EL MARISCAL ABANDONA SAN FERNANDO
Autor: JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
El Mariscal abandona San Fernando y se marcha con todo su ejército al Norte del arroyo Piky-síry - Mi protesta de inocencia ante el Mariscal y su contestación - Combate en el Paso del Tebicuary - El Capitán Bado - Abandono del Fortín - Los encorazados - Construcción de las trincheras de Piky-siry y de Angostura - La escuadra brasilera opera contra esta - Combate sangriento de Surubi’y - El ejército aliado acampa en Palma.
La caída de Humaitá determinó la evacuación de San Fernando. Desde aquel momento, pensó el Mariscal en los preparativos para mudar su campamento a otro punto que ofreciese más ventajas para tener en jaque al ejército invasor.
El comandante Thompson fue enviado al estero Poí para levantar un plano de todo el territorio adyacente a este, que, come se sabe, es uno de tantos que se forman con las aguas de la laguna de Ypoá, y se halla al Sud de Villeta a distancia más o menos de tres leguas.
Solo puede atravesarse per el camino real que se dirige a la Capital, donde tiene próximamente una legua de ancho con bastante profundidad.
Según Thompson, que es autoridad en esta parte, el Mariscal pensó al principio fortificar el norte de dicho estero, pero mejor informado, se decidió por el Piki-syry, cuya position ofrecía la ventaja de no ser franqueable, sino dando una inmensa vuelta por las Misiones, en cuyo caso la retaguardia de la fuerza invasora hubiera corrido el riesgo de ser cortada; o por el Chaco, que aunque ofrecía serias dificultades, no eran invencibles para un ejército que contaba con poderosos elementos, como se vio después.
Para dar una idea más exacta del Piry-syry, voy a transcribir aquí la descripción del ingeniero Thompson:
"El Piky-syry, es el desagüe más septentrional de la laguna Ypoá, de la que arranca en la forma de un ancho estero, disminuyendo poco a poco a medida que se aproxima al rio Paraguay, y reduciéndose a una angosta corriente al entrar en las selvas, que en este lugar tienen cerca de 2000 yardas de anchura, y desagua en el Paraguay por Angostura, donde tiene cerca de 20 yardas de ancho y una gran profundidad. Es también el límite de los terrenos bajos, que empiezan en el Tebicuary, y que, con raras excepciones, son sumamente húmedos. Por cerca de dos leguas al Sud del Piky-syry, el terreno está cubierto de selvas y montes de palmas, pudiendo decirse que es absolutamente intransitable por todas partes, con la sola excepción del camino real, que es también pésimo".
Del estudio practicado sobre el rio Paraguay, resulto que Angostura era el único lugar propio para establecer una batería, por presentar una barranca de forma cóncava semejante a la de Humaitá. En seguida se emprendieron los trabajos de la fortificación, a la que se le dio la forma de modo que las piezas pudieran flanquear las líneas de tierra.
Resuelto el Mariscal a sostener la línea del Piky-syry, impartió sus órdenes para poner en movimiento todos los transportes fluviales y terrestres, a fin de concentrar allí todos los elementos de defensa que aún le quedaban. Se desplego toda actividad y en breve fueron trasladados a aquel punto hombres, cañones, proyectiles, pólvora, etc.
Parte de la guarnición de la Capital con su artillería, inclusive el cañón Criollo que estaba colocado en la batería de Itá pyta-punta, fue llevado a la nueva posición. El Criollo, y otros cañones de grueso calibre, fueron destinados para artillar Angostura.
Asimismo se mando talar el monte o selva que poblaba la izquierda del Piky-syry hasta el rio Paraguay, extendiéndose había el Sud hasta Palma, dejando despejado el frente de las trincheras. Los arboles grandes fueron cortados a flor de tierra, de manera que sus troncos no pudieran servir de abrigo a los rifleros enemigos. Las ramas de esos árboles fueron aprovechadas para abatis. Aquellos trabajos eran ciclópeos y se hacían de sol a sol, relevándose los cuerpos cada cinco horas.
El 25 de Agosto, a las 4 de la tarde, vispera de la partida del Mariscal, este estaba solo enfrente de su cuartel general, sentado en una silla de zuela y apoyado en el espaldar de otra, según era su costumbre. Su aspecto ceñudo y adusto indicaba que cruzaba por su imaginación la sombra de algún lúgubre pensamiento. Tal vez escuchaba los remordimientos de su conciencia por las atrocidades que había mandado ejecutar. No era, por cierto, el momento más oportuno para interponer ante él un recurso de súplica a objeto de obtener su perdón, o un cambio de concepto más favorable que el que ha creído conveniente abrigar respecto a uno.
Mi situación era crítica, y ella me imponía el deber de hacer algo por mi solución. El sentimiento de propia conservación se sobrepone a todo género de consideraciones, e impulsa al hombre con una fuerza irresistible a estrellarse hasta contra aquello que parece imposible, con la idea de lograr tan siquiera algún lenitivo a la enfermedad moral que le atormenta.
Con este propósito me arme de valor y me presente al ayudante de servicio, solicitando hablar con el Mariscal. Avisado este, ordeno que llegara. Me cuadre delante de él y le hice mi protesta de inocencia, formulada en un lenguaje vehemente calculado a llevar a su ánimo la convicción respecto a la sinceridad de mis sentimientos. Siento que la memoria no me sea fiel para consignar aquí las palabras. Recuerdo, sin embargo, que al final de mi discurso le dije: - "Que esperaba de su bondad y justicia " que no abrigaría duda, por un solo momento, acerca de " mi inocencia".
Así que hube terminado, me echo una mirada terrible diciendo: "Si!... así dicen todos!... ¡Allá veremos... Retírese. . !".
Con esta amable contestación, me retire ligero, más cabizbajo que nunca.
El 26, el Mariscal abandono el campo de San Fernando, iniciando con la vanguardia una marcha lenta, siguiendo el camino que conduce a la Asunción por la costa del rio Paraguay. La marcha era penosa por los accidentes del terreno y el estado pésimo de la vía, que obligaba al ejército a verificar el trayecto en una sola columna. El Mariscal llegaba a los puntos de parada solo; la mayor parte de sus ayudantes quedaban rezagados por habérseles cansado los montados.
La retaguardia, compuesta de caballería e infantería, iba al mando del coronel Valois Rivarola.
El mismo día 26, por la mañana temprano, la vanguardia aliada a las ordenes del Barón del Triunfo, llego al Yacaré.
En la planicie que forma el recodo de la confluencia de este con el Tebicuary, se encontraba una columna nuestra más o menos de 200 hombres de caballería de observación.
La posición de esta columna era bastante comprometedora, teniendo el rio a la espalda, y aunque su jefe, el célebre capitán Bado, comprendiendo sin duda lo critica que era su posición trato de emprender una retirada en vista del movimiento del enemigo que se preparaba a atacarlo; lo hizo ya tarde. Una pequeña fuerza brasilera desprendida con anticipación de la columna principal de vanguardia, atravesó el Yacaré y se la impidió, entreteniéndolo con escaramuzas. Entonces fue cargado con ímpetu por una columna de caballería lo menos de 800 hombres, al mando del coronel Niederauer. Los paraguayos, viéndose así comprometidos, hicieron frente y pelearon hasta que fueron completamente destrozados, retirándose Bado con los pocos que le quedaron al Tebicuary.
Nuestra perdida en tal desigual combate ascendió a 76 muertos y algunos prisioneros. La del enemigo se supone que no haya bajado de 80 muertos y algunos heridos. El 28 todo el ejército aliado, al mando en jefe del marqués de Caxías, paso el Yacaré y vino a acamparse en el camino que conduce a uno de los pasos del Tebicuary. En el paso real de este rio había una trinchera o reducto guarnecido con 400 hombres y tres piezas de artillería. En la cortina del frente tenía un solido portón y un puente levadizo que daba al camino. Sus flancos estaban apoyados en la orilla izquierda del rio. El jefe de esta fortificación era el capitán Bado.
Cuando este vio que numerosas fuerzas aliadas se disponían a traerle el ataque, considero inútil la resistencia, y muy cuerdamente dispuso la evacuación de la posición con la rapidez que requería el caso, embarcando sus gentes en algunas canoas que tenían allí con ese propósito.
El Barón del Triunfo, en vista de este movimiento, ordeno apresuradamente el ataque. Los pocos paraguayos que aún quedaban allí encabezados por Bado y el mayor Rojas, que en ese momento se encontraba con él, descargaron sus piezas con metrallas sobre los asaltantes e hicieron una breve pero heroica resistencia. Abrumados por el número muchos fueron muertos y otros se escaparon a nado al otro lado del rio, protegidos eficazmente por el nutrido fuego de los que ya habían conseguido pasar antes a la orilla opuesta.
Nuestras pérdidas no bajaron de 100 y tantos muertos y 80 y tantos prisioneros, contando entre estos últimos el mayor Rojas y el capitán Bado con varias heridas graves. Así como la conducta de este fue digna y patriótica hasta el último, la de aquel fue infame, poniéndose en seguida al servicio de los aliados contra su patria.
Los paraguayos en servicio de los aliados que profesaban simpatía a Bado por su bravura y audacia, Cuando estaba su cuerpo tendido, lo rodearon y a propuesta de uno de ellos, hicieron una colecta de libras esterlinas y se las ofrecieron a titulo de para cigarros. Pero Bado, ofendido en su orgullo de buen patriota, se negó a aceptárselas, manifestándoles: que las guardaran no más, que temía que esas libras fueran a quemarle las manos. Se negó igualmente a aceptar la invitación que le hicieron los mismos para ir con ellos a la Legión hasta sanar sus heridas. Les contesto diciéndoles que prefería quedarse con los brasileros que le habían de tratar tan bien como ellos.
Sus heridas eran graves y a pesar de los cuidados que se le prodigaron, sucumbió al día siguiente, dejando un eterno recuerdo de gratitud en el corazón de su patria, como uno de sus hijos más dignos y más valientes.
Centinela avanzado, se hallaba de día y de noche en los puntos más retirados y de mayor peligro, donde los invasores no daban descanso a los defensores ni para dormir. Mas, el entusiasmo que les inspiraba a estos la santidad de la causa que defendían, les hacia soportar con paciencia, todo género de penalidades.
Su nombre será siempre recordado con orgullo por las generaciones venideras, como el tipo más simpático de audacia, valor y lealtad. En esto, ha sido heredero legítimo de los sentimientos de su madre; que era conocida y respetada en la localidad como patriota decidida y ardorosa. No hay que dudarlo, la madre es el fundamento, es la piedra angular en que descansa la sociedad: de ella dependen las virtudes o los vicios de una nación. Por otra parte, nada se arraiga con tanta fuerza en la conciencia del hombre, como los preceptos morales que con cándidas palabras le haya inculcado su madre, y son los que, arrullándole constantemente en todos tiempos y en todas partes, le conducen por el sendero de la verdad, de la justicia y de la honradez.
Bado mamo el patriotismo en la cuna, - aprendió a amar a su patria en el regazo materno.
Imitemos su ejemplo en igualdad de circunstancias. Las pérdidas de los brasileros entre heridos y muertos no han bajado de 350, contando entre estos últimos el mayor Pantaleón Tellez de Quirós; sus cronistas deploran tan sensible pérdida, y creen que tal vez se hubieran evitado, si hubiese estado allí la escuadra! La escuadra era criticada por su inacción y lentitud; pero el ejército aliado terrestre no hacía nada sin la escuadra.
Cuando el Mariscal se puso en marcha en San Fernando, el comandante Moreno quedaba todavía en Fortín con el batallón 18 y 3 piezas de a 32, con suficiente número de artilleros para hacer funcionar estos. Tres encorazados habían subido el rio y después de un minucioso reconocimiento, se acercaron a la costa cuanto les fue posible y cercando la batería por el Tebicuary y el Paraguay, rompieron fuegos a metralla, pero hicieron muy poco daño, porque las tropas estaban perfectamente resguardadas, mientras no hacían fuego. Los artilleros nuestros hacían fuego sobre los encorazados. Cuando estos acababan de disparar sus cañones, teniendo tiempo suficiente para volver a cargar antes que aquellos les hicieran nuevamente fuego.
El 28, el comandante Moreno recibió orden de retirarse, y arrojando al rio sus tres piezas, se marcho durante la noche. Las otras piezas de Fortín fueron transportadas a Angostura con anterioridad.
Los jefes aliados estaban tan entusiasmados con la caída, poco gloriosa para ellos, de Humaitá y la evacuación del Tebicuary, que se figuraron que la guerra estaba poco menos que terminada, y no pensaron en enviar a la escuadra aguas arriba para impedir que se levantaran en las costas del Paraguay nuevas baterías. De modo que los trabajos de fortificación de Angostura continuaron tranquilamente sin interrupción.
Llegamos a Piki-syry a principios de Septiembre de 1868. El Mariscal fue a tomar cuartel en una casa pajiza al pie de un naranjal en el paraje llamado Cumbarity, distante del rio Paraguay unas 4 millas. Al día siguiente, salió a caballo a reconocer los terrenos de la inmediación, y ordenó que sin pérdida de tiempo, se construyera en Ita-Ibaté una espaciosa casa para su cuartel general. Desde esa elevación se dominaba con la vista una extensión de varias leguas. El Cuartel General propiamente dicho componían tres cuerpos de edificio el que habitaba con su familia el Mariscal, con corredores a ambas lados frente al Sud, y dos más que formaban cuadro con el primero, abierto en su fondo hacia el Norte.
Una vez instalado en su nueva habitación, salía a caballo casi todos los días, yendo a inspeccionar los trabajos de la extensa línea del Piky-syry, que apoyaba la derecha en Angostura y la izquierda en los esteros invadeables de Ita-Ibaté.
Dicha trinchera, cuya construcción costó inmenso trabajo a nuestras extenuadas tropas por la dureza de la tierra, pedregosa en algunas partes, estaba artillada con 76 cañones, según Resquin, y con más de 100, según Thompson, a quien doy mas crédito, aunque esto parezca una paradoja, porque todas esas obras se hicieron bajo su dirección; bien entendido que en la totalidad de los 100, van inclusas las de Angostura, que contaba con 8 piezas de a 68, una de 150 rayada (Criollo), 2 lisas de a 32 y otra del mismo calibre rayada de Whitworth tomada en Tuyuti.
Nuestro ejército en aquella época se componía, más o menos, de 12.0000 hombres, en su mayor parte muchachos, fraccionado en cinco divisiones:
La de Angostura, al mando del Comandante Thompson;
La de la derecha, al mando del Coronel Hermosa;
La del Centro, al mando del Coronel Luis González;
La de Timbó, así llamada porque era la antigua guarnición de este punto en el Chaco, al mando del Coronel Manuel José Montiel; y
La de la izquierda, al mando del Coronel Valois Rivarola.
Se habían mandado traer todos los pertrechos que existían en los depósitos de la Capital, y aun con todo esto, había escasez de municiones, por haberse perdido grandes cantidades en nuestra retirada algo precipitada de San Fernando. Debido a esta circunstancia, ninguna de las piezas tenía 100 tiros de dotación, y muchas no contaban más de 20 a 30.
Por el mal tiempo que reinaba, los trabajos de la fortificación de Angostura presentaban grandes dificultades. Todo el espacio comprendido dentro de su perímetro, estaba lleno de un mar de barro tan profundo, que las piernas de los trabajadores se hundían en el casi hasta la rodilla.
A fin de proteger el puerto de Angostura para facilitar la carga y descarga de los vapores nacionales antes del pasaje de los buques enemigos, la batería fue dividida en dos secciones: la de la derecha y la de la izquierda, separada por una distancia de 750 metros.
Los encorazados situados más allá de la punta de Itapirú, no podían ver lo que se hacía en la Sección de la derecha, a no ser que traspusiese aquella punta, en cuyo caso se encontraba frente a la Sección de la izquierda, sirviendo de blanco a los tiros de sus piezas.
El 7 de Septiembre arribo la escuadra brasilera frente a Palma. Uno de ellos, el Silvado, comandante Costa Acevedo, subió solo a todo vapor y forzó las baterías de Angostura bajo los nutridos fuegos de las piezas de su dotación, sufriendo daños considerables, con pérdidas de 3 oficiales y 4 soldados heridos. A la subida El Criollo se estreno, metiendo una bala de acero en la línea de flotación.
Después de media hora volvió aguas abajo y al pasar por frente de las mismas, recibió otro balazo de El Criollo, más o menos en el mismo sitio que antes.
Desde entonces subían los encorazados y bombardeaban diariamente a Angostura, recibiendo sus correspondientes contestaciones, y luego se retiraban a su fondeadero en Palma, donde no eran visibles y estaban fuera del alcance de nuestros cañones.
El 23 de Septiembre, de 1868, la vanguardia del ejército aliado, después de una marcha penosa por terrenos pantanosos, llego próximo al puente de Surubí-y. Este es un arroyo encajonado y profundo, y en época lluviosa, aumenta considerablemente el caudal de agua que lleva, siendo el único paso en ese paraje, es decir, del camino real a la Asunción, el mencionado puente.
El Mariscal, con los excelentes bomberos a su servicio, estaba al corriente de los menores incidentes de la marcha del ejército aliado, y teniendo presente que el puente era el camino obligado para buscar paraje donde esclarecer su campamento en la costa o proximidad del rio Paraguay, mando destacar el batallón rifleros y el regimiento Acaberá, al mando del teniente coronel Roa, a objeto de preparar una celada a esta parte del puente, aprovechando para el efecto los arbolados e islas que allí abundan, y procurando hacerse seguir por el enemigo hasta que salve dicho puente, simulando una fuga o derrota precipitada.
Con este propósito, Roa, mando colocar 200 hombres de caballería en la parte Sud del puente y al lado del camino. Esta fuerza no tenia que ejecutar ninguna iniciativa seria, sino, en cuanto se aproximase la avanzada enemiga, desplegar una guerrilla y contestar a su fuego. El enemigo, evidentemente resuelto a despejar y llevar por delante cuanto se opusiese a la posesión de aquel puente, mando reforzar su avanzada con fuerzas de caballería, y enseguida trajo una carga a la caballería paraguaya. Pero como el propósito de esta, según queda indicado, no era empeñarse en un combate, sino retirarse precipitadamente, simulando una derrota, de manera a atraer en pos al enemigo, traspuso el puente rápidamente con todas las apariencias de una fuga. Uno de los escuadrones de la caballería brasilera emprendió la persecución, y así que paso el puente fue sorprendido por una descarga a boca de jarro de unos 150 rifleros que estaban emboscados en una isleta de la inmediación. Supeditada la caballería enemiga por tan inesperada sorpresa, retrocedió precipitadamente en desorden; pero habiendo sido protegida a tiempo, pudo sin mayor trabajo reorganizarse para atacar otra vez el punto con mayores elementos.
El Barón del Triunfo, atraído al lugar por el aspecto serio que iba asumiendo la resistencia de los pocos paraguayos, dispuso que se colocaran algunas piezas de artillería en un punto conveniente al lado del camino, para batir el puente y a la vez el bosque donde suponían que se ocultaba fuerza paraguaya.
Previo un furioso bombardeo, el coronel Fernando Machado, a la cabeza de dos batallones (7 y 34 voluntarios da Patria) trajo sobre el punto un terrible ataque. Pero los nuestros los recibieron a pie firme con una descarga certera de fusilería que los hizo detener en su audaz avance, haciéndolos retroceder al punto de su partida.
El Barón del Triunfo, convencido de que la toma del puente es de absoluta necesidad para las ulteriores operaciones del ejército aliado, toda vez que no había otro camino por donde pasar, determine organizar mayores elementos cuyo empuje anonadase la resistencia de los paraguayos y coronase la empresa de completo éxito.
Al efecto ordeno al coronel Pedra que atacase con vigor con la 24 división de infantería, compuesta de 4 batallones, y al coronel Machado que hiciera lo mismo con la 5º, compuesta igualmente de 4 batallones, o sean próximamente 3500 hombres, es decir, para apoderarse de una posición disputada por el increíble valor y firmeza de 600 paraguayos!
La lucha fue bastante reñida al principio; pero al fin sucedió lo que tenía que suceder, nuestra gente como siempre, abrumada por el número, tuvo que ceder, retirándose después de haber arrancado los tableros del puente.
Los brasileros con gran entusiasmo se lanzaron tras de nuestros bravos. Traía la delantera el batallón 5° voluntarios da Patria, estrechando a aquellos con su persecución, cuando de repente el regimiento acáberá que, emboscado atrás de una isla al lado del camino, estaba espiando el momento oportuno, se precipitaron como avalancha desprendida de una montaña sobre el 5º, haciendo en él la más espantosa carnicería con sus lanzas y filosos sables. Convulsionado el batallón brasilero, volvió las espaldas, poniendo pie en, polvorosa. Tan grande fue la confusión, que aquel cuerpo o unidad táctica, se convirtió en una masa informe de hombres indefensos oprimidos como sardinas en la estrechez del lugar, dejándose matar impunemente. En este estado fue arreado hasta el puente; pero allí fuerza de refresco salió a darle protección, atacando a su turno a nuestra caballería, que ya andaba también algo desorganizada, con la sableada y lanceada a discreción, viéndose obligada a tocar retirada, que la ejecuto bajo la protección de otra pequeña fuerza de la misma arma que estaba colocada a retaguardia a la derecha.
El enemigo, temeroso sin duda de alguna nueva emboscada, limito su persecución a muy corta distancia. Los brasileros tuvieron fuera de combate, a estar a los cómputos de ellos, más de 300 hombres, y los nuestros cientos y tantos, la mayor parte heridos.
Por decreto del marqués de Caxías que figura en la orden del día de 28 de Septiembre de 1868, fue disuelto el batallen 5°, haciendo pesar sobre él la acusación de cobardía".
Conquistado el puente, el ejército aliado vino a tomar campamento en Palma, antigua guardia de observación paraguaya, situada sobre la orilla izquierda del rio Paraguay - lugar bastante pantanoso en tiempo de lluvia.
El 1° de Octubre practicaron los aliados un reconocimiento sobre nuestra línea de Piky-syry, con fuerzas de caballería a las órdenes del General Osorio, a pesar de los fuegos de nuestros cañones que dieron el resultado de causarles una pérdida de 80 hombres, y si no fue mayor, era porque apenas se les veían diseminadas entre los pequeños montes que abundan en dicho paraje. Comprobaron los aliados con dicho reconocimiento de que nuestra position era inaccesible, y que toda idea de atacarla por el frente era absolutamente impracticable. El único camino de avance era el de la Asunción, y allí las aguas del Piky-syry estaban detenidas por exclusas, alcanzando hasta 6 pies de profundidad, y expuesto a los fuegos convergentes de la artillería.
Los aliados, fundados en estas consideraciones, determinaron adoptar una nueva base de operación que prometiese mayor probabilidad de éxito, como vamos a ver en el capítulo que sigue.
En nuestra marcha de San Fernando a Piky-syry, no se había ofrecido ningún incidente digno de mención. El Mariscal venia siempre a vanguardia, y era por consiguiente el primero que llegaba al punto elegido para acamparse. La mayor parte de sus ayudantes quedaban rezagados y daba sus órdenes a cualquiera que se encontraba cerca de él.
Como yo andaba de capa caída y sin colocación, encontré a bien seguir de cerca las huellas del Mariscal, tanto más cuanto que para almorzar y comer tenía que recurrir al ranchero del mismo, el Alférez Piris, que siempre me servía con buena voluntad.
Llegado a Lomas Valentinas o Cumbarity, mi cuartel de residencia era una de las carretas de la mayoría, y como había que hacer algo para procurar mi rehabilitación, me puse a escribir una correspondencia para "El Semanario". Desgraciadamente, tal fue el desconcepto en que había caído, que el redactor de este periódico, que residía en el cuartel general, no quiso recibir mis manuscritos, sin duda para evitar cualquier compromiso que pudiera acarrearle el contacto de un excomulgado! Me retiré con un palmo de narices, y cada vez más preocupado acerca de la suerte que me esperaba.
Fuente interno:
MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. – TOMO III
Autor: JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
Prólogos de RICARDO CABALLERO AQUINO y J. NATALICIO CARDOZO.
Editorial El Lector,
Colección Histórica Nº 21,
Tapa : LUIS ALBERTO BOH
Asunción – Paraguay
1987 (288 páginas)
Edición digital : BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY
Edición digital basada en la
Edición Guarania, 1944. 291 pp.