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LUIS MARÍA MARTÍNEZ (+)

  CLAREA EL FIRMAMENTO 1963-1969 - Poesías de LUIS MARÍA MARTÍNEZ


CLAREA EL FIRMAMENTO 1963-1969 - Poesías de LUIS MARÍA MARTÍNEZ

CLAREA EL FIRMAMENTO 1963-1969

Poesías de LUIS MARÍA MARTÍNEZ

Asunción – Paraguay

 71 páginas

 

 

            Clarea el firmamento, es un altivo y fervoroso pregón de libertad. Y es natural que así fuera. Desde sus primeros balbuceos, el poeta Luis María Martínez ha cantado a su pueblo, clamando contra sus opresores y en su vigorosa denuncia el insoportable silencio - lápida colectiva - ha sido una y otra el blanco de su caudalosa invectiva.

            Generoso y combativo al mismo tiempo, se ha interesado siempre en mostrarnos la realidad social tal cual es; esa realidad que es tantas veces subversiva por lo que los epígonos del inmovilismo en materia y espíritu por conveniencia, han tratado de desvirtuarnos una y otra vez. Y es que la misión actual del verdadero artista, del poeta, no es la de echarse a dormir esta larga siesta de interdicción permanente, de modorra colonial, sino de tocar a somatén para que cese su estéril y cruel predominio; que advenga la democracia, y con ella el sonido añorado y glorioso de sus calladas campanas.

            Martínez, además de cumplir con esa honrosa misión de alertarnos contra la apatía y el silencio reinantes, nos obsequia en su significativo libro un apasionante panorama de toda la geografía de nuestra patria. Tierra, ríos, praderas, dilatados esteros, umbrosos bosques, asombrosas cataratas, arroyos y colinas, nuestra ciudad capital y "esos pueblos pequeños y tristes" del interior, aparecen descriptos con amoroso primor de inspirado poeta. Esto contradice indudablemente aquella chata y arcaica concepción de conocida raigambre que aspira a situar al poeta o al artista de preocupación social al nivel del renegado o apátrida, siendo todo lo contrario ¡autentico patriota y amante ciudadano!

            Por lo demás, este fecundo poeta no necesita de presentación.

            ¡Pero cómo hace meditar, este acuciante y pronosticador llamado del último poema de su hermoso y vigoroso libro.

            Si es posible empezad

            por cantar alto, bien alto,

            que otra historia está por iniciarse,

            que otra vida está por despertarse,

            que otro sol está por alumbrarnos.

 

            Arístides Díaz Peña

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

LA PLUMA

 

Ancha pradera donde el sueño se me entrena,

quitándole el rebozo a esa mortal gangrena;

 

dilatado paisaje que una garganta saca

a la luz y le impone que vista esa casaca;

 

barómetro que empieza mostrando su aradura

si el clamor en la sangre bajó con su escritura;

 

poder con sus gruñidos en sola voz o dúo,

permitiendo hasta un simple precisar de insinúo;

 

y extrañas confesiones de aedas y puesteros,

corteza donde suenan corazones y eneros.

 

 

 

LA PUERTA

 

La puesta está cerrada;

no hay manera de abrirla con unas simples manos de paloma,

ni un hombre sólo puede usando una ganzúa.

 

La puerta está cerrada marcial y firmemente,

porque algunos que dieron su miedo al muladar

y entrenaron su sangre en épicas tensiones

para abatir la puerta que clausura hasta el aire

hoy visten reposados su traje funeral.

 

Yo recuerdo y medito herido de tristezas;

sangro de pena, ardo de cólera y quedo más caído

que una hoja abatida por un viento de otoño,

que esparce su tristeza respirando en la tierra.

 

¡Qué mal habremos hecho

para que el tiempo cierre tan fuerte nuestra puerta

y el miedo sea el aire que ronda nuestra casa

con un horario amargo que amarga nuestro aliento

y el vuelo sea un pálido recuerdo de paloma!

 

Yo no lo sé, ni creo recordarlo.

 

La puerta está cerrada por hoy frente a nosotros.

Abrirla es imposible con una sola mano.

Muchas manos lo pueden, y es cierto, lo podrán.

 

 

EL RUMOR

 

Muchos rumores escucho que hacen un gran rumor

sobre la patria.

De la piel de esta tierra, un poco absurda y primitiva,

que es pura piel campesina,

color de carne oscura, no sé si ya de tanto haber sufrido

un colectivo y máximo derramamiento popular de sangres,

o porque el sol le dio por hermanarse

un fiel pedazo grande de su esfera,

sale un ronco rumor que huele a vendaval…

 

Contemplando su historia, su pozo de dolor lleno de espinas,

su lenta voz quebrada por el hacha,

su cuerpo en sombras: ¡neutra paloma deslucida!

se entiende que el rumor, parco y mediterráneo,

es una lanza terrestre empeñándose en la huida.

 

Rumor, muchos rumores, sobre mi herida tierra

que busca resbalarse hacia un aire mejor

porque siente cautiva su persona mundial. . .

 

 

LA RUEDA

 

La rueda que girando se detuvo

sobre una patria que dejó en el polvo

el violado jazmín de su universo:

un pueblo encadenado que no vende

su pétrea dignidad de alzados rayos,

que empieza ya a crecer bajo la sangre

como un león de inenarrable fuego,

que está acechando la ocasión debida

para librar su fuerza encadenada

y desvestir la aurora que se espera

sobre el huracanado firmamento.

 

La rueda que girando se detuvo

con su histórico círculo caído

sobre el tiempo dinámico que avanza.

 

La rueda que girando se ha parado

en su feudal carreta demorada:

juntos están el látigo y el yugo,

la cárcel ya un cubículo verdugo,

y el tiempo muerto monacal que manda

sobre un aire - ataúd que está girando.

 

Señor, herrero, amigo:

se olvidaron de darle nuestra rueda.

 

 

EL CABALLO

 

¡Qué muerto ya se encuentra este caballo,

porque en su cuerpo equiparado al viento

cesó ya ese galopo sostenido

sobre unos huesos que amasó en el tiempo!

 

¡Qué gran pasión se ha muerto en el caballo;

históricos relámpagos de tierra,

galopes vivos como llamaradas!

 

¡Qué enormes brillos le azuzó al caballo;

civiles lampos que del polvo suben

con campesinos con su enorme guerra,

en cuyas manos se ejercitan rayos

y se pone el jazmín enamorado!

 

Detenido en su estirpe procelosa

legó a la tierra su marcial galope

y la mejor pasión de su herradura:

el viento, que al pasar hace tormentas.

 

 

 

LAS HERIDAS

 

Son las heridas de la patria,

anchas y dolorosas como heridas,

hondas y permanentes y a seguidas.

 

Horrorosas heridas

que a mi patria circundan

como abismos mortales,

qué amustiada es herida.

 

Le parece a un gran ave

que al cruzar sobre un cerro

le abrieran sus canales

de heridas muchas piedras.

!Qué terrible es mirarla,

conocerla y amarla,

siendo patria y herida!

 

Poderosas heridas

donde empieza la muerte

a desentumecerse.

¡Qué triste es esta patria

que se quedó y no rueda

porque empezó ya herida

(oh, antigua golondrina,)

pronto, pronto, enseguida!

 

- Su vida?, preguntáis.

 

- Es la caída -

 

Son las heridas de la patria

anchas y dolorosas como heridas,

hondas y permanentes y a seguidas.

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

 

ENTRA

 

Entra en la patria, entra.

 

Tiene de selva mucho.

Nada de sombra, poca.

Es como un vasto campo.

Tiene de río el cauce.

Es como un cerro el brazo.

Tal un rocío el ojo.

 

Mira en la patria, mira:

 

Ríos de fuerza joven.

Pueblo de labriegos recios.

Hachas con fervor de hacheros.

Lazos de fuertes troperos.

 

Entra en la patria, entra.

Pasa a la patria, pasa.

Deja en la puerta, deja

para ese bien mirarle y conocerle:

tu sangre seca que a morir se toca,

tus ojos mustios que en lo triste beben.

 

 

 

EL CAMPESINO

 

Es cuando mueve el viento de sus manos que empiezan

a brotar sin descanso, de horarios o de meses,

los sempiternos granos que en el silencio, a veces,

levantan sus cabezas de fuegos y bostezan.

 

Su esfuerzo es como un trueno airado y sin tropiezo,

un vendaval que nace de pronto, y en el suelo,

(¡quéjate si te dejan sin tierra y sin vuelo!)

forzándole a moverse, telúrico, al pescuezo.

 

Cesa de arar si en tu floresta

ponen guardianes y bellestas.

…Si están queriendo

no darte tierra,

pudiendo y siendo,

tú, el de la guerra.

 

Su vida es un fortísimo torrente de semillas,

un río con temblores de arado y cornamentas,

donde todos los ecos, pálidas herramientas,

penetran y subyugan las más calladas villas.

 

Los días le transcurren rigurosos, iguales,

tal como si girasen persistentes bovinos

sobre la tierra henchida de aceitunosos limos,

donde airosos levantan sus cabezas: maizales.

 

Cesa ya, campesino,

de andar temblando fino;

empina el continente

poderoso, azulino,

y muda si es posible,

como el soldado, el frente.

 

Sus cosechas son parcas colecciones de granos,

pequeños soles mansos que agazapan la esfera

alumbrando el precioso panal de su capuera

igual que esos modestos faroles provincianos.

 

Y estirando el pesado travesaño del yugo

al igual que sus bueyes, poderosos, endrinos,

él marcha arrinconando trabajos campesinos

hasta exprimirse el último borbollón de su jugo.

 

Ya se marchó el errante peregrino.

Tan sólo es un recuerdo.

 

- Sin embargo,

déjame como herencia, campesino,

arado, pala y trino -

 

 

MI TIERRA

 

¡Qué hermosa es esta tierra!

perfumada y dormida,

con montes seculares

y ríos arenosos,

con grandes cordilleras

que son pétreos olajes,

alcándaras sonoras

donde suenan galopes,

fogosos y aguerridos

de vientos calurosos

y aguaceros heridos.

 

¡Qué hermosa es esta tierra!

Sus muchas cataratas

que al despeñarse prenden

espadas luminosas

sobre el dorso del aire

y que ensayan sus toros

de arenas y cristales

con fuerzas y bramidos,

les dan una hermosura

de tierra primitiva.

 

¡Qué hermosas cataratas

reposan en mi tierra

con su fuerza agresiva!

Y sus lagos azules,

espejos que enceguecen

sobre intensas llanuras,

parecen mares mínimos

que al crecer se agotaron

o habiendo replegado

su impulso primigenio

quedaron en la tierra

por ser únicamente

un temblor mineral.

 

¡Qué hermosa es esta tierra!

Su sol es una hoguera

poderosa y fornida

que fecunda su suelo

y a su naturaleza,

y es una hoguera que se multiplica

en el alma y el rostro

de todos sus varones,

campesinos que entienden

cómo avanza la aurora

Sobre un cielo agraviado

por pájaros y montes.

 

¡Qué hermosa es esta tierra!

perfumada por montes,

donde nubes de pájaros

con sus cantares llenan

su intenso territorio!

 

¡Qué hermosa es esta tierra!

 

 

 

UN PAÍS CON SUS RÍOS

 

Un país con sus ríos,

con sus ríos hermosos:

dorado, azul y verde,

como el color visible de su tierra,

con el matiz intenso de su cielo,

como la imagen verde de sus montes.

 

Un país con sus ríos,

con sus ríos hermosos:

que acuchillan praderas dilatadas,

cerros sin pretensiones para el vuelo

y bosques olorosos

donde exonera el sol su rabia roja.

 

Un país con sus ríos,

dorado, azul y verde,

como la tierra, el cielo

y el monte,

de este lugar del mundo...

 

 

 

LAS CORDILLERAS

 

¡Qué hermosas las cordilleras

de mi país caluroso!

 

Amambay, Mbaracayú, Altos, Kaaguazú. . .

 

Parecen ríos de piedras

que congelaron sus bríos

al dar su oleada primera

de rudeza primitiva.

 

(De lejos semejan quietas

serpientes que se durmieron

después de haber satisfecho

su apetito oscuro y fiero.)

 

Enormemente sinuosas

y cubiertas por los montes

parecen guardiar la patria

como austeros centinelas.

 

Semejan también a enormes

caballos que se quedaron

conquistados por la tierra

a darse a un sueño infinito,

sin término conocido.

 

A veces cuando ese viento

se torna rígido, entero,

parecen ser que despiertan

para un galope incisivo

sus pétreos caballos finos,

al tratar de levantarse.

 

Entonces rugen los montes

con un millón de gargantas

y en las colinas se prenden

relámpagos, colorados.

 

A poco se tornan cómo

unos caballos dormidos

que estuvieran descansando.

 

¡Qué hermosas las cordilleras

de mi país caluroso!

 

Amambay, Mbaracayú, Altos, Kaaguazú. . . .

 

 

 

LAS PRADERAS

 

En estas praderas verdes

de mi país escondido,

podrían caber las manos

de los hombres conocidos,

y aquél palpitar de amigos

de los modestos labriegos,

que sin parar anochecen

por darle savia a su trigo.

 

En estas praderas verdes

de mi país escondido,

podrían caber más manos

de capuereros y amigos,

toda vez que de las ajenas

manos a empezar, dejaran. . .

 

En estas praderas verdes

de mi país sometido,

podría encenderse un mundo

enorme y desconocido.

 

 

 

 

ÍNDICE

 

PRIMERA PARTE

La pluma

La puerta

El rumor

La rueda

El caballo

Las heridas

El silencio

El grito

El sable

En sonido

Mi historia

La bandera

Las sombras

Las palabras

Trabaja el pueblo

Mis raíces

El pozo

Los pasos

La paloma

 

SEGUNDA PARTE

Entra

El campesino

Mi tierra

Un país con sus ríos

Las cordilleras

Las praderas

Los esteros

Los bosques

Salto del Monday

Los arroyos

Oda al Río Paraná

Asunción

Las guitarras

El pájaro encendido

Un pueblo aprisionado

El arado

Esos pueblos pequeños

El machete

 

INTERMEDIO

Palabras para Julio Correa

Tríptico para Federico García Lorca

 

DESPEDIDA

Si es posible

 

 

 

 

COMENTARIO SOBRE EL POEMARIO “CLAREA EL FIRMAMENTO”

Texto de AUGUSTO CASOLA

 

            A modo de presentación, las palabras introductoras de Arístides Díaz Peña destacan, de manera clara y concisa, la personalidad de Luis María Martínez y la denuncia que reitera a lo largo de casi toda su obra. Es por ello que parece oportuno destacar algunos párrafos:

 

            Generoso y combativo al mismo tiempo, se ha interesado siempre en mostrarnos la realidad social tal cual es; esa realidad que es tantas veces subversiva por lo que los epígonos del inmovilismo en materia y espíritu por conveniencia, han tratado de desvirtuarnos una y otra vez. [...] Martínez, además de cumplir con esa honrosa misión de alertarnos contra la apatía y el silencio reinantes, nos obsequia con su significativo libro un apasionante panorama de toda la geografía de nuestra patria [...] arroyos y colinas, nuestra ciudad capital y "esos pueblos pequeños y tristes" del interior, aparecen descritos con amoroso primor de inspirado poeta.[...] lo que "contradice aquella chata y arcaica concepción de conocida raigambre que aspira a situar al poeta o al artista de preocupación social al nivel del renegado o apátrida siendo todo lo contrario: ¡auténtico patriota y amante ciudadano!

 

            EL GRITO (13), es un poema bello

 

Madre, qué mucho vale el grito,

porque al gritar gritando lo que siento

la tierra se me extiende como un ancho planeta,

la vida se me agranda y cambian sus latidos

-enfurecidas llamas la bañan mansamente-

pues un cuadrante exacto lo apadrina y lo lleva

hacia rumbos movidos que alegran y entusiasman

como si al corazón le ataran cartas nuevas.

 

El grito es un torrente que sabe a dónde lleva

cuando alborota y vence en el silencio el ala

que en un costado calla como si agonizara,

igual que un ave muda, que se desconociera.

 

El grito es el principio de un mandamiento humano

que nace en la mañana del hombre cuando viene

a través del argento jubiloso del cielo

y que acaba en su alma, que es trueno sofocado.

 

No es un alcor de huidas ni de llantos,

es la misma garganta que se volvió colina de amapolas,

prolongación de un río de guitarras.

 

Madre, qué mucho vale el grito,

porque al gritar gritando lo que siento

mi corazón reposa y agota lentamente

sus grandes afluentes de pájaros brumosos

que en mi garganta de un color vehemente

me exigen darles ríos y residencia y alas

para encontrar marchando su salida.

 

            El poeta, arrastrado por el entusiasmo lírico, exclama en Las palabras (20):

 

Libertad, vuelo, grito,

llamarada...

 

Esas palabras decisivas,

Esas hermosas, fieras rotundas palabras

Creadas por el pueblo.

Las fecundas y densas palabras como sangres, [...]

 

            Quiero detenerme a analizar el contenido de las palabras de este enérgico poema donde el protagonista es el pueblo, porque al respecto voy a sentar algunas reflexiones, luego de repasar las consideraciones de ideólogos que buscaron señalar al pueblo como víctima de la injusticia de las clases sociales elevadas y para empujarlo a la aventura de una lucha de clases. Engels (111) expresa: "[...] en lo que afecta a la historia moderna, todas las luchas políticas no son más que luchas de clases [...] pues toda lucha de clases es una lucha política encaminada, en definitiva, a la emancipación económica", lo que contribuyó a mantener al mundo dividido, por mucho tiempo, entre dos superpotencias enfrentadas: el comunismo y el capitalismo, pretendiendo uno y otro régimen, ser líder de la democracia y baluarte de las reivindicaciones populares.

            En el Manifiesto Comunista (17, 19), destacan estas palabras que deberían hacer reflexionar a los duros atacantes de la burguesía y se refieren a ella sin saber exactamente de qué están hablando.

 

            La burguesía [...] es también producto de un largo desenvolvimiento, de una serie de revoluciones en los medios de producción y comunicación. Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha estado acompañada de un progreso político correspondiente. [...] La burguesía ha ejercido en la Historia una acción esencialmente revolucionaria. [...] La burguesía no existe sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de trabajo [...]. Impulsada por la necesidad de mercados siempre nuevos, la burguesía invade el mundo entero. Necesita penetrar por todas partes, establecerse en todos los sitios, crear por doquier medios de comunicación.

 

            ¿No suena esto muy parecido a lo que está ocurriendo con la China Popular, con los llamados "tigres asiáticos", con los gobiernos socialistas de Sudamérica, que impulsan el ingreso de Venezuela al Mercosur de modo a expandir mercados? De acuerdo a lo expresado, ¿no estamos viviendo los días en que está probado "lo que puede realizar la actividad humana", cuando ella va administrada por la razón, la dignidad, la honestidad y el respeto de los unos hacia los otros?

            Transcribo las palabras que Márai Sándor, escritor húngaro, pone en boca de Lázár, uno de sus personajes:

 

            Tal vez nosotros, los escritores, somos los únicos que aún sentimos verdadero respeto por las leyes. El burgués es un ser más aventurero, sí, mucho más rebelde de lo que se piensa en general. No es casualidad que los abanderados de todas las grandes revoluciones hayan sido precisamente burgueses descarriados. Pero los escritores no podemos permitirnos el lujo de ser rebeldes. Somos los guardianes. Es mucho más difícil conservar que crear o destruir [...] Vivo rodeado de cazadores furtivos y yo soy el guardabosques... ¡Un mundo nuevo! [...] Como si la gente fuese capaz de renovarse y cambiar... [...] nosotros no vivimos una auténtica cultura, lo nuestro es una civilización de masas, anodina, mecanizada y enigmática. Y cuanto más se empeñan los políticos y los profetas en construir comunidades cada vez más artificiales en el seno del mundo humano, cuanto más se eduque a los niños en ese sentido forzado de comunidad, tanto más despiadada será la soledad de las almas (140).

            [...] No me gustan los revolucionarios de salón. Uno debe permanecer fiel a aquellos a los que está unido por origen y por educación. [...] Soy fiel a la clase a la que pertenezco. Y la protejo cuando la atacan. Pero no la defiendo a ciegas y con soberbia (144).

            Para el pequeño burgués [...] la cultura y lo que ella conlleva no son experiencias sino un conjunto de datos. Y luego está la capa superior de la burguesía: los artistas, los crea dores (146) [...] Para el artista, la cultura supone una experiencia de vida. Para el burgués, la cultura es el milagro de la domesticación (148).

           

            El pueblo está en boca de todos pero se evidencia, tras una superficial observación, que su situación pasada y presente de pobreza e ignorancia, de ignominiosa indignidad humana, se origina en los gobernantes que incumplen con desvergüenza las promesas huecas de sus discursos insípidos, sin hacer nada por él; al contrario, el pueblo sigue siendo hambreado por el gobierno, engañado por sus líderes, sean éstos sindicalistas o políticos de cualquier tendencia, sea que ocupen puestos en el gobierno o pretendan hacerlo, unos y otros se autodefinen defensores del pueblo y hasta se felicitan por los éxitos alcanzados dentro de una macro economía que solamente le es útil a ellos, a los representantes de ese "amado pueblo" que mendiga zaparrastroso en las esquinas bajo la figura de niñas, mujeres y hombres, el "amado pueblo" que asalta y roba, protegido por la indiferencia de las autoridades, "el amado pueblo" que mata y atropella guiado por dos o tres supuestos líderes que lo único que lideran son sus intereses y venden sin contemplación ni vergüenza a sus representados al mejor postor en favor a sus bolsillos.

            Ya lo expresó Engels (52) y pese al tiempo transcurrido, tanto entre el momento en que estas palabras fueron escritas a hoy y el que media entre la caída de la dictadura a nuestros días, ellas son aplicables sin detrimento a lo que ocurrió en el Paraguay en los últimos años contados a partir de 1989: "Ninguna proposición filosófica ha logrado el reconocimiento de un gobierno determinado, ni promovido la cólera de los liberales, como la célebre proposición de Hegel: Todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real".

            Pareciera que el poeta quiere escapar de esta premisa cuando canta al pueblo con fervoroso aliento, pero a fuer de verdad, si vamos a ser consecuentes y si se quiere, cínicos, lo que se tiene ante los ojos y no se quiere ver, es que el pueblo sirve para teorizar y buscar explicación al lenocinio, así como la patrística buscaba demostrar, por medio de sofismas y complicadas cabriolas dialécticas de los cuales no escapó el mismo Descartes, la existencia de un Dios generoso y lleno de misericordia, en tanto la Inquisición quemaba herejes en las plazas públicas.

            Exclama el poeta en

 

            TRABAJA EL PUEBLO (24):

 

La rueda de la historia gira

Porque el pueblo la maneja.

Formidable rueda hundida

En el barro de la vida,

Que tiene sangre en sus rayos

Y fuerza en su airado eje [...]

 

            y en

 

            LOS PASOS (30):

 

Son pasos de un pueblo:

tormenta, esperanza,

sorpresa y avance,

fornidos temblores,

enormes sonidos

de gentes y tambores.

¡Madruga y avanza

mi sueño, el argento,

mi lengua que empuja

gentíos y vientos!

¡Madrugan las flores,

los rudos carreros,

los grandes labriegos

que prenden y apagan

arando o sembrando

tormentas y auroras!

 

            Es literatura y es preciso establecer una diferencia nítida entre el valor literario y el sentido ideológico contenido en la poesía de Luis María Martínez y a ella parecieran referirse las palabras de Kropotkin, cuando afirma que (45) [...] si como verdaderos poetas os ocupáis de las realidades de la vida, ¡ah! Entonces, contemplando ese mar de tristezas [...] vendréis a colocaros al lado del oprimido, porque sabéis que lo hermoso, lo sublime, el espíritu mismo de la vida están al lado de aquellos que luchan por la luz, por la humanidad.

            La fuerza que brota de su palabra escrita puede conmover, exaltar o iluminar, según sean el temperamento, las simpatías políticas o la ideología de los lectores. Puede, al mismo tiempo y bajo otras consideraciones, despertar reacciones adversas, cuando tanto se insiste en la valentía potencial del pueblo durante la dictadura, cuando éste no pasaba de ser un rebaño de ovejas movido por los jefes políticos que les proveían de vaca-i y cerveza para llevarlos donde fuera cada vez que se necesitaba elevar loas al "único líder" y hacer hurras a su nombre. En esos días de 1975, digo, no podía ser sino subversiva una poesía hecha a sabiendas de que nunca seria leída por los personajes que la pueblan ni por los poderosos, que no aceptan la responsabilidad de sus actos perversos y, si lo hacen, buscan perífrasis adecuadas que los justifiquen, sino por los intelectuales sometidos al régimen, quienes sin duda elevaban a sus superiores informes evaluativos de las características de ella y del autor, para luego venir a sentarse a la mesa del bar San Roque a compartir las reuniones bohemias del PEN Club del Paraguay, único referente cultural tolerado en esos días.

            Allí estaban los pyragüe y los contreras, allí se compartía cena y bebida, se conversaba, se discutía y se reía dentro de la burbuja del bar San Roque, donde hasta las lo de la noche era lícito permanecer, debido a lo establecido por el Edicto 209 y fue, por mucho tiempo, sitio obligado de las reuniones de intelectuales y bohemios.

            Para respaldar lo dicho, propongo la lectura de Las guitarras (53), que por su valor poético, no puede ser sino transcrito en su totalidad.

 

Son las guitarras las cordilleras

del pueblo pobre, pobre enterrado,

que inicia en cantos todas sus guerras

en tanto sea después soldado.

 

Son las guitarras como laderas,

montes de rayos con sus banderas,

donde ese pueblo sueña y gorjea,

piensa y se mide como aletea.

 

Son las guitarras las sementeras,

donde ese pueblo suda y se esmera

por dar al tiempo la regia aurora

que inicia dando lengua a su prora

 

Recias moradas donde descansan,

claman bullendo y se arremansan

ríos de pueblo, mapas de gentes,

en las guitarras, sus afluentes.

 

Son las guitarras las cordilleras

donde este pueblo prende su hoguera,

el viento oscuro, su bramadera,

en tanto encuentre sol y bandera...

 

            Eran infiltrados de los círculos culturales, informantes de todo cuanto hacía esa gente tan peligrosa, como se consideró y se sigue considerando hasta hoy, a los escritores e intelectuales que optan por no empeñar su pluma por prebendas más o menos apetecibles que pudieran ser ofrecidas por su silencio.

            Alrededor de la mesa redonda del bar San Roque, se reunía el PEN (Poetas, Ensayistas y Narradores) Club del Paraguay. Allí se lo podía encontrar casi todas las noches de la semana a José-Luis Appleyard, entonces el poeta por antonomasia y principal referente de la bohemia asunceña. Allí compartían con asiduidad Luis María Martínez, William Baecker, Augusto Casola, José Antonio Bilbao, Miguel Ángel Caballero Figún, Mario y Víctor Casartelli, el editor Ricardo Rolón, los artistas plásticos José Laterza Parodi, Hermann Guggiari y Hugo Pistilli y muchas otras personas que simplemente venían a pasar un momento de charla agradable y diferente.

            Los martes, día de sesión, solían sumarse Josefina Pla, Noemí Ferrari de Nagy, Bacón Duarte Prado y, circunstancialmente, en alguna cena oficial del PEN, Ezequiel González Alsina, Hipólito Sánchez Quell, Alejandro Marín Iglesias, Francisco Pérez-Maricevich y otros. En esta mesa, la más democrática que nunca hubo ni habrá seguramente en el Paraguay, hasta solía participar, a veces, el "moderador de la Católica", Juan Ramón Aquino, además de muchas otras personas a las que no recuerdo.

Fuente: LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA. Por AUGUSTO CASOLA. Editorial ARANDURÃ, Asunción – Paraguay. Agosto del 2012 (244 páginas).

 

 

CLAREA EL FIRMAMENTO. Por ANO ORTIZ MAYANS

 

«En nuestra reciente gira por la tierra natal tuvimos la suerte de vincularnos con cultores del arte y de las letras de nuestro país y así pudimos estrechar la diestra de uno de los valores más firmes de la joven generación de poetas del Paraguay: nos estamos refiriendo a Luis María Martínez, escritor que nos obsequió con varios frutos de su valiosa cosecha, entre ellos el poemario Clarea el firmamento con prólogo de Arístides Díaz Peña, un entrañable bardo y condiscípulo del Colegio Nacional de la Asunción, y así fuimos camaradas en la promoción MINERVA, de proficua e insuperable labor en aras de la cultura de la patria. Díaz Peña rinde un justiciero homenaje al citado libro y así dice de Clarea el firmamento que ‘es un altivo y fervoroso pregón de libertad’. Eso se comprueba en ‘Las palabras’ -libertad, vuelo, grito, llamarada...

»Hay un ritmo interior, un ritmo de vida y de calidad humana y afectuoso sentimiento hacia los abanderados de los ideales fraternos, así al recordar a Julio Correa: ‘truena al cantar la tierra,/ ríe al sentir la fronda,/ ruge al tocar los muros’. Ya en Desde abajo es el viento, otro de los bellos libros de Martínez, le dedica palabras fervorosas y justas, y así clama: ‘Muerto: ¡jamás! Errante que es bien poco’. Siente por Julio Correa una profunda admiración y así a este hermano mayor, a este hidalgo señor de las letras, que nació y vivió en suelo guaraní, le tiene siempre presente: ‘pienso al escucharte/ pienso que vale la pena nuestra/soñar que llegan las golondrinas...’

»Otro poema es para el eximio dramaturgo y poeta español, Federico García Lorca, entrañable vate, víctima de la saña fascista:

 

 

«En la lejana montaña

   
 

del horizonte azulado

   
 

un verde caballo espera...»

   
 Antonio Ortiz Mayans, agosto de 1982

Fuente: EL TRINO SOTERRADO. PARAGUAY : APROXIMACIÓN AL ITINERARIO DE SU POESÍA SOCIAL. TOMO II  AUTOR: LUIS MARÍA MARTÍNEZ EDICIÓN DIGITAL: ALICANTE : BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES, 2002 N. SOBRE EDICIÓN ORIGINAL: EDICIÓN DIGITAL BASADA EN LA DE ASUNCIÓN (PARAGUAY), EDICIONES INTENTO, [1986].


 





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