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CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

  HIGINIO MORÍNIGO, EL SOLDADO-DICTADOR, 2011 - Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN


HIGINIO MORÍNIGO, EL SOLDADO-DICTADOR, 2011 - Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

HIGINIO MORÍNIGO

EL SOLDADO-DICTADOR

CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA Nº 15

 © Editorial El Lector

Director General: PABLO LEÓN BURIÁN

Coordinador Editorial: BERNARDO NERI FARINA

Director de la Colección: HERIB CABALLERO CAMPOS

Diseño de Tapa: DENIS CONDORETTY

Corrección: RODOLFO INSAURRALDE

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

ISBN: 978-99953-1-174-2

El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966 - 493 908

El Lector II: San Martín c/ Austria. Tel. 610 639 - 614 258/9

www.ellector.com.py

comercial@ellector.com.py

Esta edición consta de 15.000 ejemplares

Asunción – Paraguay,

2011 (151 páginas)

 

 

 

CONTENIDO

 

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

 

I. LA CONVERSIÓN: DE PYNANDÍ A MILITAR 

DE PYNANDÍ A SOLDADO

LA REVOLUCIÓN DE 1922-1923 

LA GUERRA DEL CHACO

LA REVOLUCIÓN FEBRERISTA DE 1936 

MORÍNIGO NACIONALISTA, ANTILIBERAL Y ANTIPARTIDO

MORÍNIGO Y EL PROYECTO POLÍTICO INTERRUMPIDO DE ESTIGARRIBIA 

 

II. MORÍNIGO DICTADOR

EL NACIMIENTO DE LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA DE MORÍNIGO

MORÍNIGO DICTADOR NACIONALISTA

LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA Y EL DISCIPLINAMIENTO DE LA DISIDENCIA 

MORÍNIGO Y LA POLITIZACIÓN DE LA ESFERA MILITAR 

MORÍNIGO Y LA PROSCRIPCIÓN DEL PARTIDO LIBERAL 

EL FASCISMO DEL GOBIERNO DE MORÍNIGO

MORÍNIGO EL CONSTRUCTOR DEL PUEBLO

 

III. DICTADOR PANAMERICANO 

MORÍNIGO INTERNACIONAL

LA APOTEOSIS AUTORITARIA

DICTADURA EN CRISIS 

EL TERRORISMO DE ESTADO EXPUESTO 

PULSIONES DEMOCRÁTICAS EN PARAGUAY 

 

IV MORÍNIGO COLORADO 

LA COALICIÓN FALLIDA

LA GUERRA CIVIL DE 1947

EL FINAL DE MORÍNIGO

 

EPÍLOGO

FUENTES CONSULTADAS

EL AUTOR

 

 

PRÓLOGO

 

            Este libro escrito por Carlos Gómez Florentín representa la biografía actualizada de una persona que gobernó el Paraguay durante ocho años, sin ser electo, y mucho menos haber protagonizado un golpe de estado.

            Desde la propia forma de acceder al poder de Higinio Morínigo es peculiar, pero es poco lo que las nuevas generaciones saben de este singular militar que llegó al poder fortuitamente y supo mantenerse en él construyendo lealtades en un mundo en convulsión por la Segunda Guerra Mundial.

            Higinio Morínigo, logró articular una peculiar política exterior y estableció un verdadero gobierno militar en el Paraguay, pues no hubo partido político ni agrupación civil que tuviera más poder que la Junta de Comandantes la cual asesoraba a Morínigo en las principales decisiones de gobierno.

            El libro está estructurado en cuatro capítulos y nos va demostrando como este hombre se transformó en militar y como a través de la carrera de las armas fue adquiriendo preponderancia luego de la quiebra del régimen liberal en el Paraguay al igual que en el resto del mundo, para finalmente convertirse en un gobernante despótico y dictatorial.

            El gobierno de Morínigo desarrolló una política de transformación y en materia económica de estatización, que convirtió al estado en uno de los principales inversores en rubros que hasta entonces eran de preeminencia del sector privado.

            Conocer la personalidad y el gobierno de Higinio Morínigo proporcionará al lector algunas claves para comprender el desarrollo político del Paraguay en la segunda mitad del siglo XX.

            Agradecemos al autor por esta obra que es sumamente significativa, pues tiene la capacidad de acercarnos a una personalidad relevante en la segunda mitad del siglo XX paraguayo.

 

Asunción, mayo de 2011

HERIB CABALLERO CAMPOS

 

 

INTRODUCCIÓN.

 

            Higinio Morínigo recibió al historiador Alfredo Seiferheld en su casa de Acassuso en la ciudad de Buenos Aires a finales de 1978. Ya con el andar pesado, las arrugas del tiempo y los cabellos ganados por las canas, Morínigo se detuvo a reflexionar sobre sus acciones y mirar al pasado con la ventaja de conocer el resultado de treinta años de historia paraguaya. Con poco de arrepentimiento y mucha convicción para justificar el pasado, Morínigo hizo favorables evaluaciones de su hoja de vida.

            Rechazando las acusaciones de dictador que le adjudicaran, Morínigo, en un reconocimiento implícito de su comportamiento autoritario, reivindicó sus acciones bajo la justificación de que en ese momento sus compatriotas carecían de la madurez necesaria para vivir en democracia.

            Este testimonio contradictorio, y otros de partidarios y opositores de la época, reflejan las ambigüedades del personaje histórico Higinio Morínigo. Su historia de vida, y su comportamiento, en muchos casos bipolar producto de las necesidades circunstanciales de la política, permite diseccionar desde el personaje los desajustes entre discursos y acciones que caracterizó un momento decisivo para la trayectoria política del Paraguay en el siglo veinte.

            Además del estimulante buceo histórico, reescribir la biografía de Morínigo también plantea interrogantes sobre el presente en cuanto a la relación entre eventos nacionales y globales, las posibilidades de la democracia, los peligros del autoritarismo, la necesidad de la política, la definición de lo legal y el lugar de lo militar.

            Este texto, si bien registrado en la perspectiva biográfica de Higinio Morínigo, está lejos de apuntar hacia una historia de grandes hombres. Morínigo representó un catalizador político para procesos históricos que estuvieron ajenos a su capacidad personal pero que tampoco lo exoneran de las responsabilidades de las acciones individuales que influyeron en el resultado final. Su existencia paradójica, entre la agencia política y los límites estructurales, permite iluminar la complejidad de la historia y justifica la necesidad de conocerla.

            La importancia de su época está dada por un evento anterior, la Guerra del Chaco, y un evento posterior, la Guerra Civil de 1947. La llegada de la política de masas y el ascenso de los sectores populares y de sus prácticas democráticas dominó la política paraguaya entre estos dos eventos que señalaron el comienzo y el epílogo trágicos de una historia popular que pudo ser distinta. Morínigo fue el nexo entre ambos acontecimientos, que pulverizaron el orden liberal previo y marcaron el punto de partida del nacionalismo autoritario que iría a gobernar el país por el resto del siglo.

            El resultado más importante de este proceso fue la creación del estado paraguayo con formas definidas que apuntaló el protagonismo histórico del propio Morínigo. Con el estado también se desató un proceso de modernización significativo que trajo consigo transformaciones las cuales dejaron rastros de violencia en una sociedad tradicional en pleno movimiento.

            Contra intuiciones teleológicas basadas en la falta de 'madurez democrática', como la defendida por Morínigo, este desenlace no estuvo anunciado cuando el mismo llegó al poder y el estado que resultó de este proceso perfectamente pudo reflejar una realidad política distinta, plural, incluyente y democrática. Retornar a la época de Morínigo requiere devolver historicidad a la encrucijada que representó la década de 1940 en la historia del Paraguay.

            Las posibilidades democráticas asomaron intermitentes durante los años en el poder de Morínigo hasta su clausura temporal con la Guerra Civil de 1947. La tragedia marcaría el epílogo de una carrera política incidentada que pretendió suspender la incertidumbre de la política democrática, sin éxito hasta el acto de violencia que significó el cierre autoritario de la guerra civil. Con el final de la guerra civil, la carrera de Morínigo no tardaría mucho en llegar a su fin, sin que su salida del poder signifique cambios en la dirección autoritaria que había tomado el país. Al contrario, el autoritarismo perduraría como rasgo distintivo de la política paraguaya por el resto del siglo. En este sentido, este período encierra respuestas fundamentales para comprender la senda del autoritarismo tomada a partir de la década de 1940.

            Esta biografía está dividida en cuatro capítulos y el epílogo. El primero narra la microhistoria de Morínigo desde su nacimiento hasta el inicio de su carrera militar, y su ascenso en los cuadros del ejército. El segundo capítulo se encarga de historiar el ascenso político del “soldado presidente” y su apogeo en el ejercicio de la primera magistratura hasta el final de su trienio en el poder en 1943. El tercer capítulo se enfoca en su segundo período en el gobierno a partir de 1943 cuando adquirió protagonismo internacional y concluye con la gestación del gobierno de coalición en 1946. El cuarto capítulo, trata del fallido gobierno de coalición, el giro colorado del presidente y su derivación en la trágica Guerra Civil de 1947 hasta el golpe de estado que puso punto final a la experiencia de Morínigo como primer mandatario. Por último, el epílogo narra los años de Morínigo fuera del poder y enuncia conclusiones sobre su importancia como personaje histórico en el devenir del Paraguay.

 

 

II - MORÍNIGO DICTADOR

 

EL NACIMIENTO DE LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA DE MORÍNIGO

 

            El primer año en el poder de José Félix Estigarribia era promisorio. Durante su estadía en los Estados Unidos como representante del gobierno de Félix Paiva, Estigarribia había dado pasos significativos para el acercamiento del gobierno paraguayo a su par norteamericano. El objetivo del acercamiento era obtener financiación para afrontar la modernización del país. La modernización refería fundamentalmente a la construcción de vías de transporte que conectaran las regiones productivas del país con los potenciales mercados para la producción agropecuaria.

            Estigarribia gestionó un préstamo de tres millones de dólares del EXPORT-IMPORT BANK para la construcción de la ruta al Brasil. La construcción, a cargo del grupo constructor norteamericano R. W. HEBARD AND CO. LTD., se inició durante la presidencia de Estigarribia, quien además había negociado un préstamo secundario por valor de diecisiete millones de dólares a cambio de facilitar el territorio paraguayo para la construcción de bases militares norteamericanas en Sudamérica.

            Como señaló Michael Grow, con la chequera sólida gracias al aporte norteamericano para solventar proyectos de desarrollo que pudieran entretener las imaginaciones revolucionarias de los veteranos de la Guerra del Chaco, Estigarribia se aprestaba a gobernar con tranquilidad por el resto de su período presidencial. Su seguridad política estaba dada por la reciente aprobación de la constitución autoritaria en agosto de 1940. Esto además ocurría durante un momento económico favorable generado por una subida repentina en la demanda de los productos agropecuarios nacionales a causa del conflicto europeo.

            Sin embargo, todos los proyectos de Estigarribia se truncaron el 7 de setiembre de 1940. El presidente Estigarribia y su señora Julia Miranda Cueto de Estigarribia fallecieron en un accidente aéreo camino a San Bernardino.

            La muerte de Estigarribia obligó la búsqueda de su sucesor. Según la nueva Carta Constitucional de 1940, Estigarribia carecía de un sucesor predeterminado de antemano. La nueva constitución adjudicó al Consejo de Estado, integrado por los ministros del gabinete, representantes corporativistas y la Cámara de Representantes, la decisión sobre la sucesión en caso de fallecimiento del presidente en ejercicio. La Cámara de Representantes estaba desintegrada desde la Tregua Política de febrero de 1940. El Consejo de Estado tampoco estaba en funcionamiento ya que la institución todavía no se había conformado. Ante la imposibilidad de dar cumplimiento a la ley, un consejo de estado de facto integrado por los ministros del gabinete de Estigarribia tuvo a su cargo la decisión del sucesor.

            La Carta Constitucional de 1940 había establecido que si la presidencia quedaba acéfala antes de cumplirse los primeros dos años de mandato el Consejo de Estado debía nominar un presidente interino que tenía como función principal convocar a nuevas elecciones para elegir nuevas autoridades. Si, por el contrario, la acefalía se producía después de los primeros dos años de gobierno, el elegido por el Consejo de Estado tenía la obligación de completar el período presidencial.

            En el gabinete de Estigarribia existían dos ministros provenientes del orden militar al momento de producirse su deceso: Eduardo Torreani Viera en la secretaría del Interior e Higinio Morínigo en la cartera de Guerra y Marina. De acuerdo al relato de Morínigo, la elección quedó entre Torreani Viera y él. Con el objeto de permitir que los demás miembros del Consejo de Estado pudiesen votar con total libertad, Morínigo y Torreani Viera abandonaron la habitación donde estaban reunidos en el Palacio de Gobierno. Al rato, según Morínigo, Torreani Viera le dijo: "ope nde rehe" (te tocó a vos) en relación a su elección como nuevo presidente.

            En realidad esta asamblea simplemente se hizo eco de una asamblea militar reunida la noche anterior en la residencia del general Nicolás Delgado, entonces Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación, donde ya se había decidido el nombre del próximo presidente de la república. El coronel Ramón L. Paredes fue el más activo defensor de la candidatura de Morínigo. Contó con el apoyo del coronel Dámaso Sosa Valdez.

            Al considerar los dos candidatos, la elección resultó extremadamente pareja. Como solución, los grandes electores castrenses recurrieron a una caja de fósforos. Como el resultado favoreció a Torreani Viera, Paredes y Sosa Valdez sugirieron reconsiderar la elección del azar e impusieron finalmente la candidatura de Morínigo.

            Sosa Valdez dijo haber votado por Morínigo debido a su compromiso político nacionalista y su manifiesta hostilidad hacia los partidos políticos. En la puja presidencial Morínigo también tenía a su favor mayor antigüedad militar sobre Torreani Viera. Además tanto Paredes como Sosa Valdez tenían la certeza de que Morínigo cumpliría con el artículo 58 de la Carta Constitucional que obligaba a convocar a elecciones para renovar las autoridades del país.

            Quizás todavía más relevante en esta elección resultó el sentido del humor más elemental de Morínigo, cualidad que contrastaba con la mordacidad de Torreani Viera. Morínigo tenía fama nacional por su sentido del humor. También su estilo bonachón y 'camandulero' le permitía quedar bien con sus camaradas guardándose prudentemente de emitir sus verdaderas opiniones en público. La candidatura de Morínigo contaba a su favor con su impecable foja de servicios que carecía de insurrecciones, algo poco usual entre sus camaradas. Todo sumado indicó su compromiso institucionalista y su falta de ambición política, dos características que lo hicieron ideal para el cargo.

            Al asumir la presidencia Morínigo conservó el gabinete liberal heredado del gobierno de Estigarribia. El único cambio que hizo fue la incorporación del general Paulino Ántola, quien ocupó el cargo de Ministro de Guerra y Marina dejado vacante por Morínigo. En principio todo indicaba la continuidad del colegiado militar-civil buscado por los ideólogos de la Tregua Política. Contrariando tanto a civiles como a militares, Morínigo llegaría al poder con una agenda política radicalizada que impulsaría la Revolución Nacionalista de 1936 por la vía militar.

 

MORÍNIGO DICTADOR NACIONALISTA

 

            La primera acción de Morínigo como presidente consistió en otorgar el ascenso póstumo al rango de mariscal a José Félix Estigarribia y hacer del velatorio una celebración de la religión nacionalista. Al depositar los restos de Estigarribia en el panteón de los héroes Morínigo introdujo oficialmente al conductor de la Guerra del Chaco en el Panteón Nacional de los Héroes donde se unió con el mariscal Francisco Solano López, otra justificada inclusión al panteón de la cual se jactaba.

            Según Morínigo, su llegada al poder fue recibida con conspiraciones por parte de los miembros liberales del gabinete. Apenas comunicada la decisión, y minutos después del juramento de los ministros liberales de su gabinete, Morínigo recordó escucharlos susurrar planes para removerlo del cargo. Esta observación fue confirmada el 22 de setiembre de 1940 cuando Paulino Ántola le comentó acerca de un ofrecimiento de Justo Pastor Benítez para ubicarlo como presidente de la república. Tras el rechazo de Ántola, los liberales supuestamente recurrieron a Torreani Viera con la misma propuesta y con idéntico resultado. No contentos con la negativa de Ántola, los ministros liberales utilizaron al ministro de los Estados Unidos frente al gobierno paraguayo en Asunción, Findley Howard, para mediar en la conspiración. Nuevamente Ántola se negó y reportó el hecho a Morínigo.

            Morínigo reaccionó con rapidez ante las inminentes convulsiones políticas y purgó el gabinete con la consecuente sangría liberal que afectó a los doctores Alejandro Marín Iglesias, Tomás Salomoni, Justo Pastor Benítez, Pablo Max Insfrán, Ricardo Odriozola y Salvador Villagra Maffiodo.

            Los espacios políticos dejados por los liberales tenían que ser cuidadosamente llenados para construir  una plataforma política que sea simultáneamente gobernable y duradera. Morínigo construyó su nuevo gabinete combinando dos sectores que si bien completamente distintos comulgaban ideológicamente. En el ámbito militar, Morínigo se cuidó de no afectar al poderoso bloque franquista al tiempo que se mantenía en buenos términos con el influyente Frente de Guerra con el que se alineaba en términos ideológicos. Con este fin llegaron a su gabinete el capitán de fragata Ramón E. Martino quien quedó a cargo del Ministerio de Obras Públicas y Colonización, y el coronel Ramón L. Paredes que ejerció el cargo de Ministro de Gobierno y Trabajo.

            Como contrapeso para el creciente peso militar en su gabinete, Morínigo trajo al gobierno a los llamados "tiempistas". Según Morínigo, muchos de ellos habían sido sus compañeros de colegio y representaban una opción política potable al no estar contaminados por los partidos políticos tradicionales, principalmente el liberal. El doctor Luis Argaña se hizo cargo de la cartera de Relaciones Exteriores, el doctor Aníbal Delmás ocupó la cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública, al tiempo que el doctor Francisco Esculies mantuvo su cargo en Agricultura mientras interinaba en Hacienda.

            El "tiempismo" estaba constituido por un grupo de profesionales, en su mayoría abogados, pero también académicos, bancarios, industriales y comerciales de tendencia fascista, englobados detrás de la publicación EL TIEMPO que había salido al público en 1939. En su mayoría católicos, apostaban por una democracia funcional u orgánica acorde con las líneas del corporativismo defendido por los gobierno de José Antonio Primo de Rivera en España y Antonio de Oliveira Salazar en Portugal. Su tendencia antiliberal y anti individualista atacaba a los partidos tradicionales del Paraguay por ineficientes para responder a las necesidades del pueblo y convocaba a la intervención decidida del estado en esta tarea.

            Morínigo seguidamente dio señales claras que marcaban el nuevo rumbo del gobierno. Para asegurarse el sillón presidencial, en una decisión que reveló la influencia de los profesores tiempistas en la política legal del gobierno, Morínigo hizo una interpretación retorcida del artículo 58 al entender que el texto constitucional obligaba a "convocar" a elecciones, no a "elegir" nuevas autoridades en un plazo de dos meses a partir de producirse la acefalia. Con esto, Morínigo convocó a elecciones pero recién para febrero de 1943, asegurándose su permanencia en el poder hasta la culminación del período original de Estigarribia.

            Confirmando su visión anti electoralista, Morínigo sacó seguidamente un decreto-ley contra la excesiva frecuencia de las elecciones que argumentaba resultaba pernicioso para los intereses del país. Según Morínigo: "La democracia exclusivamente electoralista en un pueblo aún no educado para el voto consciente y libre [era] una farsa".

            Unos días después hizo un discurso en Paraguarí donde volvió a reflejar el nuevo pulso político del país marcado por la alianza entre el Tiempismo y el Frente de Guerra que dio origen a la revolución nacionalista que lideraba: "La fórmula que acrisola el sentir de la Revolución Paraguaya y hará posible su realización la constituye esta voz imperativa: ORDEN, DISCIPLINA Y JERARQUIA".

            En noviembre apuntó que en su gobierno no existía "más extremismo que el amor a la patria". También durante el mensaje de navidad, tradicionalmente dirigido al congreso, Morínigo aprovechó la ocasión para utilizar la radiofonía nacional para establecer una línea directa con el pueblo, sin la perniciosa mediación de los representantes políticos, entonces inexistentes. Morínigo reiteró el rechazo de las formas políticas "exóticas" al afirmar que los problemas del Paraguay "[debían] ser resueltos con un criterio exclusivamente vernáculo, recurriéndose para ello a la base vivificante de la más pura paraguayidad".

            El cambio más importante se había dado en cuanto a la unidad considerada para la articulación de la política. El individuo del orden liberal había sido reemplazado por la unidad colectiva con pronunciadas derivaciones totalitarias: "La primacía del interés nacional sobre el interés egoísta y sórdido de los individuos constituye el dogma político fundamental de la Revolución Paraguaya".

            El Estado también había sido redefinido en función a los ideales de la revolución nacionalista expandiendo sus fronteras sobre el actor individual que al confundirse en la totalidad cumpliría su promesa de realización social y experimentaría la plenitud del ciudadano negada por el estado liberal: "Creemos que el fin verdadero y directo del

Estado es el desarrollo de todas las facultades de la Nación y el perfeccionamiento de su vida. Por eso rechazamos el liberalismo, producto del Siglo XIX que no admite la intervención positiva del Estado en la satisfacción de las necesidades humanas, y reduce considerablemente su misión"

 

LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA Y EL DISCIPLINAMIENTO DE LA DISIDENCIA

 

            Todos estos discursos que mapeaban el horizonte ideológico de la revolución nacionalista emergieron como respuesta al clima conflictivo generado entre las fuerzas populares y el gobierno.

            Los primeros en confrontar con el gobierno fueron los gremios sindicales cuando acusaron a Morínigo de fascista el 15 de noviembre de 1940. En este sentido, los representantes de la Central Paraguaya de Trabajadores habían visto en el ascenso de Morínigo y el Frente de Guerra al gobierno una ruptura fundamental con la presidencia previa de Estigarribia que se había mantenido afín a las luchas democráticas encabezadas por el gobierno del presidente Franklin Delano Roosevelt de los Estados Unidos.

            Según Milda Rivarola, la central sindical buscó imponer su visión política antifascista al ordenar una extensa huelga a partir de enero de 1941 que no contemplaba reivindicaciones estrictamente económicas para los trabajadores pero que si apuntaba a remover del poder al gobierno de Morínigo.

            El gobierno respondió con el decreto-ley número 4545 del 8 de enero de 1941 que otorgó súper poderes al Departamento Nacional del Trabajo al autorizarlo a militarizar la provisión de servicios públicos básicos asegurando la movilización de los trabajadores a sus actividades normales a riesgo de ser criminalizados como traidores a la patria en caso de no hacerlo. También estaba facultado a disolver sindicatos no alineados con el gobierno, lo que ocurrió por ejemplo ese mismo año con la Unión del Magisterio de la Capital. La también llamada "Ley de Tregua Sindical" abiertamente criminalizó la actividad sindical, debilitando sensiblemente las luchas obreras. La huelga de enero organizada en coincidencia con la llegada del presidente brasilero Getulio Vargas en la primera visita oficial al Paraguay de un jefe de estado del Brasil fracasó obligando a los trabajadores a volver a sus trabajos el 11 de enero de 1941 sin haber logrado sus objetivos políticos.

            Según Ciriaco Duarte, uno de los representantes sindicales durante este período, la política laboral del gobierno de Morínigo en su etapa inicial estuvo caracterizada por dos momentos marcadamente diferentes. La primera fase de 1941 dio vida al Consejo de Reorganización Sindical, que formaba parte del Departamento Nacional del Trabajo. Estaba conformado por nueve miembros y jueces, Duarte entre ellos como representante obrero. Según Duarte, la labor fue efectiva reorganizando sindicatos y centrales obreras en Alto Paraná, Alto Paraguay y Concepción, además de obtenerse varias leyes favorables a los trabajadores, entre las que se contaron la Ley del Salario Mínimo, la Ley de Nacionalización del Trabajo que obligaba a empresas de propiedad extranjera a contratar obreros paraguayos, y la exigencia de la Libreta de Salud para facilitar la atención médica de los trabajadores. Otras medidas dirigidas a mejorar la relación del gobierno con los sectores populares incluyeron el control de precios de productos básicos, la intervención del estado en la concesión gratuita de servicios médicos en los pueblos industriales y la concesión de indemnizaciones de las empresas en casos de perjuicios ocasionados a los trabajadores en el espacio laboral.

            Esta luna de miel con la clase trabajadora duró hasta que un fallo del Consejo perjudicó los intereses del poderoso grupo yerbatero LA INDUSTRIAL PARAGUAYA en 1942, lo que motivó la decisión del entonces ministro del Interior coronel Luis Santiviago de eliminar la participación laboral en el Departamento Nacional del Trabajo. Este testimonio coincide con el análisis hecho por la historiadora Milda Rivarola que caracterizó la política del gobierno de Morínigo hacia las clases trabajadoras como fundamentalmente bipolar, compuesta de una desbalanceada combinación de significativas concesiones en el plano legal y no menos importantes represiones masivas a los sindicatos.

            Otro sector atacado por el gobierno fue la prensa. El 27 de enero el gobierno de Morínigo decretó la intervención por plazo indefinido del diario EL PAÍS de propiedad del político liberal Policarpo Artaza. El gobierno lo desvinculó del diario y lo reemplazó por el líder social oficialista Leopoldo Ramos Giménez. Con esto el gobierno inició una campaña de control rígido de los medios de prensa escrita que utilizaría la técnica de nombrar directores afines al gobierno en reemplazo de editores críticos, algo que resultaba por lo menos novedoso en el manejo político de los medios de comunicación de la época.

            Históricamente, y esto ocurrió tanto durante los gobiernos colorados como liberales, los gobiernos simplemente clausuraban los medios de comunicación no alineados. Morínigo había sido innovador en este campo al entender, a la manera de los gobiernos fascistas de Italia y Alemania, que la represión no es la única ni la más efectiva forma de controlar la opinión pública.

            Al contrario, los gobiernos fascistas entendieron que la producción directa de información era mucho más efectiva para crear opiniones favorables en el pueblo. Esto es lo que hizo el gobierno de Morínigo al ubicar estratégicamente a periodistas leales en los distintos medios de prensa escrita para crear una sensación de total homogeneidad de criterios para quien hojeara los diarios de los años cuarenta. Esto fue agravado con la creación de una oficina nacional de propaganda por el decreto-ley número 9351 del 22 de octubre de 1941, el denominado Departamento Nacional de Propaganda (DENAPRO), que directamente divulgaba la opinión del gobierno en todas las áreas de interés de la administración de Morínigo. Programas que tendrían continuidad durante la mayor parte del siglo veinte como "La Hora Oficial" transmitida en cadena a todos los puntos del país fueron originados durante su gobierno.

            Por otra parte, la DENAPRO también buscaría establecer políticas culturales consonantes con el clima de nacionalismo en el que gobernaba Morínigo. Con este fin, estableció una ley que obligaba a los centros de espectáculos a contratar grupos musicales nacionales al menos una vez al mes. Esta ley también censuraba manifestaciones de arte extranjero al mismo tiempo que estimulaba la exhibición de espectáculos caseros que reflejaran la idiosincrasia nacional.

            Otras leyes que buscaron la suspensión de lo político en la esfera civil fueron el decreto-ley número 7937 de Defensa del Estado, conocido popularmente como la "Ley Degüello", que estableció la pena de muerte por traición, algo que ocurrió por primera vez en la historia del Paraguay posterior al año 1870, además de instituir penas severas para delitos políticos menores. También la Ley de Prensa, conocida como "Ley Mordaza", establecida por medio del decreto-ley número 1776, tuvo por objeto criminalizar la difusión de información no oficial. Esta combinación de censura y propaganda oficial daría al gobierno de Morínigo el filo necesario para articular una campaña nacional que entumeciera la conciencia de muchos habitantes del país que parecían vivir en un mundo paralelo aún frente a la numerosa cantidad de irregularidades que caracterizarían a la política de la época.

 

MORÍNIGO Y LA POLITIZACIÓN DE LA ESFERA MILITAR

 

            Mientras Morínigo trataba de fortalecerse frente a las agitaciones de la sociedad civil, las sacudidas políticas también afectaban al ámbito castrense. Con la misma precisión quirúrgica, Morínigo procedió eliminar enemigos cuidándose de debilitar y fortalecer sectores opuestos conservando un dinámico equilibrio de fuerzas.

            La primera barrida afectó a las figuras militares que habían posibilitado su ascenso al poder. Como resultado cayeron los generales Nicolás Delgado, Paulino Ántola, Eduardo Torreani Viera, y el coronel Ramón L. Paredes. En reemplazo de estas figuras ascendieron el teniente coronel Dámaso Sosa Valdez, el coronel Gaudioso Núñez, y el coronel Raimundo Rolón.

            El primer desafío al gobierno de Morínigo ocurrió como consecuencia de un levantamiento militar en la repartición de la caballería ocurrido el 23 de diciembre de 1940. Los jóvenes oficiales se levantaron contra sus superiores por la falta de justicia en casos de corrupción que involucraban al capitán Heriberto Osnaghi, Jefe de los Arsenales de la Nación, y al capitán Víctor Urbieta Rojas, Director de Aviación. Tras reunirse con el grupo de oficiales sublevados, encabezado por el entonces capitán Enrique Giménez, Morínigo decidió conceder lo solicitado por los insurrectos a quienes hizo figuras importantes dentro de su gobierno.

            Esta movida significó el retorno al poder del general franquista Vicente Machuca. Según Morínigo, a requerimiento de éste tuvo que sacar del camino al teniente coronel Sosa Valdez, el último de los hombres que hicieron posible su elección que todavía estaba en el gobierno. Machuca pasó a ocupar el cargo de Ministro del Interior mientras que el coronel Gaudioso Núñez pasó a ocupar el cargo de Ministro de Guerra y Marina. Otro que ascendió con esto en la caballería fue el mayor Victoriano Benítez Vera, uno de los más destacados miembros del Frente de Guerra.

            El propio coronel Federico Smith, entonces alejado de los circuitos militares del poder, se acercó al presidente Morínigo para manifestarle la molestia entre los miembros del ejército de orientación febrerista por la falta de representación de dicha organización política en el gabinete. Según Morínigo, Smith le manifestó esta disconformidad y le hizo el requerimiento de forma anónima escudado detrás de "los muchachos". Como consecuencia del pedido, Smith fue exiliado por el gobierno.

            Otro levantamiento se produjo en el regimiento de Concepción entre enero y febrero de 1941. Las fuerzas sublevadas eran de orientación febrerista y reclamaban la inclinación liberal del comandante Alfredo Ramos. Morínigo hizo lugar a los requerimientos de los soldados insurgentes a la par que aprovechó la ocasión para purgar el ejército de militares peligrosos como Ramos. Para ganarse el favor de los franquistas y sacarse de encima a los más hostiles liberales, Morínigo hizo promesas de acercamiento al coronel Rafael Franco, entonces exiliado en Uruguay, e insinuó la posibilidad de dar participación a políticos febreristas en el gabinete.

            Pronto la promesa se reveló vacía cuando el 5 de marzo de 1941 Morínigo nombró al tiempista Carlos R. Andrada como Ministro del Interior reubicando a Machuca en el Ministerio de Guerra y Marina y determinando la salida definitiva del gobierno de Gaudioso Núñez. Morínigo justificaría el desaire a los febreristas diciendo que el acercamiento con Franco no prosperó debido al afán de protagonismo de este último quien puso condiciones para apoyar al nuevo gobierno.

            En un esfuerzo por poner punto final a las nerviosas vacilaciones de las fuerzas militares en torno al gobierno de Morínigo, las principales figuras militares se reunieron en el Palacio de Gobierno el 13 de Marzo de 1941 y firmaron el acta de lealtad al "Movimiento Nacionalista Revolucionario". En la misma, Morínigo fue reconocido como "jefe Supremo de la Revolución Paraguaya".

            Lejos de sofocar las disidencias al interior del estamento militar, el desplazamiento del franquismo generó nuevas insurrecciones en el regimiento de Pilar y en la misma caballería en abril de 1941.

            Los llamados "abrilistas" se levantaron en armas en la caballería y en la marina el jueves santo 15 de abril de 1941. El golpe fallido, concebido por el coronel Rafael Franco, fue repelido al día siguiente por las fuerzas oficialistas comandadas por el capitán Enrique Giménez. Otras figuras destacadas en la represión del levantamiento militar fueron el Coronel Bernardo Aranda y el mayor Pablo Stagni, ambos miembros destacados del Frente de Guerra. El hecho confirmó la ruptura entre el franquismo y el gobierno dentro del estamento militar.

            La filiación política de Enrique Giménez, la figura del gobierno que consiguió sofocar a tiempo la rebelión, de inclinación colorada, habría de marcar una nueva línea de acción política para el gobierno de Morínigo al proporcionarle las fuerzas vivas que había estado buscando infructuosamente en el Tiempismo y en el Frente de Guerra, prolíferos en ideas políticas pero yermos de calor popular.

            La primera gran concentración del Partido Colorado durante la administración de Morínigo realizada en Ypacaraí el 20 de abril de 1941 insinuaría una alianza entre el gobierno militar y los colorados. Morínigo se haría presente para expresar frente a quinientos jinetes colorados con pañuelos al hombro su admiración por el general Bernardino Caballero, el "primer reconstructor" de la república. A partir de ese momento, Morínigo se imaginaría el "segundo reconstructor" emparentado en linaje político con el legado de Caballero.

            Con la crisis castrense en estado de relativa calma, Morínigo consiguió formalizar por primera vez un Consejo de Estado el 14 de mayo de 1941. En coincidencia con el aniversario de la independencia de la república del Paraguay, el monseñor Juan Sinforiano Bogarín estrenó el Consejo de Estado en carácter de Presidente, en cumplimiento con lo dispuesto por la Carta Constitucional autoritaria de 1940.

            En el campo de las relaciones internacionales, Morínigo había conseguido que Estados Unidos retirase al ministro Findley Howard, a quien acusó además de mujeriego y alcohólico, y lo reemplazase por el ministro Wesley Frost quien tuvo mucho más éxito en su gestión acercándose al gobierno paraguayo. En su gestión resultó clave la decisión del Departamento de Estado de asistir al hijo de Higinio Morínigo, Higinio Emilio, en su lucha contra la parálisis infantil. El niño llegó a Atlanta el 10 del mayo de 1941 acompañado de su madre Dolores Ferrari de Morínigo tras un viaje aéreo de cinco días desde Asunción.

            A finales de 1941 hubo otro levantamiento, esta vez liderado por el Jefe de Policía Luis Santiviago quien, molesto por la decisión del gobierno de no conceder los honores reservados a los jefes de estado al morir el ex presidente Eduardo Schaerer, se declaró en rebeldía. Morínigo controló el levantamiento honrando su promesa de "conducir la Nación con mano firme y segura".

            A comienzos de 1942 le tocaría el turno al Partido Liberal, una organización política que desde la aparición de Morínigo en la política se consideró amenazado por la particular animadversión que el entonces militar y luego presidente tenía contra ella.

 

MORÍNIGO Y LA PROSCRIPCIÓN DEL PARTIDO LIBERAL

 

            Morínigo tuvo malas relaciones con los liberales desde que llegó al poder. El 21 de abril de 1942 tuvo la excusa perfecta para sacárselos de encima cuando se dio a conocer una nota en donde el doctor Enrique Finot, Ministro de Relaciones Exteriores boliviano durante las tratativas de paz con el gobierno paraguayo, entonces de orientación febrerista, manifestó la solicitud recibida de políticos paraguayos exiliados en Buenos Aires no identificados de participar en una conspiración contra las autoridades políticas paraguayas. Aunque las personas acusadas no fueron identificadas, y el doctor Finot rechazara luego que los conspiradores hayan pertenecido , al Partido Liberal, el gobierno consideró la acción obra de los liberales exiliados y decidió disolver la organización política al considerar que el hecho constituía traición a la patria en un momento en el cual las hostilidades entre los gobiernos paraguayo y boliviano estaban suspendidas sin que la paz haya sido completamente sellada.

            El famoso decreto-ley número 12.546 del 25 de abril de 1942 disolvió el Partido Liberal a pesar de que no existían pruebas legales que comprobaran la acusación. Si bien el Partido Liberal en el exilio organizó una contramarcha en Buenos Aires para responder al gobierno, la medida estaba tomada. El Partido Liberal, que constituía entonces la organización política mayoritaria, estaba proscripta.

            Higinio Morínigo, negaría luego que la determinación haya sido un error puesto que a su criterio el castigo era una medida ajustada para el comportamiento político del Partido Liberal. La medida le ganó a Morínigo el resentimiento del Partido Liberal, algo que según Morínigo carecía de fundamento. Para él, el odio de los liberales tenía origen en su gestión como presidente que le puso punto final a los años de gobierno del Partido Liberal.

 

EL FASCISMO DEL GOBIERNO DE MORÍNIGO

 

            El gobierno de Morínigo recurrió a numerosos recursos prestados de los gobiernos fascistas para imponer su visión nacionalista en la sociedad paraguaya. El 15 de agosto de 1942 fue celebrado por el gobierno de Morínigo con fiestas populares y la llegada de varias delegaciones internacionales, entre ellas una delegación oficial argentina encabezada por el Ministro de Guerra, general Juan N. Tonazzi.

            El gobierno argentino decidió condonar la deuda de resultante de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) en nombre de las relaciones fraternales entre los dos países. Otra concesión del gobierno argentino, generada en este caso como consecuencia del Tratado Argaña-Rother, fue el dragado del litoral sur del río Paraguay sin costo para el gobierno paraguayo con el objeto de garantizar la navegabilidad del mismo durante todo el año.

            Morínigo también había conseguido un acuerdo con el gobierno brasilero para crear la Flota Mercante Paraguayo-Brasileña. Con esto el gobierno paraguayo había logrado mejorar sus posibilidades de navegación hacia la zona del Río de la Plata.

            Como celebración, el gobierno de Morínigo organizó desfiles y exhibiciones gimnásticas estudiantiles a la manera de los gobiernos fascistas europeos por primera vez en la historia del Paraguay.

            Morínigo reconoció el valor de los medios de comunicación masivos para formar opinión pública. Las numerosas transmisiones radiales del gobierno, que se dirigían directamente al pueblo evitando las 'deformaciones' de la democracia representativa, prueban la conciencia del gobierno de la utilidad de la información en la sociedad de masas.

            El presidente asimismo resaltó el papel del idioma nativo guaraní en estas manifestaciones radiales que, al igual que sus discursos políticos, eran conducidos en la mayoría de los casos en el lenguaje autóctono.

            El arte cinematográfico también formó parte del arsenal utilizado por el gobierno de Morínigo en la lucha por el control de la información a través de los materiales preparados por la DENAPRO.

            Igualmente, el gobierno también intervino en la interpretación de la historia a través de sus aparatos propagandísticos. En agosto de 1942 organizó una exposición didáctica para que tanto visitantes extranjeros como nacionales pudieran acceder a un curso rápido de historia del Paraguay.

            De acuerdo a la periodización del gobierno, la historia del Paraguay tenía cuatro períodos. El primero englobaba el Paraguay colonial que se expandía hasta 1811. El período independiente comenzaba en 1811 y se extendía hasta 1870. El tercer período, denominado republicano, se expandía hasta la Guerra del Chaco. El cuarto período del Paraguay contemporáneo comenzaba con la Guerra del Chaco y se extendía hasta los días del plan trienal de Morínigo. Para documentar la Guerra del Chaco la DENAPRO había convocado a la población a un concurso de fotografías y relatos del conflicto bélico.

            Lo llamativo en la presentación constituía la total falta de referencias al período comprendido entre 1870 y 1930. Tanto el período colonial, como el período independiente estaban bien documentados y ocupaban un importante espacio en la muestra. La república liberal, sin embargo, constituía un largo paréntesis abierto con la derrota militar de la Guerra del 70 y cerrado con la reciente victoriosa campaña chaqueña. Esta representación histórica era consistente con la genealogía de la revolución nacionalista reconocida por el gobierno de Morínigo:

            la Revolución Paraguaya, que hunde sus raíces en la gesta emancipadora de Antequera, en las luchas por la independencia y la construcción nacional que sostuvieron José Gaspar Rodríguez de Francia y los López, se hace solidaria con los ideales de la Revolución del 17 de febrero de 1936 y proclama que el movimiento insurreccional es la cifra auténtica del Paraguay que nace.

 

MORÍNIGO EL CONSTRUCTOR DEL PUEBLO

 

            Entretanto, el gobierno de Morínigo también obtuvo beneficios del gobierno brasilero al conseguir un significativo préstamo de cien mil contos (poco más de cinco millones de dólares) que le sirvieron para financiar proyectos de desarrollo que incluían rutas, construcciones de mercados públicos y hospitales regionales, además de una línea fluvial nacional, la Corporación Paraguaya de Carnes (COPACAR) y la Corporación Paraguaya de Alcoholes. Ese mismo año el gobierno reportaría haber construido poco menos de trescientos kilómetros de rutas entre los que se contaban la expansión de la Ruta 1 y la construcción de la Ruta 2.

            Otra consecuencia del acercamiento con el gobierno brasilero fue la construcción de una línea telegráfica directa entre Asunción y Río de Janeiro que rompería con la mediación de Buenos Aires, que hasta ese momento era una parada necesaria para poder establecer comunicaciones entre los gobiernos de Morínigo y de Getulio Vargas.

            Por otra parte, la asistencia económica de sus dos poderosos vecinos también supuso el desembarco en el país de los bancos estatales, Do Brasil y De La Nación Argentina respectivamente, que llegaron con el objeto de financiar proyectos de desarrollo para el Paraguay.

            Morínigo siguió acumulando poder por el resto de 1942. En setiembre, las Fuerzas Armadas le solicitaron que continúe en el cargo por el siguiente período para asegurar la obtención de las metas de la revolución nacionalista. Mocionado por el general Vicente Machuca, el pedido unánime tuvo respuesta favorable. Morínigo, emocionado por el honor que le hacían sus camaradas, aceptó a cambio del total apoyo de las Fuerzas Armadas.

            Los sectores populares también manifestaron su apoyo a la gestión de Morínigo. El presidente se había embarcado en largas "jiras" por el interior del país, de norte a sur y de este a oeste, por agua, tierra y aire, durante el año 1942. De acuerdo a La Tribuna, Morínigo recorrió ciento cuarenta leguas durante ese año y más de una treintena de pueblos recibieron al presidente con múltiples demostraciones de apoyo.

            En Carapeguá los vecinos le entregaron una medalla de oro que en un lado decía "Homenaje del Pueblo de Carapeguá a S.E. Presidente de la República General Higinio Morínigo" y en el reverso tenía inscripto "Orden, Disciplina, Jerarquía". En San Ignacio, Morínigo emparentó su revolución con el nacionalismo de Francia y de los López al llamar a la unidad de la nación paraguaya en la cual "cada paraguayo [debía] ser soldado de la revolución".

            Conciertos líricos, representaciones teatrales, declamaciones poéticas, discursos políticos de autoridades locales, desfiles de jinetes, concentraciones de agricultores, todos embanderados con la insignia tricolor, saludaron al presidente itinerante que se vanagloriaba de haber respondido a las demandas del Paraguay profundo.

            Las travesías en automóvil, el signo más evidente del progreso, eran utilizadas por Morínigo para verificar las obras de construcción de caminos y rutas emprendidas por su gobierno, de la misma manera que le permitían exhibirse a los rincones más lejanos del país como un legítimo intérprete de la revolución nacionalista.

            Entre los viajes al interior del país y su tiempo en Asunción, Morínigo mantuvo su alto perfil social al participar de bautismos en carácter de padrino, como lo hizo en noviembre de 1942 cuando junto a su esposa Dolores Ferrari de Morínigo se convirtieron en compadres de la pareja Fischer. Estos padrinazgos políticos eran ya una práctica inveterada en la política paraguaya en la década de "1940 y Morínigo la rentabilizó estratégicamente. La primera dama ocupó parte de su tiempo dirigiendo actividades de beneficencia como acompañamiento para las actividades del primer magistrado. El protagonismo de la primera dama influyó en la decisión del gobierno de celebrar a las madres paraguayas a través de programaciones radiales creadas exclusivamente en su homenaje.

            Morínigo también se acercó a las grandes empresas del país con quienes dijo tener buena relación a lo largo de todo su gobierno. Por ejemplo, se hizo presente en la inauguración del Grupo Dodero en Paraguay en noviembre de 1942, que desembarcó en el Paraguay tras adquirir el complejo naviero Mihanovich que por entonces ejercía un cuasimonopolio del transporte fluvial aguas abajo del río Paraguay hacia la región del Río de la Plata. La Asociación Rural del Paraguay también invitó a Morínigo especialmente para una feria ganadera donde empresarios brasileros del rubro introdujeron animales de la raza zebú en el Paraguay.

            Las actividades organizadas por las Fuerzas Armadas ranqueaban alto en el orden de preferencias del presidente Morínigo. En ocasión de la inauguración de una panadería en el local de la caballería, Morínigo justificó su asistencia al acto diciendo: "a esa fiesta podría estar ausente el primer magistrado, pero el soldado no". En otra ocasión, Morínigo se refirió a la necesidad de mejorar la situación de las viviendas de los militares diciendo que: "[era] un deber que el mejor soldado del mundo tenga un hogar adecuado". Las apelaciones retóricas al ejército ocupaban un espacio dominante en el discurso del presidente, reflejando la distribución real del poder político durante su gobierno.

            Más evidente fue la atención prestada a los militares en el aspecto monetario puesto que el año registró varios aumentos salariales para el ámbito castrense. Otras atenciones que el presidente prestaba a los militares eran las invitaciones especiales que hacía a sus oficiales favoritos durante las giras que hacía por el interior del país. Morínigo también asistía regularmente a ejercicios militares realizados en Villa Hayes.

            El primer magistrado estuvo asimismo en el acto de cierre de los cursos de la caballería que organizó un Concurso Hípico "General Morínigo" que incluyó una carrera de ochocientos metros de diez obstáculos como actividad final. Morínigo era aficionado a los caballos desde sus tiempos de cadete en la Escuela Militar y poseía un caballo que le había regalado el gobierno argentino, a cargo de un oficial de su confianza, Camilo Figueredo, quien se hacía cargo del entrenamiento del animal y con quien acostumbraban cabalgar por el jardín Botánico.

            A comienzos de 1943, en el contexto del cumpleaños número cuarenta y seis de Morínigo, el gobierno convocó a la votación del nuevo presidente de la república en cumplimiento con lo decidido en diciembre de 1940. La votación del candidato oficialista, quien era además el único candidato, iría acompañada de un plebiscito para determinar la continuidad del actual presidente en el cargo teniendo en cuenta que tal medida estaba prohibida por la constitución.

            La convocatoria a elecciones fue criticada por los Centros Estudiantiles del Paraguay quienes señalaron el desembozado giro autoritario del gobierno que apuntaba a mostrar una imagen internacional democrática que contrastaba radicalmente con la realidad autoritaria que existía puertas adentro.

            Haciendo una defensa de los partidos políticos como legítimos mediadores entre el pueblo y el estado, el manifiesto estudiantil criticaba la noción metafísica de la nación defendida por el gobierno que buscaba "substituir el sentido originario de la concepción política de la nación" por otra autoritaria que justificaba su vocación para monopolizar la expresión popular en el ejercicio bruto de la fuerza.

            En conclusión, los estudiantes denunciaban la desnaturalización del sentido del sufragio y el descarado secuestro de la legítima voluntad popular que hacía el gobierno al convocar a votaciones donde no existía la posibilidad de elegir. Desde el exilio el Partido Liberal también criticó lo que llamó fraude electoral organizado por una dictadura militar.

            La votación, según el mismo decreto, se realizaría durante cuatro fines de semanas consecutivos entre el 16 de enero y el 14 de febrero de 1943 a los efectos de permitir la participación de todos los electores habilitados sin alterar el calendario laboral. La Junta Central del Sufragio iría dando a conocer los resultados de la votación en la medida en que los mismos puedan ser calculados. Al finalizar las elecciones, Morínigo se había impuesto con 169.552 votos contra 10.637 votos en blanco. El plebiscito también había resultado favorable al gobierno al imponerse la moción oficial por 139.081 votos frente 16.114 votos en contra.

            Las elecciones fueron motivo de burlas e indignación en el ámbito internacional donde la publicación norteamericana Times Magazine acusó al gobierno de Morínigo de montar una opereta de mal gusto al convocar al pueblo a votarlo sin oposición en un exceso de autoritarismo que ni siquiera se había registrado en la Alemania nazi con la cual emparentaban al presidente paraguayo en función a su pública manifestación de simpatía y a la nutrida cantidad de banderas con esvásticas encontradas por el periodista que estuvo en Asunción durante el período eleccionario.

            Si bien Morínigo comenzaba a perder credibilidad para sectores de la prensa opositora nacional e internacional, localmente su figura alcanzaría amplio reconocimiento durante el año 1943. A fines de enero el primer mandatario fue objeto de un homenaje musical organizado conjuntamente por la Agrupación Folclórica Guaraní de Buenos Aires y la Asociación de Músicos del Paraguay en el Teatro Municipal.

            Un evento similar, en este caso una función teatral presentada por la compañía Ocará Poty dirigida por el teniente Zoilo F. Cantero, tuvo lugar un mes después en el mismo espacio y también en homenaje a Morínigo. En este caso la compañía teatral presentó la obra "Paraguay Pyahu" escrita en el idioma nativo "con fuerte sabor nacionalista". El presidente haría otra visita al Teatro Municipal en marzo para presenciar una obra en tres actos, de autoría de Eusebio Lagos, de carácter patriótico titulado "La Epopeya del Mariscal Francisco Solano López".

            A comienzos de marzo la DENAPRO organizó el Primer Congreso Nacional de Niños que convocó a escolares del país en la ciudad de Asunción. El encuentro tuvo por objeto infundir la conciencia de la revolución nacionalista en los paraguayos del mañana. La DENAPRO organizó en simultáneo un concurso de ensayos para los niños asistentes al encuentro denominado "Lo que he visto en la Asunción Revolucionaria de hoy" que tenía de incentivo cinco mil pesos paraguayos para el ganador. La DENAPRO también habilitó un programa radial para los niños denominado "Onda Escolar" para que los escolares pudieran comunicarse con el público y sus familiares en los diferentes rincones del país. De igual manera, la DENAPRO publicó un volumen con las efemérides nacionales para que los niños aprendieran el calendario de la patria.

            El congreso contó con el apoyo de las diferentes reparticiones del gobierno, empresas privadas, representaciones diplomáticas extranjeras, la prensa en general en la capital, y numerosos actores individuales que publicaban adhesiones al evento en los diarios nacionales. El evento representaba un rito de pasaje de ideologización revolucionaria durante el cual los niños visitaban las distintas dependencias del estado paraguayo, compartían con los funcionarios del gobierno, intercambiaban opiniones con los medios oficiales de comunicación y las empresas privadas que compartían la unidad armónica de la nación defendida por el gobierno.

            El gobierno de Morínigo, entretanto continuaba con su obra de construcción de rutas aprovechando los préstamos internacionales obtenidos para financiar el desarrollo del país. En la ciudad de Asunción también se inició una serie de obras de pavimentación de distintas arterias urbanas y la construcción de varios mercados municipales. Las construcciones también beneficiaron a la educación ya que se construyeron varias instituciones de enseñanza. Además se construyó la Plaza de los Héroes en Asunción en homenaje a las glorias de la patria, algo que se replicó a diferentes escalas en lugares como Puerto Pinasco donde se erigió un monumento dedicado al mariscal Francisco Solano López. También durante ese mismo año se inició la construcción del Hospital de Barrio Obrero y la nueva sede del Ministerio de Salud Pública en la intersección de las calles Brasil y Pettirossi.

            También el sector obrero fue objeto de atención del gobierno que decretó la Semana Social Obrera a principios de marzo. En este sentido, una medida significativa de febrero de 1943 fue la creación del Instituto de Previsión Social, un proyecto del gobierno del coronel Rafael Franco que se materializaba bajo la gestión de Morínigo.

            Una reglamentación previamente había regulado el trabajo de los menores, a quienes también el gobierno había dirigido una ley antivagancia con el objeto de convertirlos en mejores ciudadanos. Los esfuerzos disciplinarios del gobierno buscaron atacar la vagancia infantil y los juegos de azar, muy extendidos en ese momento en contradicción con el supuesto éxito que se atribuía el presidente Morínigo en el mejoramiento integral de los "buenos ciudadanos".

            Otros beneficios orientados hacia el mejoramiento de las condiciones sociales incluyeron la intervención del gobierno en la fijación de precios de medicamentos. La política intervencionista también había alcanzado a los sectores campesinos cuando fijó precios de compra y venta de productos agrarios como el tabaco y el algodón con el objetivo de protegerlos de la tiranía de la economía de mercado. Igualmente los veteranos de la Guerra del Chaco fueron beneficiados por la atención médica brindada por la Comisión Médica Itinerante creada por el gobierno para asistir a los mismos en sus propios domicilios en las distintas ciudades del interior.

            Consolidado internamente y con las perspectivas internacionales sensiblemente mejoradas con relación a su arranque inicial incidentado con la potencia hemisférica, Estados Unidos, Morínigo se aprestaba a emprender una gira internacional inédita en la historia del Paraguay. Con el apoyo de las Fuerzas Armadas, las fuerzas de oposición disciplinadas o en el exilio, y los sectores populares en forzosa calma, Morínigo podría abandonar el país con la certeza de que al volver seguiría siendo el presidente de la república. Sus manipulaciones políticas entre los distintos grupos de poder y su continua política bipolar de represión y concesiones formales y reales hacia los sectores populares le habían permitido acumular poder suficiente para sostenerse firme en el cargo.

 

IV - MORÍNIGO COLORADO

 

LA COALICIÓN FALLIDA

 

            El gabinete de coalición estuvo constituido por una delicada alianza integrada por el Partido Colorado, la Concentración Febrerista y el ejército. Las primeras escaramuzas en la coalición refirieron a la repartija de ministerios. El acuerdo final estableció la paridad entre colorados y febreristas, algo que fue resentido por el propio Morínigo quien consideraba que los febreristas habían obtenido mucho más de lo que merecían en función a su caudal político.

            Independientemente de las diferencias iníciales, las disputas de fondo referían a la falta de coincidencia entre el rol asumido por cada sector de la coalición y el rol que los demás asociados asumían les correspondía en el gobierno. Los militares esperaban que los partidos políticos colaborasen en carácter subordinado, de la misma manera que habían gobernado durante toda la primera etapa del gobierno de Morínigo. Los partidos políticos a su vez consideraban su ingreso al gobierno ganado por méritos propios y buscaban afirmar su posición política y expandir su base electoral desde el gobierno. Al mismo tiempo, los partidos políticos que estaban fuera del gobierno buscaron el poder apelando a sectores disconformes de las Fuerzas Armadas para instalarse definitivamente en el poder a título individual al ver la inclinación del presidente Morínigo por los colorados.

            El Partido Liberal y el Partido Comunista, al estar fuera de gobierno, peleaban en inferioridad de condiciones en el contexto de la normalización política que el nuevo gobierno pretendía liderar. Las nuevas libertades proporcionaron a los liberales el marco adecuado para saldar cuentas con un debilitado Morínigo, quien los había perseguido sin contemplación durante la primera etapa de su gobierno.

            Entre agosto y setiembre las manifestaciones populares de los diversos partidos políticos se sucedieron en el microcentro de Asunción. Primero, retornó al país el coronel Rafael Franco quien fue recibido por aproximadamente treinta mil partidarios febreristas el 3 de agosto de 1946. Una semana después les tocó el turno a los comunistas que hicieron un acto que contó con poco más de veinte mil personas ante las cuales habló Oscar Creydt. Los liberales hicieron su propia marcha al retorno de José Patricio Guggiari. Por último, en setiembre les tocó el turno a los colorados. En otra marcha multitudinaria, los colorados hicieron un llamado al mayor protagonismo del partido en el gobierno sin que el discurso de Juan León Mallorquín incluya ataques al gobierno de Morínigo.

            Toda la efervescencia política que se vivía en la calle tenía otra expresión más subterránea en los cuarteles. Como demostró Washington Ashwell, las inclinaciones políticas públicas tenían paralelos en los cuarteles. En esta esfera fue donde los militares colorados consiguieron aventajar decisivamente a febreristas, liberales y comunistas durante este período. Tanto los teniente coroneles Enrique Jiménez, en la caballería, Carlos Montanaro, en la Escuela Militar, Emilio Díaz de Vivar, en el Estado Mayor, y el mayor Rogelio Benítez en la policía de la capital, todos de inclinación colorada, habían fortalecido sus posiciones en desmedro de militares de orientaciones políticas diferentes.

            Esto tuvo efecto directo en el manejo del poder donde la posición militar en el gobierno de coalición, que en principio pretendía ser nacionalista y antipartido, comenzó a girar decisivamente hacia una sesgada coloradización que hizo del ejército una institución antiliberal, antifebrerista y anticomunista. Desde el gobierno muchos militares colorados fueron asignados a cargos de delegados de gobierno regionales donde pesarían mucho más en la configuración local de las dinámicas de poder nacional.

            En otras palabras, el institucionalismo defendido por los militares se convirtió en la justificación de la progresiva coloradización del ejército, algo que no encontró oposición en el antimilitarismo que podría haber enfrentado a los gobiernos militares al menos a nivel retórico.

            Durante el resto de 1946 las relaciones entre las fuerzas civiles y militares de la coalición continuaría deteriorándose. Los políticos radicalizados, Arnaldo Valdovinos en el ala febrerista y Juan Natalicio González en el lado colorado, pujarían por afianzan a sus respectivos partidos. En esta disputa, este último tendría las de ganar considerando que ya había estado trabajando en el gobierno de Morínigo, y contaba además con la intermediación de otro político guión, Víctor Morínigo, quien había sido compañero de colegio de Higinio Morínigo y con quien tenía relaciones amistosas además de compartir la misma ideología.

            El evidente acercamiento entre los militares del gobierno, especialmente Morínigo, y los colorados irritó a los demás hombres fuertes del ejército que veían como el fortalecimiento del Partido Colorado en el gobierno se ponía en el camino de la prometida normalización del régimen democrático.

            Hacia diciembre, el delicado castillo de naipes representado por la coalición se desplomó tras la crisis de los cargos que enfrentó a colorados y febreristas en una típica disputa sobre la distribución de espacios de poder en el gobierno. Los militares, disconformes, buscaron retornar al escenario político imaginado por el institucionalismo donde el ejército, ajeno a los partidos políticos, podría restablecer el orden político. Tanto el Partido Liberal como el Partido Comunista hicieron causa común para que el ejército controle la transición política sin intermediaciones de los demás partidos políticos. La situación asimétrica de poder, según ellos, necesitaba ser corregida para volver a comenzar el juego político.

            Los febreristas también compartieron la misma hipótesis sobre todo cuando se dieron cuenta de que aún participando en el gobierno sufrían las mismas inequidades de sus rivales fuera del gobierno. Los colorados, por su parte, entendieron que una alianza exclusiva con el ejército podía garantizarles el control de la política sin los esfuerzos requeridos por la convivencia democrática y las prácticas eleccionarias donde cada ocasión representaba una nueva prueba para la capacidad popular del partido.

            La tragedia se visualizaba al final del callejón sin salida del híbrido gobierno de coalición donde dos de los actores principales, el colorado y el ejército, comenzaban a mimetizarse borrando definitivamente las diferencias entre uno y otro.

            El general Vicente Machuca, contrario a la coloradización del ejército en el gobierno, publicó un manifiesto el 5 de diciembre de 1946 en nombre del sector institucionalista de las Fuerzas Armadas. Por el mismo, se exigía la supresión del gobierno de coalición y la creación de un gobierno totalmente militar que controle el proceso de transición a un régimen democrático.

            Ante la inminente militarización de la política, colorados y febreristas alcanzaron un último acuerdo el 15 de diciembre cuando se comprometieron a dejar de lado sus diferencias y gobernar con los militares. En menos de un mes, este acuerdo perdería valor.

            Los militares tendrían la última palabra.

            Una asamblea militar tuvo lugar el 11 de enero de 1947, día del cumpleaños número cincuenta de Higinio Morínigo. El objetivo de la asamblea era decidir la integración del nuevo gobierno y determinar el rol que los militares jugarían en el mismo. La reciente retirada de los febreristas del gobierno limitó las opciones de los militares a dos, seguir gobernando con los colorados o retomar el control total del gobierno.

            Los propulsores de continuar gobernando con los colorados fueron el coronel Emilio Díaz de Vivar y el teniente coronel Enrique Jiménez. La moción colorada perdió la asamblea por catorce votos a dos. Los generales Vicente Machuca, Francisca Andino, Amancio Pampliega y Atilio Migone; los coroneles Eulalio Facetti, Juan Ibarrola, Julio Cartes, Mushuito Villasboa y Manuel Rodríguez; el teniente coronel Alfredo Stroessner; los capitanes de navío Sindulfo Gil y Jesús Blanco Sánchez; y el general de intendencia Manuel Contrera votaron a favor de la creación de un gobierno militar de transición sin participación de los colorados.

            Morínigo, con ayuda de los militares colorados Enrique Jiménez, Carlos Montanaro, Rogelio Benítez, y el acuerdo explícito de las autoridades del Partido Colorado, hizo un golpe militar la noche del 12 de enero al decretar la participación de los colorados en el gobierno en contradicción con la voluntad expresada por la asamblea del ejército.

            En una movida ágil y sorpresiva, Morínigo juró el nuevo gabinete colorado, decretó el estado de sitio y proscribió al Partido Comunista, al que acusó de la ola de inestabilidad política reciente.

            Con esto forzó la salida del ejército del general Machuca y los demás militares institucionalistas para dejar el camino abierto para la creciente coloradización de las Fuerzas Armadas. La maniobra de Morínigo y los colorados radicalizo a los militares que no compartían la posición colorada que recurrieron a la sublevación para conseguir el cumplimiento de la voluntad de la asamblea militar. Para los institucionalistas del ejército, Morínigo se había convertido en el principal obstáculo del proceso de normalización de la república.

            Entretanto, los partidos políticos fuera del gobierno no tenían opción de llegar al poder por otra vía que la violencia. Radicalizados, tanto liberales como febreristas y comunistas fueron perseguidos por el gobierno militar-colorado de Morínigo. Varios observadores internacionales, haciendo las veces de Casandra, habían anunciado la tragedia que pendía sobre el destino del Paraguay. Los presagios, sin embargo, estuvieron lejos de imaginar el baño de sangre colectivo que aguardaba a la vuelta de la esquina.

 

LA GUERRA CIVIL DE 1947

 

            La espiral de violencia detonó el 7 de marzo de 1947 cuando militares febreristas y comunistas intentaron tomar el cuartel de policía. En el ataque, repelido a tiempo por las fuerzas del gobierno, el mayor Rogelio Benítez perdió el brazo derecho.

            El gobierno ratificó su voluntad de llamar a elecciones para una asamblea constituyente el 3 de agosto de 1947, promesa que carecía de credibilidad para la oposición. Morínigo habló en un acto político del Partido Colorado frente a treinta mil personas, a quienes prometió que la unión entre el ejército y los colorados resistiría los embates de la insurgencia. Alimentando el clima político de violencia, Morínigo ofreció su vida como prenda de sacrificio en la lucha de los verdaderos paraguayos contra los reaccionarios apátridas de la insurgencia.

            El 8 de marzo de 1947 estalló la insurrección en Concepción, distante a poco más de 230 kilómetros al norte de la capital Asunción, donde fue creado un gobierno paralelo que buscaba remover del poder a Morínigo. El gobierno respondió declarando la región de la Primera División de Concepción zona de guerra y advirtió a los revolucionarios que sufrirían las consecuencias de la sublevación.

            Morínigo apeló a razones ideológicas para simplificar las opciones políticas y ganarse el favor del pueblo al exagerar el contenido religioso y nacionalista del conflicto, caracterizando a los insurgentes como ateos y apátridas por su supuesta filiación comunista, que se oponían a la democracia auténtica defendida por el gobierno.

            El ataque retórico también buscó ganarse el favor de la opinión pública y de los gobiernos internacionales en el contexto de la recientemente inaugurada Guerra Fría entre las dos potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. Aunque los rebeldes buscaron desautorizar esta descripción del gobierno al subrayar el carácter exclusivamente militar del levantamiento, la posición del gobierno se impuso y la rebelión para muchos contuvo un eminente carácter comunista.

            Tras un período de tensa calma, en el cual el gobierno hizo todo lo posible para contener posibles sublevaciones en otras regiones del país y los rebeldes aguardaron el respaldo de otros sectores disconformes con la administración de Morínigo, la división militar del Chaco se plegó a la rebelión con lo cual la insurgencia controlaba toda la zona norte del país.

            Al mismo tiempo, Morínigo y los dirigentes colorados se movilizaron para obtener el respaldo de los militantes del partido en la guerra civil. En poco tiempo, el gobierno pudo conformar un ejército de reserva que contaba con entrenamiento militar al estar integrado en su mayoría por excombatientes de la Guerra del Chaco.

            Los miembros de la facción Guión Rojo, liderados por Víctor Morínigo en su carácter de Ministro del Interior, jugaron un rol decisivo en este proceso dando origen a las infames "Guardias Urbanas" que irían a defender al gobierno frente a los insurgentes. Estas agrupaciones paramilitares desataron el caos en la ciudad de Asunción al actuar arbitrariamente contra personas que tenían inclinación política no colorada derivando en un éxodo continuo de ciudadanos paraguayos al exterior.

            Las primeras escaramuzas se dieron a fines de marzo cuando las fuerzas rebeldes y gubernistas se encontraron cerca del río Ypané. El coronel Federico Smith se sumó a las fuerzas gubernistas y fue nombrado comandante del ejército nacional a mediados de marzo.

            El gobierno enfrentó los mayores problemas del período insurgente cuando la marina nacional, ubicada en el centro de la capital, se declaró en rebeldía a principios de mayo sumándose a la insurgencia. Las fuerzas gubernistas no vacilaron para repeler la insurgencia utilizando para ello a civiles integrantes de la Guardia Urbana. Smith, molesto por la utilización de civiles para combatir con la armada nacional, intervino buscando obtener un arreglo amistoso y controlar la insurgencia sin pérdidas en vidas.

            Mientras Smith negociaba el arreglo, las fuerzas gubernistas atacaron a la marina en contra de la orden del comandante. Esto motivó su renuncia indeclinable, tras lo cual denunció haber sido objeto de un intento de asesinato por parte de las fuerzas del presidente Morínigo. El presidente, por su parte, reemplazó a Smith y pasó a comandar directamente las fuerzas gubernistas desde su puesto de comando en la residencia presidencial de Mburuvichá Roga.

            La caída de la armada significó una victoria decisiva para el gobierno. Además de asegurarse el control de la capital del país, obligaba a las fuerzas rebeldes a movilizarse hacia la capital sin poder valerse de aliados que facilitaran su desembarco en la región.

            Las fuerzas rebeldes habían movilizado al mayor Cesar Aguirre al Brasil con el objetivo de gestionar apoyo internacional en la lucha revolucionaria. Ante la adversidad, la rebelión necesitaba con desesperación la ayuda del gobierno brasilero para mantenerse con chances de vencer al gobierno.

            El gobierno desplegó sus fuerzas hacia la zona de Concepción. Los enfrentamientos militares se concentraron en la zona de Ybapobo, poco más de veinticinco kilómetros aguas abajo de Concepción. El enfrentamiento llegó a una situación de punto muerto, con las fuerzas insurgentes afincadas en el norte, y el gobierno en buena posición para prevenir avances rebeldes.

            Las fuerzas gubernistas se valieron de un mejor control de la información para inclinar la balanza hacia su favor a lo largo de la guerra civil. Durante el primer levantamiento de marzo, el gobierno consiguió estar al tanto de la insurrección inclusive antes que los rebeldes pudieran hacer llegar el mensaje del levantamiento a las fuerzas del Chaco. Lo mismo volvió a ocurrir durante el frustrado ataque del comando revolucionario del sur que intentó llegar a Asunción a principios de abril. De acuerdo al comandante revolucionario Carlos J. Fernández, Morínigo contaba con copia del plan de ataque a Asunción un día antes de la fecha de la ofensiva.

            Los conflictos se concentraron durante los siguientes meses en la zona comprendida entre Tacuatí, Naranjal, Villa del Rosario, e Ybapobó en las inmediaciones de Concepción. Las fuerzas insurgentes descubrieron durante estos conflictos el uso de armas argentinas en las fuerzas oficialistas comprobando el apoyo recibido por el gobierno de Perón.

            Este descubrimiento y la imposibilidad de avanzar la causa revolucionaria impulsaron a los rebeldes a buscar un arreglo pacífico con el gobierno. A fines de mayo el ex-embajador brasilero Francisco Negrao de Lima ofreció sus gestiones para mediar entre las partes en conflicto. Morínigo exigió la entrega de todas las armas de las fuerzas rebeldes que por su parte solicitaron su total reintegración al ejército como medida necesaria para alcanzar la paz. La intransigencia de las partes frustró la salida pacífica y la guerra civil continuó su marcha.

            La guerra civil llegó a su desenlace con la avanzada final de las fuerzas rebeldes hacia Asunción a fines de julio de 1947. Las fuerzas gubernistas, en control de la región sur y central del país, habían preparado un ataque tenaza bloqueando la salida de las tropas rebeldes al atacar con un doble frente que cubría los accesos a Concepción de Belén y Horqueta desde el sur. Los rebeldes, en un movimiento sorpresivo, bajaron directamente hacia Asunción navegando aguas abajo por el río Paraguay eludiendo el ataque de las fuerzas del gobierno que encontraron una ciudad fantasma al llegar a Concepción.

            El mayor problema para las fuerzas rebeldes resultó ser la defensa de Asunción preparada por instrucción de Morínigo quien ordenó que la zona de Remanso Castillo sea llenada de barriles vacíos con el objetivo de lograr que los rebeldes piensen que el lugar estaba minado. La estrategia de Morínigo funcionó ya que los rebeldes retomaron el río aguas arriba y desembarcaron lejos de Asunción en la zona de Arecutacuá. Más que las minas simuladas por los hombres de Morínigo, los bombardeos aéreos forzaron el retroceso de las fuerzas rebeldes.

            Durante las primeras semanas de agosto las batallas se disputaron en varias partes de Asunción. Finalmente, en medio de confusos reportes internacionales y la huida al exterior tanto de insurgentes como de leales al gobierno, el ejército de Morínigo reportó la victoria definitiva el 21 de agosto de 1947. El saldo del conflicto fue calculado en cinco mil muertos y cuatrocientos mil exiliados. La vía revolucionaria había fracasado confirmándose el modelo político constituido por la alianza militar-colorada.

            La violencia de la guerra civil transformó para siempre al Paraguay. El exilio se convirtió en el destino de muchos de los paraguayos y paraguayas con mayor potencial para el país. Como diría después el poeta Elvio Romero, la revolución de 1947 lo hizo poeta de circunstancias. De la misma manera, obligó al resto de la población paraguaya a vivir expuesta a las circunstancias cambiantes de un mundo de incertidumbres políticas.

            Los análisis de Guerra Civil de 1947, dominados por participantes de la misma, tienden a oscurecer la comprensión de lo ocurrido. Autores oficialistas como Enrique Volta Gaona consideran que los revolucionarios equivocaron las tácticas pero al mismo tiempo resaltan la heroicidad de los pynandíes para ganar la batalla. Del lado de los revolucionarios, el análisis sostiene que la derrota se debió a problemas de conducción o a la decisiva asistencia militar otorgada por el gobierno argentino. Aunque el análisis de este evento histórico decisivo en la historia del Paraguay aguarda su estudio definitivo, mi impresión es que los paraguayos de la década de 1940, que al decir hiperbólico de un periodista del TIMES MAGAZINE, "resolvían sus diferencias a través de guerras internacionales o guerras civiles", probablemente contaban, desgraciadamente, con un sólido conocimiento de las estrategias militares. Que la guerra haya sido pobre en armamentos en comparación con los niveles de destrucción masiva alcanzados en la Segunda Guerra Mundial no invalida la complejidad de las tácticas utilizadas.

            Al contrario, agiganta el estremecimiento al considerar el nivel de violencia experimentado en ausencia de mayor potencial bélico. La experiencia de dos guerras, una demasiado reciente, los hizo conocedores de las batallas por la fuerza. La estrategia de la revolución fue inteligente y probablemente no existía otra mejor alternativa dada la situación del conflicto. Lo mismo puede decirse del gobierno que al contar con mejores recursos pudo hacer más daño y luchar en dos frentes simultáneos, persiguiendo a los rebeldes en Concepción y aguardándolos para el contraataque en Asunción. Negarse a reconocer estas inoportunas virtudes militares no sólo deforma el pasado sino que desconoce la seriedad exigida por personajes históricos que murieron trágicamente en defensa de sus ideales.

            A fines de agosto, el gobierno de Morínigo anunció que las elecciones tendrían lugar el 15 de febrero de 1948. Al interior del ejército la purga se había iniciado y los militares en rebeldía afrontaron juicios en la corte marcial. Según Morínigo, al concluir la guerra civil estaba simplemente exhausto y no pensaba continuar en la política. Solamente quería llamar a elecciones democráticas y dar el paso al costado. Esto sería contradicho por sus acciones posteriores. Morínigo, exultante, había resistido la embestida. Como lo señaló ya en las postrimerías de su vida, lo hizo con el apoyo de los "gloriosos pynandies". Ahora tendría que sobrevivir a los colorados en el poder.

 

EL FINAL DE MORÍNIGO

 

            Con Morínigo públicamente dispuesto a abandonar el poder, y los demás partidos políticos proscriptos o exiliados, la disputa por la sucesión se desató al interior del Partido Colorado. Los dos bloques en puja eran el sector de Juan Natalicio González, denominado Guión Rojo, y los democráticos liderados por Federico Chávez. La asamblea estaba pautada para el 16 de noviembre de 1947.

            Los guiones comenzaron una campaña agresiva sintetizada en la violencia del slogan político de Juan Natalicio González: "Natalicio al Palacio, a sablazos o a balazos". Morínigo hizo la vista gorda a los excesos de las guardias urbanas controladas por González revelando su favoritismo por la candidatura de este último. El día de la asamblea, la votación democrática favoreció a Federico Chávez, lo que motivó la ira de los seguidores de González que tomaron por asalto la reunión, reeligieron a las autoridades y convocaron a una nueva votación. En la segunda votación, los seguidores de Chávez no pudieron acceder a la asamblea que fue rodeada por los guiones rojos armados de González.

            Ante la indiferencia de las autoridades del país, la asamblea siguió su curso determinando la amplia victoria de González. Este evento, conocido luego en la historia de los colorados como el "Día de la Ignominia", causó la salida del gobierno del sector democrático que había compartido el poder con los guiones rojos en condiciones de desigualdad. Con su salida el poder fue compartido en partes iguales por los militares y los guiones rojos.

            Las elecciones del 15 de febrero de 1948 confirmaron los resultados de la asamblea amañada por González, nominándolo presidente de la república para el siguiente período. González obtuvo 45.650 votos a favor contra 1890 votos nulos.

            Las dudas sobre la situación de Morínigo en el nuevo gobierno de González se incrementaban. González le había asegurado que permanecería en el ejército ocupando el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Esta versión fue públicamente confirmada por el propio Morínigo quien aseguró a la prensa que seguiría colaborando con su país mientras la patria le necesite y le queden fuerzas para seguir adelante. En principio, el retorno de Morínigo al ejército había sido pautado como el precio de una transición pacífica.

            La imposición de la alianza "natalicio-moriniguista" radicalizó a los sectores colorados fuera del poder e incitó a la rebelión a varios sectores del ejército igualmente frustrados con el ejercicio despótico del poder de los guiones rojos de González. A mediados de marzo los oficiales leales a González, en una prueba del creciente poder ejercido por éste en el ejército, apresaron a los oficiales colorados generales Emilio Díaz de Vivar y Enrique Jiménez, figuras claves durante todo el gobierno de Morínigo. Otro intento subversivo ocurrió a mediados de abril cuando varios militares intentaron tomar la caballería sin éxito. Los rumores de insurgencia, seguidos por persecuciones políticas a supuestos opositores continuaron durante el mes de mayo.

            Las tensiones entre moriniguistas y guiones rojos explotaron el 3 de junio de 1948 cuando un incruento golpe de estado puso fin a casi ocho años de gobierno de Higinio Morínigo. El doctor Juan Manuel Frutos, entonces presidente de la Corte Suprema de justicia, asumió el poder para interinar en el cargo hasta la asunción de González en agosto de 1948.

            El motivo expuesto para destituir a Morínigo fue su decisión de despedir al jefe de policía de Asunción sin consultar con sus aliados del Guión Rojo. La causa real habría sido el juego pendular de poder realizado por Morínigo, quien, ante la resistencia popular que existía contra la figura de Juan Natalicio González, comenzó a barajar la posibilidad de mantenerse en el cargo con el apoyo del ejército y del sector democrático del Partido Colorado.

            En principio, todo indicaba que la salida de Morínigo podía ser una medida transitoria para tranquilizar la interna militar y dar más espacio de maniobra a los guiones rojos en el poder. El hecho de que Morínigo tenía apalabrada su continuidad bajo el gobierno de González, de próxima inauguración, podría haber sido un signo tranquilizador para el ex-presidente. La permanencia de su esposa Dolores Ferrari de Morínigo en el país también indicaría que Morínigo confiaba en que González lo repusiese en funciones dentro del cuadro militar. La llegada de Ferrari a Buenos Aires para reunirse con su esposo el 12 de agosto de 1948, apenas tres días antes de la asunción de González, probablemente fue antecedida por la confirmación de que Morínigo no formaba parte de los planes del nuevo gobierno.

            La frustración expresada por Morínigo contra el Partido Colorado en varias ocasiones confirma la traición que sintió a manos del sector político que le debía, según él, su retorno al poder. Según el general Amancio Pampliega, Morínigo le manifestó en una ocasión: "Yo, Amancio, sacrifiqué mi amistad con casi todos mis camaradas por el Partido Colorado. Y cuando estaba en Buenos Aires no me dieron siquiera un puesto de portero en la embajada del Paraguay".

            Juan Natalicio González logró asumir sin oposición de los militares el 15 de agosto. En medio de especulaciones en torno al nombramiento de Morínigo en la embajada paraguaya en Washington, González evadió responder sobre el tema a la prensa internacional. González tuvo que lidiar con una rebelión militar, supuestamente moriniguista, que intentó desalojarlo del poder sin éxito en octubre. La conexión del general Higinio Morínigo con el levantamiento sin embargo parece tenue. Otro golpe el 29 de enero de 1949 sí resultaría exitoso y pondría fin al ciclo de poder compartido entre moriniguistas y guiones.

            Aunque Juan Natalicio González le reconocería a Morínigo haber ubicado en el poder al Partido Colorado, la alianza entre ambos políticos hacia el final del gobierno de Morínigo, precisamente cuando se consumó el retorno de los colorados al gobierno, le valió a ambos la hostilidad de las autoridades institucionales quienes en la asamblea de 1950 hicieron público su "repudio político al régimen 'natalicio-moriniguista' antidemocrático, anticolorado, e inmoral" en referencia al período 1947-1949. En especial, el atraco de los guiones rojos a la convención partidaria de noviembre de 1947 significó una herida abierta para los colorados democráticos, ahora en control del partido.

            A Morínigo le costó cara la alianza con los colorados. Su resentimiento refleja el amargo sabor que le dejó su salida del poder. Su experiencia marcó un punto alto en el aprendizaje del ejercicio político de las alianzas cívico-militares que encontraría continuidad en el proceso autoritario posterior de Alfredo Stroessner.

            Su legado también referiría a proyectos políticos complejos, tales como el uso de la política pendular para atraer apoyo financiero extranjero para desarrollar el país, la construcción de la ruta hacia el Brasil como proyecto económico-político para romper con el monopolio argentino de la salida al exterior desde el Paraguay, o el recurso al cuco comunista para establecer políticas represivas amplias con apoyo del gobierno de los Estados Unidos y de las potencias regionales.

            Las promesas de la revolución nacionalista de Morínigo con relación a acabar con la injusta condición del campesino paraguayo, "extranjero en su propia tierra", creada por los gobiernos liberales, sin embargo, quedaron a mitad de camino. O mejor, como lo puso el capitán Figueredo, le salieron por la culata: "Cuando a su vez fue destituido, más que en ninguna otra ocasión, más paraguayos eran extranjeros no solamente en su propia tierra sino fundamentalmente en el extranjero, a donde habían huido en busca de refugio".

 

 

EPÍLOGO

 

            Exiliado en Argentina, otra vida comenzó para Morínigo. El gobierno ni siquiera le permitió retirar sus ahorros por lo que tuvo que valerse de su hermano Lorenzo para seguir adelante. Con éste trabajó primero en el rubro de aluminio, lo que le permitió alquilar una casa donde vivir por su cuenta. Tiempo después unos empresarios españoles le ofrecieron participar de un proyecto de inversión en una fábrica de plásticos en Brasil para lo cual le solicitaron su mediación con el presidente brasilero Getulio Vargas.

            La fábrica se llamó "Plastil" y el Banco del Brasil le prestó un millón de dólares de capital a Morínigo para participar en el proyecto, según éste por la sola recomendación de Getulio Vargas. La fábrica se instaló en Novo Iguazú en el estado de Río de Janeiro. Morínigo fue nombrado presidente de la compañía con un salario de treinta mil cruzeiros mensuales. De vez en cuando se escapaba a visitar a su familia entonces ya radicada en Buenos Aires. Con posterioridad la empresa tuvo problemas financieros, lo que hizo que Morínigo decidiera retirarse.

            Tras pagar sus deudas, Morínigo se volvió a Buenos Aires junto a su familia. Con el saldo favorable que le quedó de su participación en el negocio se compró una casa que le costó trescientos mil pesos argentinos y con el resto de su capital invirtió en el negocio de venta de automóviles con un amigo de apellido Ugarte. Al mismo tiempo comenzó a cobrar su pensión de militar y de ex-presidente desde Asunción. Con la llegada al poder de Alfredo Stroessner en 1954 y la caída de los democráticos liderados por Federico Chávez, las relaciones políticas de Morínigo en Asunción mejoraron sensiblemente.

            Regresó al país por primera vez en 1954. Con anterioridad no había podido volver debido a que Federico Chávez no se lo permitió. Esos años fueron duros para Morínigo quien tenía que hacer trasladar a su madre hasta Clorinda en la frontera argentina con Paraguay para poder verla.

            Cuando volvió a Asunción tras seis años sin pisar el territorio nacional el capitán Ramón Martino fue el único leal que fue a esperarlo al aeropuerto. Hizo varios viajes ocasionales a Paraguay durante los siguientes años e inclusive llegó a planear un retorno definitivo al país. El atropello que sufrió en su residencia de San Bernardino durante una de sus visitas le obligó a rever sus planes y postergó indefinidamente su retorno al país.

            En 1960 la tragedia golpeó a la familia Morínigo-Ferrari. Juan Alberto Morínigo Ferrari, uno de los mellizos de la familia, falleció en un accidente de aviación en compañía de Teresa Susana de Florit, hija del general argentino Ernesto Florit. La avioneta en que volaban cayó en picada ocasionando la muerte de ambos en el acto.

            En 1978 todavía vivía en la misma casa de Acassuso en la provincia de Buenos Aires. Se mantenía gracias a su pensión de general retirado, aunque también cobraba su jubilación de presidente que entonces alcanzaba la suma de seis mil guaraníes mensuales, una suma mísera según Morínigo en comparación con su salario de general.

            En el exilio Morínigo dijo no haber sentido inseguridad o miedo de represalias considerando que vivía cerca de muchos paraguayos que fueron exiliados bajo su gobierno. En 1981, ante la cercanía de su muerte Morínigo retornó definitivamente al Paraguay.

            En una de sus últimas entrevistas, Morínigo resumió su vida como militar y político:

            Yo deseé y deseo la unión de todos los paraguayos, debemos hablar un mismo idioma, ampararnos bajo una misma bandera, profesar la misma fe de concordia. La unión nacional se debe dar indefectiblemente, mucho espera nuestro querido pueblo de sus dirigentes, civiles y militares. A las Fuerzas Armadas les corresponderá siempre un papel fundamental para preservar la paz y el orden, garantizar la justicia y dar seguridad.

            Menos de dos años después de volver al Paraguay, Morínigo murió por causas naturales el 27 de enero de 1983 a los 86 años. El velorio fue en la casa de la familia Morínigo Ferrari ubicada en la calle CORDILLERA DE AGUARAGUÉ número 1021, en el barrio Trinidad de la ciudad de Asunción. El féretro fue luego trasladado al palacio de gobierno donde los cadetes del Colegio Militar Mariscal Francisco Solano López montaron guardia al cuerpo. El decreto no. 37.700 del 27 de enero de 1983 declaró tres días de duelo oficial y banderas a media asta en los edificios públicos e instituciones militares como homenaje a quien fuera presidente de la república entre 1940 y 1948.

            Entre los elogios fúnebres, las figuras de la dictadura de Stroessner, reconociendo las afinidades con el gobierno de Morínigo, lo calificaron como "paraguayo amante de Dios, Patria y Familia". La trinidad que distinguía a los buenos paraguayos de los malos, durante el gobierno de Morínigo de la misma manera que durante la última década del stronismo. El último régimen cívico-militar le reconocía así su labor fundacional en la gestación del período político autoritario más largo y trágico de la historia del Paraguay.

            La vida de Morínigo y su período en la cima de la política paraguaya representaron un laboratorio de la experiencia de dictadura, represión, terrorismo de estado, militarización, guerras, violencia, modernidad, construcción del estado, insurgencia, y democracia que se repetiría a diferente escala durante el largo siglo veinte del Paraguay. Su historia nos devuelve al siglo veintiuno con preguntas abiertas sobre los riesgos del autoritarismo, el rol de los militares, la definición de la legalidad política, la necesidad de la democracia plural, el papel de la prensa oficial o su paralelo contemporáneo en los conglomerados mediáticos, la defensa de los derechos humanos, y la participación en la política y en el estado para construir modelos alternativos a los heredados del siglo pasado.

            La violencia y la tragedia fueron la cortina de fondo sobre la cual transcurrió la historia de Morínigo. Por delante, buena parte de la sociedad vivió entumecida por los frutos del desarrollo frente al pronunciado crecimiento del terrorismo de estado. La trasposición de perspectivas que significó la Guerra Civil de 1947, cuando la violencia y la tragedia envolvieron a la sociedad toda y la tranquilidad se volvió marginal, expone los riesgos del desentendimiento político y enciende una luz de alerta frente a la indiferencia política contemporánea que, promovida abiertamente, busca anestesiar la sensibilidad política ante viejas injusticias que resisten el olvido.

 

 

FUENTES CONSULTADAS

 

ARCHIVOS

Colección Juan Natalicio González, Spencer Research Library, The University of Kansas (gracias a Elspeth E. Healey).

Archives and Special Collections, University of Fordharn Library (gracias a Patrice Kane)

 

DIARIOS Y REVISTAS.

La Tribuna de Asunción, Paraguay.

El Paraguayo de Asunción, Paraguay.

El País de Asunción, Paraguay.

Informaciones de Asunción, Paraguay.

New York Times de Nueva York, Estados Unidos.

The New York Herald Tribune de Nueva York, Estados Unidos.

Times Magazine de Nueva York, Estados Unidos.

Life Magazine, de Estados Unidos, Edición del 20 de setiembre de 1943, Volumen 15 No. 12.

 

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Seiferheld, Alfredo M. Conversaciones Político-Militares, Volumen III, (Asunción, Editorial Histórica: 1986).

Seiferheld, Alfredo M. Nazismo y Fascismo en el Paraguay, Los años de la guerra, Gobiernos de José Félix Estigarribia e Higinio Morínigo 1939-1945.

 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL LIBRO POR ABC COLOR:

 

MORÍNIGO ES EL TEMA DE LIBRO

 

El general Higinio Morínigo es el próximo biografiado de la Colección Protagonistas del Paraguay, publicada por la Editorial El Lector. El libro sobre su vida y su obra, escrito por el joven historiador compatriota Carlos Gómez Florentín, aparecerá el domingo próximo con el ejemplar de ABC Color.   

Morínigo protagonizó una etapa crucial de la historia del Paraguay. Fue el presidente (1940-1948) que más tiempo estuvo en el poder, después de Alfredo Stroessner, en el siglo XX. Había llegado a la Presidencia como sucesor del general José Félix Estigarribia, luego de la trágica muerte de este, ocurrida en un accidente de aviación el 7 de setiembre de 1940.   

Durante el gobierno de Higinio Morínigo sucedió uno de los hechos más trágicos de la historia del Paraguay en el siglo pasado: la guerra civil de 1947, que dividió el país por muchísimo tiempo.   

Higinio Morínigo nació en Paraguarí, el 11 de enero de 1897. Su padre, Juan Alberto Morínigo, siendo aun muy joven, participó de la batalla de Acosta Ñu, el 16 de agosto de 1869, de la que sobrevivió casi milagrosamente. Su madre, Pabla Martínez, era oriunda de la ciudad de Villeta.   

Ingresó en la Escuela Militar en 1916, el año de apertura de la misma. Por no querer participar en la revolución de 1922, fue destinado a Encarnación, Concepción y lejanos fortines chaqueños. Participó en la Guerra del Chaco, en la que fue condecorado y alcanzó el grado de coronel. En 1939, en el gobierno de José Félix Estigarribia, fue nombrado ministro del Interior, y al año siguiente ocupó la cartera de Estado de Guerra y Marina. Ascendió en ese tiempo a general de brigada.   

En 1940, tras la muerte del general Estigarribia, asumió interinamente la presidencia de la República; en 1943 fue elegido presidente constitucional en unos comicios sui generis que se realizaron en varios días.   

En 1946, tras el golpe cuartelero en la Primera División de Caballería que acabó con el poder militar del ala pro nazi de las Fuerzas Armadas, Morínigo tuvo que buscar nuevas alianzas para seguir sosteniendo su gobierno. Fue así como formó un gabinete con miembros del Partido Colorado, del movimiento franquista (seguidores del coronel Rafael Franco que más tarde conformarían el Partido Revolucionario Febrerista) y militares. Advino un tiempo de libertades públicas que fue conocido como la “Primavera democrática”.   

Este tiempo acabó en enero de 1947, específicamente el 13 de enero, fecha en que Morínigo, apoyado por militares colorados, pegó un autogolpe y permitió que la Asociación Nacional Republicana copara el gabinete, con lo que el Partido Colorado volvió al poder del país luego de que fuera defenestrado por el Partido Liberal en 1904.   

Aquella maniobra política del 13 de enero fue el antecedente esencial de la terrible revolución de 1947, que duró de marzo a agosto.

8 de Junio de 2011 - www.abc.com.py

 

 

 

“HIGINIO MORÍNIGO, EL SOLDADO DICTADOR”

 

Este volumen constituye un nuevo enfoque bien íntegro sobre el militar que fue el presidente de la República que por más tiempo permaneció en el cargo en el siglo 20, después de Alfredo Stroessner. Morínigo es también uno de los personajes más polémicos de nuestra historia contemporánea y su gobierno estuvo lleno de hechos sumamente importantes que poco a poco comienzan a ser develados por la nueva generación de historiadores, a la que pertenece, justamente, Gómez Florentín.   

Este libro, escrito por Carlos Gómez Florentín –señala en el prólogo el historiador Hérib Caballero Campos, director de la Colección–, representa la biografía actualizada de una persona que gobernó el Paraguay durante ocho años, sin ser electo, y mucho menos haber protagonizado un golpe de Estado.   

Desde la propia forma de acceder al poder de Higinio Morínigo es peculiar, pero es poco lo que las nuevas generaciones saben de este singular militar que llegó al poder fortuitamente y supo mantenerse en él construyendo lealtades en un mundo en convulsión por la Segunda Guerra Mundial.   

Higinio Morínigo logró articular una peculiar política exterior y estableció un verdadero gobierno militar en el Paraguay, pues no hubo partido político ni agrupación civil que tuviera más poder que la Junta de Comandantes, la cual asesoraba a Morínigo en las principales decisiones de gobierno.   

De acuerdo con lo que sostiene Caballero Campos, el libro está estructurado en cuatro capítulos y nos va demostrando cómo este hombre se transformó en militar y cómo a través de la carrera de las armas fue adquiriendo preponderancia luego de la quiebra del régimen liberal en el Paraguay al igual que en el resto del mundo, para finalmente convertirse “en un gobernante despótico y dictatorial”.   

El gobierno de Morínigo desarrolló una política de transformación y en materia económica de estatización, que convirtió al Estado en uno de los principales inversores en rubros que hasta entonces eran de preeminencia del sector privado.   

Caballero Campos acota que conocer la personalidad y el gobierno de Higinio Morínigo proporcionará al lector algunas claves para comprender el desarrollo político del Paraguay en la segunda mitad del siglo 20.   

Finaliza diciendo el prólogo de “Higinio Morínigo, el soldado dictador”: “Agradecemos al autor por esta obra que es sumamente significativa, pues tiene la capacidad de acercarnos a una personalidad relevante en la segunda mitad del siglo 20 paraguayo”.   

Por su parte, Carlos Gómez Florentín en la introducción del libro manifiesta: “Además del estimulante buceo histórico, reescribir la biografía de Morínigo también plantea interrogantes sobre el presente en cuanto a la relación entre eventos nacionales y globales, las posibilidades de la democracia, los peligros del autoritarismo, la necesidad de la política, la definición de lo legal y el lugar de lo militar”.

9 de Junio de 2011 - www.abc.com.py

 

 

MORÍNIGO FUE UN MILITAR NACIONALISTA Y ANTILIBERAL

 

A fines de 1937 Morínigo fue nombrado jefe de Gabinete del Ministerio de Guerra y Marina bajo la gestión del general Juan Bautista Ayala como ministro del presidente Félix Paiva. El 24 de noviembre de 1938 Morínigo ofreció una conferencia titulada “Las Fuerzas Armadas, su objeto y su organización en la paz”.

En primer lugar, criticó a los gobiernos liberales “por haber privado al país de las dos principales armas para lidiar con problemas internacionales: el ejército y la diplomacia”.   

Según Morínigo, el gobierno liberal no se ocupó de preparar al ejército para el conflicto chaqueño, aún cuando la inminencia del enfrentamiento era conocida por todos. Más grave todavía consideró “la pésima estrategia diplomática” seguida por los gobiernos liberales que conociendo los límites de la opción armada no se preocuparon por seguir una diplomacia agresiva que pudiera al menos batallar la posesión del Chaco en las instancias judiciales internacionales.   

Según Morínigo, los gobiernos liberales, carentes de ejército y diplomacia, apelaron a la última reserva del país que lo diferenciaba de sus enemigos bolivianos: la raza. Retomando los discursos racistas elaborados por Manuel Domínguez sobre la singularidad y superioridad de la raza paraguaya, mezcla adecuada de europeo y guaraní, Morínigo le dio voz a un discurso nacionalista que se había vuelto popular en la posguerra, que además encontraba en factores ontológicos una explicación adecuada a la visión negativa que existía sobre los gobiernos liberales que manejaron el conflicto.   

Morínigo también atacó los manejos económicos de los gobiernos liberales. El resultado de dichos gobiernos, decía, fue hacer del campesino paraguayo “el único extranjero en su propia tierra”. Detrás de los manejos del gobierno liberal, Morínigo identificó el problema del Paraguay en la extensión del latifundio que contaba con el agravante de ser ejercido por una mayoría de extranjeros.   

El autor del libro, Carlos Gómez Florentín, estudia actualmente para el doctorado en la carrera de Historia Latinoamericana en la Universidad del Estado de Nueva York, Stony Brook, donde es becario Frankel.   

En el 2010 obtuvo la beca Tinker para hacer investigación en archivos paraguayos. Obtuvo una Maestría en Ciencias Políticas con énfasis en Teoría Política por la Universidad de Nueva York (2009) a través de una beca Fulbright. Anteriormente obtuvo la licenciatura en Ciencias Políticas por la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Asunción (2006). Fue miembro del Seminario “Hacia una crítica cultural” del CAV/Museo del Barro organizado con el apoyo de la AECI (2005-2006).   

Obtuvo el primer premio en el concurso de ensayos “Construyendo gobernabilidad democrática en Paraguay” del PNUD (2003). Publicó artículos en la revista Estudios Paraguayos de la Universidad Católica, entre otros trabajos.

10 de Junio de 2011 - www.abc.com.py

 

 

LIBRO DEDICADO AL GENERAL MORÍNIGO

El joven historiador paraguayo Carlos Gómez Florentín, quien está culminando su doctorado en Historia en Nueva York, ciudad desde donde contribuyó con la Colección Protagonistas de la Historia, de la Editorial El Lector, destaca en esta entrevista las características del gobierno del Gral. Higinio Morínigo, cuya biografía es el tema del libro que se publicará mañana con el ejemplar de ABC Color.  

–¿Cómo accedió Higinio Morínigo al poder?  

–Morínigo fue candidato de los militares para reemplazar a Estigarribia en el cargo de Presidente. Su elección ocurrió en una reunión en la casa del Gral. Nicolás Delgado. El principal promotor de su elección fue el Cnel. Ramón L. Paredes, la figura principal del golpe militar que puso fin al gobierno del Cnel. Rafael Franco en 1937.   

–¿Otro candidato?  

–El Gral. Eduardo Torreani Viera, pero Morínigo fue designado por sus credenciales de militar institucionalista, antiliberal y antipartido. Además, tenía más antigüedad que Torreani Viera y un gran sentido del humor, algo en que se destacaba por sobre la mordacidad del segundo. Todavía más importante resultó la supuesta falta de ambición política de Morínigo, apreciación errónea compartida por militares y liberales, como se comprobaría apenas Morínigo ejerciera la Presidencia.   

–¿Qué caracterizó a su gobierno?  

–Morínigo encabezó un proyecto autoritario de corte fascista basado en la intervención del Estado en espacios hasta entonces controlados por la iniciativa privada. Con la expansión del Estado, su gobierno puso en marcha un modelo desarrollista basado en la obtención de préstamos de gobiernos extranjeros utilizados para la construcción de vías de comunicación y el lanzamiento de empresas estatales o semiestatales, como Copacar o Copal. La contracara de este modelo fue el crecimiento del poder de coacción del Estado que intervino decididamente en el comportamiento político de los ciudadanos forzando el consenso y castigando el disenso con el exilio o el terrorismo de Estado.   

11 de Junio de 2011 - www.abc.com.py

 

 

 

 

 

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