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R. ANTONIO RAMOS (+)
  RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA - Por R. ANTONIO RAMOS


RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA - Por R. ANTONIO RAMOS
EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA

 
 
 
 
EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA
 
Pimenta Bueno acusó recibo de la copia del decreto de su nombramiento, un mes después de la comunicación de Soares de Souza. Anunciaba al ministro de negocios extranjeros su propósito de partir de la Corte el 1º de diciembre de 1843. «Llevo – decía – el más vivo deseo de prestar algún servicio que sea del agrado de su Majestad el Emperador, Sería muy grande fortuna corresponder a la honrosa confianza que el mismo Augusto Señor dignóse depositar en mí...» (1) Dos días después pidió que su cuñado el mayor Cayetano Manuel de Faria y Albuquerque fuese designado secretario de la legación en Asunción, cuyos conocimientos profesionales podía «ofrecer sus observaciones al Gobierno Imperial sobre el estado y relaciones militares de la República donde voy, como los de nuestro país, y yo no encuentro desacertado que se vaya habilitando a algunos oficiales de capacidad para penetrar y reconocer aquel Estado vecino y sus importantes dependencias». (2) El 5 de diciembre siguiente Soares de Souza ordenó a Faria y Albuquerque que se presente a Pimenta Bueno para seguir con éste al Paraguay.

Para mediados de enero de 1844 el diplomático imperial se encontraba en Santos, desde donde el 27 de ese mes informó al ministro de negocios extranjeros haber recibido los oficios del presidente de la provincia de Mato Grosso, por los cuales se enteró de las intenciones del gobierno del Paraguay de mantener relaciones con aquella provincia; estas disposiciones concordaban con las referencias de Ponte Ribeiro. Se alegró con la noticia. «Ella es una razón más – expresaba – para que apresure mi viaje hasta llegar al lugar de mi destino, a fin de aprovechar esas disposiciones existentes». (3) Los documentos de la provincia de Mato Grosso le fueron remitidos por Soares de Souza, quien le ordenó que apenas llegase Faría y Albuquerque a ese puerto, «apresurase, lo más posible su partida para su destino, no sólo para aprovechar la ocasión, que parece favorable, sino también para no dar tiempo que su misión se divulgue», También le recomendó que escribiese de Río Grande, de Itapúa y una vez llegado a Asunción. (4) Pimenta Bueno sólo esperaba el vapor para partir. En cuanto a lo último, de todos los puntos envió las comunicaciones correspondientes. La Corte tenía premura porque la misión llegase a la capital paraguaya, dada la política de Rosas, La orden de llegar lo antes posible a Asunción será reiterada por el sucesor de Soares de Souza.

Desde Porto Alegre se dirigió al barón de Caxias, el 8 de febrero, para manifestarle que tenía necesidad de seguir viaje en la brevedad posible y con la mayor seguridad, no por cuidado de su persona sino por los importantes documentos que llevaba para el gobierno del Paraguay los cuales no debían caer en poder de los rebeldes de Río Grande. «Un hecho semejante – agregaba – sería una verdadera calamidad, que contrariará y desconcertará todas las vistas de nuestro Gobierno y lo comprometerá no sólo con Buenos Aires sino con el propio Paraguay», Pidió que le indique el camino a seguir y una escolta para su defensa. (5) La respuesta de Caxias llegó después de veinte y un días. Pimenta Bueno continuó su marcha de acuerdo con la indicación del barón, no obstante tener que hacer un gran desvío, según informó a Ernesto Ferreira França, quien había sucedido a Soares de Souza en el ministerio de negocios extranjeros. (6) El viaje era «largo y penoso», no solamente por las inclemencias del clima sino también por los peligros que ofrecían los revolucionarios farroupilhas y los que podían provenir del lado de Rosas. Cruzar en aquella época a lomo de caballo aquellas extensas y desiertas regiones reclamaban esfuerzo y no pequeño sacrificio. La cautela e inquietudes de Pimenta Bueno tenían fundamento. Pero no se detuvo, impulsado por el deseo de servir a su patria y a su soberano. Y siguió su marcha con destino a Itapúa.
 
De Porto Alegre partió el 20 de marzo. En su itinerario fue pasando por Río Pardo, Villa de Cachoeira, Cassapava y San Gabriel. «Mi viaje se demoró no por mi voluntad sino por causas independientes de ella», informó a su gobierno. (7) Ferreira França le contestó: «En cuanto a los inconvenientes de salud y de la proximidad del invierno que V. M.ced menciona en su oficio, cuento con que habrán sido superados y que después de llegar a Alegrete se dirigirá a San Borja, para de allí pasar a Itapúa. En ese pasaje de poca extensión, V.M.ced no tiene obstáculos de los cuales recelar por parte de los Rebeldes, ni de los Correntinos. Una vez en Itapúa no sólo encontrará todas las facilidades para trasladarse a la Capital de la República, aunque sea invierno, sino que también habrán cesado las desconfianzas de ese Gobierno respecto de su demora, que mucho conviene desvanecer en provecho de la misión que el Gobierno Imperial confió a V.M.ced » (8) Este oficio estaba fechado el 22 de agosto de 1844, cuatro días después de la llegada de Pimenta Bueno a Asunción. Su diligencia no necesitó de instancias oficiales para cumplir a su debido tiempo lo que él consideraba un deber patriótico. Pareciera que Ferreira França creyese que a recelos infundados se debía la demora en el viaje del diplomático imperial. Lejos estaba del espíritu de éste semejante indecisión. Los hechos demostraron que Pimenta Bueno estaba dispuesto a ejecutar la orden de su gobierno no obstante los diversos obstáculos que se le presentaron en su «largo y penoso» trayecto.

En San Gabriel, un ataque intenso de estómago le detuvo varios días. De aquí salió el 3 de junio escoltado por 300 hombres de caballería y 40 de infantería enviados por el brigadier Bento Manuel. Desde Alegrete decía a Ferreira França: «Me consta que el Supremo Gobierno del Paraguay ofició al barón de Caxias y que conserva muy buenas disposiciones para con nuestro Gobierno». (9)
El 6 de julio llegó a San Borja, en las riberas del Uruguay. En este lejano puerto de la frontera tuvo otras noticias acerca de las buenas disposiciones de los gobiernos de Corrientes y Asunción.

El primero había resuelto que una vez que Pimenta Bueno cruce el río se le preste las más solicitas atenciones hasta Itapúa, poniendo a sus órdenes dos oficiales, una escolta y la cabalgadura necesaria para su paso por la provincia. La determinación tenía su importancia. Por un lado indicaba la simpatía que gozaba el Brasil en Corrientes y por otro ofrecía seguridad al representante imperial ante las posibles asechanzas de los partidarios de Rosas. «Me consta – informó a Ferreira França – que el Gobierno de la República del Paraguay ha tomado providencias para mi recepción en Itapúa, así como los brasileños emigrados y residentes en la ribera occidental del Uruguay, que por causa de los rebeldes de esta provincia, me esperan en sus casas, con sus animales y otros auxilios». (10)

Una vez en tierra correntina, luego de cruzar el río Uruguay, fue recibido por un oficial y la guardia del lugar, en cumplimiento de las órdenes del comandante interino de las Misiones, Simeón Paiva. Allí encontró un piquete de catorce hombres y dos oficiales, que el gobernador de Corrientes puso a su disposición para su paso por la provincia. A Pimenta Bueno le acompañaban veinte hombres. (11)
Desde Santo Tomé se dirigió al comandante del campamento paraguayo de San José, comunicándole haber cruzado el Uruguay con destino a Itapúa y que venía investido del carácter de encargado de negocios ante el Supremo Gobierno del Paraguay, y que era portador de un oficio de Manuel Peña para el mismo comandante, que no remitía en esa ocasión por mayor seguridad y por tener el placer de entregarlo personalmente. En las proximidades del Aguapey recibió la respuesta y encontró los auxilios enviados para facilitar su viaje, como carreta, caballada etc. (12)

El 19 de julio llegó al campamento de San fosé, quedando esa noche fuera de las trincheras. Al día siguiente se presentó en el campamento. En el portón fue recibido por los oficiales y entró con ellos a caballo, con espuelas y sombrero en la cabeza, lo que era una excepción a la regla general. Pasó luego a la rasa del comandante, hombre sencillo pero tímido, quien le recibió con cariño. Este no tardó, sin embargo, en abrirse y quedarse alegre, manifestando al agente imperial que podía cruzar el río cuando quisiese y como quisiese. Antes de pasar escribió a Joaquín Madariaga para expresar su gratitud por las pruebas de consideración recibidas en el territorio de la provincia de Corrientes, en su calidad de comisionado de S.M. el Emperador del Brasil. (13)

El 21 de julio cruzó el Paraná. En la margen occidental fue recibido por el comandante militar y por algunos brasileños. De allí pasaron a Villa Encarnación, anteriormente Itapúa. Por ese distante puerto también entraron en el Paraguay, Artigas, Bonpland y Correa da Cámara. El comandante le hospedó en su casa, no permitió que esa atención quedase a cargo de los brasileños, e informó a Pimenta Bueno que el gobierno le esperaba hacía tiempo y que comunicará su llegada a Asunción, debiendo esperar, mientras tanto, más o menos ocho días. (14)

Desde Encarnación comenzó su correspondencia con el gobierno paraguayo, entonces ejercido por Carlos Antonio López, con la investidura de presidente de la república, El mismo día comunicó su llegada como encargado de negocios del Brasil, acompañando copia de sus credenciales, cuyo original tendrá el honor de presentar personalmente. También remitió dos cartas de Manuel Peña que estaban en su poder hacía medio año. (15) Tampoco olvidó dirigirse a su gobierno, anunciando su arribo a ese puerto del Paraná y comunicando los cambios producidos en la administración política del Paraguay. (16)

En Río de Janeiro causó favorable impresión la llegada al Paraguay del representante brasileño, a quien Ferreira França, se encargó de expresar: «Fue sumamente agradable a S.M. el Emperador su narración sobre el lisonjero recibimiento que le brindaron las Autoridades de la Frontera de esa República, en virtud de órdenes expedidas anticipadamente por su Gobierno; y en vista de lo expuesto, cuento que pasará en breve a Asunción y entrará luego a desempeñar las funciones que le fueron confiadas». (17) La Corte de San Cristóbal no ocultaba la premura de sus determinaciones. Las instancias se sucedían, si bien esta última fue ya posterior a la instalación de la legación imperial en Asunción, El servicio de correspondencia era sumamente lento. Las comunicaciones tropezaban con múltiples inconveniencias, sin contar la larga distancia. Así se explica que oficios del mes de julio, como las referentes a la entrada de Pimenta Bueno en Encarnación, eran recién contestadas en la segunda semana de octubre.

La nota de Pimenta Bueno al gobierno paraguayo tenía que causar favorable impresión; sus credenciales hablaban explícitamente del reconocimiento de la independencia, que el gobierno venía persiguiendo desde el congreso del 25 de noviembre de 1842. El presidente López no perdió tampoco tiempo, interesado como estaba en la misión brasileña. Cuatro días después contestaba a Pimenta Bueno. «Es altamente satisfactorio a este Gobierno – decía – la misión de V.S.I. para reconocer solemnemente la independencia de la República y para establecer las relaciones de amistad y comercio, que recomiendan la posición geográfica, y los mutuos intereses de ambos Estados. El infrascrito se complace de saber que la comisión ha sido encargada a persona de las distinguidas cualidades que caracterizan a V.S.I. y se apresura a dirigir al comandante militar de la Encarnación el pasaporte, que le presentará con las órdenes convenientes para la marcha de V.S.I. con su comitiva a esta capital, donde podrá residir todo el tiempo que considere necesario, para desempeñar dignamente los interesantes objetos de su comisión, en conformidad con la sanción del Soberano Congreso de esta República sobre las residencias de los Enviados cerca de este Gobierno». (18)

El pasaporte aludido en la nota procedente, fechado asimismo el 25 de julio, también reflejaba claramente la complacencia causada por el viaje de Pimenta Bueno. «Por cuanto he acordado – rezaba el documento – con esta fecha a S.S.I. el Encargado de negocios de S. M. el Emperador del Brasil cerca del Supremo Govierno de la República el permiso y salvo conducto que ha solicitado para llegar a esta Capital a desempeñar los interesantes objetos de su misión: por tanto las autoridades civiles y militares le facilitaran en su transito por cuenta de este Govierno sin demora ninguna y sin limitacion, todo cuanto pudiese necesitar, quedando destinado a conducirle con su comitiva el Ciudadano Juan de la Cruz Cáceres con cuatro soldados de la misma arma, con pretencion de que el Comandante militar dela Encarnacion con noticia del Campamento referido hara presente esta disposicion a S.S.I. para que determine su marcha cuando y como guste». (19)

Este pasaporte recuerda el otorgado por el dictador Francia a Correa Camara, cuando este representante imperial llegó a Itapúa en 1825. La liberalidad de ambos documentos comprendía no sólo a los titulares de las misiones sino también a sus respectivas comitivas. Las facilidades otorgadas a los dos agentes brasileños, eran amplias y generosas, y en el caso de Pimenta Bueno no tenían limitación, siendo, además, por cuenta expresa del Estado. Mayor prueba de consideración no podía darse en aquellas circunstancias.

Pimenta Bueno recibió la respuesta de Carlos Antonio López con el pasaporte el 30 de julio y ese día se apresuró a comunicar al ministro de negocios extranjeros la auspiciosa resolución del presidente paraguayo. «El mismo Gobierno – escribía – dió todas las providencias para que se me prestase transportes, como todo medio preciso para mi traslado durante mi marcha hasta la Capital, para donde sigo en estos días, acompañado de un piquete comandado por un oficial. – Puede pues considerarse establecida la Legación Brasileña en el Paraguay y con satisfacción del Gobierno de la República por lo que él manifiesta en la referida nota». (20)

El 3 de agosto de 1844 partió de Encarnación con destino a la capital. (21) donde llegó el 18 de mañana. Quince días empleó para recorrer su largo camino de 76 leguas al través de las verdes campiñas. El trayecto fue una sucesión de fiestas. El campesino paraguayo acogió con amistad y simpatía a este mensajero de la cordialidad brasileña, porque sabía que venía a dar satisfacción a uno de sus anhelos más hondos. La hospitalidad se brindó generosa con el diplomático imperial y los pueblos se disputaban la primacía de recibirle con músicas y danzas. Las familias le brindaban su cariño y el gobierno de la república dispuso que nada le faltase en el viaje. (22)

Si en 1825 la llegada a Asunción de Correa da Cámara constituyó un acontecimiento, la entrada de Pimenta Bueno no fue menos espectacular. Este lo hizo acompañado de las autoridades y del pueblo. Al paso de la comitiva las calles ofrecían el aspecto de los días de grandes ceremonias, aceras y calzadas con un público entusiasta y las casas con banderas desplegadas. El gobierno y el pueblo «demonstraban mucha alegría». Ese mismo día fue invitado «por los Paraguayos y sus familias: ellos tienen amor a los Brasileños y se declaran con plena esperanza por los resultados de la Misión Imperial». También lo hicieron en representación del gobierno los secretarios de administración y de hacienda. Por su parte, Pimenta Bueno no dejó de cumplimentar con el gobierno. Pidió la fijación del día para su presentación, lo que el presidente López dejó a disposición del diplomático imperial. Este agradeció la «fineza» y pidió que la audiencia se efectuase al día siguiente. La petición fue aceptada sin dilación. (23) La buena disposición del gobierno era franca, espontánea y de una diligencia que favoreció el cómodo desempeño de la misión brasileña.

«En consecuencia – informó a su gobierno – el 19 fui conducido por los Comandantes de dos Batallones, desde mi casa hasta el Palacio, donde encontré al Presidente con su Corte, compuesta de los altos funcionarios Públicos. Me recibió de pie y alegre». (24) Al entregar a Carlos Antonio López su credencial pronunció un elocuente discurso:
«Su Majestad el Emperador del Brasil – dijo – queriendo dar un testimonio del aprecio y consideración, que tiene a la República del Paraguay, resolvió nombrar un ministro que residiese junto al Supremo Gobierno de ella. Tuve la felicidad de ser encargado de tan distinguido y elevado encargo, teniendo, por tanto, la honra de entregar a V.E. mi Carta Credencial y tendré la gloria, siempre memorable para mi, de reconocer solemnemente la independencia del Paraguay.

«Las relaciones de vecindad y la posición geográfica de las dos Naciones, la uniformidad de su Religión, la casi identidad de su origen, la lengua, la analogía de su carácter, la simpatía de pueblos hermanos americanos, la homogeneidad en fin de sus intereses, consagraron desde los primeros fundamentos de los dos Estados su amistad recíproca y desde entonces cultivaron una comunicación y comercio Jamás interrumpidos.

«Eran por sí solos motivos asaz valiosos para excitar las simpatías de Su Majestad el Emperador. Sin embargo, otros se agregan que no pueden dejar de inspirarle el más vivo interés por la República. Ella tiene un Gobierno ilustrado que demuestra las mejores disposiciones para con el Imperio y a la par de su marcha grave y regeneradora, se muestra destinado a crear y desenvolver la prosperidad y los grandes recursos del país. Que se desarrolle y prospere, y, que se estreche más y más la intimidad entre las dos Naciones son los sentimientos de Su Majestad el Emperador.

«En cuanto a mí, Excelentíssimo Señor, encargado de cultivar tan preciosas relaciones sobre bases sólidas de lealtad y franqueza, sólo ambiciono que el celo y los deseos que me animan sepan siempre descubrir los medios más eficaces para que se fortalezcan y estrechen los vínculos de amistad de las dos Naciones. Así, yo tendría la fortuna de obtener la benevolencia y la estima del Supremo Gobierno de la República, premio inestimable de mis trabajos por mayores que fuesen». (25)

El lenguaje de Pimenta Bueno estaba inspirado por un positivo deseo de establecer entre el Paraguay y el Brasil relaciones que asegurasen una política de buena vecindad y hacía entrever fundadas esperanzas acerca del futuro de los dos países. Los sentimientos del Emperador coincidían con los del gobierno paraguayo. De ahí las palabras amistosas del presidente López, quien contestó al diplomático brasileño con estas breves, pero expresivas palabras: «Acepto con sumo aprecio la Carta Imperial de Su Majestad el Emperador del Brasil, Mi grande Amigo; y me honro de esta oportunidad para acreditar con actos positivos mis leales sentimientos de amistad, y buena fe con S.M.I., bien como la benevolencia, y alto aprecio del Supremo Gobierno hacia la caracterizada persona de V.S.I., a quien sus distinguidas qualidades han hecho lugar para la honrosa comisión de un reconocimiento solemne de la Independencia de la República del Paraguay». (26)

Terminada la ceremonia, Pimenta Bueno se retiró, acompañado hasta su casa de los dos comandantes aludidos. «La ciudad estaba con sus banderas desplegadas y parte de la tropa de la Capital formada de parada a lo largo del Palacio». (27)

Poco después de llegar a su residencia recibió un oficio de Carlos Antonio López, con la copia del decreto, de la misma fecha, por el cual se reconocía a Pimenta Bueno, en su carácter de encargado de negocios y cónsul general de S.M. el Emperador del Brasil, con las prerrogativas que por el derecho público le correspondían. (28) Al día contestó la comunicación del presidente paraguayo: «El infrascripto pondrá – expresaba – en conocimiento de su Augusto Soberano el importante acontecimiento de la instalación de la Legación del Imperio y de la satisfacción que experimenta por las demostraciones y pruebas de aprecio, y distinguida consideración, que ha tenido la fortuna y la honra de recibir de S.E. y de sus súbditos». (29)

El éxito era completo. La acogida de la misión brasileña contaba con la franca simpatía y el apoyo del gobierno. Llegada a la capital el 18 de agosto, al día siguiente, Pimenta Bueno presentaba sus credenciales y se le reconocía como representante del Imperio, con el entusiasmo oficial y popular. Mayor prueba de consideración no podía ofrecerse al mensajero de la amistad brasileña.

El mismo 19 visitó al presidente López, con quien mantuvo una conversación de dos horas, «Lo hallé contento – informó a Ferreira França – y tocándose la Política del Dictador Rosas, vi que sabe apreciarla convenientemente. Me dijo que aquel no atiende otro principio sino el que le conviene». El 22 estuvo nuevamente con el primer mandatario; hablaron de varios asuntos; al despedirse Don Carlos le repitió las pruebas de consideración, que ya anteriormente le había demostrado. (30)

Pimenta Bueno finalizó su interesante informe en estos términos: «Por ahora tengo sólo que agregar, que en breve pasaré a reconocer la Independencia de la República, aun antes del ajuste del Tratado, porque en ambas conferencias el Presidente insistió mucho en ello, diciendo que desea ese acto cuanto antes; que Bolivia ya lo había hecho por documento auténtico; que dejarlo para después de demoradas discusiones era hacerlo lento si no eventual. Como en todo caso conviene el reconocimiento, cedí y le dejé la designación del día. El halló tardío el 25 de Diciembre aniversario de la proclamación de ella, que la indiqué; tendrá pues lugar durante el mes de setiembre y será un medio más de contentarlo». (31) El mismo día se dirigió también al cónsul general del Brasil en Buenos Aires y a Felipe José Pereira Leal, encargado de negocios en Montevideo, anunciándoles asimismo el próximo reconocimiento y que había sido recibido «con las mayores pruebas de consideración y amistad» (32)

Hasta mediados de noviembre la Corte de San Cristóbal no recibió otras noticias de Pimenta Bueno que las transmitidas por éste desde Encarnación en la última semana de julio. Con ansiedad eran esperadas las referentes a su llegada a la capital paraguaya y al ejercicio de sus funciones. Como estas comunicaciones estaban consideradas de «tanta importancia», el ministro de negocios extranjeros recomendó expresamente al encargado de negocios que se dirija con frecuencia al gobierno imperial, transmitiendo cuanto pueda interesar, para terminar expresándole categóricamente: «...en ningún caso abandone esa Misión sin orden positiva del mismo Gobierno». (33) El Imperio estaba decidido a mantener su representación en el Paraguay, a la cual atribuía una importancia fundamental. En ese sentido la orden de Ferreira França, era terminante. El Brasil no podía descuidar su vinculación con la república. Sus intereses le señalaban el camino de Asunción para desarrollar una política de aproximación capaz de contrarrestar la hegemónica de Rosas. La Corte de San Cristóbal comprendió en toda su magnitud la necesidad de contar con una legación permanente en el Paraguay. Y ésta se mantuvo, después de la caída del Restaurador, hasta el estallido de la guerra en 1864.

Tres meses después de la nota de Pimenta Bueno, dando cuenta de su instalación, Ferreira França escribió a Don Pedro II: «Desde el 19 de Agosto la Legación Imperial se halla establecida en Asunción del Paraguay y dice el Encargado de Negocios que recibió allí y durante el viaje reiterados testimonios de consideración que los Paraguayos tienen por el Imperio». (34) La noticia repercutió gratamente en la Corte. El ministro de negocios extranjeros decía al representante en Asunción: «Su Majestad Imperial oyó con mucho agrado la narración que V.M. hizo de las benévolas atenciones que recibió, las cuales hacen esperar un ventajoso resultado de los negocios puestos a su cargo, y espera de su aptitud y celo que sabrá mantener y aprovechar las buenas disposiciones». (35) Jornal do Comércio, acreditado órgano de la prensa de Río Janeiro, comentó, por su parte la cordial recepción brindada al enviado brasileño. (36)

Y como no había inconvenientes, Pimenta Bueno dio cumplimiento a sus instrucciones, dando satisfacción, al mismo tiempo, a los deseos del presidente López. El 14 de setiembre de 1844 reconoció solemnemente la independencia del Paraguay, en un documento autógrafo, cuya traducción dice así: «Acto de reconocimiento de la independencia y soberanía de la República del Paraguay por el Ministro de Su Majestad el Emperador del Brasil. El abajo firmado Ministro de S.M. el Emperador del Brasil, en nombre del mismo Augusto Señor, reconoce la independencia y Soberanía de la República del Paraguay, proclamada en 25 de Noviembre de mil ochocientos cuarenta y dos registrada en el acta de su Congreso Nacional y comunicada oficialmente al Gobierno de S.M. el Emperador. Reconoce por tanto igualmente que la República del Paraguay tiene el derecho de ejercer todas las grandes prerrogativas que son inherentes a su independencia y Soberanía Nacional. En fe de lo cual y para que así conste perpetuamente el infrascrito firma de su puño en nombre de su Augusto Soberano, y en virtud de plenos poderes, que para ello le autorizan el presente reconocimiento de la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay, y lo ha hecho sellar con las armas del Imperio. Fecho en la Asunción a catorce de Setiembre de mil ochocientos cuarenta y cuatro». (37)

El significado de este acto no escapó al gobierno y pueblo paraguayos, que vieron en él no solamente una prueba de amistad sino también de buena vecindad y de justicia. Desde entonces es la base firme sobre la cual descansan las cordiales relaciones de los dos países. Su importancia internacional fue extraordinaria. En el orden nacional fortaleció el espíritu popular y la decisión de rechazar todo intento de dominación extranjera.

Al poner el documento en manos del presidente López, Pimenta Bueno pronunció el siguiente discurso:

«Su Majestad el Emperador del Brasil, mi Augusto Soberano. ha reconocido la independencia y Soberanía de la República del Paraguay. Yo tengo la honra y la viva satisfacción de entregar al Supremo Gobierno de la República el documento auténtico de tan importante Reconocimiento. Tengo además la honra de saludar en nombre del mismo Imperial Señor el Acto transcendente y glorioso de la Emancipación Política del Paraguay, nueva y brillante era de su existencia nacional.

«Hacía más de treinta años que el Pueblo Paraguayo proclamó la Independencia de su Patria, rompiendo las cadenas coloniales, que avasallaban sus impulsos generosos y sujetaban sus destinos a la lejana Europa. Era, sin duda, tiempo de que gozase de derecho lo que con mucha anterioridad venía gozando de hecho.

«El memorable y venturoso día del 25 de diciembre de 1842, Día de Gloria y de grata recordación, vino a ratificar de nuevo el juramento de la Independencia Nacional; y la aclamación unánime de un Pueblo entero comunicó a las demás Naciones que él iba a ocupar en la gran familia de ellas el puesto que le corresponde por la rica posición de su territorio, por sus vastos recursos y por sus derechos incontestables. Es un nuevo y brillante astro que comienza a fulgurar en el bello horizonte de la hermosa América, de esta América a que están reservados tan grandes y preciosos futuros.

«La Independencia del Paraguay era un hecho muy solemne para que Su Majestad dejase pasar sin una prueba, sin un testimonio formal y valioso de su Alta Amistad y vivo interés por la República; que ella lo reciba segura de su Imperial Consideración y que reciba además sus sinceros deseos de que la existencia Nacional del Paraguay sea coronada, desde su cuna, de paz, orden y constante prosperidad.

«Después de haber expuesto, Excmo. Sr. los sentimientos de que Su Majestad el Emperador está animado para con la República, permita V.E. que exprese el vivo placer que siento por la honra y gloria que me toca al venir a reconocer la Independencia del Paraguay y por el futuro que aguarda a este bello país.

«Juntamente con su Independencia la República tiene ya sus Leyes Fundamentales, en las que están los gérmenes de su grandeza, un Gobierno ilustrado y creador y todas las condiciones de un porvenir que diviso brillante y venturoso.

«Americano y grato al Paraguay, me recuerdo de la Independencia de mi Patria, de esos días de gloria, de dulces esperanzas, de eterna y afectuosa recordación, y siento la misma emoción; quiera V.E. aceptarla como mi respetuosa y cordial congratulación». (38)

Así como Pimenta Bueno insistió, desde su presentación de credenciales, sobre la gloria que le correspondía por el reconocimiento que acababa de cumplir, Carlos Antonio López impresionado por la resolución del Imperio del Brasil, consagró, por su parte, al 14 de setiembre como a «uno de los días de gloria de la Patria» y suscribió, esa misma fecha, un decreto que hizo escribir al dorso del documento presentado por el representante imperial, que dice textualmente: «El Presidente de la República del Paraguay acuerda y decreta. – Artículo 1º. Sellándose con el sello nacional, archívese en la Secretaria de relaciones exteriores para perpetua grata memoria de uno de los días de gloria de la patria el acto original del reconocimiento solemne de la independencia y soberanía de la República del Paraguay por su Majestad el Señor Don Pedro 2º, Emperador constitucional y Defensor perpetuo del Brasil. – Artículo 2º. Publíquese por bando con la solemnidad de estilo en la capital, y en todo el territorio de la República una traducción fiel del documento auténtico citado en el artículo anterior con inserción del presente decreto: imprímase y dése al repertorio nacional». (39)
Estas disposiciones fueron fielmente cumplidas. El Repertorio Nacional publicó los dos documentos el mismo día 14 de setiembre. (40) En Asunción como en el interior de la república divulgóse ampliamente el importante acontecimiento, que era una réplica a la actitud de Rosas en su posición de negar al Paraguay el derecho de constituirse en Estado libre y soberano.

Intenso júbilo se apoderó de los corazones paraguayos al conocerse el reconocimiento de la independencia por el Imperio del Brasil. Pueblo y gobierno se asociaron para celebrarlo dignamente y Asunción tributó a Pimenta Bueno el homenaje fraternal de una nación agradecida. Igual estado de espíritu se apoderó del país cuando casi una década después dieron el mismo paso la Confederación Argentina y luego Inglaterra, Francia, Cerdeña y Estados Unidos de América. La independencia era para el Paraguay un anhelo hondamente sentido y una condición fundamental de su existencia. Por eso la conducta del Brasil, en aquellos años de prueba, tuvo una profunda repercusión en el alma colectiva y un significado extraordinario en América y Europa.

El entusiasmo y los festejos fueron también extraordinarios. Estos comenzaron el 13 de setiembre con una función teatral, realizada con la presencia del presidente de la república. También asistió «la mayor parte del pueblo de la Capital y sus proximidades». El teatro fue erigido en una gran plaza y en el acto «se recitó un elogio a S.M. el Emperador. La ciudad se iluminó y el gobierno hizo levantar un arco triunfal y dos columnas bien armadas, que también fueron iluminadas». (41)

El 14, al despuntar la aurora, a la señal de una salva de artillería, embaderóse la ciudad. Pimenta Bueno salió a las 10 de la mañana de su casa, con dirección al palacio de gobierno, acompañado de los dos comandantes del primer Batallón y de «mucho pueblo». A su paso le rindieron honores las tropas de los diversos cuerpos de la capital. En el palacio le esperaba el presidente López con los altos funcionarios del Estado. Luego de los cumplidos protocolares, Pimenta Bueno leyó el acto del reconocimiento de la independencia del Paraguay y el discurso alusivo. Tomó asiento después, donde le fuera fijado, a la derecha el primer mandatario, quien le respondió, «congratulándose con la República y agradeciendo a S.M. el Emperador la importante prueba de su Amistad y Consideración». Terminada la ceremonia la concurrencia se trasladó a la catedral donde se ofició un solemne tedéum. Pimenta Bueno acompañó solo al presidente. Detrás seguían los altos funcionarios y las tropas también desfilaron hacia la misma dirección. Un público numeroso llenaba las calles. De la catedral el representante brasileño acompañó nuevamente a Carlos Antonio López hasta el palacio. Las tropas prorrumpieron entonces en aclamaciones al Emperador, manifestación que Pimenta Bueno retribuyó al retirarse con vivas al gobierno, a la república y a su independencia. (42)

El 15, el presidente López ofreció a Pimenta Bueno una «espléndida comida» y un baile con la asistencia de las principales familias de la capital. «Hubo una nueva iluminación del Gobierno y una galería de arcos frente al Palacio». El 17, el diplomático imperial ofreció, a su vez, un lucido baile que contó con la presencia de la familia del presidente y también de las familias principales. La legación lució esa noche su iluminación. (4)

«Ya dije a V.E., – expresaba Pimenta Bueno en su informe – y de nuevo repito, que fue general la satisfacción exteriorizada por el reconocimiento de la Independencia de la República, general la manifestación de amor al Magnánimo Monarca Brasileño, hecho que llenó mi corazón de alegría excitando mis sentimientos de veneración y acatamiento hacia mi Augusto Soberano». (44)

El representante de la Corte de San Cristóbal agasajó, además, a Carlos Antonio López, con un retrato de Don Pedro II, que el presidente colocó en su sala de audiencia, junto al cuadro que contenía el reconocimiento de la independencia, como una expresión pública de la gratitud paraguaya. (45) Días después solicitó de su gobierno una condecoración para el citado presidente y la incorporación del mismo al Instituto Histórico y Geográfico Brasileño. (46)

La Corte de San Cristóbal dio curso a la recomendación de Pimenta Bueno. A pedido de Ernesto Ferreira França, entonces ministro de negocios extranjeros, Carlos Antonio López fue designado miembro honorario del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, en la sesión del 23 de enero de 1845, presidida por el Reverendo Padre J. da Cunha Barbosa. (47) El secretario perpetuo, Manuel Ferreira Lagos, al comunicar al presidente paraguayo su designación, agregaba: «Espera el mismo Instituto del bien conocido celo literario de V.E. que se digne coadyuvar con sus luces y producciones científicas, así como también espera de la generosidad de V.E. que en observancia del artículo agregado a los Estatutos de esta Asociación, aprobado el 5 de Diciembre de 1841, ha de concurrir para su progreso con alguna producción literaria propia o ajena interesante a nuestra historia o geografía, o hacerle donación de cualquier obra de reconocida estimación para su Biblioteca, o de objetos curiosos para su Museo». (48)

Carlos Antonio López contestó cordialmente en estos términos: «Recibí con especial satisfacción el diploma de miembro honorario del instituto histórico y geográfico brasilero que V.S. me remitió en data de 4 de Marzo de este año.

«Sensible a la prueba de consideración y aprecio que me manifestó esa ilustre y sabia Sociedad llamandome a su seno, deseo que V.S. le asegure que a más de apreciar mucho el honroso título que me confiere, procuraré cuanto pueda oportunamente observar las disposiciones de sus estatutos.

«Quiera V.S. recibir la seguridad de mi particular estimación y manifestar al ilustre instituto mis votos por los progresos, y resultados de sus títulos y gloriosos trabajos». (49)

Cúpole así al presidente López la distinción de ser el primer miembro paraguayo del benemérito Instituto Histórico y Geográfico Brasileño y el único durante el siglo XIX. La vida de este esclarecido mandatario, consagrada a la estructuración de un Estado soberano, constituye por si sola la más valiosa contribución para enaltecer el acervo moral de una entidad dedicada a los estudios históricos.

Posteriormente, Don Pedro II confirió a Don Carlos la condecoración de la Gran Cruz de la Orden de Cristo y el grado de Comendador al hijo de éste, el entonces general Francisco Solano López.

A día siguiente de firmado el tratado de alianza, comercio, navegación, extradición y límites, del 7 de octubre, el presidente López se dirigió al Emperador del Brasil, manifestándole el «grande placer de recibir y tomar en alta consideración la credencial» de Pimenta Bueno, quien fue acogido como merecía, tanto por sus merecimientos personales como por «los distinguidos e importantes objetos» de su misión. «El primer paso solemne que puso en espediente» el representante imperial fue el reconocimiento de la independencia.

«Este acontecimiento tan plausible – continuaba expresando el mandatario paraguayo – muestra a la faz del mundo ilustrado los sentimientos de justicia que han determinado a Vuestra Magestad por el reconocimiento de nuestra independencia, y que impulsado de principios grandemente filantrópicos ha promovido las relaciones amigables y mercantiles entre dos naciones llamadas por la naturaleza a su mutuo engrandecimiento. La República del Paraguay al presentir este importante suceso lo ha acogido con noble entusiasmo, y el Presidente que subscribe tiene el honor de ofrecer a Vuestra Magestad Imperial este primer homenaje de una nación patriótica, y fiel a sus compromisos. – La divina providencia conserve incólume y próspero a Vuestra Magestad Imperial, y a su augusta esposa, para felicidad del Imperio Brasilero». (50)

En la misma fecha, López contestó también la comunicación de Soares de Souza, del 30 de noviembre de 1843, sobre la designación de Pimenta Bueno, manifestándole que «ha presenciado con alto honor y agrado el reconocimiento solemne de la independencia y soberanía de la República del Paraguay», felicitando en su nombre y en el de la nación a S.M.I. y al pueblo brasileño por la «esclarecida justicia» que significaba ese reconocimiento. (51)

En el primer aniversario de este acto se repitieron los agasajos del año anterior. Al cumplimentar al primer mandatario, Pimenta Bueno terminó su elocuente discurso, en estos términos: «Con indecible placer aprovecho esta solemne ocasión para pedir a los paraguayos y a V.E., su ilustre y respetable Presidente, que se persuadan del ardor y la sinceridad de los votos, que conmigo todos los brasileños, comenzando por el magnánimo Señor Don Pedro II, formulan por la prosperidad de todas las naciones del continente, y particular y especialmente por la de esta República que en la veneranda persona de V.E. saludo y nuevamente felicito.» (52)
 

NOTAS

1- A.H.I. Assunçao – Oficio, 1842-45. Pimenta Bueno a Soares de Souza. Río de Janeiro, 25 de noviembre de 1843. Autógrafo.
2- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a Soares de Souza. Río de Janeiro, 27 de noviembre de 1843. Autógrafo.
Ferreira França, ob. cit., pág. 11.
3- Ib. Ib. Ib. Autógrafo.
4- A.H.I. Correspondencia Reservada e..., cit. Río de Janeiro, 25 de enero de 1844. Copia. Pimenta Bueno partió de Santos en el Bahiana, el 28 de enero, pasando por San José del Norte y Pelotas para llegar a Porto Alegre el 7 de febrero, donde no tuvo buenas noticias sobre la seguridad de su viaje. Nota a Soares de Souza, fechada en esta ciudad el 8 de febrero. Autógrafo. Assunçao – Oficios, cit.
5- Ib. Ib. Ib. Autógrafo. A Porto Alegre llegó el 7 de febrero.
6- Ib. Ib. Ib. Porto Alegre, 19 de marzo de 1844. Autógrafo.
7- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a Ferreira França. San Gabriel, 25 de abril de 1844. Autógrafo.
8- Ib. Ib. Correspondencia..., cit.
9- Ib. Ib. Ib. 26 de junio de 1844. Autógrafo.
10- Ib. Ib. Ib. El Comte. Gral. interino de las Misiones argentinas al Cmte. del Dpto. de Santo Tomé. Paso de los Libres, 7 de junio de 1844, Copia.
Pimenta Bueno a Ferreira França. San Borja, 8 de julio de 1844.
11- Perreira França, ob. cit., pág. 21.
12- A.H.1. Leg. cit. Pimenta Bueno al Cmte. de San José. Santo Tomé, 15 de julio de 1844.
13- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a Madariaga. San José, 20 de julio de 1844. Copia.
14- Ib. Ib. Ib. Nota a Ferreira França. Autógrafo.
Ferreira França. Ob. cit., pág. 22.
15- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a López. Encarnación, 21 de julio de 1844. Copia.
16- Ib. Ib. Ib. A Ferreira França. Encarnación, 22 de julio de 1844. Autógrafo.
17- Ib. Ib. Ib. Correspondencia..., cit. Río de Janeiro, 11 de octubre de 1844.
18- Museo Imperial de Petrópolis. López a Pimenta Bueno. Asunción, 25 de julio de 1844. Copia de puño y letra de este último.
19- Ib. Ib. Ib. Copia conformada por Pimenta Bueno.
20- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a Ferreira França. Encarnación, 30 de julio de 1844.
21- Acompañaban a Pimenta Bueno su secretario Cayetano de Faria y Albuquerque, el doméstico y un amanuense particular, Benito José Cintra, y dos pajes, uno negro y otro indio. El equipaje comprendía once baúles, varios útiles de viaje, dos carabinas y dos pistolitas. Todo transportado en un carretón.
B.N.R.J. – C.R.B. I. – 30, 27, 73. Lista firmada por Basilio Ojeda. Encarnación, 22 de julio de 1844. Original.
22- A.H.I. Assunção – Oficios, 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França, Asunción, 22 de agosto de 1844. Autógrafo.
Ferreira França, ob. cit. pág. 23.
23- Ib. Ib. Ib. Nota cit.
Ib. Ib. Ib., pág. 24.
Ramos, El reconocimiento..., cit., pág. 13.
24- Ib. Ib. Ib. Nota cit.
Ib. Ib. Ib.
25- Ib. Ib. Ib. Copia de este discurso acompañó a la nota del 22 de agosto cit.
Ib. Ib. Ib., pág, 24 y 25.
B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 26, 25 – Nº 1-4. Autógrafo.
26- Ib. Ib. Ib. Copia remitida con la nota del 22 de agosto cit.
Ib. Ib. Ib., pág. 25.
27- Nota cit.
28- A.H.I. Assunção – Oficios, cit.
Ferreira França, ob. cit., pág. 25.
El Repertorio Nacional Nº 22.
29- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a C.A. López. Asunción, 22 de agosto de 1844. Copia.
30- Ib. Ib. Ib. Nota del 22 de agosto cit. Lo subrayado es del original.
31- Ib. Ib. Ib. Nota cit.
32- Ib. Ib. Ib.
33- Correspondencia cit. Ferreira França a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 15 de noviembre de 1844.
34- Museo Imperial de Petrópolis. Secretaría de Negocios Extranjeros, 22 de noviembre de 1844. Autógrafo.
35- A.H.I. Correspondencia Ostensiva do Governo Imperial de 1844 a 1846. Río de Janeiro, 6 de diciembre de 1844. En esta misma nota, Ferreira França comunicó a Pimenta Bueno que el Emperador le distinguió con la condecoración de la Orden da Rosa en el grado de Oficial y que no obstante haber sido electo diputado, «no desampare» esa misión diplomática sin la «necesaria orden del Gobierno Imperial», lo que se pondrá en conocimiento de la Cámara respectiva.
36- Jornal do Comércio – Setembro de 1922. Ediçao Comemorativa do 1º Centenário da Independencia do Brasil.
Ramos. El reconocimiento..., cit., pág. 14.
37- El original de este documento formaba parte de la C.R.B. de la B.N.R.J. I – 30, 26, 24, como puede comprobarse en el Catálogo de dicha Colección, Vol. I, pág. 96. El canciller brasileño José Carlos de Macedo Soares lo devolvió al Paraguay.
Copia fotográfica en nuestro poder.
Ramos, ob. cit., pág. 14.
38- B.N.R.J. – C.R.N. I – 30, 26, 25 Nº 4. Autógrafo.
Ferreira França, ob. cit., págs. 27 y 28.
39- Copia fotográfica en nuestro poder.
Ramos, ob, cit., pág. 14.
40- El Repertorio Nacional Nº 23.
41- A.H.I. Assunção – Oficios 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França. Reservado Nº 25. Asunción, 18 de setiembre de 1844. Autógrafo.
42- Nota cit.
Ramos, ob, cit., pág. 15.
43- Ib. Ib.
Ib. Ib.
44- Ib. Ib.
Ib. Ib.
45- Ib. Ib. Ib. Ib.
46- A.H.I. Assunção – Oficios 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 7 de octubre de 1844. Autógrafo.
47- Revista Trimestral de Historia e Geografia ou Jornal do Instituto Historico e Geographico Brasileiro. Fundado no Río de Janeiro sob os auspicios da Sociedad Auxiliadora da Industria Nacional Debaixo da Inmediata protecção de S.M.I. O Senhor D. Pedro II. Tomo Setimo. Segunda edição. Río de Janeiro, 1866. Revista... Nº 25 – Abril de 1845, pág. 116.
El pedido se hizo el 23 de enero de 1845 por intermedio de Manuel Ferreira Lagos, secretario 2º del Instituto aludido, y aprobado ese día. Autógrafo en el archivo del mismo Instituto.
48- Archivo del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, Ferreira Lagos a López. Río de Janeiro, 4 de marzo de 1845. Copia.
49- Ib. Ib. Ib. L. 139 – Ms. 2557. Original. La nota fue leída en la sesión del 9 de octubre del mismo año. Copia fotográfica en nuestro poder.
Ramos, Ob. cit., pág, 16.
50- Museo Imperial de Petrópolis. López a Pedro II. Asunción, 8 de octubre de 1845. Original.
B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 9, 5, Nº 9. Copia.
Ramos, ob. cit., pág. 16.
51- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 29, 24, Nº 4. López a Ferreira França. Asunción, 8 de octubre de 1844. Copia.
52- Ib. Ib. Ib. I – 30, 6, 32.
Ramos, ob. cit., págs. 16 y 17.
 
 
 

Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)
 
 

 





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