LAS JOYAS DEL VIEJO PARAGUAY *
LOS USOS SEÑORIALES Y POPULARES DE LA PLATA
Por MILDA RIVAROLA
Los viajeros en la época del Dictador Francia dejaron registro de la extraordinaria cantidad de vajilla de plata usada diariamente en los hogares paraguayos, que por otra parte y curiosamente, eran de un mobiliario en extremo austero. En la campaña asombraba también el rico enjaezamiento de los montados, esos célebres "arreos de plata" que enorgullecían tanto al "carai" como a los más humildes peones de estancias y obrajes.
Los hermanos Robertson, haciendo un cálculo de la frágil economía del mensú, sostenían que éste ganaba, nominalmente, unas 57 libras por seis meses de duro trabajo en los yerbales, hacia 1830. Al descontársele las deudas del "adelanto" previo y la alimentación de ese período, "como un marinero que vuelve de un largo viaje" el peón yerbatero retornaba a su pueblo con unas 33 libras, la tercera parte de las cuales se apresuraba a gastar en la compra de "adornos de plata para su caballo". Aperos y adornos que debía revender, qué duda cabe, al mes de retorno, agobiado por la reincidente pobreza.(1)
El Cap. Th. Page, visitando la región situada entre Caapucú y el paso del Tebicuary, unos quince años más tarde, relata: "Nos detuvimos para hacer la siesta y cenar en la casa de un rico estanciero, el Sr. Cavañas, donde encontramos un lujo inusual. La cena fue servida en platos macizos; los tazones de agua y las bandejas también eran de plata pura. Todos los otros muebles de este establecimiento, si bien simples, eran sin embargo sumamente cómodos". (2)
GRABADO DEL SEMANARIO "CABICHUI"
26 DE DICIEMBRE DE 1867
EL "ESPLÉNDIDO" PRESENTE
De que existían excelentes orfebres en el Paraguay del XIX, cuyos trabajos no estaban destinados sólo al adorno de las mujeres y al enjaezamiento de montados, da cuenta el regalo que, en ocasión del aniversario del juramento de la Independencia, lleva una Comisión al Mcal. F.S. López en el campamento del Paso Pucú.
El 25 de diciembre de 1867 su cuñado Saturnino Bedoya, junto a otros delegados, le hace entrega "como testimonio de simpatía y gratitud" del pueblo, de una espada con puño y vaina de oro cincelado y saturado de brillantes, y una caja del mismo metal compuesta de anillos metidos unos dentro de otros con una pequeña estatua o león en el centro, y construida de manera que cerrándola sólo se veía la parte que contenía el puño, figurando entonces un casco romano y además un álbum de plata maciza con dibujos o paisajes ejecutados a cincel, todos trabajados por los mejores maestros plateros que había entonces en la capital, tales como don Ramón Franco, don Juan del Valle, etc." (3)
De acuerdo a otra fuente de la época, el diseño habría sido realizado por Mme. Lynch, y una de las espadas del Mcal. López habría sido enviada a Asunción para el montaje. "El puño consistía en un San Jorge y el dragón, todo de oro macizo, adornado con 23 brillantes y gran número de piedras preciosas. La vaina era de oro con arabescos en relieve. Esto también de oro puro, con una estatua en el extremo, y construida de manera que, cerrándola, se veía solamente la parte que contenía el puño, figurando entonces un bello adorno de mesa. El todo fue colocado en una hermosa bandeja de plata, que fue llevada y presentada por una comisión de ocho personas". (4)
EL ORO DE LA PATRIA
Este presente incluía el "documento ofertorio" o libro donde se listaban las piezas de la célebre donación de joyas por parte de las "matronas paraguayas." No parecen haber sido sólo las mujeres pudientes quienes se desprendieron de sus preciados objetos de oro. De acuerdo a Washburn, la orgullosa posesión de joyas era común a toda la población femenina, con las variantes de rigor. "Las mujeres tenían un gran amor a las joyas; incluso aquellas más pobres, era frecuente que a lo largo de los años se hubieran arreglado para adquirir una cantidad de abalorios, pendientes, anillos y peinetas montadas en oro, pesando en total varias onzas, que podían llegar a evaluarse en centenares de dólares". (5)
Las "peinetas de oro", las famosas Kygua Verá, habían incluso dado su nombre a todo un estamento de mujeres urbanas que las empleaban como distintivo. "El grupo de mujeres llamadas peinetas de oro era originaria de las clases bajas, cuya única riqueza consistía en sus joyas. Estas no pertenecían a las clases más miserables, sino que usualmente poseían algún medio de subsistencia independiente, de trabajos menores, y la mayor parte de ellas mantenían relaciones con hombres de negocios ligados al gobierno o funcionarios públicos. Constituían una gran parte de la comunidad femenina de Asunción, eran bastante menos depravadas y dejadas que las mujeres con relaciones semejantes en otros países.
Entre otras joyas, ostentaban altas peinetas de nácar de viejo diseño, ricamente montadas en oro fino esculpido con flores. En ocasiones, hasta tres o cuatro onzas de oro puro se montaban en una sola de esas peinetas de oro. Estas no eran lucidas, sin embargo, por las mujeres de la clases altas, y jamás eran exhibidas en los bailes y otros respetaban los usos y costumbres de otros países". (6)
Las requisiciones de ganado y bienes de la población civil se habían hecho comunes desde el inicio de la guerra, y a mediados de ella la medida se extendió - con un peculiar mecanismo - a las mujeres. "Puede darse por un hecho indudable que todas las mujeres paraguayas, desde la más alta hasta la más baja, poseían joyas. Entre las clases acomodadas había gran cantidad de hermosas perlas y brillantes, pues las joyas eran el único artículo de lujo importado por los españoles, y los regalos que los paraguayos hacían a sus novias consistían siempre en alhajas.
Se inició un movimiento patriótico (...) entre las señoras, de las cuales algunas se constituyeron en comisión, e invitaron a las demás a presentar a López todas sus joyas para contribuir así a los gastos de la guerra. Como es de suponerse, en todos los pueblos y aldeas del país, se formaron comisiones idénticas que declararon su adhesión a la idea. Cuando la oferta se formalizó, López dio las gracias por medio de una carta en forma de decreto que decía, que el país no requería tal sacrificio, pero que él aceptaría una vigésima parte, para con ellas fundir una medalla en conmemoración del patriotismo de las damas.
Poco después, toda la joyería fue recolectada, y los jueces de paz invitaron a todas sin excepción y hasta á las recalcitrantes, a ofrecer todas sus joyas deponiéndolas en sus manos. La orden fue inmediatamente cumplida, y después de reunidas las joyas, no volvió a hablarse nada de ellas, ni nadie se atrevió a preguntar por su paradero". (7)
La iniciativa parece haber partido de Mme. Lynch, y "toda la joyería" representaba centenares de Kiguá Verá incrustados de piedras preciosas, crisólitos o abalorios, los grandes kuairú (anillos) de tipo carretón; Namichai (aros) llamados "lágrima" en filigrana de oro con piedras o corales, los populares "zarcillos de tres pendientes" o aquellos más pretenciosos de tipo Segundo Imperio; de rosarios "grano" (de oro trabajado en filigrana) y de Mboy (collares de una o más vueltas de oro con corales) que las mujeres heredaban de generación en generación y guardaban como capital de estricto e incuestionable derecho femenino.
LAS RESISTENCIAS FEMENINAS
Que el "gesto patriótico" no fue tan espontáneo ni popular lo prueban los valiosos depósitos de alhajas en las legaciones diplomáticas por parte de las matronas asuncenas que tenían amistad con sus encargados, como el apresurado mercado de venta de estas joyas. Todos los medios fueron usados por el gobierno para impedir este comercio clandestino e incluso eclesiásticos de la Asunción cursaron notas a todos los curas de pueblos recomendándoles traten de evitar manejos similares. (8)
El Cabichuí daba cuenta desde el campamento de Paso Pucú de esta campaña, elogiando a las 32 damas que fueron a ofrecer al Vice - Pte. Sánchez, en Asunción, "las actas de todos los distritos de la República y las manifestaciones de todas las joyas y alhajas que el bello sexo ofrecía para robustecer la defensa del país". (9)
LOS RESTOS DE LA PASADA OPULENCIA
El destino final de esta valiosa colecta es desconocido. Bloqueado el país por la escuadra brasilera, era imposible realizar cualquier intercambio comercial (compra de armas, medicinas o alimentos tan necesarios para el ejército) con el valor de esas joyas. Empezaron a difundirse así las innumerables leyendas de entierros o "Plata Yvyguy" y en la inmediata post-guerra muy honorables personajes - entre ellos Wisner Von Morgensten - perdieron tiempo y fortuna buscando el inalcanzable entierro del "oro del Mariscal".
Un crimen en Asunción amenazó, a finales de 1872, convertirse en escándalo diplomático. El ciudadano francés Berchón des Essarts, a quien Mme. Lynch había confiado documentos personales antes de partir, fue asesinado por un compatriota suyo, Laqui, obedeciendo presumiblemente ordenes del Pte. Jovellanos. El móvil habría sido el robo del testamento del Mariscal, que contendría entre otras cosas el buscado mapa del "entierro" (10). Las leyendas del "Plata Yvyguy" de la Guerra Grande se suceden, y la búsqueda de entierros - alimentada por ellas - continúa, afanosa, hasta nuestros días.
No toda la joyería había sido sin embargo recolectada a través de donaciones más o menos espontaneas, ni robada por los soldados Aliados deseosos de resarcirse de las penurias de la campaña con algún valioso botín de guerra. Si bien es cierto que el mismo estanciero Cavañas recibía a K. Johnson, en 1874, sirviéndole charque y naranjas en "su mejor y único plato, que era ahora una vajilla de estaño",(11) otros europeos tuvieron mejor suerte.
El respetuoso "Ave María" de M. Forges ante un rancho de Itapé en 1873, fue respondido con la proverbial fórmula de "Sin Pecado concebida" - garantía de la más completa hospitalidad - por un ex-prisionero de Uruguayana. La comida les esperaba. "Almorzamos en una vajilla plana, compuesta de tres platos grandes de plata maciza y una enorme bandeja del mismo metal. Al lado de esa riquísima vajilla, grandes copas de gruesa plata servían para beber el agua, mientras comíamos con cucharas de asta de buey y tenedores de hierro. Nuestra mesa podía fácilmente ser evaluada en unos dos mil francos". (12)
Algunas familias de origen "patricio" conservan en la actualidad restos de esa peculiar y valiosísima joyería de antaño. Otras, menos afortunadas, fueron dejándolas en Casas de Montepío o vendiéndolas a joyeros, quienes desechando crisólitos, aguamarinas , topacios imperiales y corales se apresuran a fundirlas en piezas menos trabajadas pero hoy más vendibles. Y la memoria del hermoso oficio de generaciones de orfebres paraguayos es apenas mantenida por algunos artesanos.
CITAS
1. Robertson, J.P. & W.P., Letters on Paraguay, London, J. Murray, 1838, pp. 148-150 del Tomo II.
2. Page, Thomas, La Plata, The Argentine Confederation and Paraguay, New York, 1859.
3. Centurión, Juan C., Memorias o sea Reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Bs.As, Imp. de Obras, 1895, pp. 91-92 del Tomo I.
4. Thompson, J., La Guerra del Paraguay, Bs. As., Imp. Americana, 1869, pp. 218-219.
5. Washburn, Ch., The history of Paraguay with notes ..., Boston, Lee and Shepard Publishers, 1871, p. 433 del Tomo I.
6. Ibid, p. 99-100 del Tomo II.
7. Washburn, op. cit., pp. 219-220 del Tomo I.
8. Carta del cura de Villa Oliva, 1.II.1867, citada por Le Long, Le Paraguay, Paris, Bureaux de la Presse Contemporaine, 1868, p. 22.
9. Cabichui, Año 1, No. 39, Paso Pucú, 19.1X.1867, p. 1. Un grabado del ejemplar No. 68 (26.XII.1867) reproduce el diseño de la "espada de honor" obsequiada al mariscal el día anterior.
10. Comte d'Abzac a Vizcomte de Remusat, Asunción, 11.II.1873, París, Archivos del Quai d'Orsay, Paraguay, C.C., Vol. III.
11. Johnson, K., "Recent Journeys in Paraguay", 1874, citado por Herken, J.C., El Paraguay rural entre 1869 y 1913, Asunción, CPES, 1984, p. 180.
12. Forgues, M.L., "Le Paraguay, fragments de Journal ..." en Le Tour du Monde, Paris, 2do semestre de 1874, p. 406.
* Publicado en ABC Revista, Asunción,
el 24 de mayo de 1992, pág. 719.
FUENTE Y ENLACE INTERNO RECOMENDADO:
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ORO Y PLATA EN EL PARAGUAY
CARLOS COLOMBINO
CENTRO DE ARTES VISUALES/MUSEO DEL BARRO
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Este libro ha sido escrito y publicado gracias a los auspicios de la Autoridad Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI).
© Carlos Colombino
Hecho el Depósito que marca la Ley 94
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Impreso en Imprenta Editorial Arte Nuevo
Asunción - Paraguay 1999
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