ORIGEN Y DESARROLLO DE LA SERENATA - AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA - Por ALBERTO CANDIA
ORIGEN Y DESARROLLO DE “LA SERENATA”
AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (I)
Por ALBERTO CANDIA
La parábola y toda su sinonimia como alegoría, símbolo, alusión y figura han sido progresivamente sustituidos por un lenguaje más directo y propio del pueblo, ya que las lumbreras que acuñaban las ideas excelsas para entregar los recados al poblado terminaron por advertir que el individualismo intelectual a nada conducía. A causa de la incomprensión del sistema metafórico de los mensajes, el impacto comunitario fue nulo y la llegada a las masas populares, ínfima. A fin de sortear estos “pavorosos” obstáculos de la comunicación, fue necesario implementar la simplificación del idioma para generalizarla, y así transitar un nuevo sendero conducente a la efectiva y vivaz interacción humana.
Cuando el pueblo comprendió el sentido de las palabras, escuchó el mensaje de sus propios pensamientos. Entonces, del efluvio de su ingenio creativo surgieron a borbotones las manifestaciones, algunas canalizadas a través del arte para terminar siendo el reflejo palpable de su cultura, de sus anhelos y expectativas. En este contexto, paulatinamente fue naciendo “La serenata”, como una modalidad de expresión afectiva y sentimental que más adelante se centró en la consagración a una persona.
Antiguamente, los hombres se expresaban con un lenguaje idiomáticamente excelso como los sabios griegos, romanos y de otras latitudes, estableciendo pautas para la vida y actividad cotidiana de los humanos. Específicamente el arte o más genéricamente la cultura, era el cauce elegido por estos ilustrados para dejar sus mensajes, a fin de fortalecer su espiritualidad con decoro y suficiencia para una vida egregia y sin parangón.
Bajo el influjo de la sabiduría griega, los romanos y luego los italianos dieron inicio a una práctica inusual de expresión, es decir, la manifestación espontánea de los pensamientos por medio de la palabra. Su enunciación o exteriorización debía emplear un lenguaje fácil, lleno de expresividad, porque no solo implicaba la declaración de un sentimiento dicho con pulida sensibilidad, sino que encerraba una verdadera doctrina artística que trasponía el mundo de la realidad.
La poesía de Homero (s. IX a. de c.) con resaltante claridad, pasó a ser una de las más altas creaciones humanas sintetizadas en “La Iliada” donde honró el rapto de Helena, y “La Odisea” en la que glorificó la fidelidad de Penélope y otras tantas obras, fruto de su sensible espíritu y frondosidad creativa que pone sobre el tapete los verdaderos inicios de la expresión del hombre a través de una herramienta llamada vocablo, articulándola para exponer con altura y belleza toda su ambición y deseo humano, para cuyo contenido no habrá analogía ni restricción alguna.
Con el transcurrir de la civilización se van produciendo transformaciones en todos los órdenes, algunas para bien y casi siempre para mal. En el caso que nos ocupa, buscando exaltar la expresión y optimizar los canales de difusión, algún anónimo incorporó instrumentos musicales de diferente índole, expresando en elementales balbuceos ciertas melodías apacibles y pasionales que llenaron el antiguo vacío en cuanto al impacto sobre los destinatarios, fortaleciéndose con los efectos de su nueva concepción poético-musical. Los resultados fueron muy halagüeños y rápidamente se propaló en cada comarca la “nueva forma”, masificándose con el tiempo.
Así fueron dándose los primeros “sones del campo”, “cantares villanos” y “conciertos de caminantes” que recorrían regiones, poblaciones y valles para dedicar y difundir los sentimientos sublimes a los destinatarios a través del canto y la declamación. A esa forma nueva y pintoresca de ofrenda, los italianos denominaron serena, una composición poética que se modulaba generalmente en el sosiego nocturnal y con un hálito de mucha tranquilidad. Su acepción proviene del latín serenus que hace referencia a la calma con que se producían algunos eventos propios de la noche como “el cielo sin nubes”, “un vigilante nocturnal” o “el rocío de la intemperie en la noche”, decorados ambientales perfectos para una espontánea “invocación artística”.
Domingo, 21 de Octubre de 2007
Edición impresa del diario ABC COLOR
LA LLEGADA DE “LA SERENATA” AL PARAGUAY
AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (III)
Desde la llegada de los españoles con su espíritu romántico hasta bien entrados los años setenta del siglo XX, la serenata ha sido una invocación al amor, como solíamos escuchar a los abuelos cuando recordaban sus entusiastas años mozos, paseando sus dilatadas “homilías amorosas” y “pertinaces tertulias” tendientes a cautivar a la diva cortejada.
La mujer debe sentirse conquistada, aseveraban con frenesí y agregaban con un aplomado orgullo: La romanza, solo el varón puede dedicar a la mujer. Su enfoque y realización estaban dirigidos exclusivamente a la amada, pero más tarde el abanico se fue abriendo hacia seres dilectos e irremplazables como los padres, hijos, parientes y amigos.
Pero, como en muchas cosas, nunca falta la carroña para desvirtuar la frescura de lo natural y de la noble causa existencial de una ancestral y tradicional “serenata”. El interferente que altera y distorsiona sus verdaderos fines, consagrando el canto a la materialidad del beneficio propio, la política y los gobiernos y untándose con el torpe, rastrero, aberrante acto del servilismo, es la tonadilla del purahéi kele’e. Este fue un factor que ha deslucido el romanticismo humano, acelerando el inminente epitafio: En este país, alguna vez hemos cantado al amor.
“LA SERENATA” DESEMBARCA EN PARAGUAY
Con el descubrimiento de América y su posterior conquista, los colonizadores, evangelizadores misioneros, instructores, soldados, capitanes y aventureros se encargaron de trasladar costumbres y vivencias europeas al nuevo mundo. Así, los aborígenes que solo veneraban su ancestral cultura, de improviso debieron asimilar y convivir en el “mestizaje cultural”, un impacto nada halagüeño para antiguos y solitarios pobladores de estas tierras que, sin amos ni exigencias, florecían con sus propios dioses, mitos y leyendas.
Desde la fundación de Asunción, en 1537, hasta la llegada de las misiones jesuíticas (1604-1767), “la serenata” ha sido una práctica exclusiva de los conquistadores españoles, fogosos partidarios de esta modalidad, para cualquier eventualidad requerida. Ya el “romancero” Juan de Salazar y Espinoza (1508-1560) fundador del “Paso Asunción”, nos sorprende con sus escrituras encuadradas dentro de la composición poética llamada “romances”, donde expresaba el sentimiento lírico de la época. Con el arribo de jesuitas, franciscanos, dominicos y otras congregaciones, la enseñanza musical se fue acrecentando privilegiando el idioma castellano, lo que ayudó a comprender ciertas prácticas inusuales para los nativos y mestizos que solo absorbían en guaraní cualquier gesto o mensaje acompañado con el sonido de algún instrumento que embelesaba a sus musicales oídos.
Cuando se instalan en la “Provincia Gigante de las Indias”, los padres jesuitas como Klauss Rugger (alias Claudio Ruyer) (1581-1648), Jean Vaisseáu (alias Juan Vaseo) (1584-1653), Louis Bergger (1588-1639), Pietro Comentale (1595-1664), Joseph von Reinegg (alias Antonio Sepp) (1655-1732), Doménico Zípoli (1688-1726), Martin Schmid (1694-1772), José Cardiel (1704-1782), entre otros, todos músicos y clérigos evangelizadores, los aborígenes avanzan considerablemente en sus aprendizajes, tanto en la construcción como en la interpretación de los distintos instrumentos, siendo incluso artífices de algunos silabeos compositivos más bien religiosos que amorosos. La evolución generó expectativa y mucho entusiasmo en educadores y educandos. Muy pronto habría excelentes “artistas” que maravillaron hasta a los más formales y conspicuos músicos de la época.
Al producirse la expulsión jesuítica (1767-1768), ya existía pues una base sólida y autónoma para la asimilación artística de cualquier índole. Así “la serenata” entró con inusitada pujanza, porque en las más de las veces servía como fuente de trabajo y captación de recursos para la subsistencia de “los paraguayos” mestizos que “trabajaban” con bríos para sus mandantes.
Cuando el Paraguay logra su independencia en 1811, “la serenata” ya formaba parte de la “nueva cultura” paraguaya producto de la amalgama guaraní-española, adquiriendo un ropaje distinto y peculiar. Constructores, escribientes y ejecutantes pululaban ya por doquier.
Martes, 23 de Octubre de 2007
Edición impresa del diario ABC COLOR
“LA SERENATA” EN EL PARAGUAY
AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (IV)
Como en todo el mundo, “la serenata” impacta en el Paraguay, pero adquiere ribetes propios fruto del mestizaje y la influencia externa.Durante el gobierno del doctor Gaspar Rodríguez de Francia, dicha práctica estuvo restringida, más bien supeditada a las “bandas musicales estatales o militares” que eran profusamente equipadas para las exigencias oficiales que determinara el Dictador, que no era partidario de ninguna clase de exaltación, más que la valoración de la austeridad patriótica y de la soberanía republicana.
Durante los 27 años de gobierno francista, las ansias de “la serenata” estuvieron contenidas por temor a represalias. Con el advenimiento, desde 1841, del gobierno de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López se produce la virulenta eclosión y cualquier suceso bizantino era motivo para dedicar una serenata. La ordenación o formación de nuevas bandas militares por parte del músico francés Francois Sauvageot de Dupuis fue el caldo de cultivo ideal para agasajar a toda la capital si así requiriese la ocasión. La llegada de Elisa Alicia Lynch a esta propulsó y elevó “la serenata” a niveles inusitados de exaltación, durando algunas veces varios días la celebración, sobre todo cuando se trataba del onomástico de don Carlos o de Francisco Solano. Eran, tal vez, los primeros purahéi kele’e autóctonos de la República, ya que Francia no consintió la adulonería.
Observando toda la fastuosidad oficial, en forma paralela y a su medida, el pueblo fue imitándola con los instrumentos que tenía a su alcance. Ya se podía cantar al amor libremente y empezaron a surgir los primeros versos en guaraní, siendo Natalicio Talavera uno de los exponentes más connotados de esta modalidad. Por las noches, los tañidos populares dejaban oír tonalidades, melodías taciturnas y cánticos guaraníes. Durante el día, las bandas amenizaban las plazas con retretas o celebraciones oficiales de diversas índoles. Así transcurrían los días felices y apacibles hasta que sobrevino la guerra, que se encargó del exterminio de todo vestigio de expresión cultural profusa. La totalidad de los músicos estaban al servicio de la causa nacional. El amor era la patria y ella requería de “la serenata” en el campo de batalla.
Concluida la lucha nacional, los seres queridos estaban desaparecidos. ¿A quién dedicar una serenata? Se iniciaba de vuelta todo el circuito. Paraguay descalificado y ocupado, no podía desabrochar las amargas cinchas y nacieron los compuestos, relatos o narraciones de las atrocidades cometidas por el enemigo. Los compuesteros documentaron así la historia nacional, hasta que hacia finales del Siglo XIX, marchando a tientas, el país comenzó a emerger desde sus cenizas. Algunas composiciones épicas perduraron y eran entonadas de tanto en cuanto. Muchas de ellas fueron recopiladas por el uruguayo Luis Cavedagni, de inestimable valor referencial. Por entonces, la balada ya había llegado a la región y fomentaría el renacimiento de “la serenata”.
Ella ya estaba de nuevo en los pasillos, en las ventanas aromadas de jazmines, bajo una tupida arboleda o bajo una noche estrellada. En el “Nuevo Paraguay” nacían Alejandro Guanes, Narciso Ramón Colmán, Agustín Barrios, Fernando Centurión, Julián Alarcón, Félix Fernández, Manuel Ortiz Guerrero, Emiliano R. Fernández, Remberto Giménez, Darío Gómez Serrato, José Asunción Flores, Herminio Giménez y muchos otros, que con amigos y “compañeros de causa” permitían que la noche dejara brotar en ellos un tendal de creaciones improvisadas, muchas de ellas trasuntan nuestros días convertidas en “verdaderos clásicos”.
La poesía romántica española ejerció una gran influencia desde principios del Siglo XX hasta finales del mismo en los ávidos “payadores guaraníes”. Grandes poetas como Juan Ramón Giménez, Amado Nervo, Gustavo Adolfo Bécker, Federico García Lorca, Antonio Machado y los sudamericanos Pablo Neruda y Ernesto Cardenal son hasta hoy recordados con inusitada pasión, incluso autores nacionales tradujeron sus obras al guaraní y simbólicamente crearon obras paralelas de análogo contenido idílico.
Miércoles, 24 de Octubre de 2007
Edición impresa del diario ABC COLOR
LA SERENATA PARAGUAYA DE NUESTROS DÍAS
AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (V)
La “vida moderna” local y globalizada no ha sido un campo propicio y fértil para esta romántica expresión de antaño. Hoy, en pleno siglo XXI, “la serenata” navega en la marejada de la semántica, representa una simple anécdota del pasado, por lo que para algunos está en franca decadencia o, como señalan los más cáusticos, “en total desuso”.
A esto se le suma la adopción de elementos extraños a nuestra idiosincrasia como “el mariachi” y otras corrientes pasatistas y aturdidoras, pero que, sin embargo, generan moda y actividad lucrativa de supervivencia. Cuando los músicos son cuestionados por estas contradicciones culturales, continuamente esgrimen la misma tesis: “los paraguayos se ven obligados a incorporar géneros foráneos por una cuestión de marketing porque la música paraguaya sola no da para vivir”, y agregan: “el espectáculo exige variedad, y hay que combinar necesariamente los estilos para quebrar la monotonía”.
¿Entonces, qué pasó con el originario enfoque conceptual de “la serenata”? ¿Es evolución o involución la desidia de los receptores y oferentes con respecto a ella? ¿Dejó de ser romántico el ser humano, o simplemente pensamos diferente y pretendemos otra forma de expresión sentimental acorde al tiempo actual?
En la pos-Guerra Grande y luego del período novecentista (1900), henchido de letrados y lúdicos del amor, el ambiente se fue modelando con las nuevas tendencias serenateras del país. Sin embargo, concluida la Guerra del Chaco la crispación política reinante no fue el ambiente más propicio para cantarle al afecto, por lo que entraron en el libre juego de la interpretación la “balada” y el “bolero” con la incorporación del “requinto”, para que a finales de los años cuarenta este instrumento quedase agregado definitivamente a la conformación grupal de la música paraguaya.
Estos géneros foráneos y modernizados siguen estando muy en boga en toda América. Un tendal de artistas paraguayos han incorporado en sus repertorios piezas de este estilo y por momentos se sintió una cerrada transculturación por desdén hacia las producciones locales que, irónicamente, gozaron de una primavera absoluta en las décadas del cuarenta y del cincuenta, “reventando” en el cerrado círculo porteño. El nacimiento de la guarania cumplió un rol muy importante en el Paraguay para evitar la total “extranjerización” que los incipientes medios modernos de comunicación iniciaban en connivencia con sellos de grabaciones.
LA ALTERACION DE LOS VALORES
Un importante fenómeno generacional conspira contra las “románticas serenatas”. En la actualidad, la serenata paraguaya está en franca degradación debido a la acelerada variación de los valores sociales, de educación, enfoque y formación personal. Lejos quedan aquellos períodos pasionales de invocación soberana al amor o al ser más dilecto, apreciado y valorado por sus dotes o calidad humana. Aquella sintonía natural hacia alguien que atrae nuestros sentidos y a quien profesamos admiración y respeto, se va desvaneciendo para vilmente reemplazarla por la banalidad superflua. La serenata de antaño, un tanto idealista –como es su esencia–, fue desapareciendo aceleradamente hacia finales del siglo XX, se reorientaron sustancialmente en dirección a una doble moral enfermiza y enfermante, carente de toda ética y agravados por los desmanes de las autoridades políticas y militares, excesivamente triviales e ilimitadamente mediocres. Estos malos ejemplos sirvieron de parámetro en la vida cotidiana, proyectando una distorsionada imagen en los modales y las buenas costumbres que normalmente deberían reinar en una sociedad sana, libre de contaminaciones y penosas descomposiciones de cualquier índole.
Jueves, 25 de Octubre de 2007
Edición impresa del diario ABC COLOR
LOS 50 QUE NO DEBEN FALTAR (SERENÁTAPE GUARÃ)
AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (VII)
A continuación, siguiendo con esta serie dedicada a la serenata, ponemos a consideración de los lectores cincuenta composiciones que no deben faltar en esa recordada cita musical nocturna, hoy ya no tan practicada:
* Ne rendápe aju, Vengo junto a ti (L: Manuel Ortiz Guerrero, M: José Asunción Flores).
* Musiqueada che’ámape, Música a mi señora (L. y M. José Asunción Flores).
* India (L: Manuel O. Guerrero, M: José Asunción Flores).
* Esperanza mía (L. y M. Demetrio Ortiz).
* Che Hasmín, Mi Jazmín (L: Teodoro S. Mongelós, M: Epifanio Méndez Fleitas).
* Nde pukavy che korasõme [Tu sonrisa en mi corazón]. (L. y M. Epifanio Méndez Fleitas).
* Ñane aramboha, Nuestra almohada (L: Félix Fernández, M: Emilio B. Cáceres y A. Barboza).
Sábado, 27 de Octubre de 2007
Edición impresa del diario ABC COLOR
ENTRE RITMOS DE POLCA, GUARANIA Y RASGUIDOS
AMOR, ANTIGÜEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (VIII)
En esta penúltima entrega, damos a conocer una lista de composiciones tradicionales paraguayas que llevan la palabra serenata en su nombre. Para la elaboración del listado agradecemos la colaboración de Mercedes López y de Carlos Galli, un investigador y recopilador de nuestra música nacional, que, lamentablemente, falleció hace poco tiempo.
59) Mi pago serenatero.
L: Pedro Montenegro, M: “Pocholo” Airé.
60) Serenata a mi Madre (Instrumental).
M: Ramón Giménez.
Domingo, 28 de Octubre de 2007
Edición impresa del diario ABC COLOR
LAS LETRAS PARA UNA SERENATA PARAGUAYA
AMOR, ANTIGUEDAD, PICARDIA O BOHEMIA (IX Y FINAL)
El repertorio para una “serenata” está supeditado a las condiciones imperantes entre el oferente y la receptora, y viceversa. Hoy, la dedicatoria no resulta tan hermética como en el pasado, dispone de variables susceptibles a la coyuntura reinante entre ambos y el medio ambiente social en el cual se desenvuelven. Incluso, con facilidad se transita la deformación de esta tradicional modalidad hasta llegar al colmo de poner en práctica una supuesta “serenata diurna”, cuyo rótulo y práctica son más parecidos a las rondas, galas, peñas, musiqueadas, veladas, bailantas y otras amenidades.
En función del espíritu de esta rancia manifestación cultural con “sello vernáculo”, sugerimos algunas obras de autores y compositores paraguayos que se destacaron por su itinerario en el largo período romántico nacional que abarcó los años comprendidos entre 1850 y 1950.
SERENATA (POLKA)
Niña hermosa, dulce dueño
consuelo de mi quebranto
escucha mi tierno canto
sin despertar de tu sueño.
Vengo al pie de tu ventana
a acariciar tus oídos
con los cánticos sentidos
de una pasión soberana.
No despiertes si entre tanto
te arrulla celeste coro
que tus canciones de oro
son mejores que mi canto.
Duerme sí, pero en tu sueño
siga afanosa escuchando
el canto sonoro y blando
en que mis ansias te enseño.
No temas si estas temiendo
nadie escucha, no receles,
hasta el lirio y los claveles
en el campo están durmiendo.
Y solo susurra el viento
que viene de la floresta,
pero es que el viento me presta
para mi canto su acento.
Piensa niña en tu desvío
cuando venga la mañana
encuentres en tu ventana
una gota de rocío.
Gota de llantos que llora
sobre la flor que te deja
de tu ventana en la reja
un corazón que te adora.
Letra: Ignacio Alberto Pane.
Música: Julián Alarcón y Agustín Barboza
Versión: Dúo Méndez-López
SERENATA PARAGUAYA (VALS)
Entre todos tus encantos inocentes
entre todas tus fragancias de yvoty
lo que más me conmueve dulcemente
es tu tierno y amable pukavy.
Cuando pienso en el tiempo que se ha ido
y me encuentre de tu lado mombyry
me inclino y ansioso pensativo
cuando el peso de un triste mba’e mbyasy.
A veces viene a mi mente cariñoso
con querido recuerdo ymaguare
cuando yo me sentaba venturoso
a tu lado en los tibios pyhare.
Y esta noche mientras todos se han dormido
bajo la plena claridad del ñasaindy
se perfila la niebla del olvido
mi recuerdo que parece isoindy.
Y entre todos los recuerdos del pasado
ndaikatúi un momento che resarái
tus palabras en mi mente se han grabado
que la ausencia ni el tiempo lo borra.
Otras veces me parece estar contigo
bajo el árbol donde llora el yvytu
y que pones a Dios como testigo
y me juras dulcemente rohayhu.
Déjame vida que yo acaricie tus sentimientos
desde mi canto y a tu ventana se acercará.
Déjame ahora decirte todo lo que yo siento
porque muy pronto ya mi ternura no alcanzará.
El jazminero que perfumaba tus dulces sueños
ya no sonríe la enramada donde se fue.
Y yo que ansío de tu alma feliz consuelo
también mañana cuando amanezca lejos me iré.
Habré seguido la ruta incierta de los cantores
envuelto el cuerpo con viejo poncho para soñar.
Me iré buscando de la bohemia tus resplandores
aunque lejano se encuentre puerto donde atracar.
No sé si un día del tiempo viejo sabrán tus flores
en cuantas noches de plenilunio a ti llegue
Entre tus rejas deje la llama de mis amores
y que al llegarme tu gran cariño por ti lloré.
Hoy yo quisiera traer de nuevo la antigua ronda
en que mi canto era un regalo para tu amor
Y tu tejías con mil suspiros todo el embrujo
del fiel romance que el tiempo nuevo quiere enterrar.
Epukavymína mitãkuña che mborayhu jára
tahechajevy nde juru mboypýri nde ratypykua
nde rova yképe ikuãme oikutu va’ekue Ñandejára
ha ypyko’emíva opyta opupu mborayhu ykua
Ka’aru pytû jasy tomimbi nderova mbytére
ha tory rupápe toñoañua ñanemborayhu
tuka’ê rã’ãvo oñondivemi ojoity ojoapére
tojahu hikuái nde ratypykuápe upe ka’aru
Epukavymína mitãkuña che py’a rã’ãva
ho’umi setéko pe ipepo paráva pe ñahatî
nde ratypykuápeguare ymínte oipy’a jukáva
ha ipepo akãmínte omyakÿsete mokõi panambi
Nde rova yképe ikuãme oikutu va’ekue ñandejára
ha ypyko’êmíva opyta opupu mborayhu ykua
epukavymína mitãkuña che mborayhu jára
taropurahéine nde juru mboypýri nde ratypykua.
Letra: Félix Fernández, Música: José Asunción Flores
Versión: Marcos de Brix
MI PRIMERA SERENATA (POLKA)
En esta madrugada amor de mis amores
vengo a cantar la pena ahasáva nderehe
mientras la brisa trae el alba ya de flores
de luz y de colores nderypýi haguã ipype.
También las avecillas despiertan ya en la fronda
y vierten en la aurora ijukýva purahéi
y tu tranquila duermes en tu lecho de rosa
estrella amorosa ni guy ne rehendúi
Por tus bellos ojos negros respira el pecho mío
en su ansia ya te mira hesãiva mborayhu
amor de lo más puro cariño el más intenso
que nadie en este mundo ne’îrava oñandu.
Lo mucho que te quiero hoy vengo yo a decirte
escucha te lo pido jepe sapy’ami
no dejes vida mía que amándote me muera
por eso te lo ruego che rayhúva michimi.
Quisiera ser
el primer motivo
de tu vivir
Estar en ti
de la misma forma
que esta en mí
Representar
en tu vida el sol,
la emoción, la fe
Y esa ilusión
de amor que se siente
una sola vez…
Quisiera ser
como la canción
que te guste más
Y así poder
estar en tus labios
y en tu soñar
Tu humilde sombra
y el libro aquél
que te acompaña
desde tu niñez
Decir mil cosas,
tuya mi vida,
¡Quisiera ser!
Letra: Filomena Perozziello
Música: Mario Clavell Poupée
Versión: Luis Alberto del Paraná
SERENATA (GUARANIA)
Despierta, virgen, despierta
y acércate a tu ventana
donde te aguarda entre rejas
mi prisionera del alma.
Divina mujer, despierta,
que ya se aproxima el alba,
ven a escuchar las endechas
gimientes de mi guitarra.
En ti mi rosa fragante
prendió del cielo la flor
y son tu gracia y donaire
mi afán, mi dicha y dolor.
Ven que hoy es la primavera
plena de flor de jazmín
la noche de mi tristeza
llenóse de luz por ti.
Lejanas voces dormidas
traigo en mi canto de sol
para sembrar vida mía
junto a tus sueños de amor.
Vengo volando a tus lares
en alas de mi canción
quiero al pie de tus altares
ofrendar mi adoración.
Letra y Música: Epifanio Méndez F.
Versión: Oscar Escobar
MI SERENATA ARRIBEÑA (POLKA)
Despierta que a tu puerta te ruego de rodillas
con lumbre de la cumbre nocturna de cristal
con una clara luna que besa tus mejillas
y argenta mi sedienta visita musical
Mi ensueño de arribeño me dice que en tus labios
con mieles de claveles mi vida endulzará
que a instancias de mi ansia febril tus dedos sabios
con arte, por amarte, mi frente rozarán.
Alivia con tu tibia caricia salvadora
mi pena, flor morena de mágica virtud,
da un premio a mi bohemio desvelo que te llora
y amarga en noche larga mi triste juventud.
De hinojos por tus ojos que son cual pasionarias
Te invito, niña, el rito sublime del amor
Luceros hechiceros tus negras luminarias
Con rayos paraguayos alumbre mi clamor.