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ANA JAVALOYES (+)
  COMADRE ULA (Cuento de ANA JAVALOYES)


COMADRE ULA (Cuento de ANA JAVALOYES)
COMADRE ULA
Cuento de
ANA JAVALOYES
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com  )
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COMADRE ULA
-¿Te sirvo el mate, Comadre? Mirá, aquí está fresco, vamos a sentarnos. Y te cuento de nuevo cómo es que Cepí cambió tanto. Yo te digo como pasaron los hechos. La verdad misma. Todavía cuando me acuerdo el corazón me palpita y se me pone la piel de gallina. ¿Está bien caliente el mate? Vos sabés cómo era tu compadre Cepí: bandido, borrachín, jugador y mujeriego. Taitá y mamita tenían razón cuando dijeron que no era hombre para casarse con él, pero era porfiado. Yo creo que en esa época él estaba muy enamorado de mí. Me traía serenata cada sábado, esa música y él, esbelto, alto, elegante y la luz cómplice de la luna me volvieron una muchacha enamorada perdidamente que no hizo caso de los consejos de sus padres. Me casé con él. Era mi destino. Vos sabés, comadre que yo a mis 20 años era una linda morena y mirá ahora de 30 cómo estoy. Cepí, interesante con sus anchas, bombachas que yo le bordaba y le hacía comadre Francisca; con un poco de plata en los bolsillos, pronto volvió a las andadas. Se volvió más mujeriego que antes, y más haragán. Cuando nos casamos él ya era un poco remolón para el trabajo pero confiábamos en que cambiaría. No, Comadre, empeoró y se ponía nervioso por cualquier cosa y muy exigente. Desaparecía de casa por días, y hasta por semanas y cuando volvía yo tenía que servirle de lo mejor, en caso contrario me molía a palos. ¿Por qué aguanté, Comadre? Por mis hijos, porque le quería; yo pensaba que mi bondad y mi cariño  le harían cambiar, pero más que nada, era mi marido. Y aunque Compadre no es así vos sabés que en eso de castigar todos los hombres son iguales. La única que podía con él era Comadre Francisca, quien cuando le veía muy enfurecido le venía con el arreador y entonces él se calmaba. Comadre le echaba de la casa y él se iba muy ofendido... por unos días y volvía mansito a sacarme el dinero que yo ganaba con los trabajos que hacía en la máquina. Vos sabés, Comadre, que yo trabajo muy bien, que los bombachones y las camisas que hago no tienen comparación. Y Cepí me sacaba toda la plata y se iba a gastar en sus vicios. Un día, quizás mal aconsejada, le hice frente. ¡Para qué! El resultado fue peor. ¿Está bien caliente el mate? Bueno, sigo. Esa tarde vino Cepí más borracho que nunca y luego de casi un mes de ausencia. Yo estaba sola con Carmencita, Comadre Francisca había llevado a Antoñito a la médica porque hacía días que devolvía y estaba con un poco de fiebre. Cepí me pidió plata, yo no tenía ni un peso, no había cobrado aún los últimos trabajos y lo único que había en casa lo di para la atención de mi hijo. El no me creyó y se enojó. Me tomó de las trenzas y me arrastró por el suelo, me pagó, me levantaba y me tiraba una y otra vez. Yo creía que me moría. Al principio grité pero luego, cuando ya no podía ni respirar sólo lloraba y le decía: ¡Basta! ¡Bastar!. De pronto me soltó y se paró frente a mí. Jadeaba. Parecía un animal enfurecido. Los ojos eran dos ascuas endemoniadas, y con una voz sibilante me dijo:
 
-Voy a disponer de vos. Ya estoy cansado de todos los de esta casa pero más de vos. Voy a llevarte al taperé de los Fleitas y te voy a tirar en ese pozo hondo y abandonado que hay en el patio y donde nadie te va a encontrar jamás.
 
Traté de huir pero de un salto me tomó de las trenzas y me arrastró fuera de la casa. Yo pedía socorro a gritos, pero en esos parajes tan alejados sólo el llanto de mi hijita que estaba en la cama me respondió. Miré al cielo implorando ayuda. Me llevaba por un caminito abandonado, el sol veíase grande y rojo perdiéndose en el ocaso. Yo iba dejando entre las malezas no sólo jirones de ropa sino de la propia piel. Ya no gritaba sino rezaba al Ángel de la Guarda, le pedía que me salvara, por mis hijos y a Cepí del infierno. Creo que en un momento me desmayé. Lo único que recuerdo es que me iba hundiendo, hundiendo en un pozo, que yo levantaba los brazos y los movía de un lado a otro buscando apoyo y que gritaba y gritaba pero que la voz no me salía y nadie me escuchaba.. A mi lado pasaban rostros que hacían muecas burlonas y no se detenían. Vino una nube rosada que me alzó pero volví a caer, la mano de Cepí me tomó y me levantó, en esa aparece un caballo blanco que echa fuego por los ojos, resopla fuertemente, relincha que da miedo, golpea el suelo con las patas delanteras; de pronto se para sobre sus patas traseras y avanza hacia nosotros. Cepí me tenía tomada de las manos, el caballo avanza y avanza, Cepí, asustado, me larga y se separa de mí, el caballo se interpone entre los dos y ahí se queda. Cepí se queda de un lado del camino y yo del otro. El animal levanta la cabeza y lanza un relincho que mueve toda la tierra. Luego se queda quieto. Cada vez que Cepí o yo hacíamos algún movimiento el caballo lanzaba un fuerte resoplido y golpeaba el suelo con sus patas delanteras.
 
Cepí me sacudía fuertemente, abrazaba me besaba y arrodillado delante de mí, llorando me pedía perdón. Había, una claridad blanca y muy brillante, en el cielo apenas se veían a unas cuantas estrellas. Del caballo no había rastros. Pero Cepí, en medio de hipos, de llanto y de arrepentimiento me iba contando la presencia del animal igualito a lo que yo había visto... o soñado. Los dos tuvimos la misma experiencia.
 
Cuando volvimos a casa encontramos a Comadre Francisca desesperada por nuestra ausencia y al ver mi ropa en tan desastroso estado imaginó lo que luego le confirmamos. Su único comentario fue:
 
-Tu Ángel de la Guarda.
 
Ya no más mate, Comadre? Bueno. Desde ese día Cepí cambió completamente: trabaja en la chacra, no bebe, no juega, la única mujer soy yo para él; nos vamos todos los domingos a misa y comulgamos juntos. Yo sé, Comadre, que vos también estarás, pensando que fue un sueño, pero... ¿Cómo Cepí soñó igualito, igualito?. ¿Me podés explicar por qué? Espérame un momento, voy a llevar a la cocina la pava y el mate.
ANA JAVALOYES.
 
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:
Imprenta-Editorial
Casa América,
Asunción-Paraguay
1985 (172 páginas).
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