FIESTA DE LA VIRGEN DEL PASO DE ITAPÉ
DEVOCIÓN POPULAR
Por JAVIER YUBI
Fe y cultura popular se mezclan en la mayor fiesta religiosa que celebran en el pequeño pueblo de Itapé, departamento del Guairá, en diciembre. Miles de peregrinos caminan bajo el ardiente sol de verano para cumplir la promesa de llegar a pie junto a la Virgen del Paso, que tiene su oratorio a orillas del río Tebicuarymí. Escenas de devoción, alegría y comercio retratan el alma de esta tradición de medio siglo.
Abogada de los desahuciados, afligidos y desocupados, la Virgen María es la protagonista principal de la celebración que anualmente, en diciembre, convoca a muchos fieles. Son los que vienen a pagar las promesas por favores concedidos o simplemente a renovar pedidos de ayuda celestial.
Los orígenes de esta tradición, que otorga a Itapé el título de “Capital Espiritual del Guairá”, se remontan al año 1954, cuando la Virgen de Caacupé llegó a la localidad y cruzó en canoa el río Tebicuarymí, por el sitio conocido como Paso Tuyá, antigua forma de llegar al pueblo desde Asunción antes de que se habiliten los caminos, y produjo un milagro. “Yo tenía 14 años cuando la imagen de la Virgen de Caacupé vino a Itapé y cruzó por ahí y demostró su poder divino”, dice el padre Severiano Nelson Vega, oriundo del lugar.
Explica el religioso jubilado que el día 18 de diciembre los pobladores se juntaron para recibir a la santa y en la ocasión, los padres de una beba recien nacida con delicado estado de salud rogaron un milagro que no tardó en cumplirse. “Don Ricardo Garay tenía a su hija de 15 días, María Elena Garay, muy enferma. Los médicos le habían detectado quiste en los pulmones y le dijeron que se encomiende a su santo, porque no había muchas esperanzas de sanación. Y durante la sagrada visita, el afligido padre pidió la intercesión de la Virgen de Caacupé y prometió que si su hijita se curaba, él iba a construir un oratorio en el sitio por donde la imagen cruzó. Le operaron a María Elena y todo salió bien. Se curó. Pero don Ricardo se olvidó de cumplir su promesa y de nuevo le apareció el problema a la hija. Ahí fue que su esposa, Teresa Argüello, le recordó la promesa hecha. Y enseguida levantaron el oratorio que está a orillas del río y definitivamente el mal desapareció”, detalla el padre Vega.
Hoy, a 55 años de aquel episodio divino, la celebración de la Virgen del Paso es un acontecimiento que se traduce en fidelidad y dedicación que mueve a miles de hombres y mujeres. En la víspera, desde la madrugada del día 17, hay filas de devotos que caminan por los polvorientos caminos, sin importar los rigores del ardiente sol de verano. Los 17 kilómetros que separan Villarrica de Itapé son completados por los promeseros en un promedio de tres horas. “Vine a pie, caminando 27 kilómetros, porque me encomendé a la Virgen y este año todo me fue bien”, cuenta Milciades Duarte, paraguayo radicado en San Miguel, Provincia de Buenos Aires. Se unió a algunos familiares y vecinos para salir a las 5:20 desde Itaybú, compañía de Villarrica, y antes de las once de la mañana se presentó en el oratorio a decir sus plegarias. Su hermano Ever Duarte, unos primos que promedian los 26 años, son parte del grupo. También Ever Doldán Flores, quien vuelve en una década a Itapé, por segunda vez. “Yo le pido (a la Virgen del Paso) que siempre me bendiga a mí y a mi familia”, dice con marcada tonada porteña.
Con quepís, anteojos de sol, ropa de mangas largas para protegerse del sol, y provista con equipo de tereré llega Angela Miranda junto a la santa milagrosa. “Cada año vengo el día antes y me quedo hasta oír la misa central y participar de la procesión. Esta vez me hizo el milagro de conseguir un buen empleo”. La chica de 25 años viene de Caacupé y no tiene problemas en acomodarse bajo los árboles para pasar la noche entre el gentío.
En la escalera del Santuario Natural de la Virgen del Paso que nunca se inunda a pesar de las grandes crecientes del río ahora no hay espacio para un alma más. Está repleta de personas orando, y en el interior, por turno, acceden los que desean encender velas y rezar en respetado silencio. La fiesta religiosa convoca a paraguayos radicados en Buenos Aires, Corrientes, Formosa y distintos lugares de la Argentina. Ultimamente aparecen algunos españoles que hacen pareja con compatriotas que emigraron al Viejo Mundo.
Cerca del mediodía, Itapé es un hervidero de gente. A los costados de las calles cercanas al oratorio se colocan los puestos de venta que son alquilados por la Municipalidad. Hay quejas de los propietarios de las casas por la utilización de los espacios frontales, y Juan Castor Sanabria, el jefe comunal, trata de calmar los ánimos para evitar que la fiesta se empañe. En casillas improvisadas, armadas con tacuara y techos de plásticos y lonas, se instalan vendedores de artesanía, bijouterie, imágenes de barro, velas, helados, golosinas, artículos de recuerdos con inscripciones alusivas y comidas ligeras. “Son 115 locales que pagan a la Municipalidad los cánones correspondientes. Se les cobra 20.000 guaraníes a los lugareños y 30.000 a los que vienen de afuera. Esto representa la posibilidad de trabajo para mucha gente pobre. Venden de todo, ensaladas de frutas, pantallas, remeras. Un montón de cosas”, detalla el intendente colorado, Sanabria.
El que prefiere ambular a sus anchas las polvorientas calles en busca de clientes es Andrés Benítez. El hombre de 49 años trae de Ciudad del Este un lote de figuras hechas en plástico luminoso de San Judas Tadeo y María Auxiliadora que comercia a 10.000 guaraníes cada una. “Ya vendí una partida, cuarenta por ahí, pero en Caacupé vendí más”, dice y sigue camino.
Elida Ortega es caacupeña y lleva 18 años dedicada a recorrer lugares donde se celebran función patronal. Tomó la posta de su madre, Melania Nolberta Ortega, en la comercialización de suvenires, juegos de pesebre y santos de masilla. En su tienda se ofertan remeras para bebés, niños y adultos con la estampa de la Virgen y la leyenda “Recuerdo de Itapé”. Su hijo, Oscar Daniel Cáceres, forma parte de la comitiva familiar que se traslada la noche anterior a la víspera para tomar la mejor ubicación.
En pleno diciembre, los vendedores de hielo hacen su agosto. El calor de alto grado obliga a la ingestión de abundantes líquidos y no son pocos los que ofertan refrescos, jugos y helados. Y muchos aprovechan las aguas del Tebicuarymí para darse un refrescante chapuzón. Una flota de botes aguarda ocasionales pasajeros para un aireado paseo por el río, previo pago de 2.000 guaraníes. Impacientes, los niños se embelesan por los caballitos de madera mientras aguardan el horario en que empieza a girar la calesita. Otros se ilusionan con ganar algo entre los tentadores billetes de diez, veinte, cincuenta y cien mil guaraníes que rodean los números del juego de dados que invita Robustiano Rolón González. Con extraña habilidad, el hombre de 60 años convence a los incautos que abonan 5.000 guaraníes para probar la suerte lanzando 12 dados. Y ni por milagro de la Virgen salen los números ganadores.
Al caer la tarde empieza a funcionar la romería con sus atracciones y al oscurecer arrancan las corridas en la Plaza de Toros de los Hermanos González. A la noche, la cantidad de devotos es inmensa. Como pueden se acomodan en los alrededores para dormir en la intemperie con la misión de aguardar la tempranera misa central que el día 18 da fin a la celebración religiosa que año tras año se acrecienta en Itapé y gana notoriedad.
KARANDA’Y ARTESANAL
Con notable habilidad, Mario Ramírez pinta pantallas y sombreros de karanda’y con figuras de guitarra, pájaros y paisajes típicos. Son para vender a la gente que desea volver a su casa con un Recuerdo de Itapé. “Mínimo voy a terminar diez docenas”, dice sin perder la atención en su tarea. Ramírez viene de la compañía Itapuamí de Luque y cuenta que suma 30 años de experiencia en el oficio. Trabaja para Mario Rolón, dueño del puesto que expone también gorros de tela con los colores de los clubes de fútbol de primera. La pantalla de karanda’y cuesta 5.000 guaraníes.
PUEBLO DEL SIGLO XVII
Itapé es una antigua localidad del departamento del Guairá. Fue fundada en 1672 por los religiosos franciscanos. Celebra su fiesta patronal el 15 de mayo, en honor a San Isidro Labrador. Queda a 17 kilómetros de Villarrica y a 191 de Asunción. Su población urbana cuenta 1.650 habitantes, según el censo nacional del año 2002. La actividad productiva se basa en la agricultura y la ganadería. En el templo se conservan antiguas imágenes sacras talladas en madera y en lo alto de la parte trasera existe un atractivo museo histórico.
2 de Enero de 2010
Publicado en la Revista dominical del diario
ABC COLOR
Fuente digital: www.abc.com.py
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