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JOSÉ GABRIEL ARCE FARINA

  LA REVOLUCIÓN DE 1936, 2013 - Por JOSE GABRIEL ARCE FARINA


LA REVOLUCIÓN DE 1936, 2013 - Por JOSE GABRIEL ARCE FARINA

LA REVOLUCIÓN DE 1936

 

Por JOSE GABRIEL ARCE FARINA

 

COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY

NÚMERO 13

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia

Corrección: Rodolfo Insaurralde

I.S.B.N. 978-99953-1-342-5

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Asunción – Paraguay

Marzo 2013 (92 páginas)

 

 

 

 

CONTENIDO

 

Prólogo

INTRODUCCIÓN

Capítulo I

Situación del liberalismo paraguayo en las décadas del 20 y del 30 del siglo XX

Capítulo II

Conflictos entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo finalizada la contienda.

Capítulo III

Rafael Franco Ojeda

Capítulo IV

Antecedentes del movimiento militar del 17 de febrero de 1936.

Proclama revolucionaria

Capítulo V

Decreto plebiscitario: Acta de designación del Presidente Provisional Cnel. Rafael Franco.

Instalación del gabinete revolucionario

Líneas ideológicas de la Revolución de Febrero

Capítulo VI

La estructura del nuevo Estado paraguayo

Capítulo VII

Actos de gobierno de la Revolución Libertadora

Capítulo VIII

Decreto Ley 152, repercusiones

El golpe del 13 de agosto de 1937

Conclusión

Cronología

Fuentes consultadas

Prensa escrita

El autor

 

 

 

PRÓLOGO

 

         Este volumen de la Colección LAS GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY, aborda un singular proceso revolucionario iniciado en febrero de 1936, que envolvió no solamente el derrocamiento de un jefe de Estado y la sustitución de un partido político por otro, sino también un proceso que implicó un cambio de paradigmas en la política paraguaya.

         LA REVOLUCIÓN DE 1936, explica la situación del Paraguay bajo la hegemonía del sistema liberal de gobierno inaugurado en 1870 tras la finalización de la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870), y cuáles fueron las fuerzas políticas que desarrollaron una visión crítica a dicho modelo político.

         El autor analiza detenidamente como las condiciones en las que se encontraba el país y la situación internacional permitieron la alianza entre diversos sectores políticos antiliberales, que mediante la acción de jóvenes oficiales del Ejército conformaron el gobierno del coronel Rafael Franco, quien era uno de los más populares jefes militares en la contienda chaqueña.

         La decidida influencia de la ideología nacionalista en las acciones del gobierno febrerista de Franco es abordada mediante el análisis de los aspectos vinculados a la reivindicación de dicho personaje histórico que ocuparía, a partir de febrero de 1936, el sitial principal en el "Panteón Nacionalista" paraguayo en sustitución del general José Eduvigis Díaz, que ocupaba dicha preeminencia desde fines del siglo XIX.

         Un capítulo analiza el texto del Decreto Ley 152 mediante el cual se pretendió declarar a la Revolución como identificada con el Estado paraguayo, debido a demandas de sectores de izquierda dentro del propio movimiento febrerista, así como por el decidido reclamo de los estudiantes y obreros dicho Decreto fue dejado sin efecto por lo que no fue aplicado.

         Además son descriptas las obras emprendidas por el gobierno revolucionario en materia social, que abarcaban la Reforma Agraria, la creación de un Sistema Nacional de Salud y la creación del Departamento Nacional del Trabajo que regularía la relación obrero patronal.

         El libro escrito por José Arce, ilumina un proceso que implicó la lucha entre dos modelos políticos de país; dos modelos que tenían diferencias sustanciales en cuanto a lo que significaba la democracia y como se debía lograr el desarrollo de la sociedad paraguaya.

 

         Herib Caballero Campos

         Asunción, marzo de 2013

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         No hacía un año de la culminación de la Guerra del Chaco, conflicto que enfrentó a dos de los países más pobres del continente: Bolivia y Paraguay. La STANDAR OIL of NEW JERSEY (ESSO) y la ROYAL DUTCH (SHELL), dos grandes transnacionales de hidrocarburos, se encontraban tras bambalinas, con el único propósito de sentar su hegemonía sobre el Chaco Boreal, territorio rico en reservas petrolíferas y gas natural. Una guerra imperialista, que tenía como directores a un militar populista boliviano y a un abogado paraguayo, éste último, defensor de empresas extranjeras instaladas en el país.

         Esta guerra impopular acabó con la expulsión de los bolivianos de gran parte del territorio paraguayo; no de su totalidad. En tanto, el gobierno de Eusebio Ayala, preparaba su diplomacia para finiquitar los acuerdos de paz que significarían la cesión de un importante territorio a la nación "vencida".

         La Asociación Nacional de Excombatientes de la Reserva, de la República del Paraguay, vio con profunda desazón esta acción gubernativa y resolvió apoyar un levantamiento de jóvenes oficiales, que culminó con el desalojo del liberalismo del poder y la instauración de un gobierno revolucionario dirigido por el coronel Rafael Franco, héroe de batallas épicas, militar honrado y de profunda consustanciación con el pueblo paraguayo. A más de esto, nuestro país estaba sumido en una profunda crisis política y económica, que no encontraba respuestas. Sus gobernantes, en vez de orientar sus esfuerzos a zanjar la crisis, se interesaban más en sus respectivas campañas de reelección.

         En la sesión del Directorio Liberal del 13 de febrero de 1939, su titular, el Dr. Gerónimo Zubizarreta, se pronunció sobre el desarrollo de las gestiones iniciadas con motivo de la Conferencia de Paz con la República de Bolivia, en la ciudad de Buenos Aires.

         Sus palabras se orientaron, fundamentalmente, en manifestar su honda preocupación por los problemas internos paraguayos, que no coadyuvaban a asegurar el respeto de los derechos nacionales en la cuestión del Chaco:

         "...Si caemos en la anarquía política, en el caos espiritual y material, si la vitalidad de la nación dispersa sus energías en direcciones secundarias; si se debilita el frente único, el frente paraguayo que nos permitió defender victoriosamente nuestro patrimonio, podrán florecer de nuevo, como monstruosas excrecencias del imperialismo, las ambiciones territoriales a nuestras expensas."

         En la madrugada del lunes 17 de febrero de 1936, miembros de la oficialidad joven del Ejército nacional, avanzaron sobre la ciudad con los regimientos Curupayty y Corrales, las tropas de la Escuela de Aviación y del Parque de Guerra. Utilizaron el ferrocarril y camiones pesados para trasladarse hasta Asunción y ocuparon la Plaza Uruguaya. El Dr. Eusebio Ayala, al percatarse del movimiento, huyó de su domicilio y se refugió en el Cuartel de Policía, intentando resistir. En tanto, la Policía Montada se plegaba a la insurrección, como también los combatientes civiles en Campo Grande, Trinidad, San Lorenzo, Limpio y otros distritos. Los excombatientes se adueñaron de las comisarías y los obreros y estudiantes, del ala de la izquierda, se pronunciaban en mítines improvisados.

         El Dr. Ayala se mostró indemne ante el envío de dos parlamentarios que le solicitaron su dimisión. Eran las 15:30 cuando la Intendencia General de Guerra y las Fuerzas de Marinería se plegaron al movimiento.

         La Policía, bastión gubernista, totalmente sitiada se rindió a las 22:00. El único pedido de los jefes de gobierno fue trasladarse hasta sus domicilios, pedido que les fue otorgado por el comandante revolucionario, coronel Federico Smith. El alma del movimiento, coronel Rafael Franco, exiliado en Buenos Aires, se aprestaba para regresar al Paraguay y ocupar la jefatura de la revolución.

         Al día siguiente, se dio a conocer el Manifiesto de la Asociación Nacional de Excombatientes de la Reserva, publicado en EL DIARIO, el cual expresaba:

         "...No quieren ya (los excombatientes) que al amparo de este estado latente de guerra, fomentado por los logreros de la banca y del comercio, se siga succionando las casi ya exiguas economías de la población, con la especulación más inhumana que pueda concebirse. No quieren que las finanzas del Estado, de las empresas extranjeras de explotación, sean privadas o de servicios públicos, así como el salario de la casta dirigente, como la fortuna de los ricos, sigan amasándose en impuestos y expoliaciones que victimizan a la clase productora y consumidora del país. No quieren tampoco que la injusticia y la arbitrariedad continúen siendo normas de desenvolvimiento de la vida nacional."

         En otro apartado del Manifiesto se desprende la esencia antiimperialista de la proclama revolucionaria y el duro cuestionamiento a la política del gobierno liberal de extrañar de la patria a los hombres que la han engrandecido:

         "...El primer soldado de la República y como un paraguayo auténtico de moral sin dobleces y de carácter insobornable, es una ignominia que se arroje a todos los ciudadanos que como el Coronel Franco abonaron su paraguayismo en los más grandes sacrificios que la patria en peligro requirió de sus hijos. No puede ni debe quedar impune la insolencia de este régimen embarcado en la nefasta política de entregar la República a mercaderes extranjeros, al paso de convertir a sus hijos en parias y en esclavos de los imperialismos. Más no es la venganza, la palabra de consigna que habrá de determinar la acción de los excombatientes, sino la de salvación de la República con todos sus atributos de nación libre, civilizada, independiente y soberana."

         Un poco más de un año tardó la revolución en apagarse, fue como una bengala fulgurante en sus inicios, con la adhesión de una abrumadora mayoría. El coronel Franco no tuvo la cintura necesaria para consolidar el proyecto y cometió el error de prescindir del Ejército y del Partido Nacional Republicano, que pudieron darle sustento político. Incurrió en un rosario de errores lo que motivó su caída y el retorno del Partido Liberal al poder; agrupación que retornaba con el germen de la caída ya incubado, situación que no podrá sobrellevar y desembocaría años más tarde en la instalación del Partido Militar y su llanura política de casi setenta años.

         La reivindicación del nacionalismo paraguayo, la atención de la cuestión obrera y la preocupación por iniciar la Reforma Agraria -Revolución Agraria Antiimperialista; hasta la liberación total del yugo de la explotación nacional y extranjera, de las masas trabajadoras, obreras y campesinas- constituyeron el legado de la Revolución de Febrero. La gran lección política fue el desliz de sus gobernantes por considerarse autosuficientes para el ejercicio del poder, obviando la construcción de puentes para conquistar espacios de mancomunión y consenso político.

 

 

 

Coronel Franco en el Desfile de la Victoria, 1935

 

 

CAPÍTULO IV

 

ANTECEDENTES DEL MOVIMIENTO MILITAR

DEL 17 DE FEBRERO DE 1936.

 

         Culminada la guerra entre Paraguay y Bolivia, el oficialismo gobernante se enfrascó nuevamente en la lucha electoral, dando la espalda a los graves problemas sociales. El presidente Ayala, adelantándose a los acontecimientos, advirtió a los militantes de su partido que la falta de respuestas a las exigencias populares podría generar una crisis de proporciones insospechadas. En enero de 1936, ante la Convención de su partido, expresó entre otras cosas:

         "...Los agricultores, carentes de toda organización, a menudo son víctimas de inicuas explotaciones de los que lucran con su labor. Es por eso que hacia el campesino debe dirigirse, ante todo, nuestra mirada. El porvenir de nuestra nacionalidad está en el campo. Allí yace la gran reserva de energías latentes (...) No hemos hecho nada, porque hemos gastado el tiempo en deliberaciones y en discutir teorías formuladas en otros climas y para otra gente."

         De la obra Proceso político del Paraguay, de Saturnino Ferreira, extractamos un párrafo de una conversación mantenida entre Eusebio Ayala y un grupo de amigos durante su exilio:

         "...Nosotros, al terminar la guerra, creyéndonos superiores y únicos triunfadores en la guerra, nos dedicamos nuevamente a fomentar viejas discordias con el apetito de la figuración en el futuro gobierno, soslayando la realidad de un pueblo que con todo derecho pediría que se le reconociera sus sacrificios y se solucionaran sus problemas sociales y económicos, ya que habían ganado en el campo de batalla el derecho a que sean escuchados y sus demandas atendidas con preferencias por el Gobierno."

         Para Ayala era prioritario dar un golpe de timón, ya que el andamiaje que sostuvo al régimen liberal, en más de 30 años de ejercicio del poder, se desplomaba. Las reformas planteadas por el magistrado fueron desoídas, sin embargo, los partidarios del Presidente invocaban las fórmulas que permitiesen el llamado a una reforma constitucional con miras a la reelección. Inmediatamente dicha propuesta atrajo la oposición de sectores internos del liberalismo que pregonaban el cambio de hombres, tanto en el Gobierno como en la estructura jerárquica del viejo Partido Liberal.

         Un sector del Congreso Nacional esgrimía la posible candidatura de Luis Alberto Riart para Presidente, en tanto que otro núcleo propuso la figura del Dr. Gerónimo Zubizarreta. Ambas figuras no fueron del agrado de Eusebio Ayala atendiendo a que éste pretendía la reelección. Para volver más complejo el panorama, el viejo dirigente y expresidente Eduardo Schaerer, propuso una cumbre de líderes para zanjar la situación. La propuesta que no fue atendida en lo más mínimo.

         La opinión pública cansada de estas estériles luchas intestinas, que no aportaban en nada al mejoramiento social, expresaba con mayor acento su descontento, a lo que consideraba una miopía y resistencia inerte de los políticos a las nuevas exigencias de la sociedad.

         El jefe visible del sector de los excombatientes, Director de la Escuela Militar, Cnel. Rafael Franco, en los mítines políticos a los que era invitado, se despachaba con agudos comentarios hacia la falta de atención, por parte del gobierno, a los campesinos y desmovilizados de la reciente guerra.

         La policía política alertó al presidente Ayala de tal conducta y argumentándose que "todo estaba orquestado por organizaciones subversivas que respondían al ámbito soviético" (El Diario, 4 de febrero de 1936), se dio la orden gubernamental, fechada el 2 de febrero de 1936, de arrestar y deportar a los elementos facciosos: el Cnel. Rafael Franco y los mayores Antonio E. González y Basiliano Caballero Irala.

         El Gral. José Félix Estigarribia, como jefe del Ejército paraguayo, dando cumplimiento a la orden, mandó al capitán Mitsuito Villasboa, quien al frente de un pelotón procedió al arrestar a Franco en su propio despacho de la Escuela Militar. Este tremendo error despertó la reacción de los jóvenes oficiales del Ejército y la repulsa ciudadana ante lo actuado en contra de uno de los jefes más respetados de la pasada guerra.

         El investigador febrerista Humberto Pérez Cáceres, de la redacción del diario EL PUEBLO, mantuvo una conversación con el Cnel. Franco, de la que extractamos el siguiente pasaje:

         "Las relaciones entre el mariscal Estigarribia (entonces General) y el coronel Rafael Franco se deterioraron completamente, hasta convertirse en enemistad, después de la guerra. Todavía en los primeros tramos de la paz, Estigarribia distinguió a Franco designándolo Director de la Escuela Militar, pese a la cerrada oposición de la plana mayor del Partido Liberal entonces gobernante, con Eusebio Ayala como Presidente de la República. El Ministro del Interior de esos días, Narciso Méndez Benítez, prefirió renunciar al cargo antes que refrendar el nombramiento de Franco.

         En un principio, Estigarribia toleró los discursos pronunciados por Franco en la campaña, en concentraciones de excombatientes. Franco denunciaba acremente al Gobierno que había licenciado al Ejército del Chaco entregando apenas una pequeña bolsa de galleta a cada veterano. La acusación de Franco era directa y demoledora.

         En un momento dado, Estigarribia conversó con él. Le aconsejó paciencia, le aseguró que él veía las cosas con el mismo ojo crítico de Franco. Ya actuaremos juntos, le dijo a su ex Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército.

         Me dio una gran alegría -confesaba Franco-. Le pregunté quién iba a ser el jefe del movimiento. Yo voy a ser el jefe, me contestó el Mariscal. A pocas cuadras del lugar me encontré con el Dr. Stefanich, a quien narré mi conversación con Estigarribia. Entonces -dijo Stefanich- el régimen liberal está liquidado.

         Pero Estigarribia engañó a Franco, como buen talmudista que era. Poco tiempo después a raíz de un discurso pronunciado en Itá, lo encerró en un calabozo del Estado Mayor. Días después -comienzos de Febrero de 1936- Franco salía deportado del país. Previamente se difundió un infame comunicado oficial en el que se informaba del destierro de Franco al que se le calificaba como 'peligroso agente comunista'.

         Desde entonces, nació entre ambos jefes militares un rencor que se prolongó hasta la muerte de Estigarribia. Cuando éste firmó el tratado de paz con Bolivia, Franco descargó un durísimo mandoble acusándolo de traidor a la patria."

         El golpe del 17 de febrero de 1936, puede ser considerado como una reacción esperada de un sector castrense, mayoritariamente joven, en contra de los reiterados procedimientos errados de la cúpula gobernante y la incisiva presión ciudadana por el advenimiento del cambio de ese sistema liberal vigente desde 1904.

         Washington Ashwell, en su obra El Pensamiento de los Partidos Políticos, publica una síntesis del memorando interno del Departamento de Estado norteamericano, de fecha 4 de marzo de 1936:

         "La insurrección que elevó al gobierno de Franco al poder puede ser calificada como un golpe puramente militar, que estuvo fundado en los celos y posiblemente en el descontento existente entre los militares por los favores otorgados a unos pocos mientras la mayoría de los excombatientes se consideraba desatendida. Su primer objetivo fue destituir al régimen de Ayala-Estigarribia antes que establecer uno nuevo. La designación del coronel Franco proporcionó el pretexto popular para la acción.

         El levantamiento fue planificado por la oficialidad joven del Ejército, que a última hora ofrecieron su jefatura a dos oficiales mayores y de buena reputación, los coroneles Federico Smith y Camilo Recalde. Se dice que el último aceptó dirigir el movimiento con el entendimiento de que su propósito sería el derrocamiento del presidente Ayala y del general Estigarribia, y la inmediata reorganización constitucional del país.

         Otro factor que contribuyó al derrocamiento del gobierno de Ayala fue las disensiones internas del Partido Liberal. Los políticos peleaban por la candidatura que debía suceder al presidente Ayala. Y fue solamente el 15 de febrero cuando el presidente se dirigió a la presidencia del Partido Liberal expresándole que no aceptaría ningún plan que significara la extensión de su mandato más allá del 15 de agosto de 1936."

         A días de la revolución febrerista del 17 de febrero de 1936, se notaba el despeñamiento total del gobierno de Ayala. En esferas castrenses, luego de la remoción del Cnel. Franco de la jefatura de la Escuela Militar, ante la pérdida total de confianza por parte del gobierno hacia los cuadros militares, se procedió a designar cinco directores de la Escuela Militar en tan solo 20 días.

         En EL DIARIO, vocero del liberalismo paraguayo, de fecha 4 de febrero de 1936, se lee:

         "...Se requirió la presentación de sus solicitudes de retiro del Director de la Escuela Militar y del Comandante del Regimiento de Zapadores No. 1. Comunicado del Ministerio de Defensa Nacional: En presencia de rumores persistentes y de actividades manifiestas de algunos grupos, el Gobierno resolvió tomar medidas en defensa de la tranquilidad pública. En consecuencia, el Comando en Jefe del Ejército requirió del coronel Rafael Franco, Director de la Escuela Militar y del mayor Basiliano Caballero Irala, Comandante del Regimiento de Zapadores No. 1 la presentación de sus solicitudes de retiro del Ejército.

         El Mayor Antonio E. González será radiado del escalafón.

         Contra estos jefes existen presunciones fundadas de estar en contacto o en connivencia con elementos subversivos a su vez instigados y apoyados por organizaciones soviéticas.

         De su parte la Policía Política ha adoptado precauciones para evitar cualquier connato. Las medidas tomadas han consistido en prohibir ciertas reuniones no habiéndose operado ningún arresto o expulsión de personas." La Dirección del Partido Liberal Unificado, en cuyas filas se encontraban, entre otros, Eduardo Schaerer, José P. Guggiari, Gerónimo Riart, Luis de Gásperi, expresa su apoyo al presidente Ayala, a quien consideran defensor del régimen institucional de la República y del orden constitucional, condenando la subversión de elementos facciosos del comunismo internacional. En 1932 el presidente Ayala promulgó la polémica "Ley de Defensa Nacional", sancionada por un parlamento a su medida, ya que el coloradismo se encontraba abstenido de la legislatura. Esta ley fue una herramienta para criminalizar las luchas sociales, gremiales y políticas, que se opongan al sistema vigente en aquel entonces. Ese antecedente sirvió para condenar las acciones del Cnel. Franco y sus seguidores.

         Franco y otros oficiales proscritos, desde Buenos Aires, en declaración a los medios, rechazaron las supuestas acusaciones dirigidas por el gobierno de su país y reiteraron su posición de denuncia contra las medidas impopulares llevadas adelante por el presidente Ayala.

         El economista Arturo Rahí, en su obra citada anteriormente, ensaya las posibles causas inmediatas de la Revolución de Febrero:

         "1) El estado de semiesclavitud imperante en la explotación de los montes y los yerbales, especialmente en estos últimos, en lo que el obrero (mensú) carecía de los más elementales derechos y vivía apenas reducido al nivel animal.

         2) La grosera explotación de la masa de obreros en los centros industriales del norte del país a cargo de empresas de capital generalmente inglés pero con administración casi siempre a cargo de directores argentinos.

         3) La práctica inexistente de una economía monetaria para la mayor parte de la población, que se desenvolvía con los famosos vales o bonos que les daban derecho a comprar solamente en el negocio del patrón, a los precios siempre abusivos que este imponía.

         4) El acaparamiento de tierras laborables por un par de cientos de familias adineradas, que aunque no vivían la mayoría de ellas en el país, imponían condiciones para la utilización de sus grandes latifundios.

         5) La carencia de derechos mínimos para que el trabajador pudiera realizar sus labores en un número razonable de horas diarias, que entonces estaba fijada por el propio empleador en doce y catorce horas.

         6) El derecho para el trabajador de gozar de un salario razonable que le permitiera mantener decorosamente a su familia y no depender de la tan mentada ley de la oferta y de la demanda de mano de obra, que siempre favorecía a la patronal a causa de una oferta -real o prefabricada- que excedía con mucho a la demanda.

         7) La carencia total de un sistema nacional de salud que atendiera a la población: no existía un Ministerio de Salud Pública, solamente Asunción tenía un hospital que podría llamarse bien constituido aunque insuficiente.

         8) Solamente en Asunción existían colegios que daban la enseñanza necesaria para el ingreso a la Universidad y el Paraguay tenía una sola e incompleta Universidad, mientras que cualquier otro país de este nuestro continente ya tenía varias casas de estudios superiores.

         9) Pocos pueblos del interior tenían escuelas primarias y los que las tenían, con ser mediocres, funcionaban en locales que eran totalmente inapropiados para la enseñanza.

         10) El abuso en el precio pagado a los productores agropecuarios, manejado por un par de inescrupulosos acopiadores."

         Sumado a todo esto, se encontraban los jefes de la guerra chaqueña, quienes se consideraban disminuidos por la férrea política del gobierno de no permitir sus ascensos a los grados inmediatos superiores. Para colmo muchos jefes de la pasada guerra, puestos inamovibles en la retaguardia, recibieron la "Cruz del Chaco" sin merecérsela en lo más mínimo, al decir de Arturo Bray: "los llamados querubines del Comanchaco"; en tanto que, aquellos jefes temerarios que desafiaron a la muerte, recogieron de parte de sus autoridades las migajas del olvido y la postergación. Se especulaba que José Félix Estigarribia se encontraba detrás de estas decisiones.

         El nacionalismo, el socialismo y demás líneas de pensamiento, bullían entre los sectores juveniles, especialmente entre los estudiantes secundarios de los últimos años que fueron movilizados para defender la patria. Los colegios tradicionales de la capital, instituciones formadoras de líderes, se jactaban de que sus ex alumnos regresaron con los laureles acumulados en más de cien combates a reclamar protagonismo. Las condiciones, tanto objetivas como subjetivas, estaban maduras, solo se aguardaba a un jefe decidió que se anime a encender la mecha de la revolución en ciernes.

         Con ánimo de poner paños fríos a la circunstancias desatadas, el presidente Ayala en compañía del jefe del Ejército Nacional, Gral. Estigarribia, inició un régimen de visitas a establecimientos castrenses, con el pretexto de tratar temas inherentes a los procesos de afianzamiento de paz con Bolivia. En su agenda no figuraba, en absoluto, tratar sobre la decisión adoptada contra el Cnel. Franco y otros oficiales deportados bajo la acusación de facciosos.

         Los jefes de la conspiración fueron los coroneles Federico Smith y Camilo Recalde. Se fueron sumando oficiales con mando de tropa como el mayor Juan Martincich, los capitanes Manuel Franco, Federico Jara Troche, Francisco Chávez Delvalle, Juan Speratti, Rafael Guerrero, entre otros. Facundo Recalde, literato y líder social, fue el civil designado para incorporar estamentos e individualidades a la revolución. Otro civil involucrado fue el odontólogo, de filiación colorada, Felipe Molas López. Recalde trabajó en la redacción de una revista del Ejército y contaba con la absoluta confianza del coronel Franco y Molas López, mantenía vínculos de amistad con la mayoría de los comandantes de unidades. Según el capitán Speratti, otros civiles muy cercanos al movimiento fueron Emilio Gardel, Bernardino Caballero y Rafael Oddone.

         Se convocó a una reunión de capitanes en la zona de Campo Grande. La misma estuvo a cargo del Jefe de Estudios de la Escuela Militar, capitán Federico Varela, a fin de sentar posición sobre lo ocurrido con el coronel Rafael Franco. El capitán Juan Speratti opinó al respecto:

         "El apresamiento de Franco no fue la causa. Fue solo el detonante. En la reunión de referencia se arribó a la decisión de reaccionar en un sentido patriótico, estimulados por la injusticia de la medida, considerada como un agravio a la dignidad del Ejército. Se tomó la decisión de accionar contra el gobierno encabezando un movimiento de cambio, de aspiraciones y propósitos nacionales. El objetivo político era restaurar un gobierno de unión nacional encabezado por el coronel Franco."

         La totalidad de las unidades militares de la capital y de las proximidades se unieron al movimiento revolucionario: los Regimientos de Infantería Curupayty y Corrales, la Aviación, la Escuela Militar y el Parque de Guerra.

         La Policía de la Capital se mantuvo leal al Gobierno. El general José Félix Estigarribia se encontraba en misión en el Chaco, situación aprovechada para el desenlace. Ashwell expone los pormenores de las acciones desplegadas:

         "...Para el 13 de febrero fueron comisionados los capitanes Federico Varela, Francisco Miranda, que conducidos por el Dr. Molas López en su auto, fueron hasta Itá para entrevistar al coronel Arístides Rivas Ortellado y proponerle la conducción del golpe. Este se manifestó totalmente a favor de la iniciativa pero sugirió que se le viese al Tte. Coronel Federico W. Smith para que dirigiese el levantamiento.

         Para el efecto se celebró en Luque una reunión en la casa de un pariente de Recalde. Los únicos civiles allí presentes fueron nuevamente Recalde y Felipe Molas López. Cuando allí Facundo Recalde y Martincich le ofrecieron a Smith la conducción del golpe, éste 'recibió la proposición con la alegría de colegial', según el relato de Recalde (en su obra Gestación, desarrollo y triunfo de la Revolución del 17 de Febrero). Pidió en esa ocasión la participación del comandante Camilo Recalde, hermano de Facundo, por entonces recluido en el Hospital Militar, en cumplimiento de una orden de arresto disciplinario..."

         La ausencia del general José Félix Estigarribia fue aprovechada por los complotados y decidieron iniciar el golpe el 17 de febrero. Estigarribia se encontraba en Capiirenda, en compañía del Cnel. Carlos J. Fernández, comandante de la Sexta División. Este recibió un telegrama en el que daban parte de la sublevación de algunos regimientos en la capital, inmediatamente resuelven organizar la reacción contra los sublevados. El Gral. Estigarribia se trasladó hasta Puerto Casado, con el propósito de dar a conocer un comunicado a la población, aprovechando la disposición de cinco estaciones de radio. En ese momento, Fernández que quedó en su posición, recibió un cifrado del Cnel. Rafael Franco, en el que ordena el apresamiento y envío inmediato de Estigarribia a Asunción. Fernández informó de lo acontecido a Estigarribia, quien le pidió se manifieste al respecto, recibiendo como respuesta que los oficiales de dicha unidad se mantenían leales al Presidente Ayala y al Comandante en Jefe.

         Ante el estado de quiebre de las instituciones paraguayas e informados los bolivianos de lo sucedido, dispusieron la concentración de fuerzas de infantería y artillería en la línea fronteriza. El peligro era inminente y Estigarribia lo tenía todo perdido, personalmente envía un radiograma a Franco en el que le comunica que se presentará en Campo Grande, en un horario convenido, a fin de dar cumplimiento a lo dispuesto por la jefatura revolucionaria, en ese entonces, dueña de la situación.

 

         PROCLAMA REVOLUCIONARIA

 

         El jefe Smith acudió a un viejo amigo de Rafael Franco, un simpatizante de los regímenes militares en auge en Italia y Alemania, para que redacte la proclama que sintetice las ideas del movimiento. Gómez Freire Esteves, ensayó, antes que un programa de gobierno, una diatriba demoledora contra el liberalismo, la cual publicamos ampliamente por su valor histórico:

         "¡PARAGUAYOS! ¡PUEBLO ILUSTRE DE ANTEQUERA, RODRÍGUEZ DE FRANCIA Y DE LOS LÓPEZ!.

         Vuestros soldados en armas hemos asumido definitivamente en este día la guardia de honor del pabellón, del suelo intangible y de la vida misma de la Patria. Hemos escuchado al mandato imperativo de las gestas gloriosas de nuestra historia (...) y ahora venimos a nuestra vez a plebiscitar la protesta suprema de todo el pueblo de la República, de todos los hombres y mujeres amantes de su tierra, contra un régimen de bandidos de levita, sobornados por el oro extranjero y de asesinos empedernidos y que a través de varias décadas de violento predominio, ha terminado por constituir el foco infeccioso de los mayores males internos y externos que jamás hayan atacado con peligro de muerte la salud moral y material de la República.

         Ya no existía patria, sino intereses de partidos complotados permanentemente contra la suerte de la colectividad, como única explicación de la larga hegemonía del grupo o políticos desgastados que han arrojado al país al borde de su desesperación.

         Toda la nación conoce el proceso de la dictadura descarada y de la industrialización de la política, que ha representado en el Gobierno del Paraguay, desde que se asentó sobre él, el grupo de paraguayos desnaturalizados que equipan la dirección del partido que ahora arroja del poder el brazo armado del pueblo.

         El presidente Eusebio Ayala constituía el cuerpo del delito más acabado que ofrecía a la opinión sana de la República la avilantez sin límite de esa mafia adueñada de todos los resortes del poder.

         En connivencia con los mandatarios y hombres dirigentes de 1913, firmó el Tratado Internacional del 5 de abril de dicho año por el cual se estableció, con el sello de la República, la mentira de que Bolivia se encontraba en sus posesiones de 1907, sabiendo de su falsedad.

         Desde entonces proclamó la indefensión armada del país como desiderátum del llamado pacifismo paraguayo, mientras la invasión de Bolivia proseguía su avance sistemático hacia el río Paraguay.

         El premio de esta doctrina derrotista no se hizo esperar. El negociador de aquel tratado infidente apareció investido del papel de máximo lugarteniente de intereses extranjeros que manifiestamente operaban detrás de la invasión boliviana. Se hizo capataz de empresas extranjeras y negrero del siglo XV al servicio de ellas, para estrangular obreros paraguayos y mercar con las funciones de las más altas magistraturas mediante pingues dividendos.

         Gradualmente esa modalidad del negociador sobornado por el oro extranjero, prendió en todos los círculos dirigentes del régimen y el derrotismo y la indefensión de la República, y no fueron teoría del seráfico pacifista que firmó el tratado Ayala-Mujia, sino el ideario mismo del partido de que era verbo encarnado.

         Omitimos los innumerables indicios de dolo. Pero ahí está el gesto inequívoco de Caín, el cuerpo de delito de la infidencia llevada al máximo grado de desparpajo: el ofrecimiento del armisticio a Bolivia después de la victoria de Campo Vía, para evitar que fuera copado el resto del Ejército invasor.

         Todo lo que hizo después, hasta el irrisorio protocolo de Buenos Aires, no es sino la coronación del delito continuo de lesa patria, que arranca del Tratado del 5 de abril de 1913 y termina con las mismas maquinaciones diplomáticas del nombrado Presidente, que pasará a la historia con la infamia de un traficante de la sangre y de la heredad de sus conciudadanos.

         ¡Y este régimen de traidor nato de su país es el que logró sobornar con el oro al General paraguayo que le facilitó el armisticio de Campo Vía, para convertirlo en su guarda espalda a sueldo desde el alto Comando del Ejército, y el que por lógico desenlace de sus infidencias al Paraguay y se ha atrevido a valerse de este último para reducir a prisión y proscribir del suelo patrio a nuestro único Jefe auténtico, el coronel don Rafael Franco, símbolo y espejo viviente de las más excelsas virtudes que palpitan en las filas de vuestro Ejército Libertador!

         Como consecuencia de ese atentado, el Presidente Ayala se ha echado en brazo de sus encubridores, los políticos asesinos del 23 de Octubre, responsables criminales y civiles de la masacre de estudiantes de aquella fecha, y proyectaba la destrucción del Ejército Libertador para reemplazarlo por una guardia cárcel mercenaria.

         No mencionaremos el cuadro angustioso de la desesperación popular que los vampiros del régimen, anidados en el círculo presidencial, agudizan día a día, para fomentar la servidumbre. El hambre golpea a todos los hogares. Han muerto en el Chaco 30.000 paraguayos, se han quemado millares de pesos y la posguerra se debate en una incertidumbre general sobre las soluciones más urgentes que reclama esa catástrofe internacional traída sobre el país por el régimen y todas las consecuencias sobre el presente y el porvenir de la familia paraguaya.

         No hay resquicio por donde respirar en la prensa, montada al servicio exclusivo de la mafia gobernante. Se acabaron todas las garantías constitucionales; fuera de las claques del régimen, los paraguayos son parias sin derecho a emitir sus ideas ni reunirse ni de gozar ninguno de los atributos de la ciudadanía.

         A eso no nos resignamos. Un solo día más de inacción habría sido de nuestra parte una deserción del deber perentorio de asumir la soberanía originaria del pueblo paraguayo y de proveer vitales necesidades de su organización y seguridad comprometidas.

         Y en ese terreno, cumplimos en declarar, a la faz del mundo, que hacemos nuestro el principio de la mayor defensa nacional que registra la Europa contemporánea. Ningún Estado tiene juez superior a sí mismo y puede comprometer su porvenir por el bien del Estado.

         Decretamos en consecuencia, que cesan en sus funciones el Presidente de la República doctor Eusebio Ayala y todo el personal de su administración en los tres Poderes del Estado.

         ¡PARAGUAYOS!

         Vuestros soldados en armas os juramos cumplir con nuestra misión: la Nación será restituida al nivel de su historia en el Río de la Plata, al libre dominio de su suelo y a la grandeza de su porvenir.

 

         Asunción, Febrero 17 de 1936.

         Teniente Coronel Dn. F. W. Smith

         Teniente Coronel Dn. Camilo Recalde."

 

         En resumen, un documento que carecía totalmente de bases programáticas que animen el movimiento. Lo más cuestionado fue la referencia hecha a "Europa contemporánea", continente en el que proliferaban los regímenes totalitarios a los cuales admiraba el redactor del manifiesto. Las tropas estaban totalmente desplegadas y ocupando la ciudad de Asunción, la Asociación de Ex-combatientes llamaba a sumarse al movimiento. Ante dicha ventaja, Smith resolvió enviar a Bernardino Caballero (nieto), Facundo Recalde y al capitán Speratti, para exigir la renuncia de Ayala.

         Acudimos a la versión de Speratti en torno a esa misión:

         "El señor presidente nos esperaba en una dependencia de la Dirección de la Armada, hallándose en compañía de varios dirigentes políticos de la situación. Recostado en una mesa con aspecto muy sereno, al llegar junto a él, se nos dirigió diciendo: ¿Qué pretende la revolución?

         "Rompiendo la breve pausa ante la pregunta, se adelanta Bernardino Caballero, político de más experiencia, a contestarle: 'La renuncia de sus fuerzas y su renuncia, señor presidente, con la condición de su salida del país con garantías para su persona'.

El doctor Ayala respondió: 'Aquí nadie está asustado' y agregó que iba a resistir hasta aplastar la subversión e imponer severos castigos, y que, de no deponer la revolución su actitud, iba a ordenar que los cañoneros bombardeen las concentraciones de los alzados.

         Respondió nuevamente Caballero diciendo que la sangre que se derrame en adelante será por culpa y responsabilidad del Presidente. Con este cambio de expresiones concluyó la entrevista y regresamos a dar cuenta del resultado al comandante Smith."

         La suerte estaba echada, las bocas de metrallas sonaron irremediablemente y el saldo de bajas arrojó la muerte de unos pocos soldados y del héroe de la Guerra del Chaco, capitán Julio Otaño.

         Sin más apoyo que la Policía de la Capital, el Presidente buscó resguardo en la cañonera PARAGUAY y desde ese lugar extendió su escueta renuncia al comandante Recalde. Les esperaba a Ayala, a Estigarribia y a otros colaboradores la prisión y luego el exilio. El coronel Rafael Franco, informado por Facundo Recalde, se aprestaba a regresar desde la Argentina triunfante al país que defendió con toda su energía.

         Huyendo de las sanciones populares, buscaron asilo político en las legaciones diplomáticas de Argentina, Uruguay, Italia, Cuba y Chile, los siguientes colaboradores del régimen depuesto: Efraím Cardozo, Gerónimo Ríart, Horacio Fernández, Raúl Casal Ribeiro, Alejandro Volpe, Venancio Galeano y la señora e hija del General Estigarribia, entre otros. El Tte. Coronel y Comandante en Jefe, Federico W. Smith, el miércoles 19 de febrero, lanzó un comunicado para el comercio, la industria, la administración pública y el pueblo en general:

         "Esta mañana a las 6 horas salió de Buenos Aires, en avión, el Coronel Rafael Franco, debiendo llegar a esta capital hoy si el estado del tiempo no le impide (...) No existe motivo para que el comercio mantenga cerrada sus puertas, las que deben ser abiertas en la más plena confianza de que el orden y la tranquilidad han sido restablecidos en toda la República. Se notifica a los comerciantes e industriales, bajo penas de severas sanciones, que desde esta tarde a las 14 horas deben proceder a la apertura de sus casas de comercio. Los precios de venta serán los mismos que regían antes del movimiento revolucionario, los cuales serán rigurosamente controlados por un comité facultado para hacer cumplir esta disposición."

         Al arribar al país, las primeras palabras de Franco, hablaron de la reconstrucción nacional y la organización del "Nuevo Estado Paraguayo". "Pueblo paraguayo de Antequera, de Rodríguez de Francia y de los López: La Revolución Libertadora triunfante nos ha impuesto la responsabilidad de presidir el Primer Gobierno de nuestra era, en la que se desarrollará en toda su plenitud la pujanza de nuestra nacionalidad y de nuestro pueblo.

         Gobierno de liberación para los oprimidos y para los débiles, el Gobierno provisional ha de fijar su más reflexiva atención en la solución de los problemas que afectan a nuestras masas campesinas y obreras.

         Gobierno de justicia y de comprensión para todos los ciudadanos, las necesidades populares y la voz de los pobres y de los humildes han de encontrar el más franco apoyo en los hombres puestos por la Revolución al frente de los destinos del país.

         Es necesario que la opinión nacional y extranjera tenga la más firme confianza en los propósitos del nuevo Gobierno. No vamos al desquicio ni a la anarquía. Vamos a la reconstrucción nacional y a la organización del Nuevo Estado Paraguayo que ha de ser la representación genuina de nuestras realidades nacionales y el órgano adecuado para dar satisfacción a las aspiraciones históricas de nuestro pueblo.

         La tranquilidad interna está sólidamente asegurada y el triunfo de los ideales de la Revolución descansa sobre la voluntad de todo el pueblo y el Ejército de la Nación.

         La paz internacional encontrará el más firme apoyo en nuestra decisión de respetar los pactos vigentes, de cultivar relaciones de fraternidad con las naciones extranjeras y es nuestro propósito el de robustecer las organizaciones jurídicas de justicia y de derecho. El trabajo y las actividades legítimas dentro de la economía nacional encontrarán el apoyo necesario del Gobierno Provisional y no se permitirán obstáculos arbitrarios al ejercicio de la libertad de los habitantes de la República.

         La obra renovadora de la Revolución se asienta sobre el respeto de los valores auténticos de nuestra Nación y de nuestra raza y se equivocarían quienes llegaren a suponer que la acción del Gobierno Provisional pudiera inspirarse en las doctrinas de la extrema izquierda.

         Nacionalistas en el más alto y en el más amplio de los sentidos, todas las virtudes de nuestro pueblo, su genio, su espíritu y sus vocaciones fundamentales encontrarán en nuestra propia acción el ambiente propicio que necesitan y la bandera nacional no será arriada en ningún lugar y en ningún tiempo ni será permitido que ella sea sustituida por ninguna otra como emblema de redención social y popular entre nuestras masas.

         El Ejército de la Nación será reorganizado de tal modo que al par de garantir la estabilidad de la paz interna sea el plantel de una organización moderna y científica que custodie los derechos de la Nación y la seguridad exterior.

         Puede tener el pueblo paraguayo la certeza que ha vuelto a entrar en el Palacio de López el espíritu y el genio inmortal de nuestra raza y que, de hoy en adelante, el Paraguay tomará el cauce definitivo que lo conducirá a la prosperidad y a la grandeza y al cumplimiento de sus grandes destinos."

         Del libro Conversaciones político-militares de Alfredo Seiferheld, extractamos parte de la entrevista que éste historiador compatriota realizó al Tte. Cnel. Antonio E. González, aguerrido jefe durante la Guerra del Chaco:

         "Como director de la guerra (Eusebio Ayala) fue el hombre paraguayo ideal que asumió sus funciones de una manera amplia y completa, pero no pudo desprenderse de su calidad de director político de tipo sectario y allí ya no fue el hombre paraguayo sino el político, pequeño y maniobrero, que trató de conducir las cosas dentro de los intereses del Partido Liberal. A esta circunstancia se debe que conociendo al detalle toda la trama de la conspiración, no pudo alcanzar a comprender que ella no era una cuestión de grupos políticos sino la expresión de una revolución nacional (...) Juraba Franco a la Presidencia en la Plaza Libertad, frente al Cuartel de Policía, en un día lluvioso. Estigarribia, Eusebio Ayala, Justo Prieto y otros contemplaban el acto asomados a los barrotes de su celda de la Policía. Justo Prieto, el típico político oportunista y sectario, le hizo esta reflexión: 'Doctor Ayala, vea al populacho'. Y le contestó el Dr. Ayala: 'No, Dr. Prieto, no es el populacho; es el pueblo paraguayo al que no supimos comprender'."

 

 

 

 

 

CAPITULO V

 

DECRETO PLEBISCITARIO: ACTA DE DESIGNACIÓN DEL PRESIDENTE PROVISIONAL CNEL. RAFAEL FRANCO.

 

         El coronel Rafael Franco, héroe de Gondra y Campo Vía, llegó al Campo de Aviación de Ñu Guazú, siendo las 14:45, del 19 de febrero de 1936. Lo acompañaba el intelectual, multifacético, Anselmo Jover Peralla, ex parlamentario que había animado las jornadas legislativas con incisivas polémicas; como aquella que trató de la apertura del Arzobispado de Asunción. De ideas revolucionarias, desde un radicalismo popular hasta evolucionar a un socialismo profundamente consustanciado con la realidad paraguaya. Sin ambages sostenía -y lo hizo más tarde en sus publicaciones- que el Paraguay debía avanzar hacia formas de Estado más socializantes, que aseguren la justicia social, la distribución equitativa de los recursos y la lucha sistemática contra el latifundio, contra el enriquecimiento ilícito de las minorías oligárquicas y contra los abismales índices de exclusión social de las capas medias y bajas, producto de impopulares administraciones de gobierno. Inspirado en los procesos autonomistas del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia y de los López, creyó en el rescate de esas matrices ideológicas, para retornar a la senda del progreso y la conquista del bien común.

         León Karé, se trasladó inmediatamente al Palacio de López y asumió su condición de líder natural indiscutible del movimiento que dio forma a las ansias libertadoras de todo un pueblo. Ayala, desde el transcurso mismo de su renuncia, se encontraba aprehendido, en tanto que, ocurrió lo propio con el general José Félix Estigarribia, quienes en breve tiempo partieron deportados a la capital bonaerense.

         En palacio y en las distintas reparticiones de gobierno se discutía las nuevas formas de organización que caracterizarán al nuevo sistema. La plana mayor del Ejército nacional asumió la decisión histórica de designar Presidente Provisional de la República al coronel Rafael Franco, el cual debía gobernar por medio de decretos leyes, sin apartarse del espíritu de la Carta Magna vigente, hasta la convocatoria de una Constituyente que trabaje en la elaboración de una Constitución que incorpore las grandes reformas económicas, políticas y sociales, demandadas por el pueblo en su conjunto.

         Sin embargo, las frases "Nosotros los Jefes y Oficiales del Ejército y la Marina", "Ejército Libertador", será la constante en la estructura del acta de designación:

         "Acta de designación del Señor Presidente Provisional Coronel don Rafael Franco.

         Nos, los Jefes y Oficiales del Ejército y la Marina de la República, reunidos en junta General para deliberar sobre las medidas de emergencia que corresponde adoptar en previsión de necesidades perentorias de la reorganización nacional, interpretando aspiraciones del Ejército Libertador consignados en el manifiesto plebiscitario del mismo. Resolvemos:

         Art. 1º. Desígnese Presidente Provisional de la República del Paraguay al ciudadano Coronel don Rafael Franco, con la misión de establecer el Gobierno que ha de realizar los ideales de la grandeza nacional esbozados en el plebiscito del Ejército Libertador.

         Art. 2°. Autorícese al ciudadano Presidente Provisional designado a convocar una Convención Nacional Constituyente que habrá de resolver sobre la organización moderna definitiva de la República y dictar Decretos Leyes que sean indispensables para proveer intereses vitales de la Nación, mientras dure el periodo de Gobierno Provisorio.

         Art. 3º. La Carta Constitucional de 1870 será observada en su espíritu y preceptos fundamentales considerándose las circunstancias del momento histórico.

         Art. 4°. El presente Decreto plebiscitario del Ejército Libertador será igualmente suscripto por los demás compañeros de armas solidarios ausentes a la fecha de la Capital, con efecto retroactivo al día de la fecha.

         Art. 5°. Fíjese el día de mañana 20 de febrero a las diez horas para que el señor Presidente Provisional preste juramento de desempeñar fielmente su mandato ante el Ejército Libertador y el pueblo reunidos, pudiendo desde luego proceder a la constitución del Gobierno.

         Art. 6°. Comuníquese por bando de la Nación en todos los pueblos, ciudades y departamentos, cúmplase y archívese.

         Art. 7º. Dado en Asunción, Capital de la República del Paraguay a los diez y nueve días del mes de febrero de mil novecientos treinta y seis.

         F. W. Smith, Tte. Cnel. y Cmdte. en Jefe de las FFAA. de la Nación."

 

 

         INSTALACIÓN DEL GABINETE REVOLUCIONARIO

 

         En pleno uso de sus atribuciones, el coronel Rafael Franco, estructuró el nuevo Gabinete que tenía el propósito de iniciar las reformas, esto a través del Decreto Presidencial N° 1. Anselmo Jover Peralta fue designado Ministro de Culto e Instrucción Pública, Luis Freire Estévez, responsable de la cartera de Hacienda, Bernardino Caballero, de Agricultura, Juan Stefanich, Ministro de Relaciones Exteriores, e interino de Guerra, y Gómez Freire Estévez, Ministro del Interior.

         Se podría decir que el Gabinete estaba representado por adherentes de las más variadas, y en algunos casos irreconciliables, líneas políticas. Los hermanos Freire Estévez apologistas del fascismo, Stefanich, propulsor de la "democracia solidarista", Bernardino Caballero, admirador del nacional socialismo, y Jover Peralta, un radical devenido a socialista. No fueron designados responsables de carteras de Estado los jefes del movimiento de febrero, los teniente coroneles Smith y Recalde, ni de la Asociación de Excombatientes de la Guerra del Chaco que elevaron a Franco al sitial de Primer Magistrado.

         La totalidad de sus ministros no poseía real inserción en las masas, por tanto se hacía imposible que ejerzan un liderazgo sostenido por el pueblo. El fuerte de estos hombres era la autoridad intelectual que detentaban. Esto podría explicar la indefensión presentada por este Gobierno en agosto de 1937, cuando otro grupo de militares le arrebata el poder.

         De igual modo se demoró bastante en el llamado a Asamblea Constituyente, lo cual hubiera permitido darle estabilidad al Gobierno, la legitimidad necesaria que permita afianzar los lazos con la comunidad internacional y llegar más fortalecidos a la culminación de las negociaciones de paz con Bolivia.

         La gobernanza por decretos leyes había resultado muy cómoda a Franco quien imaginó, es lo que entrevemos, que una figura carismática como la suya, apoyada con el concurso de algunas mentes lúcidas, le bastaba para el ejercicio del poder.

         El sectarismo político había hundido al Paraguay en un mar de revoluciones y contrarrevoluciones que se extendió por casi medio siglo, iniciar el proceso de normalización democrática pudo haber sido el camino, sin obviar el contexto internacional, cuyos grandes actores: Adolf Hitler, Benito Mussolini, José Stalin -se podría incluir hasta si se quiere a W. Churchill- representaban un prototipo de liderazgo fuerte, caracterizado por la centralización de las decisiones, por más mínimas que fuesen.

 

         LÍNEAS IDEOLÓGICAS DE LA REVOLUCIÓN DE FEBRERO.

 

         Juan Stefanich, en su obra El Paraguay en Febrero de 1936, escribe las justificaciones para responder al juicio histórico de la carencia de un programa político de la revolución:

         "La Revolución fue el gobierno sin contar con un partido organizado y debió hacer frente al objetivo político primordial de buscar su propia definición doctrinaria en medio de la más grande confusión. El más difícil problema planteado al movimiento fue, sin dudas, la adopción y proclamación de su propia doctrina."

         Instalado el nuevo Gabinete, el coronel Franco llamó a una serie de "mini cumbres" a sus ministros para delinear el ámbito de acción del nuevo gobierno. Rápidamente primó la opinión de no convocar a elecciones constituyentes como primera medida, es decir, se apuntó a priorizar la atención de los sectores más vulnerables en los ámbitos económico y social. Demás está decir que constituyó una materia casi imposible que los actores intelectuales congenien en la matriz ideológica de la novel revolución. Un punto resuelto, sin mayores contradicciones, fue la de generar una propuesta distinta al liberalismo económico, algo así como la construcción de un Estado garante que priorice la repartición equitativa de los recursos.

         Ashwell, en su obra citada, refiere sobre el punto:

         "Pero fue en la definición del alcance de esa intervención donde surgieron las grandes discrepancias. Freire Esteves patrocinaba el modelo fascista, que proscribía toda actividad política y sindical que no fuera la patrocinada por el Gobierno. Toleraba la iniciativa y el capital privado sujetos a la regulación y dirección del Estado. El proceso espontáneo de la economía liberal sería sustituido por la dirección gubernamental en la regulación de la producción y en la fijación de los precios y salarios. La presencia estatal sería dominante. Repetía a quien quisiera escucharla, la idea fascista de 'todo en el Estado, todo por el Estado, nada fuera del Estado y nada contra el Estado'."

         La voz disonante del proceso fue la del abogado socialista Anselmo Jover Peralta, para quien, la recuperación de los medios de producción en favor de los sectores populares y la nacionalización de las empresas extranjeras debía ser el camino. Sus lecturas sobre el materialismo histórico le daban cuenta que la propiedad privada era el origen de la perenne injusticia social, de la explotación del hombre por el hombre. La única posibilidad era la de transformar el sistema de producción, con simples reformas no se alcanzarían las urgentes reivindicaciones sociales. Era imperiosa la construcción de un partido de la revolución, pero con matriz nacional, tomando en cuenta el legado de los padres de la patria. Ese partido debía denominarse PARTIDO NACIONAL REVOLUCIONARIO, equidistante por supuesto de las tradicionales agrupaciones políticas lideradas por sectores de la oligarquía paraguaya. Sus adherentes debían provenir de los sectores sindicales, de los estudiantes, de los excombatientes y de todos aquellos disconformes con la política criolla.

         Del trabajo de Francisco Gaona, Introducción a la Historia Gremial y Social del Paraguay, extraemos los siguientes principios que debían sostener tal proyecto:

         "Promover enérgica y vigorosamente el más completo e integral desarrollo de la comunidad nacional, la organización y planificación científicas de la producción, el orden administrativo nacional y comunal y la afirmación definitiva e incontrastable de los valores históricos de la raza.

         La socialización por el Estado y las comunas de ciertos bienes, servicios e industrias indispensables para la salud, el bienestar y la economía del pueblo como suprema necesidad popular y nacional.

         La protección obrera y campesina como principio de redacción social y nacional, constituye el punto básico del ideario de la Revolución, considerando a las masas trabajadoras como los agentes más efectivos y positivos de la potencia económica, política y militar de la Nación."

         Jover Peralta planteaba, en síntesis, la edificación del sistema de partido único, con fundamentos socialistas y de raigambre exclusivamente popular. Esta organización debía estar apoyada en la herencia revolucionaria del proceso autonomista liderado por José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López. En su obra El Paraguay Revolucionario, sostiene con firme convicción que "sin la izquierda la revolución no tendría sentido ni interés para las masas y sin las masas no hay, no puede haber revolución digna de llamarse así". En otro pasaje del mencionado libro exclama:

         "Solo las izquierdas ofrecen soluciones claras y precisas para los problemas de la reconstrucción nacional; solo la izquierda puede suministrar a la revolución métodos y programas de reconstrucción eficaces y seguros; solo en los principios del socialismo podemos hallar la fórmula de la salvación nacional. Las fuerzas de izquierda constituyen el alma del movimiento y quien no esté con la izquierda no está con la revolución."

         Por su parte, Juan Stefanich, formula un documento denominado Declaración de principios para la Constitución del Partido Nacional Revolucionario, publicado en el diario LA NACIÓN, de setiembre de 1936, en el que se retrata su moderado reformismo.

         Otro animador, Bernardino Caballero -nieto del centauro de Ybycuí- aportó lo suyo a la discusión ideológica. Consustanciado con las premisas del agrarismo colorado fue el redactor de un programa que luego ostentaría el rango de Ley sobre Reforma Agraria. Individualidad formada en Europa, en la rama de la economía, es quizá, la causa por la que Caballero se inspiró en las ideas totalitarias que iban tomando forma en el viejo continente, principalmente en Alemania.

         Caballero, al frente de la cartera de Agricultura, planteó una serie de medidas que luego fueron publicadas en el libro La Revolución del 17 de febrero de 1936 de divulgación oficial:

         - Reforma agraria: La producción agrícola es madre de la riqueza nacional y la acción gubernativa parte de esa realidad para acudir a la atención que reclaman los factores psicológicos y sociales, de modo a conducirlos a la obtención de un propósito nacional inmediato.

         - La Ley de Reforma Agraria que consiste en dotar de solares a 60.000 familias, operará la transformación del simple cultivador de posesión precaria sobre la tierra, en un propietario identificado con su suelo, y en labriego con profunda fe en la victoria de su propio esfuerzo. Fundar la nación, como fundar la libertad, no consiste sino en definir social, política y económicamente al ciudadano, así como rodear de garantías morales y materiales la práctica del derecho.

         - Vialidad: Al preocuparnos del fomento agrícola, nos interesa la circulación de la producción, y por tanto los caminos apropiados para conducirlos a los mercados de consumo. En el proyecto de Ley Vial en el presupuesto a aprobarse se establece un rubro para el comienzo de las obras camineras más importantes y la prosecución de otras ya iniciadas.

         - Flota Mercante: Otra materia de influencia directa sobre el incremento económico del país es la de los transportes fluviales, cuyo costo actual absorbe una porción importante de los posibles beneficios de la producción nacional. El único medio para reducir el costo es la existencia de una marina mercante nacional, cuya creación hemos resuelto de modo que el país haga uso de sus ríos y la red fluvial sea nuevamente poderosa aliada de nuestro desenvolvimiento económico.

         - Estabilidad monetaria: De la necesidad de estabilizar la moneda nacional estamos plenamente convencidos, y hacia su estabilización vamos con mira de alcanzarla a la mayor brevedad posible porque es con ella que ha de regularse la producción de modo a estimársela en su valor real, sin cuyo requisito fallarían las previsiones económicas. La estabilidad monetaria hará que el trabajador, al recoger el producto de sus esfuerzos no se vea defraudado por la disminución del valor de la moneda.

         - Contención de la suba inmoderada de los precios: Regularizar, controlar y fiscalizar es una misión que compete a la Junta Reguladora de Precios, ya que la simple disminución sujeta al azar no es un bien durable para el consumidor. El consumo interno necesita ser regulado y su conocimiento se obtiene estableciéndose una vigilancia permanente, sin descuidar la relación directa entre la producción y el consumo.

         - Comercio exterior: El mercado externo es el problema que ha sido, como los otros fundamentales para la vida nacional, relegado a un eterno olvido. Hemos de obtener mercado exterior y nuestras relaciones de país a país tendrán el nexo económico en la contemplación armónica de los intereses respectivos. Este descuido nos llevó a perder las rutas y destinos, y la falta de desarrollo económico del Paraguay se vio como un espejo en que se refleja el país que no exporta y que se siente deprimido por la insuficiencia del mercado interno. La acción gubernativa al fomentar el desarrollo y la explotación de nuestras riquezas naturales contempla las grandes posibilidades para la intervención feliz del Paraguay en el mercado internacional.

         - Política fiscal: En cuanto al plan financiero, debemos fijar dos postulados: el orden y el equilibrio. El orden consiste en recaudar rigurosamente las rentas del Estado, en impedir las defraudaciones, el contrabando, la evasión de los impuestos y tasas y en manejar honradamente los caudales públicos. El equilibrio consiste en regir de esa manera la cosa pública hasta obtener un ajuste entre los gastos y los recursos.

         Para que la revolución triunfe era necesario adoptar un cuerpo doctrinario que sustente los pilares de la acción gubernativa. El escenario estaba representado por presupuestos ideológicos antagónicos que no tardaron en enfrentar a sus actores principales. El régimen fue mutando desde una revolución con fuerte sustento popular, a un modelo que deseaba imitar al Estado corporativista y concluyendo hacia un pragmatismo que terminó por excluir a gran parte de sus adherentes iníciales.

 

 

 

 

CAPÍTULO VII

 

ACTOS DE GOBIERNO DE LA REVOLUCIÓN LIBERTADORA

 

         Los excombatientes de las dos guerras internacionales que sostuvo el Paraguay, obtuvieron una especial atención del gobierno revolucionario. Los oficiales y soldados de la Guerra de 1870 fueron beneficiados con un aumento significativo de sus pensiones, como así también un número importante de ellos fueron ascendidos al grado inmediato superior, a fin de equiparar sus gratificaciones.

         Los mutilados y lisiados de la Guerra del Chaco, para ser compensados en parte por el inmenso sacrificio realizado, recibieron pensiones por la pérdida de su capacidad de trabajo, sea por lesiones traumáticas o por enfermedades contraídas en servicio.

         Para el efecto se mandó constituir una Comisión de Clasificación y Reforma, dependiente del Poder Ejecutivo, para que se proceda a la clasificación del grado de incapacidad de los afectados y el porcentaje al que debían acceder dependiendo de dicha tipificación. Los lisiados fueron acreedores de pensiones, privilegios y honores, como así también de las piezas ortopédicas necesarias que fueron costeadas por el erario público. El tratamiento médico y las intervenciones quirúrgicas fueron gratuitos en todos los hospitales públicos del país.

         La defensa de los naturales no escapó a la acción del gobierno del coronel Franco, prueba de ello es la firma del decreto gubernamental por el que se creó el Patronato Nacional de los Indígenas. Mejorar la existencia de los aborígenes e incorporarlos de manera sostenida a la vida civilizada fue la causa de esta política. Un antecedente tuvo con que ver con los importantes servicios prestados por los pueblos autóctonos del Chaco durante la guerra con Bolivia, sean como zapadores, baqueanos, combatientes o personales de servicio.

         El Patronato Nacional de los Indígenas estuvo compuesto por representantes del Ministerio de Agricultura, el Ministerio de Guerra y Marina, el Arzobispado del Paraguay, el Obispado del Chaco y la jefatura Militar del Chaco. Un oficial europeo de apellido Belaieff, formado en la ciencia antropológica, prestó importantes servicios al Paraguay durante la contienda chaqueña y posteriormente en el proceso de consolidación del Patronato Nacional de los Indígenas.

         El Gobierno a finales de diciembre de 1936, realizó un recuento de su labor al frente de la revolución, años más tarde la IMPRENTA NACIONAL editó el documento de manera extensa:

         "La agricultura y la ganadería, sobre todo la agricultura, merecen nuestra preocupación dominante. Hemos dado la ley de reforma agraria y estamos distribuyendo tierras a centenares de familias agricultoras. El primer problema de la producción es el problema de la tierra en el Paraguay.

         Hemos entrado en el orden financiero. Y ahora hay programa de gobierno, de realización conjunta y progresiva. Estamos remediando los funestos errores del régimen. Hemos puesto término a la emisión, introducido economías en todos los departamentos, suprimido los fraudes legalizados en distintas formas. Y el más severo control se ejercita en el manejo de los fondos.

         El problema de los caminos y de los nuevos mercados para nuestros productos constituyen una preocupación esencial del Gobierno. Nuestra diplomacia y nuestro cuerpo consular no serán ya objeto de lujo del presupuesto ni serán el refugio de los hombres incapaces de ganarse la vida en el trabajo.

         Las obras públicas han sido encaradas en forma eficaz y práctica. Tenemos fábricas de ladrillos, de cal, canteras de piedra, talleres y estancias del Estado donde se trabaja activamente. Las construcciones se hacen por orden. Se está dando término al Hospital de la Sanidad Militar, y al monumento patriótico que será consagrado como Panteón Nacional de los próceres. La Escuela de Artes y Oficios se prosigue igualmente y se han comenzado los estudios para el Asilo de Alienados y los nuevos Pabellones del Hospital Nacional. La pavimentación moderna de la ciudad continúa (...) Los caminos pavimentados del interior de la república no se han interrumpido y el Gobierno ha votado nuevos recursos para darles término.

         El Mercado moderno de la Capital prosigue. Ha terminado el removido de tierra donde se ha trabajado desde los primeros días de la Revolución. Se ha resuelto llamar a licitación pública los trabajos de esta construcción de acuerdo a los planos respectivos."

         En cuanto al agro, desde el mes de junio de 1936 a febrero de 1937, se procedió a ubicar a 10.000 familias agricultoras en solares propios, de un total de 84.825 hectáreas de tierra, en las localidades de Caraguatay, Villarrica, Caazapá, Sapucay, Quiindy, Encarnación, Villa del Rosario, Iturbe, Alto Paraná, entre otras. El gobierno revolucionario decretó la conformación del Consejo de la Reforma Agraria, de modo a que este dictamine al Poder Ejecutivo la superficie de tierras, no mayor a dos millones de hectáreas, a ser expropiadas con el propósito de otorgarle finalidad social. Esas tierras debían ser aptas para la colonización, la explotación agrícola y con accesibilidad a las vías de comunicación.

         Solo eran objeto de expropiación las tierras con títulos de propiedad precarios o aquellas no explotadas racionalmente por sus propietarios. Las expropiaciones eran indemnizadas con bonos emitidos por el Banco Agrícola, creado para tales efectos, que devengaba el 5% de interés y el 2% de amortización acumulativas anuales.

         Algo destacable del proceso constituyó la creación de las Escuelas Agropecuarias, las cuales debieron funcionar en cinco instituciones regionales con asiento en Villarrica, Encarnación, Pilar, Concepción y Misiones, las cuales contarían con dos cursos anuales y con admisión de alumnos internos y externos.

         En otro orden, en materia de contrataciones de derecho privado que regían la materia de alquileres y de la habitación, el gobierno revolucionario reguló los precios de alquileres de casas e inmuebles destinados a habitación, usos comerciales, agrícolas e industriales. Las penas para aquellos transgresores de la ley eran multas que alcanzaban el cuádruplo del precio estipulado y comportaba derecho de repetición por pagos indebidos. A su vez, los inquilinos que estaban al día con sus pagos no podían ser desalojados por los propietarios de inmuebles que no deseaban observar dicho decreto.

         En agosto de 1936, Bernardino Caballero, titular de la cartera de Agricultura, e interino de Hacienda, realizó una síntesis de los planteamientos económicos que inspiraban la revolución.

         "Al preocuparnos el fomento agrícola, nos interesa la circulación de la producción, y por tanto los caminos apropiados para conducirla a los mercados de consumo. Una Ley vial creando recursos propios y dirección autónoma tenemos en estudio, y solo esperamos la aprobación de un presupuesto con régimen de equilibrio, a entrar en vigor en el próximo periodo financiero y que ya debe regir desde setiembre, para darle actualidad. Además de este proyecto de Ley vial en el presupuesto a aprobarse se establece un rubro para el comienzo de las obras camineras más importantes y la prosecución de otras ya iniciadas.

         Otra materia de influencia directa sobre el incremento económico del país es la de los transportes fluviales, cuyo costo actual absorbe una porción importante de los posibles beneficios de la producción nacional. El único medio para reducir el costo es la existencia de una marina mercante nacional, cuya creación hemos resuelto de modo que el país haga el uso de sus ríos y la red fluvial sea nuevamente poderosa aliada de nuestro desenvolvimiento económico.

         (...) Regularizar, controlar y fiscalizar es una misión que compete a la junta Reguladora de Precios, ya que la simple disminución sujeta al azar no es un bien durable para el consumidor. El consumo interno necesita ser regulado y su conocimiento se obtiene estableciéndose una vigilancia permanente sin descuidar la relación directa entre la producción y el consumo. Este aspecto merece toda la dedicación que el pueblo reclama y que el Gobierno le presta para poder obrar eficazmente de acuerdo a las experiencias que está por recogerse en la materia.

         (...) En cuanto al plan financiero, debemos fijar dos postulados: el orden y el equilibrio. El orden consiste en recaudar rigurosamente las rentas del Estado, en impedir las defraudaciones, el contrabando, la evasión de impuestos y tasas y en manejar honradamente los caudales públicos. El equilibrio consiste en regir de esa manera la cosa pública hasta obtener un ajuste entre los gastos y los recursos."

         El artículo 6° del Decreto Ley 2303, que reguló la creación del Departamento Nacional del Trabajo, estipuló que correspondía "establecer una responsabilidad cierta en el régimen de las relaciones del patrón con el obrero, basada en la justicia y el respeto a los fueros humanos: deben eliminarse los viejos conceptos de la explotación del hombre por el hombre, por medio de la sistemática educación, tanto de los dirigentes de una empresa como del personal a su cargo". El hecho de superar la contradicción de la explotación del hombre por el hombre, no se entendió en términos marxistas, por ello no se planteó la recuperación total de los medios de producción de manos de los capitalistas, sino se esbozó "la eficacia de los procedimientos conciliatorios entre patrones y obreros".

         Este Decreto Ley obligó al cumplimiento progresivo de las siguientes reglas:

         a. La libertad de sindicación obrera.

         b. La libertad del trabajo.

         c. La jornada de ocho horas diarias o 48 horas semanales.

         d. El descanso dominical.

         e. El derecho a un justo salario.

         f. El derecho a la asistencia sanitaria.

         g. El derecho del obrero a la instrucción técnica, profesional y a la instrucción general para la elevación de su cultura.

         h. Indemnizaciones por accidentes de trabajo.

         i. La reglamentación del trabajo de las mujeres y de los menores.

         j. La prohibición del trabajo nocturno de los niños.

         k. La asistencia a la maternidad y a la niñez obrera.

         l. La organización de cooperativas obreras.

         m. El pago de los jornales en dinero efectivo.

         n. La intervención necesaria de un delegado obrero y de un delegado patronal en el Departamento Nacional del Trabajo.

         o. El procedimiento preventivo de conciliación para la solución de las cuestiones entre obreros y patrones.

         p. El arbitraje facultativo.

         q. El servicio permanente de inspección y vigilancia de los establecimientos industriales y comerciales sobre el cumplimiento de las leyes relativas al trabajo y al trato de los obreros.

         En octubre de 1936, salió a la luz pública el Decreto Ley 6049, que establecía la movilización del trabajo. La Revolución convocaba al concurso de todos sus ciudadanos para apoyar la obra común de reestructuración de la patria. Es importante hacer mención a dos artículos de la presente Ley que hacen mención a que "los vagos y los remisos en el cumplimiento de las disposiciones de esta Ley, serán recogidos y destinados a servicios auxiliares del Ejército, a Obras Públicas o reunidos en colonias agrícolas e industriales". Esta medida constituía una política radical de inserción laboral por parte del Estado, pues, incluso en contra de la propia voluntad de los ciudadanos, se los podía incorporar como fuerza de trabajo. Una de las reivindicaciones más celebradas tenía que ver con el artículo segundo: "Los obreros de fábrica, empresas, industrias o comercio donde el trabajo es continuo y constante, tienen derecho a trabajar como mínimo cuarenta horas semanales prohibiéndose el establecimiento de turnos, que reduzcan el tiempo mínimo de trabajo y, en consecuencia, el salario semanal indispensable para la subsistencia del obrero". En síntesis, se buscaba desalentar la informalidad, arraigar al empleado y asegurarle su dieta semanal para llevar una vida digna.

         En el ámbito de la educación se produjo un giro de 180 grados en relación al paradigma de enseñanza adoptado desde la Carta Magna de 1870 en adelante. Las clases de Historia Nacional, durante el liberalismo, fustigaban duramente a los gobiernos del Dr. Francia y los López, acusándolos de coartar severamente las libertades humanas y de legitimar la violación sistemáticas de los derechos del hombre y del ciudadano, bajo el mote de tiranos, dictadores y otros epítetos. Sus más conspicuos historiadores publicaron terribles diatribas en contra de estos gobernantes, fabulando conversaciones líricas entre condenados que por traición a la patria iban al patíbulo, otorgándoles dotes de poetas a capitanes de tropas que desde sus celdas escribían en sangre célebres epitafios o llegado al punto de sostener que Francisco Solano López había mandado forjar una corona para su próxima investidura de emperador. La orientación "mitrista" de la historia -en alusión al propietario de la prensa tendenciosa porteña Bartolomé Mitre-, instalada a sangre y fuego por los vencedores de 1870, constituía la versión "oficial". Era necesario iniciar un proceso intelectual a los falsificadores de la historia del Paraguay.

         Por el Decreto Ley 2118, se    estableció el conjunto de normas para la enseñanza nacionalista en los institutos educacionales y en el considerando se afirmaba:

         "Siendo así que las escuelas son campos de captación de las almas juveniles para el bien o para el mal, el Gobierno Provisional colocado por la Revolución en la nueva corriente jurídica y económica del mundo ha de cumplir el deber de alejar a las nuevas generaciones de cualquiera perversión ideológica capaz de prestigiar regímenes exóticos incompatibles con nuestras condiciones étnicas, sociales y económicas."

         El mandato dispuso que las instituciones educativas de la República, dispondrían de inmediato la dación de conferencias en las que se interprete el verdadero nacionalismo y se exalte el sentimiento nacionalista paraguayo. De la misma forma, se instituyó un Consejo Directivo de la Enseñanza, cuyo propósito consistió en administrar los intereses de la enseñanza primaria, secundaria, normal y comercial. Se estableció la creación de impuestos al curso legal de cheques bancarios particulares, con el fin de sostener el funcionamiento de la Escuela de Artes y Oficios de la capital. Esta institución albergó a jóvenes aprendices en las ramas de: Carpintería, mueblería, tornería, tapicería, hojalatería, tipografía, cerámica, escultura, pintura y otros oficios. Fue puesto en funcionamiento un Colegio Secundario en la ciudad de Concepción y una Escuela Normal para formar maestros elementales.

         En cuanto a la Salud, se dispuso la creación del Ministerio de Salud Pública, "considerando que la salud del pueblo es uno de los deberes primordiales del Estado contemplado por la Revolución Libertadora a fin de propender al bienestar de los habitantes de la República y acrecentamiento del poder económico de la Nación". El 15 de junio de 1936, se procedió a dictarse la Ley Orgánica de Salud Pública, para la promoción de la salubridad en general y la prestación de la asistencia médica a la población del todo el país.

 

 

 

CONCLUSIÓN

 

         La historiografía nacional cuenta con copiosa investigación en torno a la Guerra del Chaco, de esta se desprenden biografías, breviarios y Memorias que narran la participación del Coronel Rafael Franco como uno de los protagonistas de esa primera mitad de la década del 30, del siglo pasado.

         En muchos casos se apela al culto a la personalidad, presentando a Franco como una suerte de mesías encarnado, cuyo temperamento, genio y capacidad, tomaron forma para que se concrete una revolución que logró enjugar las postraciones, querellas y desaciertos de un modelo liberal agotado.

         Es que la historia paraguaya no pudo ser contada desde otros enfoques que no sean el militar o el político. La historia tiene sus leyes, un complejo entramado de episodios, una cronología sistémica. Esa historia hoy deberá ser contada desde las variables económicas, desde la visión social de los hechos, desde los movimientos culturales o desde la simple causalidad de ciertos fenómenos propios de las Ciencias Sociales.

         Rafael Franco, al igual que José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López o Solano López, fueron hombres de su tiempo, productos de un proceso social, político y económico, que estuvo representado por miles de sujetos anónimos que han forzado su desenlace. Sus ascensos estuvieron marcados por la voluntad soberana y sus caídas por la reacción popular o por el estruendo de la pólvora. A algunos les sorprendió la muerte, proceso biológico que asume su rol como variable implacable.

         Toda revolución incuba sus contradicciones y termina devorando a sus hijos. Las refutaciones contra las que lucharon se vuelven, postreramente, sus propios vicios. El poder político requiere de finos esgrimistas, de hábiles castilladores de la palabra, de vigías en los puestos de atalaya. Esto para esquivar cada florete, destruir cada aporía y vislumbrar la arremetida de los perennes conspiradores.

         Debemos a la Revolución de Febrero las grandes conquistas laborales que tiempo atrás fueron reivindicadas por Blas Garay, José de la Cruz Ayala, Ricardito Brugada, Ignacio A. Pane, Rufino Recalde Milessi y tantos otros luchadores anónimos. La Reforma Agraria, tan amplia en concepto pero tan estrecha en aplicación, constituyó una de las preocupaciones de los jefes revolucionarios. Finalmente el nacionalismo; no malinterpretemos y lo equiparemos al chauvinismo que fomenta el rechazo a lo extranjero, sino ese nacionalismo benéfico que asume el rescate de las viejas glorias nacionales y busca posicionar al país en condiciones de igualdad ante las demás potencias de la región y del mundo. Lastimosamente, ese concepto ya no puede ser aplicado a las naciones que asumen hoy el integracionismo económico, pues, los miembros de mercados comunes ceden parte de su soberanía en beneficio general del bloque, este, a su vez, orienta las acciones de los países desde una normativa jurídica "para todos".

         Se dijo mucho a favor y en contra. Se analizó muy poco desde la interpretación sosegada de la ciencia histórica.

         La Revolución Libertadora puede ser tomada como punto de partida de lo que podemos denominar la incursión del Partido Militar en el escenario político paraguayo. Europa se caracterizó por la irrupción de regímenes autoritarios en Italia, Alemania, Portugal, España y Rusia, modelos que luego surgieron en nuestra región con sus peculiaridades autóctonas. Los conceptos: masas, colectivos, fuerzas populares, etc., debían constituirse en los objetivos de la nueva clase política, que tenía en los militares a sus mejores intérpretes. Por otra parte, la estructura de los viejos partidos tradicionales se encontraba en franco deterioro. La reinvención de las nuevas formas de hacer política, más volcadas hacia lo social, menos oligárquicas, hizo que mucho tiempo después se reposicionen y paulatinamente vayan recuperando prestigio. Lo que podemos sostener, sin ambages, es que el gobierno de Rafael Franco posee una marcada diferencia con los demás gobiernos militares del Paraguay, en cuanto al manejo austero y transparente de los recursos nacionales.

         Al no existir reglas claras en el juego democrático, se consideraba parte de este sistema a los cambios bruscos de gobierno, por el solo hecho de la pérdida de confianza de ciertos sectores excluidos o argumentando que el pueblo así lo reclamaba. Es por eso que desde 1904 hasta 1936, se sucedieron incontables gobernantes, a quienes se les bajó el pulgar por las circunstancias señaladas.

         Todo proyecto político instalado en el poder debe contar con el soporte de una organización partidaria, en el caso que no sea tradicional, apuntar al desarrollo de una herramienta política propia que le dé sustento. La Unión Nacional Revolucionaria fue un intento por dotar a la revolución de una plataforma propia. Dicha organización hubiera sido clave en la proyectada convocatoria para reformar la Carta Magna, integrar el futuro Congreso y darle continuidad y vigencia en el tiempo.

         Esa experiencia fue recogida tiempo después. Primero por la Concentración Revolucionaria Febrerista, de gran protagonismo en la "Primavera Democrática" del 46, y luego por el Partido Revolucionario Febrerista (PRF), fundado por el propio Rafael Franco, en 1951, y que incorporó las viejas consignas de reivindicación social. Su presencia en el escenario político fue clave durante la dictadura militar de Alfredo Stroessner, llegándose a concretar, en su sede denominada "Casa del Pueblo", el Acuerdo Nacional, espacio multisectorial integrado por todas las fuerzas anti dictatoriales que enfrentó al régimen stronista.

 

 

 

FUENTES CONSULTADAS

 

Amaral, Raúl. Los Presidentes del Paraguay. Crónica Política. 1844-1954.

Ashwell, Washington. Historia Económica del Paraguay 1923-1946 (Tomo II)

Ashwell, Washington. El Pensamiento de los Partidos Políticos 1869-1947.

Ayala, Eusebio. Patria y Libertad. Asunción. Ed. Carlos Schauman.

Benítez, J. P. Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. Asunción: Archivo del Liberalismo. (1988)

Cardozo, E. Historia del Paraguay Independiente. Asunción. (1964)

Constitución del Gobierno de la Revolución de Febrero de 1936. Ed. Imprenta Nacional.

Ferreira P., Saturnino. Proceso Político del Paraguay. 1936-1942. Una visión desde la Prensa. Asunción: El Lector.

Franco, Rafael. Memorias Militares (Tomos I y II).

Gaona, F. Introducción a la Historia Gremial y Social del Paraguay. Asunción-Buenos Aires: Editorial Arandú.

Peralta, Anselmo J. El Paraguay Revolucionario (Vol. 3). Asunción: Ed. La República. (1982)

Peralta, Anselmo J. y Sánchez, A. Nuestro Radicalismo dentro del Partido Liberal. (1930)

Preda Llamosas, A. Los Partidos Políticos Paraguayos. (1963)

Rahí, Arturo. Franco y la Revolución de Febrero. Asunción: Ed. A. Gallegos. (2000)

Rosales, Humberto. Historia del Partido Comunista Paraguayo. 1926-1991.

Seiferheld, A. Conversaciones Político Militares (Vol. I.) Asunción: El Lector. (1984)

Speratti, Juan. La Revolución del 17 de febrero de 1936. Asunción: Escuela Técnica Salesiana. (1984)

Stefanich, J. El Paraguay en Febrero de 1936. Buenos Aires: Editora El Mundo Nuevo. (1946)

Urízar, R. Los Dramas de nuestra anarquía (Tomo II). Asunción: Ed. Fundación Ross. (1989)

 

 

 

         PRENSA ESCRITA

 

- EL PAÍS.

- LA TRIBUNA.

- EL DIARIO.

- EL DÍA.

- SEMANARIO EL PUEBLO.

 

 

 

 José Arce Farina, historiador, docente y actual director del Colegio Nacional de la Capital.

Autor del libro sobre 1936./ ABC Color

 

 

EL AUTOR

 

         José Gabriel Arce Farina, nació en Asunción, en 1978. Concluyó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de E.M.D. Presidente Manuel Franco.

         Es Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Asunción, y Especialista en Docencia de la Educación Superior por la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción".

         Además cuenta con Diplomados en Educación y Trabajo por PRODEPA-OEI y en Metodología de la Investigación Educacional, por el Centro de Formación Profesional de Santiago de Chile. Ejerció la docencia en varias instituciones de enseñanza secundaria y ocupó los cargos de Coordinador Pedagógico en el Colegio San Ignacio de Loyola, Vicedirector de Secundaria en el Colegio Internacional, Director General del Instituto de Formación Profesional Kolping y, actualmente, Director General del Colegio Nacional de la Capital "General Bernardino Caballero".

         Fue docente de la UNA, en las cátedras de Historia de Oriente, Grecia y Roma de la carrera de Historia de la UNA, y de Historia de las Ideas Políticas II, en la carrera de Ciencias Políticas. Actuó como Asesor del Rectorado en materia de comunicación institucional. Fue Enlace Parlamentario entre el MEC y la Honorable Cámara de Senadores.

         Miembro del Movimiento Literario "Generación del 90" y de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP). Ocupó la dirección de publicaciones del Colegio de Licenciados en Historia de la República del Paraguay.

         Autor de las siguientes obras: Coloquio en Madrugada. Poesías y Cuentos: 1998-2005; Roberto L. Petit: El joven Luchador por la Reforma Agraria (2009); Ricardito Brugada: teórico social del republicanismo paraguayo (2011) y Natalicio González, el Presidente Lírico, de la COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA de Editorial El Lector y ABC Color (2011).

 

 

 

 

 

 

 ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO

 

 

 

LA REVOLUCIÓN DE 1936 EN EL LIBRO QUE SE PRESENTA HOY

El público tiene hoy la posibilidad de conocer de una fuente profesional lo ocurrido el 17 de febrero de 1936, cuando un levantamiento militar desplazó al Partido Liberal, instauró en el poder al coronel Rafael Franco e intentó una verdadera revolución.

 

El coronel Rafael Franco, además de héroe del Chaco,

tuvo una gran incidencia en la vida política nacional./ ABC Color

 

El autor del libro, José Arce Farina, se refiere a aspectos de “La revolución de 1936”.

-A su criterio, ¿el 17 de febrero fue un golpe de Estado o una revolución?

-Se puede considerar un proceso revolucionario a todo aquel que propugne cambios estructurales en los sistemas de Gobierno. Se puede producir una revolución a través de un movimiento armado, movilizaciones de masas, incluso por elecciones libres, tal es el caso de la Unidad Popular en Chile.

-¿Y qué buscó el movimiento de febrero?

-El Movimiento Febrerista atacó las bases del liberalismo económico, planteó la reforma agraria integral, avanzó con justicia en relación a los reclamos de la clase trabajadora, intentó superar el conservadurismo que por aquella época tenía una vigencia de 32 años, el cual, había sumido al Paraguay en la más espantosa pobreza.
-Esa experiencia revolucionaria duró poco más de un año. ¿Por qué cayó?
-Juan Stefanich ideó una estratagema para enviar a los comandos militares, en quienes se advertía un malestar por su exclusión sistemática de los asuntos de Estado, al Chaco, a fin de actuar ante una supuesta posible maniobra boliviana de reinicio de hostilidades.

-Y eso no era verdad…

-Dichos oficiales, al percatarse de que nada acontecía en el otrora Campo de Marte, reaccionan indignados por tal afrenta.

-¿Quién encabezó la reacción contra el Gobierno?

-El coronel Ramón L. Paredes fue el intérprete de los militares descontentos, que exigían que en tres días se presentara el presidente Franco a conferenciar en suelo chaqueño.

-¿Qué pasó?

-El tiempo se agotó y el ejército actuó aprovechando la realización del Congreso Eucarístico Nacional. Era tarde, y sin la más mínima defensa, el 13 de agosto de 1937, la Revolución de Febrero llegaba a su fin.

-Al analizar los efectos de la Revolución Febrerista, ¿cuáles fueron los de mayor impacto en los siguientes años?

-El ejército entrega la presidencia al académico liberal Félix Paiva; sin embargo, el germen de la llanura liberal estaba incubado. Paiva no pudo hacer absolutamente nada para frenar la aparición de un modelo autoritario que se inició con Estigarribia y que se volvería más complejo con Higinio Morínigo y más tarde con Alfredo Stroessner.

-Ahí también se engendraría el febrerismo como partido político.

-La experiencia del 36 dará forma a la Concentración Revolucionaria Febrerista y luego, en la década de 1950, al Partido Revolucionario Febrerista, nucleación que actuaría con éxito durante la dictadura stronista como espacio articulador de las fuerzas contrarias al dictador, bajo los principios de un “Acuerdo Nacional”.

-Pero aquel movimiento dejó otras herencias.

-Las reivindicaciones obreras, la memoria histórica, la lucha por la justicia social y los preceptos de la reforma agraria integral quizá sean los ejes cardinales que más impacto han producido en los últimos años del acontecer político.

-El gobierno de Franco aglutinó a varios sectores políticos disímiles, ¿por qué no pudo consolidar una sola agrupación política que lo sostuviera en el poder?

-Una revolución requiere de una herramienta política para su consolidación y vigencia en el tiempo. Se puede adoptar una ya existente, que mejor interprete la coyuntura, o bien iniciar el proceso de construcción de una nueva nucleación que profundice lo actuado. La historia demostró que la unión variopinta de partidos y movimientos solo es efectiva en la primera etapa de la conquista del poder político, por las mismas contradicciones que van presentándose en el proceso.

-¿Y qué hizo Franco?

-Desechó gradualmente al sector castrense, al Partido Nacional Republicano, a los sindicatos y optó por acercarse a elementos de la Liga Nacional Independiente, grupo minoritario, que fue ganando terreno e influenciando enormemente en las decisiones del presidente. Franco fue apartándose paulatinamente, divorciándose de los sectores mayoritarios que lo elevaron al cargo, “secuestrado” por una cúpula, que al final determinó su caída.

Artículo publicado en el diario ABC COLOR

En fecha 17/marzo/2013

 

 

EL BREVE GOBIERNO DE RAFAEL FRANCO DEJÓ GRANDES CAMBIOS

La revolución de 1936, tema del libro de José Arce Farina que aparecerá mañana domingo con el ejemplar de nuestro diario en el marco de la Colección Guerras y violencia política en el Paraguay, instaló en el poder al coronel Rafael Franco, que produjo profundos cambios en nuestro país.

El autor de la obra se refiere a ese aspecto de este proceso histórico.

-¿Qué cambió con el gobierno del coronel Franco?
-Los mutilados y lisiados de la Guerra del Chaco, para ser compensados en parte por el inmenso sacrificio realizado, recibieron pensiones por la pérdida de su capacidad de trabajo, sea por lesiones traumáticas o por enfermedades contraídas en servicio. La defensa de los naturales no escapó a la acción del gobierno del coronel Franco; prueba de ello es la creación del Patronato Nacional de los Indígenas.

-¿Y su política agraria?
-De junio de 1936 a febrero de 1937 se ubicó a 10.000 familias agricultoras en solares propios, de un total de 84.825 hectáreas de tierra, en las localidades de Caraguatay, Villarrica, Caazapá, Sapucai, Quiindy, Encarnación, Villa del Rosario, Iturbe, Alto Paraná, entre otras. El gobierno revolucionario decretó la conformación del Consejo de la Reforma Agraria, de modo que este dictamine al Poder Ejecutivo la superficie de tierras, no mayor a dos millones de hectáreas, a ser expropiadas con finalidad social.

Hubo otras decisiones económicas que incidieron en la vida cotidiana de la gente. Por ejemplo en cuanto a los alquileres, el gobierno revolucionario reguló los precios para viviendas y para uso comercial, agrícola e industrial. Las penas para los transgresores de la ley eran multas que alcanzaban el cuádruplo del precio estipulado y comportaba derecho de repetición por pagos indebidos. Otro logro importante constituyó la reivindicación histórica del nacionalismo paraguayo, en la memoria de Rodríguez de Francia y de los López.

-Uno de los aspectos polémicos fue el Decreto Ley 152, ¿qué establecía el mismo?
-Un ministro de Franco, Gómez Freire Esteves, propone al gobierno la promulgación de una ley que identificara a la Revolución Libertadora con “las transformaciones sociales totalitarias de la Europa contemporánea”. Este Decreto Ley Nº 152, impopular por donde se lo mire, prohibía las actividades sindicales y político-partidarias por un año, con la excepción de aquellas organizadas por la revolución. La situación no quedó allí, se establecieron los lineamientos para la conformación del partido único de la “Revolución Libertadora”.

-¿Hasta cuándo estuvo vigente el Decreto Ley 152?
El Decreto Ley Nº 152 generó una serie de reacciones, principalmente en los sectores populares, que veían lesionados sus derechos a la expresión, a la libertad de prensa, a asociarse libremente en sindicatos o partidos políticos. La sociedad veía con horror la posibilidad de recrudecimiento de la represión política.

 

Artículo publicado en el diario ABC COLOR

En fecha 16/marzo/2013

 

 

 LA REVOLUCIÓN DE 1936, EL DOMINGO 

“La revolución de 1936”, del historiador compatriota José Arce Farina, será el próximo título de la Colección Guerras y violencia política en el Paraguay, de ABC Color y la editorial El Lector. La obra narra el proceso histórico que acabó con el gobierno de Eusebio Ayala.

 

El volumen llegará al público el domingo 17 con el ejemplar de nuestro diario. El autor del texto, historiador, docente y actual director general del Colegio Nacional de la Capital, se refiere al contenido y al contexto nacional en que se desarrollaron los sucesos que marcaron un hito en la memoria nacional.

–¿En qué situación se encontraba el Paraguay al finalizar la Guerra del Chaco?

–Con la finalización de la Guerra del Chaco se dio término a la tregua política, esto dio lugar a las disputas intestinas dentro del Partido Liberal en el gobierno por la sucesión, las denuncias que subían de tono por parte de la ANR en relación al estado de cosas, la agitación política de los sectores sindicales y de izquierda, y el fenómeno del surgimiento de un sector disconforme del ejército, liderado por la oficialidad joven, cargada de gloria por la defensa de la heredad.

–¿Y cómo estaba la economía?

–El Paraguay económicamente se encontraba en la precariedad absoluta, con la suba de precios y el reclamo de los sectores obreros de aumento salarial, sumado al déficit fiscal, las huelgas y la pauperización rural.

–Algunos autores sostienen que el militarismo empezó el 17 de febrero de 1936. ¿Cuál es su opinión al respecto?

–El partido militar surge, en toda su expresión, durante el periodo liberal, específicamente, bajo los años de influencia del coronel Albino Jara (1908 a 1912). Anteriormente se podría citar a exmilitares que dominaron el escenario político, pero no con la determinación del jarismo. Jara nombró presidentes leales como el caso de Emiliano González Navero y no dudó en hacerlos renunciar bajo presión, como se dio con Manuel Gondra, para empotrarse él mismo.

–¿Pero el movimiento de 1936 fue enteramente militar?

–El movimiento militar del 17 de febrero suscitó el apoyo de ciertos referentes del ejército, en un primer momento; sin embargo, casi la totalidad de los ministros y colaboradores de Franco pertenecerían al estamento civil. Los principales cerebros de la revolución fueron los políticos Juan Stefanich y Anselmo Jover Peralta.

 

Artículo publicado en el diario ABC COLOR

En fecha 15/marzo/2013

 

 

 LA APASIONANTE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN DE 1936 

El 17 de febrero de 1936, una rápida movilización militar terminó con el gobierno liberal de Eusebio Ayala. Pocos días después, tras su exilio en Uruguay, llegaría a Asunción el coronel Rafael Franco, héroe del Chaco y militar de gran carisma, para asumir como presidente de la República e iniciar un breve gobierno que dejó varias lecciones.

 

El coronel Rafael Franco, un militar carismático durante la Guerra del Chaco,

asumió la presidencia de la República tras el golpe militar del 17 de febrero de 1936./ ABC Color

 

Este es el tema del libro que aparecerá el domingo 17 con el ejemplar de nuestro diario como decimotercer volumen de la colección “Guerras y violencia política en el Paraguay”, de ABC Color y El Lector: “La revolución de 1936”, del historiador compatriota José Arce Farina.

De acuerdo con el prólogo del libro, escrito por el doctor Herib Caballero Campos, director de la colección, el autor de “La revolución de 1936” explica detenidamente cómo las condiciones en las que se encontraba el país y la situación internacional permitieron la alianza entre diversos sectores políticos antiliberales, que mediante la acción de jóvenes oficiales del Ejército conformaron el gobierno del coronel Rafael Franco, quien era uno de los más populares jefes militares en la contienda chaqueña.

La decidida influencia de la ideología nacionalista en las acciones del gobierno febrerista de Franco –continúa Caballero Campos– es abordada mediante el análisis de los aspectos vinculados a la reivindicación de dicho personaje histórico que ocuparía, a partir de febrero de 1936, el sitial principal en el “Panteón Nacionalista” paraguayo en sustitución del general José Eduvigis Díaz, que ocupaba dicha preeminencia desde fines del siglo XIX.

Un capítulo del libro de José Arce Farina analiza el texto del Decreto Ley 152, mediante el cual se pretendió declarar a la revolución como identificada con el Estado paraguayo.

Debido a demandas de sectores de izquierda dentro del propio movimiento febrerista, así como por el decidido reclamo de los estudiantes y obreros, dicho decreto fue dejado sin efecto por lo que no fue aplicado.

Además, son descritas las obras emprendidas por el gobierno revolucionario en materia social, que abarcaban la reforma agraria, la creación de un Sistema Nacional de Salud y del Departamento Nacional del Trabajo que regularía la relación obrero patronal.

El libro escrito por José Arce –según el criterio del prologuista– ilumina un proceso que implicó la lucha entre dos modelos políticos de país.

“Dos modelos que tenían diferencias sustanciales en cuanto a lo que significaba la democracia y cómo se debía lograr el desarrollo de la sociedad paraguaya”.

 

Artículo publicado en el diario ABC COLOR

En fecha 12/marzo/2013

 

 

 

 

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