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ESTER DE IZAGUIRRE (+)

  JUDAS Y LOS DEMÁS (1981) - Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE


JUDAS Y LOS DEMÁS (1981) - Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE

JUDAS Y LOS DEMÁS (1981)

Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE

 

 

PRÓLOGO

 

Ester de Izaguirre, a mi juicio la mejor poeta de su generación, se destaca en el cuadro de la poesía contemporánea por el modo de configurar sus sentimientos. Neorromántica, existencialista -en esto, emparentada con otros poetas de la «generación del 40»-, no imitó a nadie. Se sintió vivir, contempló sus vivencias y en un íntimo soliloquio objetivó en formas artísticas su subjetividad. En Trémolo (1960), El país que llaman vida (1964), No está vedado el grito (1967), Girar en descubierto (1975), Qué importa si anochece (1980) hay una gran diversidad de técnicas, temas y tonos. Desde la técnica del soneto endecasílabo hasta la del verso libre, desde el tema de la anécdota familiar hasta el de la pura meditación, desde el tono triste hasta el irónico. En esta aparente diversidad reconocemos siempre la misma voz lírica.

Ester de Izaguirre parece espontánea en virtud de la sinceridad de su canto, pero no lo es si por espontaneidad se entiende indiferencia hacia las formas. Espontáneos son el llanto, la risa y otras señales de esos actos interiores con los que reaccionamos ante los impactos exteriores del ambiente. El poema no es un espontáneo síntoma sino la elaborada representación mental de un sentimiento. Más que dar salida a las manifestaciones naturales de sus estados de ánimo, Ester de Izaguirre revela cómo los ha imaginado. Cada uno de sus poemas es un símbolo de su personal intuición de la «vida sentida», de la «forma viviente» o, para decirlo con palabras de Wordsworth, es un símbolo de «the emotion recollected in tranquillity». Ester de Izaguirre no nos comunica conceptos abstractos, ordenados en un discurso lógico, sino que se expresa con imágenes concretas en un proceso que por mucho que se parezca al real proceso de la vida es ficticio, ilusorio. La realidad en sus poemas es tan virtual como un arco iris. Ester de Izaguirre nos conmueve porque crea formas expresivas de su vida sentimental. Las tensiones y distensiones, los conflictos y soluciones, los cambios y permanencias que aparecen en sus poemas son semejantes a las agitaciones en el crecimiento de una planta, un animal o un ser humano; pero Ester de Izaguirre no exhibe experiencias desnudas sino que las reviste de sonidos portadores de imágenes. Su poesía tiene el dinamismo de todo lo que es orgánico y, aun en las circunstancias más difíciles, aspira a la plenitud. Ester de Izaguirre se sobrepone a los tironeos entre la fe y la razón, entre la esperanza y el desengaño, entre la disciplina y la rebeldía, entre la responsabilidad y la bohemia, entre lo cotidiano y lo trascendente, entre la sencillez y la complicación, entre el gusto por la soledad y la necesidad de compañía, entre la paz del hogar y la aventura del viaje, entre la conciencia de los límites de nuestra condición humana y la voluntad irracional de superarlos, entre la gravedad melancólica y la graciosa pirueta. Es la gran poetisa y sacerdotisa del amor (Dios, para ella, es eso: amor), amor a la familia, a los amigos, a la humanidad, a los animales, en fin, a la creación entera, pues su mirada enternecida y afirmativa va salvando del olvido, una por una, las cosas más humildes. Sin embargo, sufre por la búsqueda del amor imposible a un   -159-   ausente, a un fantasma, a un ideal. Su poesía es celebrante: el mundo está bien hecho, cantemos agradecidos a la vida... Sin embargo, en el preciso momento de celebrar la vida, el espectáculo de la fugacidad de cuanto nos rodea la acongoja. Y sobre los estremecimientos de su riquísima sensibilidad, domina la obsesión por el Tiempo: por el tiempo psicológico de nostalgias y anticipaciones y también por el tiempo metafísico de la eternidad.

En esta brillante constelación de emociones aun «los primores de lo vulgar» -pienso, por ejemplo en «Lata de basura»- quedan exaltados en trascendente espiritualidad.

Enrique Anderson Imbert



 

 

 

 

JUDAS

 

 

Soy Judas, el traidor,

     
 

y te di más que todos,

     
 

yo te di más que amor.

     
 

Para ellos la merced del heroísmo

     
 

y la docilidad de serte fieles,

 

   
 

porque ellos no afrontaron tu mirada

     
 

allá en Getsemaní.

     
 

Ojalá me hubieras dicho: «Te comprendo,

     
 

lo estás haciendo bien. Ánimo, Judas».

     
 

Ellos navegaban en barcas

 

   
 

que el prodigio salvaba de mareas tenaces,

     
 

yo me hundí hasta tocar fondo en los abismos

     
 

de este mar de ser hombre y acordarse.

     
 

Todos vieron los clavos y lloraron,

     
 

yo te inmolé para que amanecieras.

 

   
 

Convocaron a tantos para el drama,

     
 

Caifás, Anás, Herodes y Pilatos,

     
 

por qué también a mí. Yo te quería.

     
 

Por qué habrán acuñado las monedas,

     
 

por qué las profecías.

 

   
 

Por qué el árbol aciago

     
 

como un ojo hechicero reclamándome

     
 

desde la sangre intacta de la Biblia.

     

 

   
 

Soy Judas, el traidor,

     
 

el que mejor cumplió con su destino.

 

   
 

El que entregó al que amaba. Por amarlo.

     
 



 

 

 


A DIOS

 

 

Yo quería encontrarte.

     
 

Me equivoqué de puerta.

     
 

De las fiestas lejanas, vestido de extranjero,

     
 

con señales de una extraña locura

     
 

bajabas por las calles de los pueblos agónicos.

 

   
 

Atravesé las caras de los otros,

     
 

las canciones feroces que callaban:

     
 

«Ésa lo anda buscando»,

     
 

y los que no entendían me lo explicaron todo:

     
 

la Trinidad; las Carabelas de Colón;

 

   
 

la Asunción de la Virgen: cabeza, tronco

     
 

y también extremidades;

     
 

qué son las tres virtudes teologales;

     
 

un sistema fluvial de la Argentina,

     
 

y el Cielo, el Purgatorio y el Infierno...

 

   
 

Se acabó la memoria. Con ella no he vivido.

     
 

Lo principal se olvida.

     
 

Dios de mi infancia que asustabas mis noches,

     
 

la vida se volvió sendero angosto

     
 

y todo lo demás, parque prohibido.

 

   
 

Ayer pisé tus ojos en el barro

     
 

y quedaste pegado a mis zapatos.

     
 

Ahora vives en mí, camino adentro.

     
 

Me equivoqué de puerta.

     
 



 

 

 

 

BRINDIS


A Ismael Colombo, que convirtió la empresa
editorial en una misión de arte y de belleza


Brindo por las oscuras sentencias de los días

     

que me hicieron encontrarte aquella tarde,

     

por ese rostro tuyo que es el rostro del futuro

     

y del recuerdo,

     

de todo lo que en la vida se ha soñado,

 

   

de todo lo que antes de tener hemos perdido.

     

Brindo por la ilusión y el desencuentro,

     

por este absurdo que hace que el hombre sea más hombre,

     

por este imposible que hace que la vida sea más vida,

     

por esa estrella que decimos nuestra

 

   

sólo porque podemos mirarla cada noche

     

y a lo mejor no existe, apagada de súplicas.

     

Brindo por las máscaras tuyas, por las mías,

     

porque el tiempo no pueda con tu imagen,

     

porque algún día tomados de la mano

 

   

nos sorprenda el milagro.

     
 



 

 

 

 

TELÉFONO OCUPADO

 

 

Estoy del otro lado de la línea.

     
 

Hay un sonido extraño que no es la voz humana

     
 

y se plagia a intervalos regulares

     
 

como una gota de agua.

     

 

   
 

Pero yo, cazadora del vuelo,

 

   
 

deseo un sonido desigual de pinos

     
 

golpeados por el viento.

     
 

Que se rompa la puerta cuidadosa

     
 

en un caos de silencio,

     
 

para salir al todo de una canción humana

 

   
 

que desde el otro lado me haga señas.

     
 

Cuelgo.

     
 

Y ya no escucho más a la esperanza.

     
 

El mundo es un teléfono ocupado.

     
 



 

 

 


INSÓLITA


A Gladys y Raúl Casal



Una paloma apareció en mi cuarto una mañana,

     

una paloma entera, no le faltó ni el canto.

     

La rodeaba su bosque

     

y traía con su vuelo el vestigio de todas las distancias.

     

Se llegó con su cielo hasta mi casa de elemental ladrillo cotidiano,

 

   

y en lugar de mirarme en los espejos,

     

en vez de arrodillarme, de clausurar avara las ventanas,

     

de acariciarla como se acaricia un minuto,

     

cuando la vida es sólo ese minuto,

     

cerré los ojos cuando se alejaba

 

   

transformada en estrella o en olvido.

     

Ahora no sé si no habrá sido un sueño

     

que una paloma apareció en mi cuarto una mañana.

     

Una paloma entera.

     

No le faltó ni el canto.

 

   
 



 

 

 

 

LA ANTIGUA CEREMONIA

 

 

 

Aunque sé que el mejor canto está en la página en blanco,

     
 

y con cada palabra que te escribo voy marcando la cara del silencio.

     
 

Aunque sé que es imposible describir las asperezas de la madera

     
 

con que está hecha la cruz que nos señala,

     
 

quiero hablar del recuerdo, del pobre desafío a las cenizas,

 

   
 

porque busqué tus manos y sólo hallé sus huellas

     
 

debo decir buen día, debo ser eficiente en el trabajo

     
 

y hablar de eternidad como si en ella estuviera tu nombre;

     
 

comprar el pan ácimo que no compartiremos,

     
 

caminar por Buenos Aires

 

   
 

como si nuestros pasos no la hubieran fundado con banderas de luces

     
 

y milagros.

     
 

Debo ser razonable y aceptar el fantasma de tus ojos,

     
 

la antigua ceremonia de tu voz,

     
 

tu pura humanidad y tus despojos.

 

   
 

Adaptarme a tu ausencia es nacer al regreso.

     
 

Debo ser razonable y transformar tu imagen en una trampa

     
 

que quedará en mi mesa hasta que a alguien se le caiga,

     
 

se pierda entre los muebles,

     
 

se estimule de polvo y telarañas.

 

   
 

Debo ser razonable y entender para qué, por qué y adónde

     
 

y mirar distraída sin hallar nunca más

     
 

el destino sagrado de mi ausente mirada.

     
 

Hablar de compañía, recitar a Bernárdez

     
     
 

y escuchar la palabra amor como si alguien

 

   
 

pronunciara la palabra Atlántida.

     
 

Sin ecos, sin comentarios vanos, sin respuestas altivas.

     
 

El recuerdo no existe. Sólo existe la muerte.

     
 



 

 

 

 

LOS MUCHOS ADIOSES

 

 

La muerte no es la muerte que se lleva la vida,

     
 

la verdadera es ésta que precede al sollozo,

     
 

del día recordado por una despedida.

     
 

La estación es muy sórdida. La conozco.

     
 

He vivido en andenes peligrosos

 

   
 

despidiendo a las horas.

     
 

La ausencia es un paréntesis de sombras,

     
 

una semilla amarga,

     
 

una cruz que señala el lugar donde no queda nada.

     
 

Pensaré en la felicidad como en la infancia.

 

   
 

Y hasta es posible que recuerde un nombre.

     
 



 

 

 

 

FERIA

 

 

Nos han dado un salario de minutos cobardes

     
 

y lo hemos derrochado en una feria

     
 

donde venden las noches inefables

     
 

al precio del olvido.

     
 

Y no queda el centavo

 

   
 

de aquella mirada irremediable

     
 

que arrojamos ayer a la vereda;

     
 

después nos sentenciaron los duendes vulnerables

     
 

que hurgaron una culpa

     
 

entre los basurales de los barrios perdidos.

 

   
     
 

Nos han dado un salario de minutos cobardes

     
 

y no nos ha alcanzado para comprar un sueño.

     
 



 

 

 

 

UNA SEMILLA MUERTA

 

 

Podría ser una fuente exhausta desde hace mucho tiempo,

     
 

agotada al conjuro

     
 

que me dejó el sigilo de tu paso.

     
 

Pero se me llenó de luz el pensamiento,

     
 

soy un desierto con las arcas de viento siempre nuevas;

 

   
 

me siento inagotable de mí misma,

     
 

me doy en brazos de ternura,

     
 

como hiedra, a los muros salitrosos

     
 

del caserón enfermo de recuerdos.

     
 

Si tú existieras

 

   
 

ya nada quedaría para la soledad del mundo

     
 

que me aguarda.

     
 

En vano la indigencia de los huecos del aire

     
 

me rogaría que la plenifique

     
 

y en vano la irrealidad de mis fronteras

 

   
 

se darían en aguas estivales

     
 

sobre la sed de todos los que esperan.

     
 

Si yo te hubiera amado

     
 

sería una guitarra con las cuerdas rotas,

     
 

un dolor sin destino navegando,

 

   
 

una semilla muerta

     
 

sobre el surco mendigo de la tierra.

     
 



 

 

 

 

DESPEDIDA

 

 

Adiós no es vigilar tiempos y aduanas,

     
 

es ver que el sol nos miente de distinta manera,

     
     
 

es una gota de piel en la mirada,

     
 

los nudillos de un viento que gime en la ventana,

     
 

adiós es acostarse sobre la tierra húmeda

 

   
 

y apretar bien los dientes,

     
 

poner cerrojo al alma

     
 

para que nadie vea

     
 

el triunfo de las lágrimas.

     
 



 

 

 

 

COLECCIONISTA

 


Yo elegí los caminos extraviados de magia

     

y la vida me puso este incómodo traje para noches

     

no va de fiesta.

     

Yo que hubiera querido sorprender

     

en las islas ignoradas por el viento,

 

   

a los duendes que conocen el enigma

     

de todas las esfinges,

     

estoy en una red insobornable

     

contemplando mis manos convertidas

     

en gestos de coral;

 

   

yo que hubiera querido ser hiedra,

     

ya no tengo ni brazos

     

para asirme a las cosas.

     

Yo que hubiera querido simplemente vivir,

     

o morir cada noche con las muecas que dejan en los labios

 

   

los pactos de los hombres con sus ídolos,

     

soy una piel con rasgos imprecisos

     

y mi dueño es el látigo del tiempo.

     

Yo que estaba enamorada del camino

     

porque creí que conducía al mundo

 

   


donde se besa el agua con el fuego,

     

encontré que una ciudad es parecida a todas las ciudades

     

y en todas hay lugares semejantes y casas razonables.

     

Yo elegí los caminos extraviados de magia

     

y la vida me puso este estrecho vestido de persona feliz.

 

   

Dios fue un coleccionista que acechaba

     

mi vuelo sobre absurdas corolas,

     

me aprisionó en un límite con las alas abiertas

     

y un alfiler clavado de mi pecho a la tierra.

     
 



 

 

 

 

LOS DUENDES

 

 

Cuando juegan los duendes de la siesta

     
 

y anda suelta la magia

     
 

por los patios celestes de la casa,

     
 

salgo de mí, como antes,

     
 

con los ojos apenas más cansados

 

   
 

y juego a la rayuela,

     
 

ensayo a la mujer con los tacones

     
 

y un poco de carmín sobre los labios,

     
 

puedo mirar las alas de los ángeles

     
 

que vagan por las calles.

 

   
 

Cuando llegan los duendes de la siesta

     
 

vuelve mi perro con sus ojos puros

     
 

a devolverme el alma en la mirada,

     
 

lo acaricio y sentimos que los días

     
 

que pasamos sin vernos desde entonces,

 

   
 

los soñé en una noche interminable.

     
 

En una larga noche equivocada.

     
 

 

 

 

 

FIESTA

 

 

Tengo ganas de irme de la fiesta,

     
 

arrancarme el disfraz

     
 

y colgar mi cansancio en una percha.

     
 

Destruir en un brindis de miradas

     
 

la absoluta vanidad de la esperanza.

 

   
 

Huir sin saludar, sin dejar nada,

     
 

decir adiós a dos o tres personas,

     
 

las que encuentre de paso hacia la calle

     
 

y arrojarme a la noche

     
 

como una estrella más,

 

   
 

irrescatable.

     
 



 

 

 

 

PODRÉ

 

 

Se me cae mi piel de calendario,

     
 

se me desborda el río que me trepa

     
 

desde no sé qué mundo de cansancio.

     
 

Y voy cada vez más buscando el sitio

     
 

desde donde mis ojos sin miradas

 

   
 

podrán ver el revés de los domingos,

     
 

su trama sin historia y su sol calculado.

     
 

Podré saber qué piensan las estatuas

     
 

en sus cárceles de parques solitarios,

     
 

qué cosa es el amor, por qué se anuncia

 

   
 

y se esconde en las dudas y en los miedos;

     
 

podré saber de mí

     
 

como si fuera un cuadro,

     
 

descorrer mis telones

     
 

aplaudirle a mi teatro

 

   
 

cuando se acerque el fin.

     
 

Podré mirar la vida con ojos alquilados.

     
 



 

 

MIEDO

 

 

Tengo miedo al susurro

     
 

de los pasos inciertos

     
 

en la noche de mayo, por la ciudad dormida.

     
 

Tengo miedo a la mano que adivino

     
 

muy cerca de la mía.

 

   
 

Miedo a la lluvia mansa

     
 

que se parece mucho a tantas cosas;

     
 

tengo miedo de no estar despierta

     
 

cuando lleguen los pájaros azules

     
 

a los campos sagrados.

 

   
 

En toda mi geografía hay un río de miedo.

     
 

Desbordado.

     
 



 

 

IGNORANCIA

 

 

Ya nada sé de mí,

     
 

sé más del viento,

     
 

de la tarde que huye

     
 

mientras gira la ronda de mi propio misterio.

     
 

Yo intento detenerla para saber quién soy,

 

   
 

quiero mirar mi cifra,

     
 

resolver mis tinieblas,

     
 

quiero que alguien me presente,

     
 

y responderme con una buena frase:

     
 

«Gusto de conocerla, ya era tiempo».

 

   
 

Y después desandarme como un camino abierto.

     
 



 

 

LA CASA YA NO ESTÁ


Calle general Díaz entre Alberdi y 14 de Mayo.
Asunción del Paraguay



Yo nací en esa calle.

     

La casa ya no está.

     

Si he quedado al nacer adherida a sus muros,

     

ya soy arena repatriada al viento,

     

el suelo transformado en otro suelo;

 

   

pero aquellas miradas, las primeras,

     

las que iban descubriendo los mínimos misterios,

     

el guaraní que hablaba a las muñecas,

     

todo lo que pensaba cuando mamá-guazú

     

me contaba leyendas de fantasmas...

 

   

Yo no recuerdo nada y sin embargo

     

cuando vuelvo a mi tierra

     

llamados inaudibles me congregan

     

en torno a alguna mesa,

     

con un mantel intacto,

 

   

con guayabas maduras

     

y naranjas tan vivas como días de sol.

     

Porque hay allí una plaza, una oficina,

     

nadie sabe al pasar por la vereda

     

que el aire está completo,

 

   

que ya no cabe nada,

     

ni voces

     

ni fatigas

     

ni realidad

     

ni tiempo.

 

   
 



 

 

REDENTOR

 

 

Yo tengo miedo de inventar un hombre,

   
 

vago temor de crearle un escenario

   
   
 

donde no quepa todo este santuario

   
 

y en que no pueda ni rezar su nombre.

   
 

 


Miedo al amor total y necesario,

 

 

de empezar un camino, que me nombre,

   

hacia el misterio donde no me asombre

   

que mi piel sea oración y relicario.

   
 

 

 

Como ciego habituado a la ceguera

   
 

que llega a amar su eclipse cotidiano

 

 
 

me quedaré en mi nada prisionera,

   
 

 


mientras se muere en este templo humano

   

una sombra de Dios, clavada entera

   

sobre el calvario estéril de mi mano.

   
 
 



 

 

IMPOTENCIA

 

 

No tengo qué decir.

     
 

El tiempo me ha robado las palabras.

     
 

Rastreo en la guarida del sustantivo piedra

     
 

y queda sólo arena que la marea lame acompasada.

     
 

No quedan más que el grito, el gesto.

 

   
 

Y así no puedo hacer la balsa a que otro náufrago

     
 

se aferre en la tormenta.

     
 

Lo inexpresable se está muriendo adentro.

     
 

Se nos escapa el zumo de la vida

     
 

por la llaga letal de las palabras;

 

   
 

el Odio es una espada de metal herrumbrado,

     
 

la Belleza un artificio inalcanzable,

     
 

el Amor es un poema innominado.

     
 
 
 
 
 

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POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS

Obras ESTER DE IZAGUIRRE

Edición digital:

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002

N. sobre edición original:

Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],

Editorial Don Bosco, [s.a.].

 

 

 

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