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MARIANO LLANO (+)
  EUSEBIO AYALA, 1998 - Por MARIANO LLANO


EUSEBIO AYALA, 1998 - Por MARIANO LLANO

EUSEBIO AYALA

Por MARIANO LLANO

Asunción – Paraguay

1998 (224 páginas)

 

 

CAPÍTULO I

 

BARRERO GRANDE

 

         El pueblo de Barrero Grande, al pie de las faldas cordilleranas. Se enclava allí donde comenzaban los bosques agrestes y gigantes que iban hacia el este, en laderas de cerros circundados por esteros y campo de enorme vegetación. Hacia el este la selva impenetrable que llegaba primero a Ajo y luego al río Paraná. Al norte este Carayaó y Curuguaty, camino del Mariscal y el resto de sus tropas a Cerro Corá. Al sur los cerros de Escobar, de Paraguarí y las serranías de Sapucai, al oeste Yaguarón, Itá y más lejos Asunción.

         Eran los tristes años de desolación y miseria. Tan solo a 110 años de la fundación de Barrero Grande, en 1770, de aquello solo quedaba rancheríos y la vieja iglesia, con su plaza mayor.

         Era difícil llegar al pueblo. El ferrocarril que iba a Encarnación, pasaba por la estación Tacuaral, cercana a Ypacaraí, luego en caminos de carreta.

         Había terminado la guerra grande, tan poco tiempo de aquella batalla de Acosta Ñú, donde murieron los últimos varones de apellido Ayala. Quedaron solamente las hermanitas Casimira y Benita, tenían tan solo 14 y 15 años y buscaban alimentos al borde del arroyo, berros o algún pescado que con la liñada sacaban.

         Eusebio Ayala, nace un 14 de agosto de 1875, día y hora que nace más tarde su compañero de fórmula de la victoria don Raúl Casal Ribeiro, en un modesto rancho que más tarde se hizo casa.

         Su padre fue don Abdón Bordenave, español de pura cepa, salida de las tierras vascas y otros dicen de la ciudad de Garris (Francia). La parturianta era doña Antonia, una mulata del pueblo, que la llamaban mamá vieja.

         Don Abdón era un hábil e inteligente comerciante que se radica posteriormente en Asunción, donde tuvo otros hijos, entre ellos Enrique Bordenave. Cuando vivió en Asunción visitaba a su padre, tenía una buena relación familiar y se integró a la misma con cariño y afecto. Sin embargo, no quiso cambiar el apellido Ayala, decía que "si hay algo en mi vida, de bueno, es el apellido ilustre de mi madre".

         Su vida cuando niño y joven fue tranquila y hogareña. Ayudaba a Casimira en las tareas de la pequeña chacra. Admiraba la belleza natural del lugar, amaba su tierra. Los domingos iba a rezar al templo, donde acudían las pocas familias sobrevivientes de la guerra. Gustaba jugar al fútbol con pelota de trapo. En la fiesta patronal de Ypacaraí, Ajo y Villarrica, organizaban viajes en carretas, que eran largas caravanas tirados por bueyes y siempre debajo de la carreta el perro casero que se acoplaba al viaje.

         Al llegar la noche, quedaban al borde del camino. Hacían fuego con leña y sentados entre mate y mate, alguien relataba los episodios de batallas, lo bella que era la madame y donde estarían las 10 carretas con oro del estado, la valentía del general Díaz y todo ello era interesante para Eusebio. Algunos tocaban la guitarra y entonaban canciones y polcas. Estaba el alcalde, que era dueño del potrillo tordillo, de brillante pelaje, que montado sobre él, Eusebio, era dócil y de sensible rienda, porque si no era chúcaro y arizco, las espuelas eran innecesarias, lo mismo que el rebenque de cuero. Se convirtió en su mejor amigo, subía en pelo sobre el tordillo, el caballo taita de Barrero Grande.

         Se hacían las carreras, llamadas cuadredas y siempre Eusebio llegaba a bandera verde.

         Simpático, ameno, chiquito era querido en su pueblo.

         A la vuelta al terruño, en los lugares de posta, todo era comentario sobre la fiesta patronal y esperar el año próximo.

         Al cumplir los 15 años fue invitado a un baile, fiesta de cumpleaños. Era un 14 de agosto, se puso su mejor ropa y bailó entusiasmado con Marta Amarilla, se enamoró perdidamente, luego aquello pasó, como dice el tango "amores de estudiantes, flor de un día son". En Asunción, años más tarde, conoció a su gran amor, Marcelle Durand, que sería su compañera de toda la vida.

         Visitaba a menudo a su padre don Abdón Bordenave y éste le relataba su llegada al Paraguay con su hermano Francisco, después de terminada la guerra de la Triple Alianza.

         En la casa, todos sus hermanos y la esposa de Abdón, doña Dolores Franco Centurión, lo trataban como un miembro más de la familia, inclusive al otro hermano, Críspulo Ayala, éste más tarde se enrola en el ejército, fue militar y estuvo en el Chaco y Concepción. También Eusebio era pariente de Antolín, Adolfo y Adrián Irala, todos brillantes. Su madre Benjamina Irala, se unió a Francisco Bordenave, hermano de Abdón y vivieron en el interior, muy cerca de Barrero Grande.

         Una tarde, apacible, con viento del este y seco, estudiaba con su tía Benita el libro prestado del cura párroco, la última que debía aprender de primaria.

         En el corredor, de piso de ladrillo, miró el horizonte, buscando valor para decirle a su maestra y su tía Benita su anhelo de ir a Asunción a proseguir sus estudios. Dejar el terruño que tenía raíces en esas tierras, pero el deseo de estudiar y buscar nuevos horizontes, su sueño de tantas noches, de ser algún día el doctor Ayala.

         Casimira, cede ante los pedidos de su hijo. Aquellos estaban avalados por los consejos del cura párroco del pueblo y la maestra Benita.

         Y es así que con sus 15 años se despide de Barrero, a proseguir sus estudios en Asunción.

         Eusebio, dio un adiós a su querido pueblo. Su niñez ha quedado atrás solamente en los últimos años de su vida al evocar la figura del gran maestro don Domingo Faustino Sarmiento, en el museo histórico, en Buenos Aires, el 11 de setiembre de 1939, Eusebio dice: "Era yo un alumno de una modesta escuela de la campaña paraguaya cuando trabé relación póstuma con Domingo Faustino Sarmiento. Había llegado al pueblo la noticia de su fallecimiento, acaecido días antes en la ciudad de Asunción. El preceptor, que así llamábamos entonces al encargado de instruir en las letras primeras, llamó a clase especial para hablarnos del ilustre extinto. Recuerdo que le temblaba la voz de emoción y que una lágrima rodó por sus mejillas. Nos contó una historia maravillosa. Erase un niño que enseñaba ya a otros niños a los quince años, poco más de la edad nuestra..." Dijo más adelante: "Aquello era -pensé mucho después-un apólogo dedicado a enaltecer la vocación docente y a demostrar que un humilde principio no es obstáculo para llegar a las altas jerarquías del mundo con tal de tener inteligencia clara y voluntad fuerte".

         Todos preparados para ir a la estación Tacuaral. El tren pasaría a las cuatro de la tarde.

         La carreta de los Ayala, llegó a las dos. Había ansiedad en los rostros, algunas lágrimas y el abrazo fuerte y las manos juntas, elevadas al cielo, y la voz entrecortada de Eusebio, "la bendición, mamá".


 

Estación del ferrocarril en Tacuaral/

Vieja iglesia de Cangó, hoy Coronel Oviedo



CAPÍTULO II

 

COLEGIO NACIONAL Y MISIONEROS DIPLOMÁTICOS

 

         La gran ciudad Asunción, madre de ciudades y cuna de la civilización de América, impresionaron visiblemente a Eusebio, de allí en más conoció muchas urbes.

         De la estación central, había tomado el último tren, era el atardecer, los faroles ya prendidos, los carros tirados por caballos. Se dirigió a una pensión, ubicada sobre la actual 14 de Mayo cercana a la plaza Italia, frente a la manzana donde se hallaba la estación de los carritos a mulas. Había baldíos flanqueados por hileras de eucaliptos y frescos naranjales, que dejaban el néctar de su aroma. Hacia el oeste, a tan solo una cuadra de allí se levantaban las edificaciones de adobe, con paredes de tacuara y techos de paja. La digna humildad. Y más allá, campos que iban hacia la cantera de Tacumbú y con fondo el río Paraguay.

         Al día siguiente ingresaría al Colegio Nacional, que fuera fundado en el año 1877 y cuyos maestros y directores fueron José Segundo Decoud, Cleto Romero, Benjamín Aceval, Fortunato Toranzos y Manuel Domínguez.

         Al ingresar al pórtico del colegio, vio la bandera paraguaya que ondeaba en lo alto del mástil.

         Conoció en las aulas a sus compañeros de colegio, a Félix Paiva, Andrés Barbero, Eligio Ayala, Pastor Ibáñez.

         Estudiaba con ahínco y para sufragar sus gastos, trabajó como ordenanza y mandadero de un pequeño negocio de ramos generales en formación, Segura y Latorre. Almacén - Compras de cuero.

         Al poco tiempo, se hizo maestro y comenzó a enseñar en escuelas nocturnas. Daba clases particulares, y con tenacidad, capacidad e inteligencia prosiguió sus estudios. A la siesta con su amigo Pastor Ibáñez, comenzaron a practicar contabilidad, tema que le gustaba.

         El director del Colegio Nacional, don Fortunato Toranzos, recibió una nota dirigida por Eusebio Ayala, peticionando una beca ya que en los cursos anteriores, había obtenido la calificación de sobresaliente. Se accedió a dicha solicitud y se le otorgó la beca correspondiente.

         Conoció a Eligio Ayala, conversaba con él, intercambiaban libros, pero su amigo era Pastor Ibáñez, que tuvo una destacada actuación en la función pública. Fue contador general de la nación y director del Tesoro.

         En el año 1895, recibió su título de bachiller del Colegio Nacional y ese mismo año el de Perito Comercial. Estudiaba francés e inglés, todo quería saber.

         Ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, de la Universidad Nacional, obteniendo las mejores calificaciones.

         Su padre lo buscaba todos los domingos y Eusebio con toda la familia iban a la misa de la iglesia San Roque. Caminaban por el viejo mercado, aún estaban los burros, con los canastos de cueros vacíos, los filos de carro, sin los caballos. Pasaban por largos corredores, que se extendían, hasta el cuartel militar, de la época de López, toda la manzana de Méjico y 25 de Mayo, que ahora se encuentra el negocio de Víctor Martínez, el hotel de don Rodolfo Sabe y la casa de don Cueto, donde años después vivió el Mariscal Estigarribia, todo frente a la plaza de la Estación hoy Plaza Uruguaya o Estación San Francisco.

         La misa celebraba el obispo Hermenegildo Roa y Eusebio al final de la misa hablaba con Raimunda Roa, hermana del obispo y renombrada maestra de escuela.

         Años más tarde, fue profesor por concurso y fue catedrático en Sociología, Economía Política, Derecho Penal y Derecho Constitucional, y llegó a ser rector de la Universidad Nacional.

         Su tesis fue brillante, sobre el "Presupuesto Nacional".

         En los años de la presidencia de la República del ilustre general Juan B. Eguzquiza, un demócrata, colorado, ingresa Eusebio a ejercer por primera vez un cargo diplomático.

         El general Bernardino Caballero y el general Eguzquiza fueron dos estadistas del siglo pasado.

         Se comentaba entonces que el general Egusquiza tuvo que salir del Paraguay, durante la presidencia del general Francisco Solano López, ya que ambos cortejaban a una dama muy hermosa.

         Egusquiza en Buenos Aires con el general presidente Julio A. Roca, se enroló para la conquista del desierto, mereciendo elogios por su valor y temple. Terminada la guerra, vuelve al Paraguay y mantiene una cordial amistad, con sus correligionarios, siendo Caballero y Egusquiza presidentes de la República en distintos periodos.

         El doctor Eusebio Machaín, fue nombrado embajador y ministro plenipotenciario ante los gobiernos de Francia, Gran Bretaña y España. Machaín pide que el doctor Eusebio Ayala, sea nombrado secretario de la embajada, por sus méritos y que el concurso del mismo sería útil a su gestión.

         A mediados del año 1900, Eusebio viaja por primera vez a Europa como secretario del embajador, y asiste en las exequias de la Reina Victoria y la coronación de Su Majestad el Rey Eduardo VII.

         Ingresó al Palacio Real de Madrid a la coronación de Su Majestad el Rey Alfonso XII. Visita bibliotecas, museos, siguió cursillo sobre economía.

         Durante 3 años, de su estadía en Europa, obtiene un conocimiento general muy importante para su carrera.

         El presidente Egusquiza crea la guardia militar y en el año 1899, Eusebio cumple con el servicio militar.

         En el mismo año de 1899, muere su padre don Abdón Bordenave, y ese mismo año se afilia al Partido Liberal Radical, siendo propuesto por los doctores Gualberto Cardus Huerta, Félix Paiva y Manuel Franco.

         Durante la presidencia de don Emiliano González Navero, en el año 1909, ocupa por primera vez el cargo de ministro de Relaciones Exteriores. Dos años antes asiste a la Conferencia de La Haya, en 1907. Y en 1910, asiste a la conferencia donde se trata el tema de legislación monetaria internacional.

         Ese mismo año de 1910, el presidente, Manuel Gondra, lo nombra ministro de Relaciones Exteriores, cargo que no llega a ejercer por hallarse en el exterior.

         En el año 1912, en setiembre, el presidente Eduardo Schaerer, lo nombra ministro de Relaciones Exteriores, cargo que ocupa hasta abril de 1913. En ese ínterin se firma el protocolo Ayala - Mujica, que versa sobre los límites con Bolivia.

         Luego el presidente Schaerer, lo nombra ministro de Justicia e Instrucción Pública.

         En 1915, de vuelta al exterior, como presidente de la delegación paraguaya al Congreso Panamericano en EE.UU. En el año 1916, integra con don Juan B. Gaona y Gualberto Cardus Huerta, a la Conferencia de Alta Comisión Internacional de Legislación uniforme.

         Vuelve a ocupar el cargo de ministro de Relaciones Exteriores en el año 1918 bajo la presidencia de Manuel Franco. Y al fallecimiento del presidente en ejercicio, el vicepresidente José P. Montero, lo ratifica en el cargo de ministro de Relaciones Exteriores.

         Durante la segunda presidencia de Manuel Gondra, es senador nacional, pero anteriormente fue diputado presentando un proyecto sobre la ecología, la preservación de los animales silvestres.

         En uno de sus viajes a EE.UU. toma conocimiento de un grupo de menonitas, de religión cristiana, procedente de Rusia que tenían interés en radicarse en la Argentina. Eusebio aprovechó esa coincidencia a interesar al representante a asentarse los inmigrantes, en tierras del Chaco paraguayo. Esas ideas se fueron concretando con el Sr. Samuel Mac. Roberts.

         Eligio Ayala, con Manuel Gondra apoyaron la idea, continuaron las conversaciones que tuvieron éxitos.

         Fue dictado una ley del Congreso, asegurándole ciertas franquicias, todo de acuerdo a la Ley 154 del 26 de junio de 1926. Se había concretado el sueño de Fred Engen.

         Se transcribe la sesión del 12 de junio de 1921, página 367 de la Cámara de Senadores, que versa sobre franquicias para las colonias menonitas. Palabras históricas de Eusebio Ayala:

         "Voy a intervenir en este debate con el propósito principal de proporcionar al Senado algunos informes que he tenido oportunidad de recoger, no solo acerca de este proyecto sino también acerca de los que piden estas franquicias para venir a establecerse en el país.

         Hace aproximadamente un año, los menonitas enviaron a la América del Sur varias delegaciones con el objeto de estudiar las condiciones de estos países desde el punto de vista económico, social y político, a fin de resolverse por alguno de ellos, y, escogiéndolo, constituir en su territorio una segunda patria, o mejor dicho, una patria definitiva.

         El señor Manuel Gondra, entonces presidente electo de la República, tuvo oportunidad de conversar con el delegado financiero de los menonitas. Esta es una personalidad bien conocida en los círculos financieros de los Estados Unidos, el general Mc. Roberts de actuación descollante en la banca de aquel país. Ganó su rango de general actuando durante la guerra, no al frente de tropas sino encargándose de una de las empresas más colosales que se hayan conocido en la historia: el transporte de dos millones de hombres a través del océano, sembrado de submarinos enemigos.

         Los Estados Unidos que son nuestro modelo en materia constitucional, no tienen ningún escrúpulo en otorgar rango militar a personas que se distinguen en servicios civiles, y así ganó sus galones en esa gran expedición, el banquero ex presidente de la National City Bank, de Nueva York.

         Y hago esta referencia incidental para luego decir que hay muchos medios de acudir a la defensa común, como lo ha dicho el doctor Chaves: se defiende la patria no solo tomando las armas sino proveyendo de medios quizás tan indispensables y en ciertos casos más indispensables que el servicio personal de las armas.

         Y bien, señor presidente; el general Mc. Roberts vino a la América del Sur con el propósito de visitar cuatro países, entre los cuales no figuraba el Paraguay.

         El presidente Gondra tuvo varias conversaciones con el señor Mc. Roberts y lo invitó a venir a visitar el Paraguay. El no prometió nada, pero pocos días después de asumir el mando el señor Gondra, vino llegando inopinadamente a la Asunción. Entonces se enteró, por medio de agentes de los menonitas que habían recorrido las regiones del Chaco, de las condiciones que ofrece esa región para la colonización y conversó con el señor Presidente de la República. El señor Gondra alentó al general Mc. Roberts y le prometió auspiciar la inmigración menonita, conviniendo allanar dificultades. Después de esta conversación y con los informes recogidos sobre la faz económica, el general Mc. Roberts me manifestó la resolución que tenía de aconsejar a los menonitas la conveniencia de que vinieron a establecerse en el Paraguay.

         Y bien, esta es la historia de cómo pensaron los menonitas en el Paraguay. Después de la vuelta del señor Roberts, a los Estados Unidos salió de allá la primera delegación menonita que recorrió el Chaco y volvió a dar un informe favorable. Pero estos delegados representaban solo a los menonitas de los Estados Unidos. Otra delegación salió del Canadá haciendo el mismo viaje. Estudió las condiciones del suelo y en fin todo lo que pudiera interesar a los que se propusieran radicarse en forma definitiva en aquellas regiones. La impresión fue nuevamente favorable. En consecuencia los menonitas concretaron las franquicias que pedían. Este es el origen del proyecto en estudio.

         Ahora, después de haber hecho esta breve reseña, debo decir por qué razón, estoy mejor enterado del asunto que otros señores senadores: porque fui testigo de la conversación entre el presidente Gondra y el general Mc. Roberts y porque fui ministro del señor Gondra cuando se iniciaron las negociaciones.

         Los menonitas han fundado diversas colonias, como la de Paratodo, Loma Plata, Neuland, Filadelfia, entre otras, es un emporio de gran magnitud, en ningún momento hubo flaqueza, siempre voluntad, trabajo y orden. Pudieron obtener porque tuvieron fe, no dejaron de orar.

         Los gobiernos colorados, incluyendo la del presidente Stroessner, han dado su apoyo para que siga adelante en su afán de progreso.

         Hoy ya tenemos en el Chaco, dirigentes políticos, gobernadores, diputados hijos de menonitas. No estará lejos el día que uno de sus hijos llegue a la presidencia de la República.

 

 

 

CAPÍTULO III

 

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

 

         En los primeros meses del año 1920, don Manuel Gondra había aceptado su nominación para el cargo de presidente de la República. Se consagró luego la victoria de la fórmula de Gondra con Félix Paiva. Había optimismo y alegría en el pueblo. Era el caudillo indiscutido del liberalismo, hijo predilecto de la patria.

         Las fiestas del 15 de agosto de 1920, fue de algarabía y desborde del público, en todos los actos de la entrega del poder, de José Montero vicepresidente en ejercicio de la presidencia, por el fallecimiento del Dr. Manuel Franco.

         Desde tempranas horas, la multitud se conglomeraba sobre la calle Buenos Aires, desde Independencia Nacional hasta Colón. El carruaje, tirado por caballos negros, conducía a Manuel Gondra y millares de manos se agitaban, lanzando flores.

         El Dr. José P. Montero desde el Palacio de López fue al Congreso para hacer entrega de la banda presidencial. Más tarde el obispo Juan Sinforiano Bogarín oficia el Te-Deum en la Catedral Metropolitana. De allí se trasladó al Palacio de López a fin de presenciar el desfile militar y cuando iba en camino, en las calles Buenos Aires y 15 de Agosto, se asomó al balcón una anciana agitando sus manos con la bandera paraguaya: era la madre de Gondra, doña Natividad Pereira. El presidente hizo detener su carruaje, descendió y llegó hasta su madre, pidiéndole la bendición. Fue un momento muy emotivo.

         Rogelio Ibarra, hombre de confianza del presidente, fue nombrado Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Era joven, había sido diputado a los 25 años para posteriormente ser nombrado Presidente de la Cámara de Diputados.

         El cargo de Ministro de Hacienda fue nuevamente ofrecido a Eligio Ayala. En carta que se transcribe, original de Eligio Ayala a Manuel Gondra, con motivo de dicha confirmación recibió el apoyo y los deseos de éxitos reiterados del gran repúblico Manuel Gondra: "Siga usted, para sanear definitivamente la economía del Paraguay".      Como Ministro de Guerra y Marina, designó al coronel Adolfo Chirife, que sería protagonista un año después de una cruenta revolución, cuyo final fue su muerte y el triunfo del gobierno.

         El coronel Adolfo Chirife ingresó en la Escuela Militar de Chile, el 11 de mayo de 1897. En 1898, fue subteniente de Infantería del Ejército de Chile, llegando al grado de teniente en 1898. En 1904 fue enviado Alemania, donde ingresó en el 68 Regimiento de Coblenza. Regresó al país en el año 1908 y se le designó Comando de la III Zona Militar. Se retira en 1911, con la sublevación de Albino Jara y se encuentra entre los miembros militares de la revolución reivindicadora de 1912, con el coronel Escobar, entre otros.

         A principios del año 1921, había malestar en las filas del partido de gobierno. La influencia del expresidente Eduardo Schaerer, que no encontraba forma de desplazar al Ministro del Interior, doctor José P. Guggiari hizo que la situación fuera insostenible.

         Dentro de las Fuerzas Armadas, un grupo de militares encabezados por el propio Ministro de Guerra y Marina, coronel Adolfo Chirife y sus coroneles Mendoza y Rojas, comienzan a inmiscuirse en política, con el visto bueno del influyente doctor Schaerer.

         En un banquete en el casino de oficiales del Batallón Escolta en Puerto Sajonia, ofrecido por el Ministro del Interior, presente en dicho acto, acusándolo de "politiquero, débil e irrelevante", a lo que Guggiari contestó: "No, coronel, son fenómenos propios de la democracia, no habrá anarquía mientras ustedes los militares cumplan con su misión específica, no inmiscuyéndose en política y no desenvainen el sable, pero si lo hacen, entonces sí, no respondo de las consecuencias". Sobre la marcha dijo Chirife: "Yo personalmente mandaré ahorcar al oficial que se subleve. El obispo Juan Sinforiano Bogarín, asistente al banquete dijo a continuación: ..."y si el sublevado es usted, coronel? Sorprendido, Chirife dijo: "...Por favor, monseñor, eso no sucederá jamás".

         A fines de abril, el director de la Escuela Militar, Manlio Schenone y el jefe de la Guarnición de Paraguarí, coronel José Félix Estigarribia, se reúnen en Asunción ante las versiones de un golpe militar. Estos se juramentan a defender al gobierno legalmente constituido por determinación del Congreso Nacional.

         Al día siguiente, sin embargo, el Presidente Gondra es informado por su Ministro de Guerra y Marina que se han sublevado todas las fuerzas, incluyendo la zona militar de Concepción. Ante el informe de su ministro, el presidente Gondra, eleva su renuncia al Congreso Nacional, a fin de evitar derramamiento de sangre entre hermanos. Esta no es aceptada. Reitera el presidente que la misma es indeclinable.

         También presenta su renuncia el vicepresidente Félix Paiva. En la primera semana de noviembre, el Congreso en pleno se reúne ante la grave crisis producida por la renuncia del vicepresidente Paiva. Se pone a consideración y se hace la votación nominal: 35 congresistas votan por la aceptación y 17 votan por la no aceptación. El secretario dice: "Aceptada la renuncia del vicepresidente de la República, don Félix Paiva, corresponde ahora al Congreso designar al funcionario público que haya de ejercer la Presidencia Provisoria de la República.

         El congresista, Ernesto Velázquez dice que corresponde elegir al presidente y que propone que la votación sea como establecen los reglamentos, o sea nominal. Al procederse a la votación, se recogieron los siguientes votos:

         Votan por el señor senador doctor Eusebio Ayala los señores: Galeano, Riart, Benítez, Escobar, Díaz León, González, Appleyard, García, Velázquez, Abente Haedo, Sosa, Zubizarreta, Campos, Velázquez, (Ernesto), Velázquez (Eusebio), Burgos, Bajac, Díaz Escobar, Núñez, Chilavert, Ayala (Enrique), Peña, Varela, Ortellado, Ruiz, Montero, Gill, Brun, Valdovinos, Cardús Huerta, Balteyro, Cóppulo, y Solalinde.

         Por el señor senador doctor Francisco Chaves, votan los señores: Frutos, López Moreira, Ramírez, Zelada, Caballero, Nery Huerta, Patiño, Quaranta, Salomoni, Sánchez (Hipólito), Silvera y Silveira.

         Por el señor senador doctor Eduardo López Moreira los señores Chaves Francisco y Chaves Manuel.

         Por el señor senador Juan B. Benza, el doctor Eusebio Ayala. En Secretaría se halla el proyecto de decreto referente a la elección del doctor Eusebio Ayala como Presidente Provisorio de la República. Pido que se de lectura.

         Se lee:

         Habiendo sido aceptadas las renuncias presentadas por los señores don Manuel Gondra y doctor don Félix Paiva a la presidencia y vicepresidencia de la república:

         El Senado y Cámara de Diputados de la Nación paraguaya, reunidos en Congreso acuerdan:

         Art. 1º) Desígnese Presidente provisorio de la República al doctor don Eusebio Ayala.

         Art. 2°) El Poder Ejecutivo llamará a elecciones para Presidente y Vicepresidente de la República por el presente período constitucional.

         Art. 3°) Comuníquese al Poder Ejecutivo.

         Fue gravitante la intervención de Lisandro Díaz León, quien en el pasillo del Parlamento le dijo a Modesto Guggiari: "Le diría al coronel Chirife, lo que Cicerón en aquella memorable sesión del Palatino, recrimino a Catalina, cuando dijo:

         "¡Desgraciado!, ¿qué vida es la tuya? Te hablo ahora, no con el sentimiento de odio que te debo, sino con el sentimiento de piedad que no mereces. Acabas de entrar en el Senado. En una asamblea tan numerosa, en la que tienes amigos y parientes, ¿has visto que te salude alguien? Si no hay memoria de que nadie antes de que tú haya recibido semejante afrenta, ¿qué haces aquí? ¿Esperas que una votación confirme la sentencia que hace pesar sobre ti el silencio general? ¿Por qué, desde que llegaste, se han quedado vacíos los escaños que están a tu alrededor? ¿Por qué los consulares, cuya muerte has meditado repetidas veces, han dejado tan desierto y solitario ese sitio desde que tuviste la osadía de sentarte entre ellos? ¿Cómo puedes sufrir tamaña humillación? Seguramente que si mis esclavos me temieran a mí como te temen a ti todos tus conciudadanos, yo me creería obligado a abandonar mi casa; ¡y tú no piensas que debes abandonar Roma! Sí, aunque fuera injustamente, si yo inspirara tales sospechas, tantos aborrecimientos y tan vivos odios a mis conciudadanos, preferiría privarme de su presencia a encontrar por doquier sus miradas iracundas. Y tú, a quien la conciencia de tus crímenes debe convencerte de que es justo y merecido el odio universal, ¿cómo no huyes de los que sólo al verte se sienten ofendidos? Si los autores de tus días te aborrecieran y no te quedara la menor esperanza de perdón, creo que buscarías algún refugio donde no te persiguieran sus miradas; pues bien, la patria es nuestra madre común, y te teme, te odia, hace tiempo que te tiene por un parricida siempre ocupado en preparar su pérdida. ¿Y tú no respetarás su santa autoridad, no te someterás a su sentencia, no temerás a su venganza? Escucha, Catalina, su lenguaje mudo: oye lo que ella, sin hablar, te dice: "Desde hace muchos años, no se ha cometido un atentado sin ti, no se ha visto una infamia que no sea cosa tuya, no ha habido un crimen en que tu no intervinieras, sólo tú has podido, impunemente y sin obstáculo, degollar ciudadanos, saquear a los aliados y oprimirlos: Sólo tú has podido burlar las leyes y los tribunales: más todavía, tú los has violado, tú los has derribado y destruido".

         El honorable Lisandro Díaz León, dijo en aquel lejano 7 de noviembre de 1921, y fue lapidario para el influyente coronel Adolfo Chirife:

         "Sr. Díaz León - Señor presidente, pido la palabra.

         Pero, señor presidente, acabo de pronunciar las palabras ¡traición! ¡crimen!; y he prometido que mi palabra sería de acusación y de justicia. Debo, pues, de una vez denunciar y acusar a los culpables.

         Lejos de mi ánimo está incriminar al autor responsable de este golpe de estado, al aleve y desleal político que sin ninguna reflexión sobre las funestas consecuencias del ignominioso atentado, se ha lanzado a la triste aventura de turbar la paz de la república. Al fin, no tiene otro delito que el de ser un vulgar ambicioso: un caudillo logrero y violento, como otros tantos que han culminado en nuestra política. Su falta es la de carecer de toda noción cívica y su traición al partido que tuvo la desgracia de contarle en su seno, no interesa mayormente al Parlamento.

         En estos momentos debe preocupar a la representación nacional la revisión de otros valores, aquellos en quienes la confianza pública depositó la garantía de ser el respeto de las instituciones, la conservación del orden y el mantenimiento de los fueros de la Constitución Nacional. Me refiero, señor presidente, al ejército de la nación.

         Ese ejército que habiendo sido en la tragedia del 70 heroico y glorioso defensor del suelo patrio, esperábamos, anhelábamos con todas las vehemencias de nuestros sueños patrióticos, fuera en estos instantes de nuestra formación democrática, el baluarte de las libertades, el refugio de los derechos del pueblo.

         Ese ejército, señor presidente, que acaba de hacerse pasible del más ignominioso delito que puede imputarse a hombres que llevan uniforme de la patria. Ese ejército que debiendo ser modelo insuperable de lealtad y pundonor, está acusado ahora de traición en la persona de su más alto representante el coronel de la nación y ministro de Guerra y Marina.

         La palabra ¡traición! vibra como un estigma en el ambiente; y es el coronel Chirife a quien se acusa de felonía.

         Y cumpliendo con el deber que me he propuesto, con pruebas irrecusables en mi poder, acuso al coronel Chirife de traidor al Poder Ejecutivo cuya confianza gozaba, traidor al Congreso que le discerniera en mala hora su alta graduación, traidor a las instituciones cuya garantía era, traidor a la nación cuya seguridad representaba.

         La tremenda acusación que acabo de formular, señor presidente, debe ser recogida por este Congreso, porque el atentado implica el crimen de la dictadura, repudiada por la Constitución Nacional con la degradante pena de la infamia.

         El coronel Chirife, con su innegable participación en el movimiento sedicioso, al conspirar contra el orden constituido, al prestar el concurso del ejército para el derribamiento del Presidente de la República, ha dejado de hacerse digno de llevar la espada de coronel de la nación, trocada en sus manchadas manos en aleve y temible puñal, dispuesta a herir por las espaldas los derechos del pueblo".

         Siempre, Díaz León, mencionaba aquella frase de Víctor Riqueti, marqués de Mirabeau: "Si quieres lograr éxito en el mundo, mata tu conciencia".

         Estaba casado con Cristina Sanjurjo, apellido ilustre que nos recuerda al poeta José María Sanjurjo.

         En sesión extraordinaria, en el Congreso se toma el juramento:

         Sr. Presidente: Ahora corresponde que el señor senador electo Presidente Provisorio de la República pase a prestar el juramento constitucional.

         - Pasa el señor doctor Eusebio Ayala a prestar juramento.

         -Acto seguido, pronuncia el siguiente discurso:

         "Señores:

         Vuestro voto acaba de designarme para desempeñar la presidencia provisoria de la República. Es un honor muy grande, tanto por la investidura cívica, cuanto por el acto de confianza que importa de vuestra parte en estos momentos. Para responder debidamente a ese honor pondré toda mi voluntad al servicio de la nación y todo mi empeño para proseguir la obra truncada del ilustre ciudadano que hace poco más de un año fue electo Primer Magistrado de la República.

         Las circunstancias en que voy a asumir el cargo me imponen el deber de declarar que entiendo ejercerlo con vuestro apoyo y vuestra colaboración por el tiempo que sea estrictamente preciso para poner a la República en condición de elegir con amplias y eficaces garantías los funcionarios que han de llevar a cabo la obra constructiva de gobierno que reclama el país, ahora más que nunca.

         A más de esta tarea esencial y de momento, continuaré a la medida del tiempo y de las circunstancias, la ejecución del programa de gobierno formulado por el señor Gondra, de quien fui colaborador en el gabinete y en la legislatura".

         Eusebio Ayala, comienza a ejercer el mandato dado por el Congreso Nacional e integra su gabinete de la siguiente manera:

         - Ministro del Interior: Rogelio Ibarra;

         - Ministro de Hacienda: Eligio Ayala;

         - Relaciones Exteriores: Alejandro Arce;

         - Guerra y Marina: Coronel Manuel Rojas;

         - Justicia, Culto e Instrucción Pública: Elíseo da Rosa.

 

         Se vivían momentos difíciles. Momentáneamente se abortó la sublevación. A fines de mayo de 1922, se subleva el coronel Adolfo Chirife, jefe de la II Zona de Paraguarí, al ser reemplazado por el coronel Rojas. A Chirife se pliegan la zona IV Militar y Concepción. Los revolucionarios rodean prácticamente Asunción, llegan hasta Luque e inexplicablemente se demoran. El gobierno establece en la calle General Santos, al mando de tropas leales del coronel Manlio Schenone y José Félix Estigarribia. Fueron rechazados los insurrectos el 9 de junio de 1922 y los revolucionarios se pliegan hacia el sur, desde Yaguarón, Paraguarí, Caí Puente y Villarrica.

         Más tarde retroceden a Caaguazú, en zona de grandes montes y yerbales el jefe sublevado Adolfo Chirife se sintió enfermo y herido llegando en carreta a Tacurupucú, fallece en Ytaquiry y termina la revolución en 1923. Triunfante el gobierno de Ayala y el joven y destacado militar José Félix Estigarribia.

         Se transcribe el mensaje de Eusebio Ayala al Honorable Congreso de la Nación:

 

         HONORABLE CONGRESO DE LA NACIÓN:


         Tengo el honor de dirigir a V.H. el presente mensaje para dar una explicación de mi conducta en presencia de los tristes sucesos que han traído de nuevo el luto y la destrucción a nuestro castigado pueblo.

         Después del golpe de cuartel que determinó las renuncias del presidente Sr. Gondra y el vicepresidente Dr. Paiva, el Congreso me eligió presidente provisorio. Concurrieron para mi elección unánimemente los votos de las dos fracciones del Partido Liberal. En vista de esta circunstancia, desde la primera hora procuré mantener el equilibrio entre los grupos políticos que me apoyaban y luego me esforcé por avenirlos, a fin de establecer entre ellos, a lo menos, una base de inteligencia. Mis empeños tropezaron con dificultades insalvables. Durante los meses del receso legislativo pudo mantenerse sin embargo, el "statu-quo", aprovechando el P.E., esta paz, si bien precaria, para hacer una vigorosa obra administrativa a la vez que para planear un vasto programa de futura labor. Era esta una invitación al olvido de las querellas mezquinas en homenaje a los grandes intereses de la nación. Desgraciadamente la lucha interna que quebrantaba el partido gobernante no se aplacó ni un momento. En tales circunstancias, se presentó un proyecto de convocatoria a elecciones de presidente y vice de la república.

         Habiendo sido llamado a la presidencia como medio de evitar la disrupción del partido gobernante y su consecuencia la guerra civil, no podía cumplir moralmente mi mandato si no oponía mi más firme voluntad a las elecciones, que en el ambiente que entonces reinaba no podía conducir a otra cosa que a una terrible anarquía. Me afané por convencer a los bandos la necesidad de no llamar a elecciones antes de resolver el problema partidario. Ofrecí espontáneamente mi renuncia para que otro hombre más capaz que yo, intentara de nuevo lo que yo no había conseguido. Al obrar así no me guiaba un propósito partidario. No defendía solamente la unidad de mi partido, sino sobre todo la paz de la República.

         La situación era en extremo grave. Uno de los bandos del partido tenía en sus manos todos los resortes de fuerza de que la autoridad tiene derecho a disponer. Las elecciones no podían ser así otra cosa que el epílogo quizá sangriento del 29 de octubre. Rehusé del fondo de mi alma servir de instrumento para consagrar el triunfo de la fuerza. A pesar de mis instancias, la convocatoria fue votada. No se podía dudar honradamente de lo que iban a significar las elecciones. Allí están las cálidas y videntes palabras del senador Cardús Huerta, como expresión genuina de la conciencia patriótica en aquella hora. Allí está la insurrección en armas, testimonio irrefutable de que el país no se halla en condiciones de ejercitar el acto democrático del sufragio.

         Sancionada la convocatoria a elecciones por el Congreso, resolví oponerle el veto del P.E. por razones políticas y además por las razones legales que constan en el mensaje. Tengo absoluta convicción de haber obrado dentro de la órbita de las facultades constitucionales del presidente provisorio; ninguna sutileza podrá jamás demostrar lo contrario. Tengo igualmente el hondo sentimiento de haber obrado con la entereza y conciencia del deber que exigían las circunstancias. Después de enviar el mensaje del veto al Congreso, volví a llamar a los representantes de las dos fracciones liberales y a ofrecerles de nuevo mi dimisión, toda vez que llegaren a convenir un medio de resolver la crisis. Las conferencias tampoco dieron resultado.

         Entretanto la máquina de la subversión, de antemano preparada, entraba en movimiento. Dos jefes de zonas militares desobedecieron órdenes del P.E. proponiendo tratar con el ministro de Guerra la solución del conflicto político. Esta actitud era insólita y revelaba la complicidad entre militares y miembros del Congreso. ¿Cuál era la causa de tal actitud? el veto del P.E., dijeron. Comprendí que la oposición al veto no era más que un pretexto para encubrir un nuevo y tremendo atentado contra el orden institucional; pero con todo y empeñado en evitar una vergüenza al país, retiré el mensaje del veto, suprimiendo hasta ese nuevo pretexto a la insubordinación militar patrocinada por ciertos políticos.

         El retiro del veto, sin embargo, no podía aplicar a quienes estaban decididos a atropellar las barreras legales para adueñarse del poder. La insurrección se mantuvo en pie y los jefes declararon que el movimiento era contra mi persona como magistrado. Y, las huestes sediciosas marcharon en son de guerra contra la capital de la República, arrastrando en pos cuanto elemento maleante quiso plegarse a su marcha triunfal. Fue entonces que, ante el peligro de un ataque a la ciudad y resuelto a cualquier sacrificio para impedirlo, manifesté mi decisión de dimitir al cargo para que el Congreso designara un ciudadano en mi reemplazo para evitar los males que amenazaban a la República.

         Una única condición puse a mi retiro, la formación de un gobierno que no siendo la consagración de la violencia, fuera garantía para todos los partidos y todos los intereses legítimos.

         Al cabo de inútiles tentativas, en que como presidente estuve dispuesto a las mayores concesiones en pro de la paz, la insurrección atacó la ciudad, y después de ser rechazada, ha continuado ensangrentando y destruyendo el país, sin ninguna esperanza de éxito.

         V.H. comprende que en tales condiciones las elecciones no podían efectuarse en la fecha indicada y llegue el día en que debió efectuarse la transmisión del poder, sin haberse podido cumplir la decisión legislativa.

         Mi mandato es de origen parlamentario. Su duración está subordinada a la elección de un nuevo mandatario en comicios. Pero aún, así declaro ante el país que ninguna consideración que toca a mi persona, ha de ser obstáculo para volver al pueblo su tranquilidad bajo la égida de un gobierno de orden.

         Nuestra responsabilidad es grande. No se diga de nosotros, ni hoy ni después, que fallamos en el empeño de dar a los habitantes de esta tierra siquiera la paz que tanto necesitan.

         Dios guarde a V.H.".

 

         A fines de diciembre de 1922, el Poder Ejecutivo de la Nación convoca a elecciones para elegir representantes del Congreso Nacional que desempeñarán su mandato en el período que comprende desde 1923 a 1927.

         Los primeros días de abril de 1923, el Congreso acepta la renuncia del doctor Eusebio Ayala.

         Prestaban juramento el presidente Eligio Ayala y el vicepresidente Emiliano González Navero. Termina así la primera presidencia de Eusebio. El país se encaminaba en busca de orden y progreso, que vendría más tarde con las presidencias de Eligio Ayala y José P Guggiari.

         Colabora estrechamente con el presidente Eligio Ayala (1924-1928) y con el ministro de Guerra y Marina Luis A. Riart.

         He aquí, su obra en esos años:

 


         RESUMENES DE CONTRATOS FIRMADOS POR EL DOCTOR EUSEBIO AYALA, EL DOCTOR VENANCIO B. GALEANO Y EL GENERAL DON MANLIO SCHENONI L.


         a) Contrato suscrito en marzo de 1926 por el doctor Eusebio Ayala, ministro del Paraguay en Washington y el gobierno español para la fabricación, por la Fábrica Nacional de Oviedo, de los siguientes fusiles y carabinas:    

         8.463 fusiles máuser en 1.481.025 pesetas, equivalente a U$S 245.614; 1.900 carabinas en 332.500 pesetas, equivalente a: U$S 55.142. Total: U$S 300.756

         b) Contrato suscrito el 18 de agosto de 1926 por el Encargado de Negocios del Paraguay en Londres, doctor Venancio B. Galeano con la Sociedad "Danskre Kylriffel Syndicat", de Copenagüe, para la fabricación de fusiles ametralladoras Madsen y su Cahier de Charges para la fabricación y recepción. Por este contrato se adquirió lo siguiente: 176 fusiles ametrall. Madsen en 47.775.15.01 libras esterlinas equivalente a U$S 238.875, repuestos complementarios contratados el 15 de setiembre de 1926 por valor de £ 305.08.01 equivalente a U$S 1.525

 

         CONTRATO DIRECTAMENTE POR EL GENERAL DON MANLIO SCHENONI L.

 

         Contrato N° 1. Suscrito con la "Fábrica de Armas de Guerra Herstal" de Lieja (Bélgica) el 25 de febrero de 1927. Por este contrato se adquirió lo siguiente:

         304 pistolas sistema Browning y 25.000 cartuchos para las mismas en 752.16.8 £ que al cambio de 4.84 equivale a U$S 3.655.60

         Contrato N° 2. Suscrito con la misma fábrica el 25 de febrero de 1927. Se adquirió lo siguiente:

         10.860 yataganes en 6.717.10.10 £ que al cambio de 4.85 da la suma de 32.581.

         Contrato N° 3. Suscrito con la Maison Landeusse (Bruselas) el 25 de febrero de 1927. Se adquirió lo siguiente:

         500 sables para caballería en 612.3.7 £ (cambio 4.84), igual a 2.970.

         Contrato N° 4. Suscrito el 25 de febrero de 1927 con la Casa N.V. Nederslanchen Instrumenten Compagnie (La Haya, Holanda). A entregar en un plazo de diez meses:

         56 telémetros diversos y 11 reglas rectificadoras y accesorios, C.I.F. Buenos Aires, en 5.949.2.3 £ (cambio 4,85) equivalente a28.853

         Contrato N° 5, Suscrito el 25 de febrero de 1927 con la Fábrica Colt's Patent Fire Arms UFG. Connecticut, Hartford (Estados Unidos de América).

         Se adquirió lo siguiente:

         32 ametralladoras pesadas Colt con sus accesorios completos en 7.295.7.8 libras esterlinas (cambio 4.85) igual a 35.386.

         Contrato N° 6. Suscrito el 22 de marzo de 1927 con la Fábrica Herstal de Lieja, 50 días para entregar:

         2.5000.000 cartuchos de máuser con cargadores.

         2.500.000 cartuchos sin cargadores en 31.992.5.6 £ (cambio 4.85.55) igual a 155.000

         No se pudo conseguir pólvora de la Fábrica de Bofors de Suecia por tener un gran contrato de proyectiles con Turquía. Se empleó pólvora Coulille de Bélgica.  

         Contrato N° 7. Suscrito el 20 de abril de 1927 con la Casa Schneider y Cía. de Francia. A entregar en dos años. C.I.F. Buenos Aires.

         24 cañones de montaña calibre 75 mm., 8 obuses calibre 105 mm. 9.800 proyectiles para ambos calibres y accesorios completos en 135.862.1.4 libras esterlinas, cambio 4.85.58 equivalente a 659.780.

         Contrato N° 8. Suscrito con la Casa Svenska Metallverken (Vásteras) Suecia, el 5 de julio de 1927. A entregar en tres meses de plazo.

         1.000.000 de proyectiles de fogueo en 4.493.7.8 £ (cambio 4.85.50) igual a 24.000

         Contrato N° 9. Suscrito el 10 de diciembre de 1927 con la Casa Societé Lorraine - París (Francia).

         16 motores Lorraine de 450 C.F. para 14 aviones C.U. colocado en fábrica en 2.551.617.55 francos a 20.499.15 £, igual también a 100.063.40

         Contrato N° 10. Suscrito el 20 de diciembre de 1927 con la Casa Charles Leonard Pelabón (Atelier des Mureaux).

         7 aviones Wibault de caza todo metálico incluso repuestos en 1.815.272 francos igual a 14.587.17.4 £, que al cambio de 4.88.11 alcanza la suma de 71.216.66

         Fletes y seguros: 65.097 francos igual a 2.552.60

         Contrato N° 11. Suscrito el 27 de diciembre de 1927 con la Maison Vandeusse. A entregar el 15 de marzo de 1928 C.I.F. (colocado). Buenos Aires.

         300 sables para oficiales en 328.7.2 £ (cambio 4.85.25) igual a 1.605.

         Esto se pagó con los intereses del dinero depositado en los bancos.

         Contrato N° 12. Suscrito el 10 de enero de 1928 con la "Societé des Aeroplanes Henri Potez", a entregar el 22 de marzo de 1929.

         7 aviones Potez (de gran radio) incluso repuestos en 1.482.326 francos igual a 11.930.6.2 libras esterlinas que al cambio de 4.87.75 francos equivale a 58.130.40.

         Fletes 2 aviones 24.597.75 francos igual a 963

         Fletes 4 aviones 36.300 francos igual a 1.460

         Contrato N° 13. Suscrito el 7 de febrero de 1928 con la Casa C. pose Aktiengersellschft. Para adquirir los siguientes artículos:

         1.000 monturas para caballería en 10.579.19.0 £ igual a 51.500

         107 gruesas tafiletes para gorra en 1.872.54 marcos (cambio 4.20) igual a 438,70.

         107 gruesas de viseras en 4.741.17 marcos igual a 323.01 £, a la vez a 1.128,85

         6 monturas completas para oficiales a 76.20 dólares cada una igual a 457,20.

         1 montura completa con chachara: 94.05

         Gastos de control: 94.05.

         Contrato N° 14. Suscrito el 10 de febrero de 1928 con la Casa G. Knoches (Ascherslefen).

         1.000 mantas de lana para caballería a 3.35 dólares cada una = 3.350.

         3.700 mantas de lana para tropa a 2.30 dólares cada una = 8.510.

         El total de las mantas costó: 2.434.17.6 £.

         Contrato N° 15. Suscrito el 11 de febrero de 1928 con Welerei Zschweigert. Por las siguientes mercaderías:

         83.200 mts. brin kaki a 0.3015 dólares el metro: 25.084.80

         14.060 mts. brin azul a 0.30.15 dólares el metro: 4.239.09

         6.690 mts. brin blanco a 0.28.55 dólares el metro: 1.906.65

         79.490 mts. de cretona a 0.16.2 el metro: 12.887.38.

         24.000 mts. de lienzo para mosquitero a 0.11 dólares el metro: 2.640.

         El 17 de marzo de 1928 se adquirió lo siguiente:

         670,30 mts. brin kaki especial a 0.38 dólares el metro: 254.71.

         Excedente adquirido el 4 de junio de 1928.

         1.569,20 mts. brin kaki a 0.30.15 dól. el metro 473.11

         218,70 mts. brin azul a 0.30.15 dól. el metro: 65.94

         70,40 mts. brin blanco a 0.28.05 dól. el metro: 20.06

         718,90 mts. lienzo a 0.162 dól. el metro: 116.46

         504,30 mts. lienzo para mosquitero a 0.11 dól. el metro: 55.47.

         Contrato N° 16. Suscrito el 11 de febrero de 1928 con la Fábrica Telefunken:

         7 estaciones radiotelegráficas para aviones a 1.800 dólares cada una 11.970.

         7 estaciones radiotelegráficas semi transportables a 1.331,17 dólares cada una igual a 9.318

         Contrato N° 17. Suscrito el 17 de febrero de 1928 con Schelesische Textilwerke por:

         14.800 toallas para tropa a 0.240 dólares c/ una: 3.670,40

         Excedente de estas toallas: 83.47

         Contrato N° 18. Suscrito el 23 de marzo de 1928 con M. Steinbach Melsungen (Alemania). Se adquirió lo siguiente:

         3.000 metros paños para capote de tropa a 10.98 marcos el metro, el total costó 32.940 marcos.

         El 7 de julio de 1928 se compró 330.20 metros de excedente en 3.625.59 marcos. El cambio se realizó a razón de 4.20 marcos por cada dólar. Por lo tanto, el total alcanzó a: 9.040.

         Contrato N° 19. Suscrito el 25 de abril de 1928 con M. Alphonse Robert por 25 paracaídas para aviadores a 3.400 francos cada uno, el importe total alcanzó a 85.000 francos igual a 683.0.3 £.

         El 14 de setiembre de 1928 se pagó por fletes y seguros 1.381.10 francos.

         El total alcanzó a: 3.387.

         Contrato N° 20. Suscrito el 16 de junio de 1928 con la Casa Danskre Kilriffel Syndikat de Copenhague (Dinamarca). A entregar en seis meses por

         22 ametralladoras Madsen para aviones y sus accesorios en 5.850.0.2 £ (cambio 4,88), alcanzando el importe total a: 28.549

         El 15 de setiembre de 1928 se adquirió:

         Piezas complementarias para las mismas en: 1.806.79

         7 sincronizadores para aviones de caza en: 238.

         Contrato N° 21. Suscrito el 27 de junio de 1928 con la Societé Optique et Precision de Levallois Percetpres, París, por:

         5 ametralladoras fotográficas para aviones en 154.7.2 £ (cambio 4.88) igual a: 775.

         Contrato N° 22. Suscrito el 5 de julio de 1928 con la casa "La Intergrater Aparte G.M.V H.A." a entrega en cuatro meses de plazo por:

         Materiales para fotografías aéreas puestas en Amberes en 1.305.9.2 £, igual (cambio 4.87): 6.359.89

         El 8 de diciembre de 1928 se adquirió materiales complementarios para los mismos en: 692.65

         El 8 de febrero de 1929 se pagó por fletes a Asunción 77.1.0 libras esterlinas y por seguros hasta Asunción la suma de 274.90 marcos igual a 11.2.4 £, todo alcanzó a: 490

         Contrato N° 23. Suscrito el 7 de agosto de 1928 con la Fábrica Herstal de Lieja C.I.F. Amberes.

         2.500.000 cartuchos de máuser con cargadores a 26,80 el millar, el total alcanzó a: 67.000

         2.500.000 cartuchos sin cargadores a 25,40 dólares el millar, igual a: 63.500

         A entregar en 4 meses. El 27 de diciembre de 1928 se pagó por transportes y seguros hasta Asunción la suma de: 7.000

         Este cargamento fue detenido en Buenos Aires por orden del presidente Irigoyen alegando la neutralidad frente al incidente de Vanguardia con Bolivia. Se tuvo que pagar el importe del almacenaje que alcanzó hasta el 27 de marzo la suma de: 1.053.24

         Contrato Nº 24. Suscrito el 3 de setiembre de 1928 con la Societé Aeroplanes Morane Saulnier. Entregado en la fábrica.

         3 aviones de escuela, motores y piezas de cambio en 381.371.70 francos equivalentes a: 15.000

         Contrato N° 25. Suscrito el 4 de octubre de 1928 con la N.N Nederlanasche Instrumenten Compagnie (La Haya) C.I.F. Buenos Aires. A entregar en 3 meses de plazo. Aparatos para fotografía aérea por valor de: 3.775.

         Contrato N° 26. Suscrito el 18 de diciembre de 1928 con G. Kenchi (Ascherschlen) Fob. Hamburgo. Entregado el 18 de enero de 1929.

         12 mantas de lona para 12 atalajes de ametralladoras a 3.78 dólares cada una: 54,20

         12 atalajes para ametralladoras pesadas a 45.50 dólares cada una: 546

         Contrato N° 27. Suscrito el 19 de diciembre de 1928 con Carlos Pose A.G. Se entregó un mes después por:

         12 atalajes, para transporte de 12 telémetros de artillería a 35.75 dólares cada uno: 429

         Fletes hasta Montevideo: 18,65

         Seguro hasta Asunción: 4,35

         Contrato N° 28. Suscrito el 19 de diciembre de 1928 con C. Pose A.G. C.I.F. Hamburgo por:

         96 atalajes (32 juegos) para transporte de ametralladoras pesadas a 252 dólares el juego: 8.064

         Recibido el 22 de marzo de 1929.

         Contrato N° 29. Suscrito el 19 de diciembre de 1928 con Val. Mehler A.G. (Falda de Alemania).

         Entregado el 1° de marzo de 1929. C.I.F. Buenos Aires.

         2.000 carpas individuales para tropa a 3.50 cada una, el total igual a: 7.000

         Contrato N° 30. Suscrito el 19 de diciembre de 1928 con Val. Mehler A.G. recibido el 1° de marzo de 1929 C.I.F. Buenos Aires por:

         2.000 camas individuales de campaña a 7.40 dólares cada una. El total alcanza a: 14.800.

         Contrato N° 31. Suscrito el 23 de enero de 1929 con Ed. Sommerfeld (Berlín) por:

         10.000 caramañolas de 1.500 gramos con tapa de corcho a 2.14 marcos cada una igual a 21.400 marcos, que al cambio de 4.20 alcanza el importe total: 5.095.

         Contrato N° 32. Suscrito el 22 de enero de 1929 con C. Pose A.G. (Berlín). A entregar en cuatro semanas:

         10.000 fundas para caramañolas, con correas, a 2.05 marcos cada una igual 20.500 marcos (cambio 4,20): 5.100

         Contrato N° 33. Suscrito el 10 de febrero de 1929 con la casa "Etablissements Gaumont" (París) por:

         Materiales para fotografías en 42.892.41 francos, igual a: 1.680".

         Estas gestiones de Eusebio Ayala continúan durante la presidencia del doctor José P. Guggiari.

        

 

 

 

CAPÍTULO IV

 

EMBAJADOR Y SUS CONFERENCIAS

 

         A comienzos del año 1927, en el Fortín Sorpresa, fue alevosamente asesinado el teniente Adolfo Rojas Silva y ocupado dicho fortín. Fue arriada la bandera paraguaya e izada la verde, amarilla y roja de la República de Bolivia. En medio de su estado de patriotismo enfervorizado, entonaron el himno y arengó su jefe, que los cóndores bolivianos llegarán al río Paraguay. Caído en el suelo Rojas Silva, era mudo testigo del peligro que desde ese día sufriría nuestra patria.

         El pueblo paraguayo salió a las calles y pidió al presidente Guggiari, venganza y guerra. El comandante del regimiento paraguayo, destacado en el Chaco, era el mayor Rafael Franco y en el amanecer del 5 de diciembre de 1928 se presentó un parlamentario paraguayo e hizo entrega al jefe boliviano, destacado en Vanguardia, del siguiente ultimátum: "Sabedores los paraguayos de que ustedes han ocupado territorio nuestro, les damos diez minutos de términos para esperarnos con los pabellones arriados a cien metros al sur del cuartel, caso contrario romperemos fuego".

         Al regresar el jefe paraguayo a la base, fue recibido por las tropas, con "Viva el Paraguay", "Viva el mayor Rafael Franco". Pasados los diez minutos fue retomado el Fortín Vanguardia, izada la bandera paraguaya y tomado un centenar de prisioneros. El gobierno de Bolivia dio un comunicado y decía que Vanguardia fue incendiada y arrasada por tropa paraguaya. La agresión, a criterio de Bolivia, "es grave y compromete el honor y la soberanía de Bolivia".

         El comando de la IV División, en represalia tomó el Fortín Boquerón. Bolivia no esperaba del gobierno de Guggiari hecho semejante. Causó desconcierto, angustia, zozobra y estupor en el gobierno, Estado Mayor y la élite de intelectuales, militares y francistas de La Paz.

         Las relaciones diplomáticas fueron rotas. Los embajadores regresaron a sus respectivos países. La movilización general fue organizada, tanto en La Paz como en Asunción.

         En dichas ciudades, a los gritos de "a la guerra", se preparaba el apocalipsis, estaban listos los 7 jinetes para tirar balas y cañonazos, en la tranquila selva chaqueña. Vanguardia fue el clarín que anunciaba la guerra, de ahí Paraguay y Bolivia se prepararon; era ineludible, como un destino trágico y marcado.

         Tal vez los bolivianos no iniciaron en ese momento la guerra, porque no tenían caminos y accesos para llegar al frente. Paraguay le debe a esta determinación mucho. De ahí, en adelante, el presidente Guggiari, el ministro de Guerra y Marina Dr. Raúl Casal Ribeiro y el comandante Estigarribia tenían que hacer los últimos aprestos para la guerra.

         El presidente Guggiari, debía elegir a su mejor diplomático, capacitado, oportuno y de experiencia, había que elegir un embajador ante el gobierno de EE.UU. Se le ofrece el cargo a Eusebio Ayala, éste acepta y se prepara para la difícil misión.

         Tiene que vender su auto para sufragar los gastos. Cumple con éxito y vuelve a Asunción en el año 1931. En dicho tiempo, da una conferencia en el teatro Granados, el 30 de marzo de 1932; y dice Eusebio Ayala: "La Convención del Partido Liberal me eligió candidato por una pequeña mayoría. La opinión de nuestra gran asociación se dividió en sus preferencias, diremos, en dos partes iguales.

         El desplazamiento de unos pocos votos hubiera dado lugar a otra solución. La primera vez que hube de responder a un llamado de los amigos, manifesté que solamente una decisión manifiesta del partido en mi favor me determinaría a aceptar la candidatura. En el curso de los trabajos políticos tuve la impresión de que existía una fuerte inclinación hacia mi nombre y autoricé la campaña partidaria para la proclamación.

         El resultado de la votación no fue el que yo esperaba, lo digo francamente, pero no me ha causado ningún sentimiento de decepción. No me creo de ningún modo disminuido por la pequeñez de la mayoría; no he pretendido nunca representar ni arrastrar la unanimidad del partido, ni menos del país. He sido y soy un hombre discutido, a Dios gracias, y espero continuar siéndolo: Sólo el hombre que no tiene ideas o las calla, sólo el hombre que no realiza actos, puede escapar a la discusión. Pero de tales hombres se dirá y, con razón, que son de mentalidad inferior o abúlicos. A esa clase de acusación es preferible la crítica.

 

         UNA GRAN CORRIENTE PARTIDARIA

 

         ¿Por qué he hablado de que necesitaba una gran corriente partidaria a mi favor para decidirme? Voy a decirlo: porque la suerte del gobierno y del país -cabe agregar- dependen de la unidad del Partido Liberal, y no seré yo quien la quebrante. No seré jamás un factor de división, de fraccionamiento. No lo he sido hasta ahora. He sufrido bastante injusticias, he sido mal comprendido, mal juzgado, se me ha atribuido, en veces, intenciones aviesas, se me ha trabado en acciones encaminadas al bien común. Nadie puede decir que me hubiese dado por agraviado; nadie puede decir que hubiese tratado de violentar los resortes partidarios y menos los resortes legales; nadie puede decir que hubiese ejercido represalias o venganzas contra los detractores más empedernidos e injustos; nadie dirá que he hostilizado o negado mi concurso a los hombres cargados de responsabilidad. He sido colaborador de todos los gobiernos liberales, en el Gabinete, en el Parlamento o fuera de toda función política, con la lealtad de mi corazón, con el entusiasmo de mi fe, con la energía de mi voluntad. Los golpes que he recibido no los he devuelto, no por ignorancia del arte de golpear, ni por resignación cristiana, sino por espíritu partidario y en, cierto grado, nacional, y también porque -la verdad sea dicha- tales golpes no han alcanzado a hacerme daño, ni han turbado siquiera la serenidad de mi alma.

         Entiendo que nos asociamos para un fin elevado, no para ganar puestos o consideraciones, preeminencias o ventajas personales. Creo tener el sentido de la asociación en un alto grado, y ayer, hoy y mañana, nunca me ha de ser difícil ni penoso plegarme ante la voluntad de los más o ante la superioridad de los más capaces.

 

         LA IGUALDAD DE VOTOS CON EL DR. RIART

 

         No me he sentido disminuido por el margen minúsculo de la votación, porque mi rival es una persona de talla partidaria y nacional y de ninguna manera me creo superior a él, y la igualdad de votos es una consagración que satisface ampliamente mi amor propio. Si el doctor Riart hubiera obtenido más sufragios que yo, mi satisfacción no fuera en este momento menos completa. No me hubiera extrañado, ni sorprendido. Cuando supe ya en los últimos días previos a la Convención que mi contrincante era el doctor Riart, ya no tuve temor alguno a una escisión partidaria. Antes bien, pensé que la lucha interna en un plano democrático, tendrá todo el valor de una experiencia saludable, sería la demostración ante la opinión del país y ante el concepto del extranjero de que nuestra cultura política y especialmente partidaria ha avanzado más de lo que algunos suponen. Hemos llevado a la práctica un acto de inmensa trascendencia, que por sí solo constituye un motivo de orgullo para los que hemos participado en su realización.

         Voy a referiros una pequeña anécdota. Después de la Convención del 17 de enero y de la proclamación de mi nombre, me encontré en París con una personalidad que conozco de tiempo atrás. Me felicitó por el triunfo y me dijo: "Por lo visto Ud. tenía todas las cuerdas en la mano. ¿Tuvo Ud. algún competidor? Sí, le respondí: el ministro de Guerra".

         Mi amigo mostró gran sorpresa: "Cómo así! ¿En el Paraguay, un ministro de Guerra pierde una elección? Yo conozco muchos países en que el ministro de Guerra jamás pierde nada, ni elección, ni interpelación: la voluntad del hombre que tiene esa función es en verdad omnímoda".

 

         LA LUCHA DE LA CONVENCIÓN, INDICE ALENTADOR

 

         Podéis imaginar lo que habla en favor nuestro la elección del 17 de enero. Nos ha puesto sencillamente en la clase de los pueblos civilizados, poseedores de instituciones políticas auténticas, sin esas parodias que encubren bajo un velo tenue de legalidad vicios hondos o estigmas de barbarie. El republicanismo, la democracia se realizan, no cuando se inscriben en los códigos, sino cuando se incorporan a las costumbres.

         Mi espíritu ha salido reconfortado de la lucha, que ha sido más bien -quiero pensarlo- una emulación por el bien; tengo hoy, más que ayer, fe en la posibilidad de desarrollar una tarea útil por el progreso de la República. La voluntad del Partido no se ha quebrado; su ideología no se ha dispersado. Al contrario, el partido ha dado pruebas de que es capaz de deliberar, de confrontar hechos y personas, sin debilitarse, sin amenguar su capacidad para la acción.

         Hace cuatro años, el Paraguay ofreció un espectáculo singular y novedoso. Los dos partidos principales se lanzaron a la lucha presidencial con sus candidatos y sus programas. Tengo para mí que el Sr. Eduardo Fleitas prestó un gran servicio a la democracia paraguaya cuando dio su nombre como bandera de la oposición colorada. La historia hablará bien de este ciudadano, arrancado hace poco al afecto de sus amigos, así como de su gesto de civismo ejemplar.

         En enero, el Partido Liberal ha dado otro paso, quizá de más alcance. La tradición de las unanimidades se ha roto, tradición poco compatible con el régimen de una democracia verdaderamente libre. Hemos de hablar con sinceridad. No en todas las ocasiones, el voto liberal se ha reunido en un solo haz por gravitación espontánea. Se han realizado esfuerzos, siempre, para evitar la dispersión de los sufragios, por miedo a una escisión. En esta última oportunidad también nuestros espíritus no se libraron de vagos temores. Será una honra para el partido haber pasado el Rubicón, sin daño para la causa que está en todos nuestros corazones.

 

         LA ACTITUD DEL EJÉRCITO Y LOS PROFETAS LUGUBRES

 

         No faltaron augurios de mala ventura. No faltaron profetas lúgubres. Se ha querido mezclar en la pugna electoral hasta el nombre respetable del ejército, guardián silencioso de las instituciones y del honor patrio. Los vaticinios no se cumplieron y el ejército paraguayo ha sido lavado de sospechas infamantes, por virtud de su propia conducta. Los ciudadanos que visten el uniforme glorioso de oficiales han tenido simpatías, seguramente, en uno o en otro sentido: es su derecho y más aún su deber, escritos en la Constitución misma. Pero la neutralidad de las fuerzas armadas como tales no ha sufrido, sino por el contrarío, se ha confirmado y probado para confusión de los calumniadores.

         He aquí constataciones de hechos que no pueden menor que llenar de legítima complacencia los espíritus que creen en la eficacia del liberalismo. Cada vez que se falsea un rodaje del delicado organismo del gobierno popular, se abre la puerta a esos tenebrosos enemigos que se llaman la anarquía y la violencia. No hay sistema político y social más seguro que el que se funda sobre la libertad. No hay gobierno más fuerte que aquel cuyas raíces se hunden en la opinión. Estas verdades son elementales y están en la conciencia; pero las pasiones oscurecen las conciencias y ciegan las inteligencias. Es así como los axiomas del buen sentido tardan tanto en convertirse en reglas de la política.

         Creo que la democracia paraguaya ha recorrido los tramos más peligrosos de su ruta hacia la plenitud. Avancemos siempre en pos de aspiraciones superiores. El camino es largo; se perfila en una trayectoria infinita. No debemos ser impacientes, porque el progreso es lento, ni acobardarnos ante los obstáculos que se multiplican.

 

         NO ES CONCEBIBLE EL CESIONISMO

 

         Tenemos delante de nosotros algunos problemas graves. En primer término, la cuestión de límites con Bolivia. En otra ocasión la abordaré en su sustancia y derivaciones. Hoy me limitaré a puntos que se relacionan con la política partidaria e interpartidaria.

         ¿Es concebible que haya dos políticas en este asunto? ¿Es concebible que haya cesionismo o derrotismo deliberados?

         No hay ni puede haber más que una política, la de la defensa integral de nuestros derechos. No hay, no puede haber paraguayos cesionistas. Contra mí se han lanzado especies absurdas. Se me quiere atribuir pensamientos que están desmentidos por mis palabras y sobre todo por mis actos.

         Es lamentable que en esta etapa de nuestra evolución cultural se esgrima todavía el arma de la calumnia contra los hombres públicos. Pienso que esos retardatarios de la política tienen el amor a la patria en sus pechos, pero no saben medir las consecuencias de sus actos. Tal vez crean sinceramente servir una noble causa, cuando en realidad la dañan. Debilitar nuestra contextura moral es hacer el juego del adversario. La invasión del Chaco es el efecto de nuestras contiendas anárquicas. Las revueltas costaron no solamente sangre, lágrimas y destrucción de riquezas; abrieron también el camino de la penetración a nuestro territorio. Aun no repuestos de la guerra civil, tuvimos que afrontar la amenaza internacional agravada durante la contienda. La penetración se ha detenido, temporariamente: el peligro está en pie y se yergue fatídico más acá de nuestras fronteras. Las huestes invasoras vigilan y acechan desde sus posiciones para aprovechar de nuevo de una eventualidad que calculan se producirá de un momento a otro.

 

         ES MENESTER UN GOBIERNO FUERTE

 

         Mientras sea verosímil una revuelta, una conmoción interior, una agitación social o política, no se arreglará la cuestión fronteriza. Si, por infortunio, la especulación se cumple y el Ejército del Chaco abandona sus puestos de vigilancia, las líneas de ocupación boliviana avanzarán hasta donde lo permita nuestra deserción.

         Mientras no tengamos un gobierno que sea fuerte, no de la fortaleza precaria del estado de sitio, sino del vigor de una energía nacional unificada y tensa, no habrá interés en tratar con nuestro país. Todo lo contrario. No nos ilusionemos con negociaciones que en el mejor de los casos sólo podrán abrir un compás de espera. Para negociar con éxito, para hablar con eficacia, es menester que la opinión nacional no se divida.

         Estamos todos de acuerdo en que es esencial la formación de un frente único. Desgraciadamente nada más que en teoría. Cada grupo quiere que la unificación se haga bajo sus auspicios; cada individuo de alguna entidad quiere ejercer el monopolio del patriotismo, de la sabiduría, del buen sentido y no reconoce en los otros lo más elemental de esas virtudes. Con semejante obsesión mental no puede irse a otra parte que al desorden y a la disolución.

         ¿Cuál, pues, ha de ser el modus operandi? La respuesta es sencilla: fundar nuestra acción conjunta sobre la base de los resortes normales de la vida nacional. ¿Cabe otro procedimiento? No lo creo. El gobierno del país ha de salir limpiamente de las urnas y no de conciliábulos. El gobierno ha de escuchar y pesar todos los dictámenes e inspirándose en ellos, tomar las decisiones convenientes. En la formación personal del Estado la mayoría o sea la ley de la cantidad debe ser la regla. En la dirección del Estado, debe ser la inteligencia o sea la ley de la calidad. La calidad puede estar lo mismo en la mayoría que en la minoría.

         Las decisiones tomadas no deben ser entorpecidas en su ejecución. Libertad amplia en la deliberación, unidad en el acto, tal es la fórmula.

 

         NO LA ETIQUETA, SINO LA MARCA

 

         ¿Somos capaces colectivamente de llegar a este desiderátum?

         Los hechos dicen no. Y los resultados son palmarios. ¿Cambiaremos de conducta? El tiempo lo dirá. Por lo que a mí toca, he aportado en todo tiempo a los gobiernos el concurso de mi opinión franca y sincera; he contribuido con mi grano a la mejor ilustración de los mandatarios responsables. Jamás he puesto un leve obstáculo que pudiese impedir la realización o modificar las decisiones tomadas, aun aquellas que no se conformaban con mi modo de pensar. Y esto que he hecho por los gobiernos liberales, hubiese hecho igualmente por gobiernos colorados o de otra denominación. Lo que importa no es la etiqueta sectaria, sino la marca nacional.

         Toda cuestión internacional de alguna importancia tiene que sustraerse de la pugna partidaria. Leed la historia de las grandes naciones de Europa y de los Estados Unidos. Leed la historia diplomática de las repúblicas vecinas: Argentina, Brasil. No encontraréis rastros de tendencias partidarias: la doctrina argentina, la política internacional brasilera, se forman de principios que se fortalecen en el curso del tiempo hasta constituir tradiciones intangibles. Espíritus eminentes esclarecen, adaptan, rectifican de tarde en cuando esos principios. Pero la línea se continúa indefinidamente.

Renunciemos a tener diplomacia radical y diplomacia colorada. Esas designaciones son de uso interno. En el exterior no cabe más que una diplomacia: la paraguaya, formulada y sostenida por azules, rojos, verdes; todo el arco iris político, en suma.

 

         LA ÚNICA DIPLOMACIA PARAGUAYA

 

         Los postulados de esa diplomacia están enunciados en términos claros y precisos, no solo en lo que respecta al pleito boliviano, sino en relación a todos los diferendos de carácter internacional. El Paraguay admite en toda su latitud la sociedad jurídica de las naciones; asume las responsabilidades y acepta las obligaciones que son consecuencias de la misma.

         Una de esas obligaciones y por cierto la principal, consiste en el reconocimiento, para el arreglo de las diferencias entre Estados, de los métodos de equidad y de derecho: arbitraje y justicia internacional.

         El Paraguay está dispuesto a someter todos sus diferendos con Bolivia a arbitraje. La posición es clara, nítida. Por el órgano de una legación, Bolivia ha declarado no aceptar el arbitraje sino bajo condiciones y en determinados casos, lo que vale en sustancia la no aceptación. La cuestión boliviano-paraguaya, tal como aparece en el escenario diplomático, se reduce a este dilema: arbitraje o no arbitraje.

 

 

         LA ADHESIÓN AL ARBITRAJE

 

         La adhesión al arbitraje implica dos afirmaciones: La primera es que estamos resueltos a confiar el pleito, a falta de un arreglo amigable, a una decisión legal; la segunda es que no admitimos otra clase de solución. Dentro de este círculo de hierro, no cabe cesionismo, ni renunciamiento, ni dispersión de políticas o tendencias. El lema es: por la justicia, todo. Por la coacción, nada.

         La posición de la diplomacia paraguaya así definida es inatacable, ética y jurídicamente. Situarse en contra de ella equivale a negar el derecho de gentes y a admitir en cambio la doctrina bárbara de la guerra. En efecto, no hay más vías de resolver los diferendos que estas: composición amigable, derecho y fuerza.

         Estoy seguro de que la opinión del país adhiere a esta política. Los sectores partidarios, sin desmedro de su independencia pueden defenderla como dogma de su conducta nacional. Así se borrarán las disidencias en lo que a este punto se refiere y el Paraguay podrá hablar ante los extraños con una autoridad incontrastable.

 

         LA DEFENSA NACIONAL

 

         Otro problema que nos preocupa es el de la preparación de la defensa. Lo que se ha hecho, con ser mucho, no es suficiente. Esta es también una materia que tiene que ser tratada objetivamente, fuera de la arena pasional del debate público.

         La esfera de las cuestiones internas ofrece campo apropiado al desarrollo de los programas políticos y sociales y a la controversia. Nada caracteriza mejor una democracia culta y robusta que la discusión amplia de los asuntos que por su naturaleza se prestan a ello y en vía paralela, el entendimiento tácito y la voluntad aunada en los asuntos que afectan la personalidad internacional de la República.

         El Partido Liberal no es intolerante ni exclusivo. Ha mostrado su amplitud de miras en su trato con las demás asociaciones políticas. Cabe contemplar en todo momento el estatuto que rige la expresión de la voluntad popular a fin de traducirla con más fidelidad, si es posible. Pero es indispensable, para afirmar el crédito de nuestra civilización y para asentar sólidamente el progreso del país, que la lucha de los partidos se desenvuelva dentro del orden estrictamente legal.

 

         PALABRAS FINALES

 

         Hay que matar la subversión, como ciertos microbios letales, con aire puro. La violencia es condenable, venga de arriba o venga de abajo. Para concluir con ella, los paraguayos necesitan firmar un pacto de no agresión recíproca, seguido de un protocolo de cooperación nacional.

         Ya en víspera de su viaje a Europa, da una conferencia a los obreros, en el Teatro París, el 7 de abril de 1932, sobre "La cuestión social y dice Eusebio Ayala:

         "La cuestión llamada social es bastante manoseada, sobre todo entre los políticos. El espíritu con que se aborda el problema no es siempre el más desinteresado, ni el más imparcial. Así es como en vez de esclarecer el asunto y hacer viable una solución, se lo utilice más bien como arma de combate, como medio de excitar pasiones, con miras que nada tienen que ver con el mejoramiento de las clases trabajadoras. Oímos hablar a unos y otros, a los de aquí y a los de allá, de la necesidad de defender, proteger, ayudar al obrero del campo y de la ciudad. Se señala a los enemigos que obstaculizan tan bellos propósitos, enemigos ficticios con frecuencia y se incita a la guerra contra ellos. Tal es la manera como cumplen su misión ciertos redentores sociales.

         Hay también redentores de otro género, los que leen en los libros las doctrinas avanzadas, los que descubren en las prácticas y experiencias de otras naciones novedades dignas de ser imitadas y pretenden salvar al pueblo copiando esas prácticas y experiencias. Ah! si pudiésemos fundar el bienestar de los trabajadores paraguayos, con una ley del Congreso o con un decreto gubernativo, diríamos con el poeta: "Que bello país debe ser el de América! Pero ni en América, ni en Europa, ni en África, se producen semejantes milagros. Son cosas del país de las Batuecas...

         Los medios irrealizables, en nuestras circunstancias, los medios netamente utópicos, constituyen verdaderos engaños para embaucar a inocentes y crédulos. Un partido serio que se cree llamado a las funciones del gobierno, no tiene que valerse de engaños. Un hombre sincero que busca realmente resolver las cuestiones de carácter social y económico, no ha de prometer lo imposible, no ha de despertar esperanzas ilusorias en la gente.

         Buena parte del descontento que bulle en los hombres tiene su causa en las mistificaciones arteras con que se los quiere dominar y dirigir.

         Si pensamos hacer algo efectivo para mejorar la condición de los trabajadores de nuestro país, debemos: primero, expulsar de nuestro espíritu las ideas falsas; segundo, pensar en un programa practicable y tercero, realizarlo.

         El primer empeño ha de consistir, pues en un esfuerzo de eliminación. Examinemos algunos de los prejuicios más dañosos. En primer lugar cabe nombrar la llamada "lucha de clases". Es una invención de los socialistas. Afirmóse que a las clases o estados en que se dividían las sociedades con anterioridad a la revolución americana y a la francesa, es decir, la clase de los nombres, del clero y de la plebe, han sucedido en la edad presente las clases sociales de los trabajadores y de los capitalistas, que la desigualdad es hoy la misma o peor que antes, que la regeneración del hombre no puede venir más que por la fuerza de una guerra de destrucción, que el capitalismo debe ser suprimido a sangre y fuego y reemplazado por un régimen sobre cuya estructura no hay el menor acuerdo entre los reformadores.

         No voy ciertamente a discutir las teorías socialistas, colectivistas o comunistas. No vengo a desarrollar doctrinas sino a exponer con claridad puntos de vista que están inspirados en un leal propósito de hacer algo por el bien de mis compatriotas.

         Por lo pronto diré esto: partidos socialistas existen casi en todos los países de alguna importancia industrial. Esos partidos son más o menos poderosos; en algunas naciones han llegado a adueñarse del mando. Cosa extraordinaria! No hay una sola República en que gobiernen los socialistas; en cambio, en varias monarquías son dueños del poder. En Suecia, Dinamarca y últimamente en Inglaterra, los socialistas tienen o tenían el control del Parlamento y del Poder Ejecutivo; los reyes, según se sabe, reinan, pero no gobiernan. ¿Habéis oído de alguna revolución fundamental acaecida en esos países, con el advenimiento del socialismo? No, ¿verdad?

         En Suecia, en Dinamarca, en Inglaterra, el socialismo no ha tenido a bien destruir el capitalismo, ni siquiera la monarquía, Inglaterra sigue ocupando su rango de gran potencia capitalista, con un Primer Ministro de pura cepa socialista, ¿Qué quiere decir esto? Que los socialistas enarbolan el estandarte de guerra contra el capitalismo, con el objeto de ganar adeptos, pero que en el fondo las intenciones son mansas y el gran día rojo no pasa de ser un espantajo en boca de ellos. Hay sin duda grupos revolucionarios resueltos a borrar del mapa social el capital, la burguesía, toda distención entre los hombres, estableciendo la igualdad absoluta en la miseria, en la ignorancia en la esclavitud económica. Ningún trabajador consciente escuchará a quien le aconseja el crimen como medio de mejorar su suerte. El crimen no puede crear nada bueno para nadie.

         ¿Qué sería de nosotros si los socialistas llegasen al Gobierno? Una de dos: o los socialistas se convertirían en burgueses como en los países que he nombrado, o, en muy poco tiempo, los obreros los echarían a la calle. El gobierno laborista inglés acaba precisamente de pasar por esta última prueba; fue echado por el voto de los obreros decepcionados. El peligro del socialismo no está en que triunfe, sino en que se le ocurra llevar a la práctica algunas de sus fantasías igualitarias, con el consiguiente trastorno. La grave crisis inglesa, con los problemas pavorosos de la desocupación, del déficit financiero y comercial, de la depreciación de la libra esterlina, es directamente imputada al gobierno socialista y a las veleidades de aplicación de sus ideas.

         En presencia de tales ejemplos, nosotros que somos maestros en el arte de imitar lo que se hace en otras partes, debemos reflexionar un instante y decirnos que vale la pena de esperar que los otros países concluyan sus ensayos y experimentaciones, antes de embarcarnos en la aventura reformista.

         Os declaro que yo no soy de ningún modo un enemigo de las aspiraciones socialistas, que son bellas, humanas, profundamente humanas: qué hombre de corazón no ha de ansiar ver a los trabajadores felices, contentos, de su participación económica y de su lugar en la sociedad!

         Muchos políticos han empezado por ser socialistas, para terminar siendo conservadores; Briand, Millerand, Mussolini, son nombres que son desconocidos de vosotros.

         Quiero inferir del cambio de frente de estos estadistas una deducción para nuestro país, que no deja de tener actualidad. Esos hombres modificaron sus ideas sobre directivas sociales, políticas, a la luz del día, sin perder su prestigio -todo lo contrario- en el concepto público. Aquí en nuestra tierra se los había llamado traidores. Si un colorado se hace liberal o un liberal se hace colorado, es un tránsfuga. Dentro de una asociación política, si un partidario de A pasa a serlo de B, es un traidor. De modo que a cada persona, al tener uso de razón y a veces antes se le pone una etiqueta que ya no podrá sacarse en el resto de su vida. Esta manera de formar partidos y agrupaciones se parece mucho a una organización de estancia de ganado. Y bien, señores, yo proclamo la libertad del ciudadano de cambiar de partido, de candidato, de opinión, de enseña, cuando mejor le plazca. De mi parte, os confieso que he variado y no pocas veces, mi concepto de los hombres, mi fe en sus palabras, mis ideas filosóficas, económicas, políticas.

         De joven, al primer contacto con la ideología doctrinaria fui intensamente impresionado por las teorías humanitarias del socialismo. Con la reflexión que traen los años y el mezclarse con la vida real, di un golpe de volante hacia la derecha. Hoy, mi pensamiento se vuelve hacia las generosas ambiciones de la escuela social, pero no hacia sus métodos, que juzgo fundamentalmente errados.

         Todo el bien que se proponen las doctrinas más humanitarias cabe realizar dentro del marco de la sociedad presente. No hay necesidad de destruir; tal vez sea útil modificar. El mejoramiento social no será jamás el efecto de la guerra civil, de la devastación de las riquezas, de la opresión de unos hombres por otros. Hasta esta fecha, lo mejor que se ha encontrado para beneficiar a toda clase de hombres es el régimen de la libertad, atenuada solo para impedir los abusos de los fuertes contra los débiles, en el orden político, social y económico.

         Consideremos por un momento la crisis que está agobiando al mundo entero. Es ella en gran parte la consecuencia de haberse violado las reglas elementales de la libertad comercial. El proteccionismo es la negación de esa libertad. ¿Y qué vemos? Países pletóricos de artículos alimenticios y de primera necesidad, como el Brasil, la Argentina, el Canadá, Australia, no pueden vender sus productos a los precios más ínfimos, porque los países consumidores cierran sus puertas con el doble candado de las gabelas y las obstrucciones, encareciendo artificialmente la vida del pueblo. Un quintal de trigo argentino puesto en un puerto francés, vale alrededor de 150 pesos de nuestra moneda; el trigo producido en el país se vende más o menos a 450 pesos o sea tres veces más. Si no hubiera barrera protectora, el pueblo francés podría tener el pan por la tercera parte de su precio actual. Y así todo. Se queman el trigo, el maíz, el café, en unos países, mientras en otros hay gente que sufre miseria y hambre.

         La lucha económica de nación a nación está originando un malestar hondo. El pacifismo encuentra el más grande obstáculo en la aberración y exacerbación del nacionalismo económico. El antagonismo comercial y el aislamiento económico pesan y pesarán terriblemente sobre el porvenir de los pueblos, especialmente de los que, como el nuestro, tienen una organización incipiente y deficiente.

         La libertad en el orden económico, creo yo, es la verdadera fórmula que encierra el secreto de la paz y de la solidaridad universal. Cuando las naciones dependan unas de otras para los menesteres variados de la vida, cuando la soberanía altanera sea debilitada y corregida por una cooperación indispensable, entonces, solo entonces, las conferencias internacionales encontrarán desbrozado el sendero que conduce a la concordia y a la justicia.

         Pero volvamos ya a nuestros carneros. En los últimos cincuenta años, se ha visto una gran expansión del industrialismo. El empleo de maquinarias cada vez más perfeccionadas, el sistema de la producción en series o "standarización", métodos altamente desarrollados de distribución, dieron por resultado, por un lado, abaratar los precios y por otro, aumentar los beneficios. De esos beneficios acrecentados se aprovecharon parcialmente los trabajadores, en forma de reducción de las horas de trabajo y de aumento de salario. La gran producción parecía resolver el problema del bienestar general: los empresarios y capitalistas ganaban sumas enormes, el público compraba más barato y en más cantidad, los obreros trabajaban menos, ganaban más y por lo tanto consumían más y mejor.

         Desgraciadamente, el sistema no tenía la solidez deseable. Hace dos años que empezó a agrietarse el edificio. Hoy estamos algo desorientados; muchos se preguntan si no hemos seguido un mal camino y si no convendría volver hacia atrás, esto es, reducir el maquinismo, suprimir la racionalización, retornar a la pequeña producción. Vivimos en medio del torbellino y no es prudente hacer profecías que no serían, por lo demás, sino pálpitos. Lo único que cabe decir es que la suerte de los obreros en los grandes centros industriales no es de envidiar. Los individuos sin trabajo se cuentan por millones, los que todavía tienen la suerte de trabajar han aceptado que sus salarios sean disminuidos. Las perspectivas no son de color de rosa; pero todos esperamos una reacción en fecha no lejana.

         Este tremendo cataclismo económico ha mostrado la solidaridad que existe entre el capital y el trabajo. Los capitalistas se han arruinado o han sufrido enormes pérdidas. Los trabajadores, con excepción de los desocupados forzosos, han sido menos afectados.

         El régimen llamado capitalista de producción se basa sobre el siguiente principio: el trabajador recibe una remuneración fija, cualquiera sea el resultado de la empresa. Si hay pérdidas, él no las so porta, si hay utilidades extraordinarias, ellas no le benefician: el empresario toma a su cargo los riesgos.

         El sistema no es seguramente perfecto y en épocas de prosperidad parece bien injusto; en horas difíciles como las presentes, es satisfactorio para el obrero. Muchas industrias sostienen su personal y continúan la producción, solo para no dejar en la calle a los trabajadores.

         Señalemos un error de concepto bastante común: la creencia de que hay oposición entre el interés del obrero y el interés del patrón. Ningún patrón que tenga dos dedos de inteligencia puede ser otra cosa que un amigo de sus imprescindibles colaboradores. Es verdad, hay patrones a quienes faltan esos dos dedos de inteligencia y que creen que por imposición pueden mantener al obrero supeditado a su arbitrio. Un gran capitán de industria me decía una vez, recorriendo un vasto taller donde laboraban cientos de individuos: el gran secreto del rendimiento es que el trabajador tenga la sonrisa en los labios. Cuando hay satisfacción, hay voluntad; cuando hay voluntad, hay eficiencia. El bienestar del obrero es garantía del éxito industrial. El patrón, pues, si comprende su interés propio, ha de tratar de convertir al obrero en un colaborador voluntario, en un amigo.

         Pero no basta que el patrón tenga el sentido de su conveniencia. Es preciso que también lo tenga el obrero. ¿Qué ha de hacer el obrero para mejorar su contrato con el patrón? Primero, procurar adiestrarse en su oficio; segundo, trabajar con buena voluntad y conciencia. Tercero, no aspirar a lo imposible.

         El obrero capaz irá adelante, el incapaz quedará atrás. Es forzoso que así sea. Ningún régimen político o social puede igualar al industrioso y hábil con el holgazán e inútil. Pero, me dirán, el obrero no puede depender de la benevolencia arbitraria de los patrones. Estamos de acuerdo. Los trabajadores tienen que defenderse, tienen que promover sus intereses legítimos.

         ¿Qué es lo que observamos en los países industriales fuertemente capitalistas? Vemos los obreros asociados, sindicados. El sindicalismo, frente a lo que podríamos llamar la organización patronal, ha obtenido grandes mejoras en las condiciones del trabajo. El error está en atribuir esos éxitos a la dirección socialista. En realidad, se debe a la organización obrera y a nadie más. Los políticos, con toda astucia, se aprovechan del movimiento obrero para levantarse y conquistar posiciones...

         Para probar de un modo indudable que las victorias sociales se deben a la clase obrera organizada y no a sus tutores y explotadores, citaré el caso de los Estados Unidos de América. En ningún país de la tierra el obrero tiene una posición económica, intelectual y moral más elevada. Y bien, la Confederación Americana del Trabajo es simplemente una organización obrera, sin vinculación de ninguna clase, ni con el socialismo, ni con el comunismo, ni con los partidos tradicionales, republicano y demócrata.

         La Confederación del Trabajo no tiene diputados en la Cámara de Representantes ni senadores en el Senado. ¿Me decís que es un error? No. La Confederación del Trabajo es una inmensa asociación popular con un criterio bien definido acerca de los problemas económicos en general, y de las posibilidades de mejoramiento obrero. Cada vez que cabe hacer algo bueno en favor del trabajador, los partidos lo realizan, porque así esa masa se inclinará hacia ellos. No es posible engañar con utopías, con promesas líricas a esa institución, porque ella conoce perfectamente lo que es viable y lo que no lo es.

         En suma, la organización obrera entregada a los políticos rinde servicio a éstos, pero el obrero no recibe todo el fruto de su poder. ¿Qué es lo que interesa al obrero? Las condiciones del trabajo. Y bien, sea bajo un régimen u otro, esas condiciones deben ser establecidas. Si el trabajador encuentra satisfacción bajo el capitalismo, ¿por qué aventurarse en lo desconocido? Tampoco es lo desconocido.

         Hemos dicho lo que han hecho los socialistas llegados al poder. Podríamos añadir el caso de la Rusia soviética. El trabajador ruso hoy es más miserable que bajo la autocracia de los zares. No ha ganado la libertad y ha perdido el derecho al fruto de su trabajo.

         En suma, la fuerza activa en el orden de las mejoras sociales es la organización obrera bien entendida, separada de la política, con un criterio exacto del desenvolvimiento económico.

         Desgraciadamente, en nuestro país algunos grupos gremiales están enfeudados no ya a partidos o tendencias políticas, sino a simples explotadores. Verdad es que los políticos de todo matiz disputan a los profesionales de la huelga, del boicot y de otros medios de lucha, las simpatías de los obreros, mediante promesas que saben bien son irrealizables. Como hay que aventajar a los otros, las promesas son cada vez más exageradas, hasta caer en el ridículo.

         Una sana política social debe tender a estimular organizaciones obreras genuinas, dirigidas por verdaderos obreros, capaces de pesar el pro y contra de todas las medidas que les afectan; esa organización buscaría por su propia gravitación obtener de los patrones las mejoras posibles, en cada circunstancia, valiéndose de los medios pacíficos y usando de la coacción sólo ante actitudes injustificadas e intransigentes. Esa organización, también por su propia virtualidad ejercerá una influencia sobre los partidos políticos, a fin de que el Estado intervenga útilmente para consolidar los progresos y realizar las reformas posibles en favor del trabajador.

         El error más grave del obrerismo consiste en colocarse a la zaga de los agitadores. La primera víctima de las agitaciones y de su secuela, el estancamiento, es el obrero. Los llamados capitalistas, es decir, los que poseen dinero que invertir, huyen de la industria en cuanto tienen miedo a los conflictos obreros que significan la inseguridad para ellos. En vez de emplear sus dineros en un trabajo productivo, se convierten en prestamistas. Sólo los ilusos, que creen poner en pie una industria mediante recursos del crédito, se lanzan a empresas llenas de riesgo por la incertidumbre que viene de la irregularidad de la mano de obra y los altos réditos del capital que utilizan.

         La multiplicación de la actividad capitalista, el empleo de todo el ahorro nacional en empresas industriales, son las condiciones previas del mejoramiento social. El capital extranjero ha prestado a todos los países nuevos un servicio incomparable. El inmenso poderío económico de los Estados Unidos que admiramos hoy, se ha levantado a base de dinero europeo. La República Argentina, el Brasil, Cuba, todos los países que ofrecen garantías a la inversión han beneficiado de la ayuda extranjera.

         Amparar, proteger, defender, atraer el capital extranjero a nuestro país, vale tanto como servir la causa obrera del modo más efectivo posible. Los falsos consejeros dirán: quemad las fábricas, arrasad los grandes establecimientos fabriles, perseguid con odio implacable a los empresarios. Y bien, basta pensar en lo que sucedería si el escaso capital extranjero del país fuese de golpe suprimido. Tendríamos a nuestra vez desocupados, familias en la desolación, robos y crímenes. No. Sean bienvenidos los capitales extranjeros, los hombres de empresa extranjeros al Paraguay. La Constitución clama por brazos e industrias, porque ella es sabia, porque ella contiene las verdaderas aspiraciones de nuestra nación.

         Hay entre los trabajadores algunos espíritus agriados por pretendidas injusticias sociales. Leí una vez en un diario una carta escrita por un trabajador y en ella esta frase: "nosotros los desheredados de la fortuna". En verdad, los únicos desheredados de la fortuna son los que nacen con taras físicas, intelectuales o morales, los ciegos, los sordomudos, los paralíticos, los inválidos ingénitos. ¿De quién la culpa? ¿De la sociedad? No. De los padres. Cuando un sifilítico se entrega al amor y procrea negligentemente hijos deformes o viciados ¿quién es el responsable? No habrá herencia de esta clase el día que ricos y pobres piensen un poco menos en sus placeres y un poco más en las obligaciones sagradas de la paternidad.

         Si hay un país en que la herencia social desempeña un papel insignificante, ese es el Paraguay. Si hay jóvenes que no estudian, que no abrazan una carrera brillante, no es porque falte oportunidad. Los estudios son libres y gratuitos, en todas las escalas. Un padre obrero puede mandar su hijo a la escuela sin costo. Puede hacerle seguir en los colegios nacionales y después en la universidad. Tendrá que pagar los libros y el sustento del joven, nada más.

         Muchos creen que las carreras liberales forman una clase privilegiada. Cuántos de los llamados intelectuales ganan menos que un obrero! Pero, sea lo que fuese, el camino está abierto para todos.

         Los pocos individuos que heredan de sus padres fortunas apreciables, generalmente no las aprovechan. Se habitúan a una vida regalada y de ocio, ignoran el placer del esfuerzo, despilfarran fácilmente lo que no les costó ganar. No hay la misma satisfacción para todos en gastar el dinero. El dinero que uno ha ganado procura más contento que el dinero caído del cielo.

         Los obreros sanos, fuertes, hábiles, no son desheredados ni mucho menos. Pueden ser felices en su hogar. Si creen que sus hijos lo serán aun más si llegan a convertirse en doctores, periodistas, poetas, pueden conseguir que lo sean, si hay tela para ello.

         Me apena oír hablar en este estilo de depresión moral. Depende de los trabajadores levantar su nivel moral y material y levantar aun más si llegan a convertirse en doctores, periodistas, poetas, pueden conseguir que lo sean, si hay tela para ello.

         Me apena oír hablar en este estilo de depresión moral. Depende de los trabajadores levantar su nivel moral y material y levantar aun más a sus hijos. Pero muchos de los que hablan de desheredados, en el fondo se quejan de no haber tenido un padre rico. El amor al ocio, la idea de que el no hacer nada es la suprema felicidad, ciegan a mucha gente.

         La verdad es que el ocio no hace a nadie dichoso. La fuente de la felicidad está en la acción, en la labor física e intelectual. No hay peor desgracia que la infecundidad.

         Lleguemos ya al segundo punto: formular un programa de ayuda social.

         ¿Qué es lo que podemos hacer por los trabajadores de nuestro país, para que su condición mejore siempre y siempre más, de acuerdo con el progreso general?

         En primer lugar, hay que creer en ese progreso general. Si la nación no prospera, si la producción no aumenta, si no vendemos nuestros productos, si la población entera sufre de una paralización económica o quizá peor, de un retroceso, ¿cómo imaginar que las clases que viven de su salario puedan mejorar de suerte? Podremos pelearnos, podremos matarnos, pero no podemos separar nuestra suerte los uno de los otros. La nación paraguaya es una unidad, a pesar de cualquiera voluntad contraria. Nuestras luchas extremas dañan a todos, en más o menos grado. Las violencias obreras dirigidas contra los patrones, perjudican a los trabajadores. Las injusticias de los patrones se vuelven contra ellos mismos. Hay una verdad que sería preciso fijar con clavos candentes en nuestro cerebro: y es que no hay prosperidad estable basada sobre la desgracia ajena.

         Una industria que vive de la explotación del obrero va derecho y rápido a su ruina. Una clase obrera que quiere imponer al empresario condiciones que éste no puede soportar conspira contra sí misma.

         Ved lo que pasa en los países más civilizados del mundo: una gran crisis económica afecta a patrones y obreros. Los obreros por millares pierden su trabajo, se disminuyen los salarios, se hace trabajar parcialmente a los obreros. Pero no oiréis de huelgas o boicots en Inglaterra, en Alemania, en Francia, en Bélgica, en Estados Unidos. ¿Por qué? Porque los obreros se dan bien cuenta de su situación y no piden lo imposible. ¿Dónde hay huelgas? En España, porque allí los obreros todavía no están habituados al régimen nuevo, se dejan engañar por los bolcheviques, por los anarquistas y quizá por los mismos reaccionarios llevados de sus pasiones políticas.

         Cooperemos, pues, a facilitar el progreso y la prosperidad general. No pongamos obstáculos a ninguna clase de actividad legítima.

         Acabo de hablar de un plan general. Vamos a entrar en el capítulo de lo que gobierno, partidos y opinión pública pueden hacer en favor del trabajador. Diré que no debemos pensar sólo en el trabajador que vive de su salario, sino también en el trabajador del campo que no tiene tal vez un patrón que le paga cada mes o cada semana, pero cuya suerte es a veces más ingrata que la del trabajador a salario, a pesar de su aparente independencia.

         Debemos empezar por proteger al trabajador y a su familia contra las enfermedades; luego, facilitar el adiestramiento profesional; implantar, por los medios adecuados, la higiene en los centros de población. Aseguremos la salud, el vigor físico, la aptitud de trabajo, y ocupémonos de las aspiraciones justas de mejora de los trabajadores.

         Vienen enseguida los problemas de armonización entre los factores trabajo y capital. Los ajustamientos necesarios rara vez se realizan sin algún choque de los intereses contrapuestos.

         Habrá conflictos, algunos justificados, otros no. Pero el Estado asumirá un rol peligroso si quisiera ser juez contra la voluntad de las partes.

         El papel del gobierno se limitará esencialmente a impedir que el diferendo perjudique a quienes no tienen parte en él. Es decir, localizará y aislará el conflicto, haciendo el papel del bombero en caso de un incendio.

         Pero esta función meramente pasiva no cuadra a la responsabilidad del Estado. No puede permanecer indiferente y debe tratar de apaciguar los espíritus, ofrecer su mediación, examinar el diferendo y dar su opinión sobre quién tiene razón y quién no. Este dictamen no obligará a las partes, pero será de algún peso si se obra con verdadera imparcialidad.

         Estando en Europa recibí carta de un joven e inteligente universitario, quien, hablándome de la cuestión presidencial, me decía que yo era juzgado como de espíritu muy conservador. Le contesté que me parecía esa opinión un tanto tendenciosa. Cómo se puede ser conservador en un país en que no hay nada que conservar, si no son los recuerdos heroicos.

         En este país hay que ser creador, constructor. Entiendo bien que lo que se cree expresar con la palabra conservador, es la inclinación en favor de los capitalistas y en contra de los obreros. Qué absurdo! He trabajado con obreros paraguayos. He tenido el placer de atender a todos, de enderezar injusticias inevitables en una vasta organización; me he preocupado de los trabajadores como mi primer deber. Y lo he hecho con sincera simpatía, porque tengo sentimiento, porque soy paraguayo, y porque soy demócrata. Nada me repugna más que la opresión, que el abuso contra el débil, que la explotación del paisano. Si hay dinero que huele es aquel que se gana a costa de la desdicha del prójimo.

         Para mí la patria no es la tierra, aunque esté poblada de sombras gloriosas. Para mí la patria son mis conciudadanos, los de hoy, los de ayer, los de mañana.

         Soy demócrata, no creo ni quiero creer en superioridades innatas ni en inferioridades irremediables. Soy un hijo del pueblo, y no me pesa.

         Por convicción adquirida en el estudio y en la vida, por sentimiento, veo el porvenir en la mejora social del pueblo. Desgraciado el país en el que hay una clase dominante y una clase dominada. Los beneficios del progreso deben ser justamente distribuidos.

         Me falta el tercer punto: todo lo que acabo de decir es muy bueno, muy bello, muy noble. Pero no tiene que quedar en palabras. Llamemos a la acción a todos, obreros, patrones, gobierno, partidos, iglesias, escuelas. Sí esperáis del gobierno o de un gobernante que os traiga la bienaventuranza, podéis esperar sentados: una tarea de esta importancia exige muchos concursos; que cada uno dé el suyo sin regateos".

        

         A fin del año 1931, sintió dolores agudos en el pecho, con dolores de cabeza y mareo. Había cumplido una gestión diplomática extraordinaria. El presidente de EE.UU., Mr. Coolidge quedó gratamente impresionado, estuvo y aprovechó ese viaje y en misión para entrevistarse con el presidente de Méjico y Canadá.

         Ejerciendo sus funciones recibió instrucciones del gobierno para hacer un viaje relámpago por Europa. Actuaba en esa misión con Luis Riart.

         Todo ese trabajo de enorme responsabilidad afectó a su salud y viajó con su esposa Marsella Durand, a París para internarse en un instituto de salud.

         Antes de viajar dio una conferencia en la Cámara de Comercio, sobre "El problema del Chaco" y dice Eusebio Ayala:

         "La cuestión que tenemos con Bolivia domina todos los problemas que afectan la vida y el progreso del país. Representa nada menos que el terrible espectro de la guerra, erguido como una esfinge inquietante en nuestro camino. No podemos prescindir de tenerla siempre en cuenta al conjeturar sobre el porvenir.

         Me ha tocado en varias ocasiones estar en situación de conocer de cerca la magnitud y delicadeza del pleito que nos divide. La gravedad del litigio ha venido creciendo poco a poco hasta alcanzar su estado presente.

         No es mi costumbre rehuir las responsabilidades que me correspondan. Por eso voy a pedir permiso para hablar a esta asamblea autorizada acerca de las ideas que he sostenido respecto al problema boliviano, con el doble propósito de confirmar mis convicciones y de disipar, en lo posible, las versiones deformadas de mi pensamiento. Me doy cuenta de que las acusaciones lanzadas contra mí no surgen del propósito de esclarecer el asunto. Pero aún así, por respeto a la opinión pública de mi patria, hablaré de algunos puntos de mi actuación como funcionario y como ciudadano, tocantes a la cuestión boliviana.

         En 1913 se firmó en esta capital un protocolo por el Ministro de Bolivia y por mí como secretario de Relaciones Exteriores. Este protocolo, aprobado por los dos gobiernos y prorrogado después varias veces, contiene esta cláusula: "Se contemplará primeramente la posibilidad de un tratado por arreglo directo, teniendo en cuenta las conveniencias comerciales de ambos países".

         Los impugnadores, sin penetrar en el fondo del tratado, acusan al firmante de haberse dejado guiar en el pacto por un espíritu mercantilista, impropio de la índole del asunto. Cualquiera que juzgue con imparcialidad la frase, no podrá menos de admitir que "las conveniencias comerciales" no significan que el Paraguay tuviese que ceder nada a Bolivia. ¿Cuál es la razón de esta cláusula? Desde la iniciación de sus pretensiones, Bolivia ha clamado por una salida, una comunicación por el río Paraguay. Esa aspiración boliviana fue considerada en el pacto, sin por eso renunciar a ningún derecho. Tan es así que la cláusula siguiente del protocolo dice: "Si no fuese posible convenir un tratado directo se someterá la cuestión de límites a un arbitraje de derecho".

         Una negociación directa no puede basarse en argumentos de derecho, porque es absolutamente imposible que el Paraguay pueda convencer a Bolivia de la legitimidad de sus títulos y viceversa. ¿Cuál podía ser el criterio para dirimir el pleito por mutuo acuerdo sino el criterio económico de recíproca conveniencia?

 

         LA MISIÓN MORENO EN 1918

 

         En 1918 el ministro Moreno fue acreditado ante el gobierno de La Paz. Sus instrucciones, de acuerdo con el pacto, fueron de proponer un puerto franco de salida a Bolivia. Esta proposición fue de plano rechazada. He aquí la breve historia de esa cláusula.

         Los gobiernos de Schaerer y de Franco se ajustaron a esa interpretación y nadie, que yo sepa, le ha dado otro sentido que el de ofrecer a Bolivia una salida al río sobre nuestro litoral con plenas facilidades, pero sin menoscabo de la soberanía.

 

         LA SUGESTIÓN BOLIVIANA

 

         Mas tarde y por un azar, tuve una conversación con un hombre público prominente de Bolivia, quien abordó el asunto del siguiente modo: El Paraguay tiene puertos de sobra que puede cedernos; Bolivia tiene de sobra territorios que puede cederles, no sería el caso de resolver la cuestión por una transacción?

         Le respondí: Si bien en el Paraguay hay opiniones decididamente adversas a la cesión de un puerto a Bolivia, estoy persuadido que planteado el problema en la forma expresada merecerá el mayor interés de mi gobierno.

         ¿No eran las palabras enunciadas la confirmación categórica de que Bolivia reconoce como nuestro todo el litoral? ¡Ojalá la diplomacia boliviana hablara ese lenguaje de sinceridad, asumiendo la postura de un buen vecino! Desgraciadamente, una semana después de esta conversación tuve ocasión de constatar que el presidente de Bolivia no pensaba del mismo modo.

         El presidente Saavedra quería ignorar el statu-quo de 1907 y 1913 y librar toda la extensión del Chaco a las empresas invasoras que desde 1906 o quizás antes se iniciaron de parte de Bolivia. En la conversación con el Primer Mandatario boliviano tuve ocasión de expresar firmemente la política de la cancillería paraguaya, consistente en no discutir el fondo del pleito, sin antes definir el pacto de 1913 en lo concerniente al statu-quo. Tres años más tarde, esa actitud fue mantenida en la Conferencia de Buenos Aires y determinó el fracaso de la misma.

 

         EL ENCLAUSTRAMIENTO BOLIVIANO

 

         El argumento de más efecto en el orden internacional que esgrime Bolivia, consiste en la teoría de su enclaustramiento, de la imposibilidad en que se halla de llegar al mar o a los estuarios internacionales. La doctrina de Wilson, según la cual todo Estado debe tener acceso a las grandes vías, la doctrina del Tratado de Versalles que adjudicó a Polonia un corredor para llegar a un puerto báltico, la simpatía que suscita la suerte de un Estado incomunicado, son de esas causas imponderables que obran sobre los espíritus más sensibles que conscientes de la realidad.

         Contra este ánimo fácil de excitar en contra nuestra en el exterior, hay que obrar por medio de la verdad. En artículos de diario y en el prólogo de la obra de Efraím Cardozo he demostrado la inexistencia de la incomunicación boliviana en cuanto pueda imputarse al Paraguay. He probado con datos incontrovertibles que Bolivia no necesita de Bahía Negra para acceder al río Paraguay.

         Pero mi voz es débil, y no tiene suficiente eco. Yo quisiera que paraguayos más autorizados estudien de cerca este punto de importancia capital para nuestra defensa.

 

         UNA SEGURIDAD PREVIA A TODA NEGOCIACIÓN

 

         Antes que entrar en nuevas negociaciones sobre títulos y derechos, es menester que Bolivia ofrezca la seguridad de que su plan de penetración clandestina está abandonado y de que un acuerdo de seguridad recíproca sea firmado por ambos países a fin de evitar conflictos que puedan malograr los esfuerzos para finiquitar el litigio. Más aun, pienso que si Bolivia quiere mostrar la cordialidad de sus intenciones y la sinceridad de sus propósitos, debe abandonar los puestos militares ubicados en una zona adjudicándonos por arbitraje. Ningún tribunal puede admitir este atropello manu militari a un territorio poseído con títulos otorgados por un juez, pues es contrario al derecho de gentes y a la moral apoderarse por la violencia de una propiedad consagrada por la justicia.

         En estricto derecho, Bolivia ha promovido un casus belli con sus actos. El Paraguay, sin renunciar a sus derechos, cree en los procedimientos pacíficos, en la intervención amistosa de las naciones amigas y de aquí su actitud.

         El Paraguay no quiere la guerra. Ha demostrado con hechos su fe en la justicia. Esta conducta no debe ser interpretada como una abdicación. Débil o fuerte, este pueblo vivirá o morirá al pie de su enseña.

 

         LA RECIPROCA REDUCCIÓN DE EFECTIVOS

 

         Y bien, me he manifestado en favor de un sistema de seguridad recíproca. Y he indicado la fórmula que consistiría en la reducción de los efectivos militares de común acuerdo con Bolivia, a fin de impedir un conflicto grave. Esta proposición ha sido más que discutida, deformada.

         Unos críticos que atribuyen el plan de reducir nuestro ejército debilitando nuestro poder defensivo. Y bien, yo no he dicho tal cosa. He insinuado un convenio, garantido por una potencia tercera, que reduzca los dos ejércitos simultáneamente.

         Otros críticos que imputan la teoría del desarme, también incondicional. Precisamente en mi proposición se habla sólo de disminuir el número de soldados sin reducir los cuadros de oficiales, ni renunciar al derecho de adquirir los elementos que sean precisos para completar nuestra organización armada.

         Se ve, pues, que mis ideas han sido envilecidas previamente para ser objetadas. No he leído un solo comentario, pero sí muchas diatribas. Mi suerte es sin duda la de los que agitan el agua mansa. Con todo, no me arrepiento. Yo se que en cierto modo soy un modesto precursor. No pasarán muchos años, sin que veamos a los hombres públicos y a los simples ciudadanos, expresar con sinceridad y en público sus ideas, buenas o malas. Pasarán unas veces desapercibidas, otras serán combatidas o elogiadas, pero con argumentos. Eso ocurrirá cuando la democracia sea más verdad de lo que es ahora. El insulto estéril habrá pasado de moda. La lucha será más benéfica y en todo caso más culta.

         La democracia no es una planta de invernáculo. Sólo el gran aire asoleado la hace crecer".





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