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JUAN NATALICIO GONZÁLEZ PAREDES (+)
  EL PARAGUAY ETERNO, 1986 - Por J. NATALICIO GONZÁLEZ


EL PARAGUAY ETERNO, 1986 - Por J. NATALICIO GONZÁLEZ

EL PARAGUAY ETERNO


Por J. NATALICIO GONZÁLEZ


Con anexo documental del editor

Editorial CUADERNOS REPUBLICANOS

Asunción-Paraguay 1986

(254 páginas)


**/**

 

 

PRESENTACIÓN
 

“EL PARAGUAY ETERNO” de Natalicio González, cuya primera edición fue publicada en 1935, en un momento augural de nuestra historia, constituye una pieza esencial en el largo desarrollo del pensamiento nacionalista. Su reedición era, por esa razón, una necesidad impostergable, que la Editorial "Cuadernos Republicanos" se ha propuesto llenar. Esta decisión implica, por un lado, un acto de justicia a quien fuera el más penetrante de los intelectuales colorados. Pero, por otro lado, responde al propósito de enfrentar a las nuevas generaciones con las fuentes de nuestra doctrina, en las páginas frescas de su más gravitante expositor.

Para comprender a la obra, es preciso ubicarnos en su contexto temporal y avizorar las urgencias y las angustias que presidieron su alumbramiento. De ese modo, podremos descifrar su intensa y avasalladora vitalidad, el tono ardiente y profético de su estilo y la claridad deslumbrante de sus objetivos.

En 1.935, el Paraguay emergía victorioso de la tremenda prueba de una guerra internacional. La euforia del triunfo embargaba a nuestro pueblo, con una intensidad que solamente tenía un paralelo en el brillante setiembre de Curupayty. Nuestros soldados se habían erguido a la altura de sus antepasados, quienes asombraron al mundo con sus estupendas hazañas. En medio de una agobiante precariedad de recursos, pudieron detener al adversario, que avanzaba victorioso hacía el río Paraguay. Y luego, en memorables acciones, llevarlo de vuelta prácticamente hasta la sombra de los primeros contrafuertes andinos.

Derrotado el enemigo exterior, el pueblo paraguayo sólo podía volcarse hacia sí mismo, en una profunda introspección, para reflexionar sobre su destino. Y entonces, en la cegadora vigilia de la cavilación, diseñar el futuro al que creía tener derecho, porque lo había ganado con su sangre.

El futuro podía parecerle entonces distante y brumoso. Tender un puente hacía él, salvando los poderosos obstáculos construidos por el estado liberal, era una obligación moral de los intelectuales. Muchos eludieron esa sagrada misión, prefiriendo la conducta más fácil del servilismo, entregándose sin titubeos a la oligarquía gobernante. Otros, animados de una febril resolución, decidieron acometer la milenaria labor del profeta, que señala a su pueblo el rumbo de la tierra prometida.

Natalicio González descolló entre estos últimos, por la solidez de su formación y por la claridad de su estilo. Pero, sobre todo, por la pasión que lo abrazaba, persuadiéndolo de llevar la lucha hasta las últimas consecuencias.

La tarea no era fácil. En 1904, el pueblo paraguayo había sufrido la decepción de una derrota militar, en una guerra civil traída desde el exterior y con el apoyo extranjero. Factor gravitante de la victoria liberal fue la ayuda desembozada que le prestó un grupo de opulentos banqueros, financistas, comerciantes y hacendados.

Varios de ellos habían llegado a ponerse el pañuelo colorado al cuello, y declamado una hipócrita adhesión al nacionalismo. Pero su corazón estaba más cerca de la caja de caudales que de las reivindicaciones populares. Por eso flaquearon a la primera señal de peligro, y se pasaron rápidamente al enemigo. Tenían la certeza de que esa traición les permitiría ocupar una posición privilegiada en el nuevo régimen. La idolatría del becerro de oro perdió sus almas, pero les salvó la bolsa.

La defección egusquicista interrumpió la ordenada y progresista administración republicana, en 1904. Pero esa traición oligárquica produjo, por otra parte, un hecho positivo: fortalecer aun más la identidad colorada con la Línea Nacional y Popular, en los años de la llanura. La oligarquía, por su parte, se confundió definitivamente con la Línea Legionaria y con el Partido Liberal. Es que la oligarquía, por una ley natural, rehúsa compartir la suerte del pueblo. Sabiamente, prefiere ubicarse a la sombra del poder, para seguir acumulando riquezas.

Pero en 1935, las cosas habían cambiado nuevamente. El pueblo había adquirido conciencia de su poder y estaba dispuesto a emplearlo. El pleito secular contra la oligarquía parecía a punto de resolverse. Faltaba el empujón final, el golpe de gracia. Fue en ese momento que "EL PARAGUAY ETERNO" vio la luz. En sus páginas encontramos, junto a la medulosa exposición doctrinaria, la poderosa convocatoria a la acción, equilibrándose ambas armoniosamente, como ocurre con los más grandes exponentes del pensamiento social y político.

Junto a la descripción de la geografía, al recuento minucioso del pasado, y al ensayo antropológico, se encuentra también el testimonio de la garra del polemista. Su llamado a la destrucción del estado liberal concluye con esta frase rotunda: "El Paraguay, para salvarse, necesita estrangular el liberalismo, sin piedad, con fría decisión. Así tornará a ser la nación grande y fuerte que fundó la civilización del Rio de la Plata. La doctrina liberal es el veneno que emponzoña el alma de la patria".

En otro pasaje, en una magnífica síntesis del sentido de la lucha popular, proclamó: “... la dictadura no es en el Paraguay, sino la exasperación de lo antiparaguayo, contra la cual el Paraguay entero se halla de pie. Esto es lo que en mi patria llamamos lucha entre PARAGUAYOS Y GUBERNISTAS, lucha que merece tener alguna resonancia en los pueblos hermanos del Nuevo Mundo”.

Las palabras de González sonaron como poderosos aldabonazos en las puertas del estado liberal, vaticinándole lo que le esperaba: su inminente desmoronamiento, su caída irremediable. Efectivamente, en febrero de 1936, un movimiento militar, liderado por el Coronel Federico W. Smith y con ancha base popular, derrocó al régimen liberal. No puede dudarse que, en la gestación del estallido revolucionario, el pensamiento de Natalicio González cumplió un papel de primera magnitud.

Siempre, en todo proceso de cambio radical, puede advertirse el dominio de la idea, como una llama que orienta los pasos de los hombres, alumbrándoles el camino que deben recorrer. Ese es el papel que cumplió Natalicio González en la terminación de la era liberal; papel que nadie puede soslayar sin incurrir en una sectaria falsedad histórica.

Las frustraciones inmediatamente posteriores escapan a su responsabilidad, por lo que sería ocioso recapitular sobre ellas. Cuando el Decreto 152 marcó el autogolpe nazi-fascista que desvirtuó el contenido nacionalista y democrático de la revolución de febrero de 1936, el Partido Colorado señaló su rotunda impugnación. Y lo hizo en un documento que lleva la firma de Natalicio González y fue escrito por su pluma. También a su talento se debieron, los editoriales del diario "Patria" en que se exigió el reencauzamiento democrático de la revolución y la demoledora crítica de la ideología de la Unión Nacional Revolucionaria, que el gobierno del Coronel Rafael Franco pretendió imponer, verticalmente, al pueblo paraguayo.

El Partido Colorado era entonces la base popular de la revolución. Retirando su apoyo, como lo hizo resueltamente al producirse la desviación totalitaria, el gobierno perdió su orientación, y se dirigió, de tumbo en tumbo, hacia su caída, sin pena ni gloria, el 13 de agosto de 1937.

Diez años después, en 1947, se produjo el reencuentro paraguayo con su destino. Las masas coloradas llevaron a cabo una inigualable gesta revolucionaria, sabedoras de cumplir con una misión histórica singular. Nuevamente fue Natalicio González el pensador que supo servir con más vigor y eficiencia a la causa nacionalista.

El fervor con que el pynandí acudió al llamado de su Junta de Gobierno sólo es explicable porque intuía, con claridad, que estaba cumpliendo el papel de brazo armado de la Línea Nacional y Popular, que ya tenía entonces más de un siglo de vigencia. La traición egusquicáta de 1904 había expurgado al coloradismo de toda tentación oligárquica. Por eso éste pudo dar a su bandera, durante la guerra civil, una poderosa emoción popular.

La distancia entre el coloradismo y la oligarquía no era solamente social y doctrinaria. Era, sobre todo, profundamente ética. González no cesaba de insistir en que el Partido Colorado debía mantener intacta esa distancia, tanto como su inquebrantable identidad popular. Sabía que la tenacidad con que el coloradismo había mantenido esa identificación con el pueblo era la razón de su supervivencia y de su fortaleza, en los años difíciles de la llanura.

Esa convicción animaba a Natalicio González a decir: "Si el coloradismo se obstina en no ser sino lo propio que el liberalismo, llegará a no tener razón de ser en la democracia paraguaya".

Es que el proyecto liberal es distinto que el nuestro; más aún ambos son irreconciliables. Sólo por debilidad de espíritu, por equivocación o por mala fe, podremos incurrir en el pecado de adoptar, aunque fuere disimuladamente, algunos de los elementos de la cosmovisión de nuestro adversario.

Para ubicarnos correctamente en nuestra realidad actual debemos comprender mejor todo ese proceso. Por eso, retornar a los clásicos, protagonistas de los más trascendentes cambios históricos, es una obligación de las nuevas generaciones. La acción y la idea de esos hombres condujeron, a través de no pocos contratiempos y dificultades, hasta el presente.

Es necesario advertir que el éxito que ellos obtuvieron se reduce a una fórmula simple: la inserción leal en la caudalosa corriente del nacionalismo de nuestro pueblo. Nutriéndose con la savia vivificadora de la cultura paraguaya y sirviendo vigorosamente a las reivindicaciones de sus conciudadanos, lograron torcer el rumbo rutinario de la sociedad nacional, regida entonces por una oligarquía arrogante y poderosa.

En Natalicio González encontraremos muchos motivos de reflexión que contribuirán a explicar lo ocurrido. "El Paraguay Eterno" no contiene únicamente una embestida vigorosa a tina estructura social, económica y política. También entrega la preocupación por lo que vendría después, en substitución de aquélla. Y es allí donde surge la formulación teórica, en los términos de un proyecto revolucionario para el siglo XX, para orientar a la Línea Nacional y Popular.

Había que derribar, previamente, un dique de contención: el poder político de la oligarquía criolla. Pero ese poder era apenas la parte visible del establecimiento legionario y oligárquico. Detrás se hallaba una estructura jurídica, cimentada en la Constitución de 1870; una estructura económica, organizada en el modelo de la dependencia; y una sustentación ética, basada en el predominio del afán de lucro sobre la solidaridad social.

El blanco de Natalicio González era todo el proyecto histórico de la oligarquía y no sólo su circunstancial administración del estado. Con Ortega y Gasset, podemos decir que lo que le interesaba era el cambio de los "usos" y no únicamente de los abusos del sistema. En respuesta, oponía su propio proyecto histórico: el de la Línea Nacional y Popular, al que proveía de una remozada envoltura doctrinaria.

** No se trataba de una elaboración abstracta, surgida de la elucubración entusiasta de un intelectual. El proyecto histórico de González era la síntesis decantada de los anhelos del pueblo, que ya tuvieron expresión visible con el doctor Francia, con Carlos Antonio López y con el Mariscal Francisco Solano López. Proyecto recogido más tarde por el General Bernardino Caballero para convertirlo en bandera de la naciente Asociación Nacional Republicana.

En el capítulo "El Renacimiento Paraguayo”, encontramos las bases de un programa colorado para aquel tiempo. Era una plataforma de acción gubernativa, herramienta indispensable sin la cual el pueblo no hubiera podido aventurarse en un proceso revolucionario que se avecinaba a pasos acelerados. Indicaba lo que debía hacerse en la hora del triunfo, que adivinaba cercano. Muchas de sus propuestas se incorporaron después al ideario del partido.

El concepto del estado servidor del hombre libre se encuentra esbozado en esta obra, que vio la luz en 1935. Le dará forma aun más completa años más tarde, pero sus lineamientos centrales están en "EL PARAGUAY ETERNO". Allí ya se encuentra la tesis de que el objetivo de una estructura económica es EL BIEN COMÚN Y NO EL LUCRO; QUE LA FUNCIÓN DEL ESTADO ES LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD DEL PUEBLO, Y QUE A ELLA DEBEN SUBORDINARSE TODOS SUS RECURSOS; QUE ES LA JUSTICIA Y NO EL EGOÍSMO, EL PRINCIPIO QUE DEBE REGIR LAS RELACIONES SOCIALES; QUE ES EL BIENESTAR DE LAS MAYORÍAS, EN UN MARCO EQUILIBRADO DE PAZ, ORDEN Y LIBERTAD, LA META DE LA GESTIÓN GUBERNATIVA.

El coloradismo, continuación de la Línea Nacional y Popular y su expresión política actual, nació para servir a esos principios. Su itinerario pasa por el humilde rancho campesino, por el austero cuartel del soldado, por el digno hogar del trabajador de la ciudad. La teoría y la práctica del coloradismo se vinculan directamente con la construcción de un ámbito cada vez mayor de felicidad y bienestar para nuestros compatriotas. Ellos son, en última instancia, el sujeto y el objeto de todo quehacer político.

Vivimos hoy el tiempo del progreso material, resultado de décadas de labor creadora. Hemos ganado la batalla de la infraestructura, de la educación y de la salud. Hemos ganado la batalla por construir la paz y las instituciones jurídicas fundamentales para nuestro pueblo.

Es, en nuestro presente, cuando más obligados estamos a retornar a las raíces del pensamiento colorado, para nutrirnos de su insobornable fortaleza moral. Releer a Natalicio González es comprobar que lo que decimos hoy no es el fruto del azar, ni una especulación teórica en el vacío. Se trata, nada menos, que de la continuación de una corriente intelectual de antiguo origen, en la que alienta un vigoroso sentido ético. Esa corriente reconoce en González a su cumbre intelectual, a cuya sombra creció, lozano y perdurable, el pensamiento colorado.

La tentación egusquicista puede medrar solapadamente dentro de una situación como la que vivimos hoy. Y puede anidar dentro de un partido de tan notoria pujanza popular como el nuestro. Ello no debe sorprendernos, porque esa actitud responde a un imperativo sociológico: el de garantizar la hegemonía económica, instrumentando al poder político.

Un germen negativo puede existir, adormecido e inocuo, dentro del organismo. Requiere de ciertas condiciones especiales para que adquiera virulencia y se convierta en una amenaza grave. Por ahora, el egusquicismo es apenas esos una tentación. Ella no podrá adquirir la envergadura de una amenaza, porque el pueblo sabe hoy lo que quiere. Ha descubierto para siempre su identidad con el Partido Colorado, porque ha compartido con él las angustias de la llanura y los caminos in-ciertos de la prisión y del exilio.

El desarrollo material conquistado para nuestro país requiere ahora de un modelo cultural, de indeclinable raíz nacional. Modelo que reconozca el aporte de las grandes ideas que corren el mundo, que acepte las conquistas de la ciencia y la tecnología, pero que se proponga, sobre todo, vaciarlos en el molde de la secular cultura paraguaya, para adaptarlos a sus propios e instransferibles fines.

Un progreso desprovisto de fines trascendentes, vacío de contenido axiológico, puede convertirse en el gigante de pies de barro del relato bíblico. Los valores y los fines, hay que recordarlo, no nacen espontáneamente. Surgen de la elaboración intelectual, en función a un determinado proyecto histórico.

Por eso necesitamos ganar la batalla de la cultura. Ella decidirá, en definitiva, cuáles serán los valores que presidirán nuestro desarrollo económico y social. Sabremos entonces si triunfará a la postre el proyecto histórico de la oligarquía o el del pueblo paraguayo. Y, consecuentemente, si la cultura paraguaya será substituida por modelos importados, calcados al carbón de otras latitudes. O si, por el contrario, terminará de imponerse la cultura surgida de lo profundo de nuestro pasado, nutrida de la, peculiar manera de interpretar al mundo, al hombre y a la sociedad, propia de nuestro pueblo. Cultura formada por una síntesis armoniosa de milenarios aportes grecolatinos y cristianos, en conjunción con los provenientes del robusto tronco nativo.

Es quizá prematuro decir, con absoluta certeza, quién prevalecerá en esa lucha. Si los que se inclinan servilmente ante modelos foráneos -como el marxismo o el liberalismo-, o quienes, como nosotros, persistimos en el esfuerzo por defender y completar un modelo cultural propio, orientado a la preservación de la identidad nacional.

La Editorial "Cuadernos Republicanos" ha cumplido y seguirá cumpliendo un papel de vanguardia en la lucha por lograr el predominio en ese campo, lucha silenciosa pero de fundamental importancia. Comprometida con las mayorías populares, ha sido creada para intervenir en ese campo de batalla. No es la única en hacerlo, pero podemos decir, sin falso orgullo, que su labor no ha cedido jamás la primera línea a nadie.

La lección de "EL PARAGUAY ETERNO", libro que recoge las reflexiones y las enseñanzas de la llanura, debe ser ejemplar: un proyecto histórico debe tener una sólida sustentación cultural; el ejercicio de la función política debe realizarse bajo el signo de la ética; para que el coloradismo mantenga su papel protagónico en la vida nacional, debe permanecer fiel a su raíz.

Mientras persistamos en esa línea, que juzgamos correcta, podremos estar seguros de que seguiremos conduciendo al país hacia metas cada vez más altas.

"EL PARAGUAY ETERNO" deja en nuestras manos esas lúcidas enseñanzas. Retornar a ellas es como refrescar la mente, bañándola en las aguas frescas del pensamiento de un penetrante escritor. Natalicio González nos propone el desafío de conquistar la victoria en el campo de la cultura. Si somos capaces de responderlo, con resolución y con coraje, pero también manteniendo nuestra identidad histórica, podremos ganar también esta batalla.

Las páginas de "EL PARAGUAY ETERNO" nos proveen del rumbo que el coloradismo ha seguido para triunfar. Y nos inducen a trazar nuestro itinerario hacia, el mañana, con la seguridad de que nuestros pasos están bien encaminados. La Editorial "Cuadernos Republicanos" se enorgullece de contribuir, con esta edición, a esa recapitulación sobre el pasado que nos ayudará a iluminar el camino que seguiremos en el futuro.

LEANDRO PRIETO YEGROS

 


 

PALABRAS LIMINARES
 

 

Este libro surgió entre las vicisitudes de una existencia singularmente agitada.

Va al término un discurso pronunciado en sesión del 13 de junio de 1930 del parlamento paraguayo. La parte segunda fue escrita en 1932 en Montevideo, donde el autor purgó con un año de exilio su brega a favor de la preparación militar del Paraguay en vista a la guerra con Bolivia, cuya agresión continuada hacia ya inevitable la solución del conflicto del Chaco por vía de las armas. Y la parte primera se escribió en 1934, en los días de la resonante victoria paraguaya, de El Carmen.

Estas páginas, encendidas tinas por el fuego de la pasión patriótica, otras más serenas, conservan su Unidad: prueba de que los problemas paraguayos han sido analizados con criterio maduro, desde el punto de vista de una misma ideología, que permaneció idéntica a través de las contingencias prósperas o adversas de la vida.

Quiere el autor que se mire su obra, no como cosa de literatura, sino corno un acto. Pues lo que se busca con ella es realizar, no un fin puramente estético, sino político, o sea la reconquista del Paraguay por el alma aherrojada de ese mismo Paraguay, para beneficio de todos los paraguayos.

J.NATALICIO GONZÁLEZ

 


 

ÍNDICE GENERAL

Presentación/ Facsimilar de "El Paraguay Eterno"/  Palabras Preliminares

PRIMERA PARTE - EL PROCESO CONSTITUCIONAL

  • Introducción/  El marco geográfico/ La Raza guaraní/ El Conquistador laico/ La Conquista espiritual/ El pueblo paraguayo y sus tendencias naturales

SEGUNDA PARTE - LA NACIÓN AUTÓCTONA Y EL ESTADO EXÓTICO

  • El conflicto inicial/ Los signos del conflicto/ Objeciones al Estado liberal/ La faz agraria del conflicto/  Los ideólogos bárbaros/ La lección del pasado/  El problema inmigratorio/ El poder delincuente/ El Renacimiento paraguayo

TERCERA PARTE - LA CUESTIÓN RELIGIOSA

  • La política religiosa/  Nacionalismo y religión/ La política de la Santa Sede/  Los Concordatos europeos/ El Patronato en América/ El Patronato y el doctor Francia/  El Patronato y los López/ Después de la guerra/  Las fallas gubernativas

APÉNDICES - Apéndice I/ Apéndice II/ Apéndice III

  • ANEXO DOCUMENTAL DEL EDITOR: "El Coloradismo se pronuncia sobre el Decreto Nº 152 en una
  • Nota en que se defienden los Fueros de la Ciudadanía Paraguaya" (' Diario Patria pág. 1 del jueves 12 de marzo de 1936. Nota del Directorio Central del Partido Colorado al Cnel. Franco
  • Tres Editoriales del Diario "Patria" en marzo de 1936

- Al Pie de Nuestra Bandera - "Patria" Asunción, miércoles 11 de marzo de 1936

- En el Decreto Nº 152 está falseada el Acta Constitucional suscrita por el Ejército el 19 de febrero – “Patria” Asunción, jueves 12 de marzo de 1936 . . . . . »

- Cómo se fundan los Partidos – “Patria” Asunción, viernes 13 de marzo de 1936

  • El Ideario de la Unión Libero-liguista -Revista "Guarania" Nº 36 Año III 20 de octubre de 1936 .


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