RENÉE FERRER - POESÍAS 1990 - 2000
EL ACANTILADO Y EL MAR (1992)
Para César Enrique, José Rodrigo,
Eva María y Juan Pablo, que me hicieron madre.
I
NACE EL PLANETA
Piedra desmelenada en llamas
huyendo de la elipse
primigenia.
En llamas desprendida,
piedra sola.
Desmemoriada de la gran fogata,
escapando del ojo elemental a la vida futura.
Por el confín del universo
huyendo
hacia su centro,
hacia ninguna parte
y todas,
tras el espacio que se ofrenda entero.
Estallido circular
en la lechada abismal de las galaxias.
Hoguera
derribando
coordenadas no escritas con su fuga.
Su paso cincela,
incandescente,
la noche progresiva,
el firmamento.
Firmamento no visto,
presentido,
no plano,
profundo,
sin fondo, sin linderos
- ni indicios de su nombre –
sin respuestas.
En archivos prefijados
de multiplánicos misterios
su flama recorre
y descorre
la soberbia soledad de la negrura,
la frente ensimismada de las estrellas.
Perfora el aire abismal
un segundo y lo cierra.
Se inmiscuye
entre el matemático trajinar de los planetas.
Enramada sutil de las constelaciones.
Asalto, lucha, placidez
de los inquilinos del zodiaco.
Como una horda en llamas
avanza.
Desde lejos se palpa,
de cerca se distancia.
La huella del sonido desfallece
en el vacío
sin siquiera rozar
los sueños siderales del silencio.
Se esfuman los cometas con sus velos de novia.
Música su trayecto,
su desvanecimiento música.
Instante sonoro que perdura,
audible únicamente donde habita
la desolada y gloriosa virginidad de los astros.
Tropezando a su paso con el desvelo de las Osas,
las torrejas de nata de destituidas lunas.
En un punto sin lugar o referencia,
desde un fúlgido arco originario:
el inicio.
Perforando los ojos
de humanidades condenadas al desconocimiento.
Alertando la inconclusa arboleda
de los cuerpos celestes.
Por las planicies de soles apagados:
fiebre fugitiva.
Partecita minúscula de un dios despedazado,
encontrando, de súbito, el giro de su órbita.
AGUA Y FUEGO
Menuda lluvia.
Molienda de agualuz sobre la llama.
Alguien tritura estrellas en lo alto.
Un cedazo de incógnitos celajes va dejando
escurrir
un beso de agua sobre la piedra roja.
Finísima la lluvia
no la alcanza.
Aborta su frescor en las orillas
de un incendio que anda
con su carga de sol desorbitado.
Contienda de elementos esenciales.
Una caricia líquida invade
el quejido estruendoso de la llama.
Desde la eternidad llovizna el tiempo.
Ni almanaques ni péndulos registran
el habito de vestirse
y desvestirse
de la aurora.
Sólo arde la piedra desterrada.
ACANTILADO
Sobre ti nací,
roca sojuzgada.
El diluvio ha sitiado las tiendas de tus llamas.
Varado en ti
recibo
las secretas conversaciones del agua,
la humareda indómita de tu corazón.
Sobre ti nací,
fragua salvaje,
de cara al aire,
anclado en tu corteza.
Cegó la niebla mi perfil austero.
Con la impúdica tentación de ser montaña,
acantilado me quedé,
casi al ras del agobio de tu vientre apagado.
Desheredado del pasto azul de las estrellas.
Mordido enteramente por las flores del mar.
Emergí del abrazo de las olas:
Aguja de futuro,
pezón de leche antigua,
arco soliviantado de luz,
casto de espuma.
HOGUERA YA RESCOLDO
Hoguera ya rescoldo,
rescoldo ya ceniza.
Ceniza desvirgada por la flecha del viento.
Viento desparramado
sobre una carencia de nidales.
Remolinos ardidos,
atizados y ardidos.
Confesiones ocultas de la piedra.
Más abajo del sol
o más arriba.
Sobre la nebulosa que el rayo descascara.
Rayo desbarrancado
desde la irreconciliable disputa de Las nubes.
Nubes
¿qué son sino lágrimas del fuego
enjugadas en las mejillas de las brasas?
Brasas que fueron llama,
ascua,
polvo en ofrenda,
elevado.
Petrificada hoguera donde anido.
EL ACANTILADO Y EL MAR
A ti me sometí,
mar decidido.
Con mi constancia verdiazul
salaré tus ocultas tentaciones,
los desánimos de tu corazón.
De frente: al aire abierto
ofrezco mi esbeltez
a los arrebatos de las tormentas.
Te llenaré los poros
con la placida arrogancia
de mis mareas.
Te entregaré
mi desflorada claridad
de sol sincero.
En huecos,
que ni el tiempo lastima,
se quedará la huella disoluta
de mi respiración.
Te ofrendaré mis pómulos
para que los pulas
con tu lengua incansable.
Con ímpetu golpearé tus recintos.
Con sabiduría invadiré
la intimidad de tus penumbras.
Nada te diré,
pero palpita en mí
que tú me sabes.
Te sitiaré
mientras perviva el tiempo.
Tus peces cortejan
mi aislamiento.
Y la saeta
de mi clarividencia.
Como regalo me traes
algas dichosas.
Como regalo de confesionario,
mis anémonas.
Nada te diré.
Mas de ti,
todo losé.
ITINERARIO DEL DESEO (1994)
Al compañero
de incontables lunas
TEMBLOR
Temblando quedó el labio
de roce imperceptible trastornado;
un sabor de tornillo le ha quedado
temblando en el aliento.
Temblando quedó el fuego contenido
por la intensa fragancia;
nada más que de especias sobrevive
este temblor incierto.
1982
TENERTE DORMIDO
Quisiera tenerte dormido en mi corazón,
en la caracola de mi corazón, acurrucado;
tus cabellos conversando con mis dedos
y resplandeciente tu cuerpo
frente a mis ojos rendidos.
Quédate dormido en la penumbra de mi corazón
para que mis manos se conviertan
en la posada de tus sueños;
vuélvete latido de mi sangre
y escucha las confidencias de mi cuerpo.
Que una lágrima tuya se suelte
desde esa orilla remota donde estás
y se refugie al costado de mi boca;
perdona mi despego
y deja que plante sobre tu herida una flor.
Quisiera oír tu perfume desprendido
en el campo claro de mi piel
para que no recuerdes
cuánto horada el olvido.
13-VII-90
SUEÑO
He soñado que alguien ponía la lengua
en el hueco de tu boca,
corredor por donde transita el deseo.
El deseo es una flor que canta.
Desde su pedestal alabastrino
hasta su sonrosado capitel
crece el deseo.
El mundo,
el universo,
son demasiado pequeños para contenerlo.
Nada es tan luminoso como él,
nada tan nítido
y vacilante,
nada tan contenido
y desbordado.
De pronto ese alguien
tiene mi rostro.
1991
HOGUERA
Ni las aguas más frías del océano
lograron sosegar
mis impúdicos deseos:
hoguera sobre mis pies
me consumo en la espuma.
1990
NADIE VENDRÁ A BUSCARME
Acuclillada dentro de mi corazón,
la noche comienza a amontonarse
sobre una mordedura que no coagula.
Me voy sacando los aros,
el collar,
los complementos.
¿Para qué necesita nombres
una inquilina vitalicia del universo?
Me basta el saxo
detrás de tu silencio que anochece,
la garganta atascada de Louis Armstrong
deshaciéndose en mí,
y saber
que siendo nadie
no necesito esperar,
porque nadie vendrá a buscarme.
XIII-1991
EL RESPLANDOR Y LAS SOMBRAS (1996)
para nuestros hijos
EL RESPLANDOR
I
Tuve una tarde la idea
de cortar flores
para vendar tu corazón
que en el centro de tu pecho
sollozaba
algo por el camino me dolió
y llegué sin el vendaje
como si nada.
1989
II
Lejos
tan cerca
de las incongruencias.
Cerca
tan lejos
de la certeza.
Inalcanzablemente próximos
los extremos.
1990
III
Ni las aguas más frías del océano
lograron sosegar mis impúdicos deseos
hoguera sobre mis pies
me consumo en la espuma (1990)
IV
La tristeza deambula por mis venas:
pulso del acontecer. (1991)
V
¿De dónde me han echado
que me duele,
en algún lugar,
mi propia ausencia? (1991)
VI
El desasosiego de mi ser
cohabita en un lugar impreciso
con mi cuerpo. (1991)
DE LA ETERNIDAD Y OTROS DELIRIOS (1997)
para ti, mamá
FRAGUA
Ignorante y sencillo despertó mi corazón
en la fragua donde se forjan los destinos
cuando el tiempo era noche.
Arriando la pregunta primigenia me soñó el
Hacedor,
y en innumerables estaciones
me desveló la añoranza de un lugar que
desconozco.
Augurada de soledad
y prendida a las hilachas de la esperanza,
me dilapidó la aurora
desde el instante que inicié la travesía
hacia la desmemoria.
En el vórtice del universo florece la sabiduría;
en su centro de incandescente bruma
se congregan las tangentes de mi alma.
Me empapé de un olvido capaz de descifrarme
y con la estrella fugaz que se obstinó en mis
manos
amojoné mi itinerario.
Hurgué en el alfabeto de los astros
y en las pestañas del conocimiento;
encendí fogatas con mis recuerdos;
una amnesia piadosa progresó en mi corazón;
la luz fue dejando en mi sangre sus huellas
dactilares,
y su filo aniquiló las cadenas del canto.
No me dejarán afuera de la celebración
ni en mi pecho anidará el estigma del exilio
REENCUENTRO CON MI PADRE
La música se abre como una flor sin orillas;
desde su cáliz extiende una túnica hacia planicies
insondables;
hacia el rostro sin nombre que acecha el desvelo de
las constelaciones.
La escucho y veo tu voz;
tu voz creciendo en la pupila aguagris de una
galaxia
se reinventa en la distancia ingrávida.
Palpo la conversación de los astros
y el viento que templa los abismos
y la vibración del verbo desde el bulbo inicial,
y tu voz
¿recuerdas?
pequeños, trozos de tu voz acertando las mejillas de
la noche desde mi asombro.
Una ráfaga fría enmienda el territorio donde
acampa la tibieza de una carne que ya no
tiembla.
Estás y no estás
(La fugacidad de la máscara atestigua la
permanencia).
No puedo verte,
sólo tocar la incertidumbre que a veces te hacía
declinar la cabeza bajo el círculo de la
lámpara.
Qué lejanísimas comarcas pastorean tus gestos,
tus palabras, qué lejanísimas.
Un murmullo sinfónico amamanta el espacio,
un murmullo que surge de las entrañas estelares.
Las virutas de tu banco carpintero ciñen el cosmos
con un perfume de madera de confesionario;
el viento las hace conversar con los ladrillos, con el
musgo que ha cubierto los mosaicos bajo la
parra donde madura el verano.
Los breves pasos de tu voz danzan, danzan;
en sus ecos el recuerdo borda el tallo de los días
compartidos,
con sus hojas afanosas temblando en la luz.
Soy pequeña otra vez
y me duermo en tus brazos.
Inclino mi urgencia hacia la marea donde
espuman las estrellas;
las almas espuman también en ríos que se
desbordan;
(nada es tan dudoso como la certeza de los puertos
adonde nunca se arriba).
Tu alma se une a una bandada de secretos,
comparte las vicisitudes de una travesía que ancla
en el principio.
Desheredada de tu aurora escucho el pulso del
universo,
deambulo por las calles con mi muñón de sueños
goteando intemperie;
hay un sabor a herrumbre entre los dientes.
Tu voz se ha puesto a caminar conmigo,
tus antiguos defectos;
la sospecha de tu corazón latiendo más allá del
país de la ternura me conforta.
Existes,
lumbre de un recinto donde se alambica la verdad
que desconozco.
Tu voz, con breves pasos, danza, danza;
un cerco me impide tocarla,
una guadaña que amputa el abrazo de mis brazos.
Te vas,
volviendo y yéndote,
hacia la comunión resplandeciente.
La tristeza se levanta entre nosotros;
la tristeza de verte con los ojos de la memoria
presagia un muro de lágrimas infranqueables,
pero tu voz se abre como una flor sin orillas
y su corola insinúa el almíbar del alba.
ACEPTACIÓN
Un bostezo perfora la calma planetaria
pronunciando mi nombre;
cierta fuerza retinta succiona mi cuerpo,
se abanica con el negativo de mis gestos,
devorando la miga que se horneó en mis pupilas.
Me someto a sus giros
como un velamen tardío a la soberbia del viento
que baila en puntas de pie.
El orbe,
la Vía Láctea,
los inexistentes confines,
vertiginosamente me persiguen;
una explosión escarlata anonada mis tímpanos
y pierdo la encrucijada donde moro;
un ojo incandescente me golpea
como una hoja en blanco
donde se hubiera escrito el último adiós.
Todo es púrpura en mi entorno,
furiosamente sangre;
un cántico violeta se expande
atorándose de confituras perversas;
reincido
y es la luz,
la roja luz que todo lo ensombrece.
Cierta jauría de girasoles apedrea
el caldero de mis órbitas.
Indago en las contradicciones,
en el anaquel de las argucias;
la lucidez me tiende una mano aterradora;
los sucesos, entre tanto, se sacan la ropa;
convengo en las respuestas incorrectas:
accedo a ser.
EL VELO
Tengo frente a los ojos un velo que me condena;
el velo que derroca mis ojos
me retiene al pairo de una clave en desuso,
se transforma en la sentencia de mi carne,
en una red por donde fluye la llama.
Los atisbos de cierta luz enceguecen mi asombro,
estremecen él secreto que tañe mis nervios
reavivando en las yemas la caricia defraudada.
Este velo
me confina a una penumbra visionaria
por donde vaga la sombra de otra sombra;
conjura los demonios insepultos
que arrasan mis colinas;
los enigmas proliferan
como los manotazos de un náufrago
desheredado de su aliento.
Se me terminan los plazos
y en el perímetro del desánimo
se prolonga el destierro.
BRUMA
Extravié el ojo del universo
y la respiración de las galaxias
y el mapa de los soles que guardan mis señas.
Las moradoras del zodiaco me hacen trampa,
cambian de sitio;
soy un parpadeo andando a tientas
más allá de la distancia de mis manos.
Un bastón golpetea junto a mis talones
su alerta de ciego;
algo que no alcanzo a deletrear me está vedado,
algo que existe fuera de mí
y no me necesita;
no vislumbro la orilla de esta bruma
ni
¿Cómo vivir entonces mi verdadera biografía?
EL OCASO DEL MILENIO (1999)
para mis hijos César Enrique,
José Rodrigo, Eva María y Juan Pablo
I
SILENCIO
The Soul selects her own Society-
Then -shuts the Door-
Esa intimidad polar -del alma sola
EMILY DICKINSON
Yo no hablo del silencio que anuda
la raíz del sentimiento
impidiendo que brote a borbotones
el manantial del ser
yo hablo del silencio compañero
que ningún eco perturba
de esa esfera de paz que nos abruma
de atisbos
de preguntas.
CONSEJO
Siento mi seno
en la memoria de tu mano
el contorno del beso
en el cuenco de los labios
feliz la piel al roce de las yemas
sabiamente encrespando
la urgencia de mi cuerpo
distancia deliciosa de estar cerca
perversa cercanía del silencio.
No atravieses el puente
que al cruzarlo
se acabará la dicha de intentarlo.
Oye los pasos
en la calleja solitaria
los álamos que sueltan
su follaje del crepúsculo
la voz del sol - astillas de la tarde
y aquel banco aguardando
el cómplice cansancio de la cuesta
reposo guarecido por la sombra
de un muro con perfume a madreselvas.
Entrégate al instante
que se esfuma
como la luz miedosa de la bruma.
LANGUIDECIÓ LA PASIÓN
Languideció la pasión
de acometer empresas insalvables
el retorno del viaje
adonde ibas
trayendo piedras que te hablaban
con la lisura del varón erecto.
Se desarmó el hueco de los talones en la arena
donde se reunía el agua
como un sorbo precario de los mares.
Las caracolas se quedaron mudas
sin ecos que atestigüen el estallido de la espuma
acaso el pulso en mengua
se volvió una costumbre que anochece en la
espiga
Ya no duermes como antes las ocho horas madres
ni comes a destiempo sin consecuencias
la taza de café
invita fantasear con la silla de enfrente
sólo empaña los ojos de volutas estériles.
Ya fuiste desdeñada
y en un tren te distancias
hacia la inhóspita latitud de la certeza
con un gusto de alacrán sobre la lengua.
LIBERACIÓN
Por fin la máscara vagando entre la espuma
de una ola a otra ola a la deriva
oteando en el mástil de ningún navío
el ala transgresora.
Al cabo se refugia la vertical sonrisa
en los brazos amantes de las constelaciones
y evades la plomada
los mandatos insanos
para seguir el giro de incautas golondrinas.
Ondean los jirones de una túnica adversa
las vendas destronadas que sellaban tus ojos
para surgir deshecha
deshecha y libertada
celebrando la hoguera de las contradicciones.
QUÉ LOCURA
Qué locura
este tumulto de cifras y aeropuertos
este patio baldío de mi alma
donde se arremolinan
y sucumben
los papeles gastados.
Por las baldosas rotas se evade la poesía
y se quedan sin habla los presagios antiguos.
Nada existe ya que me conmueva
¿lo ves?
ya soy de piedra
mis ojos
-aguijones de vidrio-
balbucean un lenguaje prestado.
Reniego de la imagen
que oculta o desconoce
la carta de sí misma
Fuente:
RENÉE FERRER - POESÍA COMPLETA HASTA EL AÑO 2000
Con Estudio Crítico de THOMAS R. FRANZ
Colección Letras paraguayas
Arandurã Editorial, Asunción – Paraguay
2000 (576 páginas)
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