, quien también comunicó al presidente de la provincia de Río Grande del Sur la posición del Imperio frente a los sucesos internacionales derivados de la política de Rosas. En su nota, más categórica que la de su antecesor, afirmaba que en sus declaraciones en las Cámaras había sido «bien explícito» en lo que se refería al Río de la Plata. «El Gabinete actual – agregaba – no entendía que era inminente e inevitable una guerra con Rosas y por eso consideró de su deber no precipitarla y mantener todavía la política de neutralidad, no descuidando disponer de otros elementos para no encontrarse aislado frente a Rosas, después que Oribe consiga el triunfo. Se creó la persuasión de ser inevitable una próxima guerra con Rosas, principiándose a obrar de conformidad con esa persuasión errada, y el Gobierno de Montevideo nos consideró luego dispuestos a entrar en la lucha a su favor, cuando él se encontraba en los últimos apuros y nada había hecho porque nos asegurase una combinación y cooperación eficaz para contar con un éxito feliz. En tales circunstancias entendió y entiende el Gobierno, que mal serviría al País si imprudentemente lo precipitase en una guerra, que puede ser evitada y en la cual era más que probable que llegara a encontrarse abandonado por elementos vecinos con los cuales se cuenta muy ligeramente y por cálculos de probabilidad». El carácter de la intervención debía advertir al gobierno brasileño lo que debía esperar si hubiese cooperado con ella: «ceder a las Potencias Interventoras la navegación de los ríos interiores o luchar con ellas a causa de esa pretensión». Tal vez estas vistas hubiesen sido la causa principal por la cual los interventores no quisieron convenir nada con el Brasil acerca de la intervención o de los medios para pacificar el Río de la Plata. Por otro lado, sería indiscreto que el gobierno imperial tomase «partido con los Interventores, sin compromiso alguno con éstos y expuesto a ser abandonado en la lucha cuando así les conviniese, sólo por meras probabilidades de lo que harían los Madariagas en Corrientes y Urquiza en Entre Rios, ante la debilidad de los medios del Paraguay con el sistema de aislamiento y las sospechas que siempre manifestó contra una franca comunicación con los extranjeros. Entendió pues el Gobierno Imperial que sólo le convenía seguir la política de neutralidad firmemente sustentada y manifestar, como ya hizo, que no vería con indiferencia el establecimiento de una posesión Francesa en Montevideo con el pretexto de la pacificación». (3)

Saturnino se refirió luego al Paraguay y la actitud del Brasil con respecto a la autonomía de esta república. Terminaba así su comunicación: «El Gobierno Imperial no abandona la causa del Paraguay, cuya Independencia de hecho reconoció, pero no puede contraer la obligación de sustentar esa Independencia por la fuerza de las armas; obrará de conformidad al hecho que reconoció, en quanto él exista; mas no se encargará de sustentar el derecho, bien cierto de que nunca afirmará la Independencia del Paraguay, mientras no consiga para él la libre navegación del Paraná y eso nunca Rosas ha de conceder sino cuando esté completamente derrotado en una guerra de largos años o presto a ser derribado del Poder; y que al Brasil no conviene emprender una tal guerra y perseverar en ella hasta conseguir ese fin es cosa que parece obvia. Así queda V.E. bien enterado de la política del Gobierno Imperial para obrar de acuerdo con ella». (4)

La nota de Saturnino de Souza e Oliveira reflejaba en aquel momento el pensamiento del gabinete brasileño, que no deseaba comprometerse en una guerra de dudoso resultado. No es que la temía sino que buscaba seguridad para el éxito. La neutralidad proclamada no era pasiva sino «firmemente sustentada» como para poder disponer de «otros elementos» y enfrentar a Rosas con la colaboración de vecinos de los cuales se debía tener la certeza del apoyo. El gobierno imperial no permanecía con los brazos cruzados. Sus intereses fundamentales no le permitirían quedar impasible ante una absorción de Montevideo y del Paraguay por Rosas. Con esta política aparentemente pasiva ganaba tiempo para prepararse en el orden interno y externo. Y en el momento oportuno, cuando las circunstancias se presentaron favorables, Paulino José Soares de Souza se encargó de impulsarla con vigor y terminar con el régimen tiránico de Rosas.

En cuanto al Paraguay consideramos que Saturnino no interpretó la realidad de la cuestión. El Imperio del Brasil reconoció la independencia del Paraguay no sólo de hecho sino también de derecho. De hecho, cuando designó a Antonio Manuel Correa da Cámara como cónsul en Asunción, en 1824, y ascendiéndole después a encargado de negocios, y de derecho, cuando Pimenta Bueno efectuó solemnemente ese reconocimiento, de acuerdo con la práctica internacional, el 14 de setiembre de 1844. Por otro lado, Limpo de Abreu, después vizconde de Abaeté, al contestar la protesta de Guido por el reconocimiento del Brasil, no solamente alegó la situación de hecho a favor de la causa del Paraguay sino que también fundamentó su contraprotesta en sólidas razones jurídicas, terminando por declarar categóricamente que el gobierno imperial tenía el firme propósito de sustentar como sustentaba la independencia del Paraguay. El mismo Limpo de Abreu, en la circular del 24 de noviembre de 1845, en la cual ordenó a los representantes brasileños de América y Europa, gestionar el reconocimiento de la independencia del Paraguay, no descuidó el aspecto jurídico de la cuestión. Además, la soberanía de la república era fundamental para la estabilidad del Imperio. De ahí que el Brasil no podía abandonar la causa del Paraguay si bien que en 1847 no estuvieron en condiciones de envolverse en una guerra en defensa de aquélla. El tratado del 25 de diciembre de 1850 es una prueba de lo que el Imperio era capaz de hacer a favor de la integridad del Paraguay, frente al peligro que significaban las pretensiones de Rosas.

El 19 de octubre de 1846, Juan Andrés Gelly, designado encargado de negocios del Paraguay en el Brasil, llegó a Río de Janeiro. El 22 de diciembre presentó al barón de Cayrú un bien concebido memorial, planteando la cuestión derivada de la agresiva política de Rosas y buscando un apoyo en la Corte de San Cristóbal. «La República del Paraguay – decía – necesita del concurso benévolo y efectiva del Imperio del Brasil, como éste, a su vez, necesita de la independencia y asistencia de la República del Paraguay. Esa unión y asistencia reciproca, es la que en la crísis actual, hará la fuerza y respetabilidad de ambos Estados». La apreciación de Gelly era exacta y coincidía con la de los más grandes estadistas y diplomáticos del Imperio. Sin embargo no tuvo éxito. (5)

El agente paraguayo a pedido del barón de Cayrú, quien le había manifestado que el Emperador estaba conforme con las ideas expuestas en el memorial del 22 de diciembre, presentó al canciller brasileño dos proyectos de tratados, uno de límites y otro de alianza ofensiva y defensiva. El segundo era lo fundamental, dado el desarrollo de los sucesos internacionales en el Río de la Plata y tenía por objeto mantener y hacer reconocer la independencia del Paraguay; mantener y hacer respetar la tranquilidad e integridad del Brasil; y asegurar a los dos Estados la libre navegación de los ríos Uruguay y Paraná. (6)

La alianza no pudo concertarse por motivos ajenos a los altos intereses en juego. Y cuando en octubre de 1848, Gelly insistió por una resolución, el vizconde de Olinda propuso al encargado de negocios del Paraguayadiar la firma del tratado de alianza, es decir, diferir para una mejor oportunidad la conclusión del acuerdo. El ministro de negocios extranjeros fundamentó su determinación con las siguientes explicaciones: que el gobierno de S.M. estaba unánimemente convencido de que las cuestiones pendientes con Rosas se resolverían por el medio de las armas; que para ello contaba con la conservación de Montevideo y la actitud defensiva del Paraguay; que el Brasil contribuirá a fortalecer los medios de defensa de esta república; que Rosas no podía operar sobre el Paraguay ni sobre el Brasil; que por lo tanto había que ganar tiempo para prepararse; que era lo que hacía el gabinete imperial, no pudiendo ni debiendo hacer otra cosa por el momento; que ningún gobierno podía «cargar con la muy grave responsabilidad de empezar una guerra sin estar seguro de que tendrá el tiempo necesario y los medios de conducirla con felicidad»; que el gabinete actual no podría disponer de ese tiempo y de esos medios si no contase con una fuerte mayoría en la Cámara electiva, como actualmente no tenía; que debía alejarse todo motivo que pudiese provocar el descrédito del gabinete; que si éste mostrase su decisión de apelar a la guerra, que a su juicio era inevitable, el partido caído usaría esto como un arma de oposición; que en este estado de cosas, el gabinete puede y debe concentrar en Río Grande del Sur la mayor fuerza posible y «aprontar todos los demás medios de guerra para emplearlos con energía y actividad», una vez que se vea apoyado. (7)

Las declaraciones del vizconde de Olinda significaban un progreso con relación a las de Saturnino antes aludidas. La guerra con Rosas ya no constituía para el primero una «persuación errada» sino que era inevitable, pero estaban de acuerdo en el sentido de no provocar el conflicto. Olinda iba más lejos que Saturnino, porque hablaba categóricamente de concentración de tropas en Río Grande y del empleo de los medios de guerra «con energía y actividad» una vez obtenido el apoyo necesario, contando con la resistencia de Montevideo y el Paraguay.

En el ambiente caldeado de «vibración patriótica» por los sucesos del Uruguay, «solamente Olinda resistió impasible y vidente, – afirma su biógrafo – en medio de la tempestad sin norte y lírica...», sin perjuicio de aseverar que la «intervención en el Uruguay fue una suma de factores inapelables y fatales». (8) En estas condiciones no puede hablarse de lirismo ni falta de norte y más si se tiene en cuenta que el mismo vizconde de Olinda declaró a Gelly que la guerra era inevitable. En los últimos tiempos de su ministerio la influencia de Guido había crecido, sobre todo después de los sucesos revolucionarios de Pernambuco. El mismo Gelly había comprobado esta circunstancia con motivo del pasaporte que solicitó para el coronel paraguayo Bernardino Báez. (9)

Las relaciones con Guido crearon al vizconde de Olinda una situación de incompatibilidad. Con paciencia y buena disposición trató de negociar «una paz duradora» con el agente de Rosas. Cuando comprobó «que la confianza depositada en las intenciones conciliadoras de Guido no era correspondida por el Gobierno de Buenos Aires» no tuvo otra alternativa que abandonar el ministerio; había perdido su tiempo en pretender dar una solución pacifica a las cuestiones pendientes entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina. «Guido tenía órdenes severas de no dejarse convencer por cosa alguna que pudiese concluir con aquellas cuestiones. Olinda, reconociendo que su llamado había sido en vano, el 8 de octubre de 1849 dejó el ministerio, sin conseguir con su inteligencia, sinceridad y paciencia, realizar su pensamiento de paz». (10)

De la presidencia del consejo se hizo cargo el vizconde de Monte Alegre y el ministerio de negocios extranjeros se encomendó a Paulino José Soares de Souza, después vizconde de Uruguay. El gabinete ganó con el cambio en cohesión y fuerza. Monte Alegre era un hombre de buen sentido, social y flexible, optimista, que sabía sacar de las personas lo mejor que tenían. Soares de Souza dio, por su parte, más homogeneidad al conjunto ministerial. Según el biógrafo de este ilustre estadista, su entrada en el ministerio significó un cambio radical en la política exterior del Brasil. (11)

Paulino «sentía» en toda su magnitud el ambiente en que se agitaban las relaciones del Imperio con el Río de la Plata. (12) No ocurrió con él lo que con el vizconde de Olinda. En sus conferencias y correspondencia con Guido no se dejó impresionar por el agente de Rosas y su «realismo, un tanto autoritario... caracterizaría la fase de la diplomacia brasileña» inaugurada con su entrada en el ministerio. (13) De ahí la impresión favorable que causó a Andrés Lamas, representante del gobierno de Montevideo en Río de Janeiro, la designación de Paulino, y el «descontento» demostrado por Guido. Lamas decía a Manuel Herrera y Obes, el 29 de octubre: «Respecto del Brasil debo manifestar a Ud. que hemos ganado mucho con el cambio de Olinda por Paulino. De lasintenciones de Paulino estoy seguro, lo mismo de que hará cuanto pueda para realizarlas». El 15 de noviembre, reiteraba esta seguridad, agregando al mismo destinatario: «Ahora no puede el Sr. Paulino hacer un cambio redondo de política, pero principiará a modificarla y se preparará el Brasil para las consecuencias».(14)

La tarea del nuevo canciller era delicada, teniendo que salvar diversas dificultades y desvanecer el desprestigio del Brasil por la neutralidad observada anteriormente en los negocios del Río de la Plata. «Solamente una marcha firme, franca y digna» podría modificar esa desfavorable situación, según expresó el mismo Paulino a Silva Pontes, encargado de negocios del Imperio en Montevideo. El ministro de negocios extranjeros siguió esa marcha firme y los acontecimientos posteriores le dieron la razón. (15)

Lamas, el representante del gobierno de Montevideo, que había sido recibido el 29 de setiembre de 1848, día en que el vizconde de Olinda prestó el juramento ministerial,(16) solicitó varias veces, como lo hiciera su antecesor Francisco de Borja Magariños, la participación del Brasil en el conflicto con Oribe. Ante el desenlace de la intervención anglo-francesa reconoció «que sólo del Brasil podía Montevideo esperar alguna cosa». (17) El apoyo efectivo del Imperio, no alcanzado con los ministros anteriores, decidió Paulino, como había asegurado el mismo Lamas a Herrera y Obes.

A fines de 1849, Paulino, después de sus conferencias con Guido, pidió informes a Silva Pontes. Este respondió sin tardanza, dando su parecer en estos términos: «Diré francamente a V.E. que en mi opinión la guerra es inevitable. Creo hasta que ella se aproxima a pasos rápidos y que tendremos contra nosotros a Argentinos, Orientales y Paraguayos. Partiendo de este dato, fácil es concluir que mejor es agredir que ser agredido, que mejor es tener en territorio enemigo un punto de apoyo como Montevideo...». Consideraba además conveniente contar con la alianza de Francia, en lo que no concordaba con el ministro de negocios extranjeros, y se preguntaba: «No se reconciliarán con nosotros los desconfiados paraguayos? No se animaría en fin el despechado Urquiza a sacudir el yugo?... Estamos en una crisis; son necesarios esfuerzos extraordinarios; importa al Gobierno Imperial sujetar a los anarquistas (refiriéndose a los sucesos de Pernambuco y a la exitación reinante en Río Grande del Sur) con una mano y repelir a los enemigos externos con la otra; espero que esto se hará». (18)

El agente imperial no estaba equivocado en cuanto a lo inevitable de la guerra. Su contacto directo con el medio del Río de la Plata le llevó a formular su acertada opinión, si bien se equivocó en lo relativo a la actitud de los paraguayos, argentinos y orientales. Sus interrogaciones acerca de los paraguayos y Urquiza tenían fundamento. El Brasil no podía prescindir de la reconciliación con los primeros y del pronunciamiento del segundo, para operar con seguridad sobre el enemigo común: Rosas. Paulino comprendió esta realidad, poniéndose a su servicio, para darle vida y movimiento. Silva Pontes seguirá informando al canciller brasileño con precisión, de acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos, facilitando en esta forma la firme determinación del futuro vizconde de Uruguay.

Paulino comunicó igualmente al presidente de la provincia de Río Grande del Sur, José Antonio Pimenta Bueno, la orientación de su política internacional. El 6 de mayo de 1850, luego de referirse a la hipótesis de la posible caída de la plaza de Montevideo como consecuencia del acuerdo de Rosas con Francia y de los inconvenientes que ofrecería la ayuda abierta a Montevideo, fijaba la decisión del Imperio. «En la hipótesis que trato – escribía – nuestra posición es terrible; es el resultado del estado de la provincia de Río Grande del Sur y nuestras hesitaciones de tantos años. Pero si no podemos remediar, no demos pasos que lo empeoren. Habremos de tener guerra porque no la podemos evitar, pero no la hagamos por causa del gobierno de la ciudad de Montevideo, por causas de un moribundo, que dejamos desfallecer por tanto tiempo, acudiendo a él en la hora de la agonía. Hagámosla por causa de nuestras cuestiones con Rosas, en las cuales éste no admite arreglo o composición alguna honrosa; por causa del procedimiento de Oribe con los brasileños de allende el Caureim; y finalmente, porque no pudiendo tal vez castigar al barón de Yacuí, porque está escrito que es imposible castigar a quien se levanta contra las órdenes del gobierno de su país. Aprovechemos entonces los soldados de Montevideo, la emigración, todos los descontentos de Rosas y Oribe, que han de hacer la guerra bajo nuestras órdenes, por nuestra cuenta y no por cuenta del gobierno de Montevideo». (19)

Esta comunicación precisó claramente la política imperial. Paulino la puso en ejecución, a medida que los acontecimientos iban precipitándose, hasta lograr la caída del dictador de Buenos Aires.

Mientras tanto el cambio de notas entre el ministro de negocios extranjeros y Guido llegaba a su fin. El 23 de setiembre de 1850 el agente de Rosas solicitó sus pasaportes, los cuales le fueron entregados el 1º de octubre. En su respuesta «al adiós de Guido», Paulino expresó: «El abajo firmado no terminará sin repelir la acusación de deslealtad, que contiene la parte final de la nota del Sr. Guido. No es de parte del gobierno imperial que ella está. El explicó siempre con franqueza y con longanimidad sin ejemplo todos sus actos; se mostró siempre dispuesto a un arreglo, que cortase definitivamente todas las desagradables cuestiones, que ha suscitado el gobierno argentino y pusiese término a la guerra, que ha devastado el Río de la Plata... La deslealtad está de parte de quien, acumulando siempre quejas sobre quejas, por infundados agravios, nunca quiso admitir explicaciones francas y claras; está de parte de quien nunca hizo concesión alguna, y nunca quiso ligarse por un acuerdo, que dando una solución a las cuestiones del Río de la Plata, asegurase la paz, la tranquilidad de esos lugares, y la independencia de las nacionalidades, que las ocupan...» El 2 de octubre, Guido dejaba las playas de Río de Janeiro a bordo del barco inglésRifleman. Las relaciones del Brasil con Rosas quedaron así cortadas, había que esperar las consecuencias de este hecho, que no significaba todavía «una declaración de guerra». Según Paulino, en su comunicación a Silva Pontes, Guido recibió «órdenes positivas... para retirarse con respuesta o sin respuesta, con pasaportes o sin ellos». (20) En Buenos Aires produjo una fuerte reacción el retiro de Guido. En la legislatura fueron airadas las protestas contra «la política negra y pérfida del Brasil», contra «la guerra provocada por el pérfido antiamericano Gabinete Imperial». (21) Paulino, a su vez, escribió: «En la sala de representantes, donde no se levantaba una sola voz que fuese contraria a los designios del general Rosas, se decía que era llegado el momento de arrancar de una vez a la monarquía del Brasil, que era una planta exótica que repelía el suelo de América y de promover en el Imperio la democracia y la sublevación de los esclavos». (22)

No solamente las relaciones con Rosas quedaron rotas sino también con Oribe. Esta era la situación internacional en octubre de 1850.

Paulino la caracterizó en estos términos: «Desembarazado el general Rosas de la intervención, afirmado su poder en el Estado Oriental, fácil le sería reprimir el movimiento, todavía en estado de embrión, de las provincias argentinas, que después le derribó, reincorporar el Paraguay a la Confederación y venir sobre nosotros con fuerza y recursos mayores, que nunca tuvo, y envolvernos en una lucha en que habíamos de derramar mucho sangre y gastar sumas enormísimas. Desaparecería la independencia del Estado Oriental, que estamos obligados a mantener por un tratado y por nuestras propias conveniencias. – Nuestras cuestiones de límites quedarían indefinidamente aplazadas y más embarazadas aun por pretensiones exorbitantes, bien como las cuestiones relativas a la navegación de los ríos, porque su clausura era una de las ideas capitales del sistema del general Rosas y por tanto de su teniente Oribe. – Nuestra moderación y prudencia eran consideradas como flaqueza, nuestra longanimidad como cobardía. Tal era la posición en que se hallaba el Imperio cuando la legación argentina se retiró de esta corte». (23)

El gobierno imperial sabía que la lucha con Rosas era inevitable, pero entendió que no debía precipitarla y juzgó necesario: «Cuidar seriamente al ejército y a la escuadra, cuyas fuerzas ya habían comenzado a aumentar. – Evitar que la plaza de Montevideo caiga en poder de Oribe. – Promover y aceptar alianzas y con cautela esperar y aprovechar los acontecimientos». (24)

Con la disminución del subsidio prestado por Francia a Montevideo y después del fracaso de la misión de Melchor Pacheco y Obes en París y a pedido de Andrés Lamas, el gabinete del Brasil resolvió otorgar un empréstito al gobierno oriental de diez y ocho mil pesos fuertes mensuales, por dos contratos firmados el 6 de setiembre de 1850, entre el representante uruguayo e Ireneo Evangelista de Souza, después Vizconde de Mauá. El primero de los convenios era secreto y el servicio del empréstito debía contarse desde el 1º de julio, durante trece meses, con un interés del seis por ciento. Este auxilio tenía por objeto salvar la independencia uruguaya, ganar tiempo y conservar la plaza de Montevideo, cuya caída en poder de Oribe el gobierno imperial estaba decidido a evitar, lo que Paulino declaró categóricamente a Lamas, en nota del 16 de marzo de 1851. (25)

Los acontecimientos internacionales movieron a la Corte de San Cristóbal a «promover y aceptar alianzas». «No teníamos una sola alianza» consignó Paulino en elRelatorio de 1852. La principal, según José Antonio Soares de Souza, conocedor profundo de este período de la historia americana, era la del Paraguay. (26) Este acuerdo también buscó el presidente López. La misión de Gelly tenía por objeto principal obtener ese pacto del Brasil. Motivos circunstanciales y la política imperial de entonces no permitieron que el éxito coronase las gestiones del agente paraguayo, si bien que los intereses comunes de ambos Estados recomendaban un tratado de ese carácter.

El fracaso de la misión de Gelly repercutió desfavorablemente en el Paraguay, no obstante las buenas palabras de Saturnino y el Vizconde de Olinda. Estas «hesitaciones» consideradas como «deslealtad» habían creado una situación «terrible» al Imperio, que Paulino comprobó y trató de mejorarla y recuperar la influencia perdida. «El Paraguay, – decía este ministro – cuya independencia reconocida por el Brasil era uno de los agravios que el general Rosas tenía de éste, viéndose solo, sin apoyo alguno externo, procuró lanzarse en brazos del dictador, haciéndole proposiciones en nota fechada el 16 de octubre de 1849». (27)

Es indudable que el fracaso de la misión de Gelly dejó al Paraguay solo y sin apoyo, lo que aquél explicó claramente a su hijo Juan Andrés. A éste habló de las condiciones desfavorables del ejército paraguayo, de que Rosas contaba con crear un partido en el Paraguay, «que Rosas como todo bruto, no conoce otro poder q.e el dela fuerza», que no apreciaba las «resistencias morales», que para introducir la anarquía e imponer su influencia en el Paraguay «necesita mas años, y tiempo, q.e el q.e él puede vivir», que esto era un mal y que el remedio lo iba a «procurar mientras viva». Completaba su juicio en estos términos: «El Paraguay ha hecho cuanto ha podido p.a moverse, y se ha movido de un modo energico, y resuelto, cuando ha podido: lo dejan solo, hara lo q.e debe p.r salvarse, y asegurar su porvenir: Hace tres años q.e invitó al Brasil: hace igual tiempo, que se lanzó con su ejercito fuera, todo ha sino inutil: El Brasil se encoge, los Patriotas fallan, a quien la culpa? Dios q.e lo jusque». (28)

En estas condiciones, el presidente López intentó unaouverture con Rosas, no para «lanzarse en brazos del dictador» sino con el objeto de detener sus impulsos, entrar en negociaciones para ganar tiempo y evitar males mayores. Pero Rosas no se dejó engañar y como contestación a las proposiciones paraguayas hizo que la legislatura de Buenos Aires adoptase el 19 de mayo de 1850 la siguiente resolución: «Queda autorizado el Exmo. Sr. Gobernador y capitan general de la Provincia, Brigadier D. Juan Manuel de Rosas para disponer sin limitacion alguna de todos los fondos, rentas y recursos de todo género de la Provincia, hasta tanto se haga efectiva la reincorporacion de la Provincia del Paraguay á la Confederación Argentina». (29)

La actitud paraguaya provocó contradictorios juicios tanto en el Brasil como en Montevideo. Se la consideró como un retroceso del presidente López en sus relaciones con Rosas, pero para demostrar que ella no tuvo por objeto someterse a los designios del gobernador de Buenos Aires,El Paraguayo Independiente, en los números 86, 87, 88, 91 y 92 dedicó comentarios rectificando los conceptos vertidos en el exterior y dejando categóricamente establecida la política internacional del Paraguay, con relación al anhelo irrenunciable de la independencia, que era el problema fundamental de la república.

Bellegarde comunicó a Paulino que se «había desvanecido la esperanza de dar el Gobierno Buenos Aires una solución rápida y razonable» a la nota paraguaya del 16 de octubre de 1849. Por su parte el ministro de negocios extranjeros remitió al encargado de negocios en Asunción el número 116 deJornal do Commercio, correspondiente al 28 de abril de 1850, que contenía la autorización acordada a Rosas por la legislatura de Buenos Aires para la reincorporación del Paraguay a la Confederación Argentina, «recomendándole que saque de aquel documento y de las noticias que da el mismo diario, que las transcribe,todo el partido posible para indisponer más a López contra Rosas». Al terminar, agregaba: «Procure V.S. desvanecer la indisposiciondel hijo del Presidente contra el Brasil de que trata en el P.S. de su oficio». (30)

La alianza con el Paraguay negoció en Asunción Pedro de Alcántara Bellegarde. Para el efecto recibió los plenos poderes. Al remitirlos el 22 de julio de 1850, Paulino le decía que ellos le habilitaban «para hacer a S. Majestad el Emperador un gran servicio y han de desengañar al Presidente López, haciéndole ver que no nos limitamos a palabra y promesas. Si V.S. no consigue el Tratado estará acabado el Paraguay para el Brasil y el Brasil para el Paraguay... Ninguno, a excepción del Emperador, de los seis Ministros y del Oficial Mayor de la Secretaría de Negocios Extranjeros, tiene conocimiento de estas negociaciones. Será guardado aquí el más profundo secreto. Escusado es recomendar a V.S. que apresure cuanto pueda la solución de dichas negociaciones, como también la remisión de la respuesta a mis despachos, porque el Gobierno precisa de aquella solución con la mayor urgencia para regular definitivamente su política, ya que el desenlace de los negocios del Río de la Plata se aproxima con la mayor rapidez.»

En el plan del Brasil entraba la alianza con el Paraguay, era necesario y urgente asegurar este paso. Así ese flanco quedaría resguardado, sin ofrecer peligro de caer bajo la hegemonía de Rosas. El Imperio entonces podría desarrollar su acción con mayor libertad en el Río de la Plata. Desde 1850 Paulino entró en correspondencia con el presidente López, lo que constituía una verdadera innovación en las relaciones de los dos países, no obstante los precedentes aislados que existían.

El 22 de julio Paulino escribió al presidente López. Este le respondió el 6 de setiembre, agradeciéndole «la amistosa expresión de sus sentimientos y simpatías por la causa» del Paraguay. «V.E. en conformidad á la politica de sus antecesores, – expresaba Don Carlos – reconoce la comunión de intereses, y la conveniencia de ligar los destinos del Brasil, y del Paraguay; que Dios no permitia que los Gobiernos del Imperio, y de la República arriben del estado equívoco de una amistad sin garantía, ni vínculo. – La tranquilidad que hasta hoy ha disfrutado mi Patria, se ve amenazada de una próxima tormenta que le tiene armada el intratable enemigo de la nacionalidad paraguaya. – En esta lucha, el Paraguay se encuentra solo; y tiene que ser fuerte en la Capital, y en sus vastas fronteras; no cuenta sino con sus propios medios, y estos pueden ser apurados por el perpétuo bloqueo de los puertos de la República:pero está resuelta á sepultarse en sus ruinas, primero, que doblar una rodilla al feroz salteador que quiere sojuzgarla. – Cualesquiera que sean las ulterioridades de esta crísis, podrían aleccionar a los que presentemente no dan mucha importancia a la fuerza de las cosas. V.E. sabe que el momento perdido en politica, ya no vuelve». (32)

La carta de López reflejaba su estado de ánimo como consecuencia del fracaso de la propuesta de Gelly para la concertación de un tratado de alianza con el Brasil. El Paraguay estaba solo frente a su «intratable enemigo». Los intereses eran comunes con el Imperio pero la amistad de los dos países no ofrecía garantía por falta de un vínculo que la asegurase.Mas los sucesos no doblegaron la firmeza de la república porque estaba resuelta asepultarse bajo sus ruinas, antes «que doblegar una rodilla al feroz salteador que quiere zojuzgarla». Esta resolución era ampliamente satisfactoria, pues daba a Paulino la seguridad de que el Paraguay no se entregaría a Rosas y que realmente la nota del 26 de octubre no fue sino un medio para tratar de detener los impulsos amenazantes del dictador de Buenos Aires.

Las negociaciones tropezaron con un serio inconveniente. con motivo de la ocupación por fuerzas brasileñas de Pan de Azúcar, en el territorio disputado entre los ríos Apa y Blanco, las cuales fueron desalojadas por un destacamento paraguayo, cumpliendo órdenes del gobierno de Asunción. Este episodio venía nuevamente a exaltar el espíritu nacional y a dar fundamento a los recelos contra el Brasil" en los precisos momentos en que se buscaba una unidad de acción contra Rosas. Paulino que manejaba con cautela, pero con firmeza, los hilos de la política internacional del Imperio, comprendió que el episodio de Pan de Azúcar podía entorpecer un entendimiento con el Paraguay y después de recibir las comunicaciones de Bellegarde, ordenó a éste que no abandonara sus funciones en Asunción y dio «instrucciones que se volviese alstatu quo». El gobierno paraguayo, «por su parte, ordenó que se dejase libre toda la zona comprendida entre el Apa y el Blanco». (33) Lo importante en ese momento era evitar los rozamientos y obtener los acuerdos para aislar a Rosas.

Paulino decía al agente imperial: «Creo que antes del día 20 del corriente y antes que V.E. dejase el territorio de esa República debieron haber llegado a sus manos mis despachos del 11 de octubre, que, a mi ver, remueven las dificultades en que V.S. se vio. Si a pesar de tantas concesiones que hacemos en expiación de nuestro pasado, López no quiere entenderse con nosotros y viene con nuevas dificultades y desconfianzas, estará acabado para nosotros el Paraguay». El ministro de negocios extranjeros no encontraba conveniente hacer una demostración sobre la frontera del Uruguay, como recordaba Bellegarde, porque cualquier amenaza al Paraguay daría a Rosas «mucha fuerza y placer». «En qué posición nos pone una marcha incierta, dudosa y sin dignidad, que expiamos cruelmente», agregaba Paulino. Al terminar su despacho preguntaba: ¿«Tendrá López inteligencias con Urquiza y Virasoro? ¿Será eso lo que le torna tan presuntuoso con nosotros»? y manifestaba al encargado de negocios que «ansiosamente» esperaba sus ulteriores comunicaciones. (34)

Con la solución del inesperado incidente de Pan de Azúcar quedó abierto el camino para llegar a la alianza. Los recelos de Paulino no tenían ya razón de ser y no era presumible que entonces el presidente López tuviese contacto con Urquiza y Virasoro, dado que estos caudillos no habían exteriorizado todavía sus propósitos de separarse de la política de Rosas, contra la cual el Paraguay estaba resuelto a llegar hasta el último sacrificio. La actitud de López se debió exclusivamente al incidente aludido. Desaparecida esta causa, Don Carlos dio curso a las negociaciones de Bellegarde, que constituían la continuación de las entabladas por Gelly en Río de Janeiro.

También el 11 de octubre Paulino escribió al Presidente López. La carta produjo a éste gran satisfacción, lo que se explicaba, pues ella venía a dar solución al episodio de Pan de Azúcar. De ahí que el mandatario paraguayo declarase en su respuesta que estaba «dispuesto a tratar con el Illmo. Sor. Encargado de Negocios de S. M. el Emperador del Brasil, concurriendo cuanto pudiese para facilitar y apresurar nuestras comunicaciones. – V.E. – proseguía – me ha presentado el farol que necesitaba para conocer mi horizonte, y me ha despejado el camino, que no dejaba de presentarme dificultades mas ó menos serias. Cuento con que V.E. no estrañará esta franqueza... La amistad, y la correspondencia de V.E. son prendas para mi de inmenso valor: quiera pues V.E. continuar favoreciéndome con sus comunicaciones, la vez que le permitan sus grandes atenciones, con la franqueza y lisura que interesa la libertad de una correspondencia amistosa». (35)

La comunicación del presidente López desvanecía cualquier recelo que pudiera tenerse con respecto a la actitud del Paraguay. El «farol» de Paulino había despejado el horizonte y la concertación del acuerdo propuesto era cuestión de días. Su correspondencia tenía en esos momentos, indudablemente, un «inmenso valor». El 25 de diciembre de 1850 se firmó en Asunción el tratado de alianza defensiva entre el Paraguay y el Brasil, subscrito por Benito Varela y Pedro de Alcantara Bellegarde, el primero en representación de la república y el segundo en la del Imperio.

El convenio constaba de diez y siete artículos. Por el primero el gobierno imperial se comprometía a continuar interponiendo sus «efectivos y buenos oficios» para el reconocimiento de la independencia del Paraguay por las naciones que aún no lo habían hecho. El segundo establecía textualmente: «El Presidente de la República del Paraguay y S. M. el Emperador del Brasil, se obligan a prestarse mutua asistencia y socorro en caso en que la República o el Imperio sean atacados por la Confederación Argentina, o por su aliado en el Estado Oriental, coadyuvándose mutuamente con tropas, armas y municiones. Se ha de entender atacado uno de los dos Estados, cuando su territorio fuese invadido, o estuviere en peligro inminente de serlo». Por el tercero ambos gobiernos se comprometían a auxiliarse reciprocamente para obtener la libre navegación del Río Paraná. Otros artículos se referían a las condiciones de cumplimiento de la alianza. Por el décimo cuarto el Presidente del Paraguay se obligaba a coadyuvar con el Emperador del Brasil a mantener la independencia del Uruguay. La duración del tratado era de seis años y el canje de ratificaciones debía realizarse en Asunción. Un artículo separado dispuso que el convenio «permanecerá secreto». (36)

El mismo día de la firma del tratado el Presidente López escribió a Paulino, para anunciarle la concertación del acuerdo. «Observará V.E. – decía al canciller brasileño – que me hé prestado francamente a todas las bases, considerandolas justas, y conformes al estado de cosas, y muy principalmente para demostrar con mi plena aquiescencia, la entera confianza quenutro en la fiel, y amistosa política de V.E. en favor de los intereses vitales de mi patria. Esta espresión franca será acreditada por un sincero, y leal cumplimiento de los compromisos de la Republica con el Imperio del Brasil, hasta que las altas partes contratantes consigan los fines de su alianza». (37)

El recelo contra el Brasil se había trocado en entera confianza, Don Carlos ya no dudaba de la política imperial, la consideraba fiel y amistosa así como favorable a los «intereses vitales» del Paraguay. No podía ser de otro modo ya que la alianza no sólo era un éxito del Brasil sino también de la república. El pacto subscrito había gestionado Gelly en Río de Janeiro, cumpliendo instrucciones del Presidente López. Este comprendía que el apoyo del Brasil era necesario para contrarrestar el peligro de Rosas. Así como con el tratado del 25 de diciembre el Imperio se aseguraba el flanco del oeste, así también el Paraguay se aseguraba el concurso de un Estado fuerte y respetado. El Paraguay ya no estaba sólo en la porfía. Si bien la alianza interesaba al Brasil, puede afirmarse que también fue un triunfo de Carlos Antonio López, en la defensa tenaz de la independencia de la nación. De ahí su promesa de cumplir lealmente los compromisos contraídos en el acuerdo hasta alcanzar los fines perseguidos.

Pero el Paraguay tenía una situación especial, «seis años de paz armada» hacían sentir las consecuencias de «guardar la casa», los recursos del país se consumían y no era posible recuperarlos por «el perpetuo bloqueo de los puertos». «Rosas cree facilitar – proseguía el primer mandatario – por este medio la conquista, y dominio del Paraguay, pero debe entender que cuanto mas feroz, y afligente fuere su marcha con los paraguayos, mas electrizará el odio de la nacion al dominio funesto de los porteños: quiere empobrecer, y cansar al Paraguay para traerle con probabilidad de suceso, los horrores de la guerra. – Esta posicion es violenta, y no es posible fijar el tiempo que en ella pueda permanecer el Paraguay, dejando á su implacable enemigo, la eleccion del tiempo, y modo de hacerle la guerra; él piensa asustar al Paraguay, y mantener de guardia a toda la Nacion, con publicar su costoso armamento naval, y terrestre, y su autorizacion por la Sala porteña con todos los fondos, rentas y recursos de todo genero de la Provincia de Buenos Aires, para anonadar, como dice, la emancipacion politica del Paraguay, que llama inicua rebelion. Lo que se puede sentir es que no haya hecho la prueba, pero todavia se le puede esperar hasta abril del año proximo entrante, al menos si no llegare a su noticia el predicho Tratado. Las fronteras seguirán guarnecidas con las fuerzas precisas, mientras no se reciban noticias positivas del arribo del ejercito enemigo. Rosas no tiene escuadrones de pajaro para sorprendernos de una inmensa distancia». (38)

La preocupación de Don Carlos era fundada. Rosas estaba en constante acecho, obligando al Paraguay a permanecer con el arma al brazo. El procedimiento de la asfixia económica no era nuevo en la política porteña, pero él no doblegó la fortaleza paraguaya. Era un error que se venía repitiendo desde los tiempos de Belgrano y Nicolás de Herrera, que no hizo sino, fortalecer «el odio de la nación» al dominio de los porteños. Esta guardia era perjudicial y hubiera sido preferible que Rosas hiciese la prueba de invadir al Paraguay. Pero mientras esto no ocurriese las fronteras continuarán resguardadas convenientemente, lo que no se sabía hasta cuando duraría quedando a merced del enemigo la resolución de iniciar la guerra. La situación del Brasil era distinta, pudiendo esperar a Rosas por tiempo indeterminado, mantener sus ejércitos y conservar expedito su comercio. «El Paraguay – terminaba expresando el Presidente López – hubiera querido ya llevar a Corrientes el teatro de la guerra, a reducir al enemigo al imposible de arrostrar las fronteras de la Republica, lo que obligaria a Urquiza a correr el velo de su politica misteriosa. Hoy debe continuar la posta a la derecha, y en la izquierda del Paraná, manteniendose estrictamente a la defensiva, hasta las ulterioridades de la alianza». (39)

El Paraguay tenía premura por tomar la ofensiva, con el propósito de adelantarse a las fuerzas de Rosas y reducirlos a la impotencia y especialmente para despejar el enigma de Urquiza, cuya política hasta aquel momento era un misterio. Pero como la alianza era defensiva tenía que reducirse a guardar sus fronteras, sin descuidar lo que podría sobrevenir como consecuencia del pacto con el Brasil. Esta disposición para obrar con presteza manifestó también Gelly a su hijo, a quien decía: «Ya te he dicho en mis anteriores, q.e estaba hecha la liga entre este País, y el Brasil, p.a reducir a Rosas: a pesar de esta liga, que comparativamente, es formidable, dudo q.e se obre con prontitud, y energia: El Brasil hade querer ir despacio, p.o el Paraguay insta p.r q.e la inaccion lo mata: a fines de este ó principios del entrante veremos como acoje el Brasil esta proposicion». (40)

Esta premura del Paraguay contrastaba con la cautela del Brasil. La alianza concertada era sólo un paso hacia la formación del frente contra Rosas. Paulino continuará manejando los hilos de su política para en el momento oportuno dar el golpe definitivo. Asegurado el pacto con el Paraguay, su acción se dirigió hacia el Uruguay y a esperar el pronunciamiento de Urquiza.

El mismo Paulino reconoció la influencia que ejerció en el movimiento contra Rosas el acuerdo con el Paraguay. «Esta alianza – decía – que fue divulgada, aunque sus condiciones no fuesen conocidas, concurrió para aumentar y dar fuerza a la reacción sorda que comenzaba a despuntar contra el gobernador de Buenos Aires y que sólo esperaba un punto de apoyo fuerte para crecer y manifestarse por actos». (41) Este apoyo efectivo convenció a los incrédulos que el Brasil y el Paraguay se habían decidido por la lucha, para la cual también se preparaban los que en el Uruguay y en las provincias argentinas estaban dispuestos a sacudir el yugo de la tiranía. La alianza de 1850 constituía un llamado y una advertencia al mismo tiempo.

El primero de enero de 1851, Bellegarde informó que el 6 de diciembre había llegado a Asunción y encontró impresionado al Presidente López por la carta que le había escrito Paulino, por el armamento del Brasil y por la energía de la última nota del mismo Paulino a Guido. Luego expresó: «En general, si quisiéramos que nos traten bien estos nuestros vecinos del Sur, es necesario que tengan miedo de nosotros; su único artículo de fe es la fuerza. Si somos fuertes y tuvieren recelo de nosotros, han de estar por todo; si no, nos han de negar justicia, porque la política de esta gente es la de los Estados barbaros. En estas circunstancias, el Presidente no obstante sentirse orgulloso por el suceso de Fecho de Morros, fue el primero en hablarme del Tratado; entonces volví a presentarle el Proyecto y la negociación se concluyó y firmó el 25 de diciembre, aniversario de la declaración de la Independencia de este país». (42)

Bellegarde comprobaba con su informe que sólo el incidente de Pan de Azúcar fue el obstáculo ocasional para la concertación de la alianza, ya que éste venía siendo buscada por el Presidente López desde 1847. En esta cuestión coincidían las aspiraciones del Paraguay y Brasil.

El agente imperial agregó: «En un día de discusión, me observó que era posible que el Brasil tratase con Buenos Aires, antes del rompimiento, y el Paraguay quedaría abandonado; y que por eso le era indispensable que se admitiese en el Tratado un artículo, en el cual se estipulase que una de las partes contratantes no tratase sin la otra. A esto le contesté, que el Tratado tal cual estaba, ofrecía toda la garantía necesaria y tornaba imposible el abandono; y le di las razones en que me fundaba para estar cierto de que el Brasil no trataría sin la base del reconocimiento de la Independencia de esta República, principal causa, acrecenté yo, de la presente desinteligencia con Buenos Aires; pero, admitir este artículo en el presente tratado, en el actual estado de las negociaciones, no podía yo hacerlo sinoad referéndum, por cuanto, no obstante tener la certeza de las intenciones del Gobierno Imperial, no podía tomar sobre mi, la manera de asegurar lo que él quería. Se mostró bastante contrariado, pero al día siguiente volví a hablarle, lo calmé y se convenció. Entretanto, yo desearía mucho que V.E. me autorizase a hacerle alguna declaración más positiva». (43)

La preocupación fundamental del Presidente López era la independencia, requisito esencial para cualquier clase de acuerdo. De ahí su pedido a Bellegarde. Este comprendió la inquietud del mandatario paraguayo y si bien no concordó en incluir en el tratado a firmarse el artículo propuesto, dio las explicaciones del caso y para reforzarles y dar entera satisfacción pidió la autorización de hacer una «declaración más positiva». Ella vendría a desvanecer cualquier recelo que pudiera alimentar el Presidente López.

Paulino ratificó los puntos de vista del encargado de negocios, de acuerdo con la política tradicional del Brasil. Al contestar el oficio de Bellegarde le autorizó a que «declare al Exmo. Presidente de la República, que si el Gobierno Imperial encontrase otra solución en las cuestiones del Río de la Plata que no fuese la de la guerra, ha de preferirla, sin duda, pero en caso alguno tratará sin que quede asegurada la Independencia de las Repúblicas del Paraguay y del Uruguay. Por eso no era necesario semejante estipulación en el Tratado, por que él la supone, y porque, siendo la Independencia de esas Repúblicas del mayor interés político para la futura tranquilidad del Brasil, que, no teniendo la ambición de absorber las nacionalidades vecinas, no puede consentir que otros Estados las absorban. Es evidente que en caso alguno podría sacrificar esa misma independencia o tratar de modo que ella no quedase segura». (44)

La declaración de Paulino era la expresión clara y precisa de la política del Brasil, que no era desconocida por el Presidente López. El Imperio no ocultó sus propósitos de oponerse a la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata, lo que ocurriría si las dos nacionalidades fuesen absorbidas por Rosas. Y la Corte de San Cristóbal no iba a permitir que ellas se agregasen al poderío de Buenos Aires. La posición brasileña en este sentido era constante y no podía suponerse su abandono, precisamente en los momentos en que esa orientación tenía mayor firmeza. La independencia aludida estaba estrechamente ligada a la seguridad del Imperio, principalmente la del Paraguay. Así lo habían reconocido estadistas y diplomáticos.

Dos días después de su comunicación anterior, Bellegarde volvió a referir a su gobierno la concertación de la alianza. Decía de esta vez al ministro de negocios extranjeros: «Luchando contra los embarazos, unos provenientes de los sucesos, otros del temperamento del Presidente y de las intrigas Rosistas, conseguí concluir y firmar el Tratado del 25 próximo pasado. La seguridad que me anima de que el Gobierno Imperial no me dejará mal en este empeño, la justa confianza que en la Augusta Persona de Nuestro Excelente Monarca tiene el Presidente López, me auxiliarán poderosamente, si el Gobierno Imperial no ratifica el tratado, mis fuerzas y medios están agotados, no puedo servir más aquí (con honra y provecho del Brasil) ni un día más de tal solución». (45)

También el diplomático imperial era partidario de la acción rápida y feliz como un medio de elevar el espíritu público y de dar prestigio al Brasil, dentro y fuera de América del Sur. «Todo lo que fuera demora en las operaciones bélicas. – agregaba – nos hará perder la confianza de nuestros aliados, animará las intrigas y las esperanzas de nuestros adversarios y dará lugar a acontecimientos que no pueden sernos favorables». (46) Tal era lo que se pensaba en el Paraguay. Bellegarde coincidía en esto con el presidente López y Gelly, no obstante el carácter defensivo de la alianza. En este sentido, el agente brasileño remitió con su oficio un plan de operaciones. Si el gobierno imperial se decidiese por la ofensiva, Bellegarde consideraba necesario ocupar Entre Ríos y forzar el Paraná, con tropas suficientes, pues Urquiza no podía armar 6.000 hombres. Corrientes, que está en constante agitación y oposición a Buenos Aires «se levantará de por sí o será ocupada por 8.000 paraguayos, si fuere necesario». Rosas será arrojado al otro lado del Paraná y Oribe no se sostendrá; se podrá entonces proceder a una organización política «conveniente a la paz futura y a la influencia brasileña en estos lugares. Montevideo y Paraguay se dejarán entonces guiar con docilidad para obtener este fin. La navegación del río Paraná y sus afluentes será nuestra». (47)

El agente imperial creía que el presidente López escribió por el mismo correo al Emperador. Para este caso recomendaba la conveniencia de una rápida respuesta, que valdría para el mandatario paraguayo como «un fuerte auxilio, por cuanto su confianza vacila frecuentemente en el Ministerio, pero en S. Majestad nunca». (48)

El 22 de febrero de 1851 Paulino contestó al presidente López las cartas del 19 de noviembre y 25 de diciembre anteriores. La del ministro brasileño, según Soares de Souza, era una invitación para una acción conjunta contra Rosas, antes que éste agrediese separadamente al Paraguay y al Brasil. «Las expresiones – decía Paulino – de que V.E. se dignó servirse para conmigo son para mí un título de honor y gloria. – Acepto con gratitud la honrosa licencia que la benignidad de V.E. me concede de mantener con V.E. una correspondencia amigable. Beso por ella las manos de V.E. y le aseguro que le seré leal porque siéndolo a V.E. lo soy también a mi País. – Felizmente – proseguía el canciller imperial – el tratado de alianza está concluido y ratificado por Su Majestad el Emperador. Este acontecimiento me causó el mayor placer posible. El coronel Bellegarde ha de presentar a V.E. el instrumento de ratificación. La bondad con que V.E. se dignó responderme, la autorización que otorgó, me animan a abrirme con V.E. con toda franqueza, en carta particular, no obstante dirigirme a un jefe supremo de una nación. La hipótesis que considera el tratado, se limita a los casos de ser invadidos el Paraguay y el Brasil o a un peligro inminente de invasión. La convención Lepredour puede ser ratificada de un momento a otro y siéndola, Francia abandonará Montevideo. Ese abandono, que entrega la plaza a sus recursos, traerá su caída. Si Rosas u Oribe, que es lo mismo, se apoderan de Montevideo, sacarán de ahí grandes elementos de fuerza... Es preciso, por tanto, embarazar los pasos de Rosas y no dejar que las cosas lleguen a ese punto. Por eso el Gobierno Imperial, después de madura reflexión, tomó la resolución de auxiliar abiertamente a la plaza de Montevideo, cuando Francia la abandone. – La consecuencia es un rompimiento de guerra con Rosas. – No hay sin embargo invasión del Brasil ni del Paraguay, ni peligro inminente en la forma del tratado. El caso no está en la letra del tratado, pero está en su intención y previsión. – Si empeñada la lucha de esa manera y quedando el Brasil solo, cuál sería la suerte del Paraguay». López podría dejar solo al Brasi1? El tratado no consideró esa hipótesis y lo que el Imperio quiso fue acordar una alianza con el Paraguay, como una base que podría ampliarse de acuerdo con la marcha y desenlace de los acontecimientos. Luego Paulino indagó si cuál sería la actitud del Paraguay una vez entablada la lucha del Brasil con Rosas por la independencia del Uruguay, después del abandono de este Estado por Francia. «Empeñada así esa lucha, – agregó – Rosas se ha de ver obligado a emplear sus fuerzas en la Banda Oriental, que será el teatro de la guerra. V.E. puede coadyuvar con el Brasil, concurriendo con fuerzas para batir a Rosas en la Banda Oriental, o invadiendo, las Provincias Argentinas para hacer un desvío, colocando a Rosas entre dos fuegos, y embarazándolo de disponer de todos sus recursos. Lo que de ningún modo conviene es que él luche con el Brasil o el Paraguay, separadamente, con uno y después con otro. Por el contrario, conviene que ambos al mismo tiempo procuren vencerlo». Rosas tendría así en su contra la guarnición de Montevideo, el ejército brasileño de 10.000 hombres y de 8 a 10.000 guardias nacionales movilizables, un ejército paraguayo que podría cooperar con el Imperio, todos los descontentos argentinos y cerca de 2.000 emigrados residentes en Río Grande del Sur. «Con esa masa y unión de fuerzas sería fácil obligar a Rosas a retirar las fuerzas Argentinas de la Banda Oriental, a respetar la Independencia de esta República, a reconocer la del Paraguay, y a dejar a cada una de esas Naciones a vivir tranquila y gobernarse como mejor le pareciere. Se podría entonces obtener la navegación y salida por el Río de la Plata para las Naciones Ribereñas, y regular la Isla de Martín García, de modo que por medio de ella Rosas no monopolizase el Río de la Plata. – El pensamiento y la manera de ver de V.E. estas cuestiones, es para el Gobierno Imperial de la mayor importancia. El desearía saber si V.E. quiere por un nuevo Tratado, adicional del primero, o de otra manera establecer un acuerdo sobre esas cuestiones. Lo cierto es que la causa del Paraguay, la del Brasil y la de la República Oriental son idénticas». (49)

En el fondo los dos estadistas coincidían, ambos deseaban adelantarse a Rosas para destruirlo y poner término a la prolongada situación creada por la amenaza del dictador de Buenos Aires. Pero el tratado del 25 de diciembre no contemplaba la ofensiva, si bien que la defensa podría provocar una guerra fuera de las fronteras de los dos países para vencer al enemigo común. En este sentido el convenio propuesto por Gelly era más previsor porque era de alianza ofensiva y defensiva. Paulino comprendió que debía ampliarse aquel acuerdo, teniendo en cuenta las exigencias de los sucesos. Por eso preguntó al presidente López si quería que las cuestiones no previstas en el aludido tratado del 25 de diciembre fuesen consideradas y reguladas en un ajuste adicional. La proposición no tuvo eco. Su aceptación hubiera impulsado al Paraguay a participar en la guerra contra Rosas y la república hubiera subscrito directamente con el Imperio un tratado semejante a los del 29 de mayo y 21 de noviembre. Paulino retribuyó a Don Carlos sus protestas de lealtad, haciendo gala en su carta de una cordialidad digna de la amistad de ambos países, que es justo destacar en homenaje de los dos ilustres estadistas.

La conducta de Bellegarde en las negociaciones mereció la aprobación del Emperador. El acuerdo fue ratificado por S. M. (50) El instrumento respectivo se remitió al encargado de negocios el 17 de marzo, juntamente con dos cartas de Paulino para el presidente López. La remisión de estos papeles se había demorado, lo que hacía exclamar al ministro de negocios extranjeros: «Que fatalidad, perder tanto tiempo, cuando ninguno se puede perder! Espero que V.S. nos resarcirá, no perdiendo ninguno». (51)

Tanto el Emperador como el ministerio quedaron muy satisfechos con la conclusión del tratado, en la que correspondió «no pequeña gloria» a Bellegarde, a quien, con ese motivo, Paulino transmitió sus «parabienes y agradecimientos». (52)

La ratificación del tratado por el Emperador y las cartas de Paulino del 22 de febrero y 12 de marzo, llegaron a mediados de abril a Asunción. En esta última expresaba el ministro de negocios extranjeros al presidente López que como aliados convenía marchar de acuerdo.Vis unita fortior. El Paraguay sería informado del desarrollo de los acontecimientos. «Hace tiempo que se sospecha que el general Urquiza desea emanciparse del pesado yugo de Rosas. Me consta proseguía Paulino – por informaciones, que me parecen tener gran peso, que hay una profunda desinteligencia entre ambos. Rosas está furioso contra Urquiza y se habla de una manifestación popular en Buenos Aires en la cual éste será declarado traidor. – Lo que es muy cierto es que Urquiza procura entenderse con el gobierno de Montevideo y con el Brasil. Vamos a corresponder a sus aberturas con la condición de que se declare y rompa con Rosas de una manera clara, positiva y pública. – Si este rompimiento se produce, Rosas está perdido». Rosas es el principal obstáculo a la paz de las fronteras del Brasil, a la independencia, paz y prosperidad del Paraguay y el Uruguay, y a la navegación del río Paraná. Mientras Rosas tenga poder se vivirá con el arma al hombro. De ahí que la declaración de Urquiza sea de la «mayor importancia». El Brasil declarará positivamente, a su vez, al mismo Urquiza, que en cualquier arreglo definitivo no prescindirá de la independencia del Paraguay y el Uruguay. «Parece que Urquiza pretende que las fuerzas argentinas evacuen la República Oriental y quiere promover la candidatura de Garzón, quien no siendo criatura de Rosas, estaría fuera de su influencia. Con él arreglaríamos fácilmente, agregaba Paulino – de una manera permanente, las cuestiones del Plata, la independencia del Paraguay y Uruguay, las cuestiones de fronteras y policía de ellas, la salida por el Río de la Plata para las naciones ribereñas... Rosas, privado de los recursos de Entre Ríos y Corrientes, teniendo contra si a Urquiza, ha de ver desmoralizarse a los que le han sustentado y desandar la rueda de su fortuna». Para terminar, el canciller brasileño declaraba sin reticencias: «Mucho desea el gobierno imperial que V.E. entre en estas vistas y lo auxilie. – Convendría, por tanto, no perder a Urquiza, animarlo, acoger cualesquiera de las aberturas que hiciese a V.E. V.E. resolverá en su sabiduría. – La posición que tomó el Brasil, su alianza con el Paraguay, mucho han concurrido para que los acontecimientos se vayan desenvolviendo de esa manera. Unámonos, Exmo. Sr., marchemos de acuerdo, aliémonos con todos aquellos que tienen interés común, y con menos tiempo y con seguridad conseguiremos nuestro fin, que es una paz duradera y la prosperidad y la tranquilidad de nuestros países... Hoy que estamos preparados, que concluimos la alianza con el Paraguay, deseamos que la solución de estos negocios del Plata se apresure y para eso aprovecharemos la primera oportunidad». (53)

La carta de Paulino era franca, clara e informativa, de acuerdo con las circunstancias internacionales. Los acontecimientos se desarrollaban con rapidez, lo que exigía no perder tiempo y tomar las resoluciones del caso. El Brasil estaba decidido a obrar, sólo esperaba el pronunciamiento de Urquiza, que de por sí significaba la ruina de Rosas. Por eso pedía el apoyo del Paraguay al caudillo entrerriano así como el auxilio al Imperio en la empresa contra Rosas. El interés común recomendaba una acción común y el Paraguay, como aliado, quedaba notificado que el Brasil aprovechará la primera oportunidad para destruir definitivamente el poder del amo de Palermo. Pero cualquiera fuese la solución a que se llegara en el conflicto, el Imperio declaraba que la independencia del Paraguay y Uruguay quedaría a salvo. La seguridad de esa independencia era la preocupación fundamental del presidente López, por ella venía bregando desde1842. La declaración de Paulino era satisfactoria y contemplaba una realidad irrevocable, defendida por la diplomacia brasileña en América y Europa.

El presidente López contestó sin tardanza las cartas del canciller imperial. Ellas como la ratificación del tratado le han «llenado de satisfacciones». Sin perjuicio de haber manifestado a Bellegarde «su entera conformidad a los planes» expuestos en las cartas aludidas y pedido a éste que así informase a Paulino, Don Carlos expresó: «Muy bien ha comprendido V.E. que su pensamiento es conforme al mío indicado en carta del 25 de Diciembre; no puede ser que el Paraguay deje solo al Brasil, desde que se hallara en lucha con Rosas por la Independencia de la República Oriental, sea, ó no, abandonada por la Francia: para mí en el día, son idénticas las causas del Paraguay, del Brasil, y del Estado Oriental». (54)

La coincidencia de pensamiento era patente. Así como el Brasil no abandonaría al Paraguay, la república tampoco dejaría al Imperio librado a sus propias fuerzas. En cuanto a la identidad de causa, Don Carlos usaba hasta los mismos términos de Paulino.

Por el artículo 14 del tratado el Paraguay se obligaba a coadyuvar con el Brasil en el empeño de mantener la independencia del Uruguay, acordándose oportunamente los medios de hacer efectiva esa cooperación. «Antes de escribir a V.E. en Diciembre citado, – agregaba el presidente López – hice al Señor Bellegarde una manifestación franca de las dificultades que podía traer al Paraguay esa liga defensiva limitada a los casos de invasion al Paraguay, ó al Brasil, ó de un peligro inminente de ser invadidos, por que si Rosas no se animó a invadir a ninguno de los países separadamente, es claro que esa alianza meramente defensiva lo afirmaría en su política de destruir a sus vecinos, sin moverse, obligandolos á mantenerse en paz armada, con el cucu de costosos armamentos naval, y terrestre, que jamas puede acabar de aprontar, apresurándose a publicar su autorizacion para hacernos la guerra, y haciéndonos llegar, de vez en cuando, tronadas de verano. – Recomendé, entonces, a1 Señor Bellegarde, se sirviera informar a V.E. cuán cómodo, y ventajoso sería al Paraguay emplear todo su poder sobre Corrientes, y Entre-rios, si el Brasil hubiera de auxiliar la plaza de Montevideo, para salir de un tan violento estado de cosas. Entiendo que en este sentido V.E. me pregunta si podré ayudar al Brasil, concurriendo con fuerzas para batir las de Rosas en la Banda Oriental, ó invadiendo las Provincias Argentinas para hacer una diversion, colocando a Rosas entre dos fuegos, y embarazándole de disponer de todos sus recursos? Yo me felicitaría de poder abrazar el segundo estremo de esta disyuntiva: daría desde luego una solucion positiva, y me aprontaría al cumplimiento para un tiempo dado. Algo hemos hecho, Señor Ministro, pero mucho nos falta que hacer. Napoleon ha dicho, que si no se ha hecho todo, no se ha hecho nada. Hemos hecho liga, pero nada hemos acordado para obrar, y el tiempo urge». (55)

El presidente López insistió sobre lo que ya había manifestado en su carta anterior, en el sentido de que la inacción, consecuencia de la alianza defensiva, favorecía a la política de Rosas, quien, «sin moverse», destruiría a sus vecinos, obligados a mantener una costosa paz armada. El Paraguay prefería accionar «con todo su poder» sobre Corrientes y Entre Ríos, una vez que el Brasil acuda en defensa de Montevideo, es decir, sobre las provincias argentinas, y no emplear sus fuerzas en el Uruguay. En este sentido se aprestaría en tiempo oportuno, para dar una «solución positiva». Don Carlos no estaba satisfecho con lo realizado. Se había acordado la defensa pero no las condiciones para obrar. No podía perderse tiempo porque «el momento perdido en política ya no vuelve». Ambos estadistas comprendían la necesidad de adelantarse a Rosas para destruirlo de una vez.

«V.E. en su apreciable del 12 de Marzo – agregaba el mandatario paraguayo – fue servido indicarme, la siempre anunciada defeccion de Urquiza, y la resolución en que estaba de que si se declara abiertamente contra Rosas, podrán entrar luego fuerzas brasileras en el Estado Oriental, á espeler de allí las fuerzas argentinas, independientemente de la decision de la Francia sobre la convencion Le Predour. Hoc opus, hic labor. En esta hipotesis el Paraguay no podrá invadir a Corrientes, ni Entre Ríos, y no sé con cual seguridad me animaría a publicar una espedicion á ayudar al Brasil contra Rosas en la Banda Oriental. ¿Cómo inspirar confianza de que entretanto no hostilizarán al Paraguay, Urquiza, ni Corrientes? Nadie, hasta hoy me ha dicho nada, y puede ser que asi prosigan. Me han sindicado de observador perspicaz, y muy prevenido contra las cosas de ellos. No me ofendo de esta honra, y mas bien me alegro un poco de que me entiendan. En este conflicto he indicado al Señor Bellegarde por un modo de conversacion, el pensamiento de ocupar los..., con miras sobre el Miriñai, a esperar oportunidades en lugar de pasar tropas al Brasil, entendiendo que la aparicion de columnas paraguayas en dichos puntos, aunque en maneras, y con protestas pacíficas, provocaría esplicaciones, y declaraciones, que dieran por resultado un modo cierto de entendernos. Pero se precisa entendernos con tiempo, siendo inmensa la distancia que nos separa». (56)

Don Carlos recelaba indudablemente de Urquiza y Virasoro. No quería exponerse a enviar tropas al Uruguay por temor a ser atacado por Entre Ríos y Corrientes, sin contar con fuerzas para defenderse. Estaba prevenido contra estas provincias y de ello se sentía más bien halagado que arrepentido. Antes que enviar tropas al Brasil, prefería ocupar cierta zona de Corrientes, con el propósito de entenderse «de un modo cierto» con su aliado, lo que consideraba necesario se hiciese con tiempo, ya que la «inmensa distancia» era un factor que se oponía a un oportuno entendimiento y era preciso salvar ese inconveniente.

«Se dice que Urquiza va a pedir a Rosas – terminaba expresando el presidente López – el cumplimiento del Tratado de 4 de Enero de 1831; que quiere espeler del Estado Oriental las fuerzas argentinas, y colocar a Garzón en la silla de Montevideo. Muchas cosas quiere Urquiza, y al fin, y al cabo, su tendencia es a mantener a Entre Ríos, y Corrientes en la Confederación Argentina. Si Urquiza llega a ocupar la silla de Rosas, y coloca a Garzón en la de Montevideo, podrá jugar mejor que el Dictador actual. – Mucho agradezco a V.E. el bien que me anuncia de declarar a Urquiza, que en cualquier arreglo definitivo, no prescindirá de mantener la Independencia del Paraguay, y del Uruguay... Por ahora no hay motivo alguno de hostilizar a los correntinos, y probablemente seguirá así, mientras se declare Urquiza». (57)

Nuevamente manifestó Don Carlos su recelo contra Urquiza, no tenia confianza en sus intenciones. Temía que el caudillo entrerriano una vez asentado en la dirección de la Confederación Argentina, no solamente siguiese el mismo camino de Rosas sino que podría «jugar mejor». Este recelo, que tenía su fundamento, tendrá indudable influencia sobre las decisiones futuras del mandatario paraguayo. Su reconocimiento por la actitud del Brasil con respecto a la independencia era justo. La declaración de Paulino satisfacía la aspiración de la república.

Cinco días después de la carta a Paulino, el presidente López ratificó el tratado del 25 de diciembre. El canje de ratificaciones se realizó el 26 de abril, con lo cual quedó perfeccionado el acuerdo y en pleno vigor. (58)

La concertación de la alianza, no obstante el carácter secreto de sus estipulaciones, transcendió en el exterior. Paulino decía a Bellegarde: «Por cartas de Río Grande constó aquí la existencia del Tratado y sabiéndolo también Manuel Moreira de Castro por cartas del Paraguay, dio la noticia aJornal do Commercio, lo que entendí de mi deber no embarazar. La existencia del Tratado no podría así quedar oculta. No había inconveniente para ello sino ventajas que se divulgase. Lo que de ningún modo conviene es que sean conocidas sus estipulaciones. Diga V.S. esto mismo al Presidente».. (59) En Montevideo, elComercio del Plata comentó también la conclusión del acuerdo. (60) Gelly por su parte transmitió la noticia a su hijo. (61) En Asunción.El Paraguayo Independiente, el mismo día del canje de ratificaciones se ocupó del tratado. Luego de referirse a la propaganda de Rosas contra el Paraguay y al silencio del dictador con respecto al intento de llegar con él a un arreglo amistoso, comentó: «Esta repulsa inconsiderada nos ha deparado el feliz acontecimiento de hacer un tratado de liga entre la República del Paraguay, y el Imperio del Brasil para concurrir con todos los medios a su alcance para la paz, y tranquilidad del Sud de la América meridional, por la conservación del statu quo de las nacionalidades que la ocupan, y preservar a las naciones que dirigen contra cualesquier tentativas para atacar su independencia, invadir su territorio, ó destruir su integridad, lo que nada ofende los derechos de los otros Estados conterráneos. – Esta convención queda ratificada por los Gobiernos contratantes, y en consecuencia todo el poder de ambas naciones empeñado en la causa común. En el día, para nosotros, son idénticos las causas del Paraguay, del Brasil, y del Estado Oriental. Al transmitir esta importante noticia a nuestros conciudadanos, tenemos la confianza de que la aceptarán con entusiasmo, y estarán prontos como siempre a la voz de la Patria». (62)


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXVII

1- A.H.I. Despachos Reservados. Abril de 1845 a Dezembro de 1847. 317/ 1/7. Cayrú a Manuel Antonio Galvão. Río de Janeiro, 27 de noviembre de 1846. Copia.

2- Ib. Ib. Ib. Nota cit.

3- Ib. Ib. Ib. Saturnino Souza de Oliveira a Manuel Antonio Galvão. Río de Janeiro, 4 de noviembre de 1847. Copia.

4- Ib. Ib. Ib. Nota cit.

5- A.H.I. Memoria dirijida al Ilmo. Exmo. Baron de Cayrú, Ministro Secret.o de Estado de Negocios Extrageiros de S.M. el Emperador del Brasil p.r el encargado de Negocios de la Rep.ca del Paraguay. Río de Janeiro, 22 de diciembre de 1846. Autógrafo de Gelly.

R. Antonio Ramos. La primera misión diplomática del Paraguay en el Brasil. Historia Paraguaya, 1960, pág. 53 y 54.

6- Ramos, trabajo cit., pág. 54 y 55.

7- A.N.A. Vol. 284 – S.H. Gelly a Carlos Antonio López. Río de Janeiro, 29 de noviembre de 1848. Autógrafo.

Ramos, trabajo cit., pág. 60.

8- Luis da Camara Cascudo. O marquez de Olinda e seu tempo (1793-1870) Brasiliana, Vol. 107, 1938, pág. 223 y 224.

9- B. N. B. A. Arch. J. A. Gelly. Inv. 019451. Gelly a Carlos Antonio López. Río de Janeiro, 25 de febrero de 1849. Autógrafo.

Ramos, trabajo cit., pág. 63 y 64.

10- José Antonio Soares de Souza. A vida do visconde do Uruguai. Brasiliana, 1944, pág. 192 a 194.

El vizconde de Olinda era al mismo tiempo presidente del consejo. De este gabinete dice Nabuco de Araujo: «El ministerio del 29 de setiembre era un ministerio enérgico, pero quería ser fino y la finura es muy difícil de aliar con la fuerza». Un Estadista do Imperio. São Paulo. Río, 1936, Tomo I, pág. 69.

11- Nabuco de Araujo, ob. cit., págs. 83, 84 y 85.

Soares de Souza, ob. cit., págs. 196 y 197.

O general Urquiza e o Brasil. Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. Vol. 206, pág. 5.

12- Camara Cascudo al referirse al cambio del ministerio de negocios extranjeros, escribe: «Paulino de Souza sustituye al viejo político (Olinda) que no «sentía» el momento». Ob. cit., pág. 219. El paréntesis es nuestro.

13- Soares de Souza. O general Urquiza e o Brasil, cit. «Para el vizconde de Mauá fue Paulino quien inició «una política externa en nuestro país». A Lamas se le figuró el ministro «muy comprometido en el destino de la política que ha fundado». Política, según Joaquín Nabuco, ambiciosa y heroica»; pero que, para el propio Paulino, no pasaba de una tarea desagradable y sin gloria de poner término a las expoliaciones y burlas sufridas hasta entonces por el Brasil», pág. 6.

14- A vida do visconde do Uruguay, cit. págs. 244, 247 y 249. La bastardilla es del texto.

15- O general Urquiza e o Brasil, cit. pág. 6.

16- Camara Cascudo, ob. cit., pág. 223 y 224.

17- Soares de Souza. A vida do..., cit., pág. 241.

18- Ib. Ib. Ib., págs. 257 y 258. El paréntesis es nuestro.

19- Soares de Souza. O genera1 Urquiza..., cit., págs. 8, 9 y 10.

20- A vida do Visconde do Uruguay, cit., págs. 278 y 279.Jornal do Commercio Nº 270. Río de Janeiro, 2 de octubre de 1850.

El Paraguayo Independienteen su Nº 98 reprodujoin extenso la nota de Soares de Souza.

21- Ib. Ib., págs. 281 y 282.

22- Relatório da Repartição dos Negócios Estrangeiros de 1852, apresentado pelo ministro Paulino José Soares de Souza. Río de Janeiro, Tip. Universal, 1852. Antonio Pereira Pinto. Apontamentos para o direito internacional. Tomo III. Río de Janeiro. F.L. Pinto y C.ª Livreros – Editores, 1866, pág. 212.

23- Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib.

24- Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib., págs. 212 y 213.

25- Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib., pág. 216.

26- Soares de Souza. O general Urquiza..., cit., pág. 16.

27- Relatorio de 1852.

28- Revista de la Biblioteca Nacional. T. X. Buenos Aires, 1944, págs. 251y 252.

29-El Paraguayo Independiente Nº 92.

30- A.H.I. Assumpção – Despachos – 1825-52. Soares de Souza a Bellegarde. Río de Janeiro, 2 de mayo de 1850. Borrador. Los subrayados son del texto.

31- Ib. Ib. Ib. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 22 de julio de 1850. En el P.S. agregaba el ministro: «El Gobierno se ocupa seriamente de reforzar la Provincia de Río Grande del Sur. Está aquí un batallón de 600 plazas listo para partir y se va mandar a buscar más tropas de Pernambuco, que está completamente pacificado».

32- A.H.I. López a Paulino. Asunción, 6 de setiembre de 1850. Original. Copia fotográfica en nuestro poder.

33- Chaves. El Presidente López, cit., págs. 150 y 151.

A.H.I. Assumpção – Despachos – 1825-58. Reservadísimo. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 28 de noviembre de 1850. Borrador.

34- Ib. Ib. Ib. Confidencial. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 28 de noviembre de 1850. Borrador. Copia firmada en correspondencia Particular Reservada e Confidencial do Conselheiro Paulino José Soares de Souza de 1850 a 1853.

35- A.H.I. López a Paulino. Asunción, 19 de noviembre de 1850. Original. Copia fotográfica en nuestro poder.

36- A.N.A. Vol. 292. Texto original con el artículo separado. Pereira Pinto, ob. cit., págs. 172 a 177. Oscar Pérez Uribe y Eusebio A. Lugo. Colección de Tratados Históricos y Vigentes. Asunción, 1934, págs. 330 a 336.El Paraguayo Independiente Nº 116.

37- A.H.I. López a Paulino, Asunción, 25 de diciembre de 1850. Original. Copia fotográfica en nuestro poder.

38- Ib. Ib.

39- Ib. Ib.

40- Revista de la Biblioteca Nacional, cit., Gelly a su hijo Juan Andrés. Asunción, 13 de marzo de 1851. El 7 de mayo decía igualmente a su nuera Talala: «El Brasil ha ajustado, y ratificado con este País alianza: y tengo motivos p.ª creer, q.e no pasará el mes de Agosto, el movimiento de Brasileros, y Paraguayos: p.r q.e de cierto Rosas no se moverá, sino lo mueven...». pág. 378.

41- Relatorio de 1852, cit.

42- A.H.I. Assumpção – Officios – 1847-52. Reservadíssimo Nº 2. Bellegarde a Paulino. Original. Copia en nuestro poder por gentileza de José Antonio Soares de Souza.

43- Ib. Ib. Ib.

44- Ib. Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial. Reservadíssimo Nº 2. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 22 de febrero de 1851. Copia firmada.

45- Archivo del Museo Imperial de Petrópolis. Bellegarde a Paulino. Asunción, 3 de enero de 1851. Autógrafo. Copia fotográfica en nuestro poder.

46- Ib. Ib. Ib.

47- Ib. Ib. Reflexões sobre os negocios do Sul. 1º de enero de 1851. Autógrafo.

48- Nota cit.

49- Soares de Souza. O general Urquiza..., cit., pág. 17 y 18. Archivo del Vizconde de Uruguay. Copia de la carta en nuestro poder por gentileza de José Antonio Soares de Souza.

50- A.H.I. Correspondencia Reserva e Confidencial..., cit. Paulino a Bellegarde. Reservadíssimo Nº 5. Río de Janeiro, 22 de febrero de 1851. Copia firmada.

51- Ib. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Confidencial. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 17 de marzo de 1851. Borrador. Copia firmada en Correspondencia Particular Reservada e Confidencial do Conselheiro P.J.S. de Sza. de 1850 a 1853.

52- Ib. Ib. Ib.

53- Soares de Souza. O general Urquiza..., cit., págs. 74 y75. Anexo V. Paulino a López. Río de Janeiro, 12 de marzo de 1851.

54- A.H.I. López a Paulino. Asunción, 17 de abril de 1851. Original. Copia fotográfica en nuestro poder.

55- Carta cit.

56- Carta cit.

57- Carta cit.

58- Perez Uribe y Lugo, ob. cit., págs. 335, 336 y 337.

59- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1851 e 1852. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 22 de febrero de 1851. Reservadíssimo Nº 5. Copia firmada.

60- Chaves. El Presidente López, cit., pág. 154.

61- Revista de la Biblioteca Nacional, cit. Gelly a su hijo Juan Andrés. Asunción, 4 de enero de 1851, págs. 370 y 371.

62- El Paraguayo Independiente Nº 101. Asunción, 26 de abril de 1851.


 


CAPITULO XXVIII

CAPITULACION DE ORIBE


Con los pasaportes entregados a Guido el lº de octubre de 1850, la Corte de San Cristóbal daba un paso decisivo en su larga controversia con Rosas, cuyas consecuencias no escapaban a la comprensión del estadista a cuyo cargo estaba la dirección de las relaciones internacionales del Imperio. Paulino con «mucha seguridad y habilidad» fijó la posición del Brasil en sus cuestiones con el Río de la Plata. El 16 de diciembre del mismo año decía Silva Pontes, que una vez preparados, contando con auxiliares y embarazado Rosas, nos conviene romper «después de agotados los medios pacíficos y rechazadas nuestras proposiciones para terminar de una vez nuestros sacrificios y gastos, los hechos y los que vamos haciendo, y obtener seguridad y tranquilidad para el futuro. Romperíamos entonces con el teniente de Rosas, que ocupa la Banda Oriental, y si Rosas se envolviese en la contienda, sería él quien habría tomado la iniciativa y violado el artículo 18 de la Convención del 27 de agosto de 1828». Rosas trató de neutralizar la acción brasileña, valiéndose de los ingleses y si no atacó al Imperio, se debió a los siguientes inconvenientes, señalados por Paulino: «1º) La no ratificación de la convención con Francia y la conservación de la plaza de Montevideo; 2º) el estado de casi hostilidad o por lo menos de duda con que se presenta Urquiza; 3º) la dificultad de sacar fuerzas de las provincias y el recelo de las revueltas internas si fuese infeliz». (1)

Al ministro de negocios extranjeros le preocupaba no ya el presente sino el futuro, preocupación que continuará presidiendo sus determinaciones en la contienda que se avecindaba, para la cual preparaba a su país, sin precipitaciones, pero con seguridad y firmeza, a fin de afrontar los acontecimientos con el menor sacrificio posible. Estimaba, que dado el desarrollo de los sucesos, cada uno debía tomar una «posición enteramente clara y definida». La suya estaba claramente definida.

A fines de 1850 las relaciones entre Urquiza y Rosas entraron en un período que iría a desembocar en el pronunciamiento contra elHéroe del Desierto. En octubre el mismo Urquiza y Virasoro se entrevistaron en Concordia con el propósito aparente de tratar de la guerra que Rosas se proponía emprender contra el Paraguay. El dictador de Buenos Aires había nombrado a Urquiza general en jefe de la expedición. Pero los gobernadores de Entre Rios y Corrientes, resolvieron «llevar a cabo el pensamiento de Alcaraz y salvar a sus provincias y a la república toda de semejante sacrificio». De la entrevista surgió un «entendimiento político... por la comunidad de intereses de los dos estados provinciales y el proyecto de derribar a Rosas». (2)

En los primeros meses de 1851 el distanciamiento iba en aumento. En Buenos Aires la irritación de Rosas contra Urquiza era pública. En Entre Ríos se hablaba de la organización del país bajo el régimen federal. Desde Buenos Aires, Diógenes Urquiza informaba a su padre de las intenciones de Rosas, quien aspiraba a la presidencia como consecuencia del «clamor por la convocatoria de un congreso». El inconveniente estaba en el gobierno de Entre Ríos. Rosas insistía en su renuncia para obligar a Urquiza a ser gobernado interinamente o que exasperado éste tomase «una medida fuerte que sirviese a aquél de pretexto legal» para declarar al gobernador entrerriano «traidor o sublevado». La renuncia delRestaurador de las Leyes nunca había sido de buena fe. «El general Rosas está muerto, por consiguiente, si con tino y calma se le entorpece la satisfacción de la ambición que pretende legalmente». Urquiza, que «se había quitado la máscara», según los comentarios en las tertulias de Manuelita, decía a su hermano Juan José, el 26 de marzo de 1851: «La guerra en todo caso no será una provocación de mi parte sino el medio legítimo y único de contener los avances de un ambicioso, haciéndole entender que aún hay quien le comprenda, se burle de sus astucias y desprecie sus amenazas». (3)

En Montevideo, Silva Pontes y el gobierno uruguayo seguían con marcado interés les alternativas de las relaciones entre Urquiza y Rosas, y las determinaciones del caudillo de Entre Ríos. Este entró en comunicación con aquéllos por intermedio del comerciante catalán Antonio Cuyás y Sampere y Francisco Muñoz.

Silva Pontes informó a Paulino en oficio confidencial del 30 de enero de 1851 de las conversaciones que mantuvo Cuyás y Sampere con él y con Manuel Herrera y Obes. «Es manifiesto el interés – decía – que tiene Urquiza, como gobernador de Entre Ríos y como hombre particular, de poder obrar libremente y desembarazado de los impedimentos que le suscita la política del gobernador de Buenos Aires. finamente, según avisos dados por persona de ordinario bien informada, se podría creer que Rosas ya no hesita en lanzar mano de lo que para él es la última de las razones. – La vida de D. Justo J. de Urquiza está amenazada. – Teles son, poco más o menos, las consideraciones de cuantosjuzgan de buena fe las aberturas e indicaciones de Urquiza, que no fueron manifestadas solamente a Herrera y a mí, sino también a tercera persona, que no está investida de carácter público alguno». Silva Pontes creía en la buena fe de Urquiza. Este pretendía que el Brasil le avisase previamente de cualquier movimiento sobre el Estado Oriental, de los motivos para esta acción y de los reparos para evitar la guerra. Si el Imperio accedía a esta exigencia, Urquiza estaba dispuesto «a presentarse como mediador y a concurrir para que salgan del Estado Oriental las tropas argentinas y a influir de manera tal en la elección de presidente, que el electo sea el general Garzón». Si el Imperio hiciese entrar fuerzas en el Uruguay, sin consideración a lo expuesto, «Urquiza tomará parte en la guerra contra el Brasil y arrojará en la balanza el peso de los entrerrianos y correntinos, con que él amenaza la tierra, el cielo y el mundo. – Por lo menos – agregaba el diplomático imperial. – eso es lo que oí al Sr. Cuyás; y como yo le dijese que tal pensamiento de Urquiza indicaba la persuación de que el general Oribe hacía parte de la Confederación... me replicó deciendo que nada de esto había; pero que Urquiza consideraba como undesaire cualquier agresión de parte del Brasil sin que él fuese advertido con antecedencia». Seria lamentable, reflexionaba Silva Pontes, que los sucesos se precipitasen, sin llegar a un acuerdo, en cuyo caso Urquiza sería hostil al Brasil; Urquiza, tanto como aliado o como neutral, contribuirá para una mejor y más rápida solución de los negocios. «Me parece que un ejército paraguayo – proseguía el agente brasileño – sobre la frontera de Corrientes no le dejaría mucha facilidad para moverse. Esto, sin embargo, depende esencialmente de nuestras relaciones con el presidente López, como es claro». Silva Pontes expresó a Cuyás que sobre estas cuestiones carecía en absoluto de instrucciones; a su vez, éste manifestó que no tenía carácter público ni misión alguna y que las ideas que había expuesto eran personales, con la advertencia de guardar sobre ellas «un secretosepulcral». Al terminar la entrevista, Cuyás se ofreció para transmitir personalmente a Urquiza cualesquiera proposiciones que por intermedio de la legación quisiera hacer el Brasil al gobernador de Entre Ríos. El diplomático imperial agradeció el ofrecimiento. También Herrera y Obes comunicó a Andrés Lamas las novedades sobre la determinación de Urquiza. (4)

Silva Pontes creía que en todo esto había alguna cosa de importante. Sin duda que así era. Cuyás no obraba por cuenta propia.

No podría hacer semejante sondeo sin estar autorizado por Urquiza. Su actuación posterior probó que cumplía instrucciones de su poderoso comitente.

Cada día que pasaba Urquiza asumía una posición más clara. En el mes de febrero era público el desacuerdo entre los gobernadores de Entre Ríos y Buenos Aires. Cartas de personas bien informadas pintaban con vivos colores «el estado de furor y rabia» que agitaba al dictador porteño y contra el gobernador de Entre Ríos. El 21, Cuyás entrevistó nuevamente a Silva Pontes, a quien manifestó que muy pronto podía tener lugar «un rompimiento completo», agregándole, que en breve, tendría que hacerle «alguna pregunta en nombre de Urquiza y que bueno sería» que el mismo Silva Pontes «estuviese preparado con órdenes e instrucciones» para dar una contestación conveniente. El diplomático imperial prometió escribir sobre la cuestión planteada, en el día, al ministro de negocios extranjeros. Por su parte, Francisco Muñoz, por orden de Urquiza, habló también en esos días con el ministro Battle, a quien informó de las disposiciones del caudillo de Entre Ríos «para romper con Rosas y entenderse con el gobierno Oriental y el del Brasil» y de sus deseos de que en el arreglo de los negocios del Río de la Plata no interviniese un poder extraño al continente. Battle respondió que nada se podía hacer mientras las ideas o pensamientos de Urquiza fuesen transmitidos por personas no autorizadas debidamente. Muñoz no estaba provisto de carta o autorización alguna. «Las cosas quedaron así». (5)

Con estos elementos de juicio, Paulino redactó una extensa nota confidencial para el encargado de negocios en Montevideo, dándole las bases para concertar un entendimiento con Urquiza. Con ella le remitía copia del tratado de alianza con el Paraguay y la de la carta al presidente López del 12 de marzo. Consideraba el ministro de negocios extranjeros que el apoyo de Urquiza a la candidatura presidencial de Garzón era «un golpe terrible y un crimen de lesa majestad para Rosas», que con ese apoyo el Brasil rompería con Oribe y que con el auxilio de Urquiza y el Paraguay sería fácil expulsar del territorio oriental a las tropas argentinas, de las cuales se servía el mismo Oribe para sostenerse. Si esto se alcanzase y Garzón fuese electo presidente, Rosas se vería «en la imposibilidad de luchar con el Estado Oriental, con Urquiza, con el Paraguay y con el Brasil y de reponer a Oribe en el Estado Oriental. Ha de desandar rápidamente la rueda de su fortuna. Garzón y Urquiza no tendrán remedio que apoyarse en el Brasil y serle leales. Las cuestiones internas que surgirán para ellos de estas novedades, han de ocuparlos y embarazarlos bastante, para que se acuerden de complicarse con nosotros. Será más fácil entonces, si seguimos una política previsora y rigurosa, dar una solución definitiva y ventajosa a nuestras cuestiones, para asegurar el futura». Paulino agregaba que este plan presentaba grandes ventajas. El Brasil no aparecía sólo en la escena y si figuraba era por los agravios recibidos de Oribe. Rosas quedaba apartado. El Imperio auxiliará la candidatura de Garzón y hostilizará a Oribe, «por la misma razón ostensiva que daba Rosas para hostilizar a Rivera» y sustentar al mismo Oribe y «sustentarlo con fuerzas argentinas. Sin declarar la guerra a Rosas – afirmada Paulino – (caso del art. 18 de la convención de 1828) le damos un golpe mortal de rebote». El plan que no iba a pesar solamente sobre el Brasil, descansaba sobre la base de que Urquiza accediese y se pronunciase. Si éste no se prestase o exigiese «cosas inadmisibles», el Brasil pasará sin él y seguirá otro camino. (6)

El lenguaje del ministro de negocios extranjeros era claro. Tenia fe en el triunfo y firmeza en la resolución adoptada.Si bien que el Imperio no estaría solo en la contienda, no descartaba una actitud negativa de Urquiza, en cuyo caso estaba lo mismo decidido a seguir el camino para alcanzar una solución definitiva que asegurase el futuro. El porvenir preocupaba a Paulino. Su visión de estadista no se detenía en el presente inmediato, penetraba en el mañana, buscando una situación que permitiese al Brasil a vivir libre de amenazas y en armonía y paz con sus vecinos.

Después de este plan definido, Paulino pasó a fijar las instrucciones para Silva Pontes en función a un entendimiento con Urquiza. Las proposiciones de Cuyás transmitidas en el oficio del 30 de enero eran inadmisibles. «Si no fuesen las cartas posteriores de V.E., –agregaba el canciller brasileño – en las cuales medice que la posición de Urquiza se va tornando cada vez más clara; si yo no viese que con Rosas no hay término medio, u obediencia ciega y absoluta, o rebelión abierta; si no viese que Urquiza, que nunca nos procuró, nos procura ahora, y que últimamente Cuyás muestra desear que V.E. se encuentra preparado con órdenes, instrucciones, etc. – Si yo no estuviese íntimamente convencido de que la adhesión y declaración de Urquiza ha de desmoralizar completamente el poder de Rosas y facilitar nuestra tarea, yo sería de parecer que se abandone esas primeras proposiciones de Urquiza. – Conviene, por tanto, que V.E. correspondiendo a las aberturas de Urquiza, procure, cuanto antes, entenderse con él, por intermedio de un agente, si puede encontrar uno muy seguro (para lo que hará el gasto necesario) o por intermedio de algún agente de Urquiza, que diese alguna prueba o certeza de que está autorizado por el mismo Urquiza. V.E. se entenderá con él bajo los principios y bases siguientes: El Brasil, con o sin la adhesión y cooperación de Urquiza, está resuelto a acabar con este estado de cosas, para obtener seguridad y tranquilidad para el futuro. Para eso cuenta con las fuerzas de tierra y mar que tiene preparadas y está preparando; con las tropas que mandó enganchar en Europa; con la alianza del Paraguay (puede afirmar que existe este tratado); con las fuerzas que existen en la plaza de Montevideo; con les que ha de traer Pacheco y Obes y con los emigrados que existen en Río Grande. – No ha roto todavía porque estaba preparándose; porque aún no había celebrado la alianza con el Paraguay; porque hasta ahora juzgó conveniente esperar que Francia tomase una resolución sobre la convención Lepredour, lo que aclararía mucho la situación, y, finalmente, porque esperaba que la marcha y desenlace de los acontecimientos, debilitando y creando embarazos a Rosas, facilitase la solución de las cuestiones, sin necesidad de una guerra, al menos prolongada. – El gobierno imperial no desea y no juzga conveniente alianza alguna con Francia o con otra nación de Europa para la solución de las cuestiones del Río de la Plata. Entiende que ellas deben ser resueltas por las naciones inmediatamente interesadas que son americanas. No admite influencia europea en América. Ninguna proposición ha hecho al gobierno francés y nunca tuvo intención de hacerlo. Lo que mucho desea hoy es que Francia se retire del Río de la Plata y no venga a embarazar a sus conterráneos el arreglo de esas cuestiones. – No tiene otra ambición sino la de asegurar su tranquilidad. No pretende intervenir en las cuestiones internas de los Estados vecinos.Pretende que sea mantenida la independencia de las Repúblicas del Uruguay yParaguay. No tomaría las armas contra Oribe y Rosas si éstos se hubiesen prestado a arreglar amigablemente las dificultades existentes y hubiesen adoptado medidas que hiciesen cesar las violencias cometidas en el Estado Oriental contra los súbditos del Imperio. – El gobierno imperial ninguna intención hostil tiene contra las provincias argentinas, respeta, como debe, la independencia y gloria de la Confederación y nunca intentará intervenir de cualquier manera y bajo cualquier pretexto en sus negocios internos. Sus cuestiones son con Rosas, con Rosas solamente y con Rosas por causa de Oribe... El gobierno imperial está pronto para entenderse con los generales Urquiza y Garzón para la realización de ese plan. Es preciso, sin embargo, antes que todo, que Urquiza se declare y rompa con Rosas de una manera clara, positiva y pública, que se comprometa a concurrir para la expulsión de Oribe y de las tropas argentinas del Estado Oriental... Garzón deberá comprometerse a arreglar amigablemente con el Brasil las cuestiones pendientes... Lo que es indispensable es que Urquiza se declare contra Rosas. – Estos negocios deben ser tratados entre el gobierno del Brasil, por intermedio de V.E., Urquiza y el gobierno de Montevideo, debiendo oírse a Garzón que debe dar su asentimiento. Tal vez Urquiza quiera tratar con el gobierno de Montevideo y después con el Brasil. Eso no nos conviene. Debemos entendernos conjuntamente. El presidente López debe también conocer lo que pasa y por eso le prevengo, como V.E. verá en la carta adjunta en copia... Es preciso mucha brevedad y decisión en todo eso...» (7)

Las instrucciones no solamente eran claras sino terminantes. El Brasil había tomado su decisión y ya no podía retroceder. Lo esencial para llegar a un entendimiento era el pronunciamiento previo y público de Urquiza contra Rosas, después venían las otras condiciones básicas como el mantenimiento de la independencia del Paraguay y del Uruguay, la salida de las tropas argentinas del territorio oriental y la presidencia de Garzón. El entendimiento debía tratarse entre el Brasil, el gobierno de Montevideo y Urquiza. Garzón sólo debía ser escuchado. El Paraguay tampoco entraba entre las partes que debían tratar estas cuestiones, si bien que el presidente López debía conocer estas negociaciones, como le previno Paulino en su carta del 12 de marzo. Con esta precisa autorización Silva Pontes podría continuar en sus gestiones y responder positivamente a un nuevo sondeo de Cuyás.

En Entre Ríos los sucesos también siguieron un proceso acelerado. El 5 de abril, desde el cuartel general de San José, Urquiza dirigió una circular a los gobernadores del interior, anunciando que la provincia de Entre Ríos, convencida de que Rosas era el obstáculo para la paz y orden de la Confederación Argentina y cansado su gobernador de esperar «un cambio, una modificación racional en la política del general Rosas» resolvió «ponerse a la cabeza del gran movimiento de libertad con que las provincias del Plata deben sostener sus creencias, sus principios políticos, sus pactos federativos...». Urquiza hacía un llamado a las otras provincias que retirasen de Rosas la dirección de las relaciones exteriores y salvarlas así del abismo a cuyas simas las conducía el «genio maléfico» del gobernador de Buenos Aires. La caída de Rosas era «un resultado necesario del poder de las cosas y el triunfo de la justicia pública». (8) Cinco días después también desde San José, escribió a Silva Pontes, para expresarle que el conductor, Antonio Cuyás y Sampere, estaba encargado de transmitir al agente imperial, «algunas manifestaciones importantes», rogándole que diese «entero crédito» al enviado. Cuyás volvió a Montevideo el 16 de abril «con noticias agradabilísimas». Urquiza había aceptado «las bases propuestas por el ministro Paulino». (9)

El 16 de abril, en oficio reservadísimo, Paulino comunicaba a Silva Pontes, que el Emperador le había ordenado que autorizase al encargado de negocios en Montevideo, para concertar un acuerdo con un agente de Urquiza, también debidamente autorizado, de acuerdo con las instrucciones del 11 de marzo,sin olvidar «de consignar en el acuerdo la parte de las mismas instrucciones relativa a la independencia de las Repúblicas del Uruguay y Paraguay, los sentimientos del gobierno imperial para con las provincias de la Confederación Argentina, cuya integridad e independencia no pretende atacar y en cuyos negocios internos no pretende envolverse de ningún modo». (10)

La insistencia no era una mera redundancia. Lo fundamental para el Brasil era la caída de Rosas, pero todo acuerdo para alcanzar ese fin no podría rever la política del Imperio, en el sentido de defender la independencia del Paraguay y el Uruguay, principalmente la del Paraguay que reconoció desde 1824 y gestionó su reconocimiento en América y Europa. En cuanto a la del Uruguay estaba comprometido a mantenerla por el tratado de 1828. Si una de les causas principales de la controversia contra Rosas era la intención de éste de absorver a los países nombrados, no podría el Imperio dejar de contemplar que el sucesor delHéroe del Desierto respetase la soberanía del Paraguay y el Uruguay, tan necesaria para la seguridad del Brasil. En lo relativo a la última parte del reservadísimo era indispensable también no olvidarla, para convencer al pueblo argentino que el Imperio sólo buscaba la destrucción del poder de Rosas y desvanecer así cualquier recelo sobre las verdaderas intenciones de la Corte de San Cristóbal.

El 22 de abril, Paulino, en nota confidencial a Silva Pontes, completaba sus instrucciones anteriores. Aunque no existiere todavía un acuerdo con Urquiza, se dio orden al presidente de Río Grande del Sur que movilizase el ejército hacia la frontera, con el objeto de dar «mayor fuerza moral e importancia» al Brasil. Las otras operaciones dependían del acuerdo con Urquiza, pero éste podría tener la seguridad de la cooperación de las tropas y escuadra imperiales contra Oribe. El agente brasileño debía tener presente dos consideraciones en estas negociaciones, para que «haya coherencia y seguridad» en el procedimiento del Imperio: «1º) Que en esta cuestión – agregaba el canciller – nosotros figuramos contra Oribe y no contra Rosas (al menos por ahora) aun cuando el hostilizar a Oribe sea lo mismo que hostilizar a Rosas; 2º) que siempre debe preceder un ajuste con Urquiza en los términos de la base que remití a V.E. y en el cual tenga parte el gobierno de Montevideo». Silva Pontes no debía permitir un acuerdo por separado entre el gobierno uruguayo y Urquiza. «Continúe mi estimado amigo – terminaba expresando Paulino – haciendo tan buenos servicios, que le han de dar gloria y mucha satisfacción a sus amigos». (11)

El 1º de mayo de 1851, siempre desde el cuartel general de San José, Urquiza, en nota dirigida al gobernador de Buenos Aires, luego de referirse «irónicamente acerca de la salud del dictador», declaraba categóricamente que la provincia de Entre Ríos reasumía el ejercicio de sus derechos y prerrogativas, delegados en el encargado de las relaciones exteriores de la nación, pudiendo, en consecuencia, entenderse directamente con los otros gobiernos del mundo, hasta tanto se reuna la asamblea nacional constituyente, a los efectos de la organización definitiva de la república. (12)

El pronunciamiento, claro, positivo y público, al decir de Paulino, estaba consumado, señalando en la vida de Urquiza un «día culminante de su carrera política». Beatriz Bosch llama a la transcendental determinación «memorable acto» y a la nota a Rosas «magno documento». (13)

El 19 de mayo, el mismo Urquiza comunicaba oficialmente a Silva Pontes que en esa fecha había designado a Cuyás y Sampere, enviado extraordinario cerca del gobierno oriental, con plenos poderes para concluir y firmar un tratado de alianza ofensiva y defensiva con el diplomático imperial, para cuyo efecto se le expedía la credencial respectiva. (14) El 20, en carta particular también dirigida al agente brasileño, le anunciaba el regreso del aludido enviado, declarando sin reticencias: «Si el Brasil que tiene tan justos motivos para hacer la guerra a Rosas me custodia el Paraná y Uruguay, yo le protesto por mi honor derribar a ese monstruo político enemigo del Brasil y de toda nacionalidad organizada». (15)

Los documentos de ambas partes probaban la concordancia de puntos de vistas y una finalidad común perseguida: poner término al poder discrecional del dictador de Buenos Aires. En estas condiciones y dada la premura exigida par las circunstancias el acuerdo no se hizo esperar. El 28 llegó Cuyás a Montevideo y al día siguiente, 29 de mayo de 1851, se firmó en la capital uruguaya el tratado de alianza ofensiva y defensiva, entre el Emperador del Brasil, el Uruguay y Entre Ríos, representando al primero Rodrigo de Souza da Silva Pontes, al segundo Manuel Herrere y Obes y al tercero Antonio Cuyás y Sampere. (16) Por el artículo 1º, la alianza tenía por objeto mantener la independencia del Estado Oriental, pacificar su territorio, expulsando de él al general Oribe y a las tropas argentinas de su mando y que una vez restituida la normalidad se proceda a la libre elección del presidente de la república, de acuerdo con las disposiciones de la constitución uruguaya. Por el 15º se establecía que si por causa de esta alianza. Rosas declarase la guerra a los aliados separada o colectivamente, el pacto seria convertido contra el gobernador de Buenos Aires. Por el artículo 17º los aliados se afianzaban mutuamente su respectiva independencia y la integridad de sus territorios.

Como el Paraguay no había participado en la conclusión del acuerdo, el artículo 23º establecía textualmente: «El gobierno del Paraguay será invitado a entrar en la alianza, enviándosele un ejemplar del presente convenio, y si así lo hiciere, conviniendo en las disposiciones aquí insertas, tomará la parte que le corresponda en la cooperación, a fin de que pueda gozar también de las ventajas mutuamente concedidas a los gobiernos aliados».

Esta disposición dio lugar, a que el presidente López expusiese sus pretensiones, especialmente en lo relativo al reconocimiento de la independencia del Paraguay. Ellas no fueron admitidas por los aliados y la república, en consecuencia, no participó en la guerra contra Rosas.

En cumplimiento del tratado Urquiza cruzó el Uruguay; el conde de Caxias el mando de las tropas brasileñas entró también en territorio uruguayo, si bien un poco retrasado a causa de que en Río Grande del Sur no se habían cumplido las órdenes de Río de Janeiro; la escuadra imperial a las órdenes del almirante Grenfell operaba en el Río de la Plata; y otros mil soldados brasileños integraban la defensa de Montevideo.

Urquiza no encontró mayores resistencias, Oribe viéndose perdido frente a la presión de las tropas aliadas, se rindió a Urquiza, antes de que las dos columnas, la argentina y la brasileña que avanzaban hacia el sur, pudieran unirse. El 8 de octubre, el gobernador de Entre Ríos concedió al mismo Oribe una generosa capitulación, en la cual se declaraba que no había «vencedores ni vencidos». Para el 12 la cuestión quedó definitivamente liquidada. Ese mismo día Urquiza comunicaba a los aliados la rendición de Oribe y daba explicación de sus actos, pidiendo la aprobación de las concesiones que otorgó (17) El primer acto de la lucha estaba terminado.

* * *

Así como el Imperio del Brasil consideró necesario contar con el apoyo del Paraguay en la lucha contra Rosas, Urquiza también buscó la cooperación de la república. El 2 de abril confió al Dr. Nicanor Molinas una misión especial ante los gobiernos de Asunción y Corrientes con el objeto de negociar un tratado de alianza ofensiva y defensiva entre los tres Estados. (18) Molinas partió de San José el 18 de ese mes. En San Roque encontró a Benjamín Virasoro, quien se mostró de acuerdo con las proposiciones transmitidas por el comisionada. El gobernador de Corrientes proveyó también a Molinas de plenos poderes para que en su representación negocie igualmente con el presidente López el convenio propuesto por Urquiza. Las instrucciones de ambos caudillos eran similares, salvo la exigencia de Virasoro en lo relativo a territorio. Los oficios de los mismos «estaban dirigidos al Presidente del Paraguay, orillando así su reconocimiento tácito de la independencia al no emplear el término República». (19)

Molinas se dirigió al presidente López el 13 de mayo de 1851, desde el puerto del Cerrito, remitiendole copias de las comunicaciones de sus comitentes. Esperaba de la «ilustrada justificación y acreditado patriotismo» de Don Carlos, que acogería «dignamente los principios de simpatía y conveniencia pública» que determinaron a los gobernadores de Entre Ríos y Corrientes a despachar la misión. Solicitaba en consecuencia la autorización para arribar a Asunción con el objeto de dar cumplimiento a su importante cometido.

El Paraguayo Independiente comentó que Molinas dio al gobierno el tratamiento correspondiente de «Presidente de la República del Paraguay, contrariamente de sus poderdantes que sólo han «empleado el equívoco de – Presidente del Paraguay – sin atreverse e venirnos con el insulto de Gobernador de la provincia Argentina del Paraguay, como dicen desde lejos». Sabían las órdenes expedidas al respecto por la administración nacional y el aprecio que merecían sus papeles y comisionado. Mucho se mortificó el gobierno al ver que el enviado se tomó la licencia de dirigirse al presidente y no al ministro de relaciones exteriores, como debió hacerlo. El presidente «tuvo que armarse de paciencia en obsequio de la causa pública con el plausible objeto de descubrir el verdadero fondo y aun las ocultas miras de esa comisión arrogante». (20)

Estas expresiones probaban la desfavorable impresión que causaron a Don Carlos los papeles remitidos por Molinas y los profundos recelos que el mandatario paraguayo alimentaba contra Urquiza. En el mismo número el periódico aludido al anunciar el pronunciamiento del gobernador de Entre Ríos, sus términos fueron aun más categóricos y duros con Urquiza. «El cambio es para nosotros de un enemigo por otro» era el juicio de este órgano, que reflejaba fielmente la orientación política del presidente López. Este no penetró la significación y transcendencia de la declaración del 1º de mayo, dominado por el recuerdo ingrato del pasado.

Benito Varela contestó a Molinas el 17 de mayo, comunicándole que podría llegar a la capital con su comitiva, habiéndose dado para el efecto «las convenientes órdenes de auxilios».El Paraguayo Independiente afirmó que no dudaba del abuso que habrían hecho en Entre Ríos de aquella «expresión obsequiosa, publicándola en el sentido de sus pretensiones». Gracias a la perspicacia del gobierno, este pudo informarse del objeto de la misión, sin necesidad de reconocerle un carácter público. (21) El recelo no se ocultaba.

Une vez en Asunción, Molinas entregó al presidente López la nota de Urquiza del 3 de abril. Decía el gobernador de Entre Ríos que movido por la necesidad de poner término a la «guerra desastrosa» provocada «por las exageradas pretensiones del Gobernador de Buenos Aires contra la soberanía de los pueblos, y por su marcha despótica y tiránica» ha instruido y facultado al Dr. Nicanor Molinas para celebrar con el Paraguay un Tratado de alianza ofensiva y defensiva «con el objeto de derrocar al gobernador de Buenos Aires» y propender a la celebración de una Asamblea constituyente encargada de organizar la Confederación, «cuya dirección desencaminada y desviada» durante el gobierno de Rosas «ha complicado las relaciones de la República con los Estados vecinos y muy especialmente con el Paraguay». (22)

El presidente López para contestar el oficio precedente acordó una entrevista con el enviado de Urquiza y Virasoro, en cuya ocasión Molinas presentó sus plenos poderes y sus instrucciones. Por las del gobernador de Entre Ríos, firmadas por Urquiza y Juan F. Seguí, dicho enviado debía ponerse en relación directa con el gobierno del Paraguay para manifestarle el pesar con que el de aquella provincia miró siempre el desacuerdo entre el gobierno del Paraguay con los demás de la Confederación Argentina a causa de la politice del Encargado de las Relaciones Exteriores, «y los vivos deseos del de Entre Ríos y Corrientes de restablecer las de armonía, buena inteligencia y amistad a que son provocados por el interés y mutua prosperidad de estos pueblos; y el de adelantar estas relaciones hasta celebrar entre los tres Estados un Tratado de Alianza ofensiva y defensiva, que asegure y garantice sus inalienables derechos respectivos» (art. 3º). En el convenio prometerá al gobierno del Paraguay que Entre Ríos y Corrientes «reconocerán su estado actual político de soberanía, independencia y libertad, por cuanto no está en sus atribuciones hacer otra clase de reconocimiento»; y le asegurará que las provincias aludidas recomendarán a sus respectivos diputados en el Congreso Nacional a reunirse el reconocimiento de la independencia del Paraguay, presentando el mérito y consideraciones a los cuales la república se haga acreedora por su cooperación y servicio prestados para la organización de la Confederación Argentina» (art. 6º). Esa cooperación no será inferior a ocho mil hombres de infantería con su artillería. La escuadra paraguaya operará de acuerdo con la de Corrientes (art. 7º). Las tropas aliadas serán sostenidas, pagadas y equipadas por sus respectivos gobiernos (art. 8º). Las fuerzas deberán estar listas para acudir al llamado del comandante en jefe del ejército aliado (art. 9º). Además de «estas avanzadas exigencias», las instrucciones dadas por Virasoro, establecían como «punto esencial» que el comisionado debía solicitar la desocupación del territorio de la provincia de Corrientes y la devolución de la isla de Apipé; y que la fijación definitiva de los límites quedaba sometida a la competencia de la Asamblea general. (23)

Sobre esta última pretensión expresó Don Carlos en su contestación a Urquiza: «El Gobierno de Corrientes al firmar este insulto ha debido estar soñando en un día de victoria: el tiempo dirá si es mejor para pelear, que para buscar alianza con una Nación fuerte, y poderosa, firme en sus principios de honor, y lealtad. – Todas las referidas proposiciones de V.E., y de su aliado, que motivan esta nota, agregó el presidente; son hostiles, atentatorias contra los respectos y derechos de la República. Sin capacidad política para tratar con el gobierno Nacional paraguayo, lo han querido apear al nivel de Entre Ríos, Corrientes, ylos demás de la Confederación Argentina. Luego de insistir sobre la ofensa y los «humillantes insultos» de la «estraña comisión». Don Carlos terminaba así su áspera respuesta: «El abajo firmado Presidente de la República, constante en los principios políticos que ha adoptado, no puede, ni debe importarse de que siga el general Rosas, ó entre el general Urquiza en el Gobierno Encargado de las Relaciones Esteriores de la Confederación Argentina; sólo quiere que ese Gobierno y sus dependientes no perjudiquen a la República y no quieran privarle el uso libre desu derecho incontestable a la navegación de los ríos, que, con los demás pueblos ribereños debe disfrutar en buena armonía, por el derecho de tradición derivado del régimen español. – Siendo estrañas las picantes bases, y maneras ofensivas de V.E. y de su contratante, cuando mismo pretenden para sus fines particulares, y abiertamente contra la Nacionalidad Paraguaya, ayudarse de las fuerzas y medios de la República; y no debiendo este ingerirse en la organización de ningún gobierno extranjero, no puede, ni debe hacer ningún lugar a las referidas pretensiones de alianza ofensiva, y defensiva contra su Gobernador general». (24)

La repulsa del presidente López no se redujo asu contestación. TambiénEl Paraguayo Independiente atacó a Urquiza en términos duros. Comentando la nota de Don Carlos, luego de reproducirla, observaba que las instrucciones de Molinas pasaban por alto las garantías comerciales y que éste no se refirió a esta cuestión ni verbalmente. No obstante, el presidente López, al despedir al comisionado, protestó los sentimientos amistosos de la república para con los Estados vecinos, asegurándole que los puertos del país seguirán abiertos a los que quieran arribar a ellos con sus intereses comerciales, sin distinción de partidos. Molinas reveló que tenía instrucción verbal de Virasoro para reclamar veinte mil pesos no se sabe por qué cargos de animales a la izquierda del Paraná. «Tal es la marcha – decía el periódico – de los pretendientes de nuestra alanza. Raras bases!» Sarmiento, «el emigrado autor unitario del Arjirópolis» invitó al Paraguay a formar parte de losEstadas Unidos de la América del Sur, para llegar de ese modo «a gozar deigual a igual con Buenos Aires, de las ventajas del comercio europeo. – El general Urquiza para llevar á cabo esta teoría, pretende constituirse general en gefe del Ejército Nacional paraguayo para asesinar nuestra nacionalidad con nuestras propias fuerzas, y medios. Deseamos que nuestros conciudadanos se fijen bien en el tamaño de este atrevimiento, y en aquello de que losDiputados de Entre Ríos yCorrientes presentarán en el congreso argentino el mérito, yconsideraciones á que el Paraguay se haga acreedor por su cooperación yservicios que preste para la organización de la Confederación argentina bajo el sistema republicano federal. Es el colmo del insulto, y desaire que puede hacer a la República del Paraguay. Recomendamos últimamente a la consideración de nuestros conciudadanos, el escándalo que nos ha traído la comisión Urquiza, presentándose en nuestra Capital con la divisa de la mazorca.Mueran...» (25)

Un completo fracaso coronó le misión de Molinas. El presidente López dudaba de la sinceridad de Urquiza y Virasoro. El recuerdo de los sucesos de la campaña de 1846, en la cual el Paraguay se alió con Corrientes, para luchar contra Rosas pesaron más en su espíritu que el pronunciamiento del 1º de mayo. En el número 102 deEl Paraguayo Independiente, en que aparecieron la nota de Molinas y la del presidente del 4 de junio, también se publicó el citado pronunciamiento, que no mereció fe alguna del periódico asunceno, pero sí comentarios despectivos. Tampoco fueron cordiales los comentarios acerca de la «misión Urquiza» aparecidos igualmente en el número aludido. Los recelos del primer mandatario afloraron nuevamente con fuerza con motivo de la comisión de Molinas.El Paraguayo Independiente continuó publicando en los números 103, 104, 105 y 106 documentos para probar la duplicidad de las provincias de Entre Ríos y Corrientes en la guerra contra Rosas, consecuencia del tratado de alianza de 1845. El lenguaje no decayó en su aspereza contra Urquiza y Virasoro.

Por su parte Don Carlos propuso la segregación de Corrientes y Entre Ríos, lo que fue rechazado por el comisionado. A este respecto decía Urquiza a Molinas: «Las equivocaciones, contradicción y errores en política, que son la base de los obstáculos que ha opuesto el Excmo. Sr. Presidente del Paraguay para la realización del tratado de alianza ofensiva y defensiva con que se le invitó por el Excmo. Sr. Gobierno de Corrientes y el infrascrito, no han podido ser más absurdos por parte del Gobierno del Paraguay ni mejor contestadas por V.E., como ha sido oportuna y digna la determinación que V.S. tomó de pedir su pasaporte y retirarse hasta Corrientes; porque es incontestable la solicitud del Gobierno del Paraguay de que estas Provincias se segreguen de las demás de la Confederación sin cortar toda clase de relaciones, desde que aquella solicitud es un atroz insulto al honor y patriotismo de los heroicos pueblos de Corrientes y Entre Ríos y de sus magistrados». (26)

La misión de Molinas no fue concebida con criterio político ni tacto diplomático, teniendo en cuenta sus exigencias extemporáneas y los términos de los documentos presentados por el comisionado. La reacción del presidente López tampoco fue diplomática ni política, antes bien pecó por exceso en el lenguaje que por moderación en la respuesta.

En la época y aún en nuestros días provocó desfavorables juicios y alarma en Río de Janeiro y Montevideo, porque el incidente a que dio lugar podría entorpecer el acuerdo del 29 de mayo. Desde Asunción, Bellegarde escribía: «La misión Molinas fue impolítica, hija de la ignorancia en que se hallan todos los gobiernos del verdadero estado del Paraguay, exceptuando al Brasil». Gelly decía, tiempo después, a Herrera y Obes: «Me parece inevitable la necesidad, y conveniencia de fijar las relaciones de este País, con los circunvecinos de un modo permanente, y seguro: y creo que las circunstancias son favorables p.a esto, a pesar dela Mohina, que veo en D.n Justo José Urquisa, p.r lo ocurrido con su enviado Molina: p.o creo muy disculpable este Gob.no: El cambio q.e anunciaba D.n Justo era demasiado brusco, y repentino, p.a este gob.no, y sus exigencias tan desmedidas, y exorbitantes, q.e nada debe sorprender la conducta del Presid.te. Urquisa q.e pedia dies mil hombres: Virasoro 20000 p.s de indemnisacion: y q.e ofrecian en cambio, empeñar sus esfuerzos, y buenos oficios, p.a q.e el congreso Argentino reconociese la independencia de este Pais: Esto no solo era ridiculo, sino insultante: con un poco mas de habilidad de parte de Urquiza, y desu Enviado, se hubiera llegado a un buen suceso». (27)

Por su parte Paulino decía al encargado de negocios en Asuncion: «Felizmente pude conseguir de los que recibieron, que no apareciesen las noticias inciertas enEl Paraguayo Independiente nº 102. Su publicación habría hecho aquí un mal terrible y dado un alegrón a los amigos de Rosas y a aquellos que acusan al Gobierno Imperial de entenderse con un rebelde (Urquiza); rebelde ya se sabe a Rosas y lo peor es que la inconsiderada respuesta de López también va hacia ahí. En verdad, tanto me incomodaron las proposiciones de Molinas como la desabrida e impolítica respuesta de López, cuyos ímpetus de cólera V.S. debe procurar disminuir porque los negocios políticos deben ser tratados con mucha sangre fría y con paciencia. Es de creer que López se arrepienta más tarde». (28)

A estar por esta comunicación, preocupó al ministro brasileño la contestación del presidente López y el estado de espíritu de éste, si bien que la reacción de Don Carlos fue provocada por la improcedencia de las proposiciones de Urquiza y Virasoro. Esta postura era explicable. El Brasil había firmado el tratado del 29 de mayo. En ese momento le interesaba fundamentalmente la actitud de Urquiza, quien si rompiese con el Paraguay podría ocasionar trastornos a la alianza pactada contra Oribe, primer paso de la campaña contra Rosas. Era necesario aplacar al presidente López para evitar complicaciones peligrosas. Pero el juicio de Paulino no fue favorable a la misión Molinas. (29)

Andrés Lamas también escribió en esos días a Herrera y Obes sobre la misma cuestión. «La desinteligencia con el presidente López, – expresaba el canciller uruguayo – de que Ud. me habla, nos ha dado aquí una semana terrible. Soy bien desgraciado amigo mío: desde que mi misión al Brasil llegó a buenos resultados, no he tenido un solo día completo, y muchos completamente amargos... Nadie más que yo reconoce la torpeza de la contestación de López, la ciega torpeza de la publicación que ha hecho; pero la conducta de Urquiza es también mala, ya respecto al Brasil cuyos vínculos con el Paraguay debía conocer y a quien iba e herir en momentos en que él abría relaciones, ya respecto a sí mismo, pues de su propuesta, tal cual está hecha, sólo debía esperar una complicación. – En fin, nada hacemos con apreciaciones y lamentaciones: cabe tratar de remediar el mal. El Sr. Paulino traerá a López a razón; traiga Ud. a Urquiza... Olvidaba: el Sr. Paulino suplica a Ud. haga todo esfuerzo para que no se publique en esa nada relativo al incidente del Paraguay». (30)

El diplomático oriental apreció más justamente el incidente. Reconoció la torpeza del uno y el mal paso del otro. No se le escapó la complicación que podía ocasionar el choque entre los dos gobernantes. Tenía fe, sin embargo, en la influencia de Paulino sobre López y en la de Herrera sobre Urquiza. Pero la preocupación era grande por la no divulgación de las noticias aparecidas enEl Paraguayo Independiente. De ahí la súplica, a pedido de Paulino, para evitar la publicación en Montevideo de los sucesos del Paraguay.

Herrera y Obes contestó la extensa carta de Lamas en otra también extensa. Decía el ministro de relaciones exteriores uruguayo: «El negocio del Paraguay no lo conocía sino por lo que me había dicho el general Urquiza; ignoraba por consiguiente, los detalles que he visto enEl Paraguayo Independiente. Ahora que los tengo a la vista convengo con Ud. en que el general no está exento de reproche; sin embargo, recuerde Ud. que las instrucciones dadas a su comisionado son datadas el 3 de abril, época en que el general Urquiza no tenia convención hecha con los aliados que hoy tiene; que entonces su pronunciamiento no tenía otro objeto que el derrocamiento del gobierno de Don Juan Manuel Rosas; que para conseguirlo tenía que contar con el apoyo de las provincias y que sin la posición e influencia sobre ellas que sólo puede darle el triunfo, hubiera sido prematuro y hasta impolítico el haber sido largo en promesas y concesiones al Paraguay, cuyo gobierno por otra parte adolece de todos los inconvenientes que le da su organización y el carácter personal de su jefe. Me consta que esas consideraciones detuvieron al general Urquiza para no acordar al presidente López más de lo que el mismo solicitó de Rosas, aún cuando él lo deseaba y quería vivamente. En prueba de ello vea Ud. la facilidad con que se prestó a firmar el convenio de 29 de mayo cuyo articulo 17 está redactado de modo que no permite equivocaciones. Hablando de esto mismo, en el Uruguay, me decía: «qué dirá y hará el Sr. López, ahora que ve al Brasil y al Estado Oriental firmar conmigo un tratado de alianza y prestar a mis palabras y mis hechos la confianza que tan torpemente le ha negado el gobierno del Paraguay? El general Urquiza comprende perfectamente que la independencia del Paraguay es un hecho y una necesidad imperiosa para la República Argentina; que es un interés de inapreciable importancia para las provincias litorales. La quiere,pues, sinceramente; pero no teniendo él la representación de la República, a que pertenece, no siendo más que una parte de ello, (sic) cree también que no puede ni debe avanzarse a más que a declaraciones y manifestaciones individuales, reservándose y prometiéndose hacerlas predominar en el nuevo gobierno que seorganice en la República Argentina como indudablemente predominarán desde que él sea feliz en su empeño... Sobre lo del Paraguay, aquí no se publicará nada; asegúrelo Ud. al Sr. Paulino...» (31)

Si bien para Herrera y Obes el general Urquiza no estaba «exento de reproche», trató de justificarlo, lo que también se explicaba por la conclusión del tratado del 29 de mayo, que establecía la alianza para la expulsión de Oribe, de interés fundamental para el gobierno de Montevideo. Las declaraciones del mismo Urquiza sobre la independencia del Paraguay eran de gran importancia. Desgraciadamente esas explicaciones no las hizo en Asunción el comisionado Molinas. Con ellas se hubiera limado muchas asperezas y no se hubiera producido la desagradable diferencia, de tanta influencia en las decisiones del presidente López. La inquietud en Río de Janeiro y Montevideo, sin embargo, no tuvo consecuencias sino epistolares. La alianza pactada contra Oribe no se detuvo, en nada influyó sobre ella el incidente del Paraguay.

En nuestros días, la «misión Urquiza» mereció del historiador Julio César Chaves, este juicio: «Sin duda alguna, la negociación Molinas no fue planteada sobre bases felices: al Paraguay se le pedía un quintal a cambio de un adarme. Aparte de la reclamación poco acertada del gobierno correntino. Cómo iba el gobierno paraguayo a contribuir con su ejército sin tener antes la seguridad del reconocimiento de la independencia? Empero, incurrió, a nuestro juicio en un error al mantenerse alejado de la coalición, y ocultarse a la vera de una atajo en momento en que la historia marchaba a pasos de vencedores rumbo al sur». (32)

Tal como observa Chaves, era paradojal la actitud paraguaya. Anteriormente había convenido con el general Paz y Corrientes una alianza en la lucha contra Rosas y un ejército nacional cruzó el Paraná para intervenir en la campaña. De esta vez, en cambio, el presidente López rechazó ásperamente la alianza propuesta por Urquiza. No creemos que «el complejo no intervencionista» hubiese sido la razón de ser de la actitud de Don Carlos. En esta ocasión, por lo menos, su determinación respondió a otras causas. La misión Molinas, como están de acuerdo todos los que de ella trataron, no estuvo acertada en sus planteamientos. Y esta deficiencia provocó la actitud asumida por López, cuyos recelos contra Urquiza renacieron con fuerza, sin tener en cuenta que la situación internacional había cambiado. Además, las explicaciones satisfactorias expresadas por Urquiza a Herrera y Obes no fueron dadas por el enviado en Asunción. López no confiaba en Urquiza, basado en los antecedentes de la campaña de 1846 y en las consecuencias de la batalla de Vences; continuaba considerando al gobernador de Entre Ríos como un representante de la prepotencia de Rosas, y, de consiguiente, capaz de proseguir la política inquietante del gobernador de Buenos Aires. De ahí su actitud, dura y sin ninguna postura diplomática. Tampoco Urquiza trató de desvanecer directamente los recelos del presidente López, preocupado, como estaba ya, en dar cumplimiento al tratado del 29 de mayo. Acaso consciente del error cometido en el planteamiento de la misión Molina, dio a Herrera y Obes las explicaciones satisfactorias anteriormente aludidas, pero éstas no fueron conocidas por el presidente López. El tiempo se encargó de probar la sinceridad de Urquiza, quien después de Caseros reconoció la independencia del Paraguay, haciéndose, en consecuencia, acreedor de la confianza y amistad de Carlos Antonio López.


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXVIII

1- Soares de Souza. O General Urquiza..., ob. cit., págs. 14 y 15.

2- Hernán Felix Gómez. Vida pública del Dr. Juan Pujol. Buenos Aires, 1920, págs. 129 y 131.

Manuel Florencio Mantilla. Crónica Histórica de la Provincia de Corrientes. Tomo II. Buenos Aires, 1929, pág. 224.

Efraím Cardozo. Paraguay Independiente. Barcelona – Madrid – Buenos Aires – México – Río de Janeiro, 1949, pág. 116.

Leandro Ruiz Moreno. Centenarios del Pronunciamiento y de Monte Caseros. Tomo I. Paraná, 1952, pág. 165.

3- Soares de Souza. A Vida do Visconde do Uruguay, ob. cit., págs. 300 a 309.

Beatriz Bosch. Presencia de Urquiza. Buenos Aires, 1953, págs. 19 a 25.

4- Soares de Souza. A vida..., ob. cit., págs. 310, 311 y 312.

O General Urquiza..., cit.

Silva Pontes a Paulino. Anexo III, págs. 63 a 67.

5- Ib. Ib. págs. 313 y 314.

Ib. Ib. Confidencial de Silva Pontes a Paulino. Montevideo, 22 de febrero de 1851. Anexo III, págs. 67 y 68.

6- Ib. Ib., págs. 315 y 316.

Ib. Ib. Confidencial de Paulino a Silva Pontes. Río de Janeiro, 11 de marzo de 1851. Anexo IV, págs. 69 y 70.

7- Ib. Ib., págs. 316, 317 y 318.

Ib. Ib., págs. 71, 72 y 73.

8- Bosch, ob. cit., págs. 67 a 69.

9- Ib. Ib., pág. 69.

Soares de Souza. A vida do..., cit., pág. 325.

O General..., cit., pág. 28.

10- Soares de Souza. O General Urquiza..., cit., pág. 79. Anexo VIII.

A vida do..., cit., págs. 326 e 327.

11- Ib. Ib. Ib., págs. 79, 80 y 81.

Ib. Ib. Ib., pág. 327.

12- Bosch, ob. cit., págs. 72, 73 y 74. Urquiza a Rosas.

13- Ob. cit., pág. 27.

14- Soares de Souza. O General Urquiza..., cit., copia fotográfica nº 8. La comunicación estaba firmada por Urquiza y Juan F. Seguí, como secretario.

15- Ib. Ib. Ib., copia fotográfica nº 7.

Bosch, ob. cit., pág. 78.

16- Ib Ib. Ib., copia fotográfica nº 9 del original en portugués, obrante en el A.H.I., Legação Imperial em Montevideo – Reservado 1851-52. (222-4-6)

Ib. Ib., págs. 86 a 91.

Pereira Pinto, ob. cit., págs. 241 a 249.

17- Soares de Souza, O General Urquiza.. , cit., pág. 51.

18- Bosch, ob. cit., pág. 25.

Ruis Moreno, ob. cit., pág. 170.

19- Ruiz Moreno, ob. cit., págs. 165, 166, 170, 171 y 172.

Chaves, ob. cit., págs. 157 y 158.

20- El Paraguayo Independiente nº 102. El subrayado es del texto.

21. 1b. Ib.

22. Ib. Ib. López a Urquiza. Asunción, 4 de junio de 1851.

23. Nota cit.

Ruiz Moreno publica las instrucciones de Urquiza y Virasoro, así como los plenos poderes dados por el último al comisionado. Ob. cit., págs. 170, 171 y 172.

24- Nota cit.

25-El Paraguayo Independiente nº 102. Articulo intitulado:Algunas Observaciones.

26- Valerio Bonastre. Corrientes en la Cruzada de Caseros. Corrientes, 1934, pág. 56. Isidoro Jorge Ruiz Moreno. El Paraguay y Rosas. Separata de la Revista «Historia> nº 35. Buenos Aires, 1964, págs. 44 y 45.

27- Chaves, ob. cit., págs. 159.

Archivo General de la Nación de Montevideo. Donación Olivares, Caja 22, Carpeta 79, doc. 12. Gelly a Manuel Herrera y Obes, «Paraguay marzo 28 de 1852».

28- A.H.I. Correspondencia Particular Reservada e Confidencial do Conselheiro P. J. Soares de Souza de 1850 a 1853. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 20 de julio de 1851. Copia firmada. El presidente López comunicó a Paulino el resultado de la misión Molinas, el 8 de junio de 1851, remitiéndole al mismo tiempo, el nº 102 deEl Paraguayo Independiente.

29- Carta del 19 de julio de 1851.

30. Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes. Tomo IV. Buenos Aires, 1919, págs. 10 a 17. Lamas a Herrera y Obes. Río de Janeiro, 22 de julio de 1851.

31. Ib. Ib. Ib., págs. 23, 24 y 26. Herrera y Obes a Lamas. Montevideo, 4 de agosto de 1851.

32. Chaves, ob. cit., pág. 159.



CAPITULO XXIX

EL PARAGUAY Y EL TRATADO DEL 29 DE MAYO


Tal como Paulino había manifestado a Silva Pontes de que el presidente López debía estar al corriente del desarrollo de los sucesos, en los cuales el Brasil tenía intervención directa, nuevamente el ministro de negocios extranjeros dirigió una carta al mandatario paraguayo, el 13 de junio de 1851. Don Carlos estará ya informado del pronunciamiento de Urquiza, que será seguido por el de Corrientes. Este acontecimiento cambió la faz de las cosas. El pronunciamiento es «el comienzo de una verdadera revolución contra Rosas, que lo ha de eliminar. Si él la reprime, ha de levantarse más fuerte, más airado y más audaz, y consolidará de una vez su poder. Entonces el Estado Oriental ha de caer en sus manos y él vendrá con duplicada fuerza sobre el Paraguay y el Brasil. Es indispensable que la reacción operada, en virtud del pronunciamiento de Urquiza, no sólo no retroceda sino que no pare». Rosas comprendía bien esto, concentrando sus fuerzas para sofocar el movimiento antes que Urquiza unifique sus tropas. «Preparémonos – recomendaba el canciller imperial – para los peligros y grandes dificultades futuras, Excmo. Sr., si unidos no frustramos ese plan y dejamos a Urquiza sucumbir». Southern Gore y Le Predour auxilian a Rosas y Oribe. Si el pronunciamiento de Urquiza se generaliza en la Confederación, Inglaterra y Francia no se envolverán en esos negocios, si bien que «sus agentes favorecen cuanto pueden a Rosas contra Urquiza». También es probable la ratificación de los tratados Le Predour, la que si se realiza, provocará una «gran conmoción en Montevideo, ha de dar fuerza moral a Rosas y perjudicar mucho a la reacción que el pronunciamiento de Urquiza comenzó a producir». Si como consecuencia de esa ratificación, Montevideo cayese en poder de Rosas, «la situación cambiaría completamente» y sería favorable al gobernador de Buenos Aires. En ese caso, paralizado y retrocediendo el movimiento de Urquiza, se desencadenaría «una guerra terrible y prolongada, cuyo teatro será tal vez el territorio del Paraguay o del Brasil. – Es preciso evitar eso a toda costa y no dejar parar el movimiento». Se ha dado órdenes al presidente de Río Grande del Sur que el ejército brasileño entre en territorio oriental para atacar a Oribe, vencerlo y levantar el sitio de Montevideo, una vez que pida el encargado de negocios del Brasil en la capital uruguaya. «El levantamiento de ese sitio que dura hace ocho años es un golpe mortal para Rosas y tornará a la convención Le Predour inejecutable». Deben cooperar con las fuerzas imperiales los cuatro mil hombres de la plaza y Garzón con los orientales y correntinos. Si Oribe deja la plaza antes de ser atacado, mejor. Esto «hará un gran mal a Rosas». Se podrá defender Entre Ríos y atacar a Santa Fe. Es indispensable destruir las fuerzas que Rosas concentre en esta última provincia. (1)

Luego de estas consideraciones, Paulino agregó: «V.E. está completamente cubierto por las provincias de Corrientes y Entre Ríos, que no le pueden ser hostiles porque precisan y dependen mucho de V.E. Con los embarazos en que se ve Rosas no puede atacarlo y mucho menos por el Gran Chaco. – Parece al Gobierno Imperial, Excmo. Sr., que la primera e indeclinable necesidad de la situación es que V.E. se entienda con Urquiza y Virasoro y los ayude con fuerzas considerables. Los primeros golpes deben ser fuertes. Urquiza está frente a Santa Fé y es necesario que disponga de fuerza para agredir. Si con la cooperación de las fuerzas del Paraguay destruyese a las de Rosas, la cuestión estaría decidida y el gobernador de Buenos Aires quedaría incomunicado «por los desiertos de los Pampas». Entonces las «Provincias acompañarán el movimiento. – Pido y ruego encarecidamente a V.E. – recomendó el ministro de negocios extranjeros – que así proceda. Creo que así V.E. asegurará la Independencia de una Patria que tanto ama y por la cual tanto se desvela, y una salida libre por el Paraná para su Pabellón. Conquistará por ese auxilio generoso las simpatías y gratitud de Urquiza y de los Argentinos, pudiendo exigir a tiempo las seguridades necesarias para el futuro. Creo firmemente que la sabiduría y experiencia de V.E. no han de permitir que V.E. se aísle en medio de ese movimiento. (2)

Paulino continuó informando al presidente López de las instrucciones que transmitió a Silva Pontes el 11 de marzo y el 22 de abril, cuya substancia sintetizó así; la primera y urgente necesidad era terminar con el poder de Oribe y Rosas, pero era preciso ir pensando en lo que vendrá después; la independencia del Paraguay y del Uruguay debe quedar «definitivamente establecida y consagrada»; la creación de garantías para evitar la aparición de nuevos Oribes y Rosas; la regulación clara de la policía de frontera, la extradición de esclavos y criminales, y la vida y propiedades de los brasileños residentes en el Uruguay; el acuerdo de los ribereños sobre la navegación del Río de la Plata y sus afluentes; y la resolución de que la isla de Martín García no sirva a su poseedor para cerrar el Río de la Plata y sus afluentes, Estos negocios serán tratados entre el gobierno del Brasil, Urquiza y el gobierno de Montevideo, debiendo ser oído Garzón; el presidente del Paraguay debe también conocer el desarrollo de los sucesos, como le previno en la carta del 12 de marzo. «De ahí verá V.E. – proseguía el ministro imperial – que hacemos nuestra la causa de V.E. Cuando tratamos de lo que nos conviene, como buenos aliados y amigos lo hacemos con la condición de que también conviene a V.E. – Me parece conveniente que V.E. comience a entenderse también directamente con Urquiza y con el gobierno de Montevideo sobre esos puntos y que nos manifieste sobre ellos su pensamiento, a fin de preparar el camino y las cosas para un arreglo común». La ratificación de la convención Le Predour hará cesar el subsidio acordado por Francia a la plaza de Montevideo. Para ese caso el gobierno imperial ha dispuesto y dispondrá que esa ayuda sea reemplazada. (3)

El lenguaje de Paulino era franco y claro. La solución planteada de los problemas del Río de la Plata coincidía en el fondo con los puntos de vista sostenidos por el Paraguay; la destrucción del poder de Rosas, el reconocimiento de la independencia de la república y la libre navegación de los ríos. Si bien en las negociaciones no estaba incluido el Paraguay, el ministro brasileño recomendaba al presidente López la conveniencia de «entenderse también directamente con Urquiza» y el gobierno de Montevideo, que era lo que el Imperio estaba haciendo. Este entendimiento facilitaría la solución de las cuestiones y permitiría al Paraguay a intervenir en los sucesos y poder exigir garantías para lo futuro, futuro que constituía una preocupación fundamental para el ministro de negocios extranjeros.

Paulino buscaba que el presidente López no quedase aislado del gran movimiento que se estaba desarrollando contra el dictador de Buenos Aires. La república con su actitud firme frente a las tendencias hegemónicas de Rosas había influido en la decisión de los enemigos del amo de Palermo y era necesario, que de esta vez prestase cooperación con sus tropas a los gobernadores de Entre Ríos y Corrientes para terminar con la tiranía y poder llegar por ese camino a un «arreglo común».

El mismo 13 de junio Paulino escribió también a Bellegarde, El pronunciamiento de Urquiza, la posible ratificación de la convención Le Predour, los esfuerzos de Rosas y Oribe para sofocar el levantamiento del aludido Urquiza, vinieron a cambiar completamente la faz de los negocios. Estas circunstancias y la gravedad de los sucesos exceden en mucho «el pensamiento del Tratado celebrado entre el Brasil y esa República». Si andamos «con hesitación, con desconfianzas, con dudas para el futuro, con celos unos de otros, Rosas reprime el movimiento y después nos veremos con él, más fuerte y más audaz. Pronunciadas las Provincias de Entre Ríos y Corrientes contra Rosas y dependiendo del auxilio del Paraguay, está éste completamente cubierto por ellas contra Rosas, que por lo demás no está en condiciones de atacarlo. El teatro de la guerra tiene que ser el Estado Oriental y Entre Ríos. ¿Para que pues la ocupación del territorio contestado? – Corrientes y Entre Ríos están hoy dependientes de nuestro auxilio y el del Paraguay. No pueden embarazar sino antes bien facilitar la comunicación entre ambos. – La cuestión no es hoy solamente mantener la independencia del Estado Oriental, es no consentir que Rosas sofoque el movimiento de Urquiza, es hacer que este movimiento vaya adelante, que se generalice, que destruya el poder de Rosas». (4)

Al terminar la comunicación, Paulino recomendaba a Bellegarde que lea bien la carta a López, que saque copia de ella para su gobierno y luego la cierre y la entregue, Bellegarde debía hablar a Don Carlos en el mismo sentido que el ministro de negocios extranjeros y emplear todo su celo y diligencia para obtener del presidente lo que le recordaba y pedía Paulino. Este insistía por último: «Si hesita procure vencer sus hesitaciones y conseguir que obre luego. Es ahora que no se puede perder tiempo». (5)

Este oficio como la carta al presidente López prueba la premura de Paulino. El enérgico ministro no quería perder tiempo y buscaba asegurar el triunfo, evitando que Rosas pudiese sacar ventajas de los sucesos. Necesario era adelantarse al Tigre de los Pampas y en esa situación el ministro brasileño consideraba urgente que el Paraguay accione, cooperando con Urquiza y Virasoro.

Pero estas dos comunicaciones fueron escritas antes de conocerse la firma del convenio del 29 de mayo. Esta importante noticia llegó a Río de Janeiro el 15 de junio de mañana con el buque de guerra Golphinho. Los acontecimientos se precipitaban. Paulino, sin pérdida de tiempo, escribió de nuevo al día siguiente al presidente López, con el objeto de hacer modificaciones a su carta del 13, tal como exigían las circunstancias.

El Golphinho trajo el convenio celebrado por el encargado de negocios del Brasil, el gobierno de Montevideo y el enviado de Urquiza, que presentó plenos poderes. El gobierno imperial lo va a ratificar, pidiendo sólo algunas explicaciones, o haciéndolo más claro o valiéndose de notas reversales. Todo esto en nada influye sobre lo esencial y solamente tiene relación con el Brasil. «Ni hay tiempo para entrar en nuevas discusiones y dudas que dejen lo esencial en suspenso, mientras Rosas, que no discute, obra con vigor y energía, y aprovecha el tiempo». (6)

Después de esta información de carácter general, Paulino entró a considerar los aspectos del tratado referentes al Paraguay. «En el convenio – decía – nada se estipuló de definitivo y obligatorio para V.E., ni se podría hacer, porque ninguno tenía poderes de V.E. para representarlo y obligarse por V.E. – Sin embargo, en virtud de mis recomendaciones y por intermedio de nuestro Encargado de Negocios fue incluido en el artículo 23, relativo al Paraguay y V.E. tiene que ser invitado para entrar en la alianza. Accediendo, V.E. tendrá las siguientes ventajas: – 1ª En virtud del articulo 17 queda reconocida la independencia del Paraguay por el general Urquiza, por Corrientes y por todas las demás Provincias Argentinas que entraren en la alianza. – 2ª En virtud del artículo 15 si el Gobierno de Buenos Aires declarase la guerra a V.E. tendría aliados que coadyuvasen con V.E. además del Brasil, ya aliado por el Tratado del 25 de diciembre. – 3ª En virtud del articulo 18 V.E. queda desde ya con derecho de navegar el Paraná en toda la extensión de la Costa de Entre Ríos, Corrientes y Estado Oriental. Si Santa Fe accediese, las embarcaciones Paraguayas podrían salir con toda seguridad para el Río de la Plata. – Estas grandes ventajas, a mi ver, compensan otros inconvenientes de menos peso que V.E. pueda encontrar en otros artículos del convenio». (7)

Sin duda que el tratado de 29 de mayo en nada obligaba al Paraguay. No podía ser de otro modo, ya que no había participado en su tramitación y firma. La ausencia de un representante de la república se explicaba porque ésta no había sido invitada para la conclusión del acuerdo. Paulino sólo había informado al presidente López de la marcha de los acontecimientos. Sus recomendaciones para entenderse con Urquiza fueron ya posteriores al convenio aludido. Pero el tratado no olvidó a1 Paraguay, por recomendación del mismo Paulino, según su propia manifestación, en el sentido de que la república sería invitada a formar parte de la alianza. Las ventajas señaladas por el canciller imperial contemplaban las aspiraciones paraguayas fundamentales como el reconocimiento de la independencia y la libertad de los ríos.

«La opinión del Gobierno Imperial – proseguía el ministro de negocios extranjeros – es que mucho conviene que V.E. acceda. La redacción del Convenio o Tratado permitiendo que V.E. forme parte de sus estipulaciones como Presidente de la República del Paraguay, es ya un reconocimiento de la Independencia de esa República. – El Convenio no perjudica, antes garante y afianza la celebración de otras convenciones en las cuales se fijen, definan y desenvuelvan mejor nuestros intereses permanentes y seguridades reciprocas». El conde de Caxias ha sido designado comandante en jefe del ejército brasileño y presidente de Río Grande del Sur, quien remitirá al Paraguay esta correspondencia. Va a la frontera para alistar a las tropas y entrar en territorio uruguayo, una vez llamado por el encargado de negocios del Brasil en Montevideo de acuerdo con el agente de Urquiza y el gobierno oriental, «Expulsado Oribe y destruidas sus fuerzas por el Ejército Imperial, por las de Garzón y por las de la Plaza; destruidas las fuerzas que Rosas reúne en Santa Fe por V.E. por Urquiza y Virasoro, está terminado el poder de Rosas. No se aísle, Excmo. Sr. en medio de esos movimientos, además de que le será difícil obtener las ventajas a que tiene derecho, perderá aquella importancia que tiene y debe tener». (8)

Paulino hablaba con franqueza. El gobierno imperial deseaba que el Paraguay entrase en la alianza y cooperase con Urquiza. Una actitud contraria significaría para la república la pérdida de su importancia, sin haber alcanzado las ventajas contempladas en el convenio. El énfasis y la insistencia de Paulino prueban aquel interés, que tenia su razón de ser.

En la opinión del ministro brasileño, el artículo 17 no perjudicaba cualquier arreglo definitivo sobre cuestiones territoriales entre el Paraguay y Corrientes, ya que dicha disposición dejaba a salvo los derechos adquiridos.

El Brasil tenía interés en una comunicación con la república por esa zona, lo que debía certificar al presidente López que el Imperio haría «cuanto estuviese a su alcance, en tiempo oportuno, para que esto se verifique. Me parece – agregaba Paulino – que ésta no es la ocasión oportuna para tocar esas cuestiones que pueden exacerbar los ánimos y perjudicar la buena armonía, que ahora es indispensable para acabar con Rosas». Si al presidente le parecía insuficiente la frase, «sin perjuicio de los derechos adquiridos», podría al adherirse al convenio declarar en una nota que entendía que ese artículo no perjudicaba las cuestiones de territorio, cuya liquidación se haría amigablemente, en tiempo oportuno, con el gobierno de Corrientes.

El canciller imperial buscaba evitar rozamientos entre los interesados en la caída de Rosas. La cuestión territorial podría producir un incidente desagradable, como en el caso de la ocupación de Pan Azúcar, que el mismo Paulino solucionó con habilidad, teniendo en cuenta intereses comunes superiores. El gobernador de Corrientes había tocado esta cuestión sin tacto ni oportunidad, lo que provocó la violenta reacción del presidente López, reavivando los recelos y desconfianzas de éste en los precisos momentos en que se necesitaba la unidad de acción contra el dictador de Buenos Aires.

Paulino terminaba su carta en estos términos: «Pido mil disculpas a V.E. por meterme en negocios que no me pertenecen y sobre los cuales V.E. no me pide mi parecer. Espero, no obstante, que V.E. me disculpará, atendiendo a lo que hago, movido solamente por el vivo interés que tomo por todo cuanto es relativo a la respetable Persona de V.E. y a su País. Lo hago también por haberme V.E. concedido benignamente licencia para escribirle particular y amigablemente». (9)

Esta manifestación atinada se explicaba, dado el carácter del presidente López. Si no mediase esta declaración no era difícil que el mandatario paraguayo tomase las recomendaciones del ministro imperial como una intromisión indebida en las resoluciones de la república.

Don Carlos no tomó a mal las cartas de Paulino, pero su actitud estaba decidida.

El mismo día 16 el canciller imperial también escribió nuevamente a Bellegarde, para ampliar su comunicación del 13. Volvía a decir al agente brasileño que leyese bien la carta al presidente López y que sacara copia de ella antes de entregarla, recomendándole que hablase a Don Carlos en el sentido de su carta y que emplease todos los esfuerzos para que éste adhiriera al convenio. «Puede ser – agregaba – que venga con dudas y desconfianzas. Haga todo lo posible por vencerlas». Si hubiese inconvenientes en el envío de fuerzas paraguayas para invadir Santa Fe, Bellegarde debía llevar al presidente López a auxiliar a Urquiza y a cooperar eficazmente con el movimiento contra Rosas, También debía llevarlo a auxiliar al ejército brasileño si acontecimientos imprevistos pusiesen en peligro a las fuerzas imperiales en el Uruguay. Paulino consideraba necesario mantener una comunicación regular y rápida entre los interesados en la lucha contra Rosas. En ese sentido recomendaba a Bellegarde que hiciese ver al presidente López «la urgente necesidad» de restablecer aquélla entre éste, Urquiza, Garzón, el gobierno de Montevideo y el comandante en jefe del ejército brasileño. (10)

Desgraciadamente las cartas de Paulino se cruzaron con la de López del 8 de junio relativa a la misión de Molinas, que había provocado la ira del presidente paraguayo. Este, después del fracaso de esa comisión, difícilmente podría acceder al pedido del ministro brasileño de cooperar con Urquiza y Virasoro. Las cartas aludidas transcendieron en Montevideo. «He visto ese documento; – decía Herrera y Obes a Garzón – es un papel de mérito. El Sr. Paulino tiene la más entera confianza en el éxito de su solicitud. Yo voy a escribir al presidente en el mismo sentido». (11)

También el 16 de junio, Paulino remitió a Bellegarde las cartas imperiales por las cuales S.M. el Emperador Pedro II condecoraba con la Orden de Cristo, en el grado de Gran Cruz al presidente López y en el de Comendador al hijo de éste, Francisco Solano, juntamente con las respectivas insignias, para hacer entrega a los agraciados. (12) La distinción se otorgaba oportunamente, en los momentos en que el Brasil buscaba la cooperación del Paraguay.

El ministro de negocios extranjeros insistió en sus instrucciones a Bellegarde. En nota confidencial decía a éste: «Es preciso que López, reservando las desconfianzas, en vista de las garantías que le da el Convenio, no se aísle, porque quedará sin importancia y en muy mala posición. – No pudimos consultarlo antes de hacer el Convenio, celebrado en Montevideo, porque estamos muy lejos, las comunicaciones son lentas, los acontecimientos se precipitaron, y la demora trae nuevos peligros. Es preciso que López atienda a eso... Repito que haga todo lo posible para que López acceda al Convenio; es el mayor servicio que V.S. puede hacer. Note que en él nada se hace depender de un Congreso Nacional». (13)

Esta explicación de Paulino era necesaria porque realmente López no fue consultado para la firma del tratado del 29 de mayo. Ella era razonable y muy conveniente, teniendo en cuenta el espíritu receloso de Don Carlos. Esa circunstancia fue una de las causas que impulsaron al mandatario paraguayo para no adherirse al convenio.

Belleqarde había propuesto a su gobierno elevar de categoría la representación brasileña en Asunción. Pero la solución de esta solicitud quedó suspendida en vista de la situación internacional. Decía al respecto Paulino:... «toda la importancia de nuestras relaciones con el Paraguay dependerá de la resolución que el Presidente López tome sobre el Convenio. Si se niega a entrar en la alianza a muy poco quedarán allí reducidas nuestras relaciones, aislándose así el Paraguay del movimiento general». (14)

Paulino no se cansó de recalcar la necesidad de que el presidente López adhiera al convenio. El mismo 20 de julio, al remitir a Bellegarde otra carta para Don Carlos, decía al agente imperial «que emplee todos os medios a su alance» para obtener ese propósito, haciendo valer los argumentos del ministro, desenvolviéndolos y agregando otros. «Si López no quiere adherir, – proseguía el canciller – si Oribe fuese expulsado, como se espera, del Estado Oriental, si otras Provincias Argentinas siguieren el movimiento de Entre Ríos y Corrientes, Urquiza adquirirá mucha fuerza, no teniendo por contrapeso además del Brasil, que está más lejos, sino el Paraguay. No sería posible abandonar a Urquiza ahora, aún cuando no existiese compromiso alguno, porque entonces Rosas vencería y se levantaría con duplicada fuerza, – Haga notar a López que el Convenio, teniendo por fin inmediato y directo mantener la independencia y el orden en el Estado Oriental, tiende a resolver las otras cuestiones del Río de la plata por otras Convenciones a las cuales abre camino». (15)

La carta de Paulino a López, fechada el día anterior, era la contestación a la de éste del 8 de junio, con la cual Don Carlos remitió el Nº 102 de El Paraguayo Independiente, en el que apareció lo documentación relativa a la misión de Nicanor Molinas. El canciller imperial comenzó por manifestar que le contristaba profundamente la lectura de los documentos publicados y que desgraciadamente esos hechos venían a colocar al gobierno imperial en una posición difícil y desagradable, «Estamos lejos, – agregaba – no podemos entendernos sino con grandes demoras. Los acontecimientos marchan, nuestras comunicaciones se cruzan y cuando llega una tendiente a desvanecer un embarazo, a explicar un hecho, ya otras complicaciones aparecieron. En buena hora cuando ellas pueden ser salvadas con sinceridad y franqueza como ocurrió con la de Pan de Azúcar. – En verdad fue muy infeliz el recuerdo de la misión de D. Nicanor Molinas! Qué proposiciones! No creo sin embargo que hubiese en ellas intenciones de insultar a V.E. Eso sería una locura de la que no juzgo capaz a Urquiza en vísperas de envolverse en gravísimas dificultades y de precisar tanto de V.E. Lejos de mí está disculpar el paso que dio, pero creo que (colándonos en su posición) existen circunstancias que lo atenúan». (16)

El canciller brasileño pasó luego a explicar la determinación del gobernador de Entre Ríos. «La misión de Molinas (de parte de Urquiza) data del 2 de Abril y entonces andaba él sondeando el terreno, ignoraba las vistas e intenciones del Brasil, y no se había declarado aún porque su declaración es del 1º de mayo. Lo mimo diré de Virasoro que sólo se declaró el 21 de ese mes. V.E. ha de haber observado que Urquiza se ha ido desenvolviendo poco a poco y no pone e pie sin tener la certeza de que es seguro el terreno. Su principal medio es sublevar las Provincias Argentinas contra Rosas y para eso es preciso que él se haga muy Argentino y no choque con ciertos prejuicios e ideas populares. Es preciso que ataque a Rosas ron sus mismas armas. Si él levantase el pendón de la Independencia de las dos provincias, Entre Ríos y Corrientes, para constituirlas en una República separada de la Argentina, daría fuerzas a Rosas que más fácilmente reuniría en torno de sí a las otras Provincias. El lado más vulnerable de Rosas es la ilegalidad de su poder, o para decir mejor, el retiro de sus poderes. Urquiza procura rodearse de legalidad, apoyándose en el Tratado del 4 de Enero de 1831 y en la idea de un Congreso Nacional que organice la República Argentina». Urquiza aunque substituyese a Rosas no podría tener el poder de éste. Y entre los dos, es preferible «Urquiza que es nuevo y precisa de nosotros, y a quien a tiempo podemos fijar condiciones». Los que gobiernan las naciones deben mirar más el futuro que el presente y Urquiza puede ser el sucesor de Rosas. En el estado actual de los acontecimientos no se puede retroceder. «Desgraciadamente la misión Molinas vino a complicarlos». Sin embargo, por el articulo 23º (17) del convenio del 29 de mayo Urquiza menoscabó la misión Molinas, «por cuanto invitado el Paraguay y accediendo éste, queda su independencia reconocida y con derecho a la navegación de los ríos». (18)

Como si todo lo anterior no fuese suficiente para convencer, Paulino insistió: «Es indispensable que V.E. acceda y entre en la alianza. En el estado en que están las cosas, aunque V.E. no accediese ella no podría dejar de prevalecer... Urquiza iría adelante sin ningún compromiso para con V.E. V.E. quedaría aislado y ese aislamiento perjudicaría mucho a V.E. y al Brasil, por cuanto la unión del Brasil, del Paraguay y del Estado Oriental es el freno poderoso que puede contener a Urquiza, arrancarle garantías y conservarle en línea recta. Es de interés de los tres que él no se engrandezca más de lo que es justo y compatible con la independencia e integridad de sus territorios. Ayudémoslo a terminar con el poder de Oribe y Rosas y contengámoslo con nuestra unión. Si V.E. rehusa aceptar la invitación para entrar en la alianza, nos colocará en los mayores embarazos, imposibilitándonos a abogar por su causa y de exigir garantías para V.E. – V.E. repelió, y no podía hacer otra cosa, las proposiciones de Molinas, formuladas por orden de Urquiza y Virasoro. Las disposiciones del convenio son enteramente diferentes y la invitación para la adhesión es también hecha por el Brasil y la República del Uruguay. Adhiriendo V.E. no retrocede. Los casos son enteramente diferentes. La adhesión al Convenio de V.E.... compromete a Urquiza con V.E. en la solución de dos cuestiones importantísimas: la independencia del Paraguay y la navegación de los ríos. En el caso del artículo 17 convierte a Urquiza en aliado de V.E. para la defensa de la independencia y de su territorio. – Esas soluciones me parecen tan importantes que delante de ellas no deben prevalecer dudas sobre puntos secundarios, que después serán liquidados y arreglados oportunamente y con más tiempo». (19)

La argumentación de Paulino era sólida y fundada en un razonamiento lógico, sin descuidar el lado agradable para López. No ocultó con subterfugios su juicio desfavorable sobre la misión Molinas, coincidiendo en este punto con el presidente. Pero no por eso dejó de consignar con toda franqueza sus puntos de vista acerca de la necesidad de que el Paraguay adhiera al convenio del 29 de mayo. En este sentido su interpretación de los acontecimientos era ajustada a la realidad histórica. Su exposición mostraba objetivamente que los intereses superiores del Paraguay, paralelos a los del Brasil, debían llevar a la república a formar parte de la alianza, sin detenerse en detalles secundarios. No puede negarse su afán de obtener la adhesión del presidente López, a quien expuso claramente sus ideas con amistad y consideración, pero sin ocultarle la verdad. El Imperio del Brasil, si bien anhelaba la caída de Rosas, también quería precautelarse de la política futura de Urquiza. Y el Paraguay podía cooperar para la realización de esas aspiraciones, de acuerdo con su importancia y conveniencias. De ahí la insistencia de Paulino antes que Rosas triunfe protegido por Inglaterra y Francia.

El Presidente López contestó de una sola vez las dos «importantes cartas» de Paulino del 13 y 16 de junio. No obstante sus vivos deseos de uniformar sus actos con la «marcha política» del canciller imperial y de no faltar al tratado del 25 de diciembre, le era «grandemente penoso el no hallar de pronto un espediente á satisfacer tan justos deseos». (20)

«Cuando V.E. – proseguía Don Carlos – en su apreciable del 12 de Marzo, á que se refiere en la predicha del 13 de junio, me recomendó que marchemos de acuerdo, y nos aliemos con todos aquellos que tienen interés comun, me aseguró también que habia de declarar muy positivamente a Urquiza, que en cualquier arreglo definitivo no prescindirá de mantener la Independencia de las Repúblicas del Paraguay, y del Uruguay; y siendo consonante con esta seguridad el artículo que se ha servido comunicarme en la misma carta del 13, de que «la Independencia del Paraguay, y de la Banda Oriental quede definitivamente establecida, y consagrada», ha debido sorprenderme la comisión Urquiza cerca de este Gobierno, publicada en el Nº 102 del Paraguayo Independiente que tuve la satisfacción de incluir a V.E. en carta del 8 de Junio; sorpresa que ha debido crecer a la vista del art. 15º (21) del convenio de 29 de Mayo, declaratorio de que esa alianza tiene por único fin la Independencia real, y efectiva de la República Oriental del Uruguay; allí no se habla del Paraguay, si no es para convidarlo a entrar en la alianza, en virtud del artículo 23º, (22) que fue inserto por recomendación de V.E. No se ha designado la parte que deba hacer el convite, y no habiéndose dado el paso en dos meses, es probable que ya no se dé, al menos por parte de Urquiza. V.E. puede juzgar la fé pública de esa Negociación comprando su conducta en Montevideo, con la que ha creido hacer valer en la Asunción. Cuento con que V.E. me hará justicia en la enérgica repulsa de las estrañas pretensiones de la citada comision loca de Urquiza». (23)

El presidente López hacía cuestión fundamental de la independencia de la república. Por eso esperó que en el acuerdo del 29 de mayo se hiciese una mención especial de esa independencia, como la relativa a la soberanía uruguaya. No le satisfizo la disposición del artículo 17º por la cual se afianzaban recíprocamente los Estados aliados su independencia, lo que significaba el reconocimiento de la misma por cada una de las altas partes contratantes, disposición que ampararía al Paraguay una vez que entrase a formar parte de la alianza de acuerdo con lo establecido en el artículo 23º. Esta ventaja era una de las enumeradas por Paulino en su carta a Don Carlos del 16 de junio. Por otra parte, la invitación, cuya aceptación daría al Paraguay la ventaja apuntada, no se había producido aún, no obstante haber transcurrido dos meses de la firma del convenio. Y como en el tratado no se había establecido quién formularía la invitación, López creía que ésta ya no se haría, por lo menos de parte de Urquiza. Afloraba nuevamente el recelo contra el gobernador de Entre Ríos, que ya se manifestó al rechazar el presidente paraguayo lo que en su vehemente lenguaje llamó «comisión loca de Urquiza». Este recelo constituyó la principal causa determinante de la actitud de Don Carlos.

Bellegarde destacó a López la conveniencia de que acceda al convenio de Montevideo, preguntándole si podría auxiliar al Brasil. Don Carlos pidió al agente imperial que le presentase un proyecto confidencial sobre lo último, que no aceptó. Pero le manifestó para el caso de que el Paraguay fuese invitado de acuerdo con el articulo 23º, que se «hallaba en disposición de acceder, estipulándose el estado actual del territorio paraguayo hasta la decision final de esta cuestion; y el reconocimiento de la Independencia del Paraguay, con la condicion de que la alianza no dejará las armas, sin que la confederacion argentina reconozca al Paraguay. El espresado Señor Bellegarde aceptó esta idea, y se encargó de hacer llegar a Urquiza por intermedio de Virasoro, como todo participará á V.E. en esta ocasion». (24)

La declaración del presidente era una consecuencia de la «comision loca de Urquiza». Por un lado estaba el reclamo territorial de Virasoro y por otro la desconfianza de que el gobernador de Entre Ríos pudiese seguir las huellas de Rosas. De ahí su énfasis al agregar: «Si Urquiza quiere mantenerse firme en sus desvarios, justamente rechazados, el Gobierno del Paraguay cuidará su propia dignidad, y la seguridad del estado actual de su territorio. Es una fatalidad que los vecinos del general Rosas no pueden avenirse jamas en términos razonables. Sus enemigos han sabido socorrerle en sus dificultades. Quiera Dios que esta vez sean felices los aliados de Montevideo, como mucho espero del gran tino politico de V.E., por mas que no hagan la causa del Paraguay, y mas bien se preparen a la contra, afianzándose mutuamente la integridad de sus territorios. Con tal garantía Virasoro, que es uno de los aliados, tuvo la insolencia, y descaro de exigirme por punto esencial la devolucion de la isla de Apipé, y la desocupacion del territorio intermedio entre el Paraná, y el Uruguay, para que el Paraguay pueda entrar en las inicuas pretensiones de su alianza». (25)

La irritación de López era contra Urquiza y Virasoro, a quienes trataba con dureza. No disimulaba su desagrado. Las explicaciones y recomendaciones de Paulino no influyeron para cambiar los conceptos del presidente, no obstante la consideración que le merecía el canciller imperial y confiar en el «tino político» de éste, a quien expresó su gratitud por las «importantes observaciones contenidas» en las cartas del 13 y 16 de junio: «las he recibido – agregaba Don Carlos – como obsequio del buen deseo de V.E. por mi bien, y por la felicidad de mi Patria. Si presentemente no podemos convenir en las ideas, es precisamente por que la marcha de Urquiza con el Paraguay parece discurrida positivamente para trabar la ingerencia del Brasil, como ha dicho en otra ocasión (carta publicada en el Nº 103 del Paraguayo Independiente) ». Terminaba agradeciendo a Paulino la noticia del nombramiento del conde de Caxias como presidente de Río Grande del Sur. (26)

En definitiva, el presidente López atribuía a la conducta de Urquiza con el Paraguay el desacuerdo con el Brasil, imputando además, al gobernador de Entre Ríos, propósitos contrarios a la intervención del Imperio. Pareciera que Don Carlos buscase abrir una brecha entre el Brasil y Urquiza, lo cual ya no era posible, dado que el convenio del 29 de mayo estaba en plena ejecución.

La cuestión de la independencia del Paraguay, sostenida con tanto vigor por el presidente López, causó preocupación en Río de Janeiro, como consecuencia de a misión Molinas. Sobre el particular y apoyando la causa de la república, Lamas escribió una extensa carta a Herrera y Obes: «La conservación de la independencia del Paraguay – decía al canciller uruguayo – es en el Brasil un punto de opinión verdaderamente nacional; no hay en él la mínima discrepancia, y es, en esto, único entre todos los de política exterior. – La administración que lo abandonase, perecería. No pueden abandonarlo, no hay ni remota esperanza de que lo abandone. – No hay, pues, alianza posible con el Brasil ni para ahora, ni para después, atacando la independencia del Paraguay. – Y la alianza del Brasil bien sincera, bien durable, puede serle esencial al Gral. Urquiza. – Alcanzo bien que en el momento le sea posible evitar la cuestión en alguna parte, desde que apruebe el modo en que su comisionado Molinas se dirigió al gobierno nacional de la república del Paraguay, y reservándose alegar, después, que se empleó ese título, porque de otro modo no se podían tener con él las indispensables relaciones. La invitación en esos términos removería la dificultad del día, la aplazaría para una época más remota; pero eso las traería mayores para el porvenir, como siempre sucede con todo lo que no es sincero. – El reconocimiento franco de la independencia del Paraguay, lejos de ser perjudicial favorecería, me parece, los bien entendidos intereses del Gral. Urquiza. Para negar la independencia del Paraguay, – independencia disputada por cerca de 30 años, – necesitaría el Gral. Urquiza hacer suyos los fundamentos con que Rosas la ha negado. Y no es palpable que esos fundamentos destruyen la personalidad externa que ha reasumido y que hoy ejercita el estado de Entre Ríos?. – Si Entre Ríos, que nunca ha querido dejar de pertenecer a la República Argentina, – que hace parte de ella por pactos expresos, – tiene el derecho de ser considerado como un estado independiente, – si lo tuvo para reservarse su independencia y soberanía por el pacto de 4 de enero de 1831, – si lo tiene para ejercerlo hoy – si lo tiene para contratar por sí y para sí una alianza exterior por la que se hace garantizar su propia independencia y soberanía, cómo puede contestar la independencia del Paraguay, que desde 1811 no ha pertenecido un solo día a la asociación argentina, – que ha declarado que no quería pertenecerle?». Si Urquiza rompiese la alianza del Brasil y del Paraguay, renunciaría a la fuerza que esa alianza le daría, a la moral que de la misma alianza le resultaría, y talvez a su triunfo, «que es la regeneración de su propia patria». Si triunfa, o emprenderá una nueva guerra contra el Brasil y el Paraguay, «para reincorporar a éste y continuar la política de Rosas, o dejará al Paraguay como está, enajenándose así, sin provecho alguno, las ventajas que en la paz debe producirle la alianza con todos sus vecinos... » Respecto al Paraguay, – agregaba Lamas – «además de que el reconocimiento de su independencia es una ley de nuestro país, su conservación es un interés palmado. – Esa nacionalidad impide el aumento de uno de nuestros grandes vecinos y puede concurrir, estrechada con nosotros, a mantener el equilibrio entre ellas y poner barrera a sus recíprocas invasiones. – Sirve aun para más, – pues incorporado el Paraguay a la República Argentina aumentaría los elementos de guerra y de desorganización en ese vecino, el más temible para nosotros, porque hemos hecho parte de su familia, estamos ligados a él por muchos vínculos y su ejemplo es, por consiguiente, el que ejerce mayor influencia». No teme la ruptura de la alianza de 29 de mayo. Confía en la habilidad de Herrera y Obes y en el patriotismo de Urquiza. La ruptura del pacto sería en perjuicio de éste, porque expulsado Oribe, el Brasil unido al Paraguay pudiendo aceptar la mediación británica, dejaría a Urquiza a merced de Rosas. El Brasil sostendrá, «mediante el convenio, los derechos de Entre Ríos como hoy sostiene los de Paraguay. Quiere ambas alianzas de buena fe; pero en conflicto, elige y no puede dejar de elegir la del Paraguay». (27)

Lamas, que conocía bien, tanto la política brasileña como la del Río de la Plata, planteó en términos acertados y precisos la cuestión de la independencia del Paraguay. Sus consideraciones estaban de acuerdo con la realidad internacional. La soberanía de la república era un hecho incontestable, que no podía desconocer Urquiza. El Brasil y el Uruguay la reconocieron con anterioridad. En cuanto al juicio de que la independencia del Paraguay serviría para mantener el equilibrio de estos países coincidía con los estadistas del Imperio.

Pero lo más importante de las declaraciones del diplomático oriental estaba en la afirmación de que los hombres públicos del Brasil tenían una opinión uniforme sobre la necesidad de mantener esa independencia.

Y Lamas sabía lo que decía, dada su vinculación con la Corte de San Cristóbal. Copia del interesante documento Paulino envió después al presidente López.

Como se ve por la carta de Lamas, la correspondencia de Don Carlos con Paulino causó indudable impresión entre los aliados y el mismo Paulino no dejó de insistir ante el mandatario paraguayo con sus recomendaciones y puntos de vista. En Río de Janeiro se realizaron conferencias en las cuales se acordó formular la invitación al Paraguay para entrar en la alianza concertada en el convenio del 29 de mayo. En ellas Paulino dio las explicaciones del caso. También se cambiaron «notas secretas» entre el canciller imperial y el ministro del gobierno uruguayo «con motivo de la estraña comisión Urquiza». (28)

Las explicaciones y novedades transmitidas por Paulino a López, en la carta del 19 de julio, éste contestó el 5 de setiembre. Decía el presidente que había tenido la satisfacción de haber comunicado al ministro de negocios extranjeros que Bellegarde había hecho «una abertura confidencial a los comitentes de Molinas», la que no tuvo un resultado satisfactorio. Virasoro se negó a formular la invitación de acuerdo con el artículo 23º del convenio, desentendiéndose de Urquiza. No es probable que procediese así sin conocimiento de éste, quien «a nombre de Virasoro» ratificó el acuerdo de Montevideo, con lo cual ambos creían innecesaria la invitación al Paraguay, Bellegarde le comunicó sus ideas sobre esta invitación de conformidad con las notas del 19 de julio, recalcándole la conveniencia de enviar un ministro paraguayo a Montevideo. «A mi modo de ver las cosas, – agregaba el presidente – no es llegada la oportunidad de un tal nombramiento. En lo que toca al Imperio brasileño, y a la República uruguaya, no tengo la mínima dificultad, por que han reconocido la Independencia nacional del Paraguay, y considero enlazados los intereses de los tres países en la gran cuestión de mantener el equilibrio político, y territorial; pero no así con el pretenso organizador, que en lo tocante al Paraguay, proclamó las propias máximas de conquista, y pretensiones exorbitantes del Gobierno que quiere derrocar». Para Rosas el acto del reconocimiento de la independencia del Paraguay correspondía al congreso de los pueblos y Urquiza, «el insurgente de Entre Ríos», tuvo la «insolencia y desafuero» de pedir ocho mil hombres de infantería, además de artillería y escuadra, todo pagado por el gobierno paraguayo, con la promesa de presentar a ese congreso el mérito por el cual el Paraguay se haga acreedor por su cooperación, y servicios para la organización de la República argentina. Y para hacer mas picante este loco insulto, se ha reservado la clasificación de los demandados servicios, para salir luego, con que no han sido prestantes». (29)

López no podía refrenar su desconfianza contra Urquiza, su recelo era profundo y su mala voluntad para con el «insurgente de Entre Ríos» no ocultaba, usando con respecto a éste términos fuertes, sin ningún cuidado protocolar o diplomático. La misión de Molinas había ofendido la susceptibilidad del presidente, sin que los actos posteriores de Urquiza y Virasoro hubiesen desvanecido aquel recelo. La dificultad no estaba en el Brasil ni el Uruguay, cuyos intereses se encontraban «enlazados» en la «gran cuestión» del equilibrio del Río de la Plata. Esa dificultad estaba en el gobernador de Entre Ríos. Pero la famosa idea del equilibrio, tan frecuentemente proclamada por el Imperio, tampoco escapaba al criterio de Don Carlos.

En las condiciones apuntadas, no era posible ni conveniente al Paraguay «una adhesión lisa y llana» a la invitación, ya fuese formulada por nota colectiva o separadamente. López deseaba saber, si cumplido el único fin de la alianza, la independencia del Uruguay, «Urquiza hará la campaña de la otra banda del Paraná, ó quedará á guardar su asa». Para el primer caso el Paraguay necesitaba ajustar un tratado expreso con Urquiza y sus aliados, y, para el segundo, las fuerzas de la república no marcharían para estar con las armas al hombro, «en frontera agena», teniendo en cuenta la disposición del artículo 14º del tratado. (30)

Rosas sabía que no podría buscar a Urquiza, ni pensaba, por otro lado, hacerlo. En esa situación defensiva, López ignoraba si se produciría el casus foederis previsto en el articulo 15º del convenio. Si esto no ocurriese, «Urquiza no podrá arrojarse con sus bravatas a la banda de los pampas» y tendrá el tiempo necesario «para pensar en la ridícula arrogancia con que se ha dirigido al Gobierno paraguayo». (31)

El presidente no moderaba su lenguaje con respecto a Urquiza. El tono de su tratamiento no disminuía en violencia. Pareciera que en esa forma buscase convencer al ministro brasileño de la perfidia del gobernador de Entre Ríos, así como aquél insistía también en convencer a Don Carlos del leal proceder de Urquiza.

López pasó después a responder a las recomendaciones y consideraciones de Paulino. «He leído, – decía – con la atención que merecen, las reflexiones de V.E. muy particularmente la de que es indispensable que yo entre en el convenio de 29 de Mayo; y de que en el estado actual de cosas, aunque yo no accediere al convite, la alianza no podría dejar de prevalecer. Puede creer V.E. que no he podido imaginar, que mi no adhesión pueda ser un obstáculo a esa alianza. Desde que el convenio del 25 de Diciembre no ha sido parte para que el Paraguay tuviera un conocimiento oportuno siquiera de las bases principales del de 29 de Mayo, es claro que la alianza de la Asunción ha cedido a la de Montevideo, y que esta ha de prevalecer. – Las dos cuestiones de independencia del Paraguay, y navegación de los ríos, proceden con la confederación argentina, y Urquiza para el caso de optar el Gobierno general, ya ha hecho su declaración al Paraguay. Se precisa, pues, la celebración de un tratado bien explícito, y bastantemente garantido. – Me previene V.E. que si rehuso aceptar el convite, y entrar en la alianza de Montevideo, he de colocar en los mayores embarazos a los aliados de Urquiza, imposibilitandoles de abogar mi causa, y de exigir garantías para mí. No crea V.E. que yo aspire a ningún disfrute gratuito de agenos sacrificios, y que guste de estar con los brazos cruzados, cuando los amigos trabajan en objetos de conveniencia internacional. No es mía la culpa de no haber tomado parte en esa alianza, y si convidado alguna vez, no pudiéramos avenirnos convenientemente, será por que el enemigo común sabe encantar a los que quieren turbar sus planes eminentemente americanos, fraternales, desinteresados, y pacíficos». (32)

Este lenguaje era distinto al usado para con Urquiza. Si bien que el presidente se negaba a participar en la alianza, lo hacía en términos comedidos, no sin cierta ironía. Su decisión se mantuvo firme, no obstante la atención que le merecieron las reflexiones de Paulino. Por primera vez Don Carlos manifestaba que sin embargo del tratado del 25 de diciembre, el Paraguay no tuvo siquiera conocimiento, en su oportunidad, de las bases principales del convenio del 29 de mayo, lo que sin duda influyó también para adoptar la actitud que asumió. Berges aseguró en Montevideo que a esta circunstancia se debió la resolución paraguaya. (33) Previendo esta consideración de López, Paulino se había adelantado a recomendar a Bellegarde que diese al presidente las explicaciones del caso por el hecho de no haber sido consultado antes de la conclusión del convenio. (34) Don Carlos insistió sobre la necesidad de un tratado explícito con Urquiza con garantías suficientes, porque éste se había pronunciado ya con relación al Paraguay y la cuestión de la independencia y la libertad de navegación debían negociarse con la Confederación Argentina. Como no había sido invitado aún, no podía asegurar si podría llegar a un acuerda con los aliados. La culpa, en todo caso, no sería suya sino del «enemiga común» que sabía encantar a los que querían turbar sus planes. El «enemigo común» era Rosas y lo último se refería a Urquiza, que con la misión Molinas provocó la irritación de López, misión que dejó en el espíritu de éste la certeza de las intenciones hostiles del gobernador de Entre Ríos, a lo que se debe agregar que el convenio del 29 de mayo no consignó una cláusula sobre la independencia del Paraguay de acuerdo con los puntos de vista del presidente. (35)

La actitud de Don Carlos preocupó indudablemente a los aliados, sobre todo al Brasil y al Uruguay, empeñados en derribar el poder de Rosas, y, de consiguiente, empeñados también en no entorpecer la acción de Urquiza. De ahí las reiteradas explicaciones de Paulino y las de Lamas. Este, en carta particular y reservada, se dirigió al canciller imperial, abordando la cuestión del Paraguay. El presidente López comprendía que las nacionalidades surgidas del antiguo virreinato tenían interés en su conservación y en evitar que una de ellas aumentase su poder. Sin atender a motivos de simpatía, declaraba el diplomático oriental: «la causa del Paraguay es una causa nuestra, porque es un interés oriental de primer orden; que, fieles a ese interés, estamos resueltos a contraer en el tratado, que hoy negociamos con el Brasil, la obligación de ayudarle a defender la independencia del Paraguay. Dejando de parte, como va dicho, todo motivo de simpatía (aunque nosotros la tenemos por el Paraguay) el Sr. Presidente López no puede dejar de contarnos como sus amigos muy sinceros, – más, – como aliados naturales de su país en la sagrada causa de su independencia. – El Brasil está en situación análoga a la nuestra. Tiene, pues, el Sr. López entre los negociadores del convenio del 29 de mayo, dos de los contratantes que harán siempre de la causa del Paraguay, su propia causa. – Sentado esto, resulta que, aunque Entre Ríos y Corrientes faltasen a la obligación que contraen de sostener la independencia del Paraguay, tendría como aliados en su defensa al Brasil y al Estado Oriental. – Y eso sólo, imposibilita toda agresión al Paraguay... Estudiando la cuestión bajo ese aspecto, la esclarecida inteligencia del Sr. Presidente López, encontrará que su llana adhesión al convenio de 29 de mayo le produce resultados de inmensa transcendencia. Concurre a hacer infalible la caída de Rosas, el enemigo declarado y fuerte. Concurriendo a la caída de Rosas, concurre a que se debilite la acción y el poder del gobierno argentino. Concurriendo a la caída de Rosas, toma posición – una posición respetable en el gran movimiento que se opera – fortifica su independencia con un nuevo triunfo político y militar, y da una consagración de sangre a su alianza con el Brasil y con el Estado Oriental». (36)

Lamas coincidía con Paulino en sus apreciaciones. Ya anteriormente había escrito a Herrera y Obes abogando por la causa del Paraguay. En la independencia de este Estado tenían interés tanto el Brasil como el Uruguay. En una emergencia en que aquélla fuese desconocida, la república no se encontraría sola. Al sostener la necesidad de la conservación de las nacionalidades desprendidas del virreinato del Río de la Plata y de evitar el engrandecimiento de una de ellas, también daba consistencia al principio, tantas veces pregonado, del equilibrio. No estaba equivocado al afirmar que la adhesión del Paraguay a la alianza le daría importancia y peso con la siempre respetable «consagración de sangre».

En cuanto a la navegación del Paraná, el diplomático oriental, la encontraba garantida, una vez que el Paraguay acceda al convenio. Si se atacaba este derecho los aliados tenían el «deber clarísimo» de defenderlo. Asimismo, respecto a la conservación del statu quo, no había duda. El convenio no prejuzgaba, no otorgaba ni negaba derechos, cada uno quedaba con lo que tenía. López al adherir al convenio podía reservar los derechos que pretendía, para ventilarlo amigablemente después del triunfo de la alianza. Urquiza y Virasoro «cumplirán fielmente sus compromisos». El primero tenía «interés en respetar la independencia del Paraguay» y en cuanto a la navegación del Paraná servía con inteligencia el interés de las provincias litorales. La nota del 23 de agosto, de invitación a la república, constituía un reconocimiento «explícito de la independencia del Paraguay». Confiaba a ciegas en el presidente López, a cuyas eminentes cualidades rendía justicia, de que procedería como los otros interesados en estas cuestiones.

Sin embargo, terminaba su extensa carta, expresando: «Hagamos lo que se puede. En nuestro caso no veo término: o la adopción del convenio del 29 de mayo, o el aislamiento, las disidencias, las enemistades tanto más enconadas, cuando menos callemos. – V.E. comprende perfectamente la necesidad de que el Sr. Presidente López se resuelva sin tardanza. – Los sucesos marchaban feliz y apresuradamente; Rosas no puede resistir al movimiento y todo anuncia que los actuales aliados tienen fuerza sobrada para consumar su triunfo. Por poco más que el señor López trepide, su resolución será tardía. – En la franqueza con que cultivo todas mis relaciones con V.E. no puedo ocultar que, algunas veces, me asalta la idea de que tal vez el Sr. López trepide en poner sus fuerzas fuera del Paraguay por el contacto con ideas y hábitos que juzgue peligroso. La disciplina y el régimen de sus tropas pueden neutralizar ese contacto. La campaña que hicieron en Corrientes en 1846 demuestra que pueden resistirle... el Paraguay no puede tener vida exterior, ni vida comercial, sin ponerse en contacto con las ideas de los pueblos extraños, sobre todo, de los vecinos». (37)

Lamas se equivocó en el procedimiento. Sus palabras, si bien expresadas con lenguaje diplomático, no estaban exentas de cierta censura al presidente López, las que, teniendo en cuenta el temperamento de éste, no podrían producir los efectos favorables que buscaba el representante oriental. Y para más, en términos suficientemente claros daba e entender que la alianza no necesitaba de las tropas del Paraguay para triunfar, ya que ella tenía «fuerza sobrada» para terminar con Rosas. Es un tanto difícil compaginar esto con el propósito de que Don Carlos adhiera al convenio del 29 de mayo. Por otro lado, López no ingresó en la alianza por el temor de enviar su ejército al exterior, como creía Lamas, sino por las razones que hemos probado en este capítulo. Después de contestar la invitación colectiva del 23 de agosto, se organizó «un ejército expedicionario de las tres armas, que, con el general Francisco Solano López a la cabeza, en Paso de la Patria esperó órdenes para incorporarse a las fuerzas del general Urquiza una vez cumplidos los objetivos de la misión Berges». (38) Por otra parte, el presidente López manifestó a Derqui que estaba «dispuesto a organizar un cuerpo de reserva pronto a acudir en caso de contraste en la campaña de Buenos Aires». (39) Si Don Carlos tuviese la idea que le asaltaba a Lamas no habría tomado estas últimas resoluciones.

Lamas envió copia de su carta a Herrera y Obes, expresándole que después de lo publicado por López en los números 103, 104, 105, 106 y 107 de El Paraguayo Independiente, comprendieron que «era necesario hacerle oír algunas verdades, que nadie le ha dicho aún; hacerle oír que sus publicaciones hacen el efecto contrario del que se propone y supone; que, aunque su independencia es un interés brasileño y oriental, podría llegar el caso de que lo dejásemos solo para que se entienda como pudiese ya que no quiere ahora entenderse como debe, etc. Creíamos que era necesario, sobre todo, quitarle la ilusión de que sin él no podemos con Rosas... Quiere y no quiere al mismo tiempo; y así lo enreda todo y se enoja y grita contra el género humano. – Como en su inconmensurable amor propio esto podría ofenderle, veíamos que no convenía que el Sr. Paulino ni Castro, a quienes trata con tanta consideración, le hicieran la pretendida ofensa, aunque el Sr. Paulino, si no había otro remedio, iría a Roma por todo. – Pensando sobre ello, me ocurrió que una carta particular mía al Sr. Paulino y remetida por éste, podría llenar el objeto; ¿qué me importaba a mi que López se enojase personalmente conmigo?». (40) Paulino también escribió, en la misma fecha, a Don Carlos. Recibió la carta de éste del 22 de julio. Por lo que le había expuesto en su comunicación del 19 del mes citado, y, en virtud de la invitación colectiva de los gobiernos del Brasil, del Uruguay y de Entre Ríos, tenía esperanza de que el presidente hubiese accedido al convenio del 29 de mayo. «V.E. juzgaba probable – agregaba el canciller brasileño – que no fuese invitado al menos por parte de Urquiza». Sin embargo a estas horas habrá sido ya invitado por el Brasil, el Uruguay y por el propio hijo de Urquiza, en su carácter de encargado de negocios de Entre Ríos y Corrientes. «La nota colectiva (y no otra cosa podría ser) menciona a V.E. como Presidente de la República del Paraguay y será dirigida a su Ministro de Relaciones exteriores.

Ese documento solemne es ya el reconocimiento de la República del Paraguay; la adhesión de V.E., lo completa por parte de Entre Ríos y Corrientes. – Nadie dirá que hay en todo esto alguna cosa que no sea muy digna y muy airosa para V.E. – Aquellos por cuyas proposiciones V.E. se juzga ofendido son los propios que ahora le invitan como jefe de una Nación independiente. No es V.E. el que vuelve atrás y cede. – La política y las vistas del Gobierno Imperial fueron completamente adoptadas por el Gobierno Oriental, por Urquiza y Virasoro. Tenga V.E. confianza en el Brasil que le ha de ser leal, no sólo por deber sino también porque V.E. es su aliado natural, para contrabalancear la influencia argentina cuando ésta conciba o pretenda llevar a efecto planes ambiciosos para engrandecerse a costa de sus vecinos. – Garzón está con nuestras ideas. Y si fuese llevado a la Presidencia del Estado Oriental, como es casi cierto, mucho le ha de convenir la Independencia del Paraguay. El Ministro Oriental (Lamas) comparte completamente las ideas del Gobierno Imperial, como V.E. verá en el despacho, cuya copia acompaño, que envió a su Gobierno, el cual le respondió que estaba enteramente de acuerdo. – Remito a V.E. esa copia muy reservadamente y en confianza, solamente para que V.E. la vea. Su comunicación y publicación me comprometería mucho, porque me ha sido dada en confianza. No debo tener reservas con V.E. Es el único medio por el cual puedo corresponder a la amistad y confianza que V.E. me ha dispensado». (41)

Cuando Paulino escribió esta carta, la invitación colectiva al Paraguay no había llegado aún a Asunción, de consiguiente la aceptación del presidente López no se había producido, tal como esperaba el ministro brasileño. Las explicaciones dadas por éste eran claras, precisas y además satisfactorias. No podría dudarse del Imperio, con cuya política estaban de acuerdo sus aliados. Su lealtad con el Paraguay respondía a un doble circunstancia. En primer término era un deber del Brasil y, en segundo lugar, la asistencia al Paraguay era necesaria para contrarrestar las tendencias de expansión de la Confederación Argentina «a costa de sus vecinos», es decir, pare mantener el equilibrio del Río de la Plata, equilibrio al cual ya se refirió Paulino en una comunicación a Bellegarde y del que habló también Lamas a Herrera y Obes, en su carta del 22 de julio, cuya copia remitía el canciller imperial al presidente López.

«El reconocimiento de la Independencia del Paraguay – proseguía el ministro de negocios extranjeros – es en efecto una condición sine qua non. Urquiza y Virasoro no lo ponen más en duda. Permítame por tanto V.E., que con el mayor respeto yo observe que la condición de que la alianza no depondrá las armes sin que la Confederación Argentina reconozca al Paraguay puede traer serias dificultades. Si se entiende ahí por Confederación a Rosas y las Provincias que se conservan sumisas, tiene que provenir de semejante condición, así concebida, graves dificultades. Como no es posible continuar siempre en armas, sería preciso que los aliados marchasen sobre Buenos Aires y sobre las otras Provincias para obligarlas a reconocer la Independencia del Paraguay, esto es, tomar la ofensiva sólo para ese fin. Ahora, ninguna Nación debe hacer la guerra a otra solamente para obligarla a reconocer». (42)

La declaración categórica de que el reconocimiento de la independencia del Paraguay era una condición sine qua non, tenía indudable importancia y estaba de acuerdo con la política tradicional brasileña y la aspiración de la república. No era menos importante la de que Urquiza y Virasoro no ponían en duda ese reconocimiento. Pero Paulino no concordaba con la exigencia del presidente López de que la alianza continuase hasta que el mismo reconocimiento se hiciese efectivo por la Confederación Argentina.

El ministro brasileño informó además a Don Carlos que el ejército imperial ya había entrado en territorio oriental para reunirse con las tropas de Urquiza y Garzón y destruir a Oribe. Otra razón para que el Paraguay accediese al convenio era de que éste afianzaba la integridad de los territorios de los aliados, vale decir, el statu quo existente. En los arreglos definitivos, de los cuales se dará conocimiento al presidente, se estipularán garantías para la navegación del Paraná, concedida a las partes contratantes, lo que constituía una razón más para la adhesión del Paraguay, a fin de gozar de esas ventajas. (43)

Paulino terminaba reiterando a López: «Vuelvo a pedir encarecidamente a V.E. que no se aísle, que acceda al Convenio y que nos habilite así para continuar tomando como nuestra, como hemos hecho hasta hoy, la causa de V.E. Ah! si pudiésemos comunicarnos con rapidez todas las dificultades que se han presentado, estarían hace tiempo allanadas». (44)

En la misma fecha el canciller imperial escribió también a Bellegarde. Igualmente decía a éste que López ya habría accedido al convenio, que las condiciones exigidas por Don Carlos sólo causarían dificultades. «Hallo notable – agregaba – la queja del Presidente: Fue olvidada la cuestión de la Independencia en el Convenio. – Primeramente él no tenia en Montevideo quien tuviese poderes para tratar por él y se obligase. Urquiza con razón no se había de prestar a concederle lo que él más quiere, el reconocimiento de la Independencia y la navegación de los ríos, sin que López se comprometiese a sufrir también el peso de la alianza. Se le dejó la puerta abierta, obligándose también a sufrir su parte en las incomodidades. Lo contrario sería gran ineptitud». No era posible pedir a López que enviase un plenipotenciario. Sus dudas causarían «gran demora e inacción que serían fatales». Todo el movimiento se paralizaría y Rosas tendría tiempo para prepararse «López no ve y no cuida sino lo que le es peculiar; parece no dar mayor importancia al gran movimiento que es preciso dirigir y acelerar para bien de todos nosotros. Fue por todo eso que cerramos el convenio sin el Paraguay y que desistimos de algunas dudas que teníamos sobre él, dejando al Paraguay la puerta abierta para aprovecharse con su adhesión de todas las ventajas que asegura a los contratantes. Quien todo lo quiere, todo lo pierde, dice un proverbio español y será bueno que V.S. lo recuerde a López. Ya no es muy temprano para entrar en el Convenio. Si continuaren sus vacilaciones ha de resolverse tarde. Recuérdele las distancias, la dificultad y demora de las comunicaciones y el tiempo irreparable que se va consumiendo. – No era tampoco posible, por las razones que di más arriba, sujetar el Convenio al Presidente López para examinarlo y discutirlo, antes que el Brasil lo ratificase. Urquiza se había pronunciado el 1º de mayo, en virtud del Convenio. Era indispensable que el movimiento siguiese adelante con rapidez. Las demoras y vacilaciones podrían dar lugar a una reacción. Explique todo esto a López». (45)

Si bien Paulino encontró notable la queja del presidente López sobre el olvido de la cuestión de la independencia del Paraguay en el convenio del 29 de mayo, reiteró sus explicaciones relativas a las causas por les cuales la república no pudo intervenir en la conclusión de ese acuerdo. Su lenguaje no dejaba de ser fuerte y Bellegarde tendría que usar mucha habilidad para cumplir las recomendaciones de su canciller y no provocar otros disgustos a Don Carlos. Pero, sea de esto lo que fuese, las explicaciones eran necesarias y así lo entendió Paulino al formularlas de nuevo y de esta vez por intermedio de Bellegarde. Don Carlos, sin embargo, no se dio por satisfecho.

El ministro de negocios extranjeros declaró seguidamente: «No es exacto lo que V.E. dice en su oficio y observó a López, a saber, que si él no accediese el Brasil tendría que combatir solo. El Brasil va a combatir auxiliado por el Estado Oriental, Urquiza y Virasoro. Diga esto mismo a López. – Dígale también que el Gobierno Imperial no aprobó la proposición que V.S. le hizo ahora (después del Convenio) para que él pusiese cuatro mil hombres a disposición del mismo Gobierno. Para destruir a Oribe no precisamos de esos cuatro mil hombres, que por lo demás vendrían muy tarde. Esa exigencia además de inútil ahora solamente puede contribuir para colocar a López en mayores incertidumbres. El que acceda al Convenio y en adelante de los auxilios que le fueren pedidos de conformidad con la alianza». (46)

Pero Paulino fue mucho mas enérgico y categórico en otra comunicación de la misma fecha también dirigida a Bellegarde, en respuesta a otra de éste del 31 de julio. Decía al encargado de negocios en Asunción: «Nunca vi tantas dudas, tanta susceptibilidad y tantas desconfianzas. Si a pesar de ser invitado de parte del mismo Urquiza y Virasoro y de reconocer éstos la independencia del Paraguay, el Presidente se niega a acceder al Convenio, queriendo que todos le cedan sin ceder él nada, lo dejaremos solo, en el aislamiento que tanto guste y sin él nos arreglaremos, quedando nuestra alianza restrictivamente reducida a los casos del Tratado del 25 de diciembre que es bien poco. No seremos nosotros los que perderemos. Dé a entender eso al Presidente». Le recomienda que lea la carta que escribía a Lopez y que combata a éste «sus razones en contrario». (47)

Ante la tenaz actitud del presidente López, Paulino estaba resuelto a prescindir del Paraguay. Estas eran las verdades que Lamas consideraba necesarias darlas a conocer a Don Carlos para sacarle la ilusión de que «sin él» los aliados no podían con Rosas. El canciller imperial venía a dar la razón a López en el sentido de que el tratado del 25 de diciembre de 1850, entre el Paraguay y el Brasil, cedió al convenio del 29 de mayo. Los acontecimientos superaron a las condiciones de la alianza pactada en Asunción.

Por su parte el mandatario paraguayo escribió confidencialmente a Manuel Moreira de Castro, el 24 de setiembre de 1851, dando sus impresiones sobre la alianza. «Rosas – decía – es quien puede ganar tiempo y Urquiza debe llevar cuenta de esto... Considero postergada, y de ningún efecto para en adelante, la Convencion del 25 de diciembre por la marcha que ha tomado el Brasil en la Banda Oriental, por su concierto con Urquiza, y sin ninguna inteligencia con el Paraguay». (48)

López confirmaba, una vez más, su falta de confianza en Urquiza. Su profundo recelo no le permitió apreciar en su verdadera amplitud el vasto movimiento que se venía desarrollando contra el dictador de Buenos Aires. Nuevamente dejó constancia de que el Paraguay no había tenido participación en el acuerdo del Brasil con Urquiza y que el tratado del 25 de diciembre perdía vigencia ante los sucesos del Río de la Plata. Esto último era evidente y el juicio del presidente coincidía en el fondo con el de Paulino, de acuerdo con la comunicación de éste anteriormente citada. A Don Carlos no dejó de disgustarle la prescindencia del Paraguay en el convenio del 29 de mayo, no obstante las reiteradas explicaciones y seguridades expresadas por Paulino. Al mencionar este hecho en su correspondencia con el mismo Paulino y Moreira de Castro su lenguaje era moderado, seguramente por la consideración que ambos le merecían y acaso por su convicción íntima de que Urquiza – a quien daba un tratamiento tan severo – hubiese influido en el sentido indicado.

El 12 de octubre de 1851, Andrés Lamas firmó con Honorio Hermeto Carneiro Leão y Antonio Paulino Limpo de Abreu un tratado de alianza perpetua con el fin de sustentar la independencia del Uruguay y del Brasil contra cualquier dominación extranjera. (49) Los «Estados Argentinos» y el Paraguay serán invitados a formar parte de la alianza. (50) El articulo XVI establecía: «Habiéndose comprometido el gobierno de la República del Paraguay a cooperar con el de Su Majestad el Emperador del Brasil en mantener la independencia de la República Oriental del Uruguay e interesando la independencia del Paraguay al equilibrio y seguridad de los Estados vecinos, el gobierno de la República Oriental del Uruguay se obliga, sin perjuicio del resultado de la invitación que trata el artículo antecedente, a cooperar también por su parte, conjuntamente con el Imperio del Brasil, para la conservación y defensa de la independencia de la República del Paraguay. (51)

El Imperio no descuidaba el famoso equilibrio del Río de la Plata y en función de este principio negociaba separadamente con sus vecinos, que consideraba en peligro de caer bajo la hegemonía política de le Confederación Argentina. De ahí también la disposición del articulo décimo cuarto del tratado de alianza firmado en Asunción el 25 de diciembre de 1850, que por su parte igualmente establecía: «El Presidente de la República del Paraguay se obliga a tanto cuanto le permitieren la posición y circunstancias de la misma República, coadyuvar a S.M. el Emperador del Brasil en el empeño de mantener la Independencia de la Banda Oriental del Uruguay acordándose las altas partes contratantes, oportunamente, sobre los medios de hacer efectiva esa coadyuvación». (52) La base del equilibrio de los Estados del Río de la Plata era la independencia del Paraguay y Uruguay, que el Imperio estaba resuelto a sustentar como un medio de defender su propia estabilidad y seguridad.

El 14 de octubre llegó por fin a Asunción la invitación colectiva de los aliados, anunciada por Paulino, dirigida al «Ministro de Relaciones Esteriores de la República del Paraguay», suscrita por Manuel Herrera y Obes, Rodrigo de Souza da Silva Pontes y Diógenes Urquiza, los dos primeros en representación del Uruguay y del Brasil, respectiva mente, firmantes también del convenio del 29 de mayo, y el último, hijo de Urquiza, en el carácter de encargado de negocios de Entre Ríos y Corrientes. Con la nota remitían copia del acuerdo de alianza aludido para ser sometido a la consideración de «Su Excelencia el Sr. Presidente de la República del Paraguay», a los efectos del articulo 23º, que disponía la invitación formulada. «La mención especial – decían – que han hecho los Gobiernos contratantes de la República del Paraguay y el ahínco con que se apresuran a dar cumplimiento a la estipulación que le concierne creen los infrascriptos que son inequívocas pruebas del acertado aprecio que hacen sus Gobiernos de la importancia de la República del Paraguay en el equilibrio y futuros destinos de los Estados del Plata; y como a esta observación se unen consideraciones de las más grave importancia sobre las ventajas que reportarán los intereses legítimos de la República del Paraguay desde que su ilustrado y sabio Gobierno acepte la invitación que tan cordialmente se le hace los abajo firmados abrigan la confianza de que la contestación a esta nota, será tan favorable a las desinteresadas y amistosas miras de sus Gobiernos como a los sentimientos personales de los abajo firmados por la prosperidad de la República del Paraguay y la gloria de su ilustre jefe». Terminaban sometiendo al ilustrado juicio del presidente la apreciación de las demás conveniencias que resultaban para el Paraguay del convenio del 29 de mayo y especialmente las emergentes de los artículos 17º y 18º, que se referían, respectivamente, a que los aliados se afianzaban mutuamente su respectiva independencia e integridad territorial, y a que los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes permitirán a los mismos aliados la libre navegación del río Paraná, en la parte que son ribereños. (53)

La comunicación estaba fechada el 23 de agosto y fue entregada, por lo tanto, casi tres meses después, habiéndose firmado el convenio el 29 de mayo. En esas condiciones no podía hablarse del «ahinco» con que se apresuraban a dar cumplimiento las partes contratantes a las estipulaciones del acuerdo cuando ya el desenlace de los sucesos se había consumado en el Uruguay, lo que aún se ignoraba en Asunción. No obstante, la invitación fue bien recibida por el gobierno, que sin mayores dilaciones la contestó favorablemente. El 25 de octubre, Benito Varela respondió a los aliados comunicando la adhesión del gobierno paraguayo a la alianza, previo dictamen del Consejo de Estado, con dos adiciones que de ninguna manera alteraban las disposiciones de los artículos pertinentes. (54)

Las adiciones eran a los artículos 8º y 15º. La primera decía textualmente: «No pudiendo llevar el Ejército nacional la movilidad necesaria para hacer la campaña en la República Oriental del Uruguay, ó adonde requieran los sucesos, la del Paraguay concurrirá con sus fuerzas a los fines del referido convenio de alianza ofensiva y defensiva en cuanto pueda contar con la movilidad que por su justo precio le puedan proporcionar los gobiernos aliados». Y segunda: «Si en virtud de lo estipulado en este artículo llegare el caso de marchar los ejércitos aliados, para la derecha del Paraná, ninguno de los aliados podrá separarse de la alianza común antes de obtener el reconocimiento de la Independencia, y el arreglo definitivo de navegación y limite de la República del Paraguay por el Gobierno General dela Confederación Argentina, conforme el Paraguay se obliga a no separarse dela liga actual mientras no se haya obtenido la Independencia real, y efectiva dela República Oriental del Uruguay, segun se halla estipulado por el artículo 22º del convenio referido». (55)

El Paraguay no se negaba a participar de la alianza, pero buscaba también su seguridad. No confiaba en la Confederación Argentina. De ahí la proposición de que fuese una obligación de la alianza alcanzar el reconocimiento de su independencia antes de la separación de las partes contratantes. Era claro el pensamiento del presidente López. Su recelo radicaba en Urquiza, que podría suceder a Rosas, como ocurrió. Con relación al Brasil y al Uruguay no existía problema, ya que ambos países habían reconocido la soberanía de la república.

El Paraguayo Independienteal comentar la adhesión del gobierno expresaba que estaba de acuerdo con el compromiso contraído en el tratado del 25 de diciembre de mantener la independencia del Uruguay, con los grandes intereses nacionales, «desconocidos y hostilizados por el intratable gobernador de Buenos Aires D. Juan Manuel Rosas» y con la política adoptada por la república de aliarse contra aquel «funesto vecino». No hubo demora de parte del Paraguay, la invitación se recibió el 14, siendo contestada en el día. La administración nacional se aprestaba a cooperar con los esfuerzos de los aliados y no economizará medios para hacer efectiva esa colaboración en el «nombre y grandioso empeño» de la alianza que acababa de aceptar. En consecuencia he designado un encargado de negocios en Montevideo. (56) «Aceptamos la invitación con entusiasmo», anotaba el mismo periódico posteriormente. (57)

En la provincia de Corrientes tampoco era plena la confianza con relación a Buenos Aires. Sus hombres públicos también buscaron la adhesión del Paraguay al movimiento general contra Rosas, sin descartar la posibilidad de la formación de un Estado independiente sino se lograse las grandes aspiraciones consagradas en el convenio del 29 de mayo. Juan Pujol, ministro influyente del gobierno de Virasoro, y Santiago Derqui, asesor del mismo gobierno y auditor general de guerra, mantuvieron correspondencia con Bellegarde, el presidente López y su hijo el general Francisco Solano. Pujol había tenido una conferencia con el agente brasileño. De acuerdo con los conceptos vertidos en esa entrevista, manifestó a Bellegarde que la libre navegación de los ríos debía ser la consecuencia precisa y el resultado lógico del movimiento. Y agregaba, que la «política usurpadora del gabinete de Buenos Aires produjo el agravio y luego la segregación de la Provincia Oriental y Peruana que ahora constituyen nacionalidades distintas de la Argentina, sin mengua del honor; y ese mismo plan constituirá más tarde, de las demás provincias argentinas, otras y otras nacionalidades, porque sucesivamente las obligará a ello el derecho de propia conservación y el interés vital de darse un porvenir definido». (58)

Por su parte, Derqui decía a Pujol que era conveniente levantar al Paraguay una punta del velo que cubría el porvenir para «hacerle entrever, no más que como una cosa probable, en el orden de los acontecimientos, la independencia absoluta de estas provincias, formando un estado soberano». (59) Y a Bellegarde escribía sobre la misma cuestión; Corrientes y Entre Ríos que habían renunciado al pacto del 4 de enero de 1831, «no entrarán en otro nuevo sino es bajo las condiciones de la libre navegación de sus ríos, de su soberanía en el orden interno de ellas, y de la subsistencia de los pactos que hubieren celebrado en garantía de esas mismas condiciones». Para alcanzar estas aspiraciones fundamentales, de interés común para el Paraguay, necesitaban de la cooperación de la república. (60) Hasta se pensó publicarlas, como condición sine qua non de las aludidas provincias para formar parte de la Confederación Argentina. «Era hablar con la franqueza necesaria – comenta un historiador correntino – en los instantes de prueba decisiva». (61)


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXIX

l. A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial..., cit., Paulino a López. Anexo al Reservado nº 5 a Bellegarde. Copia conformada por Joaquim Maria Nascentes d’Azambuja.

2. Carta cit.

3. Carta cit.

4. A.H.I. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Reservado nº 5. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 13 de junio de 1851. Borrador. Copia firmada en Correspondencia Reservada e..., cit.

5. Nota cit.

6. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. Paulino a López. Río de Janeiro, 16 de junio de 1851. Copia conformada por Azambuja.

7. Carta cit. La carta menciona los artículos 25, 19, 17 y 20, que en el texto definitivo quedaron en los números 23, 17, 15 y 18.

8. Carta cit.

9. Carta cit.

10. Carta cit.

11. Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes, cit., pág. 9. Herrera y Obes a Garzón. Montevideo, 14 de julio de 1851.

12. A.H.I. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Reservado nº 9. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 16 de junio de 1851. Borrador. Copia firmada en Correspondencia Reservada e Confidencial..., cit.

13. Ib. Correspondencia Particular Reservada e Confidencial do Conselheiro P.J.S. de S. de 1850 a 1853. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 20 de julio de 1851. Copia firmada.

14. Ib. Ib. Ib. Paulino a Bellegarde. Río Je Janeiro, 20 de julio de 1851. Copia firmada.

15. A.H.I. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Reservado nº 11. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 20 de julio de l851. Borrador.

16. A.H.I. Despachos Reservados e Confidenciais de 1849 a 1852. Copia en nuestro poder por gentileza de José Antonio Soares de Souza.

17. El documento dice artículo 25.

18. Carta cit.

Soares de Souza. Honorio Hermeto no Río da Prata, cit., pág. 45.

19. Carta cit.

20. A.H.I. López a Paulino. Asunción, 22 de julio de 1851. Original.

21. El original dice «art. 17º».

22. El original dice «artículo 25º».

23. Carta cit.

24. Carta cit.

25. Carta cit. El subrayado es del original.

26. Carta cit. Sobre los recelos de Don Carlos, Bonastre escribe: «Indudablemente a don Carlos Antonio López, la figura del jefe de la coalición no le inspiraba simpatías desde que, como campeón del rosismo, luchó en 1846 contra el Ejército Pacificador compuesto de correntinos â paraguayos» Ob. cit., pág. 56.

27. Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes, cit. Lamas a Herrera y Obes. Río de Janeiro, 22 de julio de 1851, págs. 11 a 14.

28. A.H.I. López a Paulino. Asunción, 5 de setiembre de 1851. Original. Copia fotográfica en nuestro poder. La invitación colectiva al Paraguay fue suscrita el 23 de agosto, siendo remitida posteriormente.

29. Carta cit. Los subrayados son del original.

30. Carta cit. Por este artículo que en la carta figura como 16º, una vez obtenido el restablecimiento de la autoridad del Estado Oriental y la pacificación de todo su territorio, las fuerzas aliadas «volverán a pasar a sus respectivas fronteras, y permanecerán allí estacionadas» hasta la elección del presidente de la república.

31. Carta cit. El original dice articulo 17º.

32. Carta cit. El subrayado es del original. Soares de Souza, ob. cit., págs. 46 y 47.

33. Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes, cit. Herrera y Obes a Lamas. Montevideo, 5 de diciembre de 1851, pág. 97.

34. Comunicación de Paulino a Bellegarde, del 20 de julio de 1851, anterior mente cit.

35. Soares de Souza, ob. cit., pág. 47.

36. Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes, cit. Lamas a Paulino. Río de Janeiro, 17 de setiembre de 1851, págs. 55 a 60. Los subrayados son del texto.

37. Carta cit. Copia de este documento Paulino remitió a López, pero suprimiendo el párrafo en que Lamas decía que podría ser comunicado al presidente paraguayo.

38. Efraím Cardozo. Paraguay Independiente. Barcelona, Madrid, Buenos Aires, México, Río de Janeiro. 1849, pág. 118

39. Ib. Ib. Ib., pág. 120.

40. Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes, cit. Lamas a Herrera y Obes. Río de Janeiro, 18 de setiembre de 1851, págs. 54 y 55. Los subrayados son del texto.

41. A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1851 e 1852. Paulino a López. Río de Janeiro, 18 de setiembre de 1851. Copia conformada por Joaquim Maria Nascentes d’Azambuja.

42. Carta cit. El subrayado es nuestro.

43. Carta cit.

44. Carta cit.

45. A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1851 e 1852. Paulino a Bellegarde. Reservado nº 17. Río de Janeiro, 18 de setiembre de 1851. Copia firmada.

46. Nota cit.

47. A.H.I. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 18 de setiembre de 185l. Borrador. También en Correspondencia Particular e Confidencial do Cons. P.J.S. de Souza de 1850 a 1853.

48. Chaves. El Presidente López, cit. págs. 162 y 343.

49. Art. I.

50. Arts. XIV y XV.

51. Pereira Pinto, ob. cit., págs. 260 y 265. El mismo 12 de octubre se subscribieron cuatro tratados más entre el Brasil y el Uruguay.

52. Pérez Uribe y Lugo. Colección de Tratados, cit., pág. 334.

53. El Paraguayo Independiente nº 113.

54. Ib. Ib. Ib.

55. A.H.I. Copia de estas ediciones remitió a Paulino el presidente López, con la carta del 29 de octubre de 1851.

56. El Paraguayo Independiente nº 109. No obstante la afirmación del periódico, la respuesta de Varela a la invitación colectiva está fechada el 25 de octubre, como se ha visto.

Bellegarde comunicó a Paulino la adhesión del Paraguay y la credencial dada al agente nombrado para el Uruguay, el 24 de octubre, en oficio reservado nº 23. El ministro contestó esta comunicación juntamente con la del 25 de noviembre, número 26, referente a la misión de Honorio Hermeto, el 18 de enero de 1852, en el Reservado nº 2. «Quedo enterado de sus contenidos – decía – y mucho placer tuve con la noticia que me da de las mejores disposiciones que hoy muestra el Presidente de seguir la marcha trazada por nuestra política». A.H.I. Assumpção – Despachos – 1825-58. Borrador. Copia firmada en Correspondencia Reservada e Confidencial do Govierno Imperial em 1851 e 1852.

57. El Paraguayo Independiente nº 110.

58. Juan Pujol. Archivo publicado por J. N. Pujol Vedoya, Buenos Aires, 1911, tomo I, pág. 159. Carta del 20 de agosto 1851.

Hernán Félix Gómez. Vida pública del Dr. Juan Pujol. Buenos Aires, 1920, págs. 153 y 154.

Cardozo, ob. cit., pág. 117.

59. Carta del 10 de octubre de 1851.

Pujol, ob. cit., tomo I, págs. 165 a 168. Gómez, ob. cit., pág. 155.

Cardozo, ob. cit., pág. 117.

60. Carta del 15 de octubre de 1851.

Pujol, ob. cit., págs 168 a 170.

Gómez, ob. cit., pág. 155. Cardozo, ob. cit., pág. 117.

61. Pujol. ob. cit., pág. 171. Carta de Derqui a Pujol.

Gómez, ob. cit., pág. 155.



CAPITULO XXX

TRATADO DEL 21 DE NOVIEMBRE


Mientras tanto en Río de Janeiro, una vez conocida la capitulación de Oribe, el gobierno imperial resolvió enviar al Río de la Plata un plenipotenciario especial con el objeto de tener una «representación más firme... y capaz de decidir las cuestiones que se sucediesen, independientemente de las consultas y de las idas y vueltas de los navíos». (1) La elección recayó en Honorio Hermeto Carneiro Leão, después vizconde y marqués de Paraná, vigorosa personalidad y político influyente, de reconocida energía y consagrado dinamismo. A este eminente brasileño le tocó dirigir de cerca la acción diplomática que dio por resultado la destrucción del poder de Rosas. Secretario de la misión fue designado José María da Silva Paranhos, después vizconde de Río Branco, que así iniciaba su carrera diplomática, en cuyo campo conquistaría honores y brillante nombradía.

El 22 de octubre de 1851 Paulino expidió las instrucciones para el comisionado. S. M. el Emperador convencido de que convenía encaminar y aprovechar los acontecimientos del Río de la Plata a fin de sacar de ellas «las mayores ventajas para el Imperio, asegurándole aquella preponderancia que por su posición, importancia y recursos debe tener, ajustando por medio de convenciones, bases seguras para una paz y tranquilidad duraderas», había resuelto encargar a Honorio Hermeto una misión especial con plenos poderes ante los gobiernos del Uruguay y Paraguay, y de las provincias de Entre Ríos y Corrientes.

Los fines principales de la misión eran: entenderse con Urquiza, conocer y descubrir sus planos y vistas, prestarle colaboración y llevar adelante el movimiento contra el gobernador de Buenos Aires, obtener garantías del mismo Urquiza antes de que se independice de la colaboración y auxilio brasileños. Urquiza deberá liberar del yugo de Rosas a Santa Fe y las otras provincias argentinas para que Rosas quede solo, lo que permitiría su caída; se le prestaría colaboración con las fuerzas necesarias, pero ella no debe figurar a nombre ni por cuenta del Brasil «porque eso despertaría los celos y susceptibilidades de la raza española», y porque complicaría al Imperio con Inglaterra, pero si fuese indispensable ayudar a Urquiza en el pasaje del Paraná se le prestará el auxilio necesario, sobre todo si se hubiera obtenido de él seguridades y garantías. (2)

Celebrar con los gobiernos del Uruguay, Paraguay, Entre Ríos y Corrientes, los tratados necesarios para complementar y perfeccionar el sistema, cuyas bases descansaban sobre los convenios del 12 de octubre. La adhesión de Urquiza a estos acuerdos dará al Brasil garantías para el futuro y la del Paraguay con la alianza ya pactada con el Uruguay, «establecerá un equilibrio necesario, sirviendo de contrapeso, para el caso de que aquel General herede el poder de Rosas y manifieste vistas ambiciosas». (3)

El Brasil al mismo tiempo que perseguía la caída de Rosas, buscaba también seguridades para el futuro con el objeto de contrarrestar el poder de Urquiza, sobre cuyas aspiraciones no tenía certeza alguna. El equilibrio sería posible con el apoyo del Paraguay y el Uruguay a la política imperial. También el presidente López buscaba seguridades ante las pretensiones ignoradas de Urquiza, le preocupaba como a Paulino lo porvenir.

El plenipotenciario deberá entenderse con el gobierno oriental sobre la conveniencia o necesidad de conservar fuerzas brasileñas en el Uruguay, la realización de la administración pública de esa república, la elección de presidente, favoreciendo, en cuanto le fuere posible, la del general Garzón. Empleará todos los medios a su alcance para obtener que el presidente del Paraguay participe de las vistas del Brasil, acceda al sistema adoptado por medio de tratados y coopere con Urquiza en su movimiento sobre Santa Fe, y se entenderá directamente con los comandantes en jefe del ejército y escuadra imperiales, y con los encargados de negocios del Brasil en Montevideo y Asunción, quienes obrarán de acuerdo con los ajustes e inteligencias que Honorio Hermeto tuviese con los gobiernos de esas repúblicas y de las provincias argentinas. S. M. el Emperador confiaba la «honrosa e importante misión» a la «ilustración, enérgica actividad y patriotismo» del comisionado. (4)

Como se ve la misión especial tenía un vasto escenario. Su acción debía cumplirse no solamente en el Uruguay y las provincias de Entre Ríos y Corrientes sino también en el Paraguay. Era evidente el interés del Imperio porque la república entrase en el sistema de su política, de atraer al presidente López hacia los designios del Brasil.

Cuatro días después Paulino escribía nuevamente a López. Los sucesos del Río de la Plata habían cambiado completamente con las «espantosas defecciones y desmoralización que sufrió Oribe», de todo lo cual Urquiza secó «gran fuerza». Por eso era aún más necesaria la adhesión de la república al convenio del 29 de mayo. La alianza, accediendo el Paraguay, sería un contrapeso, formado además por el Brasil y el Estado Oriental, a «cualquiera vistas ambiciosas que pueda tener Urquiza». Esta declaración concordaba con las instrucciones de Honorio Hermeto. «Pido a Dios – agregaba el canciller imperial – que V.E. hubiese accedido a dicho convenio, después de recibir la invitación por nota colectiva. De otro modo, en mi humilde opinión, V.E. se coloca en mala posición y pone en serios embarazos al Brasil y al Estado Oriental». (5)

El 12 del corriente fueron celebrados cinco tratados con el Uruguay, cuyas copias remitía, rogando a Don Carlos su asentimiento. El fin principal de esos acuerdos era «desenvolver el Convenio del 29 de mayo y prevenir para el futuro nuevas disensiones». Luego comunicaba que acababa de partir para Montevideo el consejero de Estado y senador del Imperio, Honorio Hermeto Carneiro Leão, en misión especial ante los gobiernos del Paraguay, Uruguay, Entre Ríos y Corrientes, llevando credenciales y plenos poderes para tratar con los mismos. Su fin principal era obtener del presidente López, de Urquiza y Virasoro, que se liguen por convenios al sistema creado por los aludidos tratados suscritos por el Brasil y el Estado Oriental, en la parte relativa al Paraguay, Entre Ríos y Corrientes. En la opinión de Paulino una alianza ajustada con tratados, en el sentido de aquellos otros, «regularía la cuestión de la navegación de los ríos, afirmaría la independencia del Paraguay y del Estado Oriental, y establecería un equilibrio político indispensable para obstar a que reaparezcan ambiciones que han perturbado y amenazan perturbar aún el Sur de la América Meridional». (6)

«El Sr. Honorio Hermeto Carneiro Leão tiene que ir al Paraguay y de viva voz explicará mejor a V.E. nuestro plan y vistas. Además, por la lectura de los Tratados adjuntos ellos no escaparán ciertamente a la penetración y sabiduría de V.E. – El Sr. Honorio Hermeto Carneiro Leão es uno de los hombres más eminentes del Brasil; es un hombre de amplias vistas y perfecto caballero. V.E. lo ha de apreciar. Es partidario decidido de la Independencia del Paraguay y formó parte del Ministerio que la reconoció. Espero ansiosamente la respuesta de V.E. a las últimas cartas que tuve la honra de escribirle». (7)

La recomendación del plenipotenciario no era exagerada y estaba encaminada a inspirar confianza al presidente López. Pero Honorio Hermeto, desgraciadamente, no llegó a la capital paraguaya, no explicó a Don Carlos, de viva voz, los planes y vistas del Brasil. Su acción se concentró en el Río de la Plata, acaso así le exigieron los sucesos.

No pudo mantener contacto personal con López, contacto que con fundada probabilidad habría limado muchas asperezas, incomprensiones, recelos y desconfianzas que dejaron un sedimentado de trágicas consecuencias.

Paulino envió a Bellegarde la carta destinada al presidente para que se enterase de ella y de los tratados firmados con Lamas, y la entregara en la mayor brevedad posible. Le recomendaba que procurase descubrir la impresión que esos documentos causaban a Don Carlos y si éste estaba dispuesto a acceder a las vistas e ideas del Brasil. Igualmente le recomendaba la conveniencia de que procurara, sin pérdida de tiempo, ponerse en comunicación con Honorio Hermeto. (8)

El 27 de octubre se recibió en Asunción la noticia del triunfo de Urquiza sobre Oribe, dos días después de la contestación a la invitación colectiva de los aliados. El Paraguayo Independiente felicitó complacido al Uruguay por la victoria en la campaña «muy breve y feliz». Luego de referirse a la aceptación de la invitación para entrar en la alianza, comentó: «La parte que deseábamos en la Gloria de aquel suceso, no tuvo lugar por la demora de la enunciada invitación. Pero no es dudable que nuestros esfuerzos han contribuido a prepararlo. En efecto, tenemos la satisfacción y la gloria de que el general Rosas no pudiendo saltar la barrera impenetrable de la firme y sostenida política del Gobierno paraguayo, y obligado a respetar el poder de esta nación, se ha visto forzado a fraccionar sus pocas fuerzas y a debilitarse por todas partes. La provincia de Corrientes hizo la guerra al gobierno de Buenos Aires, para hacer valer sus oprimidos derechos, y se mantuvo segregada por más de nueve años, mediante la Independencia del Paraguay, y con su alianza de 1845 ha salvado la invasión del año siguiente». Estas atenciones y los cuidados de la tiranía de Rosas no le permitieron a éste a emplear las fuerzas convenientes en el sitio de Montevideo: creó más bien nuevas dificultades con Entre Ríos. «Es visto pues que la política, y los esfuerzos del Paraguay a conservar su propia nacionalidad, han concurrido también a mantener la Independencia de le República uruguaya; han concurrido para el glorioso movimiento de Entre Ríos, y Corrientes, y para la importante resolución que ha tomado el Brasil. La República continúa aprontándose a cooperar con los aliados para anonadar la inicua administración del gobernador Rosas, desde que ellos quieran obligarse a obtener el reconocimiento de nuestra Independencia por el Gobierno que, derrocado el de Rosas, se organizare en la Confederación Argentina, en conformidad a la adición relativa de nuestra aceptación. A esta fecha no hubo tiempo de recibir solución». (9)

El 29 de octubre, el presidente López escribió una extensa carta a Paulino, en contestación a las de éste del 18 y 19 de setiembre, explicando la posición del Paraguay en el movimiento contra Rosas como consecuencia del convenio del 29 de mayo. Recibió las copias que le remitió «con calidad de reserva»; se trataba de las cartas de Lamas del 22 de julio y del 17 de setiembre, dirigidas, respectivamente, a Herrera y Obes y al mismo Paulino. Decía francamente a esto: «no he podido resistir al disgusto natural de ver juzgada en sentido contrario, la política de mi Gobierno. No crea V.E. que yo proceda de metafísica de amor propio, de quisquillas de amor propio, ni de encono, según las espresiones de ese papel, y menos que yo abrigue el mínimo sentimiento con los Señores Urquiza y Virasoro; ellos tentaron conmigo lo que vieron convenirles, y yo me estrañé, como debía, a sus raras exigencias: estamos pagos, quedándome una lección más. Mi escusa a una adhesión lisa y llana al convenio de 29 de mayo, tal vez ha debido considerarse con un poquito mas de calma. Hoy felizmente podemos simplificar esta conversación, y economizar el tiempo que nos exige otras tareas». (10)

El 14 del corriente llegó por fin la «enunciada nota colectiva de invitación». La aceptó con dos condiciones o más bien explicaciones. «No he puesto una coma – proseguía Don Carlos – sobre territorio, 1º por que el Paraguay está en posesión pacifica de la parte cuestionada, pronto a tratar amigablemente, de un arreglo, definitivo – 2º por que el Señor Virasoro en su contestacion al Señor Bellegarde, le asegura que no tendría embarazo en aceptar las dos condiciones de que antes hablé a V.E., el estado actual del territorio hasta el ajuste definitivo, y no separarse la alianza antes de verificarse el reconocimiento del Paraguay por la Confederacion. En esta conformidad me baste la garantía del artículo 17º del convenio de 29 de mayo. – Si V.E. no hallara dificultad en esas esplicaciones, yo me felicitaria de haber pronunciado a su agrado la adhesión que me recomienda con el mejor deseo por el bien de mi Patria; pero sino fueren conformes a las vistas de los aliados, tendré que resignarme á las consecuencias de no poder revocar el acto». (11)

La declaración de Virasoro de que no «tendría embarazo en aceptar las dos condiciones» a las cuales el presidente López supeditó la adhesión del Paraguay al convenio del 29 de mayo, y de no poner término a la alianza antes de realizarse el reconocimiento de la independencia del Paraguay, satisfacía las aspiraciones de Don Carlos. De ahí su conformidad con la disposición del artículo 17º del convenio, por la cual los Estados aliados se afianzaban mutuamente su respectiva independencia, soberania e integridad territorial. La actitud de Virasoro era una consecuencia del acercamiento al Paraguay que la provincia de Corrientes había iniciado por la falta de confianza en la sinceridad de Buenos Aires. Si la declaración anterior tenía su importancia, no podía pasar desapercibida la categórica del presidente López en el sentido de que si no fuese aceptada sus dos condiciones o explicaciones, tendrá que resignarse a las consecuencias de no poder revocar su decisión. Sus palabras no fueron vanas, no varió de resolución. El Paraguay no formó parte de la alianza contra Rosas.

«Yo habia creido de buena fe – agregaba el presidente – que mis predichas dos esplicaciones podían no sufrir contradiccion. La relativa al artículo 8º se recomienda por si, como una exigencia de necesidad indeclinable. Ayer marchó con la respuesta de este Gobierno un Encargado de Negocios cerca del Gobierno Oriental, con autorización especial para contratar la movilidad de que habla la referida adicion. Este paso es necesario, por que el Ejército paraguayo no ha de llevar de aquí su pastoreo a los Estados aliados; no es posible que se ponga en marcha para el esterior sin tener ajustada, por su dinero, la movilidad necesaria. Cuando un ejército pisa tierra enemiga, ya se sabe como se mueve, y se mantiene. – Así mismo habia creido que no hallaria mayor tropieso la adicion al artículo 15º, en razon de que procede esclusivamente para el caso de que el ejército paraguayo marche con las fuerzas de los aliados sobre la derecha del Paraná, á destruir al enemigo comun, y á establecer un nuevo Gobierno Argentino; pero hoy veo, con sorpresa, que el señor Lamas combate de futuro esta exigencia, desde luego con conocimiento de dicha carta a Virasoro, y se anticipa a contrariar la referida aquiescencia de este, queriendo que el nuevo Gobierno Argentino haga el reconocimiento del Paraguay decorosamente con ostensiva espontaneidad; y diciendo que la declaración que yo exijo de no dejar las armas hasta obtener el reconocimiento del Paraguay, ofendería a los Gobernadores Urquiza y Virasoro, que hacen cuanto pueden en nuestro sentido, dice a V.E., – que heriría (mi exigencia) la nacionalidad argentina, y que hiriéndola, correrian los aliados el riesgo de que el no reconocimiento del Paraguay se hiciera un punto de pundonor nacional. – Solo el señor Lamas podrá imaginar que el Paraguay quiere someterse a su inclasificable pretension de que el Ejército paraguayo, despues de hacer con suceso la campaña de los aliados en la banda de los pampas; y despues de concurrir para la institucion de nuevo Gobierno argentino, sujete al arbitrio de este los grandes derechos de la República, y quede a seguir, entretanto, con el fusil al hombro en sus fronteras. Durus est hic sermo. – El Paraguay no podrá separarse de la alianza de 29 de mayo, mientras no se haya obtenido el único fin á que ella se dirige la independencia real y efectiva de la República Oriental del Uruguay; pero al Paraguay se le quiere negar la reciprocidad de ese exigencia, cuando trata de obtener el único fin de su cooperacion a la campaña sobre Buenos Ayres, y sus provincias, la independencia real, y efectiva de la República del Paraguay». (12)

El señor Lamas se ha equivocado grandemente. Paulino ha estado más claro en sus explicaciones. Don Carlos no entendía ni podía entender por Confederación Argentina a Urquiza y Virasoro, que no eran sino disidentes de la misma y en este sentido jamás aspiró a1 reconocimiento de éstos, que no tenian «capacidad política para un acto eminentemente soberano. Solo el Gobierno Argentino – afirmaba – es quien puede hacerlo». Se disgustó con los aludidos gobernadores por su arrogancia y «necedad miserable». Los agentes de la Reina de España y de otros gobiernos daban a la república el tratamiento correspondiente. El cónsul norteamericano Graham tuvo que acomodarse a la orden del gobierno en cuanto al tratamiento nacional se refería. Paulino debía recordar lo publicado en El Paraguayo Independiente sobre las promesas incumplidas de Corrientes y el general Paz de acuerdo con lo pactado en 1845. (13)

Si se entendía por Confederación a Rosas y sus provincias sometidas, Paulino decía que esta condición causaría dificultades a los aliados, porque tendrían que marchar sobre Buenos Aires y las otras provincias para obligarlas a reconocer la independencia del Paraguay. Don Carlos no imaginó tal pretensión que le «haría ridículo». Por eso rogaba al canciller brasileño que tomase en consideración lo que había manifestado sobre el particular. Si el casus foederis del articulo 15º ha de ser esclusivamente para la defensiva, jamás se acabará la guerra. En ese caso «el Paraguay no podrá obligarse a mantener su ejército en viajes de auxilios infructuosos». (14)

Sin abandonar las consideraciones de Paulino, el presidente continuaba expresando: «Dice tambien V.E. que ninguna Nacion puede hacer la guerra a otra, solamente para reconocerla. No comprendo en cual sentido pueda aplicarse esto al Paraguay, a quien Rosas (como bien sabe V.E. ) ha declarado una guerra de exterminio para someterlo a su inicua dominacion, ó como él dice «para anonadar la inicua rebelion del Paraguay». Si el bloqueo de los puertos de esta República, si la proscripcion de sus frutos por cualquier via que puedan introducirse a las Provincias de la Confederación, si la infame tarea del funesto gobernador de los porteños de pagar escritores para desacreditar, con imposturas, en Europa, y América, la República del Paraguay, y su Gobierno; y si ultimamente la espresada declaración pública de una guerra de esterminio, a sostener con todas las rentas, y recursos de su Gobierno, hasta conseguir el entero sometimiento del Paraguay a la Confederación, no dan un derecho a esta República para llevar la guerra a ese feroz implacable enemigo, con el fin de obligarle á un reconocimiento, y arreglo definitivo de las diferencias existentes: declaro francamente a V.E., pero sin rubor, que nada comprehendo en estas materias. – El Paraguay que ha sabido hablar a Rosas con la firmeza digna de un Estado que confía en su buen derecho, y no teme arrostrar los fuegos, ya se le hubiera dado a conocer de cerca, si no se atravesaran de por medio dificultades que no se han podido allanar, y de que ya es ocioso hablar a V.E.» (15)

La resolución tardía de que hablaba Lamas, tendría que ser así. El 25 de octubre fue despachada la aceptación de la invitación y el 27 se supo en Asunción el triunfo de los aliados sobre Oribe. Pera este caso Paulino quería que el Paraguay estuviese ya comprometido en la alianza. «Pero Dios no ha querido, – declaraba Don Carlos – y yo sigo tranquilo por que en mí no hubo demora ninguna. Si mi adhesion no hallare tan buena voluntad en Urquiza, y Virasoro, despues del suceso referido, tampoco eso turbará mi tranquilidad». Mientras Urquiza no derribare a Rosas, «debe mostrar á sus vecinos buena voluntad: la lucha argentina todavia puede ser larga, y muy sangrienta». Derqui escribió que Urquiza y Virasoro enviarían una nueva legación cerca del gobierno paraguayo. «La marcha del tiempo, y de los sucesos afirmará las relaciones convenientes», agregó el mandatario paraguayo. (16)

El extenso documento reflejó con claridad el pensamiento del presidente López, su enérgica argumentación no dejaba de tener consistencia. Su decisión estaba tomada y no se apartaría de ella. No se oponía a una acción del Paraguay contra Rosas, una vez que sus condiciones fuesen aceptadas. El temor estaba lejos del ánimo del patriótico jefe de Estado. Pero siempre mantenía su desconfianza con relación a Urquiza. Los resultados de la alianza de 1845 y los de la batalla de Vences influyeron tanto sobre su espíritu, como para no permitirle ver la magnitud y los alcances del movimiento contra Rosas. Creía en una lucha prolongada. Los acontecimientos, sin embargo, se precipitaron y la guerra contra el dictador de Buenos Aires tuvo un rápido y feliz desenlace. Ni el anuncio promisorio de Derqui desvaneció sus recelos. Sólo la marcha del tiempo le probaría que Urquiza obraba con sinceridad y con el deseo de buscar un acercamiento con el Paraguay.

El mismo 29 de octubre Paulino escribía también a Honorio Hermeto. Al referirse a la república expresaba: «Di y doy todavía mucha importancia al Paraguay, no porque él realmente tenga principalmente siendo gobernado por un hombre desconfiado y obstinado como López, sino porque esa alianza da cierta fuerza moral y es un contrapeso, que, de antemano, debemos tener de reserva contra Urquiza, si, viéndose libre de Rosas se porta mal. Nuestra influencia y alianza con el Estado Oriental y el Paraguay son, a mi ver, recursos que con previsión debemos fortalecer cada vez más». Al terminar le recomendaba la conveniencia de dirigirse directamente a López, porque decía: «gusta de eso». (17)

El canciller imperial insistía sobre el contrapeso, o, en otros términos, sobre el equilibrio del Río de la Plata, tantas veces mentado. Para ello el Brasil necesitaba de la alianza de los dos aludidos vecinos. Esa era la importancia del Paraguay, con o sin López, y así se explicaba también que el Imperio no descuidase sus relaciones con esta república y con la del Uruguay. De lo contrario, al caer estos Estados bajo la hegemonía de la Confederación Argentina, la balanza se inclinaría a favor de esta última, lo que Paulino quería evitar a tiempo. De ahí su previsión. Como el presidente López, no confiaba plenamente en Urquiza.

El 25 de octubre de 1851 José Berges fue nombrado encargado de negocios ante el gobierno de Montevideo para tratar de la cooperación del Paraguay con la alianza. El mismo día Don Carlos firmó la credencial, las instrucciones y el pasaporte del comisionado. (18)

La credencial expresaba: «El ciudadano Carlos Antonio López, Presidente de la República del Paraguay. – En atención a que el Gobierno de la República, siendo invitado por el Imperio del Brasil, de la República Oriental del Uruguay y de las Provincias de Corrientes y Entre Ríos, por medio de sus Agentes Públicos, en nota colectiva del 23 de agosto de este año, recibida el 14 del corriente, para adherir al convenio de alianza ofensiva, y defensiva que han celebrado dichos Gobiernos, en Montevideo el 29 de mayo, p.pdo, ha presentado su adhesión al convenio referido, con dos adiciones, o más bien explicaciones, y deseando estrechar las relaciones de amistad entre los Estados Aliados, como exigen sus recíprocos intereses; movido por estas consideraciones, y confiando en la idoneidad y mérito del ciudadano José Berges, lo ha nombrado Encargado de Negocios de este Gobierno cerca del de la República Oriental del Uruguay, con autorización bastante para todos los casos, y ocurrencias que ofrezca el curso de la referida alianza, y especialmente para poder ajustar, concluir, y firmar las estipulaciones convenientes sobre el particular de la adición al artículo octavo del referido convenio del 29 de mayo, prometiendo por su fe, y palabra de honor, que aceptará, y tendrá por firme y estable, y cumplirá y hará ejecutar, todo lo que el Relato Encargado de Negocios del Paraguay prometiere y firmare en virtud del presente poder, y que hará espedir su aprobación y ratificación en buena y debida forma, y en el término en que se hubiere convenido para el canje de lo estipulado».

El poder era amplio y a tenor del mismo podría esperarse un resultado feliz de la misión. Pero las instrucciones que debía «observar el ciudadano José Berges en su comisión cerca del Gobierno de la República Oriental del Uruguay» eran precisas y en extremo minuciosas. Constaban de 37 artículos.

Berges debía manifestar al ministro de relaciones exteriores los votos del gobierno del Paraguay por la «felicidad permanente del Uruguay», sentimiento que «ha demostrado obligándose a mantener su independencia por el tratado del 25 de diciembre de 1850», y ahora prestando «su ahesión a la liga ofensiva y defensiva del Gobierno Oriental, con el Imperio del Brasil y las Provincias de Entre Ríos y Corrientes». (Art. 5) En la primera visita al presidente de la república le protestará los mismos votos y sentimientos (art. 6). Visitará también a los encargados de negocios del Brasil y de Entre Ríos y Corrientes, a quienes entregará, respectivamente, las notas de las cuales era portador (arts. 8 y 10). En estas visitas se conducirá de manera que el representante de las provincias aludidas no pueda «sindicarle de inteligencia especial y preferente» con el agente imperial. Con esta prevención buscará estrechar relaciones con el encargado de negocios del Brasil, «infundiéndole confianza, a ver si puede marchar de acuerdo y en útil combinación, para que los esfuerzos de la República en la crisis actual, lleguen a obtener el reconocimiento de la Independencia, y arreglo definitivo de su navegación y límites» (arts. 10 y 11). Nuevamente aparece el recelo de Don Carlos, que en el fondo era con relación a Urquiza. En la coyuntura su confianza descansaba en el Brasil. Por consiguiente, Berges debía marchar de acuerdo con el representante del Imperio para alcanzar el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina y el «arreglo definitivo» de la libre navegación y de la cuestión de límites. Esta recomendación era una consecuencia lógica del recelo de Don Carlos y de la política seguida por el Brasil con respecto al Paraguay frente a la tendencia hegemónica de la Confederación.

El comisionado deberá asimismo aprovechar la ocasión para «asegurar los vivos deseos del Gobierno de la República, de mantener y estrechar relaciones políticas y comerciales con los Gobiernos aliados» (art. 12). En el manejo de estas relaciones tendrá «el mayor cuidado y la más seria meditación», teniendo presente que el objeto principal de la adhesión paraguaya a la convención del 29 de mayo, era «la solución conveniente del actual estado político de la República, o más claro, de las pendientes cuestiones nacionales de independencia, navegación y límites territoriales» (arts. 13 y 14).

Lo fundamental para el Paraguay constituía el reconocimiento de su independencia por la Confederación Argentina. De ahí la disposición del artículo 14 mencionado. A la misma importante cuestión se refieren los tres siguientes:

Art. 15. «La garantía del art. 17 del convenio sobre la independencia y soberanía, y la integridad territorial de los Estados Aliados, pende del logro y buen éxito de la alianza, de manera que en caso contrario, estas cuestiones quedarán a ventilarse como hoy con el gobierno de las provincias confederadas».

Art. 16. «Lo mismo sucede con la garantía del art. 18 del propio convenio sobre la libre navegación del Paraná».

Art. 17. «En todo evento, el Gobierno de las Provincias confederadas que en caso favorable de la revolución fuere establecido, y reconocido, es con quien la República del Paraguay tendrá que acordar, y estipular por un tratado, un arreglo definitivo del reconocimiento de la Independencia, navegación y límites. Por ahora no se puede pedir más a los aliados, que las garantías de los Artículos 17 y 18 para su caso».

Como en la misión Molinas, Don Carlos no olvidó «los anuncios de separación de Entre Ríos y Corrientes». A este respecto, Berges debía sondar si el encargado de negocios del Imperio consideraba probable la segregación. «Le indicará – rezaba el artículo 19 – la conveniencia que traería, no sólo al Paraguay y el Brasil, sino también a las mismas provincias de Entre Ríos y Corrientes, tanto en lo político como en lo comercial». También debía tratar de esta conveniencia con el ministro de relaciones exteriores del Uruguay, empleando «la delicadeza que va recomendada, previniéndose que si no hallase disposición, en uno ni en otro, sobre el particular expresado, dejará de suscitarlo, y si al contrario llegaren a producirse, por la conveniencia del pensamiento, sustentará las conversaciones, de la manera y con las razones que se han detallado a la voz del comisionado» (art. 20). Esta delicada cuestión no debía considerar con los representantes de Entre Ríos y Corrientes sino en el caso de que éstos «lleguen a suscitarle una tal conversación» (art. 21).

Berges, además debía informarse de «los pasos y manejos de los Ministros Argentinos en Estados Unidos, Inglaterra y Francia, en el sentido de interesar a ésos y otros gobiernos contra la República del Paraguay» (art. 22); visitar a los diplomáticos cuyos gobiernos hubiesen reconocido la independencia de la república (art. 23); emplear «toda discreción y prudencia» en sus relaciones con los ministros de Inglaterra y Francia con el objeto de saber si el Paraguay podía «esperar algo de la política de sus Gobiernos» (art. 25); entablar conversación con el representante de S.M.C. sobre la base de la promesa pendiente, ya anunciada por el encargado de negocios de la Corte de Madrid en 1846, del reconocimiento de la República por el Gobierno Español (art. 26); informar a los diplomáticos residentes en Montevideo de los recursos y del «amplio futuro industrial» del Paraguay, de «su fundado derecho para obtener pronto reconocimiento de su independencia por los Gobiernos que todavía no lo han reconocido, y finalmente sus buenas disposiciones, y su natural gratitud, y ventaja para con los Gobiernos que se interesan desde luego a hacerlo» (art. 27); tratar con los representantes de los gobiernos aliados para ajustar la compra de caballos y ganado de consumo destinados al ejército de la república, de acuerdo con la adhesión el artículo 8 del convenio del 29 de mayo (art. 28), debiendo demostrar que sin ese contrato al Paraguay le será imposible concurrir con sus tropas para dar cumplimiento a la alianza, agregando que la república deseaba «poner fuerzas iguales a la de los aliados» (art. 29); entenderse con el encargado de negocios del Brasil para la remisión de su correspondencia al gobierno de Asunción (art. 34).

Por último, Berges estaba encargado de contratar los servicios de un «profesor de Matemáticas» por tres años, «con los aprestos necesarios para establecer la escuela pública» (art. 36) y un maestro de dibujo en todos sus ramos» (art. 37).

De las extensas y minuciosas instrucciones se desprende que la preocupación fundamental del presidente López constituía el reconocimiento de la independencia de la república y que en aquellas horas transcendentales para el destino de los países de la cuenca del Plata su confianza para alcanzar aquella aspiración descansaba más en el Brasil que en los aliados del Imperio.

Berges partió con destino a Montevideo el 28 de octubre de 1851, vía Corrientes llevando la aceptación del 25 de ese mismo mes. Joven, «inteligente y sagaz», con su brillante ejecutoria honrará la diplomacia paraguaya, «para luego rodar abatido por un hálito de tragedia griega». (19)

En la segunda quincena de noviembre llegó a Gualeguaichú. Allí mantuvo contacto personal con Urquiza, quien le recibió con simpatía. Al referirse al gobernador de Entre Ríos, escribía en su diario: «Es recomendable por su sencillez y franqueza este primer hombre de la República Argentina. Sus modales, su llaneza, hasta su aspecto es paraguayo». (20) En sus conversaciones con Urquiza, éste acepó las pretensiones paraguayas, «expresando que debía esperarse al representante del Brasil». (21) El 28 de noviembre, Berges escribió en su diario: «En nuestra conversación me dijo que si salía bien en esta nueva empresa de libertar el suelo argentino, la Independencia del Paraguay y su navegación quedaría asegurada». (22)

Urquiza se mostró partidario del aporte paraguayo, no obstante disponer de fuerzas suficientes y no ocultó su decisión a favor de la autonomía de la república. En este sentido expresaba claramente al mismo Berges: «Mi convencimiento por la justicia de la independencia es público. Muchos hay aquí quienes me han oído afear la política de Rosas respecto a su país. El presidente López ha sido un sabio en no ceder a sus pretensiones; merece aprecio por su energía, es el único que le ha hablado alto a Rosas cuando las llamadas naciones poderosas se han prosternado sin pudor en su presencia... Escriba Ud. a su gobierno y al general López que mi deseo es la prosperidad y engrandecimiento de las Repúblicas limítrofes, pues nada se saca de vecinos pobres, éste es mi principio político: tengo ahora tantos recursos disponibles que casi no hace falta tropas del Paraguay, pero como es preciso que haga algo y que entre en la alianza, puede su gobierno mandar tres o cuatro mil infantes y las canoas que tenga prontas o lo que quiera mandar». (23)

El gobernador de Entre Ríos rendía justicia al presidente López por su resistencia contra la política hegemónica de Rosas y sus declaraciones al comisionado eran las primeras pruebas de las cordiales disposiciones del futuro director provisorio de la Confederación Argentina con relación a la república, que debían culminar con la misión Derqui, después de Caseros. Con Paulino coincidía en la conveniencia de que el Paraguay entrase en la alianza.

Mientras tanto en Montevideo Honorio Hermeto firmó con Manuel Herrera y Obes y Diógenes José de Urquiza, el tratado del 21 de noviembre de 1851, por el cual el Imperio del Brasil, el Uruguay y las provincias de Entre Ríos y Corrientes, acordaron la alianza estipulada en el artículo 15º del convenio del 29 de mayo. Por el articulo 1º del nuevo tratado los aliados declaraban no hacer la guerra a la Confederación Argentina ni para coartar la libertad y soberanía de sus pueblos. El único objeto que perseguían era «libertar al pueblo argentino de la opresión que sufre bajo la dominación tiránica del gobernador don Juan M. Rosas...» y auxiliarlo para que se organice en la forma más conveniente a sus intereses y establecer relaciones de buena vecindad con los aliados que tanto necesitaban para su progreso y recíproco engrandecimiento. El artículo 14º consagraba el principio de la libre navegación, ya afianzada por el convenio del 29 de mayo. (24)

El Paraguay nuevamente no participó en la conclusión de este tratado, pero no por eso las altas partes contratantes lo olvidaron. El artículo 20º estableció textualmente: «El gobierno de la República del Paraguay será invitado a entrar en la alianza, enviándosele un ejemplar del presente convenio, y si así lo hiciere, conviniendo en las disposiciones arriba enumeradas, deberá tomar la parte que le corresponda de cooperación, para el fin de dicha alianza». (25)

Berges no pudo intervenir en la concertación de este acuerdo, porque aún no había llegado a Montevideo. Pero aunque hubiese estado presente no podría subscribirlo, teniendo en cuenta que sus instrucciones no contemplaban el caso, tal como anotó Paulino en el Relatorio de 1852.

El 29 de noviembre a las diez de la mañana una salva anunciaba la llegada de Honorio Hermeto a Gualeguaichú, donde entregó sus credenciales a Urquiza. (26) Ese mismo día le visitó Berges, quien escribió en su diario: «Se dice que este Sor. es una entidad del Brasil, Gefe del partido Sacuarema, y decidido amigo del actual Ministro Paulino». (27)

El comisionado paraguayo, después de sus conversaciones con Urquiza, había quedado «muy tranquilo y satisfecho contando con la adhesion del Ministro de un Govno., que primero que todos ha reconocido la Independencia del Paraguay... » Pero no ocurrió así, «sucedió al revez, y todo vino a fracasar por la política equívoca y misteriosa del Brasil». Honorio Hermeto no admitió la modificación del tratado último. Berges alegó que el Paraguay hacía de sus proposiciones una condición indeclinable, porque «no estaba dispuesto e sacrificios tan grandes para ir luego a mendigar a las puertas del congreso argentino». (28) Por su parte Honorio Hermeto, en su carta del 30 de noviembre a Bellegarde, dejó constancia de que a él se debió le aceptación por los aliados de los intereses generales del Paraguay. (29)

Sea de todo esto lo que fuese, ese mismo 30 de noviembre, Honorio Hermeto y Diógenes José de Urquiza firmaron los cinco artículos adicionales al tratado del 21 de ese mes relativos al Paraguay. El más importante era el 4º , por el cual se establecía, que accediendo el gobierno del Paraguay al aludido tratado y concordando con los artículos adicionales, además de las ventajas que como aliado le correspondían, conforme a dicho convenio, «los Gobiernos de Entre Ríos y Corrientes se comprometen a emplear toda su influencia cerca del Gobierno que se organizare en la Confederación Argentina para que éste reconozca la Independencia de dicha República, y en todo caso los Gobiernos de Entre Ríos y Corrientes se obligan a defenderla contra cualquiera agresión de mano armada y cooperar para ese fin con el Imperio del Brasil y la República Oriental del Uruguay, que por tratados ya se hallan ligados a ese compromiso». Los tres primeros artículos se referían al contingente de tres a cuatro mil hombres de infantería que el Paraguay pondría a disposición del general en jefe, pudiendo aumentar este número, y a los gastos que el mismo ocasionaría. El último disponía que los presentes artículos adicionales tendrán «la misma fuerza y vigor como si fuesen insertos palabra por palabra en el convenio del 21 de noviembre corriente». (30) En este acuerdo no intervino ningún representante del Uruguay.

Chaves sostiene que Berges obtuvo la firma de este «tratado adicional» (31) y Soares de Souza cree que lo subscribió el mismo comisionado. (32) Por nuestra parte estimamos, que si bien Berges tomó parte activa en la conclusión de los artículos no los autorizó con su firma, por más que alguno de ellos «no existiría sin su consentimiento». (33) Lo más probable es que Berges hubiese dado ese consentimiento, pero en forma verbal. Sus instrucciones terminantes no le permitían subscribir un compromiso como el «tratado adicional», por más que él era partidario de la intervención del Paraguay en el movimiento contra Rosas. Con toda franqueza escribió a López: «Mi parecer es que entremos en la alianza... No le sería honroso al Paraguay, ni tampoco útil conservarse neutral en esta guerra. El Paraguay es mirado como el primero y más poderoso enemigo de Rosas, no le convendría perder esta ocasión de emplear sus fuerzas con ventaja... Me he atrevido a darle mi parecer por el amor a mi Patria y porque deseo vivamente que V.S. tome parte en los trabajos y en la gloria que resultará de esta campaña». (34)

Berges, en contacto con el medio de la guerra y con los principales protagonistas, comprendió la magnitud del movimiento y el papel que desempeñaría el Paraguay en el desenlace de los sucesos. Su contacto con Urquiza le permitió conocer las intenciones favorables del gobernador de Entre Ríos con relación al reconocimiento de la independencia de la república. Además pudo comprobar de cerca el poder del Imperio. «Cuando salí del Paraguay, – anotó en su diario – no apreciaba debidamente al Brasil: porque no había visto sus soldados, su escuadra, sus hombres públicos, y sobre todo: no tenía idea de la actividad de sus operaciones. Ahora he cambiado de parecer, y pienso que las armas, y la influencia del Imperio han de traer la paz, y la prosperidad de estos países». (35)

El 30 de noviembre, sin pérdida de tiempo, Honorio Hermeto escribió a Bellegarde, remitiéndole copia del tratado del 21 de noviembre y la de los artículos adicionales para darlas a conocer al presidente López. La comunicación llegó con la mayor rapidez a la capital paraguaya. El 9 de diciembre Bellegarde transmitía ya a Benito Varea las copias de los acuerdos y la de la carta de Honorio Hermeto, que desenvolvía «cabal y luminosamente la necesidad de la más pronta adhesión» del Paraguay a las aludidas convenciones. (36)

El canciller paraguayo puso en consideración del presidente de la república los documentos referidos y recibió orden de responder al agente brasileño que no era «a propósito una contestación directa» mientras no se recibiese la esperada de su correspondencia del mes de octubre, ya que la adhesión al convenio del 21 de noviembre debía ser una consecuencia de la prestada al del 29 de mayo. La adhesión paraguaya a este último tratado tenía por base que los aliados no podrán separarse antes de obtener el reconocimiento de la independencia del Paraguay, condición que ha sido subrogada por el 4º de los artículos adicionales. A este respecto Varela observó: «Si la República tuviera la debilidad de aceptar esta oferta, aparecería entre los aliados en la humillante figura de empeñar su sangre, y sus caudales a merecer que los Gobiernos de Entre Ríos, y Corrientes quieran recomendarla al que sucediere al Gobernador Rosas, para cuando guste reconocerla; y se sometería aún para la hipótesis del triunfo de la alianza, con su cooperación, a seguir de fusil al hombro, esperando la invasión argentina, como hasta aquí, mientras los aliados se reservan el derecho de arreglar sus intereses». Bellegarde sabía bien lo que ha pasado con esta «escusada oferta». Este conocimiento hubiera «templado la inconsiderada exigencia» de la pronta adhesión del Paraguay a las referidas convenciones y de hacer efectiva el auxilio del contingente de tres a cuatro mil hombres de infantería para ser empleado de acuerdo con los fines dela alianza. (37)

«Volviendo al compromiso – agregaba Varela – de los Gobiernos de Entre Ríos y Corrientes a defender la Independencia del Paraguay contra cualquiera agresión de mano armada, parece llevar consigo su inconsideración. Si derrocado el Gobierno de Rosas, no quieren exigir, a quien le sucediere, el reconocimiento de la Independencia de la República, cómo se comprometen a defenderla a mano armada contra ese Gobierno? cómo, siendo miembros de la Confederación Argentina, prontos a reentrar en ella a la caída de Rosas se comprometen a combatir contra ella por la Independencia de esta República? se llevará el compromiso hasta el caso de tomar la ofensiva para obtener el reconocimiento, o se limitará a la defensiva? – La oferta de la cooperación del Imperio del Brasil, y de la República Oriental del Uruguay importa nada menos que la resolución de renovar la actual guerra general para defender la Independencia del Paraguay. Seguramente todo esto, a juicio de los signatarios de la oferta, será de menos inconveniencia, que la exigencia del reconocimiento en el triunfo de la alianza». (38)

Honorio Hermeto en su carta del 30 de noviembre aseguró que «la cooperación del Paraguay no fue exigida por los aliados del Imperio, y que él fue quien la propuso, e hizo aceptar en los intereses generales de la República del Paraguay». Los aliados del Brasil, si no necesitaban o no querían la cooperación del Paraguay, deberían expresar francamente y no anticiparse al recibo de la contestación del gobierno de Asunción, «reproduciendo una base que ya tuvo un resultado desagradable». Si los aliados debían concentrarse al occidente del Paraná, del 15 al 20 de diciembre, la cooperación del Paraguay será innecesaria e «imposible hacerla llegar oportunamente». El ministro brasileño se apresuró a rechazar la aceptación condicional del gobierno paraguayo, antes de ser recibida en Montevideo, subrogándola con la «mencionada oferta inadmisible».

Bellegarde sabía que el «Gobierno preparaba un ejército auxiliar fuerte de las tres armas, bajo el comando inmediato del respectivo general en Gefe, con calidad de no ser fraccionado, ni diseminado con ningún pretesto, y de guardar la debida subordinación al general en gefe de los ejércitos aliados, tanto cuanto requiera la unidad de operaciones. También estaba pronta una escuadrilla con su respectivo comandante en gefe, para lo que pudiera conducir a los fines de la alianza». (39)

Esta declaración venía a desmentir la idea que le asaltaba a Lamas. El presidente López estaba listo con su ejército para lanzarse a la campaña contra Rosas y no fue el temor de que sus tropas mantuviesen contacto con el exterior lo que impidió que éstas dejasen el territorio nacional. Las tropas paraguayas no salieron por otras causas, que Don Carlos consignó categóricamente en sus comunicaciones oficiales y particulares.

Honorio Hermeto había manifestado también en su carta del 30 de noviembre que si el Paraguay «no adhiere incontinenti a las nuevas estipulaciones... por exagerados recelos, y por mucho querer, quedará sin las únicas garantías posibles que le obtuve de los Estados de Entre Ríos, y Corrientes... » (40) Esta declaración, como las contenidas en la carta de Lamas a Paulino, del 17 de setiembre, tuvo un efecto contrario al perseguido. No cambió la resolución del presidente López, más bien influyó para que mantuviese firme su decisión.

Desde Montevideo, Herrera y Obes escribió a Lamas el 5 de diciembre, comunicándole que «el Paraguay adhirió al convenio de 29 de mayo, con modificaciones a que ha accedido el general Urquiza. Por ella los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes se obligan a obtener, del gobierno de la Confederación, el reconocimiento de la independencia del Paraguay, y caso de no poderlo conseguir, impedirán, de concierto con el Brasil y este Estado, que sea atacada aquella república por las fuerzas argentinas. Esto me ha dicho Carneiro Leão, pues aun no tengo esas modificaciones. El contingente que debe dar se pondrá a las órdenes de Urquiza. – El presidente López quería enviar 15.000 hombres; se le ha dicho que bastaban 4.000, pero él va a mandar 10.000, según ha dicho su encargado de negocios. Este asegura que a haber tenido el gobierno paraguayo conocimiento del convenio del 29 de mayo, no sólo no habría ocurrido nada de lo que ha tenido lugar, sino que ha tiempo el ejército paraguayo estaría combatiendo. Parece que López está en reacción respecto a Urquiza». (41)

La primera parte de la información confirmaba la de Berges a López en la tocante a la aceptación de Urquiza de los puntos de vista del Paraguay. Lo referido por Honorio Hermeto, quien de regreso de Gualeguaichú había llegado el día anterior, tenía relación con los artículos adicionales del 30 de noviembre. Además de la declaración de Berges de que el presidente López estaba dispuesto a enviar un numeroso contingente para intervenir en la campaña, lo más importante era la relativa a la de que si el Paraguay hubiera tenido conocimiento del convenio del 29 de mayo, no habría aparecido inconveniente alguno y el ejército paraguayo estaría ya combatiendo. El comisionado confirmaba así lo que Don Carlos manifestó a Paulino en su carta del 5 de setiembre de que no había tenido «un conocimiento oportuno siquiera» del aludido convenio y que la alianza de Asunción había cedido a la de Montevideo, debiendo prevalecer éste.

El 24 de diciembre Paulino contestó la carta del presidente López del 5 de setiembre. Le comunicaba que los acontecimientos se habían desarrollado rápidamente, siendo, por lo tanto, el convenio del 29 de mayo insuficiente «para prevenir las necesidades de la situación». Se concluyó entonces otro acuerdo, el 21 de noviembre, complementado por nuevos artículos adicionales relativos al Paraguay. «Para mí – agregaba el ministro brasileño – esos artículos adicionales contienen, en las actuales circunstancias, todo cuanto era posible hacer en bien del Paraguay. En ellos Urquiza y Virasoro reconocen la independencia de esa República y se obligan a defenderla contra cualquier agresor armado, y a cooperar para ese fin con el Imperio del Brasil y la República del Uruguay. Conceden además al Paraguay las ventajas que como aliado le corresponde». Cuando Don Carlos reciba esta carta, su sabiduría ya habrá resuelto lo que estime conveniente respecto a la nueva invitación que se le debe haber hecho. Por eso eran inútiles cualesquiera reflexiones del canciller imperial sobre el particular, aunque éstas mereciesen la «elevada honra» de la aprobación del presidente. «Cada vez deploro más – reiteraba Paulino – que tamaña distancia y tantas demoras nos separen». (42)

El convenio del 21 de noviembre y el artículo adicional del 25 de ese mes, ya fueron ratificados por el Emperador, por el Uruguay y por Urquiza y Virasoro. (43) «Todas estas negociaciones tuvieron lugar en vista de las instrucciones amplias y generales que llevó el Consejero de Estado Honorio Hermeto Carneiro Leão para obrar según las circunstancias y el curso rápido que los acontecimientos exigieren. No es posible – proseguía el canciller del Imperio – providenciar desde aquí (no obstante la brevedad de las comunicaciones por vapor para el Río de la Plata) después de los resultados presentados por los acontecimientos. Es preciso prevenirlos y encaminarlos. Ya ve V.E. que sufriendo tantas demoras las comunicaciones con el Paraguay, no me era posible entenderme a tiempo con V.E. sobre medidas exigidas por los acontecimientos, cuyas tendencias y resultados aún ignoraba». (44)

Paulino agradeció luego las explicaciones que Don Carlos le dio sobre «su marcha política», prueba de confianza que honraba al ministro brasileño. Nadie podrá desconocer la razón del presidente López «de querer marchar con cautela y seguridad», pero las circunstancias y los intereses han cambiado, se estaba en una crisis que era necesario dirigirla y no dejarse arrastrar por ella. «Urquiza precisa de nosotros ahora, – afirmaba el ministro – y en cuanto precisa exijamos y obtengamos de él garantías. Cualesquiera que sean el carácter, ambición y tendencias de Urquiza, antes él que Rosas». (45)

Esas garantías eran las que buscaba el mandatario paraguayo, dados sus recelos del gobernador de Entre Ríos, con quien no pudo entenderse antes de Caseros. Pero frente a una disyuntiva, indudablemente era preferible Urquiza a Rosas.

«V.E. me dice – continuaba Paulino – que la alianza de Asunción cedió a la de Montevideo. No, Excmo. Sr., el Tratado del 25 de diciembre no cedió al convenio del 29 de mayo. El Tratado del 25 de diciembre está en todo su vigor, pero los acontecimientos sobrepasaron sus previsiones. Rosas no puede hoy invadir ni el Paraguay ni el Brasil. En vez de una alianza para contenerlo y repelerlo, se trata de una alianza para destruirlo, de una vez, para obtener garantías y ventajas recíprocas para el futuro, y para asegurar una tranquilidad duradera que permita a cada uno gobernar y arreglar su casa en paz. – En todas nuestras rápidas negociaciones, que hemos ensanchado en la medida que las circunstancias permiten y exigen, nunca olvidamos al Paraguay y siempre le hemos guardado un honroso lugar. En el Tratado de alianza con el Estado Oriental exigimos que él se obligase a sustentar la Independencia del Paraguay. En el Convenio del 29 de mayo le guardamos un lugar y una parte igual en las ventajas concedidas a los aliados. Lo mismo hicimos en los nuevos artículos adicionales al Convenio del 21 de noviembre. Este procedimiento es ciertamente de amigo y amigo bueno y leal». (46)

La carta de Lamas no fue escrita para ser presentada a Don Carlos. Paulino pidió a éste que no se diese por entendido de aquélla, lamentando profundamente haber la misma desagrado al presidente «porque D. Andrés Lamas es uno de los más decididos partidarios de la alianza con el Paraguay y de la libre navegación de los ríos para todos los ribereños». (47)

El mismo 24 de diciembre Paulino escribía también a Bellegarde, remitiéndole la carta a López para que la entregue. Le decía que a esas horas estará ya informado por intermedio de Honorio Hermeto del convenio del 21 de noviembre y de los artículos adicionales, así como del resultado de la misión de Berges. Como López debe ser invitado, era de creer que ya hubiese adherido al acuerdo o rechazado éste. «Es muy de desear que hubiese adherido... Si por acaso, – agregada el ministro de negocios extranjeros – lo que no es de ningún modo probable, López aún no tomó resolución alguna sobre dichos artículos adicionales, V.S. hará cuanto estuviere a su alcance para que él los acepte». (48)

El 9 de diciembre los aliados se dirigieron al ministro de relaciones exteriores del Paraguay, remitiéndole la copia del tratado del 21 de noviembre y la de los artículos adicionales, con el objeto de que el presidente de la república resolviere sobre la invitación estipulada en el artículo 20º del aludido convenio. De esta vez aquélla no se hizo esperar. En el caso del acuerdo del 29 de mayo la nota colectiva se firmó el 23 de agosto y sólo fue entregada el 14 de octubre.

El 6 de enero Varela recibió la nota respectiva y sin mayor dilación la contestó el 12 del mismo mes. Sometidos a la consideración del presidente de la república los documentos mencionados y «muy especialmente los artículos 1º y 14º de la convención especial del 21 de Noviembre, y el 4º de los artículos adicionales de 30 del mismo», le ordenó responder «que a pesar de sus vivos deseos de entrar en la referida alianza, no es dable que el Gobierno de la República se someta a las bases del citado articulo 4º del 30 de Noviembre». La nota del 9 de diciembre fue posterior a la llegada del encargado de negocios del Paraguay, que era portador de la adhesión al acuerdo del 29 de mayo, y los señores ministros desentendiéndose de la adición propuesta, han formulado una nueva invitación, con la cual han ratificado el rechazo de la «condición de obligarse los Gobiernos aliados de obtener el reconocimiento de la Independencia del Paraguay por el Gobierno que se organizare en lugar de D. Juan Manuel Rosas».(49)

«El abajo firmado – agregaba el canciller paraguayo – entiende que a esto ha llamado mucho querer, el Sor. Carneiro Leão, Ministro Plenipotenciario del Brasil en su carta de 30 de Noviembre datada en Gualeguaichú. Hay tiempo de saber mejor de parte de quien está el mucho querer. Entretanto, los Sres. gobernadores de Corrientes, y Entre Ríos, que no quieren obligarse a obtener del nuevo gobierno argentino, el reconocimiento de la Independencia del Paraguay, se han prestado desde luego a la exigencia del Brasil para la mayor seguridad del préstamo que les hizo de cuatrocientos mil patacones al tenor del artículo 7º de la convención del 21 de Noviembre, por el cual «S.E. el Sor. Gobernador de Entre Ríos se obliga a obtener del Gobierno que suceda inmediatamente al del general Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito, como deuda de la Confederación Argentina, y que efectúe su pronto pago con el interés del 6 por 100 al año. Será que a juicio de los Sres. gobernadores de Entre Ríos, y Corrientes vale más ese préstamo del Brasil, que la sangre y caudales del Paraguay; o que la cooperación de esta República sea de menos importancia, y de menos conveniencia internacional, que la del Imperio del Brasil en los objetos de la alianza contra el Gobierno actual de Buenos Aires». (50)

Luego Varela transcribió su oficio a Bellegarde del 16 de diciembre con el objeto de aclarar mejor su contestación, para terminar expresando: «El infrascrito no ha podido mirar con indiferencia esa atribución gratuita de «exagerados recelos, y mucho querer», que no podía llevar otro objeto, que el de hacer odiosa la política de esta Administración en las solemnes circunstancias que motivan esta correspondencia; y no ha dejado de agravar el profundo sentimiento del Gobierno de la República al verse forzado a rehusar su cooperación a la más pronta, y efectiva destrucción del enemigo común, único obstáculo a la paz, y al bienestar de los Estados vecinos. Con todo, halla en su conciencia un plausible motivo de tranquilidad, y satisfacción en la pronta, y generosa resolución con que se ha prestado al convite de entrar en la alianza con una base justa, indeclinable: si los Gobiernos aliados no quieren aceptarla, y consideran innecesaria la cooperación del Paraguay, como queda dicho, y se deja entender del convite que le han dirigido demasiado tarde, y con bases inadmisible, la República no tiene más que resignarse a las ulterioridades de esta posición menos agradable». (51)

El gobierno paraguayo sabía que con su contestación quedará excluido de las ventajas del convenio del 21 de noviembre y que para defenderse de una agresión armada contaba sólo consigo. Los sucesos mostrarán de parte de quien procedió la equivocación que no permitió «a la República marchar de acuerdo con los Gobiernos aliados». (52)

La resolución del Paraguay era definitiva, indeclinable, dispuesto como estaba a soportar las consecuencias de su actitud. Varela no hizo sino confirmar lo que Don Carlos había declarado anteriormente en una de sus cartas a Paulino. Y no podía ser de otra manera, ya que cumplía órdenes del presidente.

Corrientes buscó también un acercamiento con el Paraguay a los efectos de una «ulterior fundación de un nuevo Estado. Derqui escribió al presidente López – anota Cardozo – en los mismos términos que había hecho a Bellegarde y Pujol, por su parte, se dirigió directamente al general López insinuándole la conveniencia de que la misión Berges, en vez de ser destinada a Montevideo, donde, terminaba la campaña, ya no tenía objeto y «podía hacer una figura no muy digna», se entendiera con los Gobiernos de Entre Ríos y Corrientes que pondrían como condición de ser unidos a la comunidad argentina el reconocimiento de la independencia paraguaya». Pujol, que creía en la posibilidad de una alianza entre el Paraguay, Entre Ríos y Corrientes, escribió el 20 de noviembre al general López, invitándole a que interpusiese su influencia para desvanecer «infundadas desconfianzas» de «algunos hombres influyentes» del país. La alusión se relacionaba con los recelos de Don Carlos. Francisco Solano rechazó la referencia y agregó en su respuesta al ministro de Virasoro: «Estábamos decididos a entendernos franca y útilmente para hacer la campaña sobre la derecha del Paraná; pero desde que nos hemos visto postergados, el Paraguay no ha debido ofrecerse a nadie. Es una fatalidad que siempre hemos de andar a medias en las circunstancias más solemnes, sin poder acercarnos al punto de donde parten nuestros intereses comunes». El Paraguay no se desligaría de la alianza aceptada sino por acuerdo común de las partes contratantes. Berges no podía separarse de su misión. El interés del Paraguay estaba «en su verdadera amistad con las provincias de Corrientes y Entre Ríos, aunque continuaran perteneciendo a la Confederación Argentina». Así como el general, el presidente López se manifestó a Derqui en el mismo sentido. Ambos no se pronunciaron sobre los designios de separación de las mencionadas provincias. (53)

La declaración del general López coincidía con las expresadas por Don Carlos a Paulino en lo relativo a la postergación del Paraguay en las negociaciones de Montevideo, o en otros términos, a la no participación de la república en la conclusión de la alianza contra Rosas, iniciada con la firma del convenio del 29 de mayo. Esta circunstancia hizo impacto en la sensibilidad paraguaya. De ahí las quejas de los López, padre e hijo, que fueron exteriorizadas con toda franqueza al canciller imperial y al ministro correntino.

Por su parte Derqui escribió a Pujol: «Tengo la sospecha, que raya en convicción, de que el Brasil trata de evitar que el Paraguay se ligue con nosotros para constituirse él fiel de la balanza en nuestras relaciones exteriores y sería tontera dejarlo realizar». Derqui buscó entonces nuevamente una aproximación con el Paraguay. Insinuó al presidente López «una reunión de plenipotenciarios para tratar de la libertad de navegación y para estipular que su consagración y el reconocimiento de la independencia del Paraguay fueran condiciones de unión de Entre Ríos y Corrientes a la Confederación». De esta cuestión había hablado ya con anterioridad a Bellegarde. Don Carlos contestó el 9 de enero de 1852: «Se me han imputado exagerados recelos y mucho querer. La marcha de los sucesos ha de aclarar las cosas. Es verdad que no estoy en disposición de subordinar mi Patria a promesas, ni a exigencias menos conformes a mi modo de ver las cosas... El pensamiento de hacer del reconocimiento de la República del Paraguay y de su libre navegación una condición de la asociación federal de Corrientes y Entre Ríos, llenará mis deseos... Si fuese posible la celebración de un tratado con estas bases, serían allanadas todas las dificultades». El presidente manifestó, además, «aunque pareciera ya tardío el concurso paraguayo... estar dispuesto a organizar un cuerpo de reserva pronto a acudir en caso de contraste en la campaña de Buenos Aires». (54)

El presidente López no se apartó de la decisión que había asumido al corresponderse con Paulino, no obstante las halagadoras manifestaciones de los gobernantes de Corrientes. No podía disgustarle la insinuación de Derqui de establecer como condición para la incorporación de Corrientes y Entre Ríos a la Confederación Argentina el reconocimiento de la libre navegación y de la independencia del Paraguay. En el fondo, este «pensamiento» concordaba con la aceptación condicional de la alianza pactada el 29 de mayo. De ahí que un tratado concluido sobre estas bases allanaría «todas las dificultades», satisfaciendo los «deseos» de Don Carlos. Ante la actitud asumida por el Paraguay como consecuencia de la misión de Nicanor Molinas, Corrientes y Entre Ríos reaccionaron para borrar las consecuencias de ese cometido desacertado. Comprendieron que la amistad del Paraguay tenía su importancia para asegurar las grandes aspiraciones de las provincias litorales frente a la hegemonía de Buenos Aires. Y también buscaron esa amistad para contrarrestar la influencia del Brasil y evitar que el Imperio se constituyese en el «fiel de la balanza» de las relaciones exteriores de estos Estados, como expresó Derqui a Pujol, el 9 de enero de 1852. También el Brasil, de acuerdo con las manifestaciones de Paulino, insistió en que el Paraguay adhiriera a las alianzas del 29 de mayo y 21 de noviembre, para servir de «contrapeso» ante el peligro de una posible política hegemónica de Urquiza.

El 15 de enero de 1852 el presidente López escribió nuevamente a Paulino, avisándole recibo de la carta del 26 de octubre y de las copias de los tratados celebrados entre el Imperio y el Uruguay. La correspondencia, sin embargo, versó especialmente sobre el tratado del 21 de noviembre, los artículos adicionales, la invitación hecha al Paraguay y la respuesta a esta invitación.

«Es con sumo disgusto – declaró Don Carlos – que he palpado el inclasificable empeño de los amigos del Paraguay en su oposición a la condición indeclinable con que el Gobierno de la República se ha prestado a entrar en la alianza de 29 de Mayo, sin querer obligarse a obtener del sucesor del Gobernador Rosas, el reconocimiento de la Independencia del Paraguay, y de su libre navegación. – Es precisamente un Ministro del Gobierno Imperial en misión especial en el Río de la Plata, el mismo a quien V.E. ha recomendado por partidista decidido de la Independencia del Paraguay, el que se ha gloriado de improvisar en Gualeguaichú los artículos adicionales del 30 de Noviembre, y ha recomendado este acto por un servicio especial a la República. – Entre otras cosas demasiado notables en esta convención, mucho ha debido mortificarme la insultante oferta de que los Gobiernos de Entre Ríos y Corrientes, recomendarán al sucesor de Rosas el reconocimiento de la Independencia de esta República, y de que en todo caso se obligan a defenderla de cualquiera agresión. No estrañé que el general Urquiza aprovechara una tal coyuntura para reproducirme esa oferta inclasificable, que en Junio ha sido ya contestada convenientemente; pero me ha sido muy sorprendente que haya cabido en la recomendada capacidad del señor Carneiro Leão, la idea de una alianza con la República sobre tales promesas; y que se haya prestado a la inconsideracion de reproducirme un acto cuya seria repulsa ha sido ya notoria al mundo: él ha de saber lo que ha hecho, trabando de esa manera toda injerencia del Paraguay en la alianza del Imperio, y consiguientemente en los predichos tratados del Gabinete Imperial con el Gobierno Oriental. – Los Señores Carneiro Leão, y Bellegarde han dicho oficialmente que los aliados del Imperio no exijen la cooperacion del Paraguay, y que los Generales que comandan las tropas aliadas son de opinion que las fuerzas que tienen reunidas son muy suficientes para la probabilidad del buen éxito de la empresa. Asi debe ser, cuando asi lo dicen. V.E. juzgará si es razon esa, para convidar al Paraguay de una manera inconveniente y hasta ofensiva, a entrar en la alianza, ó si habria sido mas propio evitar el convite de un convenio desnecesario». (55)

Todo esto ha venido a colocar al gobierno paraguayo en la «desagradable necesidad» de excusarse a entrar en la alianza del 21 de noviembre, «sobre las bases de los artículos adicionales». Paulino se enterará por la correspondencia oficial que la nota colectiva del 9 de diciembre fue posterior a la recepción de la adhesión condicional del Paraguay al convenio del 29 de mayo. Esta adhesión no se tuvo en cuenta y se ha formulado nuevamente la invitación sobre la base del de los citados artículos adicionales. (56)

«Mucho agradezco a V.E. – prosiguió el presidente – los cuidados que le inquietan por la suerte de mi patria en el caso a que los aliados me han forzado, de aislarme en su movimiento contra el enemigo comun. Desde que me he prestado á todo cuanto podia ser, razonablemente, y sin detrimento de la dignidad de la República, quedo tranquilo en esa mala posicion en que al noble juicio de V.E. me he colocado por mi no adhesion absoluta al convite de los Gobiernos aliados. Quien sabe lo que podrá dar esa mala posicion en las ulterioridades del triunfo de los aliados en la campaña de la derecha del Paraná? – En lo que no puedo convenir es que esa mala posicion ponga en serios embarazos al Imperio, y al Estado Oriental, si esto se ha de entender relativamente a la defensa del Paraguay. Diran – «No nos ha ayudado: justo es que no le ayudemos» – conforme se me ha anunciado en sentido contrario para el caso de mi adherencia absoluta a la invitación referida. Seguirán sus compromisos con sus aliados, como los ha establecido sin intervencion del Paraguay, y los llevarán hasta donde Dios fuere servido». (57)

«Cuente V.E. – terminó manifestando el mandatario paraguayo – que la República no será gravosa a sus vecinos, y tiene la conciencia de que en sus conflictos no los buscará, con la esperiencia, y lecciones de estos dias, y que primero se ha de sepultar en sus propias cenizas, que prestarse a hacer la figura de humillacion á que los aliados quieren reducirla. No quiero mortificarme, ni mortificar a V.E. con nada mas sobre tan desagradable material: el Gobierno del Brasil no ha querido entenderse oportuna, y convenientemente con la Administracion del Paraguay, teniendo aquí un Ministro de toda su confianza». (58)

Sin embargo de renovar a Paulino en esta «solemne ocasión» su «más sincera amistad» y su «invariable buena voluntad», el presidente López no admitió las reiteradas explicaciones y los pedidos del ministro de negocios extranjeros del Imperio para entrar en la alianza. El patriotismo de Don Carlos era intransigente y enérgico, como se reflejó en su categórica declaración de que el Paraguay «primero se ha de sepultar en sus propias cenizas» antes que prestarse a la humillación a la cual querían someterle los aliados. El tenía sus motivos para la adopción de su firme resolución, pero su juicio era exagerado al hablar de humillación. No estaba en el espíritu de los aliados humillar al Paraguay. Si en un principio cometieron errores, las explicaciones de Paulino y del mismo Urquiza a Berges, podían haber desvanecido los recelos del presidente López. Pero éstos no se disiparon. En esta última carta reaparecieron los relativos a Urquiza y se concretaron, además, los cargos al Brasil. Con estas «indeclinables» declaraciones el Paraguay quedaba fuera de la alianza, perdiendo la oportunidad de hacer sentir de cerca su influencia en el destino político del Río de la Plata. Esta actitud de prescindencia tuvo consecuencias desfavorables en el futuro de la república.

Ahora bien, estimamos que la posición adoptada por el presidente López tuvo las siguientes causas; a) la misión Molinas; b) los recelos contra Urquiza; c) la firma del convenio del 29 de mayo sin la participación del Paraguay; y d) la no aceptación de las condiciones propuestas por la república al adherirse a este convenio.

Mientras tanto los sucesos se precipitaron en el Río de la Plata. La escuadra brasileña al mando del almirante Grenfell forzó el Paso del Tonelero y trasladó la división imperial a las órdenes del general Marques de Souza para juntarse con las otras tropas aliadas. Concentrado el ejército de argentinos, brasileños y uruguayos, bajo la directa jefatura del general Urquiza, inició la gloriosa campaña que culminó con el triunfo de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Rosas abandonó el campo de batalla para luego alejarse para siempre de tierras americanas.

La victoria llenó los corazones de indescriptible regocijo, abriendo nuevos y amplios horizontes a los pueblos libertados. Caseros no fue una mera batalla sino un cambio de frente en el destino de los países dependientes de la cuenca del Río de la Plata; desde entonces comenzó una era más humana y más fecunda para la Argentina y los Estados vecinos. El nombre del general Urquiza quedó ligado a este suceso memorable y las generaciones futuras le recordarán con la aureola de los servidores de la libertad. (59)

Caseros tuvo una importancia fundamental para el Paraguay porque le permitió consolidar su existencia de país soberano y establecer su comunicación libre con el mundo.

El 5 de febrero, dos días después de la derrota de Rosas, Berges visitó a Honorio Hermeto, horas antes que éste se embarcara en el Paraense con destino a Buenos Aires, para comunicarle que el gobierno paraguayo «no había adherido al convenio del 21 de noviembre». De esta noticia «muy triste» para Berges apenas le pudo avisar recibo el plenipotenciario especial del Imperio. Por su parte Silva Pontes informó: «Recibí carta del presidente del Paraguay. Por ella supe que el Sr. Bellegarde está enfermo. Poco después vino a la legación el Encargado de Negocios de aquella República a despedirse. El presidente López no aprobó lo que había convenido con el general Urquiza y el Sr. Carneiro Leão. De las palabras y aun más del semblante del Sr. Berges percibí que la desaprobación para él había sido concebida en términos desagradables». (60)

El gobierno del Paraguay «recibió y celebró con íntimo placer la primera noticia del completo triunfo de los Gobiernos aliados contra el tirano de los Argentinos». Para hacer público este sentimiento y festejar el «venturoso dia» de la victoria dirigió una circular al pueblo, el 16 de febrero de 1852, concebida en estos términos: «El Presidente de la República se complace de felicitar muy cordialmente a los gobiernos aliados contra el tirano de la Confederación Argentina, Juan Manuel Rosas, y a todos los habitantes de esta República, por el completo triunfo que contra las fuerzas de Buenos Aires ha obtenido el día tres del corriente los ejércitos aliados al mando del Exmo. Sr. general en gefe Don Justo José Urquiza». (61)


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXX

1- Soares de Souza. Honorio Hermeto..., ob. cit., pág. 12.

2- Archivo del Vizconde de Uruguay en poder de José Antonio Soares de Souza, a cuya gentileza debemos copia de este documento. Paulino a Honorio Hermeto. Confidencial e Reservada.

3- Oficio cit.

4- Oficio cit.

5- A.H.I. Correspondencia Particular, Reservada e Confidencial do Conselheiro P. J. Soares de Souza de 1850 a 1853. Copia conformada por Azambuja. Paulino a López. Río de Janeiro, 26 de octubre de 1851.

6- Carta cit.

7- Carta cit.

Soares de Souza, ob. cit., págs. 39 y 40.

8- A.H.I. Correspondencia Particular..., cit. Confidencial de Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 26 de octubre de 1851.

9- El Paraguayo Independiente, Nº 110. Artículo intitulado: Triunfo de Montevideo.

10- A.H.I. López a Paulino. Asunción, 29 de octubre de 1851. Original. Copia fotográfica en nuestro poder.

11- Carta cit. Los subrayados son del original.

12- Carta cit. Los subrayados son del original.

13- Carta cit.

14- Carta cit.

15- Carta cit.

16- Carta cit.

17- Soares de Souza, ob. cit., pág, 39.

18- Justo Pastor Benítez en su ob., Temas de la Cuenca del Plata, Montevideo, 1949, reproduce el pasaporte, la credencial y las instrucciones de Berges, págs. 96 a 103. Las referencias que hacemos de los dos últimos documentos están tomadas de la ob. cit.

Ruiz Moreno, ob. cit., págs. 46, 47 y 48.

Benigno Riquelme García, en su artículo: Don José Falcón olvidado de la Epopeya, publicado el 10 de enero de 1965 en La Tribuna, escribe que es «tradición» que las instrucciones de Berges «fueron redactadas por Falcón». Aunque fuese así, Falcón habría seguido estrictamente las indicaciones de Don Carlos, quien manejaba personalmente las cuestiones internacionales.

19- Carta de López a Paulino del 29 de octubre cit. y El Paraguayo Independiente. Nº 109, cit.

20- Soares de Souza, ob. cit., pág. 37.

21- Chaves, ob. cit., pág. 164.

22- Soares de Souza, ob. cit., pág. 280, Nota 78.

23- Chaves, ob. cit., págs. 164 y 165.

24- Beatriz Bosch, ob. cit., págs. 103 a 108.

Pereira Pinto, ob. cit., págs. 371 a 377.

Relatório de 1852, cit.

25- Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib.

26- Soares de Souza, ob. cit., pág. 33.

27- Ib. Ib., pág. 37.

Pocos días estuvo Honorio Hermeto en Gualeguaichú. En la madrugada del 3 de diciembre regresó a bordo del Imperador. En el mismo barco viajó también Berges, llegando a Montevideo el 4. En Colonia se entrevistó de paso con el Conte de Caxias, que le mereció este juicio: «Es franco y sencillo, como lo son todos los hombres de valor». Berges vivió en la capital uruguaya en la casa de la calle Rinción Nº 46. Ob. cit., págs. 35 y 38.

28- Chaves, ob. cit., 164. Carta de Berges a López. Gualeguaichú, 30 de noviembre de 1851, en B.N.R.J. – C.R.B.

29- El Paraguayo Independiente, Nº 113.

30- Archivo del Vizconde de Uruguay en poder de José Antonio Soares de Souza, a cuya gentileza debemos una copia de los artículos adicionales en su versión portuguesa.

Pereira Pinto, ob. cit., págs. 378 a 380.

31- Chaves, ob. cit., pág. 164.

32- Soares de Souza, ob. cit., pág. 37. Carta en nuestro poder del 27 de noviembre de 1962.

33- Soares de Souza, carta cit.

34- Chaves, ob. cit., págs. 165 y 166.

35- Soares de Souza. O General Urquiza e o Brasil, cit., pág. 58.

36- El Paraguayo Independiente, Nº l 13. Varela al ministro de relaciones exteriores del Uruguay, ministro plenipotenciario del Brasil y encargado de negocios de Entre Ríos y Corrientes. Asunción, 12 de enero de 1852.

37- Nota cit.

38- Nota cit.

39- Nota cit.

40- Nota cit.

41- Correspondencia del doctor Manuel Herrera y Obes, cit. Herrera y Obes a Lamas. Montevideo, 5 de diciembre de 1851, págs. 95 a 99.

42- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1851 e 1852. Paulino a López. Río de Janeiro, 24 de diciembre de 1851. Copia conformada por Azambuja. Anexo del Reservado Nº 19 a Bellegarde.

43- El artículo adicional subscrito el 25 de noviembre establecía que el plenipotenciario imperial entregará la «primera prestación mensual de cien mil patacones del empréstito estipulado en el artículo sexto» del convenio del 21 de ese mes.

44- Carta cit.

45- Carta cit.

46- Carta cit.

47- Carta cit.

48- A.H.I. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Reservado Nº 19. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 24 de diciembre de 1851. Borrador. Copia firmada en Correspondencia Reservada e Confidencial..., cit. Paulino recomendaba a Bellegarde: «Conviene mucho que V.S. estudie el estado actual de la población paraguaya y me informe acerca de las ideas y tendencias que la dominan, bien como sobre la seguridad actual y futura del poder y sistema del Presidente».

49- El Paraguayo Independiente, Nº 113. Nota de Varela, cit.

50- Nota cit.

51- Nota cit.

52- Nota cit.

53- Cardozo, ob. cit., págs. 118 y 166.

54- Ib. Ib., págs. 120 y 166.

55- A. H. I. López a Paulino. Asunción, 15 de enero de 1852. Original. Copia fotográfica en nuestro poder.

56- Carta cit.

57. Carta cit.

58- carta cit.

59- R. Antonio Ramos. El reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Argentina. México, 1951, pág. 10.

60- Soares de Souza, ob. cit., pág. 107.

Pocos días después de su llegada a Montevideo, refiriéndose al encargado de negocios del Brasil, Berges escribió: «El señor Pontes es bastante atento y formal, y con los inferiores déspota: por lo menos dicen que es de capacidad, y muy a propósito para desempeñar el puesto, que ocupa en las presentes circunstancias, y cuando más se necesita de la intriga. Después de la llegada del Ministro Plenipotenciario de su nación, nada hace el señor Pontes». Soares de Souza, ob. cit., pág. 280, Nota 83.

61- El Paraguayo Independiente. Nº 113.



CAPITULO XXXI

RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA


Desaparecido Rosas del escenario político, el general Urquiza fue designado director provisorio de la Confederación Argentina. Le tocaba en adelante completar su obra. A la gloria del soldado agregaría la gloria del estadista. Y comenzó su fecunda labor como hombre de gobierno, representada en el orden interno por la constitución de 1853 y en el externo por el restablecimiento de la amistad con los Estados vecinos.

Después de Caseros preocupó a la Corte de San Cristóbal las relaciones del Paraguay con la Confederación. En la cuestión de límites el Imperio tenía interés que las Misiones entre el Paraná y el Uruguay no pasasen a poder de la Argentina. El director provisorio en un principio se mostró poco favorable a la república. «La diplomacia brasileña consideraba inminente la lucha entre Urquiza y el Paraguay, y no quería que ese hecho tomase de sorpresa al Imperio para que éste sacase de los acontecimientos el mejor partido posible. Carneiro Leão escribía desde Montevideo a López, informándole del espíritu hostil de Urquiza hacia su gobierno y le recomendaba adoptar las medidas convenientes. – En el mes de abril, el Paraguay fue formalmente advertido de un proyecto de Urquiza contra la independencia del Paraguay. «Existian serios recelos de invasión». En el mes de mayo se recibieron nuevas noticias sobre una «invasión relámpago». (1)

Las informaciones acerca de la política inamistosa del vencedor de Caseros se sucedían. Don Carlos llegó a la conclusión que esa política era la misma de Rosas y que era de «esperar cualquier día la negociación pacífica para incorporar la República a la Confederación, y para recobrar los territorios de Pedro González. Chaco paraguayo, Misiones, las islas de Atajo y Apipé, que el Gobierno argentino dice que son suyos». El presidente López resolvió entonces conferir plenos poderes a Manuel Moreira de Castro, cónsul de la república en Río de Janeiro, para ajustar y concluir un tratado de alianza y limites entre el Paraguay y el Imperio. (2)

Pero la hostilidad de Urquiza no pasó de las noticias y prevenciones. A ella sucedió la misión Derqui, que vino a cambiar el panorama político entre los dos países y el Brasil.

Los tratados de 1851 contemplaban especialmente la situación del Paraguay y el Uruguay como Estados independientes, condición indispensable para asegurar la paz tanto tiempo perturbada. No podía ser de otro modo, teniendo en cuenta los imperativos de la justicia y de la historia.

El general Urquiza al firmar los acuerdos aludidos estaba bien compenetrado de la posición de la Argentina respecto de los países limítrofes, y fiel a la palabra empeñada se decidió a satisfacer al Paraguay. «La libre navegación de los ríos, la policía de frontera, las exigencias probables de las potencias extranjeras, las posibles complicaciones interiores, exigían – escribe Cárcano – la pronta iniciación de las relaciones con el gobierno de Asunción, para asegurar la cordialidad y su confianza, después de la continua amenaza que había sufrido durante la dictadura». (3)

Para desempeñar la importante comisión fue designado el Dr. Santiago Derqui, con el carácter de encargado de negocios, por decreto del 24 de abril de 1852, firmado por el general Urquiza y refrendado por su ministro Vicente Fidel López. Posteriormente nombróse a Manuel Cabral secretario de la legación. (4)

La misión estaba destinada a alcanzar completo éxito. Así era de esperar dadas las cualidades del eminente comisionado, cuya larga y destacada actuación debía culminar con la presidencia de la Confederación Argentina. Derqui, «apasionado y combativo, perseverante y enérgico, decidido y generoso, cuando le movía una ambición; escéptico y frío, indiferente y abandonado, contradictorio e intermitente, cuando se aflojaban sus resortes interiores y la decepción le dominaba», unía a su simpatía y atractivos personales, a su «espíritu sagaz y penetrante», un amplio conocimiento de las modalidades y aspiraciones del pueblo paraguayo y su gobierno. En 1845 había estado en Asunción, enviado por el general Paz, para negociar un pacto de alianza contra Rosas. Entonces conoció y trató personalmente al presidente López. El ambiente en que debía actuar el comisionado era, además, favorable al desempeño de sus actividades, pues la independencia constituía la aspiración suprema del Paraguay. (5)

El Paraguayo Independiente informó: «Tenemos la satisfacción de anunciar a nuestros conciudadanos que el Exmo. Gobierno Encargado de las Relaciones Esteriores de la Confederación ha nombrado al Dr. D. Santiago Derqui Encargado de Negocios en misión especial cerca de nuestro Gobierno. – Esta demostración amistosa del Gobierno Argentino nos inspira la confianza de poder arribar a un arreglo satisfactorio de las cuestiones pendientes entre ambos Países». (6)

El lenguaje del valiente periódico había cambiado. Los recelos contra Urquiza y los hombres de Corrientes desaparecieron. Una época de confianza reemplazó al periodo de incertidumbres y zozobras de los tiempos sombríos de la tiranía de Rosas.

Antes de su partida Derqui recibió las instrucciones correspondientes, redactadas por Vicente Fidel López, ministro de relaciones exteriores de la Confederación Argentina. El encargado de negocios debía expresar que el «gobierno encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, ha querido en el despacho de esta Legación dar a todas las naciones un nuevo testimonio del espíritu de paz que lo anima de parte de todas ellas, lo mismo que de su deseo de establecer relaciones de amistad y comercio con los Estados». (7)

El general Urquiza deseaba sinceramente la paz y la armonía con todos los pueblos, muy singularmente con aquellos de un mismo origen, y, además, «borrar de algún modo los antiguos enconos y animosidades que con el dictador Rosas sistemáticamente los dividía». (8)

El Paraguay no ofrecía mayores dificultades para alcanzar este noble anhelo. El único obstáculo era la cuestión relacionada con la independencia, origen de los «enconos y animosidades» a que se refería el vencedor de Caseros. Por eso, Derqui debía manifestar también al presidente López que estaba «autorizado por el Exmo. señor encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos, brigadier don Justo José de Urquiza, para reconocer la independencia del Paraguay, como un hecho consumado que cuenta con su adhesión personal y con la de los gobernadores provinciales de la Confederación». El reconocimiento debía someterse a la consideración del futuro congreso, como un hecho al cual «se adhieren los gobiernos provinciales, que han dado al brigadier don Justo José de Urquiza el encargo de representarlos, y que por lo tanto, este magistrado toma sobre si la responsabilidad de instruir oportunamente de todo al mencionado Congreso, sosteniendo las ventajas, la importancia y necesidad de ratificar definitivamente este acto». (9)

El encargado de negocios podía hacer uso pleno de esta autorización desde el momento que el Paraguay se mostrase dispuesto a conceder la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, a otorgar libertad de tránsito y de comercio y a conceder a los ciudadanos argentinos los mismos derechos que a los nativos. Para estrechar aún más las relaciones y fortalecer los vínculos de fraternidad entre los dos países, «en razón de la comunidad de origen, razas e intereses», el encargado de negocios debía facilitar los medios para que la juventud paraguaya pudiera educarse en las provincias argentinas, viajar por su territorio y dedicarse al comercio. Con igual propósito debía ofrecer, guardando la circunspección y destreza convenientes, «los buenos oficios del gobierno argentino para dotar a la República del Paraguay del personal necesario para sus establecimientos públicos, en cuya oferta procurará que no se conozca el deseo de hacerlo» de parte de la Confederación «sino la plena adhesión de complementar el deseo que de ello pueda tener el gobierno paraguayo. El mismo encargo desempañará en cuanto a ofrecer máquinas apropiadas para la explotación de los frutos y demás relativo a estos ramos». (10)

Estas instrucciones, «propias de un estadista, al decir de Cárcano, pretendían consolidar en el Paraguay la influencia y amistad de la Confederación en la forma más alta, más civilizada y duradera». (11) Por otro lado, concordaban con las aspiraciones del pueblo paraguayo.

Si para el Paraguay el reconocimiento de su independencia era fundamental, también lo era la navegación de los ríos, como la del Paraná, tantas veces impedida por Rosas, con grave perjuicio de su progreso y bienestar. La libertad de navegación constituía y constituye la base de la independencia nacional, indispensable, a su vez, para alcanzar y conservar la política. El «río libre» tenía y tiene una relación directa con la existencia misma del Paraguay. Solamente con la comunicación abierta para el mundo y libre de trabas y amenazas podría y puede el Paraguay aprovechar sus energías, explotar sus riquezas, desarrollar su comercio y mantener su dignidad en el con cierto de las naciones. (12)

Pero, además de las instrucciones escritas, que podríamos llamar ostensivas, Derqui había recibido otro cometido, de importancia en las relaciones políticas de los dos países, y que no constaba en los documentos que se le habían entregado. A este respecto Cárcano afirma que «encima de los propósitos diversos, pero con la misma orientación, hallábase como causa general y dominante de la misión, la necesidad de contar con la alianza del Paraguay en las complicaciones externas e internas que pudieran conmover a la Confederación. Sobre esta cuestión de incertidumbre política, aunque no se determinara particularmente en las instrucciones escritas, debiera ejercitarse con mayor empeño el tacto y sagacidad del eminente negociador». (13)

No escapaba al general Urquiza la influencia que podría tener el Paraguay en el juego de los acontecimientos del Río de la Plata; el apoyo de este país seria decisivo para la solución de cualesquiera de las cuestiones, internas y externas, que interesaban a la Confederación. El Imperio del Brasil también lo había comprendido así, y buscó siempre la alianza del Paraguay para asegurar el desarrollo de su política en el Río de la Plata, desde la misión Correa da Camara, en 1825, hasta la de Alcántara Bellegarde, que culminó con el tratado del 25 de diciembre de 1850. No obstante haber cambiado la situación del Río de la Plata con la caída de Rosas, el Brasil no dejó de considerar la importancia política del Paraguay en esta zona de América. (14)

Vicente Fidel López entregó a Derqui la nota participando al «Ministro de Relaciones Esteriores del Gobierno del Paraguay», que el general Urquiza había designado al aludido Derqui como Encargado de Negocios en misión especial cerca del mismo gobierno, probando así «que desea sinceramente la paz y buena armonía con todos los pueblos, y muy singularmente con aquellos que reconocen un mismo origen común; y para borrar de algún modo los antiguos enconos y animosidades con que el Dictador Rosas los dividía. El Encargado de las Relaciones Esteriores – agregaba el canciller argentino – abriga la confianza de que, en atención a las recomendables calidades que distinguen al Sor. Derqui, y el deseo que anima a S.E. de restablecer amistosas relaciones con el Paraguay, el Sor. Derqui será admitido en el carácter con que lo ha investido, dándole entera fe, y crédito acuanto dijere en nombre del Encargado de las Relaciones Esteriores de la República, sobre la misión especial de que va encargado, y muy particularmente cuando asegure a V.E. los benévolos, y fraternales sentimientos de la Confederación Argentina hacia el Gobierno y Pueblo Paraguayo». (15)

El 9 de junio López escribió a Moreira de Castro, comunicándole que la misión argentina pronto llegará a Asunción, que sólo demoraba en Corrientes esperando su contestación. «La carta del Sr. Derqui – agregaba el presidente – es muy satisfactoria, pero existe en mi poder una clave de esa mision especial publicada en el Reservado N. 18 de «los debates», fecha 26 de Abril. Se me dice en carta de Buenos Ayres que el general Urquiza está por el reconocimiento de la Independencia del Paraguay, «siempre que su Gobierno no se ocupe de un pedazo de terreno...». Han de ser muchos pedazos, á saber, los señalados en el artículo 2º de apuntamientos reservados, que fueron adjuntos a las instrucciones dadas á V.S. – Rosas decía que el Paraguay no es ribereño, porque el Paraná pertenece de costa a costa a la Confederacion, y toda la derecha del Paraguay. Si hoy pues se pretende que yo reconozca semejante derecho a la Confederación en buena paz, y a buen pago del reconocimiento de la Independencia del Paraguay, se puede asegurar que este país no ha mejorado en el cambio del Gobierno Argentino. – El General Urquiza ha dicho al Sr. Senador Carneiro Leão, que iba a reconocer en su nombre como Encargado de Relaciones Esteriores de la Confederacion, la Independencia del Paraguay, y que prometía hacer todos los esfuerzos para que sea reconocida por el Congreso; pero no le habló de la referida condicion exorbitante. – Vamos pues a ver la negociacion que trae la mision especial. Yo abundaré de atenciones, y en lo que toca a deferencia, hasta adonde puede ser, sin perjuicio de la dignidad, y seguridad del pais, en inteligencia de que la República p.ª guardar su Independencia Nacional, debe mantener la dominacion de sus puertas y llaves. Todo lo que no sea consultar la seguridad esterior, y la prosperidad interior, no puede entrar en capitulacion con el interes del reconocimiento de la Independencia. Toda negociacion que quiera acabar por meter al enemigo en casa, no puede estar en consonancia con los principios de una paz duradera». (16)

El presidente López mantenía aún sus recelos contra Urquiza. En el fondo temía que éste tuviese las mismas intenciones que Rosas. No obstante, estaba resuelto a prestar a Derqui las atenciones y deferencias compatibles con la dignidad de la república, porque la misión argentina se dirigía a reconocer la independencia del Paraguay. Pero estas atenciones en beneficio del ansiado reconocimiento no debían impedir la dominación de las «puertas y llaves» del país. Sin embargo, una de esas puertas fue cedida a la Confederación como resultado de las negociaciones con el comisionado argentino.

Derqui llegó a Asunción el 20 de junio de 1852. (17) En todo el trayecto del viaje recibió «obsequiosas demostraciones» de cordialidad y simpatía. (18) El pueblo paraguayo no ocultó sus sentimientos y su alegría ante este mensajero que venía a dar satisfacción a uno de sus anhelos más caros. Las mismas y afectuosas demostraciones había brindado también al representante del Imperio del Brasil, José Antonio Pimenta Bueno, cuando en 1844 había llegado hasta Asunción con idénticos propósitos. El 23 fue recibido por López y reconocido ese mismo día en su carácter de encargado de negocios de la Confederación Argentina con el «goce de las prerrogativas, fueros, y esenciones que por el derecho público le corresponden». (19)

Las negociaciones se entablaron si ninguna dilación. «Tan luego como abrí mis conferencias con S.E. el Sor. Presidente del Paraguay, – informaba Derqui a su gobierno – encontré en él las más amistosas ideas, y la más perfecta disposición en establecer una navegación perfectamente libre del río Paraguay y sus afluentes para pabellón Argentino y espediciones mercantiles, despachadas de otros puertos de la Confederación en los mismos términos contenidos en mis instrucciones; y conviniendo, además, en adoptar medidas eficaces para facilitar la navegación de los ríos Bermejo y Pilcomayo hasta proporcionar el más facil contacto con la frontera de Bolivia». El gobierno conviene en reconocer a la Argentina el territorio de Misiones. Sobre estas bases se está preparando un tratado. El 17 de julio se procederá al reconocimiento de la independencia del Paraguay. (20)

En Río de Janeiro continuaba preocupando las relaciones del Paraguay con la Confederación Argentina. El 17 de julio Paulino escribió al presidente López en respuesta de las cartas de éste del 27 de febrero y 20 de mayo. Pensaba contestarle por intermedio de Felipe José Pereira Leal, a quien el Emperador había designado encargado de negocios en Asunción, para reemplazar a Bellegarde, Pereira Leal demoró su partida en espera del Dr. Luis José de la Peña, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Confederación. Paulino contaba recibir de este comisionado «algunas explicaciones sobre la política del general Urquiza relativamente al Paraguay que orientasen mejor al Gobierno Imperial». El Dr. de la Peña fue llamado a Buenos Aires y, por lo tanto, retardará su viaje. Bellegarde insiste por regresar a la corte, pero «no conviene que deje de haber un representante del Gobierno Imperial ante V.E., – agregaba Paulino – porque de lo contrario podría hacer presumir que existe un enfriamiento en las relaciones de los dos países». Por eso Pereira Leal recibió orden de seguir cuanto antes a su destino. Estimó mucho la misión de Moreira de Castro. Era la ocasión de ajustar nuevas estipulaciones, «porque el Tratado del 25 de Diciembre de 1850 hecho para otras circunstancias, se torna defectuoso e ineficaz para las presentes». También apreció la designación de Benigno como secretario. En breve comenzarán las negociaciones y don Carlos será instruido de todo no sólo por Moreira Castro sino particular y amistosamente por Paulino. (21)

«Como V.E. verá – prosiguió el canciller brasileño – de los extractos inclusos de una comunicación del Consejero Carneiro Leão datada el 3 de mayo próximo pasado y del Protocolo del Tratado del 15 de dicho mes, el general Urquiza había resuelto mandar al Paraguay un Encargado de Negocios. No sé que proposición hará al respecto de la cuestión de territorio, o de cualquier otro asunto. Lo que pido encarecidamente a V.E. es que no rompa con él, que gane tiempo y me comunique lo que ocurra, porque el Gobierno Imperial como mediador podrá llevar los negocios a una solución más conveniente a V.E. y también al Brasil, visto que nuestros intereses son muy idénticos». (22)

Paulino buscaba precautelar al Paraguay de las pretensiones de Urquiza. Al dar este paso no sólo defendía los intereses de la república sino también los del Imperio, ya que ellos eran similares y paralelos.

La comunicación de Carneiro Leão decía que el general Urquiza acababa de nombrar a Derqui como encargado de negocios de la Confederación Argentina en el Paraguay. En la conversación que mantuvo con el director provisorio éste le aseguró «que dicho Encargado de Negocios llevaba poderes para reconocer en su nombre la Independencia del Paraguay» y que él «empeñaría su influencia ante al Congreso a reunirse en favor del mismo reconocimiento. Me dijo – agregó el diplomático imperial – que su deliberación era aconsejada por la justicia, pues que siempre entendió que la independencia de ese País era un hecho de hace mucho tiempo y me dijo más, que en esa cuestión el Sr. Limpo de Abreu, cuando Ministro de Extranjeros, había derrotado completamente al general Guido. – Pocas horas antes de mi partida de Montevideo, Peña me había dado la misma idea respecto de aquella misión, lo que no dejó de sorprenderme por cuanto había sospechado que los grandes propósitos de que habla la carta de... (sic) eran la unión del Paraguay a la Confederación por medio de la conquista... – Felizmente las seguridades que acaba de darme el general Urquiza y toda su conversación desvanecieron tales sospechas, y quedo entendiendo que los tales proyectos son la organización de la Confederación Argentina, la conquista de los Indios salvajes del Sur, que ultimamente han infestado y robado la campaña de Buenos Aires, y tal vez otras medidas interiores». (23)

El protocolo firmado el 15 de mayo de 1852 por los representantes del Brasil, del Uruguay y de la Confederación Argentina, establecía respecto del Paraguay: «El Plenipotenciario Oriental pidió, y así se convino, que se declarase en este protocolo que entre los artículos del Tratado de Alianza, que él propuso al Plenipotenciario Brasileño, en otras conferencias, que fuesen reconsiderados para ser modificados o suprimidos, estaba el articulo en que la República Oriental se obliga a defender la independencia del Paraguay, pero que no insistía en la supresión, por haberse declarado por el plenipotenciario Argentino que su Gobierno nombró un Encargado de Negocios para esa República, y que ese acto público ya era un reconocimiento indirecto; y que ademas el Plenipotenciario Argentino tenía motivos para creer que el dicho Encargado de Negocios sería autorizado para reconocer esa independencia. El Plenipotenciario Brasilero dijo que a más de esos motivos que el Plenipotenciario Oriental alega haber tenido para desistir de su pretensión, había que considerar, primero – que el Estado Oriental había reconocido la independencia de esa República, y segundo – que la estipulación relativa a la defensa de la independencia del Paraguay era recíproca, pues que el Paraguay, por un Tratado hecho con el Imperio estaba también obligado a defender la independencia de este Estado». (24)

Paulino remitió también copia de estos documentos a Pereira Leal. Ante la posibilidad de que la misión Derqui plantease la cuestión territorial, como condición para el reconocimiento de la independencia del Paraguay, recomendó al agente imperial en Asunción, que insistiese con el presidente López para que no rompa con Urquiza, que no rechace in limine sus proposiciones y que antes recurra a la mediación del Brasil, «porque tenemos interés – agregó – en que el territorio contestado pertenezca al Paraguay para asegurar nuestra comunicación por tierra con esa República». (25)

El interés del Imperio era explicable. El territorio contestado a que se refería Paulino comprendía las Misiones entre los ríos Paraná y Uruguay. Por esa zona se hacia la comunicación del Paraguay con el Brasil. Gracias a ese territorio, ocupado por el Paraguay, la república pudo salvarse de un aislamiento absoluto, y el Imperio mantener un contacto permanente con la república, no obstante la clausura de los ríos por los pueblos del sur. La Corte de San Cristóbal quería prever los obstáculos que podrían presentarse nuevamente en las comunicaciones fluviales, como durante el régimen de Rosas. Y un medio era que el territorio contestado quedase perteneciendo al Paraguay. El Dr. Francia también así lo comprendió.

«Conviene que el Presidente – proseguía Paulino – esté persuadido de que Urquiza nutre vistas ambiciosas y hostiles contra el Paraguay, que no puede realizar ahora por los embarazos en que se ve. – Que cumple aprovechar el tiempo para hacerlo reconocer formalmente la independencia del Paraguay o practicar actos que importen ese reconocimiento; que para eso el Brasil puede ayudar mucho al Paraguay. Que, por lo tanto, es necesario que éste no precipite los negocios, que evite romper, que se entienda con nosotros, por cuanto Urquiza deseará tener pretextos para aplazar y ganar tiempo, respondiéndonos que había dado los primeros pasos, que había cedido en su amor propio, pero que siendo repelido no quiere dar más paso alguno. Estas cuestiones no son de amor propio y de pasión, deben ser consideradas y decididas con una razón muy fría». (26)

Estas instrucciones coincidían con las manifestaciones hechas por Paulino a Don Carlos en la misma fecha. Sin perjuicio de los recelos que buscaba despertar nuevamente en el espíritu del presidente, el canciller imperial deseaba evitar una tirantez entre López y Urquiza ante la posibilidad de un rompimiento quería que el Paraguay se entendiese con el Brasil. Esta recomendación, si bien interesada, daría mayor fuerza y autoridad a la república en sus discusiones con la Confederación como para dar una solución satisfactoria a las cuestiones planteadas.

El presidente López no sólo recibió cordialmente a Derqui sino que también se apresuró a expresar su benevolencia a Urquiza. Decía al director provisorio: la misión especial me ha «proporcionado la grata ocasión de manifestar a V.E. la simpatía que siempre tuve por la causa que ha triunfado del poder ominoso que tiranizaba a las dos Repúblicas del Plata. – Los brillantes sucesos de Octubre y Febrero, último, han demostrado a las intervenciones armadas del viejo mundo que esa gloria estaba reservada a la mano diestra y firme de un general argentino. – Grato a V.E. y penetrado de los justos sentimientos que le animan en favor de ese y este país, he prestado toda consideración a las calidades con que V.E. ha determinado reconocer la nacionalidad paraguaya». – Se ha acordado la celebración de un tratado de navegación y limites y quedó fijado el 17 del mes «para solemnizar el reconocimiento de la República por la Confederación Argentina... V.E. ha dado al Paraguay un día de gloria, y la feliz actitud de cultivar su industria, y comercio, libre de embarazos esteriores. La República acreditará su gratitud a V.E. con una política sincera, leal y amistosa». (27)

Con esta comunicación desaparecieron completamente los recelos contra Urquiza. A éstos sucedieron la confianza en el vencedor de Caseros y los sentimientos de justicia a la gloria que culminó en esa jornada de redención. A la política del director provisorio respondía la «sincera, leal y amistosa» del presidente. El pasado ya no contaba y sí el presente promisorio y fraternal.

Como se había fijado para el 17 de julio el acto de reconocimiento de la independencia, una resolución del gobierno dejó sin efecto «la aspiración patriótica: ¡Independencia o Muerte!» usada en los documentos oficiales. Ese día los ciudadanos lucirán los colores nacionales con la leyenda: ¡Viva la República del Paraguay! (28)

Desde Río de Janeiro, Moreira de Castro escribió a López: «Las informaciones que V.E. tuvo de las intenciones del general Urquiza concuerdan en todo con las que aquí teníamos y con todos los actos de ese General, hasta que se manifestó en Buenos Aires y en algunas provincias del interior una fuerte oposición a su Gobierno. Hasta esa época quería colocar al Brasil en serios embarazos (dificultando la solución de las cuestiones con el Gobierno Oriental) y pretendía, por lo menos, eternizar la cuestión de la Independencia del Paraguay, si es que no la quería atacar. Tornándose por tanto difícil su posición en Buenos Aires cambió de rumbo... la actual política de Urquiza es sólo hija de las circunstancias y no se puede contar con su continuación, siendo necesario por el contrario estar siempre sobre aviso. – Hoy sobre todo conviene estar prevenido. Nadie sabe lo que dará la misión anglofrancesa. Es probable que Urquiza procure sacar partido de ella. – En presencia de acontecimientos tan graves, la prudencia parece aconsejar la mayor vigilancia y previsión. V.E. en su sabiduría les prestará la atención que merecen. – El Señor Paulino, – agregaba el agente del gobierno paraguayo – con quien conversé sobre este asunto, es de opinión que no conviene repelir de frente las propuestas que hicieron, ya sea los unos o los otros, al menos que envuelvan desde luego un desaire para el país. Planteadas las cuestiones puede mediar el Brasil con sus buenos oficios y llevarlas a buen fin. Es la opinión del Sr. Paulino y el procedimiento que siguió con la misión mixta. Me parece un deber comunicar a V.E. lo que en conclusión saqué de aquella conversación». (29)

La información de Moreiza de Castro venía a confirmar las noticias sobre la conducta hostil de Urquiza con relación al Paraguay, que cambió de orientación por la fuerte oposición al gobierno del director provisorio no sólo de Buenos Aires sino también de otras provincias del interior. También confirmaba lo que el mismo Paulino había manifestado a López y a Bellegarde acerca de la necesidad de que el presidente no rechace in limine las proposiciones de Urquiza y de que la mediación del Brasil podria dar una solución satisfactoria a las cuestiones planteadas. Pero la comunicación era tardía. López y Derqui ya habían concertado la celebración de un acuerdo y fijado el día para el reconocimiento de la independencia.

El 15 de julio, Benito Varela firmó con el comisionado argentino un tratado de navegación, comercio, amistad y límites. Por el convenio se establecía la libertad de navegación de los Ríos Paraguay y Paraná, se concedían recíprocos derechos a los ciudadanos de los dos países, se daban facilidades para el comercio y se fijaban los limites entre ambos Estados. A este respecto, el Río Paraná separaba el Paraguay de la Confederación (art. 1º), quedando, en consecuencia, el territorio de las Misiones comprendido entre el aludido Río Paraná y el Uruguay en poder de la Argentina. Como condición especial se estipuló la «comunicación franca» entre Encarnación y San Borja para los correos paraguayos y brasileños (art. 3º). (30)

Según Chaves esta disposición se debió a las observaciones contenidas en el memorándum presentado por Bellegarde al Presidente López. El agente brasileño expresaba que «para que la independencia del Paraguay sea real, efectiva y permanente» debe estar en condiciones de mantener estrechas relaciones con el Brasil y la Argentina «y hacer pesar la balanza contra aquel de los vecinos que manifieste o muestre pretensiones ambiciosas. En este estado la primera necesidad es la franca comunicación con el Imperio y la Confederación para tornar posible y eficaz una alianza que se le antoje favorable para el mantenimiento de la independencia nacional». Es conocido el propósito de absorción del Paraguay de parte de la Confederación, «idea que difícilmente se desarraigará del pensamiento de los políticos argentinos».

Rosas no era sino la expresión de esta «opinión popular, compartida por algunos de los espíritus más elevados y dados a las combinaciones teóricas». Bellegarde buscaba la inclusión de disposiciones que salvaran las comunicaciones con el Brasil e insistió en el punto de vista que venía sosteniendo la Corte de San Cristóbal «que la posición política del exterior de la República del Paraguay es la de mantener el equilibrio entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina». (31)

La cesión de las Misiones no fue un acuerdo favorable a la república. El Presidente López no midió las consecuencias políticas y económicas que acarrearía al Paraguay, como país mediterráneo, la pérdida de una de sus dos únicas salidas hacia el mar. El Dr. Francia tuvo a este respecto una visión más clara, defendió de las ambiciones argentinas esa zona del territorio nacional y así aseguró las comunicaciones con el Brasil y el comercio por Itapúa. (32)

«Tamaño renunciamiento» significaba un precio muy subido para un acuerdo amigable con la Argentina, si bien ese acuerdo era recomendable para el Paraguay. (33) Dominado por la euforia de la presencia de Derqui y de las perspectivas de un tratado de buena vecindad con la Confederación Argentina, el Presidente López olvidó lo que había declarado a Moreira de Castro en su carta del 9 de junio antes aludida de que la república para «guardar su Independencia Nacional debe mantener la dominación de sus puertas y llaves. Todo lo que no sea consultar la seguridad esterior, y la prosperidad interior, no puede entrar en capitulación con el interés de la Independencia». Pero por el interés del reconocimiento de esa independencia se capituló, cediendo una de las «puertas» del país sin tener en cuenta la «seguridad esterior».

Además de las disposiciones sobre límites, comercio y navegación, el artículo 14º del tratado disponía: «En razón de la hermandad que establecen entre ambas Repúblicas la comunidad de origen, intereses, y situación respectiva, los Ciudadanos Paraguayos que su Gobierno quiera destinar a cultivar sus talentos en los establecimientos de facultades y estudios mayores que sostuviese el Gobierno General de la Confederación Argentina serán considerados a la par de los Ciudadanos argentinos».

El espíritu de este artículo tenía un sentido de generosa fraternidad, que bien podría servir de ejemplo en esta época en que tanto se pregona la solidaridad, la cooperación, la buena vecindad y el apoyo a los pueblos menos desarrollados.

Dos días después, el 17 de julio de 1852, Derqui, en virtud de sus instrucciones y de los plenos poderes que le había conferido el general Justo José de Urquiza, y en representación de la Confederación Argentina reconoció solemnemente «la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay como un hecho consumado competentemente comunicado al Gobierno Argentino... Declaro – agregaba el comisionado especial – en nombre y por orden del Exmo. Sr. Director que si bien este reconocimiento ha de ser llevado al conocimiento del próximo congreso general de la Confederación Argentina, será en el concepto de un hecho practicado con la adhesión de los Gobiernos Provinciales que lo encargaron de representar a la Nación; tomando sobre sí el Magistrado Supremo la responsabilidad de instruir de todo ello al mencionado congreso general sosteniendo su justicia, ventajas e importancia; declaro por tanto que la República del Paraguay está en el derecho de ejercer todas las grandes prerrogativas que son inherentes a su Independencia y Soberanía Nacional». (34)

El mismo día, el «feliz acontecimiento» se publicó por bando y se imprimieron quinientos ejemplares del mismo para distribuirlo en toda la república. (35)

Este acontecimiento de transcendental importancia en la historia política del Paraguay venía a poner término a un pasado colmado de recelos y a reparar una injusticia. El Paraguay desde entonces pudo seguir la ruta de su destino, recibir en su seno todas las corrientes de progreso y civilización y abrir sus puertas al comercio del mundo. La nación lo recibió con patriótico entusiasmo y un sentimiento de gratitud vibró en los corazones paraguayos hacia el glorioso soldado entrerriano, que con el brillo de su espada y la visión de los verdaderos estadistas, dio consistencia y realidad a la libertad de los pueblos.

La ceremonia se realizó en el salón de recepciones del segundo piso del nuevo palacio de gobierno. Al terminar el acto, un buque argentino, surto en la bahía, saludó a la bandera paraguaya con una salva de 21 tiros de cañón, que fue contestada por la batería de tierra y por la sumaca de guerra, Independencia del Paraguay. Simultáneamente, las campanas de todas las iglesias fueron echadas a vuelo. Asunción vibraba como impulsada por una brisa de fiesta, y al celebrar alborozada «este suceso de grata memoria» rendía también homenaje a la Confederación Argentina y a su esclarecido presidente. (36)

Los festejos duraron desde el 17 al 19 de julio con un entusiasmo que no decayó en ningún instante. En la plaza 14 de mayo y en otros edificios principales flameó el pabellón argentino junto al paraguayo, y en el frontispicio del palacio del congreso fue colocado en el centro de un lucido conjunto de doce banderas, correspondientes a otras tantas naciones que habían reconocido la independencia del Paraguay. (37)

En la catedral, el obispo diocesano ofició una solemne misa y tedéum, el día 17, con asistencia del Presidente López y su familia, el Dr. Derqui y su secretario, ministros, altos funcionarios y lo más granado de la sociedad asuncena. La oración estuvo a cargo del provisor y vicario general, quien con elocuencia destacó la transcendencia del reconocimiento, elevo sus votos al Altísimo por la conservación de la paz y la amistad felizmente restablecidas entre la Confederación Argentina y el Paraguay, y recomendó a la gratitud nacional los sentimientos cordiales y pacíficos del general Urquiza con respecto al Paraguay, exaltando la gloria de sus armas, libertadoras de las repúblicas del Río de la Plata. (38)

Durante las tres noches hubo iluminación general, con profusión de juegos artificiales. En las del 18 y 19 se llevaron a cabo lucidos bailes en el salón de sesiones del palacio del congreso, suntuosamente adornado para el efecto. La última noche la fiesta se prolongó hasta la siete de la mañana del día siguiente. También las baterías de la plaza y las de los buques argentino y paraguayo dispararon tres salvas cada hora durante las dos noches. consecutivas, sin contar la salva de ordenanza a la salida del presidente y su comitiva del palacio de gobierno y a su regreso. (39)

El Paraguayo Independientecomentó: «Los obsequios y las diversiones han sido cumplidos, y en todas partes ha reinado un orden admirable, que nos complacemos en publicar como relevante prueba de moral y de civilización del pueblo paraguayo». (40)

El 22 de julio Varela comunicó a Vicente Fidel López la celebración del tratado de amistad, comercio, navegación y límites, y el reconocimiento de la independencia del Paraguay. El tratado quedó ratificado por el presidente de la república, el 19 del mismo mes. «Este feliz acontecimiento – agregaba el ministro paraguayo muestra a la faz del mundo ilustrado los sentimientos de justicia que han determinado al Gobierno Argentino por el reconocimiento de la República del Paraguay; y que impulsado de principios grandemente filantrópicos, ha promovido las relaciones amigables y mercantiles entre dos Naciones llamadas por la naturaleza, por comunidad de origen y de intereses recíprocos a un mutuo engrandecimiento. La República del Paraguay, al presentir este importante suceso, lo ha acogido con noble entusiasmo, y el Ministro que suscribe ha recibido orden de su Gobierno para recomendar a V.E. que, al elevar dichos actos ante el Exmo. Sor. Director, se sirva asegurar a S.E. que la República cumplirá fielmente sus compromisos, confiada en igual desempeño por parte de la Confederación». (41)

Cuatro días después, en notas separadas, Derqui, por su parte, comunicó igualmente a su gobierno, la celebración del tratado y el reconocimiento formal de la independencia del Paraguay. (42)

También López se dirigió al general Urquiza el 28 de julio. Decía el presidente: «Como anuncié a V.E. en mi anterior del 12 del corriente tuvo lugar el 17 el acto solemne del reconocimiento de la República del Paraguay por la Confederación Argentina: este importante acto fue celebrado con entusiasmo en esta ciudad, y en toda la campaña. – Tengo el placer de felicitar a V.E. y en su ilustre persona a la Confederación Argentina, por el fausto suceso del restablecimiento de las buenas relaciones de dos Repúblicas hermanas, llamadas por la naturaleza y por la comunidad de origen a cultivar su mutuo engrandecimiento». El tratado fue firmado el 15 y ratificado por el gobierno paraguayo el 19. (43)

«Me tomo la libertad de recomendar – terminaba expresando Don Carlos – muy especialmente a la consideración de V.E., la conducta amistosa, las maneras agradables, el patriotismo y el noble desempeño del Sr. Encargado de Negocios de la Confederación Argentina, Dr. D. Santiago Derqui; mediante esta acertada elección de V.E. se han llenado felizmente los objetos de su importante misión cerca de este Gobierno». (44)

El lenguaje procaz contra Urquiza había desaparecido. Ahora los sentimientos de López eran cordiales hacia la «ilustre persona» del vencedor de Caseros. El pasado ingrato pasó al olvido y sólo se celebraba el «fausto suceso del restablecimiento de las buenas relaciones de dos Repúblicas hermanas». La fraternidad sucedió a la hostilidad de tantos años, que el Paraguay recibió con «entusiasmo», tanto en la capital como en todo el interior.

La prensa argentina, por su parte, dedicó al reconocimiento de la independencia del Paraguay elocuentes artículos. El Progreso de Buenos Aires le atribuyó el más alto valor, tanto para las repúblicas del Río de la Plata como «para el mantenimiento de las amigables relaciones con el Imperio del Brasil y demás Estados vecinos» y el desarrollo del comercio y la navegación de los Ríos Paraguay y Paraná. (45)

«Establecidas así las relaciones de amistad, comercio y navegación con la República del Paraguay, – proseguía el diario porteño – se abre un canal inagotable a los progresos del comercio y la industria de ambos estados: su magnitud sólo puede calcularse por la importancia de las producciones materiales de aquella República, y por la belleza de nuestros puertos y mercados, donde ellas deben venir a aumentar les importantes transacciones que dan vida a los pueblos y aseguran su prosperidad. – Estos canales famosos, que conducen hasta la Asunción del Paraguay, a Cuyabá y Matogroso: esas costas vírgenes y embellecidas por la naturaleza con una prodigiosa fertilidad; ricas de producciones naturales inagotables, veránse muy pronto convertirse en líneas continuadas de pueblos y sociedades que sólo florecen a la sombra de la paz y de la libertad... La regeneración de un pueblo rico y poderoso como el Paraguay, que entra a figurar en el catálogo de las naciones libres de la tierra, es un acontecimiento, que no puede dejar de producir las más sinceras simpatías, y la aprobación de todos los pueblos que aman la Independencia y la libertad. – S.E. el Director Provisorio ha realizado en pocos meses, hechos tan famosos en su línea, como sus empresas militares; ha resuelto, con admirable tiro, uno de los problemas que más podían complicar la situación, y envolver a los pueblos de la Confederación en complicaciones difíciles y peligrosas... En poco más de un año, el General Urquiza ha restituido la Independencia y libertad a la República Oriental; la libertad, con sus derechos a la República Argentina, su patria. Y hecho aparecer en el rango de las naciones de la tierra a una nueva República en su alta representación de Independencia y soberanía. – Esa es la única política que armoniza con la civilización de los pueblos modernos. La única que puede reparar nuestras pasadas desgracias y conducirnos al término de la prosperidad y engrandecimiento que reposan en la paz, en la libertad y en las leyes. – Esa gloria estaba reservada al General Urquiza. Fáltale llegar a la organización de la República, que promueve y busca tan decididamente. El la conseguirá porque sus esfuerzos y sus miras sobre ese grande acontecimiento, reciben hoy el poderoso apoyo de los pueblos argentinos y la cooperación leal de sus compatriotas. – No acabaremos este artículo sin tributar un profundo homenaje de aprecio al Exmo. Sr. Presidente del Paraguay, Don Carlos Antonio López, que tan bien ha justificado el alto concepto que el Sr. General Urquiza tenía formado de su persona. El ha bien comprendido la política generosa del ilustre General y ha llenado por su parte con patriotismo y talento los deberes del jefe del estado que se levanta en el Continente Americano como una nueva estrella que viene a iluminar su horizonte». (46)

La apreciación de El Progreso era justa; su visión de lo porvenir, acertada; sus promisorias predicciones se cumplieron. El homenaje rendido al presidente López constituía un reconocimiento de las altas cualidades del mandatario paraguayo, quien en el acto del reconocimiento de la independencia de la república compartió con Urquiza la gloria de ese acontecimiento memorable.

Los resultados de la misión Derqui causaron preocupación en el Brasil. Paulino escribió a Pereira Leal, quien se encontraba todavía en Montevideo: «El reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina, el arreglo de límites que le acompañó y de cuya letra no tengo aún perfecto conocimiento, exigen modificaciones importantes en el plan y la marcha hasta ahora seguida al respecto del Paraguay. Por cuanto con aquel reconocimiento y el desistimiento que hizo el Presidente López de sus pretensiones a la margen izquierda del Paraná desaparece, al menos por algún tiempo, el recelo que tenía el Gobierno Imperial de complicaciones que le pudiesen venir de tales cuestiones». (47) En confidencial del 20 de agosto, el mismo Paulino decía a Bellegarde: «El arreglo hecho entre el Presidente López y Derqui, desistiendo aquél tan de prisa de todas sus tenaces pretensiones al terreno contestado, pretensión en la que tanto procuró comprometernos, vino a producir un cambio considerable en nuestra política con el Paraguay, la cual, por ahora debe ser de expectativa». (48)

Al gobierno del Imperio preocupó la cesión de las Misiones de la izquierda del Paraná, dado su interés porque ese territorio quedase en posesión del Paraguay. El acuerdo del 15 de julio si bien le evitaba posibles complicaciones le presentaba la perspectiva de que la influencia de la Confederación Argentina pudiese crecer en perjuicio de los intereses del Brasil, rompiendo el tantas veces mentado principio del equilibrio. La renuncia por parte del Paraguay del territorio contestado llamó la atención de la Corte de San Cristóbal y decidió observar la marcha de los acontecimientos para trazar nuevos rumbos a su política en la república.

Urquiza contestó el 20 de agosto la comunicación del 28 de julio del Presidente López. El gobierno argentino encontró el tratado «tan justo y conveniente a los intereses recíprocos de ambas Repúblicas» por eso se ha apresurado también a ratificarlo. «Inútil considero enumerar – agregaba el director provisorio – las inmensas ventajas que ambos países reportan de ese tratado. Llamados por la naturaleza, y por un cumulo de circunstancias a llenar un destino importantísimo entre las Repúblicas Americanas, es preciso propender a la unión natural que debe existir entre ellas, a lo que tiende indudablemente el tratado celebrado». La recomendación especial a favor de Derqui era merecida. Su conducta aprobó el gobierno argentino y aplaudió el «éxito feliz» que fundadamente se esperaba de las «distinguidas luces y patriotismo» del comisionado. Las felicitaciones amistosas las aceptó «con la más viva complacencia» y por su parte felicitaba también al presidente y a la república «pues es bien plausible el ver ligadas con vínculos de amistad a dos Repúblicas tan poderosas y de tan ilustres antecedentes». (49)

En la misma fecha Luis José de la Peña, ministro de relaciones exteriores de la Confederación Argentina, contestando la comunicación de Varela del 22 de julio, decía: «El reconocimiento de la Independencia de la República del Paraguay, es un hecho de tanta trascendencia, que ocupará un lugar distinguido en la historia contemporánea de estas Repúblicas. Era exigido por la naturaleza misma de las circunstancias, y el Gobierno Argentino, al sancionarle, no ha hecho sino reconocer un hecho consumado. – El tratado pues, que reglamenta los derechos de ambas Repúblicas es de la mayor importancia considerado bajo todos aspectos. Fortifica los lazos que ligan a ambos Gobiernos, y esto da ventajas inmensas a los intereses mercantiles e industriales que son la base de la felicidad futura de estos países. – Ese paso dado por el Gobierno Argentino tiene simpatías en toda la Confederación pues no ven en el reconocimiento de la Independencia del Paraguay sino la sanción de un hecho consumado». (50)

El Presidente López comunicó a Paulino, el 30 de agosto, que la misión argentina había reconocido la independencia del Paraguay y que se había firmado entre la república y la Confederación un tratado de navegación y límites. El 28 de julio le fueron remitidos los textos de ambos actos. Con motivo de estos sucesos el Paraguay revocó los poderes conferidos a Moreira de Castro para celebrar con el Brasil un tratado de alianza, quedando subsistente la autorización para negociar un arreglo de límites en el norte.

«La política de reserva, – terminó manifestando Don Carlos – y el poco interés que se ha llevado en nuestra correspondencia, me han privado de conocer hasta que punto pudiera contar con el Gobierno Imperial el de la República, en el terreno de sus dificultades esteriores. En tal posición menos agradable de nuestras relaciones, he aprovechado la primera oportunidad de arreglar, y han sido felizmente arregladas todas las cuestiones de la República con la Confederación». (51)

La carta de López era una consecuencia de las negociaciones con Derqui. El presidente se sentía como reconfortado con los arreglos «de todas las cuestiones con la Confederación» y aprovechó está ocasión para exteriorizar sus dudas acerca de la «política de reserva» del Imperio. Don Carlos no olvidaba su no participación en el ajuste de los tratados del 29 de mayo y 21 de noviembre. Sus palabras encerraban en el fondo una queja contra el gobierno brasileño.

El general Urquiza, «deseando manifestar de un modo solemne» su simpatía hacia el gobierno del Paraguay, designó enviado especial a su hijo, el sargento mayor José de Urquiza, para que expresase dichos sentimientos al Presidente López. Al publicar la noticia El Paraguayo Independiente felicitó a los compatriotas por la importancia de este acontecimiento que venia a estrechar y a afirmar las relaciones de amistad, comercio y navegación de la república con la Confederación. (52)

El 17 de setiembre, a bordo del buque de la armada argentina, Correo, llegó a Asunción el nuevo comisionado. «El vapor hizo el saludo de ordenanza a nuestra bandera nacional, a eso de las diez de la mañana, y fue contestado por la plaza del 14 de mayo: al ponerse el Sol a la seña de bajar las banderas, repitió el vapor igual saludo, y le correspondió la goleta de guerra República del Paraguay». (53)

Ese mismo día, el enviado especial fue recibido por Don Carlos, a quien el mayor Urquiza entregó una «carta autógrafa» de su ilustre padre, expresándole al mismo tiempo los cordiales y amistosos sentimientos del general Urquiza por el bienestar y la prosperidad del Paraguay y su gobierno. En su honor se preparó un baile en la propia casa del Presidente de la República. (54)

Nuevamente el nombre del vencedor de Caseros vibró en las calles de Asunción, entre vítores y aplausos, y el mayor Urquiza recibía, a su vez, las más finas atenciones del pueblo paraguayo.

El reconocimiento efectuado por Derqui el 17 de julio de 1852 era, como se ha dicho, de transcendental importancia para el Paraguay. Desde entonces pudo dedicarse a fomentar su progreso y su cultura, en la seguridad de que no sería perturbada su paz interna y externa; desde entonces pudo estrechar sus relaciones con el mundo, cultivar amistad no sólo con los Estados vecinos sino también con las demás naciones americanas y europeas; desde entonces pudo romper lo que injustamente Cárcano llamó su «aislamiento barbaro»; por sus «ríos como mares» bajaron sus buques para surcar las aguas lejanas, sus ricos productos a los mercados del viejo continente, y en sus puertos recibía también manufacturas en barcos de todas las banderas. Desde ese 17 de julio se inició una nueva etapa en las vinculaciones del Paraguay y la Argentina. (55)

Como consecuencia del reconocimiento no sólo se suprimió el epígrafe, Independencia o Muerte, usado en los documentos oficiales sino que El Paraguayo Independiente, dejó de aparecer por haber terminado su misión con el triunfo de su prédica de siete años. (56)

De Montevideo, Pereira Leal pasó a Asunción donde se hizo cargo de la legación brasileña en reemplazo de Bellegarde. Paulino le transmitió nuevas instrucciones, dejando sin efecto las del 5 de julio. Las circunstancias habían cambiado. «Conviniendo que nuestra política en el Paraguay – escribía el canciller imperial – sea, por ahora, meramente de espectativa, V.M., adoptando una posición de observación para informarme, evitará todas las ocasiones de emitir opiniones que puedan comprometer, recurriendo a generalidades, como son: las pruebas de interés que Su Majestad siempre ha dado por la independencia y bienestar del Paraguay, en tiempos en que esa independencia era amenazada por el gobernador de Buenos Aires; los deseos que el mismo Augusto Señor tiene de consolidarlos y de afirmar las buenas relaciones entre los dos Países etc.... Diga al Presidente López que el Gobierno Imperial mucho estimó el arreglo que él hizo con Derqui porque de ese arreglo resultó el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina y nos libró de compromisos y embarazos que podrían sobrevenirnos por causa de esa misma independencia y de la cuestión del terreno contestado, cuestión en la cual nos envolveríamos solamente por causa de él, López, y de la cual estamos libres». (57)

Paulino destacó que cabía señalar: «1º Que el Presidente López nunca quiso acceder a la alianza contra Rosas por miedo de ligarse a Urquiza y darle fuerza. 2º Que siempre manifestó contra él una desconfianza llevada al exceso, sin atender a las dificultades en que el mismo Urquiza iba a verse. 3º Que siempre hizo del terreno contestado entre el Paraná y el Uruguay una cuestión principal, mostrándose muy resuelto a no ceder por ningún motivo y procurando interesarnos en ella. 4º Que para asegurarse contra Urquiza encargó a Manuel Moreira de Castro, el 20 de mayo próximo pasado, dándole plenísimos poderes, para hacer con el Gobierno Imperial un tratado de alianza y límites. 5º Que después en el mes de julio siguiente cedió todo a Derqui. Que basta hoy no nos ha dado explicación alguna de ese su proceder». (58)

Pereira Leal no debía hacer ninguna recriminación sobre estos puntos; debía usar buenas palabras, no comprometerse, observar, captar y comunicar todo. (59)

«El Sr. Bellegarde – prosiguió el ministro brasileño – en virtud de las instrucciones que tenía, debía favorecer al Presidente López en la cuestión del territorio contestado e inducirlo a recurrir a la mediación de Su Majestad el Emperador en el caso de que el Paraguay y la Confederación Argentina no pudieran avenirse. Es evidente que procediendo así debía evitar comprometernos con la Confederación Argentina y que al conocer que el Presidente López estaba decidido a ceder dicho territorio, debía separarse de la cuestión y aparentar indiferencia. Infelizmente no procedió así y los dos extractos inclusos de los cartas de... (sic) (a las cuales V.M. no aludirá en ningún caso, conservándolas en la mayor reserva para no comprometer a quien me las confió) muestran la intriga, que en daño nuestro, dio lugar aquel procedimiento. ¿Será verdad lo que ahí se dice de López o será eso una intriga argentina para hacernos desconfiar y separarnos del mismo López? Conviene mucho saberlo. Vea si lo descubre y para eso puede decir a López que de Buenos Aires se escribió en ese sentido, sin que de ninguna manera de a entender por quien. Agregue que piensa que el Gobierno Imperial no creyó, pero que son intrigas que siempre dejan alguna impresión. Habiendo la Confederación Argentina o Urquiza reconocido la independencia del Paraguay, concediéndole la navegación del Paraná, y estando resuelto la cuestión del territorio contestado, López se halla más desinteresado de nosotros y sin recelos... » (60)

Con esta comunicación Paulino confirmó la resolución del Brasil de apoyar al Paraguay en la cuestión de las Misiones a la izquierda del Paraná. Pero Bellegarde no cumplió debidamente sus instrucciones sobre el particular, lo que dio lugar, según el canciller imperial, a la intriga en perjuicio del Imperio. También es de observar la preocupación del ilustre estadista por la influencia que la Confederación pudiera ejercer sobre la república, influencia que acaso podría poner obstáculos a la política de aproximación que desde los tiempos del Dr. Francia venía desenvolviendo el Brasil en el Paraguay. De ahí su interés de desvanecer la «intriga argentina», sin perjuicio de hacer sentir que las intrigas dejan siempre algún saldo negativo. Pero debía evitarse que López se separase del Imperio.

Las dos cartas a que se refirió el ministro de negocios extranjeros eran una comunicación de Derqui y otra del Dr. de la Peña, ambas de interés por tratar de pormenores relativos a las negociaciones últimas entre el Paraguay y la Argentina.

Derqui informó: «Lo que ha presentado embarazo en el curso de la negociación es un trabajo formal del Brasil para que el Paraguay conservase el territorio de Misiones que ocupa en la costa del Paraná. Desde mi llegada sospeché la existencia de este trabajo por la avidez con que el Ministro Brasilero quizo saber si había exigencias por mi parte, a este respecto, ya indagándolo de mi por conductos indirectos, ya del Presidente directamente: mui luego tuve evidencia de él, y me contraje a inutilizarlo. En los primeros días de las conferencias el Presidente contestó al ministro brasilero que nada había convenido respecto de las Misiones; pero hacen cuatro días que el mismo Presidente le declaró que entregaba las Misiones a la Confederación, a lo que dicho ministro contestó que el Gobierno Imperial tendría que tratar sobre ello, y el Presidente repuso que se entendería con la Confederación cuyo dominio sobre aquel territorio acababa de reconocer. Ayer el Encargado de Negocios del Brasil en una conversación particular se puso a sostenerme que correspondía al Paraguay el territorio de Misiones cuyas aguas afluían al Paraná por la posesión tradicional y actual: yo corté la disputa diciéndole que si tal derecho existiese, era el Paraguay la única Potencia que tendrá el de reclamarlo. Esta maniobra del Brasil me colocaba en un lance decisivo y solemne en que debía obtener pacíficamente para la Confederación el valioso territorio de Misiones, o dar lugar a una emergencia del Gabinete Brasilero que podía traer al Argentino una ulterioridad difícil y embarazosa. La negociación llegó a un punto en que para lograr plenamente lo primero y burlar lo segundo, no tenía otro obstáculo que el de la neutralización de ese pedazo de terreno; y creo que habría sido la mayor torpeza dejar de arribar a esos dos resultados tan importantes por no neutralizar un pedazo de bañado en la costa del desierto». (61)

El comisionado especial argentino confirmó también las pretensiones del Brasil acerca del «valioso territorio de Misiones». De su comunicación se ve claramente que Bellegarde no cumplió con exactitud sus instrucciones al insistir tanto ante López y Derqui, una vez que se informó de la resolución del presidente de ceder aquel territorio. De ajustarse a las recomendaciones de Paulino no se hubiera expuesto a las contestaciones que recibió, las cuales no favorecen a su habilidad de negociador.

Por su parte el ministro de la Peña escribió: «No quiero dejar de prevenirle que si son exactos los informes que tenía desde el mes de marzo, y que parece ver confirmados en la conducta del Presidente del Paraguay, no tiene éste la perfecta e intima confianza que sería de suponer con el Brasil, o con sus Ajentes públicos. La misión del Dor. Derqui, cuyos resultados ve U. ahora, fue promovida por el mismo Presidente del Paraguay, que estaba o disgustado o receloso del Brasil, y sólo se había arrojado en sus brazos por la tenacidad de Rosas. – El hecho es que apenas se ha presentado el Agente Argentino se ha obtenido mas que lo que se esperaba. No creo que la franqueza y lealtad del Sor. Paulino tenga la menor parte en esa política; y nosotros que estamos tan interesados en que la alianza americana triunfe de todos los obstáculos, preciso es que nos empeñemos en que no se le opongan por nuestra parte absolutamente ninguno». (62)

Algún fondo de verdad tenía la «intriga argentina». El Presidente López se consideró postergado en la negociación y firma de los acuerdos de Montevideo que provocaron la caída de Rosas, como había manifestado al mismo Paulino. Derqui, sin duda, tuvo un éxito extraordinario. La cesión de las Misiones sobrepasó lo que podía esperarse de la firmeza de Don Carlos. El Paraguay frente a las ambiciones de Rosas hizo política con el Brasil porque sus intereses eran paralelos y así se defendía de la agresión del gobernador de Buenos Aires, pero manteniendo siempre su autonomía.

Paulino no contestó con rapidez la carta del 20 de agosto del Presidente López. La respuesta se produjo casi tres meses después. La noticia del tratado de navegación y límites entre el Paraguay y la Confederación fue muy satisfactoria al gobierno Imperial, «visto que importó el reconocimiento de la Independencia de esa República y la solución de la cuestión relativa al territorio contestado entre el Paraná y el Uruguay. La primera cuestión, la de la Independencia de esa República, podría en adelante arrastrar al Imperio a una guerra, si su incorporación a la Confederación fuese intentada por las armas. El arreglo hecho por V.E. con el Sr. General Urquiza libró al Brasil de esas dificultades y terminó esas cuestiones en paz. Es verdad que al quedar el territorio contestado perteneciendo a Corrientes, nuestras comunicaciones por tierra, principalmente si en el futuro apareciesen embarazos en el río, pueden ser cortadas por haí, pero es de creer que la experiencia de un tan doloroso pasado establezca y afirme la paz y la tranquilidad permanentes en esos países». (63)

El Brasil buscaba asegurar su comunicación con el Paraguay. De ahí su interés en que el territorio de las Misiones no saliese de la soberanía de la república. Cerrado el Río Paraná era fácil interrumpir el tránsito terrestre por aquella zona. Felizmente para estos países el pasado de violencias sirvió para asegurar un régimen de pacífica convivencia internacional, que permitió la libre y tranquila comunicación entre los Estados vecinos.

«No conviene de ningún modo al Imperio – agregó el ministro de negocios extranjeros – que la Confederación Argentina se engrandezca absorviendo al Estado Oriental y al Paraguay, y ese era el plan de Rosas, así como no convendría a la Confederación Argentina, al Estado Oriental y al Paraguay, que el Brasil se engrandesiese absorviendo a las nacionalidades vecinas, en lo que, además, nunca pensó. Esto es indispensable para mantener el equilibrio entre los Estados de la América Meridional. Está conseguido ese desiderátum por medio de los Tratados existentes y por la caída de Rosas, por lo que me congratulo con V.E.». (64)

Paulino insistió sobre el principio del equilibrio, que la Corte de San Cristóbal venia pregonando desde años atrás. De esta vez el ministro imperial le dio un alcance más amplio. El equilibrio no se reducía solamente a los Estados del Río de la Plata sino que se extendía a la América del Sur. Esto se explicaba porque el Brasil limitaba con todos los países de esta parte del continente, menos Chile y debía velar por su estabilidad e integridad en una vasta zona.

El arreglo dejó sin objeto la alianza propuesta por López, era lógico por consiguiente revocar los poderes conferidos a Moreira de Castro para aquel fin. «Si no obstante – prosiguió el canciller imperial – la independencia de la República fuese algún día amenazada, esa amenaza se encontraría con el Brasil. Fue el Brasil el primero que la reconoció, cuando había algún peligro en reconocerla y proclamarla, y cuando todos recelaban comprometerse con Rosas por causa de esa independencia». Las cuestiones de navegación de los ríos y de comercio, como la de límites, podían ser resueltas por dos tratados, Pereira Leal tenía instrucciones para proponer un acuerdo sobre la navegación y comercio, en la seguridad de que el Paraguay no negará al Brasil lo que concedió a la Confederación Argentina. Las negociaciones sobre límites comenzarán en breve y esperaba «que mediante concesiones reciprocas y razonables podrá ese delicado e importante asunto quedar regulado definitivamente».

«Permita V.E. – terminaba declarando Paulino – observarle que en la correspondencia que he tenido la honra de tener con V.E. siempre le revelé sin reserva todo mi pensamiento, insistiendo en la conveniencia de entrar V.E. en la alianza; V.E. entendió no deber hacerlo, pero eso no provino de reserva de mi parte. Las cosas corrieron de modo que V.E. vino al final a conseguir el reconocimiento de la independencia de la República y la apertura del Paraná; pero esos resultados son debidos a la alianza que derribó a Rosas y en la cual me parecía conveniente que V.E. entrase. Si Rosas venciese las cosas no estarían en el estado en que se hallan y no siendo esa victoria imposible era necesario acumular contra él el mayor número de fuerzas». (65)

En esta forma clara pero categórica Paulino contestó la queja de López, contenida en la parte final de la carta de éste del 30 de agosto. Sin admitir el cargo de Don Carlos, el canciller imperial dejó a salvo su intervención a favor de la entrada del Paraguay en la alianza contra Rosas y constancia de que la no participación de la república en esa campaña de liberación se debió a la resolución del presidente.

El congreso argentino aprobó el reconocimiento de la independencia del Paraguay cuatro años después. El 4 de junio de 1856 el senado y la cámara de diputados sancionaron la ley respectiva, la que fue promulgada por el general Urquiza el 7 del mismo mes. Tomás Guido, enviado plenipotenciario de la Confederación Argentina, comunicó a Nicolás Vázquez, ministro de relaciones exteriores del Paraguay, la resolución aludida, acompañando la copia legalizada de la ley. (66)

El canciller nacional avisó escuetamente recibo de la nota argentina, agradeciendo el acto de justicia. En esta forma quedó definitivamente cancelado el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Argentina.

* * *

El 11 de noviembre de 1852 la provincia de Buenos Aires se separó de la Confederación y buscó mantener relaciones con el Paraguay. El 18 de octubre siguiente la Sala de Representantes sancionó una ley, cuyas disposiciones son las siguientes:

Art. 1º La Provincia de Buenos Aires continúa reconociendo por lo que a ella respecta, la perfecta y absoluta independencia de la República del Paraguay.

Art. 2º Mientras no sea ratificado por autoridad competente cualquier tratado que haya sido ajustado entre algún poder Nacional Argentino, y la mencionada República del Paraguay, la Provincia de Buenos Aires, en consonancia con el principio sancionado en la ley de esta fha., acerca de la apertura del Río Paraná, y contando con la reciprocidad que es de esperarse de la justificación del Gobierno Paraguayo, declara igualmente:

1º Que además de ser enteramente libre para el pabellón Paraguayo la navegación del Río Paraná en la parte que pertenece a la Provincia de Buenos Aires, gozará en ella de todas aquellas franquicias y ventajas que en el día usan las naciones concederse recíprocamente en los tratados de comercio.

2º Que ella no detendrá, estorbará, ni impondrá derechos, gabelas, ni gravosas fiscalizaciones a ninguna espedición mercantil, cuyo único objeto sea pasar por su jurisdicción territorial, o bien por su territorio fluvial, bajo pabellón Paraguayo o Argentº, con destino a puertos paraguayos, o de éstos a puertos extranjeros.

3º Que de conformidad de la referida ley, sobre la apertura del Río Paraná y tan luego como se expida el reglamento a que ella se refiere, quedará libre por parte de la Provincia de Buenos Aires, para todos los pabellones extranjeros el tránsito hacia el Paraguay o con procedencia a este.

Art. 3º Los ciudadanos Paraguayos gozarán en el territorio de la Provincia de Buenos Aires de los mismos derechos y exenciones que gocen o gozaren los ciudadanos de la nación más favorecida; y las personas que el Gobierno Paraguayo quiera destinar a cualquier establecimiento de enseñanza existente en esta Provincia, serán considerados a la par de los ciudadanos argentinos.

Art. 4º Queda facultado el Gobierno para hacer los gastos que demande el establecimiento, tan pronto como fuere posible, de un correo vapor, entre esta Provincia y la República del Paraguay. (67)

Tres días después, Valentín Alsina comunicó al ministro de relaciones exteriores de la república, la decisión de la legislatura provincial. «Es bien placentero al infrascripto – decía – ser el órgano por el cual se hace saber a V.E. esta disposición de buena amistad y armonía que tanto influirá en bien de las cordiales relaciones que deben existir entre dos pueblos llamados por vínculos de naturaleza y amistad a un porvenir común de progreso y bienestar». (68)

Para la provincia de Buenos Aires el reconocimiento de la independencia del Paraguay era un hecho preexistente a la ley del 18 de setiembre, que sólo venía a confirmar ese acto de justicia. No otra cosa expresó Alsina en su nota. Las liberalidades contenidas en la misma ley eran similares a las acordadas en el tratado del 15 de julio con el agregado del establecimiento de un «correo vapor» entre el Paraguay y Buenos Aires. En esta forma la provincia separada de la Confederación Argentina estableció con la república vínculos de amistad, basados en los principios sostenidos por los aliados en la campaña victoriosa de Caseros.

Buenos Aires buscó el acercamiento con el Paraguay para poder contrarrestar la influencia de la Confederación. El gobierno del general Urquiza había firmado con la república un tratado de amistad, comercio y navegación, y reconocido su independencia, restableciéndose así la cordialidad entre los dos países. La provincia rebelada entendió también que debía regularizar sus relaciones con el Paraguay sobre la base de ese reconocimiento y la libertad de navegación y de comercio. Y como no podía enviar una misión especial hasta Asunción sancionó la ley del 18 de octubre.

Benito Varela al avisar recibo de la comunicación de Alsina, expresó: «Ha sido altamente satisfactorio a S.E, el Señor Presidente de la República el acto de justicia que ha pronunciado la provincia de Buenos Aires, reconociendo la Independencia del Paraguay, y abriendo con este País sus relaciones de buena amistad, comercio, y navegación. S.E. me ha ordenado recomendar a V.E. que se sirva elevar al conocimiento del Exmo. Gobierno de Buenos Aires, que el de la República se hará un deber de guardar fielmente la reciprocidad que de él espera la citada ley, y cultivar con esmero y lealtad las buenas relaciones que interesa al bien de ambos países». (69)


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXXI

1. Chaves. El Presidente López, cit., págs. 170 y 171.

2. Ib. Ib., págs. 171 y 172. Don Carlos decía a Moreira de Castro: «Si fuese infeliz la misión de V.S. al menos habremos rastreado los colores del horizonte». Ob. cit., pág. 173.

3. Ramón J. Cárcano. Del sitio de Buenos Aires al campo de Cepeda. Buenos Aires, 1921, pág. 103.

4. Ib. Ib. Ib., págs. 103 y 104. – Ramos. El reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Argentina, cit., pág. 11.

5. Ib. Ib. Ib. págs. 104 y 105. – Ib. Ib. Ib. pág. 11.

6. Nº 113.

7. Francisco Centeno. Virutas históricas (1810-1928). Buenos Aires, 1929, I, págs. 75 a 77. Instrucciones de la Misión al Paraguay. – Ramos, ob. cit. pág. 11.

8. El Paraguayo Independiente Nº 114. Vicente F. López al ministro de relaciones exteriores del Paraguay. Buenos Aires, 24 de abril de 1852.

9. Centeno, ob. cit. – Ramos, ob. cit., pág. 11 y 12.

10. Ib. Ib. – Ib. Ib., pág. 12.

11. Ob. cit., pág. 107.

12. Ramos, ob. cit., pág. 13.

13. Ob. cit., pág. 107.

14. Ramos, ob. cit., págs. 13 y 14.

15. E1 Paraguayo Independiente Nº 114. Nota del 24 de abril cit.

16. B.N.R.J. – C.R.B. I. 29, 27, 3. López a Moreira de Castro. Asunción, 9 de junio de 1852. Copia.

17. El Paraguayo Independiente Nº 115. Derqui al ministro de relaciones exteriores de la Confederación. Asunción, 12 de julio de 1852. Cárcano, ob. cit., pág. 108. – Ramos, ob. cit., pág. 14.

18. Nota cit. – Ib. Ib. –. Ib. Ib.

19. Nota cit. – El Paraguayo Independiente Nº 114. Decreto del 23 de junio de 1852. – Ramos, ob. cit., pág. 14.

20. Nota cit.

21. A.H.I. Correspondencia Particular Reservada e Confidencial do Conselheiro P. J. Soares de Souza de 1850 a 1853. Paulino a López. Río de Janeiro, 5 de julio de 1852. Copia conformada por Azambuja.

22. Carta cit.

23. A.H.I. Correspondencia cit.

24. Ib. Ib.

25. Ib. Ib. Paulino a Pereira Leal. Reservado Nº 5. Río de Janeiro, 5 de julio de 1852. Copia firmada.

26. Carta cit.

27. El Paraguayo Independiente Nº 115. López a Urquiza. Asunción, 12 de Julio de 1852.

28. Ib. Ib. Ib. Decreto del 10 de julio de 1852.

29. B.N.R.J. – C.R.B. I-30, 9, 37-doc. 4 Moreira de Castro a López. Río de Janeiro, 13 de julio de 1825. Original. El subrayado es del documento.

30. El Paraguayo Independiente en su Nº 114 publicó el texto del tratado. Por el mismo convenio la isla de Yacyretá correspondía al Paraguay y la de Apipé a la Confederación (art. 2º). El Río Paraguay pertenecía de costa, a costa a la república de este nombre hasta su desembocadura en el Paraná (art. 3º). La navegación del Bermejo era común a los dos países (art. 5º). El pedido de cesión de la isla de Apipé por la provincia de Corrientes, cuando la misión Molinas, provocó la ira del Presidente López y, de consiguiente, el rechazo de la petición. Sin embargo por el convenio del 15 de julio no tuvo inconveniente en dejarla bajo la soberanía argentina.

31. Chaves, ob. cit., pág. 175.

32. Ramos, La política del Brasil en el Paraguay..., cit. págs. 52 y 53.

33. Chaves, ob. cit., pág. 176.

34. El Paraguayo Independiente Nº 114. Original en A.N.A. Vol. 320 – Alfredo M. Du Graty. La República del Paraguay, Besanzón, 1862. – Apéndice E, págs. 16 y 17.

35. Ib. Ib. Ib.

36. Ib. Ib. Ib. Crónica intitulada: Celebración del reconocimiento de nuestra independencia. – Ramos, el reconocimiento..., cit., pág. 15.

37. Crónica cit.

38. Crónica cit.

39. Crónica cit.

40. Crónica cit.

41. El Paraguayo Independiente Nº 114.

42. El Paraguayo Independiente Nº 117.

43. Ib. Ib. López a Urquiza. Asunción, 28 de julio de 1852.

44. Carta cit.

45. El Paraguayo Independiente Nº 115 reprodujo el articulo publicado en el diario porteño, el 1º de agosto de 1852, con el título: Reconocimiento de la independencia del Paraguay.

46. Art. cit.

47. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. Paulino a Pereira Leal. – Río de Janeiro, 11 de agosto de 1852. Copia firmada.

48. Ib. Ib. Paulino a Bellegarde. Río de Janeiro, 20 de agosto de 1852. Copia firmada. Borrador en M.D.B. – Assumpção – Despachos – 1825-55.

49. El Paraguayo Independiente Nº 117.

50. Ib. Ib.

51. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. López a Paulino. Asunción, 30 de agosto de 1852. Anexo al Reservado de Paulino a Pereira Leal, del 20 de noviembre de 1852. Copia conformada por Azambuja. M.D.B. – Despachos – Assumpção – 1825-58.

52. El Paraguayo Independiente Nº 115. Artículo intitulado: Vapor de guerra argentino Correo.

53. El Paraguayo Independiente Nº 118. Articulo intitulado: El vapor de guerra argentino Correo.

54. Art. cit.

55. Romos, ob. cit., pág. 19.

56. El último número fue el 118, del sábado 18 de setiembre de 1852.

57. A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. Reservada. Paulino a Pereira Leal. Río de Janeiro, 18 de setiembre de 1852. Copia firmada.

58. Reservado cit.

59. Reservado cit.

60. Reservado cit.

61. A.H.I. Correspondencia cit. Anexo al Reservado cit.

62. Ib. Ib. Ib.

63. A.H.I. Correspondencia cit. Paulino a López. Río de Janeiro, 17 de noviembre de 1825. Copia conformada por Azambuja. Anexo al Reservado de Paulino a Pereira Leal, del 20 de noviembre de 1852. – M.D.B. – Despachos – Assumpção – 1825-58.

64. Carta cit.

65. Carta cit.

66. A.N.A. Vol. 320. Guido a Vázquez. Asunción, 4 de julio de 1856. Original. El Paraguayo Independiente. Segunda Edición. Asunción 1859. Apéndice, págs. 644, 645 y 646. – Du Graty, ob. cit., Apéndice F., pág. 18. –Tomás Guido era el mismo que en Río de Janeiro, siendo representante diplomático de Rosas, combatió tenaz y agresivamente la independencia del Paraguay. Después de Caseros entró en el servicio de la Confederación. El general Urquiza quiso enviarlo nuevamente como agente ante la Corte de San Cristóbal. El gobierno imperial no admitió el pedido del director provisorio. El Presidente López, no obstante el antecedente aludido, lo recibió sin resistencia.

67. A.N.A. Vol. 298.

68. Ib. Ib.

69. Ib. Ib.



CAPITULO XXXII

RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR INGLATERRA, FRANCIA, CERDEÑA Y ESTADOS UNIDOS DE AMERICA


Paulino recomendó a Silve Pontes, designado ministro plenipotenciario en la Confederación Argentina, que tan pronto llegase a Buenos Aires, tratase «de sondear las disposiciones del general Urquiza y de los Ministros al respecto de la misión de Mr. Hotham y Saint Georges, para saber si están resueltos o dispuestos a conceder a la bandera Inglesa y Francesa y por ventura a otras la navegación de los ríos y en qué términos. Me importa mucho saber esto con brevedad proseguía el canciller – para verme con aquellos enviados que se dirigen a Río de Janeiro para buscar la adhesión como los buenos oficios del Brasil para conseguir aquella navegación. V.S. dirá que aún no se sabe cuales son las ideas del Gobierno Imperial a ese respecto». (1)

Diez días después Paulino volvió a informar al mismo Silva Pontes que Robert C. Schenck, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de América en la Corte de San Cristóbal, acababa de ser encargado de una misión especial en el Río de la Plata y que partía al día siguiente. El objeto de la misión era obtener la navegación del aludido Río de la Plata y sus afluentes. El secretario de estado Daniel Webster declaró en Washington al encargado de negocios interino del Brasil «que los Estados Unidos no consentirán que aquella navegación fuese concedida a Francia e Inglaterra con exclusión de los Estados Unidos». Schenck obtuvo el 19 de mayo una entrevista con el ministro de negocios extranjeros, en la cual le comunicó su misión y el objeto de ella, e indagó «cuáles eran las disposiciones del Gobierno Imperial al respecto de la misma». Paulino le respondió que el Brasil también combatió en Rosas el «sistema de atrancar los ríos, que las disposiciones del Gobierno Imperial no podían dejar de ser favorables a su misión en general, pero que todo dependía del modo práctico por el cual esa navegación sería concedida a las banderas que no fuesen ribereñas y de la extensión que le diese». Schenck quedó satisfecho con la respuesta y no pidió más explicaciones. Paulino estaba persuadido de que la Confederación Argentina concedería la navegación a las naciones europeas, lo que haría inútil la oposición del Brasil, además de que le restaría importancia. Silva Pontes no debía comprometerse, pero sí aparentar «ser favorable a la misión de Mr. Schenck». Si la navegación debía ser concedida a los Estados Unidos, Francia e Inglaterra, el Brasil le convenía que fuese limitada «a ciertos puntos, los más próximos, cuanto fuere posible, a la embocadura del Río de la Plata, y que esa concesión no fuese hecha por Tratado sino por un acto espontáneo y único de los ribereños». Importaba que esa concesión fuese revocable y modificable, y «que la navegación quede sujeta a los Reglamentos fiscales y policiales de los ribereños». Silva Pontes debía hacer notar al general Urquiza que esas naciones poderosas interpretaban como les parecía los derechos derivados de los tratados, para luego exigirlos por la fuerza. Convenía atraer la población y el comercio hacia las márgenes de los ríos y hacia los territorios fértiles que esos ríos han de comunicar con el mundo, pero también era preciso – agregó el canciller imperial guardar «mucha cautela, para no ir a buscar Señores, mientras no tuviesemos fuerza suficiente para contenerlos en los límites de lo justo». (2)

El Brasil indudablemente combatió a Rosas, entre otras cosas, por la clausura a que éste sometió al Río de la Plata y sus afluentes. Por lo tanto no podría oponerse a las misiones encaminadas a reclamar la libertad de navegación. Pero el Imperio tenía al respecto un criterio restrictivo. La concesión de la libertad de los ríos no debía ser la consecuencia de tratados sino de la determinación espontánea de los ribereños.

Schenck podía actuar separada o juntamente con John S. Pendleton. Las instrucciones enviadas por Webster le recomendaban que se trasladase a Buenos Aires, con o sin Pendleton, para negociar con la Confederación Argentina un tratado de comercio y navegación, haciendo lo mismo después con el Uruguay. «Durante su estada en Buenos Aires, y en el supuesto de que Urquiza hubiese reconocido la independencia del Paraguay, sondearía también al ministro paraguayo en dicha ciudad, y le propondría que pidiese autorización a su gobierno a negociar y subscribir un tratado semejante. En caso de que no hubiese ministro paraguayo en Buenos Aires, haría las gestiones ante el ministro paraguayo en Río. Pero las instrucciones no anticipaban la hipótesis de que tampoco hubiese aquí ningún ministro, limitándose a indicar que no se contemplaba la ida de ninguno de los dos diplomáticos hasta Asunción». (3)

El 5 de julio Paulino informó a Pereira Leal la llegada a Río de Janeiro de Sir Charles Hotham y de Louis de Saint Georges, de la misión especial de los mismos, de la entrevista que mantuvo con ellos y de la contestación que dio al primero. «Refiera estas noticias al Presidente – agregaba – y procure convencerlo de que no debe repeler las proposiciones de aquellos Ministros, admitiendo la navegación no por Tratados sino por concesión propia y reduciéndola a ciertos puertos habilitados, si Urquiza concede a dichas naciones, porque entonces, oponiéndose el Paraguay, les llevará a considerarlo Provincia Argentina, visto que considerándolo tal, navegaran el Río Paraguay en virtud de aquella concesión y destruirán por la fuerza cualquier embarazo que el Presidente López quiera oponerlos. Agregue que todo eso daría lugar a que Urquiza cerrase el río a las embarcaciones Paraguayas. Esa República no puede oponerse; le conviene la apertura del río, debe poner buena cara y no oponerse de por sí, so pena de quedar sólo ella perjudicada. Y si Urquiza se niega o no se muestra dispuesto a semejante concesión, conviene al Presidente mostrar buenas disposiciones para poner de su lado al agente Inglés y al Francés, alegando sin embargo que su concesión de por sí no les aprovecha». (4)

Esta comunicación expresaba el mismo punto de vista transmitido a Silva Pontes en la nota del 22 de junio. El Brasil tenía sus recelos. El Paraguay debía conceder la libertad de los ríos, pero bajo determinadas condiciones. En este sentido las instrucciones dadas a Pereira Leal eran semejantes a las enviadas al representante imperial en la Confederación Argentina.

El 13 de julio, Moreira de Castro informó, a su vez, al presidente López de «una misión colectiva que Inglaterra y Francia mandan al Río de la Plata, compuesta por Sir Charles Hotham de parte de la primera y por Mr. de Saint Georges, de la segunda. Esta misión según declaró el ministro inglés en el parlamento, tiene por único fin obtener la libre navegación de los afluentes del Plata para todas les banderas. V.E. comprenderá perfectamente sin embargo, que no puede ser ese el fin real de esta misión. Los precedentes de los dos gobiernos nos hacen creer que no es ese sino el objeto ostensivo y que el fin principal de la misión era embarazar el ajuste de las cuestiones con el Brasil y afirmar la influencia europea en el Río de la Plata, que juzgan correr riesgo, si entre las repúblicas del sur del Brasil se estableciere una inteligencia cordial». (5)

El agente del gobierno paraguayo transmitió los recelos de la Corte de San Cristóbal, que necesariamente debía ver con inquietud una posible influencia de las grandes potencias europeas, cuya política de intervención dejara ingratos recuerdos en el Río de la Plata. De la libertad de los ríos, que el Imperio buscó asegurar en Caseros, dependía la comunicación y estabilidad de algunos de sus Estados del interior confinantes con las repúblicas del oeste y del sur, principalmente Mato Groso. Pero también las potencias europeas tenían interés en la libre navegación, como un medio de extender su comercio en estos países y la misión conjunta tenía por objeto alcanzar este derecho consagrado en las relaciones de los Estados civilizados. En sus gestiones tenía que encontrarse con el presidente López, cuyo temperamento desconfiado no constituía precisamente una condición favorable para una rápida y feliz negociación.

Los dos diplomáticos aludidos llegaron a Río de Janeiro el 2 de julio y ese mismo día cumplimentaron con Paulino por intermedio de sus secretarios. El 9 mantuvieron una entrevista con el ministro de negocios extranjeros. En la ocasión Hotham expresó: «Los gobiernos inglés y francés, mandando una misión colectiva al Río de la Plata y atendiendo la cordial inteligencia que existe entre ellos y el Gobierno Imperial, entendieron como un deber ordenarnos hacer escala en esta corte para manifestar a V.E. los deseos que los animan de conservar y estrechar aún más sus relaciones amigables con el Brasil y comunicarle el fin de su misión. Se limita ella a la manifestación de iguales sentimientos para con las repúblicas del Plata y procurar conseguir para todas las banderas la libre navegación de sus ríos y afluentes. Para alcanzar este objeto solicitan los buenos oficios del Gobierno Imperial». Saint Georges en breves palabras confirmó la exposición de su colega. Paulino respondió con iguales manifestaciones de benevolencia, agregando «que los Gobiernos inglés y francés debían contar siempre con los buenos oficios del Brasil en todo cuanto fuese conducente al bien general». Fue la primera y única entrevista colectiva. (6)

El Imperio no podría oponerse a las pretensiones de los representantes de Inglaterra y Francia. Estaba también en su interés la apertura de la navegación de la cuenca del Río de la Plata, como expresamente se consignó en los tratados del 29 de mayo y 21 de noviembre. El tránsito libre por esos grandes ríos respondía a un reclamo insistente del «bien general».

Posteriormente Hotham mantuvo otra conversación con el canciller imperial, comunicándole que tenía intenciones de trasladarse al Paraguay «con el fin de celebrar un tratado de comercio», por lo cual «desearía saber si eso sería desagradable al Gobierno Imperial, y, en caso contrario, si el Brasil emplearía sus buenos oficios para llegar a ese resultado». Paulino respondió «que el gobierno del Brasil no sólo veía con mucho placer que Inglaterra deseaba entrar en relaciones con su aliado, sino que de buena voluntad cooperaría con Sir Charles en esa misión; pero agregó inmediatamente que Sir Charles nada haría ni el Brasil podría prestar sus buenos oficios, salvo en el caso de que Sir Charles estuviese autorizado a reconocer, como paso preliminar, la independencia del Paraguay. Sir Charles dio a entender que estaba para eso autorizado, diciendo: «no será esa la duda». Así terminaron las relaciones de la misión colectiva con el gobierno imperial. (7)

La última parte de la declaración de Paulino puso sobre aviso a Hotham que lo esencial para negociar con el Paraguay era el reconocimiento de su independencia. La advertencia respondía a la política del Brasil que había defendido y gestionado ese reconocimiento como fundamental para la estabilidad del Imperio. Mal podría coadyuvar con una misión que desconociese esa independencia. Hotham no tendría, por lo tanto, el apoyo del Brasil sino estuviese facultado a formalizar el aludido reconocimiento, del cual el presidente López, por otra parte, hacía una condición sine qua non.

Moreira de Castro terminó su comunicación en estos términos: «Sir Charles es conocido de V.E. Mr. Saint Georges residió por muchos años en el Brasil. Es persona de maneras muy urbanas, pero está muy por debajo de la posición en que se encuentra elevado, como V.E. reconocerá, pues se dice que él también va al Paraguay, acompañado o precedido de Mr. Guillemot que aquí llegó el día 9 a bordo del paquete de Europa y siguió hoy para el Río de la Plata. Sir. Charles salió el día 11». (8)

Hotham había estado ya en el Paraguay. En 1846 llegó a Asunción a bordo del Fulton, enviado por el ministro Ouseley para tratar con el presidente López. En aquella ocasión vino acompañado del agente confidencial del gobierno de Montevideo, Francisco Ordeñana.

En Buenos Aires se encontró con Pendleton. De allí pasaron a Paraná, donde se trasladó la capital de la Confederación, después de la revolución del 11 de setiembre. De esta ciudad partieron en la primera quincena de diciembre, a bordo del buque de la armada británica, Locust, con el destino al Paraguay. Pendleton consideró que no podría perder esta oportunidad para obtener del presidente López un tratado como el que negociarían los representantes de Inglaterra, Francia, Cerdeña y Brasil. (9)

En la entrevista que Pereira Leal mantuvo con el presidente López el 20 de diciembre, éste informó al diplomático brasileño que el Locust arribó el 15 a las Tres Bocas; que el comandante de la guarnición y de la escuadra paraguayas pretendió proceder a la visita del buque inglés, a lo que se negó el jefe del barco; que en consecuencia el comandante paraguayo no le permitió continuar el viaje, intimándole retroceder; que el jefe británico resolvió entonces fondear en aguas del Paraná, desde donde Hotham comenzó su correspondencia con el gobierno de Asunción; que en carta particular se quejó del tratamiento recibido; que en nota oficial anunció su carácter diplomático. El presidente López se ofendió porque el agente británico se le dirigió como «Presidente del Paraguay, con calculada omisión de le palabra República». Por «estas supuestas ofensas» continuó informando Pereira Leal, Don Carlos sólo respondió reservadamente la carta particular, declarando «que el Comandante de las Tres Bocas había cumplido con su deber» y que con las órdenes impartidas para que el Locust continuase aguas arriba, quedaba contestada en la nota oficial. Al llegar a Asunción, como el barco inglés no enarboló la bandera paraguaya, tampoco enarbolaron las suyas la capitanía del puerto y la fortaleza. López continuó diciendo «que si Sir Charles volviese a escribirle, le devolvería la correspondencia cerrada y con la advertencia de que se dirigiese a su Ministro de Relaciones Exteriores» y que para este cargo iba a nombrar a otra persona. «Me dijo finalmente el Presidente agregó Pereira Leal – que aunque estuviese resuelto a tratar con Inglaterra, nunca lo haría por intermedio de Sir Charles, cuya insolencia (dijo él) ha llegado a no hacer disparar siquiera una salva para saludar al país cuya independencia viene a reconocer y con quien quiere tratar. Esta animosidad y exaltación se extendió a los otros diplomáticos que acompañan a Sir Charles, y que según se aseguró el Presidente, verán malogradas todas las diligencias que hicieron para obtener un Tratado de Comercio, que, a mi modo ver, causaría la total ruina del sistema seguido hasta hoy en esta República y sería el origen de la caída del poder y del prestigio del Presidente López y de su familia». Dada la exaltación de Don Carlos, Pereira Leal no le hizo observación alguna. Este terminó así su comunicación: «Cúmpleme informar a V.E. que todas las veces que el Presidente me habló de la moderación y del respeto con que siempre había sido tratado por los diplomáticos Brasileños, sin pretender hacer comparación, aprovechaba la ocasión para convencerlo de que aquél que así no hiciese, faltaría a las positivas y terminantes recomendaciones y órdenes del Gobierno Imperial, que también le tenía en alta y particular consideración, lo que parecía serle sobremanera lisonjero y agradable». (10)

El 23 de diciembre Hotham se dirigió a Benito Varela, remitiéndole copia de su «carta credencial» y solicitando día y hora para presentar al presidente de la república el original de la misma. (11) El ministro paraguayo interino de relaciones exteriores recibió la nota el 24 y la contestó sin ninguna dilación. Decía Varela: «y aunque podía detenerme en el justo reparo de que V.E. no da a la República este tratamiento, considerando de un lado que esta misión especial cerca del Soberano Gobierno de la República es un acto de reconocimiento, y del otro que en marzo de 1846 el Exmo. Señor D. Guillermo Gore Ouseley. Enviado estraordinario, Ministro Plenipotenciario de S.M. la Reyna de Inglaterra, ha reconocido esplícita y solemnemente la Independencia y Soberanía de esta República, con referencia a la aprobación de la República comunico a V.E. que por mi grave notoria enfermedad se ha dignado S.E. autorizar en bastante forma al ciudadano Francisco Solano López Brigadier General en Gefe del Ejercito Nacional Paraguayo, que se halla accidentalmente en esta Capital, a fin de que entienda en todos los actos de la misión de V.E... incluso el de su recibimiento oficial, que podrá tener lugar en su despacho público el lunes 27 a las diez de la mañana, según ha ordenado S.E. el Señor Presidente de la República, con concepto a que desde esta tarde se celebra el aniversario del juramento de la Independencia y Soberanía nacional de la República». (12)

El 26 de diciembre el presidente López invitó a Pereira Leal a mantener una conversación en palacio, pues tenía «negocio importante» que comunicarle. El diplomático brasileño, respondiendo al llamado, acudió a la casa de gobierno. Una vez en presencia de Don Carlos, éste le expresó que había tomado la libertad de hacerle llamar para referirle todo cuanto pasó con Sir Charles Hotham y pedirle que «minuciosamente» informase a Paulino de esas desagradables ocurrencias, cuyo conocimiento le transmitía en «completa reserva». (13)

Según el informe de Pereira Leal, López comenzó por relatarle que luego de haber fondeado el Locust en el puerto, Hotham comunicó a la capitanía su llegada y su pronto desembarco, haciendo pedir una bandera paraguaya, «cuya falta fue severamente observada por el presidente»; que la bandera le fue prestada «en la hipótesis de que fuese enarbolada y cumplimentada por el Locust», en cuya ocasión se pidió al comandante la nómina de las personas de a bordo; que a las 11 horas Hotham pidió, por intermedio de su secretario, al capitán del puerto, once caballos para trasladarse él y su comitiva a la sede de su legación, y veinte caballos y personal suficiente para transportar su equipaje, que Don Carlos «maliciosamente» hizo notar a Pereira Leal que en su mayor parte se componía de «barriles y cajas de vino», y para traer una carta reservada «en la cual pedía al Presidente una entrevista igualmente reservada»; que no obstante tratarse de una impertinencia el presidente ordenó que se facilitase a Sir Charles los caballos, carretas y soldados necesarios para los efectos indicados y que para la entrevista le fijó la hora de las siete y media de la noche; que a las cuatro desembarcó Pendleton y Hotham media hora después; que este último, según Don Carlos, ofendió al gobierno, preguntando el precio de los servicios prestados después de su llegada a tierra; que esta pretensión fue rechazada porque el gobierno paraguayo «no trafica en alquilar caballos y carretas» y porque los servicios de los soldados «no tienen precio»; que las ofensas de ese día a la república culminaron con el saludo de dos tiros de espingarda al pabellón nacional, al ser arriada a la puesta del sol; que Don Carlos agregó que Sir Charles «parece haber venido a este País con el único fin de insultarlo». (14)

La extensa narración de «las supuestas ofensas e insultos causó al Presidente tanta cólera que le sobrevino un acceso de tos». Pereira Leal aprovechó esta circunstancia para manifestarle que no debía considerar como ofensas los actos de Hotham y menos como pifia los dos tiros de espingarda, que son de práctica universal en el momento de arriarse la bandera de cualquier navío de guerra, además de que el mismo Hotham y el comandante del Locust habían tenido la condescendencia de remitir una relación firmada por los dos, «única en los anales de las marinas de guerra, de las cuales las naciones no exigen lo mismo que de los navíos mercantes.» El presidente se calmó con las explicaciones del diplomático brasileño. (15)

Don Carlos continuó expresando que Hotham al visitarlo se quejó del comandante de la escuadra de Tres Bocas, no sólo por haberle impedido su viaje a la capital, como por «haberle intimado a fondear fuera de las aguas del Paraguay y aun más por haberlo recibido con la artillería lista y las mechas encendidas», lo que le dio trabajo para contener a la dotación del Locust, ofendida por la «conducta hostil», del comandante paraguayo. A López no le fue fácil responder con moderación al ministro inglés, a quien declaró que la conducta del comandante mereció la «más completa aprobación del Presidente, que no comprendía por que se quería considerar como ofensivo el procedimiento de un oficial que se preparaba para que la fuerza que le estaba confiada no fuese sorprendida por amigos o enemigos»; que la actitud de la dotación del Locust no hablaba en favor de su disciplina y la subordinación a su comandante. El presidente agregó que esta «natural explicación» (16) no agradó a Sir Charles, quien se despidió entregándole «una poca aseada tira de papel» en la cual le comunicaba que el Locust partirá sin falta el día 25 antes de salir el sol para encontrarse en Esquina con el Vixen, que conducía correspondencia y que el Locust regresaría después a Asunción. Don Carlos consideró que con esta comunicación se había ofendido nuevamente a la «dignidad del Gobierno». En consecuencia citó a Hotham para las ocho del día siguiente, con el objeto de informarle que el Locust no podía partir el 25, aniversario de la jura de la independencia de la república y «mucho menos a la hora en que se disparaban las salvas, que el pueblo podía interpretar como un saludo a una bandera que aún no había cumplimentado a la de la República, y que por tanto el Locust no saldría mientras él no concluyese su comisión, que el Gobierno Paraguayo ignoraba oficialmente, o que si saliese debía esperarlo fuera de las Tres Bocas». Sir Charles contestó que en vista de lo que acababa de escuchar suspendía la partida del barco y que el objeto de su misión era negociar un tratado de comercio y navegación, y reconocer la independencia de la república; que al día siguiente lo haría saber oficialmente; y finalmente, «que no había saludado el Pabellón Paraguayo por no juzgar oportuno y porque la ley de las naciones le impedía saludar a otra, cuya independencia y soberanía o su Gobierno aún no reconoció, y cuyo pabellón es desconocido para Inglaterra». (17)

Esta respuesta casi hizo perder al presidente López «la moderación y sangre fría que se había propuesto guardar», pero sobreponiéndose a la ira se redujo a preguntar a Sir Charles «si la salva que el Ministro Inglés en Buenos Aires, Mr. Mandeville, mandó disparar ante la bandera paraguaya en aquel puerto y en presencie de Rosas, la correspondencia que mantuvo el mismo Ministro con este Gobierno, y el reconocimiento ad referéndum que hiciera el Plenipotenciario Ouseley del cual él mismo (Hotham) fuera portador, de nada valían». Sir Charles contestó que la conducta de esos agentes no fueron aprobados por el gobierno de la Reina, por tanto los actos aludidos debían considerarse como inexistentes. Don Carlos, luego de preguntar a su interlocutor, si por qué no le habían comunicado esa desaprobación para evitar a le república enarbolar la bandera inglesa en los días festivos como prueba de gratitud a uno de los gobiernos que reconoció su independencia, agregó enfáticamente: «si el Gobierno inglés tiene el derecho de desconocer la soberanía y el pabellón Paraguayos, también la República tiene el de desconocer los Británicos». Hotham respondió que su misión pondría término a todos esos reparos y quejas. Cuando el diplomático británico se despidió ambos estaban muy exaltados e irritados. (18)

La nota de Hotham en la cual solicitaba día y hora para entregar al presidente su credencial, consideró éste como una nueva ofensa. Varela contestó comunicando que el general Francisco Solano López había sido nombrado para entenderse con Sir Charles, de quien Don Carlos «no recibiría en persona la Credencial en cuestión sin que se le dijese que tenía plenos poderes para reconocer la Independencia de la República y prometiese proceder a ese reconocimiento en la tarde del día en que entregase la Credencial, el que en caso afirmativo podría tener lugar hoy a las 10 horas de la mañana». Con la impresión que le causó la nota de Varela, Hotham se entrevistó con el general López pare manifestarle su sorpresa ante la comunicación aludida, que no tenia precedentes en los anales de la diplomacia, en los cuales no se encontraría un ejemplo de un jefe de Estado comisionando a un tercero para recibir una credencial firmada por el jefe de otro Estado, como podría leerse en las obras de derecho de gentes, que le ofrecía para informarse; que podrían existir motivos para rechazar una credencial pero comisionar a otra persona para recibirla era buscar embarazos de los cuales él no era responsable. El general le respondió que él no podría «hacer observaciones a las órdenes de su Gobierno», que también tenía libros y que en las cuestiones sólo intervendrían personas que en ellas tuviesen interés o parte. Sir Charles se mostró satisfecho con esta respuesta y al retirarse le dejó a Francisco Solano el proyecto de discurso que pretendía pronunciar en el acto de entregar su credencial, pidiéndole su opinión al respecto. El presidente López manifestó a Pereira Leal que la suya era contraria por si podría obtener su modificación de tal manera que importase una «satisfacción y confesión» de que Hotham venía provisto «de plenos poderes para reconocer la Independencia del Paraguay, satisfacción y confesión que tal vez le induzcan a recibir en persona la Credencial», a la cual aseguró Don Carlos que contestaría haciendo sentir a la Reina Victoria las quejas que tenía de su gobierno y agentes y declarando que por la legislación de la república le era «imposible hacer Tratados con las Naciones Extranjeras», que debían conformarse con las ventajas concedidas a su comercio y sus súbditos por el decreto del 20 de mayo de 1845. (19)

La entrevista se prolongó hasta la una de la tarde. Durante ella el presidente López habló más de tres horas y reiteró encarecidamente a Pereira Leal, al retirarse éste, que «minuciosamente» informase a Paulino de todo lo ocurrido con Hotham. El agente brasileño prometió hacerlo y manifestó que esperaba ver salvadas las dificultades y que por su posición y carácter «jamás tomaría parte en las discusiones y cuestiones no relativas a su país». Don Carlos, por su parte, expresó finalmente al diplomático imperial que el 25 de diciembre dejó de recibir a las persones que fueron a felicitarle con motivo del aniversario de la jura de la independencia, por haber enfermado, como consecuencia de la «gran ira» que se apoderó de él al ver la Locust, en «tan solemne día», no saludar ni enarbolar la bandera nacional. (20)

El 27 de diciembre, «en acto solemne», Hotham entregó sus credenciales. Esa misma mañana manifestó al general López que estaba resuelto a reconocer la independencia del Paraguay. Dos días después el mismo general le comunicó que «el Exmo. Señor Presidente de la República habiendo tomado en alta consideración la carta de S.M. la Reyna del Reino Unido de la Gran Bretaña, y de Irlanda, fecha 17 de Abril último, en la que S.M. autoriza a V.E. para negociar un tratado de amistad, navegación, y comercio», le había ordenado hacerle saber que el gobierno de la república se limitaba a guardar con las demás naciones una amistad pura sin necesidad de pactos, hasta tanto «que la experiencia presente la oportunidad de considerar este negocio», como establecía la ley nacional, y que por lo tanto no podría aceptar la misión especial inglesa de ajustar tratados de comercio y navegación, rogándole transmitiese esta resolución al gobierno de S.M., así como «los ardientes votos del de la República p.r mantener y estrechar las relaciones de buena amistad entre los dos países, y las protestas de toda consideración y protección a los súbditos británicos en sus relaciones mercantiles, a la par de los súbditos de otras Naciones Estrañas». Le remitía copia legalizada del decreto del 20 de mayo de 1845 para que el gobierno de S.M. la Reina se informase de las garantías y seguridades que los súbditos ingleses gozaban en el país. Igualmente le enviaba un oficio de presidente de la república para S.M., con ruego de hacerlo llegar a las augustas manos de la Reina. (21)

En la entrevista del 30 de diciembre López manifestó a Pereira Leal que había recibido personalmente la credencial de Sir Charles por haberle éste declarado, «bajo su palabra de honor que tenía plenos poderes para reconocer la independencia y que verificaría en el día designado para el efecto; que Hotham aceptó las condiciones de respuesta a la credencial, lo que decidió al presidente a fijar el 4 de enero el solemne reconocimiento de la independencia». (22)

En consecuencia Hotham procedió a reconocer la independencia del Paraguay en el día establecido, en un documento que entregó al presidente López, que traducido literalmente dice: «El infrascrito, Plenipotenciario de Su Majestad Británica en misión especial cerca de varios Estados cuyos territorios son divididos, o atravesados por el Río de la Plata, o por cualquiera de los Ríos que confluyen al Río de la Plata, en virtud de los Plenos Poderes que le están confiados por Su Majestad la Reyna de la Gran Bretaña e Irlanda, y en nombre de Su Augusta Soberana, por este acto solemne reconoce la Independencia y la Soberanía de la República del Paraguay. – El infrascrito reconoce igualmente que la República del Paraguay tiene el derecho de ejercer todas las grandes prerrogativas que pertenecen a su Independencia y Soberanía Nacional. – En fe de lo cual, y para que así conste perpetuamente, el infrascrito, en nombre de su Augusta Soberana, agrega su firma, y el sello de sus armas. – Hecho en Asunción el día cuatro de Enero de mil ochocientos cincuenta y tres». (23)

A las palabras de Hotham el presidente López contestó: «Grato el Gobierno de la República el acto de justicia que V.E. acaba de pronunciar a nombre, y p.r autorización de Su Augusta Soberana la Reyna del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, hace votos p.r la felicidad de S.M., y p.r la prosperidad de sus Reinos: grato a las altas atenciones, y miras benéficas de S.M. por el bien de este país, tiene la satisfacción de asegurar que abunda en iguales sentimientos, y queda a cumplir el grato deber de dirigirse a S.M. con la debida expresión de gracias». (24)

Mutatis mutandiel tenor de este reconocimiento era semejante al del Imperio del Brasil y al de la Confederación Argentina, y como en el de estos países se publicó por bando «con toda solemnidad» en la capital y en el territorio de la república, imprimiéndose trescientos ejemplares. Esa noche y la siguiente se iluminaron todas las calles de Asunción. (25)

Al día siguiente Pereira Leal remitió a Paulino un ejemplar del bando, informando al mismo tiempo que Sir Charles Hotham en la ocasión de entregar «el importante documento» del reconocimiento «dirigió al Presidente una corta alocución, en la cual combatió, por mezquina, la idea del exclusivismo de América para los Americanos, sustentando que después de los descubrimientos de la navegación a vapor, caminos de hierro y telégrafo eléctrico, el género humano forma una sola familia con recíproco derecho en ambos hemisferios, y proclamó sentirse feliz por haber sido nombrado para ligar de un modo estable y seguro los intereses de los dos Países; y que el Presidente respondió insinuando que no ultrapasaría su Decreto del 20 de Mayo de 1845, y limitándose a agradecer al Gobierno de la Reyna Victoria el acto de justicia que practicara en favor del Paraguay». (26)

El informe del diplomático brasileño no coincide con la breve alocución del presidente López, que hemos transcripto y cuya copia obra en el Archivo Nacional de Asunción, en lo referente al decreto del 20 de mayo de 1845. En aquel documento no consta lo mencionado por Pereira Leal, pero es verosímil que hubiese ocurrido como éste refirió, teniendo en cuenta la nota del general López a Hotham del 29 de diciembre.

Paulino, recordando el acto cumplido por Hotham, escribió al presidente López: «Mucho placer tuve con el reconocimiento de la Independencia de la República por S.M. la Reyna de Inglaterra. Pero el Brasil la reconoció cuando Rosas estaba en la plenitud de su poder». (27)

El 6 de enero Pereira Leal acudió nuevamente a palacio a invitación de Don Carlos. El Presidente le manifestó que le había hecho incomodar para informarle de lo ocurrido últimamente con Sir Charles, desahogando su enojo como una prueba de confianza al representante del Brasil. Este agradeció la honrosa deferencia, asegurando que la conversación comunicaría al gobierno imperial, el cual agradecería debidamente esta distinción. López comenzó diciendo que estaba arrepentido de la condescendencia de haber recibido la credencial de Hotham porque este diplomático continuaba con sus inadmisibles pretensiones; que una vez acreditado pidió que el Locust fuese a buscar a Esquina su correspondencia; que el general López «contra su expectación» recibió la solicitud; que él (Don Carlos) ordenó responder la nota concediendo el permiso, que no servirá de precedente; que el permiso fue concedido con la condición de que el Locust al zarpar del puerto y al pasar frente a la escuadra en las Tres Bocas «deberá enarbolar la bandera Paraguaya en el tope de proa, haciendo lo mismo a su regreso»; que esta condición disgustó a Sir Charles, pero que él no desistirá de ella. Luego el presidente mostró a Pereira Leal copia de la carta que dirigió a la Reyna Victoria, agradeciendo el reconocimiento del cuatro de enero, pero concebida de una manera como para hacer sentir a S.M. que el gobierno inglés retardó un acto ya innecesario por haber desaparecido las dificultades con la Confederación Argentina y sólo llevado a cabo con la esperanza de obtener un tratado de comercio y navegación, cuyo ajuste no autorizaba la legislación paraguaya. (28)

López agregó que la resistencia de Hotham de exhibir sus plenos poderes para reconocer la independencia de la república, le persuadía que no los tenía para proceder al acto del 4 de enero, pero que no insistirá por su presentación porque le bastaba la realización del mismo; que el agente inglés quedaba responsable de ese acto, en cuyo cumplimiento acaso se hubiese desviado de los deseos de su gobierno. A continuación comunicó reservadamente al diplomático imperial, para que éste, a su vez, informase con el mismo carácter a Paulino, que Hotham estaba «autorizado a tratar con Bolivia sobre la navegación de los ríos que desembocan en el de la Plata como en el Amazonas», quien en esa negociación podía ser feliz; que de ella debían surgir graves dificultades al Brasil y al Paraguay «que cada día tienen mayor necesidad de concluir un tratado de limites, que excluya a aquella República de su pretensión a la margen occidental del río Paraguay, cuya posesión y derecho cuanto más dudosos fueren, tanto más la inducirán a realizarlos y a dar lugar a que las naciones ribereñas sean coaccionadas por Inglaterra a franquearle el paso hacia aquella República por los ríos de la Plata y Amazonas »La confidencia de Hotham causó una fuerte como desagradable impresión al presidente López. Pereira Leal le prometió que se apresuraría a transmitirla, con la misma reserva, a su gobierno, ya que le parecía prudente no despreciarla. Don Carlos terminó expresando que mucho deseaba que Paulino se compenetrase de la necesidad que tenían los dos países de concluir con prontitud el tratado de límites para que mediante concesiones recíprocas y razonables los dos gobiernos» puedan «entenderse sobre este asunto de interés recíproco». (29)

Pereira Leal cumpliendo sus instrucciones comunicaba detalladamente a su gobierno todo lo relacionado con la misión de Hotham y de Saint Georges, Así informó a Paulino que a pedido de López había traducido las notas del primero de los diplomáticos nombrados como también las de Pendleton, circunstancia que le permitía transmitir a la Corte de San Cristóbal copia de aquellos documentos, confiados reservadamente a su discreción; que continuaba visitando con frecuencia al presidente, lisonjeándose de merecer toda la consideración del mandatario paraguayo. (30)

El 9 de enero Hotham avisó recibo al general López de la nota del 29 de diciembre y de una carta del presidente de la república a la Reyna Victoria. En cuanto a la actitud del gobierno paraguayo de no aceptar la misión encaminada a la negociación de un tratado de comercio, el diplomático inglés no tuvo nada que observar. Pero existían otras cuestiones que le obligaban a hablar. Después de recibir la nota del 29 de diciembre y con el propósito de allanar dificultades, solicitó una entrevista particular con el general López, que se llevó a cabo en la mañana del 30. En esa ocasión, de común acuerdo, fueron retiradas la aludida nota del 29 de diciembre y la carta citada a la Reyna Victoria. Hotham salió convencido del ministerio de relaciones exteriores que no quedaban obstáculos para iniciar las negociaciones sobre el tratado de comercio. «En virtud de sus plenos poderes, – agregó el representante británico – el infrascrito reconoció la Independencia de la República el 4 del corriente; el acto fue completamente espontáneo; no fue ligado a ninguna condición; pero tanto S.E. el Presidente, como el general López dieron seguridades, y hicieron profesiones que dejaron al infrascrito creer enteramente que en todo caso le sería permitido entrar en las usuales esplicaciones relativas al tratado que tiene orden de ofrecer». Nada ocurrió que pudiese cambiar estas circunstancias. Sin embargo en la mañana del 6 de enero le fue nuevamente transmitida una copia de la nota del 29 de diciembre acompañada de una carta para la Reyna Victoria El gobierno inglés verá con sorpresa esta determinación; el 3 fueron remitidos despachos alusivos al retiro de las notas en cuestión. «Podía S.E. – terminó recomendando Hotham – hacer una nueva comunicación, declinando entrar en negociación; pero mandar copias de las notas con la misma fecha que fueron retiradas p.r común acuerdo, está cierto el infrascrito, que será considerado p.r su Gobierno como un paso poco esperado, después del reconocimiento de la República, y un desvío de todas las costumbres, y usos internacionales». (31)

El 11 de enero Pereira Leal visitó a Don Carlos, a quien encontró «muy afectado por haber recibido de Sir Charles una insolente e incalificable nota. El presidente analizó el documento con acrimonia y pidió al agente brasileño el «especial favor» de traducirlo en la brevedad posible para poder contestarlo condignamente. Dado el estado de exaltación de López, Pereira Leal trató de calmarle, observándole que mejor sería no responder mientras no se tranquilizase, por el alcance que podría tener una contestación dictada por una desagradable impresión. El presidente agradeció las «razonables y amigables observaciones», pero considerando que el final de la nota significaba «una lección y un insulto» deseaba responder con rapidez. y energía, por lo que insistió que el diplomático imperial le hiciese el favor de traducir la comunicación sin pérdida de tiempo. (32) Se trataba de la nota del 9 de enero anteriormente mencionada. Esa misma tarde Pereira Leal remitió la traducción pedida. (33)

Invitado por Don Carlos, el representante imperial le visitó de nuevo al día siguiente. El presidente le mostró la contestación a Sir Charles, pidiéndole su parecer. Pereira Leal le respondió que le «parecía bastante fuerte» tanto por el modo de replicar el final de la nota en cuestión como por la manera de hacer sentir que poco le importaba «la impresión que el Gobierno Británico ha de experimentar por la lectura de su correspondencia» y además por la aspereza de negar que el presidente y el general López consintieron en retirar la nota del 29 de agosto, de no dejar entrever que estaban allanados los obstáculos para la negociación de un tratado de comercio, de decir a Sir Charles que para ser creído no basta que él lo diga», que si la nota aludida quedó «en poder del gobierno paraguayo fue porque en la Legación Inglesa la habían desaseado de modo que el Presidente juzgó ser indecente que apareciese ese documento con tan poca limpieza, y para hacerla copiar y firmar de nuevo y remitirla con la anterior para verificar que estaban conformes». López agradeció las observaciones del brasileño y agregó que por ellas «reconocía haber conseguido su objeto que era molestar la arrogancia de Sir Charles», que el Locust no volvería a Asunción sin dejar su pólvora en las Tres Bocas, para cuyo efecto daría las órdenes correspondientes. Pereira Leal trató de disuadirle de tomar esta medida, pero sin éxito. Entonces, viéndole que estaba «muy exaltado», se despidió. (34)

El general López contestó el 14 de enero la nota de Hotham del 9. Decía al ministro inglés que no podría ni debía retirar la comunicación del 29 de diciembre, que por orden del presidente le había dirigido. «El reconocimiento de la República – agregaba – verificado el 4 del corriente, siendo como asegura V.E. un acto espontáneo, y no ligado a ninguna condición, no podría alterar la resolución suprema del Gobierno, fundada en la citada ley nacional, (la del 20 de mayo de 18d5) participada oficialmente el 29 de Diciembre a S.M. la Reyna de la Gran Bretaña, y con la misma fecha a V.E.». Portanto le ha sorprendido grandemente la aserción de que en la conferencia del 30 de diciembre «fueron retiradas por común acuerdo la carta y la nota referidas» y que el agente británico salió del ministerio de relaciones exteriores convencido de haber desaparecido los obstáculos para iniciar la negociación del tratado de comercio. Desde que no fue aceptada la misión especial sólo mantuvo conversaciones generales con Hotham, siendo inconcuso «que un Ministro no puede prestarse al retiro de una comunicación hecha de orden espresa de su Gobierno», ni hubo tiempo para ello. (35)

«Me permitirá V.E. – siguió expresando el general – recordarle que en la propia mañana del 29 de Diciembre, después de haber recibido mi referida nota, me honró con su visita, y en ella me dijo que me la traía con motivo de que estaba resuelto a verificar el reconocimiento solemne de la Independencia del Paraguay, y con la prevención misteriosa de – aunque le devuelva después del reconocim.to – y llevando la mano al bolsillo como a sacar el papel, le dije que no podría recibirlo en ningún sentido, y dejó de sacarlo. – El siguiente día 30, me repitió su visita trayendo otra vez dicha nota, y diciéndome que quería tratar con S.E. el Sr. Presidente sobre el reconocimiento de la República, y sobre la nota, a lo que respondí que podría hacerlo cuando guste, y con esta calidad fue que ha llegado a manos del Gobierno la citada nota, quedando en poder de V.E. la copia autorizada, que la acompañaba, del precitado decreto del 20 de Mayo de 1845, y también la enunciada carta p.a S.M. la Reyna. – En efecto, V.E. estuvo en Gobierno la prima noche del mismo día 30, y el Exmo. Sor. Presidente me hizo la honra de comunicar que esa vez llegó a leer a V.E. una copia de dicha carta p.a la Reyna, cuyo original paraba en poder de V.E., como queda dicho, y q.e no trató sobre retiro de esta carta, ni de la mencionada nota, de manera que esta no fue devuelta a V.E. en aquella ocasión, prefiriendo el Exmo. Señor Presidente la atención de encargarme su remisión para otro día, puesto q.e no fue asunto de conversación el retiro que ahora se ha discurrido.

Si V.E. lo hubiese intentado, debió esplicarse, en la seguridad de que semejante pretensión no tendría lugar p.r todo lo que va espresado, y fundado. También me ha comunicado el Gobierno que el asunto de esa visita de V.E. ha sido exclusivamente el reconocimiento de la República, y que dijo a V.E. que verificado el acto, espresaría su agradecimiento a la Reyna p.r otra carta, y es la que fechada el 4 del corriente tuve orden de dirigir como he dirigido a V.E. el día 6 para su dirección al alto conocimiento de S.M. la Reyna. – Esa misma mañana fue entregada a V.E. con data del día anterior mi contestación a la solicitud que hizo para el descenso del vapor de guerra británico Locust, que en efecto marchó en la propia mañana del 6; y entonces fue que de orden del Supremo Gobierno he devuelto a V.E. la nota del 29 de Diciembre con mi firma original, y no en copia como dice V.E. – Esta indicación inexacta me constituye en el deber de recordarle que habiendo presentado V.E. esa nota en estado de poco aseo, tuve orden de copiar, y firmarla en papel limpio, como demandaba la decencia, y consideración que se merecen las correspondencias oficiales; y es p.r esto q.e seguidamente me personé en la morada de V.E. con el mencionado papel desaseado que quedaba en mi poder, para que se tomase el trabajo de cotejarla, en la seguridad de que no se ha variado una sola palabra». (36)

Y como si todo lo anterior no fuese suficiente, el general López prosiguió manifestando: «También es verdad, como refiere V.E. que reconoció la Independencia de la República el 4 de corriente p.r un acto enteram.te espontáneo, y no ligado a ninguna condición, y tanto es así que el Exmo. Señor Presidente ha prevenido oportunamente a V.E. que no aceptaría el reconocimiento con la condic.n de un tratado de navegación y comercio. – Era pasado el tiempo, y caso en q.e el Gob.no paraguayo solicitó al británico p.a el reconocimiento de la República, a saber, durante el período de la intervención de la Gran Bretaña en la ruidosa cuestión del Gob.or Rosas en Buenos Ayres, con la República Oriental del Uruguay. En esa época el mismo Rosas estaba habilitado p.r los representantes de Buenos Ayres «p.a disponer sin limitación alguna de todos los fondos, rentas, y recursos de todo género de la Provincia hasta hacer efectiva la incorporación del Paraguay a la Confederación Argentina». Entonces publicaba Rosas un costoso armamento terrestre, y naval para anonadar, como decía, a esta República. Nosotros lo aguardábamos tranquilos para hacerlo pedazos: pero Rosas se limitó a gritarnos. – Estas cuestiones habían cesado p.r la brillante victoria de Monte Caseros, que puso en la más vergonza fuga al implacable enemigo de la nacionalidad paraguaya. – Cuando V.E. vino a prestar el reconocimiento a nombre de su Gobierno, ya el de la Confederación Argentina, que sucedió al vencido tirano de las Repúblicas del Plata, tenía reconocida la del Paraguay como un hecho consumado, y además concluido un tratado de limites, navegación, y comercio entre los dos Países. – Se hacía preciso recordar todo esto a V.E. como una respuesta perentoria a la gran sorpresa con que dice haber leído el contenido de mi referida nota del 29 de Diciembre; y como una justificación relevante de que el reconocim.to de la Independencia del Paraguay p.r un acto espontáneo, y no ligado a ninguna condición, no podria, ni debía alterar la primera resolución tomada con vista, y alta consideración de la carta de crédito que ha presentado V.E. en acto solemne del 27 de diciembre». (37)

En esta cuestión la culpa no era del gobierno paraguayo, que no ha variado en su resolución. Pero lo que más llamó la atención del mismo gobierno fue la parte final de la nota de Hotham, en la cual éste recomendaba que se le pasara una nueva comunicación declinando entrar en negociación para el ajuste del tratado de comercio, en vez de remitirle copias de las notas, que fueron retiradas de común acuerdo. Esto último causaría sorpresa a su gobierno y constituía un desvío de las costumbres y usos internacionales. Francisco Solano afirmó categóricamente que con esta proposición el agente británico «ha querido provocar una contestación cual corresponde a la incivilidad, e inconsideración con que se ha producido». (38)

El 10 de enero de 1853 Pendleton informó al ministro Varela que «fue instruído por el Presidente de los Estados Unidos para proponer al gobierno del Paraguay un acuerdo de amistad y comercio entre los dos países, sobre bases seguras y permanentes, que puedan conducir a un mejor entendimiento y tendentes a cultivar los sentimientos de armonía y buena vecindad, como corresponde a Estados de un mismo continente y de instituciones semejantes». Se refirió luego a las ventajas de los convenios de comercio y amistad, que la Unión ha podido comprobar con los tratados firmados por ella. El presidente de los Estados Unidos verá con placer que la república firme iguales tratados con los mismos Estados Unidos, como un medio de «incorporar al Paraguay a la hermandad de los Estados soberanos e independientes». Para cumplir esta misión llegó a la capital, habiendo retardado su comunicación porque el gobierno paraguayo se encontraba atareado en recibir al ministro inglés y porque esperaba documentos de Buenos Aires. (39)

En la entrevista del 12 de enero López pidió a Pereira Leal la traducción de esta nota, a quien manifestó que había hecho llamar a Pendleton para pedirle que escribiese su comunicación con «mejor letra, porque él no podía entender los garabatos» de la recibida. (40)

Al día siguiente el diplomático brasileño acudió nuevamente a palacio, a invitación del presidente, en cuya ocasión éste le mostró la respuesta que dio a la nota de Pendleton, comunicando al agente norteamericano que no podría volver a escribir al gobierno mientras no recibiese los documentos esperados de Buenos Aires, y que antes, «toda correspondencia sería inoportuna e intempestiva». Al término de la conversación Don Carlos agregó que no admitiría contestación a su nota. (41)

El general López avisó recibo del oficio de Pendleton el 15 de enero, expresándole que podría presentarse al ministerio de relaciones exteriores cuando reciba los documentos. (42) La advertencia no era alentadora. El éxito del representante de los Estados Unidos dependía, de acuerdo con la comunicación del ministro de relaciones exteriores interinos, de la recepción de su credencial y plenos poderes.

Pero Pendleton no se dio por vencido, estaba resuelto a no «quedar fuera del bloque de sus colegas». Un mes después se dirigió nuevamente a la cancillería paraguaya, a pesar de no haber recibido los documentos anunciados, remitiendo una explicación en castellano sobre la situación especial en que se encontraba. Nunca puso en duda «la legitimidad de su autorización para entrar en negociaciones con el Paraguay». Cometería una falta contra su propio gobierno si intentara esas negociaciones sin estar facultado para ello. Por la constitución de los Estados Unidos no podría él concluir tratados sino ad referéndum. Por otro lado, no era necesario que un agente tuviese carácter diplomático para iniciar tales negociaciones. Los principales tratados de los Estados Unidos fueron firmados por simples comisionados. (43)

«Cuando los gobiernos de Inglaterra y Francia – agregó acordaron la actual misión diplomática conjunta a los Estados del Río de la Plata, invitaron al gobierno de los Estados Unidos para unírseles, por la razón que una misión conjunta de las tres grandes potencias comerciales del mundo necesariamente probaría la entera confianza en la rectitud y liberalidad del objeto perseguido, – Su Excelencia está enterado que esas misiones fueron acordadas inmediatamente después de conocida la caída de Juan Manuel de Rosas, ese portentoso despotismo que por tanto tiempo ensombreció el destino de las provincias argentinas. En consecuencia, el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a proceder con rapidez, dado el pedido de colaboración. Lo único que el Presidente de los Estados Unidos pudo hacer en tales circunstancias era instruir a algún agente de su gobierno residente en Sur América, para actuar de acuerdo con esas misiones. Y así lo hizo no solamente con uno sino con dos: el Sr. Schenck, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en el Brasil y el abajo firmado, para actuar conjunta o separadamente, como mejor fuese conveniente». (44)

Luego expresó que tenía en su poder un despacho del secretario de Estado, «único órgano del Presidente de los Estados Unidos en las cuestiones de relaciones exteriores», dirigido a Schenck, ordenándole trasladarse a Buenos Aires para unirse con él (Pendleton), a los efectos de negociar un tratado con la Confederación Argentina y los Estados vecinos. El aludido Schenck sería portador de los poderes. Estos fueron remitidos, según se deduce de la comunicación anterior, pero no llegaron. La falta de presentación de los mismos no sería obstáculo para la firma del acuerdo, que desde luego no tendría fuerza obligatoria mientras no fuese aprobado por el senado de los Estados Unidos. En estas mismas condiciones fue subscrito el tratado de amistad y comercio con el Uruguay. Él (Pendleton) se adelantó en venir, sin esperar los aludidos documentos, para aprovechar la invitación del ministro inglés y viajar en el buque que venía la misión británica, y encontrarse en Asunción con los ministros de Francia y Cerdeña. Enviará los documentos cuando los reciba.

Las explicaciones de Pendleton tuvieron favorable acogida, no obstante las manifestaciones del presidente a Pereira Leal y del general López en la nota del 15 de enero. La verdad era que el enviado de los Estados Unidos no podría entablar formalmente una negociación para el ajuste de un tratado porque carecía de los instrumentos oficiales correspondientes, si bien que el envío de éstos había sido anunciado por Webster. Pero sus argumentos fueron hábilmente esgrimidos como para desvanecer los recelos de Don Carlos. La referencia a la rectitud y liberalidad de la misión conjunta de las tres grandes potencias comerciales del mundo, acordada después de la caída del despotismo de Rosas, no podía disgustar al presidente, así como la consideración guardada por el diplomático americano a la república y a su gobierno.

El general López respondió una semana después la comunicación de Pendleton, en términos satisfactorios. Decía el ministro paraguayo: «El abajo firmado tuvo el honor de informar al Excmo. Presidente de la República de la nota del 15 con la explicación adjunta y fue instruído para contestar a V.E. como lo hace por esta nota, que en virtud de esa explicación puede V.E. presentar, si lo desea, de acuerdo con sus instrucciones, un proyecto de tratado ad referéndum con el explícito reconocimiento de la independencia y soberanía nacional de la República del Paraguay, en la inteligencia que sin esa base el gobierno de la República no puede celebrar ningún tratado con un «Estado extranjero». (45)

La respuesta del general López significaba admitir la misión americana, lo que tenía indudable importancia, teniendo en cuenta la actitud del gobierno paraguayo con Hotham. Pendleton y Saint Georges supieron penetrar mejor los sentimientos y las tendencias del presidente López. El reconocimiento de la independencia para entrar en negociaciones posteriores, era una condición previa indispensable que Don Carlos venía exigiendo desde los tiempos de Pimenta Bueno. Así procedió con Derqui y ahora con Pendleton y los enviados de Inglaterra, Francia y Cerdeña; no era un «desquite» sino una norma impuesta por la necesidad de defender la dignidad de la nación.

Pendleton, sin pérdida de tiempo, comunicó que presentará un proyecto de tratado con el correspondiente reconocimiento de la independencia del Paraguay. (46) Al día siguiente transmitió al general López el anunciado proyecto, redactado en los mismos términos que el negociado por Inglaterra, Francia y Cerdeña, con la única omisión de un artículo sobre cuya concertación no tenía instrucciones. Remitía además fórmulas para el preámbulo y la ratificación del convenio, y el reconocimiento de la independencia. Si la última no llegare a satisfacer, la modificaría con gusto, ya que el gobierno de los Estados Unidos nunca puso en duda el reconocimiento de la soberanía e independencia de un Estado con el cual se resolvía a tratar. (47)

Saint Georges, a quien su gobierno encomendó una «misión extraordinaria en el Plata», desde Corrientes, comunicó a Varela su próximo arribo a bordo del buque de guerra Flambart y solicitó la adopción de medidas necesarias «p.a no sufrir demora a su entrada en el Paraguay». (48) El general López le contestó, como ministro interino de relaciones exteriores, por enfermedad de Varela, que podría «continuar su arribo cuando guste, contando con las atenciones que le serán cumplidas en el territorio de la República». (49)

El 12 de enero Saint Georges llegó a Asunción, acompañada de Marcelo Cerruti. El Flambart en la mañana del 14 saludó a la república con una salva de 21 tiros de cañón. (50) El agente francés se dirigió al general López el 18, solicitando día y hora de audiencia para ser recibido por el primer mandatario y remitiendo copia de la carta del «Príncipe Presidente de la República p.a S.E. el Presidente del Paraguay» y la de la alocución que pronunciará al entregar aquélla. (51) Al cumplir este cometido Saint Georges expresó: «Señor príncipe Presidente de la República queriendo corresponder al deseo de Vuestra Excelencia manifestado en diferentes ocasiones, de ver establecidas entre Francia y el Paraguay, relaciones regulares y permanentes, me ha ordenado trasladarme para ese efecto junto a Vuestra Excelencia. – Yo soy feliz, Señor Presidente, de haber sido elegido para abrir las relaciones que no pueden ser sino ventajosas y honorables para los dos países, y provechosas para las demás naciones. – El Príncipe, que tiene el más vivo interés por la prosperidad y el porvenir del Paraguay, me ha ordenado asegurar particularmente a Vuestra Excelencia, antes de todo, la alta estima y la perfecta amistad que él le profesa. – Señor presidente: un testimonio explícito de esos sentimientos encontraréis en la carta del Príncipe Luís Napoleón, que tengo el honor de poner en vuestras manos». (52)

Saint Georges y Cerruti fueron reconocidos, el primero como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Francia, y, el segundo, como encargado de negocios de Cerdeña en misión especial. (53)

El presidente López comunicó confidencialmente a Pereira Leal, que Saint Georges le había declarado que la misión de éste en el Paraguay era conjunta con la de Hotham y que la conducta del ministro francés era diferente de la del inglés, por haber considerado al gobierno de la República, como soberano e independiente. Este proceder agradó mucho a Don Carlos, quien recibió sin la menor observación la credencial del enviado del príncipe Luis Napoleón. (54)

El 20 de enero el ministro brasileño mantuvo una entrevista con el presidente, a invitación de éste. Como una nueva prueba de confianza López le comunicó que correspondiendo «a la benevolencia del Presidente de la República Francesa y a la conducta de Mr. Saint Georges» y a los ruegos de su familia, a la cual la señora de Guillemot había pedido que el presidente hiciese alguna concesión a Francia para la designación de su marido como encargado de negocios en la república, estaba dispuesto a indicar por escrito al mismo Saint Georges que «Francia permita establecer una Legación en el Paraguay». Don Carlos preguntó a Pereira Leal si el gobierno francés quedaría satisfecho con esta resolución. Este contestó agradeciendo la confianza y declarando que le era imposible decir si Francia se contentaría con la mencionada concesión, después de haber mandado al Paraguay una dispendiosa misión para negociar un tratado de comercio. Entonces el presidente le dijo que el diplomático francés ya le había hablado de un tratado de comercio, en el cual «pretendía inserir [incluir?] estipulaciones que ad perpetuam garantizarían al Paraguay la libre navegación de los ríos, garantía que él no podía comprender cómo le sería dada sin el concurso de la Confederación Argentina, cuyo Director Provisorio, le dijo Mr. de Saint Georges, está muy animado contra el Gobierno Paraguayo» por las simpatías que éste ha mostrado por los opositores de aquél. Don Carlos agregó «que el Brasil es siempre el causante de las dificultades en que se ve el Gobierno Paraguayo, a quien el Imperial nada había dicho acerca de la venida de Sir Charles y Mr. de Saint Georges». El representante brasileño, tomando la palabra le recordó al presidente que le había dicho desde su llegada, que el gobierno brasileño deseaba la apertura del Río de la Plata y sus afluentes por una concesión espontánea de sus vecinos y no por tratado que les privase revocar esa concesión de acuerdo con sus intereses. López juzgó insuficiente esta insinuación porque quería «alguna cosa más positiva». Entonces Pereira Leal le preguntó qué entendía por «cosa más positiva». Don Carlos respondió: «un Tratado en que se fijen los limites entre los dos países, se estipule el modo de permitir la navegación de los ríos y una alianza bien definida que prevea todos los casos en los cuales el Paraguay puede contar con el Brasil». Según el agente imperial el presidente volvió a repetir «con toda moderación y respeto» sus quejas contra el gobierno brasileño. (55)

El 23 el diplomático imperial visitó nuevamente al presidente López, en cuya oportunidad éste le manifestó que Saint Georges le había presentado un proyecto de tratado de comercio, que él no podría admitir porque su artículo primero se refería al reconocimiento de la independencia del Paraguay; que tuvo vehementes deseos de devolverlo; que no lo hizo por instancia de su familia, comprometida con la señora de Guillemont; y que preparaba un contraproyecto no admisible para cortar la negociación. Pereira Leal agregó en su informe: «Recelando que el Presidente López, siendo contrariado, versátil y desconfiado como es, precipite la negociación, que deseo estorbar, y no queriendo parecer que daba gran importancia a lo que me comunicaba, le dije, que nadie mejor que él conoce lo que más conviene al Paraguay, y que por lo tanto sólo él puede decidir de la conveniencia o inconveniencia de un Tratado de comercio y navegación con Francia; pero que me permitía observarle que luego de tratar con esa nación se verá obligado a hacer lo mismo con las otras, que no dejarán de exigir para si las mismas ventajas, que él, por una consideración a los esposos Guillemont, concede a Francia, cuyo Gobierno nadie puede asegurar que nombrará para representarlo ante este Gobierno a un enemigo de Luis Napoleón y estrechamente ligado a Ledru-Rollin, y sobre todo iniciar y tal vez concluir un tratado de comercio y navegación antes de saber si la Confederación Argentina hará lo mismo, y después de haber escrito a la Reyna de Inglaterra y a Sir Charles, que la legislación Paraguaya le impedía entrar en negociaciones con las naciones extranjeras, me parecía extraordinario». Don Carlos contestó que tenia la certeza de que no se ajustaría el tratado, «porque Mr. de Saint Georges no podría tratar sobre las bases que le iba a presentar»; que a Sir Charles hizo llamar para manifestarle que habiendo recibido un proyecto de Saint Georges podría también él presentar el suyo. El presidente «volvió a quejarse del Brasil por no querer ligarse al Paraguay y de ese modo darle fuerza para resistir a las pretensiones de las Naciones Europeas». (56)

Pereira Leal terminó expresando su impresión sobre esta entrevista, en estos términos: «No deseando entrar en inútiles y ociosas discusiones, que podrían, sin ventaja para el Imperio, irritar las buenas disposiciones del irascible Presidente López, me retiré con la persuasión de que él no está lejos de ajustar y concluir tratados de comercio con los Ministros Inglés, Francés, Norteamericano y Sardo, que aquí se encuentran, y que ha llegado el momento de presentar el proyecto de tratado que estoy autorizado para negociar y que presentaré dentro de pocos días». (57)

El encargado de negocios del Imperio no estaba equivocado en su juicio. El presidente López, no obstante sus reiteradas manifestaciones de rechazar las proposiciones de los agentes diplomáticos presentes en Asunción, cambiaría muy pronto de actitud, resolviéndose a ajustar con aquellos representantes tratados de amistad, comercio y navegación. Pero Don Carlos se sentía abandonado del Brasil, cuyo apoyo reclamaba para poder resistir las pretensiones de las grandes potencias. Pereira Leal no mostraba en estos informes mucha simpatía hacia el presidente López, no obstante la confianza que éste le dispensaba. La objetividad de sus comunicaciones no impedía que en ellas entreviese sus recelos contra el mandatario paraguayo. No supo penetrar las intimidades de Don Carlos, acaso por falta de flexibilidad diplomática, como lo hicieron Pimenta Bueno y Bellegarde, con ventajas para los dos países. En aquellas difíciles circunstancias el Imperio del Brasil necesitaba en el Paraguay de un representante de mayor significación y autoridad.

Pereira Leal presentó también su proyecto de tratado como hicieron sus colegas recientemente llegados a Asunción. En la entrevista que mantuvo el 18 de febrero con el presidente López, éste le informó que los convenios sobre la navegación y comercio con Francia, Inglaterra, Cerdeña y Estados Unidos «estaban casi terminados», pero que no estaba resuelto a aceptar el proyecto presentado por el Imperio, «porque había decidido no entrar en ninguna negociación con el Brasil antes del ajuste y conclusión del tratado de limites». A este respecto el encargado de negocios escribió: «No obstante la inexplicable sorpresa que me causó este cambio del Presidente y la aspereza con que me hizo esta comunicación, me limité a felicitarlo por las ventajas que al Paraguay deben resultar de esos Tratados y a preguntarle si Mr. Pendleton ya le había presentado su credencial y plenos poderes, a lo que me contestó que no, pero que trataba con él en vista de las instrucciones del Secretario de Estado Norteamericano, que juzgó suficientes». (58)

El presidente López exigió el previo reconocimiento de la independencia para la conclusión de los acuerdos en trámite. El 28 de febrero de 1853, en un mismo acto, los agentes diplomáticos de Francia, Cerdeña y Estados Unidos de América, cumplieron con esta formalidad. La ceremonia se realizó a las 10 de la mañana, «en el gran salón de Estado» de la casa de gobierno, según una crónica de la época, reproducida en el Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles. El presidente López rodeado de los altos funcionarios de la república, recibió a los representantes de los tres países aludidos, quienes sucesivamente pronunciaron breves palabras, para luego, de pie, leer «en voz alta el acto solemne del reconocimiento de la independencia paraguaya». Don Carlos contestó a cada uno de ellos «con discursos que se dicen verdaderamente notables». (59)

Al ministro francés expresó: «Es un testimonio de sincera amistad, y fina benevolencia de Su Alteza el Príncipe Presidente de la República francesa, reconocer la del Paraguay en la gran familia de las Naciones. – La suma gratitud que este acto inspira a la presente Administración, y el verdadero conocimiento de su conveniencia exterior, le han determinado a vincular los intereses del Paraguay con los de la Francia. – El que habla se honra de felicitar a V.E. por la confianza ilimitada que ha merecido al Gobierno de Francia para establecer en su nombre actos y relaciones de tan conocida importancia entre los dos países». (60)

El encargado de negocios de Cerdeña pronunció estas palabras: «El encargo que me ha sido conferido por Su Majestad el Rey mi Señor de reconocer en su Nombre la Independencia de la República del Paraguay, constituye la parte más bella de la misión que me está confiada cerca de Vuestra Excelencia. – En el cumplir (sic) este acto solemne estoy orgulloso de presentar el primer saludo de la Nación Sarda a la Nación Paraguaya, la cual por su amor a la libertad y a la Independencia es digna de serle hermana – Tengo el honor Excelentísimo Señor Presidente de poner en Sus manos el Acto oficial que es intérprete de los sentimientos de Su Majestad que reconoce la Independencia del Paraguay». (61)

El presidente contestó: «Muy reconocido a S.M. el Rey de Cerdeña, que ha estimado a la Nación Paraguaya, digna de ser hermana de la Nación Sarda, me glorío en aceptar el reconocim.to que por el digno órgano de V.E. acaba de prestar a la primera nacionalidad que ha surgido en la América del Sud. – La República en testimonio de gratitud está dispuesta a vincular sus intereses con los de Cerdeña, p.r un Tratado de amistad, comercio y navegación». (62)

Por su parte el agente norteamericano declaró: «Al reconocer la independencia de la República del Paraguay, no hago sino confirmar en nombre de mi Gobierno un hecho establecido por más de cuarenta años, hecho, sin embargo, casi desconocido en el mundo comercial como innegable en sí mismo. – No me corresponde, Señor, hacer resaltar las causas internas o externas que por tanto tiempo han afectado el intercurso de este bello país con las grandes potencias mundiales. – Deseo, con todo, felicitar a Vuestra Excelencia por el hecho de que vuestro nombre deba quedar asociado para siempre a la iniciación de una nueva política, la que asegurará incalculables beneficios a vuestra patria, sin ninguna posibilidad de fracasar. – El gobierno de los Estados Unidos anhela con la mayor sinceridad la prosperidad de todos los países, pues encuentra recursos para su propia opulencia en la abundancia de cada región. – No brilla el sol sobre un país más rico en recursos naturales que el Paraguay. – Expreso el deseo común de todos mis compatriotas de que la sabiduría de su política y las virtudes de su pueblo capacitan el Paraguay a realizar un destino digno de sus dones naturales». (63)

López, por su vez, respondió: «La Nación paraguaya la más antigua de la América del Sur, y la primera que ha seguido el ejemplo de la República de los Estados Unidos del Norte, ha esperado confiadamente el reconocimiento que V.E. acaba de hacer en nombre del Exmo. Gobierno de los Estados Unidos, y este acto importante va a estrechar las relaciones de amistad, comercio, y navegación entre las dos Repúblicas». (64)

La bandera de cada uno de los tres países fue saludada por 21 cañonazos, inmediatamente después de la entrega del reconocimiento escrito por su representante. En el puerto contestó con la salva de ordenanza el buque francés Flambart. (65) Pendleton cumplió esta parte de la ceremonia en el Río de la Plata. El 12 de abril, a medio día el barco de la marina de los Estados Unidos de América, Jamestown, disparó 21 cañonazos, «mientras la bandera paraguaya flameaba a proa». (66) Impresionante homenaje, realizada por el cuadro majestuoso de las aguas, por cuyas ondas este anuncio de la existencia de una patria nueva llegaría a los más distantes puntos de la tierra.

Los reconocimientos fueron publicados por bando e impresos en la «Imprenta de la República del Paraguay», iluminándose dos noches «todas las calles» de la ciudad. (67) Asunción vivió horas de intenso júbilo, como en aquellos días memorables en que el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina reconocieron la autonomía de la república. Tres grandes potencias la saludaban esta vez, como formando parte de la familia de las naciones, y el 28 de febrero fue como la apoteosis de la liberación, porque ese día el Paraguay se incorporaba de lleno al comercio del mundo y a la hermandad de los Estados.

Días después, el 4 de marzo, cada uno de los representantes de Inglaterra, Francia, Cerdeña y Estados Unidos, firmó con el general López, designado plenipotenciario del Paraguay, un tratado de amistad, comercio y navegación. Los acuerdos, redactados en un mismo tenor, diferían sólo en el nombre, en la redacción del preámbulo y en el artículo referente a la ratificación. Además, el convenio con los Estados Unidos no incluía el tráfico de esclavos.

Pendleton en sus informes del 4 de marzo y del 22 de abril al secretario de Estado, dio cuenta de la «larga, laboriosa y excesivamente dificultosa negociación» de los tratados. El proyecto aceptado por las partes contratantes fue el inglés, que para el encargado de negocios de los Estados Unidos se adaptaba mejor a los intereses del comercio americano y a los fines de los que venían al Paraguay de la gran república del norte. El presidente López dirigía personalmente las negociaciones. «El era extremadamente ingenioso – agregaba Pendleton – en encontrar pretextos para discutir con nosotros los detalles, pero nosotros estábamos decididos a asegurar lo substancial, por lo tanto nos veíamos en la necesidad de mantener su buen humor en estos incidentes». El artículo 4 quedó como estaba por insistencia de Don Carlos y el 16º lo redactó él mismo. No se labraron protocolos ni actas de las discusiones. En la aludida comunicación del 22 de abril, sobre los actos del 28 de febrero y del 4 de marzo, Pendleton terminaba con esta importante declaración: «El reconocimiento formal era una condición indispensable. El presidente López no ajustaría ningún tratado sin esa formalidad. El hecho de la independencia del Paraguay es tan real como la nuestra propia y ha gozado de una independencia absoluta y paz desde hace 43 años». (68)

Los tratados del 4 de marzo, consecuencia directa e inmediata del reconocimiento de la independencia de la república, establecían la libre navegación del río Paraguay hasta Asunción y la del río Paraná hasta Encarnación. En consecuencia, los ciudadanos de los Estados contratantes podían entrar, salir y permanecer en territorio paraguayo; entrar y salir con sus buques y cargamentos; comerciar con toda clase de productos, sujetándose a los usos y costumbres establecidos. Los mismos derechos se acordaron a los ciudadanos paraguayos que llegasen a los puertos de aquellos países. Las demás disposiciones inspiradas también en una perfecta reciprocidad, se referían a los derechos de importación y exportación, faro, tonelaje, anclaje, etc.; al nombramiento de cónsules y prerrogativas diplomáticas; a la garantía de las personas y de los bienes; a la exención del servicio militar obligatorio; a la libertad de conciencia. Los tratados tenían una duración de seis años y los canjes de ratificaciones con Inglaterra, Francia y Cerdeña, debían efectuarse en Londres, París y Turín, y con los Estados Unidos, en Asunción. (69)

En esta forma el Paraguay rompía su «fabuloso aislamiento». Una nueva etapa de su historia se iniciaba con el ajuste de estos acuerdos. Buques de todas las banderas surcaban las aguas de sus grandes ríos. El comercio tomaba rápido desarrollo y una era brillante de progreso se proyectaba sobre el presente y porvenir de la república. La concordia y la buena inteligencia con las naciones americanas y europeas, bien pronto colocó al Paraguay entre los países más respetados y prósperos del hemisferio.

Pereira Leal remitió a Paulino un ejemplar de cada bando, publicado con motivo del reconocimiento de la independencia de la república, por Francia, Cerdeña y Estados Unidos, e informó que el 4 de marzo esos mismos países e Inglaterra firmaron con el Paraguay tratados de comercio y navegación, de los cuales no ha podido obtener copia. Sólo sabia, por manifestación del presidente, que los convenios durarán seis años, a contar de la fecha de las ratificaciones. (70) El ministro de negocios extranjeros avisó simplemente recibo de esta comunicación sin hacer ningún comentario. (71)


ACABOU DE IMPRIMIR-SE A 10 DE OUTUBRO DE 1976, NO DEPARTAMENTO DE IMPRENSA NACIONAL PARA O CONSELHO FEDERAL DE CULTURA E O INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICQ BRASILEIRO


NOTAS

Sexta Parte

CAPITULO XXXII

1- A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit.

Paulino a Silva Pontes. Río de Janeiro, 12 de junio de 1852. Copia conformada por Azambuja. Anexo al Reservado Nº 2 para Pereira Leal.

2- Ib. Ib. Ib. Paulino a Silva Pontes. Reservado Nº 2. Paulino a Silva Pontes. Río de Janeiro, 22 de Junio de 1852. Copia conformada por Azambuja. Anexo al Reservado Nº 2 para Pereira Leal.

3- Ynsfran, ob. cit., pág. 143 y 144.

4- Ib. Ib. Ib. Paulino a Pereira Leal. Río de Janeiro, 5 de julio de 1852. Copia firmada. Borrador en M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58.

Insfran, ob. cit., pág. l48.

Se trata del Reservado Nº 2 ya no del Nº 12, como se lee en la Nota 20 del Capítulo VIII de la obra de Ynsfran.

5- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 9, 27, doc. 6. Original en portugués. Los subrayados son del original.

Ynsfran, ob, cit., pág. 147.

6- Carta cit. Ynsfran, ob. cit., págs, 147 y 148.

7- Carta cit.

Ynsfran, ob. cit., pág. 148.

8- Carta cit.

9- Ynsfran, ob. cit., págs. 145 y 146.

10- A.H.I. Assumpção – Officio – 1847-52. Reservado Nº 18. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 21 de diciembre de 1852. Autógrafo. El subrayado es del original.

Ynsfran, ob. cit. págs. 149 y 150.

El 22 de diciembre, en despacho confidencial, Paulino decía a Silva Pontes: «Veamos lo que Saint Georges, Hotham y Pendetlon hacen en el Paraguay, y espero que el Sr. Leal me avisará de todos los pasos que dieron esos Agentes ante el Presidente y de la manera como fueron acogidos por él». A.H.I. Buenos Aires – Despachos – 1826-56. Borrador.

11- B.N.R.J. – C.R.B. I – 20, 27, 10. Hotham a Varela. Asunción, 23 de diciembre de 1852. Original en inglés y traducción en español.

12- Ib. Ib. Ib. Varela a Hotham. Asunción, 24 de diciembre de 1852. Copia firmada.

13- A.H.I. Assumpção – Officios – 1847-1852. Reservado Nº 19. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 27 de diciembre de 1852. Autógrafo.

14- Nota cit. El subrayado es del original.

Ynsfran, ob. cit., pág. 150.

15- Nota cit.

16- El subrayado es del original.

17- Nota cit.

18- Nota cit. El subrayado es del original.

19- Nota cit.

20- Nota cit.

21- B.N.R.J. – C.R.B. López a Hotham. Asunción, 29 de diciembre de 1852. Copia firmada y simple.

22- A.N.A. Vol. 306. Original. A.H.I. Assumpção – Qfficios – 1853.

23- A.N.A. Vol. 306. Original.

24- Ib. Ib. Copia.

25- Ib. Ib. Bando impreso en la Imprenta de la República del Paraguay.

26- A.H.I. Assunpção – Oficios – 1853. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 5 de enero de 1853. Autógrafo.

Por su parte, desde Buenos Aires, Silva Pontes remitió también a Paulino un ejemplar del bando sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay por Inglaterra. «Según la opinión – decía aquel diplomático – de Pereira Leal y Suin parece que Hotham no logrará celebrar ningún tratado de comercio o navegación. En breve lo sabremos con certeza». Confidencial del 7 de febrero de 1853. A.H.I. Buenos Aires – Oficios – 1853. Original. Paulino avisó simplemente recibo de la nota de Pereira Leal, el 14 de febrero de 1853. Ib. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58.

27- A.H.I. Correspondencia Reservada e Reservadísimo do Governo Imperial em 1853. Paulino a López. Río de Janeiro, 12 de marzo de 1853. Anexo al Reservado Nº 7 para Pereira Leal. Copia firmada.

28- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. Reservado Nº 1. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 6 de enero de 1852. Autógrafo. Los dos primeros subrayados son del original.

29- Carta cit. En el P.S. Pereira Leal informó que ese día el Locust partió «llevando la Bandera Paraguaya en el tope de proa». Los subrayados son del original.

30- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. Reservado Nº 2. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 13 de enero de 1853. Autógrafo.

31- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 27, 10 Nº 10. Hotham al general López. Asunción, 9 de enero de 1853. Original en inglés. La versión en español reproduce el general López en su nota al ministro inglés del 14 de enero. Copia del original en inglés figura como anexo al Reservado Nº 2 cit.

32- Reservado Nº 2, cit. Los subrayados son del documento. Copia autógrafa de la traducción de Pereira Leal en B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 27, 10 Nº 10.

33- Reservado cit.

34- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 27, 10 Nº 10. Francisco S. López a Hotham. Asunción, 14 de enero de 1853. Copia.

35- Nota cit.

36- Nota cit.

37- Nota cit.

38- Mannign. Diplomatic..., tomo X, cit., pág. 95. Pendleton a Varela. Asunción, 10 de enero de 1853.

Ynsfran, ob. cit., pág. 151.

Chaves, ob. cit., pág. 185.

39- Reservado Nº 2, cit. Pereira Leal no usa en su nota el término «garabatos» sino «garatujas». El primero no es sino la traducción de éste al castellano.

Ynsfran, ob. cit., pág. 151.

40- Reservado Nº 2, cit. El subrayado es del original.

41- Manning, ob, cit. F. S. López a Pendleton. Asunción, 15 de enero de 1853. Ynsfran, ob. cit., 151.

42- Ib. Ib. Pendleton al general López. Asunción, 15 de febrero de 1853.

Ib. Ib., pág. 152.

43- Nota cit.

44- Nota cit.

45- Manning, ob. cit., pág. 10. López. a Pendleton. Asunción, 23 de febrero de 1853.

Ynsfran, ob. cit., pág. 153.

Chaves, ob, cit., pág. 185.

46- Manning, ob. cit. Pendleton al general López. Asunción, 24 de febrero de 1853.

47- Ib. Ib. Pendleton al general López. Asunción, 25 de febrero de 1853.

48- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 7, 39. Correspondencia entre el Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay y el Caballero de Saint Georges. Saint Georges a Varela. Corrientes, 27 de diciembre de 1852. Original en francés y traducción en castellano.

Ynsfran, ob cit., pág. 150.

49- Ib Ib. Ib. El general López a Saint Georges. Asunción, 1º de febrero de 1853. Copia.

50- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. 3ª Secção – Nº 3. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 19 de enero de 1853. Autógrafo.

51- B.N.R.J. – C.R.B., leg. cit. Saint Georges al general López. Asunción, 18 de enero de 1853. Original en francés y su traducción en castellano.

52- Ib. Ib. Ib. Copia en francés.

El general López comunicó a Saint Georges, el 9 de enero, que al día siguiente le recibirá el presidente. Ese mismo 20 fue designado, el aludido general López como plenipotenciario con «instrucciones convenientes» para que conferenciando con el de «Su Alteza el Príncipe Presidente, pueda ajustar, concluir y firmar un tratado de amistad, comercio, y navegación entre las dos Repúblicas». Leg. cit.

53- Nota de Pereira Leal del 19 de enero, cit.

54- A.H.I Assumpção – Oficios – 1853. Reservado Nº 4. Pereira Leal a Paulino. Asunción, 20 de enero de 1853.

55- Nota cit.

56- Nota cit.

57- Nota cit.

58- Ynsfran, ob, cit., pág. 153.

59- El Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles Nº 3. Asunción, 4 de junio de 1853. Historia Documentada de las cuestiones entre el gobierno del Paraguay y el de los Estados Unidos. Asunción, 1858, pág. 6.

R. Antonio Ramos. Conferencia pronunciada en el Centro Cultural Paraguayo-Americano, el 21 de agosto de 1951, sobre Reconocimiento de la independencia del Paraguay por los Estados Unidos.

Ynsfran, ob. cit., págs. 154 y 155.

Chaves, ob, cit., pág. 186.

Los originales de los respectivos reconocimientos obran en el Vol. 306 del A.N.A.

60- A.N.A. Vol. 306. Copia.

61- Ib. Ib., copia.

62- Ib. Ib., copia.

63- Despatches, Argentine Republic, Vol. 8. State Department Records, The National Archives, Washington, D.C.

Manning, ob. cit., pág. 110.

A.N.A. Vol. 306. Traducción al castellano. A ésta preferimos la de Pablo Max Ynsfran, que es la que transcribimos.

Ramos, conferencia cit.

64- A.N.A. Vol. 306. Copia.

65- El Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles, cit.

Ramos, conferencia cit.

Chaves, ob. cit., pág. 186.

66- Despatches, Argentine Republic,... cit. Isaac Mc Keever, Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos en el Río de la Plata a Pendleton. Buenos Aires, 12 de abril de 1853. Nota inclusa en otra de Pendleton al secretario de Estado, donde aparece sin fecha. Sin embargo, la traducción publicada en El Progreso de Buenos Aires, Nº 341, lleva la fecha indicada. Ynsfran tradujo también este documento, basado en el remitido por Pendleton.

El Semanario de.... Nº 7. Asunción, 2 de julio de 1853.

Ramos, conferencia cit.

67- A.N.A. Vol. 306.

68- Manning, ob. cit. Pendleton al secretario de Estado, 4 de marzo de 1853. pág. 104; y 22 de abril de 1853, pág. 105.

Ramos, conferencia cit.

Chaves, ob. cit., págs. 186 y 187.

69- A.N.A. Vol. 306. Original del tratado con Inglaterra, escrito en dos columnas, una en inglés y otra en castellano.

Du Graty, ob. cit., págs. 134 a 140.

Ramos, conferencia cit.

Chaves, ob. cit., pág. 188.

70- A.H.I. Assumpção – Oficios – 1853. Pereira Leal a Paulino, Asunción, 9 de marzo de 1853. Autógrafo.

71- Ib. M.D.B. Assumpção – Despachos – 1825-58. Paulino a Pereira Leal. Río de Janeiro, 16 de abril de 1853. Borrador.

 

 

 

Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)

 




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