IMAGEN SOBRE IMAGEN
Poemario de OLGA BILBAO CUEVAS
Ilustraciones de SVETLANA VIETSKY
ZADA Ediciones
Asunción – Paraguay
Setiembre del 2010 (68 páginas)
PRÓLOGO
La poesía, con sus múltiples resonancias, encuentra en Olga Bilbao una voz peculiar, por el contenido de gran parte de sus versos, sobre todo en lo que atañe a las condicionantes de su vida.
Los embates de la bipolaridad arrojaron a la autora, en continuas ocasiones, a recónditos abismos mentales de los que ella, con fortaleza admirable, logró, emerger cuantas veces llegó la tempestad.
En ese contexto, se sabe que no existe más opción que estar alerta ante cualquier mínimo indicio de algún ramalazo. Ella, tras haber recorrido las dolorosas sacudidas solitarias, logró reunir las armas precisas para sobrevivir en la incesante batalla. Consciente de ello, Olga se niega rotundamente a ser prisionera de un determinismo de las circunstancias. Y así, con pasión por la belleza y vocación testimonial a través de la palabra, asimila y encausa libremente los datos de una realidad compleja y sucesiva.
Como aquel alucinado Rimbaud, que padeció la alteración de los sentidos y regresó después con prodigiosa lucidez, aquí está ella, relatándonos en versos no sólo lo que es vivir una temporada en el infierno, sino también para contarnos de las pequeñas maravillas que fue recogiendo en el camino, desde los pasos iníciales por los pueblos de su infancia.
El recuerdo de su madre la acompaña, con suma gratitud, al igual que la imagen de Cristo, como metáforas de amor infinito a la humanidad.
Imagen sobre imagen es el título de un libro que consta de tres capítulos claramente definidos. En cada uno de ellos, los poemas están poblados de utopías, de imaginaciones. De sueños que son parte de una irrebatible realidad.
Mario Casartelli
20 de setiembre de 2010
CAPÍTULO I
EL PIRATA
Navegué por los siete mares,
me hundí en las más lejanas profundidades
y sólo recibí tu aliento,
tu húmedo y fresco aliento.
Entonces reclamé a la luna
que me enviara su ropaje
para recibirte
con amor y fantasía
y ser así el dueño
de tu corazón, bella mía.
DUARTE CUÉ
Duarte cué guarda en sus montes
el viento de mis trenzas.
Es un cofre que tiene valles
y finas hierbas
donde hay respuestas que me aguardan.
El arroyo Negla,
inquieto y frío
disfrutó en sus aguas
las delicias del paso de mis años.
El guaviramí de octubre,
siempre excusó en su fruto
mi vagabundeo feliz,
liberada de la escuela.
Lui-lui, póra y malavisión,
encarnaban el miedo.
Y el Ángel de la Guarda
era sólo un recuerdo.
Todos quedaron allí,
en un tedio casi eterno.
También ellos esperan revivir
cuando un día yo los visite.
RECORDACIÓN
El polvo rojo
Impregna mi terruño.
Vuelo de ave ligera es mi alma
que se remonta en brisas
sutiles de recuerdos.
Y surgen los caminos
hollados en la infancia.
Allí quedaron mis trenzas
y mis sandalias blancas,
el guaviramí silvestre
y el cuaderno deshojado.
Y desde allí regresan
perfumes de alelíes
y el sabor intenso
de la miel y el pan fresco.
EL PARAJE
Tres lapachos.
El cantar de un pájaro
y el arroyo susurrante.
Un cruce de caminos.
Y las carretas
cargadas de sueños
que visitan, fugaces,
el paraje.
La lluvia cae,
la tierra se enloda,
y la risa de los niños
germina en la hierba,
haciéndose vegetal
la esperanza del retorno.
Al llegar allí,
el viajero sabe
cuánto falta por seguir.
Continúa su camino,
aunque en él cuerpo lleve
las hojas de infortunio
que se pegaron al pasar.
VERDE PINO DEL JARDÍN
Libre del mañana,
trasplanté en mi jardín
Gin vegetal cubierto de cariño.
Tierno él, adolescente yo.
Profundo verde.
Oloroso verde.
Fue creciendo alto.
Fuimos madurando de latido en latido,
ensanchó él su tronco,
espesó su savia.
No daba sombra,
ofrecía frescura.
Me obsequiaba el saludo mañanero,
a la noche, cuidaba mi sueño.
Una ausencia mía,
un alejamiento,
dejó huérfano a mi pino.
Siete hombres, hacha en mano,
siete sangrientos hombres
lo derribaron.
Al árbol caído miraron.
Ufanos, dijeron: "Buen trabajo".
Y se fueron, con sus ramas a cuestas,
llevándose mi alegría.
Su aroma guarda el jardín.
Y el triste hueco, vacío,
se ha llenado de lamentos
y de pájaros sin nido.
PIO, PIO
Pío... Pío...
Pi.... Pí...
Bola de temblor y ternura,
patitas de juguete y plumas de pan tibio
Con lánguidos pasitos,
luces tu color suave.
Quisiera ser semilla
para guiar tu paseo.
Te alimentas, tranquilo,
de antojos y certezas.
Y eliges, inocente:
gusanitos sí, gusanitos no.
El césped protector
te oculta de miradas
que caerían sobre ti
golpeando tu niñez.
Pollito amarillo,
moviéndose despacito
Pío.... Pío...
Pi.... Pi...
CAPÍTULO II
SOLEDAD
La imagen del espejo me hace compañía,
pero es sólo un reflejo: no comparte mi alegría.
Hebras doradas del trajinar de la vida,
sueltas y dispersas sin poder ofrecer un nido.
¿Quién dice si a mis frases?
¿Quién sonríe y me ilumina?
¿Y a quien alcanzo una taza?
El huracanado viento de la realidad
se lleva todos mis sueños
y ya no sé si algún pesar aliviaré.
Soledad, eres un cerco
que de nada me protege.
Mi intimidad busca silencio,
no olvido.
FELICIDAD
Hay un niño morenito
sobre el césped acostado.
Mira contento las nubes
entrecerrando los ojos.
La mano del Arco Iris
le alcanza un fino cordel
con el que va dando forma
a una primorosa red
de color anaranjado
que le ilumina la piel.
A través del borde diestro
de su viento hecho camisa,
con un amigo quimérico
se ponen a conversar.
Sobre historias de biscochos
sin saber, en realidad,
quién es sueño y quién verdad.
PREMONICIÓN
Niña frágil,
acostada panza arriba,
mira con calma el cielo añil.
Y, sin saber porqué, presiente
que este azul de su niñez
no volverá a teñir mañana
el instante de otros cielos.
Vendrán,
sabe que llegarán
firmamentos más propicios,
más intensos y más gratos.
Pero esta bóveda azur
que la imanta a plenitud,
arrastrándola hacia sí,
no volverá nunca más.
SUEÑO FORZADO
Negro corcel
que me llevas
a las profundidades
del sueño.
Cambia de rumbo,
voltea, tírame al suelo.
Quiero sentir la vigilia,
recibir un viento nuevo
y sumergirme
en el fluir torrentoso
del existir cotidiano.
Suéltame de este círculo,
de mi hora oscura marcada.
Para el viaje sin tino
de este letargo impuesto,
ayúdame a emerger,
al despertar verdadero.
INCOMPRENSIÓN
Palabras que llegan sinceras,
sin cautela, ni recelos,
penetrando con llaneza
en el alma del oyente.
Pero, ay, su mensaje
poco claro, muy difuso
y cargado de emociones,
desvirtúa su recado.
Palabras aceradas
no despiertan calidez.
Voces que, a destiempo,
cruzan sin dejar memoria.
Y empieza a girar la rueda,
de la incomprensión humana.
Unos tratan de expresarse,
los otros de comprender.
Cambiante, sutil, disuasiva,
en medio de tanto esfuerzo,
la palabra se hace lúdica,
juguetea con las ideas.
CONTENTO
Despierto animada.
La alegría bulle en mí.
Se alborotan las palomas
que anidan en mi ser.
Proyectos olvidados,
sentimientos ya marchitos,
reverdecen, gozosos,
a la luz de mis deseos.
El corazón me palpita
con amor inusitado,
al contemplar arrobada
el reír de un desplazado.
El encanto de vivir
responde a mil preguntas,
vivifica las ideas,
y moviliza anhelos.
Llega la acogedora noche
y en sutil velo de estrellas
me envuelve, sosegada,
para acompañar mi sueño.
DESALIENTO
Por inercia no deseada,
abro impotente los ojos:
son guirnaldas de tristeza,
que se cuelgan de mis hombros.
Pasa caminando el día
en devenir chato, ajeno.
El continuo abatimiento
no se me acomoda al alma.
El frenesí de consejos
para liberarme airosa
de las penas que me atan,
sólo aumenta mi congoja.
La tarde se va despacio,
despacio llegan las sombras,
y en total sometimiento
a la oscuridad me entrego.
CAPÍTULO III
LA MONJITA
Guardada en la capilla,
se santigua.
Frágil serenidad
irradian de sus ojos.
Está rezando.
Entre súplicas y suspiros,
la pena de ser cautiva
la ahoga por momentos.
Entonces,
allá a lo lejos,
en el altar, inaccesible,
un Cristo de bondad la mira.
Él la ama.
Él la protege.
En torbellinos de gozo,
capta la monja su amor.
Con júbilo sale del templo,
levanta al aire sus manos de paloma
y tira a lo alto avemarías y ruegos.
CRISTO, EL UNGIDO
Jesús,
sólo siento
que vives en mí,
en las aguas del silencio.
Deja ya las Escrituras.
Yo, sin rituales, te escucho,
sin que te anuncien profetas
ni te envuelvan inciensos.
Deja tu templo sacro,
con reflejos de oro y mirra.
Y desciende con tu amor
a escuchar mi voz.
TUPÃ
Mba'érepa che ru
nereñe'éi chéve añete.
Reimeháicha amo yvate,
ikatu chekuaami.
Hi'ánte chéve aiko
nde rekávo katuete.
Ñembyasy che añua,
hasyetére nde juhu.
Aníntekena amano
aikuaa'ỹre nde mborayhu,
mborayhu che añandúva
kurusu guive reme'ẽ.
ÉXTASIS
Desciendo
a la raíz del silencio.
Un peldaño más
y quizás aparezca la chispa
que me devuelva el espíritu.
Soy lago profundo,
la quietud extrema.
¡Golpe de luz interior!
Ante el miedo que me inunda
por haber traspasado,
afanosa de clemencia,
la sagrada valla.
Torbellino de emociones
más allá del tiempo,
y la presentida certidumbre
de reposar en el Ser
del vastísimo universo.
ÍNDICE
Prólogo
CAPITULO I
El Pirata 9
Duarte Cué
Recordación
El Paraje
Verde Pino del Jardín
Pio, Pío
Cigarro
Concepción
Oda a Juan Alcohol
Guerrero
Soldadito
Ojos Verdes
Madre
Navegante
Canción al Viento
Amanecer
La Tormenta
En el Campo de Batalla
Antonia, empleada doméstica
Descanso de Chofer de ómnibus Capitalino
Niña de la Calle
Situación posible
Plegaria
La que se fue
Tus manos
Como eres, serás
Espesura Castaña
Rosa de Otoño
CAPITULO II
Soledad
Felicidad
Premonición
Sueño forzado
Incomprensión
Contento
Desaliento
Rota Amistad
Atrapado en el Vicio
Iracundia
Amigo-Enemigo
Espera
Vocación
Guardián de Vida
El Túnel
Opción de Vida
Poesía Cautiva
Inspiración Cortada
CAPITULO III
La Monjita
Cristo, el Ungido
Tupã
Éxtasis
