Que se oiga la voz de Bolívar diciendo: la patria es América.
Que venga el caimán de Martí navegando los ríos patricios.
Que el indio Juárez venga a lomo de mula andariega.
Que Sucre descienda del monte armado de estrellas y cantos.
Que truenen los cascos rotundos del rojo alazán de Miranda.
Que O'Higgins convoque al relámpago en la frente iracunda del héroe.
Pedazo de pueblo partido, San Martín en la noche de exilio.
Jesuitas modernos gigantes que saludan el sol que perdura.
Y la patria de Lincoln que olvida una antigua caravana de sangre
La garganta de Artigas eterno, hoy cañón en que el eco retumba:
Patria o Muerte oriental de mi América niña.
En la sierra Sandino, fusiles, y alboradas y música y cruces.
Un jinete se acerca sonoro en el medio de un mundo de polvo.
¡Es Zapata! Hermano del pobre, capitán generoso del pueblo.
Estos son los que vienen ahora a inclinar sus proféticas voces,
sus esdrújulas voces, sus voces de implacable y feroz testimonio.
Y le cubren la espalda a Francisco del pueblo Solano del pueblo
mientras López abrasa la causa de la patria de todos que es tuya y es mía.
Cerro Corá que caminas desnudo por la calle abismal de la historia.
Meridiano caliente y pretérito, alacrán convertido en tormenta.
El primero de marzo cayeron los que fueron a darte su vida.
Y la vida encontraron el día en que la patria murió combatiendo.
¡Patria Grande! Mañana seremos una América libre y unida.
Lope tiempo que América entera protestó con su débil palabra.
Lope tiempo que vino el comercio a cambiarnos el ritmo y la cara.
Lope tiempo que vino la espada con su filo banquero y podrido.
Lope tiempo que el sol se hizo mierda con la muerte, la muerte y la muerte.
a María Hortensia Alvarez
Desde aquí les cantamos. En su nombre la patria.
Su nombre; de valientes, gloriosos camaradas.
Desde aquí por la palabra, la música, al abismo.
Tu palabra viuda, clarinada. Kavichu'í, el himno, el centinela.
Somos del mismo grito. Un mismo sol nos vio nacer,
Talavera, poetas combatientes.
Somos de la raíz ardiente de la sangre.
La patria es un poema sin acabar, sin tiempo:
Nunca olvidaremos el verso de tu muerte,
ni la muerte diaria del poema.
En un puño la mitad de tu mirada.
la roca de tu ejemplo, las barcazas, la noche, el abordaje.
Milicianos de estirpe navegable, ¡adelante!
Ignacio Genes, heroicos combatientes.
Somos de tu piel cuando la lucha.
Tu mano cerrada cuando apenas.
Somos el cántaro caliente de tus venas,
y vienen hacia ti los despojados.
Tu rostro popular no tiene un ojo, porque mira.
Cíclope nocturno, amigo nuestro:
¡José Eduvigis Díaz, combatiente!
Victoriosos como el pueblo, triple como el destino.
Te fuiste para estar, como un ángel de hierro.
Hoy es Curupayty ¡y estamos juntos!
Contigo, general, en la jornada.
Porque caben en vos las esperanzas,
la llegada del día, la guitarra.
Y estaremos contigo, compañeros de siempre, como ahora,
en un Curupayty mestizo, sangrante y resurrecto.
Triple ventana abierta hacia el naciente.
la estatura de la piedra,
En el nombre de Francisco, de Solano y de López, ¡así sea!
LA HISTORIA EMPIEZA EN ALTOS
a José Félix y José María Fernández Estigarribia
La historia empieza en Altos,
en lo alto del aire el mariscal envuelto en llamas
sube la tierra verde como una flecha de agua.
No está parado allá bajo sus alas rotas
sino que su modestia impide
que alce la voz ahora, vivo o muerto.
Para ganar la guerra no hace falta el ademán vociferante.
Basta amar a la patria y ser inteligente.
Así que entra en Altos a vivir en lo alto
desde el nivel del pueblo,
a conversar en francés, en guaraní y en hierro.
Se lo vio en la tarde volar como una estrella
en busca del reposo del combate.
Y su vigilia es como una estrella pura.
Nadie tuvo su gesto de espacio indoblegable,
nadie su visión ígnea de águila celeste.
Y nadie unos bolsillos tan vacíos.
la historia empieza en lo alto,
y hoy es siete de septiembre para siempre.
a la madre Elisa Domínguez, STJ
el colegio es un largo pasillo, escaleras, cipreses,
cocoteros, chivatos, palmas, pinos, umbrales soleados,
una ternura vieja como una flor dormida,
olvidada en las páginas de un libro amarillento,
Pero el viento de invierno les azota la cara
y arranca bufandas con las manos de un fauno
simulado en el duro azul de la mañana,
con los dedos de un sátiro que burló la celosa mirada de las monjas.
La vida es algo serio a los catorce años.
Se ha olvidado muy pronto de sus catorce años.
Por eso, ella mira, lejana, en la ventana.
Sus ojos renunciaron a la clase de historia
y Alejandro es ahora esa nube viajera.
A los catorce inviernos, el cielo no ha cambiado,
a Carmen y Alejandro González
Amamos lo que es como nosotros,
y podemos entender lo que el
viento escribe en la arena
Pero recordamos su costumbre de sonreír, callado.
Nunca tomamos esas manos.
Pero su leve tacto es una vieja amiga.
No conocimos esos labios.
Pero ya nos besaban, desde remotos ríos, la memoria.
No habían escurrido sus pasos negligentes nuestro umbral.
Ni degradado, amable, su atardecer a solas
nuestras personales escaleras.
Ni despejado su intrusa viudez de pantano
nuestros exiguos ritos cotidianos.
Y aunque no compartimos el pífano portátil de su idioma.
Ni ocupamos el eco nasal de su saludo.
Ni sospechamos la asmática parábola de su recién venida alarma.
¡Le extendemos los brazos!
Nunca había estado aquí. ¡Pero ha regresado!
Entonces, sin sorpresa, su silueta recorre nuestra casa.
Reconoce rincones jamás imaginados.
A la noche, nos hablará, como siempre, con sus errantes sílabas.
Conversaremos como niños que el invierno desvela
y adivinan sus huellas infinitas
bajo el silencio confidencial de las estrellas.
De vino, de poesía o de virtud,
como quieras. Pero empedate
Ha olvidado una noche, una mano, un muro.
Ha olvidado una tarde dichosa de su infancia.
Ha olvidado una lámpara, una mesa, un libro.
Ha olvidado el lejano rostro del sur.
Inmerso en unas nuevas costumbres andariegas,
el jilguero, la sed, el caserío
le proponen una delgada amistad en la sangre.
Usurpan el espacio en fuga del recuerdo.
La música, la gente, el trajín, las imágenes,
la irremediable ausencia, los semáforos,
el olor del café, la moneda, el tabaco.
Todo está aquí vestido de distancia.
Sin embargo, cuando madruga y bebe su mate solitario,
le parece que nada ha cambiado.
Reconoce un antiguo fulgor en la mañana.
Siente como si nunca se hubiera despedido.
Cansado de la lenta erosión del exilio,
del silencio infinito de la calle,
ansía como loco el regreso y el grito,
la ebriedad de la vida vivida entre otras vidas.
Entonces, se atarea con calmosa nostalgia.
Prepara, minucioso, su valija callada.
¡Lo tiene todo listo para salir de viaje!
Mientras guarda sus cosas,
hay una extraña sonrisa en su mirada.
a la memoria de Nils Olof Gustafson
Será lindo volver después de tantos años.
Abrazar a los nuestros con impaciente júbilo.
Encontrar todo tan cambiado.
Y descubrir, de pronto, que no nos hemos ido.
a la memoria de Julio Octavio Alvarado
Y la vida que viene de pronto como un cometa pálido
en esas horas de ronco silencio diminuto,
esas cosas que pasan pero allá, porque si no, no vale,
temblando como un secreto entre los ojos vagos
y la ceniza vaga y la memoria.
A mí me gusta el agua cuando mana del día,
del mediodía entero como página en blanco,
no quiero esos oscuros misterios taciturnos
que en la noche se encienden como pétalos rojos,
esos carbones mínimos del alma a la intemperie
y el aullido en las sienes como un furgón remoto.
En esas viejas cosas, esquinas de otro mundo,
del mundo como mástil sonoro y como incendio,
en esos días de Heráclito me prolongo y me salgo
a caminar conmigo y la nostalgia a cuestas.
Otros dirán que entonces empezaba el otoño
pero sé que vengo desde antes
y que después de todo, mañana es otro día.
Alguien me dicta esos textos encinta,
los textos que me escriben los fines de semana,
mientras mis ojos beben la copa de los pinos
del Chatham College del fondo,
y el paisaje o paisajo con ajo y sin país
pero con todo el río de la gente, que es tiempo.
LO ÚNICO GRATUITO QUE NOS QUEDA
ese vaso lleno de números, que te ulcera los sábados
y el hígado te araña de mal vino,
no puede ser que rompa tus recuerdos
ni tus ganas de estar con ella un rato,
vos sabés que eso no se arregla
con una votación morada o rosa,
ni una revolución que ya gatea
ni una dictadura que se raya.
Vos sabés que toda la poesía no sirve para nada,
No importa que estas cosas no se digan,
lo que importa es el viento.
Acá la poesía no se vende
Lo que importa es el viento.
De tarde en tarde, pucha, escupo sangre.
Cuando empieza la noche nadie escucha,
la ventana asfixiada de cortinas grasosas
se va a acostar temprano.
Mañana es otro día de trabajo.
La tarjeta de crédito lo acecha,
sus fauces sonrientes nos seducen con sus colmillos
pero de pronto alguien escribe este poema
y todo, quién diría., todo, todo,
excepto el poeta y su lector,
sin crédito ni más tarjeta postal
rojo como una sandía compartida.
¿Por qué sobrevive la poesía?
Quizá porque es lo único gratuito que nos queda.
Pensaron que así me humillarían.
Así son estos días en que las horas gimen,
los espacios viajan como recuerdos pálidos,
las nubes tienen lágrimas oscuras
y la radio, un solitario y triste ruido amargo.
Ya casi no me quedan memoria ni esperanzas.
Estoy anclado en mí, lejos de todo.
No me queda ni voz para hablarle a mi sombra,
y las palabras, ásperas, difíciles, se parecen a ti.
¿Cómo es posible, amor, que nos separen?
Así, de esta manera violenta, larga, mala.
A nadie hacemos daño besándonos un poco,
quedándonos (o yéndonos) con las manos unidas,
compartiendo silencio y esperanzas.
¿Cómo es posible, amor, que todas las mañanas
sean ahora la misma soledad y el mismo sueño?
¿Cómo es posible, amor, que no haya ventanas
más que esta ventana en la que el aire calla
y el paisaje parece de piedra gris, intacto?
¿Cómo es posible, amor, que no haya veredas,
plazas, mediodías, milagros, conversaciones simples?
¿Cómo es posible, amor, que la vida sea esto?
¿Cómo es posible, amor, que así los días pasen,
sin moverse, y no podamos salir aún hacia nosotros?
¡Hacia la enamorada libertad pequeñita
que (no sé cómo) todavía palpita
en este encierro de nadie, sin música ni manos!
Así son estos días en que las horas gimen.
Te imagino en silencio. Esperando.
Te imagino angustiada, también, en esta espera
Nada más que conmigo en el recuerdo.
Nada menos que juntos, aún, sobre las lágrimas.
¿Cómo es posible, amor, que hoy sea domingo
y no podamos correr juntos al aire?
¿Cómo es posible, amor, que a pesar de esta ausencia
los lunes amanezcan con las puertas cerradas?
Así son estos días en que las horas gimen.
Solamente unas sílabas de dolor y silencio.
Solamente estos días de goznes herrumbrados.
Solamente esta triste soledad infinita.
Solamente estas horas en que los días gimen.
Si no tuviera este amor lo inventaría.
Nadie puede vivir sin este fuego.
Nadie puede engañarse, como un ciego de nacimiento
que imagina el esplendor del alba.
Este amor me ha dado fuerzas contra todas las cosas,
en medio de la angustia, clavado entre columnas,
desterrado del mundo, perseguido,
difamado, herido de amenazas,
solo como un misterio sin voces ni noticias,
escondido del buitre que sospecha del día.
Nadie puede vivir sin estas llamas,
sin esta combustión invulnerable,
sin esta fiebre solidaria que abomina la muerte,
sin esta primavera que nos abre los ojos,
sin esta leal fragancia que nos abre los poros,
sin esta luz sonora que nos abre los labios,
sin este amor abriéndonos las puertas de la vida.
Soñándote vestida de luceros y alondras,
coronada de pétalos y besos,
No imagino el tiempo ni el espacio
sin que vinieras tú a llenarlos de música.
Enciéndeme en tus brazos.
en tu amor silencioso conocí la ternura,
por tu amor me ilumino más libre aún que el aire.
Tus brazos, atados a mí como un recuerdo,
son esta lámpara que ahuyenta las tinieblas
y esta clave de música que sobrevive en mis ojos.
En esta soledad interminable y húmeda
leo por fin mis pasos, mi escritura, mis sueños.
Te descubro a mi lado, otra vez y siempre, mía.
Te descubro sonriente, llegándome hasta el alma.
la esperanza, la vida, las manos extendidas, el otoño sin márgenes,
el río inmemorial de los amigos,
la libertad sincera, irrenunciable,
de tus besos, tus actos, tus silencios.
CINCUENTA VECES CINCUENTA
De la hermética quietud boscosa y el puntual rumor de los torrentes,
del eco antiguo de las gestas,
la diáfana sonrisa mestiza de unos ojos
-palmera de cristal, la vida-
una crepuscular melancolía en cocoteros de eternidad y silencio,
la vaga cicatriz de la nostalgia,
la dulce monotonía de las tardes de otoño vegetal,
la morena altivez popular de los quebrachos
y las tranquilas extensiones verdes,
de la palabra bilingüe y cadenciosa y terrestre,
de pálidas hogueras bajo la lluvia mansa
y el mítico silbido de oro y matorral en la siesta inocente,
una luminosa explosión de profecías,
forjada para siempre de manantial y roca
y una enamorada primavera de claveles
en sus labios de aroma y agua clara...
¡desde entonces fue haciéndose esperanza y campana,
desde entonces la patria tuvo color y milagro,
sin más sombra que el viento!
pura esencia natural de la mañana,
saludó al universo con sílabas filiales
-melodías de espacios infinitos-,
salió como una flecha de luz sobre los árboles,
dialogó sin misterios en un idioma único,
fue de todos, por fin, como una madre entera,
empezaron los lobos a aullar para apagarla,
gastaron ojos ciegos de espeso líquido,
Navegan todavía esas miradas oscuras
las cloacas inútiles del rencor y del vómito.
¡Alerta, vigilantes del día y su jornada!
¡Alerta, solitarios camalotes enlutados de anhelos!
¡Alerta, ciudadanos de piedra y agua dulce!
¡Alerta, compañeros del humo y la alegría!
¡Alerta, militantes del joven cataclismo!
Está naciendo, como inmenso volcán,
y áspera paloma victoriosa,
una Guarania nueva de pólvora y futuro,
¿Por qué tienen las horas ese color de otoño?
¿Quién ha echado las cartas
de este día difícil y largamente amargo?
No sé cuántas palabras y besos y agonías aguardan a mis labios.
Aquí tenéis en pie mi voz contra el tirano,
a favor de las uvas, la inocencia y la vida.
No tiene más oficio que estar ahí parado
anotando las horas en que viene el lechero,
nos visita el vecino o miramos la luna.
¡Alguien lo puso en esa esquina
y le enseñó a leer al revés el periódico
para disimular su alfabeto traidor!
Yo lo señalo ahora con un dedo de ira
para que no le deis la hora ni el saludo
cuando paséis la esquina.
(Es el que tiene el aliento más triste y los ojos de humo.)
Sé que es un pobre hombre.
y entre todos han hecho inhabitable el mundo.
Maldigo su raza de ratas sifilíticas
y juro que jamás le prestaré un violín.
No podrá persuadirme la muerte cotidiana.
Apartad de mi casa sus signos de ceniza,
su aliento de murciélago, su cráter amarillo.
Ya sé que sus heraldos sombríos multiplican
en ventanas y sótanos, en mercados y sábados,
el olor implacable de sus esquinas húmedas.
A pesar del espía que soborna silencios
y el sabueso de sangre, traición, infamia y lodo.
A pesar del comercio diario del saludo.
Apuesto por la vida, lo nuevo y lo posible,
la cíclica sonrisa de las uvas,
la silenciosa nostalgia fluvial del arroyito,
la silenciosa nostalgia marítima del río,
la silenciosa nostalgia terrícola del mar,
Algunos secretos alfareros están imaginando
¡Cuándo iremos, más allá de las playas
y montes, a saludar el parto del trabajo
nuevo, la sabiduría nueva, la huída de
los tiranos y de los demonios, el fin de la
superstición, a adorar -¡los priméros!-
el Nacimiento sobre la tierra!
Hasta la geografía mudará de colores:
Y los hombres, más niños.
Nadie recordará cómo era el olvido.
Ni habrá tiempo para escupir rencores.
de unas manos unidas por el amor,
el trabajo, la vida y la poesía.
No habrá libros que no puedan abrirse.
Ni cantos mutilados en el trasluz del aire.
Ni labios que no puedan besar como soñaban.
Ni dioses sin los hábitos diminutos del hombre.
Así juntos iremos hacia nosotros mismos.
Embriagados de abrazos, de fragancias, de música.
Tranquilos y expandidos en el sol de los otros
como una patria íntima y una vasta bandera.
La tierra será toda una inmensa mañana
sin aduanas, gendarmes ni fronteras:
unánime materia fluvial y constelada.
Tenaz como la vida, bastión de la esperanza.
esta ansiedad de auroras nos funda y nos congrega.
Invencible, libera de ausencias nuestras huellas.
Y en la memoria teje despacito el futuro.
a Ana María y Carlos Villagra Marsal
y en la penumbra del zaguán
Lo vi venir con sus ojos perversos.
Oí tintinear las esposas en su bolsillo.
Me embriagó su humedad de averiado verdugo.
Los pájaros cantaban aún en la mañana.
CANCIONES : Hazme un sitio a tu lado,/ Epigrama,/ Distancia,/ A la residenta,/ Una antigua sangre,
GESTOS DE GESTA : López, I, II/ La historia empieza en Altos,
PALABRAS A LO LEJOS : El exiliado: I, II, III/ Atardecer,/ Días de Heráclito,/ Lo único gratuito que nos queda,/ Julio Iglesias,
ODAS : Esposas,/ Poemas de la embajada, I, al X,
CANTOS DE ESPERANZA : Cincuenta veces cincuenta,/ Aquí tenéis mi voz,/ Poemas de la libertad, I al IV,/ Elegía a Víctor Jara, I al V/ Canto de victoria, I al V.
MÚSICA PARAGUAYA - Poesías, Polcas y Guaranias - ESCUCHAR EN VIVO - MP3
MUSIC PARAGUAYAN - Poems, Polkas and Guaranias - LISTEN ONLINE- MP3