LA CONQUISTA RELIGIOSA
LAS MISIONES JESUÍTICAS
EL BARROCO HISPANO GUARANI
MISIÓN LA CANDELARIA
(Grabado misionero)
AMBITO IDEAL PARA LA EMPRESA
La erección en provincia de un territorio aparentemente tan desamparado, tan alejado de los centros existentes de colonización; desorientó al principio a muchos. "Siempre entendí – dice un misionero en la Carta Anua de 1613 – cuando vi que se había movido nuestro Padre General a hacer provincia de una tierra tan pobre y desamparada, que aquí había misterio, y ya se empieza a descubrir". En efecto, el empeño no fue arbitrario ni obra del azar; no cabria pensar tal cosa de la visión siempre tensa y lúcida de los dirigentes de la Compañía. Era la intención de los jesuitas "hambrientos de almas" desarrollar aquí a plenitud el sistema que ellos concebían como el mejor para la conversión y subsiguiente conservación de los cuerpos y almas de la gente nueva. En ninguna de las otras áreas habría sido ello posible, ya por la competencia civil, ya por la de otras órdenes religiosas. La crónica demuestra que aunque en esas otras zonas se realizaron en diversos períodos intentos de establecimiento de estas comunidades de base utópica, ellas o fueron en muy pequeña escala o bien no tardaron en desaparecer en el juego de los graves intereses contrapuestos. En el Paraguay, y justamente por las circunstancias aparentemente adversas, concurrían los requisitos deseables y algunos más – la condición persuasible del indígena, la bondad de la tierra dispuesta a amparar empresas de trabajo – y con ellos, la supervivencia económica sin excesivas dificultades.
De la ausencia, por no menos aparente, al comienzo, de la competición religiosa o civil, no cabía dudar, por cuanto el propio Gobernador Hernandarias había recabado de la Corona y de los Superiores de la Orden la presencia de los jesuitas, como los únicos capaces de afrontar la tarea demostradamente imposible para la Colonia. De la índole de los naturales, no precisamente mansa en todos los casos, pero sin duda mucho más asequible y abierta a la convivencia y la persuasión que en otras regiones al este del Ande visitadas previamente por los misioneros, tenían testimonios repetidos. Además las creencias guaraníes ofrecían un sorprendente paralelismo en algunos de los casos con ciertos dogmas católicos; y esto facilitó, como veremos enseguida, el entendimiento inicial. En cuanto a la naturaleza, patentes estaban la bondad del clima, la abundancia de tierras fértiles aptas para el cultivo y la ganadería; la existencia de abundantes maderas, de manantiales y de pastos. La ausencia misma de minas los favorecida, ya que hemos visto que fue ella la que en rigor, aunque indirectamente, había creado las circunstancias propicias a la venida de los jesuitas e hizo posible su establecimiento in extenso.
En cuanto a la lejanía y aislamiento, fueron factores preciosos utilizados con lucida visión en el desarrollo del plan.
PEDAGOGÍA CATEQUISTICA
En su prédica, los jesuitas emplearon todos los recursos que la psicología de su tiempo ponía a su alcance. No vacilaron por ejemplo en utilizar el ya mencionado trasfondo mítico indígena afín a las creencias cristianas en busca de coincidencias en las cuales apoyar su persuasión. Así la leyenda de Sume o Pa’i Tume, convertido en Santo Tomás; así Tupâ, convertido sin dilación en Dios Padre, como el Yvága en el Paraíso, y así sucesivamente. Ello dio lugar a que en determinado momento algunos, entre ellos el hazañoso Obispo Cárdenas, los motejase de heréticos, por haber adoptado literalmente, en su catecismo, figuras, conceptos y terminología de los mitos indígenas (Cardozo). Así pudo decir un cronista: "El que crean las obligaciones de nuestra Santa Fe, sus misterios y verdades, no les cuesta mucho". El mismo Cardozo, citado, ve en el mito de Pa’i Tume, con su profecía relativa a la venida de hombres blancos, si no el principal motivo, por lo menos un fuerte aliciente para la conversión realizada en masa en los primeros tiempos. Dice la Anua de 1616 al referirse a la Misión de San Francisco Javier: "esa profecía de la venida de los jesuitas hecha por Pa’i Tume, la hemos oído de distintas naciones y tan distantes unas de otras que en ninguna manera puede haber sospecha de habérsela comunicado los indios entre sí, y concuerda tanto, que en cosa ninguna han discrepado, por eso dejan sus tierras con tanta buena voluntad para seguirnos". "La conversión guaraní a la fe católica – dice Cardozo – fue un reencuentro". Para mejor comunicar con ellos, los jesuitas, aprendieron el guaraní, y andando el tiempo, hasta les ofrecieron libros de religión escritos en su idioma. Y como además en los Padres hallaron los indígenas médicos que los atendían y curaban, administradores que los ponían a salvo del hambre, capitanes que los llevaban con ventaja a la pelea, abogados que los defendían de los encomenderos, no se puede menos que dar la razón a Cardozo cuando dice que en los jesuitas vieron los guaraníes "su liberación" (6).
Añádase a todo esto el respeto que los Padres concedieron a la organización tribal, y la sutileza psicológica con que supieron apoyar la enseñanza sobre ciertos rasgos idiosincrásicos y determinados rasgos de la organización social del aborigen.
VICISITUDES DE LAS MISIONES
No debemos sin embargo extremar el optimismo y ver la conversión del indio en el área como una empresa fácil y sin vicisitudes. La verdad no fue tan risueña. Hubo sus altibajos, sus trágicos tropiezos, sus desengaños. La defección de chanás y jaros. La fracasada conversión de los guaraníes, que costó la vida al Padre Roque González de Santa Cruz, hoy Beato, y a sus compañeros, y que hubo de ser abandonada al cabo de diez y siete años de esfuerzos. La vuelta a la vida salvaje de los indios de las Misiones de Jesús y María de los Guenoas. El martirio de diez y seis jesuitas (7) de los que el Beato Roque y sus dos compañeros fueron los primeros. Y sobre todo la azarosa crónica de las Misiones del Guairá, que alcanzó en algunos momentos perfil épico (8) y del Tape, donde los bandeirantes reeditaron la Degollación de Inocentes (9). Las tentativas hechas para desplazar a los Padres de las Misiones de Itatines, a favor de otras Ordenes... Las Misiones no alcanzaron cierta estabilidad sino tras un largo periodo de ensayos y dramáticas pruebas.
PERIODOS EN LA HISTORIA DE LAS MISIONES
"Debemos – dice Hernán Busaniche (10) – dividir la historia de Misiones en dos períodos. El primero es el azaroso de las fundaciones, época movediza, de traslados, de guerras y asaltos, que terminó en un éxodo". Busaniche encuadra esta época entre 1609, fecha de la fundación de San Ignacio Guazú, y 1632, fecha del éxodo de las poblaciones del Guairá. Creo que quizá conviniese extender este lapso hasta 1648, fecha en la cual los guaraníes, concedido ya el permiso para usar armas de fuego, fueron declarados guarnición de frontera, poniéndose con ello a raya a los mamelucos, y asegurándose definitivamente la estabilidad de los pueblos.
PRIMERA ÉPOCA FUNDACIONES DEL GUAIRA
Los Padres Cataldino y Mazeta se internan en el Guairá, para establecer según Lugones, una punta de lanza para la salida al mar. Sin que ello suponga en lo más mínimo aceptar la interpretación del "imperio jesuítico" de Lugones (11) nada se opone a que pensemos que esa salida al mar pudo haber estado en el plan de los Padres; ello no sería sino una prueba más de la certera visión histórica de los hombres de Loyola. De haber proseguido y estabilizado su expansión, hasta el mar, las Misiones, quizá la historia de esta zona de América del Sur se habría escrito de distinta manera.
Los Padres mencionados fundan San Ignacio y Loreto del Guairá. En 1622 se les une el Padre Montoya, llamado "el apóstol de los guaraníes", merecedor él solo de una larga biografía. A su empuje se debe la fundación de once pueblos más. En veinte años escasos, estas trece Misiones reúnen una población de cincuenta mil almas, laboriosa y próspera; establecen talleres, levantan templos (12). En 1618 tenían "acabada su iglesia muy capaz y vistosa" en San Ignacio. La iglesia de Loreto tenía tres naves, un largo de 150 pies, un ancho de 80. "La labraron manos de indios... el cacique pone su autoridad en acarrear tierra para las paredes" (eran de encofrado) (13). En 1618 había en ambas Misiones talleres en funcionamiento.
Los templos de Loreto y San Ignacio eran los más elegantes del Paraguay. En ambos había "un ábside triple con sus respectivos altares y retablos pintados... a ambos lados de la nave central una hilera de columnas con su pedestal y capitel, con su pórtico y toda clase de ornamentos bien cincelados. Detrás de ellos, arrinconados a la pared confesonarios del mismo estilo artístico. Todo de cedro"... (14). El Gobernador Céspedes Xeria, casado con una dama fluminense, dueña de ingenios en Río (es la época en que las dos coronas peninsulares están unidas) dijo de ellas en 1628: "hermosísimas iglesias, que no las he visto mejores en las Américas que he corrido, del Perú a Chile" (15).
LA DESTRUCCIÓN DE LAS MISIONES DEL GUAIRA
Las trece Misiones así levantadas de 1615 a 1632 se encontraban en franca prosperidad, cuando descargó sobre ellas el malón paulista: los bandeirantes o mamelucos vieron en esas poblaciones pacíficas una estupenda proveeduría de esclavos. Los misioneros, concentrando a los indígenas en pueblos, les ahorraban el trabajo de perseguirlos en las selvas... Una tras otra, las flamantes Reducciones fueron presa de los mamelucos, que se llevaron a los indios hábiles para venderlos como esclavos para los ingenios de Río. Los poblados fueron incendiados, arrasadas las iglesias. Unos pocos millares de conversos, guiados por el famoso Padre Montoya, y atravesando ríos y selvas, alcanzaron las Misiones del Paraná, donde hallaron refugio. En 1640 la Corona concede permiso a los indios misioneros para portar armas de fuego, y en 1648 los nombra "guarnición de frontera". De allí en adelante, el peligro mameluco, que no lo es sólo para las Misiones, es tenido a raya, y comienza la época estable de las fundaciones.
SEGUNDA EPOCA DE MISIONES
"Es en este período – dice Busaniche (16) – cuando se trabaja en las obras de aliento, se construyen los templos, se organiza la vida comunal, se establecen las estancias, y se cultiva la tierra, explotándose los yerbales, con lo que se crea un comercio en gran escala". En rigor, la vida comunal estaba regulada desde el comienzo, y templos como hemos visto se habían construido ya con despliegue suntuario digno de nota; pero en esta época es cuando la construcción cobra amplio vuelo. La estabilidad antes mencionada lo es sólo en cuanto se refiere a las dificultades de orden material creadas por la defensa. Porque terminadas estas dificultades, comienzan las que podrían llamarse diplomáticas. Los ciento y pico de años siguientes transcurren en un continuo estira y afloja con las autoridades de la colonia. Esta, lógicamente, no ve con buenos ojos la prosperidad de las Misiones asentada sobre la autonomía y favorecida con privilegios. Y la Corona a distancia se ve en duro aprieto para discernir lo que hay de verdadero o de falso en las acusaciones de que son continuo objeto los jesuitas. Ello da margen a una serie de órdenes y contraórdenes, cédulas y ordenanzas contradictorias, condensadas en deposiciones y reposiciones, que bien demuestran el estado de perplejidad de la metrópoli ante los distintos y contrapuestos testimonios que llegan allá. Pero entretanto como se dijo más arriba, los establecimientos se consolidan, y se fundan otros en la misma área. En total las fundaciones alcanzan a setenta y más, de las que al tiempo de la expulsión sobreviven solo treinta y dos (17).
La etapa 1648-1767 se divide a su vez en dos períodos claramente delimitados dentro del desarrollo de la cultura misionera. El primero comprende los años restantes del siglo XVII, que es cuando florecen los talleres misioneros y difunden su trabajo; se caracteriza por los materiales perecederos y los caracteres funcionales de su arquitectura. El segundo comprende desde 1700 a 1767; las Misiones económicamente arraigadas y funcionalmente organizadas sustituyen esos templos de material precario por construcciones ambiciosas en piedra o ladrillo.
Antes de entrar, sin embargo, a considerar la labor artística en ellas realizada, es conveniente esbozar una idea de lo que fue la organización y ambiente espiritual de las Misiones y la forma en que se desenvolvieron sus talleres, ya que esos factores hubieron de reflejarse forzosamente en el desarrollo del trabajo, y en ellas tienen su justificación las más de las características de su arte.
NOTAS
1) EFRAIM CARDOZO. El Paraguay Colonial. Buenos Aires 1958.
2) PADRE ANTONIO RUIZ DE MONTOYA. Memorial de 1643.
3) LEOPOLDO LUGONES. El imperio jesuítico. Buenos Aires 1945.
4) AURELIO PORTO. História das Missoes Orientais do Uruguay. Río de Janeiro 1943
5) AURELIO PORTO. Idem
6) EFRAIM CARDOZO. El Paraguay Colonial. V. s.
7) No todos víctimas de los indios de los pueblos que estudiamos, desde luego. Los más fueron víctimas de los indios chaqueños.
8) BLANCO VILLALTA. Montoya apóstol de los guaraníes. Guillermo Kraft Buenos Aires 1954
9) ANTONIO RUIZ DE MONTOYA. Memorial de 1643.
10) HERNAN BUSANICHE, Arquitectura en les Misiones Jesuíticas Guaraníes. Imp. El Litoral, Santa Fe, 1955.
11) LEOPOLDO LUGONES. El Imperio Jesuítico V. s.
12) AURELIO PORTO. V. s.
13) Anua de 1616.
14) Anua de 1616.
15) RUIZ DE MONTOYA. Memorial. V. s.
16) HERNAN BUSANICHE. La Arquitectura en las Misiones Jesuíticas guaraníes. Ed. El Litoral, Santa Fé: R. A: 1955
17) En 1746 se fundaron en la zona llamada de Tarumá otras dos Misiones, de las cuales es poca la noticia que ha quedado. Por ser su fundación de fecha próxima a la de expulsión, no tuvieron estas fundaciones ocasión de desenvolverse en forma apreciable, y fueron las primeras en desbandarse a la salida de los jesuitas, como consta del Memorial elevado en febrero de 1768 por los indios de San Luis al Gobernador Bucareli. (Ver Apéndice IV).
Fuente: JOSEFINA PLA - EL BARROCO HISPANO GUARANI. Editorial del Centenario S.R.L.
Asunción, 1975. Edición digital: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY.
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