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MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ
  LA EDUCACIÓN EN EL PARAGUAY COLONIAL - Por MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ


LA EDUCACIÓN EN EL PARAGUAY COLONIAL - Por MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ

LA EDUCACIÓN EN EL PARAGUAY COLONIAL

Por MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ

LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

FASCÍCULO Nº 3

Asunción – Paraguay

2012

 

 

            No se puede hablar de la educación en el Paraguay colonial sin hacer referencia al papel que jugó en ella la Iglesia Católica. Esta se halló presente en todo el proceso de formación socio-cultural y político de la nacionalidad paraguaya, y lo encaró con su elemento humano y sus estructuras, con sus virtudes y sus deficiencias.

            En el plano netamente cultural y educativo, la primera participación de la Iglesia se concretó en el adoctrinamiento de los indígenas, labor que desarrollaron los religiosos y el clero secular con exclusividad.

 

 

            La educación elemental o escuela de primeras letras iniciada durante el gobierno de Domingo Martínez de Irala y la enseñanza de algunos oficios de la misma época ya estuvieron a cargo de laicos, aunque en las reducciones de indios las clases las impartían los "curas doctrineros".

            La enseñanza superior de la población criolla y mestiza la llevaron adelante las órdenes religiosas y algunos clérigos ilustres. Los franciscanos contaron con un centro de educación superior en el Guairá, único en su género en el interior de la provincia del Paraguay. El anhelo de una universidad en Asunción, acariciado desde los tiempos de Hernandarias, no pudo convertirse en realidad en la época colonial, aunque los dominicos obtuvieron licencia real de otorgar títulos de bachiller, licenciado y doctor durante ocho años a partir de 1779.

            En las postrimerías del Paraguay colonial y a cambio de una universidad, se abrió en Asunción el Real Colegio Seminario de San Carlos, centro de estudios regentado por clérigos.

 

 

 

            ESCUELAS DE PRIMERAS LETRAS

 

            Los primeros centros de enseñanza no fueron más que casas de doctrina abiertas en Asunción en 1542 y 1543 por los padres José Gabriel Lezcano, Francisco de Andrada y los franciscanos Bernardo de Armenia y Alonso Lebrón. A ellos acudieron los primeros mestizos, descendientes de los conquistadores y las mujeres guaraníes, además de los indígenas de la comarca asuncena.

            La enseñanza de la lectura, escritura y aritmética fue posible cuando los "mancebos de la tierra o montañeses"; como llamaban a los mestizos, empezaron a demostrar cualidades y aptitudes que motivaron a sus progenitores españoles a iniciarlos en dicho aprendizaje. El obispo Reginaldo de Lizárraga escribió al respecto en 1609:

            "Castigaron los viejos conquistadores y criaron con mucha policía (urbanización y buenas costumbres) a los montañeses....Ningún muchacho había de hablar, ni cubrir la cabeza, ni sentarse delante de los viejos, aunque tuviesen barbas; ni los viejos al más estirado llamaban "tú", cuando mucho "vos" muy largo. A los montañeses enseñaron primero a leer, escribir y contar, luego les daban oficios".

            Una de las primeras medidas de gobierno de Irala fue precisamente la designación de dos maestros de niños, a quienes recomendó particularmente el "cuidado de su enseñanza" para que los escolares la recibieran "con mucha aplicación". Estas escuelas funcionaron independientemente de las casas de doctrinas que según Ruy Díaz de Guzmán se hallaban a cargo de la Iglesia y el Cabildo.

            A fines del siglo XVI las escuelas de primeras letras se fueron multiplicando hacia el campo, donde los españoles establecieron estancias y chacras. Las Actas Capitulares de 1596 hablan de una escuela dependiente del Cabildo; la misma funcionaba en una casa contigua a la iglesia de La Encarnación y el "maestro de niños" se llamaba Lázaro López.

            Se sabe que en 1609 Hernandarias reunió en Asunción a todos los maestros de la provincia para someterlos a examen y comprobar su capacitación; las pruebas estuvieron a cargo de los jesuitas.

 

 

            ENSEÑANZA DE OFICIOS

 

            La escuela de primeras letras iba acompañada del aprendizaje de algunos oficios impartidos por los artesanos que llegaron con las primeras expediciones al Río de la Plata. Diego de Pantoja, un anciano conquistador de Asunción, alabó el trabajo de los mestizos diciendo que las espadas, dagas y arcabuces manufacturados por aquellos "podían tenerse en España por buenos".

            Los oficiales que residían en Asunción no se reputaban tales y se excusaban diciendo que el oficio que habían aprendido "era para usarlo en sus casas". No obstante, Irala les exigió que cada cual enseñase su oficio y para el efecto designó diputados y examinadores en cada gremio de artesanos.

 

 

 

            CASA DE RECOGIDAS Y HUÉRFANAS

 

            El primer centro educativo dedicado exclusivamente a mujeres fue la Casa de Recogidas y Huérfanas, abierta en 1604 por el gobernador Hernandarias y el obispo Martín Ignacio de Loyola. Una de las más destacadas benefactoras de la casa fue doña Jerónima Contreras, esposa del gobernador, quien logró poner al frente de la institución a la madre Francisca Desusa Pérez de Bocanegra, mujer virtuosa que dedicó muchos años de su vida a enseñar a las jóvenes la doctrina cristiana y las habilidades domésticas de las mujeres españolas. Como era costumbre entonces, las mujeres allí recluidas no aprendieron a leer, escribir y contar como lo hacían los niños y los jóvenes.

            La Casa de Recogidas subsistió con muchas dificultades hasta 1617, año en que murió la madre Bocanegra. Se conoce un soneto escrito con motivo de sus exequias. Este fue el primero de la época colonial que ha llegado hasta el presente y se cree que el autor del mismo fue el padre Diego Boroa. Dice así:

 

            Concava Cava, qués de Nuestra Madre?

            Querida Madre, dinos dónde habitas?

            Hazte olvidado de estas pobrecitas

            Por verte con el Hijo y con el Padre?

 

            Dinos algo, Señor, que nos cuadre,

            Porque nos tienes tristes y marchitas.

            Huérfanas somos, grandes y chiquitas

            Ya no tenemos perro que nos ladre.

 

           

 

 

            Lúgubre parca, Muerte furibunda,

            Por qué nos has quitado nuestra Luna

            Y se la has dado a la noche negra?

 

            ¿Dónde hallaremos, Muerte, otra segunda? M

            as, triste y corta fue nuestra fortuna

            Pues que perdimos a nuestra Bocanegra.

 

 

            ESCUELA PARA LA GENTE MOZA

 

            En el mismo año que Hernandarias y Loyola abrieron la Casa de Recogidas y Huérfanas, otra iniciativa de ambos fue la fundación de la "Escuela y Estudio para la Gente Moza", dirigida por el padre Francisco Saldívar, sacerdote paraguayo graduado en la Universidad de San Marcos de Lima- Perú. Más tarde, un centenar de jóvenes, hijos de conquistadores, se formaron en dicha escuela en gramática, arte y teología, y unos cincuenta en el aprendizaje de diversos oficios.

            En sus memoriales al Rey, Hernandarias reconoció los méritos del padre Saldívar pues no recibía paga alguna por su trabajo y lo hacía "movido del servicio de Dios y de hacer el bien en su patria". Aunque la escuela duró poco tiempo, la misma constituye el primer centro educativo de nivel superior a la escuela de primeras letras.

 

 

            CASAS DE ESTUDIOS Y NOVICIADOS

 

            Las órdenes religiosas de los mercedarios, franciscanos, dominicos y la Compañía de Jesús contaron en sus conventos con escuelas de niños y casas de estudios superiores donde enseñaban gramática, filosofía, moral, teología y arte. Los franciscanos regentearon en Villa Rica del Espíritu Santo una cátedra de gramática, la cual en 1775 estaba a cargo de fray Nicolás Villoldo y el maestro de escuela era Fray Luis Antonio Ponsa. Los recoletos de Asunción también dirigieron un noviciado y una cátedra de teología, la que en el año mencionado lo llevaba fray Ramón Álvarez.

            El colegio jesuítico iniciado en 1610 contó desde sus inicios con una escuela de latinidad, siendo su primer rector el padre Manuel de Acosta.

 

 

 

            CONVICTORIO Y COLEGIO DE "PROPAGANDA FIDE"

 

            Si el sueño de fundar una universidad en Asunción no podía concretarse, la idea de un convictorio a cargo de los jesuitas o dominicos alentó a los paraguayos hacia 1750.

            Hasta se llegó a elaborar una lista de futuros contribuyentes para la apertura del proyectado centro educativo. El obispo Manuel Antonio de la Torre se inclinó por la fundación de un seminario antes que de un convictorio o internado, hasta que al fin se perdió toda esperanza con la negativa de 1763.

            El gobernador intendente Pedro Melo de Portugal proyectó abrir un colegio misionero de "Propaganda Fide" en el Paraguay, en 1779. La idea era fundarlo en Villa Rica en el convento franciscano de Santa Bárbara. En caso de que allí no fuera posible, presentó como alternativas la Villa Real de Concepción o, en su defecto, la antigua hacienda jesuítica de Paraguay, cuyo casco de estancia seguía abandonado desde la expulsión de los Padres de la Compañía de Jesús en 1767. Siete años se esperó a que el Consejo de Indias diera la licencia requerida; hubo dictámenes a favor y en contra y el Marqués de Valdelirios propuso que el colegio de "Propaganda Fide" se estableciera en el Chaco por ser tierra de "infieles" a quienes se debía convertir a la fe católica. Pasaron los años y nada se dispuso al respecto, tal vez porque ya las autoridades coloniales estaban planeando la apertura del Real Colegio Seminario de San Carlos.

 

 

            REAL COLEGIO SEMINARIO DE SAN CARLOS

 

            El obispo electo del Paraguay José de Priego y Caro, desde Charcas y antes de encaminarse hacia su diócesis, solicitó al Rey la apertura de un seminario en Asunción para la instrucción de la juventud y la formación de los futuros sacerdotes diocesanos. Por Real Cédula del 23 de agosto de 1776 la Corona mandó que se abriera un seminario conforme al pedido del obispo y la propuesta de sostenerlo con los fondos provenientes de los arzobispados de Charcas y del obispado de La Paz.

            Al mismo tiempo los dominicos habían pedido la apertura de una universidad en Asunción, pero el Virrey de Buenos Aires se opuso a este proyecto alegando la carencia de recursos. El padre Antonio Fernández de Valenzuela, acaudalado sacerdote del curato de Ybyraity, hoy Valenzuela, prometió dotar a la universidad, pero la propuesta de ayuda no se concretó por desavenencias del padre Fernández con los dominicos de Asunción. Quedaba pendiente entonces la fundación de un seminario, aunque no era precisamente lo que el Paraguay pedía. Los fondos del Alto Perú no pudieron llegar, ya que el obispo Caro, que debía traerlos, murió antes de llegar a destino.

            El provisor de la diócesis, Ramón y Cabezales, pidió que se aplicaran a la fundación del seminario los bienes que fueron de los jesuitas. Estos consistían en estancias, esclavos, tierras, chacras y el colegio de Asunción. En éste último -actual sede de la Cámara de Diputados quedó inaugurado el Real Colegio Seminario de San Carlos durante el gobierno de Pedro Melo de Portugal, el 12 de abril de 1783. Su primer rector fue el doctor Martín A. Báez y las cátedras con las que se habilitó el colegio fueron las de filosofía, escolástica, teología, dogmática, y gramática.

            Alumnos destacados del seminario fueron entre otros: Mariano Antonio Molas, Vicente Ignacio Iturbe, Antonio y Sebastián Martínez Sáenz, José y Antonio Viana y Vicente Antonio Matiauda. Entre los docentes figuraron el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, Francisco Javier Bogarín, Dionicio Otazú, Juan Antonio Zavala, todos graduados en la Universidad de Córdoba.

            Los seminaristas vivían en el colegio seminario, no así los alumnos externos, que no se preparaban para el sacerdocio. Algunos indígenas integraron la nómina de alumnos. Entre ellos: Vicente Toubé, Juan de la Cruz Yaguareté y José Domingo Gusinví, primeros nativos admitidos en dicho centro de estudios superiores.

            Cabe señalar que el seminario fue el receptáculo de las nuevas ideas propagadas por la Revolución Francesa. Las mismas salían a relucir en los actos públicos o en las defensas de tesis que los seminaristas presentaban como requisito previo a la obtención de las órdenes menores.

            A fin de contrarrestar las "doctrinas subversivas", las autoridades coloniales impusieron censuras a los actos públicos desde fines del siglo XVIII en adelante. El Seminario de San Carlos sufrió varias interrupciones, una de ellas a causa de las batallas de Cerro Porteño y Tacuary a comienzos de 1811. La junta Superior Gubernativa lo reabrió al año siguiente y continuó impartiendo clases hasta que el doctor Francia ordenó su clausura definitiva en 1823.

 

 

 

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Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Setiembre del 2012

 

 

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