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Enrique Collar

  CELDA 12 - Novela de MONCHO AZUAGA - Ilustración: ENRIQUE COLLAR


CELDA 12 - Novela de MONCHO AZUAGA - Ilustración: ENRIQUE COLLAR

CELDA 12

Novela de MONCHO AZUAGA

 

© Moncho Azuaga: "Celda 12"

Diagramación tapa: JULIO GONZÁLEZ

Ilustración: ENRIQUE COLLAR

Editorial "ÑANDEREKO".

Programa de Acción Cultural Comunitaria de Misión de Amistad

Av. General Santos 1310

Casilla de Correo 255

Editor: RUDI TORGA

Primera edición: 1.000 ejemplares

Derechos intelectuales reservados por Ley 94-51 Marzo de 1991,

Asunción, Paraguay

 

 

CELDA 12, DE MONCHO AZUAGA

NOVELA DEL TERRORISMO DE ESTADO

 

         Voy a repetir esta irónica verdad: alguien dijo que existen tres opciones en la vida para el paraguayo: ser un preso, haber sido preso o ser el próximo preso. En cada habitante paraguayo subsiste el recuerdo, la visceral realidad o la trágica premonición de una celda.

         Él joven y el anciano, el estudiante y el obrajero, el educador y el combatiente, el poeta y el revolucionario, llevan como signo irremediable la tortura de la celda, la tortura en la celda, la tortura y la celda. Moncho Azuaga nos presenta, desde el vértigo de la novela, la suya. La que lleva el número 12: celda tétrica; celda fatal; celda donde la abyección de la condición humana no tiene límite; celda donde el tormento no tiene ya misterio; celda cuya numeración registra el particular mérito de simbolizar a todas las celdas del Paraguay, durante los últimos cincuenta años. Especialmente las celdas superpobladas de ciudadanos paraguayos que no se sometieron a la dictadura del general Alfredo Stroessner.

         Precisamente, en la novela CELDA 12 los protagonistas son el dictador y su víctima, un profesor. Dos realidades humanas de este país en subastación: el militar al servicio del capital nacional aliado al capital internacional y el profesor que solamente quiere ser él mismo y convivir en base a la sencilla experiencia de la práctica de la equidad. Sin proponerse se ve enfrentado a la represión, sometido a la expiación cotidiana de la tortura indiscriminada y criminal. En la Celda 12, el profesor agonizaba y noche a noche, día a día sufría la continua tortura. Empeora la situación cuando el dictador le ordena que escriba su historia. Desearía el salvaje tirano enfrentar a la posteridad con una historia que integralmente fuese "dictada" por él. El profesor a su vez acepta ser el "escritor" de esa dicta-dura. Duración de la dictadura, en la palabra escrita, en la literatura. Y desde luego, ya se trataba de otra dimensión. El dictador quiere durar más allá del límite cronológico de su poder mediante la ficción. Esta es la más sutil estrategia de penetración en la vida de la ciudadanía. Y otra coartada para vengar el odio popular.

         El profesor no está dispuesto a escribir sino de acuerdo a su conciencia. Y además introduce en la historia del dictador las voces colectivas, con sus diversas lecturas de la realidad vivida en el país. Así, la vida del dictador, sufre el mismo despedazamiento en la escritura, como los cuerpos de los presos sufren despedazamiento en la tortura. Venganza de la razón, tortura que también es capaz de llevar a la práctica la imaginación. La acción de la novela tiene la fuerza de las olas de un río, durante el viento del Sur. Evoluciona, como desde el centro de un túnel donde la obscuridad impide distinguir la heterogeneidad de las materias, pero al mismo tiempo, tiene el poder de concentrar la pestilencia de la perversidad humana, hasta golpear nuestra adormecida sensibilidad y sacudir nuestras fibras humanas más soterradas. Celda 12 está amaneciendo en el recuerdo de cada uno y de todos, todos los días. Está presente en el "miedo" que todavía no abandona el sótano de nuestro instinto.

         Celda 12, tal vez sea la primera novela donde el lenguaje cotidiano del paraguayo se asume con total libertad, sin ambigüedad ideológica ni rigidez burocrática. Moncho Azuaga otorga identidad social y autenticidad nacional a su obra, al recurrir a ese castellano paraguayo cotidiano, que tiene algo del esperpento y mucha picardía del guaraní criollizado. De acuerdo a las situaciones, facilita la percepción espontánea de los dramáticos hechos de violencias y los escasos escapes hacia el humorismo popular.

         Celda 12 es una novela densa e intensa. Podría ser una novela de terror. Pero yo lo calificaría más bien como la del terror: del terrorismo del Estado que con sus fuerzas desalmadas ataca al pueblo que no claudica de su vocación por la libertad, la igualdad y la justicia, con total sinceridad.

         Mirando hacia atrás de la historia del género humano, la lucha del dictador y el profesor en la Celda 12, no es sino la bíblica lucha de Abel y Caín; y a su vez la Celda 12 se transmuta en el vientre de la ballena donde el escritor -Jonás, descifra los enigmas de la crueldad humana, la irracionalidad estatal como cárcel. Otro símbolo que envuelve y da fisonomía a la novela es el "discurso". La dictadura no puede vivir sin disparar balas de palabras; frases hechas que se repiten, consignas que embisten a la verdad como tanques de guerra, comunicados que vomitan el veneno de la mentira, jingles con fluido eléctrico que contaminan con gases letales la corteza cerebral. La dictadura vuelve la palabra contra la palabra, la palabra contra el lenguaje, la palabra contra la razón, la palabra contra la verdad, la palabra contra la decencia, la palabra contra la honradez, la palabra contra las ideas, la palabra contra el individuo, la palabra contra el pueblo. Dictadura es sinónimo de la palabra organizada al servicio de la mafia, al servicio de la destrucción del vínculo familiar, de la contaminación del aire con el insulto, de la exterminación de los seres libres, de la corrupción instaurada como brújula del ser. Pero también aquí el profesor logra exorcizar ese "discurso", enclaustrándola en la "historia real" de la existencia colectiva que el drama de la represión transforma en profecía del pasado y esperanza del mañana. La dictadura deja de ser "discurso" unilateral y unilineal, para transformarse con el testimonio del pueblo en un discurso plural y dialéctico. Moncho Azuaga, con la novela CELDA 12, se venga de la dictadura, desnudándola hasta conseguir hacer que la propia palabra de la dictadura se convierta en terrible acusación de esa misma dictadura que tanto ha intentado asegurar su impunidad ante el veredicto de la historia.

         En la novela CELDA 12, la ficción va más allá de su mera finalidad estética, para aterrizar en el aquí de la pesadilla de más de tres décadas de nuestro pueblo, con total sinceridad y sin prejuicio alguno para llamar las cosas por su nombre.

         Moncho Azuaga nació, creció y se hizo escritor contestatario en esta dictadura que no acaba de irse y siempre está amenazando un pronto retorno. Y tiene el coraje de devolver golpe por golpe, al descargar toda su capacidad creadora en el tumultuoso réquiem a la dictadura de Alfredo Stroessner. CELDA 12 es una valiosa desmitificación del tétrico pasado y una alerta para el futuro.

 

Enero 30 de 1991

Rudi Torga

 

 

 

A MANERA DE PROLOGO

(A MI ESPOSA)

 

         porque no es necesario mirar sus retratos ni escuchar sus discursos

         no es necesario afiliarse ni estudiar toda su vida en la Nueva Historia

         no es necesario conocer todos los casos de tortura, encierros, allanamientos; violaciones

         no es necesario conocer el nombre de todas sus mujeres, la denominación secreta de sus orgías, los locales de esparcimiento de él en persona y borracho

         ni conocer la marca de la caña preferida o la posición que más le gusta

         no es necesario verlo todos los días con la expresión feroz encima ni esconderse de la Ronda después de la una

         ni explicar que nuestro pueblo tiene una larga tradición de miedo

         que de miedo nos jodemos

         que soñamos con el General que somos el Dictador

         que nada de nada

         basta

         basta

         caminar una mañana como ésta, tranquila con un sol de propaganda y niñitas bien pintadas moviendo las nalgas, mostrando los senos, basta mirar los grandes autos, el último modelo que nadie tiene en este país

         la cara de boludo que nos refleja la vidriera repleta de mercaderías de Miami, Hong Kong,

         la falta de plata,

         especialmente la falta de plata, porque está bien el espíritu, el ñeñoty pynandí y todas esas historias del rico que sí pasa por el ojo de la aguja porque tiene plata para mandarse hacer una aguja especial y de oro y todo para cagarle al rollo y cumplir la profecía, especialmente sin esperanzas de cambio, porque todo sigue igual la gente feliz es feliz siempre, los miserables miserables, los mbores de siempre mantienen su mboreidad per se, y mi risa sigue siendo esa herida fea, ese hueco metafísico, esa luna desdentada partiéndose sobre el mundo, partida por el mundo y no es necesario sentir otra vez esta presión, esta represión en el pecho, en la boca del estómago, estas ganas de vomitar, de echarlo que nos molesta, de sacarle a patadas a la angustia que gorda y meliflua se sienta con sus rollos de grasa en el aire que respiramos, en la comida pálida que comemos y en la misma mierda, mi vida, ya no es necesario verle todos los días por televisión ni escuchar las hurras

         enroscado en los huesos del alma nos ha dado su rostro, sus costumbres venéreas, sus gestos y circularmente como en un laberinto en cada esquina, en cada recodo verbal nos encontramos con él, somos su modo de andar, su aliento fétido es el nuestro, somos su discurso, sus ademanes de mando, sus ganas de mear dolorosamente

         el agua que bebemos tiene sus células, su piel descascarada, renovándose y ni siquiera es necesario echarse a las guerrillas

         las armas son inútiles, rebotan las balas contra su coraza, piel de baqueta

         tatú piré, rinoceronte, braquicéfalo, ornitorrinco, oso de las cavernas esteparias, robot lunar que asciende como un arcángel infernal a los cielos, tiranosaurio roiano, paquidermo, piedra pura,

         igual que vos cuando no entendés que sufro y sufro y me hago bollo contra su mundo,

         más dura que el mármol a mis quejas

         y no es necesaria la entrega oficial, estamos entregados

         (a pesar de nuestros gritos en las calles, de nuestros dardos envenenados, de nuestras risas clandestinas, de nuestra poesía de combateité) nos jode hasta la caricia de los niños,

         y morimos y vivimos con él

         somos su muerte

         somos su vida

         ¡Oh, inmortales! paseamos por las calles indiferentes al dolor de los otros. ¡Oh inmortales! ¡¡República o muerte!! y nos morimos de rabia

         y él vive y se atraganta con nuestras rabias y engorda sencillamente con nuestras débiles y secas voluntades a su servicio incondicional no es necesario ni siquiera el paso de los años,

         basta mirar esos pájaros suspendidos en el cielo,

         esa luna pintarrajeada con ojos de él, nariz de él, boca de él, sonriendo basta mirar cómo las arañas hacen sus nidos y hermosos tejidos plateados combinan en el reloj de la catedral

         basta saber que se han pegado las hojas de los calendarios y basta que me miren aquí, metido entre estos libros viejos, en este cuarto de mierda, piecita con ratas, con tu retrato, quemando este escrito que nadie conocerá,

         basta entender el arrebato de dignidad que de pronto al verte llegar, sonriente, hermosa en la puerta abierta, me inunda y hace que olvide estas estúpidas líneas, que apague el fósforo (ya me quema los dedos, ya me queman tus ojos)

         basta sentirte para saber que no todo está perdido, tal vez podamos perder más,

         tal vez nos toque a nosotros joderle, por lo menos era este beso

         - hola, ¿qué estás haciendo?

         - Nada. Escribiendo macanas.

         En el ojo de vidrio de un pájaro detenido se reflejara nuestros cuerpos desnudos.

 

 

 

I

Y ENTONCES VI EL RETABLO DEL GENERAL

 

 

         "Yo, NN, juro ante Dios y la Patria desempeñar con fidelidad y patriotismo el cargo de Presidente de la República del Paraguay, y observar y hacer observar la Constitución y las leyes.

         Si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden"

 

         (Constitución Nacional de la República del Paraguay)

 

 

 

         Dicen que cuando él nació se quedó sin mamá y se vio en el cielo mala señal. Eclipse hubo ese año. Y sequía. Y no apareció la Virgen María dibujada en la pared de la Iglesia. Y si te fijás en este almanaque que es de su tiempo, según dicen, el día de su cumpleaños o sea que ese año que nació, en ese día, era que vino el ciclón que rompió el puente y vino también la inundación, y ese día fue que le mataron a Jesusito Acosta, ese de la Liga Marítima. Capado amaneció en su canoa y dijeron que fue la tormenta.

         Todo eso es propaganda política, nomás. Le buscan achacarle toda la desgracia y como aquí se echa a rodar un chisme y en la otra esquina tiene todo patas. Alacrán envenenador tu lengua, eso es. Y todo porque él permite nomás. Porque si yo te cuento cómo era hace diez años, ni me vas a creer. Ahora sí que hay libertad y ustedes gozan los beneficios de la paz, como él dice.

         Con eso de la paz joden a todo el mundo, mi viejo. Y esta es una paz de cementerios, porque hablás y sos muerto.

         Los muertos no hablan.

         Somos muertos.

         Felisario Martínez. Don Martínez ra'y, partero chaé, médico yuyo. Bendecido por la Virgen, impedido de su pierna y ciego, le fue concedido el santo don -dicen- de asistir a enfermos y parturientas. Felisario, médico Felí, pidió agua caliente y trapo, cualquier ropa limpia, toalla, sábana. Una cominasión de Marta sirvió para friccionarle un poco la barriga.

         Hinchada como un sapo respiraba pesadamente. En el cielo un aguacero próximo traía un calor insoportable. -Horno hacú el mundo- pensó Felí, mientras calculaba el tiempo de nacer esa criatura. Los grillos se callaron y un fuerte viento, como un ronco gemido de la naturaleza se escuchó. Inquietas las bestias del corral rempujaban la cerca.

         - Che Dio, levantate que, Jose'i. ¡Escuchá un poco ese ruido! Jesú, María y José! Todos los Santos!. El cielo está demasiado colorado. Hay que hacer entrar las cosas. El pulso de la mujer era diferente. Médico Feli escuchó el irregular paso del destino.

         Es un viejo chueco, retobado pire va'i, cerrado como él solo y caprichoso. A veces se emborracha solo y hace cada desastre. Es difícil aguantarle -escribió médico Felí en su cuaderno de apuntes.

         Para entenderle hay que saber mirar el corazón de los hombres y entender la señal de las cosas. Deja su huella y su seña. Alma de pájaro tiene que tener porque a veces habla como pájaro o como estrella o como viento o como hombre o tomó sangre.

         De sangre me parece el cielo, Jose'i. ¡Levantate, perezozo y ayudame! Se va a caer todo el tiempo, parece.

 

         Nde racóre, mi jefe, parece que éste se murió.

         El pecho de Nicasio Martínez, campesino de la Liga Agraria, reventó en la pileta.

         ¡Profesor! llamó una voz.

         Miré en la oscuridad. Una sombra se movió en la otra celda.

         Allí se murió Nicasio. Ese qué te dijo que cuando el General nació llegó la desgracia. Escribí su nacimiento. Se va a poner contento y te va a dejar libre.

         Entonces vi el retablo del General.

 

         Masiado problema tuvo con su embarazo. Se asustó mucho y es primeriza, virgen eté le agarró ese badulaque.

         La prima Isabel le ayudaba. Le ponía compresas sobre la frente y rezaba con ella. Don Felí miraba el color de su orín. No le gustaba nada de nada. Ese embarazo desde un principio tuvo problemas. Le asustó pombero y una semana se quedó muda y sin poder caminar. Después fue la sangre que le aparecía. Creyó que iba a perder. Acostada tres meses y tener pesadillas fue el resto. No sé qué le encontró a ese tipo arribeño sinvergüenzo, parece que le arriman nomás por él. Pero le perdió en el monte tres días con sus noches. Macana, si el tipo le visitaba. Pobrecita la mujer, lo que tiene que sufrir! Y es su gusto, pero qué, ¡qué va a dar gusto! Arrastrada por el monte le tuvo. Extraviada, como animal andaba perdida hasta que le encontraron, cerca del arroyo toda descuajeringada. Y así nomás es la mujer, chamigo. Tiene que ser violentada para ser mujer, a la fuerza gua'u, a la fuerza de mentira o a la fuerza de verdad, porque así manda la sangre.

         Pero esta desgracia ocurre porque ya el hombre no tiene miedo de Dios. No respeta a su prójimo y se convierte en Belcebú, hijo del diablo, aña ra'y y corriendo detrás de las almas débiles, mis queridos hermanos -decía el pa'i cada vez que hacía su gira- Lo que hace ese cura es conseguir mujeres para don Bernardino. Don Felí se quedó quieto de repente. En su rincón de la pieza dos víbora-pytá se comían la cola, hinchadas. Y entonces empezó a rezar.

 

         Las moscas zumbaban sobre el vientre hinchado de la mujer. Sus ojos como bolitas de vidrio empañadas estaban fijos en el techo.

         La muerte, fragante, flor de naranjos y jazmines nocturnos, entró en la pieza. Sus dientes blanquísimos sonreían al médico Felí. Eran viejos conocidos. Rezaba el médico. Espantaba de su sangre ese temblor, ese dulce estremecimiento que le recorría la espalda, ese escozor en el sexo cuando la muerte llegaba junto a él. Se le humedecían los pantalones cuando se le acercaba desnuda, con los pechos opulentos, la cintura delicada y esa matriz tibia, olorosa, húmeda. Parecía esas mujeres de los almanaques. Le resistía. Su don de curar estaba vencido por aquella mujer que acostada junto a su paciente le chupaba lascivamente la boca. Rezaba médico Felí, mientras, solterón empedernido, un olor agrio y una sensación gomosa le crecía entre las piernas.

 

         Pero, señorita la muerte le daba un regalo. Un mita'i rubio y barrigón lloraba entre sus brazos y ya empezaba en la campiña el lamento de la prima Isabel. Don médico Felí le empataba a la muerte y le miraba las redondas y morenas nalgas cuando salía del ranchito, desnuda, bailando en la tormenta.

         El tiempo se caía, sangre y agua, furioso sobre ánimas y casas y se levantaba el río en trombas gigantes de maldición por el pecado de la gente.

         Nació el mismo día en que murió don Bernardino, caudillo liberal, ex presidente de la República, guerrero de la Vieja Guerra y padre de muchos diablillos de ojos azules y pelo rubio y de morenos y blancos y pardos, de madres vírgenes especialmente, así como le gustaba al padre de la Patria.

        

         Porque cuando el hombre se muere, un prójimo, por ejemplo, su alma primero se separa despacito y un dolor de parto es. Se despega como tu piel, él alma. Cuchillo filoso tiene Ña la Muerte. Ha nde pire'o. Te quita como vieja cazadora la piel enterita. Y así tu alma se levanta, se sale de vos. Y ese dolor te hace ver una luz intensa, como relámpago que dura. Y allí, en la pieza o en el lugar que te morís se queda un rato. El Señor, Dios del Mundo, entonces pesa en su balanza tus pecados. Por un lado el demonio te estira para el infierno y por el otro tu Ángel de la Guarda. Si la pelea es muy fuerte se escucha en el cuerpo del difunto o en la pieza o en el lugar, como dice la Biblia: Un ruido de huesos machacados. Y se levanta tu alma y mira tu cuerpo. Allí recién te das cuenta que no somos nada. Comida para los gusanos.

         ¿Qué hiciste en la vida? - te pregunta San La Muerte. Y como en un libro o en un cine te muestra toda tu vida. Hasta eso que creías zoncera, y tu pensamiento y tu obra también. Vivo aparece lo que pensaste y tu alma se queda rondando. Nueve días ronda y espera el juicio de Nuestro Señor. Escucha las plegarias y rezos en tu descargo y tu Santo Abogado, Patrón de tu nombre cristiano, te defiende para que no andes penando por allí, pidiendo misa y apareciendo en cualquiera de los lugares en los que anduviste a menudo. Tu alma, que no encuentra perdón, sale debalde por ahí ahí. Y te digo qué el diablo es diablo y le jode al Dios Padre, porque es de su misma naturaleza y su ser, como en aquel entonces y ahora y siempre, por los siglos de los siglos. El busca su agujero por donde escaparse hasta que vuelva Nuestro Señor Jesucristo, abogado de los pobres y desamparados como nosotros para atarle por mil años a una piedra que está allí cerca de Yaguarón. Ese cerro también era un monstruo, demonio terrible era. Y Santo Tomás le convirtió en piedra inocente. Allá le va a atar, en esa gruta que hay allí. Tu alma se queda mirándole y a veces se convierte en animal que anda por la pieza, por el rancho o por el camino. Quiere volver otra vez al cuerpo. Porque el diablo que es de tu cuerpo quiere que tu alma siga allí para hacerle padecer más a Cristo Crucificado.

         Y yo te cuento lo que pasó, según dicen los de antes, que el diablo, Satanás, busca un nuevo cuerpo para esa alma de perdición. Y cuando murió don Bernardino, a esa hora, ese año justo nació él.

        

         Y ha de ser verdad, porque mucho bochinche armó. A mucha gente le perjudicó debalde. Y si él no hacía, mandaba hacer que es lo mismo.

         Un caso nomás te voy a contar para que veas. Cómo le jugó a Rufino Colarte, allá por el Salado. Le ató a un pindó mata, desnudo. Le bañó con sangre de animal sacrificado. Le lió por su cuerpo la tripa y allí le dejó para que le coman los yryvu y así terminó don Rufino, hermano y buen vecino, comido como muerto en vida. Así obraba este aña ra'y.

         ¿Y lo que hizo con Federico López? El estudiante ese que llegó recién de Buenos Aires, Publicó el diario. ¡Se animó un poco! Aunque después le empastelaron, le destruyeron la imprenta, y le echaron como perro a ese periodista. Pero era valiente y con huevos, carajo. Le tiraron al río. Hacia el Paraná, en un lugar donde hay piraña. Y también bañado en sangre, pero sangre de su otro compañero y atado con alambres de púas. Puro hueso le dejaron. Y eso que estaba herido todavía. Sin descanso sufrieron y dicen que gozaba el tipo viéndole a sus enemigos gua'u, a esos que le decían cosas, que le contestaban por sus derechos, gozaba torturándole sobre estacas, o tacurú, y bueno.

         Médico Felí por eso reza, por eso sabe, por eso ya sufre este hijo de Dios bendito. Porque le vio al Diablo en persona aparecer en el nacimiento. Como murciélago apareció. Porque el diablo aprovecha cuando va a nacer un inocente y como recién el mita'i a los nueve días tiene alma allí aprovecha para colocar su mercadería, su ponzoña, y me callo.

         Porque no se puede decir en voz alta, porque no hay que abrir la boca, porque eso no se dice, pero es cierto que el Caudillo se encarnó. Aunque los pa'i le defienden y dicen que eso no es cristiano sino judío, pero esos pa'i miedosos nomás le defienden, los judas que son.

         Así es, médico Felí, el diablo le mete el alma del difunto en la sangre del inocente y repite todito su andanzas, por eso sé que se dice que él le pareceitereí al Padre de la Patria.

         y cómo escribir, profesor, si no hay nada en la cabeza, sólo el ruido del agua hedionda. Si las llagas están teniendo gusanos. Tirado allí, abajo de la escalera, pudriéndose como carne vieja.

         qué puedo escribir, General, si mis uñas están partidas. Si se me escapa el aire por la piel abierta a sablazos.

 

         ¿qué puedo soñar más allá de esta pesadilla? de este amargo miedo, del insoportable temor que vuelvan a buscarme a las 2 de la mañana?

         ¿qué puedo escribir sino mis propios gritos apagados por la música, la samba de los carnavales, mi General?

         La vieja luna transforma tu sombra y en los rincones de la noche te escondes como un sapo grande, como un alacrán en los resquicios de la casa, como un murciélago colgado de los altos mangos, para escuchar si te nombran, para dibujar en tu memoria el rostro de los que creyéndose lejos de tu vigilancia conspiran y hablan en voz alta sobre el fatídico día de tu nacimiento, los que desean tu muerte temprana.

         Con pies de pelos, mullido modo de disimular tu paso, indio expulsado de la tribu, pombero, habitante mitológico de la oscuridad, señor de la noche, acechas bajo la enramada, escondido en un cántaro de agua o entre las cenizas del fogón.

         Oh, mi Soberano, Gran Señor, que todo lo oyes, que todo lo conoces, mañana serán citados a la Alcaldía los enemigos del Gobierno, los vendepatrias, los legionarios, los predicadores del odio y la anarquía, los lobos que pretenden entregar la Patria a los extranjeros.

         La amante del Jefe Militar que sueña con tu sillón dibujará en la noche de San Juan en una esquina de tu cama el nombre del felón. Después las serpientes rabiosas, cables eléctricos en los testículos, buitres de pico ardiente, pus, costras, mierda y sangre cuajada, coagulada, señalarán la frente de los alzados y una purga en el ejército, una mutilación de la valiente y aguerrida juventud militar debida a la cruenta acción de los apátridas guerrilleros, los monstruosos y bestiales comunistas dirigidos por los sacerdotes rojos, organizadores de comunidades campesinas.

         Toda tu valiente acción publicarán los diarios, gritarán las radios y en colores difundirá la televisión.

         Y sonriente en el Jardín del Palacio serás frágil mariposa o delicada libélula de agua descansando en las margaritas importadas, mientras tu voz ronca anuncia una victoria de la paz, el orden, la familia y los valores occidentales de una civilización cristiana frente a la barbarie, el luto, la miseria, el atraso.

         ¿Qué misteriosa fuente, qué secreto arroyuelo mítico, qué ave extraña te dio la gracia, el agua milagrosa, el augur venturoso de la metamorfosis? Desde pequeño, como en los antiguos cuentos se manifestaron sobre ti las Fuerzas del Destino.

         Yu'í, ranita en tu cajón de manzanas, de patas flacas, llorando, ratoncillo colorado, anguyá pyta'í, comadreja chupando una teta ausente, sorbiendo tu propio caracú, alimentándote de ti mismo, con el dedo en la boca, vientre hinchado, todo mierda llorabas, Oh dueño de la Patria. Y se anunciaba en tu llanto los venturosos días del futuro:

         ¡Carajo, médico Felí, que es llorón este pendejo!

         ...y el descuido, aya maligna, encontró un murciélago muerto en tu mano.

 

         - Llevále otra vez a éste. No aguanta mucho. Se caga todo el pobre.

         - ¡Flojo! ¡Comunista flojo, carajo!

 

         Y en la celda, casi muerto, escuchar tu voz, verte tu rostro hablándome casi como un padre amoroso...

 

         y en el horizonte -dirán mis futuros biógrafos- rubio duende de fuego desafiando al viento del Yvyturuzú, mi figura de niño, hijo de los dioses de la tierra, signado por el Hado para una tarea ciclópea.

         ¿Quien diría -apuntará el distinguido Historiador Profesor Doctor, Presidente de la Academia de la Historia- que aquel niño silencioso que a las tardes como oteando el futuro se ensimismaba viendo como moría el sol en las aguas rojas del Paraná?

         Aunque discutirán el lugar de mi nacimiento.

         Siete ciudades se disputarán el privilegio de haber sido mi cuna. Siete vientos, siete canciones, siete documentos, siete notas musicales y hasta dirán que en verdad una madrugada en esa misa en la que moría el Caudillo, unos indios extraños llegaron con un niño en brazos y relataban, como extraviados la aparición de una doncella, Yasy o Ca'a Pora, el descenso de los cielos en una estela irisdicente, Madre del Arco Iris, Mbyya Co'e Nuestra Grande Madre Protectora, Virgen de Ca'acupé, con un cortejo de guardianes celestiales, efebos de la Tierra Sin Mal montados en nunca vistos yaguaretés de oro y en sus brazos traía una criatura a quien llamarían el Grande, pues Grande era su Destino.

         ¿Acaso el Hombre Providencial que llegara a nuestra tierra no fue un regalo del Altísimo para dar Paz a estos parajes desolados por la miseria, la violencia, reino de muerte y silencio?

         Cansado el Señor de ver tanta miseria, tanto mal envió a su hijo amantísimo, don sagrado, obsequio del Divino Amor para, luz orientadora, señalarnos el camino del Bien...

 

         Así hablará el Obispo Maricón, el mejor orador del siglo y en el Consejo de Estado aplaudirá mis claras indicaciones sobre la necesidad de editar en cuadernos populares y colecciones de lujo el Catecismo de San Anselmo.

 

         ...y entre los ronquidos de los prisioneros y el monótono paseo de los guardias, pasada la hora de los castigos, en una de esas pocas noches mansas, interrumpidas tan sólo por las campanadas de la Catedral, seguía su voz aguardentosa...

 

         ¿O acaso he visto la luz del mundo el día más tenebroso de la historia? ¿Qué dicen mis detractores?

         Que soy hijo adúltero. Que mi padre, un soldado de la Guerra Grande, un esclavo imperial, un liberto, por haber desertado de las huestes de Caxías después de haber aplacado la fiebre de útero de mi madre, hija de inmigrantes europeos, murió loco, gritando como un Judas negro, perdido, pidiendo perdón. Lloraba -dicen- su traición.

         El pobre João, filho da puta, camba tie'ỹ, tarová, poseído por los demonios de su conciencia gritaba por las calles del pueblo su traición a la patria. Y la gente le compadecía, creyendo que lloraba su deserción, el abandono del ejército victorioso.

         Se compadecía la gente de aquel desperdicio de la guerra. De aquella cosa hedionda, animal de cloaca que se arrastraba pidiendo perdón a los paraguayos porque él no quiso hacer lo que hizo.

         Y está bien -le decían- está bien. Y creían que el monstruo de la guerra le chupó el entendimiento.

         Pero, él veía -dicen los malditos pasquines de la oposición- la matriz de fuego de mi madre, suspirando, pidiendo al macho.

         ¡Dicen - estos contreras, aúllan en los calabozos y escriben con sus uñas historias de hijos de puta!

         ¡¡¡Hijos de puta, Carajo!!!

 

         - No soy digno, Señor, mas una palabra tuya bastará para salvarme.

         - Serás salvo si sueñas. Cuando ya no tengas mi rostro en tus sueños estarás perdido, cuando ya no escribas mi nombre nadie podrá salvarte, porque está escrito que a mí, a Tu Señor, no tentarás.

 

         No soy escritor. Soy un modesto profesor de secundaria. Dicto clases de historia y Literatura. De cuando en cuando reemplazo a la vieja artrítica de Filosofía. Leo poesía. Colecciono poesías. Las copio en un cuaderno, me las aprendo de memoria, para recitarlas borracho en cualquier prostíbulo, los sábados a la noche.

         Poeta de kilombos.

         Poeta de poesía ajena para sorprender a las putas. Para hacerme querer. Por eso estoy aquí.

         Celda Nº 12.

         Por recitar a Nervo... ¡¡Vida estamos en Paz!!

         Apresado por el Comisario Principal Cantero, Jefe de Políticas y Afines al frente de un pelotón de policías armados. Todos de civil, metralletas en mano, me sacaron a patadas del kilombo.

         - ¡¡Pero qué carajo hice, qué mierda dije!! Dicen que recité mirando al retrato del General. Dicen que le dediqué burlándome, mis versos. Dicen que me agarraba de las bolas y recitaba subido a una mesa, que los parroquianos aplaudían y las putas se enamoraban. Dicen que estaba por ahí Gregorio Lorito, caficho y pyrague, celoso de Ananías, la más linda puta de Ña Ramona, la más linda villarriqueña que coger pudiera.         Celda 12.

         ¿El en persona vino a mirar la celda? ¿A mirarnos, a reconocernos? ¿De luz purísima era su rostro?

         Todopoderoso Señor, dueño de nuestras vidas, mira a tus esclavos en este valle de lágrimas. ¿Fue una visión, magia de la tortura, o cierto fue que él vino anoche a mirar la celda?

         Allí estaban los cabecillas de una conspiración. Los condenados a muerte, los olvidados de esa ciudad que entre bocinazos, cervezas, pendejas y gritos festejaban al Rey de Copas, campeón de la Libertadores.

         ¡Libertadores querían los que pretendieron atentar contra su Excelencia! Allí estaban los derrotados, los perdedores, los sin nombres, los que cavarían sus propias fosas, mientras los diarios publicaban suplementos extras con Paraguay Campeón de la Libertadores, Campeón y clasificado para el Mundial de México.

         Rotos, magullados los jugadores de Olimpia gritaban el título en medio de enfervorizados hinchas. Rotos, magullados, gritaban los torturados, vomitaban mierdas y gemían. Yo con ellos.

         Me rompieron los dientes. Las eses me silban y no puedo repetir el verso de Quevedo. ¿Cómo era aquello de No he de callar por más que con el dedo señales silencio? No recuerdo. Tengo agua en el oído, agua y mierda -porque no hay que callar, compañero- me decía Arcadio Meza, obrero.

         Vos que sos profesor tenés que enseñarles a tus alumnos la realidad de la Patria, chamigo. ¡Fuerza! ¿Por qué te trajeron?

         Pero por qué, por qué... por qué- gritaba después de cada golpe. Nadie entendía nada. Así de improviso. Desnudo, torturado al pedo, yo no entendía nada. Los policías sí.

         - Tiene que hablar- decía uno.

         - Tranquilos, se va a portar bien- jugaba con mi oreja el otro y me partía a patadas los huevos.

         ¿Por qué te trajeron?

         Parece que la Vicedirectora de mi colegio, allá donde enseñaba, yaguareó por mí, parece que dijo que ella escuchó que yo le pedí un trabajo práctico sobre Roa Bastos y alguien dijo que él era comunista y que en la Biblioteca Municipal por eso no daban informes, que era un exiliado y un enemigo del Gobierno y vendido, por eso se cambió hasta de nacionalidad, y que si yo hablaba de él estaba predicando el odio y difundiendo ideas comunistas, parece, pero no creo porque yo nunca pedí ese trabajo práctico. Yo nunca les dije a mis alumnos nada. Solamente lo que tiene ese libro aprobado por el Ministerio de Educación y allí no se habla de Roa, ni de Elvio Romero, ni de Rubén Bareiro porque esos son contreras, y yo ni dije nada tampoco.

         ¿O acaso dije aquel poema de Lope? ¡¡Fuenteovejuna, Señor!!

         ¿Qué carajo dije? ¿Segismundo que se levanta contra el Rey?

         ¡Qué carajo dije, si nunca dije nada!

         - Ud. agita la mente juvenil- rugió el jefe de Torturadores. Cuente quiénes son los profesores comprometidos y sus alumnos. ¡Cuente, pué! Y me pateaba.

 

         Allanaron mi casa.

         Allá cerca de Republicano alquilaba una casita. Vivía solo. Los vecinos hablaron bien por mí. Buen pagador en el boliche de la esquina. Saluda a todos. Tímido y educado. Tranquilo. 

         Lo único que hizo una vez fue escribir la carta para el intendente para poner a su conocimiento, Su Señoría, la molestia que causa a los vecinos honestos y trabajadores los altoparlantes de la Pista de Baile Mar del Plata, donde se reúnen personas de mal vivir y arman bochinches, dando mal ejemplo a los niños del barrio y perturbando el descanso de los ciudadanos. A lo mejor por eso. No sé. Pero no era contrera, no sé si estaba afiliado tampoco, aunque tiene que estar digo porque enseñaba hasta el año pasado en colegio nacional, y allí no se enseña sin afiliación. Contrera no era, aunque el presidente de seccional era justamente el dueño de la pista de baile. A lo mejor él o qué se enojó y le mandó. Pero es inocente, inofensivo. Ni chica no tiene. Alguno hasta ya piensan mal de él, porque las chicas cuera le piropéan y él se pone colorado. Cualquier mitacuña'i se gusta de él porque es pintón, churro. Es pobre, sí, pobre, pero se defiende como profesor y como profesor no se gana mucho, es decir casi nada, a lo mejor tiene otra changa, así enseña particular, o enseña en mucho otro colegio. Pero nunca dijo nada. De política luego no habla ni se mete ni tiene amigo, barra no tiene.

         Una vez, allí en la capillita, se hizo un homenaje a los maestros del barrio y se le invitó también, porque como le digo, ¿ustéd es policía, verdad?

         ¡Ah!, su amigo nomás que le quiere ayudar, pero perdone, pero es igual que otro que ya vino a preguntar de él, pero no me importa porque yo no me meto en nada y mucho meno en política, y como te iba diciendo en esa farra de la capillita parece que le subió el vino -poquitito co era -y empezó a ser simpático, recitaba poesías a las chicas, chusco era y recitaba masiado bien, nos hacía llorar luego y hasta al pa'i le recitó en latín puroité. Eso es lo que yo puedo decirle de él. Siempre fue bueno y no molesta al vecino.

 

         Allanaron mi casa.

         Trajeron mis libros y uno a uno fueron deshojando mis cuadernos de poesía.

         Buscaron armas, folletos subversivos, nombres. Las fotos de mis putas desnudas se repartieron. Se burlaban, carajo. Me llamaban el profesor pajero. El poeta puto, Calentoniano, el profesor calentón. Te vamos a quitar los huevos, profesor, si no contás el nombre de tus cómplices.

         - ¿Quién escribió esos panfletos contra el gobierno?

         - ¡Hablá, profesor! ¡Decí quiénes son los alumnos que están pintando las paredes!

         - ¡Dónde está el mimeógrafo que se robó de la sacristía allá en Santa María! ¡Quien fue, carajo!

         Muerto estaba. Ya ni escuchaba mis gritos. Los oídos llenos de agua. Un tambor, un cañón, un sonido infinito me aplastaba la cabeza. Muñeco deforme, guiñapo triste, guiñol de la muerte. Me desnudaron y me llevaron atado de las muñecas. Me colgaron como una bolsa de mandioca y se reían burlándose de mi pene. Allí me dejaron hasta la noche.

         Ángel azul colgado en un cuadro renacentista.

         Yo, pecador, colgado del techo en una celda en penumbras.

         Calavera para el estudio de mis costillas. De puro Cristo era mi cuerpo.

         ¿Qué historia repetía colgado ante el mundo?

         ¿Dónde había este pobre recitador de versos ajenos estado antes?

         ¿En qué galera romana repetí esta escena?

         ¿Acaso soñé alguna vez mi muerte, General?

         - ¡Diga los nombres!- la orden se repetía como esos círculos concéntricos en el agua, cada vez más grandes, más fuertes, hasta descomponerme el entendimiento.

         - ¿Qué día es hoy, Nicasio?

         - Nicasio, el muerto, me contaba en sueño que yo era nuevo por eso me importaba el tiempo. Tenía que aprender todavía a derretir el tiempo.

         - Si te pegan mucho inventále una historia- me susurró Cantalicio, el viejo liberal de Ca'aguazu. Después se hizo póra, fantasma desconocido. Allá en Santa Elena le rompieron las piernas y le enterraron vivo. Cuando hay amenazo sale y hace vivas al partido liberal.

         - Decíle cualquier cuentito- se reía Cantalicio, anónimo también en esa celda con esa voz que ya tienen los muertos.

 

         Colgado en una celda. Desnudo, golpeado a pura rabia.

         Marcial, el guardia, metralleta en mano, dormitaba en el pasillo. Entre sueños y vientos de pesada noche, un coro de ángeles le llevaba de la mano, vestido de impecable brin de hilo, igualito el traje al del Señor Jefe de Investigaciones, zapatos de charol, a un campo abierto. Allí le esperaba su Esmelda, flor de mi vida, che ama, che tupasy. Esmelda que le sonreía y le decía: Sí, frente al altar. Los ángeles cantaban y eran Centuí, guitarrero sin igual, Luciano, rabelero, Timoteo, cantor de primera, y bicho feo, rival, perseguidor de la novia, gordo y desdentado el señor Juez de Paz, asistiendo obligatoriamente al casamiento de Esmelda, virgen de los milagros, que por milagros se le escapó y cuando ella dijo sí, ascendió a los cielos ante el aplauso de la concurrencia.

         - Esmelda de los Milagros soy -se escuchó decir de sus labios, clavelina del Oriente,

         Esmelda de los Milagros -gritó una mujer- y Marcial se despertó.

         Con los pies horriblemente hinchados, orinando sangre y respirando como una canilla rota escuché el grito de una mujer.

         Esmelda de los Milagros soy -se escuchó otra vez y todo Investigaciones fue un hervidero de voces de mando y cerrojos de fusiles y órdenes de revisar las celdas y contar los presos.

         - Carajo, ya se escapó otra vez esa bruja - distinguí la voz del jefe de guardia, Comisario Martínez.

         - Atenle con cadenas - ordenó Lope'i, torturador.

         - No le maltraten tanto, no le maltraten tanto, que hay orden de los norteamericanos de verle en estos días. Va a venir una comisión.

         Marcial abrió los ojos, cerrojó su metralleta y estuvo alerta. No entendía que diablos pasaba. Recién había sido trasladado del Cuartel Central. Y desde hacía tres noches dormía mal. Cada vez que se quedaba frente a la celda de la mujer guerrillera le soñaba. Que se casa con ella. Que se iba con ella.

         Será la calentura, se dijo. No estaba acostumbrado a ver como se le jugaba a esos pobres prójimos que llegaban detenidos. El tenía prohibido hablar con nadie. Ninguno de los presos le podía hablar a él. Mal se le tenía a esa gente. Y hasta sentía miedo de los tipos especializados que se encargaban de castigarle a los prisioneros.

         Sabía que era una cuestión muy fea. Que querían matarle al Señor Presidente. Que querían que venga aquí el comunismo y eso, según decían, era ya imposible. Porque donde entraba el comunismo vos le tenías que entregar a tu mamá para que le fusilen si fallaba. No había Dios y no podías tener tus cosas. Pero eran luego asesino esos tipos y muy peligrosos por eso no tenía que hablar con nadie.

         Pero le compadecía a esos infelices. Especialmente a las mujeres, algunas embarazadas que llegaban todas sangrando. Muchos morían ahí, pero no se comentaba nada. Venía un camión a la madrugada y le llevaban a enterrarle por ahí, sin cruz ni nada. Allá en su pueblo cuando era chico también vio una fila de comunistas que fueron regollados. Pero le compadecía a esa mujer Esmelda. A esa le soñaba, desde que vino. A ella le atendían bien por un lado y por otro le jugaban todo mal. Le entraban cinco tipos y le hacían sarambí.

         Ninguno de los conscriptos quería hacer guardia cerca de su calabozo. Siempre le cambiaban el turno, por cualquier cosa, como era nuevo, pero después hasta le daban doscientos guaraníes por reemplazarle a cualquiera allí.

         Esmelda de los Milagros - le habían dicho que era medio payesera, que en cualquier momento se escapaba y le encontrabas sin saber cómo allí a tu lado sentada y sonriendo.

         Esmelda de los Milagros se volvió loca porque hace mucho que está aquí y le juega quien quiere, porque es muy linda. Se le rompió todos los dientes. Se le cortó la oreja y está muy sucia. Pero hay veces que hay orden de baño y viene un doctor y se le atiende bien, entonces. Y aparece linda y te mira y empayena, porque cada vez que hacés guardia allí cerca de su calabozo le tenés que soñar y allí en ese momento sale, se escapa, no sabés cómo, pero apenas amanece se le encuentra allí en mitad del patio. Una vez apareció en el despacho del Jefe. Llegó, desllaveó su puerta, entró y ahí estaba desnuda, sentada sobre el escritorio. Pero no se va lejos. Por ahí nomás se queda. Pero no hay que acercarse, te va a volver loco. Así le pasó a Gonzalito, el conscripto tie'y le quiso coger y le soñó y salió la mujer y entonces le agarró y le llevó al baño y se volvió loco el pobre. Se volvió loco. Por eso ha de ser que esos jefes que le juegan también están todos locos.

         Esmelda de los Milagros - Allí estaba parada en mitad del patio. Marcial le vio en toda su esplendorosa desnudez.

         Esmelda de los Milagros - musitó. A pesar de las torturas, de los muchos días de golpes, de las sesiones especiales de la Brigada de Represión que entre preguntas y preguntas, golpes y golpes, picanas y alambres, le montaban como caballos salvajes, tigres con venaditos, gavilán pollero, espuela de sangre, cogida de burro. A pesar de estar recogida y sangrada, vomitando, sin sentido, con todos esos gorilas arrancándole las uñas, pija de palo en la mano, bastón grueso y negro, que le metían por abajo. A pesar de las veces que le quemaron con cigarros, encendedores, cabeza para abajo, era hermosa. Hermosa Virgen de la Cárcel - le habían escrito un compuesto allá en Emboscada.

         Esmelda de los Milagros -Marcial no sabía porqué Esmelda no tocaba el suelo con los pies. Un resplandor le rodeaba la cabeza y le había crecido otra vez la oreja y su sonrisa era de tupasy, con todos sus dientes, como perla de Francia, che yvoty, y se desprendía de ella fragancia pura de pacholí.

         Marcial no entendía cómo todo el cuartel la estaba buscando si ella estaba ahí a la vista de todos. Hasta que de tanto amor se le cayó la metralleta y se disparó una ráfaga y entonces vinieron todos y le encontraron allí a Marcial, de rodillas mirando como su Esmelda de los Sueños se iba despacito al cielo, sonriendo, con florcita del campo como adorno en su cabeza.

         Y había serenata en su oído, como en su sueño. Estaban allí sus amigos de su valle. Centu'i, Timoteo, Luciano, trío de oro, los Cantores Cordilleranos. Tanto vio de hermosura sin igual, que no sintió como se le iba el corazón tibiamente por ese negro orificio de bala que se había hecho con piripipí, ¡sin saber cómo!. Ay, Esmelda de los Milagros, que están dando las cinco de la mañana en el reloj y ya no estás con nosotros.

         Marcial quedó tendido allí, en el patio, hasta que el sol le llegó a la cara, feliz, sonriente, mirando todavía el agujero del cielo por donde Esmelda se perdió.

        

         - Mi General, la columna guerrillera que pretendió tomar la unidad fue repelida y sus atacantes dispersados. Se ha destacado personal especializado para perseguir a los atacantes. Se presume que fueron veinte, entre hombres y mujeres. Mi General, tenemos una baja, el conscripto Marcial Gómez. Y la mujer guerillera Esmelda Velázquez ha desaparecido: Ascendió a los cielos, mi General.

 

         Y me bajaron del techo. Hubo cambios en la Jefatura. Nuevos policías llegaron. El General estaba disgustadísimo y ordenó un severo castigo para los responsables de la guardia de esa noche. Ordenó también mejores medidas de seguridad.

         Profesor -decía Corsino desde su celda- estamos mejor. La Cruz Roja Internacional va a venir a visitarnos. El caso de Esmelda recorre el mundo. Pero la situación en el campo es más grave. La represión es terrible, dicen.

         Profesor decía Gabriel, más acá, en la otra celda- están llegando más detenidos, pero son trasladados a la otra parte del edificio. Nos consideran muy peligrosos, pero nos tienen olvidados.

         Olvidados en la mazmorra mientras el tiempo se iba extinguiendo en mi memoria.

         ¿Te he soñado, Esmelda?

 

         Volvieron a colgarme para escuchar su voz, solamente para escuchar la voz del General.

 

         Y allí está mirando el ancho Paraná. Los guardias desde lejos miran la caña del General.

         Ojalá haya pique. Así estará de buen humor - piensan

         Su fiel guardaespaldas, el indio; torturador el más cruel y asesino, le prepara las carnadas.

         Un buen whisky le va encerrando cada vez más en su soledad.

 

         ¡Mira cómo se enciende el crepúsculo!

         Pleno de llamas, el cielo consume el corazón del día.

         Los potros de la noche avanzan y en el carruaje del misterio la muerte es reina. La muerte o el sueño.

         Como una nave en las aguas del tiempo, la vida boga en aguas infinitas.

         A veces, tempranamente, una tormenta la destroza, la hunde ¿y qué resta del hombre?

         Pequeñas cosas, como las huellas de un naufragio que terminan por perderse en el fondo oscuro de las aguas o que arrojadas a una playa lejana no recuerdan a su dueño.

         Es triste el olvido.

         ¿Acaso será inútil mi nombre, mi alto nombre estampado en los monumentos? ¿Mi firma en los muchos papeles del gobierno? ¿Los libros que ilustran mi paso por el mundo?

         No. Por más que quieras, Muerte, no te llevarás mi nombre. ¿Vuelve el polvo al polvo?

 

         - ¡Profesor! ¿Quién habla? ¿Es usted o el General? - se ríe Aniano, ex policía, con su único ojo. El otro le quitaron en la Alcaldía de Paso-Pé, a culatazos.

         Tengo un anzuelo en la garganta, Aniano - le contesté. Me habían vuelto a colgar. Lo hacían diariamente.

         Soy un gusano colgado de su anzuelo. La muerte es el dorado que ha de tragarme. El también ansía la muerte.

         Sigue torturándome, cada noche, cada día.

         Lloro y pierdo el sentido. Orino sangre ya otra vez.

         Sigue hablándome el General:

         - Hablás mucho en sueños, Profesor - decía Falcón, el estudiante de filosofía, marxista cristiano, según sus largas explicaciones sobre el movimiento comunista de Cristo.

         No soy - dije. Es el que está solo y habla.

         Allí está conversando con los peces de la muerte. Piensa en el cuchillo de Lopí, que abre el cuerpo de los grandes peces.

         Se ahogan los peces, saltan, boquean.

         - Se parecen a nosotros en la pileta, Profesor - se ríe Aquino, de la Juventud Obrera Católica.

         Varias lanchas patrulleras rodean el lugar. Los oficiales están nerviosos.

         - Cuando el General viene de pesca nadie está seguro - piensan y se asustan del pensamiento.

         Todas las unidades de la costa también están alertas.

         - Que haya pique, que haya pique - ruegan.

         El General no sabe que en noches como ésta no hay pique, pero él sí pesca, nadie sabe por qué.

         - Yo sé -comenta Raúl, del Movimiento Popular Colorado- porque estos adulones de mierda le colocan debajo de su yate una bolsa de dorados, de sardinas enlatadas y de caballas.

         Estos traidores que entregaron el país y el partido por poco no hacen que pesque un sanguichi de surubí.

         ¡Qué juventud colorada de mierda! - alzó la voz Jonás, el seminarista.

         - Un momento compañero -replicó Raúl- la auténtica juventud colorada está aquí bajo tierra en fosas anónimas, en el exilio o muertos por la causa gloriosa del partido - se exaltó.

         - Está bien, callénse que el Profesor no puede escribir - terció Barreto. El profesor tiene que escribir, así va a ser libre - dijo y preguntó:

         - ¿Cierto que nos van a trasladar? Sí, por eso ya no nos torturan.

         - A mí me cuelgan de los brazos y me golpean casi todas las noches - protesté.

         - Tortura, Profesor, no juegos - dijo Barreto. No te hacen nada, sólo quieren asustarte y que cumplas tu compromiso.

         - Cállense. Es tarde y no hay que molestarle al General cuando está pescando - dijo Corsino quitándose las cascaritas de piel de su herida en la rodilla.

         El General piensa coger esta noche, Profesor. Se aburre pescando demasiado. Los adulones no le dan tiempo a tirar su anzuelo y ya le colocan un manguruyú con moño de regalo y todo.

 

         Y la vieja Esfinge recogió el tiempo en su palabra.

         Ya estaba otra vez allí hablándome de sus amores.

         Escriba la historia, Profesor y será libre.

         Él viento del desierto arrastraba la arena. Como cuchillo me partía el alma. Tan fría la voz, tan fría la celda. Una mano firme detuvo la manecilla horaria del reloj de la Catedral.

 

         Se llegó la noche con toda su desgracia. No era debalde que la luna tenía su collar de agua. Imposible era el ruido del monte. Inquietos los animales sufrían antes que los cristianos, que la gente. Y hacía tres meses que se olía por allí su presencia. Primero el corral abierto. Las gallinas asustadas y los huevos rotos. Ninguna ponedora hacía mérito. Después la leche cortada y el mal de ojo de los mita'icuera.

         ¿Te acordás de Labrentina, esa medio tavyraí, esa que salió mal de su cabeza? ¿Qué es casi ñe'engu? Como chucho le dio una noche, cuando gritó y dijo que le vio en su ventana.

         Ya andaba por aquí. Nadie quería creer. Decían que eran maniobras militares de rutina. Que el Colegio Militar hacía su terreno.

 

         Todas agüerías, decían.

         Eso no existe más, agüela. Eso era en otro tiempo cuando no había ni luz eléctrica y era el tiempo de los liberales que ni escuela hicieron.

         - Pero no robamos al país, no hipotecamos el país ni siquiera en la Guerra del Chaco, Profesor - habló en sueños Martínez, radical puroite, azul hasta el caracú.

         El silencio fue largo. La interrupción tensó el aire. Nadie habló.

         Poco a poco se volvió a escuchar el rumor de la ciudad.

         Antes del cambio de guardia volvió la voz. Lejana, pero audible.

         ...entonces, la gente era ignorante y creía en esas cosas, agüela. Pero en los tiempos presentes, señora, en cada rincón del pueblo hay una fuente de luz, cada esquinita está iluminada, parecemos el Mba'e Vera Guazu. Esas historias son para hacer dormir a los niños, bueno, a los que no tienen televisión.

         Hasta el pa'i se sonrió y explicó en la misa del Domingo de Ramos ciertas costumbres paganas, ciertas rémoras de una tradición que la iglesia moderna, comprometida con este tiempo de Nueva Evangelización no compartía. Pero calló la verdad.

         El pueblo sabía también, pero todos callaron.

         No hable, agüela. Parece que la arterioesclerosis avanza, comentó el Juez de Paz.

         El doctor Federico Ramírez, candidato a la Delegación de Gobierno, le asistió a la señora y le reprendió severamente.

         - Su nieta, señora, no ha desaparecido. Métase en la cabeza. No sé de dónde quita que los soldados vinieron a secuestrarle. Los soldados son cadetes. Entendió ¡Cadetes!. Futuros miembros de nuestras gloriosas fuerzas armadas. Y no van a andar con esas macanas. A lo mejor ella se escapó con algún arribeño. Pero, por favor, si no quiere verse en problemas, deje de andar diciendo macanas. Por respeto a su edad no se procede. Yo le voy a dar una receta, para que le diga a la gente que se desareó un poco, nomás.

         Y le voy a decir más. Aquí he recibido la visita del distinguido joven, correligionario de la capital, presidente del Centro de la Facultad de Filosofía y Letras, preclaro exponente de la juventud estudiosa de la Patria y él me dice que no se preocupe, que su nieta está muy bien. Mejor no podía estar. Que quiere arreglarse un poco y que pase más este barullo y después le va a venir a visitar o mejor, usted va a ir a la capital a verla.

         El ponderó su hermosura. Su inocencia. Como la Virgen co era. Quién picó iba a pensar, que él se iba a fijar en ella.

         - Por favor, agüela, cállese.

         Y se dijo que podía ser algún arriero borracho. Alguien del pueblo. Pero nadie tenía ninguna señal. Todos tenían el alma fresca y alegre. Se dijo que era un arribeño.

         El alcalde ordenó se detuviera a los hermanos Martínez, propietarios de la Calesita y Diversiones Populares y la Chica y la Grande y Burro Rembó, atracciones familiares diferentes. Y les detuvieron con carros, carretas, carpas y caballería de madera y todo, pero tenían el corazón limpio. El alcalde les alivianó también el bolsillo, para no mezclarle más en el problema y para contribuir con la autoridad. Así se marcharon pensando cosas y no diciendo nada.

         La investigación tampoco echó sombras sobre aquellos muchachones, tan buenos mozos, que se llevaron más de una honra, secretamente y que alguna marca dejaron por esos caminos. Figuras de corazones flechados, por algún tataré o eucalipto de la plaza. Algún suspiro extraviado en esas noches de dedicatorias de amor y saludos atrevidos por los parlantes de la calesita.

         Nadie decía nada. Sospechoso también fue don Policarpo Ferreira, caudillo febrerista, Franco soldado cue, y mujeriego a más no poder con sus setenta años encima. Se le sabía débil por las mujeres nuevas, pero también estaba sin manchas, pese a que era contrera a muerte y no se sabía cómo hacía para no estar en la cárcel. Aunque de cuando en cuando la Camioneta Colorada venía a llevarle, se arreglaba para estar otra vez en su rancho. Y hay que decirlo, amigo, política hay que saber usar y el alcalde en ese sentido se portaba según las secretas leyes del varón. Papel sucio de hombre en cuestión de polleras se sabía tratar entre hombres, arrieros de buena ley, pero don Policarpo aseguró que su espolón no había dañado a ninguna florcita de horizonte y era hombre de palabra, pe aña memby.

         - Imposible, mi hermano, lo que la gente callaba.

         - Imposible, mi Dios.

         Tan inocente que era. Se fijó en ella por el pecado de su belleza.

         - Y de aquellos labios rojos que yo quiero besar

         y esas caderas de sultana primorosa

         - ha peina pe ne tyvyta yvagare ojepintá

         - ¿Quién picó no lagrimea de emoción cuando se le ve en la tardecita sentada bajo su enramada mirando, como perdida, los cerros, allá lejos?

         - ¿Quién pió che pa'i no sintió en su pecho como un tambor cuando en la Iglesia hace el Nombre del Padre, allí en la puerta mismo?

         - Te acordás, chera' a, que Esteban se encontró con ella. Con su dedo le tocó en la pila de agua bendita, y dijo que parecía un fuego que le quemaba el corazón y ya no pudo dormir. Sólo pensaba en ella. Y se fue adelantado a hacer su servicio militar. Así se salvó, porque palidecía de sentimiento.

         - Imposible, mi Dios

         Y nadie me creía, creyentes del Señor, cuando me iba por esos caminos a hablarle a la gente que me quería escuchar. Le visitaba a mis amigas de antes para decirle lo que estaba sucediendo. Nadie me creía, sonreían y hablaban despacio a mi espalda.

         - Pobre agüela, la edad le tiene así.

         Pero cuando la cosa fue más seria y las chicas del pueblo se iban desapareciendo hubo movimiento. Se empezó a comentar más en serio.

         Luna gris, amenazo, noche oscura o de grandes estrellas, era lo mismo. Las chicas no amanecían en su cama.

         No respetaba nada. Es el viento el que abre la puerta, decía la gente y no se levantaba a defenderle a sus hijas. Se sentía su presencia.

         La gente recogía frutas en su nombre. O ponía ramitos de malva en la ventana.

         Colocaban gualicho en el horcón de sus taperas.

         Pero las jovencitas se iban.

         Florecían los horcones de las tranqueras de tanta agua bendita que se le derramaba.

         Allí junto a esa tapera murió el abuelo en la Guerra Grande, defendiendo a su familia, a su mujer y a su hija, lanceado por los cambá.

         Ahora los hombres lloraban, haciéndose los dormidos, cuando sentían que les llegaba el turno a su hija o a su hermana o a su esposa.

         No había distingos a veces.

         Cómo picó iba a suceder eso. No tenía explicación.

         Sólo la agüela ponía la cosa en su lugar.

         Hay algún entierro que le hace correr a la juventud, se mentían los lugareños. Hay nomás tiempo de irse. Hay que dejarle nomás que se vayan. Qué se van a quedar a hacer aquí, que no hay nada que hacer. Y no había nada que hacer.

         Las huellas eran claras. Todos veían, pero indicaban otra cosa. Cuando le llegó la hora a la hija de Don Robustiano Acosta, karai guazu eté, verdadero señor, el sí se levantó. Vio las sombras. El camión con las luces apagadas. Pegó un grito de animal herido y dos fogonazos rompieron la noche. Alguien cayó herido. Muchas sombras se abalanzaron sobre don Robustiano y antes que pudiera disparar nuevamente le partieron la cabeza. Ya no había hombres en el pueblo.

         - El Doctor Federico Ramírez, flamante Delegado de Gobierno, tampoco encontró esa mañana a su hija.

         - Lo veremos en la capital. No hay por qué preocuparse- dijo a su esposa que lloraba en un rincón.

         Un panal goteaba en la ventana y una flor esparcía su fragancia en la entrada de su casa.

         Cuando todo el pueblo había florecido, el cuerpo de cadetes terminó sus operaciones. El General personalmente había dirigido los magistrales despliegues.

         La agüela, más vieja que nunca, pensó mucho tiempo allí bajo la enramada. Después se levantó. Buscó en su baúl algunas ropas. Guardó sus cigarros, algunos dulces y chipá. Trancó las puertas, las pocas ventanas. Lió su San Miguel y le rezó por última vez en su nicho. Sólo piedritas y hojas de flores secas quedaban en la repisa.

         Cuando la gente no tiene dignidad está cerca el fin del mundo –dijo- Y está bien que sea así.

         El sol caía sobre el pueblo cuando la agüela alcanzó la última lomada. Y se dio vuelta a mirar su valle. Ella por más vieja que fuera no se convertiría en árbol seco, guãiguĩ rapo. Ya no veía casi, por el tiempo y por el dolor, pero creyó distinguir las primeras transformaciones de los que se quedaron, pero pronto el humo y las llamas que devoraban los míseros ranchos le cubrió los ojos de llanto. Sólo un segundo de profunda tristeza tuvo agüela. Se irguió y descendiente de residentas y destinadas, esposa de combatientes, madre de Ñacurutú Ovelar, revolucionario muerto por las tropas del gobierno allá en Puente Caí, emprendió su camino.

         Buenos Aires no estaba más lejos que su propia muerte.

 

         - Se le está pudriendo la espalda a Martínez - dijo alguien.

         - Ponéle nomás esta pomada. Algo hacé.

         - Tiene fiebre.

         - El profesor tiene geniol, que tome dos.

         Allí estaban lamiéndose las heridas esos hombres. Buscaban no olvidar cada rincón de ese lugar. Guardaban cada queja, cada lamento. Señalaban en sus llagas, en sus cicatrices, el nombre de los asesinos, sus sonrisas, sus modos de matar.

         - Ud. profesor, tiene que escribir esta historia. Ese es un compromiso con el pueblo. Contemple este infierno y escriba. Ud. saldrá pronto. Lo sabemos. El General le tiene simpatía. El es así. Caprichoso. Cuando le quiere a la gente por más que le esté gritando cosas le protege. Hasta que se cansa de quererle y entonces es mejor el olvido. Todo es preferible antes que el odio, porque cuando odia no olvida y se ensaña. Hace sufrir primero hasta lo indecible y después mata. Nadie se salva.

         - Increíble, Profesor y vas a ser libre. Le gusta que le escriban. El Capitán Recalde, ese del 47, era su peor enemigo, pero le escribió una carta, se humilló, se arrodilló en su carta y le ofreció su cabeza, su cuello y le perdonó. Le dio su pensión, su sueldo, su jerarquía. Le perdonó.

         - Eso hace para propaganda. Así impresiona.

         - No importa. Así actúa él. Pero es demasiado peligroso cuando se ceba. Él personalmente dirige las torturas.

         - Eso es bola. Yo estoy hace siete años aquí y nunca le visto.

         - Yo sufrí el peso de su bota sobre mi cara. A mí me agujereó la boca con un sable. Aquí tengo la cicatriz en la mejilla.

         - ¿Y te salvaste?

         - ¿Diciendo los nombres de los compañeros, así te salvaste?

         - ¡Carajo, hijo de puta, te voy a romper el alma!

         - ¡Basta, compañeros, basta! Contrólense. No vamos a sumar nuestra violencia a la de los asesinos.

         - Que no vuelva a insinuar una cosa así.

         - ¡No insinué nada, sólo pregunté!

         - ¡Mbore! ¡Estabas acusando, carajo!

         - ¡Basta, dije!. Se acabó todo. Cada uno a su rincón. Yo no delaté, Marcos, yo no hablé. Me abrieron la boca con la bota. El mismo en persona y me echaron de rodillas frente a él. Se subió encima de mi pecho. Me partió la nariz. Quitó el sable de un Teniente y me empezó a clavar en las encías. Yo no hablé, Profesor, créanme. Eso ellos hicieron correr, entiendan que es una técnica para dividirnos. Me agujereó con el sable la mejilla. Aquí está, mira. Poné tu dedo, Profesor, allí está el agujero. Se me pudrió toda la boca y la garganta. Se me infectaron los pulmones, pero jamás dije nada.

         - Está bien, ya sabemos, chamigo. Cálmate, cálmate.

         - Pero no puedo permitir que después de tanto sufrimiento se diga que yo...

         - Está bien. Sabemos la verdad. El compañero no quizo herirte.

         - ¡¡No delaté a nadie, carajo! ! Soy macho, boludo, hasta reventar me quedé callado, por eso estoy todavía aquí. Crees que si hubiera hablado hace tiempo no me hubiese dado mi libertad, pero nada de nada. Él, personalmente, me sableó, después, y con un planazo me rompió la cabeza. Yo no dije nada.

         - Nada sabía el pobre. Nada. Pero esa vez se hizo correr, como hacen siempre con los nuevos, que habló y que traicionó a sus compañeros. Y le hacen creer que los que estamos aquí fuimos delatados por él. Entonces, la confusión, el desconcierto, el miedo, te trabajan. A veces te sentís culpable de cosas que nunca cometiste, que nunca hiciste y querés que te torturen. Querés sufrir. Otras veces te da la locura de firmar papeles, firmar papeles. Te pasás firmando la pared, el piso, cualquier cosa hasta que se te pasa y no sabés qué hiciste en ese tiempo. No entendés nada.

         Tratan de aniquilarte física y moralmente. Uno prefiere al torturador de la pileta, o al de la picana o al del garrote que te deja inconsciente enseguida antes que te trabajen por la cabeza. A veces vienen especialistas extranjeros y te hablan y te asustan, te causan terror y no te tocan siquiera, pero te vuelven loco. Juegan con tus traumas y te enfermás de la cabeza y si sos más hábil que ellos en su cuestión, porque hay gente inteligente que escapa del juego, entonces te aplican inyección, y te hacés bolsa. Te violan, compañero, te violan.

         - Se calmó González. Suerte, Descansa.

         - Pero gime.

         - Así somos todos.

         - Profesor, vienen a buscarte. Aguanta, compañero.

         - Aguanta, Profesor. Ya no te van hacer nada. Escribí nomás.

         Se abrió la celda y el temible Cururú, sapo, reptil, Benítez, entró con un yatagán en la mano.

         - Profesor, vení conmigo. ¡Rápido!- rugió.

         - Escribí, Profesor- dijo alguien y se calló con un gemido cuando uno de los esbirros le dio un puntapié.

         Jonás, el seminarista, quitó la cara entre los barrotes y me dijo: No te olvides del sueño del General.

 

         Giró la cabeza. Vio al pueblo ofreciendo a sus jóvenes. El sacrificio anual. La ofrenda. Las más ilustres familias traían a sus hijos primogénitos. Al son de pífanos y tamboriles llegaban hasta su refugio. Gran fiesta de la entrega. Se sentían orgullosos de ser los primeros oferentes. Organizaban juegos. Mercaban con el tráfico en las Avenidas. Vendían puestos en los palcos. Allí donde él pudiera posar su mirada era el lugar profusamente adornado.

         Los sacerdotes quemaban incienso y alababan su gloria.

         Miró a las doncellas del sacrificio. Alzó la barbilla y señaló a la primera víctima. Un rugido de entusiasmo y alegría llenó el estadio. La multitud aplaudía frenéticamente.

         Los Juegos Universitarios habían empezado.

         - Profesor, la Esfinge está hablando -dijo una voz escondida en la memoria.

         Usted, Profesor, como pedagogo, como artista debe cantar las glorias de nuestro pueblo, la grandeza de un pasado, las luces del presente y anunciar las buenas Nuevas del futuro.

         Nosotros no somos derrotistas ni débiles de espíritu ni timoratos. Cante el Progreso. Ensalce las Nobles Virtudes del Hombre Paraguayo. Componga Himnos a su Valor, a su Entereza, a su Valentía en los Campos de Batalla y fabrique el pan que fortifique su amor por la vida.

         Ud., como maestro, no puede soslayar la grandeza del Creador. No puede conducirse como un ciego ante las magníficas obras de la Naturaleza.

         ¡Qué otra región del planeta goza de un clima tan propicio, de unas noches tan hermosas, de unos amaneceres excelsos!

         Jamás en los muchos viajes que realicé por diversas partes del mundo contemplé tan bellos crepúsculos como los de este país!

         ¿O acaso no le impresiona el verdor de nuestros campos?

         ¿Y el delicado rocío de nuestras madrugadas?

         ¿El canto excelso del zorzal?

         Usted como artista debe expresar los sentimientos más puros de nuestro pueblo. Nuestras mujeres son tan hermosas! ¡Tan hacendosas en el quehacer! No es posible que su pluma no vibre de emoción ante las divinas pynandí.

         ¡Hable, Artista! ¡Cante con voz de polkas y guaranias, con el dulce idioma de la raza indomable las endechas más delicadas del Amor y la Pasión!

         Invente gobelinos fantásticos de los sueños del Niño, de los recuerdos del anciano y el cotidiano sudor del Obrero.

         ¡Maestros de mi Patria! ¡Artistas! ¡Yo les convoco a exaltarla realidad Nacional en este mes de la Independencia!

         ¡No seamos ya los bohemios sin sentido de largos cabellos y capas caídas! ¡Avancemos con nuestros nuevos vientos! ¡Pregoneros de la Causa Nacional, de la verdad y de la belleza! ¡Cantemos a la Paz!

         ¡No seamos ya los tristes y llorosos fantasmas de un tiempo perdido, nefasto y liberal! Profetas de la Palabra! Señalemos cual faro diamantino las rutas del Porvenir venturoso!!

         Usted como poeta debe ser sincero con su pueblo. Dígale en bellas palabras, la sacra belleza es su instrumento, que no podemos ni debemos quedarnos a la espalda de la Historia!

         ¡Adelante, Magisterio Nacional! ¡Adelante Artistas de mi Patria!

         - ¿Tenemos que aplaudirte, Profesor?

         - ¿Tenernos que hacerte hurras, Profesor?

         Aquella noche me volvieron a preguntar sobre mis escritos. Dijeron que me había robado un mimeógrafo para hacer panfletos y difundir mis ideas subversivas. Me dijeron también que estaban averiguando mis antecedentes.

         - ¿Acaso, Profesor, no le hiciste un poema al que sabemos?

         - ¿No querías una beca y le escribiste su biografía?

         - ¿No eras vos, Profesor, el que delató a ese otro escritor que ganó un premio comunista y para colocarte en la lista de los favorecidos hiciste la traducción de las consideraciones del Jurado?

         - ¿No habías pedido una entrevista personal para exponerle las inquietudes de una joven promesa de la Patria?

         - ¿Por qué te trajeron aquí? ¿Por qué te quitan todas las noches?

         - ¿Quieren que te contemos cosas, nombres, lugares, historias?

         - ¿Sos un detenido pyragué, Profesor?

         - ¿Le hiciste una dedicatoria y le entregaste personalmente tu libro, Profesor?

         - ¿Infiltrado gubernista, acaso?

         - ¿Policía Cultural, Profesor?

         - ¿Acaso no estás saliendo del Palacio, sonriente, contento, feliz de la vida, escuchando todavía sus firmes, enérgicas, pero hermosas palabras?

         Yo también tengo alma de artista. En mi juventud escribí algunos versos, cosas de la juventud, me dije. Pero, el Dr. Francisco Carrillo, embajador de la Madre Patria y estudioso de nuestra Literatura, Miembro de la Academia de Los Inmortales, me señaló sus virtudes y me rogó su publicación. Dice, pero no lo creo, bueno, yo no entiendo mucho, dice que en mis versos se perfilan los nuevos aportes de este siglo. Empero, reconozco mis limitaciones.

         Bien, profesor y poeta, le felicito una vez más por esa labor tan importante y voy a ordenar  -Vea, Cnel. Martínez, que el joven sea atendido deferentemente para lo que personalmente le va a explicar al Ministro- Y sería bueno que también fuera a ver a nuestro maestro de poetas, el insigne, no me viene el nombre, pero ya Ud. sabe a quién me refiero y le -me acompañaba hasta la puerta, tocándose el bolsillo de la chaqueta- digo que se cuide, no se equivoque de ruta ahora por el camino. Mire que estos poetastros de la oposición se pasan gritando versitos contra el Gobierno y cuídese, no me salga al revés ahora, mire que hay muchos maricones, Ud. me entiende. Voy a leer su libro. Hasta luego

         Y allí estabas en el Jardín del Palacio, a las diez. La tarjeta de Su Excelencia con su firma reluciente y fresca para el Ilustre Profesor Doctor. ¡Brillante Porvenir recomendado por el General!

         Alzaste los ojos: El Palacio, imponente en su historia, fue testigo de la entrevista. Con esa tarjeta se te abrían, Sésamo, las puertas del mundo de las letras.

         ¿Te enviarían a París como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario? ¿o preferías la exótica Patria del Generalísimo Franco?

 

         - No, Sánchez, no fui yo. Así empezó dicen- el que después se casó con la hija de esos estancieros. Llegó a Ministro y Presidente de la Academia de Letras. El Gran Comisario de las Artes nacionales. Le hacía los discursos al General. Y vendía libros raros de la Biblioteca Nacional a coleccionistas europeos. Robó mucho y se quedó con aquel libro de su juventud.        

         - Profesor, no te torturaron más.

         - No. Estuvimos hablando como viejos amigos. Almada estaba cansado. Llegó recién de Caaguazú. Hay movimientos, me dijo. Agarraron muchos campesinos. Me habló de su vida. Está solo.

         - Toma mucho y parece que tiene problema en su casa.

         - Era buen estudiante. Iñarandú. Conoce mucho. Oleé la tipo.

         - Y aparte de ese escritor pyragüé él también es otro de los que leen para controlar.

         - Me habló mucho de historia, de literatura. Leyó mis poesías, esas que yo copiaba en un cuaderno. Tiene buena memoria porque recita y todo.

         - ¡Vos tomaste caña, Profesor! Nde racore, Profesor estaba farreando con Almada, Oh chera'y. ¡Nde suerte voi nde tipo!

         - ¡Viva el Gobierno, pe aña memby! Profesor farristo!

         - Shhh, cállense, por favor. ¡No jodan!

         - No te preocupes, Profesor, Almada es así. A veces se amarga y te cuenta cosas.

         - Se disculpó, dijo que:

 

         Que yo también pensaba como vos profesor, tenía mi casa llena de libros, libros, revistas, libros, cigarrillos, cenizas, pan duro, zapatillas, calzoncillos, libros cucarachas, rumores anunciando futuras ratas, chillidos y el viento golpeando la ventana. Más allá el mediodía rodando como una bola de grasa y derritiéndose el tipo de la esquina con su caja de helados, empujando, soportando el mundo. Atlas con sífilis y un pito en la boca y los vecinos comiendo a las 12 del día.

         Libros, mapas, pendejas en pelotas, tetas afuera en los sucios almanaques donde las moscas se limpian las patitas delanteras después de pasear sobre las hermosas nalgas de una puta sueca y desconocida.

         Libros sin leer, comprados al pedo y libros releídos, eternamente leídos, personajes soñados, escapados de mentes enfermas, edípicas literaturas, froidianas escenas, lunáticas líneas, experimentales novelas, tele-folletines de amor dulzón, empalagosas mujeres acabando contigo sobre el living roto de dormir, comer, emborracharse, coger, soñar, leer, vivir en él. Trinchera en la trinchera, ratón en su agujero, tierra de las culebras y ensayar por primera vez el verso rimado, después con el pie en cuarta, el yambo, la paja mental, edulcorante para la realidad del excelente escritor comprometido, libros con recortes de fotos con los grandes de la Literatura Nacional, libros con glosas y subrayados en rojo, libros para arrancarle la primera página con la dedicatoria y venderlos en el kiosko de Perú y Tte. Fariña, usados condones, libros que valen sólo un sanguichi flaco y pelado, una cerveza y punto.

         Y ropa sucia y deudas en la pared, teléfonos, versos inspirados, plagios esenciales, notificaciones judiciales y ganas de cobrar de ilusos creadores, capitalistas fracasados, libros atados, preparados para huir dentro de tres meses, cuando no se aguante más el alquiler, cuando corten la luz, el agua y sitien el lugar los soldados del triste imperio de la plata, libros a crédito, libritos pornográficos para calentar niñitas jodonas que salen a estudiar gua'u, promesas de papá y mamá, y follan como bestias aquí en el living y aumentan la colección de bikinis del joven escritor comprometido, profesor churro de la secundaria, enamorador de estudiantes, comprometido a joderle al rollo, paquetito de marihuana, coquita querida para conocer el universo, para charlar con Aldous, muy loco, tirado entre Pascal y Saint Genet, libros que atraen a los Gide y Wildes locales, putos que colaboran con la manía del ilustre Rimbaud vestido con una túnica de efebo griego, libros que son pretextos para que llegue Isadora sin nada abajo, danzando con un pollo y vinos de Francia y evite por una tarde, vía gran cogida, gran amor perfecto, el más grande poema jamás escrito por esta mediocre humanidad.

         Libros para el día del Libro que está, según manifestaciones a la prensa especializada, a punto de ser lanzado, siendo inminente su aparición, libro ausente que tuvo un triste final de apuros gastrointestinales, y sirvieron sólo para eso, libros tristes que dan ganas de llorar, lacrimógeno libelo acusatorio de los divos y monstruos, libros de vacas, en francés, griego e inglés que no entiende nadie, con presentadores que no existen, sólo para reírse de lo que hojean sobradoramente sin entender nada, - barbita intelectual y pipa de la India, caracteres en griego clásico, para saberte en el micro hojeando, genio entre la muchedumbre aplastada, y mirando el paisaje y rozando muslo con muslo, sorprendiendo felizmente a la gordita de al lado, que siente las cosquillas -un libro que tapa su mano en mi coso- libro follador y vagina por vagina, librito caliente y rosado que se abre al conocimiento profundo del Ser.

         Todo libro la habitación para que busques la Luz en las cosas, en el hombre y Dios. El faro, librerías el Faro, esoterismo, quiromancia, elixir de la felicidad de dos antiguos persas, libros ocultos, robados a la Ciencia de los Siete Alquimistas de Oriente, a los mersas de la Biblioteca Municipal, a los referís del Arte, Libros del Gran Crítico de las Letras nacionales EL LIBRO con mayúsculas, letras doradas, encuadernación de lujo, fotografía del autor cuando tenía diez y seis años, una pinta de maricón de novela EL LIBRO, y el mundo afuera rodando con la siesta y un sol de mierda que no permite escribir ni hacer nada de nada, sino dormitar entre libros y libros en la cabeza, bajo la cabeza el Diccionario prestado hace tres años y medio de no se sabe qué institución creada para la difusión del conocimiento humano, libros y papeles en blanco, casi escritos, semiescritos, programas de la revolución cultural, propuestas del Compromiso del Autor y Su realidad, errados propósitos, herrados, puro hierro el montón de libros que sostienen la mesita de centro descentrada en su pata tercera, intelectual pata de autores hispánicos y extranjeros, papeles, futuros libros de un S. S., Seguro Servidor, porque la siesta no permite continuar el opúsculo sobre las Nueva Manifestaciones de la Poesía en Latinoamérica ni el futurísimo Gran Libro de Poemas, Ciudad Sitiada, denuncia del régimen opresor que subyuga las verdaderas voces del Pueblo, y expresa la raíz telúrica y minera, terrígena y morena de Nuestra Patria Única e Innombrable, poemas que son voces populares surgidas de la sangre milenaria, de la madera y el carbón, del vino berreta y del pedo tísico en el kilombo de Ña Ramona, saltando, retozando feliz en la tercera eyaculación, seguida y sin sacar con Ananías la más hermosa puta que coger pudiera ser humano alguno, perdido vomitando entre libros amanecer sin ganas de preparar la clase de la siesta en el Santa Marta, con un calor de culos que impide continuar, escribir futuros libros, porque ni Pasternak ni Gorki tuvieron que aguantar este verano paraguayo y a cualquiera le es cómodo escribir en París mientras la nieve cae y canta el zorzal en las lejanas tierras americanas y así, en el exilio dorado, París la Querida y escribir contra el régimen y no esperar el micro que no viene y la primera hora de clase que ya empezó y aguantar la puteada de la Vicedirectora que anda husmeando, vigilando porque cree que me cojo a sus alumnas y a su sobrina y que ando, dice por celosa y bruja que ando comunisteando con los alumnos del centro porque aparecen escritos en la paredes del colegio y le llamamos la bigotuda, no es Montmartre ni el barrio latino y sigue la calor amenazando aunque la

Dirección de Meteorología por la orden del Supremo indique temperatura agradable y feliz, para que no se asusten los turistas ni los ciudadanos se subleven y los escritores nacionales y el magisterio nacional no produzca...

 

         - Habló largo Cururú

         - Hablaste vos, Profesor, te engañaron

         - Fue amable y me invitó su caña

         - Fuiste boludo, Profesor, te dieron la droga para que te confieses con cariño y caíste, Profesor

         - ¡Te radiografiaron el alma!

         - Hablaste vos como un loro. Cururú te escuchó nomás.

         - Mentira, Martínez, él hablaba, lloraba y me hablaba

         - Mentira, Profesor, contaste cosas que ni vos sabías. Te sacaron el corazón ideológico.

 

         A la Esfinge no se le oculta nada. Encuentra hasta los últimos meandros de tu conciencia.

         Juega contigo. Estás herido, pero no tiene, aparentemente, en su primera intención devorarte.

         El sol es fuerte, el aire irrespirable. Estás boqueando. Te han golpeado el riñón. Tienes los testículos hinchados y la picana te ha roto el ano. Pero vives, eso es suficiente.

         El olor es insoportable, Profesor, tu hedor, tu mierda.

         Intuye tu inocencia.  Le puedes ser útil. La revolución es una moda; nada más. Pueden recuperarte.

         Vomitas.

         No gritas. Te traen de nuevo a la celda.   

 

         - Esta vez te dieron con todo, Profesor.

         - ¡Pobre! No se muere depuro caradura. Le rompieron todo.

         - Aceptá la propuesta y no te van a tocar más.

         - ¡Escucha cómo gritan los universitarios!

         - Festejan el campeonato, Profesor. Nada de protestas.

         - ¡Hay fiesta de elección de Reinas!

         - ¡Se busca hembra para el General! ¡Gallo es todavía el General!

         Gallo es todavía el General - se rió el guardia de la puta rubia de la esquina.

         Ella tenía soldados a su disposición y no solamente para ocuparles al almacén ni para hacerle carpir su patio ni cuidar su portón ni para lavarle su auto, sino para levantarle la pollera también, dicen las malas lenguas.

         Mala lengua la tuya, podrida tu lengua, verde de envidia, ñacaniná puro, bruja de la media cuadra que ve a través de las paredes, que se entera de lo que sucede en la sala, en la cocina o en tu cama, rubia hembra pura, hembra tirada en la alfombra pintada de oro, pubis áureo atrapando al General como un extraño caracol, succionándome, ostra caliente, baba, saliva, sudor y esa cueva de oro en la que se pierde el país.

         ¡Gallo todavía es el General! -pensaba el soldadito cuando veía llegar el auto negro sin escoltas. El, borracho, se escapaba de cualquier reunión, se escapaba de sus guardaespaldas para verle a la Potranca de Oro, bridas de plata y sin monturas cabalgaba por auríferas sabanas de su cuerpo montañas doradas, Potosí viviente, su riñón, y risas, amor, risas, como una lluvia mitológica cayendo sobre mi cuerpo de Viejo Dios.

         - Lo que quieras vas a conseguir conmigo, si te portás bien, mi Reina -escuchaba mi propia voz jadeando sobre ese culo de novela.

         Gallo todavía es el General- Y ahí ya estaba otra vez abriendo la puerta de la mansión que le hice construir, abriendo la puerta con el dispositivo especial, alerta ya la Rubia Concha de Oro porque jamás le puede sorprender el Primer Amante, en cosas raras, jugando con el arma viril de algún amante joven, de algún soldadito en las siestas solitarias -que no creas, mi amor General, sacarlo que dicen las malas lenguas, que te hacen política nomás, lengua dura, yvyraró, cianuro vegetal, cianuro de carne podrida, repelente, órgano blando del diablo, subversiva lengua que quiere empañar nuestro amor y si me gusta la hembra no hay obstáculos, me joden hasta los tuétanos Profesor, me agarran de los cojones estas yeguas, interrumpo cualquier reunión y se quedan los otros con la palabra mascando, mordiendo, porque tengo que salir, huelo en el aire como esos yagua haku, huelo el aire y el viento me trae su olor y salgo, Profesor, de la reunión, suspendo cualquier cosa, cualquier acto hasta nueva convocatoria aunque el país se vaya a la mierda, me suda la pija y me empiezo a mover en mi sillón, pido agua, bajo la cabeza, me toco los huevos, me hurgo la nariz, miro el río y escriba, Profesor, escriba y entonces se levanta y dice, con esa voz de mando que escuchamos desde hace tantos años, siglos de voces, su voz, la orden de terminar la sesión del Consejo de Estado. Y los señores Ministros y notables Consejeros deben hablar de fútbol, de chistes del Secretario, aprovechan para hacer negocios, para hacer tranzadas, para hablar también de pendejas, porque él sale, se va por el pasaje secreto, baja la escalerita, por el pasaje del Amor y se aleja dejando al Excelentísimo Señor Ministro de Hacienda babeando su enredada explicación de la suba de precios del azúcar porque él y su cuñado, hijo de puta, maricón archiconocido lograron quitar el contrabando autorizado por él mismo porque está enojado con su chongo el Señor Gerente de, y ya se fue el General a la casa de la Rubia Tetas-Potosí.

 

         Gallo todavía es el General -pienso mano a la visera-

         - ¡Con vistas a su excelencia, atención presenten arrr!

         Allí están los angelillos guardianes de la Hembra. Agudicen los ojos, abran los oídos, brujas del barrio, lenguas de fuego, loros en el yvapovó parloteando sobre mis genitales, confundiéndome con un novio cadete que tuvo una tía cuando joven, compañero de clase de Albino Jara, alto, rubio, de ojos azules, hoy su Excelencia escriba, Profesor, escriba. Ya no le torturarán más. No confunda, escuche bien, entienda para no desviarse de la historia y mezcle nombres, utilice su imaginación para adornar mi relato, pero no desinforme, Profesor, cuidado, que voy a releerlo todo. Hay historias de mis colaboradores que la gente me atribuye. Ud. debe delimitarlas muy bien. Mire que hay cada historia, no me haga puto o qué en su historia, porque le corto los huevos y le cuelgo del Panteón, escuche, Profesor, y escriba porque era la novia de un subordinado, el Capitán Velázquez, y yo le vi cuando me iba por esa calle, le vi a los dos, carajo, puta de mierda, la perra caliente metida con el Capitán Veláquez! Y paré. Apagué las luces. Se despidieron con manoseos y besitos aquí para allá, pulpos eran tocándose. Ventosas, salivas, microbios, pelos de bigotes entre los dientes, pelos púbicos sobre el uniforme, ¡Capitán!

         Me está jodiendo la pendeja.

         Nadie le dio explicaciones cuando recibió su orden de traslado al más perdido fortín del Chaco.

         ¡Firme, Capitán! El fuerte golpe de taco resonó en mi despacho. Quería conocer la causa, porque se estaba por casar y otros cuentos. Capitán, nosotros los que vestimos el glorioso uniforme somos servidores de la Patria, esclavos del Sagrado Deber y si ella nos convoca, sonoro clarín de la batalla, turú de la Paz, turú de la carneada, debemos acudir prestos a someternos a sus mandatos, Capitán.

         La Patria quiere que se deje de joderme la pendeja. Y la muy putísima sabe que me gusta y se luce coqueta y aparece como la aparecida en los pasillos de mi calentura.

         - ¡Averigue su nombre! -ordené

         Rosa -Francia- Estrella del Norte, che lucero aguai’y, mensajeros y pyragüés rondan tu casa, Rosa Francia, se escucha tu conversación, tu gracia y se corta la comunicación siempre y justo cuando el Capitán Velázquez quiere hablarte y a pesar de los pesares, que te escribe, escribe, cartas kilométricas nunca llegan ni esquelitas a tu puerta y él escribe, dicen, en la arena tu nombre enamorado, en las piedras, en el cielo y en el viento te escribe el Capitán Velázquez y hasta a su tropa le habla con amor pero el corazón del soldado es firme, valiente y duro, Capitán!

         Entendemos que usted mantenía relaciones sentimentales y pretendía contraer nupcias, pero la Patria le necesitó primeramente en la frontera. Ahora le premia con un curso de perfeccionamiento en los rígidos excelentes cuarteles de las Fuerzas Armadas de la amiga nación de Sudamérica. Así puedo yo ocupar su lugar en el regazo de su-mi amor. ¡Entendió, Capitán!

        

         ¡Abnegación y valor!

         ¡Para Vencer o Morir!!

 

         - Mientras escribas no vas a morir, Profesor, mientras hables.

         - Cururú escucha lo que decís

         - Está revisando tus papeles. Está leyendo tus cosas.

         - Hay música ¡Escuchen!

        

         - Es en el Hotel Guaraní. Hay elección de Miss Paraguay

         Hola, hola, probando, probando, uno, dos, tres, yyyyyenn uuun lugarr ceeercaaa deel cooraazooonn....

         Los Jocker's, inigualables Jocker's, con el tema de Lara, tema Central de la inolvidable película "el Dr. Shivago" con el espectacular actor Omar Sharif para recibir a esta notable juventud, flor y nata de la sociedad paraguaya

         (Globos rojos. Banderillas. Coca Cola y la alegría de vivir, vivir, vivir) (Kolinos para su sonrisa ganadora,)

         Sones de la Marcha Presidencial. Corren algunos guardaespaldas y en la cocina se cae una bandeja)

         Audio: Locutor: (sonido propio)     Video: Pórtico Principal - Hotel Guaraní

         Voz: (Locutor, elegantísimo, niñitas con rosas rojas abriendo paso al General).

 

         Y saludamos la gratísima presencia del Primer Magistrado de la República, quien nos honra con su persona y una vez más demuestra su gran vocación de servicio, su cariño constante y su espíritu de cooperación con los grandes actos nacionales. El Primer Servidor de la República tendrá a su cargo la Coronación de la señorita más bella del Paraguay! ¡El pueblo emocionado le saluda con este aplauso y le agradece a quien es preclaro conductor de los destinos patrios en un marco de Paz y Alegríaaaa!

         ¡Gracias, muchísimas gracias, Mi General!! ¡Ud. es foorrmidableee!

 

         ¡Y esta noche, mis amigos, está aquí reunida la más selecta sociedad asuncena para regalarse, y al mismo tiempo agasajar con su aplauso a la belleza de la mujer paraguaya bajo este cielo azul turquí, y con la fresca brisa que llega del río! ¡Aquí en el Salón Presidencial de nuestro exquisito Hotel Guaraní, símbolo de la Hotelería Paraguaya, en esta góndola de la felicidad preparada especialmente por el arquitecto de los Artistas Arquímedes de la Fuente!! ¡Un fuerte aplauso para su genial creación! Recordemos que el Arquitecto está acompañado de la bellísima hija de nuestro Presidente! A ella también nuestro, aplauso! ¡Y a la selecta Comitiva y a todos los presentes! ¡Y ya contamos con la primera presencia artística los Jocker's para la alegría de los corazones...

         - ¡Atención cámara uno, atención cámara uno! Por favor deje de filmar al General, deje de filmar al General. Está nervioso. Escuchen, pues carajo. Deje de filmar al General o vamos a terminar todos presos si jodemos. Yo le voy a dar el plano, ¿entendió cámara uno?

         - ¡La puta! ¡Cámara uno! Deje de filmar, ya se le dijo, ¡aunque le pida el Rey de España, carajo!

         - ¡Comprendido Monitor, comprendido, Monitor! ¡No grite! Ud. se arregla después con el Sub-Secretario. Su hija compite. Le pidió un recuerdo al General. Yo le digo que Ud. no quiere y listo. Cambio.

         - ¡Cómo que yo no quiero! ¡El General está nervioso y no quiere fotografías!

         - Yo le veo al General muy alegre, sin embargo. Cambio.

         - ¡Cámara dos llamando, cámara dos llamando! Pronto. Atención Monitor!

         - Adelante Cámara dos.

         - Ya no hay problemas, monitor, para filmar, ya no hay problemas. El General sonríe, atención, el General sonríe.

         - ¡Atención Monitor, atención! ¡Aquí Control Central!

         - Escucho. ¡Adelante!

         - Orden General, realizar perfectas filmaciones de las chicas, buscar ángulos atrevidos, filmar sin restricciones. Luz verde, muchachos, el General está de buen humor. Quiero un buen trabajo.

         - Cámara tres preguntando, cámara tres preguntando. Hay personajes preferidos, hay personajes preferidos, preguntando, cámara tres el General tiene una preferida.

         - Monitor aquí, filmar sin restricciones. No hay información. Adelante.

 

         ¡Y ahora llega con nosotros después de su triunfal gira por escenarios de Asia, Japón, Australia, Medio Oriente, el más aplaudido conjunto musical paraguayo! ¡Ellos esta noche entregarán también al Primer Magistrado un disco de oro y una paloma! ¡O sea, señores y señora, cámaras por favor, aplausos, espectacular! ¡Miren! ¡¡El arpista ejecuta la polka del General con el arpa en la espalda!! ¡¡Magnífico, realmente magnífico. Ellos son los Embajadores Paraguayos del Paraguay!! Aplausos.

         ¡El país está prendido al televisor! Para ustedes una pausa comercial señores televidentes. ¡Aquí la serenata de la más bella música del mundo!! -Atención Monitor hablando, Monitor Hablando. Confidencial, confidencial. Todas las cámaras atentas cuando aparezca la n° 7 de Encarnación, atención con la rubia. Confidencial, confidencial, repito ella va a ser la Reina. Tomen ya algunos adelantos. Fílmenla linda. Repito confidencial.

 

         - ¡Te pillaron tu escrito, Profesor!

 

         - ¡Tenías que esconder esos libros y también tus escritos!

         - ¡Sabías bien que estaban allanando el barrio!

         - ¡Todos tiraron sus libros!

         - ¡Quemaron!

         - ¡Enterraron!

         - ¡Colocaban la foto del General en su salita!

         - ¡Ponían bandera colorada en su casa, en su patio!

         - ¡Tocaban la polka del General!

         - ¡Todos se disfrazaron!

         - Estaban terribles. Entraban puteando en tu casa. Pero antes ya te habían rodeado. El barrio se levantaba a punta de metralletas.

         - Ahí está otro. El estudiante, ese también cayó porque dijo que ningún libro puede ser perseguido, enterrado, escondido, quemado y le agarró el allanamiento. Quiso resistir diciendo que la cultura...

         - ¡A patadas le llevaron! ¡Le confiscaron toda su biblioteca!

         - A vos también te pillaron, profesor.

         - Te burlaste de la hembra del General, dicen

         - ¿Cierto que era tu vecina?

         - ¿Qué lo que dijiste? Contána

         - ¿Cierto que escribiste algo contra su Reina?

         . . . acaso dije algo esa noche en el kilombo, dije a la madama que tenía que hacer una elección de reina, ¿dije? ¡Qué dije, señor, si no dije nada!

         - ¡Shiiis, ya habla!

         ¿Qué celda es ésta que tiene cortinas rojas, alfombras y luces y peceras y perfumes, y mujeres desnudas corriendo?

         ¿Qué celda es ésta con música y encajes y aire calmo?

 

         ¡Ya están llegando, Madam! ¡allí ya vienen! chicas! ¡Prepárense! ¡Rosita ponéte bien esa media, pues!

         - ¿Recuerda, excelencia, nuestras fiestas? - Se escuchó una voz agria. La vieja madama arreglaba hasta los mínimos detalles. Se encargaba de los vestidos, de las pestañas o del modelo de las bombachitas.

 

         - ¡No tantas luces! ¡Allá una pecera!

         A Ud. General les gustaban las peceras. Soñaba con peces.

         - ¡Allá un espejo! ¡Marissa a la vitrina y sólo plumas!

         ¡Adelante, General! ¡Un Honor! Adelante, señores. ¡Es un inmenso placer recibirlos!

         Y Ud. a veces llegaba malhumorado. Ni saludaba, entonces. Ni hablaba, siquiera. Miraba con el ceño fruncido, los labios apretados, las manos crispadas.

         - ¿Whisky, Mi General? - sonreía la niña más hermosa de Itapúa, la reina de los colonos ucranianos.

         Ud. la vio, en el desfile, ¿recuerda? La siguió viendo en las propagandas. Suspiró por ella descuidadamente, pero bastó que se acercara a su mesa y le colocara la rosa más espléndida del día en el ojal.

         Cuando recibió la visita del Señor Intendente y, ¡Jesús! qué susto! También la del Señor Ministro de Turismo, para proponerle la Corona del País, el Manto Sagrado de la Belleza Paraguaya, supo que Ud. era la elogiada. Quería ayudarla, conversar, tomar un café, qué sé yo. Es un honor que el Excelentísimo Señor Presidente de la República del Paraguay quisiera charlar sencillamente, señorita.

         El General es una persona muy ocupada, un esclavo del País y por su condición no puede darse ciertos lujos de andar por ahí como cualquier mortal, entiende señorita? ¿Tal vez un lugar íntimo, Mi General?

         El es una persona muy amable, cariñosa, respetuosa y le gusta conversar con la juventud, señorita.

         - ¿Un whisky, Mi General? - repitió la voz suave, cálida. Como un remanso tibio donde descansar tus penas, Mi General.

         Sus padres, al principio intentaron oponerse, pero, ¿qué hacer? -¡Se fijó en ella!

         - Dicen que cuando le pone el ojo a una no para hasta conseguirla.

         - No respeta nada.

         - Mirá. Lo mejor es ceder. ¡Contra la fuerza nada se consigue!

         Y aquel tío, viejo y gruñón, se opuso. No aceptó ni discutirlo. Nada de nada. El honor de la familia está por encima de la prepotencia y el miedo. La dignidad exige se adopte una conducta decorosa y se rechace tal brutalidad.

         - ¡Y esto no se discute ! ¡Y ya saben! ¡Ceden a esas bestialidades y echan al barro la reputación de nuestro apellido y dejan de pertenecer a nuestra familia.!

         - Pero, tío, ¡es el General!

         - Ni el saludo. Han muerto. No han existido jamás, pues no voy a tolerar tamaña ofensa. Queda claro: O él o la decencia. ¡Y basta!

         El tío se marchó al extranjero, mascullando maldiciones. Ella habló con Julia, su compañera de colegio. Su amiga de la infancia.

         - Yo no sé qué decirte, pero pienso y me parece que después de todo es un privilegio, loca. ¡Vos sabés lo que es ser su mujer! ¡Se acabaron todos los problemas para vos y tu familia! Para qué diablos estudiamos, buscamos un trabajo. Para terminar acostándonos con un jefe de oficina. ¡Pobre pelagato! ¡O vos qué pensás! Quedarte con tus viejos y terminar rompiéndote la espalda en la huerta o secándote las manos ordeñando vacas? Por favor, mi hija. No sos hija de ricos y no tenés mucho que elegir. O te quedás aquí a trabajar con las vacas y volviéndote vieja haciendo quesos y morcillas para salir a vender por ahí, casada con Braulio, el hijo del acopiador o sos la Reina del País. ¡Elegí, Su Majestad!

         - Tío Alberto se enojó y se peleó con mamá por el asunto.

         - Que den gracias que no te rapta. El puede y ese tu tío se va al carajo. El honor es no morirse de hambre. ¡No, mi hija, la vida hay que aprovecharla y hay que vivirla Mirá! Esta es la mejor oportunidad que se te presenta y si no agarrás, ellos ya vivieron su vida. Elegí, tesoro, Mi Reina: Asunción, Río, Miami, Reina de Manizales, Europa, fiestas, joyas, autos, vestidos, casas, sirvientas o, tetas de vaca, casa goteando, hijo, hijos, hijos y vieja a los veinticinco, muriéndote de necesidad y plagueo. ¡Elegí! ¡Y cuando estés en tu Reino acordáte de tu amiga!

         Y allí estaba, General, ofreciéndote un whisky con su voz aterciopelada, -después de conocer la Gloria de las Favoritas. Los muchos cielos del Poder y la Gracia

         - ¿Te acordaste de tu amiga?

         Sí, Julia. Y después te llevé conmigo. ¿Te acordás de la hermosa casa en Asunción? ¿De aquellos viajes por el Mundo? ¿De la casa, de la granja que le compré a los viejos?

         Sí. Y de los murmullos del barrio, de esa fotografía desnuda que te publicaron los comunistas en ese diario clandestino.

         ¿Y tu fotografía, Julia, en la fiesta del 3 de febrero? En colores, mi amor, disfrazada de sirena al borde de aquel lago artificial. La sirena de los generales, decían los afiches pegados por toda la ciudad.

         Pero logré un feliz casamiento con el Agregado Militar en Sudáfrica; mi corazón, y me fui.

         Tuviste suerte, Julia. Y no te olvides a quién le debés todo lo que tenés y acordáte que todavía me escucha, una palabra mía puede ser...

         Ay no seas bruja, mi amor. Sé de tu poder y no olvido el favor, por algo somos amigas, pero sin embargo, ya te pasó la luna de miel también.

         Nos pasó, pero ya ves, ahora cada vez que se le antoja nos manda llamar y estamos bajo las ocurrencias de la Gran Bruja, pero no te olvides que a mí todavía me visita en casa. Se le ocurre y llega nomás y el pobre Gonzalo tiene que salir rajando, pero, no se va a menudo y estamos tranquilos, tenemos lo que queremos, y bueno, una tiene que sacrificarse.

         - Cierto. Peor ibas a estar pelando papas en Encarnación.

         - ...y de vez en cuando algún encuentro colectivo y yo no me quejo. No me quejo de él. Pero están estas otras, las más jóvenes, las nuevas, las mocositas creen que se pueden llevar todo por delante. Son un desastre! ¡Y sí! es cierto que somos las invitadas especiales. Que le atendemos solamente a él. Pero qué querés que te diga. Prefiero la soledad. ¡Sus visitas sorpresivas a casa!

         Si querés que te sea sincera, te digo. Estas reuniones son puros trepadas del Ministro del Interior y él le da, previo dólares también, la organización a la Madama, esa china, que es su pyragüé. Ella es la que le informa hasta el último detalle. No sabés lo que es esa bruja. Con nosotras tranquila, pero con las otras, no te cuento, salvaje y degenerada, hace de todo y les manda hacer a las chicas.

         - ¡Trafican los secretos del estado eyaculatorio!

         - ¡ay, no me hagas más reír, loca!

         Cierto, estos tipos capos se vuelven niños de pechos y depende de cómo le muevas el culo hasta te lloran y te confiesan sus penas, sus problemitas de erección y sus pretensiones políticas, también...

         - che, pero decime ¿hace rato que no te visita más?

         - No, es la distancia digo, aunque anda muy preocupado. Tiene muchos problemas políticos. Hay subversivos, manifestaciones y anda ocupado.

         - O pasaste de moda

         - Bruja, sabés bien que anda con la villarriqueña.

         - Estamos de relleno

         - Pasamos a la reserva

         - ¡Pero somos poderosas, Mi Reina!

 

         ¡A ver, chicas! sonrisas y contorneos. ¡Muevan esas caderas! Mirta, ¡Ese escote! A ver, mi niña, no escondas lo que Dios te dio.

         Zulma, mi árabe, andá bailá al espejo, sustituile a Nora. ¡Vamos ¡alegría! A Ud. General, le gusta los senos. Senos abundantes, blancos, morenos, pezones rojos, olorosos. Le gusta morder, magullar, dejar su marca, he.

         Y allí tenía frente a sus ojos esos hermosos senos de la Reina de Itapúa, tetas ucranianas, Mi General, y esa voz delicada ofreciendo un whisky, allí estaba la estudiante, esa que en el desfile, al pasar frente al palco le hizo sentir un tirón entre las piernas, un golpecito en los testículos. ¿Acaso fue ella quien le tiró el anzuelo? Un guiño o fue una sonrisa, ¿O simplemente Ud., mi General, estaba eligiendo hembras nuevas?

         ¿Fue la preferida en la elección de reinas, verdad?

         ¿Hembras nuevas al azar?

         Angelical el rostro, la piel tersa, los muslos dorados, la vaginita cerrada como un caracol, como una conchita tímida.

         ¿Es cierto, General, que una noche la mandaste violar por tu guardaespaldas el Indio Petiso?

         - ¡No, Julia, no! ¡Te juro!

         - Mira, yo soy tu amiga, te digo. Dicen que una noche llegó medio borracho, Estaba amargado, te dijo. Desilusionado de este país de mierda. Cansado de poner tanto empeño para darle dignidad y respeto al Gobierno, de enseñarle a la gente, esa partida de brutos, a ser más gente, que este es un país de brutos, de animales, de puro instinto, decía...

         - ¡Es mentira, Julia. Es puro chisme, Julia! Chisme de Alicia, la puta de Concepción. La hija de ese narcotraficante. La drogadicta esa hizo correr esa mentira para ponerme mal con el Embajador Francés que quería arrastrarme el ala y es un racista de primera. Para joderme la vida. Y está celosa porque yo le suplanté a ella con quien sabés, pero ella misma fue, parece. ¡Ay! que te digo, si le llego a agarrar, ¡puta de mierda!

         - Y que está harto de todo, Alicia también estaba, dicen y ella vio, fue esa vez que se fueron a ver a los guerrilleros que entraron por Ca'aguazu y que le estaban matando. El mismo vino con sangre en su pantalón, en su botamanga, y estaba puteando, dicen, porque nadie habló y tuvieron que enterrarle vivo a algunos y a otros le dejaron sus pedazos por allí para escarmiento. Esa vez dicen que vino junto a vos y como estaba nervioso no se le paró y entonces le mandó llamar al indio petiso.

         - calláte, Julia, por favor

         - y allí nomás te arrancó el vestido y te tiró en la alfombra y poniendo su pie sobre tu espalda, le ordenó al indio que te viole y allí para demostrarte que este es un país de instinto y de estúpidos; el indio obediente, dicen, te agarró como un animal y él se sentó y miraba como se convertía el indio, le miraba como ese asesino empezaba a llorar de agradecimiento porque en su puta vida se le había pasado por la cabeza que le iba a montar a la Miss Paraguay, a la hembra del General, hasta que él le dio una patada en el culo peludo y te dejó y agarrándote del cabello alzándote del suelo, dicen, que te dijo que él sabía lo que hacía y que ibas a tener tu premio, que le pidas lo que quieras, y se fue.

         - ¡Calláte, puta bruja!

         Y el General te tenía otra vez allí, mi flor de Itapúa, mirándote ésos bellísimos ojos.

         ¿Whisky, Mi General? - con hoyuelos, mi amor.

         Recordó el escándalo, también. Esa vez que vos, Itapúa poty, la favorita, le agarraste a tu mejor amiga del cabello y le tiraste contra los cristales. Le mordiste la mano, le pateaste por las tetas, yegua furiosa, y por poco no le mataste ahogada, electrocutada en la pecera.

 

         Y estando yo, presente, hembra como a mí me gusta, carajo, y me puse a aplaudir, luchadora, guerrera, hembra comesables, y gocé un kilo, ese ¡era un kilombo!

         - que no le separen- rugió

         Y me adulaban

         - Por celos, Mi General- y rodaban golpeándose, se tiraban cualquier cosa. Estaban todas mojadas, desgarradas.

         - ¡¡Se pelean por Ud., Mi General!!- y yo que estaba de mal humor, sentí como me crecía la pija,

         - ¡¡Ud, es el premio, Mi General!!- sentí que me mojaba como nunca, que chorreaba, que me corría por las piernas, que jamás me vino así. Antes que matara a su amiga, le tenía la cabeza en la pecera y ya boqueaba, ordené que le detuvieran.

 

         Aplaudí. Estaba todo mojado.

         - Soy tu premio, le dije. Y me fui al cuarto principal, a mi aposento real con ella.

Antes de cerrar la puerta, le dije:

         - No pasó nada. Está bien. Atiéndale a Julia y que venga después junto a nosotros. Y vino, toda magullada, con mucha rabia en los ojos. Lagrimeaba y yo, amante de la paz, les pedí que hicieran las paces, que cogiéramos los tres, que ustedes se amaran frente a mí, así como habían peleado, que me habían hecho muy bien y que las amaba y que jamás me había sentido mejor y entonces nos amamos los tres. Era hermoso verles a Uds. dos besándose los moretones, abrazadas, divinas, como dos peces, dos sirenas de colas doradas y che novia cuemi, les dije que eligieran para su regalo.

         Whisky, Mi General -sonreía.

         Hielo, Mi General- completó, llegando, esplendorosa, Julia, la otra.

         Si puede gozar el doble no se conforme con una- pensé en la espumante cerveza.

         Ellas, General, habían inaugurado tu pasatiempo favorito: Las Gladiadoras, Las Luchadoras, las Fieras, Las Leonas y otras hembras en bolas, vestidas, semi vestidas, paquetas, con alhajas, egipcias, putas de arrabal, peleando en una pista especialmente preparada por la Madama la China, experta en erotismo avanzado, según el Ministro del Interior, otro degenerado.

         Allí estaban mis invitadas especiales, ofreciéndose, ofreciéndome un whisky con hielo. Las hice sentar a mis pies, en sus altos almohadones.

         Ya empezaba el nuevo espectáculo de la imaginativa China. Las luces se apagaron. La música subió. Mujeres desnudas danzaban en los espejos.

         Y ahoraaaa -anunció una bellísima tigresa- para ustedesss

         - ¡Ahí estaban los muchachos, los degenerados de siempre, mi comitiva especial de O.P. operación tacó, mi General!

         luces, músicas, globos,

         ¡Las torturadoras sueeeeecaaaaassssss!

 

         - ¡Qué pasa en la Celda 12! ¡Número! ¡Hágale callar a esos badulaques! Siga, pues!

        

         Ya viene la guardia. Resuenan las botas corriendo por el pasillo. Un, dos, un, dos.

         - qué carajo están gritando ¡Silencio, Celda 12!

 

         La esfinge está en el centro de nuestro calabozo. Todos duermen.

         - Hay un griterío inmenso, mi oficial. Todos los presos están alterados.

         Se sublevan, golpean sus latas contra las rejas y piden mejor trato.

         - Son revoltosos, mi Comisario, protestan contra la tortura. Dicen que al profesor le maltratan demasiado y que está por morir y que si esto sigue van a hacer huelga de hambre y kilombo toda la noche.

         - Exigen higiene y material de lectura.

         - ¡Esos son sus cabecillas, Señor Inspector General!

         - La celda 12 tira la mierda en los pasillos, Señor Jefe de Policía. Gritan toda la noche y rechazan la comida.

         - Ese Profesor es el problema.

         - Le metimos manguera, Mi General, y resisten

         - Yo creo, Mi General, que lo mejor es hacerle descansar un poco a ese profesor. No habla para nada y parece que no sabe nada. No tiene nada que ver a mi criterio, salvo mejor parecer, Mi General

         - Permiso, Mi General, yo opino que hay que darle duro. Vamos a enseñarle el respeto. Umi comunista imbaretese hikuái, pero yo sugiero que le entremos con una buena garroteada. Una buena sesión, pileta y todo y le rompemos su frente rebelde. Y después cuando le enseñamos a someterse, le damos su descanso de regalito. Pero hay que hacerle aprender a no ser revoltoso, Mi General. Yo me quiero encargar personalmente del asunto, Mi General, si usted ordena.

 

 

         La esfinge está hablando. Todos duermen.

 

         Más allá de las meras apariencias, de la anécdota humana, húndete en tus sueños, muerde el corazón de los hombres. Toma mi monstruosa cabeza y piérdete en los fosos abisales de la memoria. Busca el laberinto que te llevará a mis entrañas. Encuentra el paraje donde el sentido es una fruta podrida en el muladar cósmico. Encontrarás el viejo río de la Historia, pero vadéalo. Que no te tienten sus frescas aguas, sus remolinos engañosos. Pierde tu propio sendero. Huye de las razones, de los fundamentos lógicos. Más allá de mis alas, vuela. Encuentra esa puerta sin llaves ni goznes, allí te espera el árbol seco de la Ciencia. Grítame desde las estúpidas ramas del Conocimiento. Escucharás entonces, mi voz

         - escribiste su vida, profesor, por eso te va a matar aquí- dijo en sueños el conscripto García, durmiendo en la esquina de Investigaciones, tenía doble guardia, guardia joa y no daba más.

         - Si escribe lo que él quiere va a ser libre- contestó la noche, arriba de las luces de la ciudad.

         - Puede que no aguante más la tortura- rumoreó el río, llevando, aguas abajo, dos cadáveres desconocidos.

         - ¿Qué pasa en la Celda 12? Nadie quiere hacer guardia allí -preguntó una garza nocturna cruzando el rostro de la luna.

         - Dicen que aparece, allí, a medianoche, a mediodía, a la siesta, a media vida, a veces, un perro sin cabeza, un fuego que habla.

         1-Número. ¡Haga callara esa celda 12 bochinchera!. Parecen viejas gritonas.

         2- ¡A su orden mi oficial! Pero allí están todos durmiendo. Tranquilopá está allí, mi oficial. En tu cabeza nomás hay movimiento.

         Alguien habla, ayepa, mi oficial. Es que es amenazo, por eso nomás parece. Escucha, escucha...

 

         la piel amarilla

         entró la luna, yasy moroti, le visita, se volvió blanco su cabello por eso, aúlla, ladra y come su propia mierda

         los viernes de amenazo, viernes florido, cuando el cadete salía de franco, le ataca su remordimiento y se muerde y sangra y hay que curarle porque o si no dicen que se le tortura para que muera

         y le aparece el cadete que mató y conversa con él, así son los inocentes

         la locura te hace inocente y te junta con los muertos, los locos y los santos

         su mano se secó por asesino, desvaría y es un animal peligroso

 

         Mire, oficial, usted es muy joven todavía. Cuando este prisionero, que no sé por qué le trajeron aquí, cometió el horrendo crimen, usted estaba todavía en el vientre de su madre. No pregunte nada. La consigna es evitar cualquier contacto con el sujeto. Es peligroso. No él precisamente, sino lo que puede acarrearle su curiosidad o su impudencia.

         Un oficial de policía debe ser mesurado y correcto. Obedecer a sus superiores y no discutirla orden. Usted sabe, Oficial, que estas cuestiones políticas no están hechas para nosotros los hombres de armas. Estos civiles son unos buscapleitos indisciplinados. No se puede progresar cuando nadie sabe lo que quiere. Lo único que resulta de todas estas discusiones anárquicas de los políticos son revoluciones sangrientas donde todos salimos perjudicados.

         La disciplina, la obediencia al superior jerárquico, el cumplimiento eficaz de la orden y el evitar complicaciones son elementos claves que harán de usted un excelente oficial y llegará lejos. No hablar demás.

         Es cierto que a veces grita y dice cosas terribles, pero aquí nadie escucha nada. Es lo mejor.

         Cuando se pone malo y no se puede dominar la situación se comunica a su inmediato superior para que adopte las medidas del caso. Le ponen algunas inyecciones para que descanse.

         Pero cuide sus palabras al referirse a la situación. Evite calificativos. Sea cauto y no se exceda en las descripciones. Nosotros como hombres de guerra debemos tratar con los prisioneros, es cierto, pero este caso es diferente. Ha dejado de ser un prisionero. Es un muerto. Usted es responsable del personal que le acerca el agua y la comida: Una vez por semana se le cambia el agua de aquel balde y la comida de aquella batea. Una vez por mes también, en verano, se limpia la garita con la manguera, a través de ese boquete que está allá arriba. Use mucha presión. El buscará siempre un rincón para protegerse. Si sale información a la calle usted y la dotación completa es responsable. Cuide su carrera. Está terminantemente prohibido a la tropa, al personal destacado y mucho más a eventuales detenidos pasar más allá de la zona de seguridad.

         Si advierte mucho silencio, si pasan muchos días y está muy callado llame a su inmediato superior y en caso de advertir algún problema de salud, algún peligro, llame también al médico especialmente designado para su trato. Aquí están, en esta libretita sus datos. Es material confidencial, su vida es tan apreciada como su muerte. Pero ruegue a Dios que no se le muera, porque su carrera y hasta su vida va en ello. Usted ha sido designado por sus altas cualidades y condiciones de buen soldado. Pero advierta que es una prueba más a su lealtad y sentido del deber. Si tiene suerte pronto será comisionado y ascendido, pero no falle, no sea flojo. La debilidad es mal signo para nosotros. Recuerde siempre que el enemigo es el enemigo. Que en cualquier momento usted puede ser el prisionero y él su carcelero. Usted es un guerrero, no un santo. El también conoce su condición de vencido, de atrapado. Es un guerrero derrotado. No lo olvide. Como oficial del ejército que fue, como soldado, nunca perdió su naturaleza guerrera. Recuérdelo. Usted como prisionero está obligado a conseguir su libertad. Luchará siempre. Nadie es inocente ni criminal en una guerra, y todos los medios son lícitos para rendir al enemigo. Cuídese de las influencias de las lecturas, comentarios, escritos y cualquier noticia o chisme. Forma parte de su estrategia de libertad. Nadie, absolutamente a nadie, ni siquiera a su esposa ni a su novia ni a su madre ni a nadie deberá consignar la misión designádale. El secreto policial le protege a Usted. De lo contrario será blanco de múltiples ataques. Ese asunto de Derechos Humanos, de organizaciones civiles para la defensa del prisionero, comités y agrupaciones universitarias y sobre todo los partidos políticos no debe hacer mella en su espíritu. Forman parte de la acción subversiva de desestructuración sicológica de la personalidad del soldado. No crea en esos cuentos de vieja que hablan de transformaciones. Agüerías, el prisionero es un hombre. Un criminal que cumple su condena. Ahora, no se acerque a la celda, salvo caso de emergencia. Las historias que corren por allí son macanas. No le pueden afectar. No es cierto que su víctima le visita para conversar sobre el crimen. Puro bola.

 

         Impida cualquier comentario entre la tropa. Estos campesinos son fantasiosos. Aplique severos castigos a los contadores de cuentos. Umi caso omombe'useva efrena ñandeve. No piense en el prisionero. Olvídelo. Cuando algún soldadito señale la curiosa presencia de animales no propios del lugar como aves o reptiles y hasta insectos o se percate de la proliferación de perros, ciertos pájaros o grupo de hormigas, ordene el inmediato cambio de guardia y disponga una actividad adicional a la tropa. Distraiga al personal. Organice competencias deportivas.

         Y le digo, esos aullidos, esos lamentos, esas visiones extrañas son medios que utiliza el enemigo. Recuerde las tácticas comunistas. Usted estuvo en Panamá y allí aprendió muchas técnicas y sistemas para destruir que utilizan los comunistas. Usted defiende los valores supremos de nuestra sociedad cristiana y occidental. Somos defensores de la Patria.

         Usted y yo aquí encerrados en este sucio calabozo, llenos de mierda suya y mía, desnudos, blancos los cabellos, con el alma enferma, casi locos, elevándonos hasta el techo, levitando, orinando sangre por los riñones podridos, escupiendo sangre por los pulmones partidos, con la barba a medio pecho, con los cabellos hasta el hombro, sin tiempo, muriéndonos todas las tardes, esperando la visita de las cucarachas para conversar con ellas, escuchando, distinguiendo el chillido de las ratas, atrapando hormigas, trepando por las paredes húmedas, cagando y tratando de interpretar el futuro, su suerte oficial pundonoroso, saber si morirá el Líder y después volveremos a ver a nuestra familia o si vamos a morir, oficial, vamos a morir, no aúlle, - no grite, por favor, ya va a llegar la justicia, no aúlle.

         - ¡hay fuego en la celda 12, Mi Comisario! - gritó el guardia

         - fuego, fuego - resonó en el largo pasillo

         - ¡Cállese, carajo!

 

         Y allí estaba la visión de San Jorge y el Dragón, llamas altas, lenguas de los diablos, salía del calabozo, allí estaba la Ismelda durmiendo entre el fuego, ¡Ñandejara Jesucristo!

         Allí estaba el Profesor conversando con el monstruo más extraño y Corsino tenía su corazón en la mano, como Jesús, y sin ojos nos miraba. Nicasio, sin mano.

         - ¡Silencio!

 

         La larguísima noche de aquel viernes se rompió con el tableteo de la ametralladora del Comisario Irrazábal. Los prisioneros sobresaltados; sorprendidos en el sueño, por las balas, preguntaron la causa.

         Allí estaba el comisario Irrazábal con la metralleta humeando y gritando como un demonio. Corsino sangraba. Una esquirla le había alcanzado, apenas un rasguño.

         - ¡Al suelo, comunistas! -ordenó Irrazábal- ¡Al suelo! Les voy a partir el cráneo a culatazos si siguen jodiendo! ¡Ya les voy a agarrar por mi cuenta. Con la boca cagan y dicen mierdas! Angate pe'ata che poderpe! Sargento! Abra esta celda y tráigame a ese profesorsito! Le vamos a dar su lección! ¡Aipirota pe aña ra'ype! ¡Y métale manguera al resto! ¡Les hace falta baño a los chanchos comunistas!

         Las sombras buscaron protegerse de ese chorro de agua fría y fétida que les golpeaba, les tiraba, les descuajeringaba si les tomaba de sorpresa, malsostenidos.

         Se perdía hacia arriba, hacia el reino del dolor mismo, el profesor.

         No caminaba, sus pies no tocaban las gradas. Ascendía hacia el abismo como volando. Ángeles para el sacrificio. El comisario Irrazábal, borracho, exaltado y hecho una bestia, quería divertirse. Esa noche no había torturas en forma oficial, pero él, se había enterado, dijo, de la revuelta de la celda 12. Criticó a Cururú, a Lucio, a Martínez, por flojos.

         - ¡Son maricas! No tienen huevos para dominarle a estos bebés de pecho! A ver, Sargento, ¿quién es aquí el más fiera? Diga, pué, recluta! Un culatazo al pecho del sargento le hizo trastrabillar.

         - ¡Flojo, carajo! ¡Estos tipos son unos flojos! ¡Parecen colegialas! ¡Señoritas!¡ Cururú, vení aquí, maricón de mierda! ¡Te voy a enseñar cómo se les hace gritar a estos constitucionalistas! - gritaba.

         ¡Eru chéve pe Constitución Nacional ta aplicá estrictamente!- y bebía de una petaquita de cuero que guardaba en el bolsillo de atrás.

         - ¡Pe mosaingó chéve pe profesorpe! ¡Pemosaingo chéve ipygui! ¡Siga los sargentos! ¡Siga pues! ¡Cuélguenle del pie a ese maestro, campaña!

 

         Abajo la operación limpieza había terminado. Desvanecidos algunos, descompuestos, mojados hasta el alma, otros, buscaban los prisioneros volver a la vida. Hediondos charcos, cabellos, ropas, mierda del chorro, agua servida, convertía a los infelices en peces de barro, mbusu, animales acuáticos, buscando aire, tiritando, tosiendo, muriéndose un poquito para no morir del todo.

         El profesor gritaba su desesperación en el infierno de arriba. Irrazábal también gritaba. Poco a poco la música brasileña llenó todo el lugar. Hasta que Irrazábal sintiera fuertes erecciones y saliera corriendo a buscar hembras o travestis, putos de turno, sus queridos, se escucharía el carnaval de río, casette grabado especialmente para la diversión, allá arriba, en el infierno.

         - Es puto. Se emborracha y pega hasta que logra que se le pare.

         - Pero es casado.

         - Sí, pero lo mismo. Le tiene que pegar a su esposa para que pueda hacerle. Muchas veces la mujer le denunció, pero le tapan todo. Una vez, mba'e una vez pió, muchas veces le dejó, pero se va y le trae, le pega y después se arrepiente y le llora. Se excita pegando. Y cuando más viejo está peor, y cuanto más borracho también peor.

         - Degenerado

         - Puto. Le gusta coger travestis, pero se le corren todos.

         - Seguro que también liga. Se hace dar, seguro.

         - Loco es. Tiembla y de repente habla como mujer. Epiléptico parece, toma mucho y empieza a temblar, patalea, habla como mujer y se toca las nalgas y pide macho, pero después no se acuerda de nada.

         - ¡Pobre tipo! No tiene hijos.

         - Pero vos le ves la pinta y es más recio que Charles Bronson, pero se le cae el helado.

         Un grito de mujer se escuchó en el infierno, allá arriba. La música cesó. Una risa aflautada, histérica, descendió la escalera, se fue por el pasillo y se alejó.

         - Ya se convirtió en loca

         - Qué mierda le habrá hecho al profesor. Ya no aguanta más el pobre. Está en las últimas. Pobre inocente.

         - Allí le traen.

         Todo muerte, desfigurado, todo dolor, sin rostro, sin dientes, todo sangre volvía el profesor a la celda, descendía de los infiernos, de allá arriba.

 

 

         ¡Hable la señorita!

         Ella se quita el camisón, baila sensualmente.

         ¿Cómo está señorita?

         Se le mueven los bigotes negros, tupidos, bien machos sobre sus labios rojos, pintados exageradamente y suda y el sudor le resbala el grueso maquillaje.

         ¡Mire qué gracia, señorita!

         Tiene bombachitas de percal y/o escandalosa tanga de Rio.

         Le desbordan las nalgas peludas y con granitos rojos.

         Una media malla le aprieta las galletas y el zapatito taco alto que, especialmente fabricado para sus pies de sapo, hace tiqui, taca, tiqui, taca y cae el rojo desabillé y esas máscaras pintarrajeadas ríen y aúllan.

         El olor de los perfumes, de las grasas exquisitas, del sexo abrillantado, de los ungüentos afrodisíacos, se alza y trepa los faroles rojos.

         ¡Champán! Champán para la señorita Rosaura- ¡Comisario Irrazábal!

         ¡Cante la señorita!

         La panza desborda el fino hilillo de la bombachita y un portasenos inútil descubre las altas grasas dibujadas con rouge.

         Brillan los aretes de moza salerosa, de bailadora y la peluca rubia en un giro de gitana alcoholizada casi descubre el peinado, raya a la izquierda, impecable gomina, respetuoso y pulcro peinado, pero ella se acomoda la peluca, el pelo, esa cabellera, lluvia de oro sobre la espalda cuadrada, sobre el lomo negro con acné y pelillos negros.

 

         ¡Ay! ¡que me tengo que hacer depilar todo de una vez, cómo crecen estas locas!

         Crecen la música, la algarabía, las burbujas del champán reventando como globos de colores en la madrugada de las señoritas.

         ¡Cante la señorita!

         Agita el hombro y mueve los senos ausentes, la panza gira, mi arábiga seductora, escucha las risas, los aplausos de la multitud imaginada. Las otras señoritas recostadas en las poltronas enanas, acostadas en las alfombra, en los almohadones, envidian su cuerpo brillante, sus collares, esas pulseras reflejando la noche dorada de los placeres.

 

         ¡Cante la señorita.!

         Y su voz, gárgara de ángeles en pedo, ronquera de fumador empedernido, ay, le suena como las más dulce voz de aquella niñita inglesa, putita de cabaret que vio en Amsterdam, durante la reunión del MCE. ¡Voz del amor, nena!

         Corean las señoritas reunidas.

         Canta la señorita más vieja, arreglándose su peluca, mejor sentada peluca en pelada testa, mientras una niña, adolescente, impúber casi, le susurra tentaciones en el oído izquierdo, niña perfecta de uñas moradas, ¿qué le estás diciendo pecaminosa, ya tu lengua penetra caliente en su oreja de aros colgantes y cera amarilla?

         Y cantan, cantan también las indiecitas llenas de plumas, ellas. Plumas en los tobillos, en los brazos, en el cuello, esa más colorida en la cintura y en la cabeza, cantan, salvajes bandidas, pintadas en son de guerra, ¡pero si están en guerra!

         Cantan y se mueven al compás de las manos, señoritas guerreras. Caníbales comiéndole con la mirada el bulto apretado allí por la biquini de la bailadora, cantan las caníbales, apretujadas en el rincón, cantan eructando las puercas!

         ¡Cante señorita

         y baile!

         y refleja su figura allí en el centro, esplendorosa, ya sin nada, Eva-risto musical y tentadora/o, que reflejan los muchos espejos de la sala!

         ¡La Diva de la Danza! Allí en los cristales de esas copas rebosantes, en esas pupilas dilatadas por el polvillo blanco que aspiran de cuando en cuando largas hileritas de hormigas, locas, muy locas, allí bajo las pestañas postizas, ay cómo se mueve, Rosaura-Comisario Irrazábal

         Shiis, no le digas así, llamále Rosy, la lunga, nomás!

         - Ay esa loca violenta, se frustra y te pega

         - Está amargada, se emborracha y quiere que le hagas daño

         - Eyacula con sangre. Le tenés que morder. Le tenés que hacer sangrar o si no te pega y es brutísima, brutísima. Y así vestido de mujer se pasea por las noches en su auto. Busca maridos, jovencitos que salen del colegio y les alza y les lleva hacia el Botánico. Allí tiene un bulín, la loca, y arma cada orgías. Se mete con cualquiera y no duda en liquidarle con ácido, con cuchillo, con vidrios, con piedras cuando está celosa o caliente. Y mi hija, así como te regala joyas, te da plata o si querés drogas, te exige, tenés que hacer lo que él quiere. Y tiene otras amigas mbaretés, loquísimas, pero son capos, milicos, ministros capos, te digo. Gente que vos le ves en televisión y en la radio y en el diario todos los días. Poderosas reinas que les gustás y te hacen viajar por donde quieras, mi amor. Tenés lo que te gusta; auto último modelo, ropas, puestos de trabajo, te dan todo. Pero ay, si le fallás. Tenés que estar dispuesta a cualquier cosa. Divinos son, divinos, pero terribles, mi amor. Yo no tengo problemas con la policía cuando ando callejeando, porque me gusta, ¿viste? Porque me gusta putear por la calle, como Lorena, la francesa. Hay veces que esos de la recorrida te quieren hinchar, joder la vida, pero les dije una vez a   un sargentoí; mirá, mi rey yo no ando con pichis, sino con tus jefes y te voy a hacer echar si macaneás conmigo! Y no me creyó. A los tres días chau, che papá, pitando salió pitando.

         Ah, pero así como te ayudan, te liquidan si jodés. Te acordás de Yiyita? Amaneció muerta la pobre. Allá, a la vuelta de la escalinata, apareció. El médico forense dijo que le dio un síncope. Che rejápe, síncope. Cinco balazos le dieron. Y le trajeron y le tiraron allí, porque se había fijado en el chongo de un capo. Y esa hembra del botánico, la desconocida, nunca gua'u se supo, quién fue ni quién le mató ni nada, siguen las pesquisas policiales ndaye, bola, bola. Era la novia del más churro. El más codiciado tipo del Centenario. Te digo, que se fijó en él, ¿sabés quién? Te cuento, se volvió loca al verle, y el otro tampoco estaba ajeno a sus devaneos, mariposón. Le estiraba y le hacía sufrir. Lloraba, lloraba, enamoradísima. Escribía poesía y vivía en las nubes, ¡pero le vio a la novia una vez en una farra en San Bernardino y estaban chapando! Y allí se terminó el mundo. Una demonia, fiera pura, se le encendía su ojo! Rompió el vaso en su mano y se emborrachó, loco, loco, bailó con mujeres, mi hija, desde cuándo. Conquistó una putita de alta sociedad, la hija de ese estanciero tan famoso, ese. Y se peleó con ella y le tiró al lago y desapareció con sus guardaespaldas. Nosotras estábamos esperándole en el palacio de las piedras. Ese lugar divino que tiene. Y no se fue más. Después leí, después de una semana creo, que a la pendejita esa se le mató. Y quién va ser sino él. Se fue a Europa dos meses con el tipo. Se perdieron en Budapest. Luna de miel, te digo.

         Por eso tenés que cuidarte con ellos. Y esa loca es peligrosa. ¿No sabés acaso que es torturador?

 

         Y allí sobre mi cuerpo exangüe, de ese líquido verde, negruzco que me salía de la boca, de los oídos, del hueso, se levantó para conversar conmigo.

         Yo le vi parado, medio encorvado por el dolor de vientre. No era indigestión. El dolor estaba hacia adentro. Se le dibujaba tenuemente en el rostro, en el modo de apretar los labios.

         - Ud. enseña con parábolas, profesor- me preguntó. Tenía una hoja de cuaderno sucia, arrugada, en su mano izquierda. Reconocí parte de mis apuntes.

         La Esfinge husmeaba mis pensamientos.

         Escuché su voz como en sueños.

         Mi voz:- expliquen, estimados alumnos, analicen esta parábola.

         Juan Alberto, alumno del sexto escribió: Parábola del día claro.

 

         Qué linda es nuestra patria cuando el sol subiendo vaaa... cantaban los niños en el patio de la escuela.

         Una vendedora encinta miraba con temor el piquete de soldados, allá en la calle.

         Cascos de guerra, metralletas, uniformes especiales llenaban las esquinas. El pelotón desplegado de vereda a vereda exigía documentos a peatones y automovilistas.

         Un grupo de obreros y tres oficinistas de corbatita roja con cara de pájaros asustados, mojados por esa finísima lluvia de miedo, casi llorando el más joven, estaban, sin documentos, demorados y custodiados por un soldadito.

         Son trabajadores - dijo alguien.

         ¡Silencio! ¡A callar! -ordenó un sargento.

         Los automóviles en larga fila aguardaban la inspección del señor oficial. Moreno, alto, elegante en su uniforme de guerra, correctamente al principio, mbore después, revisaba las valijeras y pedía los documentos personales a los ocupantes de cada vehículo. Después, con cara de guerra, refunfuñando, ordenaba que siguieran la marcha, después de media hora, si había suerte. Las caras de fastidio, las protestas por lo bajo, los bocinazos de los más osados, los comentarios del vecindario, las amas de casa asustadas y los perros callejeros se mezclaban con las voces de mando, con el paso firme de las botas y con los gestos de suficiencia del Señor Comandante de Operaciones Especiales, quién, Emperador de las Galias callejeras controlaba la acción de sus fuerzas personalmente, fusta en mano, lente oscuro y sonrisa perfecta, mientras el sol dibujaba la parábola del día

         Es linda nuestra patria cuando el sol bajando vaa -arriaban la bandera los mejores alumnos del sexto grado.

 

 

         Ya las siete cabrillas eran tres en la tarde todavía clara.

         Los soldados seguían exigiendo documentos. Retenían a los indocumentados y a los que pese a tener documentos en regla, se les antojaba sospechosos y los conducían a paso ligero al Cuartel Central.

         - Ud. no lleva papel alguno que pruebe que Ud. es Ud.

         - ¡Pero yo soy, Mi Capitán!

         - ¡Cállese! ¡Póngase en esa fila! ¡¡Trote, pues!!

         Los niños alegres salían de la escuela corriendo, felices.

         El noticiero de la televisión, al cerrar la jornada, anunciará tiempo bueno, como el de hoy, día claro.

 

         Alzó la vista del papel. Yo temblaba. Me miró largamente y sin decir palabras caminó hacia el gran espejo dorado de su Despacho y desapareció.

 

         Gemí. Vomité.

         - Nada podías ocultar, Profesor. Cálmese. Ya pasó lo peor. No subvierta sus temores. Olvide el pasado. Descúbrase nuevamente. Corrija su camino. Abandone el error y escriba, Profesor. Escriba para que la Patria pueda vanagloriarse de patriotas como Ud.

 

         - ¿Por qué no viene Dios a ayudarme? - pensé

         Escuché la voz de Jonás, el seminarista.

         - En las cavernas del infierno tu alma muerta sufre el castigo de dudar de Dios -dijo. Rezaba junto a mí, deforme cadáver tirado en la celda, allí en el corazón de una ciudad que repetía otro sábado de fiestas en el Mbiguá.

         Cuando abrí los ojos, después de muchos días, la Esfinge ya no estaba.

         Qué bueno, profesor, casi te fuiste - me dijo Jonás, tratando de darme, en una vieja cuchara, un poco de novalgina derretida.

         - ¿Qué pasa, Profesor? No le des la razón a la Dictadura. No somos flojos.

         ¡Está prohibido morirse, compañero! - Me palmoteó el hombre Esteban Salinas, agricultor, 13 hijos. Había sido detenido por orden del Coronel de Estado Mayor, Agregado Militar en la Embajada Paraguaya, culto soldado y ejemplo de disciplina, pundonor y alto sentido de patriotismo don Ismael Altamirano Martínez, vecino colindante de sus tierras para quedarse con esa casita del siglo pasado que Mabel, la brasileña, modelo de moda, su querida, le pidió de regalo.

         - Muito obrigada, Meu Mariscal -sonreía desnuda la puta brasileña, mientras D. Esteban Salinas, agricultor, 13 hijos, hombre cabal, veía cómo los soldados entraban a matar sus animales y cómo le garroteaban a él delante de sus hijos pequeños y de su concubina y le alzaban como animal en un camión del ejército y le tiraban después en la celda 12.

         - ¡Peor le pasó al viejo karaí Gervasio. Pobre! Esa sí que fue orden superioreté!

         Itapuapoty quería regalarte tierras a su papás, cuando eso ella era la reina y le gustó el lugar de karai Gervasio. El dice que le preguntó si le gustaba y ella le dijo sí. Una tardecita era, y el propio karai Gervasio vio cómo el General en persona se bajó de su auto, allá en la ruta, y le mostró a Itapuapoty la casita y ella le dio un beso.

         - ¿Cierto que Itapuapoty estaba desnuda? ¿Qué siempre que se iba al campo en el auto, con el General, se iba desnuda?

         Shiiis, el General está nervioso revisando estos papeles.

         Levantó la mirada.

         - No me vengan más con problemas- tronó- Solucionen esas jodas y no me vengan con macanas. ¡Los problemas están para ser solucionados, pues!

         ¡Invente tierras. Fabrique! No sea inútil, carajo. Ya le dije y no quiero repetirle. Vea esas tierras. Que me dejen libre. Entendió. ¡Libre!

         ¡Y tiene 24 horas para resolverlo!

         - ¡A su orden, Mi general!

         Y allí estaba el camión militar, la tropa acampada.

         - Busque un lugar, Don Gervasio. Estas tierras son del Estado paraguayo. Estos títulos no sirven. Por aquí debe pasar el ferrocarril. Usted en verdad, Don Gervasio, está equivocado. Su padre, según, los estudios que nosotros hicimos vivió al otro lado de aquella lomada. Más allá está el arroyo Karé y recién después estaba la tapera de su padre. Y mire que su padre fue esclavo del Supremo.

         - Su tío- abuelo, Capitán!

         - Sea quien sea. Pero como esclavo no podía adquirir esa tierra y según el Código, no se puede transmitir más derechos del que uno tiene. Por tanto, visto y considerando, señor Gervasio, su tierra no está aquí, sino allá.

         - Dicen, Capitán, que su familia siempre vivió aquí y que -según la tierra es de Dios y como dice el General, de quien la trabaja. El también tiene su título y a su tío-abuelo fue que el Supremo le vendió la tierra-

         - ¡Falso! Francia no vendió tierras, fue Caballero el que hizo eso!

         - Y en la Guerra grande se perdieron esos títulos y que por eso hicieron la prescripción en los tribunales.

         - ¡Esos eran tribunales vendidos, todos liberales mañeros eran!

         - Y que siempre los vecinos le conoce como agricultor puroité a él, a su padre, a su tío y siempre ellos fueron agricultores y que la tierra es su tierra y de Dios.

         No le meta a Dios en esto. ¡Ud. es un ateo, desestabilizador!

         - Bueno, mi amigo. Yo soy soldado y cumplo órdenes. Además está que el país se va a beneficiar con el ferrocarril, que va a ser eléctrico y usted no...

         - ¡Tren tuyáicha ya descarrilá pe tuya comunistape!

         - Usted no va a poder tener este ranchito miserable en mitad de la vía y le voy a ser más explicativo, si usted no se opone a lo mejor le podemos conseguir una casita linda, un chalet moderno. No le prometo, pero ya es nomás mi buena voluntad.

         - Flojo, Capitán. Usté está camanduleando, carajo. Porque no le defiende ya a ese viejo liberal.

         - La ley es la ley, Don Gervasio, y yo estoy para hacer cumplir nomás.

         - Pea nico petei colo'o rebelde voi, Mi General. ¡Ñamuñana koä ndohaihuiva ñane retã!

         Dicen que él combatió en la Guerra del Chaco y que su pariente, su papá también peleó en la Guerra Grande y que siempre dijo que peleó para defender su casa, su capuera, su tierra.

         - Miente, mi capitán, ese viejo no existe. Pregúntele cuántos años tiene y ni se acuerda. Puro bola, dice que recibió la tierra de Francia, que peleó en la Guerra Grande y defendió ñandé el Chaco, puro mentira. eso es!

         - ¡Invente la tierra, Capitán! ¡¡Invente, carajo!!

 

         ¡compañíaaaa! ¡¡De frenteee marccchh!

         - Mooico jaha, Calixto

         - Tenemos que conseguir tierra que ocuparon todo mal, una gente

         - ¿Moo pico, Calixto?

         - Hacia allá, hacia el Sur, después de arroyo Kare. Hay un camba ra'y subversivo ñamose vaëra ñane retãgui.

         - Hay que sacarle nomás la tierra

         - ¿Mäa pio la comunista?

         - No sé yo. Pero ivai umi tipo. Mba'e vai hina pea. Lo comunista no tiene ni mujer de él, ni tu hijo es tu hijo

         - Pea nico yacaré ra'y, Calixto

 

         -No es para risa, chera'a.

         - para má ni tienen Nandejára eso. No podé tené ni tu auto, ni tu casa, ni nada tené, peró vera anda Todo es de los otro cuera

         - perõ vera, sin nada como nosotro pio?

         - y le persigue a los pa'i, y a su correligionario también

         - nde racore, Calixto, nosotro le guacheamos a esos colorados

         - mentira, Cali'i, eran comunistas eso, puroite.

         - y los pa'i? Le echaron a esos de Jejui     

         - No eran pa.'i. Todo e comunismo

         - pero ivai voi pe mba'e nde. Ha ivalé hikuai

         - Callate, Calixto. No hable así, te va a caer mal

         un, dos, un dos, un dos, un dos,

         ¡Compañíaaaa, cancioon Mariscal Lopeez, empezar!

         ... el primeeeerooo de marzoooo cayoooo!

         - Nde, Calixto, utedes tienen título su tierra. ¿Pereco pico cuatia?

         -¿título pio?        

         - mas su nombre en el bronce quedoooo

         - la nde yvy pio icuatia. Tené título tu tierra.

         - No. Y utedes

         - No también.

         Marical, mariscaal, mariscaal

         ¡Compañía allt!! ¡Dirección vehículo maaarcch!! ¡A la carrera, reclutas!!

 

         - ¡Nambocapúta lo mita!

         - Mire Capitán, esta familia estuvo aquí, asentada en esta tierra desde épocas antiquísimas.

         - Son negros

         - Sí, pero sus hijos, sus nietos, sus abuelos han poblado la región. Ellos vinieron con Artigas. Son dueños de todo esto. Pregunte en cada ranchito y encontrará su familia. Y esa es su casa de tiempo de López. Hasta pora y todo tienen

         - El héroe uruguayo les trajo y Francia les dio este paraje

         - ¡No son paraguayos!

         - Sí, cuánto tiempo pasó. Todo el mundo aquí es Artigas, de apellido por eso le dicen Don Gervasio

         - ¡Miente! ¿y Ud. quién es? ¡Su documento! ¡Habla mucho ya!

         - Yo soy capitalino, Mi Capitán. Vine nomás porque este problema es de todos. Yo también soy Artigas. Mi familia también salió de aquí. Aquel era nuestro campito. Allí donde están ahora esos brasileños

         - Esos brasileños trabajan, no son como ustedes que son caigue, haraganes. Los paraguayos quieren tomar tereré y caña y hacer hijos pero no quieren progresar, por eso van a salir de aquí

         - Pero porqué, Señor capitán, no llevamos el caso al Juzgado. Entonces, que se investigue el derecho

         - Basta, usted no meta, no se meta, ya le dije que tenemos que cumplir la orden

         - Pero

         - Cállese, pendejo. No se meta, le dije

         - ¡¡Compañía, atención!!

 

         Y entonces, señor periodista, vino aquí la compañía de para para'i y rodeó todo y vino un Capitán y le dijo a la gente que agarraran nomás sus cosa y se jueran todos ajuera, hacia allá

         - Juera, carajo!!

         - Como perro le tiraron a la gente, como perro!

         - Pero dónde vamo a irnos, Don Gervasio

         - ¡Al monte, vamo a escondernos al monte porque si vienen ya nos van a matar!

         - No tenemos ya ni ranchito

         - ¡Ajuera carajo!

         - Y vinieron con camiones y todo. Y rodearon y le tiraron la cosa a la gente! esparcieron sus animales y mataron. Se pulsearon por ellos.

         - ¡Pero, che dio, si esta es nuestra tierra desde antes!

         - Y el Capitán primero fue bueno. Habló que él era soldado. Que nosotros también éramos paraguayos, pero que la orden es la orden, que quería que todo sea tranquilo.

         Que se vayan a Asunción a hablar con los poguazu, con los señores partidario, con los tribunales. Que él entendía a los pobres. Que él era también hijo de campesino.

 

         - Llame al Capitán Velazco- rugió el corazón de acero, moviendo pesadamente sus manos.

         Un fuerte sonar de tacos y un enérgico saludo anunció al General que su orden había sido cumplida. Se levantó lentamente. Le dolían las rodillas. Se acarició el mentón. Acomodó el bolsillo de la chaqueta con su ademán acostumbrado y caminó hacia el balcón. Apartó las pesadas cortinas. El río estaba crecido. Miró el pobrerío, las casuchas en el agua y empezó a hablar casi para sí mismo.

         - Capitán Velazco, Ud. es un buen militar. Ha obtenido excelentes notas en el Colegio y siempre fue distinguido por sus camaradas y sus superiores. Sus soldados, sus subordinados le estiman, le aprecian. Puede Ud. estar satisfecho con su carrera, Capitán.

 

         Pero después le cambiaron a ese Capitán y vino otro más mbore. Un     matón, sagua'a puro, salvaje, con una guacha le hizo correr a las mujeres hasta el monte. Como vaca le quitó de ese campamento que hicieron y quemó todo su rancho y le baleó a los hombres. Le ataba su mano y su pie y le ponía por un palo a Don Gervasio y a lo que protestaron, les arrastró hasta allá, hasta la alambrada y puso una señal para que no se pase por ahí. A cualquiera le iba a balear, asesino era.

 

         - Mi General, estoy satisfecho con mi carrera y entiendo, ya que me pregunta, que estos problemas deben ser solucionados con una atención especial a las instituciones de la Reforma Agraria. Ella debe ser integral. Los campesinos ocupan esas tierras desde hace muchísimo tiempo y despojarlos por la fuerza es injusto. Atropellarlos es desconocer el derecho y el respeto a esas familias paraguayas. Además puede generar un enfrentamiento grave. Estos hombres defienden lo que les pertenece y entiendo que el Ejército debe garantizarles sus propiedades o posesiones y asistirles en sus necesidades, ya que al parecer no tienen ningún plan o programa de desarrollo. Es más, Mi General, no pueden desarrollar sus cultivos, porque trabajan y entregan sus productos y están a merced de los acopiadores. No creo que debamos desalojarlos por la fuerza y me gustaría conocer el exacto propósito de modo a convencerlos adecuadamente. No sé si habrá otro lugar, sus condiciones, etc., pero sí pueden levantarse a enfrentarnos. Esos hombres son decididos y valientes. Claro que sin armas, sin potencia de fuego no tienen ninguna posibilidad, pero justamente...

 

         y ese Capitán nos habló, nos dijo que nos organizáramos, que formáramos una comisión de campesinos, y que reclamáramos nuestros derechos, que por ejemplo, la organización de campos comunales, de cooperativas era el modo de salir juntos de la miseria, de vender bien nuestros productos, de hablar

         - Pero justamente, Capitán, yo quiero significarle que nuestro país no puede convertirse en una Cuba. Yo también soy campesino y amo el campo, las vaquitas, la chacrita, pero no hay que incidentar, y según la información que tengo usted les dijo que se organizaran para protestar

         - No, para protestar, no, Mi General

         - Parece, Capitán, que le tengo que recordar que cuando el Superior está en uso de la palabra el subordinado escucha

 

         - ¿Qué pio pasa, qué pio pasa?

         Nada, el capitán Velazco está adentro y parece que el General está pire porã porque le está raspeando nomás. Lecayá está bien o sino ni siquiera le iba a hablar, sino a patada le iba a tirar en Ingavi o en Fortín Esmeralda

         ¿Capitán Velazco? Ese que tiene una hermana tan linda pio. Mba'e problema pio va a tener. Ese le está arreglando para que le entregue la pendeja

 

         (capitán, capitán! Disculpe que le hable así. Ustede no me conoce, pero como camarada, hombre del ejército digno que algún día tenemos que tener, le aviso. Le digo que el Coronel le echó ojo, y si usted está de acuerdo con protestar por esa desvergüenza de extorsión que le va a hacer el General, estamos dispuestos ayudarles-ayudarnos, mi Capitán. Estamos un buen grupo de camaradas decididos a cambiar esta situación. Estamos cansados, Capitán, de este degeneramiento del uniforme)

 

         - hola, hola, capitán. Le hablo en nombre de mi coronel Reinal. Él le estima mucho y a propósito de su ascenso quiere conversar con Ud.

         (capitán, capitán, yo soy su amigo, le aviso que el General le echó ojo a su hermana, y)

         sea amable con el Coronel, capitán, le sugiero que sea amable

         (capitán, no se interponga entre el General y su hermana. No le ponga problemas. Sea amable, Capitán. Es un honor que el General sea su cuñadito. Demasiado pronto así va: a ascender, y va a mandar demasiado, Capitán. Cierre los ojos, saldrá ganando)

         - ¿aceptó el Capitán?

 

         - Sí, se hizo chongo del Coronel qué iba a hacer, era su carrera

         - Vos sabes que el Coronel es quien es

         - y el General le agarró a su hermana oguapy irriqueza ári

         Concha de Oro, añamemby tranzó, se hizo suplanuca, tiene tres autos, exoneración y contrabandea como Pacú; viaja de aquí para allá como Embajador Itinerante, puro negocio, contrabandea oro y es el hombre de confianza en la Inteligencia, él hace la lista de los que van a ascender previo pago, tiene bancos, barcos, aviones y parece que está con la droga y todo, y cuando reprime, el es el Comando Especial, o manda.

 

         - ¡No, le metió su pistola en la boca al Coronel Marica y le pateó por el culo!

         y al General le ofreció su renuncia allí en el Despacho. Allí mismo, se quitó las presillas y le dijo que un Oficial del Ejército Paraguayo no vendía o su honor ni la dignidad de su familia que se iba a ir a vender caramelos por la calle antes que mancillar su vida y cuando el General quiso reaccionar ya cerraba la puerta y se marchó a su casa, pero ya se escondió, y le avisó a su hermana y se fueron nomás a Buenos Aires.

         Allí están con los exiliados paraguayos, y vende caramelos en Rivadavia y ella trabaja en la zapatería de los hermanos Ramírez, hombres de ley, paraguayo revolucionario. Allí hablan de que van a volver para sacarle a tiros al tirano y el General, tranquilo, firmó los decretos del día, la orden de baja del Capitán Velázquez, por deserción y mala conducta. La instrucción del sumario en el Consejo de Guerra por traición a la patria y anotó su nombre entre los que no podrían entrar al país. Recomendó también al servicio exterior para analizar la posibilidad de traerlo de vuelta, vía Operación Cóndor o darle un trabajito a la Triple A. Firmó también el decreto de ascenso del camarada de su apreciado Coronel, y se quedó pensando en la rubia Concha de Oro que había perdido. Pero está la otra, General! Itapuapoty le insistió con su regalito. Las tierras, mi amor, el campito, la casita.

         Proceda, Capitán

         A su orden, Mi General

 

         - y después le digo que el problema de Don Gervasio, que parecía que se iba a solucionar se enredó porque se le echó al Capitán Velázquez y vino otro mbore, mbore y allí se armó la podrida. Vinieron con ametralladora, perros, tractores a echar todo. Quemaron toditos los ranchos. Le mataron a muchos campesinos. Murió Jacinto, Ramón, Evaristo, Samudio, Víctor, Lopei, Zorrito Pérez, Pindú González y los que fueron heridos, demasiado mucho. Guerra fue, guerraité. Y a la noche venían a atacar. Las mujeres se escaparon con sus hijos. Otros se fueron al monte, al cerro

 

         ¡ajuera, carajo!

 

         - Mi General, hemos cumplido la orden desalojar a los pobladores de esas tierras y de limpiar la zona de cuatreros.

         - Felicitaciones, Capitán Sosa, Ud. no es flojo. Hombres como Ud. hacen grande a la patria y honran al uniforme. Va a llegar lejos, le aseguro.

         Permiso, Mi General, también quiero informarle sobre algunos detalles importantes que logramos captar en esta operación

         uno: los campesinos están organizándose con conceptos foráneos sobre la repartición de tierras

         dos: hemos capturado libros de enseñanza con apuntes y dibujos que atentan contra la amiga nación norteamericana y que exaltan la división de la familia paraguaya

         tres: los líderes no son campesinos tavy como tienen que ser sino parecen instruidos, adoctrinados para la concientización y la propaganda

         cuatro: elementos subversivos provenientes de los campamentos de exiliados en la frontera

         - Capitán, no son exiliados, son bandoleros, cuatreros.

         - ¡A su orden mi General! Estos guerrilleros buscan puntos de apoyo para realizar su trabajo

         quinto: me permito sugerir la planificación de una vasta acción antiguerrillera y de propaganda gubernamental y desarrollar eficientemente la destrucción de posibles focos rebeldes.

         - Proceda, Capitán

         - Permiso para retirarme, Mi General

         - Sí, pero antes le digo que el Coronel se ha recordado muy bien de Usted. Parece que hay que ir buscando nuevas presillas, Mayor!

         - Gracias, Mi General. Sólo cumplo con mi deber.

         Y dio medio paso atrás. Sonaron los tacones de la bota y giro caminando marcialmente. El viejo General vio las nalgas redondas de su hermana, bamboleándose, lindas piernas, cabellera olorosa, ¡linda hembra su hermana, Mayor!

         Es divino, contestó el Coronel desde un espejo. Valiente      fuerte, audaz, decidido. Es un guerrero. Debe ascender inmediatamente.

         - Será comandante del Cuerpo Especial -pensó el General

         - Tiene un cuerpo especial -repitió el Coronel desde el espejo, viendo cómo el General se tocaba la entrepierna y le llamaba por teléfono a su villarriqueña

         - y señor periodista, empezó una nueva represión. Aquí todo tiene su época, la sandía, la naranja, la pandorga, la piña y la represión.

         Centú andaba con nosotros. Les escondimos a él y a Lopeí. Es que le quemaron su rancho y entonces se armó también la gente para defenderse

         - Para morir peleando y no morir como apere'a. Así fue, señor. Preparamos nuestro machete. Nuestra pistola tuyá cue. Quitamos algún recortado y nos fuimos al monte

 

         Tantas historias les puedo contar - dijo Esteban Salinas. A los periodistas le echaron. Les rompieron toda su cámara. Le quitaron sus fotos, les trajeron preso y después les echaron

         En la celda 12 se muere alguien esta noche -pensó Suárez, el joven oficial, mientras leía un folleto de derecho Constitucional. Tenía examen en la facultad y le jodían esos presos. Eran políticos y le jodían la vida. No podía estudiar. Kururú le había torturado de puro loco al Profesor. Le dejó casi muerto.

         - Si no muere hoy, no muere más -dijo releyendo el art. 52. Y el otro, el campesino. Ese sí que no pasaba, hakeko ipelecho. Hacía tres días agonizaba.

         - Imposible. No puedo estudiar - dijo y cerró su folleto. Encendió su cigarrillo y salió hacia la calle. El número dormitaba. Asunción dormía tranquila, indiferente a esa llovizna de miedo que le caía, como siempre. Celda 12. Calixto gime. El profesor gime. Están muy mal.

         Calixto no aguanta -dijo alguien.

         Todavía tenía en la pupila el rostro del cuñado de su Excelencia, quien personalmente comandó el Cuerpo Especial.

         - Deje nomás a mi cargo, Mi General -hablaba enérgico el flamante Mayor. Yo voy a limpiar la zona de comunistas. Ni uno solo vivo va a quedar.

         Y si por ahí se queda, se va a arrepentir de haber nacido.

         Y él dirigió el ataque nocturno contra ese miserable rancherío. No quisieron acatar la orden de desalojo. Además estaban protestando contra el administrador Gómez, encargado de los silos de la región. Querían autogestión ndayé. Calixto le acaudilló para no entregar más sus productos

         - Y si vamos a perder la cosecha, vamo a perdé, pero no vamo a criar má ysau -dijo.

         Romualdo sabía que el acopiador tenía otra planilla de pago diferente. Anotaba tanto y daba tanto nomás y les jodía, opucá ñanderehé. No paga y come él todo el resto. Borracho, le contó a Romualdo, le dijo que él era dueño de esos esclavos, animalito son ustedes, le dijo

         - Che koape amanda, icatu pe protestá pende jaryipe peipotáramo, pero yo mando aquí! -gritó. Y le ordenó al alcalde el apresamiento de Jacinto, de Nicasio y Pérez, el músico.

         - Si dicen que hay dictadura, yo soy el dictador aquí y Karai Guazu es allá en Asunción.

         Romualdo contó eso y amaneció colgado de su pie por un tatarë.

         Romualdo era jugador. Número 11 del Sportivo Amerindia. Le quemaron su pie izquierdo.

         Le machetearon todito.

         El quería hacer un depósito común. Así no vamos a depender del ysau Gómez

         Le cortaron también la lengua.

         Cada uno aporta su cosecha, una parte y después vamos ir repartiendo de acuerdo a la necesidá. No vamo a plantar todo debalde eso que ellos quieren, sino lo que nos hace falta primero. -dijo Calixto. El se salvó por un pelo, pero le trajeron atado, arrastrado, le hicieron una cruz y le pusieron allí atado con alambres de púas y le arrastraron hasta la cancha. Allí le dejaron al sol, y le echaban sal y le orinaban sobre su herida.

         - Los yryvu se van a repartir sus huesos - gritaba tuichaite ca'ure el Presidente de Seccional, haciendo hurras al cuñado de S.E.

         El miraba satisfecho. Nada ya quedaba en pie. Los ranchos ardían y el olor a carne quemada se esparcía por el campo.

         ¡Para escarmiento vamo a dejar que vea el que quiere ver como terminan los comunistas!.

         Después a los otros muertos, le tiraron en un pozo y le dejaron allí prohibiendo que se vaya la gente ni a ponerle una cruz porque dicen que no son cristianos.

         A Calixto le quitaron vivo del pozo después de dos días con su noche, imbareté el hombre. Tecovevai ningo hosäva, he'i ñe'ẽnga.

         El Comandante - Cuñado al retirarse se pulseó por los cuerpos que se balanceaban, colgados de los árboles, sin ojos, capados.

 

         - Informo a base que cruzo vía férrea Borja Chararä. Cambio.

 

         - Aquí, P.C. Comandante. Upei ya farreata. Cambio

         - Ya cai'uta umi comunista acanguépe. Cierro, Carajo. Columna a mi cargo ¡adelanteee!

         (Voz desconocida:

         y soplaba un viento terrible, General. La luna era un pedazo de hielo en el cielo.

         Allá abajo en los montes se me rompía a dentelladas el corazón.)

         ¡Alto! ¡Quién habla!

         ¡Celda 12, Oficial! ¡Aquí un poco de agua para el Profesor, está mal! Y en vez de estudiar Derecho Constitucional, el oficial de guardia, él mismo, compadecido de tanto dolor, recordó la voz de su mamá, que le decía siempre en Horqueta, que no hay que negar agua a nadie, mi hijo, así se hicieron los monos, porque le negaron agua a la virgen que pasaba, y le llevó una jarra de agua fresca la celda 12.

         Cuando pasó la jarra se quedó casi duro.

         Allí nadie estaba con dolor ni gimiendo, ni sucio, ni casi muerto. Estaban parecía tomando tereré bajo una enramada. Esmelda les servía terere con polleras y hasta se escuchaba el cocoré de las gallinas y un olor a madreselva, campo, cabayú recacá y pacholí llenaba la celda, ¡Dios mío! y si no tenía pared esa celda! Era el horizonte claro, azul, infinito que se veía más allá de los cerros.

         Y había carretas llegando cargadas de frutos! Y él, Oficial Ayudante, recién egresado del colegio de Policía, oficial de guardia aquella noche, también estaba allí! El, pero mita'i, escuchando una historia, casos, cuentos de arrieros. Mudo se quedó viéndose correr de repente detrás de un mamangá. Mita'i tavyrón ahora te pica y te va a matar. Eyu ape! Escuchá este caso y aprendé a ser hombre. Y se quedó hasta el amanecer del otro día escuchando las muchas voces de esos hombres. Allá en ese sueño, Celda 12.

         ¡Alto! ¡quién habla!

         - El profesor no estaba ni siquiera enfermo y escribía debajo de un mango la historia de su pueblo.

 

         Y por esa noche, el oficial Suares fue arrestado y trasladado. Jamás se olvidó los relatos que vio esa noche. El milagro de la muerte.

         ¿Quien le contó esa historia? ¿O fue el profesor que escribió?

         ¿O él mismo en su prisión?. Porque estuvo también mucho tiempo preso, inocente, por esa cuestión de llevarle agua a los de la Celda 12. No entendía qué pasó. Pero de alguna parte él sabía lo que sabía.

         A veces le parecía que el leyó lo que el profesor escribía, por eso le castigaron. El profesor escribía cosas del General.

         ¿O era amenazo y se acercó al calabozo, pese a las advertencias de sus superiores y camaradas de no acercarse a esa gente?

         El le vio a Esmelda, pero esa mujer hacía mucho tiempo que ya no estaba allí. No está allí ni en ninguna parte conocida.

         El vio el fuego en la Celda 12. El monstruo que hablaba.

         ¿O se había vuelto loco esa noche?

         Tuvo que salir de la Policía. No aguantó más escuchar gritos ni gemidos. A veces contaba retacitos de esos cuentos, pero le hacía mal. Se fue debalde un día. Se fue debalde.

         Le encontraron flotando en el Paraná todo destrozado. No tenía brazos ni piernas. Raro era su rostro. Sin ojos, pero, con un resplandor, una sonrisa. Se diría que murió contento.

         - Pea 14 de mayo- dijo un posadeño que estuvo cuando le sacaron del agua.

         - Estos paraguayos están todos locos - dijo un curepí.

 

         ¿Locura?

         Usted está loco, profesor, para escribir estas cosas.

 

         Voz desconocida: y soplaba un viento terrible, General. La luna era un pedazo de hielo en el cielo. Y allá abajo, en los montes, jabalíes enfurecidos me rompían a dentelladas el corazón.

 

         ¡Le juro, General! Le juro. Yo vi como caía, atados mis pies y atadas mis manos con alambres, metido en una bolsa sucia, con la sangre endurecida en los labios.

         Ud. no podrá creerme, pero una cosa es verlos caer desde lejos. Otra diferente es arrojarlos con un leve toquecito del pie, con la bota de reglamento y verlos caer, Mi General. Porque Ud. sabrá, yo con el uniforme siempre fui muy cuidadoso.

         Pero me quisiera ver Ud. allá arriba, con mi uniforme de aviador. Piloto Aviador Militar PAM, con las insignias de las competencias nacionales e internacionales sobre mi brazo. Allí el paracaídas, el brevet al mejor saltador del Cono Sur, dando un leve puntapié a ese hombre metido en una bolsa. Allí el paracaídas no se abría, Mi General. Verle caer es una cosa y ser quien cae es otra muy diferente. Porque yo sí sentía el cuerpo blando hundirse con la punta de mi bota. Sentía sus gemidos todavía y hasta el sordo chasquido del choque, abajo, al caer el cuerpo sobre las piedras de los cerros.

         Mi corazón caía para alimento de los tigres, carnecita roja para las pirañas del Paraná.

         Las hélices rotas del entendimiento giran desvariadas, profesor. Ud. parece muerto y habla. Hasta escribe todavía.

         Y cuando alzo la vista, allí están sus rostros sonriéndome con el ojo de vidrio de mi propia muerte. Allí están cada noche señalándome cómo se resquebrajaban sus huesos, cómo se les abría la carne, cómo las grandes hormigas cortaban los tendones y a pedacitos les llevaban hacia los agujeros de la tierra.

         Me dicen, sus nombres, General. Me hablan de sus familias. Se sientan aquí y conversan conmigo.

         Escucho entre el ruido de las hélices del avión cómo suenan sus cráneos contra las rocas. Se parten sus cabezas, sus ojos saltan, sus dientes rotos se esparcen como semillas. Su sangre se confunde con él rocío de la mañana. Sus voces son el aliento de las madrugadas. Algunos se quedan ensartados en los árboles y desde allí me hablan. Me cuentan sus historias de amor. Sus travesuras de la infancia. Por eso es que, a veces lleno de fuego esta celda, soñando en las bolitas, en el corá del trompo en el patio, bajo los mangos, General. A la siesta, entre el ronroneo del motor del avión, converso con ellos, profesor.

        

         ¡Profesor!

 

         ¡La Esfinge le tiene entre sus dientes!

         ¡Escúcheme, escriba, carajo, escriba!

         ¡Jajajai, jai jai jaa, profesor! Ud. parece un muerto.

         Sí, mi General, no me distraigo. Les hablo de Ud. Mi General. Les cuento que Ud. es enérgico y que no quiere que se le discuta la orden. La orden se cumple no se discute. Y le sigo, le cuento al profesor para que sepa, General. Para que cuente que Ud. también en persona les empujaba desde allá arriba y cómo se quedaba mirándoles como caían, cómo se perdían en el paisaje, en el monte, en la línea verdiazul de la bruma, de la nada. Le digo al Profesor en su oído cómo usted apretaba los labios después de ordenar que a algunos se los tire vivos y a otros se los partiese primero, que se les arrancara la lengua.

         Para que los muertos no hablen, decías, General.

         Te olvidaste que algunos muertos escriben, Mi General.

         Y las lenguas y los testículos los arrojábamos hacia otro lugar.

         Para que estos terroristas no se reproduzcan -ordenaste.

         Pero me dicen que los viejos, las campesinas rezaban para que se acabara esa lluvia de restos humanos.

         Hay una gran guerra en el cielo y la carne de los ángeles muertos caen sobre nuestras cabezas - rezaban las abuelas.

         Pero llovían esos cuerpos y también, mi General, llovían sus ideas sobre los sembrados. Allí donde cayeron las lenguas, los animales y las plantas saben lo que los hombres sueñan. Allí donde caímos, profesor, allí crece el maíz con un sabor diferente y les hace conocer a la gente lo que tiene que conocer. Les abre el ojo, el entendimiento, el corazón. Hay plantas de ideas. Hay animales con ideas. Y así, comen las perdices y saben cómo tienen que luchar contra el régimen, profesor. Los tigres saben cómo prestar su coraje a los hombres. Porque los yurumis comieron las hormigas que llevaban las lenguas perdidas, por eso aprendieron los hombres a conocer el camino de los montes para perderse de los soldados, profesor. Los niños que mataban las palomas silvestres aprendían el lenguaje de las aves para desconcertar a los perseguidores. Ellos me decían que repartidos en los estómagos de las bestias y de la tierra y de los árboles hablaron con todo ser vivo y hasta con las piedras.

         La cal de sus huesos - la profunda y clara estructura de los sueños decían - con voz pausada - se había hecho materia elemental. Viento, fuego, agua, tierra de combates para la liberación, Mi General. Yo les escucho nomás. No hablo, piloteo el avión y cuando llego allí les tiro.

         A su orden, mi General!

         Pero, yo me voy cayendo todito destrozado. Y no aguanto más. Me partieron toda la espalda a sablazos. Me cortaron los huevos, carajo.

         Me quitaron las uñas.

         Profesor, usted repite mucho estas escenas escabrosas. Va a terminar como sus personajes, Mi General.

         Me arrancaron la oreja.

         Me orinaron en la cara.

         Ya me estoy cayendo y allá abajo me están esperando los yacarés para tragarme y volverme nada.

         Por eso es que a veces me despierto y grito, Mi General. No me pueden tener aquí encerrado, porque ellos vienen hasta aquí y quieren llevarme a mostrar el lugar donde se cayeron y me piden que les ayude a juntar sus pedazos.

         Mis pedazos, Mi General, tengo que salir a juntarlos. Yo no tengo ojo. Este ojo que le mira no es el mío. Esta boca que le habla no es mi boca. Y no tengo nada. Sólo soy una voz anónima aquí, encerrado, sin nadie.

         ¡Déjenme libre y voy a pilotear otra vez su avión, Mi General!

         Déjeme libre y voy a escribirle su vida, Mi General.

         ¡No mezclen, carajo, las voces, que no se entiende nada!

         Déjenme salir para ir a juntar nuestras partes antes que nos coman los tigres, los mborevis, los yurumi y les cuenten a los campesinos los caminos del monte.

         Vamos a perseguirles a los venados, Mi General. Un venado comió mi ojo. Un venado mira mi avión dando vueltas allá sobre la Cordillera. Un venado mira con mi ojo cómo se caen los guerrilleros. Cómo llueve carne humana. Un ojo le avisa al yaguareté y se come mi lengua, General. Y se escapan hacia los cerros.

         Profesor, profesor, te estás queriendo morir y no escribís nada. Esta es mi foto cuando me recibí de subteniente y Ud., mi General me entregó mi Despacho y mi sable. Ahora ya no tengo manos, por eso no le saludo mano a la visera. Quíteme de aquí, Mi General! Voy a buscar el naranjal donde están mis manos. Allí me duelen los dedos cuando los yryvus me quitan las uñas.

         Profesor, objetivo a la vista! altura 2000 metros, Mi General. Viento normal. Visibilidad de vuelo normal. Aquí plan Estrella. ¡Los regalos bien empaquetados van rumbo a su destino! Cartas, encomiendas para el infierno. Misión cumplida.

         ¡A su orden, Mi General!

         La luna de esta noche también es de hielo. Y quiero matarme otra vez. El mejor cadete en supervivencia, Mi General. Mejor brigadier en el Colegio, Profesor. Pero Ud. no me quiere General. Ud. ordenó también mi muerte, para que no cuente su historia, para que no le escriba al Profesor que sigue copiando, sigue copiando.

         Mi General, estos muertos no me dejan en paz. Me quieren llevar a buscar sus partes.        

         Ya me morí ayer cuando me dejaron abierta la puerta de la celda y no había guardias y todos dormían. Fue un domingo, ¿ayer fue Domingo? Cambió el tiempo su nombre aquí, Mi General. No vino usted para felicitarme por la misión y en el patio estaba mi viejo avión. Y me subí allí, profesor y ya me encontré en el aire, hacia el Caaguazú para tirar más enemigos de la patria. Allá está el Ypoá, allí vamos a tirarles a éstos. Y en el Paraná, mandi'i correntada, que se hagan pececillos hacia ayá, porque aparecen en Buenos Aires y salen allá estos muertos y andan haciendo mala propaganda al Superior Gobierno. Salen en la tapa de los diarios hablando sobre torturas.

         Y ese domingo, Mi General, salí, subí al avión y no sé por qué me tiré también o me tiraron, profesor? Me dispararon también. Recibí dos impactos en el hombro y en el muslo y vine, dicen, rodando desde el techo de Investigaciones y caí allí cerca del lavadero y dicen, profesor, usted dice, escribe, que yo fui detenido por Orden Superior y que me metieron aquí con ustedes y que me morí ayer, pero no, Mi General, me hirieron los subversivos y caí sobre el Paraná.

         Sáqueme del agua, Mi General, me voy a morir. Las pirañas me comen. Me voy a morir. No hablaré con nadie de nuestros vuelos nocturnos.

         Sáqueme, Mi General y me voy a ir con los muertos a pasearme por cualquier lugar.

         Voy a repetir todo, profesor, pero no coloque mi nombre. Sáqueme que estoy muerto.

         Escuchen, escuchen, ya están calentado los motores...

 

         profesor - trataba de reanimarle Jonás, el seminarista.

         ¡profesor! aquí estamos contigo, hermano.

         y me quedé colgado allá arriba, Jonás. Esto que tratás de reanimar inútilmente es mera cáscara. No he regresado del infierno.

         Estamos en las cavernas del infierno, profesor. Traiga nomás su alma y traéle, profesor, llamále con fuerza para que se junten otra vez. Tenés que seguir escribiendo.

 

         Como hierro negro es el cielo del infierno. Lúgubre silencio pesa sobre las grutas.

         Las llamas aguardan tus recuerdos. La memoria se alza ardiendo y escenas del mundo se repiten para el Juicio.

         Se agitan las sombras. Alguien lanza un alarido. Un reloj marca el tiempo del dolor.

 

         Sonido de aviones aturden los confines del infierno.

         Ríen los aviadores, bebiendo.

         Voces grabadas, se repiten.

         - A su orden, mi comandante.

         Y en perfecta formación descienden en picada ametrallando a las ánimas, y perdiéndose entre las nubes de azufre.

 

         Emergen cabezas, lenguas, brazos

         Cuerpos sin cabezas salen, caen entre las rocas

         Llegan hombres de correcto uniforme con bolsas a las espaldas

         Los captores beben y ríen.

         Descargan las bolsas y restos, entrañas, vísceras, huesos, cráneos que se esparcen en el extraño suelo infernal.

         - E'a, coa ningo Alvarez ra'e. Che aicuaa porã chupe. Tipo nde guenó vaecue. Maã pico oimo'ãta la peicha opa vaerã. Tipo nde vale vaecue.

         Arriero paite. Hetápe oayuda vaecue, hetápe o serví. Ha icatólico laya.

         - ¡ekirirî! pea oñembomaestronte. ¡Pea peteî comunista!

         - oñe'ẽ cuaa ã comunista

         - ¡ekirirî! ¡Ho'a vaine ndeve!

         - Pe regollapue cheve carajo, pende py'ayu hina. ¡Siga pue lo recluta!

         - ¡eikytî chugui pe inambi arahaycata Mi General Colmánpe!

         - Embo ayura pytã pe rubiopé. ¡Osysyirei hina!

         - eipiro pe añara'ype, ¡ecapa ñandeve!

 

         y rugen los tristes aviones de la muerte, profesor. Danzan los restos y en esta celda no hay sino horrendas partes mutiladas. A Jonás le crucificaron, pero sólo quedan sus manos clavadas y sus pies.

         ¡Qué larga caravana de muertos buscan sus vísceras en los recodos del infierno!

 

         - ¿Quién grita en ese oscuro pozo, en esa gruta donde todo es llanto y crujir de huesos?

         - ¿Qué lugar es éste en el que las carnes se abren, caen los dientes, y abierto a hierro el ano es nido putrefacto de gusanos hediondos?

         - ¿Qué culpa pagan estos desgraciados para sufrir tanto tormento?

         - ¿Qué demonios crueles son éstos que abren a las mujeres con verga de palo y que aun embarazadas las matan y se roban a sus hijos?

         - ¿Qué jauría es aquella que en tamaño escándalo se apoderan de los niños y destrozan a sus padres con tanto fuego?

         - Capitanes del infierno, generales de la violencia, ¿qué extraña anatomía del terror enseñan a crueles discípulos con tantos experimentos de dolor en cuerpo de los desventurados?

         - ¿Qué lugar maldito, último rincón del averno eterno es éste donde entierran al tiempo y fosa viva es el alma?

         - ¿Qué veneno colocan en la sangre, qué desorden?, ¿qué locura es este líquido que subvierte la vida, el entendimiento, la luna?

 

         - pentotal, pentotal, Jonás sueña ballenas, seminarista, cristo de la liberación, café con leche de la infancia, lunas, achicorias, los culpables son los fariseos, mi mamá, mi tío Juan que está jugando bajo el Jazminero con su traje a rayas y la pelota roja, pentotal, que conspiran los peces, Su Excelencia, vestido de novia en el parque Caballero espera la Guardia de Honor, y las llamas del infierno son como olas marinas, el cetáceo anuncia el futuro de la patria, no sé nada, no sé nada, tentáculos tiene la madre María, mis oraciones, y en el cielo que perdí por no alabar al supremo, por hacerles discursos a su representante, Jonás interpreta el sueño de la ballena y habla mal en el catecismo, allá en Ypacaraí, en el retiro de los seminaristas acusa al Dictador de perseguidor de cristianos, de perseguir niñas y, naranjas de itá, naranjas para arrojarle a la cara al Señor Obispo que oficia el Te Deum, Jonás en el vientre de tu ballena, recorriendo la catedral del miedo, pentotal, pentotal, pentotal, el lunes no hay misa, caracoles, y Ud., señor Jefe de Investigaciones es una culebra enroscada a las piernas del Faraón, un mbopí rabioso sorbiéndome la sangre envenenada, pentotal como un río corriendo por mi cuerpo, desarticulando la lógica aristotélico-tomista de nueve años de seminario, apocalipsis ahora, apocalipsis ahora, como un río de lava surcando mis brazos, como una lengua de fuego en mis ojos, como aceite hirviendo, Jonás, como la Gehena, morada de los pecadores, alma condenada en la estampita de la Ascensión por quinta vez a la Primera Magistratura y nombrar a los conspiradores de la larga lista de demonios, diablos, brujos, empayenadores, gorilas que azuzan a las fieras contra el Poder Sagrado del Señor Presidente, aquí están, Príncipe de Las Tinieblas tus súbditos comiéndome las uñas, picoteándome las neuronas, pentotal para que las propias murallas del infierno caigan sobre la civilización, azufre en las venas para que Jonás confiese su relación con el movimiento independiente destinado a promover la lucha armada con el apoyo de los comunistas disfrazados de sacerdotes, castigados hasta por el Papa, hable Jonás, hable nomás

 

         Pentotal, profesor, para aquellos condenados en tan triste zahurda escribiendo, escribiendo

 

         Señoras y señores

         Estamos aquí reunidos para brindar un merecido homenaje al Padre espiritual de la Juventud paraguaya, el Honorable Consejero y Preclaro Intelectual, Luz en la Tinieblas. Y no es ni siquiera necesario decir su nombre pues al ser mentadas las más altas cualidades humanas, su figura, estampa de hombre sabio y sobrio, aparece como una luminosidad resplandeciente en nuestras mentes. Señor de la Política, Caballero de la Cultura y Pundonoroso Padre de Familia. Ejemplar ciudadano, espejo a los jóvenes, modelo de vida para todos. Sin alma gemela, cristiano purísimo, ninguna mácula tiene su alma prístina. Nunca dio las espaldas al necesitado. Sólo El es capaz de salvarte de este infierno, sólo él es capaz de devolverte el aire, el agua, el sol. Ningún correligionario, obrero, campesino, estudiante y hasta opositores, si señores y señoras, hasta los opositores, éstos que extraviados en la vida no entienden el quehacer patriótico de nuestro gobierno, cegados por sus nefastas ambiciones personales o conducidos por la pasión desenfrenada del fanatismo partidario, hasta éstos, perdidos de toda razón y calor popular, hasta estos opositores que se acercaron a él, encontraron abierto su generoso corazón, el puerto seguro para descansar de las borrascosas tormentas que sacudían sus oscuros espíritus. Hasta los opositores, repito, encontraron en él la mano segura, la palabra orientadora, el ademán afectuoso y la ayuda moral y hasta material reparadora.

         ¡Y, señoras y señores! Todo estos altos gestos humanitarios lo hace sonriente, afable y cariñosamente, sin pedir nada. ¿Y qué ha logrado este Maestro de Juventudes con esta sin par conducta? ¡No podéis imaginaros, Jóvenes presentes!, ¡No podéis imaginaros! Ha logrado lo que en la Historia Política de los Pueblos no se ha visto jamás! Así es! Ha logrado la redención de estas almas descarriadas! Ovejas perdidas que con la mano amorosa y el llamado desinteresado vuelven al redil. Vuelven al amor a la patria. Vuelven al seno del Congreso. Vuelven a ocupar bancas como genuinos representantes del Pueblo y vuelven en definitiva a los caminos de la legalidad y Democracia!!

         Nacido de cuna humilde, comprende por esa razón al humilde y al afortunado. Pero también conoce la fortuna, la fortuna de servir al semejante desde tan importante puesto político. Por eso entiende a la maestra y al estudiante, al anciano y al niño. Cuántas veces en el día de Reyes no lo hemos visto como un Cuarto Rey Mago recorrer los barrios más pobres llevando la alegría a los más necesitados. Como un Cuarto Rey Mago repartiendo sonrisas, caramelos, galletitas argentinas y juguetitos brasileños? ¿Cuántas veces no hemos visto en sus ojos las lágrimas emocionadas que solamente pueden brotar del alma del niño también pleno de felicidad?

         ¡No en vano ha sido designado como la Personalidad Más Importante del Año!

         No en vano el pueblo agradecido recibió con beneplácito su promoción a niveles partidarios superiores como un reconocimiento de constante tarea de afirmar la unidad granítica del Partido y de reavivar la fe nacional en los Supremos Valores de la Paraguayidad!

         Gracias a la Ilustre y Siempre Bien Ponderada sugerencia de otro Ser-Sin Ejemplar, Nuestro Excelentísimo General (Aplausos, aplausos, aplausos) quien siempre orientó a nuestro homenajeado por los senderos del Bien, de la Verdad y del Amor a la Patria y a la sacrosanta bandera del Partido.

         La patria ha recuperado su dignidad histórica. Su temple de vencedora sempiterna, gracias a la labor tesonera de nuestro homenajeado, quien inspirado en las Sabias Orientaciones del Jefe de Estado, supo ejecutar las órdenes emanadas del Superior Gobierno y ayudarle con su lealtad al Señor Presidente a dirigir la nave de la nación hacia aguas de Prosperidad y Bienestar. La Paz, la Felicidad y la Seguridad del Glorioso Pueblo Paraguayo encuentran en él su mejor pivot, como diríamos en el lenguaje actualísimo de los relatores deportivos, es el mejor número nueve que tiene la Selección Nacional! (Aplausos, hurras en la platea, hurras de auténtico fervor cívico)

         Y amparado por el Dios de las Naciones en todo su menester, iluminado por ese mismo hacedor, ha hecho olvidar al sufrido y estoico pueblo paraguayo de las desgracias del pasado. Nefastos tiempos cuando la acción anárquica de gobiernos anteriores traía a la familia paraguaya el atraso, el luto, la miseria. Jamás estas obras portentosas, estas calles asfaltadas por donde vemos transitar a los más lujosos automóviles, a las más modernas motocicletas, recién aparecidas en Europa y el exótico Japón, jamás, digo, estos adelantos veíamos en otros tiempos!

         ¡Ya en el extranjero nos conocen con el nombre de la Suiza de América!

         ¡¡O la Nueva York, el Hong Kong de América Latina!!

         ¡Y la presencia de esta vigorosa personalidad ya se ha ganado un sitial de honor en el Podio de la Verdadera Historia Patria lo cual nos llena de emoción nacionalista y nos impulsa a seguir trabajando cada día más por la grandeza de la Patria Soñada por Nuestros Próceres!

         ¡Y digo, estimados jóvenes, soñada por Nuestros Próceres. Atiendan bien, que soñaron solamente los Prohombres de la Nación! ¡Y éste que veis aquí! Este Prócer, este prohombre, arquetipo de la Raza Paraguaya la realizooooo!!! (cerradísimo aplauso, hurrísimas hurras y gran algarabía) Porque obras son amores!! ¡¡Y no solamente en sueños este Centauro Mitológico de la Creación ha visto la Grandeza de la Patria, sino como un Titán Magnífico la ha realizado, ha ejecutado esos planes de grandeza!!

         Y en esta noche tachonada de estrellas la Juventud Estudiosa Agradecida de esta Institución de Altos Estudios, en este mismo patio que viera a los más conspicuos intelectuales del ayer, a nuestros consagrados vates, historiadores eruditos y gobernantes, tengo el alto honor de prender en vuestro pecho, Oh Maestro de Maestros, la insignia de la valerosa y gallarda juventud que paseara victoriosa en duras jornadas cívicas y que llevaron en su pecho los benditos combatientes de la Civilidad en la cruenta guerra contra el comunismo internacional, apátrida y ateo.

         ¡Oh Presea Inmortal para un inmortal del Saber y la Reconstrucción Nacional! ¡Loor a los Héroes de Hoy, Loor Maestro!

         ¡¡Muchas gracias!!

 

         profesor, profesor, ¿le hiciste el discurso?

         ¡Ese discurso es capaz de salvarte de este infierno!

         ¡Palabras-infierno, profesor!

         - ¡echarás mierda por la boca, ese será tu castigo!

         - ¡él es ateo, cambiále la pena. El infierno no existe

         - ¿Y la celda 12?

         - ¡puro ánima arrastran sus pensamientos contra el Líder, como gruesas cadenas de puro fuego son esas macanas que piensan contra la Paz y el Progreso!

         ¡Llueve fuego y cenizas en la celda 12!

         ¡Jonás, reza a tu Dios para que nos salve! ¡Es la hora de los Leones! Jonás, ya llegan los torturadores

         ¡Profesor, aguante, Jonás está soñando también!

 

         y la Esfinge, gigante, deforme, brutal, nauseabunda figura, escamas, costra de barro y piel dura, alza de nuevo el cuerpo exangüe del profesor. La bestia exige el sacrificio de siete jóvenes, profesor.

         Allí Corsino, Nicasio, Jonás, Cantalicio, Centu'i, Timoteo, Luciano, son siete. Después serán las doncellas. Allí están Esmelda, Soledad, Margarita, Sonia, Josefina, Anastacia, son siete.

         Ya se huele en el aire del calabozo el sudor de la bestia, sus axilas, sus glándulas, sus humores.

         Somos los elegidos.

         Sigue la algarabía en las tribunas. Hermosas jóvenes cantan y danzan y lanzan flores al viento. Efebos acrobáticos hacen piruetas y cabriolas. Suenan salvas y fuegos de artificio iluminan el pétreo rostro del monstruo.

         Alguien lee un poema.

         ¡Profesor! ¡Leen tu poema!

         Allí estás con los jóvenes de la generación agradecida. Sonriente, elegante, bien afeitado, con corbata y zapato bien lustrado. Miembro de la Comisión de Recepción a Su Excelencia!

         ¿Hablarás a los Jóvenes de la Patria por televisión?

         La ciudad es el laberinto. Por sus calles zigzaguea la comitiva. El auto negro encabeza la marcha, escoltado por motociclistas vestidos de gala. Detrás la escolta armada. Los cascos de guerra y las metralletas apuntan a los transeúntes que miran el paso del General. Algunos ciudadanos bajan la cabeza. Miran hacia otro lado. Oñembotavy hicuai. Otros alzan las manos, buscan el leve movimiento de cabeza, la gentil mano derecha saludando.

         ¿Por dónde entrará al Estadio el Minotauro?

         Los pasillos se cruzan y los siete jóvenes vagan perdidos entre los muros.

         ¿No han muerto ya de miedo?

         ¿No han muerto de alegría al ser designados por el sorteo anual como víctima propiciatorias de un nuevo período de Paz?

         ¡Serpentinas, globos patrios, cintas tricolores, palomas mensajeras, niñitas de las escuelas alegran el corazón de la patria!

         Cómo cimbrean sus altas caderas las niñas de plumas verdes!

         ¡Qué jolgorio juvenil el de aquel corro de cintas rojas y platillos dorados!

         ¡Ya suenan los timbales y las cornamusas!

         Las pezuñas resuenan en los lóbregos pasillos.

         ¿Corsino será la primera víctima?

         ¡Profesor! ¡ las historias se mezclan!

         Muge en el corredor la bestia. Ya la multitud se ha puesto de pie.

         A punta de lanzas aparecen los jóvenes ataviados alegremente para el sacrificio. Enardecido el gentío aplaude. Delira. Llena de papel picado, bombas, luces de bengala, humo, la entrada del General

         ¿Jonás, has dicho tu última oración?

         Tacha la figura del minotauro. ¡Descompone el laberinto. Rompe esos papeles, profesor, porque ahora ya estás listo para leer tu discurso en la sesión inaugural de esta fiesta nacional!

         Por todos los senderos coloca sus huellas, sus pelos, su baba, su mierda. ¡Oh, divina Esfinge que apareces hermosamente ataviada, plena de condecoraciones, altos pechos, lunas violetas y borlas de oro!

         Tu carro triunfal saluda la multitud, borracha de tu poder. Dios de Dioses que exiges el sacrificio de los jóvenes para mantener viva la ciudad. ¡Hijo de los Dioses, elegido, el ungido, el magnífico conductor, salve, salve! ¡Cómo ruge y se enciende el aire ante tu figura, mi líder!

         ¡Y qué bella estampa la tuya, profesor!¡ Orondo y orgulloso! ¡Quién lo creyera viéndote allí con tu discurso ante la Esfinge!

 

         La Esfinge está aquí -gritó Corsino, al sentir esos movimientos muy propios de una nueva sesión de torturas.

         Nos miramos. Nos contamos. Estábamos todos. El profesor seguía escribiendo callado, dolorido, penando.

         Quién será- dijo Barreto cuando escuchó los primeros gritos. Alguien recién llegado tal vez.

         El Profesor quiso describir a la Esfinge y murmuró:

         En mi corazón tengo su rostro. Mis manos son las suyas. -Te estás deformando, profesor,- musitó Nicasio.

         Es la tortura- dijo Jonás

         - Me duelen los huesos- gimió el profesor. Ya su cabeza era una oscura masa de escamas, ave y reptil.

         - ¿A quién lo que le están torturando?-preguntó insistente Luciano

         - A nadie.

         - Después vendrán a buscarnos- tembló de repente el viejo Gervasio.

         - De acuerdo a la edad te pegan, lecaya.

         - Vos cuánto ligaste,

         - 40 teyuruguai

         - y como tenés 65 te faltan veinte y cinco hina, karai Gervasio

         - Na aguanta moaveima, chera'y- gruesas lágrimas de impotencia

         - Ña manonteara voi ningo

         - ¡Hay que morir como hombres, carajo!

         - ¡Pobre prójimo! quién sabe quién es y por qué le juegan esos degenerados- dijo Jonás

         - La vez pasada le mataron a un vendedor de helados, por equivocación. Le torturaron, le piletearon y le paró el corazón al pobre.

         - Lo que están haciendo ahora es bola. A nadie le torturan. Es una grabación, para rompernos la moral. Para asustarnos, nomás es. Llegaron unos profesores extranjeros que le asesoran. Yo estuve en el Estado Mayor y me torturaron como trabajo práctico.

 

         Y señores y señoras:

         - Porque había también mujeres que se especializaban en torturas- continuó

         La tortura no es un simple castigo. De ninguna manera debemos entender que sea una sucesión de golpes físicos al cuerpo del torturado. No. La tortura es un arma política, por lo que debe conocerse su naturaleza, sus medios, sus objetos y su razón de ser. Larga historia tiene la tortura. Desde el gozo que concede el sufrimiento del otro pasando por la curiosidad de la resistencia humana, hasta la modificación de la conducta colectiva se abre el amplio abanico de la tortura. Ella es una ciencia. Porque a veces el torturador, el profesional militar o policial o de organismos de seguridad recibe el impacto de la acción y en vez de sufrir el prisionero sufre el captor. No me negaréis que muchas veces cuando castigabais a un subversivo no sentíais el impacto de vuestras propias palabras y el dolor de vuestros propios golpes. Más eso sólo indica el desconocimiento del oficio.

         En un estado policíaco como este, debemos tener en cuenta que el miedo a la tortura es ya una tortura pero con más fuerza, pues es imperceptible y cuando se manifiesta descompone la personalidad del ciudadano. Por lo que no debe descuidarse jamás su aplicación como medida preventiva. No es necesario arrancar una confesión. Lo importante es que el prisionero y cualquier ciudadano de la calle sepa, comprenda, introyecte en su vida diaria, presos o libres, la tortura como un elemento cotidiano, como una posibilidad permanente.

         Ustedes, señores jefes y oficiales, miembros de los organismos de seguridad del Estado, observarán ahora diferentes métodos y analizaremos, posteriormente, las secuelas, los resultados.

 

         - les serví de práctica a los médicos también.

 

         En efecto, estas diapositivas corresponden a los Sistemas de la Argentina, Escuela de la Armada y a la Policía Brasileña, policía y ejército.

         Hemos documentado en un film todo el proceso de miedo del ciudadano. Desde el momento de su detención hasta su muerte. Del mismo modo hemos documentado las diferencias de resultados entre un ciudadano sin culpas ni antecedentes, pero cuyos parientes están indiciados, de aquellos que sin evidenciar su oposición al régimen, están como subversivos en potencia. Distinto es el procedimiento que debe utilizarse con un verdadero guerrillero.

         - te acordás al viejito que le liquidaron. Era cardíaco.

         - y esa mujer embarazada que le mataron, pero que su hijo no murió, se acuerdan. El profesor leyó en una revista extranjera su caso.

         El desequilibrio, el derribamiento de las defensas sicológicas, el enfrentamiento permanente con la muerte debe hacerse de un modo sistemático y oportuno. No hay peor enemigo que aquel que ha comprendido que está irremediablemente perdido. Lleva sus secretos a la tumba. Siempre hay que esperar en el umbral de la esperanza.

        

         - Ese fue un seminario dictado por expertos extranjeros. Yo me acuerdo que me llevaron con los ojos vendados, para que los médicos examinen mis heridas. Parece que me golpearon mal. Es decir sin saber dónde.

         El Dr. Wagniuger, sobreviviente de Nuremberg, hoy dedicado a investigaciones sobre la conducta animal, relatará sus experiencias y señalará en este cuerpo los diferentes errores que comúnmente se cometen.

         - A mí cada vez que me pegaban me dejaban inconsciente. Casi me rompieron todo. Al primer golpe me tumbaban.

 

         Entonces, el prisionero por más que quiera no puede hablar. Sufre una conmoción y desmaya. Nada más. Esto puede ir al infinito. Hasta la muerte, pero sin ningún resultado.

 

         Después vinieron las grabaciones, los encierros solitarios juntos a la sala de torturas.

         - Los fusilamientos simulados

         - la simulación de tu muerte

         - las llamadas telefónicas a tu casa

         - la tortura de tus parientes

         - a mi esposa le mataron de quebranto. Le mandaban restos humanos, le decían que era lo que de mí quedaba.

         - a mi mamá le enviaban todas las semanas ropas con sangre

         - nos desnudaban y nos amenazaban con violaciones

         - A Margarita le ultrajaron varias veces en presencia de sus hijos

         - te hacían abortar también, a patadas.

         y me abrían el ano y con una puntera señalaban los efectos del hierro que me introducían para las descargas eléctricas y los médicos discutían sobre el modo de aumentar las descargas sin lesionar el cerebro y al final escuché un largo y cerrado aplauso y apagaron las proyecciones y el Comandante del Curso agradeció a los Disertantes y se sirvieron un vino de honor en un hotel céntrico. Yo volví a la celda, profesor.

 

         - escamas, garras, alas de pluma dura, párpados de sapo, dientes gigantes, branquias, patas grandes, lenguas negras, dura, profesor.

         - gritan, gritan y ya no aguantan más, después vendrán a buscarnos.

         - Sólo son grabaciones- repitió Centu'i.

         y el General escuchó tu discurso, profesor. Te mandó llamar luego para felicitarte personalmente y prometerte que de seguir así tendrías todo su apoyo personal y que conocía tu fama literaria y que ojalá sirvieras con tu pluma a la Gran Causa nacional.

 

         ¿Pero qué sucede? Todo el bullicioso estadio se ha quedado en silencio.

         El viento sopla helado. La noche está alta y la luna sola. ¿Adónde han ido los jóvenes de remeras de algodón y pantalones vaqueros? ¿Y esas niñas de muslos perfumados, de sonrisas eternas y vientres con pelillos rubios, dorados?

         La fiesta se ha mudado al otro sector de la ciudad. Ni siquiera el río trae murmullos de alegría. El silencio es una daga abriendo lenta el pecho de la noche.

         Y yo, mi Dios, ¿qué hago desnudo, tirado en la arena, con esa soga atada a los tobillos, asegurado al poste con hierros y cadenas? ¿Y esa sombra que violentamente cruza la blanca luz de la luna?

         Círculo infinito, laberinto que llega al corazón con un dolor indefinido. ¿Qué hago tan solo bajo el perdido cielo del mundo? Cierro los ojos para no verlo. Mi cuerpo recibe los primeros impactos. Desgarra mi carne, crujen mis huesos. Su baba pegajosa, hedía. Me olió. Abrió sus fauces. Atrapándome, lengua, diente y labios, me alzó, presto a devorarme.

         La noche es una campana de silencio. Soy badajo quieto en las fauces del monstruo. La ciudad se agita más allá de estas sombras. Siento que mis pies se van a desprender de mi cuerpo.

         Pero, ¿quién abre esa puerta?

         ¿Qué sucede?

 

         ¡Profesor! ¡Te llevaron a una celda especial!

 

         ¿Qué hiena se ha metido en esta celda?

         ¿No es acaso tu rostro el que me mira entre los barrotes?

         Alguien se desnuda y camina en cuatro patas y gime como perra en celo, como perra orina alrededor de mi cuerpo, se revuelca y empieza a lamerme los pies. ¡Perra de mala muerte! ¡Afuera, carajo, néipy! ¿Yagua haku, perra caliente afuera! Que me lame los dedos, que sube, carajo, y me acaricia los muslos. Afuera, perra del demonio! que se para y me abraza y llora y me besa. Lame el ombligo y me toca el pene fláccido y lastimado. Mis testículos aún hinchados y doloridos lame. ¡Afuera bestia de los infiernos!

         Y entonces, alzó la cabeza. ¡Mi Dios!

         ¡Qué hace, señor Jefe! Qué hace mi Inspector! ¡Tirado, desnudo a mis pies! Caminando a cuatro manos, meneando la cola y ladrando. Lamiéndome el sexo, sorbiéndome, apretándome el cuerpo, excitándome, buscando una erección de mi órgano lastimado. Besándome, llorando, ladrando, Señor Jefe. Y convirtiéndose en demonio me muerde suave los testículos. Moviendo la cola contenta la Señor Jefa, perra de carne caliente, moviendo las nalgas, la panza peluda. Buscando la penetración echando salivas, babeando, lujurioso animal. Ya sentía mis carnes en su cuerpo y exhausto quedaba lamiéndome las gotitas de semen que resbalaban de mí.

         ¡Dios mío! Qué hace Señor jefe, saliendo a gatas, en cueros, mirándome con ojos de perra agradecida, recogiendo sus ropas y perdiéndose entre las sombras del pasillo, cerrando las puertas de mi celda y trayéndome de nuevo el silencio. Ay, mis pies, ya no aguanto. Ya no siento nada. Badajo roto me balanceo en la campana silenciosa de mi celda. Me duermo con los dolores del mundo a cuestas. Con miles de cuchillos en la espalda, en el muslo. Colgando sin sentido.

         A merced de su instinto, de su hambre, de su violencia. Allí metido entre sus fauces. Si alguien dijera una sola palabra, si alguien le asustase él me mataría o me dejaría caer.

 

         Y un balde de agua sucia terminó de despertarme. Tumbado en el suelo, sin ninguna atadura, con las manos hinchadas como sapos, con los pies en otra parte, puro sango de ura mi espalda. Y abría los ojos y el Señor jefe, perfectamente vestido, estaba mirándome a través de esos anteojos oscuros. Elegante con ese peinado correcto. Golpeándose las botas altas con esa fusta inseparable. Ya ordena que me trasladen a la Sección Fotografías y que me lleven después a la de Prontuarios. Ordena que me inspeccione el médico.-Ordena que me traigan ropas limpias, porque el General quiere verme, quiere ver a ese profesor calentón, maestro de las putas, poeta de kilombos. Yo vi al Señor Jefe ordenar con enérgica voz las últimas disposiciones para que me trasladaran a la tarde ante Su Excelencia.

         ¡A su orden!

 

         - y allí estaba.

         y entonces me ordenó escribir su vida.

         Ud. va a estar encerrado hasta que termine mi historia. Ud. es literato gua'u y le gusta escribir. Hágalo por una causa justa. Hágalo por los ideales de Patria, Dios y Hogar.

         Conteste a esos escribas del marxismo. Anule esas leyendas que tejen sobre mi persona, sobre el país. Haga una novela basándose en las nobles virtudes del hombre paraguayo. Diga que es la nuestra la mejor simbiosis hispano-guaraní. Refiera la humildad campesina de mi nacimiento y exalte los muchos obstáculos y penurias que hube de vencer para llegar nada más y nada menos que a la Primera Magistratura de la República. Señale las obras de Progreso. Hable de las mutilaciones que sufrió nuestra amada tierra. Cuente como la hemos rescatado del atraso. Como hemos arrancado a los paraguayos del brazo de la miseria y la barbarie. Ya ni sentimientos de paraguayos teníamos. Explique el por qué de esta dación de mi vida al interés de la patria.

         Yo no le pido que haga un apología de mi persona. Apunte objetivamente hacia la Paz. Los beneficios de la Paz. Fabule, mi hijo, fabule. No me haga un recuento de adulos o una sucesión acrítica y sin sentido de anécdotas folclóricas. Mire que no acepto chantajes. Regalos para que me soliciten después carguitos. Así quiso hacer ese escritor que quería la Embajada en Francia. Estoy podrido de los adulones interesados.

         Escriben un poemita de mierda y quieren ser Directores del Banco Central, Secretario de Cultura Regional en la ONU.

         Pero sé que con Ud. será bien diferente. Yo sé la verdad de su caso. Pero mi condición es esa. Escriba, escriba, narre, cuente la desidia y el espíritu de derrota que por poco nos desintegra. Haga comprender al lector que todo lo hecho fue necesario.

         Desarrolle una sólida imaginación del Poder.

         ¿Ha sido torturado?- preguntó de pronto.

         Le miré las arrugas. Los ojos perdidos entre los pliegues de su rostro.

         No -me mentí.

         Sí - respondió- fue torturado. No mienta.

         Me temblaron las rodillas.

 

         Yo soy su Destino, Profesor -escuché la voz que llegaba del cielo. La esfinge, alta y bella en las sombras, me tenía en sus fauces.

         Revisé los senderos que le condujeron al sacrificio.

         Y vi los muchos laberintos, los corredores inmensos, las lagunas, los cerros, las calles, los caminitos, las murallas. Vi la celda N° 12.

         Y repetí que era inocente.

         Lo sé -dijo- pero eso a la Historia del Mundo no le interesa.

         La sangre de los inocentes llena los abismos de la tierra.

 

         La Esfinge habla y estoy en medio de mi celda otra vez.

         ¿O en su fauces?

         Soy el dueño de tu vida. De tus éxitos y de tus fracasos.

         Estoy sobre mis huellas, me dije, Me repito. Vuelvo al monstruo.

         Yo soy el que puedo darte el oro, el placer, el buen vino, el apreciado poder. Sírveme y todo te será concedido

 

         Allá en el antiguo palacio los jardines estaban iluminados.

         El alto rostro de la Esfinge resplandecía.

         El tiempo perdía densidad y se derretía el reloj de la Catedral

         Soberbia Esfinge. En su rostro se leían los miles surcos del Destino.

         La historia del Pueblo está encerrada en los pliegues de su piel

         Allí en sus manos de aguila, león, animal poderoso y terrible. La sangre aún caliente en sus fauces. La sangre de las víctimas recientes.

 

         En la arena se coagulaba negra, sucia, llena de moscas, la heroica sangre de mis compañeros de prisión. A ellos ya los había devorado la noche anterior. O fue esa misma noche cuando empecé a escribir?

         ¿Acaso, Mi General, no estoy en sus manos? Ud., sabe lo que hace, soy su prisionero.

 

         Yo no quiero que se haga mi voluntad en la suya, sino que escriba Ud. con placer, con gusto, con pasión. Así como escriben mis enemigos. Así como se solazan contando historias increíbles sobre mi supuesta crueldad. Mis detractores obtienen reconocimientos internacionales solo por tenerme como tema de sus locuras, de sus delirios. Yo les doy fama.

         Movió la pesada cabeza. Los labios grandes, caídos, se movían lentamente. Su voz grave, pesada, ronca. El cigarrillo le hacía mal, pero no podía dejar de fumar. Tosió. El cigarrillo -dijo- adivinando mis palabras.

 

         Su corazón es para mí un libro abierto, profesor. Ud. sueña con la fama y por eso empezó a escribir esas porquerías contra la dictadura. Yo le ofrezco la misma Fama, pero cantando a la Victoria. Colóquese junto al vencedor. No sea idiota. Mis enemigos no tienen lugar donde reposar la cabeza.

         Oro, plata para mis amigos. Y palos, bala para mis enemigos. Cuente, piense y diga qué busca, qué quiere y eso le será dado. Pero inclínate, prisionero. Toda tu historia de pobreza, de frustraciones, de postergaciones quedará atrás.

         Ya no serás el resentido social.

         Los diarios te darán espacio preferencial y tus fotos estarán en la primera plana, conmigo. Te buscarán tus antiguos amigos. Aquellos que te olvidaron al verte fracasado, repetirán tu nombre y se congratularán de haber compartido un trago en algún kilombo de tu juventud. Para halagarte se aprenderán de memoria tus versos.

         Y hasta tu firma será respetada y admirada. Darás tarjetas de recomendación a los que acudan en busca de la ayuda de tu espíritu poético y generoso.

 

         Estoy preso -dije. Soy tu prisionero.

         Mi cuerpo sintió sus colmillos. Apretó un poco. Empecé a sangrar.

         Alguien se está muriendo en Investigaciones -dijo alguien en la Facultad de Derecho.

 

         La Esfinge muda, absorta miraba más allá del río.

         Me tenía otra vez en sus fauces.

         Un diario había anunciado tímidamente mi detención, pero equivocó el nombre.

         Sentí sus dientes afiladísimos. El dolor era insoportable. El viento áspero, violento.

         ¿Cuántos hombres, mujeres y niños se traga el monstruo cada año? Pregunté.

         Siete y siete, oficialmente.

         ¿Y la lista de desaparecidos? ¿Y los muertos porque sí, sin razón aparente? ¿Y los secuestrados en la frontera?

         No contestó.

         La Esfinge extendió todo su gigantesco cuerpo, levantó sus alas, abrió las patas delanteras y movió la cola. Crujieron mis huesos.

         La Historia empezará con su pluma, profesor.

         Leeré sus páginas diariamente. Su obra deberá ser magnífica.

         Y le prometo: Ya no será torturado. No mienta más. Yo me haré cargo de su familia.

         Pensé en Ananías, mi puta preferida. No tenía a nadie más.

         Se está burlando -me dije. El sabía todo sobre mí. Allí sobre su escritorio estaba mi expediente, mi prontuario completo, mi historia.

         Será mi biógrafo dijo.

         Mientras escriba no moriré -supe por mi propia voz.

         Ahora volverá a su celda. Allí escribirá.

         Y bajó los ojos. Estaba cansado. Estábamos cansados. Mi brazo derecho estaba como roto. Perdía sangre por la nariz y los oídos.

 

         La Esfinge devolvió mi cuerpo. Caí a tierra, sucio, lastimado, sin fuerzas. Alzó sus patas y me aplastó contra el suelo pedregoso. Bajó la cabeza, lamió mi sangre.

         Soy su prisionero -murmuré

 

         Escriba y después veremos qué pasa con su problema-pensó nomás el General.

 

         En el Estadio Defensores del Chaco la inauguración había concluido. La gente sudorosa, alegre, llena de chipa, tereré, cerveza y aristócrata, contentísima por el espectáculo pleno de colorido, fanfarria y alegría, comentaba el color de los uniformes, reía los chistes y los estribillos de las hinchadas y volvía a casa feliz. El discurso del Profesor estuvo emocionante, arrancó lágrimas, suspiros y un prolongado aplauso. La Patria era feliz! Y si ese no era el pueblo, ¿dónde estaba el pueblo?

 

         La Esfinge estaba satisfecha. Sus víctimas prolongaban la agonía.

         Es una esperanza -dijo alguien. No le ha devorado como a los otros. La cabeza me golpeaba como un tambor. La sangre de mis oídos estaba seca. Una costra dura me taponaba la nariz. Quise moverme. Un dolor fuerte me impedía respirar. Tenía una costilla rota.

         La entrevista había terminado. Giró sobre sí y miró por enésima vez el río.

         - Apacible río Paraguay, cada año se come a los pobres cómo la Esfinge también -comentó el General y dijo que la jornada de trabajo había terminado.

         - Vamos a jugar al póker- invitó de buen humor a su Edecán.

         - Yo regresé a mi celda.

 

         ¿Qué historias escribiré?

         Todo está escrito -me sopló un recuerdo.

 

         Escribe su sueño- me gritó Jonás.

         Casi muerto, envuelto en una sábana sucia me trajeron a la Celda 12.

         Celda 12 -escribí.

         El sueña con ballenas -insistía Jonás.

         Sonreí.

         - Parece que al profesor le mataron- avisó una voz en la celda.

         - ¡Pobre tipo! Inocente, le jodieron estos hijos de puta.

 

Como un ángel derruido,

en sábanas de sangre

llegó de los infiernos,

sin voz, sin nombre,

perdido, ya sin alma,

mas todo memoria

en la Celda 12 siguió escribiendo: ese es un coro de sombras, General

 

 

 

 

 

 

 

INDICE

 

 

Dedicatoria

 

Celda 12, Novela del terrorismo de Estado. Rudi Torga

 

A manera de prólogo

 

I

Y entonces vi el retablo del General

II

¿El avión es una ballena volando?

III

Honorable Congreso

IV

Amenazo ramo jave osapukaipa ojoja*

(Cuando anuncia tormenta gritan todos juntos)

V

Ultimas noticias

VI

Final anónimo

Ilustraciones:

* Vapor cue. Emiliano R. Fernández

 

 

 

 

 

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