ARDER, ES LA PALABRA
(1959 – 1961)
Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ
Editorial LUXE
Asunción – Paraguay
1966 (57 páginas)
Queda hecho el depósito que previene la Ley 94.
PRINTED IN PARAGUAY
IMPRESO EN PARAGUAY
Se terminó de imprimir el
día 31 de octubre de 1966,
en los Talleres Gráficos
de la Editorial LUXE»,
Alberdi 446 - Teléf. 8487
ARDER, ES LA PALABRA
Arder, es la palabra de por vida,
la orden secreta dada en la partida
a la paloma no comprometida
la pasión tirando hacia la huida
Arder, es la palabra ya entendida.
VOLAR
Yo puedo volar mucho,
cantar con una voz desconocida y pura,
mover - ¡qué mucho vuelo! -mi antena
también pura.
Cuántas cosas he visto
(el ver es convencerse)
a pesar de mi edad escasa, pero mucha.
-Cosas que son heridas
serias ....,
sufrimientos horribles como hogueras,
alegrías alegres como peces -
A mi me miran, si, a mi me miran
con menoscabo de mi trueno y alas,
con una indiferencia seriamente insistente.
(Sabedlo:
- Es un arma el silencio
para acallar las voces que no cuadran
dentro del sosegado conformismo -)
Y sin embargo hay otras
cadenas que nos ciñen
como lianas desasosegadas;
cadenas que son miedos,
alertas que son rejas.
Al contrario
los héroes resisten los asaltos
de los desordenados gritos roncos
de polizontes con almas de reptiles;
mientras van los traidores
- afeminados de almas -
hacia donde los hombres pierden mucho:
la hombría.
(Qué pasa?)
Mi voz es más: es grito,
Pues bien:
yo puedo volar mucho,
con vuelo único y mío
de fugaz meteoro
que por no ver su herida cada instante
busca vida y amor,
movimiento y espacio
sin cadenas.
TODAVIA LA VIDA
Todavía la vida puede venir un día,
-un día, cómo? -
- no sé, no sé -;
pero un buen día y nuestro,
como un ágil caballo de montaña,
casco duro, de acero, galopar fiero.
-porque la vida hoy se encuentra muerta,
muerta su libertad de aire serrano,
sombra toda de cárcel en su llano-
(Ya no pueden morirse
los hombres por más tiempo,
hacer de su alma triste un gran basalto,
gris como una gran cárcel sin salida).
Nada en una corriente de estampidos
ese desesperado grito humano,
gaviota blanca yendo a la deriva,
con las dos alas truncas por dos balas,
que resiste a morir, que aún no muere,
bañada por la sangre de sus alas...
A lo lejos un eco conocido
no se cansa de dar contra los vientos:
<- Todavía la vida puede venir un día,
-un día, cómo? -
- no se no sé
pero un buen día y nuestro,
como un ágil caballo de montaña,
casco duro, de acero,
galopar fiero-».
EL AMO
Nadie quiere partir con él
en su gran barca negra,
porque el hombre sencillo, ese que lleva
su gran vida desnuda como un trozo de piedra,
lo ha visto en su tarea macabra
de rebanar el cielo, tajo a tajo.
El cielo era la leve
felicidad del hombre.
El amo ha destruido el ala de los pájaros
de la mente benigna,
el sol de la tranquilidad
la frente del poeta;
y ha tirado cadenas
- muchas cadenas torvas-
sobre los hombros humanos,
Cuando no exista el amo - ese que extiende sus raíces
-en otros cuerpos blandos
el hombre podrá decir, por fin:
¡soy libre!
CABALLO
Debes pasar caballo a la llanura,
allí te esperan todas las estevas
que son ahora espadas de arrayanes.
Pasa caballo, pasa a la llanura,
y enciende con tus cascos
- al galopar -
duras arenas de opresión y muerte.
CARTA A UN AMIGO
Desde un tono mayor
que tu dices que tengo,
te hablo, amigo mío, honradamente.
Es que mi voz, rodaja aleteante que faena,
quiere darte un pequeño testimonio
de palabras nomás, en rebeldía.
De lejos vengo y voy no sé hacia donde.
Lo sé: del hombre vengo,
de la pasión de dos seres de carne,
de la raíz animal que nos precede.
Después, el crecimiento blando
de las cosas que integran la memoria:
un ver de asombro y un comprender de hombre.
Un ver de asombro?
- Vidas inapreciables que se amustian
entre exangües paredes de destierro,
bocas que hielan la palabra al punto...,
de pasar los jinetes funerales
que piden dictadura hasta en los aires.
Un comprender de hombre?
-Si, un comprender de hambre que no quiere
ver la vida raida, desflecada,
estirando su carro hacia la muerte. –
Si bien puede la vida transferirnos
pájaros encendidos de alegrías,
comprensibles caballos de entusiasmos.
Por eso lucho, persevero y hablo.
Por la vida que integran nuestros días.
COMO CANTO
Yo tengo el corazón como en la mano
cuando voy a cantar, alguna cosa,
cuando muevo a mi frente a lo sentido,
y sé que hay más de un hombre en mis entrañas.
(Lo sé: mi pacífico aspecto oculta un gran incendio).
Yo canto cuando siento
que es preciso cantar de cara al cielo
no lo triste o baldío que tenemos,
que nos habita corno un cuervo herido
y nos sumerje en agrios muladares
sino cuando la espina del tormento
crece como una lanza de cemento,
y hace del pensamiento golondrina.
Mentir cantando, nunca! Mejor que me silencie,
¡Cantar por dar sonidos, no! Mejor darse a la nada.
Solo cantar si siento que el pensamiento es hondo:
¡un mar ancho y entero, y próximo y sentid!
... Y la guitarra por testigo.
DEJADME, RUISEÑORES...
Apartaos de mí, celestes ruiseñores del ensueño;
os vine persiguiendo con la furia agresiva
de un cazador que aguza sus sentidos
en el sigilo aleve, en la espera enterrada
dentro del corazón,
para que me mostraséis las cosas con
un color de aurora sustantiva,
para que avecindaséis mi espíritu de hombre
a los ensueños vagos donde la vida párase
solo en su primavera.
Os quise ciertamente, celestes ruiseñores,
para que me enseñaséis con vuestro canto leve
si es verdad que se puede
sentirse todo el hombre como un junco
sonoro que cabecea al pie de los vientos que pasan.
Porque por dónde estáis, por dónde,
si solamente siento que una pared de sombras
me tiene prisionero cual un pájaro yerto,
y si en mi voz no hay brillos que simbolicen soles
ni el aire galvaniza mi posición de ave?
Os busqué inútilmente:
mis ojos y mis pies se cansaron vagando
detrás de vuestras huellas más leves y encendidas . . .
Pero hoy ya no os busco.
¡Dejadme solamente que sueñe como un hombre
que sabe antes que nada
que la vida es un ave nutrida con la
avena de los jugos terrestres!
SOY
Soy un hombre sencillo
y en esa sencillez de mi existencia
mi vida es tan redonda como anillo
como simple y redonda es mi presencia.
A veces me requiere la tristeza,
- pena y sollozo, hielos y tormentos
y soy más que una piel con su dureza,
y menos que una sombra con su viento:
- hombre que se madura, cae y empieza . . .
Otras veces me crece la esperanza,
me crece la pasión de ser un canto:
¡águila azul que vuele en lontananza,
grito desorbitado porque es tanto!
(¡Si le invadiera al canto la pujanza...!)
Pero siempre me entrego a lo sencillo
igual que hace consigo el campesino
que es parco en el hablar aunque el cuchillo
hable a veces por él frente al destino
recto y sinceramente, que no hay brillo.
Y así mi vida asciende su camino . . .
EL AIRE DEL MOMENTO
Pasando está el momento de esta hora
y yo que espero tanto
del futuro y del tiempo que se apee
de un caballo en la puerta de mi vida
me torno triste y pienso en lo que falta
por hacer en el huerto de mi alma.
¡Cuántos proyectos pídenme sus cuerpos,
el aire y el contorno de sus alas,
y el que los lleve en un rumor: el viento,
que yo al sentirlo siento no ser muchos
hombres que se han reunido en uno solo!
PRESENCIAS Y PAISAJES
EL PARAGUAY, MI PADRE
El Paraguay, mi padre,
padre de tantas selvas, de tanta arena roja,
guerrero padre mío,
me transfiere su arena.
Muda en mí sus soldados,
su viento flagelante,
su maúser sobrehumano.
Y más:
transfiéreme, su tosca
naturaleza y venas.
(Fornida geografía de arroyos y de entrañas.)
Y el Paraguay, mi padre,
fecundísimo padre de estas tierras,
pide que yo me exprese
con su voz de gigante ...
(Difícil es. Deseo.)
TANTOS CAÑONES... .
Tantos cañones
ya arrastró mi pueblo,
en tantas guerras con temblor de escarchas,
que hoy sus manos
de breñas y dehesas,
es carne de rumor y de troneras.
Los llevó
por los montes salvajes de su tierra,
por entre los ecuestres altozanos de piedra,
entre esteros de brozas y aguaceros,
vadeando, además, ríos fatales.
...Y arriba, siempre un sol, que ruge o hiere.
Tantos cañones
ya arrastró mi pueblo,
que hoy ya quiere arrastrar otros cañones
por entre los eriales de su tierra:
- Fraternales cañones: ¡los tractores!-
HOMBRES VEGETALES
Son hombres vegetales los que inundan
estas robustas tierras desiguales,
que al acercarse a un bosque se circundan
de «pii-pu» densos, de un amor con sales.
Son hombres de una raíz como en letargo,
hombres buenos, enérgicos, callados,
que a las guitarras dan un lento y largo
sufrimiento de machos denodados.
(- Lo vegetal es siempre casi oscuro-)
(- Y el hombre es palo seco, rescatado de su prisión con cercos sin iguales-)
Y son los hombres verdes porque un puro
verde les da un furor desaforado,
y mucho trueno de madera y cales...
PAISAJE
Graznidos de agoreros por entre los ramajes.
Lámparas y pistolas, cinturones y botas.
Labradores que sienten no incendiarse en volcanes.
Capitanes que intentan ganarse unos galones.
Ciénagas que se extienden felinamente ocultas.
Barbechos que se arañan de silencios y hojas. Cerrojos que no humillan sus torvas reciedumbres.
Poetas que se visten camisas de juglares.
Y una voz que de prisa cabalga sobre el aire:
-Un «nosotros» nos pide el tiempo desde ahora-
-Caballos a la acción y rumbo a nuestros gestos-
(Por de pronto las horas
duermen
a orillas de una hoguera.)
LAS BOTAS SON SILENCIOS
Pisan las botas, pisan
cabellos, celosías,
sentimientos, sentidos,
poesía en cien hojas
(¿serán las mías, cojas?)
pues nada tienen ellas,
mas que cercas y horcas,
cercas que ya son rejas,
horcas que ya son ésas...
Hablando seriamente:
-la carreta es edad feudal que impone
castigos tremebundos
a los sentidos:
mirar, callar, sentarse como un muerto,
con un mutismo eléctrico,
sin ojos –
Mi paisaje es tremendo,
-silenciosos silencios, muertos como de muertes…-
Las botas son silencios
que pisan como locos.
Todos no piden: pocos.
EL FUSIL
Arrastra este fusil furiosos dientes,
soles con iras, pólvoras con hambres,
que en las batallas siembra sus enjambres
con cinco balas de silbar ingentes.
Balas que piden sangres de soldados,
esqueletos de yesos resonantes,
con sus agudos gestos humillantes
y sus gatillos que se dan airados.
Nadie víve a su sombra: sólo el muerto,
muerto que se sostiene sobre huesos
desvanecidos bajo un sol incierto.
Después, después, su áspero luz de excesos
picoteando sobre su pecho abierto
para dejar los miembros, duros, tiesos.
CARCEL
Es el robo del aire
la que consuma esa cerradura
al dar esta mensura
de servil prepotencia
a la cárcel que está
armada de insolencia.
Cómo sumar la cantidad de hombres
que se, vieron atados
por sus muchos candados
-hierros que no nos sirven ni con sus mismos hambres –
-a sus tétricos cuartos
de una presencia fiel a los lagartos?
Aíre solar, estéril como un piso
de piedra muerta y cruda:
ya ves que nada pudo tu barbuda
cara de un solo aviso;
¡callar como lo hacen
los que acostados ya no se mueven, pacen ... !
LAS TELARAÑAS
Un movimiento triste que trajo telarañas,
que avanzó como un blando
líquido de lagañas,
quedóse aquí en su mundo
de opacidades hondas.
.. Y entonces todo a oscuras:
el día aquél, las aves en sus frondas,
los martillos que tienen formidables facturas,
los versos que se airan con las las redondas,
la tierra toda, el aire, mi persona…
De mayordomo oficia aquella araña
sentada muellemente en su poltrona ...
¡Cuánto dolor me causan las cizañas,
(su hija, la mirada que inspecciona)
cuando me pisan todos sus zapatos!
Y yo que siento mucho por al lado,
siento crecer espadas, voz y hazañas,
pájaros entusiastas y pesados,
para abatir la red de las arañas.
--...que son ellos mandíbulas de soles!-
EL POETA
Resolar el poeta,
pájaro de noval,
no puede hablar ligero
ni claro como el sol.
-Es que varias pistolas
de metal agresor,
le apuntan por siquiera
resolver su canción
en fuego ya cercano
quo nos venga a mirar
-Pero él ahora quiere más:
-convencer o animar,
avisar o mostrar—
(¡Ay , llama masculina
que al poeta le das
-si amotinado está-
vozarrones de mar ...)
Resolar el poeta,
pájaro de naval,
debe amenguar su canto
un tiempo temporal.
Ya cantará -si canta-
con una voz mayor
desde aquella serena
flor del cañaveral.
Y bien por hoy:
-El tiempo no respeta
los cedazos del mal-
LA CAMPANA Y LA ALFOMBRA
En la sombra villana
pelea una campana
contra una sucia alfombra
que tira y apalea.
Yo no sé porque entra
la campana en pelea
contra alguien sin trono
que no grita ni truena.
¿Será porque habillta sus pies para el encono
del sol y la azucena?
¿Será porque pateó al girasol
día a día y mes a mes?
¡Si!, porque golpea
-hasta ahora-
a la misma azucena
con sus pies de patrono.
Porque toma alcohol para ser buen arnés
de última ralea,
y pistola y cadena.
—Por eso la campana
contra la sucia alfombra
pelea con su tono-
PUEBLO
1
Le dieron los famélicos aullidos de la muerte,
alertas formidables de ya fornidos dientes
de maúser que no sabe sus verdaderos frentes.
Mostráronle una hoguera terrible en su elemento,
y más: tirándole a su cara de cetrina
evidencia,
hombres que se andan siempre con toda su insolencia.
Le enseñaron los muertos, los muros
que se apenan de ver tantas cadenas, tanto tanto sosiego
caidos como avanzan sobre algún buen labriego
Le torcieron su rumbo, su enérgica palanca
hacia un helado prado que vé lo insoportable.
(-Si un pueblo se hace piedra se vuel-ve irrefrenable—)
2
Todo con él se puede, con él se puede todo
vaciarle un metrallazo, golpearle con un sable,
hasta que su presencia se mueva en su gran modo.
Poderoso en su arranque, subitáneo en en su encono,
nadie podría entonces arrojarle a la sombra,
si hasta su voz se muda de camisa y de tono.
Ay, ya entonces de aquellos que hiciéronle rasgúños
porque el pueblo en gigante, en gran río que avanza
les dará la catástrofe que se aduerme en sus puños…
AL MURO CIUDADANO
Solo al muro le está dado decir:
“!Abajo los tiranos!”,
porque nadie le puede
torcer, encarcelar las manos,
ni lentamente urdir
su muerte soberana.
El está en la semana
parado como un rígido soldado
cumpliendo una misión de fuerza y vida,
para decir que el pueblo no está helado,
que hay una juventud atenta y aguerrida
que al, porvenir lo atisba en su ventana.
Muro propalador,
¡cuántas verdades propaga tu pintura cotidiana,
que el pueblo sabe entenderlo en tus mensajes
con rumores humanos de oleajes!
(Firme sigue en tu voz de piedra:
“¡Abajo . .” cuya evidencia es casi sobrehumana . . )
DESTINO
Vuela mi corazón hacia ese grito
-víseras de palabras resonantes-
que no lo pido en balde, que lo habito,
hoy que la patria vive en sus errantes
arrojados destinos como guantes.
Sublevo mi cabeza y mi destino,
mi destino ante todo, mi voz seguidamente,
al ver que muchos sufren por debajo y enfrente.
¡Oh, lo triste que existe en ese remolino
de trigo repelido, de esperanza sin tino!
Es preciso mover al mundo que está en celo,
al mundo que se inunda de impávidos colores:
negro, ante todo, negro, sobrino del pañuelo,
de caja que se esfuma entre llantos y flores.
¡Matar la muerte!, es lengua de rectores.
¡Hacer torres de vidas,
vertiginosamente indetenidas!
¡Mover todo el subsuelo poner todo en revuelo,
y dar aire a las alas aguerridas . . !
Sublevo mis sentidos, y ante todo al destino
que muévese en mi pluma de mil modos,
al ver que el hombre es triste acerico de lodos.
¡M acento quiere hoy lo jacobino,
y un grande sol y un viento que es de todos . . .!
PALABRAS PARA EL POETA
Así como la savia asciende hacia las hojas
eres así movido de entusiasmos,
poeta de secretos, que hoy arrojas
gritos al hombre, ráfagas vivas, ejes
de cantos, botas a los varones, pasmos...
Dile al mundo, al mundo que no escucha
sino cuando se grita con la sangre,
que no muera en la sombra mientras lucha
contra aludes de penas que caducan,
porque ya alguien llega
a batir el desangre,
el martirio que es ancho, los males que no educan;
y díle que el poeta asesina el marasmo,
penetra en la semilla para ejercer su eje,
que mira, ve y escucha . . .
Y mientras tanto pide
lavas a los acentos, sedas pero de aceros,
entonaciones duras,
tiro al fusil, y vientos . . .
POEMAS AL SOL
COMO MI CORAZÓN
Como mi corazón
no tiene bridas el sol
y duerme en cualquier parte
sobre el cielo.
¡Carbúnculo de fuego
sobre el zarco extendido del espacio,
tumor de llamas vivas
rodando entre los muslos de la arena!
Como mi corazón que no descansa
el sol funda su fuerza
sobre el fuego.
VERANO
Fogozo y varonil el sol transcurre
sobre la tierra que girando vive.
En un entremorirse están las hierbas
con estremecimientos casi humanos.
Van pasando los pájaros de hojas
hacia las ramas que cobijan sombras.
Aletean los arboles cegados
por el terrible resplandor que brama.
¡Verano: fuego puro que se aira,
alcándara de llamas que nos lame!
Rumbea el hambre casi exangüe y débil
hacia las sombras que se fingen fuertes.
SOL SUCIO
Sucio el sol.
Tenebrosa la vida entre las sombras.
Los pájaros de la voz humillados.
El amor apagado.
Sucio el sol y entre rejas
de bandidos con voces de sargentos.
Y sobre el país esa jauría
cual un terrible cielo muerto.
Raído y sucio el sol.
Prostibulario.
SOL DE FEROCIDADES
Transmite el sol feroces resoplidos,
de sangres y gargantas animales,
que rugen por adentro como males,
y que al batirse inician sus aullidos.
Fornido sol que invierte sus furores
como un león de zarpas y melenas,
que pone rabias, garras y gangrenas,
en manotazos fértiles, peores.
Son manotazos de animal cegado
por el fuego ancestral, indefinido,
que va inundando viseras y venas,
y razones que inclinan su peinado.
¡Sol que a esta tierra presta sus bramidos
de fuegos, hierbas, truenos y azucenas!
SOL AGRARIO
Tiene un sabor agrario mi amor esta mañana
hacia ese sol que arroja sus lavas diluidas
sobre la tierra honrada que otorga sus riquezas,
a los hombres que invierten sus feraces sudóres.
Terrible es la insistencia de sol esta mañana,
caballero de fuego que agita sus relumbres,
sus centellazos fieros por todos los lugares,
y en su terrible modo de enconar las hogueras ,
el mundo es mas bien llamas de soplos y chirridos.
SOL EN EL ROSTRO
Me pasa por el rostro,
el sol,
su hermosa y amarilla
espiga líquida . . . ,
y siento una alegría
de chiquilín salvaje,
de muchacho que impone
a la razón
sus rudas volteretas,
(Vuelan los aviones como espumas,
y los pájaros vuelan y las nubes…)
Yo siento una alegría
dinámica y guerrera
porque el sol me ha prestado
su astronómica lumbre
para matar las sombras
que el alma a veces crea.
(¡Vuelo como si fuese
una paloma ardiendo!)
EL SOL DE AMANTE
Con un aguijonazo de amante incon tenible
el sol le da a la tierra fecundidades fuertes.
Es un amante incierto, pero ardoroso y ciego,
que a veces se resiste a la visita y huye.
Vagan entonces nubes espesas y difusas.
Vuelan entonces aires de cerradura y agua.
Es el invierno trémulo -cedazo de humedades-
padre del pensamiento que no es liviano, es hondo,
y que a los días tira desenfrenadas lluvias.
(¡No somos hijos tuyos, invierno pro-celoso!
¡El sol en nuestra sangre tiene prerrogativas
de incisivas rudezas y descarnadas lumbres,
pues a veces llameamos por nuestra carne y huesos
como un volcán pequeño, de pirotecnia y humo!)
El sol es un amante severa en el estío
que deja en el invierno sus lujuriosas ansias.
-La tierra entonces es hembra rendida y agotada
que aquieta sus impulsos bajo el sol...
DE LA LIBERTAD Y EL MIEDO
AH, LIBERTAD QUE ES HORA
Sin ti el pueblo muestra como un museo muerto
sus valles, sus ciudades, sus aldeas pequeñas;
sus aldeas pequeñas que duermen con sus siglos
de lentitud y sigilo,
de casas silenciosas que se tuestan al sol como lagartos ...
Sus valles son heridos por letanías viejas,
de penas que trasuntan ese vivir de muerto,
media mitad de heridas, otra mitad de sombras,
que arrastra una cadena tan pesada que es poco
el peso de algún mundo cayendo a nuestra mano.
Sus ciudades son casas que cierran sus ventanas,
sus puertas que se sirven de cerraduras toscas,
y son sus hombres duras incertidumbres vivas,
pedazos de silencios, herraduras de miedo.
Ah, libertad que es hora
de verte como ráfaga rugiendo por los valles,
por las ciudades muertas y las aldeas hoscas ...
COMO ATAUDES O TUMBAS...
Como ataúdes o tumbas son las casas
donde el hambre agredido
perpétuamente por los malos vientos
se esconde . . .
detrás de sus más mínimas solapas.
El miedo le ha barrido sus horarios
de pequeño animal despreocupado
y destruyóle su ración de cumbres ...
El despotismo arroja podredumbres,
silencios sin segundos,
y latigazos de furor, y varios ...
Las casas son ataúdes o tumbas dondeel hombre
allí en su propia cama se guarece
detrás de sus solapas reducidas
como un pequeño ser sin sexo y nombre
donde el temor le dictan sus latidos.
AÑOS MUERTOS
Todos estos años muertos
entran por mi camisa de joven laureado por el miedo,
y van mostrándome
detalles de pequeñas muertes juntas.
¡Oh, el silencio que aplasta
mi lírica materia de poeta,
de poeta que estira
como en desgano todas sus antenas!
Que mal me siento yo
-¡qué mal ya nos sentimos todos juntos!-
en medio de estas horcas,
de cuerdas jabonosas que se anudan
a la raíz del cuero,
con criminosa lentitud de ofidio!
Si fuera dádonos
la libertad, ¡la libertad!
que pueda
hacer de nuestras fuerzas
pequeños aeroplanos
de inenarrables vidas . . .
LA LIBERTAD
La libertad,
oh mundo, necesito
para poder batir mis reciedumbres . . .
Tan ágil, tan segura de sí,
tan hábilmente,
la libertad que esparce el dinamismo
de los gestos rotundos,
como un rotundo beso que se deja
en prueba de un amor
recio y profundo.
La libertad,
la mía y la de todos,
la que nos pueda dar
vidas de hombres,
cielo de vastedades
y herramientas de aves.
EL MIEDO-PAN
El miedo- pan de nuestros días,
de ese que está presente en nuestra vida,
de ese que marcha erguido en mi sombrero,
de ese que se convierte en nuestra herida . .
El miedo-pan que es duro porque es miedo,
en que en llegando abate o nos derriba
o tira nuestra sangre con su herida
hacia la incertidumbre de la nada ...
¡Qué duro el pan del miedo en nuestra vida!
...que debe ser tirado,
perseguido, herido y acabado.
EL POBRE HOMBRE
El pobre hombre aquel
que no conoce nada de poesía,
que no conoce nada de estos cantos,
de la palabra con latir de fraguas,
de la pasión vigente en la palabra,
de la vocal sutil como paloma,
de la palabra anexa a la palabra.
Pero...
si no le transfirieron las imprentas,
si no le destinaron las palomas;
pero . . .
si a las palabras le tapiaron lobos,
si a la garganta le desatendieron;
pero . . .
si con fusiles le tendieron trampas,
y le dieron la muerte antes que nada,
y le hicieron crecer barbas de muerto.
El pobre hombre aquel
que no conoce nada de poesía,
que no ve como crece la palabra
hacia un laurel palabra que no muere.
***** COMENTARIOS Y ANÁLISIS DEL POEMARIO *****
ARDER, ES LA PALABRA
Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ
Texto de AUGUSTO CASOLA
Sostengo en las manos un libro, más bien un cuaderno en edición económica, amarillento, con solapas donde se reproducen las opiniones de personas de diferentes latitudes entre las que se destaca el nombre del poeta Elvio Romero, quien expresa: "...Me gustaron tus últimos poemas. Pienso que estás con el instrumento afilado para que nos des un bello libro; siempre creo que eso cuaja en un esforzado trabajo que no debe abandonarse un minuto". El autor tiene entonces, 26 años y, mirando en retrospectiva, no hay duda que siguió al pie de la letra el consejo recibido, porque yo, como tantos que soportamos el llamado exilio interior, nos vemos reflejados en Todavía la vida" (8) que dice:
Todavía la vida puede venir un día,
(...)
Porque la vida hoy se encuentra muerta,
(...)
Nada en una corriente de estampidos
ese desesperado grupo humano,
gaviota blanca yendo a la deriva,
con las dos alas truncas por dos balas,
que resiste a morir, que aún no muere,
bañada por la sangre de sus alas...
Eran otros tiempos. En el Paraguay está consolidado el poder de Stroessner y se apagan las voces que, en los albores de la dictadura, se elevaron en contra de la que llegó a ser, después de la cubana -y la menciono pese a la manifiesta simpatía de Luis María Martínez hacia las ideologías de izquierda, porque es un hombre sensato e inteligente que sabrá valorar mis palabras en su verdadera magnitud-, la dictadura más larga en América del Sur.
Eran los días de la delación, de la persecución implacable contra quienes no aceptaban incondicionalmente el proceso de endiosamiento al dictador. Días cuando la tortura era reconocida y aceptada por los autodenominados paladines de la democracia y la justicia, defensores del mundo occidental y cristiano amenazado por las hordas del comunismo apátrida y ateo -como repetía cada noche el programa radial La voz del coloradismo-. Eran los días en que la CIA instruía a los torturadores en seminarios internacionales como el que se ilustra en la película "Estado de sitio" de Costa Gavras, que nunca, hasta hoy, se exhibió en el Paraguay.
Eran los días de la policía montada, encargada de repartir bayonetazos, de los pyragüe conocidos como Guardia Urbana, caterva de malandrines y borrachos, cuya palabra era suficiente para encerrar a cualquier sospechoso en las cavernas del Departamento de Investigaciones de la Policía, de donde a veces se salía vivo, otras no. Eran, en fin, los días de miedo, cuando opinar en contra del régimen constituía un pecado mortal y el disentir se equiparaba a un crimen. En los días de ese año de 1966 escribe el poeta en la tercera parte del libro a la que llama De la libertad y el miedo, El miedo pan (56) que muestra las circunstancias en que la vida se desarrollaba entonces en el Paraguay:
El miedo-pan de nuestros días,
de ese que está presente en nuestra vida,
de ese que marcha erguido en mi sombrero,
de ese que se convierte en nuestra herida...
El miedo-pan que es duro porque es miedo,
En que llegando abate o nos derriba
O tira nuestra sangre con su herida
Hacia la incertidumbre de la nada...
¡Qué duro el pan del miedo en nuestra vida!
...que debe ser tirado,
perseguido, herido y acabado.
Existen dos tipos de miedo: el que crea uno mismo, porque sí, porque quiere sentir esa extraña química a que da origen y por algún tiempo consigue abstraernos de la realidad, con la alternativa de la imaginación, como ocurre con las películas de terror, llena de las posibilidades espantosas de que algo pudiera estar oculto tras la puerta entrecerrada de una mansión semiderruida. Es resultado de una imaginación desbocada, infantil, donde el horror surge desde adentro, desprejuiciado y cruel a causa de esa capacidad de imaginar lo inimaginable, que resucita y da vida a lo que no la puede tener. Fantasmas ubicuos que habitan en las oscuras cavernas de la mente y no dejan secuela.
Y está el otro miedo, el que no adquiere forma específica ni aspecto fantasmal, el miedo animal, que se origina y persiste en el interior de uno mismo, ya no en la mente sino en los tejidos del cuerpo, miedo que hiela las entrañas a causa de una mirada que se captó al pasar, en esos ojos desconfiados y malignos. Es el miedo ubicuo que flota en el ambiente donde cualquier palabra, cualquier opinión puede ser utilizada en contra de uno. Ese miedo ya no es producto de la imaginación. Se gesta en objetos tangibles como las referencias dichas en voz baja, las amenazas veladas, la hiriente sospecha de que el amigo que nos escucha puede ser un delator. Es un miedo que crece y paraliza. Unos pocos se atreven a elevar la voz, a decir las verdades evidentes pero silenciadas, pero cada vez son menos. La mayoría prefiere callar y seguir su camino. Apartar la vista. No ver.
Creo que con este libro, Luis María Martínez consolida su calidad de poeta social y marca con trazo firme cuál será el objetivo de su vida literaria. En el poema Todavía la vida (8), el autor parece contar con la esperanza de que en un tiempo no muy lejano, la vida puede venir un día, día que nunca llegó y que al parecer, nunca va a llegar a este nuestro país, condenado a la prisión perpetua de la ignorancia y el desamparo, a la más ruin mezquindad de quienes se hacen cargo del timón, en tanto la vida nada en una corriente de estampidos /ese desesperado grito humano, /gaviota blanca yendo a la deriva /con las dos alas truncas por dos balas [...].
Por momentos, dentro del esquema de su lucha -esto lo encontramos varias veces- el poeta alza vuelo y con un aleteo se acerca a alturas más limpias, separadas de las esponjosas miserias que flotan en el aire denso de cada día. Un ejemplo es Como canto (14), donde nos dice: y sé que hay más de un hombre en mis entrañas.
Yo tengo el corazón como en la mano
cuando voy a cantar, alguna cosa,
cuando muevo a mi frente a lo sentido,
y sé que hay más de un hombre en mis entrañas.
(Lo sé: mi pacífico aspecto oculta un gran incendio).
Yo canto cuando siento
que es preciso cantar de cara al cielo
no lo triste o baldío que tenemos,
que nos habita como un cuervo herido
y nos sumerge en agrios muladares
sino cuando la espina del tormento
crece como una lanza de cemento,
y hace del pensamiento golondrina.
Mentir cantando, nunca! Mejor que me silencie,
¡Cantar por dar sonidos, no! Mejor darse a la nada.
Sólo cantar si siento que el pensamiento es hondo:
¡un mar ancho y entero, y próximo y sentido!
...Y la guitarra por testigo.
Sin duda, en todos nosotros hay más de uno que busca asomarse a la vida.
En la parte identificada como Presencias y Paisajes, aparece un soneto, de los que le gusta al autor incluir en medio de su enérgica manera de expresión libre y que al ejercitar la pluma en los endecasílabos, no hace otra cosa sino señalar que un poeta debe conocer el manejo de las palabras. Ahí van dos poemas:
EL FUSIL (26)
Arrastra este fusil furiosos dientes,
soles con iras, pólvoras con hambres,
que en las batallas siembra sus enjambres
con cinco balas de silbar ingentes.
Balas que piden sangres de soldados,
esqueletos de yesos resonantes,
con sus agudos gestos humillantes
y sus gatillos que se dan airados.
Nadie vive a su sombra: sólo el muerto,
muerto que se sostiene sobre huesos
desvanecidos bajo un sol incierto.
Después, después, su áspera luz de excesos
picoteando sobre su pecho abierto
para dejar los miembros, duros, tiesos.
CÁRCEL (27)
Es el robo del aire
la que consuma esa cerradura
al dar esta mensura
de servil prepotencia
a la cárcel que está
armada de insolencia.
Cómo sumar la cantidad de hombres
que se vieron atados
por sus muchos candados
- hierros que no nos sirven ni con sus mismos nombres-
a sus tétricos cuartos
de una presencia fiel a los lagartos?
Aire solar, estéril como un piso
de piedra muerta y cruda:
ya ves que nada pudo tu barbuda
cara de un solo aviso;
¡callar como lo hacen
los que acostados ya no se mueven,
pacen...!
Fuente: LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA. Por AUGUSTO CASOLA. Editorial ARANDURÃ, Asunción – Paraguay. Agosto del 2012 (244 páginas)
OTRO COMENTARIO SOBRE EL POEMARIO
"ARDER, ES LA PALABRA"
«... para hacerle llegar las felicitaciones del Señor Rector Carlos Sánchez Viamonte, y en el mío propio».
Aleida González, Dpto. de Relaciones Públicas y difusión.
Facultades de Estudios Sociales Joaquín V. González, Buenos Aires, Rca. Argentina
«Ráfagas de la tierra, Armadura fluvial y Arder, es la palabra, vienen a enriquecer la presencia poética del Para guay. Paraguay es una tierra de lirismo y sentimiento y necesariamente su poesía tiene que ser válida».
Joaquín de Montezuma de Carvalho, Lourenzo Marqués, Mozambique, África
«Arder, es la palabra, ¡cuánto ya se expresa desde su pórtico encendido! Son sus poemas todo un feliz encuentro con la imagen poética, exacta para el contenido total del libro, por donde sus flamígeras ideas pasan, reverberan, cortantes relámpagos en el delirio de la pasión creadora, sin cuyo delirio no es posible la fábrica del verso. Es un cálido libro de rebeldía y de sincera pasión: de acendrado amor a la libertad y de amor al prójimo que sufre aire sofocante de odios, envenenado. Pero lo interesante, además, en sus versos, es lo que el lector perspicaz puede leer entre líneas y que con inteligencia de artista, de poeta, deja como velado en el misterio, porque es el misterio de la esencia de la poesía como lo es de la vida, también, para el hombre que no ha podido descifrarlo ni creo que pueda descifrar el porqué de su origen, enfrentándose entonces a ese otro grande misterio indescifrable: Dios...
»Arder, es la palabra, están llenos de fuego, de pasión, de resonantes armonías metálicas; las palabras son ascuas quemantes en muchas ocasiones y definen su posición de hombre poeta frente a la injusticia, al desequilibrio de las cosas, al torbellino egoísta del mundo. Es, pues, una gallarda bandera, un fulgurante grito de protesta, con toda el ansia de libertad y de amor, a que puede aspirar el hombre para el armonioso desenvolvimiento de sus facultades intelectuales, lo mismo de la sociedad de que forma parte, no ya limitada a determinadas fronteras, sino expandiéndose hacia la humanidad».
Artigas Milans Martínez, Salto, Rca. Oriental del Uruguay
«... ¡le toca hoy el turno de ser leído y de ser admirado! Veo en su obra la imagen realizada del título».
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Sigfrido Radaelli, Fundación Testigo, Testigo, Revista trimestral, Buenos Aires, R. Argentina
LUIS MARÍA MARTÍNEZ, Arder, es la palabra, Edit. Luxe, 60 págs., Asunción, Paraguay, 1966. Día Primero (1956), Poesía (1960), Armadura fluvial (1961), Ráfagas de la tierra (1962) son los títulos anteriores publicados por este poeta del Paraguay, de los dos últimos hicimos comentarios en sus respectivas oportunidades, especialmente del tercero que nos llamó la atención por la forma en que el autor aprovechó el gran río Paraguay como posibilidad de canto, de inspiración, al margen de que su proyección fuera épica o lírica.
LUIS MARÍA MARTÍNEZ, nacido en 1933, nos recuerda, por el sabor terrestre de lo que escribe, a sus paisanos Elvio Romero y Augusto Roa Bastos, tanto en los libros citados como en el presente su constancia sobre la patria es una innegable característica. Ahora bien, vale señalar claras diferencias existentes entre los títulos anteriores y Arder es la palabra, éste descuidado en la impresión tipográfica y no parejo en la calidad expresiva, permite adivinar a un artista más consciente de su realidad y, quizá por ello, sumido en reflexiones de angustia y preocupación: así los poemas actuales no sólo nombran paisaje y cielo, caballos y barbechos, cañaveral y «hombres vegetales», sino que también expresan que «ataúdes o tumbas son las casas», que «todavía la vida puede venir un día», o bien: «mi camisa de joven laureado por el miedo», «famélicos aullidos de la muerte», «una pared de sombras me tiene prisionero» y «¡Qué duro el pan del miedo en nuestra vida!».
Sin embargo, poeta sensible y decidido, Luis María Martínez ha definido tal vez su actitud en el título de su libro, ha comprendido que Arder, es la palabra, entrar en combustión para servir, consumirse para iluminar, comprometer al verso para que diga lo que capta en la tierra paraguaya, escribir poemas como «El amo», «Cárcel», «El fusil», «Las botas son silencios», «Ah, libertad que es hora», «Pueblo», «El muro ciudadano», y otros que enaltecen al autor, como el que concluye con estos versos:
«Mentir cantando, ¡nunca! Mejor que me silencie.
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Cantar por dar sonido, ¡No! Mejor darse a la nada.
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Sólo cantar si siento que el pensamiento es hondo:
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¡un mar ancho y entero, y próximo y sentido!
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... Y la guitarra por testigo».
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Mauricio de la Selva, Cuadernos Americanos, Año XXVI, N.º 2, marzo-abril de 1967, México, D. F.