Enlace al ÍNDICE del poemario EN ESTE MEMORIAL en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
Poemas
En este memorial
Tu ausencia
Y estallo como un sol
Un collar de diamantes
Para morir clavel
Piensa, entonces, muchacha...
Tú, de julio
En el último examen
Así nos conocimos
No lo hubiera creído.
EN ESTE MEMORIAL
En este memorial de los minutos,
cuando soy el resumen
de todo lo que fuimos:
buscadores de estrellas que no existen,
relámpagos de amor en las tinieblas;
en este memorial,
mirandome en espejos
donde tu luz no llega porque ahora
eres pura distancia;
en este memorial de los minutos
que fueron ahogados alaridos
de esperanzas que nunca aparecieron:
arrebatados golpes de campanas
que ardieron en alturas
donde el dolor es uno y es eterno
como el rayo de luz en el espacio;
en este memorial
en este libro abierto,
en esta soledad que es una larga
pradera donde el eco no responde,
donde el silencio es toda tu presencia
y tu presencia es toda una agonía;
en este memorial
en este crucigrama de cruzadas angustias,
en esta antología de cosas que se fueron,
te convoco al olvido,
al luto que se abisma en las entrañas
y estalla de dolor en el recuerdo.
TU AUSENCIA
Desterrado del mundo
con las manos inútiles y heladas,
con los ojos poblados de vacío,
en una soledad ilimitada
como un ruego sin ecos entre altas cordilleras,
caminando en dolidas avenidas
cuyo fin no adivina la esperanza;
desterrado del mundo,
como una catedral donde los años
cuajaron de dolor sus antiguos vitrales,
saturado de angustias milenarias,
degustando ansiedades infinitas
con tu ausencia constante en la memoria;
desterrado del mundo,
desnudo,
despojado habitante enmudecido
- como un canto rodado de impasibles laderas
arrojado a desérticas callejas -
aprendí la inmutable
lección del universo:
para amar también es necesario
un rumor de planeta en los oídos,
es preciso morder
un alto en el camino
y un decirle a la muerte que se viene
que me aguarde un instante,
que me espere en la acera, que mañana
apenas amanezca,
- al primer resplandor de la alborada -
hablaremos de nuevo.
Y ESTALLO COMO UN SOL
Porque ahora no puedo contenerme
y estallo como un sol
sobre inmensas praderas de silencios,
quiero ser el de antes:
el cantor primitivo,
la sílaba entusiasta,
la plenitud violenta,
la moneda arrojada al infinito
para encender crepúsculos con rosas,
el beso y el abrazo inevitables
en la urgencia de amar continuamente,
la esperanza creciendo en el olvido,
el futuro constante;
quiero ser, otra vez,
de repente el dolor y en todas partes
un poco de alegría porque es justo
nacer de vez en cuando diariamente.
UN COLLAR DE DIAMANTES
Más que el agua y el pan
y el sol de mediodía en el otoño
te busqué, te buscaba
como a un rojo clavel para mis ojos
vacíos con tu ausencia:
como anillos sedientos de esperanzas,
hambrientos de ilusiones digitales,
tiritantes de angustias como altas nebulosas
perdidas en espacios,
en silencios que el beso no adivina.
Más que el agua y el pan
te busqué, te buscaba
levantando
catedrales de sueños
que entonces fueron una
multiplicada y sola soledad
suplicante de voces con presagios
de alegrías ocultas y secretas
porque sé y lo comprendo:
porque en toda alegría
hay siempre una tristeza ilimitada,
un llegar a destiempo a toda hora,
un callar cuando el grito es inminente
y el dolor
y el dolor
un collar de diamantes
ceñido a lo que fuimos sin quererlo.
Más que el agua y el pan
te busqué, te buscaba
moneda sideral para mis manos
encendidas de amargas trayectorias,
te busqué, te buscaba
antorcha en el terror de los nocturnos
minutos de ansiedad que taladraban
mi ruego de habitante planetario,
mi canto de soldado derrotado,
mi derrota ante el sol de tu presencia.
PARA MORIR CLAVEL
En cada letra de tu nombre
- en ese abecedario alucinante
de padecidos cantos que ciñeron
un tiempo mi memoria -
tal vez ya estaba escrita la derrota
que había que seguir
para alcanzar tus órbitas errantes.
Allí estaban mis voces cotidianas:
las palabras sencillas,
la gramática simple
que mi vocabulario de profeta
- con el dolor inmenso de coronar mentiras -
no supo traducir cuando era el tiempo
porque tenía, entonces, en mis manos,
ese pedazo limpio de universo
que eras tú: desierto florecido
que ignoró mi ansiedad de iluminado
para morir clavel en el olvido.
PIENSA, ENTONCES, MUCHACHA...
Después de lo pasado,
después de lo que fue, de lo que fuimos,
después
de todos los momentos que incendiamos
mintiéndonos verdades,
de los días azules que anduvimos
recorriendo poblados:
pescadores de imágenes más claras,
buscándonos ocultos paralelos,
robándole al presente aquel instante
que quisimos que fuera ya el futuro...
Después de todas
esas voces banales que dijimos
y esos largos cariños que poblaron
mi universo con luces
de intensos lapachales,
después
de ese beso
que fue eterno sin serlo
y esa lágrima amarga diluida
sobre el astral desierto de las cosas triviales,
después de todo
- otra vez ciudadano perdido en multitudes,
radioastrónomo loco de sonidos más puros -
después de la nostalgia,
del recuerdo,
si no te reconozco
piensa, entonces, muchacha, que mis brazos
están, como estuvieron siempre:
en posición de cruz para abrazarte.
TÚ, DE JULIO
Tú, de julio,
y estamos en agosto
con aromas sutiles
de septiembre;
tú, de julio
viniéndome de lejos
- como esas cosas amargas
que a veces se recuerdan -
con presagios de largas
soledades.
Tú, de julio
y estamos en agosto,
y te envío el clavel
- el de los sábados -
con un dejo profundo de tristeza
porque se han cubierto ya de lila
los lapachos
y una idea serena me acongoja:
la de estar, como siempre,
sin ti,
sin el clavel,
con los lapachos.
EN EL ÚLTIMO EXAMEN
¿A quién podré nombrar cuando no estés
como una herida abierta en mi memoria,
como un templo sin luz de campanarios
en esta quemazón de letanías;
a quién podré nombrar
cuando pasen las horas del insomnio,
del amargo minuto
con sesenta segundos de silencio;
a quién podré nombrar
cuando tenga en mis manos la certeza
que ha sido inevitable
la austera soledad del desamparo
para saber que somos pasajeros
de un barco sin derrota?
¿A quién podré nombrar?
Entonces
cuando eres y yo soy
fotografías viejas y distancia,
cuando llueve rescoldos de tristezas
sobre el remanso estéril de mis cosas
en el último examen de la tarde,
preguntaré por ti a la nostalgia
y oscuros resplandores del recuerdo
contestarán los tiempos del olvido.
ASÍ NOS CONOCIMOS
Así nos conocimos.
Me hablabas de tus cosas
con esa dolorida suavidad del recuerdo,
con esa larga tristeza que se hundía
callada en la nostalgia.
Me hablabas ¿lo recuerdas?
te abrías
como un gris pergamino
y eras toda una inmensa astronomía
poblada de ansiedades sin memoria;
eras toda pasión;
eras toda una historia de milenios
fraguada en el incendio de las voces
que alguna vez, rodando en tus praderas,
te habitaron mintiéndote esperanzas.
Así nos conocimos.
Caminamos.
Y tu voz y mi voz,
y tu cuerpo y mi cuerpo,
y tu sed y mi sed de más alturas
de pronto fueron una,
una sola derrota y agonía
cayéndose en torrente
como un trozo de sándalo,
como trozo de sándalo herido
coronando el tumulto del ritmo ciudadano.
Así nos conocimos:
caminando,
recorriendo hospedales y avenidas,
como dos extranjeros
murmurando secretas oraciones,
como hambrientos de luz en el insomnio,
como astrónomos ebrios de galaxias más limpias,
de más claros y puros resplandores.
Así nos conocimos, ¿lo recuerdas?
¡Y ahora que regresas,
cuán dulce,
cuán amarga resultas,
soledad!
NO LO HUBIERA CREÍDO
No lo hubiera creído, pero es cierto.
Llegó como un chubasco,
como una suave, imperceptible brisa
Abrió la puerta,
entró.
Se instaló en mi escritorio,
revisó mis papeles y mis libros,
se acomodó a mi lado
y encendió un cigarrillo.
Hablamos con nostalgia,
compartimos momentos...
Se bañó,
cenó conmigo,
bebió el coñac de siempre,
cerró la puerta;
se quedó.
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