HISTORIA PARAGUAYA
ANUARIO DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES
VOLUMEN II – 1957
Talleres Gráficos LUMEN
Buenos Aires – Argentina
Noviembre 1958 (147 páginas)
HISTORIA PARAGUAYA
ANUARIO DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
A mediados del próximo año aparecerá el volumen N° 3 de nuestra publicación consagrado a la ilustre memoria de Fulgencio R. Moreno y con importantes colaboraciones de:
Martín Mac Mahon
Pablo Max Insfrán
Marco Antonio Laconich
Benjamín Velilla
Juan B. Gill Aguinaga
R. Antonio Ramos
Osvaldo Chaves
Carlos R. Centurión
Manuel Peña Villamil
Oscar Paciello
Jerónimo Irala Burgos
José María Gómez Sanjurjo
y las habituales secciones de Crónica, Libros y Documentación
Dirección y Administración
Museum Andrés Barbero
Avda. España y Mompox
Casilla de Correo 1179
INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
Presidente Honorario
Don JUAN E. O'LEARY
Presidente Perpetuo
Don RAMON LARA CASTRO
Presidente:
Dr. JULIO CESAR CHAVES
Vice-Presidente 1º
Don JUAN B. GILL AGUINAGA
Vice-Presidente 2°
Dr. MARCO ANTONIO LACONICH
Tesorero:
Dr. MANUEL PEÑA VILLAMIL
Secretarios:
Don BENIGNO RIQUELME GARCIA y Dr. LUIS M. LARA CASTRO
Académicos consejeros: Don BENJAMIN VELILLA; General RAIMUNDO ROLON; Dr. EFRAIM CARDOZO; Dr. H. SANCHEZ QUELL; Dr. CARLOS R. CENTURION y Dr. R. ANTONIO RAMOS
Consejeros suplentes: Don CARLOS ALBERTO PUSSINERI y Dr. CARLOS GUGGIARI ALFARO
Dirección: Museum Andrés Barbero Av. España esq. Mompox. Casilla Correo 1179.
INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS MIEMBROS DE NÚMERO
1.-Don Ramón Lara Castro 22.-Dr. Emilio Saguier Aceval
2.-Don Juan E. O'Leary 23.-Dr. Carlos A. Pastore
3.-Don Benjamín Velilla 24.-Dr. Gustavo González
4. - Dr. Félix Paiva 25. - Dr. Cipriano Codas
5.-Don Modesto Guggiari 26.-Padre Marcelino Noutz
6.-Dr. Justo Pastor Benítez 27.-Dr. Osvaldo Chaves
7.-Don Pablo M. Ynsfrán 28. - Don Manuel Riquelme
8.-Dr. Julio César Chaves 29. - Dr. Luis M. Lara Castro
9. - Dr. Efraím Cardozo 30. - Don Roque Gaona
10. - Don J. Natalicio González 31. - Padre César Alonso de las H.
11. -Dr. H. Sánchez Quell 32. -Don B. Riquelme García
12.-General Raimundo Rolón 33.-Dr. Eduardo Amarilla Fretes
13. - Dr. Justo Prieto 34. - Don Marciano Castelví
14.- Dr. Carlos R. Centurión 35. - Da. Concepción L. de Chaves
15. -Don Juan B. Gill Aguinaga 36. - Dr. Alcides Codas Papalucá
16. - Dr. R. Antonio Ramos
17. - Dr. Manuel Peña Villamil 37. - Dr. B. Casaccia Bibolini
18. - Dr. Marco Antonio Laconich 38. - Don José Concepción Ortiz
19. -Don Guillermo T. Bertoni 39. - Dr. Benjamín Vargas Peña
20. -Don Juan F. Pérez Acosta 40. - Dr. Carlos Guggiari
21.-Dr. Juan R. Chaves 41.-Don Carlos A. Pussineri
ACADEMICOS CORRESPONDIENTES EN EL PAIS
Don Pastor Urbieta Rojas Dr. José Antonio Vázquez
Don Jesús Blanco Sánchez Don Oscar Ferreiro
Don José W. Colnago Don Luis G. Benítez
ACADEMICOS CORRESPONDIENTES EN EL EXTERIOR
ESPAÑA
Don Emilio García Gómez (Mad.)
Don Manuel Ballesteros (Mad.)
Dr. Guillermo Céspedes (Sevilla)
Dr. Rafael Eladio Velázquez (Sev.)
Dr Manuel García Blanco (Sala.)
Don Fco. Sevillano Colom (Barc.)
Dr. Jaime Delgado (Barc.)
Dr. Vte. Palacios Atard (Vallad.)
Dr. Martín Almagro Bash (Mad.)
ARGENTINA
Dr. Ricardo Levene (Bs. As.)
Don Enrique de Gandía (Bs. As.)
Dr. R. de Castro Esteves (Bs. As.)
Don Antonio Aita (Bs. As.)
Dr. Raúl Molina (Bs. As.)
Don R. Caillet Bois (Bs. As.)
Dra. R. Zorraquín Becú (Bs. As.)
Don Juan C. Ferreira (Bs. As.)
URUGUAY
Dr. Luis A. de Herrera (Mont.)
Gral. Dr. José L. Martínez (Mont.)
Dr. José M. F. Saldaña (Mont.)
Sr. Horacio Arredondo (Mont.)
Dr. Juan C. Gómez Haedo (Mont.)
Dr. Felipe Ferreiro (Mont.)
Sr. A. Reyes Thevenet (Mont.)
Sr. Simón S. Lucoix (Mont.)
Sr. Ricardo Grille (Mont.)
Tte. Cnel. C. Cila Seré (Mont.)
Dr. Ergasto H. Cordero( Mont.)
Sr. Juan E. Pivel Devoto (Mont.)
Sr. R. Algorta Camuso (Mont.)
Contralm. Dr. C. Carbajal (Mont.)
Arqto. Juan Giuria (Mont.)
Sr. Ariosto D. González (Mont.)
Sr. Arturo Scarone (Mont.)
Sr. Alberto Zum Felde (Mont.)
Arqto. C. Pérez Montero (Mont.)
Dr. Daniel Castellanos (Mont.)
Sr. Nelson García Serrato (Mont.)
Dr. Carlos Oneto y Viana (Mont.)
Arqto. Fernando Capurro (Mont.)
Rdo. Hermano Damasceno (Mont.)
Gral. Pedro Sicco(Mont.)
Sr. Carlos Seijo (Mont.)
Dr. Juan J. C. Victorica (Mont.)
Sr. Carlos A. Etchecopar (Mont.)
Arqto. Eugenio P. Baroffio (Mont.)
Dr. Luis Bonavita (Mont.)
Sr. Gilberto García Selgas (Mont.)
Sr. José Pereira Rodríguez (Mont.)
Dr. Juan Andrés Ramírez (Mont.)
Sr. E. de S. y Herrera (Mont.)
Dr. Jacobo V. Acevedo (Mont.)
BOLIVIA
Dr. Castro Rojas (La Paz)
Dr. H. Ormachea Zallez (La Paz)
Don Augusto Guzmán (Coch.)
Dr. H. F. Sanabria (S. Cruz)
Dr. Gunnar L. Mendoza (Sucre)
Don P. Díaz Machicao (La Paz)
CUBA
Dr. José M. Carbonell (La Hab.)
Don E. Santovenia (La Hab.)
BRASIL
Dr. Pedro Calmón (Río)
Don Guy de Hollanda (Río)
Dr. José Honorio Rodríguez (Río)
Dr. César A. Ferreira Reis (Río)
Don R. Sampaio García (S. Pablo)
Don José A. Soares de Souza (Río)
CHILE
Don Ricardo Donoso (Santiago)
Dr. Carlos Grez Pérez (Santiago)
Dr. M. Caviezes Serrano (Santiago)
Don Jaime Eyzaguirre (Santiago)
COLOMBIA
Dr. Manuel José Forero (Bogotá)
GUATEMALA
Dr. Adrián Recinos (Guatemala)
NICARAGUA
Don Adolfo Calero Orozco (Man.)
HONDURAS
Prof. Eufemiano Claros(Teguc.)
PANAMA
Dr. Ernesto Castillero (Panamá)
Dr. Ricardo J. Alfaro (Panamá)
PUERTO RICO
Don Washington Llorens (S. Juan)
Dr. Miguel Angel Aloy (S. Juan)
PERU
Dr. R. Porras Barrenechea (Lima)
Dr. Pedro Dulanto (Lima)
VENEZUELA
Don M.Picón Salas (Caracas)
Don Jesús A. Cova (Caracas)
Dr. José Nucete-Cardi (Caracas)
ESTADOS UNIDOS
Dr. John P. Harrison (Wásgh.)
Don Lewis Hanke (Austin)
SUMARIO
EDITORIALES:
Grande de la Historiografía Nacional: Cecilio Báez
Dr. Andrés Barbero
ARTICULOS:
Paraguay, por Rubén Darío
Carlos V, El Paraguay y el Río de la Plata
La medicina guaraní-tupí precolonial y colonial, por Gustavo González
Así fueron transcurriendo los días asunceños, por H. Sánchez Quell
Orígenes de la enseñanza superior en el Paraguay, por Efraím Cardozo
La acción de Carlos V. en América a través de una interpretación de Ortega y Gasset, por Julio César Chaves
POESIAS:
Cerro Corá, de Augusto Roa Bastos
Ante el Monumento de Antequera, por Vicente Lamas
NECROLOGIAS
Don Juan Bautista Rivarola
Prof. Emiliano Gómez Ríos
CONFERENCIAS
Bolivia y Triple Alianza, por Hernando Fernández Sanabria
La historia en la sustentación del hombre moderno, por Martín Almagro Bash
Estado actual de los estudios históricos en el Brasil, por Justo Pastor Benítez
La poesía en Guaraní, por Luis De Gásperi
Los Adelantados, por Ricardo Zorraquín Becú
Los Castillos en España, por Casto Fernández Shaw
Un antecedente de la revolución de los Comuneros, por Rafael Eladio Velázquez
Diego Barros Arana, por Francisco Madrid Arellano
CRONICA
Asamblea del I. P. I. H.
Agasajos del I. P. I. H.
Academia Paraguaya de Lengua Española
Consulado del Paraguay en Lisboa
Consulado del Paraguay en Barcelona
ACADEMICOS DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS:
Don Pablo Max Ynsfrán
Dr. Marco Antonio Laconich
Dr. H. Sánchez Quell
Dr. Luis A. de Herrera
Don Mariano Picón Salas
Dr. Emeterio S. Santovenia
LIBROS
Descripción Histórica de la Antigua Provincia del Paraguay, por Mariano Antonio Molas (Comentario de José Concepción Ortiz)
Historia y Filosofía, de Osvaldo Chaves. (Comentario de "La Nación" de Buenos Aires)
Hombres y Épocas del Paraguay, de Arturo Bray (comentario de R. Montefilpo Carvallo)
La Guerra del Paraguay, de Natalicio Talavera (comentario de Carlos R. Centurión)
Capitanes de la Aventura, de Carlos Zubizarreta (comentario de Jerónimo Irala Burgos)
Lecciones de Historia Americana, de Luis G. Benítez (comentario de R. Montefilpo Carvallo)
Madame Lynch, de María Concepción Leyes de Chaves (comentario de Efraím Cardozo)
El Dictador del Paraguay Dr. José Gaspar de Francia, de Francisco Wisner Morgenstern (comentario de José Concepción Ortiz
La Revolución del 14 y 15 de Mayo, (comentario de "La Tribuna" de Asunción)
El General Díaz. Biografía del vencedor de Curupayty, de Julio César Chaves. (comentario de Benjamín Velilla)
Montevideo y Buenos Aires a mediados del Siglo XIX de Amédée Moure (comentario de Rafael Eladio Velázquez)
DOCUMENTOS:
Reconstrucción del Congreso del 17 de Junio
Discurso del Presidente del I. P. I. H.
COLABORADORES DE ESTE NUMERO
GRANDE DE LA HISTORIOGRAFIA NACIONAL: Dr. CECILIO RAEZ
HISTORIA PARAGUAYA rinde en el presente número su homenaje a un gran historiador nacional. En los volúmenes siguientes recordaremos a otros grandes: Manuel Condra, Fulgencio R. Moreno y Manuel Domínguez.
Este segundo volumen de nuestro ANUARIO está consagrado a la memoria ilustre del Dr. Cecilio Báez.
Nació en Asunción el 1° de febrero de 1862 siendo hijo de Nicolás Báez y Faustina González de Báez. Casó con Marcelina Allende. Terminó el bachillerato en 1882 y se graduó en la Facultad de Derecho en 1893, siendo uno de los primeros egresados de la institución.
Tuvo una larga y brillante carrera pública. Oficial del Ministerio del Interior (1883). Secretario de la Cámara de Diputados (1886). Delegado al II Congreso Científico Latino-Americano en Montevideo (1901). Ministro en Washington y México (1903). Ministro de Relaciones Exteriores (1905). Presidente de la República (1905). Ministro en Londres, París y Roma (1916-1920). Delegado ante la Liga de las Naciones (1919). Y nuevamente Ministro de Relaciones Exteriores (1937-1938) . Presidente de la Delegación Paraguaya a la Conferencia de Paz (1938).
Su actuación universitaria fue también larga y proficua. En la Facultad de Derecho enseñó Sociología, Historia, Filosofía, Derecho Romano, Derecho Constitucional y Finanzas. Fue cinco veces reelecto Rector de la Universidad Nacional, cargo que ocupó desde 1929 hasta su muerte en 1941. El aula del sexto año de nuestra Facultad de Derecho lleva su nombre por resolución del Consejo Superior Universitario.
Falleció en nuestra capital el 18 de junio de 1941 siendo rector vitalicio de la Universidad Nacional.
En la adolescencia despierta ya su vocación de hombre público de variadas facetas, algunas de ellas de singular brillantez. Fue esencialmente un educador de la opinión pública, un propagador de ideas modernas. Hacia fines del siglo pasado abrazó la filosofía evolucionista a cuya línea permaneció fiel hasta su muerte. Su severa mentalidad encuadraba perfectamente en la doctrina que reputaba la filosofía como coordinación de las verdades comprobadas por la Ciencia. Valido de esa arma y pertrechado de una vasta lectura en varios idiomas, se dedicó a demoler los últimos vestigios del escolasticismo que persistían como resabios. En este sentido fue un roturador de días de investigación de las verdades de la naturaleza, un maestro del método positivo.
Algunas veces llevó su cientificismo a extremos que desconocían las impresiones sentimentales, el área religiosa y la fuerza de la intuición para establecer supuestos necesarios. En lógica era
un acólito de Stuart Mill y en política un adalid del liberalismo individualista. Su tesis doctoral versó sobre La libertad civil, en lucha constante contra la omnipotencia del Estado.
Eso no quiere decir que el Dr. Báez no comprendiese y explicase el proceso renovador del derecho. Fue el primero en exponer en el país el derecho obrero y social. Su liberalismo no era seco, ni neutro, sino de subido color humanista. En esa materia comprendió el sentido americano de la doctrina como reacción ante la hipertrofia estatal. Para él, lo más importante fue la Constitución que aseguraba el derecho electoral del ciudadano.
Su personalidad cobró relieves en la cátedra que ejerció durante cuarenta y un años con acatada autoridad. Era un estudioso y un divulgador. Cataba para desparramar. Así lo revelan sus numerosos compendios sobre derecho constitucional, civil, internacional, finanzas y sociología.
Fue además un paladín del americanismo. Representó al país con brillo en diversos congresos; defendió el arbitraje obligatorio en la conferencia de México. Fue recibido como un adalid nacional a su regreso del Congreso Científico Latinoamericano de Montevideo.
Su actuación pública fue discutida y ha merecido diversas apreciaciones, pero jamás se hizo tacha alguna a su honestidad y a su patriotismo. Era un hombre de gobierno que tuvo pocas oportunidades de dirección para poder rendir todos los frutos de su espíritu.
Su sitial permanente fue el rectorado de nuestra Universidad. Apenas amainaba la tempestad política y era de nuevo reclamado por la cátedra y el rectorado, prueba de su prestigio, signo y gloria de vivencia. Tenía la vocación del saber comunicativo y la prestancia del Maestro. Era siempre el misino profesor un tanto predicante, afirmativo y claro en el dominio de las ciencias sociales, escéptico ante el mundo y la vida.
En materia histórica su labor es vastísima. Era un historiador de criterio americanista, como corresponde a los enjuiciadores de fenómenos continentales de color propio. Levantó la figura fundadora de Irala; historió la diplomacia nacional; explicó al doctor Francia como consolidador de la independencia. Criticaba pero respetaba la obra de Carlos Antonio López y realizó una apasionada campaña periodística contra el Mariscal. Sus artículos fueron recogidos en un volumen intitulado La Tiranía en el Paraguay.
En el enjuiciamiento de los sucesos contemporáneos de la era constitucional fue ecuánime. Su existencia consagrada a la educación tuvo momentos líricos. Componía versos como manifestación de cultura y de emoción por ideas libertarias y culto a la belleza. Así surgieron el "Canto a Italia" y las estrofas consagradas a Jean Jaurés. Otros poemas que debernos recordar son "A mi bandera", "Las gemas", "El Caballo", "A los héroes del Chaco". Tradujo también poesías de muchos clásicos ingleses y franceses.
Sus obras, son: Ensayo sobre la libertad civil, Asunción 1893; La tiranía en el Paraguay, Asunción, 1903; El Chaco paraguayo, (en inglés y español) New York, 1904; Cuadros históricos y descriptivos, Asunción, 1906; La. instrucción pública en el Paraguay, Asunción, 1908; Ensayo sobre el Dr. Francia y la Dictadura en Sudamérica., Asunción. 1910; Resumen de la historia del Paraguay, Asunción, 1910; El Paraguay moderno, Asunción, 1915; Composiciones en prosa y verso, Asunción, 1918; Conferencias sobre derecho constitucional, Asunción, 1925; Política Americana, Asunción, 1925; Composiciones poéticas, Asunción, 1926; Historia Colonial del Paraguay y Río de la Plata, Asunción, 1926; Le Paraguay, son evolution historique et sa situation actuelle, París, 1927; Filosofía del derecho, Asunción, 1929; Historia diplomática del Paraguay, 2 tomos, Asunción, 1931-32; Derecho internacional público europeo y americano, Asunción, 1936; Introducción general al estudio del derecho, Asunción, 1938; Curso de finanzas, Asunción, 1938; Bosquejo histórico del Brasil, Asunción, 1941.
Más de medio siglo del ejercicio de la cátedra y de la tribuna hicieron de Cecilio Báez un maestro. Su honradez, su desinterés y su valor cívico completan su figura. Era un pródigo fomentador de cultura, un ciudadano de doctrina clara y edificante cuya enseñanza no se puede desconocer y cuya palabra no se podrá olvidar.
DOCTOR ANDRES BARBERO
El 9 de junio de 1951, doña Josefa Barbero de Repetto, don Luis Viola y su esposa doña María Barbero crearon la Fundación La Piedad. Actuaron en la emergencia, según reza el preámbulo de los estatutos societarios, "interpretando y cumpliendo la voluntad de sus padres y hermanos ya fallecidos... con el objeto principal del bien común", y concretamente con el fin de cooperar al sostenimiento de las instituciones fundadas por el doctor Andrés Barbero.
Se dio así un caso único en la sociedad moderna: la entrega por una familia de toda su fortuna al servicio de la colectividad.
Las instituciones creadas o apoyadas por el doctor Barbero son: la Cruz Roja Paraguaya; el Servicio Materno Infantil, creado bajo la insignia de la misma Cruz Roja; las Escuelas Técnicas (hoy "Andrés Barbero") de Obstetras Rurales, de Visitadoras Sociales, de Enfermeras Hospitalarias y Dietistas; el Instituto del Cáncer (hoy "María y Josefa Barbero") ; la Sociedad Científica del Paraguay; la Sociedad Indigenista del Paraguay; el Hogar de Ancianos "La Piedad", el Museo y Biblioteca de la Fundación La Piedad y el Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas.
Todos los bienes de la familia Barbero fueron puestos a disposición de la obra múltiple y vasta que ha de proteger, mantener y acrecentar la Fundación La Piedad, dirigida actualmente por un
consejo de administración presidido con gran capacidad y brillo por el ilustre hombre de ciencia doctor Juan Boggino.
Creador y animador de esta obra que puede servir de modelo y ejemplo fue el doctor Andrés Barbero cuya vida íntegra estuvo consagrada al servicio de su patria y de sus conciudadanos. En la docencia, en el libro, en la función pública, en la gestión administrativa, en las sociedades filantrópicas, en las instituciones culturales y científicas, prestó al país servicios relevantes que merecen la gratitud nacional. Y después de dar a su país los frutos de su inteligencia y de su trabajo, le entregó su riqueza para que sirviese de sostén al huérfano, al desvalido, al enfermo.
Nuestro Instituto que para su noble y alta tarea ha contado siempre con el apoyo y la cooperación de la Fundación La Piedad rinde en esta página su homenaje a este apóstol, a este benefactor de la nacionalidad.
PARAGUAY (Fragmentos)
por RUBÉN DARIO
Tierra de sol, tierra de épica historia, tierra de leyenda. Lo que hicieron sus hombres en la guerra terrible, se ha contado a los niños de América, como las hazañas de los héroes homéricos o los cuentos fabulosos. Porque allí se demostró con sangre y muerte, saber de patria y de sacrificio, quizás como en ninguna parte, y el poeta argentino de la barba florida pudo cantar:
Llora, llora, Urutaú
En las ramas del Yatay;
Ya no existe el Paraguay
Donde nací, como tú:
¡Llora, llora, Urutaú!
Y cuando los niños que quedaron fueron a su vez hombres, ya que no lucharon con el extranjero, lucharon y luchan entre ellos, como en otras tierras de nuestra América ¡Fatalidad!
Y esa región es bella, ubérrima, digna de los halagos y de los beneficios del porvenir, si paz y trabajo hubiese en la concordia de sus hijos.
Hacer que llegue esa hora de concordia y de labor, debe ser la idea primordial de cada buen patriota en la linda tierra Guaraní.
A consecuencia de la guerra espantosa de 1865 a 1870 que desoló al Paraguay, llevándolo a una miseria inaudita, las ciudades y pueblos quedaron reducidos a escombros, y sólo restan de los tiempos de bravura heroica muy contados edificios. Entre ellos son de recordar, por su sobriedad y su belleza arquitectónicas, el palacio de Solano López y el oratorio de la Virgen de La Asunción, ciudad la más ilustre en época memorable, cuando fue el centro metropolitano de Sud América, por su ruidoso fausto. En los arsenales de La Asunción se construían barcos, armas y municiones para la guerra; y ese gran desarrollo industrial animaba extraordinariamente la capital por aquel entonces, cuyos ecos ha sabido recoger y eternizar la historia en capítulo aparte.
Hoy el Paraguay trata de renacer, como el ave mitológica, de sus cenizas y escombros, y en el recuerdo de sus épicas desventuras se levanta en el continente americano, como un ejemplo admirable de patriotismo. El Paraguay es un ejemplo, hoy que el águila yankee mira hacia el Sur, como orientándose para un vuelo de rapacidad conquistadora.
El alma nativa, propensa al ensueño y enamorada de la gloria, da campo a los escritores nacionales para ejercer el apostolado de todas las grandes ideas del arte, de la filosofía, de la patria. El mismo dialecto Guaraní, lengua armónica, melodiosa y sensitiva, revela la variada intensidad del espíritu paraguayo, y es una demostración de la grandeza de aquel pueblo. Tal lengua tiene su literatura. Una literatura llena de brillo y sentimiento, que cuenta con poemas de vasta inspiración, en que son alabados dulcísimamente los encantos naturales: el natural amor, el río de plata, la flora magnífica. Que las conmociones guerreras -de ancestral influencia- tengan definitivo término, y que bajo una bandera de armonía -la nacional—, mediten los bravos paraguayos en el porvenir.
CARLOS V, EL PARAGUAY Y EL RIO DE LA PLATA
Trabajo presentado por el Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas
al III Congreso de Cooperación Intelectual reunido en España.
I
LA POLÍTICA DEL EMPERADOR EN AMÉRICA
Vamos a estudiar sucintamente en este trabajo la acción de Carlos V en el Río de la Plata y en el Paraguay. El tema se une desde luego a política general del Emperador en América. Pero creemos que es en el Plata donde ella surge con mayor claridad. Deriva esto de que la región planteó desde la primera hora problemas peculiares y exigió soluciones de idéntica índole. Hacia el Plata y el Paraguay volcó la Corona entre 1516 y 1556 sus mejores y más tenaces esfuerzos. "Sin duda alguna -expresa Julián María Rubio- a la conquista del Plata se le concedió una importancia extraordinaria, superior a la que se otorgó a la conquista del México y del Perú. . ." Esta afirmación es cierta.
Las razones son las siguientes: la amenaza y ambición de Portugal que codiciaba el Plata; la ilusión sobre la riqueza de la región; las peculiaridades de su conquista que se prolongó durante casi medio siglo, y no fue obra de un solo hombre, como en México y en el Perú, sino de aun grupo numeroso de conquistadores y gobernantes.
Podríamos agregar, por último, aunque no es posible probarlo documentalmente, la fe que el Emperador tuvo en cl Plata, fe que el porvenir iba a confirmar.
El interés de la Corona se hace patente tras el regreso de Caboto y Diego García. Las expediciones que se organizan se destacan por el brillo de los capitanes, el número de los hombres, los recursos arbitrados, las mercedes dispensadas. En 1530 ante el proyecto de capitulación de Miguel de Herrera, el Consejo de Indias comenta a Carlos V que las gracias pedidas son "cosa fuera de orden y no acostumbrado de conceder V. M. en otras poblaciones de las Indias, aunque ningún capitán se ha movido a conquista tan peligrosa y dificultosa como se tiene de esta, ni con tanta gente ni gasto como el alcaide ofrece. . ."
La ilusión del Plata culmina con el apresto y partida de la expedición de don Pedro de Mendoza, de seguro la más importante de las organizadas para la conquista del continente de Colón. "Este fue el mayor número de gentes y mayores naves que nunca pasó capitán a Indias" Y Gonzalo Fernández de Oviedo afirmó: "sin duda era compañía para parecer bien en el exército de César y en todas las partes del mundo, y aun estuviera mejor empleada que donde fue..."
Todo en la armada fue grandioso y brillante: el prestigio del Adelantado; las ventajas que obtuvo de la Corona: la fama de sus lugartenientes, los funcionarios, el número de hijodalgos y también los anónimos soldados -muchos de los cuales- pronto serían los elegidos de la fama y de la gloria. Y después las naves, las armas, los recursos, las provisiones. Y dándole el sello definitivo, el calor del pueblo: "acudió tanta gente" que tuvo que anticiparse la partida.
No corresponde estudiar aquí el desarrollo de la expedición, su destino dantesco. Cronistas, historiadores, literatos lo hicieron de mano maestra. Sobre el magnífico primer Adelantado y su hueste brilló un signo de tragedia; la decepción que provocó el fracaso fue aún más grande que la ilusión.
Los pocos que retornaron a España difundieron en su patria el descrédito de esa conquista: en el lejano Paraguay no había oro, ni plata, ni víveres: sólo hambre, sangre, dolor y muerte. Los términos comunes y generales para designar esa conquista fueron desde entonces los de "empresa infamada", "tierra tan infame". "Enmentándola -cuenta un conquistador- escupen..."
Y así como con ímpetu avanzó la gente hacia las naves de Don Pedro, huían ahora de cualquier flotilla que tuviese él Río de Solís como destino.
Fue un momento crucial. Estuvo en juego la conquista y la civilización de la mitad Sur de la América del Sur. Portugal acechaba lista para el zarpazo. En la lejana Asunción -fuerte de techo de paja y paredes de barro- se había asilado la historia. Allí, un puñado de españoles, en medio del desierto, sostenía los estandartes de su rey, de su raza y de su fe. Era imperioso, urgente, protegerlos, auxiliarlos, salvarlos. La empresa privada había fracasado por completo en la tentativa de armar nuevas expediciones. Y es entonces guando surje, resuelta, firme, audaz la voluntad de Carlos V.
II
AUXILIO AL PLATA
El principal trabajo de la Corona se encamina a organizar nuevas expediciones con destino al Plata. A través de los mandamientos reales se palpa la ansiedad del Emperador.
Don Pedro de Mendoza antes de partir para América otorgó poder amplio a Martín de Orduña para fletar una flotilla y llevarle las provisiones necesarias. Quiso asegurar de este modo su comunicación con España. Orduña asoció a su empresa a Domingo de Zornoza; diversos obstáculos impidieron el cumplimiento del convenio con el primer Adelantado. Sólo en mayo de 1537 pudo alistarse una nao y un galeón. Alonso de Cabrera fue designado jefe de la expedición.
En junio de 1537 es dirigida una cédula real a Cristóbal Frías de Marañón quien se ofreció a marchar en seguimiento y socorro de la expedición de Mendoza:
"ha muchos días que no tenemos nueva del dicho don Pedro de Mendoza ni de su armada y así es de creer que tenga necesidad de ser socorrida touelo por bien y por la presente doy licencia y facultad a vos el dicho capitán..... entregueis dicha gente al dicho pedro de Mendoza y si fuere muerto a la persona que tuviere la gobernación de dicha provincia. . .”
A fines de agosto arribó la nao Magdalena y se supo del desastroso fin de Mendoza y de las penurias de su gente.
Comenta Gandía: "Los parientes de aquellos mil quinientos hombres que habían partido dos años antes llenos de ilusiones, con un canto en el corazón y una sonrisa en los labios, seguros que volverían con las naos cargadas de riquezas rescatadas al Rey Blanco en la Sierra de la Plata, sintieron caerse el alma a los pies y quedaron desconcertados al saber él trágico fin de aquella brillante armada.
"Pero lo que hasta este momento todos los historiadores han ignorado es que de acuerdo con los contratos que existían entre don Pedro de Mendoza, Martín de Orduña y Domingo de Zornoza,
mercaderes vascongados, éstos dos últimos habían preparado unas naves cargadas de provisiones para los habitantes del Río de la Plata, las cuales debían hacerse a la mar bajo las órdenes de Alonso Cabrera. Quiso él destino que poco antes de partir llegase la Magdalena con las más tristes noticias que se podía imaginar, y entonces los entusiasmos que el proveedor general de la provincia del Río de la Plata y representante de don Pedro de Mendoza. Martín de Orduña, y los tripulantes de las naos tenían por aquel viaje en el cual habían puesto tantas esperanzas, se transformaron en un negro pesimismo y en un afán incontenible de evitar la partida, huir del puerto y quedarse en sus tierras, que, aunque pobres e ingratas, eran mil veces más tranquilas y seguras que aquella conquista donde habían sucumbido tantos compañeros. Los tripulantes no esperaron nuevas órdenes ni se aventuraron a que los hiciesen partir por fuerza: escaparon como quien huye de la perdición y de la muerte. Cada cual se fue a su aldea, a encerrarse en su casa, diciendo adiós a aquel desengaño que por suerte no los había arrastrado tan lejos..."
Ante la situación creada, Orduña y Zornoza quisieron suspender la expedición. Los Reyes -que tuvieron una gran contrariedad al saber de la muerte de don Pedro y la suspensión de la
expedición de auxilio- adoptaron en seguida enérgicas medidas para ir en apoyo de sus súbditos abandonados en el Plata. Dijeron a la Casa de Contratación:
"sabido por M. de Orduña y D. de Zornoza que el dicho Mendoza era fallecido aunque estaban los dichos navíos a punto de hacerse a la vela y con licencia nuestra seguir su Viaje a la dicha provincia a hacer el dicho socorro han dejado de despacharlo y por que a nuestro servicio y a la población de dicha provincia convienen que los dichos navios no dejen de hacer este viaje especialmente siendo como somos informados que el dicho don Pedro de mendoza dejó por he-redero a un juan de ayolas el cual está en la dicha provincia; yo os mando que luego hagais parecer ente nosotros a los dichos martín de Orduña y domingo de zornoza y los persuadais a que envien estos dichos navios al río de la plata como lo tenían acordado y que vaya por cap de ellos el dicho alonso cabrera y teniéndolo por bien proveais que se partan con la mas brevedad que pueda ser..."
En real célula a Martín de Orduña:
"Los de nuestro consejo de Indias me han informado del estado en que tenéis la armada para socorro del río de la Plata y de lo mucho que en ello me servis y que por ser muerto don pedro de mendoza no hay causa ni razón para hacer mudanza ni por do debáis dejar la dicha armada por ser la obra tan buena y por el mucho provecho que se espera por ser la tierra tal y haber en ella quedado tantos súbditos nuestros mucho os rogamos y encargamos. .. que con toda brevedad posible despacheis la dicha armada que acerca de ella os hablaran los de esa casa..."
Urgía la Reina a Martín de Orduña su partida:
"Será muy grande deservicio de Dios nuestro señor y de su majestad tardar de enviar socorro a la dicha gente que en el Río de la Plata lo está, por estar ella sin bastimentos ni cantidad de gente que se pueda sustentar..."
Sigamos a Gandía en su relato:
"Los Oficiales de la Casa de la Contratación hicieron comparecer ante ellos a Martín de Orduña y Domingo de Zornoza el 30 de septiembre de 1537, les explicaron cuáles eran los deseos de la Reina y las nuevas facultades que les daba, los instaron a que cumpliesen lo que su magestad les ordenaba para bien de la conquista y socorro de los conquistadores, les aseguraron que serian ratificados de todos sus gastos y le recomendaron muy especialmente que no dejasen de llevar "madera e aderezos para hacer dos o tres bergantines" con los cuales recorrer los ríos y buscar a la gente que hubiese quedado de la expedición de don Pedro de Mendoza y, en caso de no encontrar a nadie, estar en condiciones de cruzar el Estrecho de Magallanes.
"Martín de Orduña y Domingo de Zornoza reflexionaron sobre lo que los Oficiales Reales les acababan de decir y al cabo de unos instantes respondieron que estaban dispuestos a servir a Su
Magestad y a enviar a Alonso Cabrera con gente, armas y bastimentos de la provincia del Río de la Plata "por la forma e manera que las habían de despachar artes que supiesen el suceso y fallecimiento de dicho don Pedro de Mendoza".
Convencidos Orduña, Zornoza y Cabrera, quedaba otra tarea importante que cumplir: volver a reunir a la tripulación desperdigada al saber la tragedia del Río de la Plata. Las justicias de Andalucía -cumpliendo instrucciones de la Casa de Contratación- se pusieron a buscar y aprehender a los "maestros, pilotos, marineros, calafates y carpinteros" que desertaron. Al mismo tiempo se brindaron grandes ventajas para el viaje. Se pregonó en Sanlúcar: "si alguna persona hubiese que quisiese pasar el Río de la Plata, las naves están en el pozo de Chipiona y estarán hasta la tarde; yendo a ellas los recibirán y darán pasaje y comida sin pedirles dinero por ello. . ."
Y así, tras de grandes trabajos y muchas inquietudes, el 2 de octubre de 1537 partió rumbo al río de Solís la nao Marañona conduciendo a Alonso de Cabrera y a su heterogénea hueste.
Acertadamente comenta un autor: "En estas circunstancias críticas, cuando el afán emigratorio sufrió tan gran revés que, abandonada la población española del Río de la Plata a su propio
destino, y dejado el socorro a la iniciativa particular y a la libre voluntad de los mercaderes interesados, se hubiese perdido la colonización iniciada en el territorio argentino; solamente la perspicacia y pertinacia de la Corona y de su Consejo de las Indias, posponiendo las ganancias momentáneas a las perspectivas halagüeñas en lo venidero, salvaron y aseguraron la obra de España en el Río de la Plata. Durante todo el siglo XVI, la población de aquellas provincias dependía primordialmente de la ayuda que quisiese o pudiese prestarle el gobierno metropolitano. . ."
En octubre de 1539 llegó de los reinos del Río de la Plata, Antonio López de Aguiar y manifestó:
"vista la necesidad en que quedaron los conquistadores y pobladores que en la dicha provincia están, él por nos servir y por socorrer a la dicha gente quiere volver con el dicho su galeón a la dicha provincia y llevar en el todo el más socorro que pudiere..."
Se prestó al solicitante la ayuda requerida. Infelizmente, la nave de López de Aguiar naufragó en el Guadalquivir cuando salía rumbo a América.
Durante los años 1538 y 1539 no salieron flotas con destino al Plata. Después de varias tentativas se capituló en 1540 con Alvar Núñez Cabeza de Vaca. En el documento se hace de nuevo
patente la preocupación de la monarquía por la suerte de los hombres del Paraguay:
"en el nuestro consejo de indias se ha platicado muchas veces si el dicho juan de ayola es muerto y si fuese vivo él y la gente española nuestros súbditos que en la dicha provincia están por la necesidad en que somos informados que están de mantenimientos, vestidos y armas y munición y otras cosas necesarias para proseguir la dicha conquista y descubrimiento, fuesen socorridos, vos, Alvar Núñez Cabeza de Vaca con deseo del servicio de Dios nuestro señor y nuestro y acrecentamiento de nuestra corona real y porque los españoles que en la dicha provincia están no perezcan..."
Como demorase la partida de la expedición por real cédula a la casa de Contratación se insiste en que aquella salga a la brevedad "por la gran necesidad en que están los españoles que en ella (en el Plata) quedaron".
A esta altura se hizo "ciertos requerimientos" y la Casa de Contratación ordenó se responda. Intervino el Monarca advirtiendo que si se diese lugar "se recibiría mucho daño" y la armada no podría partir por el mes de septiembre como está obligado (Alvar Núñez) y sería causa que los españoles que están en la dicha provincia pereciesen de que Dios nuestro señor y nosotros seríamos deservidos..." Ordenó no escuchar ni admitir ninguna cosa "en estorbo de la armada" y que se dejase ir libremente "al dicho Cabeza de Vaca".
Son sabidas la vicisitudes de la expedición de Alvar Núñez y la deposición de este Adelantado en la capital asunceña. Siguió una serie interminable de pleitos hasta 1547, años en que capituló con Juan de Sanabria "la conquista y pacificación de las provincias del Río de la Plata y llevar socorro a los españoles que allí estaban. . . "
Carlos V aceptaba "el socorro que vos (Juan de Sanabria) habéis ofrecido hacer a los españoles que quedaron en la provincia del Río de la Plaza. . . "
Por real cédula se mandó al Asistente de Sevilla se "atienda, preste favor y ayuda a las gentes que estaban en dicha ciudad para ir en la armada de Juan de Sanabria al Río de la Plata..."
Es conocido el triste fin de Juan de Sanabria cuyos derechos al adelantazgo pasaron a su hijo Diego. Mientras aprestaba la nueva expedición, nombró el Emperador el 25 de octubre de 1549, al licenciado Alanís de Paz, gobernador y justicia mayor de la provincias del Río de la Plata, cargo que ejercería mientras se cumplía el "socorro que Juan de Sanabria ofreció hacer a los españoles que quedaron..." en las citadas provincias.
Pasan los años pero el apoyo de la Corona al Paraguay sigue firme. A comienzos de 1553 se ordena a los oficiales de la Casa de Contratación apresten dos naos, que vayan al Plata y suban
río arriba, conduciendo al obispo y a otros religiosos. A fines de ese mismo año pidió a los mismos oficiales estudiasen la posibilidad de fundar una población en San Francisco que sirviese de enlace con Asunción pues gran "necesidad hay de remedio en aquella tierra. . . "
Desde 1536 hasta 1556 transcurrieron veinte años durante los cuales la Corona no cejó en su empeño de proteger la conquista y colonización del Plata y del Paraguay y auxiliar a los españoles súbditos de esas regiones.
III
MEDIDAS DE PROTECCIÓN
Estudiemos ahora las medidas de orden político, económico y espiritual dictadas por Carlos V en protección de los españoles del Plata.
En 1546 llegó a España como procurador de los vecinos de Asunción, Martín de Orué, el que hizo ante la Corona una exposición patética de la situación de sus mandantes:
"lo mucho que estamos adeudados y gastados en sustentar esta conquista y a los grandes y continuos trabajos que hemos padecido diez años ha y en adelante esperamos padecer así de hambres, fríos, y lo de remar los bergantines subiendo y bajando seiscientas leguas por el río arriba con grandes fatigas en el descubrimiento de ella, de nos hacer y haga merced..."
Con motivo de las gestiones de Orué el Emperador aprobó un conjunto excepcional de disposiciones de protección y apoyo que vamos a estudiar más adelante.
Orden social. Una política de paz y armonía fue preconizada en forma constante: por real cédula se mandó no dictar condenas "entre los individuos que después de haber tenido cuestiones se
hubiesen hecho amigos". No habiéndose usado armas ni hubiese sangre "no procedáis de oficio ni le llevéis pena ni achaques".
En la recordada cédula real del 12 de setiembre de 1537, se mandaba elegir gobernador "con toda paz y sin bullicio ni escandalo aperciviendonos que de lo contrario nos tendremos por deservidos. . ."
Algo que preocupó siempre al monarca fue la protección del Indio. En agosto de 1540 nombró al deán de la iglesia catedral de Cartagena, Miguel Ballesteros, protector de los indios del Río de la Plata. En la real cédula pertinente se lee:
"somos informados que a causa del mal tratamiento que han hecho a los indios naturales de las nuestras indias islas y tierra firme del mar océano que basta aquí se han descubierto no mirando las personas que los tenían y tienen a cargo y encomienda el servicio de Dios ni lo que eran obligados y guardando las ordenanza y leyes por los Reyes Católicos y por nosotros hechas para el buen tratamiento y conversión de los indios han venido en tanta disminución que casi las dichas tierras están despobladas y Dios nuestro señor ha sido deservido y se han seguido otros muchos daños y males e inconvenientes y por que esto no se haga ni acaezca en la provincia del Río de la Plata, confiando de vuestra persona, fidelidad y conciencia...''
Ballesteros quedó autorizado a enviar veedores a cualquier parte de los términos de "su protectoría"; a efectuar pesquisas e informaciones sobre los malos tratamientos a los indios. Si resultasen culpables el gobernador o los oficiales reales debía elevar la causa al Consejo de Indias o la Real Audiencia de Panamá para que se hiciese justicia.
Orden político. La de mayor importancia es la contenida en la cédula real del 12 de setiembre de 1537, dictada a poco de saberse la muerte de don Pedro de Mendoza.
"Por cuanto vos Alonso Cabrera, nuestro veedor de fundaciones de la Provincia del Río de la Plata vais por nuestro capitán en cierta Armada de dicha provincia en socorro de la gente que allí quedó, que proveí en Martín de Orduña o Domingo Zornoza, y podría ser que al tiempo que don Pedro de Mendoza nuestro gobernador de dicha provincia difunto salió de ella no hubiese dejado lugarteniente o el que hubiere dejado, cuando vos llegaredes fuera fallecido, o al tiempo de su fallecimiento, o antes no hubiese nombrado Gobernador, o los conquistadores, y pobladores no lo hubiesen elegido, vos mandamos que en tal caso y no en otro alguno hagáis juntar los dichos pobladores y los que de nuevo fueren con vos, para que habiendo primeramente jurado elegir persona cual convenga a nuestro servicio y bien de dicha tierra, elijan por Gobernador en nuestro Nombre, y Capitán general de aquella provincia, á persona, que según Dios, y sus conciencias pareciere más suficiente, para el dicho cargo, y la persona, que así eligieren todos de conformidad ó la mayor parte de ellas, use y tenga el dicho cargo: al cual por la presente damos poder cumplido para que lo ejecute cuando a Nuestra Merced y voluntad fuere. Y si aquel falleciere se torne a proveer otro por la orden susodicha: lo cual vos mandamos que así se haga con toda paz, y sin bullicio, ni escándalo, aperciviendoos que de lo contrario nos tendremos por deservidos..."
En 1546 a pedido de Orué se autorizó a "las ciudades y villas que hay pobladas y se poblasen..." a proveer el oficio de fiel executor.
El mismo año y también a solicitud del mismo Orué se confirmaron las ordenanzas que los pueblos del Río de la Plata hubiesen hecho para su uso particular:
"se da licencia y facultad a la justicia y regimientos de las ciudades y villas que hubiese pobladas o se poblasen en la dicha provincia del río de la Plata para que puedan hacer y hagan las ordenanzas que vieren ser necesarias que no sean contra derecho y buenas costumbres y de las que así hicieren usen de ellas por el término de tres años y durante dicho término sean obligados a llevar confirmación nuestra de las dichas ordenanzas..."
La Corona a pesar de la distancia y de la falta de información celaba estrictamente la conducta de sus adelantados y gobernadores. Es sugestiva la instrucción al tesorero Juan de Salazar dada en Monzón, el 22 de julio de 1547:
"otro si habéis de tener mucho cuidado y vigilancia de ver lo que a nuestro servicio cumple y se hacen en la dicha provincia por la población y pacificación de ella y avisarnos larga y particularmente como se cumplen y ejecutan nuestros mandamientos en la dicha provincia y como son tratados los indios naturales de ella y como guardan nuestras instrucciones y otras cosas que acerca de su libertad hemos mandado, especialmente las cosas que tocan al servicio de Dios Nuestro Señor y culto divino y conversión de los dichos indios a nuestra Santa Fe Católica y todo lo demás que no viereis que debo yo ser informado..."
El Emperador ordena al gobernador Alanís de Paz le informe cómo gobernó Domingo Martínez de Irala:
"nuestra voluntad es saber como y de que manera los nuestros gobernadores y sus tenientes y alcaldes ordinarios y otras justicias que han sido y son de la dicha provincia del Río de la Plata han usado y ejercido sus oficios..."
Nótase una intensa preocupación por los desafueros que puedan cometer los que mandan amparados en el aislamiento y en la incomunicación.
En las instrucciones a Alvar Núñez se dispone: que no se impidiese a nadie escribir o embiar al Rey. Pero la inquietud data de muchos años atrás. En cédula real dada en Vitoria el 15 de
diciembre de 1521 se ordena que los vecinos y habitantes de América puedan venir libremente "a nos informar y asimismo escribirnos y hacernos relación de todo lo de allá" sin que nadie pueda poner impedimento. Si se pone impedimento los vasallos no escriben. "Mandamos y defendemos firmemente que lo puedan hacer sin que se les ponga embargo ni estorbo ni impedimento".
En 1546, a pedido de Martín de Orué, se dio nuevo vigor a esta disposición. El Emperador ordenó a su representante en el Plata "ver la dicha carta que de suyo va incorporada y la guardéis y cumpláis y ejecutéis y hagais guardar, cumplir y ejecutar".
Al mismo fin tiende la orden de que a nadie se impida salir libremente de las Indias y viajar a España: "que cuando alguno o algunos vecinos de esa dicha provincia quisieran venir a estos reinos no debiendo deuda a nos ni a otra persona ni habiendo cometido delito.. . los dejéis y consintáis salir de dicha provincia y venir a estos reinos..."
Con estas sabias disposiciones quiso adelantarse Carlos V a los excesos y atropellos que cometieron los hombres que ejercieron el poder escudados en la distancia y la falta de control.
Orden económico. La política en este orden fúndase en el comercio libre, la supresión de cargas impositivas y fiscales, y el fomento de la agricultura, la ganadería y la industria.
Los genoveses Juan Pedro Bibaldo y León Pancaldo vinieron con dos naves llenas de mercaderías queriendo llegar al Perú por la vía del Estrecho de Magallanes. No consiguieron atravesar el Estrecho por lo cual volvieron al Río de la Plata donde llegaron a comienzos de 1538. Las naves se perdieron pero la rica mercadería se salvó. Sus propietarios fueron víctimas de las arbitrariedades de Ruiz Galán y varios de sus compañeros. Sabedor del hecho Carlos V condenó en carta al gobernador del Río de la Plata "los malos tratamientos" que hizo Ruiz Galán en ciertos mercaderes genoveses" por lo que quedaron "muy amedrentados". Y Plata "los malos tratamientos" que hizo Ruiz Galán en ciertos mercadería a esa provincia sean bien tratados y se les guarden sus libertades y no se les haga fuerza ni detenimientos en sus personas...”
Del mismo día en otra importante real cédula: "ciertos mercaderes y otras personas de relación convencidos "de la calidad y bondad de la tierra" llevaron cantidad de mercaderías y bastimentos y otras cosas necesarias "lo cual sería muy grande socorro para los cristianos que en esa tierra residen..." Por lo cual se ordena: "Sobre todo lo que se cargue en 1540 no pidáis ni llevéis derecho almojarifazgo por quanto de los maravedies que en ellos se montaren yo hago merced a las personas que lo llevaren .
Son numerosas las disposiciones por la que se suprimen o disminuyen los impuestos. Martín de Orué declaró que "si no fuesen socorridos de estos reinos con mantenimientos, vestidos y otras cosas, padecerían muy grande necesidad porque no había provincia ni tierra comarcana donde pudiesen ser socorridos y nos suplicó en el dicho nombre que pues la tierra era nuevamente comenzada a poblar y era justo que los que en ella estaban y a ella fueren de nuevo fuesen libertados por algunos años de no pagar almojarifazgo. . . "
Carlos V resolvió ante este reclamo que durante diez años no se pagase almojarifazgo y así se pregonó en las gradas de las catedrales de Asunción y Sevilla. En 1553 se amplió esta disposición por diez años más.
El mismo Orué hizo relación "de lo mucho que los dichos sus partes (los vecinos del Río de la Plata) avian trabajado en el descubrimiento y población de la dicha tierra y lo que habían padecido en ella..." y pidió algunas mercedes. La Corona dispuso que en adelante "no paguen quinto alguno" salvo del oro, plata, piedras preciosas, perlas y esclavos.
En 1554 se decretó que los descubridores y conquistadores del Plata no paguen el quinto de lo que sacaren de las minas de oro y plata por el término de doce años. Así se dispuso por que
de lo contrario "se perdería el trato de las minas" y por "los grandes trabajos que han pasado en el dicho descubrimiento..."
Debemos citar por último una real cédula fechada en Monzón el 22 de julio de 1547 que ordenaba que por cuatro años no se obligue a pagar la deuda a la Corona por mantenimiento y otras cosas. Un año antes se había resuelto que durante cuatro años no se ejecutare a los pobladores y conquistadores del Río de la Plata.
Fomento del trabajo. Abundan las disposiciones destinadas a fomentar el trabajo en todos sus aspectos. Ya vimos el amparo prestado al comercio de nacionales y extranjeros. Las instrucciones a Alvar Núñez contienen una serie de medidas muy felices en el orden examinado. Entre otras recordemos las siguientes adoptadas con posterioridad:
1. Para que los vecinos del Río de la Plata puedan hacer barcos y bergantines para proseguir los descubrimiento o para contratar.
2. Para que se dejen ejidos y tierras destinadas para pastos, comunes, y caminos y sendas y abrevaderos.
3. Confirmando los derechos de posesión de los terrenos dados a los vecinos de Asunción con el fin de que no se pierdan lo que se estuviese labrando o edificando.
4. Apoyo para el establecimiento de un ingenio de azúcar.
5. Autorización para tener fraguas en las casas para fabricar los utensilios de hierro y acero necesarios para la labranza.
6. Disposición estableciendo que las pesquerías de los ríos y lagunas sean comunes.
VI
EL EMPERADOR Y ASUNCIÓN
De toda la documentación estudiada surge no sólo el interés sino la simpatía del Emperador por el Río de la Plata y el Paraguay, que en muchas cédulas y cartas dejó constancia de "la voluntad que tenemos a la población y ennoblecimiento de la dicha provincia . . . "
Durante todo el siglo XVI, el centro y el corazón de la conquista en esta parte del continente fue la ciudad de la Asunción. Con razón comenta Juan Francisco de Aguirre:
"El Paraguay, al contrario, abundante de bastimentos y de otras materias esenciales para los edificios, el vestuario y la navegación y aún de otras aunque no tan de primera necesidad siempre benéficas á los pueblos fue madre de aquellos primeros españoles. Los crio, le fueron tan nobles como generosos con los signos de la mejor voluntad. La discordia y la disensión con los demás pueblos hizo solitaria la confederación con los vencedores de sus enemigos. Estos son rasgos de la divina providencia, y la Asunción venturosa colonia que levantaron aquellos españoles en el centro de la América, al mismo tiempo que puerta y llave, es muy singular por ambas circunstancias entre las conquistas ultramarinas.
"La fama rica de la tierra y sobre todo porque Dios quería arraigar en ella la Santa Fe, constituyó la Asunción un centro á que concurriesen muchas gentes. No sufría el espíritu español la opresión; el teatro de sus reconocimientos llamaba su extensión; su fidelidad al soberano, la comunicación á Castilla y aquellos hombres se entregaron á unas enormes distancias en divisiones tan pequeñas que por el norte y medio día por el oriente y poniente formaron sus establecimientos que son testimonio de su admirable esfuerzo. Un golpe de vista sobre la carta desde Santa Cruz á Buenos Aires acreditará esta proposición, pero tuvo la desgracia de ejecutarse en un país pobre y basta para que ni sea conocido, ni apreciable.
"Tres mil españoles con corta diferencia llegaron á la Asunción en las entradas que tuvo inclusos sus fundadores y aunque algunos trajeron sus familias y los mas se avecindaron claro está que por las jornadas continuas tuvo pérdidas de gente y los documentos nos dijeron su falta conocida para la población. Las divisiones no podían ser sino pequeñas; pero la Asunción ya que no un centro de riquezas, si de mantenimientos y depósito de socorros, era un recurso de apelación en los mayores conflictos, el hambre y los enemigos, para cuyo remedio, como buena madre extendía su mano en lo posible. Las colonias y su subsistencia la hacen verdaderamente gloriosa: y aunque es verdad no la deben su fomento, no por ello perderá el derecho de que sean sus hijos por más que en el día esté casi olvidada, tan tierna memoria".
Y el ilustre marino español rinde este tributo a los españoles que conquistaron y colonizaron el Paraguay:
"¡Oh ilustres españoles que habéis obrado la conquista y población de este discurso! Sois dignos de sus últimas expresiones con la memoria mas reverente. Quien os considerare pocos y mal municionados, como lo dicen los documentos. Entre muchos enemigos, vuestro teatro, las inmensas aguas estancadas y corrientes, la intemperie, la inclemencia, la ponzoña y los insectos, admirará vuestra constancia, tanto mas que alguna de vuestras jornadas son empresas en el día. Carecisteis mucho tiempo del poderoso bien de los ganados mayores, ni serian abundantes en los próximos años de su ingreso, circunstancia por cierto que constituye vuestros pasos en el asombro.
"Quien conoce en el día las grandes dificultades que se tocan para seguir vuestro ejemplo, ve la mano de Dios que os condujo á estas regiones y visible su protección, pues os concedió el gran auxilio de los indios amigos, aun en sus rebeliones mas generales. ¡Oh siglo de su predilecta España! La Iglesia celebra su engrandecimiento por la fe; las ciencias y las artes aplaudirán su entendimiento; Neptuno y Marte su heroicidad; los mares y campañas de Europa, Asia, África y América, te publicaran primogénito en ambos elementos. Grecia y la misma Roma te cederán el lugar del heroísmo y de las artes.
Por eso, por su labor civilizadora y fundadora, Carlos V rindió homenaje a la ciudad que supo ganarle medio continente. En real cédula a Juan de Salazar, dada en Guadalajara, el 30 de mayo de 1547, dejó de ello clara constancia:
"Por cuanto por parte de vos, el Capitán Juan de Salazar, nuestro Tesorero de la Provincia del Río de la Plata, e llevastes cargo de gente para el descubrimiento de aquella tierra, y que llegado a ella nos servistes en todo lo que se ofreció y poblastes la ciudad de la Asunción, que fue causa para que todos los españoles que en la tierra estaban se reparasen que hecha dicha población, trabajastes de traer de paz todos los indios de la comarca, que ansí en estos como en hacer algunos descubrimientos por tierra adentro yendo por capitán de la gente que llevabades de vuestro cargo, y que en otras cosas que se ofrecieron, nos servistes como bueno y leal vasallo nuestro. . ."
Carlos V honró a Asunción dándole el título de "muy noble y muy leal", y autorizó que su Ayuntamiento estuviese integrado por veinticuatro capitulares, igual que en la ciudad de Sevilla. Puede afirmarse que Asunción fue una de sus ciudades predilectas: nombrado el primer obispo del Plata, fray Pedro Fernández de la Torre, el monarca según nos cuenta Ruiz Díaz de Guzmán le hizo "merced de mandarle dar una ayuda de costa para el viage, y más de cuatro mil ducados en ornamentos pontificales, santorales, y otras cosas necesarias para el culto divino, que todo sirvió de gran ornato y lustre para aquella República". Y se ha mantenido en el Paraguay la tradición de que el Emperador con sus propias manos bordó unos paramentos destinados a la catedral de Asunción.
Asunción, setiembre de 1957.
LA MEDICINA GUARANI - TUPI PRECOLONIAL Y COLONIAL
Primera Parte
por GUSTAVO GONZALEZ
La medicina tupí guaraní primitiva era una combinación enmarañada de magia, superstición y empirismo, no más y quizás mucho menos que la medicina europea de los siglos XIV, XV y XVI que atribuía virtudes curativas preciosas a la imposición de las manos del rey o a los bezoares. Bezoar es una concreción de pelos, fibras vegetales, resinas y moco de forma esférica y dimensiones de naranja o pomelo que se forma en las vías digestivas de los rumiantes -ciervos, cabras, camellos, vacas- o en el estómago de idiotas y locos omnicófagos y tricófagos. El libro Paraguay natural del jesuíta Sánchez Labrador, cuyos caudalosos capítulos dedicados a la medicina colonial están llenos de supersticiones médicas traídas de Europa por los españoles -es un muestrario elocuente.
En los Siglos XV - XVI - XVII la hechicería, la astrología, la quiromancia, la botica inmunda, y el más cándido empirismo tenían cultores admirados y muy bien rentados en las cortes reales de Europa. Cuenta I. W. Haggard los ritos medicinales aplicados a Carlos II de Inglaterra por su médico de cámara.
"Según dicen los anales, una mañana a eso de las ocho del día 2 de febrero de 1685 el rey Carlos perdió el conocimiento mientras se afeitaba en su dormitorio. Inmediatamente se requirió la presencia de su médico que lo primero que hizo fué sacarle 500 grs. de sangre del brazo derecho y después 250 grs. del hombro izquierdo (hacía cincuenta y siete años que Harvey había descripto la circulación de la sangre) diole luego un emético para que vomitara, dos purgas y una enema que contenía antimonio, sal de piedra, hojas de malvavisco, violetas, raíces de remolacha, flores de manzanilla, semillas de hinojo, linaza, aceite de Cardamomo, canela, azafrán, cochinilla y áloes. Después se le afeitó la cabeza al Rey y se le produjo una ampolla en el cráneo y se le dieron polvos estornutatorios de semillas de eléboro para purgar su cerebro ya que entonces se creía que la secreción nasal venía del cerebro y polvos de prímula para fortalecérselo. Se continuaba mientras tanto la administración de eméticos a intervalos frecuentes al mismo tiempo que se le daba una bebida calmante compuesta de agua de cebada, regaliz y alumbres dulces, vino ligero y aceite de ajenjo, anís, hojas de cardo silvestre, menta, rosa y angélica. A los pies le pusieron un emplasto de pez y estiércol de palomar y después se le hicieron más sangrías seguidas de la administración de semillas de melón, maná, olmo, agua de cerezos negros, extracto de lirio del valle; peonía, espliego, perlas disueltas en vinagre, semillas de genciana, nuez moscada y clavo. A esta mezcla se le añadieron cuarenta gotas de extracto de cerebro humano y finalmente en la desesperación se probó la piedra bezoar, y el Rey murió. Apenas si una sola medicina de las que el Rey recibió se sabe hoy día de menor efecto sobre el organismo. La mezcla de estas drogas suena más a pesadilla que a farmacia". (Sic.)
CONCEPTO DE LA ENFERMEDAD
La enfermedad llamábase marã. Su concepto mágico de quid¬maligno que se introducía en el cuerpo de la víctima inducido por fuerzas mágicas, no excluían ciertamente algunas relaciones etiológicas más racionales que de paso analizaremos, como las heridas y traumas inferidos por el adversario, las fieras, y sabandijas de las selvas y las molestias causadas, ;por inclemencias del tiempo ... Inclusive la depleción de la vida indígena, deteriorada por las nuevas reglas sociales impuestas por encomenderos y jesuitas, causaban dolencias atribuidas lógicamente a este cambio sociobiológico, como se puede apreciar en la palabra leko katú, vida buena, feliz y saludable. Según Montoya, que miraba la vida del salvaje desde un ángulo europeo y cristiano de observación, los indios de las Misiones decían de los que aún vivían libres de la disciplina misionera en sus bosques impenetrables y de acuerdo con sus primitivas costumbres, que su existencia era dichosa y saludable "teko katú... Y de los que vivían cansados de trabajar en los yerbales y en las misiones, que su vida era penosa, dolorosa, enfermiza "teko asy".
El guaraní-tupí había gozado antes de la colonización, de una vida absolutamente libre, regido por sanos instintos de conservación, -se entiende que en su etapa cultural y en su habitat- sin
más limitaciones que aquellas impuestas por laxas reglas de convivencia tribal. La vida era puramente deportiva, dedicada a la pesca, la caza y la guerra de tipo indio, que exigían solamente tensiones psíquicas y esfuerzos a veces supremos, pero transitorios.
El indio del yerbal decía "che rekó asy": vivo trabajando o sea penosamente. añembo ekó asy": heme puesto a trabajar, es decir penosamente. Tekó asy aiporára: padezco trabajo; tekó asy
rero kuimbá-é yara: sufridor de trabajos. Asy significa pena, dolor; mbaé asy: enfermedad; aratasyva: enfermo.
Los pródromos o primeros síntomas de la enfermedad se llamaban ara mba-á: el día o tiempo de iniciación de la enfermedad.
Entre las etiologías que empezaban a racionalizarse corresponde mencionar la relación de ciertos lugares pantanosos, donde periódicamente los ríos se desbordaban, con el estallido de las epidemias palúdicas. Los capitanes de Irala fundaron pueblos en el altiplano paranaense, actualmente brasileño, que fueron luego abandonados porque el paludismo diezmaba las filas españolas (migraciones de Villa rica del Espíritu Santo). En cambio, los jesuítas, atendiendo los consejos de sus catecúmenos ubicaron sus puebles en sitios más salubres.
El fuego perennemente avivado debajo de la hamaca del indio guaraní -tatá chegüy- alejaba a mosquitos y flebótomos que son trasmisores del paludismo y de la leishmaniosis. De este rasgo
cultural no se puede inferir abusivamente que conocían el mecanismo de infección palúdica o leishmánica. Pero de todos modos revela que hubo un "atisbo etiológico”, pues la gruesa y curtida piel del indio, como la de nuestros campesinos actuales, es poco sensible a las picaduras y no requería repelentes.
El uso del urukú en forma de unciones grasientas, que atenúan los rigores de la canícula y repelen a los insectos picadores, revela ciertamente un intento de explicación razonable de las molestias causadas por la canícula y los insectos.
Atribuían muchos dolores osteo-articulares y musculares al brusco enfriamiento nocturno y a los cambios atmosféricos que se sufre a menudo en la selva. En consecuencia amaban el calor del hogar -tataupá- del cual se alejaban poco de noche y en días de frío y llovizna.
Conocían el efecto revulsivo o descongestionante de las ventosas y succiones que aplicaban con entusiasmo.
Las sajaduras o escarificaciones cruzadas profundas (tuguy¬ka) sobre las pantorrillas hinchadas y doloridas después de una larga y penosa marcha, no proceden de una interpretación mágica
del Káne-ó (de Ká - hueso y te-õ - muerte) que es la fatiga muscular.
Las escarificaciones sobre regiones hepática y esplénica en el paludismo cronificado py-a rurú (entrañas hinchadas y pere-asy dolor esplénico) demuestran también suposiciones patogénicas del mecanismo congestivo de estos síntomas.
El uso de innumerables "productos vegetales y animales en el tratamiento de las enfermedades, algunos de ellos, no muchos, revalidados por la moderna medicina experimental (aceite de quenopodio extraído del Kaárẽ, emetina de la ipekakuana. pilocarpina del jaborandi, mateina, látex de higuerón y de mamones, etc.) es índice de un pensamiento médico incipiente pero ya vigoroso que empezaba a emanciparse de las concepciones mágicas aún imperantes en la europa. coetánea.
PRESENCIA Y ATUENDO DEL MEDICO HECHICERO, PAI AVARE, KARAIVA Y PAYE
En las crónicas antiguas del Paraguay no hemos encontrado descripciones medianamente explicativas del vestuario y de los adornos guaraníes. Menos aún de los que revestían el karaiva o paíavaré y el payé en funciones. Es necesario revisar los grabados que ilustraban profusamente las descripciones antropológicas de Thevet, Lery, Aveville, que en el siglo XVI visitaron el Brasil y observaron minuciosamente las costumbres de los tupinambá.
Los karaiva presidían las fiestas mágico-religiosas, la del sacrificio de prisioneros, la del kau-y, la de los consejos de guerra, las de significación agrícola, y operaban sus curaciones mágicas, con un atuendo especial.
Llevaban diademas (akangará, yeguaká, paraguá) de plumas abigarradas de arara, tuká y otras aves, a las que atribuían virtudes mágicas; un gran manto, asoyá o de plumas de karãu, garza
tuká, etc. a modo de manto de peregrino o esclavina o de casulla sacerdotal católica; un cinturón o faldellín y ajorcas de plumas. Agitaban acompasadamente el mbaraká sagrado, salmodiando himnos religiosos o fórmulas mágico-curativas.
Fumaban en un gran cachimbo, (pety võ) el pety inspirador; o aspiraban el polvo del kurupá dionisíaco e ilusiógeno.
Así vemos a los karaiva que presiden la fiesta del kau y en una lámina de Thevet -siglo XVI- y en dos escenas coreográficas representadas en sendos grabados del siglo.
La escena de curación de un enfermo sentado en su hamaca, por un payé agitador de mbaraká, otro que fumiga al enfermo con humo de pety, un suvangara o succionador y una kuña-payé que
intenta extraer el quid maligno chupando también la punta de un hilo atado al antebrazo del enfermo, está maravillosamente representada en un grabado de Thevet (siglo XVI). La arquitectura del rancho (oga) y la disposición de la hamaca, (inĩ) tendida entre dos postes (ogakytá) sobreviven en las casas de los mbya y tembekúara, actuales del Paraguay, oriental.
EL PAI AVARE O KARAIVA EN EL MITO Y LA LEYENDA
Ejercían la medicina algunos hombres prominentes de la tava o aldea a quienes llamaban Karaiva, Paí avaré, y payé. Payé era simplemente el médico - hechicero. Los Karaiva o Paí Avaré eran de superior jerarquía. Karaiva significa diestro y prudente. Eran sabios. Arakuá, sabedores del tiempo y arandú auscuiltadores del tiempo; del tiempo histórico que es la tradición tribal, del tiempo cronológico que es la marcha sin fin de las lunaciones, del tiempo meteorológico que les permitía pronosticar lluvias y sequías y fijar las épocas de siembra y de cosecha. Y eran también rectores de ceremonias mágico-religiosas donde recitaban los himnos sagrados y marcaban el paso de las danzas rituales al son de las mbarakás sagradas.
En la mitología tupí-guaraní del Brasil precolonial hay un personaje mítico, Maire, no mencionado en las crónicas del viejo Paraguay. Era un héroe civilizador surgido del mar que enseñó a los tupí-guaraní buenas costumbres sociales, artes domésticas y agricultura y probablemente un gran médico hechicero. Me preocupaba un tanto que los cronistas de nuestro país, Schmiedel, Alvar Núñez, Irala, Azara, Aguirre e incluso Montoya, no hablaran de él, cuando Thevet, Lery, Aveville, Gabriel Soares de Sousa, Staden y otros de la misma época que visitaron el Brasil, aludían directa o indirectamente a este Maire Sumane que Staden escribía Maire Humane. Pero existen indicios de la identidad del personaje y sus secuaces del área tupí con los paí o payé del área guaraní. En el Brasil los tupinambá creyeron que los franceses con quienes mantenían relaciones comerciales y políticas satisfactorias eran avatares del Maire primitivo y merecieron por ello el nombre de Mair. En el Paraguay, los guaraníes, después de sus primeros encuentros bélicos con los españoles ante cuya superioridad tuvieron que rendirse con un sentimiento mal disimulado de admiración, les pusieron el nombre Mba.i (Montoya-1639). Hay pues una relación histórica y semántica entre Maire, Mair, Mbai, Paí y Payé. Releyendo historias de nuestra era hispánica, vi que entre las tierras repartidas por Irala entre sus compañeros de aventura se mencionan los que rodean la laguna de Maire-rú. En un bando de 1547 el mismo Irala prohibe a los pescadores remontar el río más allá de esta laguna. 1
Maire rú es evidentemente una alusión al Dios creador y padre de la raza tí guaraní (Rú, Tú, Ñande Rúyusú, Ñande Rú Tenondé, Ñande Ru-eté. Ñande Ru pa-pa-tenondé) relacionado por el vínculo paternal con un Maire, es decir con un Mbair, Paí o Payé. La etimología nos enseña que este súper-hombre o semidiós educador es también un médico hechicero como Asklepios. Y que sus continuadores los Payé pueden homologarse con los Asklepiades de la mitología griega. Probablemente el Paí o Payé del área paraguaya fue al principio en los dialectos guaraní carihó, mbyá e itatĩ un Maire como en el tupí del Atlántico.
Es una hipótesis razonable si se considera el nombre de la laguna tapada por los aluviones de la historia y de la geología en las tierras de Timbuai, Karakará o de Mokirasé. Más vitalidad tuvo el mito de Paí Sumé que los guaraníes cristianizados del Paraguay identificaron con el apóstol Santo Tomás. Una gruta del Cerro de este nombre en Paraguarí donde se ven unas impresiones y petroglifos atribuidos a huellas de Paí Sumé, rememora en la imaginación popular la tradición de este héroe cultural que vino del mar para enseñar a los guaraníes agricultura, artes domésticas y ciertas reglas de convivencia social. Paí Sumé en el Paraguay. Maire Sumane en la costa atlántica del Brasil, Pi Somé o Sumai en América Central, Semi en Haití, son ecos casi desvanecidos de una misma leyenda prehispánica, que en su tiempo se extendió desde el Caribe hasta el Paraguay y desde el Atlántico hasta las faldas orientales del Ande.
MEDICINA MÁGICA Y PSICOLOGIA MEDICA ENTRE LOS GUARANIES
El médico creía ejercitar poderes naturales inherentes a su propia fuerza mágica y poderes sobrenaturales evocados, que cooperaban con él. Por eso el pohangára era así mismo un avapayé
cuyas hechicerías se llamaban payehá. El avapayé podía devolver la salud expulsando a los espíritus de la enfermedad y podía también quitarla expulsando a los espíritus de la salud (tapichu-a o harú). La gente se moría de hechizos - payepype o manó - o se libraba de hechizos - mbopayé - por acción mágica del payé. Los cronistas viajeros del Siglo XVI -Standens y otros- cuentan de indios que sabiéndose hechizados se acostaban en su hamaca porque sentíanse morir y en efecto morían, porque desde ese momento ya no probaban comida hasta su aniquilamiento. Absolutamente convencidos del poder mágico del payé colaboraban con él como se colabora con un hado ineluctable dejándose morir de hambre. Solamente otro payé de más sólido prestigio podía salvar al infeliz hechizado, reanimándole con remedios e intervenciones mágicas cuya eficacia estaba en relación directa con su fama. Es la sugestión prestigiosa que en nuestros días ejerce un doctor de dilatada y reconocida experiencia. Los brujos y payés actuales hacen magia simpática actuando sobre cosas u órganos del hombre a quien pretenden hechizar-retratos, uñas, pelos-, y creen que el simulacro de daño inferido a tales objetos se transfiere al dueño. Y ejercitan magia analógica cuando operan sobre algo representativo de la supuesta víctima, arrancando por ejemplo un ojo de muñeco para que el hechizado pierda la vista. En las etapas primitivas de toda cultura, tales prácticas no parecen absurdas pues encajan perfectamente en el complejo conceptual y vivencial del momento. No nos sorprende que un payé del Amazonas intente aniquilar a su víctima humana atando sapos o culebras a un árbol hasta que mueran; porque tanto el payé como su presunta víctima creen firmemente en la dependencia vital que existe entre el hombre y la alimaña. Pero en un español de la colonia o en un paraguayo moderno, cuyo desarrollo cultural y cuya religión han superado aquellas etapas, el hecho configura típicamente una superstición, vale decir supervivencia de productos culturales muertos, si se nos excusa la paradoja. Aunque parezca increíble, hay muchas personas aparentemente cultas, que creen con la fe del carbonero en tales supercherías. Pero no asombra la asunción de las funciones de payé con técnicas precoloniales, en un hechicero blanco o mestizo de nuestros días. Como en todas las capas culturalmente atrasadas de cualquier país civilizado, a la supervivencia de viejas formas muertas de la medicina mágica, son frecuentes en el nuestro, ciertamente cada vez menos. Porque la medicina oficial o académica con sus deslumbrantes adelantos de los últimos treinta años y la extensión de sus beneficios o grupos sociales cada vez más extensos, están derrumbando los "últimos reductos de la desesperación y de la ignorancia. Claro está que hay enfermedades aún no dominadas y desajustes emocionales con resonancia neuro-vegetativa que los médicos organicistas no logran controlar. Esta porción de la humanidad doliente, tanto más proclive a la credulidad supersticiosa cuanto más desahuciada, es la que acude en tropel a los médico-ñañá y médico botella de nuestros suburbios. Una cariñosa comprensión del problema hará sentir a los médicos, la ineludible obligación que tienen de agudizar el análisis psicológico del enfermo, de sus conflictos y de sus dificultades, para servirle mejor y librarle de la pérdida de tiempo que el dolor consume y la enfermedad gana hasta el momento de hacerse inexorable.
Volviendo atrás, diremos que los procedimientos más ejercitados por el payé de antaño eran los de magia natural que entraña dominio por el mago de las fuerzas naturales que posee para alejar del cuerpo enfermo el "quid o ente maligno". A veces el médico payé ofrecía a la enfermedad una cosa material, piedra, yuyo o animal en que pudiera materializarse al salir del cuerpo enfermo. Otras veces lo conjuraba mediante fórmulas mágicas y otras sobornábalo con dádivas. La extracción del mal por succión -suvangava- es magia natural. El paye y su clientela creían que esta fuerza mágica era suficiente para hacer entrar al espíritu de la enfermedad en el gusano, la piedra o la espina que estaba en la boca del suvanáára. El payé potenciaba su fuerza mágica agitando su mbaraká sagrado, danzando en torno al enfermo hasta el agotamiento, cantando himnos esotéricos, soplando sobre el enfermo bocanadas de humo de pety.
O evocaba en su ayuda a los espíritus de la salud. Estos le inspirarían la solución del problema, diagnóstico que cuando no era obvio, entrañaba el descubrimiento del daño o harú inducido por poderes mágicos enemigos. A veces lograban o creían lograr tales inspiraciones a través de trances hipnóticos o frenéticos, inducidos por drogas ilusiógenas o excitantes. Una de estas drogas es la semilla tostada y molida de kurupá (piptademia macrocarpa) que el médico brujo y el enfermo tomaban en inhalaciones o "prises" nasales como el rapé de tabaco finisecúlar o la cocaína de los toxicómanos actuales. Se aspiraba directamente de una pulgarada o a través de una cánula de hueso de aves en forma de y griega cuyas ramas entraban en las fosas nasales y el pie en la cajita de pariká que contiene el polvo. El árbol proveedor y el payé que sabe usarlo se llamaban kurupayára y la práctica del hechizo kurupavoná. -Lo hechicé- decían: ambokurupá. Cuando flechaban con flechas envenenadas: aporo yvo kurupá pypé.
En realidad kurupá. era por generalización, cualquier sustancia usada para hechizar. Lo que dictaba al payé su fantasía delirante, inducida por el kurupá, era la respuesta de sus genios o demonios tutelares. Trabajaba como un médium.
No precisa decir que la aureola de santidad, de omnisciencia. de omnipotencia de los payé que merecían también el nombre de karaiva y Paí avaré ayudábales a curar lo que un modesto y simple payé no podía.
Avaré viene de avá (hombre, persona) y ré (distinto). Designa al hombre singular, distinguido, que por su conducta y por su ciencia infunde respeto y admiración. Un payé no siempre podía
ser Paí avaré. Un avaré por su misma condición podía ser payé y ciertamente un payé egregio.
Estos Paí avaré recorrían grandes distancias, visitando los confines de la enorme área tupi-guaraní del continente. Su llegada a una aldea o tava era celebrada casi religiosamente. Parece que las mujeres más sensibles que los hombres a su influjo sufrían en víspera de la anunciada visita un singular estado de expectativa ansiosa y se confesaban unas a otras sus faltas secretas contra el orden familiar y social contra los tabú de la tribu; sus infidelidades, sus promiscuas relaciones sexuales: sus pequeños resentimientos y envidias, en una especie de purificación espiritual por catarsis o descarga de la angustia que la falta lleva aparejada. Y cuando llegaba el Paí Avaré la comunidad le ofrecía un alojamiento exclusivo, en el ov-vusú o gran casa de las consagraciones, con la hamaca tendida (ini) los alimentos necesarios, generalmente vegetales, el kauy (kaú-embriaguez, Y-agua. (El agua de la embriaguez) y las doncellas que debían acompañarle.
Mediante invocaciones y cantos payé, al son del mbaraká sagrado acudían a la casa los espíritus o demonios -no demonios en el sentido cristiano de ángeles condenados por Dios a sembrar
y cosechar pecados y almas pecadoras, sino en el sentido griego de espíritus inspiradores y protectores. Pero además esos espíritus muy bien podían representar intereses contrarios a los de la comunidad, a quienes por consiguiente convenía aplacar.
El pueblo reunido en torno a la casa payé consultaba al gran hombre respecto a sus más acuciosos problemas; si llovería poco o mucho, si la agricultura sería próspera o ruin, si convenía o no emprender una guerra y cuál sería su suerte.
Y si alguien quería consagrar su mbaraká lo pintaba de rojo y traía el oovusu a casa payé, donde el caraiva trasegaba en él un poco del enorme e inagotable poder que encerraba el suyo.
Desde ese momento el mbaraká consagrado (oyembo karai) tenía poderes curativos y augurales.
Los enfermos se presentaban en demanda de salud; las mujeres confesaban sus culpas entre sollozos, convulsiones y retorcimientos. No es necesario decir que la confesión le daba al paí avaré un profundo conocimiento psicológico de la gente. Esto le permitiría como al confesor católico y al médico de nuestros días, desentrañar el fondo emocional o pasional de muchos síntomas neuróticos que en el guaraní actual tienen todavía una riqueza expresiva considerable.
Pĩapĩ: que deriva de pya-corazón y yopy-opresión. Significa congoja.
Pya'ró: corazón amargo. Amargura.
Py'a rage: corazón impaciente.
Py'a rory - corazón alegre.
Py'a-esakã: Corazón transparente, limpio, sin reservas.
Py'a rasy: Corazón dolorido en sentido directo y sentimientos deprimentes como la envidia, el resentimiento o el rencor en sentido figurado.
Py'á guasú: Corazón grande, valeroso, corajudo.
Py'á mirĩ: Corazón pequeño, miedoso, pusilánime.
Py'á tarová: Corazón loco; desasosiego, inquietud.
Akã aí: Cabeza maleada.
Che akã al hesé: Tengo la cabeza maleada o perdida por él o ella.
Angekó: Alma con penas.
Angapyhy: Alma prendada., satisfecha; desahogo.
Angapysy - Angapyhy.
Angekoi: alma desdoblada (koĩ - doble) por delirios oníricos, pesadillas o visiones y en sentido figurado congoja, inquietud, angustia, ansiedad.
Angaí: Alma ruin o desmedrada, cuitada.
Angaipá: Alma torcida y culpa. De apá-torcido. Quizás neologismo de Montoya, cuyo diccionario era destinado a los catequizadores.
Angatú: Alma buena.
Angatá: Alma golpeada, abatimiento, escrúpulo, preocupación.
Angatupyry: Alma buena, ágil y alegre.
Anga' ú: Alma decaída, mareada. Ej. Akangaú.
Angá: Cuitado.
Añe angerú: Nostalgia y suspiro.
Angá: Recelo.
Angary: Alma alegre.
Angurú: Fantasma.
Che angerahá nderehé: Mi alma es llevada hacia ti.
Ahó, de ã = alma y hó = ir. =suspiro.
Todas son voces referentes a molestias subjetivas de la cabeza y del corazón, pero la extensión figurada o simbólica del sentido a las afecciones del espíritu que se traducen por esos síntomas, adquieren considerable importancia en la lengua tupi-guaraní.
Al Pai avaré le resultaría fácil como al médico psicólogo de hoy día leer en el juego fisonómico de sus enfermos las afecciones del alma y su influencia sobre las funciones somáticas. Hay una gran cantidad de giros del idioma que definiendo directamente un síntoma somático, -amboepotíí, opotíma, ososopá, ipytaryry- expresan en realidad una afección psíquica, y son numerosas las palabras que expresan cambios fisonómicos del rostro o de los ojos inducidos por estados afectivos:
Hová, tová: rostro.
Hová i chuã: contrario.
Hová i vã: atravesado.
Hová i chuãrú: cómplice.
Tovavoyú: rostro avergonzado.
Tovasa: rostro encendido de enojo o rubor o calor.
Tovayerá: rostro no contraído, no crispado, rostro sereno, no enojado.
Tovapuká: rostro risueño.
Tovakuaré: rostro demacrado.
Tovatimbá: rostro blanqueado por la emoción, pálido de emoción de donde deriva a tí: me avergüenza.
Resá apiry: ojos lacrimosos.
Resavírakuá: ojos recios; agudos, incisivos.
Tesákaneõ: ojos de preocupación, de cuidado. Cheresakaneõ nderehé.
Tesaená: ojos alertas. (Neina - tente alerta).
Tesaĩ: ojos alegres.
Resayvy: ojos descendidos (de vergüenza).
Tesayuyi: ojos no descendidos (ojos inocentes, ingenuos).
Tesaindáva: ojos que expresan alegría.
Tesaité: ojos ariscos.
Tesaiaupí: ojos levantados, sin disimulo, de tranquila dignidad.
Tesandahé: ojos deshonestos (según Montoya) vale decir, amorosos o libidinosos.
Tesañarõ: ojos risueños y animosos.
Tesañerá. ojos inquietos.
Tesangá: ojos llorones.
Estuve espigando casi todas las palabras de este vocabulario de la efectividad en el Tesoro de la Lengua Guaraní recopilado por el P. Ruíz de Montoya, fundador de las Misiones del Guairá.
El sabio filólogo y catequizador probablemente heredó este léxico de confesionario y de historia clínica de sus predecesores indígenas, los viejos Karaíva o Paí Avaré del Paraguay precolonial y misionero. Qué extraño pues que el sacerdote y confesor cristiano que desplegara ante la imaginación de aquellos indios sentimentales la pompa del arte barroco religioso en los altares de Yaguarón, Kapiatá, Jesús y Trinidad, Santa María, las armonías de sus órganos y violines mágicos, la representación de una vida paradisíaca en el seno de un Gran Dios Padre, que evocaba la vieja fe india en Ñanderuvusú y la vieja esperanza india en el Yvymaranẽĩ (la tierra sin males) sustitúyese tan rápida y eficazmente al Paí Avaré terrígeno y tómase también su nombre de Paí? Supervivencia o reminiscencia de aquella fe de la tribu en el Paí Avaré, transferido al sacerdote cristiano, es la muy vieja y muy actual expresión guaraní-paraguaya -Pai ma he'ĩ (¡lo dijo el cura!)-, última ratio que disipa cualquier duda en no importa qué situación.
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
1. Bandos y Ordenanzas del Teniente Gobernador D. Domingo Martínez de Irala. Agosto 9 1547. (Papel Suelto):
"Otrosí Hordeno y mando que ningún pescador baya el río arriba aviendo de pasar la laguna Mairerú arriba so la dicha pesa aplicada como dicho es acebto enbiando esclavos o indios y en caso que algun crixptiano aya de yrno vaya sin pedir para ello licencia o consentimientos al dicho Theniente de govdor...",
Publicado en "El Archivo Nacional" Director Manuel Domínguez (Documentos del Archivo). Año 1, Enero 1º de 1902. N° XIV. Ed. Talleres .Nacionales de H. Kraus, 1902.
ASÍ FUERON TRANSCURRIENDO LOS DÍAS ASUNCEÑOS
Ensayo de HIPÓLITO SANCHEZ QUELL
Aquella mañana había nacido como todas las otras, plácida y luminosa. Parí-guá-y, que en el dulce idioma significa río del valle de los papagayos, era una aldea de indios guaraníes que se
hallaba situada frente a la bahía del cacique Caracará. Con las chozas se mezclaban los lapachos, ofreciendo su fresca sombra y luciendo sus decorativas copas de intenso amarillo y suave rosicler.
Los guaraníes adoraban al dios Tupá, que residía en un paraíso llamado yvaga. En tiempos normales eran gobernados por un consejo de ancianos, y cuando surgía un conflicto bélico elegían un jefe guerrero. Los hombres se dedicaban a la agricultura, la botánica y la medicina. Eran diestros en cultivos, en hibridación y en herborización. Las mujeres tejían con fibras vegetales lechos colgantes y, moldeando la arcilla, proveían al hogar de calabazas, cuencos y otros utensilios y ornamentos. Y en veladas a la luz de los astros, o en torno a una fogata todos se reunían relatando tradiciones, mitos y leyendas.
Nadie imaginaba en aquella plácida mañana el trascendental acontecimiento que iba a producirse.
De pronto, remontando el río Paraguay, tres bergantines doblaron la barranca roja y erguida de ltá-Pytá-Puã y entraron en la bahía del cacique Caracará.
Los indios quedaron atónitos. ¿De dónde venían aquellos hambres blancos cubiertos de armaduras y enarbolando vistosas banderas?
Venían de muy lejos. En Sevilla se había preparado la expedición de Don Pedro de Mendoza. Allí se había reclutado la mayor parte de la gente de la armada. "En las gradas de la Catedral, en el patio de los naranjos y frente a la Casa de la Contratación --cuenta Enrique de Gandía-, se había convencido a los soldados sin empleo, a los marinos sin nave y a los aventureros sin horizontes, ir a aquella expedición del Río de la Plata, de la cual, lo menos que se podía esperar, era tanto oro como para no saber dónde guardarlo".
Las 11 carabelas de Mendoza zarparon llevando a bordo 1.500 expedicionarios. Después de renovar provisiones en las islas Canarias, fondearon en la bahía de Guanabara, donde, al pie del Corcovado, un pequeño fortín, levantado en 1531 por Alfonso de Souza, daba albergue a una corta guarnición portuguesa mandada por Gonzalo Monteiro. En los alrededores, las chozas de los indios parecían ocultarse entre la lujuriosa vegetación del trópico. Llevado por intrigas, Mendoza ordenó la muerte de su lugarteniente Juan de Osorio. En la playa soleada y alegre de esa bahía maravillosa se cometió el crimen. Los indios enterraron a Osorio al pie de una palmera.
La expedición prosiguió rumbo al Río de la Plata. El viaje fué bonancible. El 3 de Febrero de 1536 Mendoza fundaba la ciudad de Nuestra Señora del Buen Aire. El nombre fué en gratitud a "Nostra Signora di Bonaria", imagen de un convento de Cagliari, capital de la isla de Cerdeña, venerada como patrona de los navegantes. Cerdeña era parte integrante de Aragón, y los milagros y leyendas de la Virgen sarda eran populares entre los marinos españoles del Mediterráneo. La fundación se realizó en el punto más alto del lugar, llamado más tarde Alto de San Pedro, donde está hoy la Iglesia de San Telmo, en la calle Humberto Primo. Los indios ponen sitio a Buenos Aires y los moradores sufren un hambre terrible. Navegando por el río Paraná, se trasladan a Corpus Christi.
Poco después. desde Buena Esperanza, situado un poco más al sur del anterior, Mendoza despacha a Juan de Ayolas a buscar el camino de la Sierra de la Plata, y el regresa a Buenos Aires. Pero como no llegan noticias de Ayolas, Mendoza envía en su busca a Juan de Salazar. Los bergantines zarpan de Buenos Aires y remontan el río.
Las naves de Salazar eran las que en aquella plácida mañana surcabnn las aguas de la bahía del cacique Caracará. Al capitán español le agradó el paraje, consultó con sus oficiales, dos religiosos y otras personas, y dijo a los indios que a su vuelta haría allí "una casa e pueblo". Siguió al norte hasta Candelaria, donde Domingo de Irala esperaba a Ayolas, quien se había internado en el Chaco rumbo a la Sierra de la Plata. Bajó despues por el río, y ,dando cumplimiento a su promesa, fundó el 15 de Agosto de 1537 la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción. Púsole ese nombre por ser el aniversario de la elevación al cielo de la madre de Dios. La selva nativa cedió su madera compacta y perfumada. Cuenta un viejo manuscrito -firmado por Francisco de Villalta¬ que Salazar llegó y "anduvo mirando a dónde se haría el fuerte". Y que una vez elegido el sitio, todos los soldados levantaron "una casa-fuerte con gran trabajo e necesidad, trayendo los palos a cuesta". La fundación se realizó sobre la barranca del río, en la parte más alta del sitio, llamada Loma Cabará. Allí estuvo después el Convento de Santo Domingo, más tarde la segunda Iglesia de la Encarnación, y está hoy -desmontada la loma- el Estadio Comunero.
***
Igual que en España y otros países, también en el Paraguay el corazón de la ciudad fué una fortaleza. Asunción resultó así una base para las operaciones defensivas contra los indios del
Chaco y los bandeirantes portugueses, teniendo, de esta suerte, el mismo abolengo militar que Madrid, originada en la fortaleza¬alcázar "Magerit" que los árabes levantaron sobre una colina estratégica.
Así como el Cuzco se formó por superposición de los edificios españoles sobre los pétreos de los quéchuas, en Asunción se produjo una interpenetración del caserío hispánico y las chozas de los
guaraníes. que terminó por la absorción de estas últimas. Pese a esa absorción, hasta hoy -persistencia curiosa-. Asunción sigue siendo designada en guaraní con el nombre de Pará-guá-y. Cuando los campesinos van a la capital, no dicen "voy a Asunción", sino "ajhá Pará-guá-y pe".
Los conquistadores españoles adoptaron al comienzo las chozas de los guaraníes: paredes de estacas, cruzadas por mimbres atados con lianas y recubiertas de paja, con techos de paja que llegaban hasta el suelo. Producido el incendio de 1543, el Gobernador Alvar Núñez hizo reedificar la ciudad. "Para quitar la ocasión que tan fácilmente no se quemaran cada día", las paredes de las nuevas casas fueron recubiertas de barro y las alas del techo ya no tocaron el suelo. Cuando los colonos se establecieron con más fijeza al lugar, las viviendas se construyeron con ciclópeos muros de adobe, macizos pilares de ladrillos y techos de paja.
Muy prósperos fueron los comienzos de Asunción. A los pocos años de creada ya contaba con un excelente Astillero en el cuál, durante el año 1542, se construyeron una carabela y diez bergantines. Esta carabela fue el primer navío de construcción americana que cruzó el océano Atlántico. Y lo curioso es que hizo su primer viaje conduciendo preso a España a Alvar Núñez, o sea al propio gobernador que había ordenado su construcción. Otro establecimiento importante era la Herrería; adquirió gran incremento y en ella se fabricaron cañones. arcabuces y todo el herraje indispensable para las construcciones, tanto navales como civiles. Del puerto de Asunción se exportaba miel, azúcar, trigo, maderas, conservas y vinos del Paraguay.
Acompañados de sus familias, sus ganados, sus instrumentos de labranza y sus esperanzas, de Asunción partieron --durante todo el Siglo XVI- colonos españoles y mestizos paraguayos a fundar ciudades a los cuatro vientos. De allí partieron los 66 paraguayos que con Juan de Garay a la cabeza fundaron la segunda Buenos Aires, "hazaña que hoy se pierde entre el murmullo de los autos y entre las cumbres de los rascacielos". De ese movimiento centrífugo surgieron también Santa Fe, Corrientes, Concepción del Bermejo, Santa Cruz de la Sierra, Santiago de Xerez, Villa Rica, Ciudad Real y tantos otros núcleos de civilización. Fué, sin duda, brillante el origen del Paraguay. Pero Asunción, la ciudad madre y fundadora, quedó anémica, desangrada. "Como el pelícano de la fábula -al decir de Manuel Domínguez- se desgarró las entrañas para alimentar a sus hijos".
***
Asunción quedó casi estacionaria durante la segunda mitad del Siglo XVI. Hacia 1597 el Gobernador Juan Ramírez de Velasco le concedía apenas 200 hombres y 2.000 mujeres. Por su clima suave, la luminosidad de su cielo cobalto, su tierra bermeja, la policromía de sus árboles en flor, su hospitalidad acogedora y sencilla, y el exceso de elemento femenino, Asunción era llamada "El Paraíso de Mahoma".
Internémonos en las calles de Asunción, escudriñando sus edificios, sus paisajes y sus costumbres, para conocer sus características urbanas y la vida social durante la Colonia, captando así la esencia de su alma multiforme y única.
En los planas que, en las postrimerías de la Colonia, confeccionaron Félix de Azara y Julio Ramón de César, ingenieros miembros de las partidas de demarcadores españoles, se observa cómo Asunción fué extendiéndose a lo largo de la bahía en forma de anfiteatro. Y vése también allí cuán curioso era su aspecto, con sus calles caprichosas e irregulares y sus arboledas y chácaras diseminadas por los amenos valles de los alrededores.
No había, en realidad, sino dos calles las hoy denominadas Palma y Buenos Aires. Las demás aparecen como callejones cortos y esfumados entre el desperdigado caserío. En la actual esquina
Buenos Aires y Montevideo se encontraba la primitiva residencia de los Gobernadores, conocida después por Machaín-cué. Donde hoy está la calle Benjamín Constant (denominada así en homenaje al ilustre repúblico y positivista brasileño General Botelho de Magalháes) existía una ancha laguna cuyas aguas, formando un riacho por la calle 15 de Agosto, pasaban bajo el puente de Santo Domingo y desembocaban en la bahía. Sobre la colina conocida por Loma Cabará destacábase el campanario del Convento de Santo Domingo. Cruzando el puente -que figura en el plano de Azara y en una ilustración de Demersay- y siguiendo por la ribera, llegábase al Colegio Seminario de San Carlos, desembocando poco después en la Plaza Mayor. Alrededor de ésta se levantaban el Cabildo (con su torre-reloj de piedra y ladrillo construida por el Ingeniero César), el Cuartel de Infantería, la Catedral, la Casa del Gobernador (conocida después por Correo¬cué v situada en la actual esquina de Alberdi y Buenos Aires, formando cruz con los fondos del Teatro Municipal) y la Real Factoría de Tabacos ( en el sitio ocupado hoy por la Escuela Militar).
Más al este estaba el Convento de San Francisco, frente al cual se formó más tarde la Plaza de San Francisco, hoy Plaza Uruguaya. Y no lejos de él se encontraba la Parroquia de San Roque. Más allá, en Samuhú-peré, las dos calles largas se juntaban. "Lo que buenamente puede llamarse ciudad ---escribe Juan Francisco Aguirre- tiene su mayor distancia desde Las Barcas hasta las inmediaciones del árbol Samuhú-peré, árbol célebre que ha dado nombre al barrio y cuya existencia se pierde en la remota antigüedad".
Regresando hacia el oeste, hallamos el Convento de la Merced. Si superponemos los planos de Azara y César con uno moderno, encontramos que dicho edificio estaba situado en la actual plaza frontera al Banco del Paraguay. Más tarde, desaparecido el convento, se siguié denominando "La Mercé valle" -barrio de la Merced- a la zona que se extendía hacia el sur hasta la Loma Tarumá, más allá de la actual calle Teniente Fariña.
La primera iglesia de la Encarnación estaba, según se deduce de los planos citados, en Estrella y Ayolas. Años después, durante la dictadura del Dr. José Gaspar de Francia, el Convento de Santo Domingo, situado en Loma Cabará, pasó a ser la segunda iglesia de la Encarnación. Dicho edifició fué destruido por un incendio en 1889.
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Del estilo árabe o morisco surgió, como se sabe, el andaluz, y de éste a su vez el colonial. De ahí las características de las casas de Asunción. Estas se componían generalmente de una amplia techumbre "de dos aguas" y macizos muros de adobe. Las puertas tenían, además del metálico aldabón, tableros primorosamente tallados con motivos estilizados de la flora aborigen. Las rejas de las ventanas eran unas de hierro forjado y otras de madera torneada. A través de los zaguanes se percibía el patio. Junto al aljibe -a veces decorado con azulejos andaluces-, lucían parrales, jazmineros y madreselvas. Y, como un telón de fondo, destacaba un lapacho su yelmo de oro. Aunque no se veía desde la calle, donde las persianas ponían su discreto enclaustramiento, era seguro que en los aposentos no faltaba algún bargueño de jacarandá, un nicho con su imagen religiosa o una alacena donde guardar la yerba. el "cayguá chapeado" y el sabroso dulce de arazá.
Interesante era el aspecto que ofrecía Palma durante la Colonia. John Parish y William Robertson, que llegaron poco después de la Revolución de la Independencia, dicen que estaban "resguardadas las casas y tiendas de una de sus veredas del sol y de la lluvia por un prolongado corredor techado parecido a los portales de Chester". Un trecho de esa recova subsistía aún hace algunos años; era el comprendido entre Nuestra Señora de la Asunción e Independencia. Por donde ahora corren sobre el asfalto las aerodinámicos y hacen sus guiñadas nocturnas los letreros luminosos, existía un caliente arenal, bordeado de naranjos de sombra útil y permanente verdor. Por allí transitaban los funcionarios públicos, frailes y militares, los abogados y tinterillos, los hacendados y chacareros de los aledaños, los embarcadizos, aguadores e indios domésticos. Allí, al sonar la hora de la queda, apagaban sus faroles y cerraban sus negocios los pulperos, porteras y barberos. Por ahí estaría también, o muy cerca de esa arteria; la farmacia de don Juan Gelly, antigua corregidor de Oruro, que constituía un centro de reunión en que participaban los vecinos de mayor cultura.
"La gran masa de la población -comentan los Robertson¬ era una casta formada del elemento español y del indígena, pero predominaba tanto el primero, que los naturales o mestizos parecían descendientes de europeos. Los hombres eran generalmente bien formados y atléticos, y las mujeres casi todas bonitas. La sencillez y vaporosidad de sus trajes, así como sus atractivos personales, junto con un cuidado escrupuloso de su aseo personal, dábanle un aspecto interesante y seductor. Cuando solía verlas de regreso de los pozos o de los chorros con sus cántaros en la cabeza, me hacían recordar otras tantas Rebecas".
Fulgencio R. Moreno nos habla de las andazas nocturnas de los transeúntes de mortecino farol, las serenatas a la luz de la luna, el silencio interrumpido por el paso de las rondas, las misas de los domingos, "las pagos de las visitas" en el corredor o a la sombra de los rosales, mientras menudeaba el tradicional mate de leche con azúcar quemada y "naranja roquy".
Empinadas cuestas conducían hacia las quintas frondosas y aromáticas de los suburbios. "Por allí bajaban diariamente -dice Moreno-, en largas hileras, con su alba túnica flotante, tras de sus mansos pollinos, las alegres proveedoras del mercado de Asunción; y las ligeras carretillas repletas de frutas, conducidas por mozos imberbes, enamorados y bullangueros; y los macizos carretones de tabaco o miel, que rechinaban perpetuamente bajo el peso de su carga, con la calma imperturbable de sus viejos "picadores". Y por el mismo camino, que ondulaba entre las lomas y hondonadas, entre el verde esmeralda de los sembrados y los tonos obscuros de los bosques, bajo la sombra de una perenne vegetación pasaban asimismo en alegres cabalgatas los caballeros y las damas de la ciudad, que acudían a una fiesta o tornaban a sus chácaras, lugares predilectos de su actividad y de sus goces.
Esa región intermedia entre el campo y la ciudad, fué siempre para el paraguayo colonial el lugar predilecto de su solaz y sus placeres. Fué allí donde los jesuitas localizaron el campo de esparcimiento de Antequera, a quien le atribuían tanta pasión en contra de ellos como a favor del bello sexo de Asunción. Y fué allí seguramente, en esa zona intermedia, en que la linajuda juventud se dió la mano con las criollas del arrabal, donde nacieron las picantes coplas hispano- guaraníes, donde la guitarra preludió los primeros aires nacionales, cuyos acordes penetran tan hondo en el sentir del paraguayo y animan su soledad y sus nostalgias, vibrando perpetuamente dentro de su corazón como el eco lejano del terruño".
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Así transcurría, sencilla y apacible, la vida colonial de Asunción, ciudad que tan abnegada y nobilísima función civilizadora desempeñara en una vasta extensión del Continente.
La vida se deslizaba, es cierto, apacible y tranquila; pero eso no constituía en modo alguno una modorra, un sueño pesado. Prueba de ello está en que, cuantas veces pretendióse torcer el curso de su destino, o simplemente herirla en sus sentimientos, Asunción revelóse díscola, indócil.
Así ocurrió con la Revolución Comunera, en que durante 18 años (desde 1617 hasta 1635) hubo batallas en las calles y en los campos, entre comuneros por un lado y jesuitas-virreynalistas por otro. Vinieron de lejanas tierras tribunos populares que levantaron en masa el país; se predicó ruidosamente en las calles asunceñas la prioridad del Común sobre toda otra autoridad; el pueblo y el Cabildo gobernaron autónomamente; y se creó con asombro de los tiempos nada menos que una Junta Gubernativa, en pleno siglo XVIII, cuando aún no se había producido la Revolución Francesa ni la Revolución Estadounidense.
Así ocurrió también con las Invasiones Inglesas al Río de la Plata en 1806 y 1807, al salir de Asunción fuertes contingentes paraguayos para la defensa de Buenos Aires y Montevideo. Allí
lucharon heroicamente y murieron centenares de asunceños y gente del interior. Como en todo el decorrer de la Colonia, el Paraguay tenía que estar presente, y lo estuvo, cuando un peligro común amenazaba. Leal y solidario, olvidando agravios y injusticias, no escatimaba sacrificios ni eludía deberes, que sacrificios y deberes informaron su historia plena de grandezas.
Y así ocurrió también con la Revolución de Mayo, cuyos propósitos fueron la independencia y la democracia, esto es, la autonomía en lo internacional y la soberanía del Pueblo en lo interno. Corría el año 1811; cuando en la noche del 14 de Mayo, después del toque de queda, que sonaba a las 9, el Capitán Pedro Juan Caballero, secundado por los demás insurgentes, dirigióse hacia el cuartel para derrocar al gobernador español. La ciudad dormía. Saliendo del callejón contiguo a la casa de Juan Francisco Recalde, pasaron sigilosamente entre la Real Factoría de Tabacos y la Casa del Gobernador, y luego, cruzando la Plaza Mayor frente al Cabildo, siguieron ya resueltamente hacia el Cuartel de Infantería. Este fué tomado sin resistencia por los patriotas. Como el gobernador se negara a renunciar al mando, al romper el alba del 15, cuatro cañones fueron abocados a su residencia y otros dos en la bocacalle que mira al Convento de Santo Domingo, donde estaban apostadas fuerzas adictas al régimen. Una gran parte del pueblo apercibida del movimiento, se presentó bien temprano al cuartel a pedir armas y a ofrecer sus servicios. La acción de la masa fué definitiva en el estallido libertador. Allí, en la Plaza Mayor, dispuestos a sacrificarse heroicamente por la santa causa que defendían, estaban militares, intelectuales y pueblo. La Revolución de Mayo fué obra de los tres. A las ocho de la mañana, 21 cañonazos celebraron el triunfo de la causa patriota.
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La férrea dictadura del Dr. José Gaspar de Francia, que duró 26 años, modificó las costumbres y el aspecto edilicio de Asunción. Los paraguayos -cuentan Rengger y Longchamp- "poco comunicativos por naturaleza, se aislaron enteramente. Ninguno; al encontrarse hacía más que saludar; se acabaron las reuniones, las diversiones se acabaron, las mujeres mismas perdieron su privilegio de hablar, y la guitarra, compañera inseparable de los paraguayos, enmudeció para siempre. Cayeron.,en fin, los ánimos en tal estado de abatimiento y estupor, que cada hombre era insensible a su propia desgracia y a la de los otros".
Las calles de Asunción, trazadas al azar, eran estrechas y tortuosas. Las casas estaban rodeadas de árboles y malezas. En todas partes brotaban manantiales, que formaban arroyos o lagunas,
y en los días de lluvia corrían grandes raudales abriendo zanjas y socavando cimientos. Nadie duda que era preciso dividir la ciudad en mejor forma de la que estaba, pero el procedimiento al que recurrió Francia fué arbitrario y perjudicial. Por otra parte, el móvil que lo guió no fué precisamente una preocupación urbanística. "Francia comprendió -expresa Moreno- que el rumoroso cortinaje de verduras podía ocultar las ansias de libertad; creyó percibir entre sus claros el parpadeo incesante de la conspiración abortada, y decretó la tala general del huerto asunceño". Pero como al ser destruídos los árboles se destacaron aún más las viejas casonas, dispuso "abatir también aquella edificación subversiva".
El Dictador comenzó a ejecutar su proyecto, haciendo trazar de noroeste a sureste calles de 15metros de ancho, situadas a 100 metros una de otra. Esta distancia se aumentaba o disminuía cuando hallaba al paso algún edificio público. No ocurría así cuando se trataba de casas particulares; Francia, auxiliado por un maestro albañil que oficiaba de ingeniero, indicaba personalmente la colocación de los mojones para el trazado de las nuevas calles, y ordenaba perentoriamente la demolición a los propietarios de las casas comprendidas en la delineación. Debido a la impericia con que se procedía, el trazado estuvo sujeto a constantes rectificaciones, y muchas casas fueron derribadas inútilmente. "Llegó la destrucción a tal punto -dicen Rengger y Longchamp- que, al cabo de 4 años, la capital presentaba un aspecto semejante al de una plaza que ha sufrido un bombardeo"'.
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Grandes cambios experimentó la ciudad de Asunción en la época del Presidente Carlos Antonio López y de su sucesor el Mariscal Francisco Solano López. "Entre 1840 y 1864 -anota
Juan Giuria- Asunción se enriqueció con numerosas construcciones de gran importancia, tanto de orden civil como religioso, las que hoy son consideradas como bellos exponentes de arquitectura neoclásica".
La aparición de casas de dos pisos rompió la monotonía del chato caserío colonial. De esa época son los edificios que ocupan actualmente el Asunción Palace Hotel, el Hotel Colonial, el Ateneo Paraguayo y otros. El actual Palacio de Gobierno, de estilo Renacimiento italiano, comenzó a construirse en ese tiempo y estaba destinado a residencia particular de Solano López. En el lugar del antiguo Cabildo, se construyó el Palacio de Gobierno (que también se destinaba a las reuniones del Congreso Nacional), y cerca de él la Catedral y la Residencia Presidencial (haciendo cruz con la anterior). Se construyeron también el Panteón Nacional (inspirado en la cúpula del "Cuartel de los Inválidos" de París) el Teatro de la Opera (edificado sobre el modelo de "La Scala" de Milán) y la Estación del Ferrocarril, con su torre-reloj y sus graciosas torrecillas que semejan un diminuto Westminster.
Las casas asunceñas fueron tomando otro aspecto. Las aberturas, antes pequeñas y enrejadas, se hicieron altas y de arco; a las rejas substituyeron balcones de mármol, hechos de balaustres; las fachadas se decoraron con columnas dóricas, jónicas y corintias; los zaguanes se adornaron con cornisas, frisos y zócalos; a los canceles de hierro substituyeron puertas con cristales. Al estilo colonial fué desplazando así el Renacimiento italiano.
"También durante esa época -anota Ramón I. Cardozo- se produjo una gran evolución del vestido en el Paraguay. La indumentaria a la usanza española fue substituida por los trajes del Segundo Imperio. Se fueron el peínetón y la mantilla, el castor y la capa. Los ingleses, norteamericanos, franceses y españoles venidos al Paraguay, contratados por el Gobierno para hacerse cargo de las diversas dependencias técnicas creadas -arsenales, ferrocarriles, etc-, introdujeron las primeras levitas y sombreros de felpa, mientras doña Pura de Bermejo lucía el primer miriña que.. . Pronto, caballeros y damas empezaron a vestirse con trajes, calzados y sombreros hechos venir de Londres y París".
El "Club Nacional" (ocupado irás tarde por el Tribunal de Jurados) fue en ese tiempo un importante centro de cultura y de sociabilidad. En su biblioteca figuraban numerosos volúmenes de historia, como asimismo los últimos periódicos, revistas y figurines de París. Y en sus salones se realizaban las más suntuosas fiestas mundanas. Solano López, de uniforme de gala, acudía en la carroza presidencial, escoltado por un escuadrón del regimiento "Acá Carayá".
La casa de Elisa Lynch -la bella irlandesa que fué durante 15 años la compañera de Solano López- era otro importante centro de cultura y sociabilidad. Como a las de Madame Recamier Vele Mariquita Sánchez de Thompson, a las tertulias de Elisa Lynch concurrían diplomáticos, cónsules y la mejor gente de arte y letras de la época.
"En menos de diez años -dice Concepción de Chaves- Elisa Lynch había transformado las costumbres asunceñas. Sus gustos creaban nuevas necesidades y se reflejaban en la vida de su tiempo, en lo que esa vida tenía de cómoda, ornamental y ligada a las necesidades humanas. Su peluquero, sus modistas; por más que hacía traer la ropa de Buenos Aires y París o se las confeccionaba ella misma, ostentaban el pomposo título de "tailleur" y "coiffeur" de Madame Lynch. La moda., ese dominio multiforme de la mujer ella la imponía con soltura y elegancia. Desde el más grande hasta el más pequeño objeto llegaba a la capital bajo su advocación. Su personalidad latía en los palacios que se edificaban, en la suntuosidad de las mansiones estrenadas por los López, en las flamantes berlinas, en los aderezos de piedras preciosas que Luis Manette importaba de París, en las "toilettes" de brocados y de blondas, que substituían a las sayas rameadas y a las blusas de linón. Se introducían vinos finos y perfumes caros. Reposteros y cocineros rivalizaban en la preparación de platos y confituras. Ella enseñaba el amor a los jardines; hacía traer claveles de España y rosas de la Malmaison.
Emanaba de ella un soplo de esa cultura europea que exaltó el ambiente de la pre-guerra. Si en sus salones aromatizados de diamelas y de nardos se jugaba al ajedrez, también se concurría
a la formación del intelecto de la época. Allí se discutía sobre revistas y libros europeos, sobre teorizadores franceses y novelistas de Londres y París. Allí Natalicio Talavera recibió estímulos para traducir "Graziella" de Lamartine, y fundar su revista "La Aurora". Para Elisa Lynch fué la primera caja de música y el primer piano, un Blondell, en el cual Dupuis y Parodi ensayaron por vez primera el Himno Nacional.
Ella difundió la moda de los retratos pintados o a daguerro¬tipo, que hacía Rosetti en su escuela de dibujo y pintura. Invitaba a concurrir a la casa de don Cayetano Decoud, donde José Batiglione, todas las noches desde las siete, permitía por dos reales el acceso a un llamado "Gabinete Diorámico", en el cual la linterna mágica proyectaba vistas de Londres y París, de Nápoles y Turín".
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¿Qué se hizo de toda esa época dorada? Se la llevó el vendaval de la Guerra del 64-70. Y terminada ésta, la ocupación extranjera duró 7 años.
Lentamente, Asunción fué reponiéndose de sus heridas. Como el ave Fénix de la leyenda, se quemó en una hoguera y renació de sus cenizas.
En el último cuarto del siglo XIX se construyeron la tercera Iglesia de la Encarnación, el Teatro Nacional, el Banco Agrícola, el Banco Mercantil, la Escuela Militar y el Departamento de Policía. Alfredo L. Jaeggli recuerda esos días de antaño con estas evocativas palabras, llenas de añoranza: "Epoca del Chorro, del Cafetal y del Pasito, en la vieja Quinta Caballero. Epoca del "Belvedere" de Ceriani y de la cervecería de Tuyucuá. Epoca del hotel "La Cancha". Epoca de los tranvías a mulitas que nos llevaban a la fábrica de fósforos "El Sol". Epoca de los vigilantes de kepis francés con borlita roja. Epoca de los faroles a kerosén de Terlizzi, que al atardecer los encendía un descalzo que portaba escalerilla. Epoca de los teléfonos a manívela de don Rufino Recálde. Epoca podría agregarse, de los pic-nics familiares en las arboledas y frescas barrancas de Salamanca. Epoca de los lanceros, los schoittichs y las mazurkas. Epoca feliz llena de placidez, en que aún no existía radio, bocinas ni altoparlantes.
Pero vinieron después cuatro décadas en que menudearon dictaduras, revueltas y cuartelazos, a lo que también debe agregarse la Guerra del Chaco. Todo eso produjo un nuevo estancamiento en el desarrollo de la ciudad.
Asunción, poco extendida durante el coloniaje, continuó igual en la época de la junta de 1811, de Francia y de los López, y así prosiguió después de la Guerra del 64-70. Un plano confeccionado en 1870 por Roberto Chodasiewi y Enrique Mangels nos la muestra alcanzando todavía sólo hasta la calle de la Aduana, la calle Pilcomayo y la calle de Loreto, que así se denominaban por aquel tiempo las actuales Colón, Coronel Martínez y México. Fue allá por 1890 cuando Asunción inició su progreso urbano. Después de la estagnación citada, recomenzó su adelanto, que se hace cada día más visible, tanto en lo referente a la expansión edilicia, cuanto a la pavimentación asfáltica y el tránsito de vehículos y peatones.
Partiendo del viejo núcleo colonial -hoy centro comercial y burocrático- la ciudad se ha ido extendiendo hacia el este. La avenida España lleva a las progresistas barriadas de Samuhú-peré,
Las Mercedes y Jara. La avenida Mariscal López hace brotar a su paso dos barrios residenciales de Ciudad Nueva, Recoleta y Villa Morra. Y la avenida Pettirossi conduce a los barrios de Vista Alegre, Pinozá y Tembetary. La ciudad también se ha extendido hacia el sur. Sus calles ese han trepado a las lomas lejanas y cruzando una veintena de superadas "proyectarlas", llegan hasta el bañado. Y hacia el oeste se van extendiendo los barrios del Varadero, del Hospital y Sajonia. En la futura Ciudad Universitaria, sobre la barranca roja y erguida de lká-Pytá-Puã, está levantando ya su modernista arquitectura el Colegio Experimental Paraguay-Brasil.
Grandes edificios públicos y altos edificios de departamentos se construyeron en los últimos tiempos y se siguen construyendo día a día. Así el Banco del Paraguay. el Ministerio de Salud Pública, el Instituto de Previsión Social, el Ministerio de Obras Públicas, el Hospital Militar Central, el Ministerio de Defensa Nacional y otros.
Siete millones de dólares se están invirtiendo en la construcción de un moderno sistema de aguas corrientes.
Se está levantando además un gran aeropuerto moderno, pues Asunción se ha convertido en la rosa de los vientos de las rutas aéreas, con aviones que cruzan desde Estados Unidos hasta Buenos Aires y desde Santiago de Chile basta Río de Janeiro.
Edward Tomlinson, del "Washington Daily New", escribió estas palabras en Septiembre de 1957: "La ciudad de Asunción se está convirtiendo en una moderna metrópoli. Sus calles son inmaculadas. Las tiendas están bien provistas de productos locales e importados. Hay una gran actividad en construcciones de empresas privadas. Un gran hotel de 14 pisos está en construcción y una cadena de hoteles de Estados Unidos ha sido contratada para administrarlo".
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Así fueron transcurriendo, y así transcurren, los días asunceños.
Pero la modernización de Asunción no le resta sus encantos naturales ni su aspecto típico. La Chacarita sigue ofreciendo el pintoresquismo de sus rojos barrancos, apinados ranchos y espesos
matorrales. La avenida España luce recatada sus minúsculos y plácidos jardines. El Parque Caballero en las siestas de los domingos se puebla de flores, de pájaros y de bicicletas infantiles, mientras Rubén Darío en su altorrelieve de bronce musita quedamente:
"Las hojas amarillas caen en la alameda,
en donde vagan tantas parejas amorosas.
Y en la copa de Otoño un vago vino queda
en que han de deshojarse, Primavera, tus rosas".
Entre Loma San Gerónimo y Loma Clavel pone su alegre nota verde la Plaza Francia. Las casas de madera y zinc prestan al Varadero su ambiente portuario. La avenida Carlos Antonio López -como en los días de la llegada de Salazar- se atavía de lapachos de intenso amarillo y suave rosicler. Por esa arteria llega el viajero al parque del mismo nombre, que se yergue como una atalaya sobre la ciudad. Y desde ese elevado paraje contempla, en los atardeceres bermejos de un cielo cobalto, el magnífico panorama que se extiende a sus pies: las frondas, la ciudad, la bahía, el río y el infinito "hinterland" óptico del Chaco...
CERRO CORA (POESÍA)
-I-
Este es el nudo pétreo,
El paredón boreal del Paraguay,
La muralla del tiempo,
Con el sol en sus vértebras y la noche en los hombros;
Esta es la luna arrodillada
cordillera de Amambay
Con su matriz de piedra verde
Donde gestó la raza, entre relámpagos
De huesos y entre espasmos de muerte, el nacimiento
De su hijo
Inmortal.
Esta es la tumba viva de mi pueblo
Y es su cuna fosfórica,
Su pedestal sangriento. su calvario y su templo,
Atalaya y bastión de su destino.
¿Cómo volcar en el papel
Este volcán sagrado de la patria
Con su erupción de espadas y de rostros de fuego,
De infortunios y ruinas, su silencio de fuego,
Su música de fuego,
Este volcán purpúreo ya engastado en los siglos
Como un cometa inmóvil en la noche de América?
Más que su planeario panal o el rutilante
Peso de su corona de rumor y rocío,
Golpea en mí su rama de enlutado silencio,
Su estambre gorjeante de arteriales latidos,
El alba ensangrentada bajo el cielo de marzo.
La historia de aquel día tiene letras
Terribles,
Párrafos como dientes
Y follajes de
Páginas que nos queman la mano hasta la raíz.
-II-
Aquí crucificaron como a un Cristo guerrero
Al indomable Mariscal,
Que empuñando a su pueblo como un arma
Cumplió su juramento
De "VENCER O MORIR",
Sobre el último campo de batalla,
Junto a los últimos soldados espectrales
De la gesta sin par,
Con el trueno en su boca de
"¡MUERO CON MI PATRIA... !"
Ved la lanza incrustada en sus entrañas
Como en un meteoro ensangrentado
Goteando luz y gloria;
Ved al buitre imperial
Desvistiendo su espíritu,
Tratando inútilmente
De arrancar de sus manos el acero invencible
En que la patria toda, la Nación soberana,
Como el león y el sol de nuestro escudo
Corporizaron su materia pura,
Su médula estelar y su infinita
Pasión de Libertad y de Justicia.
Al pie de este volcán tocan mis venas
La resina inmortal de nuestros muertos
Que aprenden a vivir a sorbos largos
Su lenta eternidad de raíces calladas,
Chupando en nuestra sangre, nutriendo en nuestros
Ojos
Su mirar enterrado, su pan de sombra,
Su espaciosa grandeza sin sueño.
- III -
Pero el tiempo y los hechos probaron nuestra
Raza,
Y la resurrección fué la respuesta
Al silencio y la muerte cuya lápida fría
Levantaron las manos luminosas
De las madres del pueblo,
En la noche crucial del infortunio.
Desde el silencio atado a tantos huesos
Que errabundas centellas
Agitan en el ara de piedra entre tinieblas,
Creció el fragor, el vasto son de fuego,
el redoble triunfal:
¡Cerro León,
Cerro Corá...l
Un hálito ancestral anda y recoge labios,
Anda y recoge pulsos hundidos en la arena,
Cose entre las cortezas meteoros caídos,
Restos de alas, soles y lunas, cuerpos y almas,
Lágrimas y carbones deslumbrantes,
Y sobre el terciopelo de la noche junta estas joyas, estos
Eslabones sagrados
Que arman la cegadora presencia
del triunfo.
Sobre Cerro Corá,
Pedestal de la patria,
Está el Guerrero de fuego;
Su espada de diamante
Fulgura con su lema, sube y decora el cielo
Desde su empuñadura de miradas y manos;
La sangre combatiente está en su sitio
Junto al acantilado del coraje,
La historia está en su sitio,
Los hombres en su sitio,
Y la Nación navega como un arca de fuego
Sobre el río del tiempo.
Porque la patria vive
Como una gigantesca mano color de tierra;
Porque la tierra vive
Como una gigantesca llama color de sangre;
Porque la sangre vive
Como una gigantesca llama color de aurora.
Y en esta luz el Paraguay, mi pueblo,
Con los pueblos del mundo,
Se levanta y camina vivo y majestuoso
llevando una aureola de fulgor en las sienes
Como un ala inmortal.
AUGUSTO ROA BASTOS.
ORIGENES DE LA ENSEÑANZA SUPERIOR EN EL PARAGUAY
por EFRAIM CARDOZO
El presente artículo tiene por objeto complementar las informaciones recogidas por los autores que se han dedicado a historiar los orígenes de la enseñanza superior en el Paraguay 1, aportando algunos datos provenientes de la actividad cultural en la colonia durante los siglos XVI y XVII.
LOS TIEMPOS INICIALES
De los tiempos iniciales sólo se sabe que Domingo Martínez de Irala designó dos maestros, a cuya escuela concurrían más de 2.000 personas, "teniendo particularísimo cuidado en su enseñanza que recibían con mucha aplicación", según la conocida referencia de Ruy Díaz de Guzmán 2. Del esmero que ponían los primeros españoles en la educación de los "montañeses" o "mancebos de la tierra", se hizo eco el obispo Fray Reginaldo de Lizárraga. "Castigaron -escribe en su Descripción Colonial datada en 1605- los viejos conquistadores y criaron con mucha policía a los montañeses y a los españoles, como a ellos los criaron sus padres. Ningún muchacho había de hablar, ni cubrir la cabeza, ni sentarse delante de los viejos, aunque tuviesen barbas, ni los viejos al más estirado llamaban sino "tú", cuando mucho un "vos" muy largo. A los montañeses enseñaron primero a leer, escribir y contar; luego les daban oficio, y a lo que más se inclinan es a herreros, y son primerísimos oficiales" 3. Esta primera enseñanza superior de que se tiene mención era pues meramente técnica o profesional y seguramente se impartía por intermedio de los gremios o en el ámbito familiar.
Pero no bastaban la buena crianza, la lectura, la escritura y los oficios para satisfacer las necesidades culturales de la naciente sociedad paraguaya. A medida que iban desapareciendo los conquistadores, también se reducía, a los embates del tiempo, el elenco de sacerdotes y religiosos venidos en buen número con las primeras armadas, a quienes estaba señalada la triple misión de la atención del culto, la expansión de la fe entre los aborígenes y la dirección intelectual de la colonia. En 1580 los Oficiales Reales informaron al Rey que en Asunción no sobrevivían sino cinco, cuatro de ellos más que sexagenarios y "muy cansados"; en el Guairá sólo restaban dos clérigos, también muy ancianos; otro se radicó en Santa Fe, "y para el pueblo que de presente se va a fundar a Buenos Ayres no ay ninguno" 4.
EL PRIMER SEMINARIO
Cuando en 1585, después de larga vacancia episcopal, llegó Fray Alonso Guerra, el segundo Obispo que asomaba a Asunción, la carestía eclesiástica se había agravado considerablemente. No se contaba sino con tres clérigos, todos valetudinarios. El Obispo Guerra, de la orden de Santo Domingo, discípulo de Domingo de Soto y compañero de Domingo Báñez en España 5, abordó el problema que preocupaba a los pobladores del Paraguay. Según volvieron a informar los Oficiales Reales, tomó "una docena de estudiantes a quienes enseña (el obispo) como maestro de escuela", para ordenarlos de sacerdotes 6.
Expulsado el obispo Guerra violentamente del país por un motín popular, su obra fué continuada por un clérigo regular quién siguió con el seminario de estudiantes hasta 1595. En ese primer centro de estudios superiores que funcionó en el Paraguay se dictaban las lecciones más necesarias de lógica, metafísica y de ética. Los sacerdotes ordenados fueron todos hijos de la tierra, y suplieron las necesidades espirituales de la colonia, pero el obispo doctor Tomás Vázquez de Liaño, llegado a fines de 1598, negó la validez de las ordenaciones hechas por el clérigo que sucedió al obispo Guerra, alegando que aquél carecía de las necesarias potestades a pesar de ostentar el título de juez eclesiástico. "Todos están suspensos -escribió al Rey- y las conficiones y matrimonios que en eztos cuatro años se han hecho ay duda como se han de rrebalidar" 7.
No consta que se llevaran adelante las suspensiones del obispo Vázquez de Liaño que murió a poco de dictarlas. Y si alguna duda concitó la licitud canónica de las consagraciones, el gran gobernador Hernandarias no dudó acerca del saber de los nuevos sacerdotes paraguayos. Ellos formaron gran número en la junta o concilio de hombres doctos que ese mismo año de 1598 convocó para tratar materias tocantes al buen gobierno de la vasta provincia 8. Uno de ellos, el Padre Rodrigo Ortiz Melgarejo, hijo del fundador de Villa Rica, fué Provisor del Obispado desde 1595, y a él y a otros de sus compañeros, como los Padres Francisco de Guzmán, Pedro de Sierra, Céspedes, Romero y Peralta, mencionó Hernandarias encomiásticamente en sus memoriales al Rey, subrayando que "todos sauen muy bien la lengua de los yndios" 9.
LOS SÍNODOS
En 1607, gracias al seminario fundado por el obispo Guerra, de los veinte y seis clérigos y sacerdotes que servían en la gobernación, veinte y tres habían sido ordenados en ella y eran hijos de conquistadores. No era el menos famoso el Padre Roque González de Santa Cruz, alumno del obispo Guerra y ordenado por el obispo Trejo, que alternaba sus misiones evangélicas con la tarea de enseñar a los indios y que era "como un verdadero seminario de guaraní" 10. Verdadero creador del régimen de las misiones jesuíticas y laureado con las palmas del martirio, más tarde iba a ocupar un sitial en los altares.
Ya puestas de lado las inhabilitaciones del obispo Vázquez de Liaño, su sucesor en la jefatura de la Iglesia, fray Martín Ignacio de Loyola, sobrino del Santo, dió a los clérigos paraguayos un papel preponderante en el gran Sínodo reunido en Asunción en 1603 para tratar el espinoso problema de la lengua en que debía impartirse la enseñanza de la religión a los indígenas. "Por haber muchas lenguas -rezó la declaración final- y muy dificultosas en estas provincias, que para hacer instrucción en cada una de ellas fuera confusión grandísima... ordenamos y mandamos que la doctrina y catecismo se ha de enseñar a los indios en lengua guaraní, por ser más clara y hablarse generalmente en todas estas provincias" 11. Como corrían multitud de catecismos en ese idioma, el Sínodo resolvió también adoptar el que compusiera el santo Fray Luis de Bolaños con la ayuda del capitán Escobar, famosísimo lenguaraz, y puso excomunión a los que usasen otros 12
En 1631 el obispo Fray Cristóbal de Aresti presidió otro Sínodo, también integrado en gran proporción por sacerdotes nativos, que confirmó la aprobación del catecismo de Fray Bolaños, complementó su texto con las oraciones compuestas por el Padre Roque González de Santa Cruz 13 "y en el que se hizieron estatutos de grande importancia en favor de la salud temporal y eterna destas pobres naciones y también de los Españoles", según refieren las Cartas Annuas de los Jesuitas 14.
EL PROBLEMA DE LA INDIGENIZACIÓN
Los sínodos de 1598, 1601 y 1631 fueron una doble consagración: de la valía intelectual de los directores de la incipiente cultura paraguaya, todos nativos de la tierra, capaces de discurrir
sobre delicados temas de teología y de lingüística, y del guaraní que entraba, con pasos triunfales, en la alta vida espiritual de la nación. Los jesuitas, que por el mismo tiempo se instalaron definitivamente en el Paraguay, respetaron la labor de los Sínodos, ensalzaron al principal sacerdote paraguayo Padre Roque González de Santa Cruz y consagraron la preeminencia del guaraní que adoptaron como lengua única y exclusiva, con preterición absoluta del castellano, para su vasta obra misional.
En el choque de las dos culturas, no sólo la lengua del pueblo conquistado se había impuesto al conquistador. Muchos otros elementos culturales indígenas quedaron insertos y conservaron vida
propia en el complejo formado por la transculturación hispano¬guaraní. Y, no pocos productos de la simbiosis cultural, tenían tan esfumada la aportación hispánica, que los recién llegados de España los confundían con genuinas expresiones de una regresión al primitivismo guaraní.
Algunos gobernadores advenedizos no disimularon su espanto ante las cosas que veían en el Paraguay. Beaumont de Navarra lanzó en 1599 un auto contra la mucha gente ociosa y holgazana que no quieren trabajar, servir ni aprender oficio y que quieren más andar desnudos como yndios por los campos y chacaras comiendo lo que les dan en ellas y a veces lo que pueden tomar sin que se lo den", lamentándose, a renglón seguido, de lo mal que parece que españoles tan principales y descendientes de tan nobles conquistadores como los que conquistaron esta tierra biban como hibían los mismos naturales"15. Y pocos años después, otro gobernador, Diego Marín Negrón, también recién venido de España no menos indignado, denunció al Rey, después de corta visita al Paraguay: "los vezinos de aquellos lugares, desde las Corrientes arriva son tan bárbaros por la poca policía que tienen que hazen poca diferencia a los yndios" 16. El obispo Lizárraga, cuando redactó su libro donde encomiaba la buena educación de los conquistadores a sus descendientes, dió ese bello recuerdo como cosa del pasado, pues agregaba: "Ya han perdido esta policía., muertos los viejos, y son la gente más mentirosa del mundo, y como un hombre no tracte verdad, no le piden honra" 17. Y después de conocer personalmente su obispado, que fue pocos años después, confirmó este despectivo juicio. Escribió en 1609 que los más de los 250 habitantes de Asunción eran mestizos, "gente mentirosa como sus agüelos de parte de sus madres, holgazanes, bevedores y de otros vicios". En tan mal concepto los tenían que ni siquiera quería educarlos para sacerdotes, "pues ordenarlos es perdición por sus malas costumbres" 18. Sin duda, Beaumont de Navarra, Martín Negrón ni el obispo Lizárraga se referían al núcleo director de la colonia, de donde habían salido los sínodos de 1598 y 1601, sino a la gran masa de la población que había creado un estilo de vida peculiar que escapaba a su comprensión.
HERNANDARIAS
Pero si Hernandarias no subrayó los juicios que merecían sus compatriotas a los gobernantes y prelados "bizoños y chapetones" 19 no se sentía menos alarmado que ellos ante la creciente indigenización paraguaya. Atribuyó ese avasallador retorno, tan temido por los españoles, a la falta de institutos de enseñanza superior. El embrión de seminario fundado por el obispo Guerra sólo consagraba sacerdotes, aptos para la conservación y la propagación de la fe, pero débiles para empresas culturales de mayor magnitud y sobre todo más arduas. Hernandarias creyó que únicamente por la acción de una universidad, podrían formarse los hombres doctos capaces de contener la marea del primitivismo y de fundar una civilización superior, así como de asumir el gobierno del vasto país, dando por descontado que éste correspondería en adelante a los nacidos en él.
“Sin saber no puede haber gobierno”, era una de sus máximas 20. De su familia salió el fundador de la Universidad de Córdoba, fray Hernando de Trejo, hermano materno y también paraguayo. Pero aunque "hombre docto" él mismo, como lo demuestran los memoriales y ordenanzas salidos de su pluma, su sabiduría emanaba más de su natural talento y de su experiencia que de los estudios. Por éso, cuando debía resolver problemas graves, acudía a otras personas más entendidas, "por ignorar las matemáticas y el derecho", según le acusaban sus detractores 21.
Ese respeto providencial a la sabiduría le impulsó a comisionar a Tomás de Garay en 1598, como procurador de la Provincia y de la Ciudad hasta la ciudad de Lima, para solicitar del Virrey, entre otras cosas, la fundación de un colegio de estudios universitarios en Asunción. Garay señaló que sólo así los hijos de los conquistadores "se criarán áviles y suficientes para el gobierno de sus Repúblicas, de lo cual carecen por no criarse con puliçía y enseñanza que se requiere, de que podrían subçeder algunos ynconvenientes, y aunque algunos querrían venir a estas partes a estudiar y sus padres o deudos ynviarlos, la mucha pobreza que tienen no les da lugar”22 . El Virrey don Luis de Velasco, sólo a medias accedió a esta solicitud. El procurador del Paraguay había pedido para la fundación universitaria la dirección de la Compañía de Jesús, que también regenteaba la Universidad de Lima y que gozaba de la predilección de su mandante Hernandarias. Velasco dispuso el envío de jesuitas al Paraguay pero con el exclusivo objeto de "la enseñanza de la doctrina, letras y buenas costumbres y a leer y escribir a los nacidos en aquella tierra", según providenció al margen de la presentación de Garay.
Hernandarias insistió en su reclamo y esta vez ante los propios estrados de la Corona. En 1604, fué enviado a España como procurador del Paraguay, Manuel de Frías, con diversos objetivos, entre ellos, reiterar personalmente al Rey el pedido de una fundación universitaria en Asunción, donde se leyera gramática, arte y teología a fin de que en la provincia hubiera "hombres doctos ansi para el gobierno y policía como para la yglesia". "En aquella tierra -decían las instrucciones a Frías- hay muchos hijos y descendientes de antiguos conquistadores de buenos entendimientos, capacidad y avilidad para aprovechar y pasar muy adelante en las letras si uviere comodidad para ello, porque Lima, que es la universidad más cercana, está más de ochocientas leguas y por la pobreza no pueden los padres sustentar a los hijos" 23.
EL LICENCIADO SALDIVAR
No esperó Hernandarias que recayera resolución real sobre su insistente pedido. La incorporación al elenco asunceño del clérigo licenciado Francisco de Saldívar, paraguayo, hijo de conquistadores, que había cursado en la Universidad de Lima, fue aprovechada por el gobernante paraguayo para promover los tan ansiados estudios de gramática, arte y teología. Cuando despachó a Frías a España, Saldívar ya estaba dedicado a la noble actividad 24. En 1607 Hernandarias volvió a recordar en una de sus cartas al Rey: "Queda en aquella ciudad (de Asunción) entablado el estudio de los hijos de la tierra, cuio maestre es el padre francisco de Saldívar, prebystero Cambien nacido en la dicha ciudad, que mouido del servicio de Dios y hacer (bien) en su patria, les enseña, sin tener otro interese” 25. ¡Para el mejor servicio de Dios y de su patria, el licenciado Saldívar enseñaba gratuitamente en Asunción, en los principios del siglo XVII, gramática, arte y teología!
A ésto no se redujeron los desvelos culturales del insigne estadista. Por su mandato, los maestros que enseñaban a leer y escribir a los niños de los campos, fueron reunidos en Asunción y sometidos a examen, en su presencia, por los Padres de la Compañía de Jesús. Hernandarias, en su informe al Rey, alegó que lo hacía porque "es de tanta importancia", revelando que mucho trabajo le costó juntar a los maestros 26 . Evidentemente no le satisfacía la calidad de la enseñanza que impartían los maestros de primeras letras. No hay en su extensa correspondencia nada parecido a las imputaciones de los gobernantes contemporáneos Beaumont y Navarra y Marín Negrón sobre la supuesta barbarización del pueblo paraguayo. Él mismo era uno de los que habían incurrido en las fallas censuradas. "Habla la lengua como los mismos naturales, sabe sus costumbres y casi conoce sus pensamientos'', decía de Hernandarias el obispo Lizárraga 27. Pero, de cualquier modo. su mayor preocupación en el orden cultural consistió en desindigenizar a su bien amada patria, no solamente elevando el nivel de la enseñanza primaria sino también procurando la creación de una universidad.
Las súplicas de Hernandarias no encontraron eco en las alturas sino para que el Paraguay supiera que la Corona no estaba dispuesta a distraer un solo maravedí de sus arcas en la fundación de
una universidad en provincia que ninguna renta le producía. Por Real Cédula del 3 de mayo de 1604, Hernandarias fue conminado a enviar nuevas informaciones sobre la petición de fundar un colegio en Asunción para formar "hombres doctos para el gobierno y policía y para sacerdotes". El Rey quería saber, antes de tomar resolución, "si en la dicha ciudad ay necesidad de fundar el dho colegio, y qué comodidad habrá para ello, y a quién se podrá encargar, y lo que se podrá aplicar para su sustento, y en donde, que no sea de mi hacienda" 28. Ignoramos la respuesta de Hernandarias, pero se conoce la del obispo Lizárraga, a quien simultáneamente se requirió análogo informe.
El obispo estimó "convenientísima" la fundación proyectada, pero no le parecía fácil rentar las necesarias cátedras, por la gran pobreza de la tierra, salvo que se mandara "que en la provincia de
los Charcas se echara alguna pensión de 4.000 pesos, ensayados en tributos vacos o que vacaren, o arbitrar algún otro medio". Agregaba el prelado que de los 4.000 pesos. habría que destinar 600 para libros de diversos autores que se diesen de limosna a los estudiantes pobres 29. El arbitrio insinuado por fray Lizárraga no fué aceptado. Si el Paraguay deseaba universidad tenía que costearla, sin afectar la real hacienda. Y la provincia pasaba entonces por una de las más agudas postraciones económicas de su historia; motivada por el cierre del puerto de Buenos Aires. El sueño de Hernandarias quedó frustrado de raíz.
LA COMPAÑÍA DE JESUS
Por lo menos consiguió lo que era también uno de sus fervientes anhelos: el establecimiento definitivo de la Compañía de Jesús en el Paraguay. Creada en 1607 la Provincia Jesuítica del Paraguay, comenzó la afluencia de religiosos de la Orden. Aunque los jesuítas eran los organizadores de casi todos los establecimientos de enseñanza superior en los dominios españoles, su radicación en el Paraguay obedeció a otras preferencias: miró más a la evangelización de los indígenas que a la cultura de los españoles y de sus descendientes. Con todo, apenas instalado el Colegio de la Compañía en Asunción comenzó a funcionar un "aula de latinidad", juntamente con una escuela primaria con más de cuatrocientos niños, españoles e indios". "De la una y otra escuela avía mucha necesidad, y de una y otra esperamos muy colmados frutos", informó el Padre Diego de Torres en su Carta Annua de 1610 30.
Ambos establecimientos estuvieron sujetos al vaivén de las enconadas disputas que pronto, desde que Hernandarias se alejó del gobierno y del Paraguay, se entablaron entre los jesuitas y el vecindario asunceño por diversos motivos, de entre los cuales no era el menor de todos el problema del servicio personal de los indios. En poco tiempo, los jesuitas se creyeron obligados a cesar los estudios públicos una y otra vez. Lo hicieron por tercera vez cuando el obispo fray Tomás de Torres, llegado en 1621 y que se había hecho famoso por su grande ingenio en la Universidad de Lovayna, "empezó a vomitar contra la religión de la Compañía el veneno que abrigaba desde Europa en su pecho", al decir del historiador jesuita Padre Lozano 31.
Después que el obispo Torres fué obligado a abandonar el Paraguay, ambos cabildos, el eclesiástico y el seglar, suplicaron a la compañía que restableciera los estudios. El Padre Provincial Nicolás Mastrillo Durán se mostró "gravemente sentido que aviendo tres veces la compañía puesto allí los estudios, otras tantas ellos no más que por su antojo los hubiesen quitado; por lo cual no combenía a nuestra autoridad y buen nombre ponerlos la quarta". Insistieron los cabildantes y se sometieron a todas las condiciones de la Compañía. Los jesuitas exigieron que ambos cabildos se dirigieran al Rey pidiendo esa merced, "atento a la pobreza de la tierra y que no podían sustentar seminarios ni maestros ni se hallaban al propósito, por lo cual carecía la juventud de buena doctrina". Los capitulares se allanaron a esta exigencia y el Padre Durán no esperó que surtiera efecto la petición de la Corona, que sólo buscaba "deshacer las calumnias y mentiras que avían escrito al Consejo, refutándolas ellos con sus mismas palabras", para conceder la reanudación de los estudios, enviando a Asunción maestro de latín y de artes 32.
También se establecieron poco después nuevas cátedras de gramática de teología escolástica y de moral, con asistencia de cofrades de la Compañía y también de "muchos estudiantes de fuera". Y a pesar de "los muchos estorbos de las letras que lleva consigo la tierra" (alusión transparente al bilingüismo), se hicieron todos los actos y ejercicios literarios "con mucha solemnidad y asistencia de toda la ciudad", según se lee en la Carta Annua del año 1631 33. Se puso así de resalto el interés cultural de la colectividad civil que se humillaba y deponía sus enconos contra la Compañía de Jesús en aras de la educación superior de la juventud.
EL OBISPO CÁRDENAS
El famoso obispo fray Bernardino de Cárdenas se encargó de soplar sobre las brasas y nuevamente las llamas de la discordia subieron hasta el cielo. Electo gobernador por el voto popular en 1649 expulsó a los religiosos de la Compañía de la ciudad de Asunción, y entre los motivos que alegó para justificar la violencia estuvo el ningún interés de los jesuitas en la formación de hombres doctos, la permanente aspiración de los paraguayos. Decía en un memorial a la Audiencia de Charcas: "Y porque profesando (la Compañía) enseñar letras a los niños, para que haya hombres doctos en las Ciudades, no lo han hecho sino al rebes en ésta; pues porque no haya sacerdotes idóneos para ser Doctrineros de las dichas Doctrinas, y por tenerlas siempre sus Reverencias, trayendo Extrangeros para ellas... no han puesto el cuidado que deben y suelen en el estudio; y el que han tenido de Gramática ha sido de cumplirniento, entreteniendo a los Estudiantes, sin haber sacado en tanto tiempo siquiera un Gramático bueno. . . " 34.
Alguna razón tenía el fogoso prelado. La Compañía de Jesús, por temor quizás al espíritu levantisco de los paraguayos y pese al honroso antecedente del Padre Roque González de Santa Cruz, prefería traer misioneros europeos de las más variadas nacionalidades, antes que formarlos en la tierra. Esta preferencia redundaba en perjuicios para la evangelización de los indios, según el obispo Cárdenas, "porque los Sacerdotes criollos desta tierra, aunque no sepan Theología, y aún caso negado que no supiesen Latín, son más idóneos que los muy Letrados, extrangeros para la enseñanza y doctrina de los Indios, porque lo que más importa para ellos es saber su lengua, lo cual saben perfectamente los Clérigos, y no los dichos Padres, aunque lo estudien muchos años" 35. Para suplir esa omisión, al aplicar los bienes incautados a los jesuitas, destinó parte importante de ellos a la fundación de un Colegio o Seminario Real, "que con ser cosa tan importante y tan encargada en el Concilio Tridentino, y haberlo en todos los Obispados, no le había en ésta; por cuya falta, la ha habido grandíssima de Clérigos y hombres doctos, porque sus Reverencias no han querido que los haya" 36. No alcanzó efecto este proyecto del combativo y combatido Obispo que insumió todo el tiempo de su breve gobierno en tumultos, polémicas y batallas, pero a él mismo le tocó comprobar que la clerecía paraguaya no estaba tan horra de sabiduría, por lo menos en los campos de la teología y la gramática, que era lo que por aquellos tiempos más interesaba.
LA POLÉMICA SOBRE EL CATECISMO
Correspondió al obispo Cárdenas provocar una ruidosa polémica que durante años mantuvo a la Provincia tan agitada como si se tratara de una primerísima cuestión política y que tuvo resonancia en Lima, Charcas y en la propia Corona. Apoyándose en el dictamen de clérigos nativos y de lenguaraces, que por lo visto algo sabían de teología y de gramática, el obispo denunció a la Inquisición de Lima algunas expresiones del catecismo en guaraní utilizado por los jesuitas, por "heréticas, indecentes y contrarias al espíritu genuino de la doctrina cristiana" 37. Largo tiempo se arrastró la controversia, que tuvo muchos ribetes de escandalosa, por los pasillos de la Inquisición. Elevados los autos a la Corona, por Real Cédula del 1º de junio de 1654, se sometió la resolución definitiva del caso del arzobispo de La Plata, doctor Juan Alonso Ocoa, quien debía expedirse después de escuchar a una junta de personas doctas y peritas en la lengua guaraní.
No en ninguna parte sino en Asunción fué a buscarlas el arzobispo. En cumplimiento del mandato real se reunió en 1656 la junta de teólogos y lingüistas. La mayoría de los congregados a título de "personas doctas y peritas en la lengua guaraní", eran paraguayos, que ocupaban altas dignidades en la Provincia. Contábanse entre ellos, el licenciado Gabriel de Peralta, deán de la Catedral; el licenciado Pedro de Mendoza, cura de Yaguarón; el licenciado Pedro de la Cueva, gobernador eclesiástico; el padre fray Pedro de Villasante, guardián de San Francisco, y seglares como el licenciado Esteban Ibarralde y los maestres de campo García Moreno y Francisco Espíndola 38. Si el obispo Cárdenas había encontrado entre los paraguayos personas expertas, capaces de trajinar por entre las escarpadas cuestiones de la teología para descubrir las herejías de los jesuitas, éstos, a su turno, también contaron con el apoyo de otros paraguayos, no menos duchos en los misterios de la dogmática.
La junta de los hombres doctos de Asunción cumplió su cometido en eruditos y bien hablados informes, "que no desmerecerían en un concilio ecuménico o en una academia de filólogos, discutiendo como teólogos y lingüistas las expresiones tachadas por el Catecismo", al decir de Mitre 39. Los jesuitas lograron exculparse de las acusaciones de su contrincante. Quedó en claro que el catecismo incriminado era el formado por fray Luis Bolaños, de la misma Orden de San Francisco que el obispo Cárdenas, complementado por el padre González de Santa Cruz y que ya había sido aprobado por los sínodos provinciales de 1603 y 1631. Y quedó también en claro que los clérigos paraguayos del siglo XVII no sólo sabían guaraní sino que campeaban con soltura en los terrenos de la filología y de la teología.
¿De dónde habían salido tantos licenciados como los que en 1656 discurrieron doctamente sobre temas abstractos cual si estuvieran en un concilio ecuménico o en una academia de filólogos y no en una pobre ciudad que carecía de institutos habilitados para otorgar títulos de cualquier clase? Evidentemente provenían de alguna de las universidades del Virreinato: de la de Lima, de donde sabemos procedía el licenciado Saldívar, el teólogo tan alabado por Hernandarias a principios del siglo; de la de Córdoba, fundada en 1614, o de la de Charcas, instituida en 1624. Ya en 1609, cuando en Córdoba sólo exstía un noviciado, el Provincial Diego de Torres informaba que "aún de la Gobernación del Paraguay acuden los estudiantes" 40. Consta por la lista de los pensionados de Montserrat que fue ininterrumpida la afluencia de estudiantes paraguayos, aún en las épocas de mayor penuria económica 41.
Pero no bastaba, y el Paraguay siguió insistiendo en sus proyectos de universidad propia, durante el resto de la edad colonial, sin que ninguno de sus sueños llegara a cuajar en realidad.
NOTAS
1. Principalmente: Fernando Márques Miranda, "Tentativas desconocidas de creación de universidades en la época colonial", en II Congreso lnternacional de Historia de América, Buenos Aires, 1938, t. V, pp. 226-228; P. Guillermo Furlong, S. J. "Antecedentes de la Universidad de la Asunción", en Pulso, Revista del Centro de Estudiantes Paraguayos, N° 7, pag- 1-3, Buenos Aires, 1951; Benigno Riquelme García, "El Colegio Seminario Conciliar de San Carlos de Asunción", en Revista Nacional de Cultura, N° 1, pp. 42-46. Asunción, 1957; Francisco Sevillano Colom, "Intentos de creación de una Universidad en el Paraguay", en Boletín de Educación. Paraguaya, N'- 1.3, pp. 2, 8, Asunción, 1957.
2. Ruy Díaz de Guzmán, "La Argentina", p. 202, Colección Estrada, Buenos Aires.
3. Fr. Reginaldo de Lizárraga, Descripción Colonial, Lib. II, pp. 230¬231, Buenos Aires, 1928.
4. Eyzaguirre y Olaberriaga al Rey, As., 12-III-1580, Roberto Levillier, Correspondencia de los Oficiales Reales de Hacienda del Río de la Plata con los Reyes de España, T. I, p. 356.
5. P. Guillermo Furlong, S. J. Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata, p. 85, Buenos Aires, 1952.
6. Olebarriaga y Eizaguirre al Rey, As., 2-III-1586, Corr. Ofic. Reales, cit.. p. 397.
7. Vázquez de Liaño al Rey, 15-VII-1599, Documentos históricos y Geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, p. 163, Buenos Aires, 1941.
8. Información de servicios de Hernandarias, 1601, Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Colección García Viñas, (copias del Archivo G. de Indias), N° 1546.
9. Hernandarias al Rey, 5-IV-1.604, Revista de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, t. I, Nº 1, pp. 95.
10. Carlos Leonhardt, nota, en Documentos para la Historia Argentina, t. XIX, p. 435, Bs. Aires, 1927.
11. Actas del Sínodo de 1603, en Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, t. IV, p. 8, Bs. Aires, 1882.
12. Bartolomé Mitre, Catálogo razonado de la sección Lenguas Americanas, t. II, pp. 15-20, Bs. Aires, 1910. Pedro Lozano, Hist., t. III, p. 501.
13. Actas, en Rev. Bib. Páb., Bs. As., cit.
14. Cartas Annuas 1628-1631, Doc. s. Hist. Arg., t., XX, p. 430, Bs. Aires, 1929.
15. Auto de 17-VII-1599, Archivo Nacional de Asunción, vol. 2, Nº 27.
16. Marín Negrón al Rey, 8-I-1612, Bib. N. B. Aires, Col. G. V., N° 4124.
18. I.izárraga al Rey, 30-IX-1609, Doc. s. Hisst. y Geogr., cit., p. 215.
19. Hernandarias al Rey, 30-I-1600, Rev. Bib, Nac. B. A., cit., ,. 71.
20. Instrucciones a Frías, Bib. Nac. B. A. Col. G. V., N° 3521.
21. Raúl A. Molina, Hernandarias, el hijo de la tierra, p. 302, Buenos Aires, 1948.
22. Memorial 1508, Bib. Nac. B. A., Col. G. V., N° 2885.
24. Hernandarias al Rey, 5-IV-1604, cit
25. Hernandarias al Rey, 4-V-1607, Rev. Bib. Nac. B. A., Nº 2, p. 131.
27. Lizárraga al Rey, 22-XI-1608, Bib. Nac. B. A., Col. G. V., N° 3872.
28. R. C., 3-V-1604, Arch. Nac. As., vol. 58, Nº 1.
29. Lizárraga al Rey, 1607, Pablo Pastells, Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, t. 1, p. 126, Madrid, 1819.
30. Carta Annua, 1610, Doc. s. Hist. Arg., t. XX, p. 85.
31. P. Pedro Lozano. S. J. Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, t. III, p. 509.
32. Carta Annua, 1628, Docs. Hist. Arg., t. XX, p. 253.
33. Carta Annua, 1631, Docs. Hist. Arg., t. XX, p. 422.
34. Cárdenas a la Audiencia, 25-1V-1649, Colección. general de documentos tocantes a la persecución que los Regulares de la Compañía suscitaron... contra el Hmo. Rvm. Sr. Fr. D. Bernardino de Cardenas, t. 1, p. 59, Madrid, 1768.
38. Congregación y Junta de personas doctas y peritas en la lengua guaraní... cit. Mitre, Cat. Raz., pp. 42-48.
40. Carta Annua, 1609, Docs. Hist. Arg., t. XX, p. 37.
41 Cif P. Grenon, S. J. Catálogo de los primeros alumnos del Montserrat, Córdoba, 1948.
ANTE EL MONUMENTO A ANTEQUERA
Atalaya gigante que te yergues altiva
como el reto magnífico que lanzó al infinito,
con la santa fiereza de un patriótico rito,
el audaz comunero de la gesta nativa.
Aún palpita en tu mole de macizo granito
toda el alma rebelde de la estirpe atrevida,
que hasta el sol ascendiera en las alas del grito
formidable y romántico, como ofrenda votiva.
Como un templo te alzas que erigiera la historia
de sus hijos dilectos a la eterna memoria
y el espíritu eres de Asunción Comunera.
Que en el santo recuerdo de su gloria pasada,
hasta el cielo elevara, como una hostia sagrada,
toda el alma hasta el alma del insigne Antequera.
VICENTE LAMAS.
LA ACCIÓN DE CARLOS V EN AMÉRICA A TRAVÉS DE UNA INTERPRETACIÓN DE ORTEGA Y GASSET
por JULIO CÉSAR CHÁVES
En el capítulo VI de la 11 parte de su libro España Invertebrada, se abocó Ortega al estudio del problema de adalid y masa con relación a la conquista y colonización de América. Es penetrante y agudo en este trabajo el pensamiento del maestro, y ágil y brillante su discurso. Y antes que nada y sobre todo debemos señalar el espíritu de comprensión y la simpatía del capítulo con relación a nuestro continente.
La masa es el pueblo español que actuó en estas tierras del Plata. Opinamos que el adalid debe ser Carlos V. Primero porque su vida y gobierno encierran prácticamente el período colonizador de estas regiones, período que se abre con la expedición de Solis (1516) y se cierra con la muerte de Domingo Martínez de Irala (1556). Segundo porque estudiando la política del Emperador se ve con claridad que el Plata fué para él campo de sus más enérgicos y también, de sus mejores impulsos.
El capítulo de Ortega ha motivado un valioso trabajo de Richard Konetzke: La Emigración Española al Río de la Plata durante el Siglo XVI, aporte serio y profundo que debemos agradecer al ilustre hispanista.
Controvierte Konetzke la afirmación de Ortega: "La colonización española fué una obra popular... Es el pueblo quien directamente, sin propósitos conscientes, sin directores, sin táctica deliberarla, engendra otros pueblos... Nuestro pueblo hizo todo lo que tenía que hacer; pobló, cultivó, cantó, gimió, amó... En España lo ha hecho todo el pueblo, y lo que no ha hecho el pueblo, se ha quedado sin hacer".
El autor se pregunta: "¿Acierta el filósofo en esta afirmación que le sirve de ejemplo básico en sus meditaciones sobre la historia de América?" Y agrega a renglón seguido: "Yo no pretendo sostener esta tesis de Ortega y Gasset ni oponerle otra contraria". Mas en su ponderable estudio cae precisamente en lo último. Todo él se endereza a rebatir la tesis orteguiana. Aparte las seis conclusiones del final trasuntan con claridad el espíritu del autor.
Según éste, Ortega opina que la conquista fué obra popular, resultado de la acción privada, y no de la Corona. El, por el contrario, establece su contratesis así: 1° "La colonización y población
del Río de la Plata fué la obra de una política colonial consciente y deliberada, encaminada por la Corona; 2° El capitalismo privado español del siglo XVI no se había desarrollado hasta el punto de posibilitar grandes empresas colonizadoras en ultramar por la iniciativa particular".
Para mí, el autor no ha interpretado bien el capítulo que comenta. Las conclusiones orteguianas no son las estructuradas por el comentarista. Ortega y Konetzke no están lejos sino muy cerca en la materia; la divergencia entre los dos es sólo de matices.
Ortega no niega la acción de la Corona, la afirma. No atribuye la obra colonizadora a la empresa privada; al contrario, señala su falta. Para él la conquista es de la Corona; la colonización, del
pueblo. Falta, la élite: los grandes empresistas y caudillos. Por eso titula el capítulo La Ausencia de "los Mejores". Falta la minoría; en una palabra: faltan los mejores. Y la idea es tan dominante en él que encabeza con el título de ese capítulo la segunda parte de España Invertebrada.
Sigamos el desarrollo orteguiano:
En España lo que el pueblo no ha podado hacer se quedó sin hacer.
"En Cuanto a España... Es extraño que de nuestra larga historia no se haya esfumado cien veces el rango más característico, que es, a la vez, el más evidente y a la mano: la desproporción casi incesante entre el valor de nuestro vulgo y el de nuestras minorías selectas. La personalidad autónoma, que adopta ante la vida una actitud individual y consciente, ha sido rarísima en nuestro país. Aquí lo ha hecho todo el "pueblo", y lo que el "pueblo" no ha podido hacer se ha quedado sin hacer".
La historia de España no fué hecha por minorías. La hizo la masa o el Poder.
"Mientras la historia de Francia o de Inglaterra es una historia hecha principalmente por minorías, todo lo ha hecho aquí la masa, directamente o por medio de su condensación virtual en él Poder Público, político o eclesiástico. Cuando entramos en nuestras villas milenarias vemos iglesias y edificios públicos. La creación individual falta casi por completo. ¿No se advierte la pobreza de nuestra arquitectura civil privada? Los "palacios" de las viejas ciudades son, en rigor, modestísimas habitaciones en cuya fachada gesticula pretensiosamente la vanidad de unos blasones. Si se quitan a Toledo, a la imperial Toledo, el Alcázar y la Catedral, queda una mísera aldea".
La minoría suficiente está ausente.
"Mírese por donde plazca el hecho español de hoy, de ayer o de anteayer, siempre sorprenderá la anómala ausencia de una minoría suficiente. Este fenómeno explica toda nuestra historia, inclusive aquellos momentos de fugaz plenitud". La colonización española fué una obra popular. La inglesa fué ejecutada por minorías selectas y poderosas.
"Pero lo importante, lo maravilloso, no fué la conquista -sin que yo pretenda mermar a ésta su dramática gracia-: lo importante, lo maravilloso, fué la colonización. A pesar de nuestra ignorancia sobre ella, nadie puede negar sus dimensiones como hecho histórico de alta cuantía. Para mi, es evidente que se trata de lo único verdadero, sustantivamente grande que ha hecho España. ¡Cosa peregrina! Basta acercarse un poco al gigantesco suceso, aun renunciando a perescrutar su fondo secreto, para advertir que la colonización española de América fue una obra popular. La colonización inglesa es ejecutada por minorías selectas y poderosas. Desde luego toman en su mano la empresa grandes Compañías".
"La colonización inglesa fué la acción reflexiva de minorías, bien en consorcios económicos, bien por secesión de un grupo selecto que busca tierras donde servir mejor a Dios.
En la española, es el "pueblo" quien directamente sin propósitos conscientes, sin directores sin táctica deliberada, engendra otros pueblos. Grandeza y miseria de nuestra colonización vienen ambas de aquí. Nuestro "pueblo" hizo todo lo que tenía que hacer: pobló, cultivo, cantó, gimió, amó. Pero no podía dar a las naciones que engendraba lo que no tenía: disciplina superior, cultura vivaz, civilización progresiva".
La parte final del capítulo se dedica a señalar la repercusión de la ausencia de "los mejores" en la vida y en la historia de España.
Es clarísima la conclusión del autor de España Invertebrada. En la nación española toda la construcción pertenece a la masa o al Poder. En la creación de América la conquista es obra de la
Corona. "lo importante, lo maravilloso, la colonización, fué "obra del pueblo español”.
La acción popular no excluye una dirección superior, sino todo lo contrario. Un breve examen de la conquista del Río de la Plata y el Paraguay lo confirma plenamente.
¿Qué hizo Carlos V? Envió a sus adelantados y capitanes a descubrir y conquistar la encantada y misteriosa región del Paraguay, tratando de "arrancar a la tierra su secreto". Llevó a cabo
grandes esfuerzos para auxiliar y proteger a los españoles que quedaron en estos países desconocidos. Estructuró una política muy sabia para protegerlos y ampararlos. Les permitió elegir sus propios gobernantes. Ratificó las leyes por ellos dictadas. Propulsó el libre comercio, la industria, la ganadería, la agricultura. Dió excepcional importancia al arraigo de la religión. Durante varias décadas la acción del gobernante se muestra constante, alerta, tenaz.
Concretando: Carlos V hizo que sus conciudadanos descubriesen y conquistasen un vasto mundo, y evitó que cayese en manos de otras potencias.
¿Qué hizo el pueblo? Se mantuvo firme en ese pequeño fuerte de Asunción "amparo y reparo de la conquista". Venció al desierto, al hambre, al indio, al dolor, al desaliento. Un puñado
de españoles salvó para su Patria y para su Rey, medio continente. Salió a dar ayuda y aliento a los que llegaban en su auxilio. Buscó el enlace con el lejano Perú. Contramarchó después hacia el Sur y consiguió "abrir las puertas de la tierra" refundando Buenos Aires. En una siembra generosa dió vida a nueve ciudades que surgieron al Norte (Nueva Asunción y Santa Cruz de la Sierra), al Este Jerez y Villa Rica; al Oeste Concepción del Bermejo; al Sur (Santa Fe, Corrientes y la segunda y definitiva Buenos Aires).
Es indiscutible que sin el pueblo aquella conquista se hubiese perdido. Después de la muerte de Irala, los españoles de Asunción estuvieron quince años sin recibir auxilio ni siquiera noticias de la Metrópoli.
En la acción del pueblo español en el Plata y el Paraguay se encuentra uno de los períodos más brillantes de la historia de España. Digamos con el autor de España Invertebrada: "aquello fué maravilloso".
Examinemos por último las seis conclusiones del trabajo de Konetzke:
1ra) La emigración española al Río de la Plata durante el siglo XVI no fue una obra popular. No era el éxodo del pueblo español en busca de nuevos suelos patrios ni fué ejecutada por elementos aventureros ni por la acción reflexiva de una minoría de negociantes audaces y emprendedores. Excepto la gran expedición de Mendoza el pueblo huyó del propósito de ir a poblar en la región del Río de la Plata.
Opinamos con Ortega: la conquista, obra de la Corona, la colonización, obra de la masa. Acción conjunta del Monarca y del pueblo permitió a la nación española "un magnífico salto predatorio sobre el área del mundo", como dice Ortega.
Es cierto que el pueblo después del fracaso y la tragedia de Mendoza "huyó del propósito de ir a poblar en la región del Río de la Plata". Pero ello no deslustra la obra de los que se quedaron en el Paraguay.
2da) La colonización y población del Río de la Plata fué la obra de una política colonial consciente y deliberada, encaminada por la Corona y realizada por la labor continua y constante del Consejo de las Indias.
3ra) Las causas que movieron al Estado para impulsar la emigración al Río de la Plata radican, además del ser consciente de su responsabilidad para la conversión de los indígenas y el ennoblecimiento de las Indias, en intereses políticos y económicos. Plenamente cierto. Y el Emperador Carlos V atiene un gran mérito en ello.
4ta) El capitalismo privado español del siglo XVI no se había desarrollado hasta el punto de posibilitar grandes empresas colonizadoras en ultramar por iniciativa particular.
5ta) Las deficiencias en la actuación del Estado no obedecían tanto a la incomprensión de los monarcas como a la insuficiencia de sus recursos financieros, debida a la debilidad de la economía española y a las exigencias abrumadoras de una amplia política internacional. Por eso el Estado no podía desistir de recurrir a la colaboración de los intereses particulares y de la empresa privada para organizar las expediciones de conquista y colonización.
Habría mucho que hilar sobre esta conclusión. Es cierto que el capitalismo privado español no estaba desarrollado. Pero existía un capitalismo internacional que la Monarquía no encauzó hacia América sino hacia sus faenas europeas.
Por otra parte, los inmensos recursos que dió América no se gastaron allí; se malgastaron en otros continentes.
Pío Baroja cree que la decadencia de España comienza con el descubrimiento de América; para él esta empresa fue un error y de resultados negativos. Respetando la opinión del admirado escritor, disentimos radicalmente con él. Creemos que la decadencia derivó de haber consumido el formidable impulso surgido del advenimiento americano en otras partes y en otras tareas.
6ta) En suma, sin la dirección del Estado, que iniciaba, fomentaba y defendía la colonización en las provincias del Río de la Plata, no habría hoy una Argentina arraigada en una población de origen español por la mayor parte y en las tradiciones de la cultura española.
Es cierto pero debe completarse haciendo también justicia al sacrificio y a la acción del pueblo.
Es imposible negar el carácter netamente popular de la colonización en Río de la Plata. Es elocuente el fracaso dramático de los grandes adelantados, los Mendoza, los Alvar Núñez, los Sanabria. A todos los devoró la muerte, el dolor, el mar. Al frente de la conquista surgieron en Asunción los hombres anónimos, los que vinieron perdidos en el montón, en la Armada que Oviedo dijo "digna del César". "Un hombre humilde", "un hombre del común", lo llama despectivamente, Alonso de San Juan, letrado de Alvar Núñez, al que recogió la herencia de don Pedro de Mendoza. Con él, con Domingo Martínez de Irala, triunfa la tierra, se impone el pueblo. Y el Emperador Carlos V, cuya clarividencia admiro, llega al final de su gobierno a rendirse ante este hecho; cansado de capitular con Adelantados que jamás cumplían su misión, otorgó la gobernación del Río de la Plata a Irala:
"acatando lo que vos Domingo de Irala nos aveis servido y confiado de vos que soys tal persona que entendereis en lo que por nos fuere mandado. . . "
Hay en estas palabras una consagración y un reconocimiento. El Emperador se inclina definitivamente ante "la tierra", ante el hombre que acaudilla a la hueste, y es su máxima expresión.
Asunción, agosto de 1957.
NECROLOGÍA
JUAN BAUTISTA RIVAROLA
Académico de Número
Nació en Asunción el 8 de septiembre de 1896. Cursó sus estudios en el Colegio Nacional de Asunción y la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Atraído por la Biología ingresó
en el Instituto de Medicina Experimental de esa capital, en calidad de investigador, entonces bajo la dirección de su creador el profesor Roffo. con quien colaboró en numerosos trabajos sobre el cáncer.
Luego de más de una década, retornó al país en 1927, para incorporarse al Instituto de Parasitología, ingresando, posteriormente, en 1930, en los servicios sanitarios del Ejército, donde permaneció hasta su fallecimiento. Tuvo larga y destacada actuación en dicho servicio durante todo el curso de la contienda chaqueña, la que fué premiada con las condecoraciones de "Cruz del Chaco" y "Cruz del Defensor". Ingresó en la docencia universitaria en 1943, dictando la cátedra de Parasitología en nuestra Facultad de Ciencias Médicas.
Produjo numerosas comunicaciones científicas de su especialidad en colaboración con los doctores Gustavo González y Juan Boggino. que vieron la luz en publicaciones especializadas del país y el extranjero. Estudioso de la historia patria publicó el interesante trabajo intitulado La Ciudad de la Asunción y la cédula real de 1537. Una lucha por la Libertad, (1952). Ha disertado en diferentes oportunidades sobre la evangelización del Paraguay desde sus albores, siendo uno de nuestros historiadores que más dominio y acopio de datos tuviera sobre la historia eclesiástica en nuestro país, tema sobre el cual, dejó varias obras inéditas.
Al producirse su deceso, en mayo de 1957, el coronel de sanidad Juan Bautista Rivarola era tesorero titular del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, miembro de Número del Instituto de Numismática y Antigüedades del Paraguay y correspondiente de entidades similares en nuestra América.
PROFESOR EMILIANO GOMEZ RIOS
El fallecimiento de nuestro académico de número profesor don Emiliano Gómez Ríos, se produjo el 24 de octubre de 1957.
Había nacido en Pirayú el 8 de agosto de 1898. Recibió su título de maestro normal en la Escuela Normal de la Capital en 1918. Siguió un curso de perfeccionamiento en la Escuela Normal de Profesores de Paraná (Argentina). Ingresó después a la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales de la Universidad Nacional del Litoral, y en ella obtuvo el título de profesor en 1924.
Se consagró por completo a la docencia. Enseñó en la Escuela Normal de Profesores, la Escuela Militar, Colegio Nacional, Colegio Internacional, Colegio San José, Colegio de Goethe y en varias otras instituciones.
Actuó como Inspector General de Escuelas. Director General de Escuelas, Director de la Escuela Normal de Profesores y Presidente del Consejo Nacional de Educación.
Publicó La Enseñanza de la Geografia; Lo Moral y lo Bello según Kant y Schiller; La Enseñanza en el Paraguay; Elementos de Historia General de América, y El Paraguay y su Historia. Estas dos últimas obras han sido textos oficiales en los colegios y escuelas normales de la República.
El deceso del profesor Gómez Ríos fué hondamente lamentado. Nuestra corporación se adhirió al duelo.
CONFERENCIAS
BOLIVIA Y LA TRIPLE ALIANZA
por FERNANDO FERNANDEZ SANABRIA
El 16 de enero en el local del Instituto. Presentó al orador el académico de número Dr. Juan Ramón Chaves.
En su disertación el presidente de la Sociedad de Historia y Geografía de Santa Cruz de la Sierra ofreció nuevos documentos y datos de gran interés sobre la adhesión de Bolivia a nuestro país
durante la guerra de la triple alianza. El Dr. Fernández Sanabria tiene un libro en preparación sobre el terna.
LA HISTORIA EN LA SUSTENTACION DEL HOMBRE MODERNO
por el Dr. MARTIN ALMAGRO BASH
El 16 de Julio de 1957 en el local del Instituto, saludó al orador nuestro vicepresidente 2° Dr. Marco Antonio Laconich.
El profesor de la Facultad de Filosofía de Madrid brindó una disertación sobre la importancia de la historia en el mundo moderno. Recalcó la base fundamental que el historicismo presta al hombre de hoy en su inquietante vida.
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS HISTORICOS EN EL BRASIL
por JUSTO PASTOR BENITEZ
El 24 de julio en el local del Instituto, saludó al orador el Presidente del I.P.I.H. Dr. Julio César Chaves.
Un panorama muy completo de los estudios históricos en el Brasil presentó nuestro académico de número en su conferencia.
LA POESIA EN CUARANI
por el Dr. LUIS DE GASPERI
El 10 de octubre de 1957 en el "Unión Club". Presentó al orador el académico de número don Guillermo Tell Bertoni.
Una completa disertación sobre la poesía guaraní y sus antecedentes históricos, fué la del presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.
LOS ADELANTADOS
por el Dr. RICARDO ZORRAQUIN BECU
El 2 de setiembre de 1957 en el local del Instituto con asistencia del Exmo. Sr. Ministro de Educación Dr. Raúl Peña; presentó al orador nuestro vice 1 ° don Juan B. Gill Aguínaga.
El miembro de número de la Academia Nacional de la Historia y correspondiente de nuestra corporación efectuó un completo y profundo estudio de la institución de los adelantados.
LOS CASTILLOS EN ESPAÑA
por el arquitecto CASTO FERNANDEZ SHAW
El 17 de noviembre en la "Sociedad España.". Presentó al conferenciante el Dr. Cantalicio Franco Torres.
En su conferencia el arquitecto Fernández Shaw se refirió a la labor de la Comisión de Castillos de España, y describió los principales castillos. La disertación fue ilustrada con vistas cinematográficas.
UN ANTECEDENTE DE LA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS
por el Dr. RAFAEL ELADIO VELAZQUEZ
El 5 de diciembre de 1957, saludó al orador mico Dr. Mariano Luis Lara Castro.
Basada en sólida y nueva documentación el orador, académico correspondiente de nuestro Instituto, historió al pronunciamiento contra el gobernador Escobar y Gutiérrez en 1705.
DIEGO BARROS ARANA
por el Embajador de Chile en Asunción Dr. FRANCISCO MADRID ARELLANO
El 23 de diciembre de 1957 en la "Casa Argentina". Saludó al orador nuestro presidente Dr. Julio César Chaves.
La sesión tuvo carácter de homenaje al gran historiador chileno con motivo del cincuentenario de su muerte. El orador hizo una ajustada síntesis de la vida brillante y fructífera de Barros Arana.
CRÓNICA
ASAMBLEA DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS
El 23 de octubre de 1957, nuestro Instituto celebró su asamblea anual ordinaria en el local social con asistencia de los siguientes académicos de número: Paiva, Chaves (Julio César y Juan Ramón), Velilla, Gill Aguínaga, Laconich, Ramos, Centurión, Codas, Padre Alonso, Ortiz, Riquelme, Padre Noutz, Cardozo, Gustavo González, Tell Bertoni, Pussineri, Gaona, Lara Castro, Riquelme García, Peña Villamil y Carlos Guggiari, y los correspondientes: Urbieta Rojas, Rafael Eladio Velázquez, Juan Max Boettner, Colnago, Vázquez, Ferreiro y Luis G. Benítez.
El secretario Dr. Lara Castro dio lectura a la memoria anual que sintéticamente abordó los siguientes puntos:
Vinculación con el exterior. Fortalecimiento de los vínculos con las instituciones similares del exterior. Son particularmente estrechos los que unen al I.P.I.H. con la Academia Nacional de la Historia Argentina, el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, la Academia de Historia de Venezuela, la Real Academia de Historia de Madrid, la Escuela de Estudios Hispano-Americano de Sevilla, el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, el Archivo General de la Nación Argentina, y las Bibliotecas Nacionales de Buenos Aires, Río de Janeiro y Madrid.
Académicos correspondientes en el exterior. Pasaron a integrar la lista de correspondientes de I.P.I.H. "valores extraordinarios y positivos de la historiografía como Emilio García Gómez y Manuel Ballesteros en Madrid, Guillermo Céspedes en Sevilla, Jaime Delgado en Barcelona, Raúl Molina, Ricardo Caillet-Bois, Ricardo Zorraquín Becú en Buenos Aires, Humberto Vázquez Machicado en la Paz, César Arturo Ferreira Reís y José Honorio Rodríguez en Río de Janeiro, Emeterio Santovenia en la Habana, Mariano Picón Salas en Caracas, Ricardo Donoso en Santiago de Chile, Manuel José Forero en Bogotá, Adrián Recinos en Guatemala, Washington Llorens en Puerto Rico y John P. Harrison en Washington".
Conferencias: Se presentó una relación de todas las conferencias realizadas durante el período 1956-1957 y que fueron en total doce. Se anunció que estaban invitados para ocupar la tribuna el presidente del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay don Ariosto González, los historiadores argentinos Dr. Raúl Molina y Sres. José Torre Revello y Ricardo Piccirilli y el presidente del Instituto Histórico y Geográfico de Río Grande del Sur Dr. Guillermino César.
Biblioteca. Amplia fue la exposición sobre este tema, destacando las valiosas donaciones recibidas de instituciones y personas. La biblioteca ha sido habilitada a los estudiosos tres tardes por semana.
"Historia Paraguaya". La parte siguiente de la memoria fue dedicada a la aparición en el mes de junio por vez primera del anuario del Instituto "Historia Paraguaya". La publicación ha venido a prestar un real y positivo servicio a la cultura nacional. La revista distribuida profusamente en los grandes centros de cultura del exterior, fue a ellos como expresión altísima y señera del pensamiento nacional. En el Instituto se han recibido hasta hoy muchas felicitaciones por la aparición del Anuario. Por otra parte la crítica especializada le ha tributado su elogio.
.Trabajos de microfilrnación de la Unesco en el Archivo. La memoria ha rendido justicia al importantísimo trabajo realizado por la delegación de la Unesco encabezada por el Dr. Francisco Sevillano Colom en el Archivo Nacional de Asunción. "La cultura nacional -afirma- es deudora de intensa gratitud tanto a la Unesco como al Dr. Sevillano". Se anunció la próxima publicación del catálogo de documentos microfilmados en la Hispanic American Historical Review.
Números especiales de la Revista de Indias y de Estudios americanos. Se hallan en marcha números especiales de estas importantes revistas, que serán consagrados a la historiografía paraguaya.
Local. Se solucionaron satisfactoriamente los inconvenientes que impedían el traslado y la instalación del Instituto en su local en el Museum, Andrés Barbero. Son excelentes las relaciones con la Fundación La Piedad, que ha apoyado noblemente la labor del I.P.I.H., mediante la visión y el espíritu comprensivo de su presidente el Dr. Juan Boggino.
Recursos financieros. Se hizo una síntesis de los trabajos realizados en el orden financiero pudiendo en la actualidad solventarse la aparición regular de Historia Paraguaya y los gastos generales de la entidad. Se presentó un resumen completo del movimiento de tesorería de agosto de 1956 a junio de 1957, poniéndose a disposición de los señores académicos los comprobantes respectivos.
Relaciones con las autoridades e instituciones similares. En la parte final del documento se dejó constancia de las buenas relaciones mantenidas con las autoridades públicas y con diversas instituciones de cultura que han cooperado a la labor común, recordándose entre éstas, al Instituto de Cultura Hispánica, al Instituto de Numismática y Antigüedades, a la Academia Paraguaya de la Lengua y a la Sociedad Científica del Paraguay.
Voto de aplauso. Finalizada la lectura de la memoria el académico de número Dr. R. Antonio Ramos propuso que se tributase un voto de aplauso al presidente del Instituto Dr. Chaves por
su labor en el período fenecido. Esta moción fue aprobada por unanimidad. Seguidamente se levantó la sesión.
AGASAJOS DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS
El Instituto ha agasajado a colegas y amigos con motivo de una visita a nuestro país. El doctor Hernando Fernández Sanabria fue obsequiado con una comida en el Club Centenario por la mesa directiva del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas. El Dr. Almagro Bash lo fue con una comida en un restaurante de la capital y con un cocktail en la residencia de nuestro presidente doctor Chaves. Al Dr. Zorraquín Becú se le brindó una fiesta en casa de nuestro tesorero Dr. Peña Villamil.
ACADEMIA PARAGUAYA DE LENGUA ESPAÑOLA
Homenaje a Cervantes. La Academia celebró sesión especial de homenaje a Cervantes el 23 de abril de 1957.
El académico de número profesor Manuel Riquelme disertó sobre la obra cervantina.
En nombre del Instituto de Cultura Hispánica., pronunció un elocuente discurso el doctor Alberto Nogués.
El acto contó con la asistencia del Embajador de España, doctor José González de Gregorio y Arribas y de una gran concurrencia.
Homenaje a Darío. El día 22 de diciembre de 1957 se realizó una sesión de homenaje a Rubén Darío, con asistencia de una selecta concurrencia.
El miembro de número don Roque Gaona saludó con elocuentes palabras al conferenciante don José Concepción Ortíz, quien en una hermosa disertación estudió la obra del vate nicaragüense.
La señora Gloria Gavilán de Bordenave recitó versos de Darío, recogiendo muchos aplausos.
CONSULADO DEL PARAGUAY EN LISBOA
Durante su permanencia al frente de la Misión Diplomática del Paraguay, en Lisboa, el Dr. Silvio González Jovellanos pronunció una conferencia en la Sociedad Geográfica de Lisboa sobre la personalidad de Alejo García, otra por la Radio Universidad de Lisboa, sobre Algunos aspectos del Paraguay, editado en versión portuguesa, en un folleto, para su difusión; otra en el Instituto Español, de Lisboa, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores de España, subordinada al tema: Enfoque sociológico del mundo espiritual hispanoamericano. Además, patrocinó un festival de música folklórica paraguaya a total beneficio de la Asociación de Prensa de Lisboa, acto que se realizó en el gran Teatro Monumental, de dicha ciudad, ocasión en la cual el Dr. González Jovellanos pronunció una disertación sobre nuestra música nativa.
CONSULADO DEL PARAGUAY EN BARCELONA
Ha proseguido la intensa labor del cónsul de nuestro país en Barcelona, don Luis Mezquita Chávarri. Debemos anotar últimamente la creación de la Cámara de Comercio paraguayo-española en la ciudad condal, y la aparición bajo sus auspicios, de un número especial de la revista Missi.
ACADÉMICOS DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
Iniciamos en este volumen la publicación de las biografías de los académicos del IPIH. En el próximo volumen irán la de los miembros de número Dr. Efraím Cardozo, don Juan B. Gill Aguínaga, y Dr. Osvaldo Chaves; y las de los correspondientes: César Arthur Ferreira Reis (en Río) ; Adrián Recinos (en Guatemala); Manuel José Forero (en Bogotá) y Guillermo del Céspedes (en Sevilla).
DON PABLO MAX YNSFRAN
Miembro de número
Hijo del Doctor Facundo Ynsfrán y de doña Francisca Giménez. Nació en Asunción en 1895. Se formó en la Escuela Normal, el Colegio Nacional y la Facultad de Derecho. En 1918 se recibió de Escribano.
Filósofo. Político. Ensayista. Desde joven actuó en el periodismo. Fue fundador y redactor de Crónica (1913) ; colaborador asiduo de El Liberal y otros periódicos y revistas. En 1937-38, desempeñó la dirección de El Diario.
Intervino también en política. Fue diputado nacional (1924-28 ) Secretario de la Delegación Paraguaya a la Conferencia reunida en Washington (1929) ; Encargado de Negocios en la capital norteamericana (1930-33) ; Presidente de la Oficina de Cambios (1933-36) ; Ministro Consejero en Washington (1938 y Ministro de Obras Públicas (1939).
Desde 1941 dicta cátedra de Historia y Literatura hispanoamericana en la Universidad de Austin (Texas). Entre 1941 y 1957, ha realizado constantes giras por las principales universidades de los Estados Unidos dando conferencias.
Ha publicado El Paraguay contemporáneo (1928) ; en colaboración con J. Natalicio González) ; La Expedición Norteamericana contra el Paraguay. (Dos tomos. México 1955 y 1958). Tradujo
del inglés en 1936 Los orígenes de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, de Pelham Horton Box.
Colaboró y tradujo al inglés La Epopeya del Chaco, del Mariscal Estigarribia. Publicó la versión inglesa de esta obra la Universidad de Austin. Sus poesías más conocidas son: A un Hombre, Cántico Inmortal, La parábola de la selva y El año muerto.
Doctor MARCO ANTONIO LACONICH
Miembro de número
Nació en Santísima Trinidad, en 1902, siendo hijo de Antonio Laconich y Eulogia Solalinde. Jurista. Historiador. Periodista. Político. Cursó estudios en las facultades de derecho de Montevideo y Asunción, recibiéndose en esta última de abogado. Se consagró al periodismo, colaborando en los principales diarios y revistas de nuestro país. Fue durante muchos años colaborador permanente de El Diario, y director de su hoja dominical.
Fue Secretario de la Comisión Nacional de Límites (1933-35). Secretario de la Delegación Paraguaya a la Conferencia de Paz (1936). Plenipotenciario a la misma Conferencia (1936).
Ha publicado: El espíritu de Chuquisaca (1932) ; El Iris de la Paz (1933) ; La Paz del Chaco. Un pueblo traicionado (1938) ; El Paraguay mutilado (Réplica al libro del Dr. Ramón J. Cárcano
La Guerra del Paraguay.) Su obra histórica de mayor envergadura es Caudillos de la Conquista. Buenos Aires 1948. Un estudio sagaz y original de la figura y el gobierno de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Tiene en preparación El Paraguay revolucionario y heroico.
El Dr. Laconich es vicepresidente segundo de nuestro Instituto desde 1956. Es también miembro de número y tesorero de la Academia Paraguaya de la Lengua.
Doctor HIPÓLITO SANCHEZ QUELL
Miembro de número
Nació en Asunción en 1907, siendo sus padres don Hipólito Sánchez y doña Cipriana Quell. Estudió en el Colegio Nacional y la Facultad de Derecho, recibiéndose de abogado en 1930.
Profesor. Historiador. Poeta. Político. Se consagró a la docencia enseñando historia de América y del Paraguay en el Colegio Nacional y en otras instituciones. En la Facultad de Derecho se hizo cargo de las cátedras de Historia Diplomática del Paraguay, Derecho Internacional y Sociología.
Ejerció el periodismo. Fue director de La Unión; colaborador de Patria, El País y revistas nacionales y extranjeras. Ha pronunciado muchas conferencias en las capitales americanas. Ha sido Director del Archivo Nacional; vicepresidente de la Cámara de Representantes; Embajador especial ante el gobierno del Uruguay; Embajador en México (1949) ; Delegado ante las Naciones Unidas (1953) ; Ministro de Relaciones Exteriores (1954 - 56) ; Embajador en Río de Janeiro desde mediados de 1956.
Es miembro de la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Academia Argentina de Sociología, Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, y el Ateneo de Ciencias y Artes de Madrid.
Sus obras son: La política internacional del Paraguay, (tres ediciones) ; Estructura y función del Paraguay Colonial; (dos ediciones) ; Tríptico de la Poesía Rioplatense y Comentarios.
Es también poeta. Sus versos más conocidos son: Elogio a la calle Sacarello, Baradero, Versos a mis padres, Madrugada en el lago, Ausencia, Crepúsculo rural.
Doctor LUIS ALBERTO DE HERRERA
Correspondiente en Montevideo Nació en Montevideo, en julio de 1873. Cursó sus estudios en Buenos Aires y Montevideo, egresando como abogado de la Facultad de Derecho de la ciudad últimamente nombrada. Político, periodista, historiador, ha tenido una larga y preponderante actuación pública en su patria. Ha tenido una destacada actuación parlamentaria. Fue Presidente del Consejo N. de Administración (1925). Consejero Nacional hasta el 1° de marzo de 1931. Candidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional en 1926. Miembro de la Asamblea Constituyente en 1933. Senador de la República (1934-38). Es en la actualidad miembro del Consejo Nacional de Administración de su país.
Sus obras principales son: "Por la Patria", "La tierra Charrúa'', "Desde Wáshington", "Labor Diplomática", `Las bases de paz de Aceguá", "La doctrina Drago y el Interés del Uruguay",
"La Diplomacia Oriental en el Uruguay", "La Revolución Francesa y Sud América", "La Diplomacia Oriental en el Paraguay" (II), "El Uruguay Internacional", "Acción Parlamentaria", "Uno que vió...", "La encuesta Rural", "Buenos Aires, Urquiza y el Uruguay", "En la Brecha", "Una Etapa", "La Clausura de los Ríos", "El Drama del 65", "Sin Nombre", "La Misión Ponsomby", "La Paz de 1828", "Los Orígenes de la Guerra Grande", "El Canadá", "La Seudo-Historia para El Delfín", "Por la verdad histórica”, “Antes y Después de la Triple Alianza".
DON MARIANO PICON SALAS
Correspondiente en Caracas
Nació en Mérida, Estado de Venezuela en 1901. Realizó sus estudios en la ciudad natal graduándose posteriormente en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, con mención especial en la rama histórica, en 1928. Profesó en dicha Universidad en diversas cátedras. Al regreso a su patria, tuvo actuación preponderante en la reorganización de los sistemas educacionales de Venezuela. Desempeñó tareas diplomáticas en Europa, haciendo, a más, ejercicio de docencia universitaria en los Estados Unidos, en las universidades de Columbia, Middlebury College, Smith College y la Universidad de California. Fue decano de la facultad de Filosofía y Letras de Caracas.
Asimismo, fue embajador de su país en Colombia y es académico de número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, Correspondiente de las de Historia de Argentina, Chile y Perú, etc.
Ensayista, Diplomático, Académico, profesor universitario, nuestro correspondiente en Venezuela es, desde hace pocos meses, embajador de su país en Río de Janeiro.
Sus principales obras son: "De la Conquista a la Independencia", "Miranda", "Formación y Proceso de la Literatura Venezolana", "Pedro Claver, el Santo de los Esclavos".
Doctor EMETERIO S. SANTOVENIA
Correspondiente en la Habana
Nació en Mantua, Cuba, el 3 de mayo de 1899. Realizó sus estudios en la ciudad natal y en la Universidad de La Habana, de donde egresara abogado. Periodista y político, ocupó cargos representativos en ambas, habiendo desempeñado en varias ocasiones la Cancillería de su país, como así también representando al mismo en importantes conferencias internacionales. Como estudioso de la historia, su autoridad ha sido reconocida cuando se lo designó presidente de la Academia de la Historia de Cuba, función que detenta en la actualidad, siendo así también, correspondiente de muchas instituciones similares del continente. En su vasta bibliografía son títulos principales: Eloy Alfaro y Cuba; Vida Constitucional de Cuba, Bolívar y las Antillas Hispanas; El espíritu Francés y la Nación Cubana; Sarmiento y Martí, Vida de Alfaro; Historia de Cuba.
Su contribución más importante a la bibliografía de la especialidad se considera su Cuba en la política internacional, a cuya elaboración dedicara largos años, cuyos frutos son presentados en ese trabajo.
LIBROS
MARIANO ANTONIO MOLAS: Descripción Histórica de la Antigua Provincia del Paraguay, Buenos Aires, 1957. (Nizza.)
Con una breve introducción biográfica y algunas notas debidas a la pluma de Oscar Ferreiro, acaba de ser publicada esta nueva edición de la obra de Molas, que por vez primera fué editada en la misma ciudad el año 1868 y luego aquí, en la Asunción, en 1880. En verdad, ella había ya salido a la luz en la Revista de Buenos Aires desde fines de 1865, y en la Revista del Paraguay, antes de finalizar el siglo pasado y también por partes, la había reproducido en sus páginas íntegramente, es decir, con el apéndice documental de que ahora, en la presente edición, se ha prescindido. En cambio, a la notas de Carranza han sido añadidas esta vez las interesantes susodichas de Ferreiro que, ha realizado un trabajo serio y exhaustivo.
Con haber sido publicada en las cuatro oportunidades anteriores señaladas, la Descripción de Molas, uno de los libros clásicos de historia patria, era poco menos que inaccesible por hallarse agotadas hace rato las ediciones precedentes; por donde se colige la utilidad de esta reedición a casi 90 años de distancia de la primera.
Contra el aserto de que los originales de la "Descripción" datan de 1838 y 1839, testifica, sin embargo, el mismo Molas, según lo había apuntado ha tiempo Gondra. Efectivamente, puede leerse en más de un lugar de ella expresiones como "en la presente época de 1840", "En este año de 1840", etc., que prueban sobradamente haber sido éste último el de la redacción de dichos originales. Trátase, sin duda, de un detalle sin mayor significación; por lo demás, el error hay que achacarlo a quienes han dado en decir, como Wisner, que Molas "durante el tiempo que permaneció en ella (la cárcel), escribió bastante sobre la descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay", o como Carranza, que "este trabajo fué compuesto en la mazmorra en que le sumió por largos años el bárbaro Francia".
Lo importante es, lo repetimos, que esta fuente haya sido puesta al alcance del lector interesado en este género de temas; un libro, en fin, salido de la pluma de quien, según el "Diccionario biográfico americano" de Cortés, fué "tribuno de inteligencia clara, corazón magnánimo e inspiración jenerosa .
JOSE CONCEPCION ORTIZ
OSVALDO CHAVES: Historia y Filosofía, Buenos Aires, 1957. José Concepción Ortiz (Nizza)
El autor reune aquí un trabajo presentado a la cátedra de ética de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y cuatro conferencias leídas entre 1945 y 1956 en distintas ocasiones. El señor Chaves es un inquieto trabajador, cuya motivación esencial es la de estimular en su país (Paraguay) la actividad filosófica. El primer ensayo de este grupo de opúsculos ("Lo temporal y lo eterno en la filosofía") puede ser calificado como esbozo a una introducción a la filosofía, ya que divulga los tres problemas fundamentales de ella (siguiendo a García Morente) comprendidos en la ontológico o metafísico, lo gnoseológico o problema del conocimiento y lo axiológico o problema de los valores, y desarrolla un esquema valioso para la iniciación, El volumen está completado por "Los problemas de la historia en Voltaire y Montesquieu", cuyo título expresa su contenido; "La sociedad abierta", donde analiza los conceptos de sociedad desarrollados por filósofos desde Bergson; "Enigma y destino de América", donde apunta ideas originales acerca del problema del destino de esta parte del mundo, y "El pensamiento histórico de Menéndez y Pelayo". Un acentuado tono aristotélico y tomista, una mente lúcida y una pluma garbosa, por momentos encendida, facilitan la percepción del contenido de este volumen, que caracteriza a una mentalidad altamente promisoria en el quehacer filosófico de América hispana.
La Nación, Buenos Aires, 2 - III - 58.
ARTURO BRAY: Hombres y épocas del Paraguay, Buenos Aires, 1957. (Nizza)
La tercera edición de "Hombres y Epocas del Paraguay", por el Coronel Arturo Bray, impresa en Buenos Aires por Ediciones Nizza, es un libro que ha estado agotado en los últimos años, y que viene a satisfacer a la mayor cantidad de los lectores, ávidos de historia nacional. Su presentación es fiel y esmerada, además del prólogo sagaz del doctor Higinio Arbo. Arturo Bray, no necesita probablemente comentario como escritor. Ello nada agregaría a su consagración continental. No obstante, no podríamos substraernos a una crítica breve sobre su calidad de ensayista, uno de los mejores que ha salido de nuestro ejército. En esta obra, Bray hace con singular ahínco unos preciosos medallones de paraguayos ilustres, aunque algunos discutidos en el plano histórico-politíco. Encontramos a lo largo de sus ochos semblanzas muchas pruebas de su perspicacia narrativa, de su fuerza intuitiva, de su notable habilidad en la exégesis, pero también ciertas hilachas que, diríamos, escapan irremediablemente al bordado sutil de su pluma. Si tuviéramos que tomar como defectos los flecos disonantes de sus filigranas, así y todo, empero, no incidirían en el balance óptimo de su difícil tarea. Pues, lo que Bray bosqueja con delicado primor no es aventura de partiquino, sino un "tour de forte" propio de maestro. Más aún tratándose de situar y valuar a figuras encuadradas casi exclusivamente en la esfera política.
Desde el poliédrico doctor Francia hasta Eligio Ayala, el cancerbero del erario nacional, pasando por los hombres de mas relieve en la historia de nuestro país, los proyecta Bray con toda sinceridad y ánimo tolerante. ¿Podríamos decir también con estrictez histórica? No. Aquí es donde nuestro autor parece flaquear. Dos o tres ejemplos abonarán nuestra opinión. En el capítulo dedicado al doctor Francia pretende disculpar tácitamente algunos crímenes comparándolos con otros de nuestro tiempo, en otras latitudes y en nuestra propia tierra. Casi a renglón seguido está llamando la atención sobre la dificultad "de situarnos en el clima histórico de aquella obscura época". En las páginas que dedica al Mariscal López, la postura de Bray es aún más problemática. Uno está tentado a preguntar: ¿hace historia o balance moral? Refiere los sucesos con inocultados sentimientos de pena -conspiración y fusilamientos-, pero él mismo se plantea los hechos con matices de insolubilidad. En este sentido es que se descolora en su faena crítica, inclusive cojea un poco su calibre de ensayista. Sin embargo, no sería correcto usar la dura crítica con el libro por cuanto el autor se apresura a reconocer su valor de bosquejo "indigente y breve".
En otra dimensión, empero, Arturo Bray esplende. La pintura es su fuerte. Cuando proyecta climas, ambientes, costumbres, se recorta con nitidez, con singularidad. En este orden consigue efectos dignos de Zweig o de un Maurois. Ahí reside probablemente todo el mérito de su libro, y abonado asimismo por sus dotes estilísticas, a igual que en otros trabajos, en éste modulan galanura y fulgor.
R. MONTEFILPO CARVALLO
NATALICIO TALAVERA: La Guerra del Paraguay, Ediciones Nizza, Buenos Aires, Asunción, 1958, pp. 137, Ilustraciones de la época.
Las "Ediciones Nizza", de reciente actividad en nuestro país, vienen cumpliendo una noble y eficiente labor de divulgación cultural. Con la dirección intelectual de Julio César Chaves, y la experiencia administradora de Salvador Nizza, ha dado a la estampa, en el curso de muy breve tiempo, "El General Díaz -Biografía del vencedor de Curupaity", del nombrado Julio César Chaves; "El Dictador del Paraguay Dr. José Gaspar de Francia," de Francisco Wisner de Morgenstern; "Descripción de la Antigua Provincia del Paraguay", de Mariano Antonio Molas; "Proclamas y Cartas del Mariscal López"; "Hombres y Epocas del Paraguay", (libro I), tercera edición, de Arturo Bray; Historia y Filosofía de Osvaldo Chaves; "Estigarribia. El soldado del Chaco", segunda edición de Justo Pastor Benítez; "El Supremo Dictador -Biografía de José Gaspar de Francia", de Julio César Chaves; "La Revolución del 14 y 15 de Mayo" y "La Conferencia de Yataity-Corá", ambos resúmenes de Julio César Chaves. Tiene en prensa "Orígenes de la guerra de la Triple Alianza", de Pelham Horton Box, versión castellana de Pablo Max Ynsfrán, segunda edición; "El Paraguay Colonial", de Efraím Cardozo; "La Política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura de Francia", de R. Antonio Ramos; "El Solar Guaraní", de Justo Pastor Benítez segunda edición; "Historia de las Relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay", de Julio César Chaves, segunda edición; "La Asociación Paraguaya en la guerra de la Triple Alianza", de Juan B. Gill Aguínaga y otras de no menor importancia.
Entre los volúmenes publicados se encuentra "La Guerra del Paraguay", de Natalicio de María Talavera. Este libro contiene, si no toda la correspondencia enviada por el citado poeta y prosador guaireño desde los vivaques del ejército de nuestro país en sangriento conflicto con tres poderosas naciones de la América meridional, por lo menos presenta la parte más sustanciosa de la misma. Toda ella fué publicada en el Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles, como rezaba el nombre del periódico oficial, el segundo de los aparecidos en nuestro país, pues el inicial fué el Paraguayo Independiente , fundado en 1845, por Carlos Antonio López, y desaparecido en 1852.
Apenas estallada la guerra contra la tríplice el Semanario designó a Natalicio de María Talavera su corresponsal de guerra en el frente de operaciones. Era Talavera oriundo de Villa Rica del Espíritu Santo. Cursó estudios en el "Aula de Filosofía", fundado y dirigido por el gaditano Ildefonso Antonio Bermejo. En sus aulas aprendió el francés y adquirió una relativa cultura que le ganó fama en la sociedad asunceña. Cuando se fundó La Aurora, pequeña revista que sustituyó a La Epoca, y que fué heraldo de la institución antes nombrada, Talavera se reveló en sus páginas ,prosador y poeta. En ellas se encuentran sus versos primigenios, toscos pero emotivos en su simplicidad ingenua, y su prosa naciente, deshilachada pero ya vibrante.
Con su nombramiento de corresponsal en la mochila, pues también era soldado. Talavera se embarcó en el puerto de la Asunción con destino a Paso de la Patria. Desde ese campamento comenzó su labor de combatiente periodista.
El volumen que nos ocupa reproduce sus crónicas desde enero de 1866 hasta marzo de 1867. No obstante, en el artículo necrológico que se dedica a su memoria y que se halla en el número 703 del Semanario, aparecido el sábado 12 de octubre de 1867, se dice que tal correspondencia se inició el 17 de junio de 1865 y se cerró el 28 de setiembre de 1867, días antes de su fallecimiento, ocurrido el 11 de octubre de este último año, a las tres de la tarde, en el campamento de Paso Pucú. Había vivido el poeta apenas veintiocho años.
Toda la correspondencia dada a luz en las columnas del Semanario, y hoy recogida en el libro, gracias a la diligencia de "Ediciones Nizza", posee un innegable valor documental, es oro puro de la historia de la gran tragedia americana que culminó en Cerro Corá. A través de ellas se revive el tremendo drama sufrido por el pueblo en armas durante la dolorosa contienda del siglo pasado y, especialmente, se perciben los anhelos y los padeceres imperantes en los vivaques de la patria en peligro.
El volumen trae otra nota novedosa, su ilustración, reproducida, por primera vez de las páginas de Cabichuí, periódico editado en Paso Pucú, por los Talleres Gráficos del Ejército, y cuyos fundadores y redactores fueron Juan Crisóstomo Centurión y Natalicio de María Talavera. Colaboraban en este vocero de carácter satírico, el deán Eugenio Bogado, el padre Francisco Solano Espinosa, el correntino Victor Silvero y el Padre Fidel Maíz. Los artículos de este último los firmaba Popía, el aguijón de la avispa.
Las páginas de "Cabichuí" se hallaban ilustradas con retratos y caricaturas de escenas y personajes de la epopeya. Sus autores fueron G. Y. Aqui¬no, Gregorio Cáceres, Juan Bargas, Francisco Velazco, Francisco Blanco, Gregorio Perana, Baltazar Acosta y Francisco Ocampos. Varios de los nombrados estudiaron en Europa. Los trabajos de estos incipientes artistas son casi desconocidos. Hoy, cumpliendo un deber de justicia, las "Ediciones Nizza" las descubren ante el mundo contemporáneo.
CARLOS R. CENTURIÓN
CARLOS ZUBIZARRETA: Capitanes de la Aventura. Madrid 1957. (Ediciones de Cultura Hispánica)
Cultura Hispánica acaba de dar a la estampa una nueva obra de Carlos Zubizarreta: Capitanes de la Aventura, que comprenden dos biografías: "Cabeza de Vaca el infortunado" e "Irala el predestinado".
No es éste "un trabajo erudito dirigido preferentemente al historiador ni al investigador profesional", dice Zubizarreta en las páginas liminares de la epopeya de Alvar Núñez, pero "a pesar de este premeditado empeño, he tratado de ceñirme en la tarea al más escrupuloso rigorismo histórico, sin concesiones al vuelo de la fantasía".
Quienes tantas veces nos habíamos deleitado con las evocaciones poéticas de Acuarelas Paraguayas, sabíamos que sería muy difícil para Carlos Zubizarreta dominar su propia inspiración y reconstruir situaciones pasadas sin caer en la tentación de embellecerlas con tonalidades que fueran producto de su propio subjetivismo.
Con este temor empezamos a leer los primeros capítulos de Capitanes de la Aventura. Tal vez por ello, nuestro beneplácito ante esta obra es aún mayor: Zubizarreta ha conseguido su objetivo.
Asombrado ante la magna empresa histórica que significan el Descubrimiento y la Conquista de América -que no en balde fué considerada como el acontecimiento más grande que vieron los hombres después de la Encarnación del Verbo-, el escritor se entusiasma, sobre todo, ante el temple de quienes hicieron posible esa hazaña. "Desentrañar la mística de los fieros capitanes desorbitados que ganaron un mundo imposible" es el móvil que le impulsa, el afán que le subyuga.
Artífice del lenguaje, prosista magnífico, dueño de un casticismo muy pocas veces visto en nuestras letras, busca llegar a través de una copiosa documentación, a los móviles ocultos que inspiraron los acontecimientos. Sus páginas nos traen reminiscencias de aquel gran maestro que fué Manuel Domínguez. "La Sierra de la Plata" parece renacer y prolongarse a través de estos capítulos.
Alvar Nuñez el Infortunado es una biografía delicadamente trabajada. En ella, por momentos, el estilo se vuelve barroco --reflejo fiel de la época evocada-- y el escritor parece incluso deleitarse en el uso casi malabarístico de palabras cuyo exacto significado no es el que nosotros estamos hoy acostumbrados a atribuirles.
Las diversas fuentes de información son examinadas y valoradas con inteligencia, si bien nos parece que juzga con exagerada severidad la obra de Diaz de Guzmán, a la que considera como relato tendencioso.
"Obstinado caminante incansable y milagrero, de robusto corazón y ensueño inconformado, que en lugar de tesoros recogió solamente infortunios", el segundo adelantado emerge de esta páginas como un alucinado, perseguidor impenitente de quimeras, vencido siempre por un destino adverso. "¡Pobre Quijote con falsa mansedumbre, que no quiere aprender la lección de los galeotes!" El gobernante, austero y bien intencionado, se nos presenta también soberbio y prepotente. Dominan en él un orgullo que le ciega y una egolatría que jamás le permitirá ver sus propias faltas ni reconocer las virtudes y merecimientos de los demás. "Su falsa mansedumbre es coraza de soberbia".
A ratos pareciera que Zubizarreta quisiera presentar al infeliz adelantado como a un héroe de tragedia griega, sujeto inexorablemente a un sino desventurado. Sin embargo, cuando sus desgracias "desventura que le regala Dios para tocarle con su gracia", están a punto de llevarlos a esa conclusión, hay juicios categóricos que se interponen oportunamente: "siempre es el hombre quien teje los hilos de su destino". El libre albedrío es así reconocido cuando empezaba a sernos desmesurada la influencia de un hado fatal. Y con graciosa ironía, recuerda el autor aquel pensamiento de lord Chesterfield que decía: "los hombres hacen un montón grande con todos sus desaciertos y le llaman destino"...
El segundo libro de esta obra nos trae la epopeya de Domingo Martínez de bala, el ilustre gobernador del Paraguay a cuya reciedumbre, tesón y honestidad -tres virtudes típicamente vascas- se debe la conservación y afianzamiento de la gobernación de Mendoza, salvada por él de su disolución y de su ruina. El autor empieza por ubicar cabalmente a Martínez de Irala en el escenario de la conquista hispánica de América; "Irala es siempre el héroe representativo de la gesta rioplatense. Los demás son su epígono. Es cabalmente un héroe, con clásica heroicidad. Sólo que no descuella como Cortés, como Pizarro o Almagro porque carece del escenario deslumbrante en que actuaron éstos. Su epopeya es oscura, pero contiene en la entraña igual grandeza".
La magna empresa política del gobernador Martínez de Irala es analizada por Zubizarreta, a través de sus aristas más notables, con profunda y sutil sagacidad. Explica la despoblación de Buenos Aires, que los modernos detractores de Irala le imputan como un crimen, sin buscar los motivos que impulsaron tal determinación. Exalta sus esfuerzos para salvar la cuenca rioplatense para el imperio español, manteniendo siempre casa fuerte en el Paraguay, como lo mandara Mendoza, y concentrando en ella los últimos restos de lo que fuera una armada ilustre. "Los críticos superficiales de esta gran figura de la conquista -dice- pretenden achacarle un mezquino propósito de encerrarse, de encogerse en su inaccesible posición mediterránea, con el ansia exclusiva de preservar su poderío ocasional, olvidando en su crítica todo el alcance de su expansión colonizadora posterior, apenas logró el necesario concierto local".
La biografía de Domingo de Irala está bien lograda. La creemos más perfecta que la de Alvar Núñez, tal vez porque tratándose de un hombre que cumple cabalmente todo su destino, su figura y su obra pueden ser presentadas con rasgos más precisos y perfiles mejor definidos. En Alvar Nuñez, lo que pudo ser, impresiona tanto como lo que fué. En Irala, la realidad de su empresa se impone de por sí.
No ha pretendido esta obra "ser trabajo erudito dirigido a investigadores profesionales". Ha conseguido, sin embargo, ceñirse, en rigurosa exégesis, a un rigorismo histórico excelente.
Su estilo brillante tiene páginas dignas de la más severa antología hace de ella una auténtica obra de arte.
Si la historia, como lo escribiera Carlos Pereyra, no es mera resurrección externa de hechos sino presencia de espíritus, Carlos Zubizarreta ha trazado dos hermosos bocetos históricos. Alvar Núñez y Domingo de Irala emergen de sus páginas con una realidad de presencia. ¿Y no es acaso la presencia, la forma de ser más propia que tiene el espíritu?
JERONIMO IRALA BURGOS
Luis G. BENÍTEZ: Lecciones de Historia Americana. Asunción 1958. (Edición del autor).
El libro del señor Benítez está dirigido a la enseñanza; no tiene otra pretensión. Hay que juzgar, pues, desde este ángulo. Asimismo, cabe por este mismo hecho, considerar la obra con benevolencia, puesto que emplearse en una tarea de esta índole significa siempre un mérito a toda prueba.
La estructura y planteo de los temas más importantes resultan óptimos. Desde "América primitiva" hasta "América independiente" abarca los aspectos más generales de la historia continental, expuestas en cuadros ágiles, didácticos, aunque por momentos muy escuetos. Algunos capítulos que debieran merecer mayor despliegue de argumentaciones y comentarios, como por ej. en el Libro IV, denominado Período Revolucionario. Aquí el sumario consta de diez subtítulos que se desarrolla en cuatro páginas. Es muy breve, por más que el autor quiera solamente ubicar algunos precedentes que tuvieron efectos decisorios en la emancipación. Claro está, tal cosa no apoca el valor del trabajo.
El examen dedicado a nuestro país, en sus distintas épocas, adolece de cortedad, aunque no escapan los acontecimientos más resaltantes. Además hay cierta estimación o valoración de hechos discutibles, por ejem. (Libro I. cap. III) la clasificación de los guaraníes entre las razas precolombinas de cultura superior. Es natural que en materia de historia se de con frecuencia juicios dispares y contrarios, pero creemos que en este punto hay innúmeros argumentos para sostener precisamente lo opuesto.
La independencia del Paraguay (Libro IV. Período revolucionario) encontramos igualmente tocado débilmente. Si observamos que el libro será leído por los jóvenes estudiantes secundarios- en quienes debe insistirse sobre los sucesos capitales de nuestra gesta libertaria-- entendemos que es de primerísima necesidad el mayor acopio de antecedentes, causas, situación, condiciones materiales y anímicas del medio, además de enfoques y juicios de actores y figuras.
Por otra parte, es un acierto la inserción de capítulos como "El papel de América en el mundo" y "Confraternidad americana", en los que se explica suscintamente las proyecciones de los distintos organismos internacionales. Son temas enderezados a abrir la comprensión de los jóvenes, indudablemente útiles en estos tiempos de tantas problematizaciones políticas.
En la tarea crítica hay siempre una nota ingrata aparentemente. Cuando se dice: está bien, parece que no se ha agregado nada. En cuanto se sugiere: adolece de ésto o aquello, el impacto es más sensible. La verdad es que todo libro de texto tiene mucho de bueno y mucho de falta. La obra del señor Benítez no escapa a esta regla. Sin embargo, por sobre toda crítica, el autor ha ganado definitivamente un lauro muy significativo, puesto que deja un mensaje a la juventud estudiosa.
R. MONTEFILPO CARVALLO
MARIA CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES: Madame Lynch. Buenos Aires 1957.
Aun aquellos que opongan reparos al contenido histórico de esta obra, no podrán negar su magnífica factura literaria. La señora de Chaves ha ganado, mediante este libro, un punto muy alto en las letras paraguayas. El libro es ameno y se lee con gran interés. Las ilustraciones son excelentes, y la impresión de Peuser magnífica.
Pero desde el momento que la autora ha tomado como protagonista principal a una de las figuras más discutidas y apasionantes de nuestra historia, y aunque su intención haya sido puramente artística, la crítica historiográfica se ve obligada a considerar esta novela dentro de sus dominios. Reconocida es la libertad grande de que gozan los creadores literarios para los engendros de su imaginación. Pero esa autonomía tiene ciertos límites cuando se trajina en los campos de la historia: la verdad puede ser coloreada de distinto modo que en la realidad, pero no cabe deformarla sustancialmente. Las variaciones pueden estar en lo adjetivo; en lo radical. Esto tiene mucha virtualidad en nuestro emotivo país, donde las alteraciones de la historia pueden fácilmente influenciar, para el bien o para el mal, los procesos históricos y sociológicos posteriores. Hay entre nosotros invencible inclinación a confundir la historiografía con la historia. Las creaciones literarias y románticas suelen llegar a cobrar mayor vigencia que las realidades históricas que pretenden restaurar. Por lo tanto, es deber de pedagogía social enfrentar aquellas corrientes que tiendan a disgregar concepciones fundamentales de la ética nacional.
Una de esas concepciones es la que se refiere a la familia paraguaya, que sale muy mal parada de las páginas de la señora de Chaves. No nos referimos tanto a la irregularidad de la situación conyugal de la protagonista, que no es ni ha de ser única en la historia. Más nos preocupa la terrible pintura que nos ofrece la autora del hogar del mariscal López, con una madre que pareciera escapada de los infiernos y unos hermanos víctimas de todas las taras. Y en un sentido más amplio, tampoco salen muy lucidas las otras familias de la sociedad paraguaya, y menos aún Pancha Garmendia, que de heroína de su honor se convierte en una ninfomaníaca peculiar, despojada de sus atributos morales clásicos y también de su tradicional belleza. Vana tarea por cierto la de pretender derribar de su alto pedestal a Pancha Garmendia que ocupa alto sitial ornada de la triple aureola de la belleza, la virtud y el patriotismo.
Falta también en Madame Lynch una necesaria palabra de justicia para la heroína suprema de aquella guerra: la mujer paraguaya, que impuso respeto al mundo por su abnegación, por su valor, por su moral. Mujer paraguaya que para ser pura y ser grande nunca necesitó de ejemplos venidos de fuera. Si es explicable el anhelo de reivindicar la figura de Madame Lynch, que indudablemente ha sido maltratada más de la cuenta y con injusticia por los historiadores, no nos parece que haya sido necesario para elevarla, cavar abismos en su torno. La madre de siete hijos que acompañó fiel y abnegadamente a su compañero hasta la muerte y que murió en la pobreza, abandonada y olvidada de todos, merece, sin duda, una revisión desapasionada del retrato que de ella dejaron las mil familias paraguayas que murieron maldiciendo su memoria.
Para nosotros la señora de Chaves ha caído en el mismo grave error de los revisionistas argentinos de nuestros días que para ensalzar a Rosas, denostan a Mariano Moreno, a Rivadavia, a Urquiza, a Sarmiento, a Alberdi. Para arrojar luz y justicia sobre la figura bella y triste de Elisa Alicia Lynch no era necesario cubrir de sombras y sospechas a Juana Carrillo de López, a Pancha Garmendia, a Juliana Ynsfrán de Martínez, a Rafaela López de Bedoya, a la mujer de nuestra raza y a la sociedad de nuestra patria. Se trata de un grave error y de resultado contraproducente.
Es posible que, como siempre, la verdad esté entre los extremos. Y es posible, también, que sea la propia señora de Chaves quien nos ofrezca esa versión. La autora se documentó ampliamente, por lo que se ve, para reconstruir caracteres, acontecimientos e itinerarios. En el curso de sus investigaciones se encontró con muchos datos desconocidos para los historiadores sobre detalles secundarios que no tienen relación directa con los objetivos perseguidos pero que se ofrecen al estudioso con el picante sabor de lo inédito e insospechado.
La obra trae así valiosos e ignorados datos sobre el pasado nacional, que pueden prestar positivos servicios a nuestros historiadores. Pero para eso es imprescindible señalar sus fuentes. Por eso, si la señora de Chaves, siquiera para justificar muchos de sus asertos, complementara su obra con un estudio crítico de las fuentes utilizadas, prestaría un señalado servicio a la historiografía nacional. Le sobra talento para emprender ese trabajo que esperan con ansiedad cuantos cultivan la ciencia histórica en nuestro país.
EFRAIM CARDOZO
FRANCISCO WISNER DE MONGENSTERN: El Dictador del Paraguay Dr. José Gaspar de Francia. Buenos Aires, 1957. (Ayacucho).
Al reeditar la obra del Ing. Wisner de Morgenstern, la Editorial Ayacucho, a la vez que reanuda su actividad ha tiempo interrumpida, presta un señalado servicio a los lectores curiosos de los fastos del pasado. Con razón se afirma en el prólogo que en las páginas de Wisner palpita un pedazo vivo de nuestra historia. El autor de dicho prólogo ha enriquecido además el libro con numerosas notas, como sólo podía hacerlo un estudioso tan versado en el conocimiento de la época dictatorial como Julio César Chaves.
Los rasgos biográficos que éste ha trazado del militar húngaro, podrían ser completados con algunos más que es dable extraer de una u otra fuente. Así por ejemplo, el autor de las "Efeméridas brasileiras", refiriéndose a la batalla de Santa Liozia que en 1842 puso fin a la guerra civil de Minas Gerais y fué ganada por Caxias, cuenta que "las trincheras de los disidentes habían sido levantadas bajo la dirección del Ing. Wisner de Morgenstern, que después pasó a servir en el Paraguay, y por segunda vez fué prisionero de Caxias en Lomas Valentinas". Siempre a propósito de trincheras, el mismo barón del Río Branco, hablando de las de Curupayty expresa que la primera línea consistía en un foso de 12 palmos de ancho por 10 de profundidad. La segunda, que empezó a ser contruída el día 7 u 8 por el Ing. Wisner de Morgenstern, quedaba en un plano más elevado, y seguía la cresta de la escarpa natural, o barranca, que partiendo de la margen izquierda del Río Paraguay, va a terminar en la laguna Méndez..."
El mapa de Wisner (creemos que el original, en relieve, según pudimos verlo en el antiguo Departamento Nacional de Ingenieros, después llamado de Obras Públicas) lo acompañó su autor, en 1871, con el correspondiente "informe... pedido por orden de S. E. el señor Presidente de la República, sobre la cantidad de leguas de tierras públicas, la calidad de ellas, sus producciones, y de los recursos, en fin con que el Gobierno puede contar en el caso de un empréstito".
Cabe mencionar otros trabajos de Wisner, como ser el "Derrotero de la expedición que se hizo de la Capilla de Carimbatay a Tacurupucú en los años 1854 y 1863", publicado el año 1892 en la Revista del Paraguay, y "Los minerales del Paraguay", publicado en 1897 en la Revista Mensual. En "El país de las mujeres", novela histórica, o que pretende serlo, que versa sobre el nuestro en la época de la Lynch, la autora, Donbroski, presenta a Wisner como uno de los asiduos concurrentes al salón de la bella y poderosa irlandesa. ¿No tendría que ver, tal vez, la rehabilitación de aquél, después de su prolongada desgracia a raíz de la expedición a Hormiguero, con la influencia protectora de ésta, que pudo haber tenido en ese europeo culto y perfecto cortesano, uno de sus amigos predilectos y a la vez más fieles?
JOSE CONCEPCION ORTIZ
LA REVOLUCIÓN DEL 14 Y 15 DE MAYO. (Vol I de la Biblioteca Histórica Paraguaya de Cultura Popular. Resumen de Julio César Chaves. Buenos Aires. 1957).
Ha sido editado un significativo resumen de la Revolución del 14 y 15 de Mayo, elaborado por el doctor Julio César Chaves. El trabajo ofrece una visión panorámica de la memorable gesta, con sus acaeceres y sus hombres, con su prolegómenos y sus derivaciones. El lector tiene, de esta forma, una imagen real, sin tergiversaciones de esa etapa de la historia paraguaya,
trazada con criterio investigador, con versación de estudioso y con una inocultable pasión por los sucesos que dieron relevancia al proceso del destino nacional.
La "Revolución del 14 y 15 de Mayo" es una contribución esclarecedora y documentada de la gesta libertaria. Constituye, por tanto, un trabajo de innegable trascendencia, con un estimable valor historiográfico que enriquece el acervo de la bibliografía nacional. La obra está elaborada con indudable arte de síntesis, con estilo pulcro, limpio, ágil, que facilita la lectura y que revela no sólo el conocimiento amplio del autor, sino, también, la jerarquía. de escritor accesible y ameno que es el doctor Chaves.
Chaves, es, sin discusión alguna, uno de los historiadores más serios que existen actualmente. Su obra no incurre en el mal endémico de que padecen epidérmicos buceadores del pasado; en ese elemento negativo que convierte la historia en un receptáculo de pasiones desnaturaliza doras. Hay en su trabajo serenidad de observador estricto, capacidad de análisis y de interpretación liberada de factores desvirtuadores. Sus libros -como el presente- son verdaderas pruebas testimoniales de la historia. Frutos de la investigación, de la búsqueda constante y creadora. Por eso, hay un auténtico magisterio en sus páginas, una enseñanza que cobra alta jerarquía pedagógica.
LA TRIBUNA, Asunción, 2-II-58.
JULIO CÉSAR CHAVES, El General Diaz. Biografía del Vencedor de Curupaity. Buenos Aires. 1957. (Ediciones Nizza).
Ha sido colocado en las librerías un nuevo tomo del historiador nacional Dr. Julio César Chaves, actual Presidente del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas.
El volumen, dedicado a la personalidad del General José Díaz, acrecienta en el plano del eficaz estilo biográfico usado por el autor en sus ya numerosas obras análogas, la evocación de uno de los más apasionantes panoramas de nuestra historia, la guerra contra la Triple Alianza.
Del metódico y sagaz estudio del Dr. Chaves surje plenamente justificada la brillante tradición oral que ya rodea al héroe de Curupaity, y ha hecho de él exponente magnífico del soldado paraguayo.
La conducta entera, sin reticencias que la amengüen, plena de valor gallardo y lealtad patriótica que escalan resueltamente el heroísmo, es el espíritu radical de aquel ilustre arquetipo del ciudadano paraguayo de su generación, lamentablemente destinado a morir con la sola gloria de su firme sacrificio que resultó estéril.
Las páginas del nuevo libro vienen a cumplir, como todas las escritas por el Dr. Cbaves, la necesaria tarea de documentar e ilustrar las reales enseñanzas del acervo histórico de la República.
La obra se inicia con un extenso y meduloso prólogo del Dr. Justo Pastor Benítez.
BENJAMIN VELILLA
MOURE, DR. AMÉDÉE. "Montevideo y Buenos Aires a mediados del siglo XIX". Traducción, prólogo y notas de José M. Mariluz Urquijo. Editorial Perrot (Colección Nuevo Mundo, Nº 11). Buenos Aires, 1957, 6 págs., con 3 ilustraciones en el texto.
Juan Gabriel Amadeo Moure, el autor traducido y reeditado por Mariluz Urquijo cien años más tarde, viajó por la Cuenca del Plata a mediados del siglo pasado y publicó sus impresiones e informes en revistas de la época.
Un par de artículos suyos, aparecidos en el tomo II de la "Revue Espagnole, Portugaise, Brésilienne et Ilispano-Américaine", en 1857, ocupan el pequeño y bien presentado volumen que aquí reseñamos.
El prólogo de José M. Mariluz Urquijo nos informa con elegante precisión de la personalidad de Moure, de su actuación en la Cuenca del Plata y de sus publicaciones posteriores.
Los artículos en sí, que tenían el propósito de ser los iniciales de una serie referente a esta parte de América, que continuó con otros, hacen referencia a las dos capitales del estuario.
No recata Moure su simpatía hacia estos pueblos, entonces tan jóvenes. Así, leemos: "Al poner el pie sobre suelo americano me siento impresionado de una manera particular. Todo es tan bello que permanezco en suspenso; me parece que hay una pausa en el ejercicio de mis facultades; estoy deslumbrado y admiro las obras de Dios" (pág. 28).
Lo referente a Montevideo es breve; una impresión general, agradable, de la ciudad: paredes encaladas, azoteas y miradores, calles y veredas, y noticias de los principales edificios. Nos habla de la Matriz, de la Casa de Gobierno y de los paseos más importantes, para salir de inmediato por el Portón del 18 de Julio y llevarnos a las líneas de la Guerra Grande, y de las líneas pasa con gran naturalidad al relato de esos años; comentarios sobre los voluntarios europeos y anécdotas de los mismos.
Hablando de la actividad económica de Montevideo, acota una reflexión que merece transcribirse: "Es sobre en la América del Sur donde puede decirse que es más fácil subir que mantenerse en lo alto" (pág. 39).
Cruzando el Plata, en un segundo artículo nos habla de "La semana santa en Buenos Aires bajo el gobierno de Rosas". Comienza con algunas consideraciones sobre las modalidades religiosas de la época española, seguidas de las alteraciones propias del período emancipador, para llegar a las celebraciones de esa índole durante el predominio resista. Nos dice de las porteñas y de su tenida para concurrir en los días de esta semana: ricamente engalanadas el jueves y el sábado, de negro el viernes, siempre atractivas. Las procesiones, con toda su concurrencia de personajes del mundo oficial y de pueblo, los altares y púlpitos callejeros, los penitentes que arrastran cadenas y piedras o deambulan descalzos, nada escapa a la pluma de este observador. La quema del Judas, el sábado, con todas las implicancias políticas necesarias para agradar al que manda, es descripta y comentada, con mención de los más importantes hombres públicos llevados a la hoguera en efigie. Termina con una alusión gentil a la mujer porteña: "Aparecen siempre tan bellas, tan bien arregladas: su sonrisa es siempre amable, y su abanico encierra siempre la misma voluptuosidad..."
La traducción de Mariluz Urquijo es impecable, en fluido y conciso español, y sus notas, muy atinadas, ubican concretamente aquellos acontecimientos a que el autor alude sin mayores precisiones.
Moure se ocupó también del Paraguay -de ello nos da cuenta el prólogo ya mencionado del traductor y comentarista-, que visitó y estudió, con la ayuda de Leverger, y utilizó como fuentes a Moussy, Demersay y Page, amén de los diarios de Lacerda y de Almeida Serra. Se vinculó con Pedro de Angelis, y se ocupó de la historia del Paraguay. "Al tratar de los últimos años mira con simpatía la figura de Carlos Antonio López, su antiguo conocido de Asunción -nos dice Mariluz-, y apunta el fácil vaticinio de que sería sucedido por su hijo Francisco Solano".
También se nos informa de su trabajo sobre el río Paraguay, con inferencias topográficas, etnológicas, zoológicas e históricas, aparecido en el número correspondiente a abril-mayo de 1861, del Boletín de la Sociedad Geográfica, de París. Esta publicación suya, referida por el prologuista, es versión remodelada de un informe presentado al Emperador ese mismo año 1857 y que fué objeto de consideración por los ministerios de Marina y de Agricultura, informe que hemos hallado en los Archivos del Ministerio de Negocios Extranjeros de Francia y del cual esperamos ofrecer una versión española en la próxima entrega de este Anuario.
La empresa del Dr. Mariluz Urquijo ha sido, de todo punto, bien lograda; útil es siempre para el conocimiento histórico reeditar las crónicas de viajeros de otras épocas, más aún cuando se trata de un observador sagaz como el médico francés que nos ocupa; y si esta reedición constituye un traslado a nuestro idioma, y si en ella se empeñan la autoridad científica y la ágil pluma de Mariluz Urquijo, el éxito no puede menos que ser seguro, como ocurre claramente en este caso.
RAFAEL ELADIO VELAZQUEZ
DOCUMENTOS
INTRODUCCIÓN
En esta sección del presente volumen publicamos la reconstrucción del Congreso del 17 de junio que comprende la versión completa de la histórica asamblea.
En el volumen III de Historia Paraguaya daremos importante documentación. nacional del período mayo 1810¬abril 1811.
RECONSTRUCCIÓN DEL CONGRESO DEL 17 DE JUNIO
Como una adhesión a las fiestas patrias, el Instituto llevó a cabo por primera vez en el país la reconstrucción del histórico Congreso del 17 de junio de 1811 que formó el primer gobierno nacional.
El acto se llevó a cabo en el Unión Club el día 13 de mayo de 1957 con asistencia de una concurrencia que colmó la capacidad del salón de actos de dicha institución social. Entre las personalidades asistentes anotamos al ministro de Defensa Nacional, general Marcial Samaniego, al Rector de la Universidad Nacional Dr. Crispín Insaurralde, al decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Dr. Juan Vicente Ramírez; a los ex presidentes de la República. Dr. Félix Paiva y general Raimundo Rolón; al presidente del Instituto de Numismática, don Juan B. Gill Aguínaga; a altas autoridades, embajadores y ministros.
Al iniciarse la reunión se hicieron presente los miembros del Congreso vistiendo los alumnos de los Colegios San José y Goethe su chaqueta de los cursos secundarios, los de la Escuela Militar
y el Liceo Acosta Ñú, sus respectivos uniformes, y los alumnos del Seminario sus sotanas.
La orquesta del maestro Alfredo Kamprad ejecutó el himno nacional que fué entusiastamente coreado por la concurrencia.
En seguida se dió iniciación al congreso cuya dirección la realizó en forma brillante el académico de número Dr. Manuel Peña Villamil. Los congresales del 17 de junio estuvieron así representados:
José Gaspar de Francia .. Jorge Riart (Fac. de Derecho)
Cap. Pedro Juan Cavallero .. Sub G. Godoy (L. Acosta Ñú)
J. Baleriano de Zevallos . . F. Chaves Rivarola (Goethe)
Mariano Antonio Molas . . J. A. Moreno Ruffinelli (Fil.)
Tte. Cnel. M. A. Cavañas . A. Antúnez (Escuela Militar)
Dr. Francisco de Haedo .. J. C. Gross Brown (San José)
Fernando de la Mora .... J. Félix F. Estigarribia (S. J.)
Cnel. José Antonio Zavala… Luis Basualdo (Esc. Militar)
Fray F. Xavier Bogarín . . Venancio Riveros (Seminario)
Alférez Vicente I. Iturbe . A. Ilellmann (L. Acosta Ñú)
Presbítero S. Patiño ..... Oscar Páez (Seminario)
Cap. A. Thomás Yegros .. J. M. Giménez (Ese. Militar)
Presbítero M. A. Corvalán Carlos Niella (Seminario)
José Mariano Careaga .... Luis Meyer (San José)
Pedro Nolasco Díaz ...... Fugo Aranda (Goethe)
Justo José Valdovinos ... N. A. Fretes Rodney (Col Nac.)
Cmte. J. Manuel Gamarra…. Augusto Carlés (L. Acosta Ñú)
Juan Bautista de Achard…. Juan B. Wasmosy (San José)
Presbítero II. Quintana .. Juan Aguiar (Seminario)
Cap. Juan B. Rivarola ... V. Segovia (L. Acosta Ñú)
Dr. Juan B. de Baldovinos J. Carlos Bibolini (Goethe)
Presbítero B. de Casajús . Germán Fariña (Seminario)
José Antonio Ibáñez .... E. César Pin (Col. Nacional)
Pedro Regalado Martínez . J. A. Giménez (Col. Nacional)
Juan Manuel Iturbe ...... Oscar Rivet (Escuela Militar)
Tte. Cnel. F. Yegros ...... Eduardo Chamorro (Ese. Mil.)
DR. PEÑA, Va hablar el relator de este acto universitario, José María Espínola Manzoni, de la Facultad de Derecho.
RELATOR ESPÍNOLA:
Como una adhesión a la semana de la independencia vamos a realizar por primera vez en el país la reconstrucción del primer congreso nacional efectuado el 17 de junio de 1811. Los Institutos patrocinantes agradecen vivamente la presencia en este acto de altas autoridades nacionales y universitarias y de este brillante concurso; agradecen también vivamente a los señores directores del Seminario Conciliar, de la Escuela Militar, del Liceo Acosta Ñú y de los Colegios Nacional, San José y Goethe que han facilitado la colaboración de sus alumnos.
La reconstrucción se ha realizado sobre la base del acta auténtica del Congreso del 17 de junio que se guarda en la Colección Río Branco de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro.
Para mejor comprensión vamos a presentar previamente una síntesis de los acontecimientos desde mediados de mayo hasta mediados de junio. Al filo del 10 de mayo todo se hallaba listo para la revolución. El teniente coronel don Fulgencio Yegros, jefe de las fuerzas que guarnecían Itapúa y Corrientes, sublevarse a mediados de mayo y marchar con sus tropas rumbo a la Cordillera donde debía juntársele el teniente coronel Cavañas con las tropas por él remontadas en esa zona de la cual era caudillo indiscutido. Se calculaba que la columna debía ocupar la ciudad de Asunción alrededor del 25 de mayo. En la Capital llevaban a cabo intensos trabajos subversivos los jóvenes oficiales Pedro Juan Cavallero, Vicente Ignacio Iturbe y Juan Bautista Rivarola. Estos mantenían constante enlace por medio de oficiales de confianza con Fulgencio Yegros, quien a la vez se comunicaba con Blas José de Rojas, jefe de la unidad que ocupaba Corrientes.
El 13 de mayo, Cavallero y sus compañeros resolvieron precipitar los acontecimientos dando un golpe sorpresivo en la capital. Dos hechos motivaron esa determinación: Primero: El haberse enterado Velazco del plan revolucionario, y el peligro de que adoptase medidas de represión. Segundo: La llegada de un emisario del comandante en jefe de las tropas portuguesas de Misiones, general Diego de Souza, quien venía a ofrecer al régimen el respaldo de sus fuerzas. Este enviado, el teniente José de Abreu, fue recibido por los prohombres del españolismo, como "un don del cielo". Reunidos conjuntamente el Cabildo, el gobernador y el Obispo, resolvieron aceptar la ayuda ofrecida por Souza y en este sentido se redactaron las comunicaciones pertinentes.
Durante el día 14 Cavallero y sus compañeros terminaron los preparativos y obtuvieron el asesoramiento del doctor José Gaspar de Francia que se encontraba retirado en su quinta de Ybyray. Este dió el plan sobre el cual debía desarrollarse el movimiento.
A las 8 de la noche los oficiales ocuparon los cuarteles de caballería y artillería. El tercer cuartel -llamado del Colegio- permaneció neutral. A media noche llegó a la casa de los gobernadores Vicente Ignacio Iturbe conduciendo la siguiente intimación:
"En atención a que la Provincia está sierta de que habiendola defendido a costa de su sangre, de sus vidas y de sus haberes del enemigo que la atacó: ahora se va entregar a una potencia extranjera que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la Potencia Portuguesa: Este Cuartel de acuerdo con los oficiales patricios y demás soldados no pueden menos que defenderla con los mayores esfuerzos y para el efecto pide lo siguiente: Que se entregue llanamente a este cuartel la Plaza y todo el armamento así de dentro como de fuera de la ciudad en cualquier manos que se hallen y que para el efecto lo pida el señor gobernador y lo congregue en su casa para con su aviso mandar por ello este Cuartel el diputado que corresponde. Que el señor Gobernador siga con su gobierno pero asociado con dos diputados de este Cuartel, que serán nombrados por dicho cuartel a satisfacción mientras lleguen los demás oficiales de plana mayor de esta provincia (cuya vez hace por ahora este cuartel) que entonces se tratará, y se establecerá la forma y modo de gobierno que convenga a la seguridad de esta provincia.
Que igualmente mientras tanto se cierre la casa de Cabildo, y se entregue la llave a los diputados socios del señor Gobernador; y que igualmente entretanto se retiren del lado de él don Benito Velazco, don José Elizalde, entregando el primero la llave de la secretaría, y el segundo la de la tesorería a los mismos socios del señor gobernador. Que ningún barco se mueva de ninguno de los puertos de esta provincia mientras no lleguen a esta los oficiales de la provincia y se establezca lo conveniente. Que igualmente se retire del señor gobernador don José Teodoro Fernández y todos los del Cabildo Secular, con prevención a todos ellos y a los demás que se han de separar de S.S. que no salgan de esta ciudad antes de dicho establecimiento. Que asímismo no salgan de la ciudad los portugueses que ahora poco han entrado en ésta con diputación clandestina. Y que mientras tanto siga la ciudad sin embarazo sus oficios, comercio y agricultura sin estrépitos ni alborotos; y que tampoco se embaraze al cuartel la comunicación libre con la ciudad y con la provincia ni se intercepten sus chasques.
Cuartel General y mayo de 1811. Por mi y por mis subalternos: Pedro Juan Caballero. Señor Gobernador Intendente don Bernardo Velazco".
Acompañaban a Velasco en Palacio los principales hombres de gobierno. Parece que se intentó una resistencia. Durante la noche del 14 y la madrugada del 15 se cambiaron nuevas comunicaciones entre Cavallero y el Gobernador, sin arribarse a una solución.
Al romper el alba salieron tropas del cuartel las cuales asestaron dos cañones frente a la casa de gobierno. Una gran cantidad de pueblo se unió a los soldados. A las 8 de la mañana capituló Velasco declarando que no quería derramamiento de sangre. En seguida se izó la bandera y se dispararon 21 cañonazos. El movimiento había finalizado.
En la noche del 15 de mayo se trató de la formación del nuevo gobierno. Se dispuso que actuasen junto a Velasco dos diputados adjuntos siendo elegidos el Dr. Francia y el Capitán Juan Baleriano de Zevallos, español partidario de los patriotas. Este gobierno adoptó diversas medidas de seguridad y despachó chasques urgentes llamando a los jefes que se hallaban en el interior.
Mientras tanto, conforme al plan establecido, Fulgencio Yegros se alzó el 16 de mayo en Itapúa; Blas José de Rojas lo hizo el 17 en Corrientes. El 19 recibió Yegros parte de los sucesos de Asunción; en seguida partió rumbo a la capital donde llegó el día 21 siendo recibido triunfalmente.
DR. PEÑA. Queda abierto el Congreso y se dan por leídos los bandos del 17 y 30 de Mayo y del 9 de junio, y la carta original que Carlos Genovés dirigió al gobernador don Bernardo de Velasco.
Los diputados adjuntos doctor José Gaspar de Francia y Juan Baleriano de Zeballos, van a dar lectura al discurso que os dirige el Gobierno. Francia y Zeballos:
"Aun son más urjentes las circunstancias en que nos hallamos. La soberania ha desaparecido en la nación. No hay un tribunal que cierta e indubitablemente pueda considerarse como el órgano ó representacion de la autoridad suprema. Por eso muchas y grandes provincias han tomado el arbitrio de constituirse, y gobernarse por si misma; otras se consideran en un estado vacilante, o de próxima agitación; y su incertidumbre y situación anuncian una casi general convulsión; esta Junta reflexionará sobre el medio más oportuno de proveer a nuestra defensa, a nuestra seguridad y felicidad. No por eso hemos pensado, ni pensamos dejar de reconocer al señor don Fernando VII; muy distante de semejante idea, públicamente por bando, hemos protestado y ahora protestamos nuevamente una firme adhesión a sus augustos derechos, que no son ni pueden ser contrarios a los de las Provincias, dirijidos únicamente a poner los fundamentos de su conservación y de su verdadera felicidad, apoyada en un sistema seguro y duradero.
Este es el grande asunto que nos reúne en este lugar: Jamás nos hemos visto en momentos tan importantes, y todo lo que ahora se decida, debe mirarse como el precursor de la suerte que nos destine el hado. Se trata primeramente de establecer la forma de gobierno y el régimen que debemos tener y observar en lo sucesivo. En segundo lugar, fijar nuestras relaciones con la ciudad de Buenos Aires y demás provincias adheridas; en tercer lugar, resolver lo conveniente con respecto a los individuos que anteriormente ejercían la autoridad de esta ciudad, y al presente se hallan suspensos en justa precaución de cualquier influencia o disposición contra la libertad de la patria, por los antecedentes y causa de que se ha dado conocimiento al público.
Respetamos altamente la Provincia tan dignamente representada en esta Junta general, y por lo minino no adelantaremos idea o resolución alguna de nuestra parte. Nada otra cosa deseamos si no que ella exprese y manifieste libremente su voluntad. Si en los bandos parece que hemos insinuado algún concepto no ha sido por prevenir su deliberación, sino más bien porque en el estado de cosa, no se llegase a imaginar, que sin acuerdo de la Provincia intentábamos disponer en cuanto a sus principales derechos... En todo caso estamos prontos y resignados a conformarnos con la voluntad general, esperando que esta junta dará ese ejemplo de cordura, haciendo un uso justo, moderado y prudente, de esta preciosa libertad en que se lo constituye; pero de tal modo, que puesta la Patria a cubierto de todo oculto peligro y de los tiros del despotismo, se ponga en estado de ser verdadera y perfectamente feliz. (grandes aplausos)
DR. PEÑA. Tiene la palabra don Mariano Antonio Molas.
MOLAS: Voto en primer lugar por que don Bernardo de Velasco así por los motivos expuestos en el Bando como por haber abandonado nuestro ejército en Paraguarí, quede privado de todo mando subrogandose en su lugar una junta de gobierno compuesta de cinco individuos y un secretario: el presidente de ella y también comandante general de armas, será el teniente coronel don Fulgencio Yegros, y los vocales el doctor José Gaspar de Francia, el capitán don Pedro Juan Caballero, el doctor Francisco Xavier Bogarín y don Fernando de la Mora, y en cuanto al secretario lo nombrará la misma junta.
En segundo lugar voto por que todos los individuos del Cabildo queden igualmente privados de sus oficios, no solo por los motivos indicados en el mismo Bando sino también por haber abandonado la ciudad embarcándose con el armamento y dejandola enteramente indefensa al tiempo del combate de Paraguarí.
En tercer lugar voto por que todos los empleos u oficios consejiles, políticos, civiles, militares, de real hacienda o de cualquier género de administración que al presente se hallen ocupados o vacantes, se provean con los naturales o nacidos en esta provincia sin que nunca puedan ocuparse por los españoles europeos a menos que la misma provincia determine otra cosa; pero en lo sucesivo todo americano quedará enteramente apto para obtener dichos cargos siempre que uniforme sus ideas con las de este pueblo.
Voto en cuarto lugar por que don Bernardo Velasco, su director y dependiente don Benito Velasco y los ministros de real hacienda don Pedro de Oscaris y don José Elizalde sean mancomunadamente responsables del importe de la partida de tabaco perteneciente a la real hacienda remitida a Montevideo, en caso de que esta ciudad no devuelva este valor.
Voto por que esta provincia no solo tenga amistad buena armonía y correspondencia con la ciudad de Buenos Aires y demás provincias confederadas sino también se una con ella para el efecto de formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad, bajo las declaraciones siguientes:
Primera: Que mientras no se forme congreso general esta provincia se gobernará por sí misma sin que la junta de Buenos Aires pueda disponer y ejercer jurisdicción sobre su forma de gobierno, régimen, administración ni otra alguna causa correspondiente a esta misma provincia;
Segunda: Que restablecido el comercio dejará de cobrarse el peso de plata que anteriormente se exigía por cada tercio de yerba con nombre de sisa y arbitrio;
Tercera: Quedará extinguido el estanco del tabaco quedando de libre comercio como otro cualesquier fruto y producciones de esta provincia;
Cuarta: Que para los fines convenientes de arreglar el ejercicio de la autoridad suprema o superior y formar la constitución que sea necesaria, irá de esta provincia un diputado con voto en el congreso general en la inteligencia que cualquier reglamento, forma de gobierno o constitución que se impusiese no deberá obligar a esta provincia hasta tanto se ratifique en junta plena y general de sus habitantes y moradores. A este efecto se nombra desde ahora por diputado al doctor José Gaspar de Francia, respecto a que ya anteriormente lo había sido por el ilustre Cabildo, para que con una regular dotación se ponga en camino a Buenos Aires, luego que por parte de la Excélentísima Junta y generoso pueblo de aquella ciudad no se ponga reparo como se espera en estas proposiciones.
Por último opino que por ahora quede suspendido todo reconocimiento de las Cortes, Consejo de Regencia y toda otra representación de la autoridad suprema o superior de la Nación en estas provincias, hasta la suprema decisión del Congreso General que se halla próximo a celebrarse en Buenos Aires. (Aplausos).
DR. PEÑA: El relator va a comentar este voto.
RELATOR ESPINOLA:
Este voto transmite el pensamiento de los revolucionarios. Bien meditado, su autor -según un testigo- lo llevó escrito al congreso. Sus características principales son: 1°) Fuerte ataque al régimen caído por haber abandonado el ejército en Paraguarí no cuidando sino de sus personas y bienes; 2º) Con firmeza la provincia se hace dueña de su destino y se decide a guiar en adelante sus pasos. En ningún caso el Paraguay cambiará de cadenas ni mudará el amo antiguo por uno nuevo; 3°) Hondo americanismo: los cargos y honores recaerán en adelante en los criollos y no en los españoles-europeos. Pero todo americano -nótese esta notable sugestión- aunque no sea nacido en el Paraguay, es apto para obtener cargos en ella; 4º) Fórmula política. Molas adelanta la idea de la confederación que se concretaría un mes más tarde en la nota del 20 de julio. El Paraguay es el primer país que prohija la idea de la confederación adelantándose en dos años a las famosas instrucciones del año trece de Artigas. Pero en ningún caso el Paraguay solo se limitará a cambiar de cadenas; 5º) Reivindicaciones económicas. Postula el voto la supresión de la sisa cobrada a cada tercio de yerba, y la extinción del estanco del tabaco. Son dos firmes anhelos de la provincia.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el teniente coronel Cavañas:
CAVAÑAS: Me conformo en todas sus partes con el voto de don Mariano Antonio Molas. (Aplausos)
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el Dr. Haedo.
Voto de don Francisco de Haedo.
El modo de gobierno que debe promoverse en esta provincia en las actuales circunstancias para restablecer la paz y tranquilidad, unión y fraternidad, será poner en el uso de su gobierno al señor don Bernardo de Velasco, asociado de dos personas de talento, experiencia y virtud.
Esta provincia jamás se ha negado a la buena armonía, correspondencia, comercio y toda afable sociedad con la de Buenos Aires y con todas las demás del continente. Que ésta se continúe y jamás se haga novedad acerca de ella, menos en mandar diputados a Buenos Aires porque esto sería faltar al juramento que en el primer congreso general del 24 de julio de 1810 prometió solemnemente esta provincia al consejo de regencia de España.
Que los miembros del Ilustre Cabildo de esta Capital, reclusos en el cuartel, sean puestos en libertad y que sus individuos congregados en esta sala capitular hagan sus elecciones de nuevos alcaldes y regidores.
Sobre estos tres puntos yo fundo mi opinión, sin separarme de lo que nuestras leyes nos prescriben, tratando de reformar los abusos que se hallen en el actual sistema estableciendo buenas relaciones con Buenos Aires, Montevideo y demás provincias del continente sin perjuicio ni agravio de ellas, y por lo contrario, ellas aplaudirán nuestra conducta, y también las potencias extrangeras que tal vez se hallen observando nuestras operaciones.
EL PRESIDENTE: El relator va a comentar este voto.
RELATOR ESPÍNOLA: El voto del diputado de comercio que prueba que hubo absoluta libertad en el Congreso, se destaca por su valentía al pedir que Velasco sea repuesto al mando, y los capitulares puestos en libertad.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra don Fernando de la Mora.
MORA: Hago mío el voto de don Mariano Antonio Molas, a excepción de la parte que me comprende, y en reemplazo mío, doy mi voto para vocal de la junta al capitán don Juan Baleriano de Zeballos.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el coronel Zavala y Delgadillo.
CNEL. ZAVALA: Contrayendome a los puntos propuestos por los señores socios presidente de este congreso soy de parecer se establesca la forma de gobierno que sea más adaptable a las circunstancias del día, sin perder de vista el espíritu de nuestras leyes.
Las relaciones que debemos fijar con la ciudad de Buenos Aires y demás provincias adheridas sean las que ofertamos en el acta celebrada en julio del año próximo anterior.
Que se elijan nuevos individuos del cabildo que ejerzan la autoridad pública si ha decaído el concepto público el desempeño legal de cada uno de los que anteriormente estaban encargados.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra fray Francisco Xavier Bogarín.
FRAY BOGARIN: Me conformo con el voto de don Mariano Antonio Molas bajo las explicaciones siguientes: La autoridad superior que se va erigir para régimen de la provincia, llámese provincial gobierno congregado a nombre y en vasallaje de su Magestad el señor don Fernando VII y en unión por nuestra patria indisoluble con España. Que no se llame junta como por arrogada y abusiva superioridad nos lo quiere imponer la de Buenos Aires a quien no nos sujetamos.
El reconocimiento del señor don Fernando VII sea también con protesta de reconocer cualquier legítima representación de su soberanía que acaso llegue a levantarse aún antes del Congreso General que se espera de esta parte de nuestra América.
Suspendamos el reconocimiento de las actuales corte de España por la sola razón expresamente añadida de su notoria ilegitimidad, o al menos de su dudosísima legitimidad.
Mejor que para el presente votante para vocal del indicado gobierno, voto por don Juan Baleriano de Zevallos.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el Presbítero Patiño.
PATIÑO: En primer lugar se separe el actual gobernador don Bernardo de Velasco del mando y de toda parte en el gobierno por las graves causas expresadas en el manifiesto publicado. En segundo lugar se constituya una junta superior de gobierno de la provincia con las personas nombradas en el voto de don Mariano Antonio Molas. En tercer lugar que nada de lo que resuelva el congreso general reunido en la ciudad de Buenos Aires pueda obligar a esta provincia hasta que fuese remitida a ella el acta o acuerdo, hayase visto y conformadose con lo determinado conforme a las condiciones puestas en el citado parecer de don Mariano Antonio Molas. Voto también porque sea designado diputado al congreso el doctor José Gaspar de Francia, debiendo ser sustituido en caso contrario por el capitán Juan Baleriano de Zevallos.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el alférez Vicente Ignacio Iturbe.
ITURBE: Me conformo con el voto de don Mariano Antonio Molas, con la diferencia de que el presidente sea el teniente coronel Cabañas. (Aplausos).
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el capitán Antonio Tomás Yegros.
YEGROS: Soy del mismo voto de don Mariano Antonio Molas a excepción de que para el oficio de presidente de la junta doy mi voto por el capitán don Pedro Juan Caballero y para vocal en lugar de éste al teniente coronel don Manuel Cabañas (Aplausos).
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el presbítero Corvalán.
CORVALAN: Señores: En las presentes circunstancias éste es mi parecer: 1º) Que se instale una junta gubernativa integrada por las personas nombradas por don Mariano Antonio Molas; 2º) Que por los medios más políticos y más suaves se procure entablar amistosas correspondencias y libre comercio con Buenos Aires y demás provincias del continente, estén o no unidas, suspendiendo la remisión de diputado exigido o propuesto por la junta de Buenos Aires hasta que nos conste con toda certeza que se conforma con la instalación de nuestra junta independiente y de ninguna manera subordinada a aquella, y sí solo enteramente sujeta a la magestad del señor don Fernando VII que Dios guarde; 3°) Que a la nueva junta se trasmita el conocimiento de la causa del señor gobernador e individuo del ilustre cabildo, pues esta sabia, justa y respetable junta sabrá muy bien castigar al delincuente y absolver al inocente.
El Presidente: el relator va a comentar este voto.
RELATOR ESPÍNOLA: Es singular este voto porque su autor propugna la instalación de una junta independiente y de ninguna manera subordinada a la Junta de Buenos Aires.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el representante de Villa Rica don José Mariano Careaga.
CAREAGA: Hago mío el voto de don Mariano Antonio Molas añadiendo solamente que siempre que la excelentísima junta de Buenos Aires desee que la Villa de mi representación envíe igualmente un diputado particular de su parte al Congreso General de las Provincias, estaría mi República pronta a verificarlo.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el representante de la Villa de Pilar don Pedro Nolasco Díaz.
DIAZ: Comparto el voto de don José Mariano Careaga.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el representante de San Isidro Regidor José Justo Valdovinos.
VALDOVINOS: Comparto plenamente el voto del señor diputado de Villarrica del Espíritu Santo y hago mía su aclaración.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el teniente coronel Juan Manuel Gamarra.
GAMARRA: Hago mío el voto de don Mariano Antonio Molas y me conformo por entero a su parecer. (Aplausos).
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra don Juan Bautista de Achard.
ACHARD: Respecto de hallarse el señor Brigadier Velasco suspenso e igual el cabildo con lo que pierden sus empleos por las vehementes sospechas que se anuncian parece que en adelante ya no podrán seguir sus sistemas y así deben ser restituidos a sus casas, desde donde deben hacer sus defensas a fin de que se les oiga.
En cuanto a fijar las relaciones con las demás provincias es justo y muy conveniente y necesario y por esto debe verificarlo la nueva junta con los modos más prudentes que conceptuase convenientes, y que desde luego se instale una junta superior independiente que es equivalente a una sucesión de mandos que previene nuestras leyes.
Me parece muy perjudicial privar de sus empleos a los europeos que no han dado mérito para ello como el de privarles en adelante que obtengan empleos, por ser esto contra nuestras leyes y por otros motivos que por no extenderme no los explico.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el presbístero Dr. José Hipólito Quintana.
QUINTANA: Soy de sentir que conviene en las presentes circunstancias y acaecimientos que se cree una junta suprema de la provincia compuesta de los vocales que ha propuesto en su dictamen don Mariano Molas. Igualmente soy de sentir que se haga nueva elección del Cabildo y que la haga la misma junta en los mejores sujetos de la provincia como exige nuestra situación. Asimismo pienso se establezca la paz y unión con las demás provincias enviando también por nuestra parte al expresado doctor Gaspar de Francia de diputado al congreso general de las provincias para que con el voto de aquellos sabios establezcamos el gobierno uniforme, justo y mejor con que debe regirse la nación con toda seguridad de conciencia.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el capitán Juan Bautista Rivarola.
RIVAROLA: Hago mío el dictamen de don Mariano Antonio Molas y pido a la junta de gobierno vea si encuentra algún arbitrio para recobrar de Montevideo las prisioneros nuestros hermanos porteños, santafecinos, correntinos y paraguayos que de aquí se enviaron al finalizar la guerra. (Aplausos).
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el Dr. Baldovinos.
BALDOVINOS: Me conformo con el voto del presbístero don Sebastián Patiño con referencia al de don Mariano Antonio Molas, añadiendo en cuanto a los europeos que entretanto que la provincia determine sobre si deban o no ocupar empleos consejiles, se sirva la junta de gobierno tomar providencia para que no sean ultrajados ni vilipendiados con las expresiones de sarracenos de otras semejantes inventadas por las personas que les han tomado odio. EL PRESIDENTE: tiene la palabra fray Baltazar de Casajús:
CASAJÚS: Comparto el voto de don Mariano Antonio Molas, con las modificaciones del voto del presbítero Patiño.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el diputado de San Pedro don José Antonio Ibañez.
IBAÑEZ: Hago mío el voto de don Mariano Antonio Molas, con la aclaración del diputado por Villarrica del Espíritu Santo don José Mariano Careaga.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el diputado de Villa del Rosario don Pedro Regalado Martínez.
MARTíNEZ: Comparto plenamente el voto de don Mariano Antonio Molas.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el alférez Juan Manuel Iturbe.
ITURBE: Comparto plenamente el voto de don Mariano Antonio Molas.
EL PRESIDENTE: tiene la palabra el teniente coronel don Fulgencio Yegros. (Grandes aplausos).
YEGROS: Soy del mismo voto de don Mariano Antonio Molas, a excepción de que para presidente de la junta de gobierno doy mi voto por el capitán don Pedro Juan Caballero y para vocal en lugar de éste al teniente coronel don Manuel Cabañas. (Prolongados aplausos y vítores).
El Presidente de la Asamblea pregunta:
¿Estas declaraciones son del consentimiento de todo este concurso?
En vista de que es esta la voluntad del congreso y que el voto de don Mariano Antonio Molas ha sido casi unánime y su dictámen adoptado "por común" por 290 congresales, en nombre de la presidencia de la Asamblea lo declaro tomado por acuerdo y determinación de la misma y en esta inteligencia, para mayor constancia de ella, su seguridad y solemnidad, pido firmen el acta todos los que convengan en hacerlo. En consecuencia el teniente coronel don Fulgencio Yegros elegido presidente de la Junta y los señores doctor José Gaspar de Francia, el capitán Pedro Juan Cavallero, fray Francisco Xavier Bogarín, don Fernando de la Mora, deben prestar el solemne juramento prevenido por las leyes, dando fé de ello el Escribano Público y de Gobierno.
ZEVALLOS:
Teniente coronel don Fulgencio Yegros, doctor José Gaspar de Francia, capitán Pedro Juan Cavallero, fray Francisco Xavier Bogarín, don Fernando de la Mora:
¿Juráis no reconocer otro soberano que el señor don Fernando VII, proceder fiel y legalmente en los cargos que se os confian, y sostener los derechos, la libertad, la defensa y la seguridad de la provincia?
-¡Sí, juramos!
(Grandes y prolongados aplausos y vítores).
Los miembros de la Primera Junta acompañados de todos los diputados abandonan el recinto y en medio de las aclamaciones del pueblo congregado en la plaza se dirigen a la Casa de los Gobernadores.
Relator Espínola:
Ha finalizado el congreso del 17 de junio. Los miembros del nuevo gobierno se dirigen a la antigua Casa de los Gobernadores acompañados por una gran mayoría de diputados, en medio de salvas de artillería, repique general de campanas y vivas del pueblo. Quedan en el mando desde el cual dirigirán con mano firme el rumbo de la nación hasta proclamarla en el congreso de octubre de 1813 la primera República, libre e indivisible, en el Sur.
Ahora, señoras y señores, para cerrar este acto se oirá la palabra del presidente del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas Dr. Julio César Chaves.
DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL I.P.I.H. DOCTOR JULIO CESAR CHAVES
Sr. Ministro de Defensa Nacional; Sr. Rector: Sres. ex presidentes de la República Dr. Paiva y Gral. Rolón; señores embajadores y académicos; señoras y señores:
Unas palabras para dar fin a este acto con que los institutos patrocinantes se asocian a la semana de la independencia y rinden su homenaje a los fundadores de la nacionalidad. Se alzan en nuestro país voces que critican la devoción por la historia, aduciendo que nos aparta de la preocupación por el progreso y el futuro. A estos críticos debemos contestar que ignoran la esencia misma de nuestra nacionalidad, su formación y su razón de ser. Porque en ningún país como el nuestro se explica y justifica mejor el historicismo. La pasión por el ayer es esencialmente preocupación por el mañana. Las horas consagradas a los viejos documentos, las consumidas en archivos y bibliotecas son dedicadas por entero al porvenir. Sin un conocimiento profundo de su pasado ningún pueblo marchará seguro en procura de su destino.
"Es uno de mis aforismos más favoritos -escribe una de las más recias mentalidades contemporáneas- y del que acaso abuso, el de que las esperanzas se construyen con recuerdos y aquél que no tiene pasado, no puede prever su porvenir. El camino por recorrer no es sino proyección del camino recorrido". Y concluye el mismo escritor: "Alguien dijo que hay que arrasar las tumbas para dejar sitio a las cunas, pero es más económico convertir las tumbas en cunas. Y es por amor a las cunas que predico el culto a las tumbas".
Una nación tiene que defender su historia con igual decisión que su soberanía y su independencia, porque si llega a perder la conciencia de su pasado se hallará sujeto a todos los peligros, a todas las claudicaciones. Nuestro pueblo siente, o mejor dicho presiente esta gran verdad; de ahí la resonancia que tiene el tema histórico en su seno. No hay paraguayo por humilde que sea que no sienta el sortilegio del ayer patrio.
Ojalá nunca caiga sobre nosotros la terrible crítica que Quevedo disparó a los escritores de su patria en las páginas de España Defendida: "La poca ambición de España, bien que sean culpados los ingenios de ella, tienen en manos del olvido las cosas que merecieron más clara voz de la fama. Tal fué la ingratitud de sus escritores, y el descuido que pareció desprecio a los extraños, juzgando faltaba que escribir y quien escribiese... "Sorprendió a Quevedo que mientras en su país nadie recordase hechos deslumbrantes, los escritores de los otros, tratasen en toda forma de convertir "sueños y mentiras en verdades..."
La historia será útil y fecunda si vamos a ella con nobleza de espíritu y rectitud de intención, en procura de la verdad y de la justicia. No vayamos a ella a saciar nuestros odios o avivar nuestras pasiones, encendidas casi siempre con el fuego diario de rencillas de poca monta. Nos brindará la historia entonces sus lecciones y sus advertencias; nos hablará del dolor y del sacrificio de muchas generaciones que lucharon y trabajaron para que existiese esta patria.
Nos evocará grandezas y decadencias, victorias y derrotas, glorias e ignominias. Nos llamará en alta voz al deber, al trabajo, al amor, a la tolerancia y llenará nuestras almas de ilusión, de fe, de firmeza.
Período pródigo en enseñanzas es éste que hoy recordamos. Como ninguno exigió de los paraguayos inteligencia, serenidad, heroísmo. Al estallar la revolución en la capital del Virreinato el 25 de mayo de 1810, la entonces Intendencia del Paraguay se vió rodeada de peligros, de enemigos ambiciosos o amigos sospechosos. Vivía muestra Provincia como aislada en este rincón escondiendo bajo la capa raída del hidalgo el esplendor de los días que pasaron. Poco o nada se sabía de nosotros; se nos creía débiles, apocados y se consideraba que se había apagado para siempre en nuestras selvas el grito potente de los comuneros que resonó en pleno absolutismo y cuyo eco, llevado por el viento y por el dolor, repercutió a lo largo y a lo ancho del continente indiano. Eterno peón de brega, a veces recordaban de nosotros para que marchásemos al Plata o al Perú a ofrecer a las balas de los enemigos la carne de nuestra mocedad. Como Martín Fierro, jamás figurábamos en lista alguna de pago. Había tanta distancia y tanta burocracia entre la Madre Patria y éste su doliente dominio que ganara con justicia en los días iniciales el título "Provincia fidelísima de España".
Carecíamos de recursos, de armas, de unidades organizadas. Todos creyeron seríamos presa fácil de la ambición y que aceptaríamos sin resistencia la ley que quisiesen dictarnos; presto el espíritu usurpador tendió sus redes para coger en ellos a los ingenuos paraguayos. Los mandatarios españolistas, aquellos a los que el inmortal Castelli llamó "los partidarios de sí mismo" pues no representaban ni a un Rey desposeído de su corona ni al pueblo, fuente de todo poder, alentaron el audaz proyecto de hacer del Paraguay pivote de la reacción, eje del vasto semicírculo trazado desde el Alto Perú hasta Montevideo, que al cerrarse ahogaría la revolución y arrojaría al mar a los revolucionarios porteños. Los prohombres del españolismo: Elío, Soria, Nieto, Paula Sans, Goyeneche, pusieron entonces su orgullosa vista en el Paraguay.
En el Este, la Corte Portuguesa bajo el pretexto de auxiliar al mando españolista colocó sus tropas en las Misiones a caballo del río Uruguay y se preparó para introducir en nuestro territorio, no doscientos hombres como había pedido Velasco, sino 1.200. Este movimiento provocó justificada alarma porque cuando la limosna es muy grande hasta el santo desconfía.
No menos grave era el peligro sureño. Como el Congreso reunido en nuestra capital el 24 de julio de 1810, resolvió no acatar a la Junta de Buenos Aires, y por el contrario ordenó se jurase al Consejo de Regencia, el gobierno porteño despachó contra la Provincia la expedición del general Belgrano que recibió el nombre de auxiliadora, pero que más que auxiliadora parecía conquistadora. A Dios rogando y con el mazo dando. La Junta de Buenos Aires al mismo tiempo que en rutilantes proclamas anunciaba la era de la libertad, enviaba sus ejércitos para evitar que el interior del Virreinato interpretase la libertad proclamada en forma distinta o pretendiese usando de ella, darse un gobierno autónomo. Asomaba su cabeza el partido unitario con su ideal de que la independencia fortaleciese y consolidase el inmenso poder económico y político de Buenos Aires. El Paraguay, como todo el interior, corrió el peligro de salir de la dominación española para caer bajo la férula de su capital. "Mudar de amo" como se dijo gráficamente en Asunción.
Léese en un editorial del Paraguayo Independiente esta profunda verdad: "El Paraguay fué el pueblo que primero sondó y penetró en las miras del gobierno de Buenos Aires, miras costantes... él, con pocas interrupciones apoyado de un partido siempre constante plantó desde el primer día de la revolución el deseo de dar a Buenos Aires una inmensa preponderancia, hacer
su grandeza, su poder, su gloria, a costa, no diremos de pueblos extraños, aunque del mismo origen, sino a despecho de las propias provincias confederadas".
Intuyó nuestro pueblo aquel peligro. Fue el primero que en la hoya del Plata vió aquella amenaza, y el primero que recogiendo el ideal del interior adelantó su pecho para ponerle dique. En forma inesperada, con sorpresa de propios y asombro de extraños, surgió en el escenario y en las jornadas memorables de Paraguarí y de Tacuarí al rechazar al invasor se hizo dueño de su destino.
Pero al combatir al ejército de Belgrano jamás pensó oponerse al avance de la revolución cuyos ideales compartía desde los días de los Comuneros ni sostener a un régimen cuyo fin anhelaba.
Disipado el equívoco que separaba a porteños y paraguayos durante las conversaciones mantenidas por Belgrano, después de Tacuarí, con Fulgencio y Antonio Thomás Yegros, Vicente Ignacio Iturbe, el padre José Agustín Molas y otros jefes criollos, se produjo una amplia reconciliación. La revolución no podía demorar.
El movimiento del 15 de mayo constituyó un aporte importante a la causa general de la independencia. Como un montón de pavesas deshízose la combinación reaccionaria, alentada desde Montevideo y en la cual era el Paraguay pieza maestra. El flanco, quizás principal de la revolución, quedó cubierto y el gobierno de Buenos Aires pudo hacer frente con toda su potencia al ejército españolista que descolgándose por la Quebrada de Humahuaca, amenazaba de muerte el corazón argentino.
En el congreso del 17 de junio dieron los próceres bases a la nueva nación y formaron el primer gobierno que condujo la nave del estado por mares tempestuosos hasta el congreso de Octubre
de 1813 que proclamó enfáticamente al Paraguay como "la Primera República, libre e independiente en el Sur".
Impidieron la entrada de las tropas portuguesas en territorio nacional, pero en seguida restablecieron la buena armonía con el poderoso vecino del Este. Frenaron con firmeza pero sin altanería las tentativas absolutistas del gobierno porteño. Establecieron cordial relación con la Banda Oriental y con el Alto Perú. Fomentaron el progreso, la educación, la cultura.
No fueron sordos al llamamiento de sus hermanos del continente. Eran paraguayos, pero también americanos. En la nota del 20 de julio de 1811 lanzaron por vez primera como fórmula de
conciliación y paz civil la idea de la confederación, esa idea que recogió Artigas en las instrucciones del año XIII y bajo cuyas banderas se congregaron todos los pueblos del interior.
No corresponde a nuestro país la mayor culpa en el fracaso de aquel ideal.
Cuando sonó la hora de la guerra de la emancipación, a pesar de la dictadura y del aislamiento, tampoco nuestros compatriotas estuvieron ausentes o ajenos. Años después Carlos Antonio López polemizando con Rosas recordó que miles de paraguayos que vivían en las Misiones y en Corrientes, trabajaban en estancias, saladeros, buques y establecimientos de la Argentina y del Uruguay, formaron en las filas del ejército de San Martín, pelearon en el Alto Perú y en la Banda Oriental, cruzaron los Andes, combatieron en Chile, en el Perú y en el Ecuador. La mayoría de ellos vivieron y murieron ignorados, soldaditos anónimos que solo reciben como consagración póstuma una raya sobre su nombre en la lista del regimiento. Pero otros se hicieron famosos y espectables: José Félix Bogado, Ramón Díaz, José María Rivera, Patricio Maciel, Bonifacio Ramos, Vicente Suárez, Patricio Oviedo, combatieron al lado de San Martín y de Lavalle, de Bolívar y de Sucre, estuvieron en Chacabuco y en Maipú, en Río Bamba y en Pichincha, en Junín y en Ayacucho.
Y uno de ellos Bogado, retornó a Buenos Aires después de quince años de campaña, encabezando los últimos granaderos a caballo, los restos humanos del regimiento que en cargas heroicas hizo avanzar la historia de América desde las aguas del encantado Río de la Plata hasta las cumbres coronadas de nieves eternas del Ecuador.
Señoras, Señores:
Recordemos aquellos hombres. A Fulgencio Yegros, jefe de la revolución, carácter superior, militar brillante. A José Gaspar de Francia, doctrinario del movimiento cuyo desarrollo de la teoría revolucionaria, puede sin desmedro, sufrir parangón con los trabajos de Mariano Moreno. A Fernando de la Mora, idealista y visionario, liberal de alma y de principios. A Mariano Antonio Molas, elocuente vocero del partido de los patriotas. A Pedro Juan, brazo ejecutor del movimiento, patriota ardiente, mártir de la libertad!
Recordemos y honremos también a sus hermanos, los próceres de América. A los iluminados soñadores que concibieron y realizaron la metamorfosis de una colonia en patria. Los que buscaron no solo la emancipación sino también una radical transformación en lo económico, en lo social, en lo político. Los que soñaron para este continente el mejor y el más noble de los destinos mediante la liberación y dignificación de sus masas, el fomento de sus riquezas naturales, el libre cambio de sus productos y sus riquezas, la educación popular, la implantación de un régimen de derechos, fundado sobre la voluntad señera del pueblo.
Fu¿ dura e injusta la vida con los próceres. Casi todos cayeron en medio del camino sin ver el albor de la nueva época. Con razón preguntó Echeverría en su canto: -¿No diste olvido, proscripción o muerte- a los héroes de mayo, a los campeones -que todo por tu amor sacrificaron- y de gloria inmortal te coronaron?
Siglo y medio después sus voces resuenan potentes y actuales. Prejuicios, odios, intereses, ignorancia nos apartaron por largos años de la ruta por ellos trazada. Pero asistimos ahora al eclipse definitivo de los males que ellos marcaron a fuego: el aislacionismo bárbaro, el patrioterismo estéril, la política de campanario. Si querernos asegurar el destino de nuestras patrias y el porvenir de nuestros hijos, debemos volver a esos ideales. Sólo así enfrentaremos. y venceremos a los imperialismos que quieren arrollarnos, y a los continentes que mediante la explotación de la mano de obra esclava pretenden desplazarnos de los mercados mundiales.
Las nuevas generaciones retornan a Mayo y de nuevo escuchan la voz de mando de sus adalides. Entre resplandores de esperanza, lenta, pero firmemente, sin prisa pero sin pausa, avanza
la nueva América, cuya mejor y simple definición es la del gran Sarmiento, con razón considerado el albacea de los hombres de Mayo. Venía Sarmiento cubriendo ya la última cuerda del camino; viajaba río Paraná arriba, buscando "dar sol a sus rosas al Paraguay de fuego" como en los versos de Rubén Darío. Escribió a bordo: "Siento que no esté vivo el viejo Vélez para pedirle breve epitafio en latín para mi tumba". Lo redactó él mismo y un año más tarde fué grabado sobre el mármol de su tumba cuando llegó a ella cubierto con las banderas argentina, paraguaya, chilena y uruguaya. El había pedido: "Una América sola, asilo de los dioses todos lengua, tierras, ríos, libres para todos".
Este país nuestro no debe estar ausente de este despertar continental. Alguien señaló con acierto que hay una América del Atlántico, jalonada por ciudades influenciadas por la civilización
europea, y otra Arnérica del Pacífico cuyas capitales conservan una mayor fidelidad a las tradiciones autóctonas. Dividiendo el continente por una línea trazada del Plata al Caribe surge sobre ella una sola ciudad en miles y miles de leguas: Asunción, nacida como "amparo y reparo" en los días cruciales de la conquista, y en seguida, motor de civilización en una vasta zona. En su seno palpitante de vida se cruzaron y se enlazaron las corrientes atlántica, platense y altoperuana. Aquí se juntaron para la obra común hombres provenientes del Este, del Sur y del Noroeste, se amalgamaron razas, se fundieron creencias: aquí América fué más América que en parte alguna de las Indias.
El dominio que el hombre ha alcanzado sobre el aire, el progreso de la aviación, está devolviendo a nuestro país la función de la hora inicial: ser el corazón del continente. El Paraguay es un nudo, un punto de enlace, un portaviones enclavado en lugar estratégico: a tres horas de vuelo de Río y La Paz, a dos de Buenos Aires, a cuatro de Santiago. Para que cumpla la misión que le confiere el destino tiene que palpitar de nuevo el alma de la estirpe fundadora. El paraguayo que durante siglo y medio ha estado mirando su suelo o su valle debe levantar la vista, contemplar el cielo y el horizonte que Dios le abre.
Para esa empresa la patria llama a sus hijos. Y os convoca especialmente a vosotros los jóvenes que representáis la esperanza de un mañana mejor y habeis de convertir en realidad lo que
para nosotros quizás no sea sino un sueño. A vosotros os saludo para terminar, como un augurio y un acicate con la estrofas del ruiseñor de la Hispanidad, con los versos simples del inmortal Antonio Machado:
Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre
como el diamante dura, como el diamante pura.
COLABORAN EN ESTE NUMERO:
CARDOZO, EFRAIM
Paraguayo. Nació en Villarrica, el 16 de octubre de 1906. Padres: Ramón 1. Cardozo y Juana Sosa.
Político. Escritor. Periodista. Ha sido Ministro de Educación (1939) ; Delegado a la Conferencia de Paz del Chaco (1938) ; Ministro Plenipotenciario en Buenos Aires (1940).
Colaborador de La Nación. Miembro de número del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas y de la Academia Paraguaya de la Lengua Española. Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia (Argentina) ; del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay; de la Real Academia de la Historia, de Madrid.
Sus obras principales: El Chaco y los Virreyes; El Chaco en el Régimen de las Intendencias; Aspectos de la cuestión del Chaco, La Audiencia de Charcas y la facultad de gobierno; La Política de aislamiento durante la dictadura del Doctor Francia; El Paraguay Independiente y Vísperas de la Guerra de la Triple Alianza.
Residencia: Manuel Domínguez, 31. Asunción.
CENTURIÓN, CARLOS R.
Nació en Asunción. Hijo de Juan Bautista Centurión y Alejandrina Benegas. Cursó sus estudios en el Colegio Nacional y en la Facultad de Derecho donde egresó como doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Se dedica a la docencia desde hace más de treinta años. Fué profesor de Sociología y Derecho Internacional y Decano de nuestra Facultad de Derecho; Miembro de la Comisión Nacional de Límites; Fiscal y Juez del fuero Criminal y ex Fiscal General del Estado. Diputado nacional, presidió dicha cámara. Dirigió La Democracia y otros diarios y revistas nacionales.
Sus obras principales son: El Conflicto del Chaco Boreal-Gestiones diplomáticas, (dos tomos) ; Historia de las Letras Paraguayas, (tres tomos) El Tribunal de Jurados en el Paraguay; Proyecto de código de procedimientos penales.
Pertenece como miembro de número al Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, la Academia Paraguaya de la Lengua, el Instituto de Numismática y Antigüedades del Paraguay, el Colegio de Abogados, la Academia de la Lengua y la Cultura Guaraní; es presidente del Instituto Paraguayo de Letras. Correspondiente de la Real Academia Española, de la Historia, de Ciencias Políticas y Morales de Madrid; de la Academia Cultural Adriática, de Milán; de la Academia Nacional de la Historia, de Venezuela; del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay etc. Es colaborador literario, desde 1948, de La Prensa, de Buenos Aires y de la Revista de Indias, de Madrid.
CHAVES, JULIO CÉSAR
Paraguayo. Nació en Asunción, el 27 de noviembre de 1907. Padres: Francisco C. Chaves y Virginia Casabianca.
Historiador. Profesor. Secretario de la Delegación Paraguaya a la Conferencia de Paz del Chaco (1935). Diputado Nacional (1938). Ministro plenipotenciario en La Paz (1939). Embajador en el Perú (1939-40).
Colaborador de La Prensa desde 1941. Presidente del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas. Miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española. Presidente del Pen Club del Paraguay. Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia (Argentina) ; del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay; de la Academia Chilena de la Historia; de la Real Academia de la Historia de Madrid; de la Academia chilena de Lengua Española; de la Sociedad de Historia y Geografía de Guatemala; de la Sociedad de Historia y Geografía de Santa Cruz de la Sierra. Miembro de honor del Instituto Chileno de Cultura Hispánica.
Sus obras: Historia de las Relaciones entre Buenos Ayres y el Paraguay (1938) ; El supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia (1945, 1946 y 1958) ; Castelli, El Adalid de Mayo (1945 y 1957) ; San Martín y Bolívar en Guayaquil (1950) ; El Presidente López. Vida y gobierno de don Carlos (1955) ; El general Díaz (1957) Compendio de Historia Paraguaya (1958) En Prensa: Los dos Paraguay y Compendio de Historia Americana
Residencia: Presidente Eligio Ayala 431. Asunción.
GONZÁLEZ, GUSTAVO
Nació en Asunción en 1898. Cursó sus estudios en Asunción para proseguirlos en Buenos Aires, en cuya Facultad de Medicina se graduó. Médico y catedrático, es colaborador permanente de los temas de su especialidad, sobresaliendo también en los estudios de las razas autóctonas, sobre las que produjo importantes monografías. Ha dado conferencias en Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro.
IRALA BURGOS, JERÓNIMO
Padres: Adriano Irala y Zoraida Burgos. Nació en Asunción, el 30 de Septiembre de 1930. Egresó del Colegio de San José, en 1948 como Bachiller con medalla de oro. En el año 1954, obtuvo el título de Abogado, como primero de su promoción. En el año 1955 egresó de la Facultad de Historia.
Magistrado Judicial. Ex Fiscal en lo Civil y Comercial. Ex Fiscal del Crimen. Actualmente Juez de Primera Instancia en lo Criminal.
Ejerce la Cátedra de Historia Antigua en la Facultad de Filosofía. Ejerce las cátedras de Historia Americana y Paraguaya en el Colegio Militar.
Ha publicado trabajos sobre "Ruy Díaz de Guzmán" y "Fulgencio R. Moreno", así como un estudio sobre la Universidad Nacional de Asunción.
LAMAS, VICENTE
Paraguayo. Nació en Asunción, en 1900.
Poeta. Periodista. Colaborador de El Diario, Guarania, Mundo Uruguayo, El País. Dirigió este último periódico.
Su obra poética se dió a las estampa en un tono denominado La Senda Escondida. 1958. Es considerado, y con justicia, como uno de los mejores poetas de su generación.
MONTEFILPO CARVALLO, REINALDO
Nació en Asunción, en abril de 1923. Padres, Carlos Montefilpo y Juana Concepción Carvallo. Cursó sus estudios en los Colegios San José y Nacional de esta capital, para ingresar posteriormente en la Facultad de Derecho. Colabora en la prensa desde 1944, preferentemente con ensayos sobre filosofía y literatura moderna.
ORTIZ, JOSE CONCEPCIÓN
Nació en Valle Pucú (Luque) al comenzar el siglo.
Profesor. Poeta. Periodista, redactor de El Diario. Fundador de Juventud. Dirigió El País.
Sus libros: Vaivén y Amor de Caminante. En prensa: El Campesino paraguayo. En preparación: Albino Jara y su época. Altísimo poeta.
ROA BASTOS, AUGUSTO
Paraguayo. Nació en Asunción en 1918.
Poeta. Periodista. En 1936 publicó sus primeros versos. De gran cultura clásica.
Sus obras: El Ruiseñor de la Aurora y otros poemas (1936). Fulgencio Miranda, novela. La novela El Trueno entre las Hojas ha sido publicada por la Editorial Losada con éxito rotundo y fué llevada a la pantalla.
SÁNCHEZ QUELL, H.
Se publican sus datos en este mismo número en la sección Académicos del I. P. I. H.
VELILLA, BENJAMIN
Nació en Humaitá en 1888. Padres: Hipólito Velilla y Wenceslao Toñanez.
Político. Periodista. Escritor. Se inició en la carrera militar, que abandonó en 1908. Redactor de El Diario, El Nacional y El Liberal. Diputado nacional. Encargado de Negocios en La Paz (1927). Cónsul en Corumbá (1933). Ha publicado muchos trabajos sobre historia. Es miembro de número del Instituto Paraguayo de investigaciones Históricas desde su fundación.
POSTALES DE NUESTRO PARAGUAY ETERNO
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"IMÁGENES Y POSTALES DE PARAGUAY"
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Ferrocarril pasando frente a la Iglesia de la Recoleta
Asunción (Paraguay)