ESTO... TAMBIÉN PASÓ
Cuento de MARÍA LUISA BOSIO
ESTO... TAMBIÉN PASÓ
El Capellán Salesiano, "PaÍ Pérez" (llamado así durante toda la Guerra del Chaco), después de la terrible batalla de Strongest, visitó en cuanto pudo, ese triste escenario, para levantar el espíritu de los bravos combatientes acampados con su Comandante, el mayor Miguel Ángel Yegros, compañeros todos del batallón de Exploradores paraguayos de Don Bosco.
Al llegar, el Capellán quiso enseguida visitar las trincheras y repartir bendiciones y los famosos cigarrillos, tan apreciados por los soldados. El Comandante no se lo permitió por causa del peligro que significaba en ese momento, peso decidió acompañarlo a la mañana siguiente. Varios soldados de la comitiva se encargaban de las bolsas de obsequios.
El característico y conocido sombrerito blanco que usó el Capellán como bandera de paz (según él decía) en medio de la guerra, había caído en el recorrido hasta las trincheras, entre las espinosas hojas de un árbol llamado "guaimí-piré" en el idioma guaraní. Recordó entonces el “Paí”, que tenía guardado un casco sin use en el camión y pidió a su ayudante que fuese a traerlo. Era el gemelo del que usaba el General Estigarribia, regalo del dueño de una importante casa comercial de la Capital.
Con este elegante casco fue llegando al primer puesto. Después de los saludos, vio a un pobre soldado de plantón con dos fusiles, uno en cada hombro, como castigo porque se había dormido en la guardia. El sacerdote rogó al jefe que lo perdonara. Este, luego de acceder al pedido, le exigió al soldado su presencia, y ante el Capellán le ordenó tener mayor cuidado durante su servicio. Avergonzado, el se acercó al Sacerdote y le pidió la bendici6n, quien además de dársela, también le obsequió dos atados de cigarrillos. Se retiró agradeciendo, y repitiendo en guaraní: "¡Feliz che culpa! ¡ome'e cheve bendición ha regalo!" (me dio su bendición y regalo).
A la mañana siguiente, al llegar cerca de las líneas enemigas, le dijo el mayor al Capellán:
“¿Porqué no bajamos a las zanjas de las trincheras?". "Es lo que estaba por pedirle", contesto el "paí". En el momento de agacharse para entrar, un balazo alcanzo al casco del Capellán. Este cayó violentamente al suelo. El soldado indultado el día antes, se puso a llorar repitiendo" "¡Ojejapí Paí!". "¡Ojejapí Paí!". (Se hirió al Capellán).
Luego de unos minutos el presunto herido se incorporó tranquilamente ante el asombro de todos, y dijo en voz alta: "No puedo llorar, como se dice que hace el soldado brasileño cuando corre sangre, pues esta herida no sangró". "Yo escuché cuando alguien dijo alarmado: ¡A la pinta, Ojejapí Paí! (¡Caramba, fue herido el Paí!). Y ahí me di cuenta de que la herida, que pudo ser mortal, no fue ni venial, pues mi mente estaba lucida. La bala había alcanzado el mismo casco cuyo corcho hizo que desviara el proyectil. El incidente pudo ser fatal, de no haber tenido protegida la cabeza.
El histórico y celebre casco, desapareció. Alguien lo habría tomado aprovechando el desconcierto, creyendo llevarse un valioso trofeo. El Capellán quiso recuperarlo a toda costa y telefoneó al Cuartel General pidiendo una rápida intervención.
El Comandante, muy amigo del "Paí” Pérez, envió mensajes a todas partes con el picaresco aviso escrito y leído por el mismo, a modo de chacota: "Se ruega la devolución de un casco que el Capellán perdió en un truco. Se recompensara al que lo ganó, si lo devuelve".
A pesar de este aviso, nunca apareció el casco perdido.
Pero... el castigado soldadito se había hecho amigo de uno de los prisioneros. Este era unos anos mayor y hablaba fluidamente el español. Se acercaron los dos al Padre Pérez, y el paraguayo le dijo: "Con permiso tuyo, che paí, éste bolí quiere hablarte."
Y dirigiéndose al boliviano le invitó: "¡Hablána vo ahora, chera’a!"
El soldado saludo correctamente y respondió: "Reverendo Obispo: tengo el gusto de conocerlo y estrechar su mano, en mi nombre y en el de mis compañeros, quienes muchas veces lo vimos, o mejor dicho, lo que veíamos era su sombrerito blanco, que para nosotros significaba el aviso de su llegada, su estadía y su partida entre los soldados en las trinchera paraguayas. Ahora que estoy frente a Ud., ¿me da, su Reverencia, la bendición?"
El Capellán sonrió, lo bendijo, y luego agregó: "Gracias, amigo boliviano, compañero de infortunios".
Cuando se retiraron, el prisionero comentó al paraguayo: "Si yo estuviera al otro lado le devolvería el famoso sombrerito al Obispo. Casi seguro que mis compañeros lo tienen como trofeo, por eso no se lo encuentra".
"A la pinta che ra'a, ¿pe'ê piko mondaha mbae? (¿son Uds. ladrones?)", respondió el paraguayo.
El boliviano sonrió y dijo con un asomo de ironía: "No, no. Lo tomaron como un preciado trofeo de guerra, compañero... ¿Me entiende Ud., verdad, paraguayito?"
Después de un profundo silencio..., este contesto:
"¡Antendepama, che bolí!" (¡Entendí todo, boliviano!).
MARÍA LUISA BOSIO
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ
Edición al cuidado de
MANUEL RIVAROLA MERNES y
LUCY MENDONÇA DE SPINZI
Asunción - Paraguay
Octubre 2001. (166 pp.)
Enlace recomendado:
(Espacio del Taller Cuento Breve,
donde encontrará mayores datos
del taller y otras publicaciones en la
GALERÍA DE LETRAS del