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MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

  LA GENTE DEL XVI: HABITANTES DEL PARAGUAY DURANTE LA CONQUISTA, 2012 - Por MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA


LA GENTE DEL XVI: HABITANTES DEL PARAGUAY  DURANTE LA CONQUISTA, 2012 - Por MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

LA GENTE DEL XVI: HABITANTES DEL PARAGUAY  DURANTE LA CONQUISTA

Por MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

Editado con el auspicio del FONDEC

CENTRO DE DOCUMENTACIÓN Y ESTUDIOS (CDE)

Editorial Arandurã

Asunción – Paraguay

Junio 2012 (252 páginas)

 

 

 

ÍNDICE

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

 

Capítulo I

LA GENTE INDÍGENA PREHISPÁNICA

La gente guaraní del antiguo Paraguay

La comarca asuncena

La zona del Guayrá

La región del Tapé

La gente del Chaco

 

Capítulo II

LA GENTE DE LA CONQUISTA

La llegada de los españoles

La conquista del Río de la Plata

La armada mendocina

La primera fundación

Fundación de la Asunción

Despoblamiento de Corpus Christi y de Buena Esperanza

Llegada de Alonso Cabrera: elección de Irala

El nuevo adelantado

La gente que vino del Perú

Otro adelantado

Fundación de San Francisco

El primer obispo

La llegada de Mencía Calderón de Sanabria

Más gente española: últimos adelantados

 

Capítulo III

LA GENTE GUARANÍ Y ESPAÑOLA

Las rancheadas

Mahoma y su alcorán

Alvaristas e iralistas

La temprana esclavitud

Matrimonios por conveniencia

Los clanes femeninos

Distribución de las encomiendas

Los padrones

Relaciones europeo-indígenas

Las rebeliones indígenas

Declive demográfico indígena

 

Capítulo IV

LAS MUJERES DEL XVI

Las españolas

La presencia femenina en otras empresas

Las criollas

Las mestizas

Las indígenas

Padrón de mujeres relacionadas a la conquista del Río de la Plata y del Paraguay

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

ANEXO

 

 

 

ABREVIATURAS

A.N.A.:      Archivo Nacional de Asunción

A.H.N.M.:  Archivo Histórico Nacional de Madrid

A.P.H.:       Academia Paraguaya de la Historia

C.B.G.:       Colección Blas Garay. Colección de Documentos Relativos a la Historia de América y particularmente a la Historia del Paraguay

D.H.G.:      Documentos Históricos y Geográficos

N.E.:         Colección Nueva Encuadernación

S.P.T.:       Sección Propiedades y Testamentos

 

 

 

PRESENTACIÓN

 

         La gente del XVI: Habitantes del Paraguay durante la conquista es un texto de alto valor para volver a visitar, desde una perspectiva diferente, los caminos de la rica historia paraguaya. Esto sucede por varios motivos. Uno de ellos es que, aunque parezca una obviedad, colocar la mirada sobre la gente no siempre es fácil cuando se trata de historia, pues frecuentemente el relato sobre la sucesión de hechos y detalles encubre una visión de conjunto sobre un aspecto fundamental, que es de quiénes estamos hablando. Quiénes eran las personas que finalmente, con el transcurso del tiempo y tras el cedazo de los registros, de su accesibilidad, de su fidelidad y confiabilidad, se presentan como actoras de lo que conocemos y reconocemos como una historia común, que a su vez nos da sentido como un país que se construye colectivamente a partir de diversas vertientes y culturas. Quiénes eran, a veces con nombres concretos y quiénes eran aun cuando frecuentemente sus identidades más específicas y propias hayan quedado ocultas u olvidadas. Quiénes eran no sólo quienes pasaron a tener mayor poder político, fáctico o simbólico, sino también aquellas personas y grupos humanos que enfrentaron la tragedia de ver arrasados sus modos de vida y sus territorios. Esta búsqueda y lo que en ella vamos encontrando, nos habilita a redescubrir también los caminos para entender cómo hemos llegado a ser quienes somos.

         Otra razón sobre el valor de este libro es que incluye una mirada atenta y minuciosa sobre todo lo que pueda llevarnos a saber quiénes eran las mujeres del XVI, de ese siglo donde se fraguaron las condiciones que marcaron los caminos del Paraguay y muchos de sus afanes actuales. Frecuentemente invisibles ante otras miradas y lecturas centradas en los acontecimientos políticos y bélicos, o tamizadas por enfoques que las ubican sólo en un lugar secundario, las mujeres han tenido que pelear cada lugar de reconocimiento en la historia. El empeño en recuperar, explicar y reinterpretar el pasado bajo la luz de una perspectiva que rescate la presencia femenina y coloque sus actuaciones, roles, vivencias en el relato y la interpretación histórica, es un esfuerzo que sigue vigente y que en el Paraguay es apenas incipiente. Así que La gente del XVI constituye un aporte que seguramente será imprescindible en esa búsqueda.

         El Centro de Documentación y Estudios (CDE) tiene el gusto de haber colaborado para que el trabajo pacientemente realizado por Mary Monte de López Moreira, buscando documentos, recopilando información y contrastándola con diversas fuentes, analizando y escribiendo este libro, llegue finalmente a su concreción como libro. En un esfuerzo hecho a veces con apenas el aliento del compromiso político con la recuperación de la historia social del Paraguay, y en particular de la historia de las mujeres, en nuestra organización hemos compartido con Mary desde hace ya muchos años el sueño de ver a este libro concretado, y hemos sido partícipes de sus búsquedas, encuentros, aprendizajes y producciones. No obstante, el trabajo de investigación en cualquier campo, y aún más cuando se trata del campo histórico, requiere de una gran pasión, invertida en frecuentes horas de trabajo solitario. Por ello, el CDE también expresa su reconocimiento a Mary Monte por esa pasión, por su perseverancia y por su compromiso, que le permiten ofrecer al Paraguay, y también al mundo, este libro y este gran aporte.

 

         Centro de Documentación y Estudios (CDE)

         Asunción, junio de 2012

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         Una de las páginas más interesantes de la historia del Paraguay es la de la conquista española. Numerosos estudios se refieren a las hazañas y penurias de quienes en aquel tiempo arribaron al Río de la Plata. Sin embargo, muy pocos se ocupan de los aspectos socio-demográficos, de las vivencias de esta experiencia desde los nativos o de las relaciones entre los distintos grupos que vivieron en el Paraguay durante el siglo XVI, período caracterizado por el enfrentamiento entre dos culturas diferentes y antagónicas: la aborigen, constituida por un conjunto de etnias de singulares y variados contrastes y la hispana, representada por un puñado de hombres y mujeres que atravesaron el Atlántico con el objetivo de buscar fortuna y mejor destino. La primera, con una superioridad numérica de habitantes, fue casi inmediatamente subyugada por la segunda, que a la vez fue insensiblemente conquistada por la primera. Ambas sufrieron profundas transformaciones, y producto de múltiples encuentros y desencuentros a través del tiempo dieron lugar a una nueva cultura, la mestiza.

         El presente trabajo trata de esbozar una idea general acerca del poblamiento del territorio paraguayo durante el siglo XVI, incorporando un enfoque novedoso en relación con otros estudios históricos publicados sobre el mismo tema, específicamente en lo que hace al tratamiento demográfico, etnológico y de género.

         Debe señalarse que recién desde la segunda mitad del siglo XX nuestro país tiene censos nacionales relativamente serios, más precisos y comparables. No obstante, desde los primeros años de la conquista, comisionados de la corona española levantaron diversos registros poblacionales, y si bien éstos carecían de la rigurosidad exigida por los padrones modernos, son muy útiles para tener una noción al menos inicial acerca de los habitantes del territorio actual del Paraguay.

         Algunas de esas fuentes demográficas proporcionan cifras globales de la población -más o menos fiables- y a veces clasificadas según criterios extremadamente diversos: características étnicas, ocupación, ubicación geográfica u otras distribuciones. Los primeros registros realizados por los europeos carecían de información relativa al sexo, edad u ocupación de los habitantes, pues se trataba de listas muy simples de españoles residentes en la provincia del Paraguay. Estos son, el padrón de 1556 levantado por el entonces gobernador Domingo Martínez de Irala y el de 1569 recogido por Francisco Ortiz de Vergara. El primero de ellos reseña el número de hombres que vinieron en las diferentes expediciones desde la armada de Mendoza (1536) hasta la de Sanabria (1556). La relación finaliza diciendo que en la provincia "ay muchas señoras españolas todas casadas"1. El padrón de 1569 es también, sólo una lista donde ni siquiera se menciona a las mujeres, aunque en algunos casos es más completa que la anterior, pues se consigna la procedencia expedicionaria de los empadronados2, es decir, en qué expedición vino cada uno.

         Con relación a la población femenina existe una total escasez de información, tanto de europeas como de criollas o indígenas. Si en algún momento fueron citadas por los cronistas, sólo aparecen como accidentes de las diversas empresas sin consignarse siquiera sus nombres3.

         El primer grupo europeo asentado en estas tierras fue el que llegó con Pedro de Mendoza, el cual creemos estaba compuesto por aproximadamente 21 mujeres. Tres de ellas retornaron a España y el resto se trasladó de Buenos Aires a Asunción en diferentes momentos, desde 1537 hasta 1541. Si bien no todas participaron en las entradas y guerras que los hombres hicieron a los naturales, trabajaron en paridad con ellos para sobrevivir y dominar el medio, y no sólo realizando labores domésticas sino también tareas consideradas exclusivamente masculinas. Sin embargo, nunca supimos de ellas debido a la invisibilidad de las mujeres en el discurso histórico.

         Las mujeres que vinieron al Paraguay, y las indígenas que ocupaban este territorio dieron nacimiento a los primeros criollos y criollas, mestizos y mestizas que más tarde conformaron una sociedad bastante peculiar, distinta a la originaria, distinta a la invasora y particularmente distinta a las sociedades que se fueron conformando en las demás comarcas fundadas por los hispanos en otras regiones de esta América.

         Los primeros asientos demográficos no registraron a ninguna de las mujeres que llegaron en las expediciones al Río de la Plata sino hasta la de Sanabria. Esta fue la primera empresa que contrariamente a la norma, trajo una considerable cantidad de mujeres, es más, la misma estuvo dirigida por una mujer. Ella fue Mencía Calderón de Sanabria, reconocida por algunos historiadores como "Doña Mencia, la adelantada". Con ella vinieron sus tres hijas y otras mujeres, esposas de los principales capitanes que integraban la armada y jóvenes solteras traídas expresamente para contraer matrimonio y formar familia con los conquistadores que estaban instalados aquí. Prácticamente no existen referencias de las primeras expedicionarias.

         No es de extrañar que lo mismo haya sucedido con la gente de los pueblos originarios, tal es así que las informaciones que de ellos tenemos son aproximaciones calculadas principalmente por historiadores y antropólogos, que en los últimos años han demostrado cierto interés por la historia de los aborígenes del territorio paraguayo no sometidos a reducciones o encomiendas y por la catástrofe demográfica que los afectó desde mediados del siglo XVI. Estos trabajos también fueron utilizados como base de este estudio. Los ejes de análisis de la presente investigación incluyen los movimientos poblacionales y las interrelaciones entre los diferentes grupos: hombres y mujeres, españoles/as e indígenas y mestizos/as y criollos/as.

         Gran parte de los documentos que hemos utilizado están incompletos o bien deteriorados por el tiempo. De todos modos, los apuntes, documentos y referencias nos proporcionan una idea general sobre la gente que pobló el Paraguay durante el siglo XVI.

 

 

 

CAPÍTULO I

 

LA GENTE INDÍGENA PREHISPÁNICA

 

         Cuando los antepasados de los indígenas americanos se establecieron en las diferentes regiones del continente, la distribución de grupos humanos, etnias y lenguas era naturalmente muy distinta a la del presente.

         A partir de siglo XIX, algunos antropólogos comenzaron a postular distintas teorías acerca del origen del hombre americano. A partir de estos estudios se fueron perfilando dos vertientes bien definidas: la que apoyaba un origen "in situ", es decir, autóctono, y la segunda teoría que planteaba el origen del indio americano en el viejo mundo. Hoy día nadie sostiene la primera teoría y en relación a la segunda, existe una diversidad de opiniones. Una vertiente sostiene el origen único o monogenista, sus principales exponentes son Alex Hardlicka y Bernardo Berdichewsky, quienes sostienen que el hombre americano es étnicamente homogéneo, procedente de un mismo origen. Esta tesis sostiene que la migración americana provino de Asia por el Estrecho de Bering aprovechando las bajas temperaturas invernales y usando como puente natural las islas Aleutianas. Estos autores diferían en que, mientras Hardlicka afirma que la población migró únicamente de Mongolia teniendo una antigüedad de 12 o 13 mil años, Berdichewsky afirma que arribaron de todo el sureste de Asia cuando ésta aún estaba unida a América, por una franja de tierra llamada Beringia y que tenían una antigüedad aproximada de 40 mil años. Sus afirmaciones se basan sobre todo en investigaciones sobre el parecido físico entre mongoles y esquimales (estatura, forma del cuerpo, cabellos y ojos). Por otra parte, debe notarse que en el norte del continente asiático el elemento mongólico no tenía la preponderancia actual, en su lugar sobresalían los componentes európidos, hecho que explica fácilmente la razón por la que muchas parcialidades nativas tienen rasgos físicos similares a algunos grupos europeos.

         La otra vertiente sostiene el origen múltiple del hombre americano, algunos de sus principales expositores son Paul Rivet y José Imbelloni, ellos aseguran que los primitivos habitantes americanos no sólo provenían de Asia (Mongolia), sino también de Oceanía (Polinesia, Melanesia y Australia). En tanto por un lado, Rivet afirma que fueron cuatro grupos étnicos los que ingresaron al continente, Imbelloni sostiene que fueron siete. Imbelloni afirmaba además que el poblamiento se realizó por distintas vías, que no sólo incluía la ruta terrestre a través del Estrecho sino que hubo inmigraciones marítimas provenientes del Pacífico.

         Tanto Rivet como Imbelloni presentan sus teorías con pruebas antropológicas, lingüísticas, etnológicas y etnográficas. En cuanto a las antropológicas, se investigó sobre la forma y volumen craneal y tipos de sangre. En este sentido, se halló similitud entre los naturales de Australia y Sudamérica. Con la verificación lingüística se comprobó que las raíces de la mayoría de las lenguas indígenas americanas son parecidas a las australianas. Los estudios etnológicos corroboran la existencia de varios elementos comunes entre los habitantes de Oceanía y los aborígenes americanos, como ser el uso de lazos, cerbatanas y boleadoras; las embarcaciones fabricadas con caña, el tipo de vivienda e instrumentos musicales (el tambor con membranas y las flautas de pan). En ambas culturas se practican mutilaciones de falanges y tatuajes, se trata de una práctica muy utilizada entre los melanesios y algunos naturales de Sudamérica, entre ellos los guaraní. Asimismo la comparación de varios pueblos asiáticos con diferentes grupos de naturales americanos, en relación a estatura, capacidad craneal y nasal, volumen de los huesos, color de piel y cabellos, halló llamativas semejanzas etnográficas4.

         En este contexto es interesante señalar que Imbelloni, al afirmar que varias corrientes migratorias poblaron el continente, designa a los melanésidos (habitantes del norte de Oceanía) como los ascendientes directos de los habitantes de los actuales territorios de Brasil, Paraguay y Argentina, cuyos sobrevivientes han sido reunidos en la familia lingüística Gé. Este es el grupo lingüístico proto-poblador de la Región Oriental del Paraguay. Otro grupo; el de los australoides, se extendió a lo largo de todo el continente. En América del Sur se los conoce con el nombre de pámpidos-patagónides, que ocuparon las vastas planicies del Chaco paraguayo, los llanos del Uruguay y las pampas argentinas, preferentemente con el fin de desarrollar su modo subsistencial: la caza y la recolección.

         Otra corriente migratoria según Imbelloni procedía del sudeste asiático (Malasia e Indonesia), a esta corriente el antropólogo la denomina amazónides, cuyo hábitat se extendía por toda la cuenca del Amazonas, el Paraguay, el este boliviano, gran parte del territorio argentino, las selvas de Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia. Este grupo es el de más trascendencia para este trabajo, ya que son sus descendientes directos quienes de manera mayoritaria tuvieron intercambios con los europeos en el actual territorio paraguayo5.

         Igualmente, debe considerarse que toda la población indígena que habitó el continente durante el siglo XV desarrolló un laberinto babilónico en cuanto a lenguas. Se cuentan aproximadamente 125 familias lingüísticas independientes. No puede explicarse simplemente desde la pluralidad original de lenguas sino relacionarla con la densidad exigua y el consiguiente aislamiento relativo de las diferentes etnias6. Se calcula que antes de la llegada de los europeos vivían en todo el continente americano unos 45 millones de aborígenes (un habitante por Km2), los que se encontraban atomizados en una gran cantidad de grupos. Se han identificado alrededor de 370 pueblos nativos, todos dispares entre sí7. Una línea alcista sugiere cifras globales de población aborigen muy elevadas; sus principales exponentes son Cook y Borah, quienes aseguran la existencia de unos 100 millones de almas. En un plano intermedio figuran Paul Rivet con estimaciones de 40 a 45 millones, y Sapper con estimaciones de 40 a 50 millones. Kroeber por su parte sustenta una tesis bajista con estimaciones de 8.4 millones, Rosenblat dice 13.3 millones y Steward 15.5 millones.

         También existen múltiples divergencias en cuanto a la definición de volúmenes de población por áreas concretas8. Un ejemplo de ello es el caso de la familia lingüística guaraní que habitaba gran parte de la América del Sur (desde el Mar Caribe hasta el Río de la Plata y desde el Océano Atlántico hasta los Andes), en un territorio de aproximadamente unos 350.000 Km2. Simultáneamente otras parcialidades compartieron este extenso territorio, entre ellas los grupos geo-paleolíticos que entraron al área del Guayrá unos cinco siglos antes de la llegada de los europeos9. Igualmente los cronistas del siglo XVI se refieren a varias poblaciones del Río de la Plata, así los charrúas, los yaros y los bohanes establecidos entre el río Uruguay y la costa atlántica; los timbúes al margen del río Paraná, en la zona de las actuales localidades de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, y los pampas -denominados también querandíes por los conquistadores-, desde el delta del Río de la Plata e inmediaciones de la cordillera andina hacia el sur hasta el Estrecho de Magallanes10.

 

         LA GENTE GUARANÍ DEL ANTIGUO PARAGUAY

 

         Los primeros registros de la población guaraní datan de principios del año 1500, se habla en términos de "la gran nación perteneciente al neolitico"11 como pobladores de las regiones comprendidas entre los ríos Paraguay, Miranda, Paraná, Añemby, Uruguay, Ycaí y el Océano Atlántico. Probablemente, descendientes de los grupos provenientes de la cuenca amazónica que migraron entre los años 1000 y 1200 de nuestra era12.

         Branislava Susnik hace referencia a dos desplazamientos prehispánicos diferentes efectuados por los guaraní a la cuenca rioplatense. El primero de ellos se asentó en las cercanías del río Paraguay en grandes casas comunales, eran los carió o cario. El número de sus habitantes tuvo que haber sido elevado debido a la propensión de agruparse en extensas sociedades familiares. El otro desplazamiento migratorio según la citada autora es el de los mbyás, moradores de pequeñas comunidades establecidas en las zonas aledañas al río Paraná.

         Los cario fueron los primeros en relacionarse con los españoles, a diferencia de los mbyás, quienes en general evitaron el contacto con los conquistadores, esta podría ser una de las razones por la cual algunos pueblos fueron sometidos con más facilidad que otros13. Los mbyás quedaron aislados o se enfrentaron a los europeos en grandes revueltas a lo largo de todo el siglo XVI, y de forma esporádica en el siglo XVII.

         Para tener un conocimiento exacto de los diferentes grupos pertenecientes a la familia lingüística guaraní hemos elaborado dos cuadros, con sus respectivos guarás14, basándonos en las investigaciones realizadas por Branislava Susnik.

 

 

 

         Cuando los primeros europeos arribaron al Río de la Plata, las etnias del grupo lingüístico guaraní se hallaban distribuidas en diversas zonas del extenso territorio de la cuenca del Plata. Vale decir que a los hispanos les resultó más fácil nominarlos de acuerdo a sus regiones geográficas de ocupación.

         En relación al aspecto demográfico, hasta hoy resulta casi imposible asegurar cifras exactas sobre la población guaraní que habitaba la antigua provincia del Paraguay antes de la llegada de los europeos. Los documentos de la primera etapa relativos al período de exploraciones y conquista arrojan la mayoría de las veces proporciones exageradas e imprecisas. Si pretendemos calcular cantidades exactas necesariamente incurriremos en imprecisiones. El etnólogo francés Pierre Clastres otorgaba para toda la población guaraní la cifra de 1.500.000 almas, con una densidad de 4 habitantes por Km2 en el radio que hemos citado anteriormente, que comprendía unos 350.000 Km2.18

         Sin embargo, tanto Juan Carlos Garavaglia como Bartomeu Meliá sostienen que la cantidad proporcionada por Clastres es exageradamente alta. Garavaglia refiere que otros estudios demográficos demuestran que toda la población aborigen del Amazonas y del Río de la Plata alcanzaría un total de 5.100.000 personas y muy difícilmente tendrían una densidad superior a un habitante por Km2 19. Por su parte Meliá, aunque reconoce que los cronistas europeos del siglo XVI tendían a proyectar en demasía la población pre-hispánica, advierte que las deducciones presentadas por Clastres carecen de seriedad20.

         Es muy probable que en la etapa previa a la conquista española, en la región de los límites antiguos del Paraguay vivieran unos 500.000 aborígenes de la familia guaraní21. Las estimaciones son de Garavaglia y consideramos que son las más ajustadas, de acuerdo a datos recogidos sobre las más importantes zonas de hábitat guaraní22.

 

         LA COMARCA ASUNCENA

 

         Hacia el año 1541 abarcaba un área de 30 leguas al Noreste y al Sudoeste de la ciudad. Los cario, habitantes de la zona, prestaban servicio a unos 400 españoles, quienes también habían recibido alrededor de 700 mujeres nativas, distribuidas tanto para el servicio doméstico como para el trabajo de la roza en los campos. En una relación enviada a la Corona en ese mismo año, Irala hacía alusión al tema mencionando que era tanta la abundancia de este servicio que daba para más de 3.000 españoles23. Quince años más tarde la comarca se había extendido a unas 50 leguas y el mismo Irala había repartido y empadronado a unos 27.000 indígenas. Con esta referencia se calcula que en 1556 residían unas 100.000 almas24. Esta cifra nos hace presumir que antes de 1537 la población guaraní era más numerosa, pues aún no había tenido contacto con los blancos, hecho que evidentemente la llevó a sufrir un desmesurado descenso demográfico causado entre otras cosas por las entradas violentas, las rancheadas y las epidemias como más adelante veremos.

 

         LA ZONA DEL GUAYRÁ

 

         Esta comunidad se hallaba entre el río Tieté, denominado Añemby en los documentos de la primera etapa de conquista, y el río Yguazú25. Era una región bastante poblada. Según las crónicas de la conquista la habitaban unos 25 grupos con sus respectivos caciques, quienes al parecer hacia 1550 prácticamente no habían tenido contacto con los conquistadores. Por ese tiempo, Arapizandú, uno de los principales caciques de la región, habla viajado hasta Asunción26 para solicitar al gobernador Irala que le prestase auxilio en contra de los portugueses que entraban y "asaltaban los pueblos de los indios naturales, para llevarlos presos y cautivos al Brasil, en donde los herraban por esclavos"27. Con ese efecto partió hacia el Guayrá el capitán Ñuflo de Chaves, quien informó que la mencionada región estaba habitada por grandes pueblos28.

         Cuando Irala repartió en encomiendas a los indígenas de la comarca asuncena, muchos españoles quedaron desconformes porque voluntaria o involuntariamente el Gobernador había excluido a muchos en dicha repartición. Para satisfacer a los descontentos y por ser el Guayrá el escalón y pasaje para el Brasil, Irala ordenó la fundación de Ciudad Real, con ese fin partió Ruy Díaz de Melgarejo con unos cien vecinos de Asunción. Al realizarse el empadronamiento indígena se encontraron unos "40 mil fuegos", entendiéndose un fuego por cada indio con su mujer e hijos, distribuidos entre los 60 vecinos de la recién fundada población29. La cantidad de 40.000 familias nos aproximaría a la cifra mínima de unas 160.000 personas.

 

         LA REGIÓN DEL TAPÉ

 

         La población se asentaba, según Susnik, sobre los ríos Grande y el Uruguay hasta la sierra del mar, principalmente entre Ybycuí y Yacuí30. No existen datos demográficos, ni del período pre-hispánico ni de los momentos iníciales de la conquista. Las primeras referencias son de Hernandarias a principios del siglo XVII. En una carta fechada en 1609 el gobernador menciona que el número de indígenas de la región es de aproximadamente unas 100.000 almas. La cifra parece exagerada aunque los jesuitas, que posteriormente fundaron las reducciones del Uruguay hacia 1632, dan cuenta de una alta densidad poblacional indígena en la misma zona.

         En definitiva, si sumamos las cantidades que hemos consignado en cada una de las regiones, tenemos la siguiente información:

•        La comarca asuncena: 100.000 indígenas, se debe considerar que este padrón no representa una enumeración demográfica real, pues hacia 1556 muchos indígenas emigraron a las zonas andinas, se internaron en los bosques, desaparecieron con las epidemias, revueltas y pacificaciones. El índice de natalidad además decayó notablemente con el primer contacto hispano-guaraní31. La cifra estimada debería ser mayor.

•        La región del Guayrá: con unos 160.000 indígenas, número presumiblemente auténtico, ya que casi no sufrieron, en un primer momento, el impacto de la llegada de los hispanos, como si lo hicieron los guaraní de la comarca asuncena.

•        La zona del Tapé: con aproximadamente 100.000 aborígenes, la cifra es del siglo XVII, por lo tanto debió haber sido mucho más alta a principios del XVI.

         Con estas cantidades no sería arriesgado asumir la estimación de Garavaglia, según quien en la etapa pre-hispánica, en el antiguo territorio del Paraguay habitaban unos 500.000 aborígenes de la etnia guaraní.

 

         LA GENTE DEL CHACO

 

         Era el año 1526 cuando los europeos exploraron por primera vez las tierras del gran Chaco. Se trataba del capitán portugués Alejo García y sus compañeros, todos náufragos de la expedición de Juan Díaz de Solís. García y su grupo habían permanecido en la isla de Yurú-Minrín (Santa Catalina) "asilo ideal de abandonados y perdidos"32 durante ocho años. En ese lapso el capitán portugués había aprendido la lengua guaraní y hecho amistad con los naturales, quienes le habían informado sobre la existencia de oro y plata en las comarcas en las que "nacía el tributario de un gran río que dijeron llamarse Paraná... "33. En consecuencia, García con otros tres compañeros se encaminaron hacia el oeste en busca del precioso metal. El grupo emprendió la marcha con una multitud de aborígenes entusiasmados por seguir el itinerario de sus antecesores para atacar a sus antiguos enemigos, los caracará. La expedición cruzó el norte de la región a lo largo del paralelo 19° o 20° sur y llegó al territorio de los chanés y caracará (Charcas). Si bien García murió en manos de los naturales en su viaje de retorno, las tierras de oro despertaron el interés de los portugueses del Atlántico y de otras expediciones posteriores como la de Gaboto, Ayolas, Irala y Chaves34.

         Los aborígenes del Chaco, como los mepenes -posiblemente los abipones- y los agaces o payaguá fueron mencionados por primera vez en la relación de Luis Ramírez, expedicionario de Sebastián Gaboto que arribó al río Paraná en 152735. Otras fuentes del mismo período son las descripciones del alemán Ulrico Schmidl y de Pedro Hernández. Schmidl arribó a estas latitudes con la expedición de Pedro de Mendoza y describió a los payaguá como un pueblo que "estaba a cien leguas de camino de la susodicha ciudad de Asunción, río Paraguay arriba... y no tenía otros alimentos que pescado y carne que ofrecer"36. Pedro Hernández era el secretario de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, segundo adelantado del Río de la Plata. Este autor describe de manera breve pero precisa a los antiguos guaycurúes (mbayás). Según Metraux, éstos son los dos únicos datos existentes sobre la cultura del Alto Paraguay desaparecida paulatinamente después de la conquista hispana37. Otras descripciones correspondientes a siglos posteriores completarían el panorama etnográfico de la región, pero no las mencionaremos pues queremos limitarnos a lo que hay del siglo XVI.

         Los pueblos que habitaron el Gran Chaco fueron llamados pámpidos. Eran en su mayoría cazadores-recolectores y pescadores, agrupados en numerosas etnias. Sus nominaciones fueron conservadas por los españoles igual que los guaraní. Susnik halló unas seis familias lingüísticas que aunque similares en muchos aspectos, todos pertenecían al paleolítico. Sus diferencias se hallaban marcadas esencialmente por las características culturales y lingüísticas. El siguiente cuadro nos ayudará a comprender mejor esta división; en él figuran las familias lingüísticas con sus correspondientes etnias38.

 

 

 

         Si bien aventuramos una cifra aproximada de 500.000 almas para la etnia guaraní, resulta difícil aproximarse siquiera a la cantidad de habitantes que poblaron el territorio del Chaco en aquel tiempo.

         La existencia de fuentes documentales respecto al número de familias lingüísticas que habitaban el Chaco a la llegada de los europeos es bastante exigua. No obstante, trataremos de presentar algunas noticias que nos informan no de manera exhaustiva pero sí muy aproximada al respecto. El primer grupo del cual se tiene referencia es el de los guaicurúes, específicamente el grupo mbayá. Se calcula que 4.000 guerreros de esta parcialidad lucharon contra Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Si bien Ulrico Schmidl menciona la existencia de unos 20.000 varones de guerra, esta cifra parece ser muy exagerada40. Al iniciarse el siglo XVII sólo unas 1.200 almas vivían en las cercanías de Asunción41, y Sánchez Labrador, quien posee fuentes documentales de primera línea, estimó la población mbayá de ese período en un total de 8.000 personas42. Branislava Susnik por otro lado, basada en recopilaciones de varias fuentes posteriores al período de la conquista, presenta otros datos al respecto. Pocas veces aparecen relevados datos demográficos en estos informes. Hay que tener en cuenta además que en la primera etapa de la conquista los españoles tomaban como esclavos a indígenas de varias naciones, lo cual hacía mermar considerablemente el tamaño de las poblaciones. En un enfrentamiento con los mbayás por ejemplo, Ulrico Schmidl relata que se cautivaron muchas piezas y declara: "yo traje para mi botín 19 personas, hombres y mujeres que no eran muy viejas... "43. Asimismo, Irala refiere que en una entrada a la misma región, "sus hombres mataron muchas criaturas, viejos y viejas y trajeron muchas mozas y mancebos para servir de esclavos"44.

         Otro pueblo, el de los payaguá fue conocido desde los primeros días de la conquista como el pueblo de piratas del río. En veloces piraguas navegaban el Paraguay desde los pantanos Xarayes hasta el río Paraná, divididos en dos grupos principales: los norteños, denominados payaguás, que comprendían a los cadigués y a los sarigués y los sureños llamados agaces, integrados por los magahs y los tacumbúes o siracuas. Al final del siglo XVI las naciones norteñas payaguás se aliaron con los mbayás en contra de los europeos45. No poseemos datos acerca de su número poblacional. A fines del siglo XVIII, Azara estimaba que la población payaguá ascendía aproximadamente a unas 1.000 almas. Un siglo más tarde el número se redujo a apenas unas 200 personas. Esta parcialidad se extinguió lentamente, y en 1940 sólo existían 4 mujeres payaguá en el barrio de la Chacarita46. El rápido declive demográfico de los payaguás induce a pensar que antes del primer encuentro con los europeos, la población posiblemente llegaba a unos 5.000 o 6.000 habitantes.

         Otra parcialidad guaicurú fue la de los toba. Según los sacerdotes de la Compañía de Jesús, durante el siglo XVIII esta nación contaba con una población de 20.000 a 30.000 personas. Integraban sus bandas los cocolots y los aguilots que se desplazaban continuamente por ambas riberas del río Bermejo47. Otro grupo, el de los abipón, también era una parcialidad guaicurú, habitaba la ribera norte del bajo Bermejo y durante los primeros años del siglo XVII fueron expandiéndose paulatinamente hacia el sur. Por ese tiempo se presume que esta parcialidad contaba con una población de unas 5.000 almas, pero, al igual que las demás etnias, esa cantidad disminuyó notablemente cuando se inició el contacto con los europeos48.

         Los mocovíes eran parientes cercanos de los tobas y sus permanentes aliados en los enfrentamientos con otras parcialidades y contra los españoles. Informes demográficos sobre las bandas mocovíes aparecen recién hacia mediados del siglo XVIII y las cifras mencionadas hablan de unos 2.000 a 3.000 individuos. De esto se infiere que su número ha sido mayor durante el siglo XVI49.

         De acuerdo a las investigaciones de Azara, los pilagás alcanzaron una población de 200 personas al iniciarse el siglo XIX. Metraux juzga esta cifra excesivamente baja, considerando que un siglo más tarde esta parcialidad llegaba a los 2.000 habitantes. Deberíamos pensar: ¿qué cantidad pudo haber habitado al sur del curso medio del Bermejo hasta el río Pilcomayo antes de la llegada de los europeos?, ya que la tendencia en todos los casos ha sido el descenso poblacional de las etnias originarias y nunca el crecimiento. La tuberculosis, la viruela y las enfermedades venéreas diezmaron a los pilagás como a las demás etnias del Chaco50. En resumen, teniendo en cuenta las cifras en consideración, la familia lingüística guaicurú ascendería a más de 50.000 personas antes del encuentro con los europeos. De los grupos de la familia guaicurú que no se tiene ningún dato demográfico, en el siglo XVI, es de los guatataes y de los yaperúes.

         Las etnias pertenecientes a la familia de los matacos son: los matacos propiamente dichos, los chorotíes, los chulupíes y los guisnays. Su hábitat se iniciaba muy al norte, desde las proximidades del río San Francisco, pasando por el Pilcomayo y el Bermejo, limitando con las tolderías tobas hasta llegar a la confluencia del Bermejo en Jujuy. El grupo mataco propiamente dicho comprendía además a varios subgrupos que prontamente se fusionaron con la población mestiza residente en la zona sur del río Bermejo durante los años del coloniaje. Los chorotí aparecen mencionados recién al iniciarse el siglo XX, las cifras daban cuenta de unas 2.500 personas. Carecemos de otras fuentes que indiquen cifras aproximadas de la población chorotí en el siglo XVI. En relación a los otros grupos matacos, se estima que la demografía total ascendía a unas 30.000 almas en los primeros años del siglo XVII. Varias fuentes afirman que el número de habitantes matacos ascendía a 20.000 al final del siglo XIX51, lo que nos lleva a suponer una cifra mayor de esta población tres siglos antes.

         Los cochabot-enimagás fueron denominados lengua por los españoles, por el tipo de adornos labiales planos que acostumbraban a utilizar y que producían el efecto de poseer dos lenguas. En la literatura especializada se dice de los cochabot que antes del encuentro con los blancos era una poderosa nación asentada al norte del bajo Pilcomayo. Pero dos siglos después de aquel encuentro la etnia sufrió un vertiginoso declive. El sacerdote Francisco Amancio González afirmaba en aquel tiempo que este grupo tendría unos 120 varones y, por aquella misma época, Félix de Azara señalaba que su población masculina oscilaba entre unos 130 a 150 hombres. Sin embargo, Metraux expresa que esta cantidad es errónea, considerando que en el presente los maká, descendientes directos de aquella familia, llegan en la actualidad a unos 5.000 habitantes52. Con todo, creemos que los cochabot-enimagás como representantes de una gran nación tendrían una población no menor a la de los guaicurúes, es decir unos 40.000 a 50.000 personas.

         Es preciso notar que ninguna de las fuentes antedichas citan ni describen a la población femenina cochabot, como tampoco lo hacen de la mayoría de las otras etnias. En general sólo se limitan a nombrar la cantidad de habitantes varones. Las crónicas de europeos y criollos del antiguo Paraguay también carecen de esa información, en ellas las mujeres apenas son mencionadas, así se trate de indígenas, mestizas, criollas o europeas. Este dato nos permite suponer que los padrones del siglo XVI no son tan reales en cuanto a las cifras totales de población.

         Con relación al lugar de la mujer en la cultura de los pueblos chaqueños, no se diferenciaba mucho de la guaraní. Las mujeres eran utilizadas para establecer alianzas matrimoniales, pactos intergrupales, intercambios comerciales o como esclavas53, los privilegios detentados por los varones en relación a las mujeres no diferían mucho de los privilegios que tenían los hombres en el resto del mundo a fines del medioevo.

         Volviendo a la cuestión de densidad poblacional, las fuentes refieren que los grupos integrantes de la familia mascoy, como los kashihá, sapukí, sanapaná, angaité y lengua -no confundirlos con los lengua enimagá o maká-, en los años de la conquista poseían una densa demografía. A mediados del siglo XX, los mascoy contaban con más de 5.000 personas54. Es difícil calcular su número aproximado en el siglo XVI, ya que no hay noticias exactas sobre la cantidad de habitantes del pueblo mascoy. El dato de que eran una nación densamente poblada, nos induce a imaginar cifras similares a las de los mataco y los guaicurú, es decir, entre 30.000 y 50.000 personas, incluyendo hombres, mujeres y niños.

         La familia zamuco concentraba a varios grupos, habitantes de las regiones norteñas del Chaco, desde el Alto Paraguay hasta el río Otuquis. Las tolderías tsiracuá, guarañoca y poturero se establecían en forma de semicírculos alrededor de las mencionadas zonas. Más al sur se hallaban los moros, morocotocas y los chamacocos. En las primeras entradas realizadas por los conquistadores hispanos con el objetivo de buscar oro, éstos trajeron gran cantidad de aborígenes de varias naciones, entre ellos muchos pertenecientes a la familia de los zamucos. Ruy Díaz de Guzmán nos relata que Alvar Núñez en el viaje realizado a la región de los potureros y guarañocas había aprehendido a más de tres mil almas de servicio de todas las edades y sexo además de víveres; con lo cual se abasteció de comida y otras necesidades a la población asuncena55.

         Dos siglos después, en 1771, el sacerdote jesuita Juan Bautista Zea entró en contacto con un pueblo zamuco, el de los chamacocos, a quienes trasladó a la recién fundada misión de San Juan Bautista. Sin embargo, al poco tiempo la misión fue abandonada debido a las guerras ínter-tribales. Generalmente los mbayás, cuando se enfrentaban a algún pueblo de los zamucos, mataban a toda la población y llevaban cautivos a los niños y niñas, quienes eran sometidos a esclavitud. Algunas veces las mujeres también eran sometidas, sobre todo utilizadas para realizar las tareas domésticas, liberando a la esposa-madre mbayá "de sus manufacturas". Los mbayá siempre contaban con esclavos obtenidos como parte de trofeos de guerra. Hasta el más indigente poseía gente de servicio y podía disponer de un par de niños y/o mujeres. Los de más alto rango, como los guerreros o los miembros del entorno cacical, llegaban a obtener unos diez o quince esclavos de diversas etnias, generalmente mujeres56. No sólo los zamucos sufrieron una merma en su población sino también las otras familias chaqueñas, y como hemos observado este declive no fue ocasionado exclusivamente por el contacto con los europeos o por las enfermedades que ellos traían. A fines del siglo XVIII y hasta la primera mitad del siguiente se registraba a prácticamente todos los grupos zamucos, contando unas 1.000 a 1.200 personas57 cada uno, lo que sumaría más de 10.000 habitantes. Inferimos que 200 años atrás, antes de las entradas hispanas, la familia zamuco contaba con el doble o el triple de esos habitantes.

         Mucho antes de que los españoles iniciaran la entrada al Chaco, el Noreste y Noroeste del territorio se hallaba habitado por un gran pueblo de agricultores sedentarios y pacíficos que hablaban un dialecto conocido como arawak. Se denominaban a sí mismos guanás, pero los europeos los llamaron chanés y los mbayás los nombraban layanás. En el período pre-hispánico, los chané-layanás ya habían sido subyugados por los mbayás.       Cada pueblo perteneciente a esta etnia estaba subordinado a una banda mbayá58. Cuando Ayolas regresó de su primera entrada al Chaco buscando el famoso camino al Dorado, trajo consigo varios naturales de la nación chané-layanás a quienes Irala consideró esclavos59. La mayoría de los esclavos y de las esclavas provenientes del Chaco eran de origen chané. La obtención de los cautivos constituía el único resultado utilitario inmediato60, pues ninguna de las diversas incursiones realizadas por los españoles en la búsqueda del Dorado tuvo como sabemos los resultados esperados. Un informe de Irala de 1542 nos ilustra de cómo los chanés eran capturados por los guaraní que acompañaban a los españoles en sus expediciones. El mismo expresaba que "...pasando por sus tierras de noche, dieron en sus casas y mataron a muchos de los suyos, prendieron a sus mujeres e hijos y los trajeron al puerto de Itatin..."61.

         Cuenta Susnik que tanto los terenó como los kinikinaos practicaban el rapto de mujeres de otras naciones porque las suyas se negaban a tener más de dos hijos62. Esta actitud de las mujeres es considerada una de las causas que favoreció el rápido declive poblacional de estos pueblos. Hacia el año 1841 se desintegró el último grupo terenó existente en el Paraguay. Aquellos habían emigrado hacia el puerto de Miranda y contabilizaban unas 3.000 personas que en breve tiempo se mestizaron con otras parcialidades63. Otros grupos guanás siguieron la misma suerte; se desplazaron hacia el Brasil y se mezclaron con los lugareños de la zona.

         Los chané-guanás constituyeron una nación bastante numerosa hacia el siglo XVI, aunque probablemente no llegaban a las 30.000 personas, como aseveran algunas fuentes. Su potencial demográfico en el siguiente siglo puede deducirse de las estimaciones suministradas por Azara y Aguirre, que calcularon para toda la familia chané un total de 8.200 habitantes, 3.300 varones y 4.900 mujeres64.

         Casi no abundan informaciones acerca de la familia lulévilela. Sus bandas o subgrupos se hallaban distribuidos entre el río Bermejo y el Salado durante los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, en el transcurso de los años sucesivos la familia fue extinguiéndose de manera paulatina. Lingüísticamente estaban emparentados con los tonocotés, parcialidad que durante el siglo XVI habitaba la región del actual norte argentino (Tucumán y Santiago del Estero)65. A fines del siglo XVI, el sacerdote Barzana cristianizó a un gran grupo de los lulé, quienes posteriormente huyeron al Chaco central para escapar de las encomiendas hispanas. Hacia el año 1710 varias bandas de los lulé atemorizados por las constantes incursiones de los tobas y los mocovíes y por las expediciones punitivas de los españoles, se quedaron en la misión jesuítica de Miraflores y otras en la misión de Valbuena66. Cuando la Compañía de Jesús fue expulsada del Paraguay, el número total de los lulé era de unas 1.600 personas67. Con seguridad todos los grupos eran más numerosos antes del encuentro con los europeos. Un documento del sacerdote Machoni expresa que los tonocotés, pertenecientes a la misma familia lulé, constituían una población de 60.000 habitantes asentados en las cercanías de Concepción del Bermejo y que luego emigraron, cuando la opresión española se hizo intolerable. Sin embargo, Metraux dice que el jesuita confundió esa parcialidad con los matarás, de quienes nos ocuparemos más adelante68.

         En cuanto a los vilelas, cuyas bandas se denominaban al igual que los matacos con nombres de objetos o animales; durante el siglo XVII se hallaban diseminados en ambas riberas del río Bermejo. Hacia 1730 una expedición española atacó injustificadamente a unas 1.600 personas de esta familia y posteriormente las distribuyó en diversas localidades al sur del Paraguay. De acuerdo a las investigaciones de Metraux, a mediados del siglo XVIII los lulé-vilelas contaban con una población aproximada de 4.500 a 5.000 personas que como hemos mencionado, en el transcurso del siguiente siglo, esta familia fue gradualmente extinguiéndose69. Antes de terminar el siglo XIX un pequeño grupo lulé-vilela se había fusionado con mujeres de la etnia mataco y otros emigraron hacia el sur mezclándose con poblaciones mestizas70.

         La familia de los chaqueños guaranizados es la de los tapietés. Esta parcialidad habitaba la zona desértica extendida desde el Alto Pilcomayo hasta las inmediaciones del río Parapití. Se trata de una etnia típicamente chaqueña, pero sus integrantes hablan guaraní, probablemente por el constante contacto con sus vecinos chiriguanos71. Carecemos de noticias acerca de su población pre-hispánica, razón por la cual no emitiremos cifras.

         Otros pobladores del territorio en cuestión fueron los malbalás y los matarás, ocupaban la cuenca del Bermejo y de filiación lingüística dudosa. Los primeros fueron expulsados de su hábitat natural por los mocovíes, y se establecieron hacia al sudoeste, sobre el río Valbuena. A principios del siglo XVIII una expedición española intentó deportar a los malbalá a Buenos Aires. Toda su población se hallaba integrada por 400 familias, lo que equivaldría a unas 1.500 personas aproximadamente, pero la mayoría logró huir y se asentó nuevamente en el Chaco. A mediados de 1700 los malbalás fueron ferozmente masacrados por una guarnición militar hispana, subsistiendo apenas unas 20 familias que se dispersaron y confundieron con bandas de la familia mataco. Los documentos del siglo XIX ya no mencionan a esta parcialidad72.

         En relación a los matarás, podemos decir que hacia 1585, cuando se fundó Concepción de Nuestra Señora del Bermejo, en una estratégica región que serviría de barrera a los indígenas y punto de enlace entre el Paraguay y el Plata73, esta parcialidad se asentó en La Rioja con unas aproximadamente 7.000 personas74. Luego de la devastación que sufriera años más tarde Concepción, los matará emigraron hacia el sur, y en 1767 sólo se contaban unas 700 u 800 personas, todos esclavos de otros aborígenes habitantes de los alrededores de Santiago del Estero. Para ese entonces ya habían olvidado su lengua primitiva y hablaban quechua75.

         Además de todas las familias lingüísticas descriptas, otras parcialidades indígenas no identificadas habitaban el Alto Paraguay. Ulrico Schmidl, que acompañó a Alvar Núñez Cabeza de Vaca en la jornada hacia el norte, citó a varios grupos como los guarajapos, una nación compuesta según el cronista por muchísima gente extendida a lo largo de unas cien leguas, que poseían pescado y carne. Sus mujeres cubrían sus partes íntimas y los indígenas acompañantes de esa jornada, no quisieron tratar con ellos y huyeron. Otro pueblo citado por Schmidl fue el de los surucusis, cuyas mujeres eran muy bonitas y no tenían "nada tapado en su cuerpo, andaban desnudas como nacieron de sus madres y usaban en el labio inferior una piedra gris de cristal del tamaño de un dedo"76. Los hombres llevaban un pendiente en el lóbulo de las orejas, consistente en un disquito redondo de madera, aumentándoles el miembro casi al doble de su tamaño natural. Razón por la cual a menudo los españoles llamaban orejones a los varones de esta parcialidad77. Siguiendo siempre a Schmidl encontramos que a 36 leguas río arriba de la nación de los surucusis habitaban los yacarés, una población de hombres y mujeres de prominente estatura. Una parcialidad muy original afincada en una vasta zona de cocodrilos. Dice Schmidl que no hallaron en toda la región del Río del Plata seres semejantes. Sus mujeres no andaban desnudas y se cubrían con un paño de algodón.

         Los pueblos jarúes constituían otra familia chaqueña asentada en el Alto Paraguay y descrita también por Schmidl. Los hombres de este pueblo usaban unos aros de madera en las orejas y una ancha piedra azul de cristal en los labios y se pintaban el cuerpo con un tinte azul hasta las rodillas asemejando una calza, y las mujeres -describe el cronista- "pintadas en otra linda manera desde los senos hasta los genitales iban completamente desnudas y eran bellas a su manera"78.

         Todas las naciones aborígenes contaban con poblaciones numerosas, pero es difícil calcular con exactitud la cuantía demográfica que cada pueblo podría representar79. No obstante, debemos tener en cuenta que muchas parcialidades que habitaban el territorio chaqueño utilizaban sistemas para controlar el número de nacimientos por mujeres. Las mujeres mbayás sólo tenían uno o dos hijos/as, ya que restringían la natalidad mediante uniones matrimoniales tardías y frecuentes abortos80. Los chané también limitaban la natalidad por medio de abortos e infanticidios. La cultura chané se caracterizaba por mantener un número máximo de tres hijos: dos varones y una niña. La desproporción numérica de nacimientos de varones en este pueblo dio motivo a la sodomía81. Entre los guaycurú era proporcional el número de niñas y niños82. Los matrimonios se concertaban a veces por los padres como una forma de trueque; el marido al casarse traía sus bienes a la casa de sus suegros, pero las propiedades no se mezclaban. El divorcio era muy frecuente entre las naciones chaqueñas, generalmente el marido recuperaba su propiedad y la mujer no volvía a contraer nupcias83. En el caso de los payaguá, la mujer se quedaba con la canoa familiar y el varón podía formar otra familia84.

         El bajo índice de natalidad, las guerras inter-étnicas, la violencia empleada por los conquistadores, las enfermedades y las pestes introducidas por los europeos originaron una considerable merma en la población indígena chaqueña, tanto como en la guaraní. Con los escasos datos demográficos que poseemos nos atrevemos a conjeturar una cifra de 200.000 a 250.000 habitantes que pobló el Chaco antes de la llegada de los europeos. Si a esta cantidad le agregamos el número estimado de pobladores de la Región Oriental, es decir, de guaraní, tendríamos un total aproximado de 700.000 a 750.000 aborígenes habitantes en el antiguo territorio del Paraguay en el período pre-europeo.

 

 

 

 

 

CAPITULO III

 

LA GENTE GUARANÍ Y ESPAÑOLA

 

         La primera referencia acerca de la población española que residía en la comarca asuncena -alrededor de unas 30 leguas a la redonda- nos la brinda una relación de Irala fechada en 1541. En ella el capitán aludía a la importancia del primer servicio personal otorgado por los cario, habitantes de la citada comarca. Sin embargo, cuando la población que había llegado de Buenos Aires recién se instaló en la Asunción "...fue necesario que las mujeres volviesen de nuevo a sus trabajos haciendo rozas con sus propias manos, rozando y carpiendo y sembrando y recogiendo el bastimento, hasta tanto los soldados guarecieron de sus flaquezas y comenzaron a señorear la tierra y a adquirir indios e indias de su servicio..."212.

         Los hombres y las mujeres cario prestaban servicio a toda la población hispana, unas 700 mujeres fueron distribuidas entre las labores domésticas y el trabajo de la roza en los campos. El propio gobernador mencionaba al respecto la gran "abundancia de este servicio -de mujeres indígenas-" con las cuales se podía "abastecer a más de 3.000 españoles"213.

 

         LAS RANCHEADAS

 

         La enorme cantidad de mujeres cario se concentró en las primeras chacras españolas, situadas en forma de cinturón alrededor de Asunción. Una parte de estas mujeres llegaron allí a través de alianzas amistosas entre españoles y principales caciques de sus comunidades y otra por intercambios comerciales. Generalmente, los indios en el período pre-hispánico acostumbraban a permutar a sus hijas o hermanas a manera de rescate por algunos objetos de valor económico o social214 pero indudablemente la manera más peculiar utilizada por los conquistadores para apropiarse de las nativas fue la saca de mujeres. Dicha saca consistía en la entrada a las poblaciones indígenas, la captura de mujeres y la frecuente matanza de los hombres. Con posterioridad, se generalizó la práctica, llamada también rancheada. Los soldados iban a los ranchos indígenas y además de las mujeres y de los niños, incautaban todos sus enseres domésticos y sus bastimentos215. Antes de 1556, año de la repartición de las encomiendas, Irala otorgaba licencias a ciertos conquistadores para ir a los pueblos de indios a proveerse de mujeres y de algunos bienes de primera necesidad. En estas acciones violentas jugaron un papel importante los lenguas, personas experimentadas en las costumbres y lengua guaraní. Los detractores de Irala lo acusaban de la asiduidad con que los lenguas traían mujeres para los oficiales leales a su gobierno216.

         Es importante acotar, la falta de consideración que se tenía hacia el parentesco biológico de las mujeres indígenas, pues era común observar en las casas de los conquistadores la convivencia de varias hermanas carnales, madre e hijas o primas hermanas, todas en calidad de concubinas de un mismo hombre217. Estas mujeres hacían las veces de criadas, de agricultoras y de amantes de sus amos. Por lo regular, la guaraní "cargada de trabajos que exigía el servicio a los conquistadores evitaba criar hijos indios, tratando de obtener el status de la criada y de la madre de hijos mestizos"218. La saca desmedida fue debilitando gradualmente las comunidades guaraní. La escasez de mujeres no sólo desintegraba su potencial biológico, sino también el económico. Disminuyeron los brazos para el cultivo219 y por consiguiente su capacidad alimenticia 220. Estas razones originaron un rápido declive demográfico indígena.

         Sin bien al principio las indígenas sólo fueron criadas de los conquistadores, muy pronto también sirvieron en los hogares de las españolas, tanto de las casadas como de las solteras. Tales fueron los casos de María Díaz, quien se casó en Asunción con Francisco de Areco, un genovés, expedicionario de la tripulación de León Pancaldo221; el de María Duarte, esposa de uno de los varios Francisco Ramírez que figura como tripulante de la armada mendocina222; el de Martina de Espinoza, quien acompañó en la travesía a su segundo esposo Hernánd Sánchez223, de las familias formadas por Mari Sánchez y Juan Salmerón de Heredia; Juana Martín de Peralta y Juan Burgos de Samaniego; Juana González y Pedro de Mendoza, homónimo del adelantado y en los hogares de algunas mujeres solteras como Isabel Martínez, Ana de Rivera, Elvira Hernández, Isabel de Quiroz e Isabel de Guevara, de quienes nos consta su residencia en Asunción aún después del año 1541224.

         Por otra parte, el recinto de la primitiva casa fuerte ya resultaba estrecho para albergar a toda la población. En ese tiempo, las condiciones habían cambiado radicalmente. De un simple refugio erigido para descanso -en el trayecto hacia el norte- o de aprovisionamiento de bastimentos, se convertía en el centro de la conquista del Río de la Plata. El antiguo fortín presentaba un carácter completamente distinto al originario y adquiría la categoría de ciudad225. Con urgencia, la nueva función que tenía el "puerto y ciudad de la Nuestra Señora de la Sancta María de la Asunción"226, denominada así desde entonces, exigía una organización adecuada. Irala se dedicó a otorgársela mediante la ordenanza dictada el 16 de setiembre de 1541 con la cual se creaba el primer Cabildo del Río de la Plata. Las nuevas autoridades municipales fueron Juan de Ortega en calidad de Alguacil Mayor; Pedro Díaz del Valle, Alcalde Mayor; Juan de Salazar y Espinosa, Alcalde de primer voto y Alonso Cabrera y Garcí Venegas como Regidores227.

         En relación a la estructura edilicia de la ciudad, Irala mandó derribar la primera empalizada que limitaba la casa fuerte y estableció una circunscripción más extensa para edificar las residencias de los nuevos habitantes y un lugar bastante espaciado destinado a la plaza mayor. Por temor a los ataques indígenas, los vecinos aconsejaron al gobernador la construcción de una muralla de palmas que cercase el nuevo perímetro. Durante varios años se tuvo la costumbre de cerrar las puertas de la ciudad al anochecer, impidiendo el paso a toda persona sin autorización de las autoridades228.

 

         MAHOMA Y SU ALCORÁN

 

         Varios fueron los documentos enviados a la metrópoli con relación a los episodios vividos en el transcurso de los primeros años de conquista. Estos aseveran que Martínez de Irala al principio de su gobierno había ordenado a los soldados a "tomar a las mujeres y a las hijas de los indios y que las robasen y las trajesen para ellos"229. Él mismo mantuvo relaciones con unas siete u ocho indígenas que le dieron un total de nueve hijos/as a quienes reconoció como suyos y les otorgó su apellido230. Existen informes que atestiguan las acciones de los oficiales reales, quienes iban "...a los ranchos de los naturales y tomaron sus haciendas y los hacían venir a palos a trabajar y servirse de ellos y tomaron a sus mujeres e hijas por la fuerza en contra de su voluntad..."231. Además, la llegada del segundo adelantado trajo bastante incomodidad a la gente del fuerte asunceno. El sacerdote Francisco González de Paniagua, en una carta enviada al Cardenal de Tavira, denunció que el Paraguay se había convertido en una tierra similar a la de Mahoma y su alcorán, donde los españoles usaban más libertades que los musulmanes pues aquellos se contentaban con siete mujeres y éstos tenían más de setenta. La misiva del clérigo manifestaba "el cristiano que está con cuatro indias es porque no puede tener ocho y el que con ocho, porque no puede tener diez y seis ...y así sino es muy pobre no hay quien baje de cinco y de seis, la mayor parte de quince y de veinte, de treinta y de cuarenta ...y no lo hacían secretamente, sino que el vicio está entre ellos, desde el mayor hasta el menor y lo hacen en sus casas y lo publican en las calles y plazas... y hay hombres tan enajenados que no piensan en otra cosa que en sus placeres que ni pretenden volver a España"232.

         Todas estas fuentes nos brindan un claro ejemplo de la vida cotidiana de los primeros conquistadores asentados en Asunción bajo la égida de Irala. En relación a estos sucesos, el 5 de abril de 1542, Alvar Núñez, con el propósito de erradicar las rancheadas e imponer de alguna manera un orden entre los antiguos habitantes y los recién llegados, estableció las siguientes disposiciones:

         1. "Ningún español pueda contratar directa ni indirectamente una india sin licencia del gobernador.

         2. Nadie sea osado de dar ni rescatar a los indios, ropas, ni paño, ni lienzo, ni machetes, puñales, etc.

         3. Los españoles no podrán tener en sus casas dos hermanas, ni madre e hija, ni primas hermanas, por el peligro de las conciencias.

         4. Se prohíbe ausentarse de la ciudad e ir a casa de los indios sin licencia"233.

 

         ALVARISTAS E IRALISTAS

 

         La resolución gubernativa acrecentó las diferencias en las relaciones entre el adelantado y los oficiales leales a Martínez de Irala. Igualmente las exigencias de tributo, los abusos y crueldades cometidos contra los aborígenes provocaron grandes rebeliones durante las cuales no sólo mermó la población indígena sino también la hispana.

         Por otra parte, Alvar Núñez Cabeza de Vaca pretendía llenarse de gloria con el descubrimiento de El Dorado, así ganaría el respeto y merecido reconocimiento por parte de las huestes conquistadoras y sobre todo por parte de la Corona; al mismo tiempo pensaba que con ello menguarían los ánimos belicosos entre los oficiales de uno y otro bando. Con ese fin proyectó la búsqueda de una nueva ruta hacia las Sierras del Plata y encomendó a Martínez de Irala un viaje al norte en procura de un buen lugar en donde dejar las naves, con indios amigos que les proveyesen de bastimentos, porque debido a los constantes ataques de los payaguá, Candelaria ya no cumplía esa finalidad. El puerto en cuestión serviría de refugio entre Asunción y el camino de El Dorado. A fines de noviembre de 1542, Irala zarpó con 93 soldados y más de 900 indígenas guaraní. Dos meses más tarde, la expedición arribó hasta la laguna Gaiba, distante a unas 200 leguas de Asunción. El paraje parecía adecuado para fondear y en la orilla occidental el capitán fundó el puerto Los Reyes. La región era apta para el propósito encomendado y además en ella habitaba "una gente acogedora que vivía cada uno en su casa y tenían por esclavos a muchos indios de otras tribus. Criaban gallinas y patos, destinados a destruir cierta clase de grillos que deshacían sus ropas"235. Martínez de Irala escribía al adelantado que el mencionado sitio se constituía en la mejor entrada hallada hasta ese entonces. Los informes otorgados por los naturales eran muy propicios pues las tierras se encontraban sólo a unas quince jornadas236.

         Durante la ausencia de Irala, las diferencias políticas entre los partidarios del adelantado y los primeros conquistadores fue acrecentándose. Las mutuas acusaciones dificultaban la buena marcha de la conquista y el establecimiento colonizador pretendido por la Corona. Según Lafuente Machaín, el nuevo Gobernador no demostró tener acierto y mucho menos templanza en el trato con sus compañeros y subordinados. Sus actos merecieron la crítica de sus predecesores, entre las cuales se citaba el hecho de haber colocado sus escudos personales y no los de la realeza en los mojones de piedra que circunvalaban la ciudad capital237. Además de otros actos de prepotencia hacia los antiguos expedicionarios quienes aspiraban continuar gozando la hegemonía del poder frente a la camarilla joven -la mayoría rondaba los 20 años- del nuevo gobernante. Las incidencias y conflictos continuaron y se marcó cada vez más la separación entre los dos grupos238.

         Entretanto, en 1543, a causa del descuido de una criada indígena, la ciudad sufrió un incendio. El fuego se inició en una vivienda de paja y de ella se expandió a todo el vecindario. Ardieron unas 250 casas, gran parte de las existentes. Se perdieron los depósitos de víveres con más de 4.000 fanegas de maíz y animales de corral, la iglesia principal y varios conventos. La catástrofe duró cuatro días y sus efectos agravaron no sólo la escasez de víveres, sino también y a causa de ello, la situación de los pobladores.

         El incendio repercutió igualmente en la vida política. Debía emprenderse la reconstrucción y los regidores pretendieron asumir la dirección de las obras y de un nuevo trazado de calles a fin de evitar otra tragedia. Sin embargo, Alvar Núñez contestó "que no era función del Cabildo el hacer el pueblo y ordenarlo"239. Como consecuencia, los cabildantes no volvieron a reunirse y el propio adelantado en persona asumió la conducción de los trabajos "para dar ejemplo de celo y buena voluntad"240.

         En cuanto a la reedificación de la ciudad, a partir de la Plaza Mayor se delinearon nuevas calles, se proyectó la construcción de una nueva iglesia con mayor capacidad. De acuerdo a la orden gubernativa se dispuso que los nuevos solares se hallasen rodeados de sólidos cercados de madera241. Es muy probable que casi todas las mujeres españolas e indígenas, quienes estaban acostumbradas a realizar diversos tipos de tareas, también hayan trabajado a la par que los varones en la reconstrucción de la ciudad.

         A partir de este crítico suceso las relaciones entre los viejos y los nuevos conquistadores se tornaron más ásperas. Las ordenanzas referentes a los repartos de terrenos, especialmente aquellos lindantes con la zona costera, motivaron candentes fricciones. La pesca constituía uno de los principales recursos para la subsistencia y como anteriormente, durante el breve gobierno de Irala, no hubo preferencia en las ocupaciones, ahora molestaba a los antiguos vecinos que Cabeza de Vaca otorgase dichos privilegios a los capitanes y amigos de su entorno242.

         El incendio de la ciudad había truncado momentáneamente los preparativos del proyectado viaje hacia el norte en busca de las riquezas. Una vez concluidas las obras de reparación edilicia y distribución de solares, prosiguieron los preparativos para la jornada y nadie dudaba de los resultados beneficiosos que habrían de obtener.

         El 8 de setiembre de 1543, unos 400 españoles, 10 de ellos a caballo y aproximadamente 1.000 indígenas amigos, partieron de Asunción en una flotilla compuesta por diez naves y un sinfín de piraguas243. Dos meses más tarde, la expedición arribó al puerto de Los Reyes y poco después se internó tierra adentro. La entrada resultó un fracaso. No se halló el preciado botín, y al retornar a Los Reyes, Cabeza de Vaca se encontró con serios problemas: una población indígena compuesta por 3.000 personas en pie de guerra y a una hispana descontenta y enferma a causa de picaduras de insectos, de serpientes y fiebres tropicales. Para satisfacer a los conquistadores, el adelantado procedió, como antes ya lo había hecho en otras ocasiones, a repartir ropas y enseres. Entre los beneficiados figura Ana Fernández, expedicionaria de la armada mendocina244, con lo cual se infiere que la incursión al Alto Paraguay también estuvo integrada por mujeres.

         La difícil situación motivó el presuroso regreso a Asunción y el fin de la carrera política del adelantado. Una vez en la capital se agudizaron las contrariedades, y los oficiales reales de acuerdo con los antiguos conquistadores, se amotinaron e invocaron la Real Provisión del 12 de setiembre de 1537. Depusieron a Cabeza de Vaca y en su reemplazo eligieron a Martínez de Irala. Nuevamente el capitán Vergara ocupaba la conducción del gobierno provincial245.

         Una vez preso el adelantado, se inició un proceso en su contra. Durante su permanencia en la cárcel, al parecer algunos partidarios de Irala quisieron envenenarlo. Propusieron a la mujer que le cocinaba, Isabel de Quiroz, "que echase ponzoña en la comida y ésta, por rehusar a hacerlo la querían mal"246. Esta actitud le valió el reconocimiento del ex gobernador y posiblemente cuando él regresó a la metrópoli, la llevó consigo.

 

         LA TEMPRANA ESCLAVITUD

 

         Irala se mantuvo en el poder hasta su muerte, salvo algunos periodos en los cuales era reemplazado de manera interina por los oficiales de su confianza, con motivo de sus entradas al Chaco247.

         En el transcurso de su gobierno, el índice demográfico había aumentado considerablemente a causa de la intensa proliferación del mestizaje. Aunque los nuevos contingentes hispanos se añadieron en 1549, en 1555 y en 1556, la población europea fue declinando paulatinamente.

         Los expedicionarios de Cabeza de Vaca se sumaron a las conductas sociales iniciadas por los antiguos vecinos de la comarca asuncena. En breve tiempo nacieron gran cantidad de mestizos y muy pronto éstos también acompañaron a sus padres en las diversas exploraciones248. Así también, las mujeres indígenas tuvieron otros roles. De concubinas, madres de mestizos, criadas domésticas y chacareras, los hispanos empezaron a utilizarlas como valor de cambio en las transacciones comerciales. Un testimonio relativo a estos hechos señala como "el dicho Alvar Núñez dio licencia a algunos cristianos para vender o trocar las indias... y este testigo se la dio por trueco de una espada... "249. Tras el derrocamiento de Cabeza de Vaca, las prácticas de utilizar a las indígenas como moneda de la tierra prosiguieron de manera constante. Por lo regular, era común el trueque de indígenas por productos de los españoles entre sí, y con los portugueses. Estos traían hierro, herramientas, ropa fina y a veces armas a cambio de mujeres aborígenes, quienes eran llevadas al Brasil. El propio gobernador Irala "daba a las indias a trueco de caballo, y daba lugar que se comprasen, vendiesen y las jugasen -a los naipes- y las diesen en cualquiera venta o trueco..."250.

         El clérigo Martín González, indignado por este proceder, informaba al monarca de cómo en el Paraguay se "vendían indias naturales por caballos, perros y otras cosas y así las usan en esos reinos como moneda"251. Igualmente, el sacerdote acusaba a los conquistadores de aprovechar a las indígenas como dote de casamiento de sus hijas o para pagar deudas de juego252.

         Es perfectamente comprensible que en una sociedad donde la mujer indígena era al mismo tiempo fuerza de trabajo y objeto de la sensualidad española, muy pronto pasase su persona a ser materia de cambio y también la medida de todos los valores.

         Fray Bernardo de Armenta registra esta situación en una misiva escrita en 1544, expresando lo siguiente: "Se ha usado y usa que después de haber habido las indias que más pueden los indios de la tierra para su servicio las tales indias las tornan luego a vender y contratar por muy excesivos precios unos cristianos entre otros como si fueran esclavas... "253.

         Esta costumbre se hizo tan general que todos los europeos, tanto conquistadores como hasta los mismos clérigos la practicaban. Juan de Rivadeneyra, Comisario de la Orden de San Francisco "...entregaba a las indias por caballos y puercos para su comida" y los españoles no tenían remordimientos en comprarlas, venderlas, darlas en trueque y hasta jugarlas. Lo hacían con una tranquilidad y frecuencia que las mujeres indígenas se convirtieron en un poder adquisitivo como cualquier otra moneda de la tierra 254.

         No sólo los nativos guaraní, sino también de otras parcialidades, fueron considerados como bienes de intercambio. Una evidencia al respecto nos brinda el piloto portugués Paulo Silles, quien "rescató cinco indios por cincuenta varas de lienzo... pero que no quiso entregar el lienzo y se quedó con los indios y el lienzo"255. Los cinco indígenas eran originarios del Chaco y representaban una cotización altamente rentable teniendo en cuenta que con las cincuenta varas de lienzo se podrían confeccionar unas veinte camisas256. Cabe señalar que durante los siglos del coloniaje las prendas de vestir tenían un alto costo, por el valor de los géneros y por la confección, más aún, si éstas provenían de Europa. Diversas fuentes, como los testamentos o las declaraciones de bienes, demuestran que las personas apreciaban en demasía sus atuendos y legaban en herencia a sus seres queridos una camisa, un jubón, un calzón, una capa o cualquier otro atavío, los cuales pasaban de generación en generacion257.

         El peculiar caso de fraude financiero de comerciantes portugueses en detrimento de los hispanos fue muy común, no sólo en el transcurso del siglo XVI, sino también en las siguientes centurias. Generalmente, los portugueses llevaban a los indios al Brasil y los vendían como esclavos. Sin embargo, la esclavitud no fue exclusividad de los lusitanos. Desde fechas muy tempranas, los españoles capturaban indígenas del Chaco y los herraban como animales. Un acta capitular de 1544 revela el valor de cada esclavo originario de la Región Occidental, éste se hallaba arriba de las treinta cuñas, equivalentes a siete onzas de hierro "... que es la moneda que al presente corre, que vale cada cuña por real de plata y oro..." 258.

         Una denuncia contra el contador Felipe de Cáceres, declara que en 1545 se vendían indias libres como esclavas. Cáceres había entregado un esclavo y un tocino a Francisco Álvarez Gaitán por "una india hermosa que la tiene como su manceba"259. Casos como este se repetían de manera perenne y no es de extrañar que muy pronto surgieran disputas y crímenes violentos entre los propios españoles por la tenencia de esclavas o siervas aborígenes.

         Como hemos mencionado con anterioridad, la mayoría de las mujeres indígenas, concubinas de los conquistadores, fueron adquiridas mediante alianzas o las continuas sacas. Al principio se pensó capturar a las mujeres de las parcialidades chaqueñas, pero de inmediato se comprobó que las entradas a la Región Occidental implicaban tiempo, costos, mortalidad de las cautivas durante el regreso y bastante esfuerzo que los conquistadores esperaban compensar con el hallazgo de los metales260. Sin embargo, era más fácil llegar a los pueblos de sus vecinos, los cario y tomar a sus mujeres, sus hamacas y los demás enseres que poseían en sus casas. Si los indios se resistían "eran apaleados y les quemaban sus ranchos... "261. Los intensos saqueos provocaron las primeras rebeliones indígenas con las cuales se enfrentaron Irala y Cabeza de Vaca, y aunque fueron sofocadas, estas tuvieron sus efectos en el declive demográfico hispano-indígena.

         Las primeras rancheadas se caracterizaron por incautar todo lo hallado en los pueblos indígenas: mujeres, alimentos, animales, enseres domésticos y siempre se perpetraban "por la fuerza y no por voluntad de los naturales"262. Más tarde, después del establecimiento del sistema de las encomiendas en 1556, Irala y sus sucesores, mediante diversos bandos, impidieron la libertad de dichas prácticas"263. No obstante, pese a tales prohibiciones se continuó con la saca de mujeres. Un informe de 1596 atestigua que ciertos soldados trajeron hasta Asunción varias "piezas entre las cuales se contaban una india joven y dos muchachas, la una de seis años y la otra de diez"264. El lote también incluía a tres muchachas de siete años, y se nombraba a sus poseedores. Por otra parte, dos vecinos de Asunción, Diego González y Bartolomé Gómez también capturaron "a tres varones y a dos indias, la una con su hijo"265. El ranchear se convirtió en costumbre de la mayoría de los españoles afincados en el Paraguay y se realizó durante todo el periodo de la conquista.

 

         MATRIMONIOS POR CONVENIENCIA

 

         En el transcurso del año 1552 Asunción fue escenario de enconadas disputas entre los antiguos partidarios del ex adelantado Cabeza de Vaca y los de Martínez de Irala. Al caldeado ambiente político se sumó otro elemento perturbador para el gobierno; los pobladores empezaron a reclamar un empadronamiento de los indígenas y su distribución en encomiendas, como se estaba realizando en otras comarcas hispanas. Al principio, Irala se resistió a las demandas, pues pensaba en los resultados de la repartición. Era consciente que las relaciones entre españoles y los cario del Paraguay eran muy distintas a las de otras zonas del continente, por lo cual los resultados no serían los mismos. No obstante, con el fin de calmar los ánimos, el gobernador mandó empadronar la tierra pero, las conspiraciones alvaristas continuaron sin tregua. En una redada cayeron varios ilustres capitanes, entre ellos Alonso Riquelme de Guzmán, sobrino del destituido adelantado, Francisco Ortiz de Vergara y Gonzalo de Mendoza, todos de destacada actuación en el Río de la Plata266. Los inculpados fueron condenados a muerte y ante esta situación, aparentemente, el sacerdote Francisco de Andrada actuó de intermediario. Según documentos oficiales, Andrada propuso a Irala la idea de casar a sus hijas mestizas con los capitanes rebeldes, de manera que éstos, al convertirse en yernos suyos, de ningún modo lo enfrentarían. Al contrario, lo ayudarían a sobrellevar las cargas del gobierno. Al gobernador le pareció una buena idea, accedió a la propuesta del sacerdote, y también los capitanes. Sin embargo, no sabemos qué pudo haber representado dicha situación para las hijas de Irala, con todo, este acontecimiento significó el primer caso de oficiales españoles que contraían legítimo matrimonio con mujeres mestizas en el Paraguay. Días después de concertarse el acuerdo se realizó la cuádruple boda, en presencia de toda la comunidad asuncena267. Doña Marina, hija de la india Juana, contrajo nupcias con Francisco Ortiz de Vergara; Doña Isabel, hija de la india Águeda, con Gonzalo de Mendoza; doña Úrsula, hija de la india Leonor, con Alonso Riquelme de Guzmán y doña Ginebra, hija de la india María, con Pedro de Segura 268. Los tres primeros pertenecían al partido alvarista y el último, fue uno de los venidos del Perú. A partir de entonces, según Juan Francisco Aguirre, "los españoles se reunieron cordialmente no tratándose en lo sucesivo sino del servicio de S.M. bajo las órdenes de Irala, cuya persona y mérito pasaron a ser venerables en sus conceptos"269. Gracias a estos vínculos, Irala consolidó la paz en la provincia y nunca más tuvo que enfrentar otros atentados contra su gobierno. No sería aventurado decir que las púberes mestizas, que tendrían entre 11 y 14 años, sin capacidad de elección, fueron víctimas de dichas uniones con los rebeldes capitanes. Éstos aceptaron el matrimonio, no sólo para salvar sus vidas, sino también porque accederían de manera más fácil al poder. Una prueba de ello es que a la muerte de Irala le sucedieron, primero, Gonzalo de Mendoza, y luego, Francisco Ortiz de Vergara.

 

         LOS CLANES FEMENINOS

 

         Según Chaves, el arribo de doña Mencía y su grupo animó la verborrea social asuncena y al mismo tiempo las damas ya establecidas y las recién llegadas comenzaron a tejer el bordado político de la provincia. Tres clanes femeninos se disputaron la supremacía sociopolítica: 1) las hispanas Sanabria Calderón, 2) las criollas Mendoza Angulo Manrique, 3) las mestizas Irala270.

         En el primer grupo se hallaban, doña Mencía Calderón y sus hijas: María de Trejo, Mencía de Sanabria casada con Cristóbal de Saavedra. El grupo de las criollas estaba integrado por Elvira, Juana y María, hijas de doña María de Angulo y Francisco de Mendoza. Elvira de Manrique271 se había casado, ya lo mencionamos, con Ñuflo de Chaves en 1550, su hermana Juana de Mendoza se casó con Hernando de Salazar, expedicionario de la armada de doña Mencía, quien había llegado al Paraguay en 1552, y María, en ese entonces, aun soltera. El último clan al que nos referimos es el de las mestizas Irala: Marina, Isabel, Úrsula y Ginebra, cuyos matrimonios fueron concertados. Es de notar que las mujeres representantes de los tres grupos eran esposas de capitanes españoles que de alguna u otra manera pretendían el poder. Sus enfrentamientos sociales no sólo dividían a la comunidad local sino que además acentuaban las diferencias políticas entre los conquistadores272.

         En la información de servicios realizada por doña Mencía en 1564, antes citada, señaló que viajó con sus tres hijas doncellas. Ricardo Lafuente Machaín manifiesta que sobre la tercera no hay noticias y posiblemente falleció durante la travesía273. Sin embargo, Roberto Quevedo afirma que esta última hija se llamó Francisca Rangel y habría nacido antes de 1544, por lo tanto tendría unos 13 a 14 años cuando la comitiva arribó al Paraguay. Poco más tarde, Francisca se casó con el capitán Pedro de Ovelar y su descendencia establecida en Asunción, estuvo bastante vinculada a la vida política de la provincia274.

         Ni bien había llegado la expedición de doña Mencía, Irala solicitó a Trejo explicaciones del abandono de San Francisco. La imperdonable falta de desamparar aquel puerto hizo perder a España un vasto y rico territorio pero, sobre todo, un bastión con el cual se detendría el expansionismo portugués. Como sanción por el lamentable hecho, Trejo permaneció detenido por un tiempo. Sin lugar a dudas, el peso de la culpa no sólo correspondía al yerno de doña Mencía, sino también a Irala y a la Corona. El primero tardó en prestar ayuda y la metrópoli permaneció en total indiferencia 275.

         Tiempo después Hernando de Trejo falleció y su esposa doña María Sanabria se casó en Asunción con otro importante capitán, Martín Suárez de Toledo, Teniente Gobernador en 1572, tras la deposición de Felipe de Cáceres del gobierno. Hijo de María Sanabria y Martín Suárez de Toledo fue Hernando Arias de Saavedra, quien sería el primer gobernador criollo de la provincia del Paraguay. Por su parte Mencía Sanabria, la otra hija de Doña Mencía participó junto a su esposo, Cristóbal de Saavedra, de la travesía llevada a cabo hacia el Perú y más tarde se estableció en Santa Cruz276.

         El grupo de las criollas, casadas con las llamadas saetas humanas: Chaves y Salazar, acompañaron a sus esposos en la pacificación de los chiriguanos y en la conquista de La Plata -hoy Bolivia-. Es interesante destacar la participación femenina en la ocupación de esta región, donde incluso muchas de ellas perecieron, como doña María de Angulo por ejemplo. Su hija, doña Elvira de Manrique, salvó su vida y la de sus hijos e hijas gracias a una arenga pronunciada en lengua chiriguana logrando apaciguar a dichos aborígenes277. Posteriormente, estas familias también se establecieron en Santa Cruz.

         De las hijas mestizas de Irala por su parte, descendieron las más ilustres familias asuncenas; un nieto suyo, hijo de doña Úrsula, fue el primer historiador paraguayo, Ruy Díaz de Guzmán278.

 

         DISTRIBUCIÓN DE LAS ENCOMIENDAS

 

         Como lo habíamos dicho anteriormente, los españoles venían reclamando desde hacía un largo tiempo con gran insistencia la repartición de tierras y de indígenas, pero Irala temía que las rivalidades disimuladas de los distintos grupos pudieran manifestarse y entorpecer el espíritu del proyecto que animaba el sistema de las encomiendas.

         Recordemos que muchos de los indígenas incorporados al primer servicio personal fueron desnaturalizados de sus hábitat, primero por las rancheadas, luego por las entradas o incursiones que los españoles realizaban a los territorios de la Región Occidental, con enormes contingentes de nativos guaraní. De esta forma, diversas comunidades y diferentes parcialidades guaraníticas eran aglomeradas en varios sitios de la provincia, según serían utilizadas en tal o cual menester. Estas tropelías a los naturales motivaron las acusaciones contra Irala, cuyos resultados propiciaron la realización del primer empadronamiento de aborígenes en 1555.

         Por espacio de dos a tres meses, los empadronadores estuvieron recorriendo la comarca sin embargo, al finalizar su trabajo y volver a Asunción, el gobernador no intentó realizar la repartición pues "le pareció que la gente estaba sosegada"279. Otro testimonio similar confirma lo antedicho y expone cuanto sigue: "venidos los que fueron a empadronar la tierra e traídos los padrones de ella, el dicho capitán no la quiso repartir como lo había prometido, más antes por los padrones llamó a los principales e les casó las hijas y mujeres hermosas y de esta manera se repartió la tierra"280. Finalmente, debido a las múltiples presiones, el gobernador procedió a la repartición. En un documento oficial el mismo Irala declara que la provincia "contaba con unos 27 mil indios de guerra hábiles en una región de 50 leguas"281. Es de advertir, que en poco menos de quince años la extensión del área poblacional de la comarca asuncena había aumentado en 20 leguas más. Jurisdicción que se medía tomando corno referencia los alrededores de la plaza principal y la casa del gobernador. Superficie extendida hacia el Nordeste y Sudoeste de la ciudad y probablemente el limite Este haya sido el río Yguazú282.

         La empresa empadronadora de 1555 facilitó la primera repartición de las encomiendas en el Paraguay realizada un año más tarde. De acuerdo a las Ordenanzas de Irala, para el primer servicio personal legalizado se otorgaron aproximadamente unos 20.000 indígenas a 320 españoles, según sus méritos283. La repartición confirmó los temores de Irala, ya que originó disidencias de varios grupos contra el gobernador. Se debe considerar que cada indígena se encomendaba con su familia, por lo tanto los 20.000 nativos representaban en realidad unas 100.000 almas. Además, de acuerdo a varios informes, los indígenas fueron repartidos de manera arbitraria. Según el padrón de españoles efectuado el mismo año de la repartición, se inscribieron unos 522 europeos varones, en su mayoría hispanos, llegados en las distintas expediciones284. Sin embargo, fueron sólo 320 los afortunados en recibir tierras e indígenas por parte del gobierno, incluso sólo unos pocos, los amigos y parientes de Irala recibieron numerosas encomiendas en detrimento de los demás.

         Poco tiempo después de estos sucesos, Juan Salmerón de Heredia, expedicionario de la armada mendocina retornó a España y en 1557 presentó un extenso memorial en representación de los conquistadores viejos. El memorial incluía además varias correspondencias de sus representados, quienes se manifestaban contra Irala, incluso acusándolo de ser el único causante de todos los males de la provincia. Salmerón agregaba entre otras cosas que la repartición fue totalmente injusta especificando que Irala "... tomó el quinto de ella para sí y las dos partes de cuatro para sus yernos y oficiales y lo restante entre doscientos noventa conquistadores, dando los mejores repartimientos y tierras de la comarca de la ciudad de la Asunción a los que del Perú vinieron ...lo hecho por el dicho gobernador no solamente ha sido en perjuicio de los conquistadores primeros más aun los que están en servicio... suplicamos a Vuestra Alteza que la tierra y comarca de dicha ciudad sea repartida entre cien conquistadores..."285. Este centenar de hispanos, representados por expedicionarios de las armadas de Mendoza, Cabrera y Cabeza de Vaca, disconforme con las resoluciones de Irala, solicitaban recibir más naturales para el servicio que los conquistadores arribados con posterioridad, según ellos por ser merecedores de tal gracia, en retribución al servicio realizado durante los veinte años de permanencia en las tierras del Río de la Plata. El mayor beneficio concedido por el gobernador recayó en unas treinta personas allegadas al mismo, como los "vizcaínos, otros tantos hombres de Extremadura y algunos provenientes del Perú, cuya cabeza era Ñuflo de Chaves"286. La solicitud de los demandados reclamaba que los "repartimientos sean de trescientos indios y no de menos, porque de esta suerte los indios serán mejor relevados y tratados y nosotros mejor sustentados"287, cifra relativamente escasa según Salmerón, que las comparaba con las encomiendas del Perú, en donde a cada español recibió de cuatro a cinco mil indios288. Sin embargo, debe reconocerse que la región andina era una de las más densamente pobladas en América del Sur y consecuentemente, la distribución de indios fue excesivamente superior a la del Paraguay. Lastimosamente, no llegó a nuestras manos la lista de los beneficiados con la repartición de tierras y naturales, en la cual se consignaron los números exactos de las encomiendas concedidas a cada conquistador. Por las protestas de los antiguos conquistadores, se infiere que cada una de las 30 personas privilegiadas recibió aproximadamente 300 encomiendas, con gran desventaja para los demás expedicionarios. De acuerdo a nuestros cálculos y considerando el padrón de 1556, incluido en el anexo, 290 expedicionarios recibieron de tres a cinco encomiendas y si así fue, entonces 202 fueron excluidos en la distribución.

         La carta de Isabel de Guevara a la reina gobernadora firmada el 2 de julio de 1556 pertenece al grupo de las denuncias y probanzas de méritos de los súbditos de la Corona que no fueron recompensados con las citadas reparticiones y constituye un testimonio más de lo aseverado por Salmerón. Hallamos tan razonable la reprobación de esta mujer cuando dice "He pensado escribir esto y traerlo a la memoria de Vuestra Alteza para hacerle saber la ingratitud que conmigo se ha usado en esta tierra, porque al presente se repartió por la mayor parte de lo que hay en ella, así a los antiguos como a los modernos -con alusión a los de la Armada de doña Mencía- sin que de mí y de mis trabajo se tuviese ninguna memoria, y me dejaron fuera sin me dar indio ni ningún género de servicios..."289. Según la misiva, doña Isabel estuvo casada con el sevillano Pedro de Esquivel, quien figura en el padrón de 1556, venido con la armada de Cabeza de Vaca290. Al mismo tiempo, es un indicio evidente que el dicho Esquivel y su esposa pertenecieron al partido alvarista por cuya razón no recibieron ninguna encomienda.

         Se presume que el oficio no fue de puño y letra de esta dama, sino de uno de los tantos sacerdotes que ya habían denunciado el proceder de Irala y de sus partidarios en relación a otros abusos cometidos contra los indígenas291. Más allá, de si Isabel de Guevara escribió o no la carta, ella es un testimonio fehaciente de la desigual consideración que se tuvo con los hispanos en la histórica repartición. De manera que mientras unos fueron privilegiados recibiendo tierra y gente para el servicio, ya sea numerosa o escasamente, otros no recibieron absolutamente nada. En la carta se describe con particular atención el lugar que les cupo a las mujeres durante la empresa conquistadora, y el arduo trabajo que les tocó desempeñar cuando los hombres diezmados por los permanentes enfrentamientos con los indígenas o por la falta de alimentos entre otras cosas no podían seguir en pie y realizar las tareas que les demandaba la campaña. Además, Guevara hace especial hincapié en la injusticia cometida contra las mujeres al no reconocérseles aquellos extremos sacrificios en el servicio. Es notable también la apreciación de la firmante en cuanto a sus posibilidades, cuando dice "mucho me quisiera hallar libre para irme a presentar a V. A. con los servicios que a S. M. he hecho y los agravios que ahora me hacen, mas no está en mis manos porque estoy casada con un caballero de Sevilla..."292. O sea que, podríamos leer que por estar ella casada no era una mujer libre.

         Carecemos de noticias respecto de si los requerimientos de Isabel de Guevara fueron o no atendidos. Sin embargo, la epístola se convirtió en un símbolo, por tratarse del primer testimonio de una mujer que reivindica la justicia social y la igualdad de condiciones y de trato en estas latitudes. Innumerables literatos, historiadores, periodistas e investigadores se ocuparon del documento a partir de su primera publicación en Cartas de Indias, en 1877293, y desde entonces se lo ha analizado de diferentes maneras y en diversos ámbitos.

         Con seguridad, los repartimientos fueron otorgados con bastantes diferencias; por un lado porque no todos los españoles recibieron recompensa por los servicios prestados a la Corona y también, porque entre quienes recibieron, unos pocos se atribuyeron mucho más beneficios que otros. Si esta repartición resultó injusta para la mayoría de los españoles, aun más fue para los indígenas, quienes realmente fueron repartidos y tratados como esclavos. Al principio, las encomiendas se concedieron a perpetuidad, o sea que eran propiedad de los hispanos, generación tras generación. Tanto es así que los españoles favorecidos legaron sus encomiendas de por vida, a sus hijos, criollos o mestizos.

         Aún después de la muerte de bala ocurrida el 3 de octubre de 1556294, continuaron las enemistades entre los diferentes bandos, no sólo por la posesión de naturales y tierras, sino también por el poder pues entonces no habían otros intereses en juego, las esperanzas de hallar las famosas tierras de El Dorado, que en un primer momento atrajo a la gran mayoría de los expedicionarios, se habían esfumado. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, ya nadie quería pasar al Río de la Plata sobre todo después de lo acaecido a la expedición de los Sanabria y porque además no existían las minas de metales preciosos. Se hacía imposible hallar marineros españoles con deseos de trasladarse al Paraguay. En 1553, informaba Martín de Orué que sólo podían contratarse "portugueses, flamencos y algunos levantiscos"295. Por lo tanto, los hispanos ya establecidos se debatían por la posesión del poder, fundar nuevas poblaciones y poseer mayores extensiones de tierras para dedicarse a la agro-ganadería, faena en la cual se empleaban a los nativos de las encomiendas. Más tarde, el sistema encomendero fue reducido a dos vidas hasta su extinción en 1803296. No obstante, pese a los repartimientos legales, se prosiguió con la política de desnaturalización, de asalto y saqueo a las comunidades indígenas con el fin de obtener brazo de trabajo, tanto de hombres como de mujeres. Existe mucha documentación que constata lo expresado. Por ejemplo, la de los prisioneros de Peavuyú, traídos por Ñuflo de Chaves en 1557, quienes se revelaron por el establecimiento de dicha institución297.

 

         LOS PADRONES

 

         Muy poca es la documentación oficial respecto a los sobrevivientes de las primeras exploraciones al Río de la Plata que permanecieron en el Paraguay. Suponemos la pervivencia de unos cuantos hombres de la expedición de Sebastián Gaboto y de Diego García. Recordemos que el fuerte de Sancti Spiritus fue destruido por los naturales y su fundador volvió a España con gran parte de la tripulación298. Posteriormente, el enorme contingente compuesto por más de mil quinientas personas, llegadas con Pedro de Mendoza, se redujo prácticamente a una tercera parte de su número inicial luego de la terrible hambruna y de los ataques indígenas. Un informe relacionado con estos sucesos describe la muerte de aproximadamente unos 800 integrantes de la armada, antes de cumplirse el año de su arribo299.

         Asunción fue fundada por cincuenta y ocho hombres, pero sólo unos veinte soldados permanecieron al mando de Gonzalo de Mendoza, cuando Juan de Salazar y el resto del grupo regresó a Buenos Aires300. Poco después, Irala retornó del norte con treinta expedicionarios, y la casa fuerte aún podía albergar tal cantidad de personas301. Con posterioridad, el primitivo fortín se vio en la necesidad de ensanchar sus empalizadas para acoger a un nuevo contingente proveniente de las expediciones de Cabrera, de Pancaldo y de la despoblación de Buenos Aires. A fines de 1541, el número de inmigrantes concentrado en Asunción sumaba aproximadamente 350 personas. El año siguiente llegaron otros 600 expedicionarios con la armada de Cabeza de Vaca. Es posible que 1542 haya sido el año con la demografía hispana más densa alcanzada en el transcurrir de todo el siglo XVI302. Pero, al tiempo que las diversas empresas llegaban, se acentuaba la mortalidad de los españoles por diversos motivos; por ejemplo, las enfermedades tropicales para las cuales sus organismos no tenían defensas, los enfrentamientos con indígenas o las disputas entre ellos mismos. Al año siguiente del arribo del Adelantado Cabeza de Vaca, un oficial del cabildo, Garcí Venegas, calculaba la población masculina en aproximadamente "seiscientos a seiscientos cincuenta"303.

         El primer padrón europeo del cual se tiene noticias fue el realizado con motivo de los repartimientos de las encomiendas el 12 de marzo de 1556. El mismo adolece de datos y el único criterio tomado en cuenta fue el de la procedencia expedicionaria. En este padrón figuran 154 conquistadores de la armada de Pedro de Mendoza; 56 de la de Alonso Cabrera; 18 de León Pancaldo; 188 de la expedición de Alvar Núñez Cabeza de Vaca; más 8 clérigos; 30 venidos de los reinos del Perú; 52 de la armada de doña Mencía; 3 ermitaños y 13 europeos procedentes de San Vicente. La lista incluye también a "tres mil hijos de españoles varones y hembras, prueban como los naturales de España... y ay muchas hijas de conquistadores viejos casadas"304, y finaliza con las siguientes expresiones "quedan algunas personas por olvido en segundo viaje habrá relato de los difuntos.... ay muchas señoras españolas todas casadas"305.

         Al examinar detenidamente el documento, inferimos varios datos interesantes. En primer término, contabilizamos a 522 europeos varones, posiblemente, todos inscriptos con el deseo de percibir nativos y tierras. En segundo lugar, además de los españoles beneficiarios de los repartimientos también fueron favorecidos algunos "ingleses, portugueses y genoveses"306. Fueron excluidos 202 españoles, los criollos, los mestizos y las mujeres. No obstante, algunas mujeres contaban con varias piezas -esclavos y esclavas- antes de la repartición y ellas tenían derechos sobre su propiedad. Tomemos por ejemplo el testamento de doña Martina de Espinoza, fechado el 8 de octubre de 1547, en el cual ella manda que de los esclavos y esclavas de su pertenencia, su esposo Hernánd Sánchez tomase "una esclava cual a él le pareciere para su propiedad"307 porque esta era su entera voluntad. El resto de los esclavos y demás bienes -"un manto de la tierra, un paño de lienzo de España, muebles y raíces semovientes se vendiesen en pública almoneda"-308 para enviárselos a su único hijo -de su primer matrimonio-, quien había quedado en España. Este hecho nos da el indicio que las mujeres podían disponer de su propiedad sin intervención del esposo. Aún así, las autoridades no las tenían en cuenta y no sólo fueron excluidas en el repartimiento, sino que además, según los padrones, ellas no existen. Tampoco recibieron repartimiento los hijos de los conquistadores, pero era admisible, pues las encomiendas sólo fueron otorgadas a los europeos, por sus méritos y servicios realizados en la conquista.

         Con una breve referencia y sin otra precisión acerca de las "muchas señoras españolas, todas casadas"309 los empadronadores cumplieron con el objetivo de informar sobre la situación de las mujeres habitantes en la provincia del Paraguay. Patrón repetido en los demás censos y padrones posteriores levantados durante el período colonial, en donde las mujeres no eran asentadas y a veces ni se las mencionaban. Los casos en los cuales se registraban sus nombres, situación o estado civil eran muy ocasionales. Generalmente, se las nominaban si eran vecinas feudatarias o poseedoras de importantes bienes310.

         La referencia sobre las "muchas señoras españolas todas casadas" da la pauta de que no todos los hijos de los conquistadores eran mestizos sino que también habría un considerable número de criollos y criollas nacidos en el Paraguay. La declaración sobre la descendencia americana: "Tres mil hijos de españoles, varones mujeres prueban como los naturales de España..."311, nos indica la aceptación igualitaria de criollos y de mestizos como si todos hubieran nacido en la península.

         Virtualmente en el Paraguay, desde los inicios del coloniaje, ambas ramas estuvieron equiparadas jurídica y socialmente, a diferencias de otras provincias hispanas de América, en donde los mestizos eran obligados a tributar por medio del sistema encomendero312.

         Con relación a las personas no mencionadas y que en un posterior recorrido se enviaría la nómina de los difuntos, presumimos la existencia de un número mayor al de los 522 conquistadores registrados. Probablemente, los omitidos llegarían al centenar de individuos pero, nunca más del millar como asegura Juan Francisco Aguirre. Según el geógrafo español, en ese tiempo vivía en la comarca asunceña mucha más gente de la inscripta en el citado padrón. En su narración expone cuanto sigue: "Era la Asunción, ciudad tan fuerte como puede comprenderse hallándose compuesta de más de 1.500 españoles excluidas sus familias"313. Cifra exageradamente abultada y con la cual disentimos por diversos motivos. Uno de ellos es que si Irala sólo favoreció a 320 hispanos con las encomiendas, de los 1.500 consignados por Aguirre, no hubiera durado mucho en el poder pues tendría a la mayoría de la población en su contra. Otra razón de lo que afirmamos es el testimonio de Diego Telles Descobar, quien fuera desfavorecido en la repartición. Descobar aseguraba que de manera equitativa se podría asignar una treintena de nativos a cada conquistador, pues en el lapso de la distribución de las encomiendas, el Paraguay contaba con seiscientos cincuenta hombres314.

         Otro censo interesante es el que fue levantado en 1565; se trata de un padrón sobre los europeos residentes en el Río de la Plata, el cual nos brinda datos acerca del origen geográfico, ocupación y estado civil de los vecinos de Asunción. Aunque en muchos casos la descripción es sólo nominal indicando el lugar de nacimiento del inscripto, en ocasiones presenta algún detalle sugestivo como "es un hombre honrado" o también "es ingenioso"315. La nómina demuestra una gran participación de andaluces y vizcaínos en la conquista de estas tierras. La misma menciona a 78 sobrevivientes de la expedición mendocina, de los cuales 25 eran extranjeros; a 20 que vinieron con Alonso Cabrera de los cuales 11 eran extranjeros. De la nao de León Pancaldo se hallaban 3 italianos y un inglés; de los 100 soldados de la empresa del segundo adelantado Cabeza de Vaca, 11 eran extranjeros. Sólo 20 hombres quedaban de los llegados con Ñuflo de Chaves, procedentes del Perú. Igualmente, se contabilizaron 18 expedicionarios de la armada de Orué que vinieron con el Obispo Torres en 1556 y de ese mismo año, quedaban 29 de la expedición de Mencía Calderón de Sanabria. En resumen, dice que de un total de 269 europeos había siete hidalgos, cinco capitanes, varios escribanos y otros tantos caballeros nobles. Los oficios de marineros, sastres, zapateros, herreros, carpinteros, tejedores, ballesteros, pilotos, maestros de anzuelos, eran desempeñados por 102 varones. La relación también cita a 89 hombres casados, 22 de los cuales habían contraído nupcias en la metrópoli y 67 en el Río de la Plata316. Debe tenerse en cuenta que las cifras indican las uniones legales sólo por la fe católica. Un caso particular es el de Joan Cano, marinero oriundo de Moguer, casado en España. Sin embargo, según este empadronamiento, su esposa vivía en Asunción, pero no convivía con él, sino que se hallaba unida a otro español desde hacía diez y nueve años. Esto nos lleva a pensar que hubo casos de separaciones conyugales y de segundas nupcias entre los mismos europeos afincados en el Paraguay.

         Por otra parte, la mayoría de los expedicionarios casados en Europa, se habían embarcado sin sus esposas, por lo tanto su condición real no siempre reflejaba su estado civil formal. De hecho, la generalidad de los conquistadores casados mantenía relaciones con las nativas, al mismo tiempo que vivían con sus cónyuges. Asimismo, los solteros mantenían relaciones con varias mujeres indígenas a la vez. Tanto los unos como los otros reconocieron legalmente a sus hijos mestizos según se desprende de los innumerables testamentos de españoles escritos en este período317.

         Otro padrón del cual tenemos referencia es el entregado al Visitador de la provincia el 12 de mayo de 1569. El mismo menciona a 266 europeos habitantes de Asunción indicando la patronímica -a veces sólo se menciona el apellido o el mote del empadronado- y la tenencia de armas de guerra. Al lado de cada nombre figura una "a" correspondiente a arcabuz, "b" a ballesta y "c" a caballo. Así colegimos que no todos poseían caballos o las armas mencionadas. De los 266 inscriptos, 164 eran dueños de por lo menos un caballo. Más de alguno tenía en su haber dos o tres armas, como el caso de Martín Duré, quien declara tener tres arcabuces y un caballo. En la mencionada lista figuran conquistadores de la armada de Pedro de Mendoza, hacía más de 30 años que andaban por estas tierras. Además de sus nombres y tenencia de armas aparecen noticias de su procedencia geográfica. Así contabilizamos 57 españoles, 11 portugueses, 2 ingleses, 5 flamencos y un italiano. En total 76 europeos -dos menos al número citado en el censo de 1565- afincados en la provincia y que presumiblemente hayan terminado sus días en el Paraguay. Como en el padrón anterior no se declaran los nombres ni el número de mujeres habitantes de la provincia, tampoco se cita a los criollos, mestizos e indígenas. El registro es exclusivamente de los varones europeos318.

         En 1570, el geógrafo Juan López de Velasco anotó a 300 vecinos españoles peninsulares y unos 2.900 criollos y mestizos319. Tampoco en esta fuente demográfica se mencionan a las mujeres, ni a los aborígenes. Comparando este registro con el padrón del año anterior se presentan algunos puntos de discusión: ¿El geógrafo remitió una cifra global para los dos grupos -europeos y americanos-? ¿Llegaron en el transcurso de un año 34 europeos? No tenemos noticias de otra inmigración a Asunción en ese tiempo, por lo que suponemos que López de Velasco estableció una cantidad general sin levantar el número exacto de moradores europeos. De todos modos, suponemos que ningún padrón es exacto.

         De no conocer la movilidad poblacional sufrida por Asunción con motivo de las fundaciones realizadas a partir de 1554 creeríamos que los datos registrados por López de Velasco no son tan veraces, pero no es así. Al considerar, por ejemplo, la cifra de 2.900 criollos y mestizos, observamos una reducción con relación a la consignada en el padrón de 1556. Tendríamos entonces que dicha población no creció en un lapso de 15 años; lo cual es imposible con la cantidad de mujeres indígenas vinculadas a cada conquistador y el alto número de hijos habidos en ellas. Un testimonio de un vecino de Asunción en 1545, relacionado con la alta natalidad, narra lo siguiente "teniendo nosotros de a diez y a veinte mujeres entre ellas parientas y hermanas y echándonos con todas y de una cosa hago cierta y es que hay en este pueblo más de seiscientas criaturas que los cristianos tienen por suyas"320. Si a ocho años de la fundación de Asunción, ya había ese número de mestizos, es de suponer que en los tres lustros posteriores hubiese un aumento prominente de población mestiza e incluso de la criolla.

         El padrón realizado por López de Velasco es un importante testimonio de la dinámica poblacional de Asunción, pues al iniciarse el proceso fundacional en el Río de la Plata, la demografía asuncena menguó de manera considerable debido a la salida de compañías fundacionales, pero siempre se mantuvo un número relativamente fijo de residentes criollos y mestizos debido al alto índice de natalidad.

         En un lapso de treinta años se fundaron nuevas villas y ciudades con grupos salidos siempre de Asunción; integrados en su mayoría por familias mestizas, varias criollas y unas pocas de indígenas. Así se fundaron Ontiveros en 1554, Ciudad Real en 1556, Nueva Asunción en 1559, Santa Cruz de la Sierra en 1561, Santa Fe de Vera en 1573, Villa Rica del Espíritu Santo en 1577, Santiago de Jerez en 1579, Buenos Aires por segunda vez en 1580, Concepción del Bermejo en 1585 y Corrientes en 1588. De ahí que Asunción haya sido conocida históricamente como "madre de ciudades y de amparo y reparo de la conquista"321.

         Los posteriores padrones de vecinos asuncenos fueron levantados recién en el siglo XVII, en 1615, en 1622 y en años subsiguientes. Generalmente, estos nos remiten a cifras similares de pobladores mestizos y criollos a las asentadas en 1570, sin embargo, no ocurre lo mismo con la población europea, la cual disminuyó de forma gradual en las posteriores décadas322.

         Con estas reseñas se puede afirmar que la demografía tanto europea como criolla y mestiza, al iniciarse la segunda mitad del siglo XVI, osciló los tres mil quinientos habitantes sin considerar a los residentes nativos. Las relaciones europeas-indígenas disminuyeron la densidad de ambas poblaciones, debido a diversos factores, entre ellos, las rancheadas, las rebeliones de los naturales, los enfrentamientos bélicos y las enfermedades.

 

         RELACIONES EUROPEO-INDÍGENAS

 

         El primer contacto europeo-indígena del cual tenemos referencia en este territorio se produjo hacia 1528 a través de los hombres de la armada de Gaboto y los aborígenes establecidos en el antiguo Paraguay. Las relaciones no fueron muy amistosas y terminaron con la destrucción del fuerte Sancti Spiritus y la retirada precipitada de la expedición.

         Sobre el inicio de los vínculos más estables entre ambos grupos nos relata Ulrico Schmidl, cronista alemán que integró la armada de Pedro de Mendoza y que luego acompañó a Ayolas e Irala en la travesía de remontar el Paraná en busca de las Sierras de la Plata. Schmidl relata que primero se enfrentaron a los agaces, pueblo "tradicionalmente enemigos asaltantes de las sementeras guaraní"323. Más adelante dice: "Cuando llegamos hacia los susodichos Agaces, pusiéronse ellos a la defensa y quisieron guerrear y no quisieron dejarnos pasar adelante... y marchamos contra ellos por agua y tierra y nos batimos y exterminamos a muchos de los Agaces y ellos también mataron alrededor de quince hombres... estos Agaces son la mejor gente de guerra y a sus mujeres e hijos los llevaron en fuga ocultando de manera que nosotros tampoco pudimos quitarles sus mujeres e hijos"324. Esta reseña da cuenta de una medida muy generalizada en esta etapa de guerra de conquista que responde a la necesidad por parte de los indígenas de prevenir la saca de sus mujeres y sus hijos. El germano lamenta que en esa oportunidad no pudieron adueñarse de las agaces, quienes según su descripción eran "garbosas y altas... lindas y pintadas debajo de los ojos... tienen también debajo de sus partes un paño hecho de algodón..."325. Muy diferente fue el retrato presentado en el cuadro posterior, correspondiente al de la etnia cario-guaraní. Después de cincuenta leguas río arriba hallaron a esta nación amiga, "gentes bajas y gruesas... los hombres tienen en el labio un pequeño agujerito, en ese se meten un cristal que es de largo como de dos jemes y grueso como un canuto de pluma... las mujeres y los hombres andan completamente desnudos como el Dios Todopoderoso los ha creado... "326. Si bien las mujeres cario eran, a decir de Schmidl, menos hermosas que las agaces, fueron estas las que se convirtieron en concubinas y en siervas, cuando más adelante, Asunción se constituyó en el centro de la conquista y, como señaláramos anteriormente, no se conformaron con una o dos sino que tomaron ocho o diez y hasta veinte mujeres para cada uno.

         Sobre este punto, vale la pena recordar el prototipo del comportamiento del español. Este provenía de una sociedad multicultural, con elementos de la cultura ibérica, de la hebrea y también de la musulmana. Esta última muy arraigada en la idiosincrasia del conquistador, pese a su fuerte tradición cristiana. El hispano deseó "siempre ser como el vecino musulmán que tenía más de una mujer, pero la Iglesia le prohibía tal situación"327. Probablemente de allí provenga también la referencia al Paraguay como el paraíso de Mahoma. Sin justificar sus acciones, se explican de alguna manera las prácticas empleadas por los peninsulares con relación a la posesión de mujeres indígenas, más aún con la exigüidad de mujeres españolas. Por otra parte, deben tenerse en cuenta algunos puntos de interés en cuanto a las guerras de conquista. Estas generaron entre los europeos un comportamiento sexual con peculiaridades comunes a otras experiencias bélicas similares: el rapto, la violación y en este caso en particular la saca de mujeres.

         Asimismo, los sucesos de la conquista indiana afectaron la mentalidad y el comportamiento de todos los que en ella se vieron involucrados, tanto europeos como indígenas. El choque entre las dos culturas originó modelos de relación entre hombres y mujeres correspondientes a esa experiencia y al sistema colonial que se proyectaba328.

         Para reconstruir y comprender mejor la dinámica de dichos vínculos en el contexto de la conquista es de fundamental importancia considerar las costumbres y tradiciones españolas, y cómo estas incidieron en la vida cotidiana americana. En el transcurso de los siglos medievales, la familia hispana presentó una disposición similar a la sociedad estamental con un orden jerárquico y roles específicos para cada uno de sus miembros, en donde la superioridad masculina era indiscutible. El status de la mujer se hallaba supeditado exclusivamente a la autoridad paterna o marital, avalado por las autoridades religiosas que establecían una absoluta subordinación femenina. Esta concepción fue la característica inherente de la sociedad del medioevo occidental. En el Manual para los inquisidores Malleus Maleficarum, las mujeres eran "moral y mentalmente inferiores a los hombres... eran particularmente proclives al mal y débiles frente a las tentaciones, lo que las hacía fáciles vínculos de las obras del demonio"329. Peculiaridades que las ubicaron obligatoriamente bajo el amparo y cuidado del varón, sea este el padre, hermano mayor, esposo y en casos de orfandad, bajo la tutela de algún sacerdote, adquiriendo siempre la condición de menor de edad330. Patrones trasladados a las Indias por los actores de la escena conquistadora.

         Muy tempranamente, Ginés de Sepúlveda, partidario del sometimiento indígena, exponía: "con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos y las mujeres a los varones..."331. Conceptos desarrollados a lo largo, no sólo del coloniaje sino hasta hace poco tiempo en la vida independiente de los pueblos americanos, donde permanentemente vemos a la mujer sometida a la voluntad masculina.

         En lo referente al contexto social de los grupos aborígenes, el dominio que ejercía el hombre sobre la mujer era similar al del europeo, pero con algunas variantes. Era común entre los indígenas intercambiar o vender mujeres y disponer de sus vidas como mejor les parecía, inclusive comerlas, considerando que los guaraní eran antropófagos. Al respecto, el cronista germano nos dejó el presente testimonio: "el padre vende a su hija y el marido a su mujer cuando ella no le place. Y el hermano a su hermana, una mujer cuesta una camisa o un cuchillo o una pequeña hacha u otro rescate más... los Carios comen carne humana... cuando hacen la guerra contra sus enemigos ceban entonces como se ceba a un cerdo a quien ellos atrapan... sea hombre o mujer, sea joven o viejo, sean niños, pero si la mujer es algo linda, la conserva un año o tres... cuando la mujer ya no vive a gusto con él, entonces la mata y la come "332.

         La posesión de mujeres constituía una fuente de autoridad y de prestigio y en el intercambio significaba el reconocimiento de un poderoso hacia otro señor importante, tal como ocurrió después del combate entre los hombres de Ayolas y los nativos de la zona de Lambaré. Unos cuarenta mil indígenas, desconociendo las armas de fuego se enfrentaron a los europeos, "...cuando estuvimos cerca de ellos -relata Schmidl- hicimos estallar nuestros arcabuces y vieron que su gente caía al suelo y no veía ni bola ni flecha alguna salvo un agujero en el cuerpo, entonces huyeron... vinieron estos Carios y pidieron perdón a nuestro capitán general Juan Ayolas y que ellos harían todo cuanto nosotros quisiéramos"333. Sin duda, la autoridad aborigen reconoció la superioridad castellana en relación al armamento y por lo tanto convenía más la amistad con el jefe invasor que la pérdida de sus guerreros. En consecuencia, para sellar la paz entre ambos bandos, los naturales obsequiaron al capitán Ayolas "seis mujeres, la mayor era de diez y ocho años de edad... y unos nueve venados y otra carne de monte"334.

         Este fue el principio de las relaciones de intercambio cario-europeas, las cuales prosperaron para beneficio de una parte y en detrimento de la otra. Dos interesantes circunstancias contribuyeron al desarrollo de dichas relaciones. La primera tiene que ver con la valoración de las mujeres indígenas; durante el primer contacto, el pensamiento hispano las consideró sólo como concubinas y siervas, sin embargo, para el hombre guaraní la mujer tenía valor importante en diversas situaciones: como beneficio en las alianzas políticas, como cotización en las transacciones comerciales, como esposa, compañera y madre de sus hijos. Su estimación variaba de acuerdo a la condición y edad de la niña o mujer. Podía valer unas cuantas pieles, carne de caza, herramientas o adornos de plumería. Era la esposa o la concubina del indio, era la que trabajaba el kokué335 -los hombres se dedicaban a la caza, pesca y a la guerra-, realizaba los trabajos artesanales de cestería y alfarería. La mujer guaraní representaba un valor especial para el nativo tanto como más tarde también para el europeo; cuando éste comprobó sus cualidades de criada, brazo agrícola y procreadora, a decir de Branislava Susnik "una garantía para la mediocre economía doméstica de la primera etapa conquistadora y una invitación a los futuros pobladores"336.

         La segunda circunstancia a la que hacíamos referencia tiene que ver con el origen del hombre español que al provenir del sistema feudal, era heredero de una sociedad de señores y vasallos, de conquistadores y conquistados, de alianzas políticas basadas en el honor y en matrimonios por conveniencia. En esa trama socio-política, la reputación de un hombre se adquiría por virtud de su rango, sus hechos y su valor. La perspectiva de la conquista, del triunfo y de la gloria, estimuló un valor inusitado y desconocido hasta entonces. Por más plebeyo que fuera el soldado español, la gloria y la legitimidad obtenida en la guerra de conquista lo situaba en la mejor de las posiciones para satisfacer ese tipo de aspiraciones personales337. Es oportuno señalar en este apartado que los conquistadores del siglo XVI, en toda América y sobre todo en el Paraguay, donde no existían riquezas minerales, implantaron la institución feudataria de los siervos de la tierra. Con ese antecedente y esa mentalidad, le fue fácil al español adueñarse de las tierras, de los indígenas, de sus mujeres y de sus bastimentos. Irala detallaba un factor importante al referirse al primer servicio personal: "son gente sin señor y principal a quien dar rescates ni tributos a los conquistadores, sino solamente el servicio de sus personas"338. Sobre el mismo tema puntualizaba: "están todos los indios adeudados con todos los conquistadores y pobladores por vía de haberles dado sus hijos, hermanas, y mujeres y parientas que les sirvan"339. Estos dos testimonios reflejan el pensamiento del conquistador: por un lado con relación a lo que él consideraba su derecho como señor; o sea el tributo del servicio personal de los indígenas a falta de otros bienes valuables y por otro lado la potestad adquirida en relación a los cario por el vínculo establecido a través de mestizaje inicial, costumbre que permitió el efectivo asiento económico y la unidad social de los asuncenos. Muy pronto los antiguos guarás cario-guaraní se convirtieron en señoríos castellanos y los guaraní en vasallos.

         El contacto pacífico indígena-europeo significaba para los conquistadores la obtención fácil de alimentos y de hombres para las entradas al Chaco. La obtención de alimentos era el recurso económico necesario y suficiente para emprender las entradas, en busca de El Dorado. Schmidl describe la gran abundancia de bastimentos y nombra el trigo turco o maíz, batata, mandioca de las de poropí y de las de pepirá, maní, mbocayá340, también pescado y carne de venado, puercos del monte, avestruces, ovejas indias, conejos, gallinas, gansos y gran abundancia de miel341.

         Las alianzas políticas constituyeron un factor importante en cuanto a las relaciones entre los europeos e indígenas. En ellas las mujeres fueron el elemento que afianzó dichos acuerdos y no sólo entre españoles y guaraní sino también con otros pueblos, específicamente con los del Chaco. Una de las primeras referencias a este tipo de alianzas es la que habla sobre el cacique payaguá Tamandía, quien al conocer el proyecto de Ayolas de entrar a la región occidental en busca de El Dorado y temiendo la superioridad militar española, pactó con él ofreciéndole su hija342. Posteriormente, encontramos la referencia al cacique Abacoten que entregó su hija a Irala. Una noticia de la época describe el acontecimiento de la siguiente forma: "...fue muy notorio y a pocos días vinieron más de ochenta indios agaces con un tambor delante de las casas de la morada del dicho Domingo de Irala, en su presencia y de todo el pueblo hicieron gran regocijo por la fiesta del virgo"343. Fueron grandes las festividades celebradas por dicho acontecimiento pues esta alianza significó un afianzamiento importante en las relaciones políticas con los agaces. Según Susnik, era uso frecuente de los caciques el buscar acuerdos políticos mediante lazos matrimoniales estableciendo así vínculos positivos con sus adversarios344.

         En el desarrollo de las relaciones inter tribales, el parentesco jugó un papel primordial, sobre todo entre las etnias de la selva tropical y en especial entre los tupí-guaraní, ya que la exogamia era muy común entre ellos. El tovayá345 o pariente comprometido en función a su unión con una mujer quedaba sujeto a una serie de obligaciones de intercambio de bienes y de servicios ligada a la reciprocidad. Muy pronto los conquistadores hispanos comprendieron las ventajas propias del cuñadazgo, institución que aparentemente sería la misma en cuanto al cumplimiento de deberes y obligaciones de ambas partes. No obstante, la reciprocidad fue rápidamente desvirtuada por aquél que detentaba el poder militar en contra de la parte indígena. Para los guaraní el objetivo de las tareas realizadas alrededor de los lazos de parentesco era la retribución de las necesidades del grupo doméstico, mientras que para los europeos muy pronto adquirió el carácter de mercancía346.

         De esta forma el cuñadazgo, que encierra varios niveles de relaciones en la cultura indígena -relaciones sexuales, políticas, religiosas, económicas- "va siendo desnudado por el blanco y reducido casi exclusivamente a una relación de producción"347. De hecho, la alianza hispano-guaraní no se centró exclusivamente en las relaciones sexuales entre los españoles y sus indias, como tantas veces la historia tradicional pretendió demostrar, sino que fue mucho más que eso. El conquistador que tenía cinco o diez mujeres buscaba acumular mano de obra indígena, tanto a través de ellas como de sus parientes. Las mujeres trabajaban tanto como lo hacían antes de la conquista europea, pero el producto de sus obras ya no servirá sólo para el consumo de su grupo doméstico, sino para que el señor se alimente y destine gran parte de esa producción al mercado interno y para abastecer a la tropa que realizaba repetidas entradas a la región occidental. Las hilanderas no elaboraban el algodón para vestirse y entregar el resto a sus parientes, ahora el español hacía tejer el hilo por los tovayá y luego intercambiaba los lienzos con los mercaderes. En consecuencia, los vínculos de parentesco que anteriormente comprendían las funciones indispensables para la reproducción del grupo indígena, con la llegada del extranjero se transformaron en una relación de carácter económico, desproveída de su inicial complejidad348. De esta manera, nos alejamos cada vez más del concepto estereotipado de la alianza hispano-guaraní, que en un principio tuvo sus bases en el intercambio de mujeres por amistad o porque el europeo, con su poder militar, podía amparar al guaraní y a sus sembradíos de las incursiones efectuadas por los payaguás, mbayás, agaces u otros grupos enemigos de los cario.

         Así las cosas, las mujeres indígenas pasaron a tener un carácter exclusivamente mercantil; se las vendía o se las alquilaba para cumplir distintos menesteres y se las entregaba como garantía entre otras cosas. Igualmente los tovayá fueron obligados a prestar servicio como anteriormente lo hacían para el mburuvichá349, pero además con una peculiaridad diferente; para sus nuevos amos efectuaron tareas que dentro de su cultura eran realizadas tradicionalmente por la mano de obra femenina, como la agricultura, el tejido y la cestería. Los varones eran obligados a permanecer en las chacras y con la llegada del ganado apareció otra fuente de producción desconocida por los autóctonos: las granjas. Gran parte de la población indígena masculina se adaptó a las modalidades impuestas por el conquistador, un poco para subsistir y otro tanto para escapar de la violencia, recurso utilizado en la formación de las nuevas relaciones europeo-indígenas.

         En la etapa posterior al establecimiento de las encomiendas, las relaciones se desarrollaron dentro de un marco de dominación tanto pacífica como violenta, y colocó al conquistador en un sitial privilegiado, el del señor, sin importar su origen ni condición y amparado por la legalización del sistema encomendero.

 

         LAS REBELIONES INDÍGENAS

 

         A pesar de la entrega de alimentos y mujeres, los guaraní se resistieron al dominio hispano y en varias oportunidades se rebelaron contra el proceder del conquistador, pero éste sometió con bastante holgura a los naturales. Susnik considera cuatro grandes rebeliones durante el siglo XVI, protagonizadas por los indígenas en su negativa de colaborar con los conquistadores.

         La primera rebelión se produjo en 1543, cuando los guarambarenses se negaron a participar en el proyecto de Cabeza de Vaca para iniciar la búsqueda de un camino que uniera a Asunción con la región de Chiquitos. La superioridad militar hispana se impuso a la de los naturales, y en consecuencia fueron subyugados350. La segunda revuelta podría denominarse pan-guaraní, por el gran número de parcialidades indígenas guaraní que participaron en ella. Estalló en el año 1546, cuando el mestizaje se hallaba en floreciente apogeo. Los distintos levantamientos provocaron el gradual debilitamiento de los tekohá351 guaranís donde el índice de natalidad decrecía considerablemente. Muchas mujeres indígenas preferían ser concubinas de un español antes que esposa de un avá352. A falta de hijos e hijas en las aldeas, el sistema social guaraní se fue debilitando gradualmente. Este fue uno de los principales motivos de protesta de los nativos, sumado a la falta de relacionamiento con sus sobrinos, los mancebos de la tierra353, bastante comprensible considerando el fuerte arraigo de la mentalidad del parentesco común entre los guaraní. Esta rebelión se inició en la zona de Paraguarí-Tebicuary, e Irala logró reprimirla con la ayuda de los chaqueños. Los efectos de la misma extinguieron paulatinamente el servicio por amistad y por parentesco o cuñadazgo que caracterizó los primeros años de relacionamiento hispano-guaraní, dando paso al sistema de las encomiendas implementado a partir de 1556354. La tercera revuelta fue liderada por Nazario y Pablo, hijos del cacique principal de Asunción, Cupiratí. Ambos habían participado de la expedición emprendida por Ñuflo de Chaves para la fundación de Santa Cruz de la Sierra, y a su regreso se opusieron al servicio de la mita. La subversión no prosperó y tuvo escaso efecto entre las distintas parcialidades, pues sus dirigentes ostentaban nombres cristianos y ya habían adquirido algunas costumbres europeas como las vestimentas y la lengua355. Estos factores disminuían a los líderes a los ojos de su gente, quienes consideraban que aquellos no gozaban del prestigio de los antiguos avá-eté356. Nazario y Pablo eran los tendotá357 y dentro del patrón psíquico-cultural guaraní no podían convencer a la masa indígena a rebelarse contra el español.

         La última rebelión indígena constatada en el siglo XVI se inició en la región del río Monday. Algunos paye358 de las parcialidades de la zona venían proclamando la vuelta al ymáguaré359 en contra del karaí360 español; en este contexto el factor religioso también se sumaba a los motivos de rebelión. La noción del ñandeyara361 inculcada por los clérigos hispanos nunca fue comprendida adecuadamente por los indígenas362. El Dios que castiga y premia era sencillamente incomprensible para la mentalidad y la estructura psico-social del guaraní y por lo tanto, se hacía muy difícil la aprehensión de tal concepto. A esta circunstancia se agregaba otro factor adverso para el indígena: el ganado de los hacendados españoles o criollos. Las primeras estancias carecían de cercados o empalizadas, por lo tanto las vacas dispersas por los campos de los mitayos363 destruían los mandiocales, maizales y demás cultivos, y como consecuencia muy pronto se propagó el hambre, la angustia y la frustración en casi todos los poblados nativos. Como el guaraní era un simple vasallo sin poder defenderse, no encontró otra solución que la huida a los montes, específicamente hacia el otro lado de las sierras de Caaguazú, Amambay y hacia las zonas de los ríos Curuguaty e Ytanará364. Gran cantidad de fugitivos mitayos formaron diversos grupos religiosos y con la precaria formación cristiana se autoproclamaron Jesucristo, reflejo de la escasa comprensión de una fe superficial, y de la casi nula integración de los elementos del adoctrinamiento cristiano. En esta coyuntura hizo su aparición un payé llamado Overá, que incitó a los indígenas a rebelarse contra los elementos que impedían el regreso al ymáguaré: el karaí español, la mita y el ganado vacuno365.

         La exhortación satánica de Overá se identificaba con los ingredientes propios de la mentalidad y el adoctrinamiento cristiano. Él mismo se reveló como hijo de Dios, nacido de una virgen guaraní y como el único salvador de las injusticias y barbaridades cometidas por los europeos. El propósito mesiánico y redentor de Overá fue propagado a casi todas las parcialidades con la inclusión de dos principios externos muy significativos para el guaraní: el nombre personal y el uso del tembetá366. En las ceremonias bautismales, los sacerdotes procedían a cambiar la denominación indígena por otra cristiana y su antiguo nombre guaraní pasaba a convertirse en apellido. Overá exigió a su gente que abandonase los apelativos cristianos por un lado y, por el otro, la utilización del tembetá. Con gran determinación logró reunir un considerable número de seguidores. Juan de Garay fue el encargado de dirigir la represión. Después de una gran matanza, en la que perecieron indígenas tobatines y guarambarenses, el líder religioso fue vencido y una parte del ejército nativo derrotado fue dispersado, y Overá se vio forzado a refugiarse en las espesuras boscosas. La otra parte de la gente que lo había seguido decidió concertar la paz con los españoles y someterse de nuevo al sistema mitario y al bautismo. La revuelta fracasó, pero su mención en las relaciones guaraní-hispanas es de suma importancia debido a las connotaciones socio-religiosas que la diferenciaron de las otras presenciadas en el transcurso del siglo XVI y también de las ulteriores insurrecciones367.

 

         DECLIVE DEMOGRÁFICO INDÍGENA

 

         Entre los aspectos más sobresalientes en la serie de causas que coadyuvaron al desastre demográfico guaraní, se citan la violencia del europeo, las enfermedades, las nuevas y diferentes condiciones laborales y el mestizaje.

         Las acciones violentas emprendidas por los españoles en su propósito de dominar territorios y habitantes fue quizá el elemento que por excelencia determinó terriblemente el ocaso demográfico indígena. Durante el siglo XVI, destacados juristas y teólogos como Juan Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé De las Casas polemizaban acerca de si se podría aplicar a los indígenas la teoría aristotélica de que algunos hombres son esclavos por naturaleza. Igualmente, distintos representantes de la Corona discutían sobre cómo considerar al indio: como un ser sin alma o un animal que habla. El común de los españoles que vivió en Indias durante la citada centuria tendió a denominarlos perros sarnosos e inspirados en ese concepto cometían actos verdaderamente irracionales368. Para De las Casas y otros eclesiásticos, la contracción demográfica tenía su principal origen en la "brutalidad desplegada por tos europeos en contra de los nativos"369.

         Hemos visto que en el Paraguay las rancheadas no finalizaron con la implementación del sistema encomendero. Sé siguió rancheando, inclusive hasta fines del siglo XVI. El informe de varios soldados que regresaron de los ñutiras370 con varias piezas, nos ilustra la trágica realidad de una verdadera cacería humana cuyo blanco era preferente: las mujeres, los niños y las niñas371. La saca indiscriminada de este sector de esta población de su ámbito de origen para el trabajo en los campos y el reclutamiento de los varones para emplearlos en las entradas chaqueñas, redujeron de manera considerable la reproducción indígena. Como vimos, la mayoría de las mujeres capturadas sirvieron no solamente en el trabajo de las rozas, sino también de amas de casa y concubinas de los europeos. Con el tiempo ellas perdieron el interés en procrear hijos indígenas y en oposición sólo querían hijos mestizos, en la posibilidad quizá de obtener un mejor status372. En contrapartida a lo pretendido por muchas indígenas, otras mujeres de la misma etnia, en su condición de criada-procreadora-brazo agrícola fueron objeto de la agresividad masculina española. El clérigo González denunciaba los hechos violentos cometidos por los conquistadores en contra de las nativas. Según sus informes, muchas de ellas preferían la muerte a seguir viviendo al lado de su señor. Algunas se suicidaban "comiendo tierra, cenizas y carbones, pedazos de ollas y otras no comen ni beben por acabar con sus vidas"373 y si lograban escapar a los bosques, se ahorcaban o se despeñaban en los barrancos. Estos incidentes motivaron las reacciones más descabelladas por parte de los señores hacia sus vasallas, como su reclusión en pequeñas celdas o en cestos colgados en los techos o bien, las engrillaban a los pilares de sus viviendas. Otros conquistadores más despiadados les quemaban los pies para que no pudieran huir374. Los varones indígenas también fueron objetos de vejámenes por parte de los europeos, de distintas maneras. El mismo sacerdote Martín González se quejaba sobre la gran cantidad de indios ya cristianizados muertos a lanzadas hallados diariamente en los campos.

         Pero sin duda, la mayor proporción de muertes indígenas fue ocasionada por las entradas al Chaco y al Alto Paraguay, llevadas a cabo por los expedicionarios de las dos primeras décadas de conquista. En 1543, durante el viaje al puerto de los Reyes, murieron poco menos de la mitad de los 1.000 cario que fueron acompañando a los españoles. Al regreso de dicha travesía, el adelantado Cabeza de Vaca ordenó otra entrada a la Región Occidental y sin causa justificada "hicieron guerras a las poblaciones de toda la redonda... en donde murieron más de cuatro mil indios, mujeres y niños de teta y fueron presos más de dos mil... los cuales en gran número murieron por falta de comida..."375. La mortandad indígena causada por la falta de alimentos fue muy frecuente en este período, en el cual se utilizaban los servicios de los guaraní o se capturaban a los aborígenes del Chaco y no se preveían bastimentos para alimentarlos ni a los acompañantes en las entradas, ni a los cautivos y sus familias. Otra noticia similar es la que nos brinda un documento relacionado con la jornada efectuada por Irala en 1547 con unos 3.000 indios amigos al Chaco. La expedición tuvo un regreso forzoso porque hallaron la tierra despoblada, anegada de agua y sin los metales preciosos, en esa ocasión murieron más de 2.000 nativos de hambre y frío376.

         Tanto los cario, servidores de los españoles, como los chaqueños, habitantes del otro lado del río, sufrieron una debacle demográfica por la presencia europea. Innumerables fuentes testifican la excesiva captura de indígenas hacia el final del siglo XVI, específicamente en la región Noreste, actividad acentuada en la siguiente centuria por las correrías de las bandeiras paulistas. Aventureros de São Paulo, denominados bandeirantes, realizaban incursiones en busca de indígenas con la ayuda de los tupí-guaraní. Las oleadas más fuertes de estas invasiones se iniciaron hacia 1620 y se acentuaron en el período 1628-1632, con la destrucción de numerosas poblaciones ocasionando considerables mermas en la demografía aborigen377. Pese a las posteriores ordenanzas dictadas a favor de los nativos, la estadística indígena fue decreciendo con el transcurso de los años.

         Las enfermedades y las epidemias importadas por los europeos, constituyeron otro factor relevante en la evolución negativa de la población indígena de los primeros años de conquista. Los españoles eran más resistentes a la cantidad de enfermedades que incluso estaban acostumbrados a padecer, cuyos efectos fueron devastadores para la población indígena, tal es el caso de la viruela, propagada de manera tal que ocasionó verdaderas pandemias en diferentes momentos de la conquista e inclusive hasta el final del coloniaje 378. Una serie de enfermedades y epidemias, introducidas por el europeo, sumaron a las causas del derrumbe poblacional, entre ellas, el sarampión y la gripe. El organismo indígena carecía de defensas biológicas precisas por el cuasi aislamiento de las Indias, que había dejado a los naturales sin inmunidad frente a estos agentes patógenos productores de dichas dolencias, cuya difusión causó tremenda mortandad379. Un azote generalizado hacia la segunda mitad del siglo XVI y extendido en los siguientes años en las zonas de las misiones jesuíticas fue el tabardillo -tifus, gripe- 380. Igualmente, también otras plagas cruzaron el Atlántico y se instalaron en las Indias, como la sífilis, la malaria y la difteria, con idénticos alcances exterminadores a las anteriores381.

         Las nuevas y diferentes condiciones laborales impuestas con el primer servicio personal, y el posterior establecimiento de las encomiendas, trajeron aparejados una metamorfosis en la división del trabajo al cual el indígena estaba habituado en el período pre-hispánico. Hemos dicho que el hombre guaraní acostumbrado a cazar, pescar y guerrear, ahora debía convertirse por imposición en agricultor, oficio anteriormente exclusivo de las mujeres. Asimismo, con la domesticación del ganado vacuno, ovino y caballar y la introducción de nuevos cultivos, el nativo fue obligado a cambiar su modo y ritmo de vida. Hacia final del siglo XVI, otros productos como el vino, el azúcar, los lienzos y la yerba mate empezaron a hacerse presentes en el mercado regional y este hecho intensificó, de manera exagerada, la presión sobre el indígena. La producción de la yerba mate era una de las tareas más ingratas exigidas por el colono -europeo o criollo- al nativo. A más del penoso trabajo del laboreo yerbatero se adicionaban la deficiente alimentación y las enfermedades producidas por las picaduras de insectos de los bosques, de donde se extraía la planta 382, ocasionando una constante mortalidad. El ritmo de trabajo al cual fue sometida la población indígena alteraba profundamente todo un estilo de relaciones entre el hombre y la naturaleza y entre los mismos hombres. Se deterioró, por así decirlo, la forma peculiar de apropiación del medio y la mente del aborigen no alcanzaba a comprender la necesidad de producir más de lo que se necesitaba consumir. Garavaglia agrega que no sólo se debería hablar sobre el problema del ritmo de trabajo, sino también de la dificultad que tenían los indígenas para comprender la existencia misma de una categoría de trabajo, aislada de un contexto social específico383.

         Otro factor de la continua merma demográfica fue el mestizaje. Las perennes sacas de mujeres de los primitivos hábitats, convertidas en siervas-procreadoras, nos evidencian el constante descenso del índice de la natalidad indígena. Esta situación significó el impacto social más grande que se puede mencionar entre los primeros contactos de españoles y nativos. La marcada preferencia de la mujer cario de vivir cerca del español, peligró la base de la sobrevivencia guaraní, razón por la cual los indígenas se vieron forzados a capturar mujeres de otras parcialidades -especialmente de las chaqueñas- en su intento de restablecer el equilibrio demográfico384. Sin embargo, pese a las uniones mixtas, a medida que aumentaba la población mestiza decrecía de manera alarmante la indígena.

         Si a todas las circunstancias antedichas sumamos las malas cosechas, la degradación del suelo, y las dietas deficitarias, podremos entender exactamente las dimensiones del cataclismo demográfico sufrido por las diversas etnias habitantes de la antigua provincia del Paraguay en el transcurso del siglo XVI.

 

 

NOTAS

 

1. Memoria de la gente que está viva en el Río de la Plata y de otras provincias de la tierra. Asunción 14 de marzo de 1556. En: A.H.N.M., Caja 2da. Núm. 63. Vitrina 12, Núm. 214.

2. Memorias de Francisco Ortiz de Vergara dadas a su merced el señor visitador (1569). En: C.B.G., Tomo I, p. 97-107.

3. Plá, Josefina. 1985. Algunas mujeres de la conquista. Asunción. Asociación de la Mujer Española, Asunción, p. 11.

4. Sánchez, Luis Alberto. 1972. Historia general de América. Tomo I. Madrid. Ediciones Rodas, pp. 34-41.

5. Chase Sardi, Miguel. Ligeras notas sobre los Arawak Karibé y Tupí guaraní. En: Suplemento antropológico. Vol. XXVII, N° 2, pp. 8-12.

6. Krickeberg, Walter. 1946. Etnología de América. México. Fondo de Cultura Económica, p. 20.

7. Gutiérrez Escudero, Antonio. 1992. La primitiva organización indiana. En: Historia de Iberoamérica. Colección Historia Moderna, Tomo II. Madrid. Ediciones Cátedra, p. 243.

8. Rodríguez Lapuente, Manuel. 1983. Historia de Iberoamérica. Barcelona. Editorial Sopena, p. 56.

9. Rehnfeldt, Marilyn. 2000. Etnohistoria de los Caaguá (Guaraní) del este paraguayo. En: Suplemento antropológico. Vol. XXXV, N° 1. Junio, p. 117.

10. Capdeville, B. y Oxibar, C. 1953. Historia del Paraguay. Asunción. Colegio San José, p. 6.

11. Rehnfeldt. Ob. cit., p. 116.

12. Ibíd.

13. Susnik, Branislava. 1975. Dispersión Tupí-guaraní prehistórica. Asunción. Museo Etnográfico Andrés Barbero, p. 25/27.

14. Se denominaban guarás a los territorios ocupados por la familia lingüística guaraní.

15. Susnik, Branislava. 1965. Cátedra de arqueología y etnología americana. (Mimeo). Asunción. Facultad de Filosofía. UNA.

16. Susnik, Branislava. 1982. El rol de los indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay. Tomo I. Asunción. Instituto Paraguayo de Estudios Nacionales (IPEN), p. 72.

17. Ibíd.

18. Clastres, Pierre. La sociedad contra el Estado. (Mimeo) Traducción de Víctor Jacinto Flecha, pp. 82-86.

19. Garavaglia, Juan Carlos. 1983. Mercado interno y economía colonial. México. Editorial Grijalbo, p. 154.

20. Meliá, Bartomeu. 1992. Pueblos indígenas en el Paraguay. Demografía histórica y análisis de los resultados del Censo Nacional de Población y Viviendas. Asunción. Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, Fernando de la Mora, p. 26.

21. Garavaglia. Ob. cit., p. 164.

22. La clasificación de las zonas, la hemos tomado de la obra ya citada de Juan Carlos Garavaglia, pp. 157-164.

23. Susnik, Branislava. 1965. El indio colonial del Paraguay. El guaraní colonial. Vol. I., p. 10; Chaves, Julio César. 1968. Descubrimiento y conquista del Río de la Plata y Paraguay, p. 144 y Aguirre, Juan Francisco. 1950. Diario. Tomo 2, p. 125.

24. La cifra de 27.000 varones es de Susnik en El indio colonial... Ob. cit. Vol. I pp. 59/61. Sin embargo Ruy Díaz de Guzmán dice que fueron 24.000 indígenas "encomendados por el Gobernador Domingo Martínez de Irala, a los gobernadores antiguos". En Díaz de Guzmán, Ruy. 1869. La Argentina. Del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata. Buenos Aires. Colección Pedro de Angelis. Editorial Plus Ultra, p. 77.

25. Susnik. El rol de los indígenas... Ob. cit., p. 51.

26. Cardozo, Ramón l. 1970. El Guayrá. Historia de la antigua provincia 1554-1676. Asunción. El Arte, pp. 28/32.

27. Díaz de Guzmán. Ob. cit., p. 218.

28. Ibíd.

29. Díaz de Guzmán. Ob. cit., p. 221 y Cardozo. Ob, cit., p. 48.

30. Susnik. El rol de los indígenas... Ob. cit., p. 49.

31. Susnik. El indio colonial...Vol. I, Ob. cit., p. 62.

32. Chaves, Julio César. 1962. Descubrimiento y conquista del Río de la Plata y el Paraguay. Asunción, p. 38.

33. Ibíd., p. 40.

34. ibíd., p. 43.

35. Metraux, Alfred. 1996. Etnografía del Gran Chaco. Asunción. El Lector, p. 18.

36. Schmidl, Ulrich. 1983. Derrotero y viaje al Río de la Plata y Paraguay. Asunción. Napa, p. 66.

37. Metraux. Ob. cit., p. 26.

38. Susnik, Branislava. 1980. Cátedra de Arqueología y Etnología Americana. Asunción. Facultad de Filosofía, UNA, (Mimeo).

39. Metraux. Ob. cit., p. 26.

40. Ibíd., p. 42.

41. Gandía. Enrique. 1931. Historia de la conquista del Río de la Plata y el Paraguay. Buenos Aires. Librería de García Santos, p. 147.

42. Metraux. Ob. cit., pp. 42/43. Los mbayá se hallaban subdivididos en bandas. Sus nominaciones se derivaban generalmente de algunas características de su hábitat. Estos subgrupos se denominaban apacachodegodegui, (pueblo del país de los ñandú), los guetiadegodegui (pueblo de las montañas), los lichagotegodeguí (pueblo de la tierra roja). Durante el siglo XVIII, los guetiadegodegui se fraccionaron en varias bandas. Descendientes de ellos son los caduveos, único grupo mbayá aún existente en el presente.

43. Schmidl. Ob. cit., p. 70.

44. Susnik, Branislava. 1971. El indio colonial del Paraguay. El chaqueño: guaycurúes y chanés arawak. Vol. III. Asunción. Museo Etnográfico Andrés Barbero, p. 131.

45. Susnik. El rol de los indígenas... Ob. cit., p. 52.

46. Susnik. El indio colonial del Paraguay, El chaqueño... Vol. III. Ob. cit., p. 139.

47. Metraux. Ob. cit., pp. 47/53.

48. Ibíd., p.57.

49. Ibíd., p. 59.

50. Ibíd., p. 60.

51. Ibíd., p. 66/68.

52. Ibíd., p. 70/72.

53. Susnik. El indio colonial del Paraguay. El chaqueño...Vol. III. Ob. cit. Este material es muy ilustrativo en cuanto a los innumerables ejemplos relativos al tratamiento de las mujeres de las naciones del Gran Chaco.

54. Metraux. Ob. cit., pp. 55-56.

55. Díaz de Guzmán. Ob. cit., p. 158.

56. Susnik. El indio colonial del Paraguay. El chaqueño...Vol. III. Ob. cit., p. 54.

57. Metraux. Ob. cit., pp. 55-56.

58. Ibíd., p. 73.

59. Carta de Irala al Rey. Año 1545. En: Lafuente Machaín, Ricardo. 1939. El gobernador Domingo Martínez de Irala. Buenos Aires, p. 462.

60. Susník. El indio colonial del Paraguay. El chaqueño... Vol. III, Ob. cit. p. 10.

61. Carta de Irala al Rey. Año 1542. En: Lafuente Machaín. El gobernador... Ob. cit., pp. 407/408.

62. Susnik. El indio colonial del Paraguay. El Chaqueño...Vol. III, pp. 162/163.

63. Ibíd.

64. Metraux. Ob. cit. pp. 74/75.

65. Ibíd., p. 79.

66. La misiones jesuíticas de Miraflores y Valbuena estaban asentadas sobre el río Salado, al norte de Tucumán.

67. Metraux. Ob. cit. pp. 59/63.

68. Ibíd.

69. Ibíd., p. 70.

70. Ibíd.

71. Ibíd., pp. 72/73.

72. Ibíd., p. 64.

73. Chaves. Ob. cit., p. 343.

74. Metraux. Ob. cit., pp. 64-65.

75. Ibíd.

76. Schmidl. Ob. cit., p. 104-105.

77. Ibíd.

78. Schmidl. Ob. cit. pp. 118-119.

79. Susnik. El indio colonial del Paraguay...Vol. III, p. 80.

80. Ibíd., p. 146-147.

81. Ibíd.

82. Ibíd., p. 52.

83. Ibíd., p. 106.

84. Ibíd.

212. Carta de Isabel de Guevara.

213. Susnik. El indio colonial. Vol. I. Ob. cit., p. 10, Chaves. Ob. cit., p. 144 y Aguirre. Ob. cit., p. 125.

214. Los indígenas comerciaban con otras parcialidades, inclusive con las que Chaco e intercambiaban sus mujeres por algún elemento de valor económico, como carne, cueros, pieles, hachas; también por adornos que le daban un prestigio social como plumas, collares, etc.

215. C.B.G. Relación de Diego Telles Descobar, 1544, p. 264.

216. C.B.G. Memorial de las cosas que han sucedido después que Cabeza de Vaca fue traído de las provincias del Río de la Plata, s/fecha, p. 278.

217. Susnik. El indio colonial. Vol. 1. Ob. cit., p. 13.

218. Ibíd., p. 14.

219. Entre los guaraní, generalmente la mujer no preparaba las rozas, pero era la que exclusivamente se dedicaba a la labranza de los campos.

220. Susnik. El indio colonial... Vol. I. Ob. cit., p. 14.

221. A.H.N. M. Memoria de la gente que está viva...

222. Lafuente Machaín. Los conquistadores..., p. 555.

223. Catálogo de pasajeros de Indias. Vol. 11, asiento N° 1810.

224. A.H.N.M. Memoria de la gente que está viva... y en Lafuente Machaín, Los conquistadores.... aparecen los nombres de estas personas como residentes en Asunción.

225. Lafuente Machaín. El gobernador...p. 86.

226. Acta de creación del Cabildo de la Asunción, Aguirre. Ob. cit., p. 238.

227. Ibíd.

228. Lafuente Machaín. El gobernador...p. 88.

229. C. B. G. Relación de Gregorio Acosta al Rey y al Consejo de Indias. 1545. p. 11.

230. A.N.A. Testamento de Irala. Sección. Testamentos. Vol. 658. N° 11. 14 de marzo de 1556.

231. D.H.G. Relación de Pero Hernández, p. 404.

232. D.H.G. Carta de Francisco González de Paniagua al Cardenal Juan de Tavira, el 3 de marzo de 1545. Vol. II, p. 449. La carta está publicada en castellano antiguo. La modernidad de la misma es nuestra.

233. Estatutos sobre trato de los indios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Chaves. Ob. cit., p. 159.

234. Fue común entre los conquistadores de este periodo escuchar acerca de El Dorado o Sierras de la Plata, como la región rica en oro y plata. De hecho, ésta se hallaba hacia el noroeste del Paraguay, Estas alusiones se referían al Perú que por ese tiempo ya había sido conquistado por Francisco de Pizarro, quien había llevado un gran cargamento de oro a España.

235. Relación de Irala a Alvar Núñez, 16-II-1542. Documento F. en Lafuente Machaín. El gobernador... p.407.

236. Ibíd.

237. Lafuente Machaín. El gobernador...p. p. 110.

238. C. B. G. Relación de Gregorio Acosta al Rey y al Consejo de Indias. 1545, pp. 11 y sgtes.

239. Lafuente Machaín. El gobernador... pp. 115/116.

240. Ibíd.

241. Moreno, Fulgencio R. 1985. La ciudad de Asunción. Asunción. Carlos Schauman, Editor. 3ra. Edición, pp. 13/14.

242. Lafuente Machaín. El gobernador...p. 117.

243. Ibíd., p. 125.

244. Lafuente Machaín. Los conquistadores... p. 216.

245. Gandía. Historia de la Conquista. Acontecimientos sucedidos en 1544 en relación a la deposición del segundo adelantado Alvar Núñez.

246. Gandía. Una expedición de mujeres... p. 3. Isabel Quiroz fue integrante de la armada de Pedro de Mendoza y residía en Asunción en esa fecha.

247. C.B.G. Memorial de las cosas que han sucedido después que Cabeza de Vaca fue traído a estas tierras, p. 276.

248. C.B.G. Carta de Pedro Dorantes al Consejo de Indias. 8-IV-1573. p. 140.

249. Roulet. Ob. cit., p. 186/187.

250. C.B.G. Relación de Diego Téllez Descobar al Rey, sobre la cosas que pasaron desde que prendieron al gobernador Cabeza de Vaca. 1561. pp. 264/265.

251. Roulet. Ob. cit., p. 187.

252. Ibíd.

253. Gandía, Enrique de. 1931. Indios y conquistadores en el Paraguay. Buenos Aires. Librería García Santos. Carta de Fray Bernardo de Armenta fechada en Octubre de 1544, p. 82.

254. Vedoya, Juan Carlos. 1985. Historia Social y Económica de la Colonia. Tandil, Argentina, p. 40.

255. C.B.G. Carta de Pedro Dorantes al Consejo de Indias. 8-IV-1573, p. 140.

256. Una vara equivale a 835,9 mm. Por lo tanto las cincuenta varas tendrían un valor de 41,795 m. Estimamos que una camisa se confeccionaba con 2,5 varas.

257. A.N.A. N.E. Vol. 308. Fo. 79. 8-X-1547. Doña Martina de Espinoza legó en su testamento dos camisas de lienzo a los más "pobres y necesitados" y un paño de lienzo de España a sus albaceas, Hernad Sánchez, su esposo y al sacerdote Francisco González de Paniagua.

258. C.B.G. Acta capitular del 26 de julio de 1544. p. 121 y p. 124.

259. D.H.G. Relación del escribano Pero Hernández. 28-V-1545, p. 408.

260. Roulet. Ob. cit., p. 188.

261. C.B.G. Memoria de las cosas mal hechas que dice que hace Domingo de Irala. Autor desconocido, s/f, p. 250/251.

262. Roulet. Ob. cit., p. 164.

263. Susník. El indio colonial... Vol. I, p. 12.

264. A.N.A. N.E. N° 381, Fos. 102/107. Año 1596. Citado por Juan Carlos Garavaglia en Mercado... Ob. cit., p. 166.

265. Ibíd.

266. Chaves, Ob. cit., p. 219

267. C.B.G. Relación de la Provincias del Río de la Plata. Autor anónimo, s/f., p. 56.

268. A.N.A. Sección Testamentos. Vol. 585. N° 11. Testamento de Domingo Martínez de Irala. 14-III-1556.

269. Aguirre, Diario, Tomo II, p. 112.

270. Chaves. Ob. cit., p. 233.

271. Doña Elvira de Manrique, no tendría más de 11 años cuando contrajo matrimonio, pues su hermano mayor Diego había nacido a fines de 1538.

272. Chaves. Ob. cit., p. 233. Lafuente Machaín. Los conquistadores... p. 416.

273. Lafuente Machaín. Los conquistadores... p. 121.

274. Quevedo, Roberto. Noticias de parientes del Obispo... pp. 14/15.

275. Ibíd., p. 237/238.

276. Ver todos estos sucesos en Los conquistadores del Río de la Plata de Lafuente Machaín.

277. Lafuente Machaín. Los conquistadores... p. 384.

278. Ibíd.

279. C.B.G. Relación de Diego Telles Descobar, p. 272.

280. C.B.G. Memorial de las cosas que han sucedido después que Cabeza de Vaca fue traído de las provincias del Río de la Plata, p. 276.

281. Susnik. El indio colonial. Vol. I, p. 19. El recuento excluye a los indígenas de las regiones del Guayrá y Tapé.

282. C.B.G. Parecer del factor Pedro Dorantes de lo que se debía hacer en la entrada al Paraguay, pp. 129/130.

283. Chaves. Ob. cit., p. 240.

284. A. H. N. M. Memoria de la gente que está viva...

285. C.B.G. Cartas, memorias y relaciones del gobierno del capitán Domingo Martínez de Irala en el Río de la Plata. Memoria de Juan Salmerón de Heredia, pp. 233/235.

286. C.B.G. Carta de Antonio de la Trinidad al Rey. 2-VII-1556, pp. 228/229.

287. C.B.G. Cartas, memorias y relaciones del gobierno del capitán Domingo Martínez de Irala en el Río de la Plata. Memoria de Juan Salmerón de Heredia, p.236.

288. Ibíd.

289. Carta de Isabel de Guevara.

290. A.H.N.M. Memoria de la gente que está viva...

291. Algunos historiadores dudan sobre la autenticidad de la carta, debido a que en ese tiempo, fueran o no de familias pudientes, las mujeres no sabían leer ni escribir. Ejemplo de ello son los testamentos de las mujeres del siglo XVI, que en su mayoría eran firmados por terceros porque las testantes no sabían escribir. Nuestras investigaciones en el Archivo Nacional de Asunción nos llevan a pensar inclusive que Isabel de Guevara ni siquiera existió, ya que su nombre no aparece en documentación alguna, sin embargo, existe una tal Ana de Guevara, esposa de Pedro de Esquivel, natural de Sevilla. Tanto su testamento como el de Pedro de Esquivel, asentados en el Archivo Nacional indican que estos fueron marido y mujer. Lafuente Machaín en Los conquistadores... señala que hubo dos personas llamadas Pedro de Esquivel. Podría darse el caso que uno se haya casado con Isabel y el otro con Ana o también que Ana e Isabel fueran una sola persona. Roberto Quevedo en el artículo La primera voz a favor de la mujer plantea las mismas interrogantes. Este tema será abordado en el siguiente capítulo de la obra, donde nos referimos a Isabel de Guevara.

292. Carta de Isabel de Guevara.

293. Quevedo. La primera voz... p. 7.

294. Al parecer Irala falleció a los 46 años de pleuresía. Lafuente Machaín, El gobernador... p. 288. Uno de sus detractores, expresa que "Domingo de Irala murió rabiando de dolor de costado y dejó por su teniente a un yerno suyo... se llamaba Gonzalo de Mendoza... "C.B.G. Relación de Gregorio de Acosta al Consejo de Indias, 1545, p. 11.

295. Gandía. Historia de la conquista... p. 310.

296. Garavaglia. Ob. cit., p. 261 y sgtes.

297. Susnik. El indio colonial. Vol. I..., p.22.

298. Un tal Jerónimo Romero, surgido de las selvas, relató a los expedicionarios de Mendoza, las maravillas de las sierras de la plata. Ver Gandía. Historia de la conquista...p. 44. Las probanzas de méritos y servicios de Gonzalo de Mendoza, informa la existencia de varios hombres sobrevivientes de alguna empresa anterior. Con motivo de la gran hambruna, el Adelantado había enviado a dicho capitán hacia la costa del Brasil en busca de alimentos y allí encontró a varios europeos, quienes trajeron sus mujeres e hijos, a sus esclavos y esclavas, además de gran cantidad de bastimentos. La embarcación con pasajeros y carga llegó a Buenos Aires el 17 de octubre de 1536. Ver en C.B.G. Información de Gonzalo de Mendoza. 15-II-1545, p. 202.

299. C.B.G. en Descripción del Río de la Plata, s/f., p. 40.

300. Gandía. Historia dula conquistó... p. 67.

301. Juan de Ayolas cuando partió en busca de las sierras de la plata, llevó consigo unos 160 soldados. Dejó a Irala con 30 y se internó en el Gran Chaco. Los soldados que permanecieron en Candelaria al mando de Irala bajaron en compañía de su capitán. Serían aproximadamente unos 30 hombres. Ver C.B.G. en la Relación del Río de la Plata (anónima) 1545, pp. 46/47, se informa que cuando regresó Juan de Ayolas no encontró a ningunos de sus compañeros. Prueba que Irala bajó hasta la Asunción con todos los soldados.

302. Aguirre en su Diario anota que después de la muerte de Irala vivía una cantidad mayor de europeos en toda la comarca asuncena.

303. Roulet. Ob. cit., p. 159.

304. A.H.N. M. Memoria de la gente que está viva...

305. Ibíd.

306. C.B.G. Relación de Antonio de la Trinidad al Consejo. 2-VII-1556, p. 228.

307. A.N.A. Testamento de Martina de Espinoza. N. E. Vol. 308. Fo. 79. 8-X-1547.

308. Ibíd.

309. Censos de Fray Faustino de Casas de 1682 y el de Félix de Azara de 1793. Quevedo, Roberto. 1963/5. La Asunción del mil seiscientos en dos padrones inéditos. APH. Vol. 8-9-10. Asunción, pp. 96/127. Se trata de trabajo sobre dos censos levantados a principios del siglo XVII, en los cuales ocasionalmente se nombra a mujeres. El comentario realizado por el autor consigna, en el caso de cada individuo empadronado, si tenía esposa, el nombre de la misma y de sus hijos e hijas.

310. Quevedo. La Asunción... pp. 96/127.

311. A.H.N.M. Memoria de la gente que está viva...

312. Una Real Cédula, promulgada el 31-XII-1662 declaraba libre del tributo encomendero a un mestizo, posiblemente de la región andina. Velázquez, Rafael Eladio. 1970. Breve historia de la cultura en el Paraguay. 3ra. Edición. Asunción. Ediciones Novelty, p. 38.

313. Aguirre. Diario Tomo II, Ob. cit., p. 137.

314. C.B.G. Relación de las cosas que han pasado en el Río de la Plata... p. 270.

315. Roulet. Ob. cit., pp. 92/94.

316. Ibíd.

317. Ver Testamentos de los primeros conquistadores en la Revista del A.N.A. Asunción, VIII-1900. Año I, N°1.

318. C.B.G. Memorias de Francisco Ortiz de Vergara dadas a su Merced, el Señor Visitador, 1569, pp. 97/107.

319. López de Velasco, J. 1971. Geografía y descripción universal de las Indias (1571-1574). Madrid. Biblioteca de autores españoles. Vol. 248, p. 281. Cita de Garavaglia en Mercado interno... p. 219.

320. D.H.G. Relación de Gregorio Ochoa de Ezaguirre. 8-III-1545, p. 453.

321. Chaves. Ob. cit., p. 297.

322. Quevedo. La Asunción... Además, es interesante señalar que, el primer censo completo de europeos, criollos, mestizos e indígenas de toda la provincia, incluyendo edad y sexo se levantó en 1682, con una población total de 38.666 almas, incluyendo en esta cifra a los naturales de las reducciones jesuíticas de la margen derecha del Paraná. Consultar Velázquez, Rafael E. El censo de Fray Faustino de Casas. 1682.

323. Susnik. El indio colonial. Vol. I, p. 14.

324. Schrnidl. Ob. cit. pp. 53/54.

325. Ibíd.

326. Ibíd., p. 56.

327. Entrevista a la historiadora, doctora Ella Goncalvez. Profesora de la Universidad de Alicante, España. 15-III-2000.

328. Mannarelli, María Emma. 1993. Pecados públicos. La legitimidad en Lima, siglo XVII. Lima. Ediciones Flora Tristán, p. 32.

329. Ibíd., p. 34.

330. Ibíd.

331. Sepúlveda, Juan Ginés. 1547. Demócrates alter. Citado por Silvio Zavala en La filosofía de la conquista. 1972. México, Fondo de Cultura Económica, p. 53.

332. Schmidl. Ob. cit., p. 57.

333. Ibíd.

334. Ibíd, pp. 63/64.

335. Palabra guaraní que significa huerta.

336. Susnik. El indio colonial.., Vol. I, p. 10 y sgtes.

337. Mannarelli. Ob. cit., p. 41.

338. Requerimiento que hizo el factor Pedro de Orantes. Citado por Susnik en El indio colonial. Vol. I, p. 9.

339. Ibíd.

340. Palabra guaraní que significa coco, fruto del cocotero, cuya pulpa y nuez constituyen un poderoso alimento rico en proteínas y vitaminas.

341. Schmidl. Ob. cit., p. 55.

342. Susnik. El indio colonial... Vol. III, p. 112.

343. D.H.G. Relación de Pero Hernández. 28-I-1545, p. 396.

344. Susnik. El indio colonial...Vol. III, p. 109.

345. Cuñado en lengua guaraní.

346. Garavaglia. Ob. cit. pp. 262/263.

347. Susnik. Etnografía paraguaya, citado por Juan Carlos Garavaglia en Mercado... p. 263.

348. Garavaglia. Ob. cit., p. 264.

349. Significa jefe indígena.

350. Susnik. El rol de los indígenas... Vol. I, p. 61 y sgtes.

351. Aldea indígena con sistema comunal.

352. Palabra guaraní que significa indio.

353. Denominación otorgada a los mestizos del Paraguay.

354. Susnik. El rol de los indígenas... Vol. I, pp. 83/89.

355. Ibíd., pp. 99/100.

356. Indios puros practicantes de las tradiciones genuinas guaraní.

357. Indios que adquirían costumbres europeas.

358. Los payé o shamanes eran los personajes centrales en una comunidad indígena. Ejercían la medicina o la brujería. Un payé era considerado como "el que sabe": Brítez Cantero, José. 1998. Paye, síndrome cultural del Paraguay. Asunción. Editorial de la Facultad de Ciencia Médicas, p. 23.

359. Calificación otorgada a todo lo antiguo o relativo a un periodo anterior al actual.

360. Significa señor.

361. Nombre correspondiente al Dios Padre en la doctrina cristiana.

362. Susnik. El rol de los indígenas... Vol. I. pp. 102/104.

363. La mita era una clase de Encomienda que significaba turno de trabajo. Cuando todo un grupo aborigen, incluido sus caciques era sometido, se constituía en un pueblo, en donde los indígenas eran evangelizados. Allí tenían sus casas y sus campos de labranza, los cuales sólo abandonaban para cumplir con la mita y con las obligaciones derivadas de este servicio. Todo varón entre 18 y 45 años que cumplía con la mita se llamaba mitayo o mitario.

364. Susnik. El rol de los indígenas...Vol. I. pp. 104/05.

365. Ibíd.

366. Cánula que perforaba el labio inferior.

367. Susnik. El rol de los indígenas... Vol. I. pp. 112/113.

368. Hanke, Lewis. 1959. La lucha española por la justicia en la conquista de América. Madrid. Ediciones Aguilar, pp. 33/35.

369. Gutiérrez Escudero. Ob. cit., p. 244.

370. Sitio ubicado al norte de Asunción. 

371. A.N.A. N.E. N° 381, Fos. 102/107. Año 1596. Citado por Garavaglia en Mercado..., p. 166.

372. Susnik. El indio colonial... Vol. I, p. 14.

373. C.B.G. Carta de Martín González a su Majestad. 27-VI-1556, pp. 254/5.

374. Ibíd.

375. D.H.G: Carta de Gerónimo Ochoa de Eizaguirre al Consejo. 8-III-1545, p. 452.

376. C.B.G. Relación de las cosas que han pasado en la Provincia del Río de la Plata desde que prendieron al Gobernador Cabeza de Vaca por Diego Telles Descobar, s/f, p. 267.

377. Sobre la violencia militar y las bandeiras paulistas consultar con Garavaglia en Mercado... pp. 166/170.

378. Ibíd., p. 165.

379. Gutiérrez Escudero. Ob. cit. p. 246.

380. Zavala. Ob. cit. p. 409.

381. Gutiérrez Escudero. Ob. cit. p. 246.

382. A.N.A. Vol. 828. N.E. 11-I-1811. Consultar sobre el laboreo de la yerba mate en Ferrer de Arréllaga, Renée. 1985. Un siglo de expansión colonizadora. Los orígenes de Concepción. Asunción. Editorial Histórica. pp. 62/80.

383. Garavagiia. Ob. cit., p. 171.

384. Susnik. El rol de los indígenas... Vol. I. pp. 84/85.

 

 

 

 

CONCLUSIONES

 

         Al realizar un estudio minucioso de las sociedades que pueblan el mundo, observamos que estas organizan el sitio de sus integrantes con profusas e importantes marcas que a través de su historia dejan vestigios permanentes en las siguientes generaciones. En el Paraguay, tanto los hombres como las mujeres que habitaron el país en el transcurso del siglo XVI, lograron una posición trascendental, pues sus vestigios y huellas persisten hasta el día de hoy. Por una parte, la gente indígena prehispánica, de la que muy escasas crónicas hacen referencia sobre su demografía, pues existen más noticias sobre los aspectos culturales-sociopolíticos-económicos, también dejó sus rastros indelebles, ya que para esa centuria, al tiempo de la llegada de los europeos, los habitantes de las regiones Occidental y Oriental del antiguo Paraguay, presumiblemente su número alcanzaba a unos 700.000 a 750.000 aborígenes, aunque es de recordar que el bajo índice de natalidad, las guerras ínter-étnicas, la violencia empleada por los conquistadores, las enfermedades y las pestes introducidas por los europeos originaron una considerable merma entre los aborígenes chaqueños y guaraní.

         Por otra parte, las primeras noticias sobre la gente española afincada en esta latitudes data de 1541, tras la despoblación del fuerte de Buenos Aires, constaba de unos trescientos cincuenta hombres y de aproximadamente diez y ocho mujeres que no regresaron a España con el adelantado Pedro de Mendoza, por ser esposas, hijas o criadas de los conquistadores. La mayoría se hallaba integrada por los sobrevivientes de la armada de Mendoza, por los miembros de la expedición de Alonso Cabrera, quien había llegado en 1539, portando la ley que permitió la elección de gobernadores -Real Provisión del 12 de setiembre de 1537-, y por los hombres de la empresa del comerciante genovés León Pancaldo, que había arribado al Río de la Plata en 1538. Con este exiguo número de españoles y gracias a la fácil obtención de mujeres indígenas se dio inicio a la nación paraguaya.

         Efectivamente, en los contactos preliminares, los indígenas entregaron a los españoles bastimentos y unas 700 mujeres para que estas sirviesen en las casas y en los cultivos. Es de advertir que en la cultura guaraní el parentesco político o cuñadazgo establecido de esta manera implicaba relaciones de reciprocidad. Sin embargo, esta permuta inicial devino en una indiscriminada y violenta "saca de mujeres" o "rancheadas" por parte de los conquistadores, de tal forma que tres lustros más tarde, el clérigo Martín González hablaba de 40.000 indias en poder de los españoles. Este desmesurado número ya no correspondía a las cesiones voluntarias de los indígenas, sino a la apropiación descomedida realizada por los cristianos.

         La cantidad de mujeres al servicio de los españoles (servicio doméstico, sexual, reproductivo y productivo, ya que las indígenas eran quienes labraban la tierra) causó la preocupación de algunos clérigos y de varias autoridades, que solicitaban se pusieran límites a esta práctica, más preocupados por la moral que por la justicia. El Paraguay fue conocido por esta situación como El Alcorán de Mahoma. Luego del establecimiento del sistema de las encomiendas en 1556 -el número de europeos para entonces había ascendido a 522 europeos varones, posiblemente, todos inscriptos con el deseo de percibir nativos y tierras-, se intentó poner límites a la saca violenta de mujeres, pero esta institución también significó la formalización de la relación de abuso y opresión en que pronto quedó convertida la primera relación más bien amistosa entre indígenas y españoles.

         Ese mismo año de la promulgación del sistema encomendero, tras las denuncias de inmoralidad existente en la provincia, arribó al país una expedición con un considerable contingente de mujeres españolas dirigida por doña Mencía Calderón de Sanabria, con el propósito de erradicar las malas costumbres en los conquistadores y que éstos pudiesen contraer el sagrado vínculo matrimonial con sus congéneres españolas. Pese a las buenas intenciones de la Corona, las uniones ilegítimas prosiguieron en demasía su carrera.

         El mestizaje, iniciado a través de la cesión voluntaria inicial y la posterior saca violenta de mujeres indígenas, también suele ser presentado como una pacífica evolución hacia el matrimonio cristiano entre mujeres mestizas y los primeros conquistadores, origen de una población mestiza con identidad propia, que es hoy la población paraguaya. El principio de esta clase consecuente del mestizaje proviene de los matrimonios por conveniencia pensados por el gobernador Domingo Martínez de Irala entre sus enemigos políticos (partidarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca) y cuatro de sus hijas mestizas, a cambio de perdonarles la vida. Gracias a estos vínculos, Irala consolidó la paz en la provincia y no tuvo que enfrentar otros atentados contra su gobierno. Acontecimiento que generalmente es presentado como la genial inspiración de un conquistador para dar origen a la raza paraguaya. Es la continuación lógica de la versión romántica de la conquista y el mestizaje. Esta primera modalidad de contraer nupcias bajo el rito cristiano entre españoles y mestizas se constituyó en una característica habitual en los siguientes siglos del período colonial, particularidad extendida en forma simultánea también entre mestizos y mestizas, cuya población para 1556 había ascendido a unos tres mil individuos, que aunque de madres indias o mestizas eran acogidos como naturales de España, situación que nos indica la aceptación igualitaria de criollos y de mestizos como si todos hubieran nacido en la península. Mientras se acentuaba la progresión demográfica mestiza, la población aborigen iba siendo reducida o asimilada, y la española decrecía considerablemente debido a las continuas remesas enviadas a las nuevas fundaciones de villas y ciudades, muertes y cese de migraciones.

         El nacimiento de la nación paraguaya está indisolublemente unido al declive y disgregación de la población nativa, especialmente la guaraní originaria, ya sea por exterminación, por enfermedades o por asimilación cultural al nuevo orden impuesto en la colonia. Entre otros agentes, la apropiación masiva de la mujer indígena es uno de los elementos centrales de este hecho. Si se consideran los efectos centrales se podría presumir que hubo un verdadero genocidio indígena, pero en realidad lo sucedido en el Paraguay colonial fue una disolución de la población guaraní.

         Por lo expuesto, debemos subrayar que ese conglomerado de gentes: hombres y mujeres indígenas, españoles y españolas, criollos y criollas, mestizos y mestizas habitantes del Paraguay durante el siglo XVI, dejaron sus huellas imborrables en el transcurso de las ulteriores centurias. Los foráneos impusieron casi de inmediato sobre los originarios sus patrones socio-políticos-culturales, de tal manera que en breve tiempo, se dio inicio a una novel sociedad con características propias no tan comunes en la región, debido a su mediterraneidad y a su bilingüismo.

         La presencia femenina española fue bastante trascendental en la vida cotidiana del siglo XVI y pese a su invisibilidad, pues las fuentes documentales no las consideraban importantes porque no hacían la guerra ni intervenían en las actividades políticas o públicas, salvo excepciones, su aporte fue valiosísimo. Ellas introdujeron caracteres propios de la Península acriollándolos más tarde con las costumbres autóctonas, principalmente con la cocina, la vestimenta y la educación. También trasplantaron las formas consideradas correctas a la hora de relacionarse con los amigos del marido, de recibir a los invitados en casa, de organizar las reuniones, de saludar con distinción en la calle a damas y caballeros, y hasta de no saludar a los pícaros que paseaban su existencia por las viejas vías coloniales. Cualidades y comportamientos que los rudos conquistadores habían pasado por alto y que los religiosos tampoco consideraron importantes. Las españolas que arribaron al Paraguay fueron, en definitiva, las verdaderas maestras de la cultura criolla, creando así una tipología claramente diferenciada de otras culturas colonizadoras.

         Es importante mencionar que la fantasiosa y legendaria historia de amor entre los conquistadores y las doncellas indígenas, creada para explicar los orígenes de la población paraguaya, es una de las marcas más fehacientes de la ideología patriarcal y nacionalista en el Paraguay, que prefiere olvidar el sufrimiento de las mujeres y de la población aborigen como factor central de su propia existencia. Sin embargo, gracias a las indígenas, el Paraguay contemporáneo es considerado un caso muy especial por su bilingüismo, ya que la mayor parte de su población es guaraní-parlante. Precisamente, la lengua madre hablada primero por las indígenas y luego por sus hijas mestizas es el eximio legado que ha sobrevivido hasta el presente. Las mujeres paraguayas han jugado un rol fundamental en la transmisión de la lengua guaraní; además, fueron responsables de la pervivencia de otros varios elementos de la cultura indígena guaranítica, en una silenciosa y no planeada resistencia a la cultura hispana impuesta en el transcurso del siglo XVI.

 

 

 

 

 

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