LA HABITACIÓN, 2012
Ilustración y cuento de CÉSAR BARRETO
LA HABITACIÓN (CUENTO)
Estaba sentado en una silla en el medio de la habitación vacía. Atrás suyo había una ventana que estaba cerrada y la luz de la luna entraba por ella e iluminaba la habitación.
Tenía puesto su saco, pantalón y zapatos negros con su camisa blanca y corbata gris. Le costaba respirar y una gota de sudor se paseaba por su mejilla.
Su mirada estaba fija en la pared, pero no veía nada. Estaba perdido en sus pensamientos.
Tenía una pistola en la mano sudada. Temblaba.
Se levantó de la silla y empezó a caminar en círculos por la habitación, tenía la miraba clavada en el suelo. Estuvo así por unos cuantos minutos y luego volvió a sentarse.
Sentía una pequeña brisa de viento que entraba por una ranura de la ventana y se estrellaba en su nuca.
Abrió la boca, tenía la garganta seca y las palabras tardaron en salir:
-Es… la única manera…
Dio un largo suspiró y luego se levantó bruscamente de la silla y lanzó la pistola contra la pared. El arma rodó por el suelo. Se tapó el rostro con ambas manos y empezó a gritar de manera descontrolada. Agarró la silla y la lanzó contra la puerta y luego se arrodilló en el suelo, estaba agitado y cada vez sudaba más.
Se volvió a levantar de golpe.
-No - dijo con firmeza. -¡NO! – gritó.
Empezó a caminar por la habitación de vuelta, se quitó el saco y lo lanzó a un lado, lo mismo hizo con la corbata y los zapatos.
-No pueden vencerme, no pueden vencerme – decía mientras caminaba en círculos. - No pueden vencerme, no pueden vencerme…- repetía estas palabras una y otra vez.
Le dio una mirada al arma que seguía tirada en el suelo, pero no se detuvo a recogerla, continuó caminando sin dejar de repetir esas palabras. De pronto se detuvo.
-Aún no entiendo por qué quieren hacer esto… No puedo entenderlo. Debe haber una buena razón, y debo defenderme… pero no puedo, no puedo…
Dio unos pasos y se recostó por la pared.
-Lo intento, pero no puedo defenderme… Hay algo que me frena…
Cerró los ojos por un momento. Casi se quedó dormido, estaba muy agotado, pero no era momento para descansar, debía pensar, debía hallar una manera de poder enfrentarse a esa situación tan complicada en la que se encontraba.
Su garganta estaba cada vez más seca. Se acercó lentamente a una esquina, se agachó y agarró un pequeño vaso que estaba lleno de agua. Estaba un poco fresca, y le calmó la sed. Dejó el vaso en su lugar y empezó a caminar de vuelta en círculos por toda la habitación.
Agarró la silla, la colocó en su lugar de vuelta y se sentó. Miró sus manos vacías.
-El arma… - dijo en voz baja.
La buscó con la mirada, estaba tirada a un costado de la habitación, se levantó, la recogió y volvió a sentarse.
-Ésta es la única manera. Sólo así podremos vencerlo.
La puerta se abrió y entró en la habitación.
-Sí, ésta es la única manera. Hay que hacerlo de una buena vez. – dijo con voz firme. Estaba decidido.
Miró el arma durante unos segundos y luego la volvió a lanzar contra la pared. Se levantó de un salto y la silla cayó al suelo.
-¡NO! ¡NO! – empezó a gritar.
Corrió hasta la puerta y giró el picaporte, pero la puerta no se abrió. Estaba cerrada con llave. La desesperación se empezaba a apoderar de él. Se dio la vuelta buscando una salida con la mirada que se detuvo en la ventana.
Dio un saltó pero y empezó a caer. Se quedó sentado en la silla.
-¡Debo apresurarme! ¡Tengo que hacerlo ahora! – gritó. Se levantó una vez más y se tiró al suelo para agarrar el arma, pero luego volvió a lanzarla, esta vez contra la puerta. Fue corriendo hacia ahí y comenzó a golpear la puerta sin parar.
-¡Quiero salir! ¡Quiero salir!
La puerta se abrió de golpe y entró desesperado. La cerró de golpe.
-¡Hay que hacerlo ya antes de que sea más difícil! – gritó, cada vez más nervioso. Levantó el arma del suelo una vez más.
Empezó a revolcarse por el suelo. Sacudía sus puños golpeando el aire.
Intentó abrir la puerta de vuelta pero no podía. Fue corriendo a la ventana y estiró la mano para abrirla pero cayó al suelo y empezó a rodar de un lado a otro. Se sentó en la silla y agarró el arma fuertemente. Temblaba descontroladamente y su respiración era cada vez más agitada.
-¡Hay que hacerlo de una buena vez! – gritó.
Miró el arma una vez más… y disparó…
La sangre salpicó por la pared y el suelo.
Se quedó un rato sentado en la silla, con los ojos abiertos y la sangre corriendo por su rostro. Soltó el arma lentamente. Su cuerpo perdió el equilibrio… y comenzó a caer lentamente…
Sintió el suelo frío en su cara y cómo la sangre se esparcía lentamente por él. Negaba en su cabeza lo que estaba pasando… Los ojos le pesaban y se fueron cerrando lentamente…
La puerta se abrió y entro a la habitación… Había mucho silencio. Había una silla en el medio de la habitación y un vaso con agua en una de las esquinas. Se paseó un rato por el lugar rozando la pared con la yema de sus dedos. Después de un rato se paró frente a la ventana que estaba cerrada. La abrió despacio y el viento entró y lo golpeó en la cara.
Se quedó sentado en la silla. Sentía en su mano el arma caliente. Se podía oler la pólvora en el aire. Miró el arma por última vez y la dejó en el piso.
Se levantó lentamente. Su respiración era normal y ya no estaba sudando. Se ajustó la corbata y se acomodó el saco.
Esta criatura estuvo vagando dentro de mi cabeza por unos días hasta que decidí darle vida.
Boceto hecho a mano y terminado digitalmente.
Ilustración hecha a mano y terminada digitalmente.
El extraño personaje fue creado en un momento de divague en la facultad.
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