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Historia Política


17 de febrero de 1936 - La Revolución Febrerista
(08/03/2012)

CRONOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN FEBRERISTA

Por JOSÉ GABRIEL ARCE FARINA

 

         1936

         2 de febrero: Se ordena el arresto y deportación del coronel Rafael Franco y los mayores Antonio E. González y Basiliano Caballero Irala

         17 de febrero: Jóvenes oficiales se trasladan desde Campo Grande para deponer al presidente Eusebio Ayala. Tras un recio combate en el centro de la ciudad al final del día el presidente Eusebio Ayala, presenta renuncia y es arrestado, por las tropas comandadas por el Tte. Cnel. Federico Smith

         19 de febrero: Arriba a Asunción el coronel Rafael Franco, quien se encontraba exiliado en Buenos Aires.

         20 de febrero: El coronel Rafael Franco asume la Presidencia de la República en carácter provisorio

         1 de marzo: Se dicta un decreto de reivindicación de la figura histórica del mariscal Francisco Solano López en el cual se evidencia el cariz nacionalista del gobierno de Franco.

         10 de marzo: Se dictó el decreto-ley 152 que declaraba asociada la Revolución al Estado Paraguayo.

         15 de junio: Por el decreto ley dictado por el Gobierno se creó el Ministerio de Salud Pública

         24 de junio: Se crea el Departamento Nacional del Trabajo.

         7 de septiembre: Se crea el Partido Nacional Revolucionario, con el fin de dar un sostén político al gobierno de Franco.

         12 de octubre: Se inaugura el Panteón Nacional de los Héroes, introduciendo al mismo los restos del mariscal Francisco Solano López, los cuales fueron exhumados en Cerro Corá.

         15 de noviembre: En una asamblea realizada en el Teatro Nacional se fundó la Unión Nacional Revolucionaria.

 

         1937

         13 de agosto: Las tropas comandadas por el coronel Ramón L. Paredes deponen al coronel Rafael Franco y devuelve el gobierno al Partido Liberal.

 

CONCLUSIÓN

 

         La historiografía nacional cuenta con copiosa investigación en torno a la Guerra del Chaco, de esta se desprenden biografías, breviarios y Memorias que narran la participación del Coronel Rafael Franco como uno de los protagonistas de esa primera mitad de la década del 30, del siglo pasado.

         En muchos casos se apela al culto a la personalidad, presentando a Franco como una suerte de mesías encarnado, cuyo temperamento, genio y capacidad, tomaron forma para que se concrete una revolución que logró enjugar las postraciones, querellas y desaciertos de un modelo liberal agotado.

         Es que la historia paraguaya no pudo ser contada desde otros enfoques que no sean el militar o el político. La historia tiene sus leyes, un complejo entramado de episodios, una cronología sistémica. Esa historia hoy deberá ser contada desde las variables económicas, desde la visión social de los hechos, desde los movimientos culturales o desde la simple causalidad de ciertos fenómenos propios de las Ciencias Sociales.

         Rafael Franco, al igual que José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López o Solano López, fueron hombres de su tiempo, productos de un proceso social, político y económico, que estuvo representado por miles de sujetos anónimos que han forzado su desenlace. Sus ascensos estuvieron marcados por la voluntad soberana y sus caídas por la reacción popular o por el estruendo de la pólvora. A algunos les sorprendió la muerte, proceso biológico que asume su rol como variable implacable.

         Toda revolución incuba sus contradicciones y termina devorando a sus hijos. Las refutaciones contra las que lucharon se vuelven, postreramente, sus propios vicios. El poder político requiere de finos esgrimistas, de hábiles castilladores de la palabra, de vigías en los puestos de atalaya. Esto para esquivar cada florete, destruir cada aporía y vislumbrar la arremetida de los perennes conspiradores.

         Debemos a la Revolución de Febrero las grandes conquistas laborales que tiempo atrás fueron reivindicadas por Blas Garay, José de la Cruz Ayala, Ricardito Brugada, Ignacio A. Pane, Rufino Recalde Milessi y tantos otros luchadores anónimos. La Reforma Agraria, tan amplia en concepto pero tan estrecha en aplicación, constituyó una de las preocupaciones de los jefes revolucionarios. Finalmente el nacionalismo; no malinterpretemos y lo equiparemos al chauvinismo que fomenta el rechazo a lo extranjero, sino ese nacionalismo benéfico que asume el rescate de las viejas glorias nacionales y busca posicionar al país en condiciones de igualdad ante las demás potencias de la región y del mundo. Lastimosamente, ese concepto ya no puede ser aplicado a las naciones que asumen hoy el integracionismo económico, pues, los miembros de mercados comunes ceden parte de su soberanía en beneficio general del bloque, este, a su vez, orienta las acciones de los países desde una normativa jurídica "para todos".

         Se dijo mucho a favor y en contra. Se analizó muy poco desde la interpretación sosegada de la ciencia histórica.

         La Revolución Libertadora puede ser tomada como punto de partida de lo que podemos denominar la incursión del Partido Militar en el escenario político paraguayo. Europa se caracterizó por la irrupción de regímenes autoritarios en Italia, Alemania, Portugal, España y Rusia, modelos que luego surgieron en nuestra región con sus peculiaridades autóctonas. Los conceptos: masas, colectivos, fuerzas populares, etc., debían constituirse en los objetivos de la nueva clase política, que tenía en los militares a sus mejores intérpretes. Por otra parte, la estructura de los viejos partidos tradicionales se encontraba en franco deterioro. La reinvención de las nuevas formas de hacer política, más volcadas hacia lo social, menos oligárquicas, hizo que mucho tiempo después se reposicionen y paulatinamente vayan recuperando prestigio. Lo que podemos sostener, sin ambages, es que el gobierno de Rafael Franco posee una marcada diferencia con los demás gobiernos militares del Paraguay, en cuanto al manejo austero y transparente de los recursos nacionales.

         Al no existir reglas claras en el juego democrático, se consideraba parte de este sistema a los cambios bruscos de gobierno, por el solo hecho de la pérdida de confianza de ciertos sectores excluidos o argumentando que el pueblo así lo reclamaba. Es por eso que desde 1904 hasta 1936, se sucedieron incontables gobernantes, a quienes se les bajó el pulgar por las circunstancias señaladas.

         Todo proyecto político instalado en el poder debe contar con el soporte de una organización partidaria, en el caso que no sea tradicional, apuntar al desarrollo de una herramienta política propia que le dé sustento. La Unión Nacional Revolucionaria fue un intento por dotar a la revolución de una plataforma propia. Dicha organización hubiera sido clave en la proyectada convocatoria para reformar la Carta Magna, integrar el futuro Congreso y darle continuidad y vigencia en el tiempo.

         Esa experiencia fue recogida tiempo después. Primero por la Concentración Revolucionaria Febrerista, de gran protagonismo en la "Primavera Democrática" del 46, y luego por el Partido Revolucionario Febrerista (PRF), fundado por el propio Rafael Franco, en 1951, y que incorporó las viejas consignas de reivindicación social. Su presencia en el escenario político fue clave durante la dictadura militar de Alfredo Stroessner, llegándose a concretar, en su sede denominada "Casa del Pueblo", el Acuerdo Nacional, espacio multisectorial integrado por todas las fuerzas anti dictatoriales que enfrentó al régimen stronista.

Fuente: LA REVOLUCIÓN DE 1936. Por JOSE GABRIEL ARCE FARINA - COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY - NÚMERO 13 © El Lector (de esta edición). Asunción – Paraguay, Marzo 2013 (92 páginas)

 

 


El coronel Rafael Franco, un militar carismático durante la Guerra del Chaco,

asumió la presidencia de la República tras el golpe militar del 17 de febrero de 1936. / ABC Color



17 DE FEBRERO DE 1936 - LA REVOLUCIÓN FEBRERISTA

Por VÍCTOR JACINTO FLECHA


La revolución febrerista supone un cambio radical en la estructura política del Paraguay. Fue derogada la Constitución Nacional, vigente desde 1870, por un movimiento revolucionario dirigido por militares. Emergieron las FF. AA., como principales actores de la estructura política del Estado. Se implantó desde ese momento una forma de gobierno autoritario inaugurando la larga etapa de las dictaduras militares, vigente por más de medio siglo, hasta 1989.

El 17 de febrero de 1936 una sublevación militar derrocó al gobierno constitucional del Dr. Eusebio Ayala y nombró Jefe de Gobierno al coronel Rafael Franco a quien días antes, el gobierno de Ayala había enviado al exilio. El movimiento revolucionario tuvo características similares con los múltiples golpes de Estado que se habían dado en los 60 años previos. Sin embargo, fue el fin de la forma republicana del Estado por más de medio siglo y el inicio de la mutación del poder público con la irrupción militar y su estructura en el ejercicio del poder de la República, sobre una base autoritaria con preeminencia del Poder Ejecutivo por sobre los otros poderes del Estado.

El golpe militar del 17 de febrero del 36 tuvo su origen en la Guerra del Chaco. La amplia movilización de la ciudadanía elevó de forma inusitada el nivel de participación e integración social de la población paraguaya y por primera vez, desde la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), el paraguayo común volvió a sentirse actor del quehacer nacional. Luego del período de euforia por la victoria frente a Bolivia, el gobierno debía responder las expectativas de los soldados desmilitarizados que buscaban mejorar sus vidas. Si la guerra había posibilitado una integración nacional como nunca antes, el conflicto social generado por injusticias cuestionadas desde los años 20, fue también masivo y generalizado.

Las FF.AA., que demostraron capacidad y eficiencia en la guerra, internalizaron la idea de que ellas serían "el pilar fundamental de la patria" y las llamadas "providencialmente" a "instaurar un nuevo orden político", contaban con el respaldo social de la Asociación de Ex-combatientes, con más de cien mil afiliados, en una población total del país, de menos de un millón de habitantes. El "ejército en armas", reza la Proclama del Ejército Libertador del 17 de febrero, se constituía en el "portavoz" y en el "vehículo de las transformaciones anheladas por las masas populares". Esta "autoconstitución" de las FF.AA., como ente político y gestor de la "vida misma de la Patria", les permitió derogar la Constitución Nacional, disolver el Congreso Nacional y gobernar a través de Decretos-Ley, emitidos por la presidencia de la República.

El movimiento de febrero no tenía un modelo de país a construir. Las organizaciones que lo acompañaban eran, más bien, un vasto abanico de intereses sociales que reivindicaban "la cuestión social" en el marco de una "ideología nacionalista". El común rechazo a la política gubernamental liberal fue un elemento aglutinador entre los diferentes grupos mientras se trataba de destruir ese poder, pero no pudo ser un elemento suficiente para crear un espacio político diferente y una nueva forma de Estado consensual.

Los primeros días del proceso revolucionario fueron entusiastas con la común idea de poner fin al régimen oligárquico gestado después de la derrota contra la Triple Alianza. Las organizaciones obreras, junto a sectores de izquierda, lucharon por impulsar un carácter democrático y antiimperialista a la Revolución y su cabeza visible era el ministro de Educación, Anselmo Jover Peralta. Por su parte, el sector fascista había logrado ubicarse en puntos claves del gobierno -los ministerios del Interior, de Agricultura, la Policía de la Capital y la Intendencia Municipal de Asunción- apostaban hacia un Estado totalitario.

El abanico gubernamental se completaba con el canciller Juan Stefanich, máximo líder de la "Liga Nacional Independiente", que aspiraba a reformar el poder oligárquico, sin la transformación estructural de la sociedad.

Cuando el proceso reivindicativo de los obreros fue ingresando en los "feudos" capitalistas de los yerbales, fábricas de tanino y otras empresas de capital predominantemente anglo-argentino, éstos reaccionaron con una orquestada campaña que acusaba al gobierno paraguayo de comunista, por no reprimir al movimiento huelguístico. En este contexto, el sector fascista logró hacer aprobar por el gobierno la Ley N" 152, el 10 de marzo de 1936, en la que se definía que la "Revolución Libertadora en el Paraguay reviste el mismo carácter que las transformaciones sociales totalitarias de la Europa contemporánea".

Este Decreto (Nº 152) establecía el arbitraje obligatorio del Estado en materia de conflictos laborales frente al capital, la identificación del "movimiento" (febrerista) con el Estado, la suspensión de las actividades políticas, sindicales o de otra índole, y la "movilización de los voluntarios".

 Con esta normativa presidencial se inicia una contra ofensiva reaccionaria. Los patrones y empresarios se niegan a negociar, como días antes lo habían hecho, con los sindicatos fortificados. Si bien, a finales de marzo, la Confederación Nacional de Trabajadores, que contaba con más de 12 mil integrantes, no logra imponer su visión de "revolución de Liberación nacional".

Sin embargo, el 5 de mayo el gobierno decreta la "Ley de la Reforma Agraria" que, según los considerandos, buscaba "la destrucción del monopolio de la tierra" y que "ésta dejara de ser objeto de especulación y retornara a la posesión del pueblo que la trabaja y la hace producir, para hacer tangible la idea de la patria física en la familia agraria". Tras reconocer que "sobre el millón de habitantes, el número de propietarios no excede el 5% ...", el Estado "adopta como criterio para la reestructuración agraria... el principio de que la tierra es de quien la trabaja". Pese a esas declaraciones, esta ley es contradictoria pues por una parte busca el fomento de la pequeña propiedad, pero no prevé ninguna participación de los posibles beneficiarios en el "Consejo de la Reforma Agraria", organismo creado por el Estado para la distribución de las tierras. Las tierras expropiables no podían exceder de dos millones de hectáreas (Art. 3),lo que representaba solamente el 5% de las tierras latifundiarias.

Las tensiones en el gobierno del Cnel. Franco se agudizaron en el mes de mayo de 1936. Primero fueron apresados el Secretario General de la Central Nacional de Trabajadores y Presidente del Partido Nacional Revolucionario, dirigentes de base y otros colaboradores del gobierno, ubicados en la izquierda y en los días siguientes (12 y 13 de mayo) se declaró una huelga general. Inmediatamente, el Ministro de Educación, Jover Peralta,fue destituido de su cargo. Pero el 14 de ese mes, la Convención de la Asociación Nacional de Ex-Combatientes, con 100.000 miembros y uno de los puntales del proceso, logró la renuncia de los Ministros del Interior y de Agricultura, ambos de inocultable ideología fascista.

Se consagró a José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y al Mcal. Francisco Solano López como padres de la patria. Se creó el Departamento Nacional del Trabajo que consagró la jornada de 8 horas, vacaciones pagas y el aguinaldo; pero al mismo tiempo, prohibía el funcionamiento de las organizaciones obreras. Todo problema surgido entre el patrón y el obrero debía ser arreglado por el Departamento Nacional del Trabajo. El 13 de agosto de 1937, el gobierno fue derrocado por una sublevación militar que repuso a un liberal (Félix Paiva) en el gobierno.

Con la "Revolución de Febrero" de 1936, el Estado, bajo conducción militar, emergió como el actor fundamental de dirección y organización de la sociedad paraguaya. Pasada la euforia revolucionaria, el gobierno reprimió al movimiento obrero e intentó crear una central de trabajadores subordinada a las directivas estatales. Fundó el Departamento del Trabajo, estableciendo las garantías y obligaciones correspondientes a obreros y patrones, con el propósito de lograr una solución a los conflictos obrero-­patronales. Dictó una Ley de Reforma Agraria, que no llegó a perturbar a los intereses latifundistas, e intentó organizar un partido político que pudiera responder a los intereses del germen del nuevo Estado, pero no logró movilizar a las masas.

La matriz de la forma estatal autoritaria militar tuvo inicio con el Decreto-Ley N° 152 de 1936, "De Defensa de la Paz Pública". Con este decreto de corte totalitario se dio inicio al Estado Militar. Las tendencias posteriores que germinaron con la instauración del régimen revolucionario de 1936, crecieron en los gobiernos militares de Estigarribia y Morínigo, hasta llegar a su máximo desarrollo con la dictadura del Gral. Alfredo Stroessner, habiendo perdido ya toda idea de justicia social que integró la propuesta de la Revolución Febrerista.

Fuente: HITOS DEL BICENTENARIO. Por LINE BAREIRO, MABEL CAUSARANO, MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ, VÍCTOR-JACINTO FLECHA, BARTOMEU MELIÁ, GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ © De esta edición SERVILIBRO. COMITÉ ASESOR, COMISIÓN NACIONAL DEL BICENTENARIO. Editorial Servilibro. Telefax: (595-21) 444 770. Correo electrónico: servilibro@gmail.com , Asunción, Paraguay octubre 2011.



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