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FIN DE BANDEIRA
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(Glosa a "El muerto" de J. L. Borges)
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Me cuentan que alguien narró una historia ligada a un tal Qtálora que incluye mi nombre...
Me dicen, también, que fue un resumen confesadamente incompleto, sin embargo, hasta donde las describen, las cosas ocurrieron como fueron dichas.
Mi intención es agregar algunos detalles que fueron dejados de lado, no sé bien, por qué circunstancias.
Dónde me encuentra el relato nada tiene que ver con el lugar donde comienza mi participación en los hechos: Ceará.
Soy hijo de peón. Nieto de esclavos. Maestro y alumno de mí mismo...
Testigo y protagonista de usos y abusos.
No recuerdo si alguna vez fuí joven o niño. Nací hombre.
No como mi padre tronco seco y quemado, curtido más por la obediencia que por el tiempo y los vientos. Años de explicaciones esquivas le habían dado una idea fragmentada de las cosas. Recibía la mitad de las respuestas. Apenas si hacía preguntas...
Frente a las cuentas prolijas del patrón de turno y las diarias, mal contadas, nacían en él - raíz y castigo - la culpa, el silencio, la justificación, la mansedumbre...
-"El patrón debe tener razón"... - decía - "él sabe!". . . repetía confuso en medio del rancho de madera verde, rodeado de algunas gallinas, un pedazo de tierra ajena, turrabas y cruces.
Déjenme decirles que para alcanzar lo que quiere, el hombre debe conocerse mucho. Debe saber dónde está su fuerza, astucia, coraje. Sus miedos, renuncias, flaquezas.
Su cuchillo, su revólver, su ambición.
Además, debe estar alerta para reconocer la oportunidad; por eso, mis raíces en mí, la fidelidad. también, me dejé arriar al sur por la seca con la seguridad de que nada perdía, porque nada dejaba atrás.
Como las entiendo poco, soy hombre que se fija en las palabras.
Con ellas, contrabandistas oscuros que venían del sur, dibujaban un Bandeira de leyenda, despiadado, seguro, inmortal. Por otro lado nombraban - cada vez con mayor frecuencia - a un muchacho compadrito, destemido y porteño que empezaba a hacerle sombra. Para mí, el camino estaba claro...
Y fui hombre de Bandeira.. . para Bandeira y lo fui también para Otálora, demasiado jóven para ser precavido, demasiado ansioso para ser desconfiado.
Y esperé...
Casi dos años, esperé.
Bandeira refugiado en el silencio, escondía su impotencia en una actitud benevolente, casi paternal; Otálora, para quien sus triunfos nada significaban sin Bandeira como testigo, lo mantenía vivo y atento.
¡Solos no se podían vencer!
Aquella noche, Otálora entendió - sólo en parte - porque moría...
Sin embargo Bandeira, ducho en estas cosas, con la mirada me agradeció el balazo que le destrozó el viejo corazón, como si yo no hubiera hecho más que cumplir una orden olvidada, que él mismo, alguna vez, me hubiera dado.
Hoy tengo poder y fama...
Por un lado me la gané en buena ley. Por el otro, fui el elegido...
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EDITH MUJICA JURISIC
TALLER CUENTO BREVE
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