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Historia Política


Rebelión Militar del 2 de Julio de 1908 - Episodios, triunfo y significado histórico (Gomes Freire Esteves)
(19/03/2013)

REBELIÓN MILITAR DEL 2 DE JULIO 

SUS EPISODIOS, TRIUNFO Y SIGNIFICADO HISTÓRICO.

 

            La conspiración de los políticos de El Diario había madurado, sin que ninguna medida policial la hubiese desbaratado, no obstante sus múltiples tramas y cómplices, mucho antes de la llegada de Duarte del extranjero.

            Los años y los meses de preparación sorda iban a tener, al fin, su estallido, ayudado de todas las circunstancias favorables del azar.

            El coronel Duarte tenía sus primeros choques con el señor Adolfo R. Soler en el gabinete y uno de los dos, se haría pronto insostenible.

            Entáblase una lucha manifiesta entre ambos secretarios de Estado, en que constantemente el ministro de Guerra se defiende de su colega.

            Estos rozamientos diarios, provocados a menudo por asuntos administrativos, tendían a despejarse con el apoyo del Presidente al ministro de Hacienda.

            El coronel Duarte resuelve plantear, de acuerdo con el Directorio del Partido Liberal, su retiro del ministerio o en su defecto, una modificación amplia de la política presidencial.

            Pónese nuevamente al habla con D. Antonio Taboada, y quedaba acordada la combinación a efectuarse dentro de algunos días, cuyo resultado sería una amplia reconciliación con todos los liberales por parte del gobierno.

            Así las cosas, otra delación espontánea, había descubierto nuevamente al propio ministro de Guerra la existencia de un complot subversivo en los cuarteles.

            Se remiten a la policía los antecedentes del descubrimiento, con la consigna de recrudecer las pesquisas sobre el oficial delatado.

            La policía sigue la pista de los sospechosos, pero más empeñosamente los pasos del ministro de la Guerra.

            Y mientras se aplazan las medidas de represión, por una u otra causa, los conjurados se dan cita, en la noche del 10 de Julio, en la casa de comercio del ciudadano Marcos Caballero Codas, sita en la calle Colón, previa combinación con los oficiales comprometidos del regimiento de Artillería y del batallón II de Infantería, los dos principales cuerpos de línea que guarnecían la capital.

            Los hechos se precipitan.

            Los oficiales, desesperados de la inacción del comandante Escobar, estaban resueltos, antes de que fuesen aprehendidos, a proceder por su cuenta y riesgo, y en esas disyuntivas demandan al mayor Albino Jara se pusiera al frente de ellos para dar el golpe en la noche citada.

            De la casa de Caballero Codas, se dirigen los conjurados en dos grupos, uno a la Artillería, con Jara a la cabeza y algunos particulares entre quienes figuran el nombrado Caballero Codas, Marcos Quaranta, José I. Meza y varios más; otro, al cuartel II de Infantería, compuesto del capitán retirado Américo Benítez, los ciudadanos Emiliano Rojas, Néstor Collar, Honorio Alfonso, más unos cuantos.

            Abriéronse las puertas de ambos cuarteles a las 12 1/2 de la noche a los dos grupos respectivamente, en el mayor silencio, por manos de los oficiales sublevados y acto seguido se posesionaron de ellos los conjurados. El resto de la oficialidad no comprometida fue reducida a prisión, en sueño, con excepción de los oficiales de guardia de la Artillería, que fueron sorprendidos despiertos, la guardia del batallón II de Infantería, estaba íntegramente sublevada con sus jefes, el subteniente José M. Valenzuela y el capitán de cuartel, teniente José D. Sosa.

            Los principales sublevados de la Artillería eran los alférez Tomás Mendoza, Enrique Oliver y Fidel Ferreira.

            La rebelión se había apoderado, sin un solo tiro, de las principales fuerzas de línea de la Nación y de todo el parque.

            No faltaba sino rendir la Policía y el cuerpo de Bomberos en tierra y en agua el cañonero Libertad. Las zonas de Concepción, Paraguarí y Encarnación, estaban incomunicadas y serían rendidas después.

            Posesionado de la Artillería y la Infantería, el mayor Jara, dispone el sitio de la Policía, con piezas de artillería ubicadas a una, dos y tres cuadras de distancia y todas las fuerzas de infantería.

            La policía se da cuenta de la sublevación, recién a las 4 de la madrugada, cuando las fuerzas de la Artillería, salían de su cuartel, sito en el paraje llamado Hospital Cué para marchar sobre la Policía, al centro de la ciudad.

            Todas las circunstancias, desde el primer momento, conspiran a favor del éxito del movimiento.

            El coronel Duarte, avisado por el comisario Alejandro Abreu de la comisaría 1a., del estallido de la sublevación, sale de su domicilio con intención de ganar la Policía y cae prisionero en poder de los insurrectos. El Gobierno perdía con él su brazo derecho para la defensa.

            El general Ferreira toma posesión de las fuerzas de la capitanía y se acantona en el Palacio de gobierno con cien hombres, sin más iniciativa ulterior.

            Los tiros de cañón sobre la Policía habían comenzado.

            El jefe de Policía, Sr. García, al recibir la primera noticia del suceso, antes de llegar las fuerzas de artillería al centro, había tomado las medidas del caso, ocupando el Teatro, la casa de Patri, y otros puntos vecinos, con cantones que obrarían a sus órdenes.

            Al amanecer del día 2, un intenso bombardeo despertaba la capital con la nueva de la revuelta.

            El jefe de Policía García, responde con la mayor energía al fuego de la Artillería, y la fusilería mortífera del cuerpo de Bomberos, adiestrado al blanco de tiempo atrás, siembra igualmente estragos en las filas rebeldes.

            Los hombres del gobierno, incomunicados unos de otros, se reponen de la sorpresa y tratan de organizar la resistencia, en la medida de su capacidad.

            El ministro del Interior, Dr. Benítez, D. Antonio Taboada, el ministro de Relaciones Dr. Báez, el ministro de Justicia, Dr. Isasi, y numerosos civiles de diversa significación, se establecen en la Estación Central del Ferrocarril y de allí se ponen en contacto con las fuerzas del gobierno.

            El cañonero Libertad, comandado por el oficial Juan Cáceres, librado a su iniciativa, recibe orden del Presidente de la República de bombardear al II de Infantería y la cumple a las primeras horas de la mañana, ocasionando en él graves averías.

            Todo el día 2 transcurre así, en medio de un tiroteo encarnizado y con sangrientas bajas para ambos bandos contendores.

            La situación se hacía, a la noche, incierta para los revolucionarios, pues las fuerzas legales iban a reaccionar pronto con la llegada del batallón I de Infantería, de Concepción, que se esperaba de un momento a otro.

            Del regimiento de Caballería de Paraguarí, habían llegado por tren a la ciudad, 2 escuadrones, reforzando poderosamente las fuerzas civiles, bien armadas, que iban extendiendo un cordón de cantones hacia la línea enemiga, desde el cuartel general de la Estación.

            Al día siguiente, la lucha continúa con terribles alternativas para los defensores de la Policía, cuyo edificio comenzaba a derruirse bajo el fuego de los cañones.

            Los revolucionarios habían engrosado sus filas con algunos militares conocidos como el comandante Patricio Alejandrino Escobar y civiles radicales, como los Sres. Adolfo Riquelme, Donato Alonso, Buenaventura González, etc.

            Esa madrugada, el jefe García evacuó subrepticiamente la Policía, constituyéndose también en la Estación, no sin dejar en aquélla, fuerzas que continuaran resistiendo.

            Los hombres del gobierno, a todo esto, descuidan el cañonero Libertad, cuyos tiros cesaran sospechosamente en la mañana del 2. Ningún emisario autorizado de parte del Presidente de la República, ni del cuartel de la Estación, lleva a bordo la moral de la resistencia, y el oficial Cáceres, juzgando perdida su situación, se entrega a la tarde.

            Desde ese momento, la caída del batallón 1, era un hecho.

            Llega a bordo del Posadas y otro buque, a las dos de la noche del 3, dicho cuerpo, al mando del mayor Rodolfo Ayala, con la idea de que el Libertad seguía fiel al gobierno. Mientras el nombrado jefe atracaba a uno de los muelles del puerto, el otro buque atracaba al Libertad, con su oficialidad sublevada y también pasada al movimiento.

            Acto seguido, caía preso en una celada el mayor Ayala y el batallón íntegro, en poder de los revolucionarios.

            Con este desenlace final, la revuelta concluye.

            Las fuerzas gubernistas eran insostenibles y se desbandan.

            El general Ferreira, sitiado en Palacio, concluye por firmar una capitulación el 4, a la tarde, y renuncia a su cargo.

            El golpe militar había triunfado.

            Obtenido el triunfo, faltaba constituir el nuevo gobierno de la República y deslindar la filiación política a que respondería.

            El héroe de la jornada, mayor Albino Jara, es el que tiene en sus manos la solución de todo y cediendo a un movimiento primo de su espíritu, embandera los hechos consumados en el credo radical de los políticos de El Diario.

            Es así, sobre el teatro de la revuelta, el fundador histórico del nuevo Partido Radical que va a organizarse en el país, desde aquellos momentos.

            Algunos colorados que cifraban ilusiones partidistas en el joven triunfador, se retiran desengañados, otros, le acompañan en la organización del neoradicalismo.

            Se resolvió que el Vicepresidente de la República, señor Emiliano González Navero, asumiera el ejercicio del P. E., lanzándose el siguiente manifiesto, explicativo de los sucesos:

 

            AL PUEBLO

 

            Acabamos de derribar, después de tres días de combate en que realizaron en heroísmo el ejército y el pueblo de la capital el gobierno del general Ferreira. Este gobernante se ha rendido a las fuerzas revolucionarias y el Vicepresidente de la República Don Emiliano González Navero ha asumido el mando Supremo de la Nación.

            No queremos ensañarnos con los caídos enumerando las maldades perfidias y aberraciones cometidas en menos de dos años por el gobernante a quien derriba ahora el empuje popular, ya que ellas son bien conocidas por todo el país. Queremos al resignar la autoridad de que momentáneamente estuvimos investidos, en manos del Señor Vicepresidente, dejar constancia del carácter político del movimiento, diciendo de él que ha sido Netamente Liberal Radical. Pedimos y obtuvimos el concurso de hombres de todas las filiaciones pero el núcleo impulsor de la Revolución ha tenido el carácter indicado, como asimismo lo tendrá la orientación del nuevo gobierno.

            La situación por nosotros creada seguirá la obra malograda de la revolución de Agosto, cuyo programa ha sido y sigue siendo el nuestro. Ese programa no es partidario al contrario es eminentemente nacional y puede ser aceptado por todos los hombres de bien que quieran de veras el resurgimiento de nuestro país. Por lo tanto el nuevo gobierno, aunque sus hombres pertenezcan a un determinado partido hará una política ampliamente nacional, tolerante reparadora y sin injustos exclusivismos.

            No tenemos odio para nadie ni siquiera para aquellos a quienes nos vimos obligados a combatir con las armas. Acallado el rumor de la lucha volvemos a ser hermanos. No habrá persecuciones para nadie. Echamos un velo sobre el pasado y pidiendo disculpas al país por el sacudimiento doloroso, aunque necesario y momentáneo que nuestra actitud ha tenido que producir invitamos a todos nuestros conciudadanos a ayudarnos en la obra magna por todos anhelada la regeneración de la patria

            Asunción, Julio 4 de 1908.

            Albino Jara, José D. Sosa, Fidel Ferreira, Tomás Mendoza, José M. Valenzuela, Romualdo Cañete, Aureliano Gómez, Miguel Acosta, Alfredo Medina, Roque Samaniego, José C. Garcete, Felipe L. González, Isaac Duarte, Honorio Alfonso, Juan C. López, Rolando Ibarra, Ramón Bejarano, Alejandro Escobar, Manuel Rojas, Carlos Goiburú, Justo Escobar, Alfonso Ayala, Gregorio Villamayor, Jacinto Morínigo, Francisco M. López, Marcial Urbieta, Alfredo Melo, Hermógenes Rojas, Pedro Vera, Manuel Franco, Eusebio Ayala, G. Cardús Huerta, Félix Paiva, Marcos Codas Caballero, Néstor Collar, Marcial Villalba, Quintín Parini, Gregorio Ferreira, Casiano Caballero, Donato Alonso Buenaventura González, Isidro Ramírez, Ramón Lara Castro, Eduardo Schaerer, Carlos Miranda, Guillermo Sosa, Carlos Sosa, Emiliano Valdovinos, Adolfo Riquelme.

 

uente: HISTORIA CONTEMPORANEA DEL PARAGUAY (1869 - 1920). Por GOMES FREIRE ESTEVES. Prólogo de ALFREDO M. SEIFERHELD. Reseña biográfica del autor: MANUEL PESOA. Complementos: RAÚL AMARAL. Editorial NAPA. Asunción – Paraguay 1983 (396 páginas)

 

 

 

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