Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay),
Editorial El Lector, 1994.
PRÓLOGO
* Mi intención no ha sido de ninguna manera escribir una novela feminista, sino apenas una novela con protagonistas femeninos, sin muchas cargas dramáticas, y acaso con la simpleza con que transcurre la vida misma, en la óptica de los personajes femeninos de diversa extracción, involucradas hoy en el acelerado cambio de nuestra Sociedad. Un distinguido amigo, ilustre crítico, me ha reprochado «haber abandonado el gran teatro por la pequeña novela». No creo haber abandonado el teatro, grande o pequeño, sino, con la justificación de un grande como José Luis Appleyard, incorporar los trazos de algún oficio teatral a la novela, ya que son, al fin de cuentas, géneros que se desenvuelven en el marco de la narrativa. En cuanto al tamaño del libro, que no es el tamaño que pueda alcanzar la novela, es el condicionamiento económico que asfixia todo intento de explayarse a lo largo de muchas páginas, y obliga a la economía del papel y del estilo al mismo tiempo. En todo caso, esos condicionamientos obligan al escritor paraguayo a hacer de cada trabajo de narrativa, un ejercicio de síntesis permanente, en el que quizás se pierda alguna substancia mensurable de méritos literarios. De todas maneras, en esta novela vuelvo con todo gusto a los temas recurrentes que son ya muy notorios en mi modesta producción: mi ciudad de Asunción, y la mujer.
* Cumplo en aclarar que todos los personajes son ficticios, los nombres y apellidos y linajes familiares también son imaginarios, aunque enmarcadas dentro de la peculiar composición de la Sociedad paraguaya, de modo que todo parecido de aquellos con personas reales, vivas o muertas, es pura casualidad.
* Finalmente, con el permiso del lector, dedico esta novela a Zunilda, mi esposa, cuya infinita paciencia y comprensión me han acompañado y alentado siempre, a mi hija Charito, y a mis nietas, Elisa, Jazmín, Pacita, Zulma, Luján, Michele, María Sol y Lucía. Mayo de 1994
MARIO HALLEY MORA
UNO CELIA
* Mejor cierro las ventanas y aseguro las puertas -se dijo Celia- y miró afuera, al oscuro jardín como arrebujado con el frío de agosto, lloviznoso y desagradable. Papá andará de parranda, como siempre y apuesto a que nuevamente olvidó la llave o se le cayó al quitarse o ponerse los pantalones quién sabe donde y con quién. Pues que toque el timbre, o según el grado etílico que trae, trate de abrir la puerta a puntapiés.
* Para empeorar las cosas no se había llevado el auto, o para mejorarlas -se dijo- porque esta vez no estarían rezando con sus hermanas para que papá no maneje borracho, y de noche. Desde el día anterior el coche se estaba negando a arrancar, y el furioso papá andaba preguntando cómo se dice «hijo de puta» en japonés para escribirle al fabricante del auto.
* Aseguró las cuatro ventanas que daban al jardín, y la puerta frontal, además de la que llevaba al garaje y la que daba acceso de la cocina al patio. Murmuró su queja de siempre, que todo el vecindario ya había puesto rejas de hierro por todo sitio previsible donde se colaran ladrones, pero papá lo dejaba pasar, indiferente a que en sus ausencias, bastante repetidas, quedaban en casa cuatro mujeres, algo no muy tranquilizante, si se tiene en cuenta que ahora los ladrones no solamente roban, sino también violan.
* -Y aquí hay cuatro posible vírgenes jóvenes y apetitosas -se dijo- toda una tentación para los adictos a las películas del cine Victoria y a las revistas pornográficas.
* Sus hermanas, Dina y Elida, ya estarían dormidas en su habitación, y María estaría leyendo en la que compartía con ella. Había conseguido la última novela de Isabel Allende. Fanática lectora, tendría la luz encendida hasta la madrugada, porque era de las que leen un libro de un tirón. Por eso ella había quedado abajo, en la sala, mirando en la televisión por cable un programa mejicano bastante idiota, con el premio de un auto cero kilómetro para el concursante menos torpe. Tenía sueño, pero la perspectiva de tratar de dormir con el poderoso velador de María inundando de luz toda la habitación no le pareció muy agradable, de modo que tuvo la tentación de quedarse a dormir en el diván, pero tuvo miedo. Los benditos ladrones nos están cambiando las costumbres -pensó- ahora las rejas ya no adornan, sino hacen fortaleza de las casas. Hay que poner rejas, papá. Además, ella, Celia, la hija menor y la preferida de papá por lo menos en la niñez, sentía el imperio de una soterrada responsabilidad, y solía esperarlo despierta.
* Pensó que bien podía aprovechar el desvelo lector de María leyendo a su vez, el texto de Criminalística que era su obligación más inmediata en la Facultad, pero había descubierto que «lo que leo de noche no aprendo» y nunca se entregaba a lecturas nocturnas.
* Con un suspiro decidió subir cuando le llamó la atención un ruido metálico en la puerta. Papá tratando de introducir la llave en la cerradura, en la obscuridad y con el pulso posiblemente temblón por el alcohol. Decidió ayudarlo abriendo la puerta accionando la cerradura interior, y allí estaba papá con esa nariz que se volvía cada vez más atomatada y surcada de venitas azules con los años y con los tragos, apuntando el vacío con una llave y sin tener mucho conciencia de que la puerta ya estaba abierta. El traje arrugado, la camisa manchada. La bufanda de lana que se puso esa tarde para proteger su garganta del frío, había desaparecido.
* -Entra, papá.
* -¿Por qué diablos no hay luz en el porche? -Su voz era pastosa y la lengua parecía de gelatina.
* -Hay una luz en el porche, papá.
* -Deberían tenerla encendida, desconsideradas.
* -Está encendida, papá.
* El hombre se volvió y enfocó la mirada a la luz, como para convencerse de que estaba encendida.
* -Creo que debo ir al oculista -murmuró su padre y entró.
* Celia aseguró la puerta y se apresuró a tomar del brazo a su padre, para repetir la escena de siempre. Ella tratando de ayudarle a subir la escalera, él rechazando indignado semejante ayuda ultrajante, murmurando cosas como «tu papá no es un inválido» o «¿crees que estoy borracho, por Dios?» y sólo aceptarla después del tropezón en el primer escalón.
* Llevó a su padre hasta la habitación, que antes fuera de matrimonio y ahora era la melancólica estancia de un viudo. Pero nada había cambiado desde el fallecimiento de mamá. La gran cama, el tocador de ella con toda la parafernalia de frascos, polvos, cepillitos y afeites. Papá no había permitido que se tocara nada, ni siquiera el peine, que acaso tuviera aun algunos de los cabellos rubios ceniza de mamá. Una vez ella había arreglado la cama, llevando la almohada de él al centro, y se asombró de la furiosa reacción de su padre y de la energía con que volvió a poner su almohada a la derecha, en perfecta linea con la de la ausente, a la izquierda, como si esperara que ella regresara a ocupar su sitio.
* -¡No vuelvas a hacerlo! -Había rugido.
* -Es insano, papá.
* -Sencillamente, no vuelvas a hacerlo. ¿Entendido?
* -Sí, papá.
* Ayudó a su padre, que soñoliento y con el estupor del beodo había claudicado de todas sus rebeldías dejaba hacer, a desvestirse. El saco húmedo por la llovizna, los pantalones que ya traían corrido el cierre de la bragueta, la camisa arrugada como una vieja bandera sin gloria, y la ropa interior que despedía olores cuya procedencia decidió no preguntarse. Le quitó los zapatos y las medias, pensó llevarlo a la ducha, pero papá ya se estaba durmiendo, lo acostó y lo arropó. Empezó a roncar y a lanzar un acre vaho alcohólico, pero aún en la inconsciencia se movió bajos las frazadas, acomodándose a la derecha, en el lugar que le correspondía. Contempló a su padre con una mezcla de compasión y vergüenza. «Empezó a beber desde que mamá murió de aquella estúpida manera» se dijo, y apagó la luz.
Enlace al ÍNDICE del libro OCHO MUJERES Y LOS DEMÁS en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
PRÓLOGO
UNO - CELIA
DOS - MARÍA
TRES - DINA
CUATRO - ELIDA
CINCO - BIENVENIDO IBÁÑEZ
SEIS - JUDITH
SIETE - MARÍA
OCHO - CELIA
NUEVE - LA FAMILIA
DIEZ - DINA
ONCE - ELIDA
DOCE - MARÍA
TRECE - CELIA
CATORCE - BIENVENIDO
QUINCE - LA FAMILIA
DIEZ Y SEIS - JUDITH
DIEZ Y SIETE - DINA
DIECIOCHO - MARÍA
DIECINUEVE - CELIA
VEINTE - LA FAMILIA
VEINTIUNO - DINA
VEINTIDÓS - BEATRIZ
VEINTITRÉS - MARÍA
VEINTICUATRO - LA FAMILIA
VEINTICINCO - DINA
VEINTISÉIS - JUDITH
VEINTISIETE - LA FAMILIA
VEINTIOCHO - MARÍA
VEINTINUEVE - BEATRIZ
TREINTA - ELIDA
TREINTA Y UNO - JUDITH
TREINTA Y DOS - LA FAMILIA
TREINTA Y TRES - MARÍA
TREINTA Y CUATRO - DINA
TREINTA Y CINCO - LA FAMILIA
TREINTA Y SEIS - BEATRIZ
TREINTA Y SEIS - MARÍA
TREINTA Y OCHO - CELIA
TREINTA Y NUEVE - DINA
CUARENTA - MARÍA
CUARENTA Y UNO - CELIA
CUARENTA Y DOS - MARÍA Y LA PANDILLA
CUARENTA Y TRES - JUDITH
CUARENTA Y CUATRO - BEATRIZ
CUARENTA Y CINCO - MARÍA
EPÍLOGO
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