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MARGARITA MARÍA PRIETO YEGROS (+)
  MÁS ALLÁ DEL TIEMPO (Cuentos de MARGARITA PRIETO YEGROS)


MÁS ALLÁ DEL TIEMPO (Cuentos de MARGARITA PRIETO YEGROS)

MÁS ALLÁ DEL TIEMPO

Cuentos de MARGARITA PRIETO YEGROS

 

MARGARITA PRIETO YEGROS: Natural de Asunción. Maestra y Profesora Normal. Doctorada en Historia. Aficionada a la literatura, colabora en distintas revistas y es articulista semanal del Diario Noticias.

Fue Directora del Departamento de Formación Docente y del Departamento de Educación Primaria del Ministerio de Educación y Culto.

Su afición a la narrativa la llevó a integrar el Taller Cuento Breve, del que es activa participante desde 1986.

 

 

MÁS ALLÁ DEL TIEMPO

A  Nené Lamas

 

 "Far beyond time

Someone is thinking  

Of me and is living

 Me tonight”

(Canción popular galesa)

 

Luciana jamás había visto el mar. Lo conocía sólo por fotografías y por las descripciones de amigos y parientes. Ahora, lo tenía al alcance de sus manos.

Descendió hasta la playa de una caleta y sentándose sobre un peñasco, con los ojos cerrados, se dejó envolver por el rítmico sonido de las olas.

Después, agachada con la mirada puesta en sus pies jugaba con la arena y pensaba en la infinitud del mar, en viajes a lejanos países, en la Odisea de Homero...

-¿No se aburre tan sola?

Luciana se puso de pie bruscamente.

Un jovenzuelo la miraba con curiosidad. Estaba vestido con una especie de overol cartilaginoso negro, pegado al cuerpo.

 -Usted no es de acá. ¿Cómo se llama?

-Luciana Báez; soy de Paraguay. ¿Y usted?

-Adán Zapallar; chileno, de aquí nomás, ¡po! Vengo de pescar mariscos - dijo mostrando una canasta. -Me llamó la atención encontrarla tan sola y tan lejos del poblado.

Lucía miró los raros bichos y sintió náuseas.

-¿Aún no los ha probado? -preguntó él-; ¡son deliciosos!

Traigo choros zapatos, locos, erizos, jaivas. Hablaba a borbotones, y mientras se despojaba de las patas de rana y del ajustado traje que chorreaba agua, volvió a preguntar:

-¿Le gusta el mar?

-Me fascina - respondió ella.

-Es más hermoso por debajo. Podría enseñarle a bucear. ¿Dónde se hospeda?

-En el barrio del faro.

-¿No le agradaría visitar la ciudad de la salitrera abandonada? Puedo guiarla

Luciana permaneció en silencio unos segundos y luego dijo.

-Tal vez otro día. Ahora debo irme.

Desanduvo el camino canturreando la canción de moda titulada "Más allá del tiempo".

En la lejanía, sobre la punta rocosa oriental, un faro pestañeaba calidoscópicamente, indicando el camino hacia la costa.

Empezaban a brillar las estrellas cuando Luciana subió la escalera de la casa de sus tíos.

-¿Dónde has estado, muchacha? - dijo la tía al abrir la puerta.

-Caminando a orillas del mar - repuso la joven.

-Dentro de un tiempo el mar dejará de asombrarte y ni siquiera te acordarás que está allí.

Luciana sonrió sin replicar.

-Ya ha llegado tu tío. Vamos a cenar.

La joven comió con deleite el pescado a la crema, que con un misterioso complejo de aromas, estaba exquisito. Todos repitieron sus porciones.

La tía, en un alarde de pericia culinaria, anunció: -Y de postre: ¡lúcuma en almíbar!

La conversación de sobremesa se prolongó hasta muy de noche. Luciana se quedó sorprendida ante la nostalgia de su tío, que recordaba hasta las más mínimas anécdotas de la familia paterna.

-Creo que voy a vender la fábrica y regresar allá - dijo el hombre. Sólo ahora, con el paso de los años comprendo a la gente que abandona posesiones y retorna al terruño de su infancia. Tal vez fue eso lo que le pasó a la gente de la salitrera.

-¿Te refieres a la ciudad fantasma? - inquirió Lucía sin recibir respuesta.

Como la velada se había convertido en un monólogo, la joven no notó que la tía se había retirado.

-Tal vez esta conversación te resulte de mal gusto - le dijo el tío. Hace apenas una semana que llegaste.

-Hace dos - le corrigió Luciana involuntariamente.

-No me digas que estás contando los días - repuso él.

 -Estoy muy a gusto con ustedes contestó al punto Luciana. Y poniéndose de pie agregó: -Mañana pienso visitar la ciudad fantasma.

-¿Ya te la comentaron? No tiene ningún atractivo así como está enterrada entre dunas - dijo el tío.

Muy temprano, cubierta con un ponchillo para atenuar el efecto de la camanchaca, Luciana se dirigió a la caleta.

Todo estaba quieto y silencioso.

-¿Dónde estaría ese jovenzuelo que se ofreció a guiarla? Azuzada por la curiosidad, siguió andando por la costa hasta llegar a un cartel, ubicado al pie de la montaña, en el que decía:

"Hubo un tiempo en que en estas tierras palpitó la vida",

¿A qué se refería el texto? ¿Qué había sucedido? Paseó la vista por el paisaje y sólo vio roca, mar y arena. 

Deseosa de encontrar respuestas continuó recorriendo.

De improviso, se topó con la que, en otros tiempos, había sido una pasarela entre la playa y el roquerío. Apoyó el pie en el primer peldaño en buen estado y, asiéndose a la barandilla, ahora herrumbrada y carcomida, subió lentamente. Al empinarse por sobre el último escalón alcanzó a ver un pueblo abandonado en la aridez de las dunas; y aunque el sol la deslumbraba, una secreta fuerza la ayudó a trasponer la escalera.

Avanzando decidida por la que había sido la calle principal sus pasos resonaron sobre el pedregullo, despertando ecos misteriosos. Viviendas abandonadas enmarcaban su recorrido. Ahora entendía lo que allá abajo quería explicar el cartel. La vida se había alejado de este sitio.

Puertas y ventanas aparecían selladas con tablones burdamente claveteados.

Se detuvo frente a la casa que aparecía mejor conservada. Cortinas amarillentas y deshilachadas dejaban pasar el viento a través de los vidrios rotos.

También la puerta cancel estaba rota. Luciana la empujó suavemente.

La habitación en penumbras apareció ante sus ojos, llena de historia y de misterios. Fotografías borrosas colgaban de las paredes; en una de ellas, que enmarcaba a una joven pareja alcanzó a leer: Elizabeth y Robert Harrinson.

El hombre esbelto, rubio y de poblados bigotes aparecía abrazado a una joven diminuta, vestida en lánguida gracia con un etéreo traje de la época.

Luciana los miró detenidamente. ¿Qué había sido de ellos? De repente, un ruido, parecido al de una hoja de papel agitada con gran rapidez, rasgó el silencio. Luciana ahogó un grito cuando una enorme lechuza se posó cerca del cuadro y la miró con sus descomunales ojos. No hubo ningún otro ruido más, excepto el de su respiración jadeante, pero, a Luciana, se le antojó que un ser misterioso le hacía compañía.

-Ya es hora de regresar al mundo de los vivos. Este viaje por el tiempo me está volviendo chiflada - se dijo a sí misma.

 Durante la cena comentó con sus tíos la visita a la ciudad abandonada.

-Por lo que describes, estuviste en la casa de mister Harrinson - acotó la tía, al tiempo que le servía un trozo de congrio frito.

-¿Quién fue él? - inquirió Luciana.

-Un ingeniero de la salitrera.

-¿Y Elizabeth?

-Su esposa.

-¿Qué fue de ellos?

 -La historia es larga y data del apogeo del salitre en esta zona. Robert Harrinson fue un inglés que llegó contratado por la empresa salitrera.

Al principio su único afán fue el de cumplir su contrato y regresar a Inglaterra, pero; después se enamoró de Elizabeth Flannigan, hija del gerente de la salitrera.

Pronto se casaron y él construyó la casa que visitaste.

Largo tiempo se les vio felices, hasta que una tardecita, mientras nadaban en la bahía, a Elizabeth la arrastró la resaca y jamás se la encontró. Un día, también él desapareció sin dejar señal alguna. Los pescadores dicen que en noches de luna se lo ve deambular por la playa con su pipa en mano.

Esa noche Luciana se acostó temprano y, decidida a escuchar música se metió a la cama con los auriculares de su radio transistor puesto.

Lo último que alcanzó a sintonizar, antes de apagar la luz, fue la canción "Más allá del tiempo".

Soñó que estaba en la caleta y que conversaba con Robert Harrinson.

-¿Por qué tardó tanto en venir? Hace rato que la esperaba, le dijo él.

-¿A mí?

-Sí, a usted, Luciana. Le aseguro que la espera ha sido larga; la he estado esperando desde 1916. Ha demorado usted.

 -Lo siento, pero no comprendo bien. ¿Acaso usted no murió?, replicó ella.

-Los seres más evolucionados son incorpóreos, ¿no lo sabía?- dijo él avanzando sonriente hacia la joven.

El hombre la tomó de la barbilla y la miró a los ojos. Ella sostuvo la mirada y se sintió embargada por una inefable ternura.

 -¿Quiere venir a vivir conmigo?

-Sí - respondió Luciana, sin dudar.

-Entonces tenemos que salir de aquí, sin mirar hacia atrás. Caminemos - dijo el hombre ofreciéndole el brazo.

 Mientras ellos se alejaban, alguien cantaba a lo lejos: "Más allá del tiempo" alguien piensa en mí.

Cuando el reloj del faro marcó las dos en punto, el límite de la curva espacio-tiempo se quebró y desde la montaña más alta comenzó a descender una informe masa pardo escarlata. El temido aluvión avanzó, como un ladrón en la noche, a través del silencio y las tinieblas, derribando puertas y paredes.

La sirena de alarma aulló con toques entrecortados, pero todo fue tan vertiginoso e inesperado que nadie se despertó ni atinó a articular una plegaria.

Al promediar el día, los equipos de salvamento, con sus perros amaestrados, seguían hurgando entre el fango.

El periódico vespertino de Antofagasta informó con grandes letras "El aluvión sepultó el barrio del faro: única sobreviviente es una turista de nombre Luciana Báez, a quien el pescador de mariscos Adán Zapallar encontró sonámbula al pie de la escalera de la ciudad abandonada".


 
 
 
Fuente:
 

 


TALLER CUENTO BREVE

Dirección y prólogo: HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ

© Taller Cuento Breve

QR Producciones Gráficas

Asunción – Paraguay,

Mayo de 1995 (194 páginas).


 
 
 

 

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