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ESTER DE IZAGUIRRE (+)
  POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS DE ESTER DE IZAGUIRRE - Año 2002


POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS DE ESTER DE IZAGUIRRE - Año 2002

POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS

Obras ESTER DE IZAGUIRRE

Edición digital:

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002

N. sobre edición original:

Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],

Editorial Don Bosco, [s.a.].

 

PRÓLOGO


Hay poetas que construyen su voz en un largo camino de actividad literaria. Tanto el material ideológico como las experiencias personales, los sentimientos ingresan para someterse a la presión de lo literario, a la dominación -afortunada o desafortunada- de una estética.

Otros poetas prefieren el camino del afinamiento personal. Se diría que la página en blanco sobre la que inscribirán su estética, son ellos mismos. Es un propósito difícil y hasta riesgoso, no cabe mucha posibilidad de subterfugio ni de distanciamiento (aquel «extrañamiento» de que hablara Bertold Brecht). Todo el yo del poeta pasa a ser instrumento del decir poético, del canto; el hombre, poeta en estos casos, intenta ser laúd, órgano catedralicio o quizás melancólico silbido humano enriquecido por el temblor de los humanísimos labios.

Si tuviera que definir a Ester de Izaguirre preferiría este símil. Asume todos los riesgos de nombrar sentimientos y situaciones. Lo hace exponiendo su sensibilidad al desnudo, sin adornos de conclusiones morales -esas falsas alturas políticas, religiosas o éticas. Consigue vencer el difícil desafío y nos alcanza estos poemas humanísimos, sinceros, verdaderos. En ellos aparece la cotidianidad sin arrogancia ni agregados épicos, simplemente la verdad de lo cotidiano y lo simple, pero tamizados por una sensibilidad atenta, una sensibilidad de poeta, capaz de una percepción profunda y significativa que transformará esos hechos simples de todos los días, en experiencia profunda y trascendente.

Se dijo que los poetas son los más encumbrados constructores de esa «conciencia social reflexiva», ese arduo trabajo de los hombres -los únicos seres incompletos (y por esto imperfectos) de la creación. Somos los espectadores, estamos obligados a tomar conciencia.

Toma conciencia el ingeniero, el científico, el periodista, el hombre que medita sobre su situación y sus conflictos. Pero el poeta es el más alto exponente de esta necesidad porque su toma de conciencia es la más universal y completa: opta por captar -o lucha por capturar- el sentimiento del existir. Puede intentar hacerlo con un Himno holderliniano o en un ciclo terrenal y celeste como el de la dantesca Commedia, pero también puede hacerlo a través de lo mínimo, a través de las cosas de nuestro entorno, del aquí y del ahora. Si es verdaderamente poeta, comprenderemos y sentiremos en su voz que al nombrar lo que vemos y sentimos todos los días, como por arte mágico, esa realidad aparentemente inmediata, es devuelta a una profundidad que se nos escapaba antes del verso.

Si el sociólogo explica y el político y el filósofo interpretan, el poeta nos da, en cambio, algo total: el sentimiento de vida como conciencia del existir. Ni la piedra ni el animal necesitan sentirse vivir, pero sí el hombre. Y entre todos corresponde al poeta entregar la expresión de ese sentimiento total. A lo largo de las generaciones los poetas son -pura y simplemente- nuestra conciencia humana.

 

Ester de Izaguirre no centra su libro en temas o series de temas excluyentes. Su conciencia poética, libre y emocionada, se posa en el más variado paisaje, desde lo personal hasta el ambiente ciudadano.

Sus versos encuentran seres queridos, las casas, las calles de la ciudad -hasta sus personajes como «El deshollinador» (poema logradísimo)-, el amor y la meditación del amor, y la muerte, el interrogante eterno.

Pero los temas de todos sólo cobran altura en la pluma de muy pocos, y Ester de Izaguirre logra darnos una clara prueba de sensibilidad omitiendo las sonoridades del arte elocutivo tanto como el prestigiado recurso de las interpretaciones fáciles (aunque se revistan del prestigio de lo filosófico o lo político) y queda un despojado sentimiento de verdad, de pura realidad. Es aquí cuando su poética se hace altamente significativa, reconfortante, ya que hay una afirmación final de la vida.

Ester de Izaguirre nos eleva a una celebración verdadera, a una afirmación, diría, religiosa final, que nada tiene que ver con facilidades fideístas.

Creo que éste es el aspecto que más tenemos que agradecerle a Ester de Izaguirre. Yo, formalmente, lo hago con entusiasmo, al haber encontrado verdadera poesía en estos tiempos de falsas cosmogonías y quejas plañideras.

ABEL POSSE

 

 

Enlace a la versión digital de POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES


Obras completas

PRÓLOGO

TRÉMOLO (1960)

Prólogo// Frustración// Decantación// Capricho// Lluvia, ayer// Despertar// Estatua// Testimonio// Gotas// Elección// Al hijo que no nació// Anunciación// Pesebre// Plena// Tarde dominical// Adiós a la casa pequeña// Infancia// Interna// Palomas en la ciudad// Astronomía// A un hombre que no quiere soñar// Cisco// Niño pobre// «Ser para la muerte»// Praeter spem// Alumno// Mi tristeza// Otoñal// Miguel de Unamuno// Medianoche

EL PAÍS QUE LLAMAN VIDA (1964)

Prólogo// El país que llaman vida// Tránsito// Cumpleaños// Puerto// Regreso inveterado// El espejo// La cuarta palabra// Crisol// A un perro muerto a orillas del camino// Yo, María Magdalena// La voz del canto// Duendes// Subconsciente// Trasgo// Dual// Mutismo// Esponsales// De mi mundo pequeño y fugitivo// Revelación// Vórtice// Eso que llaman asma// Tu cárcel// Despedida al hijo// Lumbre y siluetas// Impotencia

NO ESTÁ VEDADO EL GRITO (1967)

Prólogo// Neurosis// Canas// La verdad// Mis vestigios// Lluvia// Exilio// Cuaderno nuevo// Desierto// Desdoblamiento// Quién cambió los recuerdos de mi infancia// Presencia// Pregunta// Superposición// Mi sombra// Avaricia// Límite// Sojuzgada// Hablarte// El silbato del tren// Mientras duermo// Tu voz// Conjuro// En viaje

GIRAR EN DESCUBIERTO (1975)

Infancia// Catarsis// A una magnolia muerta// Aguardo// Dónde estabas// A veces creo// Lo de hoy// Adiós// Volver// Convicta// Obstinación// Supermercado Sábado// Libre// Indecisión// Chau Seaver// La semana que viene// Posesión//Romance del despeñadero// Aceptación// Dónde// Lata de basura// Todo// Octubre// Rastreo// Tormenta en el campo// Tarde de pueblo chico

QUÉ IMPORTA SI ANOCHECE (1980)

Prólogo// Qué importa// A la hija que se va// Negación// A una joven pareja que se abraza en la calle// Fechas en rojo y negro// Vida// Presencia// El canario// Tiempo// El mensaje// Ausencia del poeta// Retorno// Las orillas// Celebrante// Referencia// Cuando era chica// Madre yo quiero// Estás// Como si nada hubiera sucedido// Si...// Ayer te vi otra vez// Ciclo// Departamento céntrico// Conquista// Alivio// La serpiente// Nirvana// Esclavo// A una ilusión arrojada a la calle// Olvidos// Ciudad-mujer// Milagro// A la casa en venta// A un día de verano nublado y frío// Un pueblo sin nombre// La flor sobre la alfombra// El deshollinador// Palabras// Personaje de cuento

JUDAS Y LOS DEMÁS (1981)

Prólogo// Judas// A Dios// Brindis// Teléfono ocupado// Insólita// La antigua ceremonia// Los muchos adioses// Feria// Una semilla muerta// Despedida// Coleccionista// Los duendes// Fiesta// Podré// Miedo// Ignorancia// La casa ya no está// Redentor// Impotencia

Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO (1986)

Prólogo// Juguetes y otros olvidos// Como si no estuviera// Destiempo// Desencuentro// Romance a un conscripto del Crucero General Belgrano// El tiempo y demás traiciones// Teatro// Río// Si el tiempo no transcurriera// Al hermano que no tuve// Padre navegante// Vos, exiliado// El actor// Agenda// La película antigua// Amarras// Pueblo// Objeto inútil// A una amiga de la infancia// El gol del domingo en el potrero// Ama de casa// A un gato// Nieve sobre el árbol seco// No te he llorado// Cuando dije adiós// El espejo// La otra// Coleccionista de monedas// Ausentes// El que no fue// Árbol de la ciudad// Del amor y otros espejismos// Ceguera// Símbolo// La distancia// La cábala// Rayos láser// Réquiem al amor// De Dios y otras esperanzas// A una mariposa en la ciudad// Riego de verano// El milagro// A mi cuerpo// La cita

SI PREGUNTAN POR ALGUIEN CON MI NOMBRE (1990)

El cigarrillo// Paradojal// Tiempo de viaje// El almuerzo// Soberbia// Break dancing en Nueva Orleans// Pablo// Años// La trampa// El traje// Libre// Final de cuento// Aeropuerto// Fotografías// Isla// La felicidad// Me despido de Asunción una vez más// Aniversarios// Después de un simposio de literatura// Letra de tango// Reencarnada// La canción// A aquel muchacho// La vida// Después de la fiesta de cumpleaños// La alondra// Las palabras// Éste y aquél// Un viaje en taxi// Desierto// La señal// Yo, hormiga// Laika// Sustantivos// Cuando sea grande voy a ser heladero// Ciruja// Con la amiga de la infancia// Anormal// Fantasma

UNA EXTRAÑA CERTEZA NOS VIGILA (1992)

Jesuitas en El Salvador// South America// Plaza Olvera// Relámpago// Escena en Los Angeles// Palabra// El adiós de Manuela Sáenz a Simón Bolívar// El vals de los novios// Mutismo// Ubi sunt// Balance// A Clelia en una cinta grabada// Navidad y Navidades// Amor de viaje// El visitante// Perfil de la ciudad pequeña// En un lugar donde te extraen sangre...// Tarjetas de Navidad// A la amiga de la infancia// A Alberto Olmedo// Pobreza// Distraída// Metáfora// Persistencia// Padre// El tiempo no duerme// Robinson Crusoe// Al trofeo alcanzado// Fiera// Regreso// La ventana de mi cuarto// Incómodo misterio.



TRÉMOLO (1960)


 

PRÓLOGO


Ester de Izaguirre tiene el don innato de la poesía. Asombra la madurez y la plenitud espirituales de esta joven escritora, que de golpe, con su primer libro, alcanza las más excelsas cimas poéticas.

Está de tal manera inmersa en la tradición poética que ha borrado las aristas de todas las influencias; su profunda originalidad reside precisamente en su capacidad re-creadora.

A través de sus versos pueden reconstruirse los distintos momentos de una vida cuya característica parece ser una soledad serena y armoniosa, impregnada de vaga melancolía: la infancia en «una vasta morada con un jardín extraño», sobre una barranca frente al río, entre ceibos y naranjos; el internado en el Colegio Normal de la Inmaculada, de La Plata; los estudios, las lecturas medulares, el novio inevitable y el amor adolescente, la cátedra y el hogar, el prodigio sencillo de los hijos: «tres retoños fuertes, lozanos, claros como nuevos robles»; la pequeña casa, en que se anida el ensueño y donde, entre sacrificios y sonrisas, entre alegrías y pesares, entre lágrimas y besos, se construye el futuro. Y esta experiencia vital se encierra en versos de una pulcritud perfecta, de una riqueza léxica poco frecuente, en un lenguaje limpio, correcto, flexible, de metros y estrofas que van desde la copla popular, ligera y alada, hasta el grave pareado alejandrino y el soneto, a la par clásico y moderno, y en los que el fondo y la forma concuerdan para cristalizarse en una poesía pura, verdadera, impecable y total.

Luis Alfonso

Académico de Letras



 




FRUSTRACIÓN


 

Todo al pasar es brillo de lucero,

   
 

cansancio de clamar palmas arriba

   
 

y adivinar apenas lo que quiero

   
 

cuando la tenue sombra, vuela esquiva.

   
 

 

Oigo sin tregua resbalar la arena


 
 

como a través de inútil varillaje,

   
 

en este instante gris que me condena

   
 

a no saber usar de mi lenguaje.

   
 


Siento el batir de un ala columbrada,

   

mas de un ave que muere pavorida


 

tras el brillo primero en la alborada:

   
 

 

la palabra en belleza revelada,

   
 

la exultante confianza inadvertida

   
 

y en la búsqueda ardiente derramada.

   
 
 



 




DECANTACIÓN



Mi deseo de hoy es más profundo

   

que el habitual anhelo de estrecharte,

   

 

no tiene sexo, génesis del mundo,

   

ni piensa en el final al comenzarte.

   
 


Como a un niño dormido quiero verte


 

la piel ceñida a la bondad del viento,

   

paladear el milagro de saberte

   

en esta sed sin manos ni tormento.

   
 


Habrá un mensaje vago, indefinible,

   

en la renuncia de nuestra mirada


 

y en la luz de la estrella inasequible.

   
 

 

En esta noche extraña, humanizada,

   
 

bordaré un arabesco imperceptible

   
 

en la trama infinita de la nada.

   
 
 



 




CAPRICHO



Para quererme queriendo

   

como quiero que me quieras

   

tendrás que querer, queriendo

   

como si no me quisieras...

   
 


El amor en un suspiro


 

y besos en los cantares,

   

me mirarás si te miro

   

como si no me mirares.

   
 

 

Sentir que sientes sentires

   
 

y que los sientes callando,


 
 

decir con ojos decires

   
 

que el labio va silenciando.

   
 
     

 

Para quererme queriendo

   
 

como quiero que me quieras

   
 

tendrás que querer, queriendo


 
 

como si no me quisieras.

   
 
 



 


LLUVIA, AYER


«Sólo el rostro emerge del tiempo como desde el fondo de las aguas; y no puede mirarnos».

 

Rilke



 

Caminaba tu sombra

     
 

junto a mí,

     
 

sombra gris y mojada,

     
 

verde en el césped,

     
 

roja en los guijarros


   
 

de la plaza.

     
 

Poco puede la lluvia

     
 

con las sombras

     
 

y con las manos cálidas

     
 

que se buscan


   
 

(maderos ingrávidos

     
 

en la corriente

     
 

de un río).

     
 

Poco puede la lluvia

     
 

con los labios


   
 

que no pueden besarse,

     
 

porque nadie

     
 

se besa a sí mismo.

     
     
 

Poco puede la lluvia

     
 

con las palabras


   
 

que no se pronunciaron...

     
 

Tú, a mi lado,

     
 

los dos fuimos

     
 

aquel día lluvioso,

     
 

artífices de un tiempo


   
 

hecho para el olvido.

     
 



 




DESPERTAR


 

Sentí la angustia como un ala viva

   
 

al regresar del sueño jubiloso,

   
 

y palpé en la penumbra compasiva

   
 

un despertar vacío y soledoso.

   
 

 

En el sueño, mi amor adolescente


 
 

escuchó, entre rumores de una plaza,

   
 

toda tu voz, volviéndome creyente

   
 

de un ídolo de piedra y argamasa.

   
 

 

Desperté: el mismo otoño suspiraba

   
 

en las rendijas su canción de viento


 
 

y sus tristes llamados en la aldaba,

   
 

 

mas no encontré tu voz en el acento,

   
 

ni respondió el silencio que rodeaba

   
 

la quebradura del encantamiento.

   
 
 



 




ESTATUA


 

Te pareces al hombre que amé toda una vida;

   
 

como tú, él tenía celestes las miradas,

   
   
 

hablaba con tu dejo de alondra estremecida

   
 

y en su risa vibraban esquilas desatadas.

   
 

 

Y porque te pareces al amado lejano


 
 

abandoné mi orgullo de puerta clausurada,

   
 

exigida, fui esclava de un ayer soberano

   
 

para encontrar los restos dejados por la nada.

   
 


Pero en ese tu cuerpo, inquietud y tormenta,

   

en tu honda mirada, en tu pecho, en tu frente


 

en vano he perseguido la llama que te alienta.

   
 


Espectro del recuerdo, estatua solamente,

   

eres sólo una copia fraguada, amarillenta

   

de la inviolable imagen que ha dejado el ausente.

   
 
 


 


TESTIMONIO



«Yo sueño

     

con tus trenzas...

     

Son un poco de noche

     

que quiero

     

sentir mío;


   

déjame que descanse

     

en tus cabellos»

     

y aquella tarde

     

se esfumaron los perfiles

     

de los árboles


   

ante nuestra verdad,

     

y no hubo

     

acento y pausa

     

entre el instante ciego

     
     
 

y los recuerdos.


   
 

Hoy compruebo a través

     
 

de mis cristales

     
 

que el tiempo

     
 

es una quieta medida

     
 

del espacio,


   
 

mis sienes

     
 

son dos copos

     
 

zarceños, plateados,

     
 

y dudaría

     
 

de aquélla, tu existencia,


   
 

si no quedaran

     
 

en el rancio cajón

     
 

de una cómoda,

     
 

dos secas trenzas negras,

     
 

como miembros cercenados


   
 

de mi cuerpo

     
 

sin sangre

     
 

ni martirio.

     
 



 




GOTAS


 

Me dijiste: «Son bellos los recuerdos

   
 

que deja siempre un imposible amor».

   
 

Yo respondí: «Acabemos, y te ofrezco

   
 

de todos los recuerdos, el mejor»...

   
 

 

En tu vida, alumno de Aretino,


 
 

amaste con fervor a las mujeres;

   
 

hoy amas a una sola y el destino

   
 

te ha quitado, ante ella, tus poderes.

   
 
 



 


ELECCIÓN


 

Puedes amar y ser muy desdichado

   
 

o ser afortunado sin amor,

   
 

pero amante feliz sólo he hallado

   
 

en el decir falaz de un escritor.

   
 

 

Me preguntó el destino qué elegía,


 
 

si la borrasca de pasión doliente

   
 

o la dicha serena aunque vacía

   
 

del que no espera nada y nada siente.

   
 

 

Y yo que conocí la inmensa gama

   
 

de toda soledad que ha travestido


 
 

con hielo y nieve lo que nace llama,

   
 

 

le rogué con acento desvalido:

   
 

Un adarme de amor en mí derrama

   
 

aunque oculte al tormento inmerecido.

   
 
 



 




AL HIJO QUE NO NACIÓ


 

Ya tenías un nombre cuando aún no eras forma

   
 

y estabas en la savia vital de mi congoja.

   
 


El instinto jugaba llenando mis pupilas

   

de realidades plenas, con tus pupilas vivas.

   
 

 

Mi vida había cambiado, un horizonte abierto


 
 

presagiaba en mis sienes el eco de tus besos.

   
 


Mas ayer sin un llanto, sin tu forma acabada

   

en mi cuerpo dejaron de moverse tus alas.

   
 
     

 

Y hasta de sollozos hoy me siento vacía,

   
 

derramada y en vano, la sangre que era mía.


 
 

 

Yo iba a tener un hijo, y el coágulo fue estrella

   
 

que vierte en los espacios luz dilatada y yerma.

   
 
 



 




ANUNCIACIÓN


A Jorge Luis



Lo que llevo en mi centro y que palpita




como tórtola implume aprisionada




en la mano del hombre, resucita




mi esencia, en otros tiempos, encarnada.






Viví otra existencia antes que ésta


 

y madre fui en una edad primera

   

de Jesús, y decir sólo me resta

   

que concebí a la humanidad entera.

   
 

 

Y yo que renacía en primavera

   
 

oprimiendo la nieve de la vida


 
 

entre mis dedos vanos de agracera,

   
 

 

veo que mana la fuente resequida:

   
 

el milagro de amar llegó a mi era

   
 

y su magia la ha vuelto florecida.

   
 
 


 




PESEBRE



Llegaste en la balandra de un prodigio

   

a través de los mares del secreto,

   


 

y tu gemido al despertar el alba

   

me anunció en mi retablo a tu inocencia.

   
 

 

Allí te adoré envuelto en sigilo


 
 

a la sacra relumbre de una estrella,

   
 

y ungí de incienso tus manitas suaves,

   
 

luciérnagas inquietas de mi huerto.

   
 

 

Fuera de ti anublada me extravío

   
 

en selva oscura o laberinto inútil,


 
 

pero estás y florecen las promesas

   
 

aquellas que en mi lar se asolanaron.

   
 

 

Mi vida, en holocausto de la tuya

   
 

dejaré en la mitad de la jornada.

   
 

Hijo querido, cuando tú naciste


 
 

aniquilé a la nada entre mis manos.

   
 
 



 


PLENA


A Graciela María de los Ángeles



Cómo no ser feliz en estas horas,




si en el aguardo de escuchar su llanto




mis manos tejen sueños, temerosas




de despertar a un hoy irrealizado.






Si voy llevando de la mano a un hijo


 

y el otro, en el alcázar de mis venas,

   

quiere ser forma y acercar los siglos

   
 

con la cadena de mis noches lentas.

   
 
     

 

Cómo no ser feliz si con los albos,

   
 

plumones tibios del exento nido,


 
 

templé horas de frío desamparo

   
 

y la creación me guareció en su ritmo;

   
 


si una estela de luz y de recuerdo

   

dejaré en los anales de la tierra,

   

si he transformado en cáliz este cuerpo


 

al precio de mi sangre medianera.

   
 
 



 




TARDE DOMINICAL


A Gustavo Claudio Salvador



Soy dueña del minuto y de la aurora,




de la canción, el pájaro y el viento,




mi piel es un hechizo que desflora




la margarita añil del firmamento.






El hijo más pequeño ha descubierto




que hay un misterio en unas viejas llaves,




los demás, con la sed de cielo abierto,




mares de trébol surcan en sus naves.





 

Tarde dominical, tú sí eres mía

   
 

y al regalarme la quietud deseada


 
 

en medio de la diaria algarabía,

   
 

 

me haces henchir de paz aquilatada,

   
 

y me haces creer, en soledad tardía,

   
 

entre leves cadenas, liberada.

   
 
 



 




ADIÓS A LA CASA PEQUEÑA


 

El mármol y la cal de qué montaña,

   
 

de qué árbol marchito el maderaje

   
 

fueron las briznas con que se hizo el nido

   
 

para quebrar el ojo a la tormenta.

   
 

 

Hoy tengo que dejarte pues mis hijos


 
 

no caben en tu abrazo dilatado,

   
 

nos mudaremos a una casa grande,

   
 

antigua mezcla de terraza y cielo.

   
 

 

Aquí puso a mis pies el compañero

   
 

un escabel de musgos y diamantes;


 
 

aquí nacieron tres retoños fuertes,

   
 

lozanos, claros como robles nuevos.

   
 


No te puedo dejar indiferente

   

pequeña casa de la lucha amable,

   

el pan me supo a miel entre tus muros


 

y el sacrificio doblegó mis fuerzas.

   
 

 

Cuando otro habite tus pasillos claros

   
 

y asome alegre por tus ventanales,

   
 

al no asistirme entonces ni el derecho

   
 


de volver la mirada hacia tu lumbre,


 

apretaré mis pasos por la acera

   

como si hubiera hurtado una esperanza.

   
 
 



 




INFANCIA


(Zárate, 1932)



Una vasta morada con un jardín extraño




donde mayo esculpía dorados naranjales,






un vidrio esmerilado de llovizna y de frío




en un cuarto desnudo de besos fraternales.






Reinado solitario de una madre de bronce;




sus días sin esperas ni claros despertares




penetraron entonces por mis abiertas sienes,




y hoy surgen entre aromas de marchitos azahares.





 

Recuerdo una barranca tapizada de ceibos

   
 

y un río que en las costas lloraba su orfandad;


 
 

entre risas y cantos escalábamos ágiles

   
 

las laderas brillantes de greda y humedad.

   
 


Y los días de lluvia... nunca más hubo otros

   

tan plenos, jubilosos, cuando el cristal abluente

   

bordeaba los morenos contornos del semblante


 

y engastaba de gemas a mi cuerpo naciente.

   
 

 

Hace ya tanto tiempo que dejé los rincones

   
 

donde guardó mi infancia sus criaturas de loza,

   
 

donde eché a la corriente mis airosos navíos

   
 

imaginando playas en la calle barrosa,


 
 


que no quiero el regreso; temo que mis muñecas

   

sean por el tiempo, sólo un grotesco fardel,

   

y aquella airosa nave, en consumida acequia,

   

apenas un deshecho barquito de papel.

   
 
 




INTERNA


(Colegio Normal de la Inmaculada, La Plata, junio de 1939)



El sol no ha alumbrado piadoso este día...




nada se oye afuera y en nuestro convento,




donde es un espectro mi melancolía,




las puertas, se esfuerza por abrir el viento.






Lejos está el cielo insinuado y tenso




para mis dos manos menguadas y solas:




campanas transidas, aromas de incienso,




tintineo de cuentas, tocas y aureolas.






Es otoño mustio y es todo seroja,

   

la tarde vestida de bruja tormenta


 

ríe ante la huida de la pobre alhoja.

   
 

 

El patio en recreo es rueda turbulenta,

   
 

pero sobre el muro que la lluvia moja

   
 

es mi frente otra hoja amarillenta.

   
 
 



 




PALOMAS EN LA CIUDAD



Palomas sublimadas de casquijo y de plomo,

   

estatuillas de tiza sobre hombros azorados,

   

ojos sin brillo, plumas adheridas al lomo,

   

nostalgias del silencio ritual de los sembrados.

   
 

 

Esas grises palomas en la vereda oscura


 
 

son trucos dibujados, no parecen reales;

   
 

quisieran volar alto y dejar esta clausura

   

 
 

que separa sus ansias de las albas rurales;

   
 

 

embriagar de rocío, las nostalgias de lunas,

   
 

de rumores de lluvia y de abierta borrasca;


 
 

dolor de las ciudades cuando se vuelven brunas

   
 

cárceles, revestidas de asfalto y hojarasca.

   
 

 

Yo vivo esa añoranza de paloma oprimida,

   
 

mis alas están mustias, abatidas de limo;

   
 

yo también soy un ave que vive acometida


 
 

por deseos de encontrar un agreste racimo

   
 


a la vera salvaje de un abierto camino.

   

Yo también como tú, paloma de empedrado,

   

en la calzada urbana donde somos vecinos,

   

apenas soy un truco ingenioso dibujado.


 
 
 


ASTRONOMÍA


 

Si cruzaras los campos siderales

   
 

por la senda sin huella

   
 

y tocaran tus dedos augurales

   
 

los flancos de una estrella,

   
 


sentirías que es luz, brizna, rocío;


 

como espuma del mar

   

la deshará tu magia en el vacío

   

con sólo respirar.

   
 

 

Ensoñación lejana que ilumina

   
 

la vida a la distancia,


 
 

volviendo opalescente la cetrina

   
 

pared de nuestra estancia.

   
 

   

 

Debes huir del leal enfrentamiento

   
 

con las fuentes de luz,

   
 

si es la ilusión moneda de portento


 
 

que sólo tiene cruz.

   
 
 



 



A UN HOMBRE QUE NO QUIERE SOÑAR


 

Duermen las alas en tus sequedales.

     
 

Mueres, de realidad, crucificado

     
 

por la secta que viste los sayales

     
 

inmaculados de la primavera,

     
 

y te hendirá su lanza don Quijote


   
 

reparando el honor de la Quimera...

     
 

Nadie dirá a tu lado en el pilote:

     
 

«hoy estarás conmigo en las alturas»,

     
 

vacío corazón que no tuviste

     
 

ni migajas del pan de la locura.


   
 



 



CISCO


 

Se hunde la existencia en sus arcanos,

   
 

es arena finísima y es ciscos

   
 

que no pude oprimir entre mis manos

   
 

vulneradas de mar, entre los riscos.

   
 

 

A veces escuché junto al oído


 
 

a la azul caracola del destino:

   
 

me habló de espacio y de tiempo ido

   
 

tras lo ilusorio del presente endrino.

   
 
     

 

Veo el final certero y este anhelo

   
 

sin florecer en rosas y en suspiro


 
 

y sin hallar algún atajo al cielo;

   
 

 

los instantes, torcaces en retiro,

   
 

se cubren al pasar de espeso velo

   
 

ante mis ojos ciegos de vampiro.

   
 
 



 



NIÑO POBRE



Has llegado a la iglesia en Nochebuena,

   

te persignaste con unción aldeana

   

y se sintió un perfume a yerbabuena

   

en el ámbito augusto del hosanna.

   
 

 

Tienes ojos serenos, sin anhelos,


 
 

manos callosas, traje desgastado,

   
 

sabes tuya una amelga de los cielos

   
 

y te sientes por dentro acaudalado.

   
 

 

No se justificaba con tu suerte

   
 

el llanto a mis raíces adherido


 
 

si todo habías no deseando nada;

   
 


lloré por mi ceguera ante la muerte.

   

Esta sed del paisaje presentido,

   

ésta sí que es pobreza lacerada.

   
 
 



 



«SER PARA LA MUERTE»


 

La muerte no es aciaga ni es el final de todo;

   
 

resulta tan absurdo el tormento asolador

   
   
 

si es continuar viviendo de diferente modo

   
 

trocando en horizontes el barro encubridor.

   
 

 

Dejamos en la arcilla, como una prenda añeja,


 
 

la sed de los anhelos, las inquietudes vanas,

   
 

y el altanero cuerpo si el aliento lo deja,

   
 

integra los festines de orugas cartujanas.

   
 

 

El alma echará a vuelo sus címbalos de plata

   
 

con levedad de pluma y firmeza de azor


 
 

en el vuelo ascendente de una tarde escarlata...

   
 

 

Despídeme ese día, amado, con valor,

   
 

no proyectes la sombra de una pena insensata

   
 

sobre las claridades del misterioso alcor.

   
 
 



 



PRAETER SPEM


 

Apenas soy la gleba roturada

   
 

para formar el nido a la simiente,

   
 

mi cuerpo es un extraño recipiente

   
 

de dolor y esperanza abacorada.

   
 

 

Reniego de las lágrimas y el luto


 
 

que abaten el empuje de mis alas,

   
 

de los turbantes y las albengalas

   
 

que ciegan la visión de lo Absoluto.

   
 

 

Hasta cuándo raíces y cadenas

   
 

uncirán mi morena primavera


 
 

a piafantes potrancas sarracenas...

   
 
     


Hasta cuándo mis plantas nazarenas

   

buscarán más senderos, si la espera

   

se está volviendo escorias en mis venas.

   
 
 



 

ALUMNO


Not heat flames up and consumes.

 

Walt Whitman





Porque te veo sentado en el sitio preciso

   

en que hace muchos años yo empezaba un camino;

   
 


porque tienen tus ojos la fe de las montañas

   

que elevan a los cielos su prez en la mañana...


 
 

 

porque fuiste mi espejo y yo volqué en tu luna

   
 

unción de profesora y de madre, ternura,

   
 


es que hoy no te diré mi adiós por alejarme

   

hacia otro cuatrimestre poblado de estudiantes:

   
 

 

en mi mundo interior hay un lugar colmado,


 
 

palpitante de sombras, de apellidos lejanos;

   
 


allí se quedarán cuando luego te vayas

   

tus cantos germinales, y el roce de tus alas.

   
 
 



 



MI TRISTEZA


 

No sé el tiempo preciso que cabrá mi existencia

   
 

en el búcaro extraño que tu gracia me ha dado,

   
   
 

compañera de siempre de impalpable presencia

   
 

que te vuelves de noche sabor acidulado.

   
 

 

Te conocí una tarde en mi tierra nativa:


 
 

llevabas las sandalias bermejas de ajinar

   
 

y en mis rondas de niña de frente pensativa,

   
 

pudiste, sin tus voces, mi voz catequizar.

   
 

 

Si alguna vez dejara de sentir tu aspereza,

   
 

como ciego curado que no sabe mirar


 
 

los colores radiantes de la naturaleza,

   
 

 

clamaría tu regreso por todo el solanar

   
 

y al no hallar tus sandalias, dulce hermana tristeza

   
 

en un ser que hoy no existe me vería transmutar.

   
 
 



 



OTOÑAL


 

Tristeza necesaria que me intima

   
 

a introvertir de nuevo las miradas,

   
 

cegadas ya de toda luz estiva

   
 

y de la lozanía, fatigadas.

   
 

 

Tristeza simple, sin razón del viento,


 
 

sin motivo y sin llanto de la sarga,

   
 

congoja de árbol de pradera y huerto

   
 

que vitaliza con su savia amarga.

   
 

 

Le da tregua y sosiego a nuestra alma

   
 

este sopor brumoso del otoño,


 
 

el frío musgo del paisaje arrastra

   
 

a buscar en la hondura algún retoño;

   
 
     

 

y si en el más acá hay hojas secas

   
 

y angustia de vacía sementera,

   
 

en la umbría interior una corzuela


 
 

hunde su sombra por la torrentera.

   
 
 



 



MIGUEL DE UNAMUNO


 

Llegó a mi mano la serena glosa

   
 

que cantaste a las sergas de Quijote

   
 

y desde ayer, con ella me volviste

   
 

apóstol de tu fe sin horizontes.

   
 

 

La abierta fe del que germina en dudas,


 
 

enemigo real de la apariencia,

   
 

en mis manos tu libro, arnés y yelmo

   
 

para expugnar La Mancha de tu ausencia.

   
 


A la búsqueda contigo nos iremos,

   

del arcano ideal que nos aguarda,


 

y allí rescataremos de su tumba

   

la locura del héroe y sus dos alas.

   
 

 

Iremos luego a pregonar al mundo

   
 

lo que hay en los hondones de tu alma,

   
 

y a infundir la esperanza bienhechora


 
 

que aquí canta tu verba apasionada.

   
 

 

Enseñaremos juntos a los hombres

   
 

que Dios no es un altar iluminado,

   
 

no es oro ni ofrenda ni agasajo,

   
 

a Dios lo crea el que le dice: amo.


 
 
     

 

Les hablaremos del amor humano

   
 

como aquél del manchego visionario:

   
 

una sola mirada de su dama

   
 

toda la vida le sirvió de palio.

   
 

 

Y después de bañar con fantasía


 
 

en la jofaina del tamaño breve

   
 

nuestros ojos humanos, partiremos

   
 

a burlar al heraldo de la muerte.

   
 
 



 



MEDIANOCHE



Instante de cadenas

   

desatadas

   

en las supersticiones

   

del pasado...

   

Aprieto entre mis dedos


 

un rosario,

   

y cada perla es una hora

   

de mi vida.

   
 


Estoy aquí y estoy entre mis sueños...

   

en esta tierra y también lejana


 

de toda concreción

   

y toda forma.

   

Vago ya donde las manos

   

extendidas

   

no alcanzan los perfiles y contornos.


 

Duermo ya.

   
 
 



EL PAÍS QUE LLAMAN VIDA (1964)


 

A Ignacio, Pilar, María, Pedro y Pablo


Tengo que agradecer el envío de El país que llaman vida y felicito a Ester de Izaguirre por haber escrito estos versos y haber puesto en ellos profundo pensamiento y verdadera poesía.

 

Jorge Luis Borges




 

 

PRÓLOGO


El país que llaman vida está a la vista que nunca se es más quien se es, que nunca se es más una persona, que cuando se sueña. Pero aquí debemos detenernos muy rigurosamente: los sueños de Ester de Izaguirre -no quiero decir que su libro sea un libro onírico, sino que la poeta lo ha escrito sabiendo que lo real es estrecho y mezquino y sólo lo posible es vasto y magnífico, y esta certidumbre no puede ejercerse sino con sueños dirigidos hacia la realidad-; los sueños de Ester de Izaguirre, digo, son esencialmente creadores, y constituyen la existencia (conjugándose así esencia y existencia, razón de toda poesía auténtica), constituyen la existencia de un mundo sensible y visible, de subjetividades trasladadas a un severo objetivismo exterior con el cual se revelan, de una parte, la subyacencia metafísica de Ester de Izaguirre (que llamé sueños), y de otra, la sobremanifestación, la presencia de una expresión poética -claro; esto, por descontado-, de una expresión que no se conforma con torres de palabras con las cuales suelen decirse las cosas como si se las dijera poéticamente, sino con un -pongamos toda la atención en esto- con un  contenido poético, y sería pueril y descortés con el lector, si aclarara que es el contenido poético lo que da vida al poema.

Creo que ahora se comprenderá no sólo que lo subjetivo de Ester de Izaguirre, como tan manifiestamente se ve en El país que llaman vida, es génesis y fuerza generadora de sus expresiones, sino también que su poesía es una intensa manifestación de realidades y visibilidades que, tengámoslas o no a mano nosotros, hayámoslas o no experimentado, son decididamente documentables, si se puede emplear este término un tanto fiscal. Si buscara una respuesta a la supuesta objeción de alguien, especialmente de algún crítico superfirolítico de voz aflautada pasteurizado contra la poesía de cepa, recordaría que la frutilla tiene su semilla en la parte exterior, lo cual no significa que no sea fecundante y reproductora. Dije que la subjetividad de Ester de Izaguirre genera y procrea una poesía cuya expresividad concuerda con la idea que le dio nacimiento: este proceso eminentemente poético y reservado a los poetas de raza aparece incontrovertible en su soneto «Regreso inveterado», especialmente en los dos últimos tercetos:

 

 

 

«Pero unciré al regreso mi ventura

   
 

porque a quien tanto busco cuando voy,

   
 

es a mi propio ser de criatura

   
 

 

 

esenciada a mi vida, a la de hoy;

   
 

quiero poder unir la quebradura

   
 

que existe entre lo que era y lo que soy».

   
 
 

 

 

 

No es necesario ser vidente para ver cuán evidente es que la subjetividad de Ester de Izaguirre, poeta para quien la experiencia poética se convierte en acto creador (fórmula impecable de Elliot y prescripción implacable de Mallarmé),  refleja el mundo subjetivo (perdónese la insistencia) de sus tan variados temas en una poesía cuya primera particularidad es, precisamente, lo intrínseco y lo metafísico. Alfredo Nobel, ese admirador de Shelley, que no descubrió la pólvora pero supo explotarla en su provecho, decía, naturalmente, que repitiendo a los pontífices Flaubert y Mistral (Federico, no Gabriela) y al fauno Verlaine, decía que no se es decididamente poeta si no se cumplen los tres pasos substanciales: lirismo, profundidad, expresión. Con los poemas de El país que llaman vida esos pasos están marcados con las huellas de un paso lírico, profundo y expresivo.

No debo extenderme a propósito de este libro de Ester de Izaguirre porque así como la excesiva justicia hiela el corazón, la excesiva prolijidad engendra el fastidio. Pero puedo decir, respecto de este libro singular, que su éxito -el de la crítica y el de los lectores-, como todos los éxitos, depende de la suerte. Y entonces está asegurado, porque se trata de la suerte de tener, talento, sensibilidad, concepción y raíces poéticas, y la suerte de tener, como lo tiene su autora, un sentido insobornable de la poesía a prueba de todas las claudicaciones, un criterio (y cuando es necesario el desvarío, el desvarío también) también insobornable y a prueba de todas las declinaciones (y no precisamente gramaticales).

En El país que llaman vida hay una poesía moderna (aunque sin economía en los signos de puntuación), una poesía bien juzgada por Borges de profunda pero, a un tiempo, tan pletórica en su lenguaje como entrañable en su intención -lograda, ampliamente lograda- de no separar lo inteligible de lo recóndito.

Bernardo Ezequiel Koremblit



 

«La nature est un temple oú des vivants pilliers laissent parfois sortir de confuses paroles».

 

Baudelaire




 


EL PAÍS QUE LLAMAN VIDA





TRÁNSITO




 

Avanza solamente: ningún sentimiento es

   
 

el más afín o el más lejano.

   
 

Y no te dejes apartar de Mí;

   
 

cercano está el país que llaman Vida.

   
 
 

Rainer María Rilke




 

Yo sé desde tu muerte


   
 

-siempre lo supe un poco-

     
 

que cuando el hombre muere

     
 

no puede morir todo.

     
 

Más allá de la corteza que palpamos,

     
 

buscará su nidal tu desmesura


   
 

y tu voracidad de latitudes.

     
 

Sé que tendrás una candela nueva

     
 

detrás de las dos cuencas

     
 

de tus ojos pretéritos.

     
 

Sé que contemplas nuestro desaliento


   
 

desde el imponderable sitio donde el tiempo

     
 

se ha convertido en tótem milenario;

     
 

tiempo inasible que asimila todo:

     
 

futuros y pasados y que engruesa sus venas

     
 

saturadas de simultaneidad y de quietudes.


   
     
 

Padre, algún día he de estar donde te encuentras

     
 

para saber -al fin- cómo es el límite

     
 

y escuchar los acordes que me vedan estos pobres oídos

     
 

y ver lo que estas miopes miradas interceptan.

     
 

Yo no siento la angustia del misterio


   
 

sino la sed que tienen las arcillas

     
 

-sed de limpia y serena aguacibera-.

     
 

Esperaré paciente en estos lares

     
 

observando el andar de tanta gente,

     
 

sintiéndome en la lucha como se halla


   
 

la jangada, en la acción de la corriente.

     
 

Así cargo cautelosa una alforja

     
 

donde caben mis sórdidas renuncias,

     
 

mis vuelos postergados y mis huesos.

     
 

Esperaré paciente porque pienso


   
 

que alguna vez veré a mi propio cuerpo

     
 

como tú ves el tuyo: desde afuera...

     
 

Lejos, el tableteo de algún tren suburbano;

     
 

cerca, un rumor de fronda y un silbar de calandrias.

     
 

Ya nada conoceré de ese lenguaje extraño,


   
 

absorta y definitiva en el único abismo

     
 

que me hará descubrirme:

     
 

aunque parezca muerta, rediviva,

     
 

y aunque no tenga rostro, verdadera.

     
 



 



CUMPLEAÑOS


 

Desde el fondo del tiempo veo el número clave

   
 

que señala el momento de un otoño extrañado.

   
 

A mí, que he pronunciado tantos plazos impares,

   
 

esta voz, treinta y nueve, me desgaja los labios.

   
 


Ya no están esos días en las sienes blanqueadas,


 

tampoco agazapados en las venas transidas,

   

 

ni en el cansancio estéril de aguardar que mis alas

   

satisfagan las ansias de nubes y de cimas.

   
 

 

Ya que han dejado huellas quiero asir a mis años,

   
 

porque si ya no puedo concretar la evidencia


 
 

de que por mí han pasado como vientos extraños,

   
 

 

me creeré todavía lejana, adolescente,

   
 

e intentaré arrancarme, hiriéndome en la urgencia,

   
 

esta máscara cierta de ceniza ferviente.

   
 
 



 



PUERTO


A Susana Romero



Las luces de los buques anclados en la rada




desmenuzan mi sombra sobre la piedra impávida;




la Cruz del Sur, inútil, señala solitaria




un flanco dolorido y una ruta quebrada.





 

Se adhieren mis deseos a los barcos lejanos


 
 

y dividida entera me veo desde lejos:

   
 

vislumbro a mi silueta que no agita pañuelos

   
 

ni libera a los besos que mueren en sus manos.

   
 

 

Y persisto clavada como a la cruz deicida,

   
 

acuñando en mis brazos la doble desventura


 
 

de brindar a los otros mi adiós de despedida,

   
 

 

cuando quisiera hacerse mi nave a la ventura

   
 

aunque en umbrosas playas naufrague, sometida,

   
 

y el viento despedace su audaz arboladura.

   
 
 



 



REGRESO INVETERADO


 

Busco en tus calles obstinadamente

   
 

y demando a tus plazas cotidianas;

   
 

balbucea mi nombre el día ausente

   
 

con voces al olvido rescatadas.

   
 


Vuelvo al colegio donde las campanas


 

aún preludian los ocres del otoño;

   

en la que fue mi casa, filigranas

   

de salitre y de tiempo reconozco.

   
 

 

Pero unciré al regreso mi ventura

   
 

porque a quien tanto busco cuando voy,


 
 

es a mi propio ser de criatura

   
 

 

esenciada a mi vida, a la de hoy;

   
 

quiero poder unir la quebradura

   
 

que existe entre lo que era y lo que soy.

   
 




EL ESPEJO


 

Cuando miré al espejo

   
 

y vi aquella mujer que me observaba,

   
 

me acordé vagamente de mí misma,

   
 

aunque ella no tenía

   
 

las ajorcas de luz,


 
 

ni la fuente

   
 

de Siloé manaba de su pecho.

   
 

 

Tenía, sí, la hondura

   
 

de la otra. Y su herida.

   
 

Pero no era la misma.


 
 
     

 

Largos cauces de sed surcaban su mejilla,

   
 

y había envejecido de tanto beber cielos

   
 

en lentas alboradas.

   
 

Recordaban sus ojos el amor de los amplios

   
 

vitrales del silencio,


 
 


y acariciaba a solas

   

su verdad como a una

   

inquietante paloma.

   
 


El allegro de un órgano muy alto

   

me sacudió los hombros azorados,


 

y entré por el cristal

   

hasta el límite

   

de mi precisa dimensión humana.

   

Yo siempre había creído

   

que era el tiempo el que se iba


 

tras cada ciclo cenital morado;

   

que el ayer existía en la conciencia

   

y que el hoy ya era un mañana virtual. Impostergable.

   

Pero entre lo que fui alguna vez

   

y lo que es hoy la imagen


 

especular y taciturna,

   

no son años los que se han ido sucediendo.

   

Soy yo la sucesiva y no mis noches;

   

aún ahora no me impulsa el instante:

   

soy yo la que camina del brazo con la muerte.


 

El tiempo es solamente

   

una inmóvil esfinge de amatista,

   

alzada por las manos de Dios, para animar

   

su eternidad desierta.

   
 
 



 



LA CUARTA PALABRA


Eli, Eli, ¿por qué me has abandonado?

 


 

La criatura ha negado tu mensaje

   
 

y el Padre Celestial te ha abandonado:

   
 

ya sabes lo que el hombre rechazado

   
 

padece en su mortal aprendizaje.

   
 


Si tú mismo, Jesús, por mi desvelo,


 

dejaste de ser Dios sin cordelejos

   

que te unieran al Ser, quien, desde lejos

   

eclipsó de dolor la luz del cielo,

   
 


a qué el hombre demanda interrogante

   

el porqué de los males y la muerte,


 

si Dios no contestó a su hijo amante.

   
 

 

Enséñame a creer sin comprenderte,

   
 

y a confiar en la ausencia terminante

   
 

que dejó la epopeya de tu muerte.

   
 
 



 



CRISOL


 

Si pudiera crearme nuevamente,

   
 

acrisolarme entera en una fragua

   
 

y ser desde mi origen, para siempre,

   
 

diáfana y opalina fibra de agua.

   
 


Si pudiera traer a sus verdores


 

la flor que resegó mi alevosía,

   

sucederme hacia atrás, con los bridones

   

que sofrenaron hoy mi fantasía.

   
 

   

 

Si por obra de inéditos prodigios,

   
 

retuviera las horas ya pasadas,


 
 

y me hundiera en el tiempo y los vestigios

   
 

 

rehaciendo el gesto y el mirar baldíos,

   
 

esto que ahora soy, sería un fantasma

   
 

hecho de perfección y de extravíos.

   
 
 



 



A UN PERRO MUERTO A ORILLAS DEL CAMINO


 

Quizás haya algún dueño -tú lo aguardas,

   
 

el belfo blanco y la cerviz vencida-

   
 

que ensaya regañarte porque tardas

   
 

en volver al rincón de la cocina.

   
 

 

Alguien dirá después indiferente:


 
 

«junto a la ruta y al cruzar el campo»...

   
 

pero no habrá advertido que en tu frente

   
 

se hendía la hozadura del quebranto.

   
 


Ni el coche artero que acabó contigo,

   

ni el amo cuyas manos tantas veces


 

lamías en el reto y el castigo,

   
 

 

supieron que eras algo más que un nombre;

   
 

el amo que decía ser tu amigo

   
 

se preocupa tan sólo por el Hombre.

   
 
 



 



YO, MARÍA MAGDALENA


 

El tiempo balbuceaba sus jóvenes palabras

   
 

en los primeros cantos de un tímpano remoto.

   
 

Fue en Magdala que se ungieron mis ojos

   
 

con untuosos aromas de mirtos y olivares

   
 

del azul Tiberiades.


 
 

Mis pies que no sabían de riscosos caminos

   
 

tropezaron, de pronto,

   
 

con los arduos peñascos del absurdo

   
 

por querer el encuentro con el hombre

   
 

que nunca sonreía.


 
 

Una mañana gris y sin historia

   
 

lo hallé entre los esenios, en Judea,

   
 

y habría comprendido sus parábolas

   
 

aunque me hubiera hablado en lengua bárbara.

   
 

Y en sus ojos, veneros de sosiego,


 
 

se agazapó mi sed.

   
 


Entonces pude ver a las estrellas,

   

pensé en el infinito,

   

en los pequeños seres que no vemos

   

y en los grandes que no consideramos.


 

Y al ver su imagen blanca clamando en la montaña,

   

mi alma se quitó la piel bruñida

   

que resbaló como sayal inútil.

   

Hundí mis manos en la tierra abrupta

   

para poder segar el primer fruto;


 

se encalleció mi planta

   

por querer ascender las madrugadas,

   

y amé el dolor porque era dracma noble

   

para comprar olvido.

   
 
     

 

Al roce del cilicio


 
 

se renovaron todas las células del cuerpo.

   
 

Y llegué a no ser yo. Definitiva.

   
 

Sólo quedaba de mí un pensamiento antiguo

   
 

y un puñado inquietante de recuerdos.

   
 

Fue entonces que volví al pasado la mirada


 
 

y vi a aquellos hombres, fariseos,

   
 

que aún seguían echando pedrejones

   
 

a una mujer extraña:

   
 

la mitad de su rostro se encendía

   
 

al suave resplandor de mi conciencia,


 
 

la otra mitad, irremediablemente

   
 

se disipó en las sombras de la tarde.

   
 
 



 



LA VOZ DEL CANTO


A Lily Hartz, juglaresa de mi tiempo


 

Eres la voz del canto

   
 

que se fue de mi mano blandamente soñado,

   
 

y tú me lo devuelves con la luz diferente

   
 

de verbo recreado.

   
 

Es algo tan extraño ver empañar tus ojos


 
 

cuando dices los versos que he sentido más hondo,

   
 

y ver que te estremeces al pronunciar un nombre

   
 

cuyos ecos llenaron mi soledad de rosas.

   
 

 

Escribir lo que a una le ha tocado en lo vivo

   
 

es como abrir un cauce natural en las horas,


 
 

pero sentirlo todo,

   
 

ser una cuerda tensa para la sinfonía

   
 

del grito humanizado,

   
   
 

ser la espalda cetrina

   
 

para el fustazo rudo de todo sentimiento


 
 

es arduo y es difícil,

   
 

pequeña juglaresa, ceñidora de imágenes

   
 

que llevas en tus hombros el peso del misterio.

   
 

La poesía es la cruz y el paraíso

   
 

de tu signo de fe,


 
 

y por ella florece en tu costado

   
 

seguro, renovado y para el tiempo

   
 

mi gozo y mi dolor.

   
 
 

 

DUENDES





SUBCONSCIENTE


A Susana Mazzini


No existirá otra vida para amarnos

     

ni es reversible el tiempo para hallarte,

     

pero yo sé que estás en sitio oscuro

     

vedado a veces para el pensamiento;

     

que conservas aromas de jazmines


   

y un no sé qué de soledad despierta.

     

Porque tu aire me hiende y se va lejos

     

llevando el estandarte de mi sombra,

     

porque te siento junto a mis cabellos

     

que respiran un ciclo de cenizas,


   

junto a mi piel de girasol tardío

     

que no halló en todo el día su poniente,

     

tu imagen se volvió definitiva

     

   
 

en aquella juventud alborozada

     
 

-cuando me enriqueciste de horas mías


   
 

con las horas ganadas a la muerte-

     
 

y sigue siendo el beso que me diste

     
 

un hecho que jamás registraría

     
 

el número trivial del calendario.

     
 

Debes estar seguramente excediendo mensuras cotidianas,


   
 

desdoblando galaxias de cristal.

     
 

Quizás haya en el mundo otra persona

     
 

que utilice tu nombre y tus facciones

     
 

y diga que ha nacido en Buenos Aires...

     
 

pero yo sé que es una coincidencia;


   
 

no hay nada ni habrá nadie en este mundo

     
 

que se parezca a tu recuerdo entero.

     
 

Tu feliz juventud que me hace creerme

     
 

tan lejana, tan fresca y tan antigua,

     
 

esa tarde de abril que hubo en tus ojos


   
 

nada tendrán que ver con otros hombres

     
 

que además de vivir, envejecieron

     
 

y no saben explicarme sin palabras

     
 

qué es la eternidad y qué el silencio.

     
 

No puede ser que existas todavía


   
 

fuera del sitio umbroso en que te arroja

     
 

mi propio, involuntario, pensamiento.

     
 

Fuera de mí no estás, y si estuvieras,

     
 

no podría reconocerte con certeza,

     
 

no sé cómo podríamos enfrentarnos


   
 

si somos dos extraños evadidos

     
 

de un lugar y de un tiempo transmutados.

     
 

Quiero andar lentamente por las calles.

     
 

En alguna pared leeré tu nombre...

     
 



 



TRASGO


 

Alguna vez, recuerdo, tuviste varios rostros,

   
 

y una sola mirada se asomaba a tus ojos.

   
 

Tus manos se trocaban de cobrizas en blancas;

   
 

tu voz, ayer de algares, hoy era de campanas.

   
 

 

Apenas queda nada de tantos nombres tuyos


 
 

que olvidó mi ternura burilar en los muros,

   
 

y un sendero de adelfas desciñó mi cintura

   
 

de tu plural recuerdo, tus después y tus nunca.

   
 

 

Ahora lo sé. Es de un duende la huella que persigo:

   
 

detrás de cualquier gesto agazapa sus guiños


 
 

ese trasgo de nube de mis fiebres nacido.

   
 

 

Hombre de varios rostros y mirar de basalto,

   
 

perdóname la culpa de haberme enamorado

   
 

tantas veces del sueño que ocultaban tus manos.

   
 
 



 



DUAL


 

Eres ausencia ya. Sólo te nombra

   
 

el rondel de una voz que me acompaña.

   
 

Una luna distante y aledaña

   
 

deshizo los recuerdos y tu sombra.

   
 


Únicamente evoco de esos días


 

mi imagen en la tuya recobrada:

   

yo tenía otra piel y otra mirada

   

y eran mis manos gredas manantías.

   
 

 

Y como esa tu arcana espejería

   
 

me refleja a mí misma cuando fuera


 
 

mi juventud, contigo, milagrera,

   
 
     


no reconozco tanta lozanía,

   

y de mi propia imagen, extranjera,

   

me convierto en altiva carcelera.

   
 
 



 



MUTISMO


 

Tuve en mis labios las apelaciones

   
 

aguardando anhelosas y cautivas,

   
 

y eran tibias aún las huellas vivas

   
 

de mis mejillas en los edredones.

   
 

 

Quise aferrarme a este lucir de lunas,


 
 

a la luz postergada y prometida,

   
 

como hiedra terrestre retorcida

   
 

en las ramadas de las abetunas.

   
 

 

Y pudo estar tu nombre en mis hondones

   
 

pero conmigo se volvió ceniza


 
 

una tarde sin árboles ni gentes.

   
 

 

Esta boca de muerte y de oraciones

   
 

la voz inútil, desde entonces, triza

   
 

con el filo caduco de sus dientes.

   
 
 



 



ESPONSALES


 

Estoy plena de ti -tú me rebasas-

   
 

de ti que no eres nada siendo inmenso;

   
 

nuestro instante de dicha fue una planta

   
 

de florescencia inútil y a destiempo.

   
 


Desde entonces me llego cada noche


 
 

hasta el vacío que dejó tu hechizo:

   
   
 

sólo estás en el brillo de un azogue

   
 

cuya frialdad no sabe de latidos.

   
 


Si vives en mi sangre desde siempre,

   

si soy oficiadora del recuerdo


 

más enraizado cuanto más baldío,

   
 

 

despósame, por fin, desde tu muerte,

   
 

en este pecho que se ha vuelto templo

   
 

desde aquel beso que nació tardío.

   
 
 



 


DE MI MUNDO PEQUEÑO Y FUGITIVO





REVELACIÓN


 

Se ha trizado la pausa pueblerina

   
 

-un guijarro caído en un desierto-

   
 

por un anuncio cruel: hoy se le ha muerto

   
 

el hijo más pequeño a mi vecina.

   
 

 

Vi salir el cortejo que llevaba


 
 

una mínima caja de caoba.

   
 

Un llanto ahogado, oí desde la alcoba,

   
 

que en la calle desnuda resbalaba.

   
 

 

Y por primera vez, hijo querido,

   
 

al sentir que tu frente devolvía


 
 

el calor de mi labio trascendido,

   
 

 

al Señor mi ternura agradecía,

   
 

porque pudo llevarte y elegido,

   
 

dilató un día más tu epifanía.

   
 
 



 



VÓRTICE


 

No hay un resquicio, madre, en el tiempo, para amarte

   
 

y sentirme a tu lado pequeña todavía;

   
 

la nada me arrebata la jornada vacía

   
 

de voces cariñosas que pudieran hablarte.

   
 

 

Sin embargo no existe un camino hacia adelante


 
 

porque todos regresan al lejano regazo

   
 

de tu imagen primera, al purpúreo chispazo

   
 

del arcaico brasero y al naranjo distante.

   
 

 

Porque en las horas raudas no puedo aquilatarte

   
 

y te olvidan mis ojos en la borrasca diaria


 
 

hoy que vives y puedo realmente contemplarte,

   
 

 

es que a veces percibo tu ausencia imaginaria

   
 

y entonces sí, estás cerca del llanto al recordarte

   
 

y el vórtice se aquieta en la casa solitaria.

   
 
 



 



ESO QUE LLAMAN ASMA


 

Al aire está acechando la codicia

   
 

de esa ánforas tuyas, anhelosas,

   
 

como redes de seda y de injusticia

   
 

tras el vuelo de ingenuas mariposas.

   
 

 

Y esa tos no es del hijo que amo tanto:


 
 

me surge desde el fondo de mí misma

   
 

como la náusea existencial y el llanto

   
 

que sin brotar en lágrimas se abisma.

   
 
     

 

Tus cansancios se han vuelto mis latidos;

   
 

de treguas para ti soy ya mendiga,


 
 

y hasta mis ojos de antes, abatidos

   
 

 

al ver en la esperanza a su enemiga,

   
 

son dos pulmones ciegos obstruidos

   
 

por el hondo estertor de la fatiga.

   
 
 



 



TU CÁRCEL


Guillermo Javier


 

Estoy henchida y densa como un piélago oleoso

   
 

que lamina los bordes de un estuario incoloro,

   
 

porque te di una vida habiendo tantas muertes

   
 

y el tiempo se detuvo en la magia de tus sienes.

   
 


Porque en m i hondura fértil tu voz amanecía,


 

los peces sorprendidos y las algas racimas

   

al despertar, danzaron en la salobre espuma

   

en actitud de duendes jugando con la luna.

   
 

 

Pero ha sido un milagro. Desde la cuenca eterna

   
 

bajaste hasta la cuna que estaba sola y yerma


 
 

-los demás han crecido, son varas de azucenas-.

   
 

 

Por eso no me acuses a mí que aquí en la tierra

   
 

sólo te he cincelado un cuerpo, con mis venas,

   
 

para enrejar a tu alma de pájaro o de estrella.

   
 
 



DESPEDIDA AL HIJO


«Parte, rumbo a Valle Hermoso, el primer contingente de alumnos del Colegio de La Salle».

 


 

En Viamonte y Riobamba, galanía

   
 

de antiguos capitolios cenicientos,

   
 

un autobús radiante, proscribía

   
 

hambre y sed de paisajes y de vientos.

   
 

 

Desde una ventanilla, pensativo,


 
 

tu mirar se amarró con mis sonrisas;

   
 

bramó el motor su aviso imperativo

   
 

y agitaste tus manos indecisas.

   
 


Se trizó en un cuadrante movedizo

   

el vehículo gris en mi retina


 

que en lentejuelas de oro se deshizo.

   
 

 

Y el solitario adiós de la bocina

   
 

trocó mi gesto en lago bermejizo

   
 

donde se ahogó la hora vespertina.

   
 
 



 



LUMBRE Y SILUETAS


 

Sufre la tierra, greda fragmentada,

   
 

por este invierno de neblina y cobre

   
 

que trueca a la familia en una larva

   
 

cautiva, tras el celo de los goznes.

   
 


Ante el mudar del clima y de las nubes


 
 

hoy me veo remota como el mundo;

   
   
 

no soy el devenir, soy esa lumbre

   
 

que hace bailar las sombras en el muro:

   
 

 

las figuras inquietas de mis hijos,

   
 

la clara imagen de mi madre viva


 
 

y la visión del hombre que ha sabido

   
 

protegernos de nieves y ventiscas.

   
 

 

Si yo pudiera detener al tiempo

   
 

y entumecer su andar con las escarchas

   
 

que dejó en los atajos el invierno,


 
 

 

para quedarme en este instante mismo,

   
 

y eternizar la lumbre y los reflejos

   
 

de mi mundo pequeño y fugitivo.

   
 
 




IMPOTENCIA


A Gabriela Font


 

Por este panorama de milagro

   
 

que es mi ventana abierta hacia el otoño;

   
 

por la giralda del molino anciano

   
 

 

que rubrica el transcurso de los tiempos;

   
 

por esta lozanía demorada


 
 

que nos legó un verano ceniciento.

   
 

 

Por la rosa que fija en la cancela

   
 

su perfil almagrado y transitorio,

   
 

por la gleba y el aura mañanera,

   
 

hoy me siento acrecida como un templo,


 
 
     

 

y a la vez angustiada sin consuelo

   
 

al ver tan limitados mis acentos.

   
 

Por qué no existirá una voz creadora,

   
 

un lenguaje sin trazos ni sonidos,

   
 

un habla revelada y armoniosa


 
 

 

que sea el puentecillo verdadero

   
 

entre el mundo exterior de hombres y piedras

   
 

y éste, que sin vivir, se asfixia adentro.

   
 
 




NO ESTÁ VEDADO EL GRITO (1967)


 

A María Cecilia y Francisco


PRÓLOGO


Toda poesía, desde la más intensamente carnal hasta la más abstracta, es una intermediaria, un daimon en el lenguaje de Platón, que nos hace ascender a un plano donde la comunicación surge del éxtasis. Por eso la palabra poética está siempre próxima a la totalidad del ser. En lo más hondo de la estructura ontológica del hombre penetra la ardiente raíz de lo poético como impulso y don compartidos entre autor y lector. La poesía se afianza en el nudo consciencial y humano que cruza al ser que llama y al ser llamado en un dinamismo trascendente. Soporte y expresión de presencias inalienables, comporta también un acto cognoscitivo válido fundamentalmente por el impulso de simpatía que lo gobierna y lo vuelve azar, aventura. Va por esos «caminos extraviados de magia» aludidos por Ester de Izaguirre en «Coleccionista», un poema clave para penetrar en las complejas vivencias que nutren su obra lírica.

Una intensa búsqueda estética se concreta en este libro dictado por una lúcida vocación. Aunque los límites de lo muy personal parezcan apremiar a la autora, su palabra devela gradualmente un mundo virtual y esquivo que va más allá de la intuición generadora, como si su voz fuese sumándose a otras voces dormidas en los prodigiosos yacimientos de lo arcaico y con ellas se fundiese.

La doble vertiente de lo personal y de lo significativamente humano nutre a No está vedado el grito. Si comparamos  estos poemas con los de libros anteriores de Ester de Izaguirre observaremos que se mantiene la tensión extrema, la urgencia de una escritura que nunca crece discursivamente, pero ahora el ímpetu se ordena hacia la conceptuación, y las imágenes son más universales. Así, al profundizar un contexto más amplio, supera una dependencia demasiado exterior a la imagen. La soltura rítmica, cierta facilidad que a veces la traiciona, esa mesurada melancolía tan suya, guían a Ester de Izaguirre para sacar de la penumbra el sentido prístino de momentos y situaciones irrepetibles. Prepondera el tono grave, sin resquicios para la nota lúdica ni el rasgo irónico.

Ester de Izaguirre es fiel a una suerte de inmanencia reveladora y sutil que inquiere con ansia y revela con pasión. No es su poesía sin embargo un muestrario de extremas vivencias personales. Se abre a la experiencia de los otros, a los signos de lo eterno, más preocupada por la amplitud comunicativa que por lo ornamental. En tal sentido parece fiel a una observación certera de Thomas Mann: «No es el don de invención lo que hace al poeta sino el don de animación». Antes que exhibir el acontecimiento íntimo, Ester de Izaguirre intenta la osada transfiguración. Las suyas son «palabras en libertad», frescas, vivas, que rehuyen la rigidez de cualquier codificación estática. Sus poemas no son una «abreviatura muerta» (Cassirer) sino símbolos de estremecida búsqueda, «senda recién inaugurada» («La verdad»). No valen pues en la dimensión estricta de los contenidos de que son portadores. Su fuerza consiste en su poder desencadenante, en las atmósferas tensas que dejan ver tras la palabra el temblor de la vida.

Ester de Izaguirre continúa esa búsqueda «en el insomnio del tiempo» («Mis vestigios») y quizá sea ésta la búsqueda de todo poeta auténtico. Lo que en sus libros anteriores -Trémolo (1960), El país que llaman vida (1964)- parecía prueba, alternativa, es ahora una fuerza que ha encontrado su centro vivo,  una lucidez afinada y penetrante. Nunca el hallazgo resulta alarde, pues el verso brota de una hondura estremecida de sentido. Es cierto que el adjetivo «cuando no da vida, mata» (Huidobro). Al revelarse a sí misma sin esa contención parca y vigilada que suele limitar nuestra poesía, descubre Ester de Izaguirre la sustancial diversidad del ser.

Palpitantes, desgarrados, teñidos de esa pátina de sugestión que el poeta rescata de la opacidad de los días, estos poemas alcanzan su nota máxima cuando, desasidos, pero nutridos por la situación personal que conllevan, se abren hacia los enigmas y riesgos del existir. Aunque entonces su poesía sea menos «literaria» está más cerca del hombre. Algunos poemas llenos de sinceridad anecdótica, sirven de contraluz para que se recorten nítidamente aquéllos donde la experiencia surge transfigurada y ceñida, necesaria y entrañada sin titubeos en un tiempo muy suyo y muy de todos, en el indefinible y osado riesgo de la palabra.

Antonio Pagés Larraya



 



NEUROSIS


A Olga Blinder


Hay días

     

en que caen del firmamento

     
 

los cerrojos de un mundo

     
 

al que no podrán llegar el Géminis o el Ranger.

     
 

Hay días en que los cabellos se peinan con desgano,


   
 

y en que quisiéramos clausurar todas las puertas de la casa,

     
 

para no tener que salir a la aventura interminable de las horas,

     
 

para no oler el desamparo de la calle.

     
 

Hay días en que el sol es mi enemigo

     
 

porque grita los perfiles de las cosas,


   
 

y a mí no podrá poseerme nunca para agotar mis sombras.

     
 

Hay días en que se asfixia la esperanza

     
 

entre los cuatro muros de mi cuarto;

     
 

y adquieren proporciones fantasmales

     
 

las cosas necesarias;


   
 

mañanas en las que no puedo inaugurarme

     
 

porque amanece el rostro como un lago pintado.

     
 

Hay tardes en que mi cuerpo es un recuerdo

     
 

y yo la que recuerda sus latidos.

     
     
 

Hay días en que Dios se empequeñece,


   
 

me pide de beber

     
 

y yo seco la fuente de mis lágrimas

     
 

para ver cómo un Dios muere de sed.

     
 



 



CANAS



Mis canas no son mías,

     
 

son las palabras que los demás no pronunciaron.

     
 

Son los bastidores que cayeron después de las escenas

     
 

que tuvieron un fin imprevisible.

     
 

Mis canas no son mías.


   
 

Empavesan mi frente guarniciones prestadas

     
 

como escudos de nieve

     
 

que yo nunca he ganado.

     
 

Salieron porque sí en un lugar vedado

     
 

en extraños racimos de frutos incoloros.


   
 

Curioso calendario de números en blanco,

     
 

sin jornadas oscuras, sin santoral,

     
 

sin las cifras en rojo que señalan las fiestas.

     
 

Algunas están amarillentas: otoños que nunca comenzaron.

     
 

Otras, secas como fibras de espanto abandonadas,


   
 

pero, de pronto, mi cabeza

     
 

es como un cielo

     
 

en el que ya no caben más estrellas.

     
 



 



LA VERDAD


 

Tengo distintos rostros para cada mirada,

     
 

por eso cuando estoy sola debo tener el rostro de la nada.

     

   
 

Camino por las calles de una ciudad desconocida

     
 

y es como los sueños

     
 

el aire que respiro.


   
 

Allá lejos un río se detuvo

     
 

como un espejo muerto entre los álamos.

     
 

Mido la soledad y la distancia

     
 

sola de gente mía

     
 

que espera siempre gestos


   
 

y aguarda resonancias.

     
 

Si en el amor humano hay también una esgrima de silencio,

     
 

déjame soledad mi propio rostro,

     
 

que no es un rostro de mujer,

     
 

es un rostro perplejo y sin respuestas,


   
 

una página en blanco, una senda recién inaugurada.

     
 

El aire me descubre con sus clarines de algodón

     
 

y no necesito sonreírle,

     
 

puedo negarme al fin a ser un eco.

     
 

Mi pulmón es un árbol


   
 

que me respira fuera de mis límites,

     
 

mi brazo es la senda que se pierde

     
 

por asir su fragmento de horizonte,

     
 

mi sed es la cisterna de un desierto

     
 

y junto a ella


   
 

se ha detenido Dios a escudriñarme.

     
 



 



MIS VESTIGIOS



Innumerables sendas me llevaron

     

al futuro vestigio de mí misma,

     

pero regreso siempre desde ese calendario equivocado

     

   

porque hay fuerza en mis brazos

     

para torcer el rumbo de la noche.


   

Me busqué entre mis cenizas y no estaba

     

y mi voz era un eco recobrado y perdido

     

en el insomnio del tiempo.

     

Porque estoy de regreso de mí misma

     

el canto se me agolpa entre los dientes


   

y se me asfixia Dios en la garganta.

     
 



 



LLUVIA



Mi contorno es el único sudario de la tarde.

     

Hoy quisiera tener varías vidas en el haz de mis ojos,

     

para abarcar la angustia de todas las alforjas

     

derramadas en la sed de los campos.

     

Quisiera no estar dentro de mí golpeándome las rejas,


   

para contar los soles que transitan sin historia por la vida.

     

Solamente la lluvia, amante del espacio que conoce

     

la inquietud de los astros que han perdido su luz,

     

me puede despojar de mi corteza,

     

y es la única materia que se puede medir


   

con mi universo:

     

una gota de lluvia es mi existencia

     

y la aguarda sedienta la tierra de mi muerte.

     
 



 



EXILIO


 

Como venida de un verano ajeno,

     
 

de las aguas más turbias,

     

   
 

de un exiliado esfuerzo,

     
 

me he plantado en las calles de la tierra.

     
 

Pero algo se me olvidó en otros lugares,


   
 

algo de mí que extraño y aborrezco.

     
 

Fue en un sitio de formas interiores

     
 

y de silencios significativos,

     
 

fue en un lugar donde el amor se daba

     
 

como se debe dar, sin pedir nada.


   
 

Algo se me quedó en esos lugares

     
 

y me siento incompleta y dividida,

     
 

vivo buscándome en cualquier ausencia,

     
 

en la extranjera bruma de mi piel

     
 

en la hondura de una lágrima,


   
 

en las promesas de Dios,

     
 

en mi silencio total

     
 

cuando me llamo.

     
 



 



CUADERNO NUEVO


A Horacio Salinas


Hoy no amo ni sueño ni presiento,

     
 

ni eslabono en la cadena de las horas

     
 

el simple gozo de saberme viva.

     
 

Nada es mío en esta gris mañana,

     
 

ni la lluvia obstinada


   
 

ni el cansancio del hombre que pregona los diarios,

     
 

ni el brazo insuficiente con que mido

     
 

la irreparable hondura del vacío.

     
 

Nada es mío porque nada será mío:

     
 

a qué comprar un atlas importante


   
 

si la naturaleza juega un ajedrez inacabable

     
 

con las ondulaciones y las aguas;

     


   

a qué grabar la historia en los confines del labio

     

si cada hombre es la obra irrepetible

     

de un sabio sin memoria.


   

A qué negar si el milagro se insinúa

     

como una hierba extraña entre las ruinas.

     

Hoy siento el alma como un cuaderno nuevo

     

y cualquiera

     

puede ensayar en mí


   

sus frases iniciales.

     
 



 



DESIERTO


 

Tierra de libertad y de misterio

     
 

donde nada, ni el recuerdo, me limita.

     
 

Sólo queda en mi memoria el día seguro

     
 

en que las cosas me echarán de menos.

     
 

Siento mi propia ausencia y mi vacío


   
 

porque soy esa mancha del futuro

     
 

que embriagará la cal de las paredes,

     
 

porque será mi nombre

     
 

el sonido desierto de unos pasos

     
 

en la alfombrada calle del otoño.


   
 



 



DESDOBLAMIENTO



Desde qué momento me miraste de frente

     

sin rozar la distancia con mis nombres antiguos.

     

Cuál fue tu primer paso por la senda

     

cuyas piedras no pude desgastar

     
 

para que no te lastimaras caminando.


   

   
 

En qué escala de un tiempo indefinido

     
 

se disgregó tu sombra de mi cuerpo,

     
 

para ir aventurándose

     
 

por las grutas oscuras de la noche.

     
 

Cuándo te hiciste hombre, de golpe,


   
 

sin mediodía, tarde ni clausura,

     
 

cuándo creciste tanto

     
 

que no puedo mirarte si no miro hacia arriba.

     
 

Fue tan anticipado el primer vuelo

     
 

que yo sigo acunando a tu recuerdo


   
 

en estos brazos donde ya no cabes.

     
 

Éramos dos figuras unidas

     
 

como en las guardas de papel antiguo.

     
 

La tijera del tiempo

     
 

me cortó el horizonte de las manos,


   
 

desdibujó mi rostro de tu beso

     
 

y hoy somos dos imágenes que el viento

     
 

ha fijado en los perfiles de la tarde.

     
 




QUIÉN CAMBIÓ LOS RECUERDOS DE MI INFANCIA


 

Quién se llevó la sombra que los arces

     
 

dibujaban en las siestas de enero

     
 

cuando yo debía reír con la vitalidad de las bandadas

     
 

que escribían vocales en el cielo.

     
 

Hoy yo me evoco taciturna,


   
 

con la sonrisa amarga de la tarde

     
 

signada por paredes y por límites.

     
 

Una vez me contaron

     
 

que los días de mi infancia fueron días felices,

     
 

pero yo he proyectado mis después con una enorme


   

   
 

lámpara amarilla,

     
 

y todos mis pretéritos perdieron el color de la esperanza.

     
 

Cómo podré saber

     
 

si el cristal con que miro se ha empañado,

     
 

cómo recuperar las memorias felices


   
 

si soy como esas madres que, de pronto

     
 

desconocen las caricias de sus hijos.

     
 

Yo debiera haber muerto aquella hora

     
 

en que la rigidez del suelo me anunciaba un camino diferente,

     
 

en que la piel del alma se asomaba a las cosas descubiertas


   
 

por dioses promisorios.

     
 

Si hubiera retenido algún acorde de la canción

     
 

que nadie podrá entonar de nuevo para mi blando sueño.

     
 

Si hubiera adivinado en las rondas que cantaba

     
 

las súplicas futuras sin eco y sin respuesta.


   
 

Quién cambió los recuerdos de mi infancia

     
 

y me dejó esta noche en mi ventana

     
 

y esta muñeca extraña entre los brazos.

     
 



 



PRESENCIA


 

Van quedando los recuerdos

     
 

con perfil de salario arrebatado.

     
 

Yo te acercaba cada día

     
 

como una hostia hasta los labios secos,

     
 

en un ritual de imágenes precisas


   
 

danzando alrededor de mis deseos.

     
 

Pero después una palabra

     
 

o un gesto ya confuso

     
 

como un ladrón me arrebataba el tiempo.

     

   
 

Hoy ya no tengo nada.


   
 

Tu recuerdo es como una casa

     
 

definitivamente abandonada

     
 

y tu verdad en ella es un fantasma

     
 

que no podré encontrar sin haber muerto.

     
 



 



PREGUNTA



-¿De dónde venía yo cuando tú me encontraste?




-preguntó el niño a su madre.






El Principio, Rabindranath Tagore

               



A Martín Ignacio


Es inútil que quieran sorprenderme

     

con la anécdota oscura del mañana;

     

las compuertas del sol


   

se están abriendo enteras por mis venas

     

y he llegado al primer día entre los días.

     
 

Allí, cisterna viva, me beberé mi sangre en tu remanso

     
 

para ser otra vez

     
 

el impulso inicial de una extraña parábola


   
 

en tus labios.

     
 

Ya estás en mí hacia cualquier destino;

     
 

tan lejana es tu huella que no puedo desandarte

     
 

hasta el origen

     
 

y elegiste el cobertizo de mis noches


   
 

para encender tu milenaria estrella.

     
 

No sé cómo serás, pero tu rostro,

     
 

acaso se parezca a la esperanza.

     
 



 



SUPERPOSICIÓN


 

Voy a la noche

     
 

y me siembro en la tierra

     
 

que cubre con silencio tus vestigios.

     
 

Algo de Dios en mí te resucita,

     
 

te reintegra a mis predios despoblados


   
 

y a la imagen ruinosa de los valles del alba;

     
 

porque hallé tu mirada en otros ojos

     
 

contemplándome

     
 

y el clima de tu piel en otras manos,

     
 

ya puedo conjugar


   
 

a la riqueza de no ser distinta

     
 

esta pobreza entera del olvido.

     
 



 



MI SOMBRA


 

Cuando vamos al puerto

     
 

mi sombra se convierte en sigilo por las piedras,

     
 

se me va en el adiós de los pañuelos

     
 

trocada en pordiosera de horizontes

     
 

y yo no tengo tiempo de seguirla.


   
 

Mi sombra es un huésped fugitivo

     
 

entre todos los muebles de la casa,

     
 

y revela de pronto que es sustancia

     
 

de espacios y de nubes:

     
 

se astilla en los relojes


   
 

y se arroja a volar por las ventanas.

     
 

Ah, pobre sombra mía,

     
 

con estirpe de infancias y praderas

     
 

que siempre quieres irte,

     

   
 

cuando sepas volverte y contemplarme de veras


   
 

y veas que soy la dueña del amor de la tierra,

     
 

que esta soledad de la que huyes,

     
 

no es más que rebeldía de tanto ser feliz,

     
 

se volverá tu fuga a mis espaldas

     
 

un gesto inmóvil de quietud y muerte


   
 

y entonces, seré yo

     
 

quien no podrá seguirte todavía.

     
 



 



AVARICIA



Me duele el sentimiento fugitivo,

     

el roce de mis manos con las manos

     

de las gentes que pasan y se van.

     

Me angustia lo que sueño en una noche

     

porque no será mío a la mañana,


   

por el matiz que da a las hojas verdes

     

la tormenta pasajera del verano.

     

Es por eso que Dios en esta tarde

     
 

debe de ser muy feliz:

     
 

no hay dolor comparable al de ser sucesivos,


   
 

al de ser una parábola inconclusa

     
 

que al fin da en el vacío.

     
 

Si pudiera hacer mío lo que quiero,

     
 

ocultarlo en un rincón secreto

     
 

y en una noche larga, sin aurora,


   
 

vivir aprisionando codiciosa,

     
 

las monedas de amor entre los dedos.

     
 



 



LÍMITE


A Josefina Plá


Estoy enferma de ciudad.

     

De ti, ciudad a quien he amado tanto,

     

porque me haces extranjera del cielo

     

y escribes mi biografía en tus carteles

     
 

para que la lluvia la destroce.


   
 

Yo vivo en la orfandad de los que buscan

     
 

un pedazo de tierra sin trazado de calles,

     
 

con viviendas de troncos y malezas.

     
 

Mírame Buenos Aires,

     
 

me parezco a una lágrima,


   
 

a una gota de savia que se quedó en suspenso

     
 

sobre las azoteas y las catedrales,

     
 

buscando en las alturas un atajo

     
 

abierto a la esperanza;

     
 

y soy una canción de cinco notas


   
 

obsesiva y distante

     
 

que surge desde todos los lugares,

     
 

y soy un gran saludo

     
 

que al paso del destino se agiganta,

     
 

o acaso apenas soy una paloma


   
 

en la cornisa más alta,

     
 

que aguarda, temblorosa,

     
 

la inequívoca señal de algún milagro.

     
 



 



SOJUZGADA


A Elisabeth Gallardo

 

Yo pude haber vivido en otros tiempos

     
 

de los que ya recuerdo una calleja

     

   
 

que apenas un farol iluminaba.

     
 

Yo podría vivir en otros mundos

     
 

de una galaxia aún inexplorada,


   
 

donde quizá se puedan decir cosas

     
 

sin tener necesidad de las palabras;

     

pero estoy en la tierra y sojuzgada

     

en un meridional lugar de América,

     

mirándome la imagen sin retomo


   

en el espejo infiel de un bar cualquiera.

     

Aquí o en otra parte o en la nada

     

yo sería el complejo de verdades

     

al que le han dado un nombre, un escenario,

     

le pusieron la piel como un mal traje


   

y un color oportuno en las miradas,

     

un deseo de todo lo imposible

     

y un gran amor hacia lo que no existe.

     
 



 



HABLARTE


A Ignacio Luis


Es como arrodillarme ante el misterio

     

que me hizo germinar sobre la tierra;

     

eres yo y eres el aire que rodea

     

a la tibieza del encuentro diario.

     

Viene tu compañía desde adentro


   

como un vaho de esquilas y cristales,

     

porque me ayudas a elevar castillos

     

del color de la miga y los pañales.

     

Hablarte es como hablarme.

     

Ir por tu cauce de río


   

es como recogerme en los hondones,

     

en esos que yo misma desconozco,

     


   

y escuchar los villancicos serenos que le cantas

     

a las gotas bohemias de mi sangre.

     
 



 



EL SILBATO DEL TREN


 

Está abriendo caminos hacia arriba

     
 

como un estoque alevoso

     
 

que hiere al cielo otoñal en su costado.

     
 

Es su grito el esquema dolorido

     
 

de un monstruo oculto tras las arboledas,


   
 

pero también es algo que está adentro

     
 

rumiándome la sangre gota a gota.

     
 

El silbato del tren es el lenguaje

     

de una comarca donde han muerto todos

     

los árboles y pájaros,


   

donde sólo el adiós se recupera

     

en la absurda mirada de los hombres.

     

Es la oración que en las noches de invierno

     

reza la soledad,

     

y es a veces, también, la voz del viento


   

cuando suena lejano y repetido.

     

Que no me llame más su voz de hierro

     

porque iré alguna vez tras el llamado,

     

traspasaré el umbral,

     

para ver cómo es el rostro


   

del misterio.

     
 



 



MIENTRAS DUERMO


A Ana Noelina Cisneros de Risolía


Puedo volar y me remonto

     

como el trapecio rojo de mis hijos.

     

   
 

Hoy puedo enarbolar una alabarda

     
 

para cegar los ojos a la noche,

     
 

y puedo burlarme de la callejuela


   
 

empedrada con riscos de granizo

     
 

que no logro trepar en la vigilia.

     
 

Puedo mirar los techos de las casas del barrio

     
 

y esas prendas, banderas de los triunfos

     
 

cotidianos a los vientos.


   
 

Los pájaros me miran asombrados

     
 

pasar más rauda que ellos,

     
 

y los hombres, qué agujas de prodigio

     
 

me clavan con su asombro

     
 

cuando me ven rotar sobre sus frentes.


   
 

Puedo volar;

     
 

cuando despierte ensayaré también

     
 

ya que es tan simple;

     
 

sentiré que el espacio también está debajo,

     
 

que el cielo no está arriba, nos rodea,


   
 

que el tiempo puede ser según mis alas

     
 

el paisaje de un día

     
 

o el recuerdo inagotable de una noche.

     
 



 



TU VOZ


 

El silencio que ensayaban a coro

     
 

los árboles dorados del otoño

     
 

ya no puede existir entre nosotros,

     
 

porque el roce de tus manos me recuerda

     
 

a los bancos de piedra de postales antiguas,


   
 

y porque hay en tus labios una fuente

     
 

en la que no abrevarán las palomas sedientas.

     
 

Porque ahora tu imagen no me lleva

     

   
 

hasta el hallazgo de nuestro recuerdo.

     
 

Porque estás junto a mí, pero acaso hayas muerto,


   
 

tu voz, únicamente, es todavía

     
 

una selva donde me siento cerca de la tierra,

     
 

y si he sido una incrédula del tiempo

     
 

hoy he probado su existencia cierta,

     
 

porque quedan enteras tus palabras


   
 

en la desgarradura de tu cuerpo.

     
 



 



CONJURO


A Evelia Méndez de Tobelem


Aún estás a mi lado. Conversamos.

     

Con frases esculpimos, a sabiendas,

     
 

la arcilla inconsistente de un recuerdo.

     
 

Después mi soledad será un prisma obsesivo

     
 

en las noches iguales.


   
 

Tan iguales que será difícil saber cuál fue primera,

     
 

cuál cercana.

     
 

Cada día será una rueca sabia

     
 

que me hilará mi trama de verdades,

     
 

y no sabré si vivo en el presente


   
 

o muero en el pretérito enclaustrada.

     
 

Por eso quiero conjurar con las palabras

     
 

que nadie ha pronunciado

     
 

a la imagen negada de una alondra

     
 

que ocultaré entre mis malezas


   
 

con un lazo apretado hasta el canto en su garganta;

     
 

así se detendrán las horas,

     
 

dejaré de ser nada junto al tiempo,

     
 

y tú podrás al fin, sólo en presente,

     
 

conjugarme en tus labios como un verbo.


   
 


 



EN VIAJE


A Capilla del Señor

 

Ya estoy en viaje

     
 

como un radar que busca

     
 

la otra cara de la luna.

     
 

Pero no hay nave que logre los encuentros perfectos,

     
 

ni belleza en los astros que resista


   
 

las agudezas de nuestra mirada...

     
 

Las palabras de ternura

     
 

están condenadas desde el nacimiento

     
 

a girar en el vacío eternamente.

     
 

Estoy en viaje,


   
 

sin haber dicho adiós a las cosas queridas

     
 

y sabiendo que el regreso

     
 

ya no existe.

     
 
 
 
 

GIRAR EN DESCUBIERTO (1975)


 

A mi madre. Cuando me enseñó a nombrar las cosas,
me mostró el Amor y la Poesía que estarán en mi sangre
más allá de los hijos de mis hijos.

Ester de Izaguirre




INFANCIA


A Manuel Peyrou


Hubo un país de cunas y presagios

     

de guardapolvo blanco y navidades,

     

de reyes distraídos y cumpleaños fugaces

     

de estrenos de zapatos y verdades.

     

Un tiempo en el que el tiempo me sobraba


   

y sobraban la luz y las palabras.

     

Yo no crecí, se fue achicando el mundo.

     

Yo no callé,

     
 

se impusieron los cantos y pregones.

     
 

No envejecí,


   
 

la vida se me espeja en la mirada.

     
 

No soñaba,

     
 

había una realidad para los otros.

     
 

Sin embargo, seré la que mañana

     
 

ya no crezca ni calle, ni envejezca ni ame,


   
 

y aún así, esencial y despojada,

     
 

en un día como hoy de primavera,

     
 

mi sombra irá buscando todavía

     
 

aquel país en el que estuve entera.

     
 



 



CATARSIS


Me dijo Graciela: mamá, hoy estás
distraída y no me escuchás.


No te pude decir que la realidad

     
 

es un verdugo tenaz de piel adentro,

     
 

de sangre incorregible,

     
 

de verdades violadas.

     
 

Por eso no escuchaba tus palabras,


   
 

hasta que la poesía, este mar que recorre mis orillas,

     
 

y recoge aguas vivas,

     
 

y me lava las rocas de tantos desperdicios

     
 

arrojados por duendes en la arena,

     
 

me libere las manos y la rabia,


   
 

los ojos, las vigilias, las promesas.

     
 

Después podré escucharte,

     
 

cuando manche de voces y de gritos

     
 

esta página en blanco,

     
 

cuando este Cristo de palabras


   
 

salve al hombre que llevo en las entrañas condenado,

     
 

cuando pueda decirle a este setiembre nuevo

     
 

que entra como un espía a nuestros patios,

     
 

que no soy una planta,

     
 

que no participo de la alegría animal de la tierra


   
 

que espera con las piernas abiertas de sus árboles

     
 

el milagro que fecunde sus preguntas.

     
 

Ya estoy aquí.

     
 

Mi relativa sombra,

     
 

todo este amor que soy si no estoy triste.


   
 

Ahora puedo escucharte, hija querida.

     
 



 



A UNA MAGNOLIA MUERTA


 

Sonreías en el patio de las tardes felices

     
 

y alguna vez tus voces escuchaba;

     
 

decías del misterio, de la tierra,

     
 

y de tu alma vegetal menoscabada.

     
 

Acaricié tus brazos uno a uno


   
 

mientras ibas creciendo,

     
 

cada hoja nacía una semana,

     
 

cada rama era un mes,

     
 

cada tronco fue un año de mi vida.

     
 

Y nadie se dio cuenta


   
 

cuando tu verde

     

se nos volvió amarillo en las entrañas.

     

Y hoy que toqué tus hojas ya sin sangre,

     

y hoy que busqué el color que te faltaba,

     

me dio pena, de pie, ver tu agonía,


   

ver que no tienes sed,

     

que ni mis lágrimas podrán recuperar tu lozanía.

     

Si hay caballos y hay perros en el cielo,

     

si hay campos y hay jardines

     

y allá está todo lo que fue ternura,


   

allá estarás magnolia de mi casa

     

iluminando a Dios con tu blancura.

     
 



 



AGUARDO


 

Deja esa puerta abierta para que entren los nadies,

     
 

los mendigos,

     
 

los soberanos de las madrugadas,

     
 

los que lamen los cristales de los cafés cerrados,

     
 

los que cuentan la ignominia del minuto


   
 

y olvidaron la luz de las estrellas.

     
 

Los que perdieron a Dios

     
     
 

porque aprendieron a rezar poemas

     
 

y nunca más volvieron a encontrarlo.

     
 

Deja esa puerta abierta para que entren los nadies,


   
 

los que saben de cárceles distintas,

     
 

los que no terminaron de nacer,

     
 

los que le llaman madre a la fatiga.

     
 

Deja esa puerta abierta para que entren los nadies,

     
 

mis aguardados


   
 

cómplices.

     
 



 



DÓNDE ESTABAS



Dónde estabas

     

que la vida se fue sin que te viera,

     

en qué resquicio sórdido del tiempo,

     
 

en qué mentira gris,

     
 

en qué apariencia.


   
 

Si volviera el verano

     
 

y una señal del viento.

     
 

Si todo fuera igual

     
 

y descubriera en la arena

     
 

alguna huella.


   
 

Dónde estabas

     
 

que la vida se fue sin que te viera.

     
 



 



A VECES CREO


 

Me voy de mí hacia ninguna parte,

     
 

buscándote en los sueños

     
 

que me crecen tal vez de madrugada,

     
     
 

saturados de árboles con lluvias y columpios

     
 

que después se desvanecen con el día.


   
 

Me parece hallar tus ojos

     
 

en un rostro que existe,

     
 

ojos que hasta podrían llorar de verdaderos,

     
 

y los borran las mentiras de la luz.

     
 

A veces creo que tus manos


   
 

descubren las comarcas de mi piel,

     
 

sensitivas honduras de mi carne que siente

     
 

como un pájaro ciego.

     
 

A veces creo que el cielo está en la tierra,

     
 

que hay que ver a los reyes y a la estrella,


   
 

que mi barro ilumina,

     
 

que podríamos honrar a nuestros ídolos,

     
 

y juntos, a sus pies, justificar la vida.

     
 

A veces creo...

     
 

pero habría que nacer y deshacerse,


   
 

y volver a empezar y destruirse

     
 

en un crisol de alas y de esperas,

     
 

de cielos y de infiernos.

     
 

Habría que ser Dios para quererte

     
 

como sueño en mis sueños que te quiero.


   
 



 



LO DE HOY


 

Se me traba el impulso y dice basta,

     
 

hay huelga de esperanzas, revolución de ganas,

     
 

un balance imposible me pregunta

     
 

dónde quedó aquel rostro del espejo

     
 

que se llevó un agosto distraído,


   
 

la imagen sepia de unos muebles viejos

     
 

que han tomado la forma de mi cuerpo,

     
     
 

todo lo que me ciñe y me rodea,

     
 

quizás lo que me oculta o me deforma.

     
 

Qué mendigo de estrellas se arrodilla,


   
 

qué sentido las nuevas madrugadas.

     
 

Que apaguen los motores, las sirenas de alarma,

     
 

la condena del canto y del silencio.

     
 

Que me despierte un día sin cadenas

     
 

porque hoy el corazón me dice basta.


   
 



 



ADIÓS



 

Señor, cuando anochezca

   
 

te necesito mucho.

   
 

Tengo miedo al crujido

   
 

que hace el pie en el otoño.

   
 
 

Yolanda Bedregal



 

En el mar que anidaba nuestros sueños,


   
 

adiós no es vigilar tiempos y aduanas,

     
 

ni un despegue de avión entre la bruma.

     
 

Es ver que el sol nos miente de distinta manera,

     
 

que si a mi lado se abren los copos del invierno,

     
 

allá casi florece feliz la primavera.


   
 

Adiós es una gota de piel en la mirada,

     
 

los nudillos de un viento que gime en la ventana,

     
 

adiós es acostarse sobre la tierra húmeda

     
 

y apretar bien los dientes,

     
 

poner cerrojo al alma


   
 

para que nadie vea

     
 

el triunfo de las lágrimas.

     
 


VOLVER


 

Me hundo en la ceremonia del regreso,

     
 

como un gran sol detrás de las montañas,

     
 

vuelvo en el aeropuerto a saludarme

     
 

con la que ayer dejé.

     
 

Nos enfrentamos silenciosamente


   
 

y hacia la antigua casa y la costumbre

     
 

regresamos a pie.

     
 

Victoriosa del tiempo

     
 

me instalo en mi disfraz de realidad

     
 

para iniciar el sueño de borrarme


   
 

y volver a empezar.

     
 

El camino quedó en alguna parte;

     
 

apenas sé quién soy.

     
 

Hay una rueca antigua que hila días,

     
 

que está cansada de tejer razón,


   
 

un silencio anterior que me destina

     
 

a ser apenas canto, apenas voz.

     
 

Y me entrego a este poco de regreso

     
 

ya que no puedo ser todo el adiós.

     
 



 



CONVICTA



Hoy me entrego.

     

Ya no tengo la fuerza necesaria

     

para seguir huyendo.

     

Hay cadena perpetua para el miedo,

     
 

no hay indulto posible para el sueño.


   
 

La gente me señala:

     
 

allá va la disfrazada

     
 

de nieblas y tormentas;

     
 

en las sombras

     
     
 

alumbran sus designios


   
 

y comulga con hostias de palabras.

     
 

Calma su sed la lluvia

     
 

de las tardes finales,

     
 

resucita a la nada en primavera,

     
 

y si la noche cómplice regresa,


   
 

le arranca vivo el corazón al viento.

     
 

Porque acepto la cárcel del misterio

     
 

la piedad de las rejas me acompaña.

     
 



 



OBSTINACIÓN



Yo beso las paredes de la casa,

     

baluarte en esta tierra y atalaya,

     

me adhiero a los sillones,

     

acaricio la cómoda, el ropero,

     

pienso en el triunfo


   

de quedarme en ellos

     

como la misma huella de mis dedos,

     

y siento la nostalgia de mi ausencia

     

al escuchar la voz del que mañana

     

preguntará a la voz que no responda:


   

«... y quién habrá vivido en esta casa

     

y de quién habrá sido este moblaje».

     

Que algo de mí responda que he vivido

     

y algo de mí denuncie que no he muerto.

     
 



 



SUPERMERCADO SÁBADO


Uno busca lleno de esperanzas...

 

Discépolo



 

Letras en rojo, en verde, en esqueleto,

     
 

olor a sobra que dejó la tierra,

     
 

vida al revés y para abajo,

     
 

vida de dientes, digestión y células.

     
 

Supermercado de mi barrio,


   
 

te faltaron los puestos:

     
 

unos metros de cielo,

     
 

un buen paquete de estrellitas vivas,

     
 

unos gramos de días sin almanaque,

     
 

un litro más de sed.


   
 

Si hubiera hallado, al menos, la mirada

     
 

de otro, que como yo, también pidiera

     
 

una liquidación de madrugadas.

     
 

Ensayo sin querer un tango viejo

     
 

y me voy sin comprar lo que buscaba.


   
 



 



LIBRE



Cuando tenés las manos sucias de ansiedades

     

y sos un crucigrama sin la clave

     

para vos y los demás;

     

cuando ya te cansaste

     

de gustarle la nostalgia a la lluvia,


   

de meterte en el alma de la gente

     

   

como en un continente inexplorado,

     

con lauros de conquista

     

y con miedos de muerte;

     

cuando no te quedan más ni «quiero» ni «retruco»


   

en el juego que perdés con la tramposa

     

que se guarda las cartas en la manga,

     

cuando ves que vivir es despedirse

     

sin caminar hacia ninguna parte,

     

cuando ya se te ha hecho una costumbre


   

girar en descubierto

     

y cuando recordás que quisiste alguna vez

     

sin darte cuenta,

     

entonces es cuando mirás arriba, convencido

     

de que te mandarías el cielo en un buen trago


   

de vino y de respuestas,

     

le ves el ojo a Dios,

     

el que te espía para ver si aflojás.

     

Entonces es cuando te nacen alas,

     

se te cansa el cansancio,


   

se te muere la muerte

     

y te echás a volar.

     
 



 



INDECISIÓN



Quiero saber qué hacer,

     

si volver la mirada hacia otro lado

     

y entonces preguntar para qué vivo,

     

o buscar al violador de la pureza,

     

al que roba el buen nombre de la noche,


   

al que arroja a los campos inmolados por el sol

     

su mentira de lluvia.

     

Quiero saber qué hacer con esta savia

     

que se me va lo mismo.

     

Quiero saber qué hacer con este grito.


   
 



 



CHAU SEAVER


Desaparecerá el pasaje Seaver
para prolongar la 9 de Julio.

 

Crónica de un diario



 

Calle marina y sola,

     
 

te buscaré después en los escombros

     
 

para erigirte un recuerdo de juguete

     
 

en cualquier veredón del desamparo.

     
 

Te buscaré también


   
 

en la sonrisa nueva de la calle insolente

     
 

inaugurada toda de yodo y de martirio.

     
 

Te buscarán los pies que te anduvieron,

     
 

las soledades que te amancebaron,

     
 

los que cazaron sueños en la niebla.


   
 

Como un mendigo recogiendo un pucho

     
 

me rastrearé en los ojos de tu noche,

     
 

y las lunas melladas

     
 

te darán su rodaja de dioses y milagros.

     
 

Cuando hayas partido


   
 

hacia el país de nadie,

     
 

Buenos Aires tendrá una nota menos

     
 

en el tango que el barrio silbará,

     
 

y el canto que me surge

     
 

desde el zanjón abierto a tu costado


   
 

sabrá también a cuento y a leyenda:

     
 

«Hubo una vez la calle con tu nombre,

     
 

tenía una escalera sin trasbordo

     
 

que ascendía segura al paraíso».

     
 



 



LA SEMANA QUE VIENE



La semana que viene

     

comenzaré a pensar en otra cosa.

     

El lunes, el que viene,

     

dibujado con gentes

     

que viven todavía en el domingo,


   

me arrancaré públicamente este rostro confeso

     

y en última subasta

     

se irán mis alas que quisieron vuelo

     

pero que no sirvieron para nada.

     

La semana que viene


   

sentiré gusto a hierro de cadenas,

     

me destruiré sin pausa como a fuego,

     
 

para después surgirme finalmente

     
 

reversible en bolsillos escondidos

     
 

desmenuzando estrellas con los dientes.


   
 

La semana que viene

     
 

comenzaré a pensar en otra cosa,

     
 

me llamaré cualquiera, nadie, ayer,

     
 

habré nacido de un negado sueño,

     
 

lograré no morir cuando me llamen


   
 

y cuando pasen lista a los que cumplen

     
 

y trabajan, y esperan, se ilusionan,

     
 

los pobres ciegos, razonablemente,

     
 

les gritaré desde mi nueva nada:

     
 

Ausente.


   
 



 



POSESIÓN


 

Yo quisiera entregarte toda el alma

     
 

como se entrega el cuerpo,

     
     

en un solo momento, a cielo abierto,

     

con un espasmo de dolor y gozo,

     

con sed de eternidad, de hijos maduros,


   

pero que en vez de sangre tengan sueños

     

apretados a las células sin tiempo.

     

Sentir que me fecundas toda el alma

     

y después nada más.

     

Como en el cuerpo.


   
 



 



ROMANCE DEL DESPEÑADERO


El pintor conde Federico Borghini
ha muerto trágicamente en Bolivia el 26-3-61.

 

De un diario




Te llamabas Federico

     

y en antinomia de cielo

     

comenzaste a despertar

     

en el único sosiego.

     

Tanto acechar tu mirada


   

el horizonte extranjero

     

y una tarde americana

     

te puso cerrojo al pecho.

     

Vos, que desde que naciste

     

ya sabías que habías muerto,


   

cayendo desde la altura

     

donde el cardón tiene un templo.

     

Te llamabas Federico

     

Borghini, conde o ensueño,

     

hoy ya te llamás ausencia


   

y sos pregunta sin réplica

     

en el abismo del tiempo.

     
 



 



ACEPTACIÓN


Y flotar como un corcho sobre la corriente.

 

Renoir



 

Naufraga la mañana

     
 

y no puedo salvarla.

     
 

Hoy para mí la noche es una fábula

     
 

que encienden las luciérnagas.

     
 

Quiero flotar,


   
 

no me interesa de dónde viene el río

     
 

ni adónde y cómo llevará su rabia.

     
 

Yo sólo miro el cielo que no cambia.

     
 



 



DÓNDE



Cinco de enero del cuarentaitantos,

     

una cifra y un gesto indescifrable,

     

una arboleda abierta, un gesto amable,

     

el dolor de nacer, de estar despierta

     

y aquel cansancio triste de esperarte.


   
 

Ya empezaba a esperarte. No sabía

     
 

en qué lugar del mundo tu vigilia

     
 

acariciaba estrellas inquietantes.

     
 

Si por lo menos un nombre limitara

     
 

tu recuerdo de cosas que no fueron


   
 

para llamarte a gritos en la noche,

     
 

en la costa extranjera de algún río.

     
 

Si por lo menos tu figura fuera

     
 

la de un hombre de veras,

     
     
 

con los ojos tallados en la duda


   
 

con las manos inmóviles de esperas,

     
 

si tus pasos llevaran al camino

     
 

donde transita el miedo de encontrarte.

     
 

He revuelto la tierra,

     
 

te he llamado de espaldas


   
 

y al volverte

     
 

me dolió el equívoco del rostro.

     
 

Dónde estás hombre-dios para creerte

     
 

y dónde tu misterio para amarte.

     
 



 



LATA DE BASURA


 

Pobre Judas, destino lacerado,

   
 

el dedo de la noche te señala

   
 

ese agujero abierto en el costado

   
 

donde te pudo haber nacido un ala.

   
 

 

Áspero tronco, flores de azucenas,


 
 

aire que llevas cuando queda nada,

   
 

siempre liberas porque te encadenas,

   
 

perfumas porque mueres asfixiada.

   
 

 

Mientras haya en el mundo cosa impura

   
 

tendrás que resignarte al alto rango


 
 

de librar a la tierra de basura.

   
 

 

Te agradece la vida porque es bella,

   
 

gracias a que quitándole su barro

   
 

le señalaste el rumbo de su estrella.

   
 
 



 



TODO



Yo sólo sé que el tiempo me lastima,

   

no sé si el que se fue o el que no ha sido

   

todo es tiempo de honduras y de cima,

   

lo que es bien conservado y bien perdido.

   
 

 

Es tiempo la hidalguía de la rosa


 
 

que reina en el jardín un corto día,

   
 

tiene un cielo fugaz de mariposa

   
 

y un largo invierno de melancolía.

   
 

 

Es largo tiempo la ilusión buscada,

   
 

que cuanto más se busca más se aleja


 
 

a la vuelta de cada encrucijada,

   
 

 

y es tiempo esta certeza de la queja

   
 

que contra el tiempo ya no puede nada

   
 

más que mirar la nada que nos deja.

   
 
 



 



OCTUBRE


 

El musgo se abre una ascensión de sombras

   
 

en esta fugitiva primavera.

   
 

Sangra resina el pino hasta las hojas

   
 

porque lo ha herido la primera estrella.

   
 

 

El grillo reza una oración pagana


 
 

y el sauce se prosterna hasta la tierra

   
 

para pedir mejor la flor negada

   
 

que ni su eterno llanto consiguiera.

   
 
     

 

Está la plenitud en esta tarde

   
 

en que se escucha palpitar el pecho


 
 

de un invisible ser en el paisaje.

   
 

 

Y es más vivo el dolor del desencuentro

   
 

entre el mundo infinito que me envuelve

   
 

y esta cárcel estrecha de mi cuerpo.

   
 
 



 

RASTREO


 

Soy dueña de un dolor que desconozco.

   
 

Yo sé que es un dolor y que es el mío,

   
 

porque el espejo me devuelve hastío

   
 

y hay brumas en el lago de mis ojos.

   
 

 

Es lejano y antiguo como el rostro


 
 

de la piedra agrietada en las montañas.

   
 

Con olvidos y máscaras extrañas

   
 

disfraza las imágenes que evoco.

   
 

 

Yo rastreo las huellas de mis sueños

   
 

limpiándome los ojos empañados


 
 

que no me dejan ver cuando despierto.

   
 

 

Pero el dolor se oculta en mi garganta,

   
 

y en vez de hacerse llanto descubierto

   
 

se me vuelve torrente de palabras.

   
 
 



 



TORMENTA EN EL CAMPO


 

Siente el verde la pena de ser puro

   
 

sobre una tierra inútilmente ajena;

   

 
 

clausura el horizonte su crepúsculo

   
 

con un telón enorme de tiniebla.

   
 


Y ya no queda piedra sobre piedra


 

ante el aliento audaz del aguacero

   

que conquista, reduce, canta y besa

   

como esclavo y señor al campo entero.

   
 

 

El viento, en su origen desamparo

   
 

de caricias de Dios sobre los talas,


 
 

que se vuelve crueldad de latigazo,

   
 

 

se ovilla como sombra en la osamenta

   
 

y estallan los cardales macerados

   
 

por el facón servil de la tormenta.

   
 
 



 



TARDE DE PUEBLO CHICO


 

Las magas herraduras del recelo

   
 

siembran estrellas en el empedrado

   
 

y nuestra iglesia aldeana roba al cielo

   
 

su luz dorada y su carmín volcado.

   
 

 

Allá lejos la venda de gramilla


 
 

le resegó la vista al horizonte,

   
 

y el cascoteo igual de la tropilla

   
 

deja en el aire su sabor a monte.

   
 

 

Al paso de una anciana, calle abajo,

   
 

surge el repiqueteo de un ladrido


 
 

como de una campana sin badajo.

   
 

 

Y es el pueblo una lámpara que arde

   
 

cuando responde adiós, entristecido,

   
 

al pañuelo infinito de la tarde.

   
 
 





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