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DIEGO JOEL MARTÍNEZ ÁVILA
  TELARAÑAS DE UN CHICO DE LA CALLE - Relatos de DIEGO MARTÍNEZ ÁVILA - Año 2012


TELARAÑAS DE UN CHICO DE LA CALLE - Relatos de DIEGO MARTÍNEZ ÁVILA - Año 2012

TELARAÑAS DE UN CHICO DE LA CALLE

Relatos de DIEGO MARTÍNEZ ÁVILA

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Asunción – Paraguay

Abril de 2012 (154 páginas)

 

 

DE TELARAÑAS, TRONCOS SAGRADOS

Y OTRAS HISTORIAS

 

         Diego Martínez se ha convertido en los últimos años en una figura tradicional y grata en las pantallas de nuestros televisores. Dentro de su aire siempre calmo, mesurado y muy profesional es el encargado de mostrarnos, de informarnos, de guiarnos acerca de lo que ocurre todos los días en los avatares de nuestro Paraguay querido. Pero Diego no solo hace eso. Diego es un pintor. El delinea el contorno de las cosas, les da la forma que necesitan nuestros ojos para entender, crea los claroscuros para intensificar los contrastes, y por sobre todo, los colorea de vivos matices para que las mismas adquieran la visibilidad que a todas luces se merecen. Este libro es como eso. Es un transitar por las cosas que suceden todos los días a nuestro alrededor pero que por nuestro apuro en llegar a un lugar que nadie conoce, o ensimismados en nuestros propios dilemas existenciales, no nos tomamos el tiempo para verlos ni para sopesar la importancia que en realidad tienen en nuestro cotidiano como conformadores esenciales del entorno y la realidad en que vivimos.

         Dentro de este escenario, cargado de realismo, pero con una dosis exacta de lo fantástico, transcurre la vida de personas normales, comunes y corrientes que entrecruzan sus destinos en una suerte de telaraña -tal su nombre- donde se amalgaman de manera uniforme y llamativa, como en el caso del famoso Tronco Sagrado, la tecnología de la comunicación celular del siglo XXI, con resabios ancestrales donde reaparecen como de la nada nuestros temores y escrúpulos primigenios, ricamente poblados de seres fabulosos, de usanzas tradicionales, de protocolos sin justificantes y de folklorismos pintorescos, que nutren de manera atávica el trajinar diario de los paraguayos.

         Pero Diego Martínez no solo se toma la molestia de mostrarnos este mundo cargado de problemas y soluciones, de blancos y negros, de infortunios y de buena suerte, de desesperanzas y milagros, de rutinas y sorpresas, y de cuantas múltiples situaciones caben en nuestro cotidiano, siempre con una pluma maestra que se puede calificar de hermosamente sencilla y desprendidamente práctica, sino que además en todo ello pone, a pesar de que muchas veces se confiesa como simplemente espectador casual, un fuerte énfasis en sus sentimientos que se delatan de este modo, como nobles, altruista y armónicamente unidos a altos valores morales, como corresponde a todo comunicados que se precie de tal.

         A través de las páginas transcurren las palabras que en rápido y ágil movimiento van pincelando a la variedad de personajes que son ciudadanos de la obra. Así aparecen en expedita sucesión, como si de una revista se tratara, los cautos policías que custodian el Tronco Sagrado, una candorosa quinceañera llevada en las alas del amor, un poblador cegado en sus costumbres, un quejoso novio celoso, una novia en la encrucijada de la opción, un esquivo ser mitológico, un comerciante inescrupuloso, un amante ruidoso, un carritero de religiosa puntualidad, una delicada flor catamarqueña, un amigo criterioso, unos progenitores envueltos en antiguas tradiciones, unos niños en trágica situación, un cacique en doliente sinceridad, una prostituta que aplana la calle, unos avivados revendedores de entradas, un antiguo jugador de futbol caído en la miseria, unos turistas teutones asaltados, unos primos soñadores, una maestra de vocación... y tantos otros, todos ellos plasmados en nítidos contornos, algunos de ellos sentimentales.

         Y es por el camino de los sentimientos, que llegamos al relato donde perfila de manera somera pero magnífica a la autora de sus días, su madre, Doña Natividad Ávila, que se muestra a través de las líneas como toda una heroína anónima muy común entre las sacrificadas mujeres de nuestra tierra guaraní. Como amante de la historia, cuando leí este relato, no sé por qué raro proceso de asociación de ideas, lo primero que vino a mi mente fue Esparta: la poderosa ciudad estado de la Grecia clásica, dueña absoluta de la Lacedemonia, y cuyas virtudes guerreras están íntimamente unidas a batallas legendarias como las Termopilas y Platea donde brillaron en heroísmo sus temibles guerreros de capa roja sangre, escudos circulares, yelmos con peñachos como de fuego y espadas veloces como el rayo cuando se desprende del Olimpo las tormentas que arremeten cada tanto contra las rocosas salientes de la Hélade que hienden con el filo de sus laderas el turquesa del Mediterráneo oriental.

         Estos guerreros, capaces de proezas que rayan la leyenda y serpentean por el mito, tuvieron la admiración, el respeto y el halago, inclusive de sus contemporáneos siempre tan parcos en reconocer las virtudes del rival y sus cualidades que reposan en su carácter como rico patrimonio de sus llamativas particularidades. Pero estos guerreros, asombro de su tiempo y tersa impresión de la historia, no vinieron al mundo por generación espontánea ni por ningún otro proceso contranatura. Como todos los seres humanos nacieron de mujeres... ¡¡¡Pero qué mujeres!!! ... Escarbando en la historia, hay tantos relatos de las virtudes heroicas de éstas madres que uno no puede menos que inferir que tales guerreros no pudieron haber nacido más que ese tipo especial de féminas. Del reconocimiento histórico se desprende entonces que por sentido común salta una premisa que dice que de toda gran mujer es casi seguro nacerá un gran hombre. Y cualquiera que conozca bien al autor de este libro puede decir en gran medida lo mismo. Nuestro escritor, periodista, amigo, está tan poblado de ricos valores y de magnífica crianza que no podía haber salido más que de una madre de la talla de Dona Natividad. Y él, como es propio de hijos agradecidos, reconoce a su madre en este relato en la medida que se puede, que como siempre, seguramente será insuficiente, porque ¿qué hijo que haya recibido tantas cosas buenas de su madre, puede retribuir todo eso en el corto transcurso de una vida...? El amor y la dación de una madre no tienen precio...

         Pero este libro tampoco es solo narración y descripción con la pluma del sentimiento, los ojos del periodista, y la coordinación mental que motiva la idea esencial de la lógica de las cosas. Tampoco es solo el tratar de encontrar un hilo conductor en la madeja de la telaraña, referirlo y darle sentido dentro del todo geométrico que conforma la red social en que vivimos. No, por supuesto. Dentro de todo ello también se esconde el arte literario, que en este caso se desparrama en sencillez y que mediante la utilización sutil de la muestra, de la idea única por párrafo, y del fácil entendimiento de la prosa, motiva al lector a tomar partido mediante la meditación serena, el entretenimiento sano, la admiración sincera, el humor fresco o el conocimiento que educa.

         Diego Martínez se muestra en estas líneas tal cual es. Una persona de origen humilde y que a través de los avatares de la vida, que para él no fueron ni pocos ni de los mejores, ha sabido conservar, de seguro con la guía de sus padres y el acompañamiento de sus hermanos y amigos, una suerte de nobleza de espíritu, pureza de los sentimientos, y visión crítica y objetiva de las cosas no exentas de conocimiento acabado de lo tratado. Este material, zigzagueando entre el animado costumbrismo paraguayo, la realidad social muchas veces tenebrosa, el anecdotario social, y el homenaje a la familia, la amistad y la profesión, es digno de ser leído, y de que conforme el rico acervo nacional que en un futuro de seguro será como una rica muestra de la telaraña de situaciones que conforman la realidad de nuestro tiempo.

 

         Óscar Pineda

         Asunción del Paraguay, Diciembre de 2011,

         año del Bicentenario de la Patria.

 

 

 

IDEAL PARA ESTE TIEMPO

 

         Es importante reconocer en la vida. A veces se presentan situaciones inesperadas, ya sean buenas, ya sean malas. En este libro: "Telarañas de un chico de la calle" hay matices resaltantes que a uno deleita.

         La lectura de los libros, como éste que tiene a mano, nos dejan sustancias muy positivas que nos ayudan muchas veces a solucionar problemas difíciles que vivimos en el transitar por este mundo, que es el gran puerto de la humanidad, donde algunos llegan y otros se van.

         En una parte del escrito, Diego nos habla de las anécdotas del "Trébol de dos hojas" que leyendo y oyendo acerca de ello, resulta simpático, pero el que lo vive, principalmente las mujeres pasadas en años, obtienen como resultado grandes desilusiones.

         La lectura se hace entretenida, hojeando cada imperdible página, como cuando llegamos en el relato sobre un precioso viaje al extranjero, en cuyo retorno, tuvo como acompañante a un compatriota. En ese hecho, quedan perfectamente dibujados los paisajes del camino en la ciudad de Catamarca. Aquí resalta el romanticismo de dos jóvenes que luchan por la obtención del amor a pesar de la gran distancia que los separan.

         Otra historia llena de humor obtendremos en "Tronco sagrado". Lo sorprendente es la forma en que la población se organiza. Solo desde ese trozo de madera había señales de telefonía celular, donde los pobladores se acercaban para recibir o realizar llamadas. No caben dudas que lo importante son las anécdotas que se presentan a raíz de esta situación. A veces el que actúa de guardia, cuidando el tronco, recibe las llamadas y avisa a cada uno de los miembros de la comunidad los mensajes que llegan.

         Leer a Diego es despertar nuestro lado romántico o, más aún, avivarlo. Recuerdo que se me erizó la piel al ver pasar por mis ojos las líneas que describen anécdotas acerca de un ex jugador de fútbol del Club Resistencia, quien tras llevar una vida fracasada en lo sentimental y lo económico, se enfrentó a ciertos momentos duros de poca felicidad.

         En lo particular conocí personalmente a quien Diego relata en este texto y me entristeció conocer su final. Fue hijo de otro gran futbolista, campeón de América con la selección paraguaya en Lima, en la década de los cincuenta. Y no solamente conocerle sino que tuve el honor de ser en ciertas trayectorias de esta vida un amigo suyo.

         Por último también quiero resaltar la humildad del escritor contándonos testimonios crudos de los acontecimientos que nos rodea, principalmente refiriéndose a la historia económica de su familia, cuya madre, una mujer valiente y luchadora estando en la pobreza y teniendo ya los años encima, decide estudiar, primeramente la secundaria y luego en la universidad.

         Cuando lean cada página tendrán la impresión de que han prendido el televisor, viendo al periodista alegre, optimista y objetivo en el noticiario que han elegido seguir para informarse.

         La sugerencia de mi parte para todos los lectores; para disfrutar verdaderamente de los escritos en este libro, deberían de hacerlo en forma concentrada y en lugares silenciosos. Tengo la certeza de que cada anécdota escrita en este libro arrancara suspiros y grandes satisfacciones.

 

         PEDRO ÁVILA

 

 

 

INTRODUCCIÓN DEL AUTOR

 

         El título de esta obra tiene su origen en un caso que lo escuché -repetidas veces- en casa de mis padres. Siendo ya joven relacioné ese cuento con cada experiencia vivida o escuchada, que detallo en la colección de narraciones, aquí publicadas, para llegar a englobar cada presentación literaria en "Telarañas de un chico de la calle".

         Mi madre siempre me contaba esa historia cuando era niño. Según había escuchado, ella relataba también que un muchacho, hace muchos años atrás, en un día de intenso trabajo en la albañilería, se encontró con su lección de vida.

         El joven, entonces, atinó solo a meditar sobre sí mismo y los demás para fracasar o ganar en su lucha diaria.

         Mamá decía que ese "Chico de la calle", fatigado de levantar paredes en la construcción, se dio un merecido descanso al mediodía. Se mojó la cabeza, se quitó la remera, los calzados y se refrescó. Se acostó sobre una fina tabla y miraba el tupido follaje de un árbol, que le daba sombra en aquella calurosa tarde de verano.

         En esa ocasión vio cómo una mosca volaba y volaba despreocupada de un lado a otro, como si fuese su máxima diversión, entre las bolsas de cemento y cal.

         Repentinamente el insecto se vino en picada hacia donde estaba la casi imperceptible telaraña, que se encontraba entre las bolsas pesadas de cincuenta kilos y el suelo. Cuando la mosca quiso traspasar ese tejido, quedó -para desgracia suya- atrapada, secuestrada, sin salida. Del deleite pasó a la impotencia.

         En su desesperado intento por liberarse se sacudió, zarandeó, bailoteó, pero solo logró quedar más enganchada. Su enredo era peor en cada pataleo. Se debilitaba y presentía su funeral. Su inesperada prisión era una trampa mortal.

         Ante esa situación, la araña -siempre sagaz y paciente- al sentir la permanente agitación de su red de caza, se puso en patas. Se alistó a almorzar y se preparó para correr hacia su nueva presa. Comenzó los primeros pasos sobre su parrilla-tela, ya cerca del insecto encarcelado, que aún luchaba por desenredarse.

         Inteligentemente la araña frenó su ida. Se quedó a ver cómo su prisionera iba perdiendo fuerzas para verla morir. En eso, retrocedió esperando paulatinamente el deceso del insecto volador, con lo que ahorraría energías para degustar su nuevo menú. Como buitre, ya tenía suficiente escuela en el arte de dejar morir a su presa para luego comerla.

         En su profunda confianza, la araña -recordaba mamá- se apartó de su red a hacer otras diligencias, que servirían de previa para su manjar.

         Todo ese proceso -de la cadena alimentaria- lo estaba presenciando el joven constructor. Preocupado por él futuro de la mosca, se levantó de su duro colchón. Se puso en pie. Se acercó al insecto. Con dos dedos de la mano, la tomó cuidadosamente y la liberó, dejándola retirarse algo débil con altibajos en su vuelo de escape.

         Cuando la araña volvió a su red de platillos, se encontró sin nada. Se decepcionó y se quedó a la espera de nuevos manjares, ya que la fugitiva con suerte había huido bien lejos.

         Los cuentos y crónicas personales que encontrarán, a través de estas hojas, tienen mucho de esa historia que mi madre me relataba.

         Muchos personajes de esta obra son como esa mosca: soñadora, inquieta, arremetedora, loca, impaciente, desafortunada, y -al mismo tiempo- llena de suerte.

         En las narraciones encontrarán que todos tenemos algo de esa mosca, con la desagradable aparición de esa red y la araña, como enemigos letales del día a día.

         Muchos personajes, en diferentes situaciones, también estarán expuestos y tentados a caer en picada en esa telaraña, sin pensar que quedarán atrapados, imaginando en ese eventual cautiverio que la atravesarán, escapando de la misma muerte o de la mala suerte de la trampa.

         La telaraña que se extiende en los relatos es larga y muchas veces, en apariencia, insalvable. En consecuencia encontrarán un tejido de pobreza de la gente, una trampa de mitos, una barrera de sentimientos de parejas que se aman, pero que no logran estar juntas; un muro de tradiciones del pueblo que forman parte del día a día paraguayo.

         Estas telarañas, en diversas comparaciones, traen de común que secuestran metafóricamente a un personaje como presa para que el arácnido lo devore, mientras intenta liberarse por sus propios medios. Refiriéndose a ellas, recuerdo que mis dos abuelas solían decirme en aquellas inolvidables rondas de mate por las mañanas que por sus experiencias en el campo las arañas producen una tela incluso más firme y dura que el mismo acero.

         A través de este libro, traigo a cuentas las metáforas que hacen alusión a que es perdurable y poderoso el tejido de la superstición, del tabú, de la ideología. Resistente en sus expectativas, que apresa la imaginación y aplaca la voluntad.

         Con esta serie de narraciones, espero que encuentren un compacto y macizo tejido de ideas, símbolos y leyendas como un muro de hechos comunes que pueden ser derribados o no, para definir hasta dónde podemos llegar.

         Muchas de las historias de la telaraña son reales, con hechos y nombres originales; otras simplemente ficticias, adecuadas a situaciones que las presencié como un silencioso testigo.

         No obstante, algunos personajes e instituciones aquí citados, así como los acontecimientos, nacieron de mi fantasía, por lo que cualquier semejanza con la realidad será simple coincidencia.

         Mi rol de periodista me ha puesto frente a varias telarañas, como privilegiado observador de hechos inexplicables e importantes, dignos de ser contados.

         El haber crecido de la mano de mis padres en el Mercado Cuatro de Asunción, como vendedor ambulante, me hizo más avivado ante diversas situaciones cotidianas, que las archivé en mi memoria para, sin imaginarlo, contarlas a través de coberturas periodísticas o de estas líneas.

         Muchas de estas historias ya fueron anteriormente publicadas en columnas de opinión que tuve en el diario La Nación y en el diario digital Paraguay.com; ahora adaptadas del comentario periodístico a la narración literaria.

         La ambientación de los acontecimientos se sitúa en dos escenarios para pintar un entorno y describir las acciones con los eventuales diálogos: una vida urbana y situaciones que tienen como protagonistas a familias del campo.

         Por momentos encontrarán una mezcla de narración literaria con las crónicas periodísticas, ligeramente separadas o -al mismo tiempo- fuertemente enlazadas a través de los hechos que me resultaron inolvidables, interesantes, conmovedores y llamativos.

         En este libro, cuando me arropo de periodista, a través de la redacción y descripción, hago hincapié en la pura práctica del periodismo, detallando los pasajes vividos en mis coberturas de prensa para exponer una crítica social.

         A través de comparaciones, ejemplos, ilustraciones, me enfoco en la realidad particular de una parte de la cultura paraguaya. En el viaje literario hallarán una fina lucha entre lo maravilloso, lo fantástico y lo lógico.

         En estas líneas se desarrollan temas de interés general que se exponen a través de la mujer, el niño, el adulto mayor, el amor, el odio, la mala suerte, el bien, el mal, el fracaso, la sociedad, la noticia, la costumbre, las tradiciones y el paso del tiempo.

         En estas líneas solo trato de exponerles novedad, con la satisfacción de metas alcanzadas, con la previa de una intriga por saber la sorpresa. La idea es que sea incesante la variedad en los casos.

         El estilo de expresión empleado es sencillo y directo, buscando ser ameno a la vista, sin rodeos demagógicos y con párrafos breves, que pretenden ser visualmente atractivos. Algunos cuentos son cortos, de una sola página; otros, sin embargo, son más prolongados, El lenguaje es vigoroso. Empleo palabras conocidas, en lo posible, expresando una sola idea en cada frase.

         Les invito a que lean esta obra, cuya preparación me ha sido una labor muy agradable de principio a fin.

         Van a encontrar algunas telarañas. Se verán como la mosca: ¿atrapada o liberada...?

 

 

 

TRÉBOL DE DOS HOJAS

 

         - ¿Qué pasa si brota un trébol de dos hojas en mi patio, mamá? -preguntó curiosa e intrigada Zulma, quien ya había tenido varios noviazgos frustrados.

         Su madre le respondió que se casará con seguridad. Pero seguido de ese presagio venturoso, le advirtió que si pasa los 33 años siendo soltera, ya nunca llegará al matrimonio.

         A la hija parecía no importarle mucho el significado del extraño brote de un trébol de dos hojas. Ella no se quedaría callada como una piedra. Inmediatamente respondió a su madre:

         - ¡Ay, mamá! El hombre de mi vida, mi otra mitad, como dice mi abuela, puede llegar hoy o a minutos de mi descanso eterno. El amor no tiene edad, lo repite siempre todo el mundo, es cierto -le respondió.

         Dubitativa ante la seguridad de su hija, le dijo: No sé. Lo que veo en el barrio son solteronas sin machos a su lado.

         - Mamá... ¿cómo vas a hablar así? -le dijo Zulma, quien arrancó de lo más profundo de su alma una risotada genuina, pidiéndole que no llame así a las que no están acompañadas de una pareja, mientras su madre le replicaba que esas solitarias mujeres, cuarentonas como las llamaba, ya no son competencia a las jovencitas. Enfáticamente le aseguró: y a vos te puede pasar lo mismo, si no te apurás. Mirá que no hay sábado sin sol, ni vieja sin achaques, me decía ña Florencia cuando yo tenía tu edad.

         Le pidió que aproveche la época de navidad para robar un adorno de algún pesebre, ya que según su creencia, se casaría con ese acto.

         Sin embargo, su hija parecía muy segura de sí y de sus encantos para atraer y enamorar a cualquier hombre.

         La madre se quedó con ganas de convertirse muy pronto en abuela; y Zulma, con la paciencia de eclipsar su destino.

 

 

BUSCO NOVIA. QUIERO SEXO..."

 

         No es un invento. No es mi antojo hecho público, buscando alguna pareja ocasional para complacer ese apetito carnal, que traemos en la piel misma todos los seres vivos. No. Es uno de los miles de mensajes que he hallado en los diferentes baños públicos de Asunción, en los que, por la "urgencia" del momento, he visitado, fundamentalmente durante mis coberturas periodísticas.

         Doña Mirian, que lleva 25 años cuidando estos sitios, dice que esto es similar a Internet.

         - Los que escriben en los baños, utilizan el anonimato para dejar impresas sus grandes verdades que nunca dirían en persona -asegura la mujer a nuestra cámara televisiva. Según ella, sin buscarlo crean una antología del retrete.

         Los baños, con ese panorama, son la galería de los anónimos, el paseo de los rebeldes, el muro de los lamentos de los anárquicos, enamorados y enojados.

         Para Doña Mirian no solo están los literatos urbanos, también están los que tienen alguna gran fijación hacia los miembros sexuales. Me dice por ejemplo, que dibujan con tamaños desproporcionados los pechos de las mujeres y otras zonas ocultas y deseadas.

         Ella, a la que le toca limpiar los sanitarios tanto de hombres como de las mujeres, piensa que paralela a la necesidad del cuerpo, al momento de producirse la complacencia con el organismo, surge una necesidad insatisfecha: la expresión reprimida por las reglas sociales. Entonces, el sanitario se vuelve como el mural liberador por excelencia en donde el anonimato permite ocultar la identidad personal.

         Allí surgió mi curiosidad por estos escritos que me ha llevado a colectar varias frases que están diseminadas por las paredes, espejos, puertas, ventanas, hasta por el mismo inodoro. Entonces, como si fuese un retretólogo clasifiqué estas viñetas eróticas.

         Están aquellos que utilizan el baño como un lugar para otro tipo de "desahogo" además del biológico, como los ofrecidos. Expresan sus ambiciones sexuales. "estoy caliente, quiero tener sexo contigo, llámame: al...". Casi similares, aparecen los cafichos que ofrecen intermediar para conseguir algún encuentro ardiente, y escriben: "Mi chica te hará de todo...".

         Por otro lado, están los que quieren despertar conciencia ciudadana. "Cuidá el medio ambiente, empezando por este baño", "Prohibido cagar más de un kilo". Y está el más famoso: "Caga feliz, caga contento, pero, por favor, caga adentro!!!"

         En este conjunto, está el propagandístico. "Para que no nos caguen más, votale a Raquel... ". No faltan los sarcásticos. "El arte de un cocinero va a parar a este agujero". Nunca faltan los predicadores escribiendo, por ejemplo. "Entrégale tu vida a Jesús, y serás salvo" y "Cristo te ama".

         Luego están los amenazantes. "Si volvés acá, te cago a patadas". Y también el fanatismo llega hasta los retretes. Sí, los fanáticos de los clubes futbolísticos fundamentalmente: "Todos los olimpistas son pu..."

         Siempre de acuerdo a Doña Mirian, este desahogo emocional que inunda los baños públicos, deja un claro mensaje: las paredes tienen una historia que contar, mucha gente tiene problemas de falta de comunicación con el entorno y prefiere el anonimato para liberar sus pensamientos, emociones y sentimientos, y aunque pueda no parecerlo, tratan de encontrar alguna orientación aunque provenga de un desconocido.

 

 

 

AMENAZA DE SECUESTRO

 

         Como era habitual, cada sábado en la entrada del sol, desde hace varios años, junto a mis primos y amigos, jugaba al fútbol en Villa Elisa, por lo que pasaba la noche en casa de mis padres. Al amanecer del día siguiente retornaba a mi departamento, en Sajonia, de Asunción.

         Esta rutina era normal para mí, salvo por un cambio repentino de horario en el trabajo en Canal 13 y Radio Cardinal, donde solía -periódicamente- cubrir el turno de la noche, los fines de semana.

         Sin embargo, aquel domingo 28 de Marzo de 2010, a las diez de la mañana -mi día libre como periodista- abrí la puerta del departamento que alquilaba desde hacía casi tres años. Me encontré con una sorpresa: una llamativa hoja suelta. En el piso, hacia el interior de la sala, estaba una precaria nota, hecha a base de recortes periodísticos, que señalaba textualmente: "Amenaza, secuestro, hasta cobrar y dos periodistas", junto a una foto -también de diario- del entonces presidente del Congreso Nacional, Miguel Carrizosa, representante del Partido Patria Querida.

         Asimismo, en el panfleto, que estaba extendido, luego de haber sido arrugado como un bodoque, se comunicaba la exigencia de liberación de unos presos por plagios que están condenados y presos en la Agrupación Especializada.

         Seguido, traía pegadas seis fotos recortadas de diarios que pertenecían a Alcides Oviedo, Osmar Martínez, Aldo Meza, Anastacio Mieres Burgos, Manuel Portillo y Vaciano Acorta, condenados por los secuestros de las empresarias María Edith Bordón de Debernardi y Cecilia Cubas.

         Todos los procesados en prisión eran nominados como miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), una joven banda criminal que mantenía secuestradas a sus víctimas, por lo general en el Departamento de Concepción, con supuesta influencia de las FARC de Colombia y apoyo de otros grupos criminales sudamericanos.

         Bajo las fotos, en el colage, colocaron otro recorte que decía: "no subestimar", en alusión al grupo guerrillero de la zona norte del país. De la misma forma, un recorte entrecomillado decía: "Gobernantes nos llevan a la miseria". Aquella carta llevaba la firma del EPP.

         En ese momento escalofriante cerré la puerta de nuevo. Miré por dentro. Me quedé en silencio. Pensaba y calculaba qué hacer. Volví a leer la nota. Estaba sorprendido, sobrecogido por un fugaz y repentino temor sobre mi integridad, pero por sobre todo por la protección de mi familia; ya que nosotros andábamos siempre sin guardia de seguridad.

         Luego entré a ver mi habitación y la cocina, por si encontraba algo extraño. En mi rápido recorrido, no encontré nada llamativo. En ese instante, llamé al Gerente de Prensa del canal. Me pidió que abandonara el departamento y que nos encontráramos en la oficina del directorio de la empresa para la averiguación y protección.

         Tomé el auto y salí de Sajonia rumbo a Lambaré. No les ocultaré que, mientras manejaba, miraba con preocupación a todos lados. No obstante, mantenía el equilibrio personal para no cometer ningún accidente. Para cuando llegué al canal, ya me estaban esperando los directivos y otros compañeros periodistas.

         Nos reunimos alrededor de la mesa. Les mostré el panfleto amenazador e inmediatamente llamaron al Ministro del Interior, Rafael Filizzola, quien ordenó al Comandante de la Policía Nacional un custodio permanente para mí.

         También llamaron al Senador Miguel Carrizosa. Me pasaron el celular con el parlamentario, a quien expliqué lo sucedido. No le sorprendió la amenaza. Me aseguró que era la tercera vez que le ocurre algo así. Pero que no bajaría la guardia.

         A través del Comisario Francisco Alvarenga, luego de una hora de conocerse el caso, llegaron al canal los agentes de Antisecuestro. Me interrogaron y labraron acta. Me recomendaron varias medidas de prevención y me alertaron de que con esa misiva, me convertía en un eventual objetivo del EPP.

         El Ministerio Público, a través de la Fiscalía Antisecuestro, tomó intervención y comenzó a investigar el caso.

         Mis padres y hermanos también fueron alertados para su seguridad, al momento de realizar distintos movimientos, a la hora de salir y volver a la casa, después de las actividades que tenían acostumbrados realizar.

         Ese mismo domingo, como pólvora se expandió la información en los distintos medios, que solidariamente llamaron a expresar su apoyo. Algunos colegas, que cubren para los diarios ABC Color, Última Hora, La Nación, Crónica y Popular, llegaron al canal para interiorizarse del hecho. La notoriedad cobró fuerza con la publicación en las versiones digitales, como lo hizo el portal de Paraguay.com.

         También llamaron a consultar los compañeros de las radios AM: La 9.70, Ñandutí, Cáritas, Primero de Marzo, Radio Uno, Mil, Nacional, y Chaco Boreal. Al día siguiente, el caso también fue informado en otros canales de televisión, como en el SNT, Telefuturo, La Tele, Paravisión y El Canal de la Familia.

         El Sindicato de Periodistas del Paraguay emitió un comunicado en el cual expresó su solidaridad por la amenaza de secuestro supuestamente dejada por miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo.

         "El SPP se solidariza con Martínez, insta a las autoridades a proteger el normal desempeño de sus tareas y a intensificar acciones para el esclarecimiento del hecho. El caso del compañero Martínez es una situación sumamente delicada que merece toda la atención, no solamente del Gobierno, sino de toda la sociedad, pues la velada amenaza puede arriesgar hasta su propia vida", rezaba una parte del comunicado.

         Desde aquel domingo 28 de Marzo de 2010 y por unos treinta días, tuve protección vigilada por agentes policiales de Antisecuestro, que me acompañaban camuflayadamente las 24 horas a todos lados.

         Sí, estaban conmigo siguiéndome en el auto, en casa de amigos y familiares, incluso en el móvil del canal, para acompañarme desde una distancia prudencial en mis entrevistas de prensa o en mis enlaces en vivo para los programas en los que hacía mis reportes.

         Si antes era hogareño por gusto, con esta amenaza, me volví un doméstico al extremo.

         Siempre escuché decir que los principales objetivos de un secuestro son obtener un rescate a cambio de la víctima, asesinar al secuestrado. Pedir rescate, obtenerlo y asesinar al secuestrado. Obtener un fin de publicidad política y sembrar el miedo en la población, como variante terrorista...

         Día tras día me preguntaba en silencio: ¿Por qué a mí? En caso de ser cierta la amenaza ¿qué tenía para darles a esos criminales, si bastaba con ingresar a mis datos personales y financieros para saber que no se iban a enriquecer con una supuesta liberación? ¿Cuáles serían las secuelas que podría dejar un eventual secuestro? ¿Cambiaría totalmente mi vida? Las leyes que rigen aquí en Paraguay en contra del secuestro ¿realmente nos protegen? Las secuelas que deja un impacto como este en las familias ¿pueden romper los lazos que las unen?

         Con esta situación aprendí, junto a los guardias que me acompañaban permanentemente, a mantener cerca un listado de teléfonos de emergencia, al alcance en el celular a cualquier hora.

         Durante el mes de protección no llegué a conocer ninguno de los nombres de los agentes policiales. Los llamaba solo por apodos. Todos tenían seudónimos de animales. Cada ocho horas rotaban en la vigilancia. Me pedían que no dé mis números de teléfono de casa u oficina indiscriminadamente.

         - Tenés que cambiar de dirección cuando volvés a la casa después del trabajo. No dejes de observar atentamente por los espejos cualquier seguimiento. Te conviene dormir y amanecer en viviendas distintas; hasta es bueno que cambies de ropa en el día, que sirven para despistar a los delincuentes -me recomendaba en el auto, Águila.

         Recuerdo que mientras hablaba por celular con uno de mis hermanos, Sapo, otro de los agentes antisecuestro, interrumpió abruptamente la charla, que la tenía por momentos en broma.

         - Mirá, tratá de no discutir ninguna información confidencial, como planes de viajes o asuntos de negocios en el celular ni en presencia de extraños. Mientras hablas, te pueden estar fotografiando sin que te des cuenta.

         - Ya no es un poco exagerada la medida de atención -le pregunté al suboficial.

         - Nunca subestimes ningún detalle cuando estás en posición de amenaza -me retrucó.

         Otro día, cuando volvíamos a hablar de prevención, en medio de una pausa en mis coberturas periodísticas, me señalaba Halcón que aunque pudiera ser bien básico, debo asegurarme que las puertas, ventanas y rejas exteriores del departamento o casa donde duerma, estén bien cerradas antes de retirarme por la madrugada.

         De acuerdo a Águila siempre debo caminar por las calles más transitadas, evitando las áreas aisladas, sitios opacos y terrenos baldíos, donde sea posible un secuestro o acto de violencia.

         Como yo provine de una familia muy humilde, tener guardaespaldas era impensado antes de la amenaza de secuestro que me dejaron debajo de la puerta. Entonces, ante cualquier invitación a fiestas bailables o acontecimientos sociales, mis amigos tenían casi la obligación de poner en la tarjeta "invitación para dos".

         En el móvil del canal, en el que realizábamos nuestros recorridos, que a propósito no podían ser lejanos de Asunción por recomendación policial, cada uno de los tres agentes antisecuestro rompió el hielo de la seriedad y distanciamiento con mi equipo compuesto del camarógrafo y chofer hasta lograr, en menos de dos semanas, una casi estricta amistad con ellos.

         Conocí sus orígenes. Todos vinieron del campo a la ciudad a formarse como policías. La mayoría contaba con la categoría de suboficial. Sin embargo, me contaban que permanentemente recibían capacitación en rescates. Quienes, en ese momento, cubrían la madrugada, se llevaban la peor parte, ya que les tocaba la guardia cuando la temperatura era muy baja. El frío era intenso en esos días.

         Pese a que los invitaba a ingresar a la casa de mi familia para que continúen su guardia bajo techo, evitando el frío, se negaban rotundamente y no descuidaban la entrada principal. Además, estaban en vigilia, a la espera de dar reportes a una patrullera de la comisaría de la zona que hacía tres rondas por noche.

         Cuando se cumplieron 31 días de custodio permanente, sintiéndome capacitado para eventuales fugas de criminales que pudieran atentar contra mi libertad y mi vida, llamé al Comandante de la Policía a agradecer por los servicios y desde entonces, volví a mi vida normal.

 

 

 

PROHIBIDO ESTACIONAR AQUI

 

         Como equipo de prensa, con urgencia nos dirigimos del Ministerio de Educación y Cultura, donde se realizó una reunión para informar sobre cambios en el calendario escolar, a la plaza de las Américas, ahí en Mariscal López y República Argentina, de Asunción. Ocurrió un asalto en esa zona.

         Los delincuentes, conocidos como peces gordos, buscados desde hace varios años por la justicia, debido a los frondosos antecedentes, fueron aprehendidos en el mismo comercio afectado, que manejaba ese día un importante caudal de dinero, gracias a la recaudación que originaron las ventas de sus productos.

         Entonces, la productora, que manejaba la información de último momento, nos pidió trasladarnos con prisa a ese sitio.

         Era el mediodía, hora pico. El tráfico vehicular era incesante y secuestraba a cualquiera que circulaba por allí.

         En consecuencia, tomamos algunos atajos, con los que rápidamente nos movíamos. Sin embargo, cuando estábamos a cinco cuadras de la avenida General Santos para ingresar a Mariscal López, nuestra marcha se detuvo inesperadamente.

         Todo parecía transcurrir normalmente. Nosotros escuchábamos Radio Cardinal AM y tomábamos terere con mi compañero camarógrafo Juan Carlos González, conocido como "Cabeza", en el círculo de sus amistades. Comentábamos las noticias que transmitía la emisora. Pasaron los minutos, y no avanzábamos ni un metro.

         Los vehículos que estaban delante de nosotros, a bocinazos exigían la circulación. Vimos nuestro panorama. Queríamos desviar, pero estábamos a mitad de calle. Ni a la izquierda, ni a la derecha, ni por delante ni por detrás, podíamos liberarnos de esa maraña. Las bocacalles estaban acordonadas por una reparación vial.

         Algunos conductores ya perdieron la paciencia. Sacaban la cabeza por la ventana y gritaban exigiendo avanzar. Pese a ello, no progresábamos. Suponíamos que acababa de ocurrir un nuevo accidente, en el que estaba involucrado un motociclista, hecho que se había vuelto el pan de cada día, en las calles de Asunción.

         Impulsado por mi curiosidad, me bajé del móvil del canal. Desde la vereda intentaba descifrar lo que pasaba. La vista no era clara. Entonces caminé dos cuadras hasta llegar al origen del problema en 25 de Mayo casi República Francesa, al costado del Instituto Nacional de Cooperativismo. Sorprendentemente, una mujer sentada dentro de su auto se negaba a avanzar de frente.

         Para entender el motivo, me acerqué a ella.

         - Señora, ¿a qué se debe no se mueve? -le pregunté. Usted está generando un fastidio por esta larga cola de vehículos.

         - Mi hijo, soy vecina de este barrio. Vivo ahí en frente. ¿Ves? Pero acá me voy a mantener hasta que saquen ese auto que impide que entre a mi casa. Desde hace años, que estacionan indebidamente frente mismo a mi garaje. No les importa el cartel de prohibición de quedarse en ese sitio. Un día me van a matar con esto. Algunas veces no puedo ni salir de mi propia casa, porque estacionan justo acá, en el acceso. Me cansé de tener que buscar a los dueños de esos vehículos para que liberen mi salida o entrada. Soy una vieja y ya no me importa que se enojen conmigo. Teniendo un auto para usarlo, es injusto que gaste toda mi plata en taxi. No. No. No. No lo tolero más.

         - Pero escuche, señora, cómo le bocinan...

         - ¿Y qué más da, hijo? Yo no me muevo de acá hasta que saquen ese auto. Quiero entrar a mi casa.

         Mientras conversaba con la mujer, se le aproximó un enfadado conductor, que dejó su vehículo en medio del tráfico para encararla y lograr que circule.

         - ¿Pero quién se cree que es para cerrar la calle? Por favor, muévase. Usted no es la dueña de esta calle.

         - No sea impaciente. Cuando venga el chofer de ese auto, yo me muevo. ¿Entendió?

         Un agente de tránsito, al percatarse de lo sucedido, se acercó a conversar con la mujer. Intentó persuadirla para que avance, pero solo encontró una nueva resistencia.

         - Mirá que te van a linchar, señora -le advirtió el funcionario municipal.

         - No me importa. Esta es una causa justa, quiero entrar a mi casa, y así, bloqueando el tránsito voy a manifestarme todas las veces que no me permitan ingresar a mi vivienda.

         Como ninguno de los mediadores consiguió su propósito, y el caos ya iba por la media hora, el mismo agente de tránsito fue a buscar al chofer del vehículo mal estacionado. Preguntó a los guardias y a algunos vecinos si conocían al conductor. Luego de varias consultas, dio con el chofer, quien resultó ser el asistente de la Ministra de Acción Cooperativa, de Argentina, entonces de visita en nuestro país, para mantener reuniones con los cooperativistas paraguayos.

         El chofer, de nacionalidad argentina, se encontraba paseando por las instalaciones del Instituto Nacional de Cooperativismo. Olvidó su vehículo y solo esperó a que pase el tiempo para retornar a su provincia.

         Una vez en la calle, el conductor subió al vehículo y salió, luego de escuchar la dura reprimenda de la vecina, por no leer el cartel que indica los límites. Logró esconderse de alguna multa. En ese momento, la mujer entró a su casa. Los choferes que estaban detrás de ella celebraron el despeje con nuevos bocinazos.

         Nosotros retomamos nuestro viaje a la primicia, que se perdió en ese hecho.

 

 

 

 

 

INDICE

 

PRÓLOGOS

DE TELARAÑAS, TRONCOS SAGRADOS Y OTRAS HISTORIAS DE OSCAR PINEDA

IDEAL PARA ESTE TIEMPO DE PEDRO AVILA

INTRODUCCIÓN DEL AUTOR

 

RELATOS

TRONCO SAGRADO

RONCADORES

TRÉBOL DE DOS HOJAS

CUANDO CAE LA GALLINA

VOLVER A CASA

VIADUCTO DEL VICIO

A LA VISTA DE TODOS

MADRES EN VENTA

EXTORSIONADORES CALLEJEROS

DON PLUTARCO

UNA PARADA ANTITURISMO

UNA GRAN MUJER

¿VIEJO... A LOS 28 AÑOS?

BUSCO NOVIA. QUIERO SEXO

ABUELAS ESCLAVAS

BUSCANDO EL PAN SOBRE RUEDAS

SIN PUNTOS MEDIOS

MAESTRA Y ARTISTA

AMULETO DE SUERTE

INVISIBLES

VIEJO, EL TRAPO

AMENAZA DE SECUESTRO

PROHIBIDO ESTACIONAR AQUI

QUINCE MIL DE LA DISCORDIA

PIEL CANELA

HUELLAS ENCONTRADAS




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