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ALFREDO M. SEIFERHELD R. (+)
  LA GUERRA DEL CHACO, 2007 - Por ALFREDO SEIFERHELD


LA GUERRA DEL CHACO, 2007 - Por ALFREDO SEIFERHELD

LA GUERRA DEL CHACO

Por ALFREDO SEIFERHELD

 

 

COLECCIÓN

IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY Nº 5

DIRIGIDA POR RUBÉN BAREIRO SAGUIER Y CARLOS VILLAGRA MARSAL

© Edición especial de SERVILIBRO

Dirección editorial: Vidalia Sánchez

Asunción, Paraguay

Edición especial para ABC COLOR

Yegros 745 Teléf.: 491 160/6

E-mail: redacción@abc.com.py

Pág. web: www.abc.com.py

©  Selección e Introducción: Ricardo Scavone Yegros 

Diseño de tapa: Celeste Prieto

Diagramación: Gilberto Riveros Arce

Edición al cuidado de Ricardo Scavone Yegros

Hecho el depósito que establece la Ley N° 1328/98

Asunción, Paraguay, julio de 2007.(120 páginas)

Tirada de 10.000 ejemplares


 

 

ÍNDICE

Propósito : Rubén Bareiro Saguier - Carlos Villagra Marsal

Introducción : Ricardo Scavone Yegros


CONDUCCIÓN ECONÓMICA DEL CONFLICTO

El territorio en disputa

Movilización total en el Paraguay; movilización parcial en Bolivia

Eficacia del aparato productivo paraguayo

La retaguardia en el Paraguay

Alimentación del soldado paraguayo


GRANDES BATALLAS

Boquerón (Setiembre de 1932)

Nanawa (Enero de 1933)

Corrales (Enero de 1933)

 


PROPÓSITO

 

Esta Colección de doce volúmenes, que hemos denominado IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY tiene, según sus apelativos lo sugieren, el objeto de alcanzar a la mayor cantidad posible de lectores testimonios directos, memorias e interpretaciones de nuestra historia patria y de los avatares de nuestra identidad nacional, vale decir, de nuestro pasado caudaloso de infortunios como de instantes de épica generosidad y eminentes temporadas de realizaciones políticas y de cohesión social.

Al propio tiempo, la Colección incluirá textos significativos de nuestro imaginario, tomando en cuenta que la poesía y la narrativa se constituyen con frecuencia en registros más iluminadamente intensos de la condición, los anhelos, vicisitudes, denuncias y esperanzas de un pueblo. Para plasmar ambos objetivos, integramos esta docena con libros de triple progenie: unos, aunque relativamente accesibles, tan representativos que su inclusión resulta imperiosa en el conjunto; otros éditos en folleto o en libros de escasísimo tiraje, la mayor parte aparecidos en el siglo XIX o a principios del siglo XX, por lo cual resultan ahora inhallables y su publicación un verdadero rescate; por último, textos rigurosamente inéditos y de tal modo valiosos, que nos parece sorprendente que no hayan visto la luz hasta ahora.

Para lograr una mayor amplitud en términos forzosamente breves, tanto en cantidad como en número de páginas, en algunos de los volúmenes se inserta una pluralidad de autores que escriben sobre idéntico material, y de quienes se introducen sólo fragmentos lo suficientemente comprensivos de textos más extensos, corno se ha hecho en los libros sobre la Guerra Grande y la ciudad de Asunción. Con el mismo criterio, en alguna ocasión se publica una antología, en el caso bilingüe, tal la de la poesía en guaraní.

En otras oportunidades, los textos son una selección de carácter unitario de los mejores fragmentos o capítulos de un autor y un libro determinados.

Por fin, hemos procurado presentar las diferentes tendencias y reflexiones en la interpretación de nuestro pasado histórico, cuyos hombres y hechos siguen aún siendo ejes de polémica, incluso por quienes poco o nada conocen sobre el particular.

Bien sabemos que es imposible cifrar en doce libros lo dicho y escrito sobre un sitio que desde hace cinco centurias ya se había constituido raigalmente como nación. Pese a ello, creemos que la muestra es lo bastante representativa como para entreabrir el entendimiento y proseguir el diálogo sobre nuestra categórica individualidad paraguaya.

RBS - CVM


 

INTRODUCCIÓN

ALFREDO M. SEIFERHELD (1950-1988) es hasta hoy, a casi veinte años de su muerte, el historiador que mayores aportes ha hecho para el conocimiento de la historia política del siglo veinte paraguayo, en el periodo que va desde la denominada Revolución de 1922 hasta los primeros años de gobierno del general Alfredo Stroessner. Su excepcional labor historiográfica se cumplió apenas en poco más de diez años. Fue interrumpida por su fallecimiento prematuro, antes de que alcanzara los treinta y ocho años de edad, cuando desarrollaba ambiciosos proyectos tanto en materia editorial como en la investigación histórica.

Seiferheld nació en Villarrica en 1950 y se graduó de Licenciado en Historia en la Universidad Nacional de Asunción. Su primer libro, CORREOS Y SELLOS PARAGUAYOS, lo publicó en 1975 con veinticinco años. En él combinó su afición por la filatelia con su vocación por los estudios históricos. Al año siguiente, dio a la luz Filatelia, afición sin barreras, y en 1980 publicó en la revista Estudios Paraguayos de la Universidad Católica de Asunción una monografía, propiamente histórica, sobre LAS COMUNICACIONES POSTALES Y TELEGRÁFICAS EN EL PARAGUAY DE LA POSGUERRA, que se difundió también en separata. En 1981 se editaron dos obras suyas de mayor aliento: EL PARAGUAY VISTO A TRAVÉS DEL IDIOMA ALEMÁN, que era, según el subtítulo, "UN INTENTO DE BIBLIOGRAFÍA EN ALEMÁN SOBRE EL PARAGUAY", y el primer volumen de su estudio sobre LOS JUDÍOS EN EL PARAGUAY, en el que se ocupó de la inmigración y presencia judías en nuestro país desde el siglo XVI hasta 1935.

Para entonces, Alfredo Seiferheld era además periodista reconocido. Trabajaba en el diario ABC Color de Asunción, donde había comenzado escribiendo sobre temas vinculados con la filatelia y terminó formando parte del equipo de editorialistas. A fines de 1978 dio inicio en ese diario a una serie de reportajes que tituló "CÓMO VIVEN HOY", en los que recogió por más de tres años los testimonios de ex funcionarios y dirigentes políticos, de jefes militares retirados y de personalidades destacadas de la sociedad y la cultura sobre el pasado reciente del Paraguay. No fue tarea fácil, en una época en que el país soportaba los controles y temores impuestos por una dictadura firmemente consolidada, que manipulaba la historia y miraba con recelo cualquier disidencia. Muchos preferían no hablar, y conservar con el silencio la tranquilidad de sus últimos años. Además, como señalara el mismo Seiferheld, se corría el riesgo de "abrir heridas ya cicatrizadas, afectar susceptibilidades o provocar polémicas que el tiempo, en apariencia, había definitivamente cancelado". No obstante ello, fue venciendo resistencias y pudo acercar a la sociedad paraguaya las explicaciones de los propios protagonistas sobre las revoluciones, la Guerra del Chaco, las huchas políticas, los acuerdos y desacuerdos que se sucedieron ante de iniciarse el régimen que entonces imperaba.

No se trataba de meros reportajes. El historiador preparaba con cuidado cada entrevista, informándose profusamente sobre el entrevistado y su tiempo; y como estaba libre de compromisos partida rios, podía hablar con todos y mantener una apertura permanente para abordar cualquier cuestión que permitiera esclarecer los hechos históricos. El valioso acervo que reunió con estos reportajes fue sólo parcialmente recopilado en cuatro volúmenes que Seiferheld editaría luego bajo el título de CONVERSACIONES POLÍTICO-MILITARES (Asunción, 1984-1987), y que no pudo seguir ordenando por impedírselo la enfermedad que lo llevó a la muerte.

A más de la serie "Cómo viven hoy" y de artículos periodísticos sobre temas históricos, Alfredo Seiferheld publicó en ABC, desde diciembre de 1981 hasta la clausura de dicho diario en marzo de 1984, una crónica documentada sobre la guerra de 1932 a 1935, que se tituló LA GUERRA DEL CHACO ILUSTRADA. Siguiendo el ejemplo de Efraím Cardozo, quien en el centenario de la Guerra contra la Triple Alianza había escrito la crónica diaria de los acontecimientos que tuvieron lugar cien años antes, Seiferheld acometió un proyecto similar en el cincuentenario del conflicto bélico con Bolivia, cuando vivían aún muchos de los jefes y oficiales excombatientes. Adaptándose a los tiempos, los textos aparecieron con ilustraciones, realizadas por Carlos Meyer Saldívar, en casi ochocientas entregas diarias.

Entre tanto, en 1983 aparecieron dos nuevos libros suyos. El primero, ESTIGARRIBIA, VEINTE AÑOS DE POLÍTICA PARAGUAYA, escrito originalmente como contestación a las referencias contenidas en las memorias del coronel Arturo Bray respecto del conductor militar de la Guerra del Chaco, constituye una aproximación documentada a los acontecimientos políticos de las décadas de 1920 y 1930. El segundo, ECONOMÍA Y PETRÓLEO DURANTE LA GUERRA DEL CHACO, fue un estudio innovador sobre aspectos generalmente desconocidos de la conflagración. En el mismo año 1983, se incorporaría como miembro de número a la Academia Paraguaya de la Historia.

Tras la clausura del diario ABC Color, Alfredo Seiferheld fundó la Editorial Histórica, que de 1985 hasta su muerte, en junio de 1988, imprimió veinticinco títulos. Bajo ese sello, se editaron sus dos volúmenes referentes a NAZISMO Y FASCISMO EN EL PARAGUAY, que abarcaban las VÍSPERAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, 1936-1939 (1985) y LOS AÑOS DE LA GUERRA, 1939-1945 (1986), respectivamente, así como compilaciones documentales, y LOS ECOS DE LA PRENSA EN 1887 - UNA PROPUESTA DE CONCILIACIÓN política (1987), redactado con motivo del centenario de la fundación de los partidos políticos tradicionales del Paraguay, en coautoría con Julia Velilla Laconich.

A pesar de la enfermedad que lo fue minando, Seiferheld trabajó con voluntad y laboriosidad hasta los últimos momentos. Con su fallecimiento, concluyó una vida consagrada a la historia y la cultura de su patria, cuando entraba en los años cenitales y muchísimopodía esperarse aún de sus afanes y talento. La obra que dejó es, de todos modos, sólida y valiosa, y merece ser recordada, conocida y estudiada por quienes tengan interés en la historia del Paraguay del siglo veinte.

En esa línea de pensamiento, se reproduce en el presente libro una parte de lo escrito por Alfredo M. Seiferheld sobre la guerra entre el Paraguay y Bolivia.

La primera sección contiene cinco capítulos de su libro Economía y petróleo durante la guerra del Chaco. Se refieren al territorio que fue escenario de la conflagración, a las características de la movilización militar en ambos Estados beligerantes, a la organización del gobierno del Paraguay para la guerra, a la acción de la retaguardia en nuestro país, y a la alimentación y provisión de elementos a las tropas paraguayas. Por ser ésta una edición divulgativa, no se transcriben los capítulos completos, sino selecciones, eliminando detalles o referencias sobre aspectos accesorios, así como las notas indicativas de fuentes bibliográficas o documentales.

En la segunda sección, destinada a las crónicas sobre las Grandes batallas, se seleccionó en primer lugar los textos de LA GUERRA DEL CHACO ILUSTRADA referidos específicamente a la batalla de Boquerón, la primera gran acción ofensiva del ejército paraguayo, que estuvo plagada de dificultades y, por lo mismo, de enseñanzas. Siguen a esos textos los relativos a la primera batalla de Nanawa y a la de Corrales, ambas de enero de 1933, acciones desarrolladas durante el periodo conocido como el de la guerra de posiciones, en el que los ejércitos de los dos países concentraron sus esfuerzos en construir sistemas defensivos, produciéndose sucesivos ataques infructuosos contra posiciones fortificadas.

Las selecciones son representativas de la obra de Alfredo M. Seiferheld, y sin duda proporcionarán un material muy estimable para el conocimiento y la reflexión acerca de hechos y procesos que deben ser mejor conocidos y valorados en nuestro país.

RICARDO SCAVONE YEGROS

Asunción, julio de 2007

 

 

CONDUCCIÓN ECONÓMICA DEL CONFLICTO


EL TERRITORIO EN DISPUTA


¿Qué características presentaba el terreno donde por tres años se enfrentarían paraguayos y bolivianos? ¿Eran ellas lo suficientemente conocidas en aquellos días de invierno de 1932, en que la guerra se cernía como una amenaza inevitable? El Chaco se hallaba dividido en tres regiones: la Austral y la Central de pertenencia argentina en aquellos momentos y la Boreal en litigio. El total de aquella dilatada región, de poco más de 600.000 kilómetros cuadrados, se extendía como un manto rodeado de serranías y ríos caudalosos, atravesado por cauces fluviales menores. Se trataba de una inmensa llanura, apenas salpicada de ondulaciones.

El TCnel. Antonio E. González, que ha hecho a nuestro modo de ver la mejor descripción física de la porción de territorio en litigio, lo dividía en cuatro grandes franjas, paralelas entre sí y extendidas de Norte a Sur partiendo del río Paraguay. "La primera zona, escribía, lindante con el río Paraguay, es un campo salpicado de isletas, de bosques de poca extensión y de grandes palmares, y cortado por bañados, lagunas y riachos, formados por las crecientes del río. La anchura de la primera zona varía entre 250 y 300 kms... La segunda zona es el bosque. Su anchura varía entre 150 y 200 kms. La tierra salitrosa y pobre en humus, nutre la savia de bosquecillos bajos, de maderas retorcidas y hostiles. Casi todas las plantas son espinosas y ninguna da frutos para el hombre. El subsuelo da un agua tan amarga y salada que no puede ser bebida ni aún con extrema sed. Si llueve, el camino será un fangal espeso y pegajoso durante semanas y meses, ya través de centenares de kilómetros. Si la estación es la sequía, el polvillo fino levantado por los vehículos y el viento cubre las casas del fortín y los árboles a la vera del camino, se deposita en las hojas, impregna el ambiente, llega a los pulmones y al estómago, lima los aros de los motores, gasta los engranajes del reloj, se encostra en los canales y en los muelles de las ametralladoras. Vuelve pegajosa la saliva, y forma una nubecilla viscosa y húmeda en los ojos... La tercera zona es el desierto. Desde 400 a 450 kms. al Oeste del río Paraguay hasta 550 y 600 kms... Colinas de arena gruesa sin solución de continuidad. En algunos lugares el arenal está cubierto por el mismo espartillo que los cañadones del campo cercano al río, pero más ralo y más raquítico... Para subir la cuesta las ruedas patinan. El camión avanza metros a fuerza de brazos, en horas de trabajo, rugiendo y lanzando vapor. Si llegan a encontrarse dos vehículos que viajan en direcciones opuestas, uno debe desviar la huella y retomarla en horas de empujones y de trabajo de pala, rellenando la vía con ramas y espartillo... La cuarta zona es la precordillera. Tierra arenosa, pero de subsuelo impermeable, mantiene buena humedad, y es fértil para la agricultura... Casas de agricultores guaraníes, feudos de cholos, un puesto de ganado, una chacra pequeña, una represa o un corral, ponen una nota de vida en el paisaje al trasponer una cresta o rodeando la colina".

Tales algunas características de aquella inmensa llanura baja, donde crecen y se agotan ríos y riachos, tan diferente de las mesetas andinas de las cuales debió descender el soldado boliviano, y de los valles verdes de donde provino el paraguayo. El Chaco, inhóspito en su mayor extensión, sumaría así su hostilidad a las penurias y riesgos que ambos Ejércitos, desconocedores del mismo, debieron soportar al enfrentarse. Alimañas de todo tipo ponían, por demás, una nota adicional de agresividad en aquella tierra virgen. Siguiendo al descriptor paraguayo, cabe aún añadir algunas líneas sobre el Chaco. "Su extensión, su aridez y su monotonía oprimen el alma, escribe González. Desde las orillas del río Paraguay hasta las primeras estribaciones andinas, en balde se buscará una nota de colorido en sus bosques silenciosos y magros, en sus campos cubiertos de espartillo amarillento y mustio, en sus arenales resecos, en sus riachos de agua mansa y amarga. No hay pájaros cantores, no hay picadas cubiertas de techo verde, no hay lechos de hojarasca húmeda y fresca, no hay arroyos murmurantes con fondo de piedra. Sólo extremos ásperos que rechazan al hombre y a los animales; tierra calcinada o matorrales espinosos, árboles retorcidos, agua y barro, sequía y sed, serpientes y mosquitos, tábanos y arañas ponzoñosas, hastío y cansancio".

"En el Chaco llueve sin cesar de diciembre a mayo, y no cae una sola gota de agua de junio a noviembre. A mediados de diciembre, el hombre pregunta, calado de agua y hastiado de barro: ¿cuando dejará de llover? Y a mediados de junio, invadido de polvo fino el bosque, la choza y el alma: ¿cuándo caerá siquiera una llovizna?".

A pesar de esto, el Chaco paraguayo participaba activamente de la economía del país, con una destacable contribución a sus rentas, un tercio de las cuales provenían, en 1932, de su suelo. Buena parte del total de sus redes ferroviarias se hallaba allí, al igual que la mitad de su ganadería. Importantes industrias tanineras ocupaban, por lo de-más, un privilegiado lugar entre los rubros de exportación. No en balde el territorio contaba con poblaciones ha tiempo asentadas, con luz eléctrica parcial, con servicios telegráficos, telefónicos y postales, escuelas y hospitales e importantes puertos. "Las industrias, diría un informe oficial paraguayo de 1934, se establecieron en el Chaco mucho antes que las guarniciones militares. La selva fue desbrozada, no para abrir sendas estratégicas, sino para utilizar, en el plano de la economía, las riquezas que escondía. Los ferrocarriles que surcaron la vasta extensión del Chaco en todas las latitudes, no tuvieron carácter militar. Iban llevando, no ideas ni designios bélicos, sino el progreso y la civilización".

Las tierras del Chaco se habían ido valorizando al influjo del proceso de civilización. A comienzos de la década del veinte era ya alentador su porvenir. Las concesiones a los mennonitas canadienses en 1921 hizo que la prensa de los Estados Unidos de América y del Canadá dedicaran algunos espacios a la cuestión, con motivo de lavisita que realizaran representantes de dicha congregación, que penetraron 60 leguas de Puerto Casado en el interior de su geografía. Las transacciones comerciales por venta de tierras proseguían normal-mente, a pesar de la baja del mercado ganadero en la Argentina, el Brasil y el Uruguay.

La presencia de capitales argentinos y norteamericanos, entre otros, sería un elemento definitivo para la valorización e industrialización de aquellas extensas propiedades. Dos eran las principales empresas extranjeras en el Chaco: Carlos Casado Limitada, de capital argentino, y la Compañía Internacional de Productos de soporte norteamericano, con núcleo central establecido en Puerto Pinasco. Amén de ellas existían numerosas otras propiedades de capital paraguayo, así como extranjero, las que lejos estaban de competir con las dos compañías citadas, cuya presencia en el Chaco, muy especialmente la de Casado, tendría insospechadas repercusiones en el curso de la guerra.

El origen de ésta en el Paraguay se remontaba al año 1886. Carlos Casado del Alizal, ciudadano español oriundo de Valencia llegó de joven a la Argentina, estableciéndose en Rosario. Allí se fue convirtiendo pronto en pionero de los transportes fluviales, realizándose por su intermedio la primera exportación de trigo argentino bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880). Entre 1886 y 1887 se fundaba la sociedad Carlos Casado Limitada, que años más tarde pasaría a control de los hijos del pionero español, Carlos y José Casado. La misma llegaría a incorporar la fabulosa cifra de cuatro mil leguas cuadradas de montes y quebrachales en el Chaco, adquiridos a vil precio, para la explotación de este producto a los fines de la industrialización taninera.

La producción taninera de los Casado trepó muy pronto de volúmenes, al influjo de maquinarias modernas que iban siendo instala-das, y de una mayor demanda en el mercado internacional. A esto iba acompañando la instalación de kilómetros de vía férrea Chaco adentro, para el transporte de los rollizos volteados. Casado, que había comenzado produciendo unas pocas toneladas de tanino, incrementó notablemente su producción con el correr de los años; en 1910 orillaba las 4.200 toneladas y cuatro años después llegaba a 5.400 toneladas anuales. "Un tren industrial se interna 42 kilómetros en el corazón de la selva-escribía en 1919 W Jaime Molins, que había recorrido la fábrica-, aparte de siete kilómetros en construcción, en vísperas de entrar en servicio. La línea es de trocha angosta y el tren rodante consta de 60 vagones entre coches tapados, chatas de carga y de hacienda. Cada vagón de carga soporta diez toneladas. Este ferrocarril se extiende hacia el noroeste del puerto, a través del bosque denso y donde los ejemplares del quebracho ofrecen un inagotable filón. Se calcula de 10 a 20 mil toneladas de esta madera en condiciones de industria, por legua. Los rollizos traídos del monte y depositados en el desvío, frente al cuerpo principal de la fábrica, pasan a los cajones de las cortadoras. Un poderoso tambor los tritura luego, mientras la elevadora automática, después de un juego centrípeto que permite una fragmentación menuda y pareja, levanta el aserrín para entregarlo a una ancha garrucha sin fin que lo lleva a granel a los grandes tanques de cocción diez depósitos de cobre comunicados convenientemente- y donde el agua hirviendo va a operar la primera licuefacción del extracto... De cada cocina salen de 100 a 120 bolsas de 50 kilos de tanino. Diariamente el establecimiento elabora alrededor de 300 bolsas".

Próximo al estallido del conflicto con Bolivia, el predicamento y las influencias de la firma Carlos Casado Limitada eran muy grandes en el Paraguay. Se trataba de la vinculación comercial de intereses más importante entre Asunción y Buenos Aires. Desde Puerto Casado, donde se hallaban en forma intermitente los hijos del por entonces desaparecido pionero, hasta Buenos Aires, donde colaboraban abogados, yernos y otros parientes surgidos del tronco principal, se extendía un hilo de unión que tendría decisiva importancia durante el conflicto. La participación, en la empresa, de otros ciudadanos argentinos ligados a los centros de poder de la época añadía, por demás, un nuevo elemento que motivaría la simpatía y la asistencia argentinas hacia el Paraguay.

Era Puerto Casado en 1932 el asiento de la administración de la empresa y un importante centro poblacional en la margen derecha del río Paraguay. Contaba con los ingredientes básicos de una ciudad de la época: tenía escuela, hospital, almacenes, servicios telegráficos, postales y telefónicos, panadería e industrias menores. Las inversiones totales estaban por entonces calculadas en treinta millones de pesos oro, valor que equivalía a más del doble de las exportaciones paraguayas anuales de entonces, y poseía un ferrocarril de 145 kilómetros de extensión, en vías de prolongación. En derredor del progre-so de los Casado -logrado con el esfuerzo propio pero también en gran medida con el sudor y la explotación de miles de obreros paraguayos que labraron aquella fortuna en pocas décadas- surgieron otras poblaciones ribereñas, así como algunas en el interior de sus propiedades, que se mantenían gracias al movimiento de la principal empresa agro-taninera.

La especulación y venta de tierras adquiridas a bajo precio fue, simultáneamente, un renglón más de lucro para los Casado, quienes con el correr de los años se desprendieron de buena parte de sus fincas iniciales en provecho de colonos, caso de los mennonitas, de nuevos especuladores, de explotadores ganaderos o industriales del tanino (caso de la sociedad anónima Campos y Quebrachales Puerto Sastre), que se sumaron al desarrollo y explotación del Chaco.

En noviembre de 1910 se fundaba en Nueva York la empresa "The New York and Paraguay Company", con un importante capital norteamericano. Esta se inició operando en el Paraguay como "Compañía Internacional de Productos", exportando rollizos de quebracho colorado. Muy pronto Puerto Pinasco se convirtió en pujante emporio industrial con la incorporación de modernas maquinarias para la fabricación de tanino, situación que lo llevó a superara Carlos Casa-do en tal menester, duplicando la capacidad de producción de tanino de la empresa anterior, parte de cuyas propiedades e instalaciones había adquirido.

Según un estudio del diplomático boliviano David Alvéstegui, la compañía de Pinasco tenía en 1926 una capacidad de producción de 30.000 toneladas anuales de tanino y era representante legal de la empresa en el Paraguay el Dr. Eusebio Ayala. Referencias del "The American Weekly" publicadas en Buenos Aires en octubre de 1925 y citadas por Alvéstegui subrayan que "la extensión que abarca su propiedad es de 1.400.000 acres". De éstas, 400.000 hectáreas estaban destinadas a pastoreo.

La Compañía Internacional de Productos contaba con unos cien kilómetros de vía férrea, poseyendo Puerto Pinasco, al igual que Casado, aceptables comodidades. Unas 8.000 personas vivían en sus tierras hacia 1932, cuya extensión era según estadísticas oficiales paraguayas de 329 leguas cuadradas en total. Aquella cantidad de habitantes excluía los aproximadamente 7.000 obreros y 100 empleados que formaban parte de su personal activo. Poseía la empresa, además, alrededor de 70.000 cabezas de ganado vacuno, caballar y lanar, otro de sus rubros de explotación.

En el territorio del Chaco eran éstas las dos principales empresas de capital extranjero asentadas al amparo de la legislación paraguaya. Sus propiedades se hallaban tituladas e inscriptas. Sus operaciones comerciales significaban un importante aporte al fisco, aunque los mayores beneficios no quedaran en el país. Con todo, ellas representaron un factor de progreso indudable, por encima de los medios empleados -muy propios por otra parte de la época- para alcanzar sus objetivos comerciales. Difícil e inconsecuente resultaría, en efecto, juzgar las actividades de aquellas empresas pioneras a la luz de las realidades actuales. Mucho más justo sería intentar un estudio en el marco de las vivencias del momento y de los urgimientos que tenía el Paraguay en materia de incorporación de capitales para su desarrollo, poco menos que inexistente en las últimas décadas del siglo XIX.

Ese mismo Chaco lejos estaba de tener, para Bolivia, parecidas motivaciones. La inmensa llanura diplomáticamente disputada, nunca había sido integrada al desarrollo de aquel país, ni se habían hecho intentos serios para ello. Lo admitieron entonces, y lo admiten aún hoy, reputados estudiosos bolivianos dedicados a los cancelados problemas de límites entre ambos países. La ocupación militar, sin mayores perspectivas de consolidarla, era el único recurso puesto en la tarea de hacer valer la pretendida soberanía boliviana sobre la región. Y ello a pesar de muchas advertencias que en sentido contrario hacían destacados políticos del Noroeste, quienes, por otra parte, reconocían la labor civilizadora del Paraguay. "El Paraguay -escribía en 1926 el Dr. Aniceto Solares-tiene la inapreciable ventaja de su proximidad al territorio disputado, la facilidad de sus comunicaciones, las líneas férreas que construye, el buen número de embarcaciones de que dispone, las instalaciones de radiotelegrafía, el haber difundido su población por aquellas zonas. Sus soldados están adaptados al medio y al clima, equipados como para actuar ahí". Y haciéndose eco el mismo autor de la presencia de importantes poblaciones, afirmaba que en el Chaco "existen en pleno funcionamiento espléndidas instalaciones industriales, para explotar madera y también mucho y muy bueno en orden a ganadería. Hay estaciones de telegrafía inalámbrica en los puertos referidos (Pinasco, Casado, Puerto Guaraní y Puerto Sastre), como en varias otras poblaciones que mantienen conexión con ellos, mediante un buen número de embarcaciones, que, en su caso, sería poderoso elemento de transporte".

Muy poco después, Jaime Mendoza, uno de los escritores más finos de Bolivia, hacía esta advertencia que no fue correctamente interpretada: "Bolivia debe pisar fuerte en el Chaco; pero no precisa mente con el sable y el fusil, sino con la picota y el riel... Bolivia debe ante todo hacer caminos. Eso a nuestro juicio vale más que la misma instrucción en la hora actual para Bolivia. La instrucción sin la comunicación nos parece una paradoja. Ojalá hubiera en Bolivia algún gobierno que sólo se ocupase de caminos entre todos los rincones. Ese gobierno echaría las bases de una verdadera nacionalidad".

La presencia militar del Paraguay en el Chaco había contado así, no importa si accidentalmente, con el inestimable concurso de las industrias extractivas y de la explotación ganadera; sobre ellas podía, y pudo, vertebrarse luego la ocupación permanente del territorio. La ganadería se hallaba bien desarrollada en sus diversas zonas, en especial allí donde el suelo era apto. Estudios agrícolas realizados habían indicado, al mismo tiempo, aquellos lugares con más probabilidades de encontrar agua, en base al tipo de suelo y la calidad de liquido que podía ser obtenido. De estos y otros aspectos se ocupaban también las publicaciones especializadas que circulaban en Asunción, experiencia que se fue acumulando y que fue de utilidad cuando las circunstancias así lo requirieron. Las especies forestales eran a su vez conocidas en sus lugares de mejor crecimiento y, consecuentemente, explotadas. Se habían hecho ensayos agrícolas con variedades adaptadas a suelos parecidos, con positivos resultados. Caña dulce, maní, papas, batatas, melones, sandías, sorgo, hortalizas varias, comenzaban a ser cultivadas satisfactoriamente. La labor misional a cargo de pastores evangélicos extranjeros, sumaba su aporte al mejor conocimiento de la geografía. Todo este bagaje de nociones útiles -al que debe agregarse la contribución mennonita- representó una ventaja muy importante para el Paraguay al momento de desencadenarse la guerra.

A comienzos de los años treinta, el Chaco paraguayo se hallaba entonces integrado en buena medidaa la economía nacional. Funcionaban cuatro importantes fábricas de tanino con puertos propios y una producción anual que orillaba las cien mil toneladas. Existían unos 400 kilómetros de vías férreas (de Casado a 160, de Pinasco a 75, de Sastre a 70 y de Guaraní a 65 kilómetros) con ramales menores y más de veinte locomotoras en uso, con centenares de vagones. Extensos caminos de precaria construcción unían varios de los principales puntos militares de la zona, con unos 1.500 kilómetros de rutas. La ganadería y la agricultura contribuían al progreso de la región. Existían unos 90 establecimientos e importantes cultivos, entre ellos la caña de azúcar, cuya producción en 1934 daría entre 700 y 1.000 toneladas de azúcar.

La capital del territorio, Villa Hayes, contaba con unos 8.000 habitantes y había sido fundada con el nombre de Nueva Burdeos para asiento de colonos franceses en tiempos de Carlos Antonio López. Más conocida después como Villa Occidental, tenía un movimientocomercial importante, unida a Asunción por embarcaciones menores. La mayoría de los establecimientos ganaderos se hallaban en el territorio más cercano de su jurisdicción. Unos 70.000 habitantes vivían en él y las cifras oficiales hablaban de una inversión aproximada de 200 millones de pesos oro en tierras, fábricas, construcciones en general, ganadería, implementos de trabajo, muelles, caminos, medios de transporte, etc. A las escuelas chaqueñas concurrían unos 2.000 niños.

Bolivia se había ocupado, en ese tiempo, de abrir exclusivamente caminos, en coincidencia con el criterio sustentado por Jaime Mendoza, pero a los fines militares. Los principales eran los de Villa montes a Saavedra, pasando por Ballivián y Muñoz con una extensión de 600 kilómetros; de Villamontes a Platanillos, por Capirenda, Oruro, Cabezón, de 550 km.; de Villamontes a Camacho, que cruzando Carandaity y Picuiba sumaba 450 km.; de Charagua a fortín Florida, dejando atrás 27 de Noviembre, Ingavi, Aroma y Sucre con 400 km. Del mismo modo, una red de caminos en el sector Muñoz, Platanillos, Camacho, Boquerón, Saavedra, Arce, etc. de alrededor de 300 km. Por lo demás, existía un antiguo camino que comunicaba, en el norte, Santa Cruz de la Sierra con Puerto Suárez, de 700 kilómetros fuera del Chaco. Eran más de 3.000 kilómetros abiertos por el Ejército de Bolivia a un alto costo y con portentoso esfuerzo, el que no fue acompañado por el brazo del progreso.

A pesar de las estadísticas y de las cifras que atribuían a Bolivia una manifiesta ventaja sobre el Paraguay en caso de guerra, la realidad era otra. El territorio en disputa habría de contribuir, con su infra estructura y su proximidad geográfica, a la causa del Paraguay. La ocupación militar de Bolivia se desmoronaría por un sinnúmero de factores que en su momento se subestimaron en el alto mando militar de ese país. Pocos fueron los que como el historiador boliviano Alcides Arguedas advirtieron sobre el peligro de una guerra en aquellas condiciones. Apenas un mes antes del ataque boliviano al fortín Carlos Antonio López, aquél se dirigía al presidente Dr. Daniel Salamanca, ratificándose en comentarios que había hecho en diciembre de 1929, sobre la insensatez de la guerra. Era el 10 de mayo de 1932 y Arguedas reiteraba: "Una guerra hoy en territorio malsano, despoblado, desierto, privado de todo recurso e inmensamente alejado de los centros vivos de la nación, no es cosa de semanas ni aún de meses y no puede sostenerse sino a base de recursos, de elementos, de entusiasmo colectivo y de energía. Y quienes tomen sobre sí la terrible responsabilidad de declararla, deben contar con todos estos medios para no fracasar en la empresa. Lo contrario sería acto que yo no me atrevo a calificar; pero algo terrible y de consecuencias incalculables para el país... No necesito extenderme más en consideraciones porque Vuestra Excelencia no necesita de ellas. Eso sí, y como voz aislada quizás, he de formular mi voto sincero y profundo: todo menos la guerra".

Parecidas advertencias, que fueron las menos, no se tomaron en cuenta. La jactancia pudo más. Concluir la guerra en pocos meses, “expulsar a látigo a los paraguayos del Chaco", "almorzar o cenar dentro de algunas semanas en Concepción", "imponer la paz en Asunción", eran frases convertidas en moneda corriente en la cúpula militar boliviana de aquellos meses. Todo parecía allí indicar que, al momento de estallar la guerra, el balance de las condiciones generales favorecía a Bolivia a pesar de las estadísticas no de orden militar, sino civil. Pero se ignoró que en el peor de los casos, la ventaja bélica y de recursos de Bolivia estaba compensada por las ventajas logísticas paraguayas, su proximidad al teatro de operaciones, su homogeneidad racial y su producción agrícola-ganadera.

 

 

LA RETAGUARDIA EN EL PARAGUAY


Lugar señalado ocuparon en la emergencia los Arsenales de Guerra y Marina instalados en Puerto Sajonia, y que se hallaban bajo la dirección del capitán José A. Bozzano. La institución, que no tenía símil en Bolivia, prestó un valiosísimo concurso a la causa nacional,economizando importantes recursos al Estado paraguayo. Sus poco más de quince mil hombres movilizados en tres turnos de trabajo que abarcaban las veinticuatro horas del día, produjeron por vez primera en el Paraguay una serie de elementos que se mostraron imprescindibles para el éxito foral de sus armas. Con unos nueve mil obreros, centenares de choferes, 2.000 personal de servicios auxiliares y otro número parecido que prestaba concurso en la aviación, los Arsenales produjeron carrocerías, caramañolas, granadas de mano, proyectiles de mortero, bombas de aviación, etc. Repararon armas, instruyeron a miles de choferes, fabricaron tanques para transporte de agua. Inclusive, llegaron a producir una docena de morteros, y, finalmente, arados para los tiempos de paz. "Los hombres que fueron movilizados por los Arsenales -escribiría mucho después el mismo Bozzano-saben, hoy mejor que ayer, que es más fácil utilizar un cañón, una automática, un cañonero o un avión que construirlos o repararlos. Y es en estos esfuerzos donde los números fríos nada dicen con su indestructible veracidad".

Con la compra y requisa de camiones por el gobierno paraguayo, se hizo necesario adaptar las carrocerías a las necesidades de la guerra. La tarea competía a los Arsenales. Los talleres de "Cusmanich", "Arestivo", "Mayor", "Caló" y "Sapucai" llegaron a fabricar, conjuntamente, hasta cinco carrocerías por hora. Fueron en total seriadas 2.308 carrocerías, para cuya construcción, fuera de la mano de obra, era preciso contar con madera (de ybyraró preferentemente), hierro, bulones, clavos, pintura y carbón de fragua. Estos materiales, transformados por la mano del hombre, cruzaron el inmenso territorio transportando agua, heridos, pertrechos, etc. A su frente, con la espalda dolorida y los brazos rígidos, se hallaban los choferes, la materia prima humana insustituible. También ellos partían de las fraguas de los Arsenales, de a dos por camión. "Iban y retornaban agotados, con las manos callosas y estropeadas, escribe Bozzano. Descansaban, 'se recuperaban' y volvían nuevamente a lidiar con el polvo y el fango de los caminos; con el sol, contra la lluvia, con las cubiertas rotas o emparchadas. Eran azotados por el frío y la metralla boliviana. Todos agudizaron su ingenio, y los víveres, los elementos y los hombres llegaban a destino".

El más notable de los productos salidos de los Arsenales fue el "carumbe’i” (tortuguita) o granada de mano, cuya producción y empleo asombró a los bolivianos que no concebían sino su importación y que por ello mismo economizaban su uso en cuantas ocasiones podían. La fabricación, decidida a principios de 1933, contó con la participación del Dr. Ricardo Boettner y los ingenieros Gustavo Crovato y Nicolás Zimowsky. Se suplieron los materiales necesarios y ya para la segunda batalla de Nanawa, en julio de 1933, se producían 160 granadas por hora. Hasta el término de la guerra se había llegado a fabricar la importante cantidad de 300.000 granadas, cuyo costo promedio por unidad era de doce pesos de curso legal, o sea, alrededor de 3.600.000 pesos. El mismo elemento explosivo empleado por Bolivia, de procedencia belga, tenía un costo muy superior. Afirma Bozzano que el Paraguay hubiera precisado 90.000.000 de pesos de curso legal para hacerse, vía importación, de la cantidad de granadas producida por los Arsenales, sin tener en cuenta las dificultades que habría para aprovisionarse de ella, como las hubo con el armamento importado.

El embalaje de las granadas constituyó otro punto donde se puso a prueba el ingenio de los Arsenales. Se precisaron unos 12.000 cajones para ellas, que debían ser colocadas cuidadosamente en los mismos. Cuando en un momento dado, hacia mayo de 1934, faltó madera para confeccionarlos, se echó mano a centenares de mesas que fueron requisadas de casas particulares y con las cuales se suplió transitoriamente aquella falencia.

En los Arsenales fueron asimismo fabricadas bombas de aviación adaptadas a los Potez con que contaba la aviación paraguaya, en cantidad aproximada de 2.000 unidades, que representaron otra importante economía al Estado paraguayo, sin desconocer el hecho práctico de poder hacerlas en el país salvando una serie de exigencias externas.

El aspecto de vialidad y transportes tampoco fue descuidado durante la guerra. Comenzada ésta, se puso énfasis en la necesidad depreservar y mejorar los caminos carreteros existentes, para lo cual también se empleó mano de obra de prisioneros. El primer plan de construcción y arreglo de tramos correspondió a los caminos de Asunción a Luque y a San Lorenzo, a las Cordilleras, a las Misiones; a las Cordilleras por Paso pé y el camino a Villeta.

Al mismo tiempo se reorganizó el transporte ferroviario. El Ferrocarril Central del Paraguay se mantuvo en actividad sin descanso. Foguistas, maquinistas, guardas, pasa-leñas, controladores de estaciones, todos cooperaron a los fines de la defensa. De las estaciones del ferrocarril de la campaña paraguaya partían los contingentes al Chaco y llegaban los evacuados, los enfermos, los heridos, los muertos. También partía la munición de boca, el sustento diario abonado con el sudor campesino. En el Norte, el ferrocarril de Concepción prestó igualmente su concurso, del mismo modo como las trochas angostas chaqueñas tendidas para herir la maraña a la búsqueda del quebracho. Entre éstas, el ferrocarril de Casado con sus 145 kilómetros iniciales, extendidos después a 160, fue una cabecera de puente indispensable para el Ejército paraguayo. Hasta hoy, el mismo no ha sido correctamente justipreciado, aunque nadie desconozca la utilidad que prestara, sin tropiezos mayores, a lo largo de varios años.

En retaguardia funcionó eficazmente el Departamento de Administración Militar, más conocido como Intendencia General de Guerra, que también debió hacer frente a los imprevistos de la guerra. Fueron movilizados para cooperar en él los Oficiales de Administración de la reserva, así como los contadores públicos, universitarios y estudiantes de cursos avanzados de la Escuela Nacional de Comercio. Ellos fueron distribuidos en las diversas reparticiones para cumplir con las obligaciones de la Intendencia, que crecieron en grado superlativo desde el inicio de la contienda.

Por Orden General del 8 de agosto de 1932, suscripta por el entonces Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, General Manuel Rojas Acosta, el Departamento de Administración Militar pasó a depender directamente de la Junta Nacional de Aprovisionamiento en punto a provisión de víveres y efectos que debían ser trasladados al Chaco. Bajo la dirección del TCnel. Sampson Harrison, la institución fue perfeccionando su organización interna.

Su "Sección Alimentos", que era el nervio motor de la misma, trabajó codo a codo con la Junta de Aprovisionamiento, alcanzándose así un resultado eficiente y bien complementado. Según una memoria publicada al término de la guerra, la Sección Alimentos del Departamento de Administración Militar incluía las siguientes dependencias: a) Depósito de subsistencia y almacenamiento, de donde se procede a la distribución de víveres y forraje a las distintas unidades y reparticiones; b) Oficina de racionamientos individuales y depósito auxiliar de donde se expiden las órdenes de racionamientos individuales; c) Oficina de partes diarios encargada de la remisión diaria de partes documentados a la Sección Contabilidad; d) División de Elaboraciones y Movimiento, que tiene a su cargo el movimiento y todo lo referente a la elaboración y depósitos que se consideran anexos al de subsistencia; y d) División Control carne y verduras que tiene a su cargo la intervención directa en la provisión de ambos rubros.

Se contaba, además, con un laboratorio técnico para el análisis de los productos que eran destinados al frente, inclusive la nafta, así como una Sección Talleres que englobaba, entre otras cosas, sastre ría, zapatería, kepicería y talabartería. En ellas fueron fabricadas millones de unidades para vestuario de las tropas en campaña.

El cometido de la Intendencia General del Ejército se resumía así, según referencias del General D.I.M. Jorge Thompson Molinas a lo siguiente: "a) Previsión de las necesidades generales del Ejército en Campaña relativas a alimentación, vestuario y equipo del soldado: herramientas y útiles de zapa, de comunicaciones, de construcción y de artesanías en general, combustible y lubricantes, etc. y pasarlas a conocimiento de la Junta de Aprovisionamiento para su adquisición y provisión; b) Transformación de las materias primas proveídas por la Junta, por medio de sus talleres propios y por personal a destajo para la confección de vestuarios en general: equipos del soldado, atalajes, monturas, carpas, cte.; c) Recepción y almacenamiento de víveres secos y enlatados proveídos por la Junta y d) Remisión detodo lo proveído por la Junta y los efectos militares confeccionados por los talleres de la Intendencia General del Ejército con destino a la zona de operaciones".

La retaguardia del Paraguay proveyó de lo que pudo para el sostenimiento de la defensa. La iglesia también suplió con sustento moral aquellos momentos difíciles. La Cruz Roja, con su humanitaria gestión, se consagró a los heridos y enfermos venciendo sus propias precariedades. En las casas paraguayas se fabricó de todo: desde mosquiteros -que no debieron ser adquiridos en el extranjero- hasta dulces. Las comisiones Pro-Patria, Pro-Huérfanos de Guerra, Pro-Prisioneros de Guerra, Pro-Hospitales del Chaco y otras formadas durante los años de la lucha, recaudaban cuanto podían para ponerlo a disposición del gobierno. La Comisión denominada "El litro de leche", donde cooperaron médicos distinguidos como Silvio Lofruscio y Miguel Angel Maffiodo, entregaba ya a comienzos de la guerra, de colectas privadas, un total diario de 230 litros de leche, de los cuales 150 al Hospital Militar y el resto a otros improvisados centros de asistencia instalados en colegios y escuelas. Este total, a cuatro pesos el litro, equivalía a 920 pesos diarios, o sea, a 27.600 pesos de curso legal mensuales.

A diferencia de Bolivia, hubo en el Paraguay, con una que otra excepción, unidad de criterio en la conducción económica de la guerra. Todos los recursos del país fueron puestos a su servicio, sin por ello faltar legítimas denuncias por enriquecimientos indebidos, abu-sos especulativos y actos de contrabando que no fueron sancionados. Sin embargo, tales situaciones eran de excepción. El pueblo campesino, sobre cuyos hombros recayó el mayor peso, supo sobrellevarlo sin quejas, sacrificando lo poco que tenía. Era justo que al término de la guerra reclamara más de lo que otrora había recibido.

 


 

GRANDES BATALLAS

 

NANAWA


Jueves 19 de enero de 1933.

TORRENCIALES LLUVIAS EN LA VÍSPERA DEL ATAQUE BOLIVIANO A NANAWA

Una lluvia de proporciones se abatió sobre los campos de Nanawa en vísperas del primer gran ataque boliviano. El imponente lodazal sería testigo del heroísmo de paraguayos y bolivianos. Centenares de granadas que caerían en diversos puestos avanzados paraguayos no explotaron gracias al lodo. La tierra húmeda recibiría al día siguiente el fragor de los primeros estallidos de gloria de Nanawa. El silencio se trocaría en tronar de metralla, presagiando la defensa del fortín, a cargo de una división de héroes.

La V División de Infantería, al mando del TCnel. Luis Irrazábal, con misión de defensa tenaz del fortín, se hallaba compuesta, en sus diversos servicios, con estos oficiales: capitán Casimiro Flores, ayudante del Comando; TCnel. Francisco Brizuela, comandante de Destacamento; Tte. 2° Emiliano Ocampos Lanzoni, ayudante del comandante de Destacamento; mayor (H. C.) Gonzalo Montt Rivas y capitán Alberto Berg, adscriptos al Comando de División; Tte. 2° Miguel I. Torres, oficial de órdenes, y Ernesto Pérez Acosta, capellán.

El R.1. 13 "Tuyuti” se hallaba al mando del mayor Francisco Caballero Álvarez, siendo ayudante de Regimiento el teniente 1° de Sanidad Ismael Pinasco; el R.1. 7 "24 de Mayo" estaba comandado por el capitán Manuel Muñoz G., teniendo de ayudante al aspirante Augusto R. Fuster; la Brigada de Caballería estaba conducida por el mayor Tomás Mendoza. Era su Jefe de Estado Mayor el mayor Marcial Urbieta y ayudante el capitán Silvio Vaccaro. Comandaba el R. C. 4 "Acá Carayá" el capitán (H. C.) Jorge Butleroff y el R. C. 5 "Acá Verá" el de igual grado Luis Lasclota.

Otras unidades comprometidas en la defensa de Nanawa eran: el R. C. 3 "Coronel Mongelós" al mando del mayor Federico W. Smith, el Escuadrón Divisionario conducido por el Tte. 2° Aníbal Mojoli y una batería de artillería Krupp 75 mm. cuyo comandante era el Tte. 2° Juan B. Melgarejo y que contaba con dos secciones, de dos piezas cada una, con cañones Krupp modelo 1907.

Según el general Jenaro Espínola, que participó en los combates de Nanawa como teniente 1 °, el Ejército boliviano que llevó la ofensiva a partir del 20 de enero contaba con 6.000 hombres, en tanto que los defensores paraguayos alcanzaban 2.500. La artillería boliviana sumaba 17 piezas, la paraguaya cuatro, sin considerar otros tantos morteros Stokes Brandt de que no disponía el adversario. La aviación boliviana se constituyó con nueve aviones de activa participación, en tanto la paraguaya con un par de Potez que fueron empleados los días 23 y 24 de enero para el aprovisionamiento de municiones (proyectiles para fusil y ametralladora) desde Concepción.

 

Viernes 20 de enero de 1933.

VIOLENTO ATAQUE SOBRE NANAWA

Hacia las 5.30 de la mañana se iniciaba el recio ataque sobre las posiciones paraguayas, las que según el general Hans Kundt, comandante del Ejército boliviano, caerían al mediodía. Los Regimientos Ayacucho, Chichas y el 42 de Infantería avanzaron hacia las defensas de Nanawa a cuerpo gentil. "El combate -escribe Roberto Querejazu Calvo- se generalizó en los frentes Central y Sur. Bajo la presión de la artillería, la aviación y los infantes, los defensores cedieron algún terreno en el centro. El destacamento Frías cruzó el pajonal que tenía delante y llegó al borde del bosque donde estaba ubicado el fortín, amenazando su flanco. Al atardecer los atacantes formaban un peli-groso herraje que ajustaba a Nanawa por tres frentes".

"El 20 de enero de 1933, escribe el general Vicente Machuca, los bolivianos, organizados en tres columnas, comenzaron a atacar furiosamente las posiciones paraguayas, con un efectivo calculado en 5 a 6.000 hombres, frente a Nanawa. Esas columnas estaban así distribuidas: Norte: al mando del TCnel. Jacinto Reque Terán; Centro: TCnel. Julio Quiroga; al Sur: TCnel. Enrique Frías, y 12 piezas de artillería al mando del mayor Alfredo Peñaranda. Las tropas paraguayas en dicha zona alcanzaban 2.500 hombres en los primeros días de la defensa. En el cuarto y quinto día de la batalla fueron reforzadas con una división y una batería de artillería".

Eran las 5.30 de aquella mañana cuando la artillería boliviana comenzó a darse a conocer en los puestos avanzados paraguayos. El general Jenaro Espínola, por entonces oficial del R. I. 7 "24 de Mayo", recuerda los primeros momentos de la lucha: "A las 6 horas, un disparo de artillería dado desde el fortín Murguía dio la señal para la partida del ataque, y las formaciones bolivianas, con mucho entusiasmo y dando vivas a Bolivia, se lanzaron sobre nuestras posiciones. Nuestros defensores, por expresa instrucción, guardaron silencio y recién cuando las fracciones enemigas se hallaban muy próximas, abrieron sus fuegos. Se produjo una gran confusión en las líneas enemigas, al punto de producirse una pausa en la lucha. Se oían lastimeros ayes de dolor. Nuestros puestos avanzados con posiciones en la línea de alturas denominada Retén cué, a 5 kms. Oeste de Nanawa, resistieron la presión y obligaron al enemigo a un despliegue de proporciones".

Una tras otra, las embestidas bolivianas contra Nanawa eran detenidas por el Ejército paraguayo. Nanawa se convertiría pronto en un símbolo; en la muralla infranqueable para el avance enemigo. La lucha siguió ese día sin que se conmovieran las defensas paraguayas. El general Hans Kundt, comandante del Ejército de Bolivia, persistiría en su empeño de atacar y atacar, sin más resultado que los centenares de muertos y heridos, que cubrían los campos de Nanawa.

"En las acciones del día veinte, escribe el general Francisco Andino, entonces oficial del R. I. 13 Tuyutí, podemos calcular las pérdidas bolivianas aproximadamente en la mitad de su efectivo de guerra. En ese mismo día, según declaraciones de prisioneros, los hospitales de Samaklay, Murguía, Saavedra y Muñoz estaban repletos de heridos. Las compañías de fusileros que entraron en primer escalón salieron con uno o dos soldados, aquellos que pudieron sustraerse detrás de troncos de quebrachos existentes en el cañadón. Los que se salvaron de este desastre, según lo describe un diario de guerra boliviano, 'parecían cadáveres ambulantes"'.

La demora del Destacamento al mando del TCnel. Jacinto Reque Terán, que debía cerrar el círculo sobre Nanawa, significó un importante contratiempo para los atacantes. Éste, que había salido la noche anterior de su base, avanzó en fila india. La lluvia torrencial de aquella madrugada y una selva hostil impidieron su avance normal. Las tropas cansadas no pudieron cumplir su misión sino recién al día siguiente, con ruidoso fracaso.

La batalla del 20 de enero de 1933 arrancaría pronto los versos de uno de los defensores de aquel reducto imbatible: Emiliano R. Fernández. Su "Regimiento 13 Tuyutí" quedaría junto a las demás unidades y especialmente al R. 1. 7 "24 de Mayo" como símbolo y evocación perenne de la nueva epopeya. Al respecto escribe don Casimiro Mancuello: "A punto estaba de escribirse uno de los poemas más brillantes de heroísmo y amor a la patria. En el puesto de comando del R. 1 .13 Tuyutí se encontraba el tirteo verde olivo, Emiliano R. Fernández. Al igual que Natalicio Talavera en sus 'Re-flexiones de un centinela en vísperas del combate', Emiliano describiría las penurias del soldado en el fragor de las batallas en su ya célebre compuesto '13 Tuyutí'. Su alma de poeta y su corazón de soldado lo llevaron a conformar una de las mejores músicas épicas de nuestro acervo nativo".

El general Hans Kundt, que había anunciado en la víspera que "mañana, a las 12, estará Nanawa en nuestro poder", recibió el primero de los muchos golpes que la guerra, en su realidad física, le reservaba. "La acción frontal del 20-escribe el historiador boliviano Porfirio Díaz Machicao- resultó un fracaso siniestro, una especie de locura colectiva, con su consiguiente hemorragia. Las noticias llegaron a La Paz el 21, por los cables extranjeros: 'Los bolivianos fueron rechazados en Nanawa"'.


Sábado 21 de enero de 1933.

BOLIVIA ATACA SIN DAR TREGUA EN NANAWA

La columna boliviana al mando del TCnel. Jacinto Reque Terán, que debió aparecer en la víspera frente a Nanawa, lo hacía recién un día después, tras sortear los obstáculos del terreno y una fuerte lluvia. "Al amanecer del día 21 -escribe el boliviano Roberto Querejazu Calvo-Ola columna de RequeTerán chocó contra el flanco derecho del enemigo, protegido en una isla de bosque que se bautizó en el nombre de Isla Fortificada. Durante los días 21 y 22, los tres Destacamentos (bolivianos) combatieron desde los puntos que habían alcanzado en su avance y sin poder mellar la defensa".

La columna al mando del TCnel. Reque Terán, llegada con 24 horas de atraso al campo de batalla, apareció en el lindero del bosque, frente a la "Isla Mojoli", que contaba con un buen campo de tiro para las tropas paraguayas que protegían el lugar. El avance no pudo progresar, sufriendo los atacantes un nutrido fuego, por lo que comenzaron a cavar trincheras. El general Jenaro Espínola refiere sobre el hecho: "La acción de la columna Reque Terán fracasó al nacer por falta de apoyo. Los que quedaron en el campo, ocultos en el pajonal, sufrieron insolación por el intenso calor y la falta de agua. En la tarde,la artillería enemiga debió realizar un bombardeo adicional para facilitar el regreso a la posición de los heridos u otros que se habían ocultado en el campo y esperaban mejor oportunidad para regresar a sus posiciones".

Nanawa se defendía así heroicamente ante los duros y valientes ataques bolivianos. La "Punta Mojoli" era ejemplo de firmeza. "En el punto más avanzado y vulnerable, en una saliente batida a fuego cruzado por las balas bolivianas -escribe Elpidio Yegros- un puñado de guerreros resistía con tenacidad sin declinaciones. Junto a ellos, al mando de aquellos soldados con nervios de acero, infundiéndoles coraje con su magnífica determinación, estaba el teniente Aníbal Mojoli, combatiente tallado en el metal de los héroes. Marejadas de bravíos asaltos se estrellaron, unas tras otras contra aquel inaccesible bastión... Así pasaron los días en medio del turbión de hierro y fuego, ante el estupor de las tropas atacantes, desalentadas e impotentes frente a la fiera decisión de los defensores del reducto".

"Durante los días 21 y 22, escribe el general Francisco Andino, entonces comandante de batallón del R.1. 13, el enemigo reorganizó las unidades diezmadas durante el primer día de la batalla, y concentró nuevas unidades para proseguirla. Durante los días mencionados, la columna Reque Terán progresó al Este, en dirección al Puesto Florida, bombardeando el monte situado al Norte y Noreste de Nanawa. Creada esta nueva situación, podemos decir que el fortín Nanawa quedaba virtualmente encerrado dentro de un semicírculo de 'hierro (en forma de herradura), disponiendo sólo para su abastecimiento del camino que pasa al Sur, pues el antiguo camino que corre paralelo a la orilla norte del monte Nanawa fue interrumpido por el enemigo el primer día de la batalla".

 

Lunes 23 de enero de 1933.

EL DESTACAMENTO ARIAS LLEGA ROMPIENDO EL CERCO DE NANAWA

Tras un accidentado viaje de 26 días, el Destacamento Arias, al mando del TCnel. Julián Arias, "llega por fin a las inmediaciones de la semi asediada guarnición, lugar en que libró el 23 de enero de 1933, un victorioso encuentro con tropas enemigas, que produjo, al conocerse la noticia, desconcierto en el bando boliviano y natural alivio en el ánimo de los defensores de Nanawa" (Sindulfo Barreto).

"El 23, escribe el historiador boliviano Roberto Querejazu Calvo, el Destacamento Quiroga trató otra vez de desalojar a los paraguayos del fortín antiguo, perdiendo al mayor Alberto Valdez y numerosos soldados. El Destacamento Terán destacó un escuadrón del Abaroa hacia el camino a Gondra, a fin de evitar que llegase reaprovisionamiento a Nanawa. Una fuerza de 1.000 hombres que venía a reforzar a Irrazábal, chocó contra la pequeña unidad que trataba de cerrarle el paso. El mayor Roberto Carrasco, que comandaba el escuadrón, cayó herido de cuatro proyectiles".

"Poco después se acercó a socorrerlo la enfermera paraguayo Sinforosa Galeano de Díaz de Bedoya, dándole agua de su caramañola. Carrasco le entregó su linterna y pistola de señales y murió en sus brazos. El coronel Irrazábal en un comunicado manifestó: 'El mayor Carrasco se defendió valientemente hasta el último extremo. Rendimos honor al valor del jefe boliviano"'.

La fuerza que chocara con la del mayor Carrasco era el Destacamento al mando del TCnel. Julián Arias que, fuerte de 1.100 hombres, se hallaba en camino a Nanawa para cooperar en su defensa, junto al cual debía arribar bajo cualquier sacrificio, según su comandante. "El aludido escuadrón enemigo, escribe el TCnel. Nicolás Delgado, fue arrollado y dispersado en la acción, con numerosas bajas, entre ellas su comandante, quedando en esta forma libre el camino de contrarios, en el citado lugar. Sin embargo, más adelante no pudo continuar su marcha el Destacamento, viéndose obligado a aprovechar otro cañadón, mucho más al Norte, por donde llegó a su destino, trayecto que se aprovechó después para establecer comunicaciones de la D. 5. con el 1 C. E. en las maniobras posteriores".

El Destacamento Arias, cuyos batallones venían conducidos por el Tte. 1° Sergio Nardi, el mayor Salvador García Soto y el Tte. 2° Idilio Ibáñez Rojas, contaba apenas con algunas ametralladorasMaxim de dudoso funcionamiento. Sus dos médicos eran ya destacados profesionales y lo fueron más aún con el paso de los años: Pedro Duarte Ortellado y Ramón Jiménez Gaona.

En Nanawa proseguían los duros combates, interrumpidos en la víspera. Sobre su particular actuación en la defensa del fortín, el entonces capitán Francisco Andino, a la sazón Comandante del l Batallón del Regimiento "Tuyutí " 13 de Infantería, rememoraría: "A las 5 horas del día 23, el comandante del I Batallón del R.1. 13 informó al comandante del Regimiento, previa apreciación de la situación del momento, que el enemigo, al parecer, efectuaría un  ataque envolvente contra nuestro flanco Sur, según todos los indicios para el día 24, y cuya consecuencia sería fatal. El Comando Divisionario (TCnel. Luis Irrazábal) tomó en cuenta las medidas aconsejadas. Por intermedio del comandante del Regimiento alistó algunos escuadrones del R. C. 5 'Acá Verá', sacados de la línea de combate, más el R. C. 3 'Coronel Mongelós' de Puesto Florida, para maniobrar contra la retaguardia enemiga, en caso de que ésta llegase a interceptar el camino Nanawa-Concepción".

 

Martes 24 de enero de 1933.

"NANAWA ENCERRADA DENTRO DE UN CÍRCULO DE HIERRO"

El asedio sobre el fortín Nanawa (Presidente Ayala) no daba ni recibía tregua. La ofensiva boliviana se estrellaba una y otra vez ante las inamovibles trincheras paraguayas. El entonces capitán Francisco Andino, comandante del 1 batallón del R. 1. 13 "Tuyutì”, unidad empeñada en la defensa, escribiría muchos años después sobre las acciones del día: "Para las 4 horas del día 24, tiros de artillería y de armas automáticas se producían en todos los sectores, lo mismo que el trabajo constante de camiones, haciendo suponer desplazamiento de tropas y materiales de guerra hacia el lugar en que se iba a librar la batalla. A las 6 horas, sorpresivamente, el enemigo inició el ataque envolvente con tropas desprendidas de la Columna Frías y bajo la dirección inmediata del mayor Pantoja, comandante del Regimiento 41 de infantería. Con facilidad éste cumplió su objetivo, colocándose a caballo (o sea, a ambos lados) del camina Nanawa-Concepción con frente Oeste. De esta manera Nanawa quedó encerrada dentro de un círculo de hierro".

En efecto, el Regimiento 41 del Ejército de Bolivia se empeñó en la fecha sobre Nanawa con todas sus fuerzas al mando del mayor René Pantoja, fuerte de 400 hombres. "Había recibido la misión de progresar por el cañadón dirección Norte -refiere el general Jenaro Espínola- hasta alcanzar el camino Nanawa-Concepción, donde tomará posición a caballo (es decir, a ambos lados) del camino, a objeto de interceptar las comunicaciones hacia el Este".

Los defensores del fortín se vieron obligados a romper el cerco. El TCnel. Luis Irrazábal, Comandante de la V División, dio órdenes al Escuadrón del teniente Victoriano Rodríguez, del Regimiento 5 de Caballería, de atacar para abrir el camino. La acción culminó con éxito. El R. C. 3, que se hallaba en Puesto Florida y cuyo concurso fue requerido para apoyar a la unidad de Rodríguez, arribó cuando la lucha ya había concluido.

Según el "Diario de Guerra de la Brigada de Caballería", las bajas (muertes) sufridas por las fuerzas paraguayas que despejaron el camino a Florida fueron: Teniente 2° Victoriano Rodríguez del R. C. 5; sargento 1° Rufo Bordón del Puerto del R. C. 5; sargento 2° Leocadio Aranda, del Pelotón Comando Divisionario; cabo 1° Anastasio Ocampo, del Pelotón Comando Divisionario; soldado Rufino Sosa del R. C. 5; soldado Rufino Bogarín del R. C. 5; soldado Francisco Sanguina de la misma unidad y soldado José D. Aquino, del R. C. 4.

La idea del general Hans Kundt de atacar Nanawa por el Sur, donde aparentemente las defensas paraguayas eran más débiles, hubo de costarle nuevas bajas. La operación ofensiva a cargo del Regimiento 41 mandado por el mayor René Pantoja, quien debía avanzar sobre Nanawa por el camino que unía el fortín con Suhin, trajo resultados desalentadores para los atacantes, quienes ya no volverían a intentar una acción semejante. El alto mando paraguayo decidió contraatacar, con tropas del R.1. 7 al mando del Tte. César A. Garay y Luis Quiñónez, del R.1.13, al mando del Tte. Sindulfo Barreto, y dos escuadrones del R. C. 5 que tuvieron papel protagónico.

"El día 24 vamos a triunfar", le había dicho en la víspera el padre Ernesto Pérez Acosta (paí Pérez), capellán de Nanawa, al TCnel. Luis Irrazábal. "Vamos a triunfar porque mañana es martes y 24. Martes por Don Bosco y 24 por María Auxiliadora". El mismo padre Pérez Acosta recuerda aquella jornada sangrienta: "Factor importante de esta victoria fue la genial idea del capitán Francisco Andino, Jefe del R. I. 13 Tuyutí, que por propia iniciativa envió dos pelotones de su Regimiento a la Brigada de Caballería, con dos ametralladoras pesa-das al mando de los tenientes Sindulfo Barreto, César A. Garay, Pedro P Duarte y Matías R. Ferreira, que tuvieron importante participación en dichas acciones victoriosas.

La precaria aviación paraguaya cooperó activamente en la defensa de Nanawa, cuya importancia estratégica era fundamental. Diez y seis cajones de proyectiles llegaron ese día por vía aérea al asediado fortín, desde Concepción. Una de las máquinas capotó al aterrizar en la improvisada pista, con su cargamento de municiones para los defensores. Su cooperación no fue solamente material; la presencia de aquellas máquinas fortaleció también el espíritu de nuestros defensores.

"En esa mañana, escribía el Paí Pérez, día glorioso para la aviación, había llegado, proveniente de Isla Poí, el Director de la Aviación en campaña, el capitán Leandro Aponte, acompañado del Tte. Román García, transportando proyectiles en el Potez N° 7. Otros pilotos que fueron también cifras rutilantes de la aviación en los campos de Nanawa fueron: Emilio Nudelman, Walter Gwynn, Juan González Doldán, Tomás Ruffinelli, Emilio Rocholl, Hermes Gómez y otros que escapan a mi memoria. Nuestros aviadores escribieron una página de gloria para nuestra Aviación, pues con máquinas en muy malas condiciones cruzaron el Chaco con la preciosa carga que salvó a Nanawa".

 

Miércoles 25 de enero de 1933.

VUELVE LA CALMA EN EL FRENTE DE NANAWA

Nanawa fue el símbolo de la voluntad de defender el suelo ante el avance enemigo, cuya moral se había recuperado en los campos de Saavedra y otras acciones menores. Las figuras del TCnel. Luis Irrazábal y del Cnel. Francisco Brizuela-el león de Nanawa-brilla-ron con muchos otros compatriotas en aquél que fuera bautizado como el "Verdún paraguayo".

Los ataques bolivianos en la víspera contra la Isla Fortificada no dieron resultado, a pesar de los 3.000 proyectiles que se dispararon sobre ella. Sus tropas, que permanecían en el cañadón, no tenían más salida que la del retroceso: "Los regimientos 16 y Azurduy no pudieron avanzar más que hasta la mitad del pajonal que separaba las trincheras bolivianas de la isla. Allí quedaron expuestos al fuego enemigo y al azote de un sol canicular. Los proyectiles enemigos no les permitían ni avanzar ni retroceder, tampoco recibir agua. Durante todo el día sus filas se fueron raleando por- efecto de la insolación y la metralla. La artillería tuvo que recibir una nueva dotación de proyectiles para ayudar a la retirada de los sobrevivientes que se hizo en la penumbra del anochecer" (Roberto Querejazu Calvo).

Amaneció Nanawa en calma el día 25, escribe el mariscal José Félix Estigarribia en sus Memorias. Los paraguayos, después de cinco días de lucha contra un enemigo tenaz y muy superior en número tenían derecho a sentirse fatigados. El comando local no disponía ya de reservas: los contraataques inmediatos, por lo tanto, no eran posibles".

"Habiendo fracasado el ataque sorpresivo llevado a cabo por el R.1. 41 en un sector que el enemigo consideraba abandonado o débil-mente ocupado, escribe el general Jenaro Espínola, la ofensiva entró en un periodo de calma. Fracasados los intentos de envolvimiento, tanto del lado Norte como por el lado Sud, era dable esperar que las operaciones llegaran a una situación de estabilidad, salvo acciones parciales que no modificarían la situación de conjunto".

Por comunicado N° 96 de la fecha, el Ministerio de Guerra y Marina del Paraguay consignaba noticias de los combates de la víspera en Nanawa, pintando, como era costumbre, un cuadro más favorable a nuestro país que aquél que exhibía la realidad: "El desastre enemigo de ayer fue espantoso. En diez minutos de lucha cuerpo a cuerpo, quedó destrozado el Regimiento boliviano N'41. Hasta esta mañana se tenían contados 225 cadáveres y se habían recogido ya 168 fusiles, 20.000 tiros de ametralladoras pesadas, infinidad de piezas de repuesto para armas automáticas y 15 bandas de municiones. Los prisioneros caídos en nuestro poder, entre los cuales figura el sargento 1° Néstor Virrueto Gómez y los estudiantes de Medicina Adrián Mores D. y Luis Jáuregui, reconocieron en el montón de cadáveres enemigos al Tte. Larrea, Comandante de la 2a. Compañía".

 

Jueves 26 de enero de 1933.

CONTRAATAQUE EN NANAWA

El paralizado ataque boliviano frente a la Isla Fortificada, al mando del TCnel. Jacinto Reque Terán, alentó a las fuerzas paraguayas a realizar un osado contraataque. Se peleó trinchera a trinchera, con singular ferocidad. Las fuerzas bolivianas, bajo la inmediata conducción del general Hans Kundt, recibieron instrucciones de cavar zanjas de aproximación. El frente se había estabilizado, y la sombra del fracaso rondaba el Puesto de Comando boliviano. Empero, Kundt no habría de admitirlo hasta mucho después. Nanawa, al mando del comandante Irrazábal, fue el primer símbolo de la defensa en aquellos comienzos de 1933.

"Con el tesón característico de su raza, escribe Roberto Querejazu Calvo, se proponía (Kundt) tomar Nanawa en una próxima oportunidad empleando mayores recursos humanos y materiales. Su honor iba en ello. Un junker alemán, graduado en la escuela militar de Prusia y con galones conquistados en los campos de batalla de Europa, no podía darse por vencido frente a un coronelcillo sudamericano educado en la escuela militar francesa".

 

Viernes 27 de enero de 1933.

REINA ABSOLUTA CALMA EN NANAWA

La arremetida inicial había sido contenida por los defensores de Nanawa, a pesar de haber asumido el general Hans Kundt directamente el mando de las operaciones. La moral del combatiente boliviano no era ya la misma, seis días después de infructuosos combates que sembraron los campos de Nanawa de centenares de cadáveres frente a las poderosas defensas de la V División paraguaya.

La ofensiva boliviana sobre Nanawa había concluido. El general Jenaro Espínola, a la sazón teniente 1 ° del R. I. 7 "24 de Mayo", señala al respecto:" Diversas fueron las causas del fracaso de la ofensiva en el Sector; la falta de simultaneidad de los ataques y desarticulación de las acciones, falta de sucesión en el esfuerzo, la interdicción impuesta a los mandos naturales, que no tuvieron la dirección de las operaciones, el insuficiente radio de la maniobra y la falta de oportunidad y mal empleo de la artillería".

El mayor peso de los combates lo soportaron los Regimientos 13 "Tuyutí" y 7 "24 de Mayo", cada uno de los cuales tuvo 32 muertos en los combates de casi una semana. Los dos oficiales muertos fueron el Tte. 2° de Rva. Victoriano Rodríguez del R. C. 5 "Acá Verá", y el de igual grado José D. López, del Escuadrón Divisionario. Las bajas bolivianas fueron muy superiores a las paraguayas, a la inversa de lo ocurrido en Saavedra, en parecidas circunstancias".

 

 

CORRALES


Sábado 28 de enero de 1933.

EJERCITO PARAGUAYO DISPUESTO A ATACAR CORRALES

Todo estaba coordinado en la fecha, para que el II Cuerpo de Ejército paraguayo, concentrado en los alrededores del fortín Corrales, iniciara el ataque previsto desde varios días atrás de acuerdo conla Orden de Operaciones N° 2, dictada en la víspera por su comandante Juan B. Ayala. Los efectivos paraguayos concentrados en la zona se componían de 8 jefes, 192 oficiales y alrededor de 5.200 soldados de tropa. Contaban con 33 ametralladoras livianas, 24 pesadas, artillería y 5.200 fusiles. Los defensores bolivianos sumaban, según registros propios, 10 jefes, 60 oficiales y 2.480 hombres de tropa con 63 ametralladoras livianas, 20 pesadas y arriba de 2.408 fusiles.

El Regimiento 5 "General Díaz", que iniciaría el ataque sobre Corrales al día sigo lente, se hallaba al mando del mayor Félix Cabrera y había recibido, según el general Vicente Machuca, las siguientes órdenes: "El III batallón, al mando del capitán Mauricio Escobar, con la misión de ataque frontal. El I batallón, al mando del mayor Hipólito Radice, con misión de envolvimiento del ala derecha enemiga (lado Sur del fortín Corrales). El II batallón, al mando del capitán Atilio J. Benítez, en marcha a continuación del I batallón, con misión de reforzar el envolvimiento".

El R.I. 8 Piribebuy, mandado por el mayor Mario López Decoud, tenía asignado para sus tres batallones las siguientes misiones: "El I y II batallones, al mando de los capitanes Fructuoso Flores y Juan del R. Lezcano, con misión de envolver el ala izquierda enemiga, por el lado Norte del fortín Corrales, sin perder enlace con el 111 batallón al mando del Tte. 1° Guido Chase Sardi. El III batallón, como reserva de la D. 6, debía cubrir la boca del pique 'Emboscada', resguardando así, al mismo tiempo, al Grupo de Artillería 3 Coronel Hermosa. Esto, distante tres o cuatro kilómetros del fortín Corrales, hacia el fortín Toledo".

 

Domingo 29 de enero de 1933.

FRACASA MANIOBRA PARAGUAYA EN CORRALES

De acuerdo con los planes operativos trazados en el II Cuerpo de Ejército paraguayo, el Regimiento General Díaz, 5 de Infantería, iniciaba su ataque al fortín Corrales a las 10.50 horas, obligando al retroceso de los puestos avanzados bolivianos. Refiere al respecto el general Vicente Machuca: "Acercándose a las posiciones principales del enemigo, llegó (el R. I. 5) a combatir, en algunos frentes, a 50 metros del adversario. Siguió el combate, y en la madrugada del mismo día, el I y II batallones del R. 5 siguieron su progresión, en columna de a uno por un pique que abrían sobre la marcha en el bosque. Pensaban desbordar el flanco derecho enemigo; pero esta maniobra también tuvo su inconveniente con el regreso al punto de partida del II batallón"

Una fracción de dicha unidad perdió en ese momento enlace con las de vanguardia. Aisladas las tropas adelantadas de este batallón, ellas retornaron en desorden para la medianoche a su punto de partida. La maniobra había fracasado. Al mismo tiempo, dos batallones del R.1. 8 Piribebuy fueron sorprendidos en pleno movimiento hacia Corrales. El ataque boliviano, que cortó la columna paraguaya, forzó a un batallón del R. I. 8 a retroceder también a su punto de partida.

La situación no se tornó más grave gracias a la rápida intervención del III batallón del R.1. 8 Piribebuy al mando del Tte. 1° Guido Chase Sardi, que se encontraba sobre el camino Toledo-Corrales, más a retaguardia, asegurando a la artillería. "El batallón del Tte. Chase Sardi efectuó un pasaje de línea, favorecido por el bosque. No obstante ser ésta una tarea delicada, combatió al enemigo y lo hizo retroceder con las consiguientes bajas" (Vicente Machuca).

Superados los puestos avanzados bolivianos en Corrales, hacia las 18 horas tropas del R.1. 5 General Díaz tomaban contacto con los defensores del fortín, llegando a unos 300 metros de las posiciones enemigas. En su informe al Comandante de División TCnel. Alfredo Mena, el mayor Félix Cabrera, comandante del R.I. 5 General Díaz, consignaba: "Una vez fuertemente amarrado con el enemigo y aferradas nuestras tropas al terreno comenzó como a las 20 y 30 horas un recio tiroteo, siendo amenazado el flanco derecho por el enemigo, viéndose obligado el comandante de batallón (mayor Hipólito Radice) a cubrir con un pelotón de reserva el flanco amenazado. Nuestras tropas avanzaron regularmente bajo el fuego formidable del enemigo, habiendo fracciones que alcanzaron a llegar hasta 60 pasos de las posiciones enemigas donde permanecieron en posición hasta las 10 horas del día 30".

En tanto, el general Filiberto Osorio, comandante del 11 Cuerpo de Ejército de Bolivia, daba cuenta, desde Jayucubás, al general Hans Kundt, quien se hallaba accidentalmente en La Paz, del resaltado de la fracasada operación paraguaya sobre Corrales: "Enemigo atacó Corrales con fuerte cantidad, incluso artillería. Hasta este momento horas 21 ha sido rechazado. Nuestra artillería actúa eficazmente. Continúa combate poca intensidad".

 

Lunes 30 de enero de 1933.

INFRUCTUOSOS INTENTOS PARAGUAYOS POR RECUPERAR CORRALES

"Al amanecer del día 30 de enero de 1933, escribe el general Vicente Machuca, se produjo un violento contraataque boliviano sobre nuestra ala izquierda (de Corrales), después de una intensa preparación de artillería, tomando de sorpresa a la sexta compañía del R.1. 5 General Díaz, viéndose obligada a retroceder. El enemigo en su progresión alcanzó el camino Corrales-Toledo a la altura del Puesto de Comando del Comandante del R. 1. 14 Cerro Corá, mayor Fidel Ferreira, que aún disponía de un batallón (dos compañías) en apresto".

Con resolución, las fuerzas al mando de Ferreira hicieron frente a la fracción boliviana comandada por el mayor Francisco Manchego, llegándose a una lucha cuerpo a cuerpo. El sangriento combate, que no alcanzó a durar media hora, sembró el terreno de cadáveres. El mismo mayor Fidel Ferreira, herido, rechazó ser evacuado durante el combate. La maniobra sobre Corrales, que no tenía posibilidades inmediatas de alcanzar el éxito fue, en consecuencia, pospuesta. Faltaban transportes, víveres, agua y tropa más fogueada en combates. El retroceso hasta Puesto Betty se hizo así obligado.

"Las esperanzas reposaban sobre el R. I. 5 General Díaz y el Grupo de Artillería 3, con muy buenas tropas y excelentes cuadros, escribiría después el general Juan B. Ayala. Las otras unidades eran todas de nueva formación, constituidas por tropas reclutas y jóvenes oficiales de reserva con deficiente instrucción militar y escaso adiestramiento para la guerra de movimiento"

El general Filiberto Osorio, Comandante del II Cuerpo de Ejército de Bolivia, informaba desde el fortín Jayucubás al general Hans Kundt, que se hallaba en La Paz, sobre las acciones de la fecha en torno del fortín Corrales: "Resumen ataque enemigo Corrales llevóse a cabo hoy desde horas 8.20 hasta horas 14 con pequeñas interrupciones. Enemigo empleó fuerzas aproximadas 2.000 y 6 piezas de artillería. Además morteros y buena cantidad granadas de mano. Nuestro contraataque envolvente sorprendió grueso reserva en reposo, causándole fuertes bajas y tomando algunas ametralladoras livianas. Estuvo próxima captura artillería, no habiéndose obtenido éxito completo por haberse extraviado una de las unidades. Estado camino lamentable. Pasamos carga a Corrales empleando carpas en forma de botes. Nuestras bajas recogidas hasta este momento 26 heridos. Ene-migo continúa frente a nuestras posiciones".

 

Martes, 31 de enero de. 1933.

TROPAS PARAGUAYAS RETROCEDEN A PUESTO BETTY

En la tarde del último día de enero, los efectivos del II Cuerpo de Ejército, empeñados hasta la víspera en una fracasada maniobra envolvente sobre el fortín Corrales, comenzaban a desplazarse con rumbo a Puesto Betty, por el único camino existente. La artilleríay los servicios iniciaron la marcha aquel día. Tan sólo en la noche del l ° de febrero pudieron las unidades de infantería desprenderse en su frente y replegarse.

"Se ocupó Puesto Betty, escribe el general Vicente Machuca, habiéndose trabajado durante ocho días en la construcción de su fortificación. Afalta de suficientes elementos de zapa, se utilizaron, a sus efectos, los más diversos elementos: palos de punta, platos, etc. Considerando que el IICuerpo de Ejército paraguayo cambió repentinamente su modalidad de combate, al buscar campo propicio para replegarse y colocarse a la defensiva, después de una firme ofensiva, se esperó que el enemigo ejecutara tenaz y enérgica persecución; pero ello no sucedió.

La calma comenzaba a reinar ahora también en los alrededores del fortín Corrales. Los fracasos ofensivos contra posiciones atrincheradas se mostraban como una realidad inocultable en el Chaco. Saavedra, Nanawa y ahora Corrales eran sus ejemplos más visibles. Pronto lo sería Toledo, donde las embestidas bolivianas tropezarían también contra las posiciones defensivas paraguayas del II Cuerpo de Ejército, al mando del comandante Juan B. Ayala.


 



 

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