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JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN (+)

  MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. TOMO III - Por JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN


MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. TOMO III - Por JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. – TOMO III
 
 


Prólogos de RICARDO CABALLERO AQUINO y J. NATALICIO CARDOZO.
 
Editorial El Lector,
 
Colección Histórica Nº 21,
 
 
Asunción – Paraguay
 
1987 (288 páginas)
 
 
Edición digital : BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY
 
Edición digital basada en la
 
Edición Guarania, 1944. 291 pp.

 
 
 
 
 
 
 
 

ÍNDICE
 
TOMO TERCERO
 
NOTAS DEL MAYOR ANTONIO E. GONZÁLEZ
 

CAPÍTULO I
Movimiento de flanco del Ejército Aliado. - Su marcha de Tuyutí a Tuyucué.- Regreso del General Mitre al Ejército Aliado.- La Escuadra brasilera pasa Curupaity.
 

CAPÍTULO II
Combate con tropas enemigas conduciendo un convoy a Tuyucué.- Combates de Isla Taiy y Tataybá.- Asalto e incendio del campamento aliado de Tuyutí.- Prisioneros de guerra y trofeos.- Reflexiones.
 

CAPÍTULO III
El comandante Núñez es enviado al Tebicuary a guarnecer el paso principal de este río y hacer pasaje de ganado al Chaco.- Los habitantes del Norte del Arroyo Hondo se trasladan al Norte del Tebicuary.- Expediciones enemigas al Departamento del Pilar.- Ataque y toma de esta villa por fuerzas brasileras.- Heroica defensa de la misma.- Simón Antonio Villamayor y D. I. Ayala.- Concentración de nuestras fuerzas en Paso-pucú.- Fundación del campamento y batería de Timbó.- Mrs. Cochelet y Cuverville cónsules de Francia.. Mr. Chaperon, cónsul de Italia.- Mi nueva caída.- Paso-po.i.- Obsequio del pueblo al Mariscal - Muerte del doctor D. Mareos Paz, Vicepresidente de la República Argentina.- Mitre deja el mando del ejército aliado y se ausenta para Buenos Aires.- Asesinato del General Flores en Montevideo.- Fundación del reducto de Cierva.
 

CAPÍTULO IV
La escuadra encorazada brasilera pasa Humaitá.- Asalto y toma del reducto Cierva.- Evacuación de la Asunción, trasladándose el Gobierno con todas las oficinas administrativas a Luque.- Los encorazados Bahía, Barroso y Río Grande do Sul, suben aguas arriba hasta la Capital al siguiente día que forzaron el paso de Humaitá.- Incidentes curiosos.- Asalto por una fuerza de caballería en canoas a los encorazados fondeados entre Humaitá y Curupayty.- El Mariscal se retira al Chaco y sigue viaje hasta Monte Lindo y de allí a San Fernando.- El enemigo ataca nuestra línea del Espinillo y la del Sauce.- Evacuación de estas posiciones por nuestras fuerzas, así como la de Curupayty.- Nuestra partida de Paso-pucú a Humaitá y viaje nocturno de aquí a Timbó y de este punto a San Fernando.
 

CAPÍTULO V
Sitio de Humaitá.- Combates en el Chaco - Osorio ataca Humaitá. - Acáyuasá.- Evacuación de Humaitá.- Pasaje de la laguna Iberá.- Ataque nocturno en canoas sobre los encorazados en Taíy.- Rendición del resto de la fuerza que formaba la guarnición de Humaitá.- Desocupación del Chaco.- Los aliados intentan ocupar el paso del Bermejo e impedir la retirada de Caballero y su incorporación con el grueso del ejército.
 

CAPÍTULO VI
San Fernando - Evacuación de Matto-Grosso
 
CAPÍTULO VII
El Mariscal abandona San Fernando y se marcha con todo su ejército al Norte del arroyo Piky-syry. – Mi protesta de inocencia ante el Mariscal y su contestación. - Combate en el Paso del Tebicuary.- El Capitán Bado.- Abandono del Fortín.- Los encorazados.- Construcción de las trincheras de Pikysyry y de Angostura.- La escuadra brasilera opera contra ésta. - Combate sangriento de Surubi-y. - El ejército aliado acampa en Palma.
 

CAPÍTULO VIII
Los aliados resolvieron dar un movimiento estratégico por el Chaco para atacar nuestra posición por la retaguardia.- Expedición al Chaco a las órdenes del Capitán Patricio Escobar.- Los encorazados pasan al Norte de Angostura.- Buques de guerra de potencias neutrales.- Llegada del General Mac Mahon.- Principio de mi rehabilitación.- Porter Cornelio Bliss, autor de un famoso y erudito folleto contra Washburn.- Libertad de Bliss, Mastermann y Libertat.- Formación de una reserva importante.- Reflexiones.
 

CAPÍTULO IX
Desembarco del enemigo en San Antonio.- Batalla de Ytorõrõ.- Operaciones de la escuadra brasilera.- Sus averías.- El Barón del Pasaje procede a un reconocimiento prolijo desde San Antonio hasta la Asunción.- Bombardeo por 2ª vez a esta ciudad.- Batalla de Avay.- Las espuelas y poncho de Caballero.- Fuerza que tomó parte en la batalla.- Nuestras pérdidas y las del enemigo.- Abusos con las mujeres.
 

CAPÍTULO X
El ejército brasilero después de Abay se retira a Villeta.- Fortifican la parte occidental de ésta.- El General Mena Barreto practica un reconocimiento hasta Pirayú.- Construcción de nuevas fortificaciones.- Abandonadas.- Angostura transformada en reducto.- Itaybaté y sus trincheras.- El Coronel Vasco Alves sorprende al regimiento 45 de nuestra caballería.- Reconocimiento del marqués de Caxías el 18 de diciembre.- Toma posición frente de Itaybaté.- Los brasileros arrebatan y llevan los animales de nuestro abasto.- Muerte del Comandante Roa.- Ataque de Lomas Valentinas el 21 de Diciembre de 1868.- Siete días de combate.- Fusilamiento del Obispo Palacios, del General Barrios y de Benigno López.- Toma de la trinchera de Pikysyry - Intimación de los jefes aliados al Mariscal y elocuente contestación de éste.. Ataque del ejército argentino a Lomas Valentinas el 27 y derrota del Mariscal.- Llegada a Cerro-León.
 

CAPÍTULO XI
Sitio de Angostura
 

APÉNDICE
Carta del Vicepresidente don Francisco Sánchez al Mariscal don Francisco S. López levantando cargos que éste hacía pesar sobre él con motivo de la conspiración
Cartas justificativas
Nota del Ministro Caminos al Ministro Americano Mr. C. Washburn
Nota de Mr. Washburn dirigida al Mariscal desde a bordo del “Wasp”
 
 
 

CAPÍTULO I
Movimiento de flanco del Ejército Aliado.. Su marcha de Tuyutí a Tuyucué.- Regreso del General Mitre al Ejército Aliado.- La Escuadra brasilera pasa Curupaity.
 
Hemos visto que el General Mitre, antes de la toma de Curuzú, había aceptado de mal grado la idea de atacar nuestra posición por la derecha, y como prueba de que no había tenido predilección por ese plan, hemos aducido el hecho de que esa operación se había llevado a la práctica sin que en ella haya tomado parte un solo argentino; mas, después del éxito obtenido, parece haberse operado en su ánimo una reacción que le hizo cambiar de idea, concibiendo la posibilidad de que por Curupayty pudiese estrechar al Mariscal hasta obligarlo a refugiarse en la fortaleza de Humaitá, cuya caída constituía la más decidida aspiración de los aliados para la terminación de la guerra.
 
Pero el descalabro que sufrió el ejército aliado en el asalto de Curupayty, que tuvo, como dije, una resonancia terrible para la alianza, le hizo volver sobre su antigua idea, reasumiendo el plan de operar por nuestra izquierda, como el medio más seguro de conseguir la realización del objetivo en perspectiva.
 
En efecto, antes de ausentarse del ejército en el mes de Febrero de 1867, Mitre dejó al marqués de Caxías encargado, mientras durara su ausencia, del mando en jefe de todo el ejército aliado, acordando con él sobre la ejecución del plan de operaciones que había concebido, con promesa de enviarle desde Buenos Aires una memoria, para el caso en que se prolongase su ausencia del teatro de la guerra. No fue enviada la memoria; pero en cambio, dirigió al marqués una extensa carta con fecha 17 de Abril de 1867, en que resumía y explicaba todas las operaciones que deberían practicarse con arreglo al plan, urgiéndole al mismo tiempo para que las iniciara definitivamente. Al acusar recibo de dicha carta con fecha 30 de Abril del mismo año, y al mencionar las causas que habían retardado la práctica de las operaciones, el marqués expuso como la principal, los estragos del cólera morbus que hasta esa fecha había llevado del ejército brasilero 2000 hombres, entre éstos 100 oficiales, y que aún continuaba haciendo 30 víctimas diarias.
 
Consistía dicho plan en ejecutar con la mayor parte del ejército aliado un movimiento de circunvalación de Tuyutí a Tuyucué, de manera a completar por tierra el sitio de la fortaleza de Humaitá, o sea de todo el cuadrilátero que ocupaba nuestro ejército como avanzada de ésta. Una de las bases principales de este plan, era el pasaje de Curupayty y Humaitá por la escuadra brasilera, a fin de impedir la comunicación libre de nuestros vapores por el río Paraguay con esta última, y tener, en lo posible, garantida la suya por el mismo río, el cual llegaba a constituir una nueva base de las operaciones del ejército aliado.
 
El marqués de Caxías había comenzado los preparativos para el movimiento de flanco en todo el mes de mayo y junio de 1867; pero recién el 22 de julio emprendió la operación, marchando de Tuyutí para Tuyucué con una fuerza compuesta más o menos de 38.500 hombres de las tres armas.
 
El General Osorio, que había llegado con su columna a mediados de junio, llevaba la vanguardia. Quedó guarneciendo Tuyutí una fuerza de 13.000 hombres a las órdenes del General Porto-Alegre.
 
El ejército brasilero en marcha, siguió primero la costa del Paraná hacia arriba, y luego atravesó el Bellaco en Paso-Canoa, donde chocó su vanguardia con la nuestra acaudillada por los mayores Medina y Rolón, resultando de la escaramuza algunos muertos de una y otra parte.
 
Por una mala inteligencia entre los jefes aliados, el ejército argentino marchó por la derecha del Bellaco, sin que, debido a esta circunstancia, pudiese recibir ninguna protección del brasilero en caso de un ataque repentino de parte de los paraguayos. Al Mariscal López no podía ocultarse el designio del enemigo al ejecutar aquel movimiento, y a esta virtud, no deja de ser extraño que no haya hecho nada absolutamente para entorpecer aquella marcha que se prestaba a un golpe, dado el orden en que se hacía. Un ataque a la columna argentina en esa ocasión, hubiera producido tal vez desmoralización entre los aliados, cuya consecuencia hubiera sido funesta a sus planes. (Al Mariscal no podía pasarle desapercibido el designio del alto mando enemigo, en esta ejecución del envolvimiento operativo del sistema fortificado de Humaitá. El conocer y sospechar los designios operativos del enemigo sólo constituyen una base para la conducción propia: las principales están en los propios medios y en el terreno.
 
En julio de 1867, cuando el marqués de Caxias ejecuta su marcha de flanco por el Este de la zona de operaciones, la situación de conjunto es la siguiente: a) el ejército paraguayo, desprovisto de medios ofensivos casi enteramente, y bajo la presión de una gran inferioridad en efectivos y en material, no puede hacer otra cosa que mantener a todo trance, quiera o no lo quiera su alto mando, la conducta de defensa pasiva, cuando menos desde el punto de vista operativo; b) el Ejército aliado, completado su alistamiento, poseyendo poderosos medios para cualquier empresa, puede ejecutar el envolvimiento proyectado tranquilamente. Puede, haciendo alarde de posibilidades, hasta dividir sus fuerzas, porque será suficientemente fuerte en todas partes.
 
De allí que ejecuta su marcha con toda tranquilidad en dos columnas: no teme al enemigo, pues está ampliamente informado sobre la incapacidad operativa ofensiva de éste. Además, Tuyutî, que es lo que entonces se llamaba la base de operaciones, queda fuertemente guarnecido por fuerzas cuya capacidad sobrepasa a todo el Ejército paraguayo, si no en efectivos, sí en material.
 
En consecuencia ¿cuál es la conducta que en semejante caso debe adoptar el Mariscal? ¿Hacer algo para entorpecer aquella marcha que se prestaba a un golpe, dado el orden en que se hacía, según quiere Centurión, o llamarse a silencio, momentáneamente, como procedió? A nuestro juicio, la conducta del Mariscal fue la más acertada que pudo asumir: observar la marcha del enemigo, limitarse a ganar tiempo, para proceder como ulteriormente procedió, si las circunstancias llegaran a crearle un momento favorable.
 
La marcha de flanco del Ejército aliado, crea una situación en cierto modo análoga a la originada por la invasión: el Mariscal no podrá impedir ni entorpecer la marcha en sí, en el momento de su ejecución. El entorpecimiento no se hará durante la ejecución de la operación, pero sí posteriormente, en el reabastecimiento de los núcleos alejados de su base, y mediante una ofensiva de envergadura tan amplia como lo permitiesen las circunstancias. Es precisamente esto lo que va a ocurrir, según se verá más adelante.
 
Suponiendo que el Mariscal se decidiera a entorpecer la marcha del enemigo, no cabría otra conducta táctica que la defensa retardante aprovechando los brazos del estero, todos vadeables, y posteriormente la zona barrosa del Norte del Bellaco Norte, hasta San Solano o Tuyucué. Pero el efectivo a emplear nunca podría ser superior a unos 5.000 o 6.000 hombres de infantería y 2.000 a 3.000 de caballería. ¿Y artillería?: ya sabemos sobradamente que ni entonces ni antes el Ejército paraguayo contaba con artillería de campaña capaz de acompañar a las tropas en operaciones. ¡Si en el decisivo esfuerzo de Tuyuti no se pudo asignar sino 4 piezas volantes a un total de 17.000 combatientes! Pero con 7.000 a 9.000 hombres, sin artillería, el Mariscal no iba a entorpecer a los 38.000 aliados en marcha, con poderosa artillería y con 6.000 jinetes que montaban caballos de primera calidad...
 
Es decir: no sólo no iba a entorpecer, sino que precisamente hubiera hecho el juego que favorecía al enemigo: dividir sus fuerzas, y en consecuencia, sin duda alguna, hacerse batir en detalle: aferrado en Tuyuti, seria destruido hacia el Noroeste. Esto hubiera sido el final de la campaña).
 
El 25, o sea tres días después de haberse puesto en marcha el marqués, llegó el General Mitre y volvió a asumir el mando en jefe del ejército aliado; y, notando que se habían hecho algunas modificaciones al plan primitivo, hizo serios reclamos sobre el particular al marqués.
 
A medida que marchaba el ejército, iban colocando un telégrafo bajo de tierra, aislando el alambre por medio de un tubo de gutapercha, echado en el surco que dejaba un pequeño arado.
 
Una vez en Tuyucué, parte de las fuerzas se adelantó hasta ponerse al alcance de los cañones de nuestra trinchera del Espinillo. Estos rompieron un vivísimo fuego sobre ella, y en seguida se retiró hasta ponerse fuera del alcance de ellos, colocando su vanguardia en Puesto-Guaiayví, - distante más o menos media legua del Espinillo.- Sin pérdida de tiempo, comenzaron los trabajos de atrincheramiento, colocando en las trincheras piezas de a 32 Whitworth (fiú).
 
Previendo el movimiento del enemigo, el Mariscal ordenó la colocación de una nueva línea telegráfica desde Humaitá a Villa del Pilar, cruzando por el carrizal, de manera que cortada por el enemigo la del camino real, no quedase interrumpida su comunicación con la capital. Cuando el enemigo cortaba la del camino real, la mandaba componer en seguida, para hacerle creer que no tenía otra.
 
A poco de haberse acampado en Tuyucué, establecieron una guardia en San Solano, distante más o menos una legua del camino real de Humaitá a la Asunción, y desde allí lanzaron varias expediciones exploradoras al interior de nuestra campaña, recogiendo ganado y levantando planos científicos de los parajes que les convenían, a cuyo objeto acompañaban o iban con esas fuerzas ingenieros militares.
 
Antes de forzar el paso de Humaitá, nuestros vapores continuaban siendo dueños del río Paraguay desde esta fortaleza, y, de consiguiente, los aliados en Tuyucué no disponían de otro medio para proveerse de víveres que las arrías de mulas y carros que cada dos días partían de Tuyutí, escoltadas por una fuerza de infantería y caballería, tomando el camino del Bellaco. (Veinticinco a treinta mulas y otros tantos carros, componían cada convoy (N. del A.)) Estos convoyes pasaban tranquilamente a la vista de nuestras guardias avanzadas, distantes más o menos media legua. Un día, (10 de Agosto), el Mariscal ordenó al capitán José González que con su escuadrón de caballería se emboscase por la noche a la cabecera de uno de los esteros más difíciles de pasar y se apoderase del convoy enemigo. Así lo hizo, y a las 7 de la mañana del día 11 del citado mes vino apareciendo en el paraje donde se hallaba el capitán González, un numeroso e importante convoy custodiado por una fuerza militar. El capitán González, sin dar tiempo para nada, cayó con su escuadrón sobre él, matando a todos los conductores de las carretas, llevando a éstas dentro de nuestras líneas, y en cuanto a la fuerza que custodiaba, no quiso saber nada de pelea y pusieron pies en polvorosa, ¡los unos hacia Tuyutí y los otros hacia Tuyucué!
 
El capitán González, para evitar todo compromiso con fuerza que enviasen a dar protección al convoy, de Tuyutí o de Tuyucué, hizo acertadamente su retirada por el Paso-Satí, penetrando en nuestras líneas en Paso-pucú. El golpe, como se ve, fue coronado del más completo éxito, sin que hayamos tenido más que tres oficiales y doce de tropa levemente heridos.
 
El General Mitre, a fin de corregir la omisión en que había incurrido el marqués de Caxías, de no mandar forzar el paso de Curupayty, al iniciar su movimiento de flanco, el 5 de Agosto ordenó terminantemente por su intermedio, que el paso fuese forzado por la escuadra imperial.
 
Cuando el almirante Ignacio recibió esta orden, hizo algunas observaciones, calificando la operación del pasaje de peligrosísima y grandiosa, poniendo en duda su éxito y aún su utilidad. Sin embargo, declaró que estaba dispuesto a tentarla en cuanto humanamente le fuese posible.
 
Después de estas vacilaciones, y previos algunos informes periciales, el General Mitre declaró que la operación era posible, y la ordenó terminantemente bajo su responsabilidad con fecha 12 de Agosto de 1867; pero recién el 15 del mismo mes, día de la Asunción de Nuestra Señora, diez acorazados, con bandera desplegada, forzaron a todo vapor la batería de Curupayty a las 7.30 minutos a. m. Los buques, como en otras ocasiones, sufrieron daños de consideración en el pasaje, sobre todo el Tamandaré, que al abrir una de las troneras para hacer fuego, le metieron los nuestros una bala de á 68 que hirió al comandante y a 14 hombres de la tripulación; su máquina quedó inutilizada, teniendo que sacarlo a remolque el Silvado y el Herval.
Antes de efectuar esta operación, el almirante Ignacio dio la siguiente orden del día:
 
“¡Brasileros! Las santas protectoras de este día son Nuestra Señora de la Victoria, Nuestra Señora de la Gloria, Nuestra Señora de la Asunción. Con la victoria y con la gloria marchemos a la Asunción.”
 
Esta proclama fue vivamente criticada por los periódicos de la época que veían la luz en la Asunción y en el campamento, que decían que no hay más que una Madre de Dios que según la letanía lauretana, no sólo es llamada Virgen de la Gloria y Señora de la Victoria, sino también Torre de David y Auxilio de los Cristianos.
 
La carta (Esta carta fue publicada bajo el título de Revelaciones históricas. (N. del A.)) que, con fecha 11 de noviembre de 1869, dirigió el General Mitre al capitán de fragata, Arturo Silveira da Mota, con motivo de un escrito de éste publicado en la Reforma de Río de Janeiro el 29 de Octubre del mismo año, contiene algunos datos curiosos sobre el paso de Curupayty y de Humaitá, y por ser un documento histórico de alta importancia por la autoridad que le imprime el personaje de quien procede, nos vamos a permitir insertarlo aquí a fin de que el lector vea también que la opinión general que existía en la época respecto a la escuadra imperial, no dejaba de tener su fundamento, y que nuestras apreciaciones sobre aquel poderoso elemento de guerra, no se apartaban mucho de la verdad. Helo aquí:
 
 
“Buenos Aires, noviembre 11 de 1869.
 
Sr. Capitán de fragata, Arturo Silveira da Mota.
 
Aunque no creo llegada la oportunidad de romper el silencio que me he impuesto respecto á las operaciones que he dirigido como General en Jefe de los Ejércitos Aliados, durante la guerra del Paraguay, un escrito suyo publicado en la Reforma de Río Janeiro del 29 del pasado, me obliga a quebrantar mi propósito por esta vez.
 
Siendo Vd. un oficial caracterizado de la marina brasilera, que ha sido actor en los sucesos á que se refiere, y que ha poseído la confianza de los generales aliados (incluso la mía) asistiendo algunas veces como testigo á sus juntas de guerra, y enunciando Vd. en su escrito hechos de que por la primera vez se hace mención, no puedo prescindir de dirigirle algunas observaciones sobre el particular.
 
En la publicación á que me he referido, con motivo de exponer Vd. algunas consideraciones respecto de un informe que dio en agosto de 1867, sobre la imposibilidad ó inconveniencia de forzar la escuadra el paso de Humaitá, después de haberse forzado el de Curupayty, dice Vd. lo siguiente: - De mis palabras: - Forzar el paso de Humaitá en el estado actual de sus defensas, sería un error injustificable . se ve claramente que yo no juzgaba imposible forzar el paso, y que me refería únicamente á la inoportunidad de la operación, y á los medios con que podría realizarse más ventajosamente.
 
Además de esto, cuando se sabía que el almirante se hallaba en una situación afligente á consecuencia de la intimación que le había hecho el General Mitre, desde su tienda de Tuyucué para que forzase á Humaitá, tocaba á nosotros, sus subordinados, reunirnos en torno de nuestros jefes para apoyarnos en la protesta con que debía repeler la intervención del general argentino en las operaciones de la escuadra brasilera.
 
Dejando de lado las apreciaciones militares de su escrito, y contrayéndome exclusivamente á los hechos, debo decirle que no es exacto que en la ocasión á que Ud. se refiere, el almirante Ignacio me dirigiese ninguna protesta, ni mucho menos respecto de mi participación en las operaciones de la escuadra, que dieron por resultado el paso de las baterías de Curupayty y el subsiguiente de Humaitá.
 
Para comprobar esta aserción me bastará decirle, que el paso de las baterías de Curupayty se efectuó por orden terminante que, previo acuerdo, transmití al almirante por conducto del marqués de Caxías, con fecha 5 de Agosto de 1867. Es cierto, que con fecha 7 del mismo, el almirante hizo algunas observaciones sobre la operación, calificándola de peligrosísima y grandiosa poniendo en duda su éxito y aún su utilidad, declarando, sin embargo, que estaba dispuesto á tentarla en cuanto humanamente le fuese posible; como es cierto también, que el marqués apoyó esas observaciones en comunicación del 9 de Agosto, insinuándome desistir de mi resolución. Pero habiendo exigido por el mismo conducto un informe facultativo al almirante, pidiendo fundase su opinión en los principios de la guerra, y declarando que la operación era posible, la ordené terminantemente bajo mi responsabilidad con fecha 12 efectuándose felizmente con fecha 15 del mismo mes, con la sola pérdida de diez muertos y dos heridos, subiendo y bajando posteriormente hasta los buques de madera, sin experimentar daño alguno por aquel pasaje, que casi se había declarado humanamente imposible para los encorazados.
 
Ocho días después de tan feliz y fácil operación, es decir, el 23 de Agosto, el almirante no sólo consideraba imposible el paso de Humaitá, sino que se consideraba casi perdido en su nueva posición, pidiendo en consecuencia, autorización para retirarse á su antiguo fondeadero de Curuzú. Esta opinión y esta solicitud era apoyada en la opinión de todos los jefes y comandantes de buques, entre los cuales se contaba Ud. Fue sin duda, en tal ocasión, que dio Ud. el informe á que se refiere en su escrito, y que siento no conocer; pero me basta su palabra para persuadirme que Ud., no declaró imposible el paso, como lo declararon por escrito casi todos los jefes de la escuadra, incluso el almirante, que se apoyaba en su opinión para no intentar la empresa, diciendo, que según el sentir de todos, la operación sería en pura perda, y caso de ser posible conseguirse, más sería perjudicial que ventajosa.
 
El marqués de Caxías, profundamente impresionado.(como él mismo me lo declaró por escrito) por la triste situación que le pintaba el almirante, dando crédito á la opinión de todos los jefes de la escuadra, y desesperando no sólo de forzar Humaitá, sino hasta de conservar la posición conquistada más arriba de Curupayty, (y aun la de Tuyucué) autorizó la retirada de la escuadra a su antiguo fondeadero y me lo participó con fecha 26 de Agosto.
 
En fecha 27 del mismo mes, protesté enérgicamente contra tal decisión, y convenciendo al marqués de lo funesta de la retirada y á despecho de la opinión en contrario de todos los jefes de la escuadra, la posición más arriba de Curupayty se conservó; y así se salvó el honor de las armas aliadas y el éxito definitivo de la campaña, preparando el paso subsiguiente de Humaitá, que fui por mucho tiempo el único que lo declaró no sólo posible sino fácil, como la experiencia lo probó.
 
En cuanto al paso de Humaitá, con fecha 9 de Septiembre, demostré facultativamente en una extensa memoria militar, no sólo la necesidad y conveniencia del paso, sino también su practicabilidad, en presencia del terreno y comparando los medios de ataque y defensa. Mi demostración, meditada por el mismo Emperador y obrando sobre el ánimo de sus consejeros, determinó la orden dada desde la corte á la escuadra, de forzar á todo trance el paso de Humaitá. El éxito más completo coronó seis meses después los esfuerzos de los mismos marinos brasileros que habían declarado imposible la operación, cuando Humaitá se hallaba menos fortificado y las baterías de Timbó no se habían levantado más arriba de aquella posición; y Humaitá fue forzada sin perder un sólo buque, como yo lo había demostrado, previsto y asegurado contrariando la opinión de los almirantes, de los generales, de los comandantes de buque, y la opinión acreditada en los ejércitos aliados.
 
Lo dicho basta por ahora, limitándome á la simple exposición de los hechos y determinación precisa de las fechas, prescindiendo de hacer uso del texto de los documentos que originales se hallan en mi poder, y que comprueban palabra por palabra todo cuanto dejo expuesto. Estos documentos están á su disposición en esta su casa donde en todo tiempo será recibido con la misma cordialidad, que en mi tienda en Tuyucué, cuando conversábamos bajo el fuego del enemigo común.
 
De Ud. afmo. y S. S.
 
(Firmado) Bartolomé Mitre.”
 
s/c. Octubre de 1869.

El pasaje de Curupayty por la escuadra imperial puso de manifiesto de una manera palpable el hecho de que nuestra artillería era enteramente impotente contra los buques acorazados. El Mariscal trató, como era natural, de atenuar el efecto moral que pudiera producir aquella feliz operación en el ánimo de nuestro ejército. Dijo: que había dejado pasar a la escuadra para luego rendirla por hambre; pues colocada entre Curupayty y Humaitá, creyó o fingió, que no podría recibir provisiones, y que si intentaba repasar Curupayty, la echaría a pique!
 
Según se desprende del documento que antecede, el almirante Ignacio, incluso los comandantes de buque, no dejaban de participar de ese sentimiento, porque no sólo consideraba imposible el paso de Humaitá, sino que se creía casi perdido en su nueva posición. Tan fue así, que solicitó autorización del marqués de Caxías para retirarse a su antiguo fondeadero frente a Curuzú, cuya autorización le fue acordada, y si no fue llevada a cabo dicha retirada, era debido a la enérgica protesta del Generalísimo, que conceptuaba funesta semejante disposición.
 
El almirante Ignacio, viéndose así obligado a permanecer en su nueva posición, tomó algunas disposiciones para sostenerse y hostilizar a nuestras baterías. Mandó abrir un camino por el Chaco, el cual, partiendo del riacho Quyá, llegaba hasta el punto que media entre Curupayty y Humaitá, donde se hallaba fondeada la escuadra imperial, y por medio de un tramway que construyeron, llevaban y suministraban abundantes provisiones a los buques.
 
Hizo tomar posición a tres encorazados para bombardear por la retaguardia a Curupaity, y a otros cinco para bombardear como bombardearon durante cinco meses la iglesia de Humaitá, cuya torre era el único objeto visible que les servía de blanco en aquella fortaleza.
 
Todo lo que hace la ribera entre Humaitá y Curupaity es un carrizal intransitable, excepto una estrecha lonja de tierra firme que corre por la costa del río de un punto a otro; la que no permite desviarse de ella hasta internarse en Curupuity o Humaitá. Sin embargo, en la selva que puebla la izquierda de ésta y donde comienza el carrizal, existe un paraje que ofrece facilidad para verificar un desembarco de tropas conducidas por el camino del Chaco recientemente abierto. Y a fin de prevenir esa posible operación, el Mariscal mandó levantar allí una pequeña fortaleza con tres piezas de a 24, colocadas de manera que pudiesen hacer fuego por el frente y por la retaguardia, flanqueando en esa parte los fosos de Humaitá. El Mariscal pasó a visitarla una vez, cuando la obra estaba próxima a terminar, la cual fue llevada a cabo a las barbas de los encorazados, sin que éstos se hubiesen apercibido de ella.
 
En aquel entonces la fortaleza de Humaitá contaba con muy pocas piezas de artillería. Después que la escuadra forzó el paso de Curupaity, fue necesario sacar de ésta la mayor parte de los cañones de grueso calibre y llevarlos a colocar en aquélla. De esta manera, sucedió que los buques imperiales, debido a su excesiva lentitud, han tenido que sufrir dos veces el fuego de las mismas piezas: primero en Curupaity y luego más tarde en Humaitá. A medida que nuestro ejército se retiraba hacia el interior, esas piezas eran constantemente trasladadas a los puntos más ventajosos del río por donde debía pasar la escuadra, y ésta ha tenido, por tanto, que sufrir el fuego de las mismas varias veces: en Timbó, en Fortín y en Angostura! (La penuria de artillería del Ejército paraguayo era muy grande. Si el total era aproximadamente de 400 piezas, hay que tener presente que todo ese total era de pequeñas piezas de campaña y volantes, y sólo 31 piezas de fortaleza. Las primeras sirvieron para reforzar las posiciones de tierra o para acompañar a las tropas en los combates, en insignificante cantidad, debido a la imposibilidad material del transporte de municiones en carretas.
 
Las segundas comprendían un buen número de piezas de segunda calidad y de modelo muy anticuado. El Paraguay tenía sólo 6 piezas 68 rayadas de primera clase y 2 rayadas fabricadas en Asunción, que disparaban las granadas “Whitworth” que nos enviaba el enemigo y que no hacían explosión.
 
Si se piensa que estas enormes piezas debían ser arrastradas por tres, cuatro y cinco yuntas de bueyes a través de la tierra enfangada y fofa de los esteros, la admiración que se siente por aquellos hombres de hierro es infinita: forzado el paso de Curupa.yty, los cañones pasaron a Humaitá, y posteriormente a Timbó y a Angostura...)
 
El Coronel Alén que había sucedido al finado General Díaz en el mando de Curupayty, fue enviado a tomar el mando de Humaitá, quedando en su reemplazo con el de Curupayty, el capitán Pedro V. Gill. La constante preocupación del Mariscal era indudablemente la escuadra brasilera. La cooperación de este poderoso elemento por el río con el ejército aliado, trastornaba sus planes, hasta que finalmente hizo impotentes sus esfuerzos contra la invasión de la triple alianza. Desde el principio de la guerra ha procurado destruirla o apoderarse de ella; pero nunca ha podido lograrlo. Los torpedos no daban resultado, porque casi todos ellos eran inservibles y no contaba con buenos ingenieros para mejorarlos. Cavilando sobre el particular, se le ocurrió la idea que tal vez construyendo secretamente una batería más abajo del fondeadero de la escuadra de madera, podría conseguir cambiar el curso de la guerra. En efecto, la idea tenía su fundamento; porque cortado el abasto de la escuadra, ésta se hubiera visto obligada a bajar pasando por la nueva batería, y los acorazados se hubiesen visto igualmente en la imprescindible necesidad de repasar Curupayty. Maduró el plan mentalmente, y en seguida pensó llevarlo a práctica. Ordenó en consecuencia al General Brugués que, acompañado del ingeniero Thompson, fuese a ver si se encontraba algún camino o picada, por donde fuese posible llevar piezas pesadas y aún mismo ligeras. El General Brugués a su regreso, informó que era absolutamente imposible sin hacer grandes trabajos, y careciéndose de los medios y del tiempo necesario para realizarlos; se tuvo que abandonar aquella feliz idea; y decimos feliz idea, porque tenemos la persuasión, de que si hubiese sido posible su realización, el resultado previsto era indudable.
 
El movimiento del enemigo de Tuyutí tomando la dirección a Parecué, indicaba claramente el plan que se proponía realizar, y por esta razón, creemos que el Mariscal no debió haber perdido el tiempo inútilmente librando pequeños combates aquí y allá, sin ningún resultado favorable. Había llegado el momento de pensar seriamente en aligerar su ejército para luego efectuar la evacuación de sus posiciones y aún de la misma Humaitá, haciendo transportar al Norte a algún otro punto estratégico que haya elegido, toda la artillería pesada por ejemplo, que, como se sabe, embaraza extraordinariamente el movimiento de un ejército, sobre todo cuando carece de elementos de movilidad. Por la experiencia de Curupayty, sabía que el paso de Humaitá era obra fácil para la escuadra, toda vez que no contaba sino con los mismos elementos de defensa que aquella, y que una vez sitiada, su caída era cuestión de tiempo más o menos prolongado.
 
El Mariscal, en vista de que sus comunicaciones estaban amenazadas, se concretó a mandar explorar el Chaco, abriendo un camino desde el Timbó, tres leguas más arriba de Humaitá hasta Monte Lindo, como dos leguas al Norte de la embocadura del Tebicuary. Timbó era el único punto donde podría hacerse un desembarco, porque todo el resto de la costa del río hacia el Norte es un carrizal irrompible. Allí se construyó una batería y se estableció un campamento al mando del Coronel D. Bernardino Caballero. El camino era bastante bueno, cortado de trecho en trecho por arroyos profundos y pedazos de estero; no era recto, sino internándose en el Chaco, formaba una curva, cruzando en su mayor parte por montes no muy espesos que pueblan todo el territorio del Chaco. El río más considerable que se atraviesa es el Bermejo, que tiene una gran correntada. El terreno es llano casi en toda la extensión del camino, y en cuanto éste estuvo concluido, se establecieron postas de distancia a distancia. (La medida que tomó el Mariscal mandando preparar un camino de comunicaciones y de reabastecimiento por el Chaco, revela su certera apreciación de la situación, y es, precisamente, lo que el Coronel Centurión no ve, cuando en la página anterior acusa al Mariscal por “haber perdido inútilmente el tiempo librando pequeños combates aquí y allá sin ningún resultado favorable”. Tal como lo dice después Centurión, había llegado el momento de pensar en la evacuación de Humaitá, o mejor dicho en eludir el cerco, salvando la masa principal del Ejército, con su material, y es esto mismo lo que hizo el Mariscal ya antes de la llegada del enemigo a Parecué y a Tayy: preparar la retirada, no sin disputar el terreno y sin tentar una operación por líneas interiores. Por otra parte, en todo el período entre julio del 67 y marzo del 68, hubo muchos combates, grandes y pequeños, pero ninguno que pueda ser incluido dentro de lo que el autor expresa: “pequeños combates aquí y allá sin resultado favorable”. No: algunos fueron defensivos, impuestos por el enemigo, y por lo tanto ineludibles. Los otros fueron o golpes de mano o acciones para interceptar el reabastecimiento, y por lo tanto, necesarios.
 
Hay que tener en cuenta que en setiembre y octubre del 67, aunque la marcha de flanco del enemigo ya de por sí delata que se trata de una operación de envergadura, no se han producido todavía dos hechos que en esos días pertenecen al futuro: el forzamiento de Humaitá y la intercepción del río Paraguay por la llegada del enemigo a Tajy.
 
El Mariscal, lo suponemos, cuenta ambos hechos como posibles y probables: apresurar la retirada de su sistema defensivo y el abandono de Humaitá, seria favorecer los planes del enemigo. Aferrarse al sistema y a la fortaleza, sería igualmente favorecer al enemigo. ¿Qué hacer, pues? Ambas cosas: preparar la retirada, con vista de eludir el cerco; continuar la defensa del sistema defensivo de Paso-pucú, con vista de aprovechar un momento favorable que acaso se le presente, para provocar el repliegue del enemigo: las dificultades de reabastecimiento de éste, su división en dos grandes núcleos, la actitud de la Escuadra, inactiva entre Humaitá y Curupayty, y finalmente las condiciones del terreno y de las obras de reforzamiento de él, dejaban esperar que ese momento favorable podría presentarse o podría ser creado.

Tan luego como los aliados se atrincheraron en Tuyucué, a ejemplo de ellos, el Mariscal mandó levantar un gran terraplén para defender su cuartel general por aquel lado. Las balas de los cañones Whitworth de a 32 (fiú) desde la distancia de 7.000 metros, pasaban algunas veces por encima del cuartel general e iban a enterrarse a una gran distancia.
 
 
 
 
 
 
 

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