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LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PARAGUAYA (POEMARIOS, NOVELAS, CUENTOS, TEATRO y ENSAYOS)
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  Obras en exposición
TABLA DEL CONTENIDO DE LA AURORA - ENCICLOPEDIA DE CIENCIAS, ARTES Y LITERATURA, 1860
ENTRA-MAR -Antología poética - Tomo II - Con la participación de la escritora paraguaya ESTELA KOBS - Año 2019
UNA ANTIGUA SANGRE, AQUÍ TENÉIS MI VOZ - Poesías de: JUAN MANUEL MARCOS
GABRIEL CASACCIA (1907-1980) - Por VÍCTOR-JACINTO FLECHA
HERMINIO GIMÉNEZ  Viento del Pueblo - Autor: ARMANDO ALMADA-ROCHE - Año 1996
LOS FUEGOS DEL ALBA, 1985 - Poemario de VICTORIO V. SUÁREZ
LA MEDIOCRIDAD - Novela de GABRIEL ARISTÓTELES MOSQUEIRA CÁCERES - Año 2006
SONIDOS DE MI TIERRA - FASCÍCULO Nº 8 - EMILIO BOBADILLA CÁCERES - LUIS SZARÁN
BAJO EL SIGNO DE MARTE - CRÓNICAS DE LA GUERRA DEL CHACO, 1975 - Por JUSTO PASTOR BENÍTEZ
MADAME LYNCH - UNA REINA SIN CORONA, 2009 - Novela de NELSON AGUILERA
 

LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PARAGUAYA (POEMARIOS, NOVELAS, CUENTOS, TEATRO y ENSAYOS)


Historia

LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PARAGUAYA

(POEMARIOS, NOVELAS, CUENTOS, TEATRO y ENSAYOS)

BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PORTALGUARANI.COM



El PortalGuarani.com es un espacio cultural cuyo único objetivo es la difusión de la cultura paraguaya a través del Ciber Espacio. Comenzamos nuestro trabajo en el año 2008 y a partir de ahí fuimos buscando nuestra propia identidad, tanto de contenido como de estructura tecnológica.

Nos consideramos recopiladores del Genio Cultural Guaraní. El Portal como tal, no tiene opinión propia, o sea, trancribimos textualmente el contenido de los documentos publicados y en todos los casos se consignan las fuentes del material, como ser su nombre, autor/ autores, editorial, prensa escrita o espacios en la web. Los derechos autorales en todos los casos pertenecen a los autores de los documentos o a las editoriales.

Hemos creado un ABCdario donde se agrupan todos los autores de literatura, ciencias, historia, compositores e intérpretes de música paraguaya:


GALERÍA DE LITERATURA, HISTORIA E INVESTIGACIÓN DEL PARAGUAY


El espacio de cada autor se compone de dos cuerpos principales, el lugar donde se registran sus datos biográficos y otro donde se agrupan las obras de ese autor incluidas al PortalGuarani.com.

Es importante destacar, que varios espacios, tienen datos desactualizados, pero solo pueden ser modificados previa inclusión de nuevos materiales o por pedido de los mismos autores.

La elección de los materiales a ser incluidos se realizan al azar, salvo que contemos con el apoyo de los autores, y sean ellos los que nos indiquen que, como y cuanto agregar a sus espacios.

Hemos agrupado en otra Biblioteca Virtual los documentos que tengan contenido en nuestra lengua materna, el GUARANI:


IDIOMA GUARANÍ - POESÍAS - MÚSICAS - ESTUDIOS - ENSAYOS - DICCIONARIOS


La estructura de la Galería de Literatura, fue armado considerando el excelente trabajo de entre otros: TERESA MÉNDEZ-FAITH, VICTORIO SUAREZ, SUSY DELGADO, JOSÉ VICENTE PEIRO BARCO, LUIS MARÍA MARTÍNEZ, MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ, HUGO RODRÍGUEZ-ALCALA, DIRMA PARDO DE CARUGATI, RENÉE FERRER, ROQUE VALLEJOS, VÍCTOR BOGADO AYALA, RAÚL AMARAL, JOSEFINA PLÁ, POESÍA PARAGUAYA de ARAMÍ EMPRENDIMIENTOS, SINFORIANO BUZÓ, CARLOS R. CENTURIÓN,


La SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY (S.E.P.), fundada el 11 de octubre de 1987, y es una asociación civil sin propósito de lucro, que nuclea a profesionales de la creación literaria. También tiene un espacio propio dentro del Portal: SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY.

Otra entidad civil que agrupa a nuestros autores es el PEN CLUB DEL PARAGUAY, respondables de la edición de la Revista del PEN CLUB PARAGUAY. El enlace a su espacio dentro de la Galería de Literatura es: PEN CLUB PARAGUAY.


Existe otro espacio que agrupa a las Editoriales y Grandes Librerías de Asunción (La selección fue al azar, de acuerdo a los materiales a los que accedimos, no obstante se irá ampliando de acuerdo a los datos que nos faciliten las empresas interesadas): EDITORIIALES PARAGUAYAS , donde a Octubre del 2014 figuran las siguentes empresas:


* . CAPEL- CÁMARA PARAGUAYA DEEDITORES, LIBREROS Y ASOCIADOS ;

*. EDITORIAL SERVILIBRO ;

*. EDITORIAL EL LECTOR ;

*. ARANDURÃ EDITORIAL ;

*. INTERCONTINENTAL EDITORA ;

*. CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA- CEADUC ;

*. MARBEN EDITORA & GRÁFICA S.A. ;

*. GRUPO EDITORIAL ATLAS ;

*. EDITORIAL DON BOSCO ;

*. EDITORIAL F 17 ;

*. EDITORIAL LINA S.A. ;

*. ALCÁNDARA EDITORA ;

*. EDITORIAL TIEMPO DE HISTORIA ;

*. EDICIONES NAPA ;

*. EDICIONES DIALOGO ;

*. EDICIONES INTENTO ;

*. EDITORIAL HISTÓRICA ;

*. EDICIONES CRITERIO ;

*. EDICIONES COMUNEROS ;

*. ARTE NUEVO EDICIONES ;

*. RP EDICIONES ;

*. RES NOVARE EDICIONES ;

*. ARCHIVO DEL LIBERALISMO - CUADERNOS HISTÓRICOS ;

*. EDICIONES DE LA URA ;

*. CENTRO DE ESTUDIOS PARAGUAYOS ANTONIO GUASCH (CEPAG) ;

*. EDITORIAL MANUEL ORTIZ GUERRERO ;

*. EDICIONES CARLOS SCHAUMAN ;

*. EDICIONES NIZZA ;

*. EDICIONES TOLEDO ;

*. EDICIONES TALLER ;

*. EDICIONES CUADERNOS REPUBLICANOS ;

*. JAKEMBÓ EDITORES ;

*. CENTRO CULTURAL FAUSTO - EDITORA .


Otra importante fuente en Internet para la Galería de Literatura del Portal es la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES , que pretende ofrecer un conjunto de las obras más relevantes de la literatura paraguaya. Con ello, ofrecemos tanto los autores más divulgados y considerados clásicos de esta literatura, como otros actuales en plena vigencia. Su responsable es JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO. Su dirección en la web es: http://www.cervantesvirtual.com/



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRAS DE TERESA MÉNDEZ-FAITH:

DICCIONARIOS Y ANTOLOGÍAS (EDITORIAL EL LECTOR):

*. BREVE DICCIONARIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA (1994 – Primera Edición), Editorial El Lector; (1996 – Segunda Edición); Asunción-Paraguay (287 pp.).

*. ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA PARAGUAYA, Editorial El Lector (2004 - Tercera edición); Asunción-Paraguay (480 pp.).

COLECCIONES DE AYER Y DE HOY (INTERCONTINENTAL EDITORA):

POESÍA:

*. POESÍA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY. (Tomo I, 1995), Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (363 pp.);

*. POESÍA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY – GUARANÍ-ESPAÑOL. (Tomo II, 1997), Con prólogo de LINO TRINIDAD SANABRIA y estudio introductorio de WOLF LUSTING, Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (424 pp.);

NARRATIVA:

*. NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y HOY. (Tomo I (A-L), 1999) , Con una CRONOLOGÍA DE AUTORES Y OBRAS NARRATIVAS PARAGUAYAS de JOSÉ VICENTE PEIRÓ, Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (433 pp.);

*. NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y HOY. (Tomo II (M-Z), 1999) , Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (441 a 887 pp.);

TEATRO:

*. TEATRO PARAGUAYO DE AYER Y DE HOY (Tomo I (A-G), 2001) , Con un estudio introductorio “REFLEXIONES EN TORNO AL TEATRO PARAGUAYO DE AYER Y DE HOY” de RUDI TORGA, Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (612 pp.);

*. TEATRO PARAGUAYO DE AYER Y DE HOY (Tomo II (H-Z), 2001) , Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (619 a 1210 pp.);

CRÓNICAS Y ENSAYOS PARAGUAYOS:

*. CRÓNICAS Y ENSAYOS PARAGUAYOS DE AYER Y DE HOY (Tomo I (A-G), 2009) , Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (420 pp.);

*. CRÓNICAS Y ENSAYOS PARAGUAYOS DE AYER Y DE HOY (Tomo II (H-Z), 2009) , Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (420 pp.);

LITERATURA INFANTO-JUVENIL PARAGUAYA:

*. LITERATURA INFANTO-JUVENIL DE AYER Y DE HOY (Tomo I (A-J), 2011) , Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (424 pp.);

*. LITERATURA INFANTO-JUVENIL DE AYER Y DE HOY (Tomo II (K-Z), 2011) , Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay (362 pp.).



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRAS DE JOSÉ VICENTE PEIRO BARCO:

*. TESIS DOCTORAL: LITERATURA Y SOCIEDAD.  LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL (1980-1995). Por JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO. LICENCIADO EN FILOLOGÍA ESPAÑOLA - DEPARTAMENTO DE LITERATURA ESPAÑOLA Y TEORÍA DE LA LITERATURA. FACULTAD DE FILOLOGÍA - UNED – 2001.

*. NARRADORAS PARAGUAYAS (ANTOLOGÍA). Por JOSÉ VICENTE PEIRÓ, GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ [recopiladores]. Edición digital: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000. N. sobre edición original: Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay), Expolibro, 1999. (245 páginas).

ENSAYOS:

*. CRONOLOGÍA DE AUTORES Y OBRAS NARRATIVAS PARAGUAYAS 1602 – 2012 (EN PROCESO). Por JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO

*. LAS REVISTAS EN EL DESARROLLO DE LA NARRATIVA EN PARAGUAY:  LA NOVELA PARAGUAYA (1922-23). Ensayo de JOSÉ VICENTE PEIRÓ. SEP DIGITAL - NÚMERO 4 - AÑO 1 - JUNIO 2014 - SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY/ PORTALGUARANI.COM. Asunción - Paraguay

*. REFLEXIONES Y ACTUALIZACIONES DEL MUNDO COLONIAL EN LA LITERATURA PARAGUAYA ACTUAL. Por  JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO. Edición digital: Alicante :  Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRAS DE VICTORIO SUÁREZ:

*. PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA - PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS. Por VICTORIO V. SUÁREZ. Edición corregida y aumentada. Asunción, Paraguay, 2011 (654 páginas)

ENSAYOS:

*. APUNTANDO HACIA EL 900. MODERNISMO Y VANGUARDISMO. Ensayo de VICTORIO SUÁREZ

*. LA GENERACÍON DEL 40 - LITERATURA PARAGUAYA . Por  VICTORIO SUÁREZ

*. LA GENERACÍON DEL 50 - LITERATURA PARAGUAYA . Por  VICTORIO SUÁREZ

*. LA GENERACÍON DEL 60 - LITERATURA PARAGUAYA. Por  VICTORIO SUÁREZ

*. LA GENERACÍON DEL 70 - LITERATURA PARAGUAYA. Por  VICTORIO SUÁREZ

*. LA GENERACÍON DEL 80 - LITERATURA PARAGUAYA. Por  VICTORIO SUÁREZ

*. LA PENOSA Y LARGA TRANSICIÓN EN PARAGUAY. Texto de VICTORIO SUÁREZ

*. EL 90 O LA “GENERACIÓN DE LA TRANSICIÓN”. Texto de VICTORIO SUÁREZ



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE HUGO RODRÍGUEZ-ALCALA:

*. HISTORIA DE LA LITERATURA PARAGUAYA. Por HUGO RODRÍGUEZ – ALCALÁ. Universidad de California, RIVERSIDE. Colección Studium-63 - México 1970 ©  HUGO RODRÍGUEZ – ALCALÁ/DIRMA PARDO CARUGATI. Editorial El Lector, Diseño de tapa: Ca´avo-Goiriz. Asunción – Paraguay . 1999 (434 páginas)



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE DIRMA PARDO DE CARUGATI:

*. LA MUJER EN LA LITERATURA PARAGUAYA (1860 - 1999). Ensayo de DIRMA PARDO DE CARUGATI. Fuente: HISTORIA DE LA LITERATURA PARAGUAYA. Por HUGO RODRÍGUEZ – ALCALÁ. Universidad de California, RIVERSIDE. Colección Studium-63 - México 1970 ©  HUGO RODRÍGUEZ – ALCALÁ/DIRMA PARDO CARUGATI. Editorial El Lector, Diseño de tapa: Ca´avo-Goiriz. Asunción – Paraguay . 1999 (434 páginas)



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE MIGUEL A. FERNÁNDEZ y RENÉE FERRER:

*. POETISAS DEL PARAGUAY (VOCES DE HOY). Por MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ y RENÉE FERRER DE ARRÉLLAGA. Primera edición española: Septiembre 1992. Derechos reservados para España: Ediciones Torremozas, S. L. Madrid © Ediciones Torremozas, S.L. © Miguel Ángel Fernández, 1992, de la Introducción. © Las autoras correspondientes, de los poemas antologados. Este libro ha sido coeditado por EDICIONES TORREMOZAS Y BANCO GENERAL S.A., Asunción, Paraguay. EDICIONES TORREMOZAS, S. L. Dirección: LUZ MARÍA JIMÉNEZ FARO. Apartado 19.032 - 28080 Madrid. Teléfono: 350 50 27 Fax: 345 85 32



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE VÍCTOR BOGADO AYALA:

*. HISTORIA Y ANTOLOGÍA DEL TEATRO PARA LA INFANCIA EN EL PARAGUAY (TOMO I). Autor: VÍCTOR JULIÁN BOGADO AYALA. Municipalidad de Asunción, Fondo Municipal de Investigación de las Artes y la Cultura. Editorial Arandurã. Asunción- Paraguay. Asunción, marzo de 2007.



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRAS DE JOSEFINA PLÁ:

*. VOCES FEMENINAS EN LA POESÍA PARAGUAYA. Edición de JOSEFINA PLÁ. Colección Poesía, 7 © Josefina Plá. Alcándara Editora. Edición al cuidado de C.V. M.; J.M.G.S. y M.A.F.. Diseño gráfico: Miguel Ángel Fernández. Viñeta: Carlos Colombino. S etiembre de 1982. Asunción, Paraguay.

*. OBRAS COMPLETAS - VOLUMEN I - HISTORIA CULTURAL - LA CULTURA PARAGUAYA Y EL LIBRO. Por JOSEFINA PLÁ © ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana) - RP ediciones. Asunción - Paraguay.

*. OBRAS COMPLETAS - VOLUMEN II. Por JOSEFINA PLÁ - HISTORIA CULTURAL - LA CULTURA PARAGUAYA Y EL LIBRO © ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana). RP ediciones. Edición al cuidado de: Miguel A. Fernández y Juan Francisco Sánchez. Composición y armado: Aguilar y Céspedes Asociación. VERSIÓN DIGITAL: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY

ENSAYOS:

*. LIBROS EN LA ÉPOCA HEROICA (1537 -1600). Documento deJOSEFINA PLÁ. Fuente: EL LIBRO EN LA ÉPOCA COLONIAL. Autora: JOSEFINA PLÁ - ESTUDIOS PARAGUAYOS. Revista de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción” - Vol. VII, Nº 1. Asunción – Paraguay 1979.

*. LA NARRATIVA PARAGUAYA EN EL SIGLO XX. Por JOSEFINA PLÁ. Fuente: LITERATURA PARAGUAYA EN EL SIGLO XX. Autora : JOSEFINA PLÁ. Ediciones Comuneros, Asunción – Paraguay 1976 (Tercera Edición, 67 páginas).

*. LITERATURA DEL PARAGUAY - EVOLUCIÓN INTERMEDIA (1940-1959). Por JOSEFINA PLÁ . Fuente: LITERATURA DEL PARAGUAY. VOLUMEN II . (DE LOS DÍAS COLONIALES A 1939). Autor: VIRIATO DÍAZ-PÉREZ, anotaciones RAÚL AMARAL. Edición digital: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003. N. sobre edición original: Edición digital basada en la de Palma de Mallorca, Luis Ripoll, 1980.

*. ESPAÑOL Y GUARANI EN LA INTIMIDAD DE LA CULTURA PARAGUAYA. Ensayo deJOSEFINA PLA. BUENOS AIRES - ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS - AÑO 1975. Del BOLETIN DE LA ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS, t. XL, Nº 157-158, 1975.

*. EL TEATRO PARAGUAYO ACTUAL, 1966. Ensayo deJOSEFINA PLÁ. De: Alcor, N° 41, año 1966, pp. 21-23. Fuente: CRONICAS Y ENSAYOS PARAGUAYOS DE AYER Y HOY – TOMO II (H-Z). Autora: TERESA MENDEZ-FAITH. Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay 2009 (427 a 822 páginas)



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE SINFORIANO BUZÓ GÓMEZ:

*. ÍNDICE DE LA POESÍA PARAGUAYA. Por SINFORIANO BUZÓ GÓMEZ. Editorial Indoamericana – Segunda edición. Asunción-Buenos Aires 1952 -335 páginas



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE ROQUE VALLEJOS:

*. CUENTO PARAGUAYO. Selección e introducción: ROQUE VALLEJOS - Colección: Hacia un País de Lectores (2). Editorial El Lector, Director Editorial: Pablo León Burián,. Asesor Editorial: Roque Vallejos, Ilustración de tapa: Juan Moreno, Asunción-Paraguay 2002. 126 pp.



PUBLICACIONES DE LECTURA Y COMPRA RECOMENDADA - OBRA DE CARLOS R. CENTURIÓN::

*. HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO I . Por  CARLOS R. CENTURIÓN. ÉPOCA PRECURSORA - ÉPOCA DE FORMACIÓN. EDITORIAL AYACUCHO - BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)

*. HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO II . Por  CARLOS R. CENTURIÓN. ÉPOCA TRANSFORMACIÓN. EDITORIAL AYACUCHO - BUENOS AIRES-ARGENTINA (1948)

*. HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO III . Por  CARLOS R. CENTURIÓN. ÉPOCA AUTONÓMICA. EDITORIAL AYACUCHO - BUENOS AIRES-ARGENTINA (1951)



ORÍGENES Y MEMORIAS. REMONTANDO UN POCO DE HISTORIA

Por VICTORIO SUÁREZ

 

            Dos periodos marcan con claridad el carácter específico e inicial de nuestra historia:  1) Los años de la conquista que arranca en 1537 y se extiende hasta alrededor de 1556 (proceso que culmina con la consolidación del poder español); 2) la época en que estalla la chispa de una larga rebelión contra el poder real (en este contexto aparecen las revoluciones comuneras (1717-1735).

            Más adelante se dieron otros eslabones que culminaron finalmente en singulares capítulos históricos, como la independencia de 1811, la prolongada dictadura del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, la llegada al poder de Carlos Antonio López, la presidencia del mariscal Francisco Solano López y la funesta Guerra contra la Triple Alianza, que dejó huellas indelebles de dolor en el corazón del pueblo paraguayo.

            El albor de la historia paraguaya se sintoniza desde la llegada del primer descubridor del Paraguay: Alejo García -náufrago de la expedición de Solís-, quien pisó el suelo patrio tras su llegada desde las costas del Brasil en 1525. Ya entonces despertaban gran interés las famosas tierras que guardaban para la imaginación de los aventureros europeos la "Sierra de la Plata" que, según sabemos, era el rico hábitat de los incas. Pero Alejo García no tuvo suerte en su encrucijada y terminó plantando sus huesos a orillas de las torrentosas aguas del río Paraguay. El mismo objetivo de alzarse con los codiciados "metales preciosos" movió al osado navegante Sebastián Gaboto, quien no perdió tiempo para dar rienda suelta a sus desvaríos de riqueza al desviar su ruta y remontar por primera vez las aguas del río Paraguay.

            Como se sabe, en 1535 España armó una de las más completas expediciones que recuerda la historia de la conquista, aquella colosal empresa fue encabezada por el Adelantado Don Pedro de Mendoza, hombre de buen pasar que llegó al nuevo continente para defender las polémicas tierras conquistadas y amparadas por la línea de Tordesillas. Después de su arribo (1536), Mendoza fundó el Puerto de Buenos Aires, en la boca del Río de la Plata. Tras la euforia fundacional de aquel asentamiento, el intrépido "Capitán de los mares" ordenó a su lugarteniente Juan de Ayolas la concreción de un proyecto de ribetes muy atractivos: empeñarse a encontrar la fulgurante "Sierra de la Plata". La ejecución del plan no se hizo esperar, Ayolas se perdió en la extensión de las aguas y, tras plantar toda su energía en el desafío aventurero, llegó a la tierra de los guaraníes, quienes prontamente ofrecieron en principio una tenaz resistencia a los extraños invasores. Se tienen noticias de encarnizados encuentros entre aquellos indígenas ancestrales (que vivían extasiados en el bucólico paisaje que dilataba el litoral del río Paraguay) y esos hombres de piel salobre y atuendos medievales en cuyas manos refulgían dos armas fundamentales en el proceso de la conquista: la Biblia y la espada.

            No obstante, a pesar de las pérdidas humanas que produjo el arribo de Ayolas, indígenas e invasores acordaron un paño tibio, es decir, terminar las hostilidades y concretar seguramente la primera componenda política de América, basada en un acuerdo muy significativo que tenía como norma principal sellar un pacto de no agresión entre españoles y guaraníes. En realidad, aquel arreglo fue una inteligente negociación estratégica que favorecía a ambas partes: a los españoles, porque éstos querían llegar al sitio que guardaba los metales preciosos, y a los guaraníes, que hallaron en esa coexistencia pacífica con los europeos la forma de debilitar rápidamente la influencia de los "guaicurú" occidentales, arremetedores compulsivos y practicantes consuetudinarios de pillajes hacia el lado oriental donde vivían los carios. En el inicial entendimiento, Ayolas invocó su buena voluntad y prometió la fundación de un pueblo a su regreso. Sin embargo, la promesa no pudo ser cumplida pues la larga travesía, aguas arriba, terminó con la misteriosa desaparición del capitán español. Si bien no hay un registro oficial, se estima que Ayolas fue muerto por los indígenas en penoso itinerario hacia el Perú.

            Don Pedro de Mendoza no corrió mejor suerte. Gravemente enfermo en Buenos Aires, buscó retornar a España lo antes posible. Emprendió el camino del regreso, pero murió en alta mar. Esa desgracia planteó rápidamente un vacío de poder y liderazgo entre los españoles, situación compleja y grave porque el mando fue transferido a Ayolas, quien tampoco pudo plasmar el usufructo de aquel privilegio porque había desaparecido en busca del centellante camino que conduce al oro. Ante la ausencia del heredero al poder, el capitán Juan de Salazar (que formaba parte del conglomerado de Ayolas) se moviliza sin dilación y concreta otro acuerdo con los caciques guaraníes más influyentes: la fundación, el 15 de agosto de 1537, de la casa fuerte Nuestra Señora de la Asunción, en la orilla oriental del río Paraguay. Los fundadores manifestaron que la fortuita "casa fuerte" serviría de "amparo y reparo de la conquista".

            A medida que se consolidan las relaciones, se puede observar como un paso llamativo la estrategia de los "cuñados" que pusieron en práctica los carios. Éstos, que tenían pretensiones de arrimarse al Perú, entregaron sus hijas como ofrenda a los conquistadores. Ese acercamiento pasional dio inicio al surgimiento de la famosa "amalgama hispano-guaraní" que abriría paso al nacimiento de los mancebos de la tierra que, con el correr de los primeros años coloniales, cumplirían un rol protagónico de gran importancia en la historia de la nación paraguaya.

            Tras la desaparición de Ayolas y la fundación de Asunción, se inicia un azaroso derrotero político en el país. El novel proceso colonial exhibe nítidamente la figura de Domingo Martínez de Irala, hombre con fibra y respetado caudillo que para asegurar su poder ordenó inclusive el traslado a Asunción de los conquistadores que habitaban Buenos Aires. Corría el 12 de septiembre de 1541. En Asunción se forma el primer Cabildo con los regidores y alcaldes ordinarios que eran como jueces de primera instancia con fallos apelables ante el gobernador. Los cabildos ejercieron notable influencia, especialmente durante la Revolución Comunera de indelebles recuerdos por los cruentos enfrentamientos entre jesuitas y encomenderos. El Cabildo fue suprimido en 1824 por el doctor Gaspar Rodríguez de Francia, supremo dictador del Paraguay.

            Tras clavar sus raíces en Asunción y colaborar para el nacimiento de nuevas generaciones, Irala comenzó a organizar su predominio político quebrantado fugazmente por la llegada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Este conquistador de ganada fama en el proceso de la conquista fue nombrado por la Corona para ejercer el poder en la provincia. Sin embargo, en abril de 1544 estalla un levantamiento de carácter netamente político y de apoyo incondicional a Irala. ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD! fue el grito que retumbó para deponer al adelantado Cabeza de Vaca, acusado de pretender convertirse en rey de estas tierras. Entonces se produce un hecho histórico de singular importancia: la aplicación de un derecho establecido en la Real Provisión del 12 de septiembre de 1537, que facultaba a los conquistadores del Paraguay y del Río de la Plata a nombrar gobernador interino si don Pedro de Mendoza no dejaba sustituto legal en caso de muerte. De ahí en más, y por largos años, esa medida ha sido aplicada con frecuencia, especialmente en el periodo revolucionario de los comuneros, aunque ya no estaba en vigencia. Cabeza de Vaca perdió totalmente sus privilegios y fue enviado a España "cargado de cadenas". Se puede decir que el derrocamiento de Alvar Núñez abrió a Domingo Martínez de Irala el camino para llegar a constituirse en uno de los más notables políticos de la conquista, hegemonía que mantuvo por mucho tiempo entre resquemores, turbulencias, sueños y esperanzas que apuntaron hacia una sociedad mejor.

            Después de aquel suceso de 1544, es clara la rivalidad entre los españoles. No obstante, con la muerte de Irala, en 1556, se cierra inexorablemente el periodo más batallante de la conquista del Paraguay. Para entonces, los mestizos habían crecido en número y poder, lo que demuestra que la labor poligámica de Irala y los suyos dio buenos resultados demográficos. Se sospecha que Irala tenía alrededor de 10 mujeres reconocidas. Por lo menos así consta en su testamento de 1556. En este documento nombra a sus numerosos hijos y esposas aborígenes.

            En ese proceso es posible percibir las categorías de nativos en la provincia. Por un lado, estaban aquellos que no quisieron aceptar la dominación y se internaron en las selvas. Por otro lado, aparecen los indígenas que cedieron ante la dominación de españoles, criollos y jesuitas que llegaron para establecerse a comienzos del siglo XVII. La Compañía de Jesús, fundada por Iñigo López de Recalde o "San Ignacio de Loyola" (1491-1556), de acción destacada en la Contrarreforma de la Iglesia Católica, jugó un papel importante en ese periodo al agrupar a los aborígenes en pueblos o reducciones donde se organizaban totalmente. La venida de los jesuitas ya había sido solicitada por Hernandarias (1560-1631). Si bien los primeros jesuitas aparecen en 1588, en 1600 se decreta la concentración de todos ellos en Tucumán. Recién en 1608 llega el primer provincial Diego de Torres con trece sacerdotes jesuitas entre los que sobresalieron luego: José Cataldino, Diego de Baroa, el peruano Antonio Ruiz de Montoya y el paraguayo Roque González de Santa Cruz. Gracias a una intensa actividad, los seguidores de Loyola alcanzaron notables éxitos en la fundación de pueblos y labores catequísticas, especialmente en Guairá, Paraná, Uruguay e Itatín. Sin lugar a dudas, pasaron grandes penurias en esos tramos, especialmente en la próspera Guairá, tantas veces atacada por los bandeirantes o mamelucos del Brasil. Con autorización de la Corona, Montoya consiguió armar a los indígenas y en colaboración con los paraguayos infligieron a los invasores sucesivas derrotas en 1639 y 1641.

            Uno de los graves problemas de enfrentamiento entre los encomenderos paraguayos y la Compañía de Jesús fue que esta organización religiosa tenía notorios privilegios fiscales, especialmente para la producción agrícola exportable. El asunto se volvió casi insostenible porque colocaba en situación desfavorable a los colonos que tampoco tenían mano de obra para hacer trabajar. Así emergieron los trechos calientes del periodo colonial paraguayo, marcados hondamente por la Revolución Comunera. Cabe apuntar que, tras las décadas de confrontaciones, el rey Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas del Paraguay en 1767. Más allá de la rígida nomenclatura del sistema jesuítico, todo ese proceso ha sido encarado por el ilustre intelectual Blas Garay en su libro EL COMUNISMO DE LAS MISIONES, título que hace referencia al sistema comunitario que predominó en Paraguay. Se puede pensar que aquella experiencia de praxis colectiva alentó un abierto acercamiento a las grandes utopías políticas que se dieron a través de las teorías y los movimientos intelectuales de la época en Europa. Los jesuitas prosiguieron las obras ya emprendidas por los franciscanos, que también fundaron muchos pueblos y aprendieron el idioma de los guaraníes que los llevó a la asimilación cultural que tanto sirvió en el periodo de la "conquista espiritual". En ese tramo, los jesuitas organizaron las reducciones y la vida de los neófitos o indígenas que vivían en construcciones para corta familia, dejando la organización de su ciclo vital a cargo de los hombres de Iglesia. Ese paternalismo era producto de la atmósfera intelectual de donde provenían los hijos de Loyola. El aislamiento obedecía también a la convicción de que los habitantes de las reducciones no debían mezclarse con los colonos de costumbres "corruptas". De cualquier manera, se puede considerar como algo lamentable la nula participación indígena en los poderes de decisión y administración en la organización jesuítica.

 

LAS LETRAS EN EL INICIAL Y TURBULENTO PROCESO

 

            Algunos estiman que las primeras señales se pueden encontrar en las primeras décadas del periodo colonial paraguayo. En ese sentido se apoyan en aquel viejo clérigo y espadachín Luis Miranda de Villafaña, quien se supone llegó con la expedición de Don Pedro de Mendoza. Miranda entró en las turbulencias políticas y al parecer bajo la autoridad del Adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, cuya derrota política en manos de Domingo Martínez de Irala (aquel abril de 1544) había producido gran decepción en el alma del poeta que usó sus coplas para manifestar lo ocurrido, al igual que su amigo y rapsoda Martín del Barco Centenera. El escritor Hugo Rodríguez Alcalá hace referencias interesantes sobre estos balbuceos iníciales en su libro "Literatura Paraguaya" y hasta nombra un soneto de José de Antequera y Castro (1690-1731), jurisconsulto panameño que defendió la Revolución Comunera paraguaya.

            Respecto a "Las letras en Paraguay", Adolfo Decoud había señalado que el Paraguay, a pesar del encierro, no pudo sustraerse a la presencia de actores y testigos de la primera hora, además de algunos viajeros. En ese sentido apuntaba: “Los narradores de la conquista señalan el derrotero y los jesuitas marcan el paso. Aparece desde luego Ulrich Schmidl, quien hace la crónica del descubrimiento y de la conquista con aquella sencillez y veracidad que le ha reconocido la crítica, viene en pos Ruy Díaz de Guzmán, que ha nacido en el Paraguay y ligado por la sangre a los primeros Adelantados del Río de la Plata"(1). Decoud también recuerda a los ilustres jesuitas Charlevoix, Lozano, Guevara y Ruiz de Montoya.

            Se ha dicho que con Ruy Díaz de Guzmán la historia paraguaya encuentra su verdadera expresión, eso fue posible mediante un libro escrito por él y cuyo título desata en cierta forma alguna polémica. Mientras unos creen que el primer libro paraguayo lleva como título "La Argentina", otros estudiosos señalan que el nombre original es "Anales del descubrimiento y conquista del Río de la Plata". A propósito, conviene recordar que el autor del primer libro paraguayo nació en Asunción hacia 1560. Desde temprana edad se distinguió como buen soldado y participó de las fundaciones de Santiago de Xerez, Ciudad Real, Villa Rica, etc. Tras su expulsión de Asunción recorrió Argentina y Bolivia. Regresó al Paraguay en 1620, trayendo consigo los originales del libro que terminó de escribir en 1612. Si bien intentó la publicación de su obra, no lo consiguió. Murió en 1629. Recién en 1835 sale la primera edición del libro en Buenos Aires. Fue a través del editor Pedro de Angelis. Cabe mencionar que nuestro inolvidable historiador Efraím Cardozo al referirse a Guzmán nos dice lo siguiente: `Ruy Díaz de Guzmán fue el padre de la historiografía paraguaya y en puridad el primer intelectual nacido en la tierra que le dio forma orgánica de un libro a los frutos de su talento. Como Heródoto y Tucídides escribió en el destierro para calmar, con el recuerdo de sus glorias, el dolor de la ausencia de la lejana patria. Cuando terminó su libro en 1612, esa patria aún no tenía un siglo de vida, en cuyo lapso había conquistado, pacíficamente y sembrado de ciudades, una enorme extensión del continente. Y esa fue la historia, el motivo que le indujo a colgar la espada y tomar la pluma”. (2).

            De todos modos, Josefina Plá estima que a mediados del siglo XVIII se producen hechos dignos de mención, entre ellos la llegada de importantes viajeros que participaron con ímpetu del despertar cultural paraguayo. Fueron precisamente esos viajeros Matías Anglés y Gortari, Félix de Azara, Francisco Aguirre, Gonzalo de Doblas y Diego de Alvear. Se habla inclusive de que en aquellos tiempos se dieron algunas "tertulias literarias" manejadas por ciertos cenáculos de intelectuales de la época. En ese contexto se menciona que la acción enriquecedora de los gobernadores contribuyó, junto a profesionales y comerciantes, para la formación de las primeras bibliotecas.

(1)       Amaral, Raúl. "Literatura del romanticismo en Paraguay". Editorial El Lector, pág. 219, 1996.

(2)       Cardozo, Efraím. "Apuntes de historia cultural del Paraguay". 2a Edición. Biblioteca de Estudios Paraguayos, volumen XI.



Documento fuente:

PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA

VICTORIO V. SUÁREZ

Asunción, Paraguay. 2011 (654 páginas)



 PANORAMAS GENERICOS DE LA LITERATURA PARAGUAYA

 
 
 
ENSAYO: SIGLO XX
 
Paraguay cuenta con una rica e influyente producción ensayística a lo largo de todo el siglo XX, especialmente significativa hasta mediados de la década del 50 cuando la narrativa, y en particular la concebida y publicada en el exilio, empieza a incorporar a la ficción ciertos núcleos temáticos provenientes de la historia paraguaya, pasada o presente, hasta entonces de dominio casi exclusivo del ensayo histórico, político, biográfico, filosófico y/o sociológico. Como en otros países de Latinoamérica, el contexto histórico-político-cultural de las primeras cuatro décadas del siglo pasado explican parcialmente el hecho de que el ensayo fuera el género literario predominante de esos años y que incluso después continuara siendo uno de los géneros más fecundos de la literatura paraguaya. En el caso específico del Paraguay, dichas coordenadas contextuales incluyen, desde fines del siglo XIX hasta fines de la década de 1980: dos guerras internacionales (la Guerra de la Triple Alianza o Guerra del 70, contra Uruguay, Brasil y Argentina, 1864-1870, y la Guerra del Chaco contra Bolivia, 1932-1935), una guerra civil (la Revolución de 1947) y los casi 35 años de la dictadura del general Alfredo Stroessner (1955-1989).
 
En general, se considera que la literatura paraguaya se inicia a principios del siglo XX con las obras de un grupo de intelectuales que aparecen en el escenario cultural alrededor de 1900. Estos escritores, nacidos casi todos durante, poco antes o poco después de la Guerra del 70, en su mayoría prolíficos ensayistas y poetas, integran la llamada "generación del 900" o "promoción de 1900" y a través de su quehacer literario se proponen –como sus coetáneos españoles, los integrantes de la "generación del 98"– ayudar en la reconstrucción espiritual del país, por un lado reafirmando los valores nacionales y por otro reinterpretando y reivindicando ciertos aspectos del pasado histórico paraguayo. Entre los miembros más representativos de este grupo están: Cecilio Báez, Manuel Do-mínguez, Eloy Fariña Núñez, Blas Garay, Manuel Gondra, Alejandro Guanes, Fulgencio R. Moreno y Juan E. O’Leary. Todos son periodistas; todos, excepto Manuel Domínguez, son poetas; y todos, excepto Alejandro Guanes, se dedican, en mayor o menor grado, al ensayo histórico y a la historiografía nacional.
 
Alrededor de 1915 surge otro grupo de destacados ensayistas que continúan el trabajo de investigación y reinterpre-tación histórica de la promoción de 1900, entre los que sobresalen especialmente Justo Pastor Benítez, Arturo Bray, Natalicio González y Pablo Max Ynsfrán. A partir de la década del 30 (en que se desarrolla la guerra con Bolivia) aparecen las obras de dos historiadores de renombre: Julio César Chaves, autor de una de las biografías más conocidas del dictador Francia, y Efraím Cardozo, profundo conocedor de la Guerra del Chaco y uno de los firmantes del Tratado de Paz entre Paraguay y Bolivia (1938).
 
Durante la segunda mitad del siglo XX surgen varios ensayos críticos, filosóficos, sociológicos e histórico-políticos de importancia para penetrar y ahondar en la realidad nacional, entre los que hay que destacar las obras de Juan Andrés Cardozo, Osvaldo Chaves, Efraín Enríquez Gamón, Adriano Irala Burgos, Epifanio Méndez Fleitas, Hipólito Sánchez Quell, Alfredo Seiferheld, Mauricio Schvartzman y Helio Vera. Entre los historiadores de la cultura y críticos literarios más fecundos de este siglo figuran: Raúl Amaral, Rubén Bareiro Sa-guier, Carlos R. Centurión, Francisco Pérez Maricevich, Jose-fina Plá, Guido Rodríguez Alcalá y Hugo Rodríguez-Alcalá, para mencionar sólo a los de más larga y amplia labor crítica y ensayística.
 
 

NARRATIVA ACTUAL
 
En términos generales, la narrativa ha sido el género menos prolífico de la literatura paraguaya y el más afectado por el contexto histórico-político nacional. Hasta mediados del siglo XX predomina el ensayo histórico y en la escasa producción narrativa del período tienden a prevalecer, como en el ensayo, las corrientes romántico-nacionalistas de exaltación del pasado y de afirmación de los valores espirituales del pueblo paraguayo, heroico sobreviviente de la catástrofe de la Guerra Grande (o Guerra de la Triple Alianza: 1864-1870). Dentro de esa línea tradicionalista, iniciada por el argentino Martín de Goycoechea Menéndez –glorificador de la Guerra Grande y mitificador de la literatura nacional– habría que mencionar las obras histórico-costumbristas de Natalicio González, Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá, Concepción Leyes de Chaves y Carlos Zubizarreta.
 
Entre 1932 y 1935 el Paraguay sufre otra guerra internacional (Guerra del Chaco, contra Bolivia) que tiene, no obstante, consecuencias positivas en el plano literario al promover una toma de conciencia de la realidad nacional y la incorporación de temas significativos (la guerra, los problemas del agro y de los yerbales, la persecución política, el exilio, etc.) en la narrativa posterior. Ejemplifican dicha renovación temática: Cruces de quebracho (1934) de Arnaldo Valdovinos, Ocho hombres (1934) de José Santiago Villarejo, ambas inspiradas en la guerra del Chaco, y especialmente El guajhú (1938) de Gabriel Casaccia, colección de cuentos donde su autor da el golpe definitivo a la visión literaria idealizada y romántica, totalmente falsa del campesino paraguayo. Sin embargo, la narrativa paraguaya recién empieza a adquirir distinción y atención internacional en la década del 50, con la aparición en Buenos Aires de tres obras –La Babosa (novela, 1952) de Gabriel Casaccia, Follaje en los ojos (novela, 1952) de José María Rivarola Matto y El trueno entre las hojas (1953), la primera colección de cuentos de Augusto Roa Bastos– que rompen con las tendencias narcisistas y mitificadoras prevalecientes y reincorporan a la ficción el realismo crítico inaugurado por Rafael Barrett a principios de siglo pero prácticamente ausente en la narrativa publicada hasta entonces dentro del país.
 
Las coordenadas histórico-políticas de los últimos cincuenta años dificultan, y también explican, la producción narrativa paraguaya. En ese lapso el país ha pasado por una sangrienta guerra civil (Revolución de 1947) y ha soportado una de las dictaduras más largas de la historia americana (la del general Stroessner, 1955-1989). No debe sorprender entonces que las obras actualmente más conocidas hayan sido concebidas y publicadas en el exilio. En efecto, lejos de la represión y censura vigentes en su país, los escritores exiliados pueden expresarse libremente y desarrollar sin trabas una narrativa artísticamente elaborada, a tono con el momento histórico presente y de contenido socio-político significativo. De ahí que sea en las obras de esos expatriados –Rubén Bareiro Saguier, Gabriel Casaccia, Rodrigo Díaz-Pérez, Augusto Roa Bastos, Lincoln Silva...– donde se van a encontrar tanto el planteamiento más directo como el reflejo más fiel de la problemática nacional de las últimas cuatro décadas. Gabriel Casaccia, iniciador de la narrativa paraguaya contemporánea, recupera de manera crítica varias décadas de descomposición moral y corrupción política en tres novelas: La Babosa (1952), La llaga (1963) y Los herederos (1975), y dedica Los exiliados (1966) a tocar el tema del exilio político, prácticamente inexplorado en la narrativa intrafronteras. Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989 y uno de los escritores hispanoamericanos más destacados, examina el presente y el pasado nacionales a lo largo de coordenadas histórico-políticas en Hijo de hombre (1960) –novela del dolor paraguayo y uno de los textos más importantes de la na-rrativa hispanoamericana contemporánea– y en Yo el Supremo (1974), su segunda y más famosa novela, narrada desde la ubicua perspectiva del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, primer dictador paraguayo y una de las figuras más controversiales de la historia nacional.
 
La dictadura, tema de difícil incorporación en la narrativa interna, está implícita o explícita en el miedo que atormenta a tantos personajes de las obras del exilio. Y se hace directa en su realidad de cárceles, torturas y persecuciones en varios cuentos de Rubén Bareiro Saguier –incluidos en Ojo por diente (1973) y en El séptimo pétalo del viento (1984)– y de Rodrigo Díaz-Pérez –contenidos en Entrevista (1978), en Hace tiempo... mañana (1989) y en Los días amazónicos (1995)– como también en las dos novelas de Lincoln Silva: Rebelión después (1970) y General General (1975). Productos del destierro son también dos obras inspiradas en la problemática nacional: El collar sobre el río (cuentos) de Carlos Garcete y El invierno de Gunter (novela) de Juan Manuel Marcos, ambas publicadas en 1987.
 
En cuanto a la producción narrativa interna posterior a 1960, es importante señalar la gravitación negativa de la represión dictatorial y de las censuras y autocensuras vigentes hasta fines de la década del ochenta que explican, en gran parte, la escasez numérica de obras publicadas dentro del país hasta el presente. Como bien lo indica Guido Rodríguez Alcalá, dadas las circunstancias del contexto político-cultural paraguayo, ´lo sorprendente no es que no se produzca mucho en el país, sino que se produzcaª (en ´La poesía y la novela en el Paraguay en los últimos años [1960-1980]ª, ensayo incluido en Viriato Díaz-Pérez, Literatura del Paraguay, Vol. II, 1980). Aunque la acti-vidad narrativa durante este período es relativamente escasa y las obras publicadas no han adquirido el reconocimiento internacional de la producción del exilio, el corpus narrativo interno cuenta, no obstante, con varios títulos y autores de mérito que han recibido distinciones y premios nacionales importantes.
 
Entre 1960 y principios de la década del ochenta aparecen relatos que van de la crónica costumbrista a la crítica explícita de diversos aspectos del contexto histórico-político y socio-cultural recreado en la ficción de esos años. Entre las obras representativas de este período se deben destacar: Imágenes sin tierra (1965) de José-Luis Appleyard; El laberinto (1972) de Augusto Casola; Crónicas de una familia (1966) y Andresa Escobar (1975) de Ana Iris Chaves de Ferreiro; La quema de Judas (1965) de Mario Halley Mora; La mano en la tierra (1963) y El espejo y el canasto (1981) de Josefina Plá; El pecho y la espalda (1962) y La tierra ardía (1974) de Jorge Ritter; Las musarañas (1973) y El contador de cuentos (1980) de Jesús Ruiz Nestosa; Mancuello y la perdiz (1965) de Carlos Villagra Marsal y Los grillos de la duda (1966) de Carlos Zubizarreta.
 
Durante las últimas dos décadas del siglo XX han aparecido algunas obras que exploran en profundidad ciertas llagas dolorosas de la realidad paraguaya y en donde la crítica a menudo se vuelve denuncia condenatoria del régimen dictatorial represivo y asfixiante de más de tres décadas. Entre éstas hay que mencionar en particular: Celda 12 (1991) de Moncho Azuaga; La Seca y otros cuentos (1986), Los nudos del silencio (1988), Por el ojo de la cerradura (cuentos, 1993) y Desde el encendido corazón del monte (cuentos ecológicos, 1994) de Renée Ferrer; Diagonal de sangre (1986) y La isla sin mar (1987) de Juan Bautista Rivarola Matto; Sin testigos de Roberto Thompson Molinas y En busca del hueso perdido: Tratado de paraguayología (1990) de Helio Vera, prácticamente todas premiadas o finalistas en concursos nacionales de narrativa.
 
En cuanto a la producción narrativa más reciente, en los años 90 y principios de este nuevo siglo empiezan a publicar los integrantes de la llamada "generación del 90", autores jóvenes (casi todos nacidos después de 1970) y en su mayoría poetas, pero algunos también cuentistas y/o novelistas. Tal es el caso de José Manuel Pérez, autor de Ladrillos del Tiempo (cuentos, 2002); de Juan de Urraza que ha publicado La sociedad de las mentes (novela, 2001) y Verdades antiguas, verdades futuras escritas en un presente incierto (cuentos, 2003); de Mabel Pedrozo que ya tiene en su haber (como autora única) tres libros de cuentos: Debajo de la cama (2000), Noche multiplicada (2001) y Juego de sábanas (2003); de Claudia Gon-zález que también tiene tres colecciones de cuentos: Cuentos breves del olvido (2002), Jugando con mamá (2004) y Elegía a Luciana y otros cuentos (2004); de Domingo Aguilera, autor de El Rubio (novela, 2004); y de Nelson Aguilera que en narrativa ha dado a luz: Cuentos para mujeres (2002), Héroes y antihéroes (cuentos, 2004) y En el nombre de los niños de la calle (novela, 2004). También de reciente aparición son algunas obras de autores no tan jóvenes aunque ya establecidos –cuatro novelas de Félix Alvarez Sáenz: Mburuvichá (1999), Madre Sacramento (2000), Crónica de blasfemos (2001) y El oriental (2002); El dedo trémulo (2002) de Esteban Cabañas; Ese interior reino de la nada (novela, 2003) de Luis Hernáez; Cuentos indecentes (1999) y La aventura (2004) de Pancho Oddone; Velasco (2002) de Guido Rodríguez Alcalá; y La paciencia de Celestino Leiva y otros cuentos (2004) de Helio Vera– y otras de escritores tampoco muy jóvenes pero que han empezado a publicar en los últimos 6-7 años: entre ellas, El Goto (novela, 1998) y Porpix termina (novela, 2002) de José Eduardo Alcazar; Concierto de cuentos (1998) de César González Páez; y María Magdalena María (cuentos, 1997) y Encaje secreto (novela, 2002) de Lita Pérez Cáceres.
 
Un aspecto interesante y significativo de la producción narrativa (y también poética) de los últimos 20-25 años es la aparición de un alto porcentaje de voces femeninas en el panorama literario actual. Más que en ningún período anterior, dichas voces se manifiestan con gran fuerza y continuidad, y sus obras reflejan, temática y estructuralmente, preocupaciones y estilos diversos, a tono con la narrativa latinoamericana del último cuarto de siglo. Además de las obras de Renée Ferrer, ya antes mencionadas, hay que incluir en este grupo varias otras más, entre ellas: Golpe de luz (novela, 1983) y Ora pro nobis (cuentos, 1993) de Neida Bonnet de Mendonça; La niña que perdí en el circo (novela, 1987), Esta zanja está ocupada (novela, 1994) y La posta del placer (novela, 1999) de Raquel Saguier; La oscuridad de afuera (cuentos, 1987), El lado absurdo de la razón (novela, 2002) y El arca de Babel (cuentos, 2002) de Sara Karlik; Madre, hija y espíritu santo (novela, 1998) de Nila López; y Tierra mansa y otros cuentos (1987) de Lucy Mendonça de Spinzi.
 
La lista continúa y a los nombres ya dados habría que agregar, además, los de tres cuentistas pertenecientes al Taller Cuento Breve (dirigido hasta recientemente por Hugo Ro-dríguez-Alcalá) que se dieron a conocer en 1992 con la publicación de sus respectivas obras: Luisa Moreno Sartorio que dio a luz Ecos de monte y de arena, un libro de cuentos ecológicos, Maybell Lebrón, autora de Memoria sin tiempo, y Dirma Pardo Carugati que publicó La víspera y el día, obra cuyo estilo directo, según Hugo Rodríguez Alcalá, "potencia el dramatismo de sus invenciones" (en el prólogo al libro). Otras integrantes del Taller Cuento Breve que han publicado libros más recientemente son: María Irma Betzel, autora de Savia Bruta (novela, 1998); María Luisa Bosio, que dio a luz Lo que deja la vida (cuentos, 1999); y Susana Gertopán, que hasta la fecha ya tiene tres novelas publicadas: Barrio Palestina (1998), El nombre prestado (2000) y El retorno de Eva (2003). También de cosecha femenina y publicados a partir del 2000 son: Camille (novela, 2000) de Adriana Cardus; La otra orilla y otros cuentos (2001) y El país de las aguas (cuentos, 2002) de María Isabel Barreto de Ramírez; Entre la guerra y el olvido (novela, 2001) de Margot Ayala de Michelagnoli; y Sobredosis de cuentos (2000), t-quiero.com (cuentos, 2001), Cuentos sin mordaza (2003) y Ese extraño equilibrio de lo opuesto (relatos eróticos, 2004) de Lucía Scosceria.
 
En realidad, y teniendo en cuenta la situación de la narrativa paraguaya durante la primera mitad del siglo XX, llama la atención la gran productividad narrativa actual pero al mismo tiempo ello es también consecuencia lógica de que las coordenadas histórico-políticas que condicionaron dicha producción por tanto tiempo, e impidieron o limitaron la producción cuen-tística y novelística hasta 1989, hayan finalmente desaparecido y existe hoy libertad y más oportunidades para la tarea crea-tiva de los escritores y escritoras del país. Es muy positivo que en el último cuarto de siglo el Paraguay haya dado muestras de tanta energía y productividad creativa ya que esto es augurio de un sólido corpus narrativo para este nuevo siglo y milenio...
 
 
POESIA ACTUAL
 
Aunque el Paraguay de las últimas décadas del siglo XX no ha sido suelo propicio para la creación artística en general, la poesía siempre ha sido el género literario más prolífico de las letras paraguayas. Si por "poesía actual" entendemos la producida a partir de la década del 60 (i.e., 1960-presente), entonces el entorno temporal de lo aquí incluido como "poesía paraguaya actual" abarca casi treinta años de gobierno dictatorial (dictadura de Stroessner, 1955-1989) y bastante menos, quince años, de transición democrática (1989-presente). La situación política, económica y cultural resultante, así como también las censuras y autocensuras vigentes durante dicha dictadura, han afectado significativamente, tanto en cantidad como en calidad, la producción poética interna. Los arrestos arbitrarios, la persecución ideológica y la represión política imperantes llevaron al exilio a casi un millón de paraguayos (más o menos un tercio de la población) y, entre ellos, a muchos escritores y artistas. "Debido a estos motivos", explica Giuseppe Bellini, "la literatura del Paraguay se construyó más con las aportaciones de los exiliados que con las de los escritores que vivieron en la patria" (en su Historia de la literatura hispanoamericana, 1985).
 
En efecto, los dos poetas paraguayos de mayor renombre internacional, Hérib Campos Cervera (1905-1953) y Elvio Romero (1926-2004), han escrito prácticamente toda su obra en el exilio, ambos en Buenos Aires. Considerado el poeta más importante de la promoción de 1940, Campos Cervera es también uno de los tres escritores de dicho grupo (con Josefina Plá y Augusto Roa Bastos) que mayor influencia han tenido en la literatura paraguaya contemporánea. Testigos todos –y participantes algunos– de una dolorosa guerra internacional (Guerra del Chaco, contra Bolivia, 1932-35), los integrantes del grupo del 40 comparten un mismo afán de renovación literaria a lo largo de una década difícil que desemboca en la sangrienta Revolución de 1947. El contexto vivencial de la época los obliga a tomar conciencia de la realidad nacional y la obra de estos poetas refleja una nueva conciencia crítica. Además de los cuatro ya indicados, hay que mencionar también a Oscar Ferreiro y a Hugo Rodríguez-Alcalá. Surge, con ellos, una poesía introspectiva, buceadora de lo íntimo, enraizada en el ser humano, con sus ideales, sus sueños, sus preocupaciones y sus dudas.
 
A menudo la introspección poética descubre el sufrimiento colectivo, la angustia del destierro, se vuelve solidaria y surge una poesía testimonial representativa de los valores humanos, como sucede en la obra de Campos Cervera y más adelante en la de tantos otros poetas por él influenciados. Entre estos últimos, cabe incluir en primer lugar los poemarios de Elvio Romero –Destierro y atardecer (1975) y El poeta y sus encrucijadas (1991), para dar sólo un par de ejemplos–, el poeta más conocido a nivel internacional y cuya obra es una especie de diario poético y doloroso testimonio de protesta política que capta y denuncia décadas de sufrimiento del pueblo paraguayo. En la misma línea de protesta y crítica social se ubican las obras de algunos otros escritores exiliados –como las de Rodrigo Díaz-Pérez y Rubén Bareiro Saguier, cuya Biografía de ausente (1964) es una doliente evocación poética de su patria desde el exilio– y las de varios ("exiliados de dentro", según expresión acuñada por Roa Bastos) que han permanecido en el país. Tal es el caso de obras como Paloma blanca, paloma negra (1982) de Jorge Canese, Guarania del desvelado (1979) de Carlos Villagra Marsal, Desde abajo es el viento (1970) de Luis María Martínez y las del centenar de poetas por éste incluidos en los dos volúmenes de El trino soterrado (1985-1986) que desde dentro del país y en plena dictadura osaron levantar la voz publicando sus poemas cuando el uso de la palabra podía costarles la cárcel, el destierro y hasta la vida.
 
En la década del 50 surge un grupo de poetas que aunque reconocen como maestros y líderes de la renovación poética a los de la promoción del 40, se ven privados de la influencia directa de varios de ellos (entre los que están Roa Bastos, Elvio Romero y Campos Cervera, el poeta más importante del grupo) a quienes la guerra civil de 1947 los había obligado a optar por el exilio. La mayoría de los miembros de la promoción poética del 50 –integrada, entre otros, por José-Luis Appleyard, María Luisa Artecona de Thompson, Rubén Bareiro Saguier, Rodrigo Díaz-Pérez, Ramiro Domínguez, Gustavo Gatti, José María Gómez Sanjurjo, Luis María Martínez, Ricardo Mazó, Carlos Villagra Marsal, Elsa Wiezell y Gonzalo Zubizarreta-Ugarte– cultivan también otros géneros, en particular la narrativa, y han colaborado en Alcor, una de las revistas más importante de las últimas décadas, fundada en 1955 por Rubén Bareiro Saguier y Julio César Troche. Dichos poetas fueron testigos de la violencia y el odio generados durante la sangrienta guerra civil y en sus obras, de orientación intimista y tono melancólico, predominan los temas relacionados con el amor y la muerte, la evocación de la niñez y el tiempo pasado, la angustia existencial y la nostalgia del paraíso perdido.
 
De 1960 a esta parte se perfilan varios grupos que, en mayor o menor grado, han sido fuertemente marcados por la dictadura, realidad del contexto político y cultural que les ha tocado vivir. Los integrantes de la llamada promoción del 60 (Esteban Cabañas, Miguel Angel Fernández, Francisco Pérez Maricevich y Roque Vallejos, entre otros), iniciada bajo la dirección de Josefina Plá, nacen entre 1937 y 1943, y preconizan, en general, una poesía política y socialmente significativa. Sus obras, como las de otros poetas coetáneos aunque no incluidos en la promoción del 60 (entre ellos: Ovidio Benítez Pereira, Juan Andrés Cardozo, Gladys Carmagnola, Raquel Chaves, Osvaldo González Real, Jacobo Rauskin, Mauricio Schvartzman y Rudi Torga), reflejan una aguda conciencia de los problemas político-económicos del país expresados en versos claros, simples, esenciales, y rechazan el lenguaje meramente retórico y hueco, sin relevancia humana o social. A fines de esa misma década, y dentro del marco temporal de los movimientos estudiantiles contestatarios del 68, aparece un grupo de poetas conocido como el "Grupo de Criterio" por aglutinarse en torno a la Revista Criterio (1966-1971) por ellos publicada. La mayoría de los miembros de este grupo –integrado por José Carlos Rodríguez, Adolfo Ferreiro, Juan Manuel Marcos, Emilio Pérez Chaves, René Dávalos, Nelson Roura y otros– nacen entre 1943 y 1950, son estudiantes uni-versitarios, escriben una poesía política de reivindicación social, de comunicación y amor hacia los demás, y prácticamente todos son víctimas de la represión dictatorial que causa la dispersión casi total del grupo. Agregan sus voces a las del Grupo de Criterio una serie de poetas del mismo entorno ge-neracional –Jorge Aguadé, Alicia Campos Cervera, Jorge Canese, Víctor Casartelli, Augusto Casola, Renée Ferrer, Víctor-Jacinto Flecha, Pedro Gamarra Doldán, María Eugenia Garay, Miriam Gianni, Aurelio González Canale, Guido Rodríguez Alcalá y algunos otros– que sin integrar dicho grupo, testimonian no obstante, a través de sus versos, la angustia y la esperanza de una época oscura y trágica del Paraguay contemporáneo.
 
La represión política recrudece a lo largo de los años 70 y a fines de la década aparecen las primeras obras de un grupo de poetas que comparten la triste suerte de haber nacido y crecido en las décadas del 50 y 60, en plena dictadura, y también la alegría de haber presenciado el fin de dicho régimen dictatorial y el restablecimiento democrático en su patria en 1989. Estos jóvenes poetas integran la promoción del 80 y la mayoría forma parte del "Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero", creado bajo el patrocinio de la Embajada de España en Paraguay. Participan en dicho taller, entre muchos más, Mario Rubén Alvarez, Moncho Azuaga, Susy Delgado, Lisandro Cardozo, Mario Casartelli, Sabino Giménez Ortega, Jorge Gómez Rodas, Miguelángel Meza, Amanda Pedrozo, Ramón Silva y Victorio Suárez, para dar sólo los nombres de aquellos cuyas obras integran dos de los volúmenes colectivos publicados por miembros del taller: ...Y ahora la palabra (1979) y Poesía taller (1982).
 
Un fenómeno interesante de la producción poética (y también narrativa) de los últimos 20-25 años es la proliferación de voces femeninas en el panorama literario actual. Más que en ningún período anterior, se multiplican los versos de mujeres poetas, relativamente jóvenes, como Delfina Acosta, Susy Delgado, María Eugenia Garay, Lourdes Espínola, Nila López y Amanda Pedrozo, entre otras, para buscar y reclamar el lugar que saben les corresponde en el cenáculo del "Olimpo" poético al que hasta hace relativamente poco era muy difícil ingresar sin "invitación especial" o "padrinazgo" masculino.
 
En cuanto a la producción poética más reciente, en los últimos años empiezan a publicar los integrantes de la llamada "generación del 90", autores jóvenes (casi todos nacidos después de 1970) y en su mayoría poetas, aunque algunos también narradores. Varios ya han publicado uno o dos libros, entre ellos: Domingo Aguilera, María Eugenia Ayala Cantero, Esteban D. Cella, Alex Díaz de Vivar, Juan Carlos Escruc Sanabria, Erich Fischer, Iván González, Rossana Martínez Flecha, Delia Picaguá Bordón y Alberto Manuel Sisa Da Costa. Y algunos, como Mónica Laneri y Nelson Aguilera, han dado a luz, hasta la fecha, tres poemarios cada uno. También de reciente aparición son algunas obras poéticas de autores ya establecidos, aunque pertenecientes a generaciones anteriores: Tiempo (2002) de Augusto Casola, Los dioses del diluvio (2001) de Jorge Gómez Rodas, Antología Poética (2003) de Luis María Martínez, Poemas para Yula (2002) de Susana Riquelme de Bisso y El hombre de la nube (2004) de Elsa Wiezell, para dar sólo algunos títulos representativos de los publicados en lo que va del nuevo siglo y milenio.
 
 
TEATRO: SIGLO XX
 
Durante la primera mitad del siglo XX, la historia del teatro paraguayo no cuenta con muchos nombres que hayan trascendido las fronteras nacionales, con la posible excepción de Josefina Plá quien, además de ser autora y co-autora (con Roque Centurión Miranda) de varias obras teatrales, está entre los críticos que más han estudiado el teatro paraguayo. Como en otros países de Latinoamérica, razones de orden histórico-político y económico-social explican parcialmente el hecho de que el teatro haya sido, y continúe siendo, el género menos fecundo de la literatura paraguaya. En el caso específico del Paraguay, la inestabilidad política de las primeras décadas, unida a una guerra internacional (i.e., la Guerra del Chaco contra Bolivia, 1932-1935), una terrible guerra civil (i.e., la Revolución de 1947) y una de las dos dictaduras más largas que registra la historia del continente americano hasta la fecha (i.e., la del general Alfredo Stroessner, 1955-1989; la otra es la de Fidel Castro, 1959-presente), tienen un impacto negativo directo tanto en la cantidad como en la calidad de la producción teatral de este siglo.
 
Sin embargo, a lo largo de las dos décadas que preceden a la Guerra del Chaco surge un interés teatral antes inexistente y numerosos autores estrenan dramas y comedias de carácter predominantemente popular, entre ellos: Eusebio A. Lugo, Pedro Juan Caballero, Facundo Recalde y José Arturo Alsina, el más célebre del grupo. No obstante haber nacido en la Argentina, Alsina vivió en el Paraguay desde muy joven y su obra dramática es netamente nacional aunque algunas de sus piezas reflejan influencias del teatro europeo: e.g., de Ibsen en El derecho de nacer y de Pirandello en La ciudad soñada.
 
De enorme significación cultural para un país bilingüe como el Paraguay es la producción teatral de Julio Correa, autor de gran mérito e iniciador, en la década del 30, del teatro en guaraní en obras inspiradas en el contexto histórico-político de esos años, y en particular en la Guerra del Chaco. Otros representantes del teatro en guaraní de esa época son Francisco Barrios, Roque Centurión Miranda y Luis Ruffinelli.
 
Durante la segunda mitad del siglo XX y hasta el presente, entre los autores de obras más representadas, tanto dentro como fuera del país, se destacan en particular: Ernesto Báez, Mario Halley Mora, el más prolífico de este período y autor de varias piezas en "yopará" (vocablo guaraní que significa "mezclado", i.e., español y guaraní), Alcibiades González Delvalle, tal vez el dramaturgo más polémico y controversial de los años ochenta, Ovidio Benítez Pereira, José María Rivarola Matto y Julio César Troche.
 
Además de los dramaturgos ya mencionados, entre los nombres que también ocupan un lugar significativo dentro del teatro paraguayo contemporáneo deben figurar, entre otros: los autores y críticos José Luis Appleyard, Ramiro Domínguez y Ezequiel González Alsina; el gran poeta Hérib Campos Cervera, autor de Juan Hachero (1952), escrita ocho meses antes de su muerte; el escritor Efraín Enríquez Gamón; el actor, autor y ensayista Manuel E. B. Argüello; el poeta, narrador y dramaturgo Moncho Azuaga; el novelista y ensayista Félix Alvarez Sáenz; los autores y directores teatrales José Luis Ardissone y Agustín Núñez; y la dramaturga y guionista teatral Gloria Muñoz quien, con Agustín Núñez, ambos llevaran a escena en 1991 (bajo la dirección de éste y la adaptación teatral de aquélla) una versión teatral de Yo el Supremo (1974), la novela más conocida de Augusto Roa Bastos.
 
En cuanto a la producción más reciente, en los últimos catorce años (1990-2004) llegan al escenario numerosas piezas, en su mayoría breves –de temas y estilos diversos, experimentales, iconoclastas– de autores jóvenes como Héctor Micó y Mario Santander Mareco, para dar dos ejemplos, y también de autores no tan jóvenes pero que en estos años empiezan a incursionar en la escritura dramática, como es el caso, entre otros, del mismo Agustín Núñez ya antes mencionado, de la escritora Renée Ferrer, del novelista y ensayista Luis Hernáez y de Augusto Roa Bastos, el escritor más conocido de las letras paraguayas.
 
De interés particular es la aparición, en las últimas décadas, de un número significativo de autoras en la dramaturgia nacional ya que tradicionalmente la gran mayoría de piezas teatrales, con la casi única excepción de las obras de Josefina Plá, son de autoría masculina. Con la producción dramática de Edda de los Ríos, Pepa Kostianovsky y Raquel Rojas; la de las narradoras Lucy Mendonça de Spinzi y Sara Karlik; y la de Gloria Muñoz y Renée Ferrer ya antes citadas, el teatro paraguayo se enriquece temática y estructuralmente, al reflejar sus obras preocupaciones y estilos variados, y al incorporar motivos y temas relacionados con la realidad femenina actual, a tono con la dramaturgia latinoamericana contemporánea.
 
 
 
 
 
Editorial El Lector, Asunción-Paraguay 2004
 


NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY

por TERESA MÉNDEZ-FAITH



I - SIGLO XIX: DE LA INDEPENDENCIA (1811) A 1900


Con respecto a la literatura Paraguaya anterior a 1900 circulan, en general, dos generalizaciones extremas pero igualmente falsas:

a) la que simplemente niega su existencia, concluyendo que el Paraguay no tiene literatura hasta el siglo XX, y

b) la que, sin negarla, sugiere no obstante que los propulsores y cultores de dicha literatura -escritores en general y narradores en particular- son, casi todos, extranjeros.

Aunque ambas posiciones son esencialmente falsas, hay sin embargo algo de verdad en lo referente a la poca productividad anterior a 1900. En efecto, no se puede desmentir la realidad de la escasez literaria paraguaya hasta principios de este siglo. Pero son los historiadores de literatura quienes deben investigar el porqué de dicha escasez e identificar, al mismo tiempo, la producción literaria que sí tuvo lugar durante esa época.

Los Jinetes del Apocalipsis han visitado frecuentemente el Paraguay y desastres que parecerían increíbles e hiperbólicos en otros países, son allí parte integral, y hasta recurrente, de su historia. Entre 1864 y 1870 Paraguay peleó y perdió la Guerra de la Triple Alianza, donde se enfrentó, quijotescamente, contra las fuerzas aliadas de Brasil, Argentina y Uruguay, sufriendo en el proceso la pérdida de ¡más del 75 % de su población! De 1.300.000 paraguayos vivos a principios de la guerra, sólo quedaron 300.000 al final, en su mayoría mujeres y niños. Sólo esto basta para explicar el escaso número de escritores en las últimas décadas del siglo pasado. La hecatombe del 70 simplemente eliminó del mapa literario paraguayo a muchos literatos y narradores potencia-les. Se debe agregar, sin embargo, que el país nunca contó con un núcleo numeroso de escritores, incluso antes de la guerra, debido en gran parte a la mordaza impuesta por la dictadura. Durante el régimen del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) se prohibió todo tipo de expresión literaria, aún en épocas de prosperidad económica. Paraguay no tuvo, por lo tanto, como otros países, una "clase de literatos" durante las críticas primeras décadas de su independencia política.

Tanto don Carlos Antonio López como su hijo el Mariscal Francisco Solano López, sucesores de Francia, trataron de invertir dicha situación, pero al final sus esfuerzos se vieron anulados por la guerra. Don Carlos Antonio López promovió la creación de institutos culturales que incluyeron la Academia Literaria y el Aula de Filosofía. También bajo su gobierno (1844-1862) fueron enviados a Europa los primeros estudiantes becarios, empezó el interés en el romanticismo europeo y se fundaron periódicos como el "Semanario" y revistas literarias como La Aurora, publicaciones donde aparecieron las obras de los representantes del "romanticismo" paraguayo. El Mariscal López, continuador de los esfuerzos de su padre en pro de la cultura, ha sido considerado por su vida, actuación y obra, como el iniciador del romanticismo paraguayo que reconoce, según el profesor Raúl Amaral, tres etapas concretamente definidas: a) la denominada "precursora", que se extiende de 1840 a 1860 y en la que actúan, entre otros, los jóvenes alumnos de la Academia Literaria que practican además el ejercicio de las letras en el periódico "Semanario"; b) la representada por el romanticismo propiamente dicho (cuyo adalid era el Mariscal López) y que cubre un segmento temporal de diez años: 1860-1870. Forman parte de ella los becarios que regresan de Europa (y que se nutren de la efusión romántica europea) y los estudiantes del Aula de Filosofía, nucleados en la revista La Aurora, que a partir de su creación (1860) agrupa hechos y personas relacionados con la circunstancia de la Guerra de la Triple Alianza que es, desde el sector paraguayo, una guerra "romántica"; c) la tercera etapa recoge la experiencia bélica y se extiende hasta comienzos del 900 (i.e., primeros años de este siglo) en la forma de un posromanticismo que se anuda, a un mismo nivel, con sus iguales de Argentina y Uruguay. Su impulso llega hasta 1910, pero ya con evidentes incrustaciones de modernistas. El agrupamiento inicial está representado, aparte del Mariscal López, por Natalicio Talavera -poeta-testigo de la Guerra del 70, cuyo mérito principal radica en el hecho de que sus obras han sido concebidas y escritas en el mismo campo de batalla- y por el poeta y pensador boliviano residente Tristán Roca; el segundo por José Segundo y Diógenes Decoud, Victorino Abente y Lago, Enrique D. Parodi y Adriano M. Aguiar; y el tercero por Ercilia López de Blomberg, Delfín Chamorro y los comienzos poéticos de Ignacio A. Pane y Juan E. O'Leary.

Además de la relativa escasez literaria durante las últimas décadas del siglo pasado, la literatura paraguaya anterior (y posterior) a 1900 se caracteriza por estar siempre a la zaga de los "ismos" europeos del momento y por reflejar, sólo muy tardíamente, la influencia de dichas corrientes literarias. Si bien es verdad que en general el romanticismo europeo llegó tarde a Latinoamérica, también hay que notar que llegó aún más tarde al Paraguay. Sin embargo, el retraso de este movimiento en particular se debe, por lo menos en parte, a la situación y a las circunstancias específicas creadas por el contexto de la Guerra del 70 que vivió el país antes, durante y después de dicha guerra, cuyas consecuencias se extendieron hasta mucho más allá del final de la contienda.

 

II - SIGLO XX: DE PRINCIPIOS DE SIGLO A LOS AÑOS VEINTE

 

Dos movimientos literarios importantes que surgen durante los primeros años de este siglo son el "novecentismo" (o "generación del 900") y el "modernismo". El primero, cuya denominación más generalizada - "generación del 900"- fue acuñada en 1950 por Juan E. O'Leary, uno de los integrantes de dicha generación, irrumpe justamente alrededor de 1900. La mayoría de sus miembros nacen inmediatamente después de la Guerra de la Triple Alianza, entre 1870 y 1880, "década de escombros", según denominación del Dr. Gualberto Cardús Huerta (en Raúl Amaral, El novecentismo paraguayo. Línea biográfica y doctrinal de una generación). Indica el profesor Amaral en su libro que este movimiento guarda ciertas analogías con otros época del continente y asimismo con "e180' argentino y "el 98" español. Pero lo que debe interpretarse por "novecentismo paraguayo", agrega el conocido escritor y crítico, es no sólo un agrupamiento de jóvenes que en el momento de su actuación pública -en la cultura o en las letras- tenían entre 18 y 25 años de edad, sino una posición de mayor validez. Debe recordarse que ellos ocuparon la mayoría de los espacios entre los comienzos del 900 y las vísperas de la Guerra del Chaco, de la que participaron en la defensa intelectual de la patria.

Se presenta, además, esta generación asociada a la española del 98 -si bien no en todos sus aspectos- al incluir a precursores inmediatos como Valle Inclán y Unamuno (1864 y 1866) en el caso español y a López Decoud y Domínguez (1867 y 1868), respectivamente, en el caso particular paraguayo. Luego vienen los del 70 al 80 ya citados por Cardús Huerta, y hasta el 85, ciñéndose a términos más amplios. Pero en la realidad ese "novecentismo" domina por más de tres décadas la vida cultural paraguaya (1899-1930) y de modo especial el proceso literario. Se advierten influencias francesas, inglesas y, en menor medida, españolas. La prosa produce el esteticismo de López Decoud y el tono poemático de Domínguez, en tanto que la poesía continuará con la herencia postromántica hasta las proximidades de 1910, sin desconocer el indudable impacto modernista. Dos acontecimientos de importancia deben sumársele: la inauguración de la crítica por medio del ensayo de Manuel Gondra: "Entorno a Rubén Darío" (1898-1899) y los inicios de la novelística naturalista representados por el libro Ignacia de José Rodríguez Alcalá (1905). Otro hecho de trascendencia lo constituyó la quiebra generacional producida a partir del 17 de octubre de 1902 con la polémica histórica entre Cecilio Báez y Juan E. O’Leary.

Con respecto al movimiento modernista paraguayo, hasta hace unos años se solía ubicar sus inicios alrededor de 1913. En efecto, algunos autores nacionales y extranjeros -éstos siguiendo a aquéllos- hasta hace más de diez años, dieron en fijar con rara unanimidad como fecha inicial de la aparición del "modernismo" en nuestro país la de los orígenes de la revista Crónica (abril de 1913). Con esto quedaba establecido el irremediable atraso de dicho movimiento en su llegada y auge posterior.

Sin embargo, investigaciones realizadas durante más de dos décadas por el ensayista y crítico ya mencionado, Raúl Amaral, permitieron descubrir que en verdad se reconoce el cumplimiento de etapas producidas con bastante antelación: una primera o "precursora" que va del ensayo crítico de Gondra sobre la poética rubendariana ("En torno a Rubén Darío") expresada en Prosas Profanas y los poemas publicados por Francisco L. Bareiro bajo el signo de Azul, entre 1896 y 1898, hasta la presencia del escritor argentino Martín de Goycoechea Menéndez (1901), aunque ya en 1903 Ricardo Brugada (hijo) había calificado de "modernista" a López Decoud. Pero es a partir de 1905, año en que Darío edita sus Cantos de vida y esperanza y Leopoldo Lugones sus Crepúsculos del jardín, que se producen las mayores evidencias a través de un postromántico convertido como Alejandro Guanes y de un innovador como Hérib Campos Cervera (padre). En dicha segunda remesa actúan: Roberto A. Velázquez, Ricardo Marrero Marengo, Fortunato Toranzos Bardel y desde fuera: Eloy Fariña Núñez, debiendo agregarse también a Gomes Freire Esteves. Dos ejemplos bastan para confirmar el acierto: la traducción de Jean-Paul Casabianca del "Nocturno" de José Asunción Silva al francés (1901) y la versión de Ignacio A. Pane de la "Ode au Paraguay" de Casabianca (1903).

El tercer sector abarca desde 1910 hasta 1916 y lo componen los poetas Guillermo Molinas Rolón y Pablo Max Ynsfrán, y los prosistas -narradores- Leopoldo Centurión y Roque Capece Faraone. Con posterioridad surgirán: Natalicio González, Leopoldo Ramos Giménez y Manuel Ortiz Guerrero. Cierra el ciclo el núcleo de la revista Juventud (1923-1926), del que son representativos: José Concepción Ortiz, Vicente Lamas, Heriberto Fernández y Pedro Herrero Céspedes, entre otros. Las publicaciones más significativas de entonces fueron: Revista del Centro Estudiantil (1908-1927), Crónica (1913-1915), Letras (1915-1916), Guaranía, 1ª época (1920-1921) y la ya citada Juventud.


III - SIGLO XX: DE LA GUERRA DEL CHACO AL PRESENTE

 

En términos generales, la narrativa ha sido el género menos prolífico de la literatura paraguaya y el más afectado por el contexto histórico-político nacional. Hasta mediados de siglo predomina el ensayo histórico y en la escasa producción narrativa del período tienden a prevalecer, como en el ensayo, las corrientes romántico-nacionalistas de exaltación del pasado y de afirmación de los valores espirituales del pueblo paraguayo, heroico sobreviviente de la catástrofe de la Guerra Grande (o Guerra de la Triple Alianza: 1864-1870). Dentro de esa línea tradicionalista, iniciada por el argentino Martín de Goycoechea Menéndez -glorificador de la Guerra Grande y mitificador de la literatura nacional-, habría que mencionar las obras histórico-costumbristas de Natalicio González, Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá, Concepción Leyes de Chaves y Carlos Zubizarreta.

Entre 1932 y 1935 el Paraguay sufre otra guerra internacional (Guerra del Chaco, contra Bolivia) que tiene, no obstante, consecuencias positivas en el plano literario al promover una toma de conciencia de la realidad nacional y la incorporación de temas significativos (la guerra, los problemas del agro y de los yerbales, la persecución política, el exilio, etc.) en la narrativa posterior. Ejemplifican dicha renovación temática: Cruces de quebracho (1934) de Arnaldo Valdovinos, Ocho hombres (1934) de José Santiago Villarejo, ambas inspiradas en la Guerra del Chaco, y especialmente El guajhú (1938) de Gabriel Casaccia, colección de cuentos donde su autor da el golpe definitivo a la visión literaria idealizada y romántica, totalmente falsa del campesino paraguayo.

Sin embargo, la narrativa paraguaya recién empieza a adquirir distinción y atención internacional en la década del 50, con la aparición en Buenos Aires de tres obras -La Babosa (novela, 1952) de Gabriel Casaccia, Follaje en los ojos (novela, 1952) de José María Rivarola Matto y El trueno entre las hojas (1953), la primera colección de cuentos de Augusto Roa Bastos- que rompen con las tendencias narcisistas y mitificadoras prevalecientes y reincorporan a la ficción el realismo crítico inaugurado por Rafael Barrett a principios de siglo pero prácticamente ausente en la narrativa publicada hasta entonces dentro del país.

Las coordenadas histórico-políticas del último medio siglo, dificultan y también explican, la producción narrativa paraguaya. En ese lapso el país ha pasado por una sangrienta guerra civil (Revolución de 1947) y ha soportado una de las dictaduras más largas de la historia americana (la del general Stroessner, 1955-1989). No debe sorprender, entonces, que las obras actualmente más conocidas hayan sido concebidas y publicadas en el exilio. En efecto, lejos de la represión y censura vigentes en su país, los escritores exiliados pueden expresarse libremente y desarrollar sin trabas una narrativa artísticamente elaborada, a tono con el momento histórico presente y de contenido socio-político significativo. De ahí que sea en las obras de esos expatriados -Rubén Bareiro Saguier, Gabriel Casaccia, Rodrigo Díaz-Pérez, Augusto Roa Bastos, Lincoln Silva, etc.- donde se van a encontrar, inicialmente, tanto el planteamiento más directo como el reflejo más fiel de la problemática nacional de esas tres décadas y media (1955-1989).

Gabriel Casaccia, iniciador de la narrativa paraguaya contemporánea, recupera de manera crítica varias décadas de descomposición moral y corrupción política en tres novelas: La Babosa (1952), La llaga (1963) y Los herederos (1975), y dedica Los exiliados (1966) a tocar el tema del exilio político, prácticamente inexplorado en la narrativa intrafronteras. Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989 y uno de los escritores hispanoamericanos más destacados, examina el presente y el pasado nacionales a lo largo de coordenadas histórico-políticas en Hijo de hombre (1960) -novela del dolor paraguayo y uno de los textos más importantes de la narrativa hispanoamericana contemporánea- y en Yo el Supremo (1974), su segunda y más famosa novela, narrada desde la ubicua perspectiva del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, primer dictador paraguayo y una de las figuras más controversiales de la historia nacional. La dictadura, tema de difícil incorporación en la narrativa interna, está implícita o explícita en el miedo que atormenta a tantos personajes de las obras del exilio. Y se hace directa en su realidad de cárceles, torturas y persecuciones en varios cuentos de Rubén Bareiro Saguier -incluidos en Ojo por diente (1973) y en El séptimo pétalo del viejito (1984)- y de Rodrigo Díaz-Pérez -contenidos en Entrevista (1978), en Hace tiempo... mañana (1989) y en Los días amazónicos (1995)- como también en las dos novelas de Lincoln Silva: Rebelión después (1970) y General General (1975). Productos del destierro son también dos obras inspiradas en la problemática nacional: El collar sobre el río (cuentos) de Carlos Garcete y El invierno de Gunter (novela) de Juan Manuel Marcos, ambas publicadas en 1987.

En cuanto a la producción narrativa interna posterior a 1960, es importante señalar la gravitación negativa de la represión dictatorial y de las censuras y autocensuras vigentes hasta fines de la década del ochenta que explican, en gran parte, la escasez numérica de obras publicadas dentro del país hasta el presente. Como bien lo indica Guido Rodríguez Alcalá, dadas las circunstancias del contexto político-cultural paraguayo, «lo sorprendente no es que no se produzca mucho en el país, sino que se produzca» (en «La poesía y la novela en el Paraguay en los últimos años [1960-1980]», ensayo incluido en Viriato de Díaz-Pérez, Literatura del Paraguay, Vol. II, 1980). Aunque la actividad narrativa durante este período (i.e., 1960-1980) es relativamente escasa y las obras publicadas no han adquirido el reconocimiento internacional de la producción del exilio, el corpus narrativo interno cuenta, no obstante, con varios títulos y autores de mérito que han recibido distinciones y premios nacionales importantes. Entre 1960 y principios de la década del ochenta aparecen relatos que van de la crónica costumbrista a la crítica explícita de diversos aspectos del contexto histórico-político y socio-cultural recreado en la ficción de esos años. Entre las obras representativas de este período se deben destacar: Imágenes sin tierra (1965) de José-Luis Appleyard; El laberinto (1972) de Augusto Casola; Crónicas de una familia (1966) y Andresa Escobar (1975) de Ana Iris Chaves de Ferreiro; La quema de Judas (1965) de Mario Halley Mora; La mano en la tierra (1963) y El espejo y el canasto (1981) de Josefina Plá; El pecho y la espalda (1962) y La tierra ardía (1974) de Jorge Ritter; Las musarañas (1973) y El contador de cuentos (1980) de Jesús Ruiz Nestosa; Mancuello y la perdiz (1965) de Carlos Villagra Marsal y Los grillos de la duda (1966) de Carlos Zubizarreta.

Durante los últimos quince años han aparecido algunas obras que exploran en profundidad ciertas llagas dolorosas de la realidad paraguaya y en donde la crítica a menudo se vuelve denuncia condenatoria del régimen dictatorial represivo y asfixiante de más de tres décadas. Entre éstas hay que mencionar en particular: Medio siglo de agonía (1994) de Santiago Dimas Aranda; Celda 12 (1991) de Moncho Azuaga; Stroessner roto (1989) de Jorge Canese; La Seca y otros cuentos (1986), Los nudos del silencio (1988), Por el ojo de la cerradura (cuentos, 1993), Desde el encendido corazón del monte (cuentos ecológicos, 1994) y Vagos sin tierra (1999) de Renée Ferrer; El caballo del comisario (1996) de Carlos Garcete; Diagonal de sangre (1986) y La isla sin mar (1987) de Juan Bautista Rivarola Matto; El rector (1991) de Guido Rodríguez Alcalá; Diálogos prohibidos y circulares (1995) de Jesús Ruiz Nestosa; Sin testigos (1987) de Roberto Thompson Molinas; y En busca del hueso perdido: Tratado de paraguayología (1990) y Angola y otros cuentos (1984 y 1994, 2a. ed. aumentada) de Helio Vera, prácticamente todas premiadas o finalistas en concursos nacionales de narrativa.

Un aspecto interesante y significativo de la producción narrativa (y también poética) de las últimas dos décadas es la aparición de un alto porcentaje de voces femeninas en el panorama literario actual. Más que en ningún período anterior, dichas voces se manifiestan con gran fuerza y continuidad, y sus obras reflejan, temática y estructuralmente, preocupaciones y estilos diversos, a tono con la narrativa latinoamericana del último cuarto de siglo. Además de las obras de Renée Ferrer, ya antes mencionadas, hay que incluir en este grupo varias otras más, entre ellas: Golpe de luz (novela, 1983) y Ola pro nobis (cuentos, 1993) de Neida Bonnet de Mendonça; La niña que perdí en el circo (novela, 1987), La vera historia de Purificación (novela, 1989), Esta zanja está ocupada (novela, 1994) y La posta del placer (novela, 1999) de Raquel Saguier, La oscuridad de afuera (cuentos, 1987) de Sara Karlik, y Tierra mansa y otros cuentos (1987) de Lucy Mendonça de Spinci. La lista continúa y a los nombres ya dados habría que agregar, además, los de Milia Gayoso, Chiquita Barreto, Margot Ayala de Michelagnoli, como así también los de varias cuentistas pertenecientes al Taller Cuento Breve (dirigido por Hugo Rodríguez Alcalá) que se dieron a conocer en años recientes con la aparición de sus respectivas obras. Tres de ellas publicaron sus primeros libros en 1992: Maybell Lebrón, que dio a luz Memoria sin tiempo, Luisa Moreno de Gabaglio, autora de Ecos de monte y de arena (cuentos ecológicos), y Diana Pardo Carugati, que publicó La víspera y el día. Las tres tienen títulos posteriores, como se puede ver en la «Cronología de autores y obras narrativas paraguayas» de José Vicente Peiró que sigue a esta breve introducción. Otras del grupo Taller Cuento Breve que también sacaron a luz sus colecciones de cuentos más recientemente son María Luisa Bosio (Imágenes, 1993 y Lo que deja la vida, 1999), Yula Riquelme de Molinas (Bazar de cuentos, 1995 y De barro somos, 1998), Susana Riquelme de Bisso (Entre la cumbre y el abismo, 1995), Lita Pérez Cáceres (María Magdalena María, 1997), Margarita Prieto Yegros (En tiempo de chiva(os, 1998) y Lucy Mendonça de Spinzi (Cuentos que no se cuentan, 1998). Demás está decir que algunas de estas escritoras también han producido novelas, como se puede deducir, una vez más, de un vistazo rápido a la «Cronología...» antes mencionada.

Para concluir esta rápida visita a la narrativa paraguaya de ayer y de hoy, llama la atención la gran productividad narrativa -en novelas y cuentos- de la última década. Son muchos los nombres, escritoras y escritores, que se han dado a conocer -como narradores- en estos años, entre ellos: Hugo López Martínez, Lucía Scoscería de Cañellas, Francisco Gallerini Sienra, Michael Brunotte, Andrés Colmán Gutiérrez, Juan Carlos Herken, Luis Hernáez, Borja Loma, Esteban Cabañas (Carlos Colombino), Gino Canese, María Irma Betzel, Susana Gertopan, Marta Meyer de Landó, Nila López, César González, Bertha Medina, las hermanas Pedrozo (Amanda y Mabel), y probablemente varios más cuyas obras todavía no han llegado a mi atención. De todas maneras, celebro que a fin de siglo nuestro país dé muestras de tanta energía y productividad «extraordinarias» ya que esto es augurio de un sólido «corpus» literario -y narrativo en particular- para el próximo milenio.

Teresa Méndez-Faith

12 de junio de 1999
 


Fuente: NARATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY 

TOMO I (A-L)/ Autora: TERESA MÉNDEZ-FAITH

Intercontinental Editora, Asunción-Paraguay 1999. 433 páginas)



 
 
POESIA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY 1811-1996
 
 
 
III.- SIGLO XX: DE MEDIADOS DE SIGLO AL PRESENTE
 
La poesía siempre ha sido el género literario más prolífico de las letras paraguayas, aunque hay que notar que el Paraguay de las últimas décadas no ha sido suelo propicio para la creación artística en general. En efecto, el entorno temporal de la “POESÍA CONTEMPORÁNEA” o "actual" -si como tal clasificamos a la producida a partir de 1960- cae, casi totalmente, dentro de los treinta y cinco aÑos de la dictadura del General Stroessner (1954-1989). La situación política, económica y cultural resultante, así como también las censuras y autocensuras vigentes durante dicha dictadura han afectado significativamente, tanto en cantidad como en calidad, la producción poética interna. Los arrestos arbitrarios, la persecución ideológica y la represión política imperantes llevaron al exilio a casi un millón de paraguayos (un tercio de la población de entonces) y, entre ellos, a muchos escritores y artistas. "Bebido a estos motivos -explica GIUSEPPE BELLINI-, la literatura del Paraguay se construyó más con las aportaciones de los exiliados que con las de los escritores que vivieron en la patria" (en su Historia de la literatura hispanoamericana, 1985). Hay que recordar que los dos poetas paraguayos de mayor renombre internacional, HÉRIB CAMPOS CERVERA (1905-1953) y ELVIO ROMERO (1926), han escrito prácticamente toda su obra en el exilio, ambos en Buenos Aires.
 
Considerado el poeta más importante de la promoción de 1940, Campos Cervera es también uno de los tres esritores de dicho grupo (con JOSEFINA PLÁ y AUGUSTO ROA BASTOS) que mayor influencia han tenido en la literatura paraguaya contemporánea. Testigos todos -y participantes algunos-de la dolorosa Guerra del Chaco (1932-1935), los integrantes del grupo del 40 comparten un mismo afán de renovación literaria a lo largo de una década difícil que desemboca en la sangrienta Revolución de 1947. El contexto vivencial de la época los obliga a tomar conciencia de la realidad nacional y las obras de estos poetas -como también las de OSCAR FERREIRO, EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA, HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ y algunos otros- reflejan una nueva conciencia crítica. Surge así una poesía introspectiva, buceadora de lo íntimo, enraizada en el ser humano, con sus ideas, sus sueños, sus preocupaciones y sus dudas. A menudo la introspección poética descubre el sufrimiento colectivo, la angustia del destierro, se vuelve solidaria y surge una poesía testimonial representativa de los valores humanos, como sucede en la obra de Campos Cervera y más adelante en la de tantos otros poetas por él influenciados.
 
Entre estos poetas cuyos versos reflejan dicha influencia camposcerveriana, cabe mencionar en primer lugar los poemarios de ELVIO ROMERO -DESTIERRO Y ATARDECER (1975) y EL POETA Y SUS ENCRUCIJADAS (1991), para dar sólo un par de ejemplos-, el poeta más conocido a nivel internacional y cuya obra es una especie de diario poético y doloroso testimonio de protesta política que capta y denuncia décadas de sufrimiento del pueblo paraguayo. En la misma linea de protesta y crítica social se ubican las obras de algunos otros escritores exiliados -como las de RODRIGO DÍAZ-PÉREZ y RUBÉN BAREIRO SAGUIER, cuya BIOGRAFÍA DE AUSENTE (1964) es una doliente evocación poética de su patria desde el exilio- y las de varios ("exiliados de dentro", según expresión acuñada por Roa Bastos) que han permanecido en el país. Tal es el caso de obras como PALOMA BLANCA, PALOMA NEGRA (1982) de JORGE CANESE, GUARANIA DEL DESVELADO (1979) de CARLOS VILLAGRA MARSAL, DESDE ABAJO ES EL VIENTO (1970) de LUIS MARÍA MARTÍNEZ y las del centenar de poetas por éste incluidos en los dos volúmenes de EL TRINO SOTERRADO (1985-1986) que desde dentro del país y en plena dictadura osaron levantar la voz publicando sus poemas cuando el uso de la palabra podía costarles muy caro: arrestos, cárcel, torturas, destierro...
 
En la DÉCADA DEL 50 surge un grupo de poetas que aunque reconocen como maestros y líderes de la renovación poética a los de la PROMOCIÓN DEL 40, se ven privados de la influencia directa de varios de ellos (entre los que están Roa Bastos, Elvio Romero y Campos Cervera, el poeta más importante del grupo), a quienes la guerra civil de 1947 los había obligado a optar por el exilio. La mayoría de los miembros de la promoción poética del 50 - integrada, entre otros, por JOSÉ-LUIS APPLEYARD, MARÍA LUISA ARTECONA DE THOMPSON, RUBÉN BAREIRO SAGUIER, RODRIGO DÍAZ-PÉREZ, RAMIRO DOMÍNGUEZ, GUSTAVO GATTI, JOSÉ MARÍA GÓMEZ SANJURJO, LUIS MARÍA MARTÍNEZ, RICARDO MAZÓ, CARLOS VILLAGRA MARSAL, ELSA WIEZELL y GONZALO ZUBIZARRETA-UGARTE- cultivan también otros géneros, en particular la narrativa, y han colaborado en ALCOR, revista de gran importancia y significación, fundada en 1955 por RUBÉN BAREIRO SAGUIER y JULIO CÉSAR TROCHE. Dichos poetas fueron testigos de la violencia y el odio generados durante la sangrienta guerra civil y en sus obras, de orientación intimista y tono melancólico, predominan los temas relacionados con el amor y la muerte, la evocación de la niñez y el tiempo pasado, la angustia existencial y la nostalgia del paraíso perdido.
 
Muchos de esos temas también están presentes en la producción poética de quienes se expresaron y se expresan, mayoritariamente, en guaraní. De dichos poetas que han logrado mantener la tradición poética guaraní a lo largo de este siglo -pero en particular durante las primeras décadas y hasta fines de los años 50- hay que mencionar, entre otros, a CARLOS F. ABENTE, GUMERSINDO AYALA AQUINO, NARCISO R. COLMÁN ("ROSICRÁN"), FRANCISCO CRISTALDO, PEDRO ENCINA RAMOS, EMILIANO R. FERNÁNDEZ, DARÍO GÓMEZ SERRATO, CARLOS MIGUEL JIMÉNEZ, TEODORO S. MONGELÓS, MANUEL ORTIZ GUERRERO, ANTONIO ORTIZ MAYANS y NÉSTOR ROMERO VALDOVINOS, para dar sólo algunos nombres representativos.
 
De 1960 a esta parte se perfilan varios grupos que, en mayor o menor grado, han sido fuertemente marcado por la dictadura, realidad del contexto político y cultural que les ha tocado vivir. Los integrantes de la llamada PROMOCIÓN DEL 60 -ESTEBAN CABAÑAS, MIGUEL ANGEL FERNÁNDEZ, FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH y ROQUE VALLEJOS, entre otros-, iniciada bajo la dirección de JOSEFINA PLÁ, nacen entre 1937 y 1943, y preconizan, en general, una poesía política y socialmente significativa. Sus obras, como las de otros poetas coetáneos aunque no incluidos en la PROMOCIÓN DEL 60 -entre ellos: OVIDIO BENÍTEZ PEREIRA, JUAN ANDRÉS CARDOZO, GLADYS CARMAGNOLA, RAQUEL CHAVES, OSVALDO GONZÁLEZ REAL, JACOBO RAUSKIN, MAURICIO SCHVARTZMAN y RUDI TORGA-, reflejan una aguda conciencia de los problemas político-económicos del país expresados en versos claros, simples, esenciales, y rechazan el lenguaje meramente retórico y hueco, sin relevancia humana o social. A fines de esa misma década, y dentro del marco temporal de los movimientos estudiantiles contestatarios del 68, aparece un grupo de poetas conocido como el "GRUPO DE CRITERIO" por aglutinarse en torno a la REVISTA CRITERIO (1966-1971) por ellos publicada. La mayoría de los miembros de este grupo -integrado por JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ, ADOLFO FERREIRO, JUAN MANUEL MARCOS, EMILIO PÉREZ CHAVES, RENÉ DÁVALOS, NELSON ROURA y otros- nacen entre 1943 y 1950, son estudiantes universitarios, escriben una poesía política de reivindicación social, de comunicación y amor hacia los demás, y prácticamente todos son víctimas de la represión dictatorial que causa la dispersión casi total del grupo. Agregan sus voces a las del Grupo de Criterio una serie de poetas del mismo entorno generacional - JORGE AGUADÉ, ALICIA CAMPOS CERVERA, JORGE CANESE, VÍCTOR CASARTELLI, AUGUSTO CASOLA, SUSY DELGADO, RENÉE FERRER, VÍCTOR JACINTO FLECHA, PEDRO GAMARRA DOLDÁN, MARÍA EUGENIA GARAY, MIRIAM GIANNI, AURELIO GONZÁLEZ CANALE, GUIDO RODRÍGUEZ-ALCALÁ y algunos otros- que sin integrar dicho grupo, testimonian no obstante, a través de sus versos, la angustia y la esperanza de una época oscura y trágica del Paraguay contemporáneo.
 
Los esfuerzos de los poetas que escriben y publican en guaraní durante ese mismo entorno temporal -de principios del 60 a fines del 70-merecen mención aparte y especial. El régimen de Stroessner instituye ciertas reformas y políticas para promover la lengua guaraní, buscando así ganar terreno político. Sin embargo, esto no resulta en un incremento significativo de textos poéticos publicados en lengua nativa en esos años, ya que el gobierno no incentiva ni apoya, económica ni institucionalmente, dichas publicaciones. Entre los poetas que en esas décadas producen obras, parcial o totalmente, en guaraní, debemos citar a SUSY DELGADO, FÉLIX GIMÉNEZ GÓMEZ ("FÉLIX DE GUARANIA") , JUAN MAIDANA, CARLOS MARTÍNEZ GAMBA Y MIGUELÁNGEL MEZA. También hay que agregar aquí los nombres de poetas más recientes -como WILFRIDO MÁXIMO ACOSTA, ZENÓN BOGADO ROLÓN y otros-cuyos poemarios se empiezan a publicar especialmente a partir de 1990.
La represión política recrudece a lo largo de los años 70 y a fines de la década aparecen las primeras obras de un grupo de poetas que comparten la triste suerte de haber nacido y crecido en las décadas del 50 y 60, en plena dictadura, y también la alegría de haber presenciado el fin de dicho régimen dictatorial y el restablecimiento democrático en su patria en 1989. Estos jóvenes poetas integran la PROMOCIÓN DEL 80 y la mayoría forma parte del "TALLER DE POESÍA MANUEL ORTIZ GUERRERO", creado bajo el patrocinio de la Embajada de España en Paraguay. Participan en dicho taller, entre muchos más: MARIO RUBÉN ALVAREZ, MONCHO AZUAGA, LISANDRO CARDOZO, MARIO CASARTELLI, AMANDA PEDROZO, VICTORIO SUÁREZ y el ya mencionado MIGUELÁNGEL MEZA. Sus obras integran dos de los volúmenes colectivos publicados por miembros del taller: ... Y AHORA LA PALABRA (1979) y POESÍA TALLER (1982).
 
Como sucede en el campo de la narrativa, un fenómeno interesante de la producción poética de los últimos 10-15 años es la proliferación de voces femeninas en el panorama literario actual. Más que en ningún período anterior, se multiplican los versos de jóvenes poetas como DELFINA ACOSTA, LOURDES ESPÍNOLA, NILA LÓPEZ y MABEL PEDROZO, entre otras, para buscar y reclamar su lugar en el cenáculo del "Olimpo" poético paraguayo que hasta no hace mucho era predominantemente masculino y donde sólo ingresaban mujeres en casos muy excepcionales.
 
 
Autora: TERESA MÉNDEZ-FAITH
 
Intercontinental Editora, 1995. Asunción-Paraguay, 362 páginas


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