RAZONE$ DE E$TADO
Por CHESTER SWANN
CRITERIO Ediciones,
Asunción-Paraguay 2005
ISBN 00025-72-21-33
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DRAMATIS PERSONÆ
Las espeluznantes escenas de llamas, humo y muerte en el WTC, otrora orgulloso símbolo del capitalismo mundial, impactó nuestras mentes con tanta o mayor intensidad quizá, que los discursos de los políticos de Washington pidiendo a grito pelado por la ira: «Muslims to the lions!» (¡Musulmanes a los leones!).
La barbarie se está cebando en las carnes indefensas de la civilidad, incluso donde se supone que debería ésta sentirse segura y protegida —no sólo por el más poderoso aparato militar que, paradójicamente, es empleado fuera de las fronteras norteamericanas—, sino por una Ley, gravitantemente severa y cruel, que condena a muerte con pruebas circunstanciales, testimonios dubitativos o jueces venales; especialmente a los más humildes ciudadanos no blancos.
Las guerras modernas son inorgánicos monstruos post-bíblicos que absorben sangre, sudor y lágrimas de los más indefensos y de quienes poco pueden hacer, más que justicia o venganza por mano propia. La ley de la selva en suma o el ¡sálvese quien pueda! Como referencia al lector, diremos que, en la Primera Guerra Mundial, hubo 12.000.000 de muertos, de los cuales un 95% eran combatientes y apenas un 5% civiles. La Segunda Guerra Mundial, tuvo más de 44.000.000 de muertos y desaparecidos, con un casi empate de 52% de militares y un 48 % de civiles. Durante la Guerra de Corea, con más de 9.000.000 de muertos, sólo el 6% eran militares combatientes, en tanto que el porcentaje de civiles fue aterrador: ¡94%!. Estas frías estadísticas de los llamados eufemísticamente: "daños colaterales", por los estrategas de las potencias conflictiva 0s y hegemónicas, aparentemente no dicen mucho; pero muestran la cara oculta de la perversidad de las últimas guerras, que se encuadran dentro del "espíritu" del Informe IRON MOUNTAIN, cuyo texto se halla en Internet. En el mismo se especifica que en las guerras históricas, los más fuertes y astutos eran quienes perecían, quedando los más débiles (civiles, claro) sobreviviendo a los conflictos; por tanto, había que revertir esto atacando mayormente objetivos civiles para salvaguardar a los guerreros, en una acepción diabólica de la llamada Ingeniería Social.
Hemos visto anteriormente en Waco y Oklahoma hasta dónde pueden llegar el terrorismo policíaco de Estado y el terrorismo privado. El uno, tomando por asalto la propiedad privada de sectarios religiosos, con tanques y armas modernas; el otro, con explosivos y cobarde, cuan aparente, anonimato. Este último atentado fue atribuido entonces al radicalismo islámico y posteriormente desmentido, al comprobarse la mano de los milicianos milenaristas «cristianos» y el White Power, ahora denominado «Los Caballeros de la Camelia Blanca», remanente aggiornado del Ku Klux Klan. Una suerte de talibán del Occidente.
Largos años de dominación, hegemónica y racista, en su patio trasero han insensibilizado a los responsables políticos del gran capital, impidiéndoles responsabilizarse de cuanto contribuyeran a desatar en nuestro sufrido continente, en nombre de la libertad, la democracia y el libre comercio, como si estuviesen anestesiados a toda conciencia y a toda autocrítica.
Miles de víctimas, desde Centroamérica a la Patagonia, han costado la implantación de la Doctrina de la Seguridad Nacional y las tiranías cívico-militares que sometieran a nuestros pueblos a sevicia, torturas, violaciones y muertes crueles, como un método represivo de ideas y conductas; como una manera de acogotar a disidentes y disconformes con el statu-quo y la Pax Americana, basada en el terror y el hambre planetaria —engendrada por la corrupción local o exógena— y la depredación de recursos en pro de industrias harto contaminantes. Una antigua forma de terrorismo empresarial, exclusivo y excluyente, con apoyo «divino».
También la culta y milenaria Europa, en tiempos recientes, se vio sacudida por la crueldad racista de los serbios, croatas, rusos y búlgaros, en los Balcanes y en Chechenia. La hipocresía diplomática de las ententes occidentales ha permitido que comunidades enteras fueran masacradas, al mejor estilo SS, por el solo hecho de ser diferentes, de pensar diferente, de orar diferente.
Es difícil en estas circunstancias ser neutral, apolítico o simplemente acrítico e indiferente. Tampoco esta obra de política-ficción pretende serlo, ya que el autor, quien esto escribe, también, en su juventud disidente fue víctima de los cipayos policíacos de la CIA, en las tenebrosas ergástulas de un tirano que fuera considerado por Washington como el primer paladín del anticomunismo, por más de treinta y cinco años: Alfredo Stroessner.
Muchos podrán objetar algunos adjetivos e ironía vertidos en estas páginas, en boca de los personajes, ficticios o no, pero pocos podrán refutar los hechos históricos que aquí se citan como antecedentes y precedentes, permitiendo hilvanar este relato en referencia a ellos, pues que el Gran Garrote aún pende sobre el mundo, antes en carácter punitivo... ahora en carácter preventivo.
Sí, es muy difícil ser neutral y obediente a ciertos principios que huyen de toda ética y humanismo y rehúsan toda solidaridad con los pueblos sometidos a los más fuertes, como el Líbano, como Palestina, como los kurdos sin patria, como los chechenos y tantas minorías, incómodas en la Tierra y en el infierno. Pues que el cielo sólo es para los poderosos que hace siglos lo tomaran por asalto de la mano de un dios cruel y vengativo y de sus sacerdotes sacrificiales de uniforme, maletín o sotana.
Mientras existan injusticias siempre habrá resistencia por parte de los sometidos, aunque a éstos se los califique de «terroristas» o «criminales», si se atreven a golpear los oscuros intereses del Poder, oculto o visible, pero omnipresente... como su dios: el dinero. Y esas injusticias, ahora flagrantes y desembozadas, son las que me han impelido a exponer en esta obra de ficción las infinitas posibilidades de la mentira y la manipulación.
CHESTER SWANN
Luque, Paraguay, diciembre del 2002
PRE FA$CIO DE LA NOVELA
Esta novela de política-ficción —de un autor iconoclasta, ácrata e irreverente, quizá por sus antecedentes de humorista de prensa—, propone o sugiere que, tal vez las cosas pudiesen haber ocurrido de otro modo a lo expuesto por los mass-media y los voceros oficiosos del imperio occidental. El autor conoce y está informado sobre los poderes fácticos que mueven los invisibles hilos de la marioneta universal y se abocó a esta obra, con el objeto de hacer reflexionar al lector acerca de posibilidades —no del todo descabelladas ni imposibles— de una tenebrosa conspiración de crípticas sociedades crepusculares para mantener al mundo en un perpetuo casus belli, en pro de no tan ocultos intereses y, de paso, resucitar la represiva Doctrina de la Seguridad Nacional, en boga durante la Guerra Fría y que tantas víctimas produjo a causa de las intolerancias ideológicas.
La mentira, como medio de manipular a la opinión pública y tener pretextos para guerras, sean éstas punitivas o preventivas, no es novedad en nuestra turbulenta actualidad. Ya ha sido aquélla utilizada desde los tiempos de los imperios y reinos, desde los orígenes de la civilización, que, según quien esto escribe, no es sino mentira organizada. Los actuales imperios no sólo esgrimen la mentira como arma, sino que la repiten machaconamente como si fuese una verdad epistemológica. Y más aún cuando la proliferación de medios informativos está inficionada por un oligopolio de agencias oficiosas dirigidas por mando a distancia desde las capitales del Primer Mundo.
Evidentemente, algunos nombres de los protagonistas y situaciones de esta novela son producto de la imaginación del autor, no tanto así las entidades mencionadas, que realmente existen y velan día y noche pa-ra mantener una hegemonía militar, económica, cultural y política al margen de toda ética y de toda equidad, en pro de sus intereses, de acuerdo a los perversos postulados del Informe de Iron Mountain (1979), acerca de la deseabilidad de la guerra como motor del desarrollo y la evolución de la humanidad.
No sería nada extraño, finalmente que, atroces hechos reales, tengan cierta semejanza con la ficción, o a la inversa. A veces la similitud es aterradoramente real y hasta supera la imaginación más delirante y la fantasía más febril y alucinada. En política y finanzas todo es posible y, algunas veces, algo más que todo, como se mencionará en capítulos posteriores, en boca de un protagonista.
También propondría la redefinición de la palabra «terrorismo», o trocarla por las de «guerra asimétrica», dada la enorme diferencia de fuerzas que se enfrentan en el tablero de ajedrez planetario, y la legitimidad de las resistencias ante avasallamientos culturales o de cualesquiera otra índole.
Varios de los miembros del gobierno de los Estados Unidos, tienen un punto de vista común, ya que casi todos ellos fueron discípulos del filósofo alemán LEO STRAUSS, que viviera en el país desde 1938, según el analista político William Pfaff, como sigue: "Strauss creía que las verdades esenciales acerca de la sociedad y la historia humana debían ser mantenidas por una élite y no reveladas a quienes carecieran de la fortaleza suficiente para asumir la verdad. La sociedad necesita que le cuenten mentiras reconfortantes." - "Argüía que es demasiado difícil que el pueblo admita la verdad. Así pues, ha sido necesario mentir a las masas acerca de la naturaleza de la realidad política."
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